Homengje a Antonio de Ledn Pinelo
Sesién del 14 de julio de 1951
ANTONIO DE LEON PINELO Y SU VIDA EN AMERICA
SU TESTAMENTO Y SU OBRA
Por Ratu A. Mouina
Una de las familias que con mayor fuerza atrajo la atencién de
los grandes historiadores americanistas, es sin duda la de “Leén
Pinelo”.
No fué solamente, porque la actuacién de su progenitor, Diego
L6pez de Lisboa, en sus actividades desplegadas en Potosi, Cordoba,
Buenos Aires y Brasil, lo muestre al frente de los mayores trafican-
tes de la época, sino porque fué padre de tres hombres extraordina-
rios, que si no brillaron por su linaje, en cambio en las ciencias,
fueron tres Jumbreras de América,
Nos referimos a Juan Rodriguez de Leén, poeta y orador sa-
grado; a Antonio de Le6n Pinelo, publicista, poligrafo, jurisconsulto
y Cronista Mayor de Indias, y a Diego de Leén Pinelo, abogado,
filésofo, catedratico y Rector de ia Universidad de San Marcos, de
Lima, tres verdaderos leones de la sabiduria, en ciencias y en letras.
Es indudable la tradicién judaica de esta familia, descendiente
como era de los que un siglo antes fueron expulsados de Espafia
por los Reyes Cat6licos.
En trabajos anteriores recordamos cémo se desataron en Por-
tugal las persecuciones religiosas, a raiz de la caida de este reino
en manos de Felipe II, que oblig6 a la grey israelita a buscar refu-
gio en Flandes, Africa y 21 Nuevo Mundo.
Grandes historiadores y juristas mojaron su pluma y detuvie-
ron su pensamiento cuando al escudrifiar esta familia en la profusa
documentacién de la época adivinaron su enorme gravitacion en el
siglo XVII americano,be
Es el chileno José ‘Toribio Medina, gloria de su patria, el pri-
mero a quien debemos el venero, la fuente, inagotable, en cuyas
aguas bebieron y beben atin todos aquellos que por cualquier c:
orientan sus estudios en esta materia. A él se debe la publicacién
del proceso de Diego Lépez de Lisboa, documento imperecedero,
que ha servido de base a todos los estudios que se han referido a
esta familia.
El profesor Luis R. Altamira fué, después de Medina, el que se
ocup6 del progenitor de esta familia, cuyo estudio critico de gran
mérito publicé en el prestigioso periédico “Los Principios” de la
ciudad de Cordoba, y al afio siguiente el Dr. Luis G. Martinez Vi-
Hada, el conocido profesor, historiador y genealogista cordob
ahondaba el estudio biografico y agregaba novedosisimos y bien
fundados materiales, extraidos de la hermosa cantera documental
de los archivos de la docta ciudad.
El P. Antonio Larroui, y otros, siguieron aquella ruta y agre-
garon a su. vez nuevos datos inéditos sobre la figura del progenitor.
Pero en realidad estos estudios tenian por norte la vida de sus
hijos, especialmente de Antonio de Len Pinelo, el gran eronista y
recopilader de leyes de Indias, y de Diego de Leén Pinelo, Rector
universitario y publicista, ambos de extensas actividades cultura-
les, que conmovieron el interés americano, especialmente en la Amé-
rica latina.
A los viejos estudios de fray Diego Cisneros Archidamo, del
Mercurio Peruano de 1791, y del gran biégrafo Mendiburu, tinense
hoy los de José Antonio Eguiguren, Gabriel René Moreno, de Ratil
Porras Barrenechea, este tiltimo que Ilevé a la imprenta la obra de
Antonio de Leén El Paratso en el Nuevo Mundo, a los que deben
sumarse las publicaciones de los testamentos de Diego Lépez de
Lisboa y de su hijo Diego de Ledn, agregados al notable estudio de
Antonello Gerbi, que muestra la profundidad de las investigaciones
realizadas en el Peri.
Entre nosotros pueden recordarse el prélogo del Dr. Diego Lui
Molinari al Epitome de Antonio, de José A. Torre Revello, quien
dié las primeras noticias sobre ia existencia del manuscrito de An-
tonio Bl Paraiso det Nuevo Mundo, y que publicara notables acla-
raciones sobre la obra de Antonio en la Recopilacién de leyes de
las Indias.
Si agregamos a todo ello el descubrimiento del testamento de
Antonio, exhumado por el sefior Guillermo Lohmann Villena, pare-
ciera que muy poco podria agregarse a la suma de-las investiga-
ciones,
— 455
No obstante estos elementos éditos y otros inéditos que no
nombramos por no ser demasiado extenscs en las citas, hallados en
los archivos de nuestra ciudad y la Madre Patria, trataremos de
Menar las pocas lagunas que atin se hallan en estas vidas azaro
Pero antes de cerrar este pequefio exordio vamos a recordar
las palabras de Bartolomé Mitre, el gran historiador argentino,
cuando al tratar la persona de Antonio de Leén nos dijera
“Antonio de Leén Pinelo... considerado como jurisconsulto,
como historiador o literato, no tiene igual en América: fué el hom-
bre de letras mas notable de su época y asocié su nombre, como
Justiniano, al mas vasto monumento de la legislacién americana”
‘A la ‘terminacin de este estudio hemos de llegar a idéntica
conclusién, mas atin, después de analizar la grandeza de su espiri-
tu, puesta de relieve a través de su larga y meritoria vida, sobre
todo en ese renunciamiento al mundo, que mas parece una peni-
tencia voluntaria al servicio de la cultura en que lena el mundo
con las obras més colosales del saber humano,
eee
Buenos Aires tuvo el honor de albergarle tres veces, y ademas,
de haber sido representada y defendida ante el Supremo Consejo
de Indias por las restricciones impuestas a su comercio,
Pero no fueron solamente estos hechos los que ligaron su nom-
bre a nuestro pais. La residencia en Cérdoba del Tucumén, duran-
te su primera juventud (1605-11) y la ocasién que tuvo de defen-
der a muchos de nuestros vecinos ante el mencionado Consejo de
Indias, procesados por el delito de contrabando, son otros iantos
motivos para su recuerdo. Sus estudios universitarios realizados
en Lima y su obra dedicada al Nuevo Mundo, puesta de manifiesto
en numerosos libros escritos de su mano, lo ligan también con
lazos indestructibles.
Era hijo del capitan Diego Lopez de Lisboa, portugués, nacido
en Lisboa, y de Catalina de Esperanza Pinelo, pariente suya. Nieto
por linea de varonia de Diego Lopez de Le6n y de Clara Lovo, na-
turales del mismo lugar, muerto el primero en aras de la Inquisi-
cién, y nieto por su madre de Juan Lépez Moreyra de Reboredo,
médico mulato, quemado en el campo de Bl Rocio de Lisboa en
1608, por judio confeso, y de Blanca Botello, fallecida en Cordoba
del Tucumén, Bisnieto por linea materna-paterna de Francisco L6-
pez Bienechor y de Inés Diaz, descendiente alguno de ellos del ge-
novés Francisco Pinelo, factor que fué de la Casa de Contratacion
Se— 456 —
de Sevilla, segim se infiere, del uso de sus armas y del apellido
Nevado por esta familia.
Sobre Diego Lépez de Lisboa, el progenitor de nuestro biogra-
fiado, se han escrito notables biografias aclaratorias, entre las que
podemos citar la de José Toribio Medina, su descubridor, y la del
profesor Luis G, Martinez Villada, raz6n por la cual eliminamos su
estudio, perseguido como fué por la Inquisicién de Lima, comer
ciante de Buenos Aires, clérigo presbitero, que murié de Capellan
de la institucién de ese cardcter, fundada por el marqués D. Fran-
cisco de Pizarro, y Confesor del Arzobispo del Pert’ D. Fernando
Arias de Ugarte. Numeroscs documentos hallados por el suscripio
en los archivos de Buenos Aires han servido para aumentar consi-
derablemente la biografia mencionada y para aclarar algunas ineég-
nitas, que pronto han de ver la luz en forma de libro.
Se discute el origen y naturaleza de Antonio de Leén Pinelo,
que la tltima y mas completa biografia escrita sobre su persona
por el Dr. Rati! Porras Barrenechea, en el enjundioso prélogo al
Paraiso en el Nuevo Mundo, en que afirma su nacimiento en la ciu-
dad de Valladolid, suceso que fija en 1596, Funda su opinion en
la propia declaracién de Pinelo, formulada en sus Anales de Ma-
drid, cuando al referirse al traslado de la Corte espafiola a la ciudad
de Valladolid en 1601, nos dice que fué testigo de vista “por ser mi
patria y hallarme entonces en ella”.
Oponiase a esta tesis el sabio investigador chileno, sefior Medi-
na, que negaba su origen vallisoletano, quien sin contar con la pa
tida de nacimiento de Antonio, intuia sin embargo su nacimiento
en Lisboa, al que, segiin el mencionado autor, ocultaba por las
graves persecuciones sufridas por su padre y su familia
“Y para que se vea cudnta razdn tenia nuestro biografiado
—decfa Medina — para ocultar su nacionalidad, vamos a citar un
documento curiosisimo que demuestra cémo el tribunal de aquel
liltima ciudad (Lima) habia husmeado el olorcillo a judio de nu
tro Antonio”.
En efecto, en una carta que con fecha 31 de enero de 1631
cribfa el mencionado Tribunal de Lima al Consejo de la Inquisi-
cién de Espafia, hablndole de la Recopilacién de Aguiar y Acuha,
decia
“Cierto sefior, que echaré de ver YV.S., en la poca legalidad del
titulo 13 del Libro I, que trata de los Tribunales de la Inquisicién
y sus ministros, la poca aficién del licenciado Antonio de Leén,
abogado, que por la dicha Recopilacién, dice, es Relator del Consejo
de Indias.. pidiendo finalmente la enmienda del punto”.
ia
= 457 —
‘A esa causa atribuia Medina, con razén, que Antonio tuviera
necesidad de ostentar la naturaleza castellana y echar mano de esa
nifiez pasada en la ciudad de Valladolid.
Este punto de vista de Medina se halla confirmado hoy en for-
ma indubitable por el hallazgo de un documento fundamental en
los ‘Tribunales de Buenos Aires, cuya copia paleografica sera ag
gada a esta conferencia.
Este documento prueba acabadamente su macimiento en la ciu-
dad de Lisboa, en el ano de 1590 o a principios del siguiente.
La prueba que traemos a colacién se registra en la foja sexta,
donde al explicarse la fianza que daba su padre lo era “por ser
menor de veinte y cinco afios y mayor de veinte y uno”. Como Ia
fecha de la escritura es del 26 de junio de 1612, la de su nacimienio
se remonta en consecuencia a los afios 1590 6 91, aunque nos incli-
namos por el primero de los nombrados.
No es 6bice a la confirmacién de la tesis de Medina las decla
raciones que reiteradamente nos da el propio Antonio, y que
distinguido historiader peruano Guillermo Lohmann Villena ha pu-
blicado recientemente con motivo de la exhumacién del testamento
de nuestro biografiado, que ratifica su origen vallisoletano. Sin em-
bargo de las propias declaraciones que se registran en las fecha
se incurre en contradicciones que hacen fluctuar su nacimiento al-
rededor de dos fechas distintas: 1591 y 1595.
2A cual de ellas debemos dar la preeminencia’?
Para responder definitivamente debemos destacar dos momen-
tos por demas interesantes de su vida: antes y después de 1628.
Asi comprobamos que entre los afios 1612 y 1628, mientras su
edad no podia traerle dificultades, dijo la verdad: 1591, pero a
partir de 1628 se decide constantemente por la de 1595.
¢Por qué? ;Estaba irascordado?
La respuesta es sencilla, La muerte de Aguiar y Acufia le ha-
hia colocado al frente de la Recopilacién, y entonces pens6 en
nifiez pasada en Valladolid como la tnica salida para crearse la na-
turaleza castellana.
Empero dos argumentos fundamentales se oponen a sv
maciones.
En primer término la declaracién testamentaria de su padre,
de la cual surge con claridad meridiana que huyé de Lisboa a Va
Madolid en 1592, cuando ya habfan nacido Juan y Antonio, sus hijos
mayores, y en esa declaracién agregaba, ademas, que debian agra-
decer eternamente lo que hicieron por ellos dos tios suyos.
afir-— 458
La segunda es la declaracién de su hermano Juan, en la
expres6 que al trasladarse a Valladolid, lo hizo en compafia de
Antonio.
Luego, si Antonio nacié en 1590, y el traslado de la familia
hizo en 1592, esta clarisimo que no pudo nacer en Valladolid
1595, como bien lo contradicen los testimonios de su padre y her-
mano.
De ahi la duda de Medina, cuando calificaba de falso el aserto
de Antonio y asimismo la informacién presentada por su madre
para pasar a Buenos Aires, y también la que levantara Antonio en
nuestra ciudad en 1612, cuando emprende su viaje de estudios.
‘Antonio, pues, nacié en Lisboa entre los afios de 1590-1 y es
lastima a la verdad que nuestra prueba destruya del todo su hipo-
tética naturaleza castellana, pero es también una razén poderosa
que los prejuicios raciales, de cualquier naturaleza que sean, no
pueden enmudecer la verdad histérica. Quédenos el consuelo de
que Portugal formaba parte entonces del Imperio espafol, y que
‘Antonio, lo mismo que sus hermanos, recibieron su educacién en
el Nuevo Mundo, al que puede afirmarse adoptaron como patria,
pues a la exaltacién de aquél dedicaron todos sus afanes.
see
La vida americana de Antonio comienza a los 14 6 15 afos de
edad, al llegar a Buenos Aires con su madre, su abuela, su hermano
Juan y varios tios, protegidos por los buenos oficios del famoso
Bernardo Sanchez, “el hermano pecador” como se Hamaba a si mis
mo, quien previa una informacién falsa de limpieza de sangre y a
la influencia del marqués de Denia, obtenia de S.M. Felipe III, con
fecha 28 de enero ‘de 1604, la real licencia.
Entraba a nuestro puerto el dia 14 de marzo del afo siguiente,
a bordo de la carabela “San Antonio”, de propiedad de Juan Quin-
tero de Ocafia, luego vecino de Buenos Aires,
Es indudable que pasé a la ciudad de Cordoba de inmediato,
en la que reside por espacio de seis afios, Alli sin duda debié com-
pletar sus estudios primarios y tal vez emprender otros, bajo la
direccién del Obispo Hernando de Trejo y de los padres de la Com-
pania de Jestis.
EI mismo lo recuerda afios después en una de sus obras cuan-
do decia: que en esa ciudad “mis padres fueron encomenderos y yo
me crié”, Es seguro que en 1611 se hallara en Buenos Aires, donde
su padre asistia ya.
— 459 —
En 1612 su nombre aparece registrado en nuestra ciudad, on
una escritura de fecha 26 de junio, como hemos dicho, en la cual
fiado de su progenitor se ponia al frente de una tropa de negros
propiedad de su pariente, protector y socio de su padre, el capitan
Diego de Vega, a la que debia conducir por cuenta de este tltimo
a Potosi, la Meca del comercio espafiol de su tiempo.
Aquella tropa, constituida por 54 negros, debia levarla sin de-
tenerse en parte alguna del camino, para “venderlas y beneficiar-
las” luego con el consejo y asistencia de Rodrigo de Avila, morador
y residente de la dicha Villa Imperial, a quien iba subordinado.
Los negros serian transportados en carretas fletadas a Fran-
cisco de Molina hasta la ciudad de Santiago del Estero. Finalmente
debja de venderlas por un valor mayor a los 17.000 pesos, en que
se calculaba el costo.
El salario convenido serfa el tercio de la ganancia. Es probable
le acompajiara su hermano Juan, si como aparece por otros docu-
mentos fué también en esa fecha cuando se traslad6 al Perti
Es en esta oportunidad cuando Antonio realiz6 una informa-
cién de “cristiano viejo”, pero no hemos hallado ningtin indicio de
la misma.
Por calculos particulares creemos que Antonio debié de ganar
alrededor de los 4 6 5 mil pesos por su comisién, cantidad mas que
suficiente para costearse con holgura los estudios que pronto
bria de emprender en la Universidad de San Marcos de Lima.
Antonio debié cumplir honrosamente con la comisién y es po-
sible se trasladara de inmediato a Lima, donde ese mismo aio 0 en
los comienzos del siguiente vistiera el habito de manto dorado y
beca azul del Colegio Real de San Felipe y San Marcos, y jurara
eterna devocién a la Concepcién Inmaculada de la Virgen, pues yaa
fines de 1613 ostentaba Antonio el titulo de Maestro en Artes.
Es interesantisimo dar algunos pormenores sobre la vida uni-
versitatia de San Marcos, cuyo instituto fuera fundado por el Vi-
rrey Toledo en el afio de 1549 y recibiera la confirmacién Real de
Felipe II, acordndole los privilegios de la de Salamanca en 1572.
‘Tuvo la Universidad de San Marcos de Lima una edad de oro
en el siglo XVII, que sefala la época luminosa del Instituto y de
su claustro, en la que grandes e ilustres personalidades regentearon
Sus citedras, creadores como fueron de la cultura universitaria
americana.
La matricula univer:
privilegios fundamentales
itaria otorgaba el derecho a gozar de dos
de estudio y de voto.— 460 —
Bl privilegio de estudio se componfa de dos cursos. El primero,
el de Latinidad, que comprendia tres cdtedras: minimos, mediano
y mayores, sin el cual no podia ingresarse en ninguna facultad.
"BI segundo curso comprendia el de las Facultades: Artes, Le-
yes, Teologia y Cénones.
Los grados 0 titulos como lamamos hoy, que se otorgaban en
cada Facultad, eran cuatro: el Maestrazgo, el Bachillerato, la Li-
cenciatura y el Doctorado.
El privilegio de voto era ejereido por los estudiantes para d
signar a sus catedraticos, de la que estaban excluidos los bachilleres
y licenciados. Era secreto, estaba prohibida toda propaganda o re-
comendacién y el voto era depositado en un céntaro.
Cada estudiante tenia dos votos, uno por su calidad de estu-
diante y otro por facultad cursada. Si el curso era de tres faculta-
des, tenia ademas del voto correspondiente, dos mas por calidad.
Los catedraticos aspirantes debian leer el Libro de Catedra
ofrecido por el Rector, en cuyas lecciones debia exponer durante
hora y media delante de opositores y estudiantes, lecciones que se
repetian cada dos dias. Al final de estas lecciones, los estudiantes
elegian al que les habia impresionado mejor. Sobre este régimen,
desgraciadamente modificado en sus principios sustanciales, se dic-
t6 nuestra reforma universitaria, sin conservar el espiritu de com-
petencia y emulacién que constituia la base de aquel.
Recibido Antonio de Maestro en Artes, se inscribfa en los cur-
de las facultades de Leyes y de Cénones.
Consta que en 1619 era Licenciado en Leyes, para cuyo logro
debia de cumplir excepcionales ceremonias, antes y durante el exa-
men, donde por dos veces seguidas debia presentarse ante la mesa
examinadora para su aprobacién. Las fiestas de consagracién eran
también notables, con banquete, misica y otras ceremonias, a las
que asistian el Rector y claustro universitario con toda pompa.
Consta asimismo que Antonio de Leén fué profesor de Derecho
Pontificio y Cesareo, como lo expone en los titulos de su folleto
sobre las fiestas de la Inmaculada de 1618, Fué también sustituto
en la catedra’ de Decreto, precidndose el propio Leén de haber sido
diseipulo suyo el después Dr. Juan Blasquez Valverde.
Publicaciones modernas sobre los viejos archivos limefios nos
permiten reconstruir hoy el extraordinario elenco que formé cl
cuerpo de sus profesores, y del mismo modo el de sus condiscipulos.
Hombres notables, cuya nénima seria largo enumerar, por su extra-
ordinario brillo en la vida cultural de América.
— 48
Fueron maestros suyos, de Visperas de Leyes, y de Prima de
Cénones en 1616, el ilustre Rector y filantropo D. Feliciano de Vega
y Padilla, natural de Lima, llamado por sus coeténeos “Maestro
Universal, oraculo de su tiempo, modelo de prelados y ornamento
del sacerdocio”, que a los 21 afios salia en competencia oponiéndose
a su mismo profeesor, y triunfaba en las elecciones. Murié siendo
Arzobispo de Méjico. D. Pedro de Mufiz y Molina, Rector y cate-
dratico de Prima de Escritura Sagrada, quien tuvo el honor de pro-
aunciar un sermén en las honras de cuerpo presente de Santo To-
ribio de Mogrovejo. D. Cipriano de Medina y Juan de Soto, ambos
también rectores y catedraticos de teologia.
Gutiérrez Velasquez Altamirano, el tinico que tiene el honor
de ser nombrado por el propio Leén en su Epitome, era catedré-
tico de Visperas de Leyes, abogado notable, fué enviado a Madrid
en representacién de la ciudad de Lima, autor de un libro Del ofi-
cio y potestad del Vicario del Principe y Gobierno Universal de las
Indias, que le valiera los elogios de Gabriel de Peralta y Barnuevo
en su famoso Lima Pundada, donde nos dice:
El Veldzquez sutil, que en genio y pluna
Seré a la Hscuela Apolo, al reino Numa”.
Sustituy6 en la cdtedra de Velazquez el ilustre limefo Diego
Mesia de Zttiiga, Rector en 1625, que moria siendo Oidor de la
Audiencia de Méjico. Llamado Gran ministro de la literatura, por
sus coetdneos.
Otro talentoso limefio, el Dr. Francisco de Sosa Rengifo, com-
pafiero de estudios de Hernando de Trejo y Sanabria, el famoso
Obispo de Cordoba y precursor de la fundacién de la Universidad
de Cérdoba, fué catedratico de Instituta.
Fray Luis de Bilbao, director espiritual de Santa Rosa de Li-
ma, sucesor del padre Lorenzana en Prima de Leyes.
Francisco Ramos Galvan, Rector de la Universidad en 1623,
regented las cétedras de Instituta, Visperas de Canones y Prima
de Leyes.
E] gran tedlogo y canonista D. Pedro de Ortega y Sotomayor,
Obispo de Trujillo, en Prima y Visperas de Canones.
Fray Franeisco de la Serna, Obispo del Paraguay, jubilado en
la cdtedra de Visperas de Teologia.
Juan Larinaga de Salazar, de Decreto; el chileno Juan del
Campo Godoy, Rector en 1629 de las cétedras de Instituta y Cano-
nes; Juan Hurtado, de Decreto; Diego Pérez, de Sagrados Canones;
Melehor de Urbina, de Instituta y Visperas de Leyes, y cerramos la462
lista con Tomas de Avendafio, primer catedratico de Cédigo, nom-
prado por el principe de Esquilache en 1616, Brillantes figuras que
como una constelacién brillaban entonces en el firmamento de
Lima.
‘Mas de cincuenta condisefpules hemos podido comprobar acom-
pafiaron en sus estudios a nuestro Ledn; iuego obispos, rectores
de la Universidad, catedraticos de la misma, gobernadores, escri-
tores y noetas notables, que no podriamos nombrar sin abusar de
yuestra atencién; no obstante mencionaremos algunos para desta-
car la importancia y gravitacién de sus nombres, que como
Ignacio de Ardémburu fué uno de los grandes predicadores de
la Compaiia de Jestis; de Jacinto de Le6n Garabito, Rector de los
Colegios de la Compania de Jestis, de Oruro, Potosi y Chuquisaca,
“que tuvo don de lagrimas y murié virgen”, segtin las crénicas de
su tiempo. Su hermano Andrés, Oidor de varias audiencias, juez
pesquisidor de Buenos Aires, gobernador del Paraguay; Francisco
de Godoy, chileno, Rector de la Universidad, Obispo del Paraguay;
Pedro Machado de Chaves, que escribié la Jurisprudencia espajiola
de los tribunales, Oidor de varias audiencais; Fray Gaspar de Vi-
llarroel, famoso presidente de la Academia Antértica de Lima, ilus-
tre quitefio, agustino, autor de varios libros y famoso por su :no-
destia, Obispo de Chile y Arzobispo de Arequipa, que estuvo en
Buenos Aires,
Juan Perlin, Rector del Colegio de la Compania de Buenos
Aires, y cerramos la lista con Gaspar de Escalona y Agitero, ilustre
chuquisaquefio, autor del Gazophilatio Peruvico, que es el primer
tratado financiero americano.
No podriamos pasar adelante sin mencionar algunos pormeno-
s de la vida universitaria del Pert, que no fué, como algunos cro-
nistas nos refieren, sin euforia y sin alegria, en la cual Jos alumnos
debian concurrir diariamente a la iglesia y repetir constantemente
y de memoria extensos pasajes del latin o griego, en sombrios
avahados claustros donde se podian contar los pasos entre el mur-
mullo de las plegarias,
Nada més incierto.
La vida se desarrolla alegre, cristalina como el agua de una
cascada, entre bromas y fiestas, algunas de las cuales adquieren
singular resonancia hasta conservarse el recuerdo aun en nuestro:
dias. La legada de grandes personajes, los onomisticos de la Vir-
gen y otras fiestas religiosas daban lugar a justas literarias, a des-
files de carros alegéricos, en que pueblo y estudiantes mezclaban
alegria y entusiasmo. Sin contar con las famosas Colaciones de
— 463. —
Grados en la licenciatura y en el doctorado, cuya solemnidad, for-
mulismo y ostentacion han pasado a la historia.
La llegada del Virrey D. Francisco de Borja, principe de Es-
quilache, en 1615, dié oportunidad para que el genio festivo de la
universidad y del pueblo se expresara con regocijo, en unas justas
literarias que han pasado a la posteridad por su brillo e ingenio,
De las publicaciones que se conservan, ordenadas por Juan de
Soto, Rector de la Real Universidad, puede colegirse el agrado con
que fueron recibidas.
“Mandamos a los sutiles ingenios de nuestra alma universidad
— decfa el folleto — que en la presente ocasién den muestra de su
caudal celebrando tan feliz Hegada con dulees metros, ingenios:
poemas y vistosos jerogrificos”,
Entre los jueces de las poesias castellanas y portuguesas y lati-
nas figuraban ya Antonio de Leén Pinelo y su hermano Juan, el
primero secretario general de todas las fiestas, al lado de Juan de
Sol6rzano y Pereyra, D. Francisco de Alfaro, rectores, oidores y
catedraticos universitario:
Ws de observar la posicién aleanzada por ambos hermanos de-
bido a sus talentos, cuando figuraban al lado de las personalidades
mas destacadas del Virreynato
Fué otra fiesta también de destacado relieve la dedicada a la
Inmaculada Concepcién de la Virgen en 1618, cuya crénica nos ha
dejado Diego Cano y el propio Antonio, en que no podemos a menos
leer una estrofa que a Nuestra Sefiora dedicé nuestro biografiado
“Animo pues, Euterpe generosa,
que dé al celeste Pindo en licor puro,
fuerza a la voz, dulzura al instrumento,
luz al ingenio, al corazon aliento,
para que intente con fervor seguro
cantar la Concepcién maravillosa
de la luz, que del Sol fué limpia esposa,
y en su mente tan clara reverbera
que, a no haber Sol, por Sol su luz tuviera,
Este verso nos hace recordar a la celebérrima Academia An-
tartica, a la cual el mismo Antonio nos menciona en la relacién de
estas fiestas, cuando nos dice que Martin Salinas ejercia entonces
“la suprema presidencia del Antartico Parnaso y Archipiélago de
estos reinos”,
No se conoce ningtin estudio especializado de esta academia,
que sin duda fué famosa en su tiempo. Sin embargo se sabe la cons-— 164 —
titufa un nticleo particular de literatos, aficionados a las letras, re-
unidos para comentar sus lecturas y declamar sus poesias. Abun-
daban los maestros, algunos graduados en la Universidad y muchos
estudiantes, semejantes a las que por entonces aparecieron en Se-
villa y Madrid, como tendremos oportunidad de referirnos mas
adelante.
Se refiere también que el maestro Gaspar Villarroel, luego Ar-
zobispo de Trujillo, habia formado parte, en Tunja, pueblo de Nue-
va Granada, de una especie de academia del mismo tipo de la An-
tartica de Lima. Al llegar a esta tiltima con el licenciado Antonio
de Falc6n, trajo el modelo y bajo la presidencia de este ultimo,
comenzé sus actividades.
‘Alli, Lopez Guarnido, el portugués Duarte Fernandez, Montes
de Oca, Cedefio, Miguel Cabello Balboa, Juan de Salcedo Villalan-
dro, Pedro de Ofia, Diego de Hojeda, Juan de Portilla, Gaspar de
Villarroel “de verso altivo que ilustra su memoria’, que saludé en
verso la aparicion del Arauco domado; Diego de Avalos y Figueroa
“honor de la poesia castellana”; Luis Pérez Angel, Diego de Agui
Cristébal de Arriaga, Pedro de Carvajal y otros, que formaron e:
generacién de talentos que did a la imprenta tres hermosas com-
posiciones, hoy gloria de las letras americanas: La Cristiada del
primer épico, el P. Diego de Hojeda; la Vida de Cristo, del P. Val-
verde, y Arauco domado, de Pedro de Ona.
En este ambiente literario y cientifico, debié conocer Antonio
a todas estas ilustres personalidades y a sentir las primeras inquie-
tudes espirituales.
Cultiva la amistad de Juan Hevia Bolafios, autor de un pro-
fundo estudio sobre el comercio americano, que titulé Laberinto
del Comercio Naval y Terrestre; la del licenciado Aharén Levi,
alias Fernando de Montesinos, autor, entre otras cosas, de la famo-
sa relacin que lleva su nombre.
Naturalmente, que Le6n Pinelo no pudo escapar a ese am-
biente prefiado de maravillas naturales e intelectuales, como que
impresionada su mente por tanto relato de lo sobrenatural y ex-
traordinario, habria de escribir él mismo, afios después, una especie
de Historia Natural de las Indias, el Paraiso en el Nuevo Mundo.
Pero fué la inclinacién juridica la que decidié su vida. Pre-
ocupado por esta ciencia, robaba horas al suefio y al placer. Desde
la mafiana pasaba revista de las materias mas grves del Digesto
Viejo, comentadas por Bartiilo, y por las tardes, las del Cédigo, por
Baldo. De noche recogiase para devorar los titulos concordantes
de las Clementinas y Extravagantes, con que agotaba el Derecho
i...
ee
Can6nico, La interpretacién de la Biblia por Santo Tomé
chas de Bartolomé de las Casas en pro de la liberacién del indio,
De Soto, Vitoria, el gran maestro de Salamanca, eran objeto de
profundas meditaciones de su espiritu.
En los cursos de la Universidad de San Marcos debis apreciar
lo poco que se comentaba el Derecho Indiano, dejado de lado por la
presién ejercida por los textos del Derecho Romano y el Candnico,
estudiados hasta el agotamiento.
Debié de aprenderse de memoria a Las Partidas, de Alfonso
el Sabio, y todavia tenia tiempo para leerse todo el Derecho Mo-
derno de su época, que ha de utilizar luego en su Epitome y mas
iarde en la Recopilacién de Indias.
El método escolistico en uso en todas las universidades je obli-
gaba a estudiar los tratados, en que los profesores dividian la ma-
teria, especie de proposiciones metédicamente eslabonadas, que
requerian un ejercicio notable de la memoria, para sustentar 0
impugnarse luego durante los cursos y examen final, en que la
Biblia, la tradicién de los santos y los concilios jugaban un papel
decisivos en el Derecho Canénico.
las ly-
Asi conocié la Literatura, la Teologia y el Derecho de su tiem-
Po, que después habria de aprovechar con tanto éxito en sus publi-
caciones, donde esa sabiduria escolistica fluye tan abrumadora-
mente de sus textos.
Pero é1 esta convencido ya de la necesidad de recopilar el
Derecho Nuevo de las Indias, sabe también que desde Lima no
puede realizar la magna tarea, pues solamente una parte de la le-
gislacién ha Iegado hasta ella, y entonces el deseo de trasladarse
a la Metr6poli se hace carne en su espiritu batallador y estudioso.
Este viaje lo habria de emprender por Buenos Aires. Aprove-
cha para ello las influencias de su padre en estos lugares, a los que
Se dirige después de un corto ejercicio del Corregmiento de Oruro.
Ya en Buenos Aires, el Cabildo lo designa poco después su Procu-
rador a Cortes.
Esta representacién, cuyo estudio especializado agrego a esta
conferencia, lleva la copia fotografica de la defensa que en 1623
presentaba al Consejo de Indias.
Esta defensa es de importancia americana, pues no solamente
explica las actividades del Puerto de Buenos Aires, sino que con-
tiene atinadas referencias a la economia de todo el Nuevo Mundo,
¥ €s en ella dénde el General Bartolomé Mitre se informé para
escribir la primera parte de su gloriosa Historia de Belgrano.— 466 —
Su paso por Buenos Aires lo destaca en su libro EL Paraiso
del Nuevo Mundo, cuya pampa tuvo oportunidad de atraves
veces, observando el nimero infinito de vacas y yeguas, de las
cuales, a pesar de ello, no aleanz6 a ver “ni la ducentésima parte
de los que hay”.
Creemos por investigasiones especializadas que surgen de los
documentos, se embare6 por nuestro puerto el 24 de agosto de 16
a los 30 afios de edad, de los cuales dieciséis vividos en América
Como nuevo Colén va a tocar las puertas influyentes de la
Corte, para que lo auxilien a descubrir, a su vez, otro Nuevo Mun-
do, el mundo de sus leyes, cuyo esbozo Ievaba bajo el brazo.
Desde entonces su vida no conoce el descanso, ocupado en esa
magna obra y en otras de cardcter histérico, filos6fico y religioso,
y esta dedicacién constante lo presenta como ai mas alto receptor
de la cultura americana en todas sus :anifestaciones.
Llevaba, pues, una profunda experiencia del Nuevo Mundo,
de sus universidades, de sus hombres y de sus necesidades. Sabia
que el brillo de aquellos institutos no dependia de los claustros ini
de sus aulas, sino de sus doctores y estudiantes. Conocia las funes-
tas consecuencias de la divisin de clases y de las jerarquias here-
ditarias. Por eso crey6 necesario luchar a favor de los criollos,
pues pocas veces conseguian el premio de sus virtudes, Crefa fir-
memente que los bienes y emolumentos de las Indias debfan ser
repartidos entre ellos, por considerarlos “‘hijos legitimos y ocupar
el primer lugar”.
Con ese bagaje tornaba a Espafia el hijo del judio converso,
con grandes deseos de servir al Nuevo Mundo, por el cual confesaba
un amor de patria, por haberse educado en ella.
Cuando se lanzara en la obra maestra numerosas cédulas que
reconocian derechos al criollo y al indio, merecieron de su parie
prolija insercin, como también el privilegio universitario, en don-
de yefa el crisol poderoso de las nuevas generaciones.
ar ire
2,—Su carrera en Espaia.
Antonio de Leén egaria a Espafia en los primeros meses
de 1622.
Inscripto en la matricula de abogados ante el propio Consejo
de Indias, presentaba de inmediato los Memoriales que trafa en
su cartera: La defensa de Buenos Aires, de Potosi y de la Serena,
ademas la de los principales vecinos de nuestra ciudad complicados
en el contrabando.
— 467 —
Este estudio lo acompafio por separado como una monogratia
especial y no me detengo en su comentario, porque su sola enun-
ciacién daria materia para una conferencia independiente. En ella
acompafio los memoriales impresos, que constituyen toda una re-
velacién.
Es posible que agotara Antonio todos los medios para darse a
conocer en el Gran Consejo, especialmente munido como estaba
de cartas de recomendaci6n recogidas en el Peré, donde habia go-
zado de la amistad de sus figuras mas representativas,
Aquellas recomendaciones y la sabiduria juridica de la que
sin duda aiguna estaba adornado, debié de granjearle muy particu
larmente la amistad del Consejero D. Rodrigo de Aguiar y Acui:
encargado entonces de la tarea recopiladora.
Este acercamiento debié de producirse a raiz de su “Primer
discurso sobre la importancia y forma y disposiciones de la Reco-
pilacién de leyes de Indias Occidentales”, que en 28 fojas contenia
la explicacién de sus estudios en la materia recogidos en el Pert.
‘Tan loable debié parecerles a los miembros del alto tribunal,
que por decreto del afio 1624 se le ordenaba presentarse ante Aguiar,
con el titulo de Ayudante de aquella tarea recopiladora.
Mientras tanto, presentaba ese mismo afio de 1624 o en los
comienzos de 1625, Politica de las grandezas y gobierno del Supre-
mo Consejo de Indias, que encerraba un esbozo de su historia y de
Ta Casa de Contrataci6n, con la historia ndutica y geogréfica de las
Indias. *
Dos afios de labor de Pinelo en que revis6 las secretarfas del
Perti y Nueva Espafia en los Archivos de Simancas, dié por resul-
tado la publicacién de los Libros reales de gobierno y gracia del
Perti, con otros apuntes que titulaba Libro de remisiones, otro de
Patronato Real y otros dos con el titulo De la nobleza y estado de
las Indias, que tenia casi acabados.
Hacemos notar que en el afio de 1627 Leén debia de reunirse
con sus hermanos Ilegados de Lima ese afio, asi como la realizacién
de su matrimonio con Da. Maria de Ugarte.
Debemos destacar que no solamente eran las ciencias juridicas
las que atraian sus inquietudes, lecturas variadas de extrafios libros
que colecioné con curiosidad extraordinaria, fué causa de que pu-
blicara, en 1629, su famoso Epitome sobre ambas Indias, que Jo
Presentan como al primer bibliégrafo americano, cuyas noticias
han servido para sefialar y cotejar a la vieja libreria, fuente insos-
echada de los grandes estudios que le sucedieron.
a,
ae...= 468 —
Ya un ajio antes Aguiar habfa dado a luz los Sumarios de la
Recopilacién, donde no se puede dudar de la colaboracién personal
de Antonio.
La intensidad de los conocimientos humanistas de Antonio es
revelada en la publicacién de su obra Confirmaciones reales, edi-
tada en 1630, que comprende un estudio completo sobre la Enco-
mienda Indiana y de otras mercedes reales que requerian la con-
firmacién del monarca, libro que ha servido a Silvio Zavala y
Lewis Hancke para escribir sus notables estudios en esa materia.
Entre tanto seguia publicando defensas y memoriales, que,
como la Defensa de Ia Universidad de San Marcos, sirven hoy de
documentos irreemplazables para reconstruir su historia.
Pero su obra principal no era descuidada. En 1634 hacia pro-
mesa formal de terminar la Recopilacién de leyes en un afio ante
escritura publica, la que, censurada por Solérzano, es aprobada
en 1636.
Seria tarea infinita seguir nombrando sus 70 obras, entre me-
moriales, defensas, alegatos y libros publicados, que sern tratados
en un estudio que tengo casi acabado, hasta la publicacién de su
Paraiso en el Nuevo Mundo, que es un canto a las grandezas de
América; La vida de Santo Toribio de Mogrovejo, y una Politica
de Indias, al estilo de la famosa Politica Indiana de Solérzano, esta
iltima perdida desgraciadamente y al parecer definitivamente.
En el afio de 1658 era promovido al oficio de Ofdor de la C:
de Contratacién de Sevilla, con asistencia en Madrid, y ese aio,
era designado también en el honroso cargo de Cronista Mayor de
Indias, en reemplazo de Gilgonzdlez de Avila.
No goz6 mucho tiempo de estas prebendas, porque estos ho-
nores Ilegaron tarde en su vida, frisando ya en los 70 afios y al
borde de la tumba,
Antes de ocuparnos de su muerte, permitasenos hacer una
breve disgresién sobre ciertas actividades de Pinelo, que han pasa-
do desapercibidas a sus bidgrafos, absorbidos por tanta actividad
cultural de nuestro amigo,
3, — Bl poeta y literato. Su amistad con Lope de Vega y
Juan Ruiz de Alarcén
Bxiste un gran descuido en el estudio de Antonio de Leén
considerado como poeta.
Ni en la historia literaria de Menéndez y Pelayo, ni en el Ca-
racter de la literatura del Peri Independiente, de Luis Alberto
Sanche, ni en la Antologia de Ventura Garcia de Calderén, se men-
cionan sus composiciones.
E] Sr. Luis Antonio Eguiguren ha sido el primero que nos ha
hecho un juicio de este aspecto de su persona, cuando nos expresa
que fué més poeta que los de su tiempo en Lima, y hasta si se
quiere, més humanista, “teniendo alguna identidad con Diego Me-
jia de Fernangil, concurrente, como Pinelo, a la Academia Antar-
tiea de Lima”,
Ya hemos hablado de su paso por este tltimo instituto al co-
mentar su juventud en Lima, y hemos recordado su poema a Ia
Virgen Inmaculada, que publicé en 1618.
Debemos recordar ahora que Antonio legaria a Espafia en
los primeros meses del afio 1622, cuando Ievabase a escena la co-
media Algunas hazaias de las muchas de D. Garcia Hurtado de
Mendoza, Marqués de Canete, obra inspirada en la de Pedro de Oia,
la que lucié con aparatosa riqueza de trajes y admirables perspec-
tivas. En esta obra habia colaborado el poeta mejicano Juan Ruiz
de Alareén, que habria de de ser tan amigo de nuestro Antonio en
el transcurso de Ios afios.
Por ese entonces, reinaba en la “Reptiblica de las letras” Ja
“TInsigne Academia de Madrid”, que funcionaba en casa de D. Fran-
cisco de Mendoza, donde desfilaban los privilegiados poetas de la
€dad de oro: Lope, Quevedo, Géngora y Alarc6n; los grandes seiio-
res de la Corte: los Condes de Salinas y de Saldafia, y a la que
solian honrar los propios monareas con su presencia, y es posible
que alli nuestro Antonio Ios conociera y trata, algunos de los cua-
les Hegaron a unirse en intima amistad.
Lope de Vega, uno de ellos, estaba en aquel instante en Ia
cumbre de su gloria, poeta, el mas fecundo y universal que regis-
tran los anales del mundo, que poseyé el arte de convertir en inge-
mosa comedia a los acontecimientos mds triviales de la vida, Tan
se
uagaz y penetrante como para atraerse la fama del voluptuoso cor-= 470 —
tesano con la tierna pintura de la mujer apasionada, de su dulce
tirania, de sus caprichos enloquecedores. Afortunado en los amo-
rosos galanteos, supo arancar sus secretos al humano corazon y
hacerse duefio y absoluto senor de la escena espafiola, avasallando
todas las voluntades, como lo define un cronista de aquellos ven-
turosos dias: “Fué como impetuoso torrente que de sierra asperi-
sima se derrumba, cubre los anos y trastorna huertos y plantios
y convierte en otra la comarca; porque borré hasta el recuerdo del
teatro que le habja precedido” (3).
Esa amistad debié cefirse al arribo de Juan Rodriguez de Leén,
hermano de Antonio, por el afio de 1627, cuando en la Corte, con
famosos sermones conmoviera profundamente las almas.
Prueba de esa amistad la muestra la primera publicacién de
fusta de Antonio, su Epitome, que lleva precisamente el acta de
aprobacién de Lope de Vega, encareciéndole la publicacién de otros
libros, impresionado con su sabiduria.
A este reconocimiento de valores elevados y reciprocos y a la
noticia que tuvo de la obra recopiladora de Antonio, se debe el
encomidstico recuerdo que de ambos hermanos hace en su famosi-
simo Laurel de Apolo, poema que, como se sabe, contiene el nombre
de numerosos ingenios de la época, a muchos de los cuales elogia
sin tasa a juicio de los criticos, pero que se nos antoja no exagera
en el dirigido a nuestros amigos:
Decia de ellos el gran Lope:
“Si a Juan Rodriguez de Leén no hubiera
Dado con larga mano
El cielo otro Ledn que fué su hermano
{Quien con Le6n tan bravo compitiera?
Este en la sacra esfera
Del Sol del Evangelio resplandece
Con tan heroica accién, que el mundo admira
Y aquel con vivo espiritu engrandece
Cuanto en el Polo de Calixto mira
Febo, que de oro y plata le enriquece
Y més que el Sol los dos con tantas leyes
Del cielo y del consejo de los reyes”.
A la muerte de Lope, Antonio y Juan son invitados por D. Juan
Pérez de Montalvan a contribuir a la corona poética que con el
() D. Aureliano Fernandez Guerra y Orbe, D. Juan Ruiz de Alarcon
y Mendoza, Madrid, 1871. Obra premiada por la Real Academia Espafo:
la, pag. 460,
= 471 —
titulo de Fama Péstuma recoge 153 composiciones de los hombres
més notables de la época.
Antonio, amigo de Lope como era, toma a su vez la lira y le
dedica un poema a su memoria, titulado Coronado Principe de los
ingenios.
Con profunda erudicién aberda el tema, al ofrecernos una Aca-
demia Celestial presidida per Apolo, quien habria de ser el juez
de Lope:
Dijo Antonio:
Pareciéme que entraba en rica sala
De un palacio tan bello y sumptuoso
Que admirando cristal los chapiteles
Oro las puertas, jaspe los umbrales,
Union de piedras finas y metales,
Fabrica y frontispicio
No la materia a la labor se iguala
Ni para delinear tanto edificio
Se atrevié el arte a suministrar pinceles.
Bra una academia el sitio hermoso
Capaz teatro en cuya excelsa cumbre,
En asiento de luces eminente
Apolo presidia y ensefiaba
Y siendo tribunal lo que era escuela
Justicia hacia si preceptos daba
Que como el buen gobierno se desvela
En ensefiar obrando
Y en obras las virtudes ensefiando
Asi Apolo las veces si asistia
De presidente y de maestro hacfa
La galanura de la frase va acentuandose en la descripcién de
la escena:
Era de la academia secretario.
las obras refiriendo
Que abogados alli no se escuchaban
Porque solas las obras abogaban
Y era la sala, en fin, por todas partes
Archivo de las ciencias y las artes,
Mas adelante describia la triste y orosa entrada de Espaiia,
€penada por su pérdida.— 472 —
Como reina de Europa
Iustre Emperatriz del Nuevo Mundo,
Del Africa y del Asia horror y asombro;
El escudo real pendiente al hombro
Que adornan los castillos y los leones
Insignia militar de sus blasones,
Curioso alifio en el tocado y ropa,
Con valor sin segundo
Y con belleza extrafia
En la Academia entré la noble Espar
Luego hace un elevado elogio de la obra de Lope puesto en
boca de la nacién y lo compara con los més grandes poetas del
mundo, y da referencia de su fecunda vena.
Tres veces, cinco lustros casi enteros
Goz6 la vida este portento humano,
Su prodigiosa mano
No tan contenta de afiadir tres ceros,
A setenta y tres afios de su vida
Duplicé la partida
Y trece mil quitando desta suma
Conté los pliegos que escribié su pluma
Ciento treinta y tres mil dice la fama,
Que su patria derrama
Y asi cabe segiin la cuenta hacia
A cinco pliegos de su vida al dia
Lo que produjo Vega tan fecunda
que con vida no corta y larga vena
Dej6 la tierra de sus flores lena
Nos hemos referido ya al fameso dramaturgo mejicano, Juan
Ruiz de Alarcén, muy festejado a la llegada de Antonio a la Corte,
en 1623, como que representaba precisamente ese afo Siempre
‘ayuda ta verdad, de donde arrancaria sin duda esa simpatia ver-
dadera, que no debja abandonarles sino con la muerte.
Debi6 conocer entonces las tribulaciones del talentoso poeta,
disminuido por el blanco que ofrecia a la sdtira, su desgarbada
Joroba, en la que vaciaron su envidia no pocos de sus émulos,
hasta hacerle abandonar la carrera literaria y solicitar un cargo
en la magistratura, como nos lo refiere el Sr. D. Aureliano Fer-
nandez Guerra, en su notable biografia del poeta mejicano:
“.. helada ya por el desaliento la inspiracién y rendida las
fuerzas en una gigantesca lucha de doce afios con actores y pl-
— 473 —
blico, triunfante el gongorismo..
siempre las musas del teatro”.
Asi era en efecto; en la primera del afio 1525, daba Alareén
a Su Majestad D. Felipe IV, el Rey Poeta, un memorial en el que
suplicaba la merced de alguna ocupacién digna de sus letr:
Graduado en Salamanca de bachiller en Canones y Leyes en
1602, se recibié en la Licenciatura en la Universidad de México,
donde se opuso a diversas catedras con mucho lucimiento. Habia
desempefiado también el cargo de Teniente de gobernador de Sa-
lamanca y ejercido de abogado en la Audiencia de México. No
obstante descender de los primeros conquistadores americanos, de-
bia su fama més que a ellos, a su gran talento y letras.
El Real Consejo de Indias respondia al monarca, que si bien
por sus partes era merecedor de ser propuesto “para una pk
de asiento en las Audiencias Menores, lo ha dejado de hacer por
defecto corporal que tiene, el cual es grande para la autoridad que
ha menester representar en cosa semejante”.
El Rey Poeta movido por la piedad y justicia del reclamo, no
le abandon6, y lo empleaba de relator en el mismo Consejo.
Desde entonces Alarcén vuelve por sus prestigios universi-
tarios y se dedica de lleno a sus nuevas funciones, hasta que he-
rido de una grave dolencia que durante dos ajios le aqueja,
finalmente levado a la tumba en el afio de 1639.
Aquel compaierismo con Antonio debia de surtir sus efec-
tos, que con gran afecto le dedicaba las siestas a su amigo y ca-
marada del Consejo, horas robadas a su reposo y sosiego.
Alarc6n, conmovido por ese afecto, al redactar su testamento
lo designaba albacea del mismo, expirando al fin el 4 de agosto
de ese aio de 1639.
resolvié Alarcén abandonar para
4, — Su muerte
Hemos Hegado al fin de la vida de Antonio.
Moria D. Antonio de Leén Pinelo, el 21 de julio de 1660, en
su morada de la calle de la Magdalena, a los 70 aitos de edad, bajo
Gisposicién testamentaria olégrafa del 2 de junio del mismo aio.
Su testamento, de cuya desaparicién se lamentaban ilustres
etuditos, ha sido hallado por el infatigable e ilustre historiador
Peruano D. Guillermo Lohman Viilena, publicado en la Revista de
Indias, en el aio de 1946.
- =— 474 —
Aunque las noticias encerradas en esta pieza histériea no son
lo suficientemente explicitas en muchos de los enigmas biogr:
cos de Leén, aclaran no obstante muchas dudas, al punto de que
ya pueda revelarse la importancia universal del poligrafo.
Llama poderosamente la atencién el olvido de sus padres, so-
bre cuyos nombres pasa por alto, como sobre Ascuas, tal vez para
hacer olvidar las fuertes sospechas que sobre judaismo, le ator-
mentaron toda su vida.
Recordaba su matrimonio en 1627 con Da. Marfa de Ugarte,
la cual no trajo dote alguna, nos dice, “que por ser parienta mia
y por su virtud y buen nacimiento la quise amparar, trayendo
para ello dispensacién de Roma”.
Ignoramos cual pudo ser este parentesco, pero atento a
apellido debia de serlo muy cereano del Arzobispo Arias de Ugarte,
quien estuvo muy ligado a su padre, Diego Lépez. Seria de extra-
ordinario interés, conocer la genealogia de su esposa, que acla-
raria muchos de los enigmas en las biografias de esta familia.
De su matrimonio hubo cinco hijos; pero solo consta la exis-
tencia de dos:
1. Da. Francisca de Leén, monja profesa del Monasterio de
Santa Maria Magdalena, donde tomé el nombre de Sor Francisca
de la Encarnacién, lugar en el que moria “a principios del afio
1654”, como lo recordaba su padre.
2. D. Pedro de Leén Ugarte, que el 7 de marzo de 1655 entré
de capuchino con el nombre de fray José de Madrid, ordenado de
Evangelio en 1660, al tiempo de la muerte de su padre.
Para Antonio de Leén no hubo coronas poéticas. Las “Lagri-
mas panegiricas a la temprana muerte del poeta tedlogo insigne,
doctor Juan Pérez de Montalvan”, en que loraton 176 poetas,
habjan sobrepasado los 153 vates que tres afios antes cantaron la
Fama péstwma de Lope, pero nadie escribié una sola letra sobre
Antonio,
Tal vez a ello contribuyera la modestia, la grande y tan ca-
lumniada medestia, afirmamos, de nuestro biografiado, como que
en su testamento mandaba se hiciera su entierro con la mayor
ianeza, en un atatid, no en cama, “sino en el suelo, sin hacer altar,
ni otra ostentacién alguna, pues para mi cuerpo miserable, es de-
masiado esta honra”.
Tampoco una flor, ni el recuerdo en el mas ajeno libro.
Fué enterrado en la iglesia de Santa Maria Magdalena, al lado
de su mujer e hijos. Mand6 hacer dos lépidas, una para su mujer
— 475 —
y otra para si, con esta inscripeién: “Aqui yace Da. Maria de
Ugarte, mujer del Licenciado Antonio de Le6n Pinelo, rueguen’a
Dios por ella”, y en la propia: “Aqui yace el licenciado Antonio
de Leén Pinelo, rueguen a Dios por él”, “sin otra palabra alguna”.
Fué voluntad suya, no se inquietara ni se abriera jam
tumbas.
Y esta voluntad ha sido acatada por el que habla, que no se
ha atrevido a traeros la fotografia de sus inscripciones, para que
su voluntad sea eternamente respetada.
Un paralelo bien nitido se desprende entre las vidas de An-
tonio de Leon y Juan Ruiz de Alarcén, su gran amigo, en un punto
glorioso de sus vidas, en las que ambos sufrieron el mismo si-no.
Me refiero al defecto fisico del segundo, y defecto de nacimiento,
del primero.
‘A ese defecto corporal de Alarcén se debe que el Consejo no
lo exaltara a la magistratura judicial. Al defecto de nacimiento de
Antonio, se debe que el Consejo de Indias y el propio Rey de-
morara la publicacién de su obra maestra, para que la edicién no
fuera manchada con el nombre de un judio.
Por algo Pinelo, al ver postergada para siempre la obra de
su alma, dijo un dia: “;Y porque a honra tan heroica es accesorio
el autor que la ha escrito, aplique V. E. la atencién que bastare
a premiar tan honrosos trabajos... por si el haberse omitido a
tantos afios esta circunstancia hubiera sido causa parcial, entre
otras, de no haberse logrado lo que tanto necesitan las Indias”.
Y asi, como en la famosa sentencia saloménica, en que la
madre renuncia a su hijo, que la perversidad de otra mujer per
mitia su muerte, de igual modo Leén renunciaba al merecido titulo
de padre de la Recopilacin, si su nombre entorpecia su alum-
bramiento,
He aqui una renuncia sobre la que nadie reparé hasta hoy, y
que reivindica solemnemente a Pinelo, pues su nombre era el tinico
valor capitalizado de su vida, Y en esa renuncia debemos hoy re
conocer al tinico y verdadero autor de la heroica obra, sobre todo,
si como Salomén vosotros sabéis hacer justicia.
Y para que aquel parangén de que hablamos, nos resulte mas
exacto, reparese también, en lo que dijeron los cronistas de la
Corte, al comunicar sus respectivos fallecimientos: “En Alarcén
«poeta famoso, asi por sus comedias como por sus corcovas»”, des
tacando como una ironia aquel defecto fisico que lo persiguié hasta
la muerte. En Antonio, dijo sencillamente, “no dejé hijos capaces
de sucederle”, perg ni una sola palabra sobre su obra inmortal.— 476 —
Para Alarc6n, americano ilustre, desde hace ya un siglo re-
suena la voz de la justicia, que lo ha consagrado para la posteridad.
Pero a Antonio, atin se le discute. Nadie le ha hecho plena
justicia a las nobles prendas de su ingenio.
No escasean, sin embargo, ios que sienten la profundidad de
sus sentencias, su erudicién famosa y su amor al Nuevo Mundo.
Pero unos se escudan en la arista saliente de su filosofia, otros,
en la del historiador, quien, en sus condiciones de enciclopedista.
Nadie, sin embargo, el fiero temple de bronce, el talento del po-
ligrafo universal en sus multiples facetas. Nadie en fin, sus con-
dicicnes peéticas, ni la creacién del Derecho Indiano.
asi podriamos concluir este ensayo con ei mismo apélogo que
emplea Aureliano Fernandez Guerra, para Ruiz de Alarcon.
“Preguntado Thales de Mileto jquién era el mas sabio?, res:
pondié: El ‘Tiempo.
El Tiempo tinicamente puede descubrir el tesoro de ensehanza
literaria y deleite verdadero, y el Tiempo puede ademas decir:
Hste es por quien enmudecia Apolo y se cubria de flores el docto
y sagrado Parnaso; éste, en fin, el esclarecido hijo de Talia, el
buen hijo y a quien quiso mas, porque fué el menos venturoso.”
Nosotros diriamos de aplicarlo a Antonio, hijo de Temis, la
hija de Urano y de Gea, y la esposa de Zeus, que presidia a la
Justicia. Porque le inspiré un cédigo universal, que hoy es el
orgullo de la raza hispano-americana, y le inspiré también la Sa-
biduria, porque a él se ie deben los mejores aportes generales de
su época, para conocer el génesis de la cultura y del derecho ame-
ricanos.