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(1899 1986)
PRLOGO
[a la edicin de 1969]
Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retrica de sombra y de mrmol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latn y las trabadas fechas fatales,
la conjuncin del mrmol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de a historia
hoy detenida y nica.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueo y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasin
y dormida en la hiedra,
slo la vida existe.
El espacio y el tiempo son normas suyas,
son instrumentos mgicos del alma,
y cuando sta se apague,
se apagarn con ella el espacio, el tiempo [y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los rboles,
viento con pjaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa entre otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repeticin
infame con horror nuestros das.
Estas cosas pens en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
Inscripcin sepulcral
Para mi bisabuelo, el colonel Isidoro Surez
La Chacarita
Chacarita:
desaguadero de esa patria de Buenos Aires, cuesta final,
barrio que sobrevives a los otros, que sobremueres,
lazareto que estas en esta muerte no en la otra vida,
he odo tu palabra de caducidad y no creo en ella,
porque tu misma conviccin de angustia es acto de vida
y porque la plenitud de una sola rosa es ms que tus mrmoles.
II
La Recoleta