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Anastasio Ovejero Bernal BIBLIOTECA NUEVA Cavtro.0 10 Estereotipos, prejuicios y discriminacién: el racismo 1, INTRODUCCION Y ACLARACIONES TERMINOLOGICAS Quisicta comenzat este capitulo aclarando el término «racismo» que aparece en su titulo, para lo que debemos tener en cuenta, ante todo, que tal términio no sélo esté mal empleado sino que incluso puede estar failtando, a través de las representaciones socia les que suscita ciertas hostilidades intergrupales. Porque, digamoslo claramente, en la es- pecie humana no existen razas. Existe una sola la raza hurzana, con algunas pequefias variaciones dentro de ella. En efecto, las investigaciones més recientes sobre el Genoma Humano estan mostrando que todas las personas del planeta compartimos el 99,9 por 100 de los genes, a la vez que son mayores las diferencias genéticas intragrupales que las incergrupales, lo que demuestra claramente la no existencia de razas, humanas como cconcepto biolégico (véase una serie de interesantes articulos sobre este tema en el Ni ‘mero monogrifico de 2005 del Ayerican Psychologist, coordinado por Anderson y Nic- kerson). Los estudios ahora mismo disponibles nos llevan a la misma conclusién a que Ilegan en el citado Monogrifico, Bonham, Warshaner-Baker y Collins (2005): el con- cepto de raza es algo tan complejo (Bamshad y Olson, 2003; Bamshad y otros, 2004; Burchard y otros, 2003; Cooper, Kaufman y Ward, 2003; Kittes y Weiss, 2003; Phimis- ter, 2003) que ni siquiera la actual investigacién genética permite clarficarlo totalmente, de forma que las eritcas tradicionales al concepto —y sobre todo a su utilizacién ideo- legica, social y politica—, se mantienen hoy dia ineslumes. Por consiguiente, la concli- sion pricticamente undnime de los autores que participan en ese monogrifico es rotun- dda; las razas humanas son una mera fiecion, inventada con fines de manipulacién politica y de justficacién pscudocientifica de las desigualdades sociales. A la misma con- clusién llegan Sternberg y otros (2005, pig. 52): «EI problema con el concepto de raza Estereotipos, prejuicios y dscriminacién: el racism 2a no estrba en que sélo es apoyado por una minoria de antropélogos, sino en que no tie- he base cientifica alguna.» De ahi que en lugar de racismo deberiamos hablar de xeno- Jobia, porque, ademés, quien tiene prejuicios contra los que difieren de la norma en al fgunas caractersticas bioldgicas, como el color de la piel, los tienen también contra Guienes difieren por su lugar de nacimiento, por sus creencias religiosas o por su orien- thcién sexual Y eso es justamente la xenofobia: el rechazo al que es diferente. En todo aso, existen tres términos que suclen ir juntos y que estan estrechamente relacionados entre si: prejuicio, estereotipo y discriminacién. ‘Los precios son actitdes negativas u hostiles hacia ciertos grupos o colectivos hu manos. Mas especificamente, se trata de «evaluaciones desfavorables de y afecto negati to hacia los miembros de un grupo» (Olson y Zanna, 1993, pag. 143), por lo que tener prejuicios es «pensar mal de otras personas... (tener) sentimientos de desprecio o des- tenado, de miedo y aversion, asf como variadas formas de conducta host» (Allport, 1954, pg, 21). Por tanto, al prejuicio podemos cefinirlo como wa actitud negatioa hacia ‘un exogrupo (Devine, 1995; Oskamp, 1991; Stangor, 2009) y, como tal, se compone de tres ‘Clementon: cognitivo, que se identifica con el estereotipo (se tienen expectativas negativas respecto al otto), afectivo, que se corresponderia con el prejuicio propiamente dicho (des precio, desagrado e incluso miedo y aversién al otro) y comportamental, que seria la dls Pfiminacidn (diferentes tipos de conducta hostil y discriminatoria hacia el otro). Aunque {os prejuicios pueden ser tanto positivos como negativos, dado que no consisten sino en juagat sin tener antes los elementos de juicio suficientes, la investigacién se ha centrado ‘add exelusivamente en los prejuicios negativos, hasta el punto de que, como hemos di- cho, s identifica totalmente prejuicio con actitudes negativas hacia ciertos exogrupos. Ello, como sefiala Sangrador (1996), resulta ligico, pues son estas actitudes negativas las sgencradoras de conflictos intergrupales, énicos,raciales 0 de otro tipo. "Afirma Nelson (200%, pag, XIX); «da investigacin sobre el prejuicio ha sido la pie dita angular de la psicologia socal desde los comienzos de esta disciplina» existiendo una langa tradiién de estudios en este campo, que nos est permitiendo conocer mejor cémo surgen, como se mantienen y cémo pueden ser reducidos los prejuiciose incluso, aunque fllo‘es mucho mas dificil, cmo pueden ser eliminados (Levy y Hughes, 2009; Stephan, Ibarra y Harrison, 2009) ‘Algunos autores consideran que los prejuicios son el producto de procesos auto: initicos no conscientes (Dasgupta, 2009; Devine y Sharp, 2009), por lo que existen ya en los nifios pequetios (Levy ¥ Hughes, 2008). Por ejemplo, ya a los cinco ans los nos Se niegan a trabajar con compatieros pertenecientes a un grupo étnico diferente al suyo. De ahi la necesidad de ensehar a Jos nifios aspectos hist6ricos del racismo, cost que, como veremos, faclita la reducci6n de los prejuicios racistas (Hughes, Bibler y Levy, 5007). Ademé, se sabe que en épocas de crisis (econ6mica, politica o social) el pref ‘Go aumenta (véanse unas buenas revisiones en Renfro y otros, 2006; yen Stephan, Yba qa y Morrison, 2009), sobre todo porque, como es bien conocido en nuestra disciplina, ie amenaza empeora las relaciones intergrupales (Stephan y Renfro, 2002; Stephan, Ren- fro y Davis, 2008), especialmente en el caso de las personas autoritarias (Duckitt, 2006), dlado que la conclusidn que se deriva de a teoria de la identidad social de que la mera cx tegorizacin incrementa el favorismo endogrupal y la hosilidad exogrupal (Bronscombe yyotros, 1999: Tafel y Turmer, 1986) es algo mucho mas probable y pronunciado en una si- quscion de amenaza (Senyonov y otros, 2004; Stephan, Ybarra y Morrison, 2009), como 22 Anastasio Ovejero Bernal cocurre en las relaciones entre palestinos « isralies (Shamir y Sagit-Schifter, 2006). Pero, fla vez, la amenaza incrementa la identidad grupal (Moskalenko, McCauley y Ro- vin, 2006) y el autoritarismo (Duckit y Fiske, 2003), lo que, a su vez, incremento atin ids el prejuicio. Ademis, si es cierto que, tal vez, nuestra principal motivacion, biol6gi- ‘Camente extablecida, es la supervivencia, no es extrafio que la amenazs a tal superviven- ‘Ga nos produzca un temor que por fuerza tend consecuencias psicoldgicas de primer or dden, como muestra la teoria del control del terror (Greenberg, Solomon y Amdt, 2008) Y entre tales efectos, algunos afectan a los estereotipos y los prejuicios (Greenberg y otros, 2009), Dado que somos conscientes de nuestra mortalidad, nuestra necesidad de ontrolar el terror produce prejuicios, estereotipos y agresion intergrupal, y una vez.que ‘comienza tal agresion intergrupal, los prejuicios se extremizan y se radicalizan, aunque ‘existe aqui un rayo de esperanza, dado que, segtin la teoria del control del terror, ello n0 es inevitable (véase Pyszczynski, Solomon y Greenberg, 2003). ‘Con respecto a que son los estereotipos, existen docenas de definiciones, aunque la mayoria de ellas se basan en la idea general, ya apuntada por Lippmann (1922), de que se trata de estructura cognitivas que sirven como «cuadros mentales» de los grupos en uestién, apuntando a ciertos rasgos con los que definimos a tales grupos, rasgos que nos vienen inmediatamente a la mente cuando pensamos en esos grupos. Forman parte de un cercicio de simplifcacion de la realidad para asi mejor tratar con ella, lo que, Como ya sefialaa Allport (1954), lleva también a problemas tales como la inexactitud, la negatividad y la excesiva generalizacion, aunque los datos de que disponemos actual- mente nos permiten concluir que los estereotipos si stclen ser negativos y si generalizan fn exceso, pero no son tan inexactos como creia Allport, De hecho, Jussim y otros (2009) concluyen que los estercotipos son, por lo general, acertados, aunque no al 100 por 100, En todo caso, esta conclusién se basa en pocas investigaciones, por lo que pot fuerza debemos considerarla provisional. Tampoco conocemos bien atin las razones pot las que los estereotipos aciertan, cuando lo hacen, ni los procesos psicoldgicos y psico- sociales que subyacen a tal hecho. Por titimo, tampoco debemos olvidar que los estereo: tipos no son fenémenos estiticos, sino que van cambiando a medida que cambia el contexto histérico (Ovejero, 1991). Ademas, existen importantes casos en los que loses tercotipos no son acertados y tal error (o desviacién de la realidad social) ha sido extre- ‘madamente dafina, como el estercotipo que los estadounidenses del siglo x1x se forma- ron de los americanos autéctonos (los «indios») como salvajes incivilizados, o el que formaron los nazis de los judios como personas siempre insaciables y ambiciosas de di- nero y poder. Conocemos bien los dramaticos resultados que se produjeron en ambos ‘casos, aunque, probablemente, y sobre todo en el caso de los «indios», ocurré justa- ‘mente al revés tales estereotipos se formaron para justificar el comportamiento salvaje y terriblemente dafino que contra ellos se ejeci6 por parte de los «civilizados» blancos de origen europeo. Los estercotipos, pues, son un conjunto de creencias,estrechamen- te relacionadas entre sy compartidas por cierto niimero de personas acerca de los atti butos que poseen los miembros de un grupo (los gitanos, los psicdlogos, las mujeres, los andaluces, ete) y podemos definirlos como «las teorias implicitas de personalidad que tun grupo de personas comparte sobre su propio grupo 0 sobre otro grupo> (Leyens y Codol, 1990, pig. 106), Indudablemente, los estereotipos més estudiados en psicologia social, coincidiendo con los intereses de los norteamericanos, han sido los «raciales» 0 xnicos y los de género, mientras que los mas estudiados en Europa han sido los naci: Extreotipos, prejuicios y dscriminacién:elracsmo 2% nales, los de género y los profesionales. De hecho, si alguien pregunta en cualquier pais dde Europa quién es Saramago, probablemente se le responda: Un (género) escritor(pro- fesién) portugués (nacionalidad). ¢Y Vivaldi? Un miso italiano. ‘Los estereotipos son inevitables, pues no son sino una manera de simplificar nues- tro complejo entomo para poder entenderlo y manejarlo adecuadamente, por lo que es- ‘tin estrechamente relacionados con la categorizaci6n social, constituyendo una de las principales fuentes de datos en la formaci6n de impresiones (Manner y otros, 2005). Y por tanto, para entender cabalmente los estereotipos es imprescindible recordar que tuna caracteristica esencial del funcionamiento ce nuestro pensamiento, en todas las eda des, incluyendo a los nifios (Kelly y otros, 2007; Kelly y otros, 2005), es nuestra capaci- ddad para clasificar ripida y elicazmente dentro de un pequeiio nfimero de categoria la gran cantidad de objetos, eventos y personas con que nos encontramos, aunque para ello tengamos que cometer un sin fin de interesantes —e interesados— errores y sesgos cde muy diferente tipo, varios de los cuales ya vimos en el capitulo 2. Ahora bien, una vez formados, los estereotipos van configurando nuestras percepciones, haciendo que in- terpretemos la nueva informacion de forma tal que confirme tales estereotipos, con lo ‘que éstos quedan fuertemente reforzados y afianzados, de manera que la informacién ‘consistente con cl estereotipo recibird una mayor atencién y sera recordada mejor que ano consistente (por ejemplo, si tenemos el estereotipo de los catalanes tacafios, cada ‘vez que veamos un catalan tacaiio nos fijaremos bien en él y jamais se nos olvidard, micn- tras que si veo un catalan no tacaiio, ¢ incluso generoso, tenderé a no prestarle atencién y a olvidar facilmente esa nueva informacién). Tal proceso, por consiguiente, ird con- ‘venciéndonos de que el estereotipo es algo natural, olvidando que hemos sido nosotros mismos los que lo hemos construido. Ademés, lo que hacen a menudo los estereotipos cs reflejar la posicisn social de los diferentes grupos (Zanfrini, 2007). Si, por ejemplo, en cl futuro los gitanos espaftoles aleanzaran un alto estatus social, entonces muy proba blemente cambiaria su estercotipo, que pasaria a ser mucho mas positivo de lo que es ahora, Mas ain, no nos formamos estereotipos de toxlos los grupos. Por ejemplo, no ve- mos a los «zurdos» ni a los usuarios de unos grandes almacenes comerciales como un grupo homogéneo. Solo percibimos como muy homogéneos a aquellos grupos a los que es concedemos la suficiente «entitividad», lo que, evidentemente, es una propiedad cul: tural: es Ja cultura la que nos ha ensefiado a percibir a unos grupos como homogéncos y estereotipadamente, y no a otros (Hamilton y otros, 2009). En tercer lugar, la discriminacion constituye el elemento mas pernicioso del prejui- cio, pues consiste justamente en las conductas de estigmatizacién y de rechazo de otras personas por el simple hecho de pertenecer a ciertos grupos sociales, y son conocidas las ‘consecuencias tan negativas y nefastas que tiene el ser y/o sentirse rechazados o simple- mente estigmatizados. Ademés, en sus relaciones intergeupales, las personas estigmati zadas temen set devaluadas, estereotipadas y discriminadas (Croker y Garcia, 2006) ‘Asi, los varones negros temerin ser vistos como peligrosos, 0 los arabes como peligro- ‘sos tertoristas. Tal temor produce en ellos una ansiedad que les lleva a crearse una au: toimagen negativa, y alos demas a verlos de una manera estereotipada, aunque no ne- cesariamente el estigma lleva a un empeoramiento de la autoestima. De hecho, muchas personas estigmatizadas tienen una autoestima similar e incluso a veces superior a lade las no estigmatizadas (Croker y Garcia, 2009b), Por tanto, «lo que argumentamos no ¢s «que las dficultades en las interacciones intergrupales surgen de una autoestima dismi- 24 Anastasio Oxejero Bernal nuida entre las personas estigmatizadas, sino en la amenaza que experimentan a las au: toimagenes deseadas» (Crocker y Garcia, 2009a, pig. 230), Son las autoimégenes posi tivas las que estan en riesgo en las relaciones intergrupales. Pero tanto los prejuicios como la discriminacién deben ser incrustados dentro del campo de las relaciones inter- grupales, Cuando interactian entre si personas con diferentes identidades sociales, a menudo se produce tensién y emocién negativa (Stephan y Stephan, 1985), legando a ‘veces a muy serios conflictos con consecuencias altamente destructivas (Prentice y Mi- Iler, 1999). La propuesta que hacen Crocker y Garcia (2009a) es que la interaccién en- tre dos personas con diferentes identidades, una de ellas valorada y no estigmatizada y la otra devaluada y estigmatizada, es dificil en parte porque tal interaccién amenaza la atutoimagen de las dos personas, de la primera por razones obvias, mientras que de la se- gunda porque ésta sentir’ prejuicios hacia la primera, prejuicios que se reflejaran al me- nos en ciertas respuesta fisioldgicas, lo que empeorari su autoimagen dado que el pre- juicio es algo, para ella, no deseable y politicamente incorrecto. En cambio, si tal relacién tiene lugar, como ocurre en el aprendizaje cooperativo, en un ambiente de co- ‘operacién, entonces es menos probable que se produzca esto (Crocker y Garcia, 2006; Crocker, Garcia y Nuer, 2008) La discriminacién puede tener consecuencias directas en diferentes contextos de la vida real. Asi en el campo de la justicia criminal, Eberhardt y otros (2006) encontraron ‘que tanto presos negros como presos blancos con rasgos facales afro recibian sentencias mas severas que otros presos con crimenes similares pero sin tales rasgos afro. Ello, que cs absolutamente lamentable y peligroso, tiene también su lado positivo: es posible cevitar el prejuicio y la discriminacién provenientes de actitudes implicitas y no cons- cientes precisamente haciéndolas conscientes, es decir, desenmascarindolas, y consi- zguiendo que sean conscientes y explicitas las actitudes opuestas (por ejemplo, actitu des igualitarias), como hicieron con éxito Dasgupta y Rivera (2006) 0 Ziegert y Hanges, 2005) El prejuicio no tiene consecuencias negativas para sus victimas, sino también para quienes tienen los prejuicios. En efecto, «aunque la derogacién del “otro” (aparte de las ventajas materiales que su grupo obtiene) puede aumentar su autoestima al otorgar un sentimiento de supetioridad, frecuentemente también conlleva emociones negativas,ta- les como miedo, ansiedad o ira, Emociones que generan malestar, constrifen al indivi- duo, limitan su capacidad de ver, experimentar y sentir, dificultando su crecimiento como persona y su capacidad para disfrutar de la vider (Espelt, 2009, pags. 23-24) Pero, en contra de lo que pudiera ereerse, a menudo existen disociaciones entre el estereotipo, el prejuicio y la discriminacién (Mackie y Smith, 1998). Asi, os metaanéli sis existentes, como el realizado por Tropp y Pettigrew (2005), muestran que existe una correlacion baja entre estereotipo y discriminacién, mientras que el prejucio sf predice ‘mejor la discriminacién, aunque tampoco mucho, lo que nos muestra la necesidad de analizar mejor las relaciones existentes entre estereotipos, prejuicios y discriminacién, Para ello, al igual que en cualquier otro caso de consistencia actitud-conducta, habra {que tener mis en cuenta el contexto en que se desenvuelven las conductas prejuiciosas y dliscriminatorias. Ademas, tltimamente se esta profundizando en la comprensién de ‘cémo los factores cognitivos y motivacionales producen, predicen y moderan la con ducta discriminatoria (Bartholow, Dickter y Sestir, 2006; Payne, 2005). Por ejemplo, ahora sabemos, de forma inguietante, que el mero contacto intergrupal es suficiente Exereotipos, prejuicos y diseriminacin: el racismo 25 para producir un debilitamiento cognitive, como muestran los datos de Richeson y Shelton (2003). En cuanto a la medida del prejuicio, no es de extraiiar que presente muchas dift- czltades dado lo complejo que es este campo (véase una revisién reciente en Olson, 2008), utilizandose tanto medidas indirectas (Fazio y Olson, 2003) como directas (Bier ‘nat y Crandall, 1999). Recientemente, también se han analizado las interrelaciones entre ‘ambos tipos de medida (Blair, 2001; Brauer, Wasel y Niedenthal, 2000; Dovidio, Kawa- kami y Beech, 2001), habiéndose encontrado correlaciones que van de nulas (Doviclo y ‘ros, 2002) a muy bajas (McConnell y Liebold, 2001), aunque un metaandlisis recente (Hofiman y otros, 2005) era algo mis optimista. Por tiltimo, recordemos que actualmente se estén estudiando las bases neuronal . Al etiquetarlos como ilega- les se los presenta como gente que viola la ley, y, en timo término, «los ubica fuera de la sociedad civil, de modo que las restricciones @ la inmigeaci6n, la expulsién y la nega- cidn de los servicios sociales « los inmigrantes se torna legitima> (Van Dijk, 1999, pig. 323). Asociar la inmigracidn a la delincuencia conduce a una visién policialy judicial de Jos inmigrantes, con lo que se convierte en una cuestién de seguridad y de orden paibli- o, ven ningtin caso de justicia, de solidaridad o de mera humanidad 2) Raices emocionales: aunque el prejuicio nace y se mantiene a través de sus races, sociales, con frecuencia las emociones sirven también para incrementatle. Dos variables han sido aqui las mas estudiadas: la frustracin y la personalidad autoritaia 4) Hipotesisfrastracion-agresion: lo que hacen los miembros de un endogrupo es desplazar hacia los miembros del exogrupo la causa de la frustracién que la situacién 0 su propio endogrupo les ha producido. Este desplazamiento sirve para cohesionar al propio grupo, siendo ésta la causa de que sea tan utilizado por los dictadores, como hizo Hitler en el caso de los judios como chivo expiatorio. De hecho, existen pruebas empf- ricas de que, en ciertas circunstancias, la frustracién produce agresividad y de que, a ve- ces, tal agresividad es dirigida hacia ciertos exogrupos, casi siempre minoritarios y de bajo estatus. Es conocido el dato de que entre 1882 y 1930 se produjeron en Estados Unidos mis linchamientos en los afios en que los precios del algodén bajaban y, por consiguiente, lafrustracién econémica aumentaba (Hepworth y West, 1988; Hovland y Eerectipos, prejucios y discriminacion: el racismo 21 Sexrs, 1940). Cuando los grupos compiten por los puestos de trabajo las viviendas o el social, la consecucion de las metas de un grupo puede convertirse en la frus- ‘tracién del otro. Asi pues, la teoria realista del conflicto de grupos sugiete que los prejui- ‘Gos surgen cuando los grupos compiten por obtener recursos escasos (Esses y otros, 1998). En Estados Unidos, el mayor prejuicio contra los negros se produce entre los. ‘Blancos que estin més cerca de los negros en la jerarquia socioeconémica (Greeley y Sheatsely, 1971; Pettigrew, 1978). En Canada, la oposicidn a la inmigracién desde 1975 Jha aumentado y bajado en consonancia con la tasa de paro (Palmer, 1996). Ademas, se ha ‘encontrado que los prejuicios suclen ser mayores entre las personas que estén abajo en laje ‘rarquia socioecondémica o que van hacia abajo y entre los que ven cémo es amenazada su au ‘soimagen (Lemyre y mith, 1985; Pettigrew y otros, 1998; Thomson y Crocker, 1985), lo que hhace prever que en esta Epoca de crisis econémica estarin aumentando los prejucios, sobre todo en quienes tienen una personalidad autoritaria y particulares problemas a ‘causa de la crisis (han perdido su empleo, han tenido que cerrar su empresa o han visto bajar los precios de sus productos) ) Personalidad autoritaria: muy relacionada, en cierto sentido, con la hipétesis frus- tracién-agresién, esti la teoria de la personalidad autoritaria. Desde muchos puntos de vista, hablar de petsonalidad autoritara es casi sinénimo de hablar de personalidad pre- juiciosa (Heinz, 1968; Bettelheim y Janowitz, 1975; Ovejero, 1981). La relacién entre frustracién, educacién recibida, personalidad, prejuicio y agresividad desplazada contra el blanco del prejuicio es el objetivo central de los estudios sobre personalidad autorita- a. Un ejemplo claro lo tenemos en el propio Hitler, una personalidad autoritaria ex- trema, que fue educado en un hogar autoritario y al que, sein confes6 su propia her- mana, su padre le daba «su debida cuota de palizas tcios los dias» (Miller, 1990). EL origen de las investigaciones en este campo est en los estudios sobre los prejuicios anti- semitas del pueblo aleman y de sus ms perversas consecuencias, el nazismo y el geno- cidio judio (Ovejero, 1982): geémo fue posible que el partido nacionalsocialista aleman, cde reciente creaci6n, alcanzara el poder en poco tiempo tras ser votado por mas de diez rnillones de alemanes, un tercio del pueblo alemin? Muchos creen que la victoria nazi fue la consecuencia ce un engaio por parte de una minoria acompafiado de coetcién sobre la mayoria del pueblo. Pero con ello no queda explicado el fendmeno. El psicdlogo social no puede ni debe contentarse con esta explcacion, El problema es mucho mis pro- fundo: la explicacin es principalmente psicosocial. La raiz del problema —y por tanto también la posbilidad de solucionarlo— no esta tanto, segtin la teoria de la personalidad ‘autoritaria, en las condiciones socioeconémicas ambientales cuanto en la estructura de la personalidad de ls individuos que se someten a toda autoridad y a toda norma, aunque, tevidentemente, esa estructura de personalidad venga determinada por las estructuras so cioeconémicas en que le ha tocado vivir. Es la nuestra una época de ctsis, debido sobre todo ala rapidez con que se suceden las transformaciones sociales y una de las conse- cuencias de esta crisis es la falta de estructuracin de campo cognitivo del individuo, lo gue le crea al hombre modemo grandes dosis de incertidumbre, ansiedad ¢ inseguridad, fendmenos estos que le empujarin hacia cl autoritarismo y hacia el prejucio como solu- ‘clones a esa inseguridad y a esa ansiedad (véase Fromm, 1976/1941). En esta linea, Adorno, Frenkel-Brunswik, Sanford y Levison (1950) escribieron La Personalidad autoritaria, donde definen el autoritarismo como una tendencia general a colocarse en situaciones de dominancia 0 sumisin frente a los otros como consecuen- 252 Anastasio Ovejero Bernal cia de una basica inseguridad del yo, y cuyo principal objetivo era (1950, pag. 27), «es: tudiar a sujeto potencialmente fascista, cuya estructura de personalidad es tal que le hace especialmente susceptible a la propaganda antidemocritica». Su hipétesis funda: ‘mental es que la susceptibilidad de un individuo para ser absorbido por a ideologia fas- ‘sta depende primordialmente de sus necesidades psfquicas, y construyeron la famosa Escala F para medir tl susceptbilidad, con dos objetivos fundamentales: detectar tan- to el etnocentrismo como al sujeto potencialmente fascista. De hecho, sigue encontrin- dose una relacién entre racismo y voto politico a partidos de extrema derecha o fascista (Billiet y Witte, 2008). or consiguiente, el principal objetivo de Adomo era estudiar esa estructura de per- sonalidad, intentando descubrir las raices psicol6gicas del antisemitismo Y uno de los dacos mas interesantes encontrados por Adomo fue que quienes tenfan prejuicios con- tea os judios solian tenerlos también contra otras minorias como los negros (0, en in- vestigaciones, contra mujeres, ancianos, homosexuales y lesbianas, enfermos de sida u obesos), ¢ incluso tenian también otras caracteristicas preocupantes que, en conjunto, conformaban un sindrome de autoritarismo que incluia una sumisién ciega a las figuras de autoridad, una intolerancia feroz hacia la debilidad y los débiles, una fuerte actitud ppunitiva hacia quienes se desviaran de las normas sociales y una gran preocupacién por Jas cucstiones sexuales, que ellos no eran eapaces de manejar adecuadamente a causa de su enorme represién sexual. Por otta parte, el proceso por el que las personas «se hacen autortarias» seria, ajui- cio de estos autores, el siguiente, con raices laramente psicoanaitcas: de nos, las per- ‘sonas autoritarias fueron con frecuencia disciplinadas de una forma muy dura y puniti- va, Esto les llev6 a reprimir su agresividad suscitada por tal tipo de educacion dirigida hacia ciertos exogrupos, La inseguridad de los nifos autoritarios parece predispo- nerlos hacia una preocupacién excesiva por el poder y la posicién y hacia una forma de ppensamiento inflexible que hace dificil tolerar la ambigiiedad. Por tanto, tales personas tienden a ser sumisas con quienes estén encima de ellos y agresivos con quicnes estn debajo. Esa es la base del etocentismo, que constituye uno de los pilares del prejuicio ¥y que consiste en «la creencia en la superioridad del propio grupo émnico y cultural y el desdén correspondiente a todos los dems grupos» (Myers, 2008, pag. 267) Aunque se llevaron a cabo miles de estudios sobre este tema, tanto en Estados Uni- dos como en otros paises, incluyendo el nuestro (Ovejero, 1981, 1985a, 1989, 1992; Pi- nillos, 1963; Torregrosa, 1969), el libro fundamental sigue siendo el de Adorno, cuyas conclusiones principales, a pesar de las muchas criticas recibidas (véase Sangrador, 2006), han persistido. Por ejemplo, aunque los prejuicios que mantuvieron el «apar- theid> en Sudafrica surgicron de desigualdades sociale, socializacién y conformidad (Louw-Potgieter, 1988), aquéllos que favorecieron mas intensamente el apparheid, por Jo general tenian actitudes autoritarias (Van Staden, 1987). En los regimenes represivos de todos los paises los torturadores suelen tener una preferencia autoritaria por las ca- denas de mando jerirquicas y sienten desprecio por quienes son débiles o rebeldes (Staub, 1989). Visto lo anterior, y a pesar de las increibles conclusiones de Eysenck (1954), no es de extrafar que las personas de derechas puntien mas alto que las de izquierdas en esta ‘eseala (véase Ovejero, 1992). Es més, los estudios sobre el autortarismo de derechas lle vados a cabo por Altemeyer (1988, 1992) confirman que hay individuos cuyos temores ipos,prejuicios y dscriminacidn: el racismo 23 Jpostilidades se hacen patentes en forma de prejucios, de manera que sus sentimientos “cuperioridad moral suelen ir unidos a una brutalidad hacia aquellos que perciben inferiores. Particularmente sorprendentes son las petsonas que tienen una alta Sentacion hacia la dominancia social y una elevada personalidad autoritara, dado que “Gen justamente quienes més prejuicios suelen tener en nuestra sociedad (Altemeyer, 2004), estando incluso inclinados a ser los lideres de los grupos xenéfobos. "Aniadamos, por ultimo, que de una forma mas o menos direct, el trabajo de Ador ‘eo lev al desarrollo de otros constructos alternativos al de autoritarismo como el dog- Resismo y la personalidad dogmatica (Rokeach, 1960, véase Ovejeto, 1985b), el maguta- ‘welismo y la personalidad maguiavélica (Christie y Geis, 1970; ‘véase Ovejero, 1987, 1987) o la personalidad antidemocritica (Kreml, 1977) (véase Sangrador, 2006). '3) Raicescognitivas: tener que enfrentarnos a una ingente cantidad de informacién ‘pence a veces que tratarla muy rpidamente, nos obliga a hacer trampas y buscar ata jp lo que procluce importantes y frecuentes sesgo que también cumplen funciones ‘Emocionales y grupales facilitando algunos de ellos el prejucio, como es el caso de estos ‘Gow el sesgo endogrupal, que ya hemos visto, y el sesgo de la homogeneidad del exogrupo {que es «la percepcidn de que los miembros del exogrupo son mis parecidos entre si de J que son los miembros del endogrupo» (Myers, 2008, pag. 267). De hecho, existen sens de dos mil estuclios que a lo largo dels limos afos estan mostrando que las creencias ‘Erereotipicas y las actitudes prejuiciosas existen no sélo debidlo al condicionamiento so- ‘Gal porque permiten que la gente desplace sus hostlidades, sino también como sub- productos de los procesos de pensamicnto normales. Entre los fenémenos cognitivos ‘que faciltan el estereotipo y el prejuicio destacan estos tres: a) Procesos de categorizacién: ya en uno de los primeros trabajos que analiz6 siste- ‘maticamente el prejuicio desde una perspectiva cognitiva, Allport (1954b) destacé el pa- fal central del proceso de categorizacién, considerando que éste es una condicin sine ‘gus non pata su surgimiento, lo que, pot otra parte, le convierte al prejuicio en un fené- eno nada patolégico sino normal, natural, universal e inherente al pensamiento hu- ‘ano: no sera sino una de las consccuencias de nuestra necesidad de simplificar nues- ‘x0 complejo mundo para poder entenderlo. Ahora bien, como ya se ha dicho, esto seria dl estereotipo, mientras que el prejuicio afiadiria el componente emocional. El simple hhecho de eategorizar alas personas como miembros del endogrupo o del exogrupo con: sdiciona la forma en que los percibimos y los evaluamos. Pero los sesgos intergrupales no pueden ser explicados de forma adecuada tinicamente en funcién de facrtores cogniti ‘vos, sino que hay que tener en cuenta también los factores motivacionales. Los estudios Taj! sobre el paradigma del grupo minimo mostraron que incluso en una situacion fen la que no hay contacto entre grupos, ni tampoco ninguna cuestion que pueda con- ‘Gocit aun conflicto objetivo por antagonismo de inteeses, los sujetos manifiestan ses 20s, discriminacién y una orientaciGn competitiva a favor de su propio grupo (sesgo del favoritismo endogrupal) En todo caso, una de las formas mas utilizadas para simplificar nuestro entorno ‘consiste en categorizar: organizar ¢l mundo agrupando a los objetos en grupos (Macrae Bodenhausen, 2000), lo que constituye la base de los prejuicios. En efecto, ya en 1969 {hifel publics tn importante artculo, titulado Cognitive aspects of prejudice, que dio nuevos bios al estudio de los estereotipos, en el que proponia que éstos pueden ser con- {ebidos como un caso especial de la categorizacién, con una acentuacién de las simili- 254 Anastasio Ovejero Bernal tudes intragrupales y de las diferencias intergrupales. Y es que dificilmente se entende- rn los estereotipos y los prejuicios sin entender previamente la teoria de la categoriza- cin, teoria que nos ayuda a explicar la discriminacién intergrupal. Al comentat los da- tos de los experimentos de Sherif se fi6 Tajfel en una observacién de aquel que luego ppas6 por alto: en el mismo momento en que cada uno de los grupos se percaté de la existencia del otro, ya antes de que existiera conflicto de metas, aparecian estereotipos negativos reciprocos. Ademés —y esto ¢s mas importante para Tajfel—, antes de que se indujera conflicto alguno, los sujetos ya sobreveloraban la tarea del propio grupo ¢ in fravaloraban la del otro. Es decir, la mera categorizacién era condicién suficiente para producirfavoritsmo endogrupal y hostlidad exogrupal. La mera presencia de otro gru po lleva a que ambos se comporten, antes incluso de empezar a interactuar entre ellos, ‘como si estuviera en conflicto. "Ahora bien, sila categorizacién es algo inevitable, gcémo es que unas personas son prejuiciosas y otras no? Tajfel subraya que no toda categorizacién da como resultado un_ prejuicio. Hay formas «inocentes» de categorizacién que no producen prejuicio, ya que ‘no son asociadas con la hostilidad, ni resultan de gran interés para el sujeto por no tener para él gran relevancia emocional, Como dijimos antes, no todas los que se sienten ca- talanes son antiesparioles, ni todos los que se sienten espatioles son anticatalanes. Ade- més, y afortunadamente, en una sociedad en la que todos pertenecemos a muchos gr- pos, los conflicos intergrupales son modulados por lo que llama Doise (1979) eruce de ccategorias: como hombre castellano que soy, por ejemplo, no puedo tebajar la valia del hombre gallego, porque con ello estara rebajando la valia de mi endogrupo «los hom- bres». Igualmente, me abstengo de despreciar a la mujer castellana, pues entonces esta- ria despreciando a «los castellanos», y a mi entre ellos. Y asi sucesivamente. Seria, segiin oise, esa marafa tan tupida de entrecruzamientos categoriales lo que modera y rebaja Ja conflictividad social. Todo lo anterior se entenderia mejor situviéramos en cuenta el sesgo etnocéntrico de atribucién o error de atribucién tiltimo (Pettigrew, 1979), segiin el cual las acciones de los micmbros del endogrupo se atribuirin a causas internas cuando son positivas y a causas externas cuando son negativas, mientras que, inversamente, las acciones de los miembros del exogrupo sera aribuidas a causas internas cuando son ne zativas y a causas externas cuando son positivas, lo que facilita el mantenimiento del prejuicio hacia el exogrupo. 1) Saliencia de los estimuos diferenciados: dems de lacategorizacién, existen bién otta formas de cognicién social que faciitan los estereotipos y, por tanto, también Jos prejuicios, entre ellos los sesgos ya vistos, sobresaliendo el sesgo de la distintividad gue dice que las personas que son distintas (por ejemplo, una mujer en un grupo de hombres, un blanco en un grupo de negros,etcétera)llaman més nuestra atencién lo ‘que lleva al riesgo de generalizar a partir de casos tinicos. Aunque la mayoria de los re- visores que hemos conocido cuando hemos viajado en tren han sido amables, si nos he ‘mos tropezado con dos realmente desagradables, no es raro que nos hayamos hecho tn estereotipo negativo de los revisores. Lo mismo ocurre en el caso de los gitanos o de los inmigrantes. Ademas, aquellos que se encuentran en minorfa numérica, al ser més dis tintivos, su ntimero puede ser sobrestimados por la mayoria. Por ejemplo, en Estados Unidos menos del 05 por 100 de la poblacin se declaré musulmana en 2002 en una en- ccuesta de Gallup (Strausberg, 2003), pero la gente suele creer que son muchos més, (Otra encuesta Gallup, tambien ésta de 2002, encontré que el estadounidense medio ‘Excreotipos,preuicos diseriminaciin: el racismo 255 ‘piensa que e121 por 100 de los varones son homosexuals y el 22 por 100 de las muje SS lesbianas (Robinson, 2002) cuando entre 1 3 y el 4 por 100 de los varones y entre el Ty d2 por ciento de las mujeres tienen una orientacién homosexual (Nacional Center for Health Statistics, 1991; Smith, 1998; Tarmann, 2002). Ademas, los efectos de este “ego suclen ser reforzados por los medios de comunicacién, fomentando afin més los Sseercotipos y los prejuicios. Asi, aunque pocas veces un paciente psiquitrico comete fon asesinato, cuando lo hace, los periddicos y la televisidn subrayan que «un paciente paiquiatrico matd». Peto cuando no es paciente psiquidtrico no subrayan que no lo es ‘Algo similar ocurre en el caso de los gitanos o de los inmigrantes. ") Creencia en un mundo justo: otro de los sesgos perceptivos que coadyuvan al sur simiento y mantenimiento de los prejuicios es el llamado sesgo del mundo justo, que, ‘Como ya hemos dicho, no es sino la tendencia a creer que el mundo es justo y que, Por tanto, eada tno tiene lo que se merece y merece lo que tiene, De hecho, Lemer (Lerner y Milles, 1978: Lerner, 1980) descubris que la simple observacién de una persona a la {que se la esta haciendo sufrr injustamente es suficiente para que tal vietima parezca me- thos valiosa ¢ incluso, a veces, menos inocente. A resultados similares legaron Carli y ‘otros (1989, 1990): las victimas de violacién eran juzgadas como culpables de lo que las habia pasado. Y es que creer en un mundo justo, ereet, como a menudo se hace, que las victimas de violaciSn deben haberse comportado de manera seductora (Borgida y Brek- ke, 1985), que las esposas golpeadas deben haber provocado sus palizas (Summers y Feldman, 1984), que los pobres no merecen set mejores (Furnham y Guster, 1984), que Jos enfermos son responsables de sus enfermedades (Gruman y Sloan, 1983), permite @ Jas personas exitosas tranguilizarse a si mismas pensando que merecen lo que tienen. Los ricos y los sanos pueden ver su propia buena fortuna y el infortunio de los demas ‘como justamente merecidos. Al vincular la buena fortuna con la vitud y el infortunio on el fracaso moral, el afortunado puede sentir orgullo por sus logros y evtar respon sabilidad por el desaforeunado, lo que, ademas, le ayuda a mantener sus prejucios dado {que este sesgo los justifica, No olvidemos que ya desde nits, argumenta Lerner, se nos nseha a través de los cuentos, el cine o a televisién, que el bien es recompensado y el ‘mal castigado. La gente sucle creer, erroneamente, que, antes 0 después, la vida pone a cada uno en su sitio, Pero reparemos en que esto constituye uno de los principales pila- tes dela sociedad occidental, individualista y competitva, y, por tanto, del propio capi talismo y de su innegable éxito. ‘No es taro, pues, que la psicologia social de los prejuicios arrastre, casi desde sus inicios, des problemas muy serios. El primero es un fuerte psicologismo: no debemos {quedar satisfechos con estas explicaciones tan psicologistas (cognitivas 0 emocionales) Telos prejuicios, pues éstos son construcciones sociales, cultuales ¢historicas y existen porque cumplen unas funciones muy coneretas para el grupo (véase Appadurai, 2007; Feagin, 2006). De hecho, los prejuicios no son algo individual, sino coletivo, De ahi su ran peligrosidad y de ah también la failidad con que se traducen en conductas disc tninatorias ¢ incluso, a veces, en leyes excluyentes. Por tanto, los estereotipos y los pre- juicos cumplen un papel peligroso pero realmente esencial: constrayen wa realidad so- Cal muy conereta, que termina siendo muy real, con wnas consecuencias también may reales. Pot eso, si las razas humanas, como realidad biolégica, no existen, el racismo, Como realidad psicosocial que es, si existe, como existen también sus consecuencias de Exclusién, discriminacién y hostilidad, habiendo ocasionado millones y millones de 256 Anastasio Ovejto Bernal muertos. Y el segundo problema es el excesivo protagonismo que ha tenido el labora- torio en la investigacién del prejuicio, aunque cada vez se estan haciendo mis estudios ten la vida real, como los de Shelton y otros (2006) o los de Vorauer (2006; Vorauer y Sa kamoto, 2006), analizindose incluso el papel del prejuicio en situaciones cotidianas como has sentencias judiciales o los arrestos policiales (Correll y otros, 2002; 2007). 3, EL RACISMO: MECANISMOS Y PROCESOS PSICOLOGICOS SUBYACENTES La relacién entre prejuicio y racismo es evidente, aunque éste va més alld. El racis- mo se basa en el prejuicio, pero no siempre el prejuicio leva al racismo. Como escribe Cedric Cullingford (2003, pag. 27), «el prejucio, en su extremo patoldgico, es una de Jas manifestaciones més teribles de la naturaleza humana, Es tan penetrante como cruel, Aunque algunos argiitian que es la expresin del propio interés envuelto en for ‘mas culturales, puede, como el racismo, convertirse en un fin en si mismo, asf como en tun arma politcay. Pero se trata, ante todo, de una cuesti6n de identidad, necesidad im- periosa que tenemos de construirnos una nueva identidad sobre los despojos, inventa- Hos, delos dems, Eso es el racismo. Y su peligrosidad qued6 patente en el nazismo y el hacionalismo extremo de la Alemania hitleriana. Pero cuando se combinan nacionals- mmo y religion, el resultado puede ser verdaderamente explosive, Y luego esti la propa- ganda, el tercer pilar del proceso de construccién del racismo, sobre todo cuando se Centra en los contenides emocionales como hicieron los nazis. ‘La ONU deine el racismo como «toda distincién, exclusin, restriccién o prefe- rencia basada en motivos de raza, colo, linajeu origen nacional o étnico, que tenga por bjeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en con- Giciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas politica, econémica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida piblica». Y en huestra sociedad actual el tacismo se define ante todo por unos intensos prejuicios con- ta los inmigrantes, prejuicios que dependen primordialmente de cémo los «otros» es- tin siendo discursivamente construidos en los discursos dominantes de la sociedad (Van Die 2009, pag. 13). Y es que, aniade Van Dijk (pag, 14), el foco discursivo esta situado cn los problemas que Ellos supuestamente nos casa a nosotros, no en los problemas reales que Ellos tienen debido a Nosotros. Uno de los mayores problemas que los Otros tienen es Nuestro racismo. «Es por Nuestro-Propio racismo que muches inmigrantes no consiguen papeles, son diariamente acosados pot la polica y los burécratas, son fre- ‘cuentemente insultados, y tienen dificultades para encontrar vivienda o un empleo dk Centemente remunerado» (Van Dijk, 2009, pag. 15). Pero es que somos nosotros mis: tos los que construimos el propio concepto de inmigrante, como también hemos ‘construido el concepto de negro. La categoria tegro parece natural ya que es «eviden: ter que existe gente negra. En contra de este sentido comiin, Malcom X argumentaba ique «nosotros no somos negros y nunca lo fuimos hasta el dia en que nos trajeron aqui y hos hicieron tales». Es decir aiade Espelt (2009), los negros no existieron como tales has- {a que los europeos legaron a Africa, los seialaron con el ldo y ls dijeron: sois negros. asta aquel momento no tenia sentido hablar de negros, pues el concepto ce negroes $o- cialmente construido y atin no habia sido conscruido, Es como sien vez de haber dividido prejuicios ydiseriminacién: el racismo 21 Jen blancos, negros, amarillos ycobrizos, los hubiéramos dividido, en fun. Tr eatarura de cada persona, en raza alta, raza media y raza blanca: con el tiempo “alvidado que habiamos sido nosotros mismos los que habamos construd tal * reerfamos que era la misma naturaleza la que lo habia hecho. Y si alguien yque se trataba de un constructo ‘social seria objeto de desprecio, y le dirian: jmide ti was personas y comprobaris empiria y objetivamente que existen tales razas! Y la propia comprobacién empfrica no era sino un nuevo constructo social. No , sino interpretaciones, decia Nietzsche. lia nadie se considera racista, pues a menudo se cree que set racistas es set par- Se de mandat a los judios a las cémaras de gas 0 poco menos. Ello, como dice Ro ‘Gonzalez (1995, pag. 513), nos permite marginar, discriminar al inmigrante, sin Te percepcion de que nuestra atiudes y/o nuestros comportamicntos on en 0s inequivocamente racistas. Por otra parte, cada vez se utiliza mas el término «ra aston insulto a todos los que no piensan y/o actian como nosotros, pot lo que, sete Rodriguez Gonzilez (1995, pig, 513), «la banalizacion del rérmino “ra s” tiene efectos perversos que aconsejan ‘reducir su uso exclusivamente al sentido es- f tecnico del término». Definmoste, pues, con precision ‘Sextin Jones (1997), el racismo es una forma especial de prejuicio, pero con estos “ex manos concretos: 1) asume que ls caracterstcas del grupo social son bioléxicas: 2) seer tmbien que unas raza son biol6gicamente superiores a otras; y 3) racionaliza las ‘pescticas institucionales y culturales que formalizan la dominaci6n jerdrquica de unos vaciales sobre otros. Y sin embargo, esti perfectamente claro que la primera pre eee completamente faisa: como ya he dicho, las razas no existen (Smedley, 2006; | Seale Seles, 2005, a psu de que muchas persons sigan creyndole (ayers | enros, 2006), La raza no es sino un construct socal y politico que se ere para cum [er unas muy coneretasfunciones sociales y politcas encaminadas a justiicary legit Be Lr dominacin y explotacién de tnos grupos sociales sobre otros (Kaiser, Dyrem- ‘Bath y Hagiwara, 2006), Ademas, a menudo el racism se ha basado en el gran interés Gor muchas culeuras han tendo en mantener la «pureza de a raza» o ela pureza de san ‘> y en su gran aversin ala «mezcla de sangre». De ahi que, como ‘escribja el escritor ecano Arturo Uslar Pietr (1997), el adjetivo «mestizo» ha cargado en muchisimos Feiss y cultura con el inmenso lstre de una inmemorial connotacién negativa y hasta Eranante. Sin embargo, uniéndome a Uslar Pieri en su «elogio del mestizaje», quiero ‘SSbeavar que semejante repuclio es completamente contraro a la realidad de la historia De hecho, la historia de las culturas es la historia de la mezcla de culturas, particular ante la ruestra, Pero no es sélo que el mestizaje es una realidad, es que resulta muy fér- ‘ly beneficiosa. Pero gen qué consiste exactamente el racismo? ¢Cusles son los mecanismos psi- ‘colbgicos que le subyacen? El racismo es algo sumamente complejo, con dos dimen- Sees fanvlamentales (Van Dijk, 2009, pag. 18): una es la interaccién racista coti Gaara, que llamamos discriminacién, siendo el discurso una de esas formas de Snrcraccion racista; y la otra dimensién es la cognicién racista, que consiste en una se- Bede prejuicios racstas socialmente compartidos ¢ ideologias fundamentales subya- cee Estas copniciones tacistas constituirin la base de la discriminacién racist SF discurso vincula ambas dimensiones del racismo, por un lado, porque el discur- S raciata es tna forma de discriminacién racista como otras y, por el otro, porque 258 Anastasio Ovejeto Bernal aprendemos prejuicios e ideologias racistas a través de los discursos dominantes de la sociedad, en la medida en que también influyen sobre el discurso cotidiano de rnuestras madres y padres, familia y amigos» (Van Dijk, 2009, pig. 18). ‘Ahora bien, ges cierto lo que muchos creen de que actualmente estén disminuyen- do mucho los prejuicios? Afortunadamente si En efecto, si peguntamos alos estadou- niidenses «tendria usted algiin inconveniente en enviar a sus hijos a escuelas donde la ritad de los alumnos fueran negros?», el 90 por 100 decia en 1989 no tener ningiin in- ‘conveniente, frente al 30 por 100 en 1942. En 1942 la mayoria de los estadounidenses coincilian al responder: «Deberia haber secciones separadas para los negros en los tran- vas y en los autobuses» (Hyman y Sheatsley, 1956), sin embargo hoy dia pareceria ex- trafio incluso hacer esa pregunta. Por otra parte, en 1942 menos de un tercio de todos ls blancos (menos de un 2 por 100 en los Estados sureiios) apoyé la integracién esco- lar, mientras que tal apoyo fue ya de un 80 por 100 en 1989. En los afios 40 el prejuicio antinegro estaba tan extendido en los Estados Unidos que incluso los propios negros los tenian (Clark y Clark, 1947). Sin embargo, para saber si realmente se estan extinguien- do los prejuicios seria necesatio medirlos con items diferentes alos utilizados hace cin cuenta afios. Asi, el item «Probablemente me sentira incémodo bailando con una per- sona negra en un lugar pablico», detecta més sentimiento racial que «Probablemente ime sentiria incémodo viajando en autobtis con una persona negran. De hecho, en una ‘encuesta,s6lo el 3 por 100 de los blancos dijo que no desearia que su hijo asstiera a una «escuela integrada, pero el 57 por 100 reconacié que seria infeliz si su hijo se casaba con una persona negra (Life, 1988). Este fenémeno de mayor precio en las esferas sociales ‘mas tntiomas parece universal En resumidas cuentas, yen contra de lo que pudiera creerse, el racismo sigue sien- do hoy dia un problema. Ciertamente ha disminuido (Dasgupta, 2004; Dovidio y Gaert- ner, 2000), pero no ha desaparecido en absoluto, y lo que es mas impostante: se ha trans- formado, agazapandose tras ropajes politicamente correctos, como luego veremos. Pero lo grave del racismo, como del sexismo, es que influye en todos los émbitos de la vida y cen la calidad de vida de las personas pertenecientes a los grupos dominados. Por ejem- plo, en 2005, en los Estados Unidos, los ingresos medios de los blancos no hispanos era de 50.784 délares, el de los hispanos de 35.967 y el de los afroameticanos de 30.858 (De- Navas-Walt, Procker y Lee, 2006). Sin embargo, el salario medio de los asiticos era de 61.094. Tgualmente, el estrés es mayor en los grupos prejuiciados (Giscombe y Lobel, 2005). Ademas, la vieja correlacién entre racismo y conservadurismo se mantiene ac tualmente (Reyna y otros, 2005), sobre todo en cuanto a las actitudes hacia la accién afirmativa o discriminacién positiva. Existen datos suficientes que confirman que el prejuicio no esta disminuyendo sino que se esta transformando. Dado que hoy est muy mal visto ser racista y tener prejuicios, la gente tiende a mostrarse como no racista, aunque siga teniendo afectos y sentimientos negativos hacia los miembros de ciertos grupos. Ante esto, algunos autores afirman que las personas son conscientes de sus prejuicios, sélo que les da re paro manifestarlos piblicamente; otros, en cambio, creen que la cuestién es més compleja y que como respuesta a las fuertes campaiias que contra el prejuicio y el ra cismo estan lleviindose a cabo en las escuelas, y los medios de comunicacién, aque Ilos estan adquiriendo modalidades més sutiles (Dovidio y otros, 1992). Asi, Duncan (1976) hizo que sus sujetos, estudiantes universitarios blancos, observaran una video- 5 prjuicios y dscriminacin: el racismo 259 in de un hombre empujando ligeramente a otro durante una breve disc. Pues bien, cuando era un blanco el que empujaba a un negro, sélo el 13 por 100 el acto como «conducta violenta», frente al 73 por 100 cuando era un ‘el «empujado» por un negro. Por otra parte, cuando, en una situacién tipo alos sujetos se les pedia que utilizaran descargas eléctricas para «ensciiar> ‘area, los blancos daban las mismas descargas a una persona negra que a una ‘excepto cuando estaban enojados o cuando 1a «victima» no: tenia forma de Guign le habia dado las descargas (Crosby y otros, 1980; Rogers y Prentice 1981). La conducta discriminatoria no sale a la superficie, como sefala Myers, tuna conducta pudiera parecer prejuiciosa sino cuando es posible ocultarla ‘dela pantalla de algdin otro motivo. De hecho, hace ya casi cuarenta afios que Kinder (1971) escribian que el cacismo sélo estaba cambiando su forma de én para adaptarse a los nuevos valores de la sociedad. Y a esta nueva forma Zracismo la llamaron racismo simbélico, un tipo de racismo que ya no acepta, por ‘Excesivamente burdos, los estercotipos tradicionales sobre la inteligencia, la laborio- “Getad y la honestidad de los miembros de las minorias, ni ampoco la dscriminaci6n “abierta y directa. Por ello, afiaden Sears y Kinder, no se consideran a sf mismos ra- ‘eistas. Desde entonces se han propuesto otros términos para referirse a este racismo. “Asi, McConahay y Hough, 1976) lo llamaron «tacismo moderno», Barrer (1981) ‘ reducir los prejuicios entre madrilefios-espafoles seguidores del Real Madrid y ma Sos-latinoamericanos también seguidores del mismo equipo. De hecho, existe evi- empirica que sugiere que cl tener una identidad intragrupal comin mediatiza los efectos de las variables de la hi pétesis del contacto, incrementando los sentimientos y las conductas positivas hacia {miembros concretos del exogrupo. Mis atin, somos optimistas porque una identidad supraordinal puede iniiar unas interacciones mas abiertas y personalizadas, asi como lunasorientaciones mis cooperatias y altruists hacia les miembros del exogrupo. Aun aque la representacin cogntiva de na identidad supraordinal pueda st a menudo bre ‘ee inestable, parece que es capaz de inciar conductas que pide reciprocidad y, de esta ‘manera, puede tener consecuencias grupales mas permanentes, También pueden algunas de estas conductasiniciar procesos que pueden reduc los sexpos através de otras vias adicionals. Po eemplo, consideramos que a principal vntaja de inducir una identiad Comin es su capacidad para cambiar temporalmente el curso de las inteaccionesinter- trupalesy de incie process eintercambios constructvos tanto intergrupales como in Terpersonales de una manera que tenga electos mis duraderos para producir unas rela ‘ines mas postvas entre los grupos (Gacriner y Dovid, 2008, pig, 502). Resumiendo mucho, pocemos decit que, ala hora de estudiar a nivel experimental la seduecin del prejuicio, exsten bisicamente dos lineas: a la que tiene su origen en Estados Unidos, en concreto en G. Allport (1954a) y que recomienda el contacto entre miembros de ‘uno y otro grupo, pero con ciertas condiciones. Es la Hamada hipétesis del contacto. Basén: dose en esta tcori, a lo largo de las dada de los 80 y 90 del siglo xx se desarollaron cle rentestéenicas de aprendizaje cooperativo (Aronson yottos, 1978; Johnson y Johnson, 1975, ‘véase una revision en Ovejero, 1990) que pretendian aumentar el rendimiento del alumna: do, reduc los conflctos y mejorar las relaciones intergrupales dentro del aula, lo que hacia prever una disminucign del prejuicio tanto dentro como fuera de las escuclas, como asi se ha 266 Anastasio Ovejero Bernal demostrado; y 5) la que tiene su origen en Inglaterra, en concreto en Henti Tjfl y sus dis- cipulos, es decir, en la llamada teoria de la categorizacin y la tdentidad social, teoria que re- ‘comienda intervenciones que tompan o reordenen las fronteras entre los grupos. ‘in embargo, la reciente revisién de Palluck y Green (2009) sobre este tema es sor- prendentemente critica, concluyendo que existe una gran debilidad en la literatura entifi- ta existente, siendo las téenias de aprendizaje cooperativo las que mejor parecen reduc el prejuicio, pero que tampoco cllas han demostrado todavia ser eficaces a largo plazo en la Vida real, Como ya he dicho, los prejuicios, a causa de las importantes funciones que cum- plen, son tan dificiles de cambiar que, al menos a mi modo de ver, hace necesara la com- binacién de diferentes estrategas en un proyecto interdisciplinar bien planeado que com- bine la accisn afirmativay la discriminacién positiva, con medidas socioecondmicas y de insercién labora asi como con la ereacién de metas supraordinales, la incorporacién de identidades supragrupalesy la implementacién escolar de téeicas de aprenclzae coopera- tivo, siempre con la colaboracién de los medios de comunicacién de masas como pueden set la radio y sobre todo la televisién. Con respecto a esto iiltimo, examiné Paluck (2009) la eficacia de un programa de radio de entretenimiento en Ruanda que si consigui6 mejorat Jas mutuas percepciones entre hutus y russ asi como sus relaciones intergrupales, bien fue- ‘ra a causa de los cambios que se producian en la percepcisn de las normas sociales, como sostene Paluck (2008), 0 bien a causa ce la empatia intergrupal que se consepuia, como sos- tienen Staub y Peariman (2009) o por ambas cosas a la vez, como yo reo. En condlsiin, el preuicio es muy dill de modificar porque es un producto de inte- reses grupales incompatibles a la vez que también contribuye a «resolver» problemas psico: lbicos indivicuales, generalmente relacionados con la necesidad de identidad y con la de pertenencia, ademas de que con frecuencia no hay voluntad politica de reducirlos, lo que puede ser altamente peligroso sobre todo en el contexto de la actual ciis econdmica. Un ejemplo de lo que quiero decir lo tenemos en los acontecimientos que se produjeron en Pa- fis en 2005 y en la forma en que fueron gestionados por el gobierno galo. Después de aque- los setios disturbios, actualmente la policia ni se atreve a entrar en algunos barrios parisinos. ‘en los que algunos jévenes incluso ya no dudan en disparar,llegando incluso a organizar em boscadas contra la policia. La razén de ello, sostiene Sami Nair (2009), ¢s el rechazo por par- te del Estado a afrontar la cuestin de la intepracin social, procuciendose la amada para- doja de la inmgnacié: los inmigrarnes de la segunda generacién, nacidos ya en Europa, tienen mas problemas de integracin que sus padres, pues étos eran mas invsibles, mientras ‘que a medida que sas hijs, que no son inmigrantes sino franceses (0 ingleses, 0 espaol.) aspiran a tener los mismos empleos que los demas franceses, pot lo que, paradojicamente, serin mas rechazados que sus padres, que sf eran inmigrantes. Esta situacion, concluye Nair (2008, pag. 6), s atamente preocupante porque fortalece el ascenso ce ls integrismos co ‘munitarios y de las solidaridades émicas. Tengamos en cuenta que «un itinerario habitual de Jos lamados yihacists globals surgidos en el seno de las comunidades musulmanas inmi- _gradas a Occidente es el de jévenes que se han sentido rechazados y ‘humillados a causa de Ss origen. Entonces, el joven, a menudo con una identidad difusay en busca de un sentido para su vida, es especialmente vulnerable al discurso grandilocuente dels fundamentalistas {ue le ofrecen la posibilidad de senise integrado y de recuperar su orgullo y autocstima» (Espelt, 2009, pég.23). Nuestro racismo, pues, si no le corregimos con urgencia, seguir construyendo identidades asesinas (Maalouf, 2004) de incalculables consecuencias, en las ‘que, no lo olvidemos, nosotros tenemos una gran responstbilidad (Maalouf, 2009)

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