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Introduccién La emergencia de una racionalidad politica dela nacién como forma narrativa —estrategias textuales, desplazamientos metaforicos, subtextos y estrategias ret6ricas— tiene su propia historia. Homi Bhabha. Nation and Narration. Toda sociedad produce sus Otros; pero cada tipo de sociedad fabrica su propia clase de extranos, y lo hace de un modo inimitable. Zygmunt Bauman Las naciones son efectos de ficciones narrativas, relatos maestros que atribuyen a ciertas comunidades la continuidad de un sujeto. El carécter persuasivo de estos relatos hace que la formacién de la na- cién se perciba como la realizacién necesaria de un proyecto que, a través de grandes perfodos histéricos, va automanifestando la “esen- cia” de lo nacional. Esta representacién se asienta en una ilusién do- ble: por un lado, la conviccién de que las generaciones sucesivas que habitan un mismo territorio se han transmitido unas a las otras una substancia invariable, y por el otro, la ilusién de que el proceso de desarrollo, del cual los miembros actuales de la nacién son su culmi- nacién, era el tinico posible (Balibar & Wallerstein, p. 86). Proyecto y destino son dos figuras simétricas de la narrativizacién de la identi- dad?. La asociacién entre continuidad y nacién fomenta la creacién de relatos orgdnicos que, como las genealogias familiares, adoptan la forma de sistemas arbéreos cuyas ramificaciones consisten en cuer- pos conectados entre si por la reproduccién sexual y el principio de identidad biol6gica. Las ficciones somaticas del naturalismo argenti- no son resultado de una coyuntura textual especifica en la historia postcolonial de las narrativizaciones de la identidad nacional. La 16- gica médica de sus genealogias patol6gicas demuestra que al mismo tiempo que, como ha sefialado persuasivamente Benedic Anderson, la maquina narrativa de la nacién produce iguales, sistematicamente expulsa de la comunidad imaginaria nacional a aquellos a los que identifica como variantes de lo esptreo y lo extranjero. El objetivo de este libro es dar cuenta del pacto de sentido entre literatura, nacio- 11 a ‘ t nalismo y aaber medico an ¢ Ae we Handan Law fh Maturaliamo argentino y wu Heclonen axe li Vinton corporaliznds ivan de Ade In nae ion, Ro la Anrontina del (in do siglo, una vox civiles y axegurada la exprosién Lorritor! que domino los debates politicos e inteloe blema de como fabricar ciudadanon, ALE el monopotio de 1a violonein dabfa soguirle una rooryanteann ralizada do lo social que facilitara la adminiatracign panne: hesion interna de la comunidad nacional, Con este obletive eae, criolla se propuso dar forma a una cultura comin que hiciera poate y al mismo tiempo logitimara la jurisdiccién politien det feennrs Rstado sobre una poblacién heterogénea, Entre lon rasgos mis noi salientes de este esfuerzo #0 encontraban la inveneién de radiciones nacionales y la imposicién de una lengua comin’, Uno de lon disear as influyentes en la produccién de hegemon{a fue la literatura ad arr de asentar el tono y los registros del castellano local, el dis- “ is i taron iterari i espacio virtual donde se proyectar curso literario se convirtié enel 8 eanate to, las normas necesarias para oe roe de te ciudedanta, Tos Hinites y lee fronteres siubliay, eee ee aaesed solidacién (Ramos 1988, p. 8). La mapa imaginario" del Estado en consolidacin (Ramon 1985p.) praxis literaria colaboraria, por at seatahiccarin'ea la concien- ci a eareves de la leevura’, De ah que una poreién signifies i i . i la defini- cia riblica a través lela ¢ Gdad girara en torno a ini Va de las discusiones sobre la identidad gira on or cién de la literatura nacional y los m sone Maron is‘, . jismo que se desarrollar "ie dtu a rohit el net ras : gen nar i esos aris ilustran Jor gmo le edaptabilidad de oe dos deste Ja ficcion reromibles en el mereado. Més alld de pr europeos i incidian era en wt de la polémica col! || nico mo- los participantes de ista como el w a dos, or oen joaoe dicional de la extética rool realismo era par la aceptaci nacional. : iterio de vali- 7 incipiente novela ! un criterion ae a aratrectivo porque proporsonaba tants asco aa cularmente ama epistemol< studio de vee ae ji in progr je, facilitaba el es! aranti® dez estética como un J del lenguaje, facil iempo que 879" rencia | mismo tiemP acion supuesta transpal inexploradas a! is en 1a fo? ciedad y Ce irs ‘del lector. El énfasis en! ba la educacién istencia en! ciudadano futuro gener’ “uprimidan tan robe al dol Kutado, tn eu tunlon del poriodo fuo ‘etado virtual instaur; Honon Wnt ol pro. ‘ado por Kono. ¥ la co. ja: nis! una inevitable paradoja: 18 12 _a——_», imitacién de lo real traicionaba el deseo de construir, mas que de co- piar, el perfil simbélico de la nacion. , Si bien pocos cuestionaron que la novela pudiera producir una re- presentacién acertada de lo real, no existia el mismo tipo de acuerdo en cuanto a cudles eran las matrices narrativas més apropiadas para narrar lo nacional. Dado que se crefa que los argumentos novelescos constituian modos efectivos de comprender y de hacer comprender las relaciones entre sociedad nacional e individuo®, habia que asegu- rarse de que los efectos pragmiticos de la lectura reforzaran la esta- bilidad endeble de lo civil. Si no se cumplia esta regla, el texto nove- lesco podia transformarse en un mecanismo semiético desestabilizador que, como advertia Miguel Cané, sociedades jvenes como Argentina, “la que mas necesita[ba] de la prédica del ideal”, no podian permitir- se. Esta preocupacién por los efectos de la representacién fue el pun- to de anclaje de una inquietud mas amplia acerca de cémo disciplinar literariamente al ptblico en beneficio del Estado. Es por eso que las hipétesis tedricas més convincentes de la criti- ca literaria metropolitana para explicar el escéndalo producido por la aparicién de la novela naturalista en Europa no aleanzan a dar cuen- ta de las motivaciones que movilizaron la resistencia al naturalismo como modelo viable para la literatura argentina. Un recorrido atento por las revistas y periédicos publicados en Buenos Aires a fines del siglo XIX revela no tanto una repeticién del escdndalo europeo provo- cado por la clausura del canon clasico y la ampliacién del campo de la representacién (Auerbach; Levin), ni una defensa de la autonomia burguesa de lo literario (Birger 95-7)°, como una marcada preocupa- cién por los posibles efectos contraproducentes de la lectura de nove- las naturalistas en lo que hacia a la creacién de imaginarios naciona- les. Muchos letrados opinaban que el marcado pesimismo de la epi temologia naturalista contradecia la verdadera misién del arte na- cional: la postulacién de un ideal comin a través del cual los lectores, en tanto miembros de la patria, podian reconocerse y colaborar entre si. En su opinién, los relatos que se acercaban ms a los ideales poli- tico-literarios deseables eran aquellos cuyas ficciones combinaban la presentaci6n realista de tipos sociales locales con un mensaje utépi- co. No sorprende entonces que algunos de los ejemplos usados contra el modelo de Zola provinieran de la variante sentimental del género novelesco, como Maria (1867) del colombiano Jorge Isaacs, conside- rada por un critico de la época “una joya de la literatura hispanoame- ricana” (Anuario Bibliografico de la Republica Argentina, 1879, p. 219). Los defensores del naturalismo, en cambio, subrayaban el potencial 13 | politico y moral de la novela experimental y su capacidad Far conocimiento util. La dimensién politica de este deba Fevela que las ficciones naturalistas argentinas no fueron si respuestas mecdnicas a la oferta del mercado metropolitano de objc, tos culturales, ni un documento histérico de valor por su represents, cidn fidedigna de nuevas situaciones urbanas (Avellaneda), ni tampo, co una mera inversién reaccionaria del socialismo zolesco (Fishburn) La especificidad de la préctica naturalista argentina reside més bien en la articulacién especifica entre fabula, politica y saber, implicita en su programa. ‘Aun cuando los escritores naturalistas procuraron satisfacer los imperativos miméticos del nacionalismo, la légica argumental de sus ficciones cuestionaba, y a veces refutaba, la utopia erético-politica promovida por los —segiin la denominacién de Doris Sommer— romances fundacionales latinoamericanos. Segin Sommer, novelas sentimentales tales como Maria de Jorge Isaacs, Iracema (1865) del brasilefio José de Alencar, Martin Rivas (1867) del chileno Alberto Blest Gana, Enriquillo (1882) del dominicano Manuel Jestis Galvan y Amalia (1851-5) de José Marmol, entre otras, funcionaron como verdaderas ficciones fundacionales cuya funcién principal en el momento de su publicacién era promover un modelo cohesivo del estado nacional postcolonial en las nuevas reptblicas americans’. Mediante la asociacién alegérica entre pasién romantica y nacionalismo, estos cldsicos nacionales contaban inevitablemente historias de amantes, representantes de regiones, razas, partidos 0 intereses econémicos en conflicto, cuya pasién por la unién sexual y matrimonial apelaba a un publico sentimental en busca de su adhesién al proyecto politico que cada novela defendia (Sommer, pp. 42-50)". Producidos en un contexto de profunda crisis e incertidumbre politicas, el objetivo tiltimo de estos romances era la constitucién de una familia adénica de la cual naceria la futura nacién. Dentro de su légica argumental, la continuidad temporal de la comunidad nacional equivalia a la propagacién de una familia nuclear cuyos miembros defendian y representaban los ideales de la modernidad progresista, la respetabilidad burguesa y el liberalismo econémico. El interés er6tico que despertaba la sentimentalidad de sus historias de amor surgia de las mismas prohibiciones socio-politicas que obstaculizaban tanto la felicidad de los amantes como el progreso del pais en que vivian. Los amantes se amaban incondicionalmente, nunca peleaban puesto que el éxito o el fracaso de su historia de amor respondi@ siempre a causas externas que era necesario superar para que la com Para gene. te literarig mplemente 14 sumacién erética —y por extensién, la unién nacional— pudiera rea- lizarse. En un mundo imaginario, los romances fundacionales resol- yian las contradicciones politicas y sociales que impedfan la constitu- cién definitiva del Estado a través de matrimonios (pactos) literarios; cuando no habja final feliz, el impulso pragmitico de la ficcién alen- taba a los lectores a llevar a cabo los cambios necesarios de modo tal que una resolucién extraliteraria fuera pos le. En Argentina, el utopismo liberal que acompafié y siguié a la cafda del dictador Juan Manuel de Rosas (1852) habria tenido su romance fundacional en ‘Amalia de José Marmol. En esta novela, dos regiones antagénicas, el Interior y Buenos Aires, se reconciliaban a través de la historia de amor de Eduardo y Amalia, al mismo tiempo que la oposicién politica entre unitarios y federales se resolvia en la figura multifacética de Daniel Bello quien, aunque un hfbrido de las dos facciones, clara- mente representaba los ideales del liberalismo burgués’. Las ficciones estatales del naturalismo latinoamericano consisten principalmente en una re-escritura escéptica de las articulaciones narrativas conciliadoras del romance fundacional. Novelas como La charca (1895) del puertorriquefio Zeno Gandia, Beba (1894) del uru- guayo Carlos Reyles, Casa grande (1908) del chileno Luis Orrego Luco y Suprema ley (1896) del mexicano Federico Gamboa, entre otras, también adoptarian la forma de la alegoria erética, m4s no solamen- te para revelar los obstaculos que impedian la utopia nacional sino sobre todo para cuestionar la mera posibilidad de su realizacién. Si los argumentos de los romances fundacionales eran proyecciones de las estrategias necesarias para alcanzar consenso politico, las histo- rias naturalistas denuncian toda alianza como tentativa e inestable. ‘Alegéricamente, los amantes todavia representan facciones en con- flicto, pero ahora no son s6lo causas externas, transitorias y modifi- cables, sino internas y biolégicas las que impiden la felicidad de los - cmantes, En ellas, la triple categorizacién de Taine —raza, medio y momento histérico— yuxtapone diferentes l{neas interpretativas que casi siempre se resuelven en fracaso. En contradiccién con la armo- tnja amorosa de los romances fundacionales, los amantes se pelean y terminan por despreciarse: ni sus cuerpos ni sus temperamentos re- titan compatibles. Lefdo en clave darwinista, el circuito causal de ans historias eréticas confirma el status quo y la segregaci6n de gru- pos sociales dispares. ‘En Argentina, la méquina narrativa naturalista produciria su pro- pia serie de novelas familiares fallidas. La gran aldea (1884) de Lu- Pie V, Lopez, Sin rumbo (1885) y En la sangre (1888) de Eugenio 15 Cambaceres, Irresponsable (1890) de Manuel F. Podesté culpables? (1884) de Antonio Argerich y Libro extrario (1 Francisco Sicardi, configuran ficciones disruptivas de la sexualidat nacional cuyos argumentos giran obsesivamente alrededor de uni, nes probleméticas entre criollos, inmigrantes y miembros de laa i” ses bajas nativas, predominantemente mestizas. En tanto sus ect logias familiares encarnan metaféricamente la continuidad biologics de la nacién, todas estas novelas discuten explicita o implicitamente la instituci6n matrimonial. Sin embargo, el casamiento ya no es, como en Amalia de Marmol, el final deseable de una historia de amor ideal, Las ficciones somaticas naturalistas comienzan donde concluyen muchos romances fundacionales: en la alcoba. En el espacio de la intimidad donde la cépula entre amantes de diferentes clases/razas se consuma, la tragedia (real o probable) casi siempre interviene. La gran aldea, por ejemplo, se cierra con la muerte horripilante de un bebé, debido a la irresponsabilidad de una promiscua madre inmigrante y la incompetencia de un envejecido padre criollo, potenciadas por la traicién casi criminal de una criada inmigrante y su amante negro. Cuando el argumento erético pone en contacto miembros de la misma clase, el orden social se expone a la amenaza del adulterio. En Pot-pourri (1882) de Cambaceres, lo que esta en juego es la estabilidad de la linea paterna y de la sucesién hereditaria en una cadena de intrigas amorosas en que la infidelidad y el cambio de identidades socavan la reproduccién de las familias criollas oligarquicas. Como en otras novelas naturalistas latinoamericanas (El ideal de una esposa (1887) del chileno Vicente Grey; Juana Lucero (1902) del chileno Augusto D’Halmar; Santa (1903) del mexicano Fe- derico Gamboa), la imbricacién semantica entre la figura de la adultera y de su complemento, la prostituta, advierte sobre las implicaciones polfticas de una sexualidad improductiva que corrompe la funci6n social de la maternidad, y por lo tanto de la familia como fundamento biolégico de la nacién. . Importa insistir una vez més en que el impacto del naturalismo en Argentina no fue una mera cuestién de moda literaria, de un giro automético del romanticismo al realismo provocativo de Zola. Los nuevos argumentos novelescos fueron sobre todo respuestas simbéli- cas a cambios histéricos y culturales concretos. Asi como la ficcién conciliatoria de Amalia nacié en parte del optimismo liberal que s¢ impuso una vez derrocada la dictadura de Rosas en 1852, Jas ficcio- nes estatales naturalistas surgieron de la ansiedad producida por los efectos contradictorios de los programas de modernizacién liberales, » éInocentes o 894-1902) de 16 dando expresién a las fracturas ideol6gicas del proyecto politico que los sustentaba. Paulatinamente, después de 1852, los suefios politicos de los hé- roes liberales de Marmol comenzaron a hacerse realidad. La utopia Iiteraria esbozada en Amalia se tradujo en actos juridicos y practicas institucionales concretas. Se redact6 una constitucién nacional y se sancionaron los cédigos legales; se formé el ejército nacional; se ocu- paron de manera efectiva los territorios indigenas considerados en- tonees parte de la expresién fisica de la nacién; se iniciaron los cari- Kins estructurales para implementar una economia capitalista. Si- guiendo al pie de la letra las pautas programaticas de las Bases (1852) gos wan Bautista Alberdi y de Facundo (1845) de Domingo F. Sar- tmiento, el Estado fomentaria la inmigracién europea. Esta politica poblacional buscaba la obtencién de mano de obra barata y abundante, Ta ocupacién y explotacion de territorios fiscales, as! com) el “mejoramiento” de las clases populares locales mediante la mezcla. En un lapso de apenas veinte afios, la expansién econémica (auna¥e siempre dentro de un esquema dependiente) y la llegada masiva de inmigrantes italianos y espafioles producirian 1a transformacién in vlerada de las ciudades del litoral y, de manera espectacular, de la ciudad de Buenos Aires. ‘La multiplicacién acelerada de los efectos econdmicos y sociales dela modernizacién deparé situaciones complejas ¢ imprevistas. ‘Aun- que el proceso de desarrollo y modernizacion seguia su curso los sec sires dirigentes comenzaron a inquietarse y a revisar sus conviccio- ort jberales”, La alarma nacia de la aparicion improvista de una nek e de epifendmenos negativos: inflacién, especulacién, fraudes elec- fermies, huelgas obreras, aumento del crimen y el vicio- Inesperada- torte, la oligarquia criolla retrocedfa atemorizada frente al mons- veo impersonal que ella misma habia ayudado a crear: la ciudad ve eaumental, 1a masa andnima, la clase obrera, 1a liberalizacién de Ine costumbres. Sin duda, la sensacién que caracteri26 grant parte del fe de siglo fue la sospecha generalizada de un peligro inminente. En nde incorporarse obedientemente a la sociedad que los recibia, los Tnmigrantes fundaban sindicatos y apelaban a la violencia para exi- gir mejores condiciones de trabajo, 0 convertidos en la nueva burgue- Sia, competian por el poder econémico y los mismos espacios de con- sagracién social que hasta entonees habian pertenecido exclusivamen- tea las familias de la oligarqufa criolla. La transformacién de la masa inmigratoria en una nueva fuerza social y econémica en conflicto con Ia sociedad tradicional promovié el desarrollo de una inesperada xe- 17 nofobia entre las clases pudientes”. Para la élite criolla, el problem, noma siendo la barbarie, pero ahora no se trataba tinicamente de Jas tribus amerindias 0 de los gauchos iletrados sino también de] in migrante como conspirador urbano. " Otro cambio fundamental afecté la produccién de novelas. La mo. dernizacién transformé radicalmente las estructuras significantes que dominaban los que Fredric Jameson ha identificado como los discur- sos maestros de la modernidad a través de los cuales las sociedades burguesas decimonénicas atribufan sentido a lo social. Entre ellos, e] nacionalismo y la ciencia fueron los que sufrieron reacomodamientos més drdsticos. Teniendo en cuenta la clasificacién de los tipos de nacionalismo propuesta por Francis y adaptada por Hobsbawn al caso argentino, es posible notar un desplazamiento gradual del posicionamiento ideo- légico de la élite criolla desde un nacionalismo predominantemente liberal a un nacionalismo de tipo étnico”. El régimen revolucionario que se impuso después de la independencia de Espafia habia tratado de organizar la ex-colonia valiéndose de un concepto de nacionalidad que, sin distincién de raza, cultura o lengua, se traducia como la pura voluntad de participar y formar parte de la nueva entidad politica. En uno de los pocos trabajos especificos sobre el nacionalismo latino- americano decimonénico, Whitaker sostiene que dentro de este tipo de nacionalismo liberal “nacionalidad” significaba “ciudadan‘a’. En su estudio sobre el desarrollo de las leyes de naturalizacién de ex: tranjeros en la Argentina durante el perfodo independentista, Vogel legé a una conclusién semejante. El régimen revolucionario argenti- no habria sido el primero en implementar leyes que posibilitaban el acceso a la nacionalidad por medio de la alianza voluntaria sin dis- tincion de raza, cultura o lengua”. La violencia politica que siguid a la independencia provocaria a la larga una revisién parcial de los criterios de igualdad implicitos en la filosofia politica de ese primer acuerdo. Mas cautelosos que sus predecesores, intelectuales como Sar- miento y Alberdi favorecerian la homogeneizacién cultural a través de la educacién y la alfabetizacién compulsivas como requisito funda- mental para constituir una comunidad politica sdlida™. La idea de lo nacional derivada de esta tradicién politica local se asent6 en la triad® conceptual que, segiin Benedict Anderson, definié la nacién modern® como comunidad imaginada, limitada y soberana. Imaginada porque se articulaba como una ficcién legal; limitada porque se definia por sus fronteras politicas con otras naciones; y soberana porque ene dia de un Estado auténomo cuya legitimidad le era otorgada por ® 18 ———— - pusblo en tanto comunidad horizontal de iguales (Anderson, pp. Hacia finalea del siglo, los efectos contradictorios de la moderni- peed 7 marcha propiciaron la aparicién de un segundo tipo de alismo, el cual vino a decir que los limites de la nacién, cuya identidad ahora se derivaba de supuestas afinidades lingiiisticas y debia coincidir con los del Estado politico. De acuerdo con esta nueva articulacién ideolégica de lo nacional, solamente los individuos que “por naturaleza” podian ser miembros de la patria ten{an derecho a formar parte de ella. En este contexto “nacionali- dad” equivalia a “etnia” o “raza”. Paradéjicamente, con el tiempo este undo tipo de nacionalismo producirfa un retorno a la cultura cam- pesina que el estado se habfa empefiado en erradicar a través de la educacién; y si bien es cierto que la revalorizacién de lo popular no modificé en absoluto la condicién subalterna de las clases populares locales, si proveyé a ciertos grupos letrados de una cantidad conside- rable de materiales culturales con los que fabricar imagenes seducto- ras de lo argentino". Con todo, la definicién de la tradicién nunca dejé de ser motivo de tensiones y reajustes ideolégicos. Una vez incor- porados a la clase profesional, hijos de inmigrantes como el médico y socidlogo José Ingenieros usarfan el criterio étnico para proyectar una identidad argentina no en el pasado sino en el futuro, imaginandola como el producto de una mezcla racial y cultural en la que los inmigrantes europeos, una vez nacionalizados, tendrian un papel de- finitorio. No obstante su relacién conflictiva, en sus consideraciones de la cultura local, tanto la élite tradicional como la nueva clase pro- fesional inmigrante compartieron una misma ansiedad etnocéntrica nacida del temor a la influencia supuestamente nociva del mestizaje racial heredado del orden ral i ; El nacionalismo étnico adopté inevitablemente como propios los principios omniexplicativos del racismo y sus criterios estrictos de discriminacién visual. Una vez establecido este pacto interdiscursivo, la narracién étnica de la nacién se organiz6 de acuerdo con las con- venciones de los relatos de parentezco y la légica de los lazos de san- gre. Dentro de este orden causal, todo ciudadano adquirié el status de un pariente carnal. Asi, aunque se siguid pensando la comunidad nacional como limitada y soberana, se nego la ficcion legal que la sustentaba y se la propuso como un organismo ideal que mantenia una relacién natural con el Estado. La nocién de nacién recuperé en- tonces las connotaciones que le venian de una genealogia etimolégica clasica (*nascor; *natus-a,-um) *nation,- onis) a través de las cuales 19 a en la relacién entre cuerpo y territorio identidad qued6 fijad elac 10 ier 1973, 1978). Seguin los principios del racismo, el mantenj. miento y sobrevivencia de lo nacional pasé a depender de la eficacia de los mecanismos de exclusion y expulsién de los sujetos cuyas debj- lidades orgdnicas podian perjudicar la fortaleza del resto. ; ‘ungue en su expresién novelesca tanto el nacionalismo liberal como el étnico desarrollaron relatos de familia, las implicaciones po- Kiticas de cada narrativizacion diferian notablemente. Los romances fundacionales analizados por Sommer construyeron una imagen de la nacién que se alimentaba principalmente del liberalismo republi- cano. Aunque sin duda influidos por prejuicios sociales y raciales, sus autores postularon la posibilidad de familias originarias que surgi- tian del acuerdo mutuo entre iguales, mas allé de la raza (Sab; Ma- ria; Iracema) ), la clase (Martin Rivas ), la region y la politica (Amalia), segiin lo dictaba la concepcién rousseauniana del contrato social. La reflexién sobre la nacionalidad que se derivaba de las alegorias natu- ralistas, en cambio, se encontraba —sin confundirse del todo con él— mas cerca del nacionalismo étnico. Las historias de amor devinieron casos de compatibilidad biolégica y racial que se media por el grado de fertilidad de la pareja y la fortaleza fisica de la progenie. A través de ellas, el nacionalismo étnico delineaba, entre otras cosas, una po- litica de la reproduccién sexual que garantizara la salud y el bienes- tar de la sociedad argentina futura. Como en otras novelas naturalis- tas latinoamericanas, los abortos espontaneos, la muerte de los in- fantes o la monstruosa descomposicién causada por la enfermedad que cierra muchos de sus relatos familiares corroboran una justicia poética segiin la cual todo tipo de esterilidad remite a una primera c6pula extraviada. Su argumento desarrolla las secuencias de un si- logismo irrefutable que educa al ciudadano mediante la corrobora- cién de una hipétesis narrativa: los finales infelices advierten al lec- tor acerca de los peligros que tendria que afrontar si violaba las leyes biolégicas que —segin las teorias en boga— proscribian ciertas mez clas corporales. _ La nocién cuasi-biolégica de la nacién que se desprende de las fic- ciones eréticas del naturalismo se basa en conceptos ¢ ideas asocit- dos a otro campo discursivo dominante en la segunda mitad del siglo XIX, el de la ciencia médica. E] desarrollo del naturalismo y el nact” nalismo étnico coincidié con la transformacién de la medicina ep la fuente privilegiada de saber para diagnosticar las condiciones de l@ salud social. Como en otras sociedades latinoamericanas, médicos © higicnistas trasladaron la distincién entre lo normal y lo patol6gic? * 20 er la sociedad nacional en su conjunto, estableciendo de ese modo fron- teras imaginarias entre un Yo sano y un Otro enfermo. Dentro del esquema del nacionalismo étnico finisecular la condicién patolégica remitia a un grupo humano informe, sin lazos de solidaridad, en opo- sicién violenta con la comunidad de ciudadanos sanos, con respecto de la cual el enfermo encarnaba la figura ambulante del paria 0 el leproso’®. La salud nacional, definida como una pura virtualidad hacia el futuro, requeria que el estado promulgara a través de sus aparatos una politica de control que tomara en cuenta las leyes bioldgicas universales que gobernaban todos los organismos. Este inmenso proyecto de regulacién del cuerpo y la enfermedad se sustenté en una utopia cientifica que presentaba al médico como profeta iluminado de una cruzada secular inspirado por la fe positivista en la cura absoluta de todas las enfermedades. El correlativo inmediato de este plan de transformacién era una sociedad futura cuyo trazado coincidia con el de la ciudad utépica del higienismo —una ciudad definida por espacios verdes, viviendas y edificios publicos amplios y ventilados, agua potable, y calles despejadas y limpias. Junto a los programas de atencion y cuidado de la salud ciudada- na se desarrollaron proyectos de ingenieria poblacional ligados mas directamente a ciertas formas del yacismo cientifico. Paulatinamente las estrategias de la eugenesia, entendida como conjunto de medidas practicas en pro del mejoramiento selectivo de la poblacién, comenza- rian a ganar adeptos. El deseo de imaginar la nacién en términos piologicos se convirtié en un problema de género sexual y de raza. Puesto que era por medio de la reproduccién sexual que la trasmisién del componente hereditario a futuras generaciones tenia lugar, la sceion de género ayudaria a articular la de raza nacional y vicever- ta‘? Bl mejoramiento de la nacién en su conjunto se redujo, la mayo- tia de las veces, al mejoramiento de ciertos grupos de la poblacién que como los gauchos, las mujeres, los obreros y/o los inmigrantes, podian representar por su conducta social o econémica una amenaza para el poder tradicional. Pero el viraje ideologico de la oligarquia Jocal no fue el unico motor de ‘discriminacion, ya que los presupuestos del racismo cientifico fueron aceptados en mayor o menor medida por res sociales. Ee eames somaticas del naturalismo estan armadas sobre las ficciones patolégicas de la medicina. Bl discurso médico proveyé a los eseritores no sdlo de presupuestos epistemologicos acerca del cuerpo y de una iconografia extensa ide lo patolégico, sino también de un cri- 21 terio de autoridad para legitimar ciertos prejuicios sociales. En nove. las como En la sangre, La bolsa, {Inocentes 0 culpables?, los autores claramente proyectaron sobre la figura del inmigrante las patologiag atribuidas a locos y criminales, asi como la falta de equilibrio moral que se crefa afectaba a mujeres y a nifos"®, Las fuentes ideol6gicas de esta tendencia fueron las teorfas de la degeneracién, desde la criminologia positiva de Lombroso a los estudios sobre la locura de Maudsley, con las que tanto en Europa como en Estados Unidos se explicaban toda suerte de anomalias morales. El racismo cientifico derivado de las teorias de Broca, Agassiz y Gobineau, quienes no ce- saron de sefialar los efectos degenerativos del mestizaje latinoameri- cano, modelé sin duda las genealogias ficcionales del naturalismo. De acuerdo con estas teorias, el hecho de que los grupos marginales fueran presa facil de la enfermedad no impedia que la élite criolla se encontrara también en situacién de riesgo. Una larga historia de dis- turbios politicos y enfrentamientos civiles, los efectos negativos de la modernidad y sus lujos, combinados con una educacién inapropiada, podia debilitar también a la clase dirigente al generar sujetos cuya excesiva sensibilidad los ponia al borde de la enajenacién. Esta es la perspectiva que se percibe en el argumento tacito de textos como Sin rumbo, Quilito e Irresponsable. Los naturalistas no se limitaron a tomar ideas de la medicina. Sus relatos constituyen meticulosas adaptaciones de la estructura narrativa del caso clinico para mostrar las consecuencias negativas de una corporalidad en descontrol, libre de la supervisién del Estado”. Etiologia, diagnosis, tratamiento y prognosis se convirtieron en las secuencias necesarias del disefio narrativo. Los casos se insertaban a su vez en un macrorrelato biolégico cuya légica darwinista seguia los dictados de las leyes de la herencia y la reproduccién sexual. Los escritores argentinos, muchos de ellos médicos, superarian a sus antecedentes europeos al exagerar los usos pragmaticos de la literatura hasta colocarla en el limite mismo de su disolucién. Alimentada en las mismas fuentes ideolégicas que los programas finiseculares de higiene, la ficcién estatal naturalista estableci hipétesis de trabajo en cuanto a las condiciones necesarias para obtener —experimento eugenésico de por medio— la familia nacion@l, la raza fuerte que hiciera posible una sociedad perfecta, Para lograr!0, la estrategia fundamental del naturalismo fue la produccio® sistematica de narrativizaciones del cuerpo patologizado. Es en est® sentido que sus relatos son verdaderas ficciones somaticas de ! 22 identidad estructuradas por un proyecto epistemol6gico de indaga- cién e investigacién de lo corporal”. __ Sin excepcién, a la hora de producir ficciones somaticas de la iden- tidad, naturalismo, nacionalismo y medicina se complementaron. En todos los casos, el exceso de sexualidad fue visto como inhumano, patolégico e inherentemente antisocial. El descontrol del deseo ponia en peligro la familia y el Estado, los fundamentos del orden moral y legal, porque, entre otras cosas, facilitaba mezclas raciales contra- producentes. El hecho de que lo nacional postulara siempre un ideal de belleza y de salud deserotizado marca otra diferencia entre el ro- mance fundacional caracterizado por Sommer y la ficcién naturalis- ta. Enel primero, el equilibrio virtuoso entre los impulsos sexuales y el espiritu todavia era posible. Hacia fines de siglo, en cambio, la concepcién rousseauniana del amor fue desplazada por teorfas que —como las de Schopenhauer o Darwin— definian la pasién amorosa como las formas engafiosas de una necesidad biologica orientada prin- cipalmente hacia la reproduccién de la especie (Gay, pp. 81-8; 138). Dadas estas transformaciones en los discursos sobre el amor, los im- pulsos sexuales pasaron a ser expresién de una fuerza bestial e im- predecible que el Estado debia dominar para sobrevivir. Como sucede en la actualidad con las fantasias paranoicas relacionadas con el SIDA, el estereotipo del diferente exudando lujuria fue un elemento cons- tante en las ficciones de etnicidad. En tanto se trataba de modos igual- mente violentos de penetrar el cuerpo, el horror al extranjero mezcla- ba el temor a la violacién sexual con la ansiedad producida por el riesgo del contagio. Seguin el tipo de explicacién médica elegida, la novela naturalista refutaba absoluta o parcialmente los romances fundacionales. En tanto se proponia diagnosticar una patologia social provocada por agentes cireunatanciales y modificables, podia reescribir la historia de amor fandacional como la combinacién eugenésica ideal, como la unién de vaseos y criollos propuesta al final de Libro extrario. Pero si el argu- Trento dependia de una explicacién derivada del concepto europeo de degeneracién, el cuestionamiento naturalista de la ficcién liberal no dejaba alternativa. Ya sea por la degradacién social que —segiin las teorias de Gobineau o de Brocca— provenia del mestizaje, ya sea por ti gumento gradual de los casos de locura que —segiin Maudsley 0 Nordaw_ producia la vida moderna, la sociedad nacional postcolonial estaba destinada a perecer. La ficcién somética del naturalismo resulta de este modo el rever- so de la matriz narrativa que sustenta los romances fundacionales. 23 Del programa homogeneizador y aparentemente abierto dol Naciona. lismo liberal pasamos a la politica exclusiva de una identidad biolg. gica heredada; de un pacto politico basado en la alianza legal a un dispositivo clasificatorio enraizado en la ley natural, Junto a esta interpretacién oposicional, habria sin embargo que considerar una lectura menos reduccionista desde la cual es posible demostrar que, en realidad, los romances fundacionales nunca esty. vieron demasiado lejos de la ejemplaridad ad contrarium de la histo. ria de amor extraviada. Desde el modelo de sentido naturalista se pueden leer las ficciones conciliadoras del romanticismo sentimental acontrapelo. La légica argumental del romance patolégico revela que la narrativizacién de la nacién siempre supone una tensién entre dos fuerzas contrarias. Mientras el impulso centripedo de una de ellas incorpora e incluye, creando asi la comunidad horizontal de iguales de la que habla Anderson, el movimiento centrifugo de la otra expul- sa del circulo de los elegidos a los que clasifica como peligrosos y en- fermos. Este doble movimiento no sélo opone los dos modelos nove- lescos comparados sino que vuelve la utopia de toda ficcién nacional contra si misma, al revelar en su seno su propia refutacién. Desde la violencia policial de los casos naturalistas los rechaza- dos del nacionalismo liberal se tornan visibles reveldndose en su con- dicién de chivos expiatorios del argumento fundacional, y por lo tan- to, victimas necesarias de la coherencia y cohesién de la deseada co- munidad nacional. Poseedores de un cuerpo siempre a punto de descontrolarse, los excluidos son percibidos como patolégicos, criatu- ras racialmente estigmatizadas cuyas pasiones desmedidas impiden reconciliaciones utépicas. Desde esta perspectiva, las implicaciones politicas e ideolégicas de la excepcién trdégica en ciertos romances fundacionales se vuelven transparentes. Otro es entonces el sentido de la epilepsia sensual de la judfa Maria en la novela de Isaacs, la cual mas que una tragedia inmerecida resulta ser la manifestacién patolégica de un estigma racial que obtura toda posibilidad de un matrimonio productivo con Efrain, No en vano en su novela Gémez de eee hace aficos el cuerpo del mulato Sab, quien literalmente ca Carlota Sanaa Por controlar su pasién carnal por la ban la irrefutabilidad de os contra los criollos esclavistas. Cuan : fermo, la ficcién fundacenet es médica no desintegra al paria ¢o 7 ‘onal lo relega a los margenes del texto. Ast er ea familie de le seb oggen Martin Rivas, quienes no pueden ingresar #18 Pero recuperable hero{na criolla, Leonor; 0 8° Nega incluso a borrarlo completamente, negéndole la representacio® 24 como sucede con los negros dominicanos en Enriquillo, desplazados nar unién politico-sexual imposible entre criollos y amerindios ex- intos. Los fabricantes de las ficciones estatales latinoamericanas siem- pre fueron conscientes de las posibilidades subversivas del mensaje liberal. Por eso de vez en cuando sus narradores tuvieron que apelar a intervenciones autoritarias con el fin de advertir a los lectores que Ja fuerza inclusiva del movimiento nacional estaba sujeta a restric- ciones. Quizés una de las instancias mds memorables de este llama- do de atencién sea cuando el narrador de Amalia abiertamente con- dena a aquellos que, como las esclavas negras que visitaban a la her- mana del dictador Rosas, “osaban creer, con toda Ja clase a la que pertenecian, que la sociedad habia roto los diques en que se estrella el mar de sus clases oscuras, amalgamandose la sociedad entera en una sola familia” (Marmol, p.105). ‘Al leer el romance fundacional a contrapelo, resistiendo el poder seductor de su sentimentalidad, se hace evidente que la utopia conci- jiatoria del nacionalismo liberal siempre tuvo (y tiene) que confron- tar el desafio de una ficcién de igualdad en la diferencia. Con las fic- ciones sométicas del naturalismo y sus distopias politicas, la natura- leza coercitiva de la comunidad imaginada horizontal queda al des- cubierto. ‘Si bien esta paradoja fundante es caracteristica de todas las ma- nifestaciones histdricas del nacionalismo moderno, es posible aven- turar que su versiGn periférica es la que mas obviamente exhibe las fracturas cognitivas y las contradicciones légicas que la fundan. Stoler ha demostrado que el racismo de Estado es una derivacién necesaria del orden imperial que produjo la distincién entre metrépolis y colo- nias a partir de la racializacién jerarquizante de la diferencia cultu- ral (pp. 29-30). Asi como Oceidente se pens6 a s{ mismo on contraste con las colonias, las nuevas naciones postcoloniales no pudieron sino imaginarse como versiones “débiles”, “embriénicas”, de un cuerpo so- cial maduro, blanco y europeo. En Argentina, como en toda Latinoamérica, la conexién intrinseca entre modernizacion (democra- cia, industrializacién, hhomogeneizacién y progreso) y nacionalismo hizo que la doctrina clasica del nacionalismo (autodeterminacién, expresién cultural aut6noma y division internacional en naciones- catado) fuera siempre problemética”. En cualquiera de sus dos ver- siones —la liberal y la étnica— el nacionalismo postcolonial remitia necesariamente a la distincién racial entre centro y periferia. La pre- gunta que los intelectuales periféricos no dejaron de hacerse fue si 25 pol a era posible convertirse en Oceidente a pesar de la supuesta naturale za inferior de las poblaciones latinoamericanas. Dentro de este mar. co interpretativo, las ficciones naturalistas de lo patoldgico se abren todavia a otra interpretacién: asi como se trata de narraciones que, fijadas obsesivamente en lo morbido y lo racialmente degradado, pur. gan chivos expiatorios imaginarios, sus ficciones somaticas represen. tan también los sintomas neuréticos de un cuerpo nacional en con- flicto consigo mismo. El alienista (1882) de Machado de Assis ofrece una parabola ejem- plar de los modos en que la modernizacién en ciertas regiones de Latinoamérica supuso la implementacién de dispositivos de clasificacién y de exclusién anclados en los presupuestos y principios metodolégicos de la psicopatologia. El texto cuenta cémo el doctor Bacamarte, después de estudiar en Europa, regresa a Brasil y funda el primer asilo mental en su ciudad natal, Itaguai, con el propésito de estudiar, clasificar y curar las formas variadas de la enajenaci6n. Sin embargo, si bien durante afios reflexiona obsesivamente sobre los criterios més apropiados para establecer los limites entre la locura y la enfermedad, Bacamarte sistematicamente fracasa en su intento. Las definiciones de lo normal y lo anormal se encuentran siempre sobre un terreno conceptual resbaladizo que impide al psiquiatra legitimar la existencia oficial de la comunidad de locos. Una vez que Bacamarte decide que la locura consiste en un desvio de la conducta, la poblacién del asilo llega casi a coincidir con la poblacién total dela ciudad. Cuando en cambio se inclina por identificar la locura con las personalidades excepcionales, le lleva meses encontrar pacientes. reas parabola concluye con la auto-internacién indefinida sobre Ibe pina a Paredes del asilo. Esta reflexién ironica ie Peace aa cd ee de la ciencia excede la critica nl asilo es sélo la ex, ree amas sugerido en varias partes del texto, ¢ aoeie laa tmanaees Et . si n de un sistema més amplio que. incluye @ la critica, la ceomtng ne ty oniunto. Por medio de esta intervencién seo) ‘ura de Machado de Assis se propone como un lugat ©; separado de los requerimientos de la modernidad y de 1a racionalidad instrumental, una i m e reflecien® tal, una isla de autonomia donde se pued® 7 el origen imaginari Sil; a ginario de toda ley y de todo saber. — ieee desenmascaradora de El alienista corrobora la fuD- car a la literatur aaa due 1a eritiea y la teorfa suelen adjudt *%, las ficciones somaticas del naturalismo represe™” 26 tan su cara opuesta, es decir, la funcién disciplinaria que la moderni- dad le adjudicé al género novelesco.Y si bien es cierto que intermiten- temente es posible detectar en ellas la evidencia de un proceso significante que tiende a desbaratar el proyecto ideolégico que la no- vela defiende, y que el espectaculo de lo patol6gico que el naturalismo pone recursivamente en escena posee el potencial de despertar en el lector el goce de la deteccién, también es cierto que esta posibilidad queda finalmente subordinada al impulso moralizante que organiza el sentido del relato. Apropiandose de las ideas, estructuras narrativas y la autoridad de la ciencia médica, los escritores naturalistas fabricaron maquinas narrativas capaces de identificar, clasificar y excluir en el espacio de lo imaginario los cuerpos marcados por los estigmas de la diferencia sexual, racial y econémica. En este sentido, sus ficciones somaticas no sélo reproducian los prejuicios y practicas excluyentes de la socie- dad finisecular argentina, sino que ellas mismas constituian una de las variantes de esas practicas discriminatorias. Los casos ejempla- res que narran son espejos invertidos del manual de higiene ciudada- na, mientras que sus finales espectaculares de lo monstruoso fijan la identidad visual de los sujetos indeseables que deben ser excluidos de la comunidad nacional. La muerte aterrorizadora del enfermo con- tagioso es a la vez una advertencia y la actualizacién pragmatica de Jo que el texto propone: la aniquilacin violenta de lo diferente. La articulacién de las patologias individuales con el desarrollo del orga- nismo social coloca los casos patolégicos ejemplares dentro de un re- lato mayor que define lo nacional por su relacién jerarquica con res- pecto de un modelo global de la salud y el progreso asentados en los triterios de valor de la ciencia occidental. Desde esta perspectiva, las novelas naturalistas argentinas no son sélo una variante ligeramen- te trastocada o un ejemplo fallido de los modelos literarios europeos, que los escritores sin duda procuraban imitar. Si bien es cierto que en Gilas aparecen los rastros inconfundibles de una propuesta similar, la modificacién del contexto de produccién y los reacomodamientos que éste impuso a los escritores generaron textos cuya especificidad aesulta inaccesible si nos atenemos a un enfoque formalista. Entre btras diferencias, mientras las novelas naturalistas francesas esta- ban eentradas en los debates sobre la salud nacional en el contexto de la modernidad, las ficciones somaticas del naturalismo argentino —y latinoamericano— giraron alrededor de una preocupacién inevitable por la figura del colonizado paradigmatico: el mestizo el racialmente impuro. 27 El andlisis cultural de los textos de Cambaceres, Argerich, p, y Sicardi, y la reconstrucci6n del sistema interdiscursivo que | posibles permitiré apreciar una de las multiples formas en cultura decimonénica latinoamericana narrativiz6 el cuerpo y lo his, significar convirtiéndolo en el objeto y el motor de sus ficciones, El cuerpo adquirié existencia real a través de los lenguajes culturales que se referian a él, mientras la cultura se organiz6 en términos de |p que se percibia como el lenguaje del cuerpo, su escritura primordia) En el siglo XIX, las concepciones acerca de la enfermedad estructuraron los modos de percibir la identidad social e individual, La oposicién entre la salud y la enfermedad se convirtié entonces en el filtro clasificador con el cual dar sentido a lo social y con respecto del cual autorrepresentarse. Asi como las narraciones de lo patolégico en los casos médicos, en los relatos autobiograficos 0 en los textos literarios tenfan la capacidad de dar forma a la experiencia del sufrimiento, también podian determinar los modos en que las personas percibian las relaciones entre mente y cuerpo, sujeto y objeto, lo privado y lo ptiblico, lo blanco y lo no blanco, ete. En un mundo que ya no ofrecia relatos providenciales incuestionables, la anatomizacién del sujeto y la exploracién de las fronteras de la existencia individual parecia garantizar el tinico tipo de saber estable. Toda distincién social podia ser redefinida en términos de la oposicién entre lo anormal y lo normal. Las imagenes de lo patolégico conjuraban y ayudaban a neutralizar el temor de las clases dirigentes hacia todo lo que estuviera “fuera de lugar:” el pobre que reclamaba lo que en teoria no era suyo; ja mujer que abandonaba su dmbito “natural”, etc. Sin embargo, @ pesar de que se traté sobre todo de un arma punitiva en manos de los poderosos, el poder persuasivo de la retérica médica del cuerpo no se restringié a las reacciones defensivas de la oligarquia. No sélo las nuevas clases medias se apropiaron de ella para autodefinirse, sino que también los obreros apelaron al problema de la salud con el fin de defender sus derechos a una vida mejor. Las ficciones del naturalismo fueron instrumentos de lucha ideolgica que en manos de los criollos descalificaban a inmigrantes y a campesinos, y en manos de los inmigrantes a los criollos. Al mismo tiempo que la corporalizacién de la diferencia ayudaba a delimitar fronteras, el poder de la enfermedad de convertir el pr0- pio cuerpo en ajeno y de conectar sujetos diferentes a través del con- tagio revelaba el cardcter inestable de las fronteras corporales y 18 Posibilidad real de convertirse en el Otro cuya diferencia se tem{a Asi como el cuerpo aparecia como el espacio inviolable de lo privado ¥ dest, 08 hizo que la 28 la fundacién concreta del Yo, la permeabilidad corporal (ya manifies- taenlas acciones de comer, copular y dar a luz) se volvia explicita con la presencia de la enfermedad. De ahi la preocupacién por la sexuali- dad. El sexo era no sélo una de las maneras més obvias de abrir las compuertas del cuerpo y poner en contacto sujetos incompatibles, sino también el medio propicio para reproducir esa aberracién. El cuerpo femenino, por su parte, con su economia biolégica anormal y su capacidad de alterar la relacién entre el adentro y el afuera a través de la cépula y el embarazo, fue el campo principal de batalla donde habia de decidirse el futuro del cuerpo de la patria. El estudio del naturalismo argentino en el contexto de sus relacio- nes intertextuales hace posible vislumbrar una versi6n menos derivativa de la literatura latinoamericana, una que no mide la eficacia de las ficciones literarias locales en funcién de un conjunto de caracteristicas ideales sélo hallables en la perfeccién de un original irrepetible. El valor y el significado de las ficciones somaticas del naturalismo sélo puede entenderse en el contexto de sus condiciones de produccién locales. Si tenemos en cuenta su funcién practica, las novelas son parte de un complicado sistema de préstamos y transformaciones entre diferentes tipos de discursos. Si la medicina y el nacionalismo étnico colaboraron entre si para construir una imagen excluyente de la identidad argentina a través de la generacion de estereotipos de lo diferente bajo la apariencia de lo patolégico, el naturalismo no solamente reflejé esa actividad sino también participo de ella. La adopcién del modelo naturalista pertenece al repertorio de gestos culturales por el que la sociedad argentina deseaba integrarse al proceso de modernizacién internacional. Un modelo de escritura pasado en los principios de la ciencia representaba la expresién mas cabal de un proyecto de construccién nacional que deseaba partir de Ja total borradura del pasado, una tabula rasa sobre la cual erigir una comunidad futura perfecta. Dado que la raza era un factor decisivo para la incorporaci6n en el orden mundial de las naciones mas fuertes, Tas ficeiones sométicas del naturalismo desarrollaron experimentos virtuales de ingenieria poblacional por los que se juzgaban las posibilidades de éxito de la invencién biolégica de la nacién. En “Tesis de filosofia de la historia”, Walter Benjamin observa que ii nes del pasado en las que el presente no se reconozca todas ‘al cea de dosaparecer (1982, p. 180). Para muchos resultard soril ceconocer en las ficciones sométicas que el naturalismo ayudé a disefiar un equivalente de las retéricas del cuerpo vigentes en la Argentina de hoy. Sin embargo, el poder de esas imagenes no deberia 29 auboatimaree, Sux ecos han permanecido improsca 7 cultura on en un palimpaeato, influyendo y alteran' a alae : Nes que wurgioron en épocas poxteriores. Los estereotipo: il " sexuales patoldgicos continian siendo poderosos ed le ciseriming. cién con los cuales logitimar y respaldar posiciones de poder y visio. nea jerdrquicas del mundo. Lo verdaderamente mostruoso en el pro. ceao de homogeneizacién de las comunidades nacionales noes la cons. tatacién del disenso y el conflicto, sino la persistencia de una genea- logia de la intolerancia que apunta invariablemente a un proyecto de aniquilacién del Otro en su diferencia (Terén 1986, p. 11). La reconsideracién de las ficciones somaticas naturalistas seria un modo no adlo de hacer historia cultural sino también de Promover una re. flexién mas amplia sobre formas més democrdticas de convivencia politica y de justicia social. Notas ‘Lo que distingue la nacién de otras ficciones identitarias es su relacién con una coyuntura histérica especifica: la sociedad moderna y el capitalismo internacional. Seria precisamente la necesidad de homogeneizacién produci- da por los imperatives del desarrollo econémico, técnico y cognitivo la que habria dado lugar al nacionalismo como principio politico a partir del siglo XIX (Gellner 1987, pp. 6-28) ‘Deutsch cree que el nacionalismo es uno de los organismos politicos que explota con més efectivida d la idea de que los “procesos de comunicacién son 4a base de 1a coherencia de la sociedades, las culturas, e incluso la personali- dad de los individuos” (Deutsch, p. 166). Por eso, afirma Gellner en Nations and Nationalism, el nacionalismo pone énfasis especial en el desarrollo de una red compacta de comunicaciones centrada en la alfabetizacién, el trans- porte y la acumulacién de informacién sobre la poblacién (1983, p. 43). Sobre {a invencién de tradiciones nacionales como un modo de “ineulear ciertos V8" lores y normas de conducta por repeticion” Me Invention of tradition pplia 2ee ioe” of. Hobsbawn & Ranger, 4; 268-307. Para la institucionalizacién de !8s literaturas nacionales a través de la eritica y la historia literarias, oft. Biienda 1, Building a National Literature, pp. 1-43. En las sociedades europeas, el género noveloass | i ~ i opeas, lesco fi ] en la form! eign de comunidades imaginarias (naciones) con ine ann ees bert ses podian identificarse. Durant : ¢ el siglo XVIII, fenémen? se vio favorecido por la répida difusion de le aliabeteeene ‘Sramento 10° table en el numero de lectores. En Imagined Communities Benedict Anders02 30 sostiene que la novela fue un artefacto propicio para la produccién de una comunidad virtual sobre todo debido a que sus técnicas eran las adecuadas para la representacién de la concepcién moderna del tiempo, es decir, de la experiencia de lo simultaneo. Esta interpretacién toma en cuenta s6lo un aspecto de la representacién (pp.30-49). No fue solamente la nocién moderna del tiempo la que facilité la identificacién de los lectores, sino sobre todo la apelacién a las convenciones del realismo (las novelas que menciona Anderson pertenecen todas a esa variante del género), las cuales sirvieron para confi- gurar tipos sociales a partir de una redefinicién de las relaciones entre socie- dad e individuo. “Esta tendencia general de las discusiones sobre la identidad en relacién con la literatura y la lengua alcanza su climax con los escritos nacionalistas de Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones y se prolonga explicitamente por lo menos hasta la vanguardia histérica. Tales debates presentan muchos puntos en comtin con los que se Ilevaron a cabo en los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX: el problema de una lengua nacional compartida con Eu- ropa, la relacién de dependencia con el canon estético europeo, y la utilidad politica de la mimesis literaria. Cfr. Baym. 'Esta concepeidn del argumento novelesco coincidfa con una tendencia mas general de la época, segiin la cual todo tipo de saber era pensado en términos narrativos (Brooks 1992, p. xii). En The Political Unconscious, Jameson am- plia esta interpretacion y define la actividad de narrar como un proceso estructurador omniabarcador que constituye “la funci6n proceso central de la mente humana* (p.13). ‘Para dar cuenta de las discusiones sobre el naturalismo en Francia son fundamentales los ensayos criticos de Zola recopilados en Le roman expérimental (1880) y su prologo a Thérése Raquin (1867). El prélogo de los hermanos Goncourt a Germinie Lacerteux (1864) y el de Edmond Goncourt a Les fréres Zemganno (1891) son buenos ejemplos de las imbricaciones entre politica y estética en el proyecto naturalista. Los ensayos de Ferdinand Brunetiére recogidos en Le roman naturaliste (1892) explicitan la tensién entre diferentes ideales literarios en relacién con los argumentos de la tradi- cidn clasica. “Este modelo narrativo alcanzaria las ficciones latinoamericanas de este siglo, de modo tal que se lo puede encontrar virtualmente intacto en la es- tractura narrativa de Dofia Barbara (1929) de Rémulo Gallegos, o rearticulado parédicamente en la novela familiar de Cien arios de soledad (1967) de Gabriel Garcia Marquez. “Log novelistas ingleses de los siglos XVIII y XIX recurrieron a una estra- tegia retérica similar. La alegoria amorosa, sin embargo, qued6 generalmen- te restringida a la representacién simbélica de alianzas politicas entre clases sociales en conflicto. Cfr. Nancy Amstrong, Desire and Domestic Fiction. La novela estadounidense que surgié después de la Guerra Civil se asemeja mucho mas a la novela latinoamericana sentimental. También en ellas encontramos historias de amor que, simbélicamente, realizan la reconciliacién entre fac- ciones raciales, politicas y econémicas cuyos antagonismos impiden la conso- 31 lidacion de la nacién americana. Cfr. Amy Kaplan, “Nation, Region, ang Empire.” ; *Aunque con un énfasis diferente y con mucha més distancia critica, lectura alegérico-politica que hace Sommer de la novela de Mérmol coincide en gran parte con la lectura anterior de Herndn Vidal en “Amalia: Melodra. ma y Dependencia” (1977). & para una visién general de los cambios econdmicos se pueden consultar Scobie 1971, Cortés Conde 1978 y 1986, y Egan 1983. Para un andlisis de lag transformaciones politicas y sociales, cfr. E. Gallo 1986 y Halperin Donghi 1982. UB] fuerte sentimiento xenéfobo que se desarrollé en las clases altas mostraba asombrosas similitudes con el que ya se habia desarrollado en las zonas rurales entre las clases populares locales. En el campo, el resentimien- to se relacionaba més bien con una tradicién anterior que identificaba lo eu- ropeo con la ciudad y que vefa en las leyes de promocién inmigratoria un signo de desigualdad ante la ley que ponia a las clases bajas locales en des- ventaja Pars ln relacion entre inmigracién y nacionalismo en el fin de siglo, eff. Solberg 1970. "Esta nomenclatura se basa en la clasificacién de E.K. Francis, “The ethnic factor in nation-building” (1969). Francis reconoce tres tipos de nacionalis- mo: demético, étnico y restaurador. El primero coincide con el surgimiento de los estados postcoloniales republicanos mientras los otros dos tipos son reac- siones alos procesos de modernizacion que acarrea la formacién de Estat, in Nation and Nationalism since 1789: Programme, Myth, Reality, Bric J Hobsbawn llama “liberal” al “demético” de Francis y se preocupa especial- mente por analizr los cambios dentro de este tipo de nacionalismo (pp 85- 91). La distincién en el libro de Geliner entre nacionalismo “voluntarsta" y ns “cultural” pretende dar cuenta de la misma oposicién (1983, p “No obstante lo dicho, el perfodo independenti i 5 » ti varios de plitinacin del etna emo base do saneanacionuagara del ad : Broyerto de nacin que se queria llevar a cabo, Segtin J.C. Chiaramonte ea 8 tres formas de identi - tian en el proceso de determinacion dela identidad pelitics: Ia americans eater Bd a lentidad politica: la americana sada en la oposicién colonial entre espafioles y americanos—, la local 0 provincial —proveniente de las ciudades y de i lependientes—y I argentina que se yuxtaponia a las otras y cae cordtes satel enteaba conta eae asda abana las otras y cuyo carécter artifical entraba 20 See te gon as dos primeras identidades de mas larga data. Conviene recor cipio se referia solamente a ln regién eoera oe taraio y que en un Pris Aires. A partir de los sucesos de Mayo of gobtones ena aa ct. cide primariamente con la ciudad de Buenos Arne ea oxteader €l aleance dela denorninacion a todas ne een ree comonza a extend existen doe nombres valdos coaa® 28 Rfovincias del Virreinato. Todavis hoy ae . la Constitucién: bli ina” y ‘Provincias Unidas del Rio de la Plata”. Cir, Chisnamene aa ugsta generalizacién no hace justicia a los importantes desacuerdos den- tro del grupo opositor a Rosas. Para una lectura minuciosa de las polémicas entre Sarmiento y Alberdi, cfr. Natalio Botana, La tradicin republicana. Alberdi y Sarmiento (1984). Para un panorama general de la posicion de Sar- miento con respecto de la educacién y la alfabetizacién se puede consultar su La educacién popular, donde desarrolla en detalle las conexiones entre la formacién del ciudadano y la funcién de la escuela. “Para este fendmeno se puede consultar, en la tradicién de la historia de las ideas, José Luis Romero, Las ideologias de la cultura nacional y otros ensayos (1982). En El discurso criollista en la formacién de la Argentina mo- derna (1988), Adolfo Prieto muestra cémo se popularizaron en la ciudad los temas y personajes del género gauchesco a través de la expansién de la litera- tura criollista a partir del fin de siglo. \Por eso, cada vez que la condicién patolégica se convierte en un lazo social de reconocimiento mutuo, hay siempre que suponer alguna forma de reclamo o de resistencia contra los principios discriminatorios del racismo y el sexismo de Estado. ¥La imbricacin entre nacionalismo, sexualidad y racismo seria comin a los movimientos modernos de definicién de identidades nacionales. En Nationalism and Sexuality (1985), Mosse analiza las derivaciones de este es- quema en Europa y en el caso alem4n. Para un enfoque similar pero mas abarcador, cfr. Andrew Parker et al.(eds). Nationalisms and Sexualities (1992) 18La asociacién entre patologia e inmigracién surge simultaneamente en la literatura y la medicina. Cfr. Hugo Vezzetti (Capitulos 4 y 5). Para la corre- lacién entre inmigracién y prostitucion, cfr. Donna Guy, Sex and Danger in Buenos Aires 1991: Capitulos 2 y 3). En un trabajo pionero sobre las concep- ciones de la homosexualidad en Buenos Aires en el fin de siglo Jorge Salessi también registra la correlacién entre homosexualidad e inmigracién como me- canismo discriminatorio. iwEste uso didactic del sistema de argumentacién médica ha sido tam- bién detectado en las novelas realistas europeas del siglo XIX. En los dltimos adios se ha desarrollado un marcado interés por los modos en que se articula~ ban ambos discursos. Entre otras investigaciones, resultan especialmente valiosas Darwin’s Plots (1983) de Beer, Le Corps et la Maladie (1991) de Cabanes y Vital Signs (1992) de Rothfield. Todos estos autores insisten en que Ia relacién entre novela y medicina no se limitaba a la adaptacién de ciertas ideas o conceptos cientificos por parte de los escritores de ficcién. tComo en las ficciones sométicas argentinas, las novelas naturalistas la- tinoamericanas también se presentaron como ejercicios de diagndstico de patologias sociales segtin los principios del saber médico. El hijo del Estado Pigs4) del médico mexicano Hilarién Frias y Soto resulta paradigmético. En sus paginas, un grupo de intelectuales discute los beneficios que traeria una alianza politica entre el Estado y la medicina social a través de la considera- aon del caso sintomético de una madre soltera que muere al dar a luz a un nino que portaba en el nombre la promesa del cuerpo futuro de México: Adan. Con In redundancia tipica del afan didéctico de la mayoria de las ficciones 33 a be estatales, La charca del médico Zeno Gandia no es més que una refle, explicita sobre la condicién fisico-mental dé a poblacién campesina pues” rriquefia mestizada, débil y enfermiza, ¥ sobre los posibles métodos de en” 1. Sak aa aevrectiva de un terrateniente, un cura yun médico, cada uno a . tavor de las instituciones y discursos dominan’es de la sociedad be o7 de at iottitenjee sontiene que este os el Fasgo principal de todos nacicnulismos posteotoniales (1986, pp.1-6). Serfa por ese que el énfasis ry aac erros politicos nose basaria tanto en la postulacién de una iden, tidad como en eémo diferenciarse de Occidente como un igual potencial (1993, p.5). ‘ 34 1. Saber médico y cuerpos ciudadanos En tiempo de la guerra del Paraguay todos eran mariscales y generales a lo menos; ahora todos son médicos. Eduardo Wilde. “Mania médica” (1871) Parece exageracién encontrar en cada enfermo, en cada miasma, en cada dtomo un peligro serio, pero es una ley, una verdad innegable. Manuel T. Podesté. ‘Tendencia de la medicina moderna. (1878) La conformacién definitiva del estado nacional coincidié con el for- talecimiento de dos mitos complementarios: el mito de la profesién médica nacionalizada, custodia de la integridad y fortaleza de los cuerpos ciudadanos; y el mito de la desaparicién total de todas las enfermedades dentro de una sociedad futura en la que se materiali- Sarian todas las promesas del progreso. En el campo institucional, este fondmeno ideolégico fue acompafiado por el desarrollo progresi- vo de un aparato sanitario y de higiene publica, disefiado segin mo- Jelos europeos, que alcanzaria su maxima expresién con el cambio de siglo (Vezzetti, p. 24). La creacién simultdnea de la Facultad de Medi- tina y el Consejo de Higiene péblica (luego llamado Departamento Nacional de Higiene) en 1852 inauguré este movimiento expansivo combinando la profesionalizacién de la practica médica con su inser. Gin estatal, Luego de la fundacidn del Circulo Médico Argentino y el comienzo de la publicacién de sus Anales en 1875, la creacién de la seeretaria de Asistencia Pablica en 1883 en Buenos Aires y la del Organismo Extraordinario de Salud en 1887 marcarian el punto cul- minante de la ampliacién de los poderes médicos de inspecci6n y con- trol después de la epidemia de fiebre amarilla en 1871 y otra de céle~ ta en 1886-7", La presencia notable de los médicos en los aparatos del Estado en el perfodo fue mas alla de las demandas del programa sa- nitario, subrayando cémo, paulatinamente, el saber médico se con- virtié on el modelo epistemolégico hegeménico con el cual producir conocimiento acerca de lo social’. 35 eR ET FIER TT I Te ‘Tomando como base del anélisis social la metéfora spencerian, que equiparaba la sociedad con un organismo biol6gico complejo “ darwinismo social dio forma a un conjunto de representaciones Por las que la salud qued6 permanentemente asociada a la imagen publi, ca de la nacién’. Una vez que el higienismo traslad6 la distincion en. tre lo normal y lo patolégico al cuerpo social en su totalidad, lo nacio. nal quedé delimitado en funcién de la distincién entre lo sano y |p enfermo. Mediante esta red de préstamos conceptuales, estado y me. dicina combinarian sus objetivos y procedimientos. En su discurso inaugural como presidente del Circulo Médico en 1883, Samuel Gache justificé esta alianza especifica entre poder y saber con un argumen- to spenceriano. Los médicos eran “actores en el drama del progreso en la Repiblica”, y cada uno de ellos representaba “la unidad me. diante cuya adhesién conveniente la asociacién marchalba), prosperalbal y se desenvlolvial.” El ideal absoluto de la practica me- dica era el engrandecimiento de la nacidn y las conquistas sobre la enfermedad aproximaban a ciudadanos y cientificos a su realizacién, Era en este sentido que el progreso de la ciencia constitufa no sélo un indice objetivo del progreso nacional sino también una prueba incon- testable de la capacidad de reaccién del organismo social frente a los riesgos de la evolucin. “De esa reaccién mental”, razonaba Gache, “surge el estimulo como nueva fuerza productora de movimiento, y cada movimiento regular se traduce légicamente como un paso que, 2 medida que nos aleja del punto de partida, nos comunica mayor vigor en esta lucha incesante por la vida” (Gache 1883, pp. 453-4). Como sostenia Manuel Podesta en su Tendencia de la medicina moderna, en tanto se trataba de una practica en la que se materializaba el po- der de la razén sobre la naturaleza, la ciencia médica impulsaria el organismo social hacia el estadio utépico de la salud absoluta, ya que “el trabajo, la riqueza, la prosperidad de los pueblos, [...], estan sie pre en proporcién con la mayor suma de salud de cada individuo” (Podesté 1878, p. 39)*. Al imaginario de la guerra y la conquista de la enfermedad se le superponia, en una versién modernizada, la clasica representacion platénica del sujeto escindido en dos, en cuya interioridad se desarT™ aba un combate constante entre cuerpo y razon. Una tensién simi- Ea caracterizaba la relaci6n jerdrquica entre la mirada descarns : enfermo, eed eee todopoderosa, y el cuerpo en descontrol de! cafe, ciego e impotente frente a las determinaciones de lo biolési : yuda del método cientifico, el médico podia reestablecer @ 36 orden racional de la salud y del Estado sobre el desorden caédtico en que la enfermedad sum{a las funciones orgdnicas del ciudadano. Higienismo y vigilancia Entre las diferentes ramas de la practica médica ligadas al Esta- do durante el fin de siglo, las actividades y programas de los higienistas definieron los modos de operar sobre el cuerpo colectivo de la nacién. El higienismo se concibié a sf mismo en relacidn directa con la autoridad ptiblica y sus prerrogativas. El reestablecimiento de Ja salud serfa sdlo una de sus multiples funciones. Su obsesién cen- tral era més bien prevenir la enfermedad. Dentro de su programa preventivo, lo biol6gico excedis los I{mites de su definicién tradicional hasta llegar a cubrir todas las facetas de la vida fisica y moral. En su Curso de higiene publica (1877), Eduardo Wilde describia de este modo el alcance de la nueva nocién de la salud: Sjendo la misién del gobierno a este respecto, cuidar de la salud del pue- blo, sepamos qué se entiende por salud del pueblo. Nosotros no hemos de entender lo que se entiende vulgarmente, preservacion de enfermedades, im- pedimento a la importacién y propagacién de las epidemias; no, de ningune pranera: nosotros tenemos que entender por salud del pueblo, todo lo que se refiere a su bienestar y este compromete todo lo que contribuye a si comodi- Gad fisica y moral. Luego las palabras salud del pueblo, quieren decir: ins- truccién, moralidad, buena alimentacién, buen aire, precauciones sanitarias, Vstencia publica, beneficencia pablica, trabajo y hasta diversiones gratui- saitenfin, atencién a todo lo que puede constituir una exigencia por parte de tade uno y de todos los mercaderes de una comarca o de una ciudad (Recalde 1989, p. 17, énfasis mfo). Los médicos no se limitarian como antafio a curar las afecciones tradicionales del cuerpo ni a controlar los efectos desvastadores del Contagio, Los intereses nacionales exigian una medicina distinta, capaz de prevenir la reaparicién de los fenémenos mérbidos por medio cet fortalecimiento global de la salud de los ciudadanos. La atencién profesional debia por ello dirigirse a todos y eada uno de los aspectos Bue concernian al bienestar tanto fisico como moral de la poblacién. Heede las dimensiones de la vivienda, la ventilacién de las fébricas ¥ pewMelas, ol ntimero de horas de trabajo, el atuendo de las mujeres, al tno del tiempo libre, la dieta y la circulacién de agua y excrementos, toda dimeneidn de la experiencia, por pequefia que fuese, podia y de~ 37 oF bia ser objeto de la supervision médica. De la aplicacién rigurosa g ran a le este amplio espectro de medidas higiénicas dependia el mantenimient, y el mejoramiento de la organizacién bioldgica nacional. En procura de este ideal ampliado de la salud, la medicina puso en funcionamiento un complejo sistema de vigilancia social centradg en la acumulacién permanente de informacion y la inspeccion orde. nada de espacios y cuerpos. La crisis epidémica funcioné como matriz operativa de todo el sistema. La rigurosa regulacién del contacto circulacién de cuerpos que se procuré implementar durante las va. rias epidemias que azotaron el pais entre 1852 y 1900 serviria de modelo para supervisar una variedad de males sociales y neutralizar diferentes focos de irradiacién patolégica. Inmediatamente después de los enfermos contagiosos y los cadaveres, el blanco predilecto del higienismo fueron los cuerpos y las viviendas de las clases bajas. Lo que hacia necesaria la mejora inmediata de las condiciones de vida de los obreros, sostenfa el higienista Guillermo Rawson en su Estu- dio sobre las casas de inquilinato de Buenos Aires, eran las repercu- siones generales de la pobreza: Entre los problemas sociolégicos y econémicos que se relacionan estre- chamente con la Higiene Publica, pocos hay que puedan compararse en im- portancia con el que se refiere a las habitaciones de los trabajadores y los pobres, no sélo desde el punto de vista filantrépico, por lo que concierne a los necesitados, sino del de los intereses de la comunidad, en cuanto se relacio- nan con la salud y la vida (p. 40). La descripeién que ofrece Rawson de los espacios contaminados que habitaban los pobres recupera y expande los sentidos e imagenes tradicionalmente asociados con la plaga: no son solamente los desgraciados habitantes de los conventillos los qu° pagan la pena de la desgraciada condicién, con su salud y con su vida, sin0 ‘que esos centros impuros se convierten en focos para difundir por todas partes las emanaciones mérbidas que alli se cultivan y que alcanzan atin a las regio- nes més elevadas de la poblacién. (p. 86, énfasis mio) __ Sin que importara la naturaleza especifica del fenémeno, cualquiet™ situacién de riesgo conjuraba invariablemente el temor a la conta- minaci6n indiscriminada. Desde el alerta nacido del miedo, ayuda" ® los pobres no era sélo una cuestién de solidaridad social o carided cristiana, sino sobre todo de defensa de la nacién en su conjunto, de! organismo social del que ricos y pobres formaban parte. 38 En su forma ideal, el principio basico de la vigilancia médica se articulé espacialmente como un dispositivo de visibilidad absoluta 9 través del cual se podia observar continuamente a los ciudadanos desde una perspectiva central inaccesible’. Esta dindmica de la vision modelé la organizacién espacial de escuelas, prisiones, regimientos y hospitales. En su version médica, la posicién ascética del vigilante la ocupaba la figura del inspector, quien deb{a investigar escru- pulosamente la superficie del cuerpo social con el objetivo de estable- cer una clasificacin rigurosa de espacios y sujetos ordenados seguin una serie de pares binarios complementarios (enfermo/sano; normal/ anormal; peligroso/inofensivo; etc.). Tanto por su funcién policial como por sus resultados practicos, el higienismo operaba frecuentemente como brazo de la medicina legal hasta el punto de que muchas inves- tigaciones higienistas culminaban en propuestas legislativas especi- ficas. Los objetivos practicos del sistema de vigilancia iban més allé de los beneficios del control directo. El éxito y la economia del dispositi- vo dependian en tltima instancia de la interiorizacién por parte de los ciudadanos de las reglas de discriminacién entre lo normal y lo anormal, entre lo saludable y lo nocivo. Desde el momento mismo en que asumia la presencia del vigilante e incorporaba la autoridad de su mirada, cada ciudadano se disciplinaba a sf mismo al comenzar a actuar “como si” estuviera siendo observado. Cuando se trataba de la ley higiénica, disciplinarse significaba principalmente experimentar el propio cuerpo de acuerdo con los valores de la salud y la productividad. Por tratarse de un aparato primario de formacién de tiudadanos futuros, la escuela se vio inmediatamente como el lugar més adecuado para ensefiar a los nifios el autocontrol necesario para el perfeccionamiento del cuerpo. Formados en los principios de la higiene, los nifios actuarfan a su vez como instructores esponténeos de sus propias familias: Las reglas y preceptos de la higisne obtenidos en la escuela, se imponen en el hogar porque el nifio crece connaturaliz4ndose con ello, haciendo que sus padres las practiquen lo mismo en su persona, y luego por imitacién en tode la familia, desde que el ojo y la accién del preceptor estan alli para recla- marley exigizle toda violacién de las reglas y preceptos que se le dictan (Fernéndez. La higiene escolar, 1880, p. 8)° ‘Ademés de propiciar el desarrollo de micropoliticas disciplinarias con la intencién de regular la influencia del medio y educar las pasio- nes, el higienismo también particip6 en el disefio de biopoliticas 39 seme err poblacionales donde el cuerpo figuraba como célula integral del cuey. po racial del Estado, Dentro de esta tendencia, los signos de lo mérbi, do aparecian no tanto como las consecuencias secundarias de facts, res externos sino mds bien como stigmata que apuntaban a causa; internas, a un origen impreciso cuya clave estaba en la historia de] individuo y sus antecedentes familiares. Es en esta zona de la re. flexién médica donde comienzan a parecer atractivos los conceptos y estrategias del movimiento eugenésico que alcanzaria su apogeo en la segunda y tercera décadas del siglo XX. La eugenesia (del griego “eugenes,” “biennacido”), un programa de ingenierfa poblacional bau. tizado e iniciado por el inglés Francis Galton en 1883, proponia dife- rentes usos sociales de las teorias de la herencia para la obtencién y mantenimiento de una mejor progenie tomando como modelo operat. vo la crianza de ganado doméstico’. En relacién con la medicina so- cial, el programa trajo propuestas concretas acerca de cémo el Estado podia asegurarse la mejora constante de la conformacién racial de la poblacién alentando la unién de grupos o individuos éptimos mien- tras impedia que los ejemplares clasificados como inferiores y/o en- fermos pasaran sus defectos y taras a las generaciones futuras. El deseo de imaginar la nacién en términos biolégicos, de definir en tér- minos nuevos quién pertenecia a la comunidad nacional y quién no, todos estos aspectos se manifestaron en la eugenesia como problemas de sexualidad y de raza. Puesto que era a través de la reproduccién sexual que la modificacién y trasmisién del componente hereditario a futuras generaciones tenia lugar, la nocién de género sexual y la de raza se articularon mutuamente (Stepan 1991, pp. 11-3;105). La raza se manifestaba como una forma biolégica utilizada como signo cuyos sentidos primarios variaban constantemente. La impre- cisién de las clasificaciones vigentes en el fin de siglo revela el cardc- ter erratico de las categorias raciales en uso. Aunque predominaba la clasificacién en cuatro razas (blanca, amarilla, negra y roja), hubo otras clasificaciones raciales igualmente populares, entre las cuales podemos mencionar la distincién jerérquica entre latinos y sajones dentro de la asi llamada raza blanca. En general la idea de raza tendia a confundirse con otras catego” rias sociales revestidas de una marca biolégica. El denominador o- muin de los estereotipos raciales era que se referian a seres alterizados: no solamente las razas en el sentido corriente sino también los seX0S, las clases sociales, las situaciones legales (locos, criminales, pers nas seniles 0 menores), la edad (ancianos; nifios), formaban parte de los criterios de seleccién eugenésicos. La yuxtaposicién de todos estos 40 criterios de clasificacién hacfa que el sujeto racialmente diferente slo pudiera ser percibido a través de las otras diferencias. Entre las mo- dalidades que podia adoptar la discriminacién racial, el sexismo se- ria una de las mds eficaces. Las definiciones de raza “inferior” y sexo “débil” respondian a los mismos campos de sentido. Seguin este es- quema conceptual, las mujeres y las razas primitivas manifestaban los mismos excesos pasionales y las mismas tendencias irracionales. Asi como las razas inferiores constituian el tipo “femenino” de la es- pecie humana, las mujeres eran la “raza inferior” dentro del sistema de diferenciacién sexual. Ambos representaban estadios menos desa- rrollados del hombre blanco, parametro absoluto de la razén y la sa- lud. A través de una serie compleja e intrincada de analogias, asocia- ciones e identificaciones, las mujeres, las razas primitivas, los homo- sexuales, los criminales, los pobres, y los locos fueron de un modo u otro construidos como “razas bioldgicas aparte”, cuyas diferencias con respecto del hombre blanco, y sus mutuas similitudes, explicaban tautolégicamente su colocacién marginal dentro de la jerarquia so- cial®. En tanto la eugenesia procuraba identificar las combinaciones mas propicias para el fortalecimiento racial, el problema de la mezcla ocu- pé un lugar preponderante en los debates sobre la raza nacional. Esta preocupacién se relacioné en primera instancia con la tradicional con- dena cientffica del mestizaje racial entre indigenas, negros y blancos que caracterizaba a las clases populares latinoamericanas®, y con los modos mas efectivos de contrarrestar sus efectos nocivos a través de mezclas tonificadoras o mecanismos de transformacién fisica centra- dos en el disciplinamiento. Pero dada la flexibilidad en la definicién de raza, el problema de la mezcla se planteaba en términos generales como un dilema sobre cudles eran los componentes biolégicos mas productivos en la poblacién cuya reproduccion debia incentivarse. La familia fue el espacio en el que convergieron el interés politico, la vigilancia higienista y el saber eugené ico. Motor de la reproduc- cién biolégica y moral, la institucién familiar conectaba el cuerpo in- dividual y el organismo social al mismo tiempo que regulaba las fron- teras entre lo privado y lo publico. Una vez que la reproduccién dejé de pertenecer exclusivamente al 4mbito de lo privado para convertir- se en una responsabilidad colectiva, las medidas promovidas por el higienismo estuvieron dirigidas, directa 0 indirectamente, a la for- macion y desarrollo de la familia nuclear. En su ya mencionado Cur- so, Eduardo Wilde justificé el derecho del Estado a intervenir en la esfera privada precisamente por el cardcter mediador de la familia: 41 La sociedad tiene interés en que las enfermedades no se agraven nig paguen o trasmitan por herencia. Para ello los higienistas buscan cit ‘medios conducentes a aumentar la vida de los pueblos y de los i han debido dirigir su vista hacia los matrimonios, hacia los or poblacién. No es moderna la idea de sefalar reglas basadas pri en la higiene, aun cuando después parecen basarse en religion, en preocupaciones. Andando los tiempos las ideas a este respecto mas y los hombres de ciencia encuentran hoy indispensable una las familias a los médicos, para establecer las aptitudes fisicas propias pe, el matrimonio. Piensen los padres en los inconvenientes que traen a los ane sos y a la propia prole la tisis, 1a escr6fula, la epilepsia, las afecciones nem. sas trasmisibles por herencia, la estrechez de la pelvis en las mujeres que convierte en causa de muerte en el caso eminentemente probable de embara. zo y se convencerén de la necesidad que apuntamos. (Recalde 1989, p, 13 énfasis mio)!” a Pro ” todos Ip, individuog fgenes de, imitivament, en politica g Se acentian consulta de Enel pasaje Wilde proporciona una versién abreviada de la cadena de razonamientos que daba forma a la armaz6n conceptual del discurso médico sobre la familia. El interés profesional en la vida privada de los individuos se hallaba encuadrado por una reflexién mayor sobre un nuevo objeto: la poblacién. De alli habia surgido el concepto de la familia malthusiana, el grupo biolégico nuclear cuya productividad sexual tenfa consecuencias mediatas, a través de la herencia, sobre la totalidad de la comunidad nacional. La medicina debfa intervenir y opinar sobre la salud de los cényuges porque la unién de sujetos enfermos y/o débiles acarreaba necesariamente la expansién gene- ralizada de lo mérbido, no sélo en sus variantes contagiosas mas ob- vias, sino también por la trasmisién de enfermedades fisico-mentales de mas dificil deteccién (“epilepsia”; “afecciones nerviosas”)" Complementariamente, la referencia de Wilde a la estrechez pélvica de ciertas parturientas remite directamente a la definicién y distribucién de los roles sexuales dentro de la estructura familiar idealizada por la medicina. Dentro del pensamiento higiénico ¥ eugenésico, las mujeres eran un elemento clave en la cadena gen" rativa que ligaba la célula familiar con el organismo social. Asegu'® la salud fisica y moral de las més aptas garantizaba la calidad de * desempeiio como madres bioldgicas o substitutas. De ellas dependia2 la virilidad de la raza, la moralidad del estado, el valor de sus hijo {P, , insstiria Ja médica Elvira Rawson de Dellepiane en punt mujer (1888), at Bea (1892), En Higiene y educacién fisies © ae Pleaser Justino Ramos Mejia también subrayart familiar: “La mane a Piologia femenina en lo que hacia a la st : Jer viene a ser asf, la piedra angular de Ja his" 42 pues es por ella que mejora o decrece la salud publica, porque influye sobre la salud de sus hijos mas de lo que lo hace el padre.” Esta pre- ocupacién comin por la cuestién femenina daria lugar a un mimero significativo de investigaciones y estudios estadisticos sobre la mu- jer, sus funciones biolégicas y las enfermedades que le eran propias”. E] interés en la salud de las mujeres estaba subordinado a otro inte- rés primordial dentro de los debates médicos sobre la familia. El fin de siglo coincidié con la modificacién de las nociones y valores adjudi- cados a la nifiez, convertida sabitamente en la depositaria de los te- mores y las esperanzas de todo proyecto de planificacién social. De ahi que toda reflexidn sobre la poblacién, la familia y/o la sexualidad femenina remitiera siempre a la tdcita figura del nifio como promesa eugénica del ciudadano™. Los manuales de higiene de la infancia en circulacién entonces insistian en la responsabilidad social y politica de las madres en la crianza y salud de los hijos. Asi, en la conclusién a un opiisculo traducido por Coni en los Anales del Circulo Médico (1878-79), el autor les advierte: Hemos cumplido pues con nuestra misién; aqui comienza la de las ma- dres. ‘Les hemos sefialado todo lo que deben hacer para criar convenientemente a su hijo, Les corresponde pues, comprender y observar las reglas que hemos trazado. Una muy dulce recompensa les espera por las penas y fatigas: el nino ereceré fuerte y vigoroso.|...] Habrén también desarrollado las bellas facultades de la hija, transformandola en una bella joven. Se habré mostrado digna de la misién sagrada que Dios le ha confiado, haciéndola participar activamente de los goces y dolores de la maternidad. La sociedad tendré para ellas la estimacién y el respeto que impone el deber cumplido. (p. 487, énfasis mio) En el orden ideal promulgado por la medicina intervencionista, la madre era un eslab6n fundamental en la reproduccién de ciudadanos sanos El riesgo de la falta de responsabilidad maternal conducia a las formas proteicas de lo monstruoso como encarnacién de la imagen negativa del nifio en quien se vislumbraba la segura promesa de un caer adano vigoroso y de la nifia en quien desde temprana edad se iba cGelando la mujer adulta capaz de procrear una nueva generacién de hijos sanos. El interés en lo deforme y lo aberrante que caracteriza se apes de los estudios médicos de la época apunta precisamente a la Tneiedad que producia la fragilidad de lo biol6gico y las desviaciones del pardmetro eugenésico que media la normalidad™. 43 Pensar la nacin a través de la familia tenia sus anteceden mediatos en los primeros ensayos sobre la identidad nacional ar tina. Si bien basados en un nacionalismo de tipo liberal que defini, ciudadania como alianza politica y no racial, las ficcion fundacionales de Sarmiento y Alberdi ya incluian una reflexion soby, la nacion centrada en el cuerpo. Si el disciplinamiento de |, corporalidad indmita de los gauchos habia sido el punto central 4 programa de reforma sarmientino, Alberdi propondria la sexualidag familiar como la clave para la formacién de la comunidad argentina futura. En la utopia genética delineada en Las bases, el ciudadang argentino seria el resultado de una c6pula originaria entre las mujeres criollas que garantizaban la continuidad nacional y la conexién con lo autéctono, y los inmigrantes europeos que traerian consigo la productividad de la civilizacién y las buenas costumbres: tes in. es No son las leyes las que necesitamos cambiar; son los hombres, las cosas, Necesitamos cambiar nuestras gentes incapaces de libertad por otras gentes habiles para ella, sin abdicar el tipo de nuestra raza original, y mucho menos el sefiorfo del pais; suplantar nuestra actual familia argentina por otra igual- mente argentina, pero mds capaz de libertad, de riqueza, de progreso. {Por conquistadores més ilustrados que Espaiia, por ventura? Todo lo contrario, conquistando, en vez de ser conquistados. La América del Sur posee un ejér- cito aeste fin, y es el encanto que sus hermosas y amables mujeres recibieron en su origen andaluz, mejorado por el cielo espléndido del Nuevo Mundo. Removed los impedimientos inmorales que hacen estéril el poder del bello sexo americano y tendréis realizado el cambio de nuestra raza, sin la pérdida del idioma ni del tipo nacional primitivo. (pp. 163-4, énfasis mio) Por detras de la igualdad liberal, en las prescripciones alberdinianas sobre la sexualidad conyugal ya se insinuaba una biopolitica canalizada por el Estado: promover el matrimonio de los mejores para lograr una mejor progenie. El reemplazo de la antigua familia argentina por la nueva e ilustrada familia mixta requeria la elaboracién de una constitucién nacional que pusiera en el centro de su ley el deseo expreso de alentar el asentamiento, dentro de las from teras de la repiblica, de inmigrantes europeos. En estrecha relacion con este proyecto constitucional se encontraron los debates que 4°" embocaron en la sancién de la Ley de Matrimonio Civil en 1889". @ Participacién de Eduardo Wilde, entonces ministro del Interior, ° esa polémica es prueba fehaciente del peso de la autoridad médic® dentro de la maquina estatal y su papel directriz en politics intervencionistas de corte secular que buscaban influir en la confo™ 44 S : r avpvraues Puswpe macién de la poblacién, El traspaso de la sancién institucional del matrimonio al ambito civil fue uno de los pasos fundamontalos que el Estado tomé en su avance progresivo sobre la vida privada. Al respec to, una declaracién de C. J, Rodriguez, miembro informante de la Comisién legislativa del Senado encargada de expedirse sobre la ley de matrimonio civil, resulta especialmente reveladora: Nada escapa a la ley; todas las relaciones de familia estan sociedad conyugal, la vida matrimonial, los derechos de los hij chos de los padres, la administracién de bienes, todo, en fin, esta sujeto a los porque hechos que la ley legisla y sdlo el lecho conyugal queda sin legislar, hasta alli no lega la accién de la ley, pues como dice la constitucién, | nes privadas estén reservadas a Dios y a la conciencia y salen de Ia jurisdic- cién de los magistrados (Recalde 1986, 127-8, énfasis mio)'* La ley de matrimonio civil completarfa el plan de accién detallado en el manual de instrucciones de Alberdi. Y si bien es cierto que el lecho conyngal quedaba sin legislar, la medicina estatal podia regular hasta cierto punto quiénes legarian a ocuparlo, Dentro del imaginario biolégico del fin de siglo, las fronteras de la sociedad nacional y las vias de acceso al cuerpo colectivo de la familia nuclear se superponsan. El lado obscuro del progreso: patologias modernas Alrededor de 1880, la utopia liberal que cifraba el futuro nacional en la inmigracién europea y el desarrollo capitalista comenz6 a frac- turarse. Si bien no dejaron de celebrarse sus obvias ventajas en el campo de la produccién econémica y de la organizacién estatal, los efectos de la modernizacién, hasta entonces entendida exclusivamente como el desarrollo constante de la sociedad de acuerdo con los valores de la respetabilidad burguesa y la verdad cientffica, revelaron inesperadamente un lado oscuro del progreso donde, en lugar de ra- z6ny salud, se multiplicaban las manifestaciones de lo patolégico. Al ideal médico del perfeccionamiento infinito del organismo social se le opuso la nocién de degeneracién psicofisica, paulatina e irreversible, de la raza. En el reverso de la ciudad letrada, que en Facundo repre- sentaba el orden racional de la civilizacién y desde donde el archivo de la ley proyectaba la fuerza coercitiva y niveladora del Estado mo- derno, se perfilé el rostro infame de la metropolis sibarita y heterogénea, caldo de cultivo de nuevas formas del vicio y del crimen. ‘Todo en la modernidad parecia empujar hacia la locura. E] aumento 45 de los goces fisicos e intelectuales, la aceleracién del ritmo ¢ causado por los nuevos medios de locomocién, la democratiz, Tas costumbres, las ambiciones desmedidas, eran todos factor, estaban propiciando el crecimiento de una epidemia Psiquiea a que nadie estaba a salvo. ele La psiquiatria hegemoniz6 la definicién de los nuevos monsty urbanos. Como en otras ocasiones, la categorizacién patologica i venfaneién esencialmente punitiva y discriminatoria: al estigmay, var al sujeto diferente como loco 0 neurético, la representacién fig, rada capturaba y controlaba la fuerza perturbadora de esa presencia otra, separando de ese modo al Yo racional, nacional pero vulnerable del grupo de los desequilibrados. Las teorias de la locura aportarian los eédigos discriminadores con que dar una identidad a aquellos gru. pos sociales cuya conducta diferia de las normas aceptadas, 0 amena. zaba las jerarquias que la sociedad criolla tradicional procuraba con. servar intactas junto a las promesas del lado positivo del progreso, Como ha demostrado Vezzetti, uno de los blancos predilectos de la categorizacién psicopatolégica fueron sin duda los inmigrantes. La masa empobrecida de espafiles ¢ italianos que se voleé a las costas del Rio de la Plata después de 1870 contradijo inmediatamente la imagen ut6pica del inmigrante industrioso que celebrara Alberti en las Bases. Paulatinamente, junto a su representacién idealizada ap recieron las figuras del demente, el criminal innato, la prostitutayel perverso sexual. Sin embargo, es necesario sefalar que el estereotip? neuropético alcanzarfa en menor 0 mayor medida a todos los grup sociales. En opinién de ciertos médicos, la joven generacién criell también se encontraba afectada por las mas extrafias psicopati®® Mientras sus mujeres manifestaban la sintomatologia confusa dele histeria y la erotomania (Balbastro 1892, pp. 59- 70), un numero de vado de sus miembros masculinos sufria las consecuentis aniquiladoras de la neurastenia o la abulia (Tessi 1892). Dem’ similar, a través de los lentes del diagnéstico médico, de rebeldes Pr mitivos los gauchos pasaron a ser percibidos como psicépatas ae ae © atorrantes que se alimentaban de las sobras de la socieda rna (Zuccarini, pp. 189-91). aa conat tanto contradecia los principios de la razén instrament Ta liconci a pean los codigos burgueses, desde la eerie te Ais Va inetra Wetca cee raat ume cont diccidn cog die litaria, la marca de una genealogia racial ic seu tui capi ¢) cuerpo perfecto fantaseado por la eugenes' gira causas de la enajenacién mental (1876), Pedr? tidiany acion 46 vei de rai Es" veia en la agudizacién y extensién progresivas de sus tendencias degenerativas uno de los aspectos mas nocivos de este tipo de locura ramificada: Entre todas las causas de la enajenacién mental, ninguna hay cuya in- fluencia sea mas poderosa, y puede decirse tan palpable como la herencia. Heredamos de nuestros padres no sélo cierta semejanza fisica sino una apti- tud particular a contraer enfermedades. Muchos hechos demuestran que el sistema nervioso sobre todo, se resiente de esas impresiones originales; asi se ven familias legadas de generacién en generacién a la locura, al idiotismo 0 a las neurosis hasta que una esterilidad providencial da término a la degenera- cién de la raza. (p.14) Contra lo que se creia, advertia Giraud, debido a sus trans- formaciones hereditarias la locura no podfa considerarse una enfer- medad tinica e independiente. En su trayecto, podia adoptar infinitas mascaras, hasta el punto de que se podia sospechar que no solamente las patologias que la medicina habia tradicionalmente clasificado como nerviosas, sino otras muchas dolencias tenian en realidad un mismo origen (pp. 15-17; 53). La cultura urbana actuaba como disparador del germen oculto de Ja enajenacién: “El desarrollo excesivo de los apetitos y los instintos, sin medios para satisfacerlos; el desarrollo exagerado de la inteligencia a expensas de la moralidad; de la ambicién, del deseo de conseguir demasiado pronto los honores y la fortuna; del sensualismo [...]; del estado febril de nuestra sociedad moderna” (p. 11), todo colaboraba para romper el vinculo entre el sistema nervioso y los demas aparatos de la economia corporal de las personas que vivian en la ciudad. En su listado de las causas del nerviosismo, Carlos Diaz legaria a incluir el efecto pernicioso del movimiento provocado por el empedrado de las calles, puesto que el traqueteo no sélo hacia sufrir el vehiculo durante los choques que recibia al pasar de una piedra a otra, sino que este mismo choque, “se trasmitlia] al conductor, y no sélo su cuerpo era violentamente sacudido, sino que este mismo sacudimiento se trasmitlial también a su cerebro."(1883, p. 378). En La imaginacién y las pasiones como causas de las enfermedades (1887), Lucas Ayarragaray concluiria que la violencia ejercida sobre la imaginacién on la ciudad era tal que las existencias modernas quedaban reduci- das a psiques consumidas por verdaderas “hemorragias de sensibili- dad’ (p. 1D). El malgasto de energia vital conducia fatalmente al sin- drome de la fatiga, el cual, una vez generalizado, acarreaba el deb’ tamiente de las fuerzas productivas nacionales”. Si no se le oponia 47 we contrabalanceara su tendencin nogativa, In fy a aba inecorablementa provocando el empeoramiento progr de la conducta y una baja resistencia « laa enfermodadea, l terra. no de lo moral, el sindrome se manifestaba on patologias de la valu, tad, es decir, como la habilidad disminuida de resistir impulaos jn tintivos. “En Argentina vivimos siempre agitados, asi que no os que las alteraciones del sistema nervioso tengan tal predomi observarfa el médico Balbastro en 1892, mareando también la corre. lacién entre la velocidad de la vida urbana moderna y el numero cro. ciente de neuréticos (p. 73). El fenémeno de las muchedumbres resemantiz6 el tomor a la pe. te y al contagio. En medio del caos urbano, donde las identidades sociales y raciales tendian a confundirse, la epidemia psiquica so potenciaba. La democratizacién de las costumbres y el acceso al consumo ocasionados por cierta movilidad social facilitaba el contacto en las calles, los parques, las tiendas, los cafés y los teatros, de cuerpos de toda clase. Protegidos por el anonimato de la multitud, los portadores invisibles de la degeneracién mental circulaban con impunidad. Estos conspiradores raciales actuaban en dos niveles, En el nivel de la reproduccién sexual, el roce fortuito podia dar lugar a uniones inconvenientes durante las cuales los orificios del cuerpo abrirfan sus puertas dejando circular agentes destructivos por la interioridad de los organismos. En el campo de la politica, el conspirador tenia la apariencia del activista revolucionario que, apro- vechdndose de las tendencias regresivas y violentas de la multitud indiferenciada, propagaba por ella los gérmenes del desorden so- cial. Frente a la promiscuidad sexual y el desorden cosmopolita, el ojo discriminador de la medicina venfa una vez mas a reestablecer fron, teras e identidades estables'*, Tomando como base los métodos des- criptivos desarrollados por estudiosos europeos de la degeneracién como Morel, Maudsley y Lombroso, los médicos argentinos intentaron. detectar a todo degenerado oculto a través de la confeccién de “ma- Pas” corporales". Tal metodologia consistia principalemente en el andlisis e interpretacién de un listado de marcas visibles en las que se inscribfa la presencia de la degeneracién mental. Asf como en la clinica el médico debja interrogar a su enfermo, no sélo sobre las in- mediatas circunstancias de su enfermedad, sino también sobre sus antecedentes hereditarios, e interrogar en el organismo el funciona- miento de cada érgano, sistema o aparato, al estudiar un degenerado habia también que Preocuparse no sélo de lo que directamente se pre- Taro nio’, 48 sentaba ale vista sino también buscar todo aquello que tuviera una relacién irecta con lo visible. Interrogando las causas que podi haber producido tales defect: See Fi 7 ‘os y observando atentamente el funcio- namiento del organismo, "i ‘i iento del organismo, se podia llegar a un diagnéstico seguro” Si bien la identificacién y clasificaci apan i én y clasificacién de lo patolégico formé par- te de tas técnicas de andlisis de todas las ramas de la medicina social, fre ve ee de la criminologia donde encontré su campo mds propi- Sera pees de la psiquiatria en el pensamiento criminolégico A el diag ae Gee una vez mAs a la indole normativa y punitiva El peso institucional de la medicina legal se-manifesté principal- mente en su presencia en la universidad”!, la fundacién de la Socie- dad Argentina de Antropologia Juridica y la publicacién de obras ta- les como Los Hombres de Presa (1888) de Luis Maria Drago” y Las causas del delito (1892) de Antonio Dellepiane. En 1898, el lanza- miento de la revista Criminologia Moderna, que contaria entre sus colaboradores con famosos criminélogos italianos (Lombroso, Garofalo, Ferri) y argentinos (Dellepiane, Vucetich, Drago, Piiiero), dio dimen- sion internacional a la ciencia argentina. La escuela de criminologia no fue un mero receptor pasivo de ideas europeas sino que dialogé activamente con los circulos cientificos metropolitanos, aportando incluso nuevas técnicas de identificacién como el método de repro- duccién de huellas dactilares disefiado por Juan Vucetich. La obse- sin por el disimulo y la conspiracién alenté la produccién de estu- dios de psiquiatria legal donde se intentaba distinguir entre cuerdos y alienados como La disimulacién de la locura (1900) de José Inge- nieros, 0 entre talentosos e impostores como Los disimuladores de talento en las luchas por la personalidad y la vida (1904) de José Ra- mos Mejia. Inspirados en una observacién de Darwin, segtin la cual el mimetismo era una de las formas mas eficaces de adaptacién a las condiciones de lucha por la vida, ambos autores buscaron establecer Uma teenologia del reconocimiento que contrarrestara la identidad elusiva de los impostores®. — . En el terreno de la sexualidad, higienistas, psiquiatras y cri- mindlogos elaboraron complejas taxonomias con ane circunseribir y regular conductas sexuales modernas consideradas patolégicas. En el caso de la prostitucién, definida alternativamente como un tipo Sspocifico de degeneracién femenina y una necesidad social, Da\lS por si misma la aparicién de las primeras ordenanzas de eae y ve crvisign de prostitutas, La primera ordenanza, promvlgada Cf 1875, exigio el empadronamiento obligatorio de las mujeres que 49 ejercfan la profesién, la determinacién de los lugares de la ciudad oy que se podia ejercerla y el uso obligatorio de tarjetas de identiticg cién en el caso de las prostitutas que circulaban por la via publica. La preocupacién por la trasmision de la sifilis, causante tanto qq, deterioro fisico como mental de sus portadores, llevé a los higienistas a exigir la obligatoriedad de exdmenes médicos periddicos de lag prostitutas empadronadas (Guy 1991, pp. 50, 79-80, 86-89). Paralelamente, en estudios médico-legales como La mala vida en Buenos Aires (1908) de Eusebio Gomez y los trabajos criminolégicos de Francisco de Veyga, junto a los peligros de la prostitucién se fue perfilando el fantasma de la homosexualidad. El interés por las ma- nifestaciones de la desviacién sexual tenia una doble funcién. Por un Jado, su identificacién era un modo de controlar y contener la prolife- racién urbana de practicas sexuales alternativas, mientras, por el otro, la figura de la mujer promiscua y la del homosexual ayudaba a mar- car los limites aceptables de la sexualidad productiva y de su espacio natural, la familia monogdmica y hererosexual”. ‘Una vez identificado el degenerado social, la comunidad de ciuda- danos podia defenderse apelando a un repertorio variado de medidas, cuya drasticidad dependia de la teoria de los mecanismos heredita- rios que se adoptara. Los que preferian una version lamarckiana de las leyes de la herencia, confiaban en que influencias externas como Ja higiene preventiva o la educacién podian modificar el factor here- ditario indeseable*; los que, por el contrario, se volcaban hacia las teorias de Lombroso o las ideas de Weismann, segiin las cuales la inmutabilidad de lo heredado era inmodificable, concluirian que el tinico modo de salvaguardar la salud publica era la segregacién compulsiva (permanente o transitoria) del ejemplar defectuoso, e incluso su esterilizacién involuntaria. Esta ultima interpretacién de las leyes de la herencia contradecia la confianza plena en el progreso y la modernizacién que todavia prevalecia en los medios oficiales y, sobre todo, ponia en cuestién las posibilidades de realizacién de la tan deseada raza nueva”. A fines del siglo XIX, el experimento poblacional de las Bases es- taba doblemente en peligro. No s6lo el tipo de la “raza original” podia perderse en el torrente genético extranjero; la misma fuente re-gene- radora habfa llegado bajo la forma de un de-generado analfabeto. Por su parte, el lado obscuro del progreso fomentaba vicios y excesos que afectaban negativamente al conjunto de la poblacién local, acosada, por un lado, por una epidemia psiquica de dimensiones desconocidas, y por el otro, por los efectos nocivos de un sistema sanitario imperfe 50 ame th to, Segtin opinaba el médico y psiquiatra Ramos Mejfa, el tinico modo de que el embri6n de la raza en gestacién sobreviviera era que el Es- tado interviniera constante y decididamente, garantizando de ese modo la permanencia del plasma germinativo autéctono y corrigien- do los defectos de los descendientes de la pareja mixta original, los Adanes y Evas fértiles que Alberdi habia colocado en el paraiso de la nueva Republica constituida: Habria, pues, que reestablecer la continuidad entre los linflujos secula- res] del pasado y los actuales que el brusco y saludable contacto con Europa parece haber cortado amenazando con quitarnos la fisonom{a nacional. Feliz~ mente el medio es vigoroso, y el plasma germinativo, conservador. Bastaria ayudarlo un poco con una educacién nacional atinada y estable; limpiar el molde donde ha de darse forma a las tendencias que fijardn el temperamento nacional. (1934, p. 270)” La educacién nacional, prototipo de un aparato ortopédico moral, fijaria en el cuerpo de los hijos la cara de la patria buscada. Poco a poco, de la masa amorfa de los nuevos mestizajes, brotaria un Adan argentino, fuerte e industrioso, A través de su optimismo darwinista, Ramos Mejia percibfa los estadios de la metamorfosis como la lenta desaparicién de los signos regresivos de lo primitivo: La primera generacién es, a menudo, deforme y poco bella hasta cierta edad [...] Hay un tanto narices chatas, orejas grandes y labios gruesos |...) En Ia segunda, ya se ven las correcciones que empieza a imprimir la vida civili- zada y més culta que la que trafa el labriego inmigrante. (p. 225, énfasis mio)" En esta reescritura del génesis liberal, en vez del inmigrante regenerador que trasmitiria los hébitos de la civilizacién con el ejemplo y cuya semilla fortaleceria a Ja familia nacional, son la vida sana de jas ciudades argentinas, higienizadas por la ciencia, y el influjo saludable de la pampa conquistada por la agricultura®, los factores de transformacién positiva de los nuevos mestizajes. La concepcién bioldgica de lo nacional fue una maquina producto- ra de paradojas. La argentinidad se proyectaba simulténeamente al futuro, como crisol de razas, ¥ al pasado, como plasma germinativo. Los dos caminos parecian conducir a callejones sin salida. Cuando se miraba hacia atrés la identidad nacional se vefa amenazada por el fantasma del mestizaje, condenado por las teorias racistas que recha- zaban la mezcla con grupos asi Mamados inferiores, y con un persona- je social en desaparicién, el gaucho; hacia el futuro, el sofiado “hom- 51 es opxenPL “(668T) SPUUABID sapniyinw s: re sga-au9T) 492179 s24quioy 80] ap Stoanow soy ous ett 210 Bar a yoqsry BI 9P SuoTEMbted-ooruyto souoweyasdzoqoy uemygen cee EE Senso vaqo NS “VISH[EUO!DEU UoroeyUOTIO Lun voMNIEd meee FEU BE “PY - onzod al gab oa i gt6t e061) Uorovonpay ap Teorey of “goptsead 94quso} vanoefg Jepeg [2 ‘auomeurs -gegy ion RUODEN owUOREELEETOG [op oyUapIood ae geet week a a ang PUPIPEN 2 PEIINOB EI wa sesorasou sapepouttajus ap “expoypo ey on ogreo 214] 08 OPIBI SHUI SOUL O1VUND -soIaxtp opezquiou ers usiqure; an o peongnd PPUDSTSY ep UprO¥eM9 BI vIsOAOWIOAd ZEgT UG “aruopisoad tome ns ep1as onb [9p OWNS. 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Bouanaad ny uos opsanae ap ‘UpINIAIp Ute Haale we 49ped [¥ ¥P" P Mh ng 28d eno axues fo WAI waTasOND By ap opidusnssmutus ofwawad 1 *paone » aae> 18 Sh fo wats woawiiny uw wopersee "One GOT anb o1 open ap iow muse 4m apuop Us "NOLS 1 nueulies O™PIAIDUT Koy anb jo wa ‘wysuRaNUT wpMD Uw BqWAsHNAO “OPT ar ha » re arenes sg “4 pupuiag 7 &4stAer yeyrexep 98 SIT “PIPFUE as soy ‘sequorngred op or epee sess 9p rnstog [9 w PePrasO oqueyzodus vod oyaounTene rg ugioesoquy® ¥] TO : ne ax uo sexefnur se] ap or -Bur B] op SBITISIPeISE OP BF § By Woo UOIDPT: od roudea & pnye ‘2 ooysoedse ware, zod wor | 9p wanonpozder pepmedeo 4 Pree eae ect sau sod os ap eroueyzodurt e] ep OFB[9 203Pt rxoide op [2303 UN ep ‘SezT votans get seorpat 51909 008 ae vy wo ‘006T 4 9LBT OxUSe D oP peat seay BI 1eyserTes4U00 vied sng a en Le : s9avsy © y swpussaauy &soroed SOTO) FP Sy oe & Sums vs ATpungip ep ToTUEzUT &} rpeurg, LO6T 42 oP oorugtst cong 9p earquodary pepatos PI 9Pay ip oyeuoraeN So[eRxXes S2xquINYS09 Se] soxdanead so wytono wo weytte) Ou enh & wt “uyovanp #3409 ap ONBUNY ‘ugrovorprpour ep soyesou0o sojoacoad oq ‘g o8aj] ou oxad oprynostp any ep moLoBoHTP® sdaqg) aszeydope ¥ 9891 “(BEL-PTT “4d “TEGT BONS jog UorouuToJUOD vl ‘soanatqo sus UNS oypooad ta 18201 w9FORIGOM UI OP aR LON a eat [9 UDIOUULIOFUT Uso To “as ‘reoyypou ered sorpaut so] ZeIndTUvUE CIPO" OPT cod ssopupseg ‘someumy sodiorq op o1rEauOATE oequouro[durt v[ ouzerqos Te osnd onb nyzoyediyqo waBo}odno%g E42H PUT OP Poe a A ssueang oxd ‘optig BI02N @P $5700 SEI UO SPEAR Dkoud sus olvUg “TENXOS WOU “esforod not 2p 2 Oe el np soured sv © UsLIOApe 8 “OTUOWLI}EU To B| ap seiouanoosuos soyqisod se] ap served sul © usti04 U1 wo seso}3e000 sop “epawiseyuo op ou 0 vrouasoid e eqeuyuus ae eee aoe opezrjeaz za vun erpadxe as onb ‘o1s0qe8tIqo [et See eS o fant} oxsapour tn wyszpuayqo OWISTUAISTY [2 XX o18E om eee me ee 1 eySopeoued ¥yS0 op oLaperoy so spyuoULsD & $07 "Y eee 7 9 ‘BIDUEISU! 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Cf. “Estadistica de la maternidad que General de Mujeres” (La Semana Médica 1879 y 1880) 1 Hospi vensPara un estudio historico de la supervisién estatal de la familia en relacién con esta nueva configuracién de la nifiez, eft, Jacques Dons The Policing of Families. Aunque no le preocupa en particular el rol log, salud y el cuerpo, Mark Szuchman ha sefalado las conexiones entre is ® eign de la institucién familiar en Buenos Aires y su relacién con las pon te educacién del ciudadano, Cft. Order, Family, and Community ix pa ires, 1810-1860. J Aire. Contribucién al estudio de las monstruosidades fetales (1884) Agustin Battilana presenta uno de los primeros estudios teratogenétien © fetos en los hospitales de Buenos Aires. Al reflexionar sobre las posibles sas de las deformaciones encontradas, Battilana sefiala la necesidad de ni, estudios teratogenéticos para establecer si se trataba de un proceso de deye. neracién de la raza o de aberraciones nacidas de la pobreza u otros factors inmediatos (pp. 35-6). Hasta entonces el e6digo civil argentino (sancionado en 1868) habe & jado la consagracién del matrimonio bajo la jurisdiccién de la Iglesia Catdlia y habfa definido el status legal de la familia conforme con lo estipulado por el Concilio de Trento, La exclusividad del casamiento religioso pronto se convir tié en un presunto obstaculo (uno de aquellos “obstaculos inmorales” que he cian estériles a las mujeres segin Alberdi) para la incorporacién de inmigrantes no catélicos —siendo los mas preciados entre ellos los de origen sajén— y en 1889 el Poder Ejecutivo presenté un proyecto de ley de matrima- nio civil para que fuera discutido en la Cémara de Senadores. El grado de agresividad y confrontacién que alcanzaron los debates es un sintoma incor- fundible del escdndalo social que provocé la iniciativa laica en la esfera publ ca nacional. Un artfculo periodistico de la época hace explicitas las motivaci- nes centrales del proyecto de ley de matrimonio: “La ley de matrimonio civil eos luego una ley protectora del inmigrante. El inmigrant monio civ (89), mbién protestante, judfo 6 libre pensador” ( “El mal . estudio de Recalde proporciona los antecedentes de la legislaciéaY eién'een asec ea nD términos del debate parlamentario. En correle de la declaracion fe rage, cxbansi6n de la jurisdiccién estatal que se det los registros paren cr Suez &l ministro Wilde seftalé las deficienciss¢ dencias poblacionates a Para una correcta estadistica publica de las 7 ue eran verdad os gue eo guzs una parade, pro, ssa clericales. ;Cémo? Oponiéndose ne nee /& ley de matrimonio civil 5 a Poniéndose a las disposiciones més sencillas. En las" teras, por ejem " Plo no se to; era sumamente defectuoss nes not# de los que nacfan ni de los que mode nales, y en al, © el censo, no habfa censo. En los territorios tomaba tampoco note dete, 2° 188 provincias donde no habia parroc: el movimiento de la poblacién (...) En las mismss“ frances, 56 dades pobladas, aquellos pad: pautizar a sus hijos, y el Estade eee no tenfan creencias religiosas no hacia Pee aaeitet Comin ba volal din ais eatnave eee te : eae ascaiea , el dia que se hubiera querid oa ee querido hacer un censo, toman- Be 1988, p10) El crece ee nadie habria podido hacerlo (...)” Me ia tacea ara oh Eeaee ateeerig ee del conjunto de medidas que el taoncio. Bl primer censo nacional es de 1860. en” Y Setuar om conse '"§obre la nocién moderna de fatig 1869. Rabinbach, “The Body Without Patic iga, efr. el excelente trabajo de Anson ateyeRneaeeal see val Gaatea tigue: ANineteenth-Century Utopia”. rrupeidn sifilitica se oponta al “toque iat sobre todo a la imagen de la co- Dea ea atenanen & la kiblioge Ba segenerador y terapéutico del médico époea, resulta clare que los médicos tenfan See ee eee roen ea de la herancia ride populares en Eurepa, yor ejemplo, Darwin, Spencer, Lucas, Morel, Ribot, Le Bon, Moreau de To See eet Griesinger, ete. Las teorias europeas no sélo ea eee eae ales ra, muchos de los médicos, después de titulars: outa Facultad ¢ Sane de Buenos Aires, se trasladaban a Francia, In; laterra o Aleman emia ban alli gus estudios. Ctr. Loudet, pp 28-4; 36-40, 87, ed El establecimiento seguro del diagnéstico requeria pri i Cn ee agli pe eo aos . ] ignos de la degeneracién de los defectos cireunstanciales. Luego el estudio riguroso del cuerpo a través de la palj cién, la mensuracién y la inspeccién de todas sus partes completaba bezel men. Cfr, Diégenes Ponte. Estudio sobre las causas y estigmas fisicos de la degeneracién en la especie humana (1893). “ La edtedra de medicina legal fue fundada en 1875 y ocupada por el futu- ro ministro del Interior, Eduardo Wilde. “Cesare Lombroso hizo traducir y prologé el libro de Luis Maria Drago. "Una preocupacién temprana por el disfraz y el engafio fue lo que llevo a Ramos Mejia a interesarse en el fenémeno social de la multitud, asociada con Jos instintos mas bajos de la especie ‘hhumana y cémplice de una de las situa- ciones mas riesgosas para la accién policial: el anonimato moderno. “En un libro precursor sobre la historia cultural de Ja homosexualidad en Argentina, Jorge Salessi sugiere que fue la construccién de la homosexuali- dad la que funcioné como limite negativo del nuevo sujeto argentino (1995, pp. 179-80). Si bien no se puede negar que hubo cierto “panico homosexual” bn el fin de siglo y que este temor fue parte integrante de las discusiones sobre la raza nacional, si nos atenemos ‘al alto nimero de estudios médicos sobre las mujeres y la penalizacion explicita dela prostitucin femenina, queda Claro que la problemética de la sexualidad y la nacién pasaba sobre todo por la cuestién femenina. Es en relacién con ‘este sexismo fundante que se articu- laron tanto los lazos homosociales entre todos los hombres, como los de aque- llos que se vefan a si mismos como homosexuales. == 28Un ejemplo son las casas de © rnidad, una combinacién de hospital y de lugar de redencién para prostitutas sifiliticas (Guy, p. 54). Bntre los detracto- 57 res de las teorias deterministas de la herencia encontramos al cats a Paul Groussac. tingy Estrada Y 2, curopeos como Galton, Weismann y Lombroso ayuda, fortalecer la creencia de que el cardcter estaba determinado por los anya” dos més que por el contexto social. Dado que la condicién estaba en ol jn duo, fija de una manera particular e inmutable, no quedaba mucho Por hac, mas que alentar o impedir la reproduccién del sujeto en cuestion. La ap). cidn exitosa de teorias darwinistas para el mejoramiento del ganado y la °° cultura parecia avalar esta perspectiva. Si se quiere informacién sobre e| ejg., de estas teorias en la politica médica y policial en Francia e Inglaterra ¢t Nye 1984 y Kevles 1985. Nancy Leys Stepan sostiene que medidas extrem, como la esterilizacién nunca fueron implementadas en Latinoamérica por : influencia de la iglesia catélica y una preferencia marcada por las doctrina de Lamarck. Concentrada en el movimiento de ideas, Stepan pasa por alto, existencia de proyectos de ese tipo dentro de la comunidad médica, en cope cial en las agrupaciones destinadas a la cura, control y aislamiento de locos criminales. Hugo Vezzetti registra una tesis de José Hualde de 1899, Prof laxis de la locura, que proponia la esterilizacién quirurgica como el modo is prevencién més efectivo de la expansién de la locura. Aunque en un primer momento parte del jurado examinador quiso rechazarla, Hualde se defendis alegando que el director del Hospicio de alienadas, Dr. José Estevez, apoyaba la misma teoria. La tesis fue aprobada. Zimmermann ha detectado dos ejem- plos ms en los Archivos de Psiquiatria y Criminologia. Los tres ejemplos x0 refutan la afirmacién de Stepan pero son una muestra de la difusién y peso de ese tipo de argumentos dentro de la comunidad médica finisecular. Cit Stepan 1991, Vezzetti 159 y Zimmermann, p. 42. *M. A. Lancelotti representa la posicién contraria en cuanto a los benef cios de la educacién. En La criminalidad en Buenos Aires (1914), llega a afir mar que la instruccién empeora los casos de degeneracién irreversibles: “mu. chos fisidlogos eminentes, Heriberto Spencer, entre otros, dice Le Bon, hat demostrado sin gran trabajo, que la instruecién no hace a los hombres ni mis morales ni més felices, ni cambia tampoco sus instintos y sus pasiones here. ae J,ne # veces, cuando no esta bien dirigida, es més perniciosa que p. 49). *Los rasgos faciales eran tulo 3. ico Sep signos de degeneracién moral y fisica. Cfr. Capi tra la prolongada cola de los anillos de vagon por el producto de una cosecha generosa; bullicio de las industrias, [...]; finalment interminables, atragantados despiértalo el ruido de las calles, el te, la inmensa lanura, aquella nues- Nn _A Ra. a 2. Novelas médicas \ er : __ Seremos como el cirujano que revuelve su mano en la ei inmundicia de la carne putrefacta y se inclina, sobre la a‘ ulcera pestifera, para estudiarlas profundamente. fe El naturalismo seré la anatomia normal y na , patolégica de la vida social. le Benigno Lugones. Carta a Rodolfo Araujo Muiioz. 1879 as la En tanto que la literatura investiga y se deja arrastrar oy por el impulso cientéfico, la medicina penetra al reino de las letras; se escriben libros de clinica tan amenos Teg como una novela. Rubén Dario. Los raros. 1905. er i6 ba En 1880, poco antes de que Zola sistematizara sus propias ideas a al respecto, un desconocido médico argentino publicaba por entregas = enel diario La Nacién de Buenos Aires, su interpretacién del fenéme- a no naturalista. Su ensayo programatico, titulado “E] naturalismo”, 7 circunscribia el proyecto de la escuela a la construccién de ficciones hipotéticas sobre el cuerpo y el uso de técnicas de representacion y de anélisis provenientes de la medicina moderna. Tamini concedia que Ja nueva novela se oponia a otras producciones literarias locales y europeas por la osadia de sus representaciones, pero defendia el naturalismo de las frecuentes acusaciones de inmoralidad lanzadas contra él, enfatizando los beneficios practicos que sin duda traeria al progreso nacional. E] advenimiento de la novela naturalista signifi- caba para Tamini, la culminaci6n del realismo moderno. La disputa f- acerca de la representacién literaria de lo real quedaba clausurada en el mismo instante en que se sometia Ja ficcin a las reglas de fun- s cionamiento del método de investigacion cientffica. Como Zola en su 8 ensayo “La novela experimental”, Tamini profetizaba la muerte del { el género: : : ba {...Jel naturalismo, asf como el mécanico que oculto tras la decoracién con p ‘pocos hilos hace evolucionar una compafia de autématas, se osesiona pri- a mero de los grandes fundamentos que encierran los méviles todos de la acti- o vidad humana, la descendencia, el instinto, el placer, el bien Por el bien, % 8 después, cuando el hombre pasa a ser actor, para descubrir los hilos secunda- i io que la escuela lama documentos hu- 59 é rios de sus dramas o comedias tiene

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