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¿CÓMO APRENDER A DECIDIR SIENDO JÓVENES?

EL CONCEPTO DE PARTICIPACIÓN

El concepto de participación que estamos tratando de desarrollar desde la


Corporación Comuna Nueva con los y las pobladoras con las que desarrollamos
nuestro trabajo está plenamente ligado a la construcción colectiva de una
conciencia histórica.

La historia es un campo de conocimiento que tiene una función social:


fortalecer las identidades de los grupos de pobladores y de pobladoras con las
que se adelante su recuperación. El fortalecimiento de las identidades que
desata la indagación colectiva de la historia permite construir en las
territorialidades urbanas o rurales, donde esta quijotesca labor se despliegue,
lo que se ha rotulado desde los pensamientos utópicos que buscan
cuestionarlo o rehacerlo todo lo que se ha denominado comunidad: aquella
sociedad en la que priman, sobre los intereses individuales, los interés
colectivos en la toma y en la puesta en escena de decisiones.

En este sentido, la historia y la participación comunitaria –desde sus niveles


más fundamentales, la lectura del propio devenir- están íntimamente
relacionadas en un propósito liberador en la medida en que le permiten a las
pobladoras y a los pobladores reconstruir su devenir y formar una cultura
política que los y las impulse a dinamizar la participación en sus comunidades
para el mejoramiento de sus niveles de vida espirituales y materiales

En el paisaje que pintan las poblaciones barriales de nuestras ciudades


latinoamericanas la presencia de las y los jóvenes es tan titilante, tan
psicodélica y tan inquietante que parecieran llenarlo todo. Bombardeados por
todos los lados marchan bajo los regaños de sus padres, bajo el temor de la
adulta vecindad y bajo el olvido y la utilización militar del estado 1. A pesar de
los temores, de los regaños y de la desconfianza que sus ideas intempestivas
provocan la juventud es un grupo de la población con el que se pueden realizar
desde el presente grandes transformaciones. En este sentido la participación
juvenil debe estar alimentada por un proceso que se desate desde la
construcción de una identidad juvenil a través de la interpretación que los y las
jóvenes hagan, desde los grupos en que espontáneamente buscan juntarse, del
devenir de la población de la que hacen parte. Con la juventud es posible
construir lo que se ha denominado una ciudad: ese marco de voluntades
1
Los hombres jóvenes, desde el siglo pasado hasta el día de hoy, antes de acceder al
ejercicio pleno de sus derechos que les brinda la condición política de ciudadanos han
tenido que cumplir funciones bélicas que van desde el largo rosario de guerras civiles
decimonónicas hasta la extinción de los enemigos del Estado que buscan nuestras
fuerzas militares a partir del momento en que decidieron colmar las aspiraciones de la
doctrina de la seguridad nacional que nació en América latina en la década de la
guerra de las flores.
alrededor de un propósito común; ese espacio donde los hombres y las
mujeres que lo habitan se proponen apoyarse mutuamente en su devenir para
sacar adelante un propósito de vida y, donde esa vida, no sea más amenazada
en función de los intereses oscuros que ven en la juventud un estado de
transitoriedad en el que se pueden insertar todas aquellas delicias que produce
el mercado.
Por ello la participación debe ser un método de gobierno y un estilo de hacer
política en el Estado y la sociedad que le permita a la juventud acceder
colectivamente a la toma de decisiones. Ello requiere que los y las jóvenes
delineen un alto grado de organización y de identidad con el espacio vecinal
del que hacen parte. La participación es la antítesis de la alienación que los
intereses mercantilistas y militaristas siembran en la juventud en el sentido de
que logra reducir sus niveles a través de las experiencias cotidianas del trabajo
comunitario. Es necesario sembrar en la juventud la inquietud de construir un
tipo de participación que les permita influir en aquellas decisiones que afectan
sus vidas para que puedan ejercer un mayor control sobre los procesos que
afecten el entorno en el cual desean satisfacer sus necesidades, desarrollar sus
capacidades creativas y tornar presentes sus potencialidades.

La participación juvenil desde los barrios, alimentada por el delineamiento


paulatino de una identidad a través de la recuperación colectiva e la historia
barrial y urbana, se constituye en el pincel con el que la juventud, protagonista
de nuestro tiempo, puede pintar con sus inéditos colores las calles de nuestra
otrora primaveral ciudad. La participación juvenil, fortalecida por el
conocimiento, por el hábil manejo que logre de la información puede construir
una sociedad en la que, a diferencia de antaño, sea posible controlar
colectivamente el uso de los recursos estatales que nuestros abuelos
asumieron como ajenos. Puede llegar a comprender y a llevar hasta sus
últimas consecuencias el hecho de que hemos delegado en el estado nuestra
capacidad para ejercer fuerza y que contribuimos pecuniariamente para que
cumpla su función. Por tanto, a la función del Estado es necesario agregarle,
desde la mocedad un elemento más que es el que buscamos plantear aquí; la
responsabilidad de la comunidad frente a la administración y el control de los
recursos colectivos para que el Estado estando presente deje que sea la gente
la responsable.

NOTAS PARA UN BALANCE QUE NOS PERMITA ACERCARNOS A LA


TRADICIÓN ORGANIZATIVA JUVENIL EN MEDELLÍN 1960 – 1990.

Entender las formas organizativas juveniles contemporáneas, insertas en las


relaciones vecinales que fluyen cotidianamente en el barrio, requiere de una
mirada retrospectiva a los procesos organizativos juveniles desatados en la
ciudad en las tres últimas décadas.
Aunque existen vacíos históricos alrededor de la organización juvenil barrial
para los periodos comprendidos entre 1960 y 1980 se habla de tres tipologías
organizativas que han signado la modalidad de cada década respecto a las
prácticas juveniles, sin que ello, quiera significar su desaparición al transitar
hacia una nueva década. Hay relevos y desplazamientos quedando el
escenario juvenil cruzado por permanencias e innovaciones organizativas. Nos
encontramos ante una juventud cambiante con relación a las pautas culturales
y las coyunturas sociales, económicas y políticas predominantes en cada
decenio.

En la década del sesenta los referentes sobre los cuales se cristalizaba el


espíritu juvenil estaban insertos en la noción de futuro, era una juventud
romántica optimista y sobre todo utopista. La modalidad de la época estaba
signada por la irrupción de nuevos códigos de interpretación de la realidad; las
ideologías, el discurso político, la militancia orgánica, los movimientos de
liberación nacional, la sexualización de los cuerpos y un profundo malestar
cultural del cual floreció un vasto movimiento juvenil de deconstrucción de los
valores conservadores, en una palabra, los sesenta estuvieron signados por la
irrupción de la rebeldía. Rebeldía razonada, auto argumentado con prácticas
discursivas provenientes del viraje metodológico y de reestructuración de las
ciencias humanas y sociales, en las cuales tiene lugar la transición del nivel
empírico-descriptivo al nivel teórico. No sería un eufemismo afirmar que la
juventud del sesenta y del setenta era una juventud intelectualizada. Sus
prácticas organizativas gravitaban alrededor de manifestaciones de apoyo a
los movimientos de liberación desatados en América Latina, de protesta frente
a la clase dirigente colombiana y de un marcado espíritu nacionalista y
antiimperialista.

En el decenio de los setenta las formas juveniles que irrumpen son


fundamentalmente las estudiantiles articuladas a procesos de movilización
social más amplios signando las prácticas políticas de un carácter más
contestarlo y radical. En estas dos décadas no hay que olvidad el fluir continuo
de expresiones culturales que buscan afirmar a la juventud frente al resto de la
sociedad como una alternativa social y forma de vida, verbigracia, la aparición
del Beat que transformo el género musical de los años cincuenta para
extenderse al cine, la televisión, la moda, la literatura, los espectáculos
teatrales, el existencialismo, el nadaísmo, ecologismo, Pop-art, Neo-
psicoanálisis, movimientos antinucleares, Underground, sinfonismo,
Psicodélica, en síntesis una propuesta de nueva sociedad desatada por una
tormenta de innovación y creatividad producida desde lo juvenil.

Los años ochenta se caracterizan por el florecimiento en el tejido barrial de


organizaciones juveniles articuladas a la iglesia, a los grupos pastorales,
algunos de ellos fundamentados en la Teología de la liberación, es la época
donde coexisten grupos juveniles con matices políticos y otros con un perfil
más recreativo, deportivo y artístico. No obstante, es de resaltar de este
decenio la vinculación de diversos sectores juveniles a la violencia barrial
organizada, en su primer momento, articulada a la delincuencia, el sicariato y
narcotráfico, y en un segundo momento, la respuesta de otro sector juvenil que
se incorpora a formas organizativas político-militares como las milicianas.

Finalmente la década del noventa es para las organizaciones juveniles la época


del desencanto, se percibe otro sentido del tiempo en el espíritu juvenil que
expresa en su mayoría sentimientos de depresión, escepticismo, una vida
cotidiana cruzada por la trama de las violencias intersubjetivas y una gran
indiferencia frente a la política en su dimensión macro en relación con la
ciudad, el país o el continente. Un gran sector de la juventud vive inmersa en
actividades de sobrevivencia material. A pesar de ello, viene gradualmente
gestándose una diversidad de organizaciones comunitarias juveniles que se
caracterizan por ser prácticas juveniles fragmentadas por disímiles
comunidades de gusto, desde lo comunicativo (que es el otro BOOMM), lo
estético, lo artístico, lo ecológico (que es el otro BOOMM), hasta experiencias
de carácter municipal que buscan superar la dimensión barrial y zonal,
verbigracia, el Consejo Municipal de Juventud, la Mesa de Juventud donde los
jóvenes y las muchachas pueden opinar y jugar pero no decidir sobre sus
problemas fundamentales, por lo general instrumentados por adultos que
buscan moldearlos bajo los esquemas rígidos, de una parte, de instituciones
oficiales o por, otra parte, de sutiles propuestas políticas direccionadas de los
que se proponen ser los nuevos representantes de la sociedad ante el Estado y
la clase política dirigente: las ONGs. En síntesis, las prácticas juveniles se
desenvuelven en un escenario cotidiano complejo, de confusión, incertidumbre
y crisis juvenil. Tres grandes tendencias se perciben al final de esta década:
una dinámica de fragmentación e individuación social, otra por reconstruir
nuevas formas de relación, identidad y solidaridad social desde lo comunitario
y otra articuladas por ONGs y OGs que buscan tutoriar la vitalidad juvenil de
ciertas expresiones organizativas hacia el diseño de políticas de juventud local.

LAS INDIVIDUALIDADES JUVENILES

Para terminar de sembrar esta pequeña semilla que busca potenciar las
practicas organizativas juveniles, en la Corporación Comuna Nueva pensamos,
que todo proceso juvenil debe cultivar el respeto por lo justo el cual se apoya
en la formación de jóvenes que por convicción se niegan a ser obedientes y
sumisas. Vivimos inmersos en una cultura de la obediencia y afirmativa de la
autoridad que niega la posibilidad de realizar cuestionamientos y elaborar
criticas a los estilos de vidas tradicionales y consumistas en los cuales quieren
sumergir el espíritu de novedad y cambio juvenil.
Avizoramos políticas juveniles desde una verdadera participación que parta de
la iniciativa, responsabilidad, sueño, compromiso y sentir propio del chico y la
chica que no quieren ser solo los futuros contribuyentes; que se organizan con
otras y otros sobre afinidades ( y por que no de alteridades) signando de
nuevos significados el espacio barrial y urbano; espíritus juveniles
protagonistas de si mismos y si mismas donde prevalezca su autonomía e
independencia para construir y materializar su propia identidad. Muchachos y
muchachas que desplieguen disimiles acciones y ganen espacios con su
argumentación en aquellas instancias de poder que moldean con una mirada
adulta las políticas y programas de juventud. En pocas palabras jóvenes que
reclaman desde diversas expresiones organizativas el derecho de la vida, que
se arriesga a desobedecer y practica lo que considera únicamente justo a su
conciencia y a su sentir.

Nos aventuramos a fortalecer los fragmentados procesos organizativos para


alcanzar una real y efectiva participación juvenil que articule el pensar y el
actuar en la transformación intempestiva de todo aquello que lo merezca.

II
Para forjar individualidades juveniles y comunitarias es necesario un
reconocimiento, previo de as diferencias que confluyen en una comunidad, un
grupo, una organización, etc. En la Corporación Comuna Nueva se le apuesta
ala exploración, se le apuesta a hurgar sin prevención y con decisión.

La interpretación que se le da al contexto social, en particular al juvenil y


comunitario, esta adscrita al libe arbitro del individuo, a su óptica escindida de
la miopía de la aparente perfección; se suscribe al propio entorno vital y
particular de la persona y a sus propias condiciones de existencia, de afecto,
de desafecto y desenvolvimiento social.

Se plantea una individualidad juvenil desobediente y libertaria,


autodeterminante y participativa dentro del entorno social, que aporte al
colectivo desde su conciencia particular.

La obediencia, hija del a normatividad, es la que forja en el hombre y la mujer


el olvido, la amnesia paralizante de su individualidad, de su propio
reconocimiento. Distribuir y enfilar sobre una línea férrea, al comportamiento,
es sacrificar la oportunidad de gestar desde si mismos procesos de cambio
social, de sublimar las pulsiones, eros y thanatos, en propósitos que
enriquezcan nuestra cotidianidad harta planta y mortecina.

Un ejemplo de preparación para la obediencia seria la institucionalización de


las propuestas que surgen desde la base, filtrar su contenido y amañarlo a
gustos e intereses particulares. La injerencia de llamémoslos sujetos y sujetas
ajenos dentro del contexto de la organización juvenil y comunitaria es la
demostración de apellidos de figuración, reconocimiento y control en ámbito
político y social de la ciudad.

Se usan máscaras hábilmente dispuestas sobre los rostros cicatrizados de los


que en algún momento, en su viaje pendular, pasaron tangencialmente por los
procesos organizativos juveniles y comunitarios y ahora se asumen papeles
como los de intermediarios entre las dos “bandejas” de la balanza (Estado-
Comunidad), pero con un lastre de interés que desnivela la horizontalidad y el
reconocimiento de los individuos organizados hacia los que desde el escritorio
controlan, temblorosamente, el poder.

III
Lo que en la Corporación Comuna Nueva hemos llamado “individualidades
juveniles” no es mas que una propuesta pedagógica para una sociedad que
necesita forjar originales hombres e innovadoras mujeres para tiempos nuevos,
en medio de la incertidumbre, de tiempos salvajes. Es estimular y permitir
desde la Familia, la Escuela y demás instituciones socializadoras la reflexión
del propio núbil y de la correspondiente lozana sobre su propia identidad,
alteridad y autonomía; es el fluir construyéndose a sí misma y así mismo en
relación con los mundos que discurren en sus cotidianas vidas para que
afloren, libres de resentimientos, culpabilidades u odios, nuevas formas de
<<convivencia>> verdaderamente humanas.

Esta conceptualización de la individualidad juvenil como reflexión-acción con la


mismidad y el hacer cotidiano que circunda el entorno del espíritu juvenil
conduce, a desatar en los espacios sociales donde interactúa la mocedad, lo
que se ha denominado como <<protagonismo juvenil>>, que a nuestro
entender, son las acciones vitales, de cambio y ruptura, que despliega el y la
joven frente a las inmovilidades de la sociedad en la que viven, la que casi
siempre se encuentra para su época en franca decadencia y a la cual, también
sucumben muchos espíritus juveniles. Acciones juveniles, que en las
discontinuidades de la tradición organizativa de Medellín, comportan un
acumulado histórico que se configura a partir de cuatro componentes, con sus
respectivas duraciones y ritmos, de una u otra manera, proporcionales con las
coyunturas que ha vivido Medellín, y en particular, las desencadenadas en la
década de los setenta cuando se llega a un punto de inflexión en la sociedad
antioqueña; el agotamiento del modelo económico antioqueño: café-
manufactura y la irrupción del espejismo financiero. Crisis que se entreteje con
la generalización del narcotráfico, el sicariato y la delincuencia organizada, el
paramilitarismo y la subversión armada. Esos componentes del protagonismo
juvenil aún no racionalizado por los mismos jóvenes son:
1. La presencia y relativo dominio de los y las jóvenes en el espacio público
a través de diversas formas organizativas, convierte lo público
axiológicamente en connatural al espíritu juvenil, pues es en el donde la
juventud despliega sus innovaciones ante la resistencia de lo viejo, pero
a su vez, el espacio público, es una necesidad de vital importancia para
los y las jóvenes en tanto aporta no solo a la construcción y
deconstrucción de lo público, sino también, a delinear los horizontes de
percepción, sensación, interpretación, significación y opinión que
circulan y se producen en los espacios sociales ocupados por las y los
jóvenes.

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