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STEPHEN TOULMIN COSMOPOLIS EL TRASFONDO DE LA MODERNIDAD PRESENTACION DE JOSE ENRIQUE RUIZ-DOMENEC TRADUCCION DE BERNARDO MORENO CARRILLO Ediciones Peninsula cosmépouis ADIOS AL RENACIMIENTO Alo largo del siglo xvm, este talante tan interesante fue perdiéndose poco ‘poco. Sin duda, en su propaganda pablica hecha en la década de 1660, log fundadores de la Royal Society de Londres se sirvicron de las modestas rei. vindicaciones de Francis Bacon a favor de la ciencia natural y de sus peti- Giones de ayuda financiera a Carlos II, si bien en la préctica tuvieron poco en cuenta las restrieciones que impuso Bacon los usos de la teorfa, Sea como fuere, en cuatro aspectos fundamentales los filésofos de! siglo xin arramblaron con las viejas preocupaciones del humanismo renacentista, ‘De manera particular, dejaron de interesarse seriamente por cuatro tipas Aistintos del saber pr oral, el particular, el local y el temporal. De lo oral a lo escrito Antes de 1600, tanto la ret6rica como ia légica se consideraban émbitosle- sitimos de la filosoffa. Las condiciones externas en las que los «argumen- tos»—es deci, las manifestaciones pablicas—sesultaban convincentes 4 ‘un determinado piiblico se trataban con el mismo rasero que los pasos in- ternos que habia que dar en los «argumentos» relevantes, es decir, en las concatenaciones de enunciados. Se suponia que era posible encontrar nue- vas maneras de formular argumentos teéricos en campos que eran atin me- tamente empiticos; pero nadie cuestionaba el derecho de la ret6rica a co- dearse con la légica en el canon de la filosoff, ni se trata ret6rica como una disciplina de segunda clase y, por tanto, . Este talante precartesiano contrasta fuertemente con el que se ha dado por supuesto a lo largo de la historia de la filosofia moderna, En el debate filoséfico que se inicié con Descartes, cada cual lefa las cuestiones sobre la solidez o validez de los «argumentos» como algo referido no a una manifestacién piblica ante un piiblico concreto sino a una concate= nacién de afirmaciones escritas cuya validez descansaba en sus relaciones internas. Para los filésofos modernos, lap declara qué, a quién, en qué foro y c 4 la filosofia, Segin ellos, e! mérito racional de los argumentos no puede depender de determinados datos sobre su recepcién humana, como el mérito de una prueba geométrica no dependia tampoco, para Platén, de 60 {QUff PROBLEMA PLANTEA LA MODERNIDAD? n de los diagramas adjuntos, aun cuando éstos fueran obra de un dibujante magistral. El programa de investigacién de la filosoffa mo- derna postergé, asf, todas las cuestiones sobre fa argumentacion—entre | personas concretas en situaciones concretas, acerca de casos coneretos y | allidonde hay varias cosas en juego—a favor de pruebas que podian po- nerse por escrito, y juzgarse también en cuanto escritas, - Este cambio tuvo paralelismos hist6ricos. En la antigtiedad, Platén condené el empleo de la retérica por parte de los sofistas por «hacer que el peor argumento pareciera el mejor». Aristételes salié al paso de esta acusaci6n. Para él, las cuestiones sobre las condiciones y citcunstancias en las que los argumentos resultaban interesantes eran algo que los fl6- sofos podfan abordar con la conciencia tranquil. Hasta el siglo xv1, los filésofos debatieron estas cuestiones sin la menor sensacion de que fae~ san no racionales, y mucho menos antiracionales, Peto el siglo xv dio al traste con este empeiio aristotélica y retomé la acusacién de Platdn con tanto éxito que los empleos coloquiales de la palabra «ret6rica» han resultado desde entonces sospechosos, como si las cuestiones retdricas tuvieran que ver s6lo con el empleo de trucos fraudulentos en el debate A(Incluso en nuestros dias, los estudiantes de retdrica tienen que ex- que el vérmino no es necesariamente peyorativo.) Después de la cada de 1630, la tradicién de la filosofia moderua en Europe ccciden- sal se centré en el andisis formal de cadenas de enunciados escitos més que.en los mérivos y defectos coneretos de una manifestacion persuasiva. En esta tradicidn, la recérica deja paso a la lgica formal. De lo particular a lo universal Se produjo un cambio paralelo en cuanto al aleance de la referencia filos6- fica, En la Edad Media y el Renacimiento, los tedlogos morales y los fl6~ sofos trataron las cuestiones morales basdndose en estudios de casos con- cretes, como atin ocurre en la jurispradencia y el derecho consuetudinario angloamericanos. En este sentido, siguieron los procedimientos que Aris. ‘6teles recomend6 en la tice @ Nivénacr. «El bien», leemos en un pasaje, no tiene una forma universal, independiente de la temética o sitvacion Concreta: el sano juicio moral siempre respeta las circunstancias particula- ‘es de un caso conereto», Su clara visién de la particularidad de la accién or cosméroLis: humana alimenté la préetica de la casuistica catélica y anglicana hasta alo xr, Hasta el mismo Descartes, si bien expresé la esperanza de que &tica padi war un dia el estatuto de una teorfa formal, reconocis el valor provisional de esta experiencia moral heredada. Pero, en la década de 164o Antoine Amaud, un amigo intimo del matemétjco Blaise Pascal compareci6 ante el tribunal esclesidstico de Paris a instancias de los jesut ‘as, que lo acusaban de herejfa: en su defensa, Pascal publicé una serie de Cartas provincales anGnimas. El blanco al que éstas apuntaban era el méto- do empleado por los casuistas jesuitas, basado en andlisis de «casos de con- cciencin» (cass consientae) espeetficos y concretos. Bl feroz sarcasmo em pleado en las cartas contra los jesuitas desacredits de manera duradera nitiizacién de cualquier tipo de «ética casuistica». Enel mbito de la medicina y el derecho, siguieron teniendo basta te importancia las exigencias pragmiticas del quebacer cotidiano, y anilisis de casos particulares conservé su respetabilidad intel Per partir de entonces, la casuistica sufri6 por parte de los moralistas mo desprecio general que habfa sufrido la retérica por parte de los, temélogos. En efecto, a partir de la década de 1650, Henry More yk platénicos de Cambridge consiguieron que la ética entrara 2 formar par~ te de la teorfa abstracta general, divorciada de los problemas concretos de la préctica moral y, también desde entonces, los filésofos modernos en su conjunto han venido sosteniendo que—al igual que el Bien y la bertad, o que el Espiritu y la Materia—lo Bueno y lo Justo se deben cor formar a unos principios atemporales y universales, al tiempo que cons: deraban «afiloséficose 0 poco honrados 2 cuantos escritores se centraban. en casos concretos, 0 en casos marcados por determinadas circunsta cias, (Que los tedlogos tejieran todas las redes casuisticas que quisie los filésofos morales debian moverse en un plano més general y abstra +0.) De manera que los filésofos delimitaron de nuevo su émbito de tra- bajo, y el examen exhaustivo de «casos précticos partic s> quedé des- cartado de a ética por definicién. La filosofia moral moderna no se interesarfa ya por «estudios de casos» concretos o discriminaciones mo- rales concretas, sino por los principios generales y globales de 1a teot ética. En una palabra, que los casos concretos dejaron paso a los pris pios generales. 6 20UE PROBLEMA PLANTEA (A MODERNIDAD? ‘Delo local a lo general Sobre el tercer tipo de saber préctico—es decir, sobre lo local—se pro- dujo tna contraposicién parecida. Los humanistas del siglo xvt encon- traron una importante fuente de material en la etnografia, la geografia y Ja historia, disciplinas éstas en las que el método de anilisis geomeétrico datos sobre locales, de las que se han ocupado detenidamente algunos antropélogos, como esel caso de Clifford Geertz en su libro Conocintiento local. En cam- bio, en las primeras paginas del Discurso del méiodo Descartes confiesa que habia sentido desde joven una gran fascinacién por la etnogratia y la his- toria, pero que se alegra de haber superado este pecado de juventud: «La historia es como viajar por el extranjero. Amplia la mente, pero no la profundiza». ‘A los etnégrafos no les impresionan las inconsistencias descubiertas ‘en las costumbres juridicas de los diferentes pueblos; pero los fil6sofos Tos principios generales que rigen una determinada icho, todas las disciplinas. Descartes consideré la cu- animaba a historiadores y etnégrafos como un rasgo huma~ te perdonable; pero dejé bien claro que la verdadera fica nunca resultaba de acumular experiencia de de- juos 0 casos especificos. Las exigencias de la racionali- abserac- tos y generales, capaces de englobar ¢ iluminar los casos particalares. Esta reacci6n de Descartes tiene asimismo sus paralelismos hist6ric Platén habia hablado ya de diferentes ciudades «que funcionaban ma parecidas a esas «familia infelices» de Tolstoi unas patolo- fas especificas. Los histotiadores politicos era ferencias, si ast les apetectas pero la tarea del principios generales de «salud politica» ocultos bajo las idiosincrasias lo- | cales, con objeto de arroj ‘sobre las cosas que hacen que una ciudad | sea saludable o «funcione bien». Por su parte, Aristételes tuvo una opinién: mis amplia acerca de la filosofia politica. La vida humana no se prestaba a generalizaciones abstractas. La variedad de los asuntos politicos era, segrin i, un aspecto ineludible de la vida civica y, como tal, era también muy dil para el quehacer filos6fico. Esta fue la tinica filos6fica dominante hasta el 6% cosmérous siglo xvr, Pero cuando los flésofos modemnos despacharon la etnografia y Iahistoria con el ealificativo despectivo de airrelevantes» para lainvestiga- cién verdaderamente «filoséfica», excluyeron de su quehacer particular toda wna serie de cuestiones que habian sido reconocidas anteriormente como tema legitimo de investigacién. Bs decir, que a partir de entonces la diversidad concreta dejé paso a axiomas abstractos, —~ De lo temporal a lo atemporal Finalmente, a imitacién de los te6logos medievales, los humanistas del Renacimiento dieron igual importancia a las cuestiones coneretas de la prictica jurfdica, médica o confesional que a las cuestiones abstractas de la teorfa. Todos los problemas de la préctica del derecho y la medicina son «temporales», Se refieren a unos momentos especificos en el tiem po: ahora y no después, hoy y no ayer. En dichos problemas, «el tiempo es esencial>, y, sein la formulacién de Aristételes, se dilucidan pror tn xija la ocasiOn». La decisién de un navegante de cam- biarel rambo diez grados a estribor es tan racional como los distintos pa- 308 que se dan en una deduccién matemética. Sin embargo, la racionali- dad de esta decisién no descansa solamente en célculos, sino también en Saber exindo se efectia. Puede que las sumas més relevantes se hayan realizado de manera imapecable; pero, sila accién resultante se aplazain- debidamente, la decisién result «irracionab>. Las cuestiones sobre la temporalidad de las decisiones y acciones, 0 de las declaraciones y argumentaciones, habfan sido los asuntos basicos de la filosofia precedente, Para los eraditos del siglo xv, el modelo del «quehacer racional» no era la ciencia, sino el derecho. La jurispradencia ponfa de manifiesto no solamente el vinculo que existia entre la «racio- nalidad préctica» y la «temporalidad: particular, yla fuerza ret6rica del razo- en comparacién, todos los proyectos de una filosofia, sal parecian problemiticos a los humanistas. Cien aiios después, las tornas han cambiado por completo. Para Descartes yssus su-! cesores, las cuestiones temporales no tienen ninguna importancia para la filosoffa; por eso se esfuerzan por sacar fa Juz las estructuras permanen tes que subyacen a todos los fenémenos cambiantes de la naturaleza, 64, SS ee essa eceneeeneweeqgns {QUE PROBLEMA PLANTEA LA MODERNIDAD? Asipues, los pasajeros asuntos kumanos ocupan desde el pr Jugar secundario para los filésofos modernos, o, lo que es lo mismo, é- tos relegaron aun segundo plano los asuntos de orden prictica y tempo~ ral por no Considerarlos auténticiiente «filoséficos». A partir de la dé- rudencia pueden seguir mirando ak filosofia como fuente de métodos intelectuales; pero, dentro de la f- Josoffa propiamente dicha, el derecho y la medicina desempefian un pa- pel marginal, A los fil6sofos no les interesan ya fenémenos o factores que de una manera—o en una época—diferente. A partir de la época de Descartes, la atencién se centra en principios atemporales que tigen para todas las épocas por igual, de manera que lo transitorio. deja paso 2 lo permanente. Estos cuatro cambios mentales—de fo oral a lo escrito, de lo local a Jo general, de lo particular a lo universal y de lo temporal a ral—eran distintos; pero, tomados en su contexto hist6rico tenfan ltado global sobrepasé lo que podria habe: 8 por sf solo. Todos reflejaron un abandono filosofia practica, que se alimentaba de dmbitos como la medicina clini- is de casos morales concretos, 0, si se quiere, de la fuerza retérica del razonamiento oral, en aras de tna con- cepcién tedrica de la filosofia. Los efectos de esta mutacién o desplaza- maiento fueron tan profundos y duraderos que e! resurgir de la filosofia Prictica en nuestros dias ha cogido a mucha gente por sorpresa. No es casual que el diagndstico y el aspecto procesual, la ética del caso concreto y la ret6rica, o el compendio de mximas y la postica fue~ fan marginados y cuestionados al mismo tiempo. En las disciplinas prée- > ‘cas, las cuestiones de adecuacién racional son temporales, no atempo- tales; coneretas, no abstractas; locales, no generales; y pacticulares, no universales. Preocupan a personas cuya obra gira en torno a actividades précticas y pastorales; pero los filésofos del siglo xvit se movieron en tor- no a la teorfa y carecieron de una ment p i tos para abordar tipos de problemas concretos, 0 a tadas de ‘asos, nunca han sido una preocupacién fundamental de la filosofia mo- derna, la cual se ha centrado, antes bien, en métodos abstractos y atem- Porales afin de lograr soluciones generales a problemas universales. Asi, 6s eee eee eet rd cosmérorss: Jos asuntos humanos cotidianos para privilegiar un plano supe: tosférico, en el que la navuraleza y la ética se conforman a « tractas, atemporales, generales y universales. a Por qué el centro de las preocupaciones intelectuales cambié tan drést- camente en Europa precisamente en aquella época? ¢Cémo explicar este distanciamiento, después de 1630, respecto de los aspectos orales, loca es, pasajeros y particulares de la vida y el lenguaje, y el nuevo hincapié en las argumentaciones escritas, las ideas generales y los principios abs- tractos y atemporales? Ya nos hemos referido antes a algunos de los fac- tores mas relevantes, como, por ejemplo, el auge de una cultura laica. En Ja Edad Media, el principal vehiculo de las doctrinas religiosas fue la pre- in oral, lo cual foment6 el interés por la retérica, Una vez que la pagina impresa complement6 o sustituyé al registro hablado, los erudi- ‘tos laicos se vieron capaces de leer todas las Escrituras y Comentarios por sf solos, por lo que se centraron mas en la ciones cscritas. Logicamente, los lectores lai enel trabajo pastoral que sus pre: eclesidsticos; sin duda, agitaban cuestiones relacionadas con la teorfa ética, pero sin tener ni ponsabilidad en «la cura de almas>. Los humanistas del siglo xv seguido abordando cuestiones de filosofia préctica; pero los filésofos del siglo xvu, como si hubieran formado una auténtica «intelectualidad», debatieron sobre las cuestiones tedricas desde fuera. ‘Sin duda, se necesitan més cosas para explicar por qué, tras tantos si- sos de filosofia pricrica en la estelaaristotélica, la nueva filosofiaexigié no s6io una mayor arenciGn a las cuestiones relacionadas con la tco sino incluso la exclusién de la filosofia de todas las preocupaciones pric- ticas. dk pensamiento y la conducta, y también en un plano personal. En esto tom6 la forma de una alienacién bastante conocida a finales del siglo 1%, =, que se expres6 como solipsismo en el 4mbito intelectual y como narcisis~ mo en la vida emocional. Para Mc Ja «experiencia (de la vida)» (OVE PROBLEMA PLANTEA LA MODERNIDAD? es soxperiencia (de la prima con I que cada individuo constraye un —que se merecen, se abre todo un abanico de ‘nuevas posibilidades. Ante todo, podemos desechar cualquier sugerencia en el sentido de que escritores como Erasmo, Shakespeare y Montaigne siguieron siendo (en cierto sentido) «tardomedievales» al haber vivido y escrito antes de la irrupcién del mundo «madernom, que se habria ini . ‘Los racionalistas se propusieron elevar las cucstiones de la epistemo- logia, Ia filosoffa natural y Ia metafisica hasta que quedaran fuera del al- cance del andlisis contextual pero este intento por descontextualizar la filosofia y la ciencia navural tuvo su propio contexto social e histérico, que pide ser examinado aqui detenidamente. La.reivindicacion de «fan- damentos ciertos» para nuestras creencias ha perdido su pristino atracti- vo hoy dfa, aunque sélo sea porque hubo mas cosas en juego en Ia bis- queda de la certeza racionalista de las que se reconocen en la historia de Ia ciencia yl filosofia al uso, 0 de las que hay en juego en filosofia actual, donde nos encontramos de nuevo en el punto en el que nos dejaron los humanists. Para comprender e6mo se produjo este cambio, volvamos a la situacién en la que se fraguaron y desarrollaron todas estas cosas y ha- sgimonos la siguiente pregunta: «Qué ocurrié realmente para que las setitudes europeas sufrieran una transformacin tan dristica entre 1590 y 16403. carfTuto segundo EL CONTRARRENACIMIENTO DEL SIGLO XVII ENRIQUE DE NAVARRA ¥ LA CRISIS DE FE Para empezar, conviene no infravalorar la magnitud de esta tarea. No siempre resulta patente hasta qué punto nuestra manera de pensar actual, en especial sobre la ciencia y Ia ilosoffa, sigue estando configrada por Jos presupuestos de los racionalistas. Consultemos, por ejemplo, ese li- bro de referencia francés que es La grande encydopédie en su articulo Descartes, René», escrito por Louis Liard y Paul Tannéry. Esta entra- da comienza de la manera siguiente: biograia de Descartes, cas lo nico que se precisa son dos fechas y sendos topénimos: su nacimiento, ocurrdo el 3x de marzo de 1596 en La Haya, Touraine, yeu muerte, acaecida en Estocolmo el rx de febrero de 1630. Su vida es fundamen- falmente a de un intelecto {ézprit; su verdadera vide es Is historia de sus pensa- interés por la lz {que pueden arroje sobre los acontecimientos interns de su genio. Altratar acerca de Descartes, nos dicen los autores, podemos abstraer de su contexto hist6rico 20 s6I tintas posturas ilos6ficas que éste de~ bate y las correspondientes argumentaciones que aduce, sino incluso todo su desarrollo intelectual propiamente tal. El padre de René Descartes solia lamar a su hijo mom petit philosphe. La madre murié siendo él todavia nifio, y se dice que, desde su més tier- na infancia, éte se mostr6 profundamente reflexivo. As, nos aseguran los autores, la mejor manera de captar totalmente el desarrollo de sus ideas es reconstruyendo los acontecimientos internos de su genio. No es preciso considerar los acontecimientos externos dle su vida, pues éstos no influyeron bésicamente en el devenir de sus pensamientos, un proceso puramente interno. 79

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