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area Una nueva novela lies Publicado en Letras Libres (http://www.letraslibres.com) Una nueva novela lirica Mie, 30/03/2011 - - 12:50 , TA TT are Ht DEL ta oces, orras ambitc ee Un par de novelas cortas, a su manera sintéticas, han sido suficientes para establecer el prestigio literario de Yuri Herrera (Actopan, Hidalgo, 1970), autor de Trabajos del reino (Periférica, Caceres, 2008) y de Sefiales que precederan el fin del mundo (Periférica, Caceres, 2009). Tomandose su tiempo, Herrera no perdido su tiempo: es notoria la optima destilacion del estilo, el encuentro feliz con un lenguaje propio, simple sin ser esquematico, musical sin ser ruidoso ni almibarado, tierno y sdlo a veces malamente sentimental. Las tramas de uno y otro libro son sencillas ‘wow Jetrasines.conprinS42 ut arene Una nueva novela ia de exponer: Trabajos del reino (aparecida originalmente en 2004) cuenta como un cantante de cantina termina componiéndole corridos a un capo y Sefiales que precederan el fin del mundo nos presenta a una muchacha que cruza ilegalmente la frontera tras la huella de su hermano, otro indocumentado. Herrera quiza resuelve —por el momento- la discusién que sobre “narcoliteratura” han sostenido, entre otros y durante el Ultimo sangriento lustro, criticos y narradores mexicanos como Rafael Lemus, Eduardo Antonio Parra, Jorge Volpi, Heriberto Yépez. Que la actual violencia produzca novelas casi liricas como las de Herrera indica que va consumandose el proceso habitual que conforma al realismo y lo rebasa: desde su nacimiento a la novela le toco ser sierva de la actualidad politica y social pero liberandose de esa servidumbre, sublimandola, es como gano su autonomia como critica de lo moderno. El realismo panfletario y comercial, las noveluchas prescindibles y hoy dia mas inttiles que hace 150, 170 afios en tanto compiten en absoluta desventaja con las pantallas, instantaneos vertederos de imagenes que conformar nuestro tiempo, iran perdiendo toda relevancia cuando se hable de México en los tiempos de las guerras del narco. Quedaran, presumiblemente, libros como los de Herrera, de la misma manera en que sdlo los fildlogos se ocupan de toda la abundante noveleria de la Revolucién Mexicana y el canon lo conforman los Azuela, los Guzman, los Urquizo. Ello no quiere decir que la sintesis lirica lograda por Herrera sea el Unico camino: a todos nos gustaria leer una Gran Novela mexicana, documental e hipperrealista, sobre los tiempos de crimen que corren, a la manera de A sangre fria, de Capote y de lo que propusieron Guzman o Vicente Lefiero en los afios ochenta. Yo creo improbable —por razones que merecerian otro articulo— que esa novela aparezca y en ese sentido, la de Herrera es una soluci6n bien acorde con el lirismo seco de Rulfo, homenajeado de manera eficaz en Sefiales que procederan al fin del mundo. Otra cosa que leer a Herrera enfatiza: en un cuarto de siglo, el eje narrativo de la literatura mexicana se desplaz6 hacia el norte, hacia la frontera y la escritura de la gran novela urbana, la suma total sobre la Ciudad de México, pas6 a segundo término como ambici6n literaria. ‘wow Jetrasines.conprinS42 26 arene Una nueva novela ia Impera el desierto como tépico mitico y narradores como Jesus Gardea (a quien Herrera, a su manera, simplifica), Daniel Sada, Eduardo Antonio Parra, no sdlo descubrieron una geografia y la poblaron sino levantaron una escenografia donde un escritor como Herrera se desenvuelve con una naturalidad de rico heredero. Herrera me parece, menos que un principio, el fin de un camino: el imperio narco reducido (como sdlo la buena prosa puede y debe hacerlo) a la mirada falsamente idiota de un bufén arrimado en palacio, la travesia al otro lado protagonizada por una superheroina, una figura moral. Nos guste 0 no nos guste como ciudadanos, el mito mexicano por excelencia ha vuelto a ser una versién particularmente siniestra del lejano y salvaje Oeste, mundo de crimenes horrendos que aparecid, constituido de manera decisiva, en literatura, con 2666 (2004) de Roberto Bolafio, cuya extrapolacion de Ciudad Juarez y su femi jio fundaron una mitologia a la cual estara asociado, durante décadas, quiza no México, pero si la idea novelistica de “mexicanidad”. Hemos vuelto a ser, como lo estudia Sergio Gozalez Rodriguez en EI hombre sin cabeza (2009), el pais del sacrificio humano y de ello sdlo el arte, en este caso la literatura, puede sacar provecho. Herrera nos ofrece un balsamo, esa poetizacion de lo oprobioso que lo sustrae del horror bruto de la noticia y anula el convencionalismo estético producido, fatalmente, por la indignacion. Lo ha logrado destilando 4a técnica pareciera rulfiana— una y otra vez varios modos y tradiciones (lo vernaculo, lo coloquial, lo culto) hasta dejar a su lengua literaria tan adelgazada que aparece en el limite de lo insaboro. En Trabajos del reino pero, sobre todo, en Sefiales que precederan al fin del mundo, novela donde el autor ejerce un control menos estricto sobre su expresion, Herrera mezcla y depura (insisto) el habla de la frontera y los chilanguismos con algo de Corman McCarthy (que forma parte mas de la poesia de los Estados Unidos que de su narrativa) y mucho de la tradicion hispanoamericana de la novela lirica, basada en la épica del yo. Cuando se habla de “narcoliteratura”, finalmente, se discuten los deberes publicos de la literatura. Herrera le da un discreto perfil ético a sus novelas, apostando por el libre albedrio de sus personajes, en la libertad aventurera que los conmueve. El Artista, en Trabajos del reino, se escapa ‘wow Jetrasines.conprinS42 34 arzarra Una nueva novela ia por los pasadizos del palacio del capo y se gana su libertad, duefio al fin de un destino nomada, mientras que Makina, inmaculada tras ser herida de bala, presa en una nueva identidad, ha llegado a ella como resultado de una eleccién demostrada en ese momento de la novela en que empieza a escribir, fugazmente, un libro capaz de trastornar a sus captores. No es ni quiere ser del todo realista Herrera, es casi fantastico su mundo: mantiene un pie sobre la tierra, por fortuna solo uno. Se preguntaba hace poco Adolfo Castafion si bajo la cobija de la “narconarrativa” descubririamos a un Azuela. Es probable que no. Pero tenemos, ya, a un Yuri Herrera. El monstruo de Tlatelolco (2; Ensayo y error de ficci6n paranoica |) Ir arriba ‘wow Jetrasines.conprinS42 46

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