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ESTRATEG
D EL AR A T A
EI arte de la intriga y la conspiración en la oficina
J o e pS c h rijv e rs
E l l i b r o imn táe sl i g evndt iev e r t di deoúl l t i ma oñ o
Joep Schrijvers es holandés y ha
trabajado como asesor para muchas
grandes empresas de su país. Escribe
sobre políticas corporativas y relaciones
laborales y ha sido investigador,
gerente y consultor de empresas. Pas
buena parte del año dando conferencias
sobre desarrollo personal y psicología
del comportamiento en el mundo
laboral.
Temas de
hoy.
El contenido de este libro no podrá ser reproducido, ni total ni
parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los
Schrijvers, 2004
Prólogo................................................................................ 13
Bienvenido a las
cloacas
10
fil de los jefes y ofrecen consejos sobre cómo mantener las dis-
tancias con ellos. A menudo son lecciones de autoconfianza
ligeramente disfrazadas.
Con mi carta pretendo llegar mucho más lejos. No quiero
que sigas siendo la víctima; quiero animarte a que te lances a la
suciedad. ¿Por qué no deberías convertirte tú en un maldito jefe,
uno de esos que siempre están haciendo cálculos, sopesando
opiniones y sorteando trampas, dispuestos a delatar a los
inferiores y a hacer la pelota a los superiores siempre que se
presente la oportunidad?
La palabrería intelectual
TI
mente en el uso del vocabulario neutral propio de las disciplinas
científicas.
Gran parte de la formación actual para los negocios es poco
más que un adiestramiento lingüístico. De un día para otro la
gente empieza a utilizar términos como «paradigmas», «diseño
estratégico», «tipologías», «plan de acción», «auditorías»,
«modelos de gestión» y cosas por el estilo. Este uso del
lenguaje puede ser una bendición y un enriquecimiento para los
científicos, pero suele resultar una maldición y un
empobrecimiento para los profanos.
El lenguaje objetivo elimina toda emoción y matiz distintivo
sobre las acciones que emprende la gente. En otras palabras:
utilizan el lenguaje de un observador para describir sus propias
acciones en tanto que participantes. Aun así, no son simples
pasmarotes que miran y callan, sino participantes activos en el
mercadeo social, es decir, personas con sus vicios,
perversiones, rencores y miedos. No se debería utilizar el
vocabulario científico en tales circunstancias; más bien habría
que echar mano del lenguaje de las fábricas, el lenguaje de las
cafeterías, el lenguaje del cotilleo. En otras palabras, el lenguaje
que utilizas en casa cuando llegas cabreado del trabajo: ese
lenguaje.
La terminología cuasi científica ha traído cierto aire de
respetabilidad a los debates sobre las prácticas empresariales.
Los ha cubierto con un velo de inocencia. Ha quitado las
manchas de sangre de las paredes, barrido la suciedad del suelo
y empapelado los recovecos de las malas intenciones. En los
últimos tiempos, el aprendizaje profesional consiste más que
nada en asimilar el lenguaje de la decencia: cómo hablar con
educación y usar correctamente el tenedor y el cuchillo.
Pero ¿significa esto que nuestras empresas se han
convertido en paraísos de la decencia? ¿Hemos desterrado todo
vestigio de villanía y crueldad? ¿Ha comenzado por fin el
maravilloso proceso de humanización?
Seguro que tienen a su disposición un gran arsenal de pautas de
trabajo pulcras y convenientes, pero se enfrentan a una
existencia rutinaria que ha sido alumbrada hace muchos años.
Todo rechina y cruje: nada funciona ya. Es una situación penosa
estar metido en el fango hasta el cuello, cuando tanta gente
quiere salir reptando de allí. ¿Lo conseguirán? ¿Pueden escapar
verdaderamente? No. No pueden.
La mayoría de los profesionales se convierten simplemente
en esquizofrénicos. Llevan una doble vida. Utilizan las bonitas
palabras que la empresa quiere oír. Se les llena la boca con
expresiones como «sinceridad y transparencia», «compromiso»
o «sinergia», mienrras saben perfectamente que los directivos
se guardan para sí mismos información esencial, que el
personal dice una cosa en la cafetería y otra muy distinta en las
reuniones y que todo el mundo se afana en proteger sus
intereses, su pequeña parcela de poder.
Cuando llegan a casa se quejan y protestan indignados.
Entonces dicen lo que realmente sienten: el jefe es un cerdo, los
del departamento son unos prepotentes, los empleados sólo
piensan en sí mismos y están a años luz de conseguir la
seguridad económica que necesitan, etc. No me gustaría estar
en el lugar de los profesionales que han elegido esta ruta.
Otro grupo de profesionales se convierten en yonquis de la
felicidad: buscan la salvación intelectual entre pilas de libros de
auto-ayuda y asisten a infinidad de conferencias y congresos
carísimos, donde aprenden todo lo que hay que saber sobre
esos métodos curativos que, si son seguidos al pie de la letra,
producirán milagros en sus empresas.
Aprenden a proponerse objetivos y a diseñar planes de
acción, así como la manera de llevarlos a cabo sin perjudicar a
nadie. O descubren una nueva tipología de personas, con su
lista correspondiente de características. «Si te adaptas a las
manías de otra persona, verás que todo va sobre ruedas.» A lo
mejor también des-
cubrirán que la gente tiene un lado oscuro y empezarán a lla-
marle a eso «estar en una trampa».
¡Cuánta cursilería! «Tu mezquindad oportunista y
sadomasoquista es una verdadera trampa para ti.» Imagina por
un momento a todos esos directivos que tienen responsabilidad
sobre cientos de personas y millones de euros diciendo: «Estás
en una trampa». Entonces aprenden que hay que ayudar a
alguien a escapar de la ratonera y que la mejor manera de
hacerlo es, antes de nada, comprender sus propias trampas.
Al final terminan en brazos de gurús que lo saben todo acer-
ca de la felicidad: trabajadores felices, jefes felices, clientes
felices, accionistas felices, banqueros felices... ¡No más
desconfianzas ni recelos, no más puñaladas traperas ni
manipulaciones hasta que termines de subir los doce, veinte o
cincuenta escalones de la felicidad! ¡Ni tú ni nadie más!
No sé, no sé... Hay una cosa que no acabo de comprender
del todo: si la felicidad está ahí para que la conquistemos y no
puede ser obtenida metódicamente (al menos si confiamos en lo
que dicen los profetas), entonces, ¿por qué no la veo nunca a mi
alrededor? ¿Acaso has conocido alguna vez a un trabajador
feliz? ¿A un jefe con integridad? ¿A un compañero automotivado
y sonriente? ¡No! Los únicos que son felices son los profetas que
propagan el mensaje. Claro que... ¿quién no sería feliz teniendo
tantos discípulos y seguidores?
Todo estaría en orden si la cosa no fuese más allá y estos
profetas fueran simples charlatanes, pero el problema es mucho
más serio de lo que imaginamos. Sus métodos no son sólo
ineficaces, sino que además empeoran las cosas: aumentan la
infelicidad, el abismo se hace más grande... y sólo obtenemos
más de lo mismo.
EL LENGUAJE DE LA RATA
La auditoria
En el campo de batalla
A algunas personas les extraña que una rata tenga que dedicar
tanto tiempo a la observación y tan poco a lo que es propiamen-
te la acción. Pero así es como tiene que ser. Las buenas ratas
sólo atacarán tres veces al mes, y no más de cinco minutos
cada vez. Pero saben con seguridad que, cuando se propongan
atacar, la victoria estará asegurada. Y celebrarán su victoria en
silencio, sin comentársela a nadie.
En esta sección haremos un repaso de los escenarios en los
que se suelen producir las tramas de oficina. La gente que
conoce los campos de batalla está mejor preparada que sus
enemigos. En este punto, la parte más difícil es identificar con
claridad a las personas que están involucradas. Examinaremos
qué intereses entran en mutua competencia dentro de una
compañía.
Y si después de este capítulo todavía piensas que no puedes
hacer nada, que nada está en tus manos, deberías olvidarte del
resto de la carta.
Trucos y artimañas
¿Hay algo más satisfactorio que avanzar paso a paso hacia las
metas que te has propuesto: adquirir el mando de la empresa,
dejar fuera de juego a los compañeros que compiten contigo,
derrocar al jefe o tomar la iniciativa? Pero algo así precisa de
una completa complacencia en el fino arte de la conspiración y
de la confabulación.
Tendrás que decidir si permaneces pasivo o si reaccionas.
Tendrás que meditar sobre la táctica de apertura, el desarrollo
del juego, el momento de la verdad y la estocada final. Tendrás
que pensar qué baza debes jugar y en qué momento. Y qué
cartas te hacen falta todavía. Saber elegir el momento propicio
es la parte más difícil del plan de juego de una rata.
Medidas de precaución
Avisos
Doy por hecho que eres una persona mentalmente sana, que te
conoces a ti mismo a la perfección y que estás totalmente con-
vencido de lo que quieres y no quieres hacer. De modo que
debes asumir la total responsabilidad de cualquier acción que
realices después de leer este libro (al autor no se le pueden
pedir cuentas por ninguna de ellas). Te lo digo desde ya: no te
molestes en denunciarme o en venir a lloriquear si te despiden
del trabajo o te ponen una demanda, o si tu pareja te echa de
casa; siempre mantendré que éste nunca pretendió ser un libro
serio. Lo dicho. Bienvenido a las cloacas.
Capítulo II
La
auditoría
E l test
sínoab1.En
s E realidad, disfruto participando en los «juegos de poder»de mi
empresa.202.Siempre
S analizo con derenimiento los intereses implicadosen mi
trabajo y alrededor del mismo.213.Comprendo cómo funciona «la corte» de mi
empresa.2l4.Soy bueno en interrogatorios y entrevistas.315.Siempre se hacia
dónde voy. Conozco mis objetivos.206.Siempre planifico las cosas con
antelación.317.Sé exactamente de qué fuentes de poder puedo
disponer.21
18.Con frecuencia exteriorizo todo lo que siento y
pienso.039.Siempre busco el punto débil de los demás.41
Sí NO
A B
Total: A: . . . B: . . .
Total A + B:
Las afirmaciones
• Dirección de la compañía.
• Compra y venta de acciones.
• Plantilla obstinada.
• Miedo a trabajar en diferentes direcciones.
• Introducción de grandes cambios.
• Resistencia en la organización.
Dirás que esto habla por sí mismo; qué estúpido por mi parte
introducir un tema tan obvio en este punto de mi carta. Sí, debo
confesar que me produce cierta vergüenza, porque no quiero
aburrirte con perogrulladas... Y aun así es fundamental insistir
en que debes proponerte tus propias metas y conocer
exactamente a dónde quieres dirigirte, sin importar en qué
campo de batalla estés luchando.
Dime, ¿conoces realmente tus objetivos, aparte del que
todos tenemos de que llegue cuanto antes el fin de semana?
¿Podrías enumerármelos sin tener que pensarlo antes un buen
rato? Probablemente no. La mayoría de los profesionales
tampoco podrían. Simplemente se quedan con la boca abierta
cuando se lo preguntas.
Necesitas metas, objetivos, porque te proporcionan un buen
instrumento para determinar la estrategia y planear las tácticas.
Hay una enorme diferencia entre querer ser promocionado rápi-
damente y querer conseguir lo mejor en un plan de
prejubilaciones. Tu estrategia y tus motivaciones serán
diferentes. Si no te propones metas, es inútil ser una rata: no
tiene sentido...
Muchas compañías hoy en día animan a sus empleados a de-
sarrollar su propio plan de desarrollo personal (PDP), o un plan
de desarrollo individual, o un plan de desarrollo profesional.
Incluso reciben formación sobre esta materia por parte de algún
puñetero director de RR. HH. o por algún otro mamón elegante-
mente vestido.
Recuerda una regla: tus metas son tuyas y sólo tuyas. Nadie
más tiene ningún derecho a conocerlas. Tu jefe no es abierto
respecto a sus metas, por lo que te recomiendo mantener las
tuyas en privado y limitar tu PDP a cuestiones triviales. Los PDP
son usados por las compañías para formular sus propias metas,
que pueden no coincidir con las tuyas. Y lo que es peor: si
menos que airearlas favorezca tus planes... Y quita la segunda P
del PDR
Puntuaciones
En el campo de
batalla
Indicadores de peligro
¿Metas ambiguas?
¿Intereses contrapuestos?
¿Diferencias de valores?
¿Se avecinan cambios?
¿Trabajo imprevisible?
¿Metas ambiguas?
¿Intereses contrapuestos?
¿Diferencias de valores?
¿ Trabajo imprevisible?
¿Confidencias?
¿Ratas a bordo?
• Objetivos.
• Forrarse.
• Desarrollo profesional.
• Diversión.
• Prestigio y estatus.
• Seguridad.
• Vida privada.
• Poder.
• El enemigo de mi enemigo...
• Amor y odio.
Objetivos
Forrarse
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sa... Todo disimulando la intención de fondo: que los dueños
querían forrarse.
Desarrollo profesional
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zado el ceñir de su poder, o quizá han sido destituidos reciente-
mente. Tal y como suelen decir ellos mismos, sus ambiciones
permanecen en un estado de descanso y reflexión. Estas
personas demuestran algo que ha sido creído durante siglos:
que a una vida activa (vita activa) siempre le sigue una vida de
reflexión (vita contemplativa).
Dichas personas reciben una grata bienvenida por parte de
directivos, gente de negocios y funcionarios, siempre y cuando
hayan disfrutado de una exitosa carrera y sea agradable
tenerlos alrededor. Se convierten en buenos confidentes con los
que puedes discutir asuntos importantes sobre el corazón y el
bolsillo. No suponen ninguna amenaza, ya que su carrera está
llegando a su fin. Aquellos profesionales que saben percibir la
proximidad de la jubilación y que consiguen cambiar su visión
de las cosas obtienen un gran placer con estos últimos años de
trabajo. Si necesitas un confidente, mantén los ojos abiertos
para encontrar a alguien que esté surcando los cincuenta: la
gente de esta edad ha sacado provecho de una buena
formación, a menudo ha disfrutado de una brillante carrera y se
sabe todos los trucos de una empresa, tanto por la observación
de los demás como merced a su participación en ella.
Hay un mundo de diferencia entre estos brillantes veteranos
y ese otro grupo de viejos cobardes que parecen sufrir un
estreñimiento fruto de la edad. Toda esta panda de cornudos
sólo conoce un amor, un ídolo, al que adoran cada minuto todos
los días. Ten cuidado con ellos, porque sólo tienen una pasión
en sus vidas: ¡su pensión! Y prepárate, porque estas personas
pueden ser las peores ratas de todas.
¿Por qué? Porque están dominados por el miedo. Están asus-
tados porque a lo mejor no llegan al final, porque puede que se
hundan y desaparezcan antes de la cena de despedida que les
va a organizar la dirección de la empresa. Harán todo lo posible
para defender su único interés. Y como ya no comprenden por
más
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tiempo que hay una docena de caminos diferentes a la hora de
hacer algo, convierten todo en un asunto de vida o muerte. Son
guerreros implacables en un extraño y emocionante combate a
«todo o nada». Nos caerían simpáticos si no supusieran una
amenaza tan grande a nuestros intereses. Mantente alerta
frente a estos veteranos...
Diversión
Prestigio y estatus
Seguridad
Vida privada
Había una vez una mujer de negocios que había hecho una for-
tuna vendiendo acciones. Cuando los periodistas le preguntaron
por qué había vendido sus acciones, ella respondió que lo que le
preocupaba principalmente era asegurar una vida cómoda a sus
hijos y a los hijos de sus hijos. En el fondo, debía de estar llena
de miedo y desconfianza hacia el mundo para haber buscado la
seguridad en la venta de acciones. Si hay algo aún más
deseable que el éxito empresarial, lo es el no necesitar confiar
más en ese éxito empresarial. Ahí había alguien que definía sus
intereses como una parte de su vida privada.
Muchos empleados hacen lo mismo que los directivos y
jefes: incluso aunque utilicen el lenguaje refinado y digan que
están interesados en la compañía, en su desarrollo personal o
en algún bien más profundo, en realidad persiguen sus
ambiciones para la vida privada. Esto no va mucho más allá del
deseo de paz y tranquilidad: una casa de vacaciones en algún
lugar lejano con una cerca y una valla que los aisle del mundo
exterior. De hecho, la mayoría de la gente piensa de esta
manera.
Poder
El enemigo de mi enemigo...
Las fuentes de
poder
La organización
Inclusión o exclusión
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El poder de facilitar las
cosas
Tecnología
Formalismos
Género
Edad
Espionaje
Evaluación
puedes causar bastantes molestias a un gran número de
personas. Mediante el uso de todo tipo de técnicas de análisis y
evaluación, puedes tener a tu alcance —de una manera
completamente transparente— todo tipo de datos sobre los
demás trabajadores: rendimiento, ambición, tipo de
personalidad, rentabilidad, competencia o incompetencia, horas
trabajadas, horas de presencia, uso de Internet, uso de
teléfono... Todo a tu entera disposición.
A todas las empresas les gusta estar al tanto del comporta-
miento de sus empleados. Pero lo que es extraño es que cuanta
más independencia tengas a la hora de marcarte tus objetivos y
tus métodos de trabajo, más rígidamente serás controlado y
supervisado. Que no exista un jefe supervisor o un capataz no
implica en modo alguno que disminuya el deseo de la empresa
de saber todo lo que haya que saber sobre ti. Será más bien
que, en virtud de la eficiencia, han escogido otros métodos.
Nada infunde más miedo a una empresa que el hecho de
que cada uno realice su propia tarea sin más, de manera
independiente. Y si trabajas para una compañía que predica la
iniciativa y la autonomía, ten mucho ojo con los puestos de
vigilancia. Por lo general, se encuentran en los sistemas de
evaluación que la compañía utiliza. Que no te engañen: incluso
aunque trabajes para una de estas empresas tan modernas que
proclaman la autonomía de sus empleados, aun así estás siendo
vigilado, sin duda. Podrás ir y venir a tu gusto, pero siempre
permanecerás visible para otras personas, que podrán
intervenir cuando lo crean necesario.
Este aspecto de la evaluación tiene dos consecuencias para
ti.
Por un lado, debes intentar volverte tan invisible como pue-
das para la compañía, a menos, por supuesto, que la visibilidad
favorezca tus planes. Mantén bien separados tu trabajo y tu
vida privada; no dejes que se te note lo que realmente sientes
sobre las cosas; no comentes tus deseos más profundos.
gas más allá de las propias paredes de tu compañía: por
ejemplo, los funcionarios públicos a nivel municipal, autonómico
o estatal, a los que necesitarás tener de tu lado. ¿Y si requieres
el apoyo y la ayuda de una organización de trabajadores o de
un sindicato? ¿O quizá puedes recibir más ayuda de un grupo
étnico, de una organización de mujeres o algo por el estilo? ¿Y
qué me dices de las redes de negocio, como, por ejemplo, esos
grupos de empresarios y directivos que constantemente se
ayudan unos a otros?
Descubrirás que algunas redes de contactos son tan
inaccesibles como la mafia, pues queda excluido de ellas
cualquiera que no sea miembro de la familia. En cualquier caso,
la mayor parte de las redes tienen un carácter abierto.
Empalmes
Brujería
Arquitectura
1 1 s.
Es un espacio informal, cálido y atractivo que ofrece poca
semejanza con los habituales cuchitriles y cubículos de trabajo.
Te sientes cautivado por la arquitectura, tanto fuera como
dentro. Ya no dominan los iconos de la modernidad —cristal y
acero, transparencia, negocio—, pues han sido sustituidos por el
revival romántico: formas orgánicas, emoción, creatividad.
La manera en que se «viste» tu compañía configura un
ambiente sutil que impregna a los negocios. £1 que el edificio
sea estrictamente funcional o estéticamente agradable
transmite un determinado estilo de vida e impone actitudes,
sentimientos y una manera de trabajar.
Espectáculo
y
artimañ
I TO
En primer lugar están las actividades dirigidas
específicamente a otras personas: tu jefe, tu compañero, una
comisión de ámbito nacional, el consejo, un grupo de presión,
un concejal amigo. Con estas actividades, estás aprovechándote
en todo momento de la otra persona, exprimiéndola y
utilizándola para tus propios fines. En segundo lugar, hay trucos
que requieren la existencia de una tercera parte o facción, pues
las buenas ratas siempre tienen sus marionetas y cortesanos. Y,
en tercer lugar, están los movimientos que puedes hacer por tu
propia cuenta y riesgo, que giran en torno a aquello que dices, a
la reputación que tienes y a lo predecible que eres.
A continuación, nos ocuparemos del repertorio básico de tru-
cos y artimañas de una rata.
Soborno
Impedir la retirada
Humillación
1
correctísimos. Porque si hay algo que queremos proteger por
encima de cualquier otra cosa, es la ilusión con respecto a
nuestras buenas maneras. ¡Qué pena!
Podemos hacer un excelente uso de la táctica de la humilla-
ción en nuestra vida laboral. Déjame brindarte un par de ejem-
plos que te pueden servir de inspiración...
El primer ejemplo tiene lugar en una gran compañía que
necesita despedir a un montón de empleados por razones
económicas. Puede suceder; de hecho, suele suceder. Así es la
vida, pero en cualquier caso es un momento delicado y difícil
para todos. La compañía desea pasar el mal trago lo antes
posible, para lo cual decide enviar una carta a algunos
empleados informándoles de que son prescindibles. Otros
reciben una carta que dice lo contrario.
Esta humillación es muy ingeniosa. Decirle a la gente que no
hay más trabajo para ellos es una cosa; informarles de que son
prescindibles es otra muy distinta. Es una manera de hacer
daño a la gente, de herir su orgullo. En el fondo, es como
decirles que están de más y que no se les echará en falta. Esto,
por supuesto, infunde un nuevo tono emocional a la relación:
«No me importas», lo que en la práctica significa que la otra
persona no existe realmente. Vamos, que la táctica en cuestión
es como hacer una papilla de frutas...
Es evidente que la gente se tomó esta táctica como una
humillación: basta con fijarse en el número de marchas
repentinas que se sucedieron en la empresa. La táctica se
mostró sumamente exitosa; demasiado exitosa, de hecho,
porque demasiada gente pensó lo siguiente: si realmente no
quieren que siga aquí, será mejor que me marche. Este ejemplo
muestra a las claras de qué manera tan efectiva y peligrosa
puede ayudar el orgullo de una persona a una compañía a
conseguir sus objetivos. Quienquiera que ideara aquella táctica
debería tener, desde luego, un máster en alimañidad.
El segundo ejemplo transcurre en una empresa corriente y
moliente, y me lo contó el director en persona. Había trabajado
para esta compañía durante toda su vida, tanto en su país como
en el extranjero. Hacia el final de su carrera, cometió un error.
Se dejó contratar por el consejo internacional de directores para
investigar a un departamento interno sobre el que recaían
ciertas sospechas de amparar actividades fraudulentas: su
misión consistía en volver a poner las cosas en su sitio.
Pero entonces el consejo de directores fue derrocado, y con
él cayó también mi amigo. Dos días después del golpe, el
director del departamento sospechoso de fraude llamó a mi
amigo a su oficina y le dijo que había sido despedido por
razones económicas. El director podía proporcionarle esa
información porque oficialmente mi amigo estaba contratado en
la empresa como consultor.
Como es de suponer, mi amigo inició un proceso legal y
exigió una sustanciosa cantidad económica por daños y perjui-
cios. Su oponente presionó a uno de sus antiguos colegas para
hacer declaraciones falsas sobre su escaso rendimiento
(declaraciones que fueron refutadas con facilidad). El desenlace
fue fascinante. Justo antes de que el juez impusiera su veredicto
—y todo el mundo estaba convencido de que mi amigo iba a
ganar millones por daños y perjuicios— la compañía cambió
radicalmente de postura y canceló su despido. Un movimiento
muy astuto.
El director fue llamado a reunirse al día siguiente con la jefe
del departamento de personal, que estaba muy versada en el
arte de humillar a los empleados. Ella llegó con mucho retraso;
además, no había escritorio disponible para mi amigo, que ni
siquiera tenía acceso a Internet. Tenía que apañárselas él sólito.
La bruja del departamento de personal le dijo que en el futuro
tendría que despachar con... el director que había hecho las
declaraciones falsas.
Resumiendo esta larga historia, un arsenal entero de meca-
nismos organizativos fue desplegado para abatir a mi amigo, de
forma y manera que decidiera al final abandonar la empresa
motu proprio. Eso es lo que finalmente hizo. Contrató los servi-
cios de un abogado para poner fin a su empleo y a los daños y
perjuicios exigidos, que le fueron concedidos tal y como se
esperaba. Como sin duda habrás adivinado, la cantidad que
recibió era mucho más pequeña que en su primera demanda.
Pero no derrames ninguna lágrima por él. Las ratas no hacen
eso. Lo que ocurrió, simplemente, es que la empresa supo jugar
muy bien. Enhorabuena...
Podemos sacar nuestras propias conclusiones. Si quieres
deshacerte de alguien, humíllalo y atácalo; lesiona su
autoestima hasta que se vaya por propia voluntad. Es mucho
más barato que un proceso judicial. Y si eres directivo y tienes
un departamento de personal, déjales que hagan el trabajo
sucio por ti: concédeles el placer de actuar como verdugos de
empresa.
Sólo un ejemplo más del mismo tipo: en esta ocasión se tra-
ta de un profesor de matemáticas en un instituto de secundaria.
El pobre hombre está quemado y no puede seguir tirando de
entusiasmo para enseñarles a los chicos los fundamentos de las
matemáticas. Todo lo que consigue hacer es estar en
permanente conflicto con ellos. El director del instituto, que fue
quien me contó esta historia, lo había intentado todo: charlas
personales, clases particulares, indemnización por despido...
Nada servía. El hombre no quería irse y resultaría casi imposible
echarle. Estaba obsesionado con llegar a la edad de jubilación.
El director fingía estar desesperado, sus ojos relucían con
inteligencia:
—¿Qué podría hacer?
—Tú sabrás... —contesté.
—La única solución es darle al hombre una baja por enfer-
medad antes de las vacaciones de verano. Por una larga tempo-
rada. Con todo tipo de problemas físicos y mentales. De esta
manera, se volverá completamente inválido. Y eso es lo que voy a
hacer. Voy a destrozarle. Humillarle. Le reservaré todas las tareas
desagradables. Elaboraré para él un horario agotador. Le obligaré a
presentar un informe todos los días. Lo voy a destruir mentalmente.
Se tiene que ir. Y si tiene que ser de esta manera, así será.
Por alguna razón, respaldo la decisión tomada por el director; es
obvio que se trata del trabajo de una rata: humillar y atacar al
prójimo a fin de conseguir tus metas personales.
Abrir frentes
Cúmulo de pruebas
Tomar represalias
Filtraciones y cotilleos
Formando lobbies
Mentiras verosímiles
Una buena rata es una artista de las palabras: las utiliza para
convertir el fracaso más deprimente en el éxito más clamoroso.
Con frecuencia te encontrarás en situaciones en las que tienes
que dar explicaciones sobre ciertos acontecimientos, planes y
decisiones. Algunas personas te exigirán que lo hagas de una
manera directa. Otras, más inteligentes, darán un hábil rodeo
para hacerte decir aquello que habrías preferido mantener en
silencio.
En esta «guerra de guerrillas» de oficina, cuanto más control
tengas sobre aquello que dices y callas, mejor. Piensa detenida-
mente antes de confiar en los demás. Es raro que los secretos
permanezcan en secreto durante mucho tiempo.
La técnica no consiste en mentir descaradamente, sino en
utilizar el mayor número de palabras que puedas para decir lo
menos posible sobre aquello que te traes entre manos. Como
rata de verdad, como político, directivo o manager
experimentado, sin
14S
duda ya habrás descubierto algunos trucos. Aquí tienes algunos
para usar en caso de emergencia:
Ser impredecible
Borrar huellas
Érase una vez un reino muy, muy lejano que tenía un montón
de grandes empresas trabajando en su reconstrucción. El traba-
jo no era una mina de oro para ninguna de ellas, pero podían
desplumar al estúpido gobierno de turno con facturas infladísi-
mas y sobornando a diversos funcionarios para que les ayuda-
ran a sortear las irritantes leyes. De esta manera, conseguían
forrarse.
Llegado este punto podrías decir que éste es un ejemplo de
verdadera labor de rata y que deberíamos quitarnos el
sombrero ante estas empresas. Excepto —¡vaya por Dios!— que
ellos fueron lo suficientemente estúpidos como para mantener
una doble contabilidad de todos sus negocios porque tenían
miedo de ser pillados en actividades fraudulentas. Puedes
estafar a tu oponente, pero no a cada uno de los otros.
Estúpido, estúpido.
Como puedes ver, en aquel país había un cabeza de turco
que escenificaba un drama sobre la venganza. Los empleados
de la empresa te podían contar los rumores que circulaban por
allí, y todas las máquinas de triturar papeles del país habían
didas, pues mucha gente las había estado utilizando sin parar
durante semanas, para eliminar todas las huellas.
Asegúrate siempre de que tu honor no pueda ser puesto en
entredicho. Por ejemplo: no olvides en la fotocopiadora tus ano-
taciones sobre la próxima conspiración. (Yo lo hice una vez y
supuso un borrón en mi intachable historial de criatura
manipuladora. Huelga decir que, en el fondo, este apelativo lo
considero un cumplido.)
Llegado este punto, ya sabes todo lo que hay que saber sobre
intereses, fuentes de poder y tácticas. Pronto llegará el momen-
to en que tendrás que reunir todas las piezas, armarte de valor
y tomar parte en el juego. En este capítulo nos vamos a ocupar,
precisamente, del juego y de los distintos momentos en que
éste consiste, para que así puedas tener una mejor visión de
conjunto.
Lo que hace tan difícil a veces el juego de la rata es que la
batalla puede convertirse en un proceso interminable, en cuyo
caso se experimentan de una manera inconexa y fragmentaria
las distintas refriegas que la componen. Por eso yo te aconseja-
ría que de vez de cuando te pares, te tomes un tiempo de refle-
xión y trates de hacerte una visión de conjunto de lo que está
sucediendo. Eso es exactamente lo que hacen los directores de
teatro cuando preparan una nueva obra: sitúan todas las esce-
nas en conexión unas con otras, reuniéndolas en un todo, para
conseguir una mejor idea de la obra en su conjunto. Tú también
tendrás que hacer esto, al menos mentalmente, con el obs-
táculo añadido de no saber cómo va a terminar la obra. Tal y
como ocurre con gran parte de las experiencias humanas, sólo
se puede contar la historia entera cuando ésta ya ha pasado; es
decir, mediante una mirada retrospectiva. De igual manera, es
una actitud sensata y prudente seguir planteándose en todo
momento qué está ocurriendo mientras uno se pregunta sin
parar: «¿Lo comprendo de verdad? ¿Lo comprendo ahora?» Esta
actitud te mantendrá atento y al corriente de todo lo que suce-
de a tu alrededor.
Yo Jefe
Grados de alimañidad
La táctica de apertura
Valorar la situación
El desgaste
Acelerar y demorar
Orquestación
• Impaciencia
• Cobardía
Ganar y perder
Un paseo por la
tradición
11. Thomas J. Reese, Inside the Vatican: The politics and organization
of the Catholic Church [Dentro del Vaticano. La política y organización de La
Iglesia católica], Harvard University Press, 1 998.
fuese una enorme multinacional: se presentaron los libros canó-
nicos; se establecieron normas para el reconocimiento oficial de
aquellos que pudieran desempeñar ciertas funciones y cere-
monias; se creó el sacerdocio; el latín fue designado como idio-
ma de la liturgia, y legislaron sobre las reuniones. En nuestro
lenguaje refinado de hoy, diríamos que la organización implantó
una misión, una visión, y normativizó los procedimientos e
informes para lograr que todo el mundo se moviera en la misma
dirección y bloqueara cualquier posibilidad de variaciones
espontáneas.
Para nosotros, que somos ratas, esta tradición es muy
importante. Nuestra tarea consiste en ampliar las posibilidades
que se abren ante nosotros mientras reducimos aquellas que
están disponibles para los demás. Y si los jefes y sus consejeros
nos fastidian con sus visiones, misiones y valores en la
empresa, entonces deberíamos gritar: «¡Así que estás
intentando limitar mis posibilidades!». Mientras todo esto le
venga bien a nuestros intereses, no hay nada de lo que
preocuparse. Pero si va contra nuestros intereses y restringe
nuestras acciones, entonces ha llegado el momento de que la
rata empiece a jugar.
Desarrollo de habilidades
Dependencias sociales
El ser