la tierra mece ya mazorcas de oro y todos convidados son de la alegra. El gran diamante de los pobres, la cebolla cae y resuena cristalino en mil fragmentos, sobre el hambriento mar dorado del aceite. Viene la carne ya molida y sonrosada, fra en el trance del no ser a los sabores, gozosa en la frutal resurreccin de los sentidos. Alguien descorcha y sirve la luz del vino errante, alguien desuella vivo el gran tomate rojo y adereza en rodajas el corazn sacrificado. Ya todo se une al pollo suculento, se acuesta en las arenas del pino lujurioso, pone de almohadas rubias pasas y al gentil huevito duro y se abriga con la pasta del choclo desdentado. Todo en la greda ancestral y perfumada, todo en la fiesta familiar del buen verano, la eternidad que espere, los problemas infinitos, vamos a comer pastel del choclo, amigos mos.