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IVIMOS en una época en ta que lo caracteristico es el desflecamiento de nuestra identidad, y quicn logra un perfil nitido y aparece dotado del carisma del personaje debe estar preparado ante el hecho de la imposibilidad de mantenerlo camo rasgo definitorio durante toda su vida. Los diferentes capitulos de este, libro abordan una serie de aspectos relativos a la idea del personaje, En la TEORIA DEL PERSONAJE el compilador CARLOS CAS- TILLA DEL PINO— trata los aspectos generales del problema. SAL- VADOR GINER y MANUEL PEREZ IRUELA nos mucstran ¢8, La manufactura del carisma el proceso mediante el cual el hombre publico se hace a si mismo, dotindose de la categoria de perronaje y apareciendo revestido de lo que, desde Max Weber. se ha denomi- nado carisma. Ante la cuestién de quienes han sido personajes en las distintas etapas de la sociedad contemporinea, MAGDALENA MORA ha tratado de responder en La construccidu de ta identidad en personaje novelistico mediante el estuidio de dos casos conerstos; Madame Bovary y La Regenta. JOSE MARIA DIEZ BORQUE fe- visa la teoria general del personaje en el drama uel sigh de oro, ademas de abordar el apasionante tema de la simbiows persona-pers , sonaje-actor. Utilizando a Unamuno y a Freud, ANDRES TORNOS plantea la crisis del yo intimo en ET personuje religwso. Finalmente, Carlos Thiebaut sugiere un punto de vista av tants antropoldgica, cuando menos no estrictams Ke antropologico cuunta, ademas, hist rico, centrandose, ante todo, en la actualidad, en cb cardcter complejo de la subjetividad moderna y postmoderna Alianza Editorial Cubierta: Daniel Gul ria del personaje Comipilacion de Alianza Universidad Carlos Castilla del Pino, José M.? Diez Borque, Salvador Giner, Manuel Pérez Iruela, Magdalena Mora, Carlos Thiebaut y Andrés Tornos Teoria del personaje Compilacién de Carlos Castilla del Pino Alianza Editorial Teorfg del pergonaje © Carl Cail det Pin, Joné M-* Dice org, Salvador Ger, Mansel Pe Ios, Magineea Moca, Calo Thibaut,Anieés Toros ée i comic: Carlos Casilla del Piso (© Alene Batra, S.A, Mi 1989 Gale Min, 38, 2808 Maid ele 2000 45 ISBN: 8420626198 Depo lea: M. 38.9951999 ‘Compuesto en Fesndades Choad, 5. I Iimpeso en vel Los Lane, nave 6. uname (Mads) Printed i Spin INDICE Prefacio ntroducciéa, Carlos Castilla del Pino... 6.0 +++ e+ 0 L 6 1a consirucin del self la sobreconstrucin del pe sonaje, Carlos Castilla del Pino .. . La manufactura del carisma, Salvador Giner y Manuel Pérez Iruela ... El personaje religioso, Andrés Tornos ‘La consiruccién de la identidad en el personaje novelfstico: ‘Madarse Bovery (1857) y La Regenta (1884-1885), Mas daleoa Mora ... ; Notas sobre la critica del personaje en la comedia espaiiole del siglo de oro, José Maria Diez Borque Sujeto complejo, identidad narrativa, modernidad del su, Carlos Thiebaut . _ it 24 39. 61 6 7 PREFACIO Sc retinen en este volumen las seis conferencias que constituyen cl seminatio'de Antropologfs de la Conducta del verano de 1988, en San Roque, bajo el patrocinio de la Universidad de Cédiz, la Dipu- tacién también de Cédiz y el Ayuntamiento de San Roque. El t(tulo del seminario fue Teorfa del Personaje. Aunque el micleo temético de cada capitulo 0 ensayo es el mismo que all se impartié, cada uno de los coleboradores nos hemos permitido modificar Ia exposicién que se hiciera. Por eso, no conservan el carécter oral y el conjunto es una reelaboracién total. Ello se debe, también, al hecho de que las discusiones habidas derivaron muchas veces en cambios de los puntos de vista que inicialmente sostenfa cada expositor. A todos cuantos participaron como conferenciantes, y también a los que, como oyentes, oftecieron puntos de vista y matizaciones que sin ninguna duda enriquecieron el dmbito del seminario, les quedo agradecidos. Doy las gracias a las instituciones mencionadas que hacen posi- ble cada afio estos seminarios, y especialmente al vicerrector de la Universidad de Cédiz, profesor Rames Ortega, con quien, de manera concreta, me correspond entenderme a la hora de Ja organizacién y coordinacién del seminatio. Carlos Casita DEL P1No ‘Cérdoba. Enero 1989 INTRODUCCION Carros Castinta DEL Privo Se ha dicho que nuestra época se caractetiza por esta forma expe cifica de retraimiento que ha sido denominada con el anglicismo pri- vacidad. Esto es cierto; desde Tocqueville, se cortelaciona la privacidad con el- estado democrético. Entre nosotros, que casi por primera vez estrenamos democracia, se ha tenido ocasién de detectar este fené- meno, muy distinto de ia inhibicién que acaecia en muchos ciudedanos durante el antiguo régimen. Una cosa es la privacidad y otra la inhibi- cién, esa forma activa del no decir, no actuar, incluso no saber, lo cual, como es fécil descubrir, entrafia un no querer hablar, no querer actuar, no querer saber. Hoy estén en lo privado muchos de los que, Por entonces, no estaban inhibidos; y a la inversa: muchos de los inhibidos de entonces se han apresurado a ocupar un espacio piblico. Son, en mayor o menor medida, hombres piblicos; algunos de ellos, 1no todos ni mucho menos, personajes. Pero hay otros hombtes que son notorios y, por esta taz6n, publi cos que no pueden identificarse con lo que habitualmente se entiende como por parte del actor, por el del director escénico, y por supuesto del espectador. Usando de Unamuno y de Freud, Andrés Tornos plentea un problema de un interés extraordinatio. Tras advertir que todo perso- naje precisa de su escenario, de su piblico, que lo re-crea al tiempo que el propio personaje se crea, la crisis del yo intimo era de esperar. No hay, no puede haber un yo al margen de lo que los demés consi- deran mi yo, porque ese yo s6lo pensado, silo imaginado se vacia, como un ensuefio, como un yo sofiado (pero despierto, es decir, fan- taseado). Eso es precisamente lo que le he de ocurrie al delirante, que vive su identidad fantaseada, al margen de los demés, sin esperar a que los demés se la confirmen o desconfirmen, Don Quijote se forja su identidad desde dentro y s6lo desde dentro de sf mismo, y 4 continuacién actéa, es decir, se exterioriza, Y nada valen contra ella los recursos des-identificadores de los demés, los avisos (de San- cho, del Ama y la Sobrina, del Cura y el Barbero —«mire vuesa merced que. ..»—). Don Quijote puede decit en alta voz «yo sé quien soy», y no precisa de nadie para re-conocerse, porque ya se es cono- ido por s{ mismo. Ahora bien, esa relacién con un otto tras la que surge el yo de cada cual, lo que somos para nosotros mismos porque ‘somos para los demas, no requiere que esos otros sean necesariamente entidades empfticas. Dios no es empirico ni siquiera para el creyente, pero en tanto la relacién con Dios es religidn, el cteyente es, respecto de El, uno de estos tres personajes posibles: el santo, que vive la relacién con Dios en su intsinseca intimidad; el jerarca, que vive la relacién con Dios como funcién y, por tanto, él mismo se vive como funcionatio; y, por sltimo, el sacerdote, que se desdobla entre el ‘santo (por lo que tiene de relacién intima con Dios) y el jerarca (en la medida en que ha de ser, o ha de hacer de, funcionario). Para el santo, Dios es suficiente, es ef Otro suficiente, el que basta para la relacién tinica, la que le he de conferis su identidad y, para los demés, .su hiperidentided de santo, Pienso que ello se visualiza notoriamente en el mfstico, en San Juan de la Cruz, en Santa Teresa, més inch so en el primero: le basta Dios para el logro de su identidad, y desde la identidad obtenida en su relacién con El, aparece dotado de la hipetidentidad de santo para unos, de heterodoxos para otros. ¥ al margen de esto, una cuestién que devolveria a Tornos: gcémo es posible que el santo, forjada su identidad en su relaciéa con un ente | | 8 Carlos Castilla del Pino no empirico como Dios, no sea, sin embargo, homologable al psic6- tico, que también forja’ su identidad en relaciéa con entidades no empiticas? A mi modo de ver, lo que ocurre en el creyente es que su felacién con Dios no deriva en identidad de santo —no se inventa ser santo, no se cree santo, como Alonso Quijano se cree Don Qui- jote, y cuando se la inventa es ya psicdtico—, sino que esa identidad de santo le viene dada, por decitlo asf, por afiadidura, como tegalada pot los demés, como son en efecto los demés los que nos regalan nuestra identidad de perverso, eminente, inteligente, aburtido, etc.; en suma: le que quiera que sea, muchas veces bien a nuestro pesar. A Juan de la Cruz eran los demés los que le hacfan ser santo, y espe- aban, exigian que hiciera de santo, y, si hemos de inferir de él que era hofnbre veraz, en manera alguna él. Carlos Thiebeut sugicre un punto de vista no tanto antropolégico, © cuando menos no estrictamente antropolégico, cuanto, ademés, histérico, centréndose, ante todo, en la actualidad, en el cardcter com. plejo de la subjetividad moderna y postmoderna, La identidad la concibe cocmo ser-enun-texto, y la construccidn y re-construccién permanente, constante de la misma como hacer-un-texto. Texto es el ugar donde se genera ese alguien que somos. Pero es cierto: frente a la rigida y fixista notmatividad de la conciencia de si surgida en el cartesianismo, por una patte, y, por otra, por la experiencia cal- vinista —el norte—, y, més tarde, con la Tlustracién, la modernidad ¢s, por s{ misma, una quicbra y una complejidad, porque deriva de una conciencia de s{ que conlleva Ia frustracién y el fracaso, la protesta y la rebeldia, la incapacidad para ser, la imposibilidad de seren-un-texto dada la multiplicidad narrativa, y que concluye en pemplejidad discursiva. Se ve esto claramente en el discurs0 ético: no es posible entender la subjetividad moral como aquello que se genera en relacién con un tinico orden de definiciones morales, sino como ese juego complejo de todos los Srdenes normativos posi- bles. La identidad postmodema, postilustrada, pienso, no estd exenta de perplejidad y, por exo, cabe preguntarse quién se es, en tanto fen cuanto nuestras actuaciones, nuestros haceres, se proyectan en dmbitos tan dispares que, en una consideraci6n metadiscursiva, hace- mos A y lo opuesto a A. Y si es dificil sabernos, dificil es que los demés sepan quienes somos. ¥ con esto volvemos al principio: vivimos una etapa en la que lo caracteristico, en el orden en que nos movemos en este discurso, es el desflecamiento del perfil de muestra identidad; y quien logra al Introducciéa 19 fin un perfil nitido y aparece dotado del carisma de personaje debe estar preparado ante el hecho de a imposibilidad de mantenerlo como rasgo definitorio durante toda su vida, y, en consecuencia, ante el hecho de que, muchas veces, antes de morit como persona, haya de desaparecer como personaje. Capitulo 1 LA CONSTRUCCION DEL SELF Y LA SOBRECONSTRUCCION DEL PERSONAJE Carzos Castinta DEL Pino 1. ConcePTua}izaciOn DE LA IDENTIDAD El punto de partida, que debe considerarse axiomético, a modo de marco referencial, es el siguiente: la identidad —sel}— es la ima- gen que ofsecemos y que los demés obtienen a través de nuestros concretos actos de’conducta, en forma de actuaciones, Ilevadas a cabo en contextos diferentes y desempefiando roles distintos. Cada acto de conducta (2C), es un acto de relacién de un sujeto (S) con un objeto (04). Se formula asf: . aC = S/Ob Por tanto, se trata de un scto de un $ sobre un Ob. Si tales Ob son a su vex sujetos (S’), entonces la relacién S/Ob adguiere la forma $/5!, y se torna acto de comunicacién, 0 sea un acto comunicativo, como de hecho es todo proceso interaccional. Es Iégico inferiv que siendo el aC predicado del $, para un otro sujeto, 5, el aC de S dice, y es susceptible de ser leido por S’, como parte de $. Cada aC, pues, ofrece una imagen del § al cual perteuece como parte del con- junto que es 5, y da lugar, en consecuencia, a que 5? forme una ima- gen de S. a 2 Carlos Castilla del Pino La posible armonfa o disatmonfa entre la imagen que se trata de ofrecer y la que se logra no interesa en este momento. Baste sefilar ahora que, en efecto, la imagen que 5 pretende ofrecer con sus aC puede ser P, mientras que la imagen que 5’ forma de S es r-P, es decir, distinta. Esto puede ser importante para inteligir determinados desacuerdos entre la imagen que S tiene de sf mismo y la que los demés (5’, $”...5") se forman de él, y en consecuencia, los intentos de S de sobreactuacin —intentando exaltar Ia imagen que de sf tiene ante los deméis— o de inhibicién, retrayendo toda imagen de s{. Si se atiende al proceso de comunicacién en si mismo se ha de concluit que més que lo que se hace, més que el acto, importa el modo del acto, que denomino actuacién (aC#). En Ia préctica, todos clos asistentes @ una conferencia efectiian el mismo acto, pero no actiian del mismo modo. Todos, supongemos, pueden estar sentados y en silencio, pero cada uno lo estd 2 su modo, y ello les diferencia a unos de otros, y en la medida en que se diferencian, y se les diferencia, se les identifica. Por tanto, si todos ellos tienen relacién con el mismo 0b, y el modo de actuacién difiere, la fSrmula es ésta: AS/Ob) en donde fs un functor que cualifica. Por consiguiente, aC=$/0b, aCt=f(S/0b) en donde f puede ser «atento», «aburridor, «malhumoradom, etc, Obiea: aCt=(S/Ob)Cx , en donde Cx quiere decie contexto. 2, LA IMAGEN —LA IDENTIDAD— COMO SIGNIFICADO El que la identidad sea una imagen le confiere caricter de signi- ficado. El significante es empfrico, es el dato observable de la actua- cia: el significado es la construceién connotativa que damos al signi- ‘La construcciGn del self y Ja sobreconscruccién del personsie 2B ficante. Si el significante es empirico, el significado es, por el con- trario, mental. El sujeto, en tanto que sujeto de milltiples 4C, es un sistema emi- sor de’ signos (dé significantes con significado). Cada signo ha de diferenciarse de todos los demés para que sea posible su categoria significa, esto es, distinta, diferencial; 0 sea, para que sea significativo para los demés, Por esta razén, el signo, en su triple consideracién de sintoma, como expresién del sujeto, de sefal, como apelacién al ‘otro sujeto y de simbolo del referente a que se alude, ha de ser redundantemente sefializado para que se denote de entre los demas signos que en un momento dado se offecen, 0 se pudieran ofrecer, en el mismo contexto (distincién sintagmética y paradigmatica, res- pectivamente, én el sentido de Saussure). 3. LA DACIGN DE SIGNIFICADO COMO NEGESIDAD. SIGNEFICADO Y¥ DIFERENCIACION ‘Damos necesariamente significado a los sujetos que componen con nosotros nuestro contexto para poder establecer relaciones adecuadas con los mismos. Esto es posible mediante un doble proceso: cada sujeto emite signos y se diferencia gracias a ellos; el sujeto receptor de Jos signos ha de diferenciarlos, y diferencia, con ello, al sujeto emisor. En la relacién de cada uno de los componentes de un grupo ccon los demis se hace ostensible este doble proceso: cada uno ha de set diferenciado por los demés; cada cual trata de diferenciar a cada uno de los restantes. Si no se hace asi, Ia relacién es inadecuada, y entre otras posibilidades de inadecuacién figura ésta: a uno se le toma por otro que no es y hay confusién. De aqui también la molestia y desasosiego que se provoca entre dos personas que inevitablemente se encuentran vestidas con el mismo traje: el proceso diferenciador/ identificador queda obstaculizado. La distinci6n Iopice entre percibir y denotar estiba en esto: percibit es notar, sin diferenciat, como tantas constitutives del fondo sobre el cual destacamos 1a forma, figura 0 gestalt; denotar es diferencias, distingut. El principio econémico que se sustenta sobre el doble proceso diferenciador se puede formulas ast: ‘rato de diferenciar para denoterles (lo mejor posible, incluso bien); diferéa- lense pata que te les denote (lo mejor posible, incluso bien). Por esta rax6n, ‘cuando algulen no quiere ser identificado, por les razones que sean, procura pasar inadvertido; se le perce, pero no se le distingue y, por tanto, no se le ‘identifica, Es costoso encontrar alguien que no quiere ser ideatficido —por | 2 Carlos Castilla del Pino ; 2) pot parte de los demés: «es como imagindbamos, y como esperdbames, que fuerar. Cuando no ocurre ast se trata de alguien acon quien 10°, se puede contar». Con frecuencia, es justamente en Ia adolescencia cuando acontece Ja ruptura del proyecto de identidad que hasta entox ces los adultos le habian conferido: el adolescente impone entonces su identidad, y el pacto ulterior o se hace sobre una identidad 0 por ambos se rompe la relacién, 1a identidad funciona, pues, como propuesta tanto més valiosa cuanto més positiva, y a la inverse. La identidad es, pues, imagen para cl intercambio, para la transaccién, y vale como cualquier otro ‘objeto transaccional. 8, LA IENTIDAD, DEFINICION DE sf MISMO Y DEL OTRO, DEFINICION DE LA RELACION El proceso de logto de Ja identidad, esto es, de Ia definicién de s{ mismo que se propone, viene dado por los niveles légicos en que se desenvuelve la conducts, el discurso de la conducta. Un primer nivel, observacional, es el de 1a conducta como mensaje. Mediante La construccién del self y 1a sobreconstrucciéa del personaje 29 el mensaje de la conducta se transmite informacién. Es una locucién. Pero, ademés, en un segundo nivel, metaobservacional, metalingiis- tico, el discurso de la conducta, especialmente a través de los com- ponentes pardlingtifsticos o del lenguaje propiamente extraverbal, ‘cualifica al mensaje: es el metamensaje, el modo cémo el mensaje se twansmite, modo que define el tipo de relacién que S propone a 5’. El metamensaje coincide en gran parte con el concepto de ilocucién, de Austin. Al decir definicién del tipo de relacién se implican, por uuna parte, la definicién del J emisor respecto de s{ mismo y, por otra, respecto del receptor 5”, Es posible que estas definiciones coincidan 0 no, En el primer caso, Sy S* sceptan la relicién que $ propone; en el segundo, $” rechaza la definiciGn que S ropone tanto de si mismo como de él. Es el caso de quien ordena sin advertir gue su definicién de sujeto que puede dar una orden a otzo 20 es aceptable. Ex copiscunso. LAS PRESUPOSICIONES De todas, formas, se deduce de lo anterior que toda secuencia de conductas © actuaciones se constituye como codiscurso, Ahora bien, tan codiscurso exige un conjunto de presuposiciones, tales como las que se derivan, pongamos por caso, de la emisién de una orden: pre sapongo que seré entendido, que seré posible cumpliia en la reali- dad, que seré obedecido por aquel a quien doy dich orden, etc, Por tanto, un codiscurso es un conjunto de presuposiciones que se homo- logan con un conjunto de imagenes que, de manera hipotética, com- ponen el punto de partida o base para la consiruccién del citado codiscurso, Como dice Goffman, la relacién interpersonal esté basada en Ja inferencia. Més exactamente, en le hipétesis, es decir, en la teoria del sujeto $ sobre el sujeto $”. Incluso mas precisamente: en la teorfa del sujeto 5 sobre la relacién (5/08). Se actia merced a la hips- tesis, la cual se confirmard o desconfirmard tras la actuacién. 9.4. Presuposicion y redundancia Las presuposiciones no se construyen ex nibilo sino desde un conjunto, mayor o menor, de indicios, de signos cuyo significado ¢3 anfiboldgico. La anfibologia decrece 4 medida que los aC se suce- den —la entropfa disminuye con el incremento de informaciéa—, 30 Carlos Castilla del Piao merced al hecho de que cada aC ha de confirmar al que le precede. ‘De esta forma, puede decirse que los aC son redundantes y, como en una cadena de Markow, son predictibles; por otro lado, los aC son restrictivos, esto es, tienden a ser elegidos entre un ntimero cada vez menor de aC, porgue la coherencia del momento final ba de lograrse con todos los segmentos del discurso que preceden, Por todas estas razones, si en cada aC Ia identided queda apuntada, es claro que sucesivos aC acaban por dotar a la imagen del sujeto de tun perfil cada vez més nitido, telativamente suficiente. 9.2. Identidad y contexto Para cada contexto en el que S acta, su imagen queda, tras un lapso de tiempo, suficientemente definida, La identidad, pues, resulta set una metonimia, ya que se define s6lo por un subconjunto de aC, aquellos que realizamos, pero también por todos los que podriamos efectuar y no efectuamos. De acuerdo con esto, S es un sistema de aC posibles, que se define por los que realiza y por los que deja de realizar. Dicho de otra forma, por el modo como se adecéa al con- texto a través de sus aC realizados. Més atin: por el modo como cum- ple el pacto de identidad. El pacto fuerza a hacer sélo determinados 2C, por lo que el logro y mantenimiento de la identidad es la forzada parcializaciGn del S. En consecuencia, la imagen que $ oftece para Ja construccién de su identidad por los demés es la estructura mani- fiesta, constituida por lo que hace més lo que ha dejado de hacer, una imagen plana que oculta la dindmica de la estructura profunda del propio 5, en la cual el $ negocia consigo mismo entre lo que el contexto le obliga a hacer y lo que desearfa hacer. La identidad, por tanto, aparece como la negacién de la contradiccién existente en la estructura profunda. 9.3. Identidad y univocidad. Identidad y coberencia La consecuencia es que identidad es Io contrario de multivocidad. Identidad es univocidad. Pero mascara de la univocidad que no se pose, y que cada J se confiere y a cada S se le confiere, Esta uni- vocidad, resultado de la metonimizacién, se pruebs ante determinados aC, de entre infinitos aC. Por ejemplo, un hurto; por ejemplo, un acto homosexual. Si todos los aC tienen categoria definidora (de la [La construcciéa del self y la sobreconstrucci6n del persoasie 3 identidad del 5 que los realiza), epor qué destacamos un hurto, que define como ladrén, y no destacamos los no-hurtos, que son’ mu- hos més? Otro tanto podria decirse de los actos homosexuales espo- ridicos, siempre supravalorados, en orden a la definicién del S, res- pecto de los no-homosexuales. ¢Qué es lo que ocurre en tales casos? Sabemos que cada aC tiene, en efecto, categoria definidora de imagen, Pero unos la poseen de imagen positiva y otros de imagen negativa, Salvo en circunstancias excepcionales'en las que no es preciso entrar en este momento, ten- demos a efectuar aC positives y dejamos de hacer los negativos. En realidad, el aC esporddico, aislado, que supravaloramos, resulta ser alguno de aquellos que serian ocultables por su negatividad, y sobre todo que contrastarian, por su aparente incoherencia, con los aC positives exteriorizados. O sea, rompen la univocidad del S hasta entonces forjada por él y sobre él. En estos casos, ya se sabe a qué atenerse respecto de la identidad del S: ges la que manifiesta?, ges la que oculté hasta un determinado momento? En determinados cuadros psicéticos, especialmente los esquizofrénicos, su incoherencia, su im- previsibilidad, pueden Uegar al extremo de a méxima multivocidad. En resumen, pues, el sujeto construye y se le construye su per- sona, su identidad, a expensas de la univocidad seméntica de su dis- curso conductal. Una persona es, ya, un sistema altamente restrin- gido de aC, de telaciones 5/06, cualficadas en una diteccién deter- minada, no sélo positiva versus negativa, sino en orden a especiticas ‘ualificaciones. Positivo/nevativo ha de concebirse no en términos absolutos, sino relativos a un grupo (social, cultural, etc.) 10.” LA SOBRECONSTRUCCION DEI. PERSONATE Hablamos de petsonaje en una acepeién bien concreta, Maria Moliner, en su Diccionario del uso del espaol habla de «persona importante», pero remite a los siguientes, entre otros, articulos: Eminencia gris, figura, figurén, « “Figurée, Persona de aspectotideulo.» Un personaje'es, desde Iuego, una persona de renombre y que, por tanto, posee una proygccién en un contexto determinado més

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