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LA MEMORIA, IDA siete EL OLVIDO (Obra publicada con la ayude del Ministerio francés de Cultura, Centro Nacional del Libro Esto obra se beneficia del PAP. Garcia Lorca, Programa de Publicacién del Servicio de Cooperacién y Accién Cultural de la Embojoda de Francia en Esparia ¥ del Ministerio francés de Asuntos Exteriores OLECCION ESTRUCTURAS Y IPROCESOS, ‘Serie Filosofia Titulo original: La Mémoire, histoire, oubli © Editorial Trotta, S.A., 2003 Ferraz, 55. 28008 Madrid Teléfono: 91 543 03 61 Fox: 91 543 14 88 E-mail: trotta@infornet.es hitp://wwwntrotio.es © Editions du Seuil, 2000 © Agustin Neira, 2003 Prohibida la venta en América Latine ISBN: 84-8164-604-0 Depétito Legal: M-11.601-2003 Impresion Marfa Impresién, S.L 2 LA MEMORIA EJERCIDA: USO Y ABUSO NOTA DE ORIENTACION El enfoque cognitivo desplegado en el capitulo anterior no agota la descripcién de la memoria considerada desde el dngulo «objetal». Hay que afiadirle un enfoque pragmdtico. Esta nueva consideracion se articula en la primera del modo siguiente: acordarse es no sélo acoger, recibir una imagen del pasado; es también buscarla, «hacer» algo. El verbo «recordar» duplica al sustantivo «recuerdo». El verbo designa el hecho de que la memoria es «ejercida. Pero la nocién de ejercicio, aplicada a la memoria, es tan antigua como la de eikn, de representacién. Unida a la de «biisqueda» (zétésis), brilla en el firmamento de los conceptos socrdticos. Después de Sécrates, Platon duda en desplazar su discurso sobre la eikén al campo de las «técni- cas imitativas», y en distinguir la mimética «fantasmdtica», engafio- sa por destino, de la mimeética «ic6nica», considerada «recta» (or- thos), «veridica» (aléthinos). A su vez, Aristoteles, en el capitulo «Anamnésis» de su corto tratado por doble motivo, describe la reme- moracién como una «biisqueda», mientras que caracterizé la mn” emé, en el primer capitulo, como «afeccin» (pathos). De este modo, nuestros dos maestros griegos se anticipan a lo que Bergson lamard esfuerzo de memoria, y Freud, trabajo de rememoracion, como ve- remos préximamente. EI hecho importante es que los dos enfoques, cognitivo y prag- mdtico, se superponen en la operacion de la rememoracion; el reco- nocimiento que corona la biisqueda conseguida designa la cara cog- nitiva de la rememoracién, mientras que el esfuerzo y el trabajo se 81 DE LA MEMORIA Y DE LA REMINISCENCIA, inscriben en el campo prictico. Reservaremos, en lo sucesivo, el término de rememoracion para significar esta superposicion en la misma operacin de la anamnésis, de la recoleccién, de las dos problemdticas: cognitiva y pragmidtica. Este desdoblamiento entre dimension cognitiva y dimensién pragmdtica acentiia la especificidad de la memoria entre los fend- menos propios de la denominacién psiquica. A este respecto, el acto de hacer memoria viene a inscribirse en la lista de los poderes, de las capacidades, propias de la categoria del «yo puedo», para retomar la expresién tan del agrado de Merleau-Ponty'. Pero parece que esté reservado al acto de hacer memoria el ofrecer a la mirada de la descripcién una sobreimpresion tan completa del enfoque cognitivo y de la operacién practica en un acto tinico como es la rememora- cién, heredera directa de la anamnésis aristotélica e indirecta de la anamnésis platénica. Esta originalidad del fenmeno mneménico es de una importan- cia considerable para el desarrollo de nuestras investigaciones. En efecto, ella caracteriza igualmente la operacién historiogrdfica en cuanto prictica te6rica. El historiador se propone «hacer historia», como cada uno de nosotros intenta «hacer memoria». La confronta- cién entre memoria e historia tendrd lugar esencialmente en el plano de estas dos operaciones indivisamente cognitivas y practicas. El reto de la investigacién que sigue es la suerte del deseo de fidelidad que, segiin vimos, se vincula a la intencionalidad de la me- moria en cuanto guardidn de la profundidad del tiempo y de la distancia temporal. De qué modo, respecto a este reto, pueden afectar a la ambicion veritativa de la memoria las vicisitudes de la memoria ejercida? Digdmoslo en dos palabras: el ejercicio de la me- moria es su uso; pero el uso implica la posibilidad del abuso. Entre uso y abuso se desliza el espectro de la mala «mimética», Precisa- mente por el abuso, la intencionalidad veritativa de la memoria queda amenazada totalmente. Las pdginas que siguen intentan esbozar una tipologia de gran envergadura de estos abusos de la memoria ejercida. 1. Yo mismo me esforcé en Sf mismo como otro en tratar como manifestaciones imiitiples del poder fundamental de obrar a operaciones tradicionalmente asignadas a probleméticas distintas. El mismo cambio pragmatic se toma en cada una de las gran- des secciones de la obra: puedo hablar, puedo actuar, puedo contar(me), puedo impu- tarme a mi mismo mis acciones como su verdadero autor. Ahora digo: puedo acordar- me. En este sentido, la investigacién propuesta aqui de los fenémenos mneménicos constituye un capitulo suplementario en la antropologia filos6fica del hombre que actiia y sufre, del hombre capaz. 82 LA MEMORIA EJERCIDA: USO Y ABUSO Pondremos aparte las proezas del ars-memoriae, ese arte cele- brado por Frances Yates*; los excesos a los que dio lugar son los de una memoria artificial que explota metddicamente los recursos de la operacin de memorizacién que nosotros queremos distinguir cuida- dosamente, desde el plano de la memoria natural, de la rememora- cion en el sentido limitado de evocacion de hechos singulares, de acontecimientos. Consagraremos después la seccién mds larga de este capitulo a los abusos de la memoria natural; los distribuiremos en tres planos: al plano patologico-terapéutico corresponderian los trastornos de la memoria impedida; al plano propiamente practico, los de la memoria manipulada; al ético-politico, los de la memoria convocada abusivamente, cuando conmemoracin rima con reme- moraci6n. Estas miiltiples formas del abuso hacen resaltar la vulne- rabilidad fundamental de la memoria, la cual resulta de la relacion entre la ausencia de la cosa recordada y su presencia segiin el modo de la representacién. Todos los abusos de la memoria ponen al descubierto esencialmente el cardcter enormemente problemdtico de esta relacion representativa con el pasado. 1, LOS ABUSOS DE LA MEMORIA ARTIFICAL: LAS PROEZAS DE LA MEMORIZACION Existe una modalidad del acto de hacer memoria que se da como practica por excelencia, a saber, la memorizaci6n, que es importan- te distinguir rigurosamente de la rememoracién. Con la rememoracién, se acentiia el retorno a la conciencia despierta de un acontecimiento reconocido como que tuvo lugar antes del momento en que ésta declara que lo percibid, lo conoci6, lo experimenté. La marca temporal del antes constituye asf el rasgo distintivo de la rememoracién, bajo la doble forma de la evocacién simple y del reconocimiento que concluye el proceso de recorda- cién. La rememoraci6n, en cambio, consiste en maneras de apren- der que tienen como objeto saberes, destrezas, posibilidades de hacer, de tal modo que éstos sean estables, que permanezcan dispo- nibles para una efectuacién, marcada, desde el punto de vista feno- 2. Frances A. Yates, The Art of Memory, Pimlico, London, 1966; trad. fr. de D. Arasse, L’Art de la mémoire, Gallimard, Paris, 1975. Aqui citamos por la edicién original (trad. cast. de Ignacio Gémez de Liafio, El arte de la memoria, Madsid, Tau- rus, 1974]. 83 DE LA MEMORIA Y DE LA REMINISCENCIA menolégico, por el sentimiento de facilidad, de espontaneidad, de naturalidad. Este rasgo constituye el equivalente pragmético del reconocimiento que concluye la rememoracién en el plano episte- molégico. En términos negativos, se trata de una economia de esfuerzos, pues el sujeto esta dispensado de aprender de nuevo para efectuar una tarea apropiada a circunstancias definidas. Asi pues, el sentimiento de facilidad representa la cara positiva de esta efectua- cién lograda de un recuerdo que Bergson dirfa «actuada» mas que «representada». En este sentido, se puede considerar la memoriza- cién como una forma de memoria-habito. Pero el proceso de me- morizacién es especificado por el cardcter construido de las mane- ras de aprender tendentes a una efectuacién facil, forma privilegiada de la memoria feliz. Es, pues, un proyecto legitimo describir las maneras de apren- der encaminadas a semejante efectuacién facil desde el punto de vista de las técnicas de adquisicién, e intentar localizar los fallos gracias a los cuales el abuso puede infiltrarse en el uso. Seguiremos un orden de complejidad creciente en el que las ocasiones de mal uso creceran a la medida de la ambicién de dominio ejercido sobre todo el proceso de memorizacién. Pues en esta ambicién de domi- nio reside, sin duda, la posibilidad de deslizarse del uso al abuso. En el escalén mas bajo encontramos las técnicas propias de lo que, en psicologia experimental, se llama aprendizaje. Precisamen- te, hablo en términos generales y englobadores de «maneras de aprender», para delimitar cuidadosamente el campo de aprendizaje. E] aprendizaje, facilmente asociado a la memoria en las obras espe- cializadas, es propio de la biologia de la memoria’. El aprendizaje consiste, en efecto, en la adquisicién, por un ser vivo, de compor- tamientos nuevos que no forman parte del repertorio de los poder- hacer o de los poder-saber heredados, programados genéticamente, © que son propios de la epigénesis cortical. Lo importante, para nuestra investigacién, es que el dominio de la adquisicién pertenece al experimentador que conduce la manipulacién. Es él el que fija la tarea, el que define los criterios de éxito, el que organiza castigos y recompensas, y asi «condiciona» el aprendizaje. Esta situaci6n cons- tituye la forma mas opuesta a la del ars memoriae que descubrite- mos al término de este recorrido y que serd fruto de una disciplina, de una «ascesis» —la askésis de los socraticos que significa «jer: cio»—, cuyo maestro ser4 el aprendiz mismo. Al hablar de manipu- 3. Georges Chapouthier, La Biologie de la mémoire, PUR, Paris, 1994, pp. 5 s. 84 LA MEMORIA EJERCIDA: USO Y ABUSO laci6n, no se denuncia ciertamente un abuso; se quiere sdlo carac- terizar el tipo de dominio que dirige la experimentacién. Sélo me- recerd ser marcada con un sello especial de infamia la manipulacién en el medio humano, como evocaremos mas tarde en unién con la ideologia. Sin embargo, desde este nivel, y sin abandonar el plano psicol6gico en el que se organizan estas experimentaciones, se pue- de someter a una critica apropiada la condicién de dominio de la manipulacién de los vivientes sometidos a estas pruebas. Se pensa- ba, en la época del behaviorismo, que estas pruebas daban una base experimental de verificacisn a modelos propios de hipétesis del tipo Stimulus-Respuesta (SR). La critica de autores, como las de Kurt Goldstein, de las que Merleau-Ponty se hace eco en La Struc ture du comportement y Canguilhem en La Connaissance de la vie', se refiere esencialmente al cardcter artificial de las situaciones en las que un animal, incluso un sujeto human, es colocado bajo el con- trol del experimentador, a diferencia de las relaciones esponténeas del viviente con su medio, tal como la ciencia etoldgica los aprehen- de en entorno abierto. Ahora bien, las condiciones de la experimen- tacién no son neutras en cuanto a la significacién de los comporta- mientos observados. Contribuyen a enmascarar los recursos de exploracién, de anticipacién, de negociacién del ser vivo gracias a los cuales éste entra en debate con un Umwelt que le pertenece como propio y que él contribuye a construir. Esta discusin nos importa en la medida en que las maneras de aprender que ahora vamos a considerar pueden, a su vez, oscilar entre la manipulacién, es decir, el dominio ejercido por el maestro, y la esperada disciplina del discipulo. En efecto, es a la dialéctica del maestro y del discfpulo a la que conciernen los ejercicios de memorizacién inscritos en un progra- ma de educacién, de paideia. El modelo clisico es bien conocido: consiste en la recitacion de la leccién aprendida de memoria. Agus- tin se complace en derivar su andlisis del triple presente —presente del pasado o memoria, presente del futuro 0 espera, presente del presente o intuicién— del examen del acto de recitar un poema o un versiculo de la Biblia, Recitar de memoria, como se dice, sin vacilacién y sin falta, constituye una pequena hazaia que prefigura otras mayores, como se dira mas tarde. Ahora bien, antes de ensa- fiarnos contra los abusos del «de memoria», debemos recordar las 4. Georges Cangulem, La Connaissance de la ve, Vrin, Pats, 1965; reed., 1992, Sobre K. Goldstein, el capitulo «El viviente y su medion (pp. 143-147) [trad cast, El conocimiento dela vide, Barcelona, Anagram, 1976] 85 DE LA MEMORIA Y DE LA REMINISCENCIA razones de ser de su buen uso. En el ambito de la ensefianza, que no es més que una parte de la paideia, como veremos dentro de poco, la recitacién constituyé durante largo tiempo el modo privilegiado de transmisién, controlado por los educadores, de textos conside- rados, si no como fundadores de la cultura ensefiada, al menos como prestigiosos, en el sentido de textos que sientan citedra, crean autoridad. Pues, en iiltima instancia, de autoridad se trata aqui, mAs precisamente de autoridad enunciativa, para distinguirla de la autoridad institucional’. En este sentido, abordamos aqui un concepto politico en el sentido mas fundamental, que esta ligado a la instauracién del vineulo social. Apenas se concibe sociedad en la que no se imbriquen el vinculo horizontal del vivir juntos y el vertical de la autoridad de los antiguos, segtin un conocido adagio evocado por Hannah Arendt: Potestas in populo, auctoritas in Se- natu. La cuestién eminentemente politica estriba en saber quién es el «senado», quiénes son los «ancianos», y de dénde procede su autoridad. La educacién se despliega mas aci de ese problema y como al abrigo de su cuestionamiento en términos de legitimidad. En efecto, sea lo que sea de este enigma de la autoridad —centro de lo que Rousseau llamaba el «laberinto del politico-—, toda socie- dad tiene la responsabilidad de la transmisién transgeneracional de Jo que considera como sus logros culturales. Aprender es, para cada generacién, ahorrar, como sugerimos antes, el esfuerzo agotador de aprender todo de nuevo cada vez. Por eso, en las comunidades ctistianas se aprendié desde hace tiempo a recitar el catecismo. Y también por eso se aprendieron las reglas de la correcta escritura —ioh, el dictado!— y las de la gramatica y el céleulo. Y todavia, de igual manera, seguimos aprendiendo los rudimentos de una lengua muerta o de una lengua extranjera —iah, las declinaciones y conju- gaciones griegas y latinas!—. De nifios, aprendimos canciones in- fantiles y ritornelos; luego, fabulas y poemas; en este aspecto, {no se ha ido demasiado lejos en la guerra contra el «de memoria»? Dichoso quien puede todavia murmurar, como Jorge Semprin, al ofdo de un moribundo —iMaurice Halbwachs, desgraciadamen- te!— los versos de Baudelaire: «Oh muerte, viejo capitan, ya es hora, levemos anclas [...] nuestros corazones, que conoces, estan llenos de rayos...». Pero el «de memoria» no es s6lo patrimonio de Ia escuela de antes. Muchos profesionales —médicos, juristas, cien- tificos, ingenieros, docentes, etc.— recurren en su vida a una copi S. Gérard Leclerc, Histoire de lautorité. L‘assignation des énoncés culturels et la généalogie de la croyance, PUF, Paris, 1986. 86 LA MEMORIA EJERCIDA: USO Y ABUSO sa memorizacién de destrezas basadas en repertorios, listas de items, formularios, siempre disponibles para su oportuna actualizacién. Se supone que todos disponen de una memoria ejercitada. Y no es todo; ni el uso pedagégico ni el uso profesional de la memorizacin agotan el tesoro de los modos de aprender sanciona- dos por la recitacién impecable y sin ningin titubeo. Hay que evocar aqui todas esas artes que Henri Gouhier presenta con el titulo genérico de artes en dos tiempos —danza, teatro, misica\—, en las que la ejecucién es distinta de la escritura de la obra confiada aun libreto, a una partitura, a una inscripcién de cualquier tipo. Estas artes exigen de sus practicantes un duro entrenamiento de la memoria que descansa en la repeticién obstinada y paciente, hasta obtener una ejecucién a la vez fiel ¢ innovadora, donde el trabajo previo se olvida bajo la apariencia de una improvisacién feliz. éCémo no admirar a esos bailarines, a esos actores, a esos masicos que grabaron con frecuencia fabulosos repertorios que «ejecutan> para nuestro gozo? Son verdaderos atletas de la memoria. Quizés son los tinicos testigos indiscutibles de un uso sin abuso, pues la obediencia a las érdenes de la obra les inspira la humildad capaz de temperar el legitimo orgullo de la proeza realizada, Me gusta evocar, en la tercera fase de nuestro recorrido a través de los modos de aprender, la larga tradicién que ha elevado la memorizacién al rango del ars memoriae, digno del nombre de arte, de técnica. Frances A. Yates le ha dedicado, con el titulo mismo de The Art of Memory, una obra que sigue siendo un clasico en la materia’. El nombre latino no es una mera convencién: se trata, en su origen, de los procedimientos mnemotécnicos recomen- dados y practicados por los retéricos latinos; el autor desconocido del Ad Herennium (identificado, sin fundamento, con Cicerén por la tradicién medieval), el propio Cicerén —ordinariamente Ilama- do Tullius—, Quintiliano. Sin embargo, el mito fundador no es ro- 6. Henri Gouhier, Le Thédtre et l' Existence, Aubier, Paris, 1952, 7. Frances A. Yates, The Art of Memory, cit. A su vez, Harald Weinrich investiga en Lethe, Kunst und Kritik des Vergessens (H. Beck, Minchen, 1997; trad. fr. de Diane Meur, Léthé. Art et critique de Voubli, Fayard, Paris, 1999 (trad. cast. de Ignacio G6- mez de Liafio, El arte de la memoria, Taurus, Madrid, 1974]; aqut citamos la pagina- cién del original) un eventual ars oblivionis que seria lo simétrico de este warte de la memoria», histOricamente bien documentado. Dedica a este iltimo arte las primeras paginas de su obra, haciendo de la memorizacién, antes que de la rememoracién, el eje de referencia para la historia literaria del olvido cuyos meandros no son menores que los del rio mitico que dio nombre a su obra. Volveremos sobre ella en la tercera parte, capitulo 3. 87

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