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Judith Butler El género en disputa El feminismo y la subversion de fa identidad PAIDOS Baars Ree habe CapfruLo 1 SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO No se nace mujer; llega una a serlo. SIMONE DE BEAUVOIR Estrictamente hablando, no puede decirse que extstan Las «museres». Juusa Knisteva La mujer no tiene un sexo. Luce Irigaray El despliegue de ta sexualidad [...] estableci esta nocion de sexo. Micue. Foucautr La categoria del sexo es la categoria politica que crea a la sociedad como heterosexual Monique Wrrne LAS «AMUJERES» COMO SUJETO DEL. FEMINISMO En su mayoria, fa teoria feminista ha asumido que existe cierta identidad, entendide mediante la categoria de las mu- 46 BL GENERO EN DISPUTA jeres, que no sélo introduce los intereses y los objetivos fe- ministas dentro del discurso, sino que se convierte en el su- jeto para el cual se procura la representacién politica. Pero politica y representacién son téttmninos que suscitan opiniones contrapuestas. Por un lado, representacién funciona como término operativo dentro de un procedimiento politico que pretende ampliar la visibilidad y la legitimidad hacia Jas mu- jeres como sujetos politicos; por otro, la representacién es la funcién normativa de un lenguaje que, al parecer, muestra 0 distorsiona lo que se considera verdadero acerca de la cate- goria de las mujeres. Para la teoria Feminista, el desarrollo de un lenguaje que represente de manera adectiada y completa a las mujeres ha sido necesario para promover su visibilidad politica. Evidentemente, esto ha sido de gran importancia, teniendo en cuenta la situacién cultural subsistente, en la que la vida de las mujeres se representaba inadecuadamente ono se representaba en absoluto. Recientemente, esta concepcién dominante sobre la re- lacién entre teotia feminista y politica se ha puesto en tela de juicio desde dentro del discurso feminista. El tema de las, mujeres ya no se ve en términos estables o constantes. Hay numerosas obras que cuestionan la viabilidad del «sujeto» como el candidato principal de la representacién o, incluso, deja liberacién, pero ademés hay muy poco acuerdo acerca de qué ¢s, 0 deberia ser, la categoria de las mujeres. Los campos de «representacién» lingiistica y politica definieron con anterioridad el criterio mediante el cual se originan los sujetos mismos, y la consecnencia es que la representacién se extiende ‘inicamente a lo que puede reconocerse como un sujeto. Dicho de otra forma, deben cumplirse los requisitos ara ser un sujeto antes de que pueda extenderse la repre- sentacion. SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 47 Foucault afirma que los sistemas jutidicos de poder pro- ducen alos sujetos a los que més tarde representan.4Las no- ciones juridicas de poder parecen regular la esfera politica inicamente en términos negativos, es decir, mediante la li- mitacién, la prohibicion, la reglamentaci6n, el control y has- tala «proteccién» de las personas vinculadas a esa estructu- 1a politica a través dela operacién contingente y retractable de la elecci6n. No obstante, los sujctos regulados por esas estructuras, en virtud de que estiin sujetos a ellas, se consti- tuyen, se definen y se reproducen de acuerdo con las impo- siciones de dichas estructuras. Si este anilisis es correcto, entonces la formacién juridica del lenguaje y de la politica que presenta a las mujeres como «el sujeto» del feminismo es, de por sf uns formacién discursiva y el resultado de una version especifica de la politica de represetitacién. Asi, el su- jeto feminista esté discursivamente formade por la misma estructura politica que, supuestamente, permitiré su eman- cipacién. Esto se convierte en una cuestionpolcamente roblematica si se puede demostrar que ese sistema crea su- Jee con penero gue se sitGan sobre un ee diferencial de do- minaci6n o sujetos que, supuestamente, son masculinos, En tales casos, recurrir sin ambages a ese sistema para la eman- cipacidn de las amujeres» scré abiertamente contraprodu- cente. . Ei problema del esujeto» es fundamental para la politi- ca, y concretamente para la politica feminista, porque los su- jetos jurdios sempre se constrayen meant dens brie ticas excluyentes que, una vez. determinada la estr juridica de la politica, no «se perciben». En definitiva, la construccién politica del sujeto se realiza con algunos abje- tivos legitimadores y excluyentes, y estas operaciones politi cas se esconden y naturalizan mediante un anélisis politico 48 EL GENERO EN DISPUTA en el que se basan las estructuras juridicas. El poder juridi- co «produce» itremediablemente lo que afirma sélo repre- sentar; asi, Ia politica debe preocuparse por esta doble fun- cién del poder: la juridica y la productiva. De hecho, la ley produce y posteriormente esconde la nocién de «un sujeto anterior a Ja ley»? para apelar a csa formacién discursiva como una premisa fundacional naturalizada que posterior- mente legitima la hegemonia reguladora de esa misma ley. No basta con investigar de qué forma las mujeres pueden es- tar reptesentadas de manera mas precisa en el lenguaje y fa politica. La critica feminista también deberia comprender que las mismas estructuras de poder mediante las cuales se pretende la emancipacién crean ylimitan la categoria de «las mujeres», sujeto del feminismo. En efecto, la cuestién de las mujeres como sujeto del fe- ‘minismo plantea la posibilidad de que no haya un sujeto que exista «antes» de la ley, esperando la tepresentacién en y por cesta ley. Quizés el sujeto y la invocacién de un «antes» tem- poral sean creados por la ley como un fundamenio ficticio de su propia afirmacién de legitimidad. La hipétesis peeva- leciente de la integridad ontolégica del sujcto antes de la ley debe ser entendida como el vestigio contemporineo de la hipétesis del estado de naturaleza, esa fabula fundacionista que sienta las bases de las estructuras juridicas del liberalis- mo clésico. La invocacién petformativa de un «antes» no histotico se convierte en la premisa fundacional que asegura una ontologia presocial de individuos que aceptan libre- mente ser gobernados y, con ello, forman la legitimidad del contrato social. Sin embargo, aparte de las ficciones fundacionistas que respaldan la nocién del sujeto, esté el problema politico con el que se enfrenta el feminismo en la presuncién de que el SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 49 término «mujeres» indica una identidad coman. En lugar de tun significante estable que reclama la aprobacién de aque- Ilas a quienes pretende describir y representar, mujeres (in- cluso en plural) se ha convertido en un término problemati- co, un lugar de refutacién, un motivo de angustia, Como sugiere el titulo de Denise Riley, Am I that Name? [eSoy yo ese nombre?], es tina pregunta motivada por los posibles significados miltiples del nombre? Siuna «es» una mujer, es evidente que es0 n0 es todo lo que una es; el concepto no es exhaustivo,|no porque una «persona» con un género prede- terminado sobrepase los atributos especificos de su género, sino porque el género no siempre se constituye de forma co- herente 0 consistente en contextos histéricos distintos, y porque se entrecruza con modalidades raciales, de clase, &t- nicas, sexuales y regionales de identidades discursivamente constituidas. Asi, ¢s imposible separar el «género» de las in- tersecciones politicas y culturales en las que constantemente se produce y se mantiene. ‘La creencia politica de que debe haber una base univer- sal para el feminismo, y de que puede fundarse ett una iden- tidad que aparentemente existe en todas las culturas, a me- nudo va unida a la idea de que la opresin de las mujeres posee alguna forma especifica reconocible dentro de la ¢s- tructura universal o hegeménica del patriarcado o de la do- ‘minacién masculina. La idea de un patriarcado universal ha recibido numerosas criticas en afios recientes porque no tie- ne en cuenta el funcionamiento de la opresiGn de género en Jos contextos culturales concretos en las que se produce. Una vez. examinados esos contextos diversos en el marco de dichas teorfas, se han encontrado «ejemplos» o «ilustracio- ines» de un principio universal que se asume desde el prin pio. Esa manera de hacer teoria feminista ha sido cuestiona- 50 FL GENERO EN DISPUTA da porque intenta colonizar y apropiarse de las culturas no occidentales para respaldar ideas de dominacién muy occi- dentales, y también porque tiene tendencia a construit un «Tercer Mundo» 0 incluso un «Oriente», donde la opresion de género es sutilmente considerada como sintomética de una barbarie esencial, no occidental. La urgencia del femi- nismo por determinar el cardcter universal del patriarcado ~con el objetivo de reforzar la idea de que las propias rei- vindicaciones de! feminismo son representativas— ha pro- vocado, en algunas ocasiones, que se busque un atajo hacia una universalidad categérica o ficticia de la estructura de dominacién, que por lo visto origina la experiencia de sub- yugacién habirual de las mujeres. Si bien la afirmacién de un patriarcado universal ha per- dido credibilidad, la noci6n de un concepto generalmente compattido de las «mujeres», la conclusién de aquel marco, ha sido macho més dificil de derribar. Desde luego, ha habi- do numerosos debates al respecto. ¢Compatten las emuje- res» agin elemento que sea anterior a su opresién, o bien Jas «mujeres» comparten un vinculo Gnicamente como re- sultado de su opresién? 2Existe una especificidad en las cul- turas de las mujeres que no dependa de su subordinacién or parte de las culturas masculinistas hegeménicas? ¢Estan siempre contraindicadas la especificidad y la integridad de las practicas culturales o lingtifsticas de las mujeres y, por tanto, dentro de los limites de alguna formacién cultural mds dominante? ¢Hay una regién de lo «especificamente fe- menino», que se distinga de lo masculino como tal y se acep- te en su diferencia por una universalidad de las «mujereso no marcada y, por consiguiente, supuesta? La oposicidn bi- naria masculino/femenino no sdlo es el marco exclusivo en el que puede aceptarse esa especificidad, sino que de cual- SUTETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 31 quier otra forma la «especificidad» de lo femenino, una vez més, se descontextualiza completamente y se aleja analitica y politicamente de la constitucién de clase, raza, etnia y otros ejes de relaciones de poder que conforman la «identidad» y hacen que la nocién concreta de identidad sea errénea.* ‘Mi intencién aqui es argiiir que las limitaciones del dis- curso de representacién en el que participa el sujeto del fe- minismo socavan sus supuestas universalidad y unidad. De hecho, la reiteracién prematura en un sujeto estable del fe- minismo ~entendido como una categoria inconsiitil de mu- jeres— provoca inevitablemente un gran rechazo pata ad- mitir la categoria. Estos campos de exclusién ponen de ‘manifiesto las consecuencias coercitivas y teguladoras de esa construccién, aunque éta se haya llevado a cabo con objeti- vos de emancipaci6n. En realidad, la divisién en el seno del feminismo y la oposicién paradgjica a éf pot parte de las, canujeres» a quienes dice representat muestran los limites necesarios de las politicas de identidad. La nocién de que el feminismo puede encontrar una repfesentacién mas extensa de un sujeto que el mismo feminismo construyc tiene como consecuencia irdnica que los objetivos feministas podrian frustrarse si no tienen en cuenta los poderes constitutivos de lo que afirman representar. Este problema sc agrava si se recurre a la categoria de la mujer slo con finalidad «estra- tégicar, porque las estrategias siempre tienen significados que sobrepasan los objctivos para los que fueron cteadas. En este caso, la exclusidn en si puede definirse como un sig- nificado no intencional pero con consecuencias, pues cuan- do se amolda a la exigencia de la politica de representacién de que el feminismo plantee un sujeto estable, ese feminis- mo se arriesga a que se lo acuse de tergiversaciones inexcu- sables. 52 EL GENERO EN DisPUTA Por lo tanto, es obvio que la labor politica no es rechazar la politica de representacién, lo cual tampoco scria posible. Las estructuras juridicas del lenguaje y de la politica crean cl campo actual de poder; no hay ninguna posicién fuera de este campo, sino sélo una genealogia critica de sus propias acciones legitimadoras. Como tal, el punto de partida critico es el presente hist6rico, como afirmé Marx, Y la tarea con- siste en elaborar, dentro de este marco constituido, una cri- tica de las categorias de identidad que generan, naturalizan ¢ inmovilizan las estructuras juridicas actuales. Quizés haya una oportunidad en esta coyuntura de la politica cultural (época que algunos denominarian posfe- minista) para pensar, desde una perspectiva feminista, so- bre Ja necesidad de construir un sujeto del feminismo. Dentro de la practica politica feminista, parece necesario replantearse de manera radical las construcciones ontolé- gicas de la identidad para plantear una politica representa- tiva que pueda renovar el feminismo sobre otras bases. Por otra parte, tal vez sea el momento de formular una critica radical que libere a la teoria feminista de la obligacion de construir una base dnica o constante, permanentemente refutada por las posturas de identidad 0 de antiidentidad a las que invariablemente niega. sAcaso las pricticas exclu- yentes, que fundan la teoria feminista en una nocion de mujeres» como sujeto, debilitan paradéjicamente los ob- jetivos feministas de ampliar sus exigencias de «represcn- tacién»?> Quizés el problema sea todavia mas grave. La construc- cién de la categoria de las mujeres como sujeto coherente y estable, ges una reglamentaci6n y reificaci6n involuntaria de las relaciones entre los géneros? ¢¥ no contradice tal reifi- cacién los objetivos feministas? ¢En qué medida consigue la SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 33 categoria de las mujeres estabilidad y coherencia Gnicamen- ze en el contexto de la matriz heterosexual?® Si wna nocién estable de género ya no es la premisa principal de la politica feminista, quizds ahora necesitemos una nueva politica fe minista para combatir las reificacioues mismas de género ¢ identidad, que sostenga que la construcci6n variable de la identidad es un requisito metodolégico y normativo, ademas de una meta politica. . Examinar los procedimientos politicos que originan y ¢5- conden lo que conforma las condiciones al sujeto juridico del feminismo es exactamente la labor de una genealogia fe- minista de la categoria de las mujeres. A lo largo de este in- tento de poner en duda a las «mujeres» como cl sujeto del feminismo, la aplicacién no problematica de esa categoria puede rener como consecuencia que se descarte la opcién de que el feminismo sea considerado una politica de represen- tacién, como lo radicalmente no construido al recordar en el capitulo 2 Jo gue afirman Lévi-Strauss y el estructuralismo. En esta ¢o- yuntura ya queda patente que una de las formas de asegurar de manera efectiva la estabilidad interna y el marco binatio del sexo es situar la dualidad del sexo en un campo predis- cursivo, Esta produccién del sexo como lo prediscursivo debe entenderse como el resultado del aparato de construc. cién cultural nombrado pot el género. Entonces, gcémo debe reformalarse el géneto para incluir las relaciones de Perera provocin el elect de un sexo predscurio ye ‘onden de esta maner lirmie Condes de eta manera ese mismo procedimiento de po- ‘GENERO: LAS RUINAS CIRCULARES DEL DEBATE ACTUAL el género se entiende en funcién de dicha ley 0 conjunto de leyes, entonces parece que el gé- nero es tan preciso y fijo como lo era bajo la afirmacion de que «biologia es destino». En tal caso, la culeura, y no la bio- logia, se convierte en destino. Por otra parte, Simone de Beauvoir afirma en El segun- do sexo que eno se nace mujer: llega una a serlo»."” Para Beau- voir, el género se «construye», pero en su planteamiento queda implicito un agente, un cogéto, el cual en cierto modo adopta 0 se aduefia de ese género y, en principio, podria aceptar algin otro. ¢Es el género tan variable y voli ‘como plantea el estudio de Beauvoir? ¢Podria circunscribir- se entonces la «construccién» a una forma de eleccién? Beau- voir sostiene rotundamente que una «llega a ser» mujer, pero siempre bajo la obligaci6n cultural de hacerlo. ¥ es evi- dente que esa obligacién no la crea el «sexo», En su estudio no hay nada que asegure que la «persona» que se convierte en mujer sea obligatoriamente del sexo femenino. Si «ct cuerpo es una situacién,” como afirma, no se puede aludir a un cuerpo que no haya sido desde siempre interpretado mediante significados culturales; por tanto, el sexo podria ‘no cumplir los requisitos de una facticidad anatémica pre- discursiva. De hecho se demostrard que el sexo, por defini- cién, siempre ha sido género."* 58 EL GENERO EN DisPUTA ___Lapolémica surgida respecto al significado de construe. ctén parece desmoronarse con Ja Polaridad filoséfica con- vencional entre libre albedtio y determinismo, En conse cuencia, es razonable suponer que una limitacién lngfistica comin sobre el pensamiento crea y restringe los términos del debate. Dentro de esos términos, el «cuerpo» se mani. fiesta como un medio pasivo sobre el cual se circunseriben los significados cultarales o como el instrumento mediante el cual una voluntad apropiadora e interptetativa establece tun significado cultural para sf misma, En ambos casos, el cuerpo es un mero instrumento 0 medio con el cual se rcla- ciona sélo externamente un conjunto de significados cultu tales. Pero el «cuerpo» es en si uma construccién, como lo son los miiltiples «cuerpos» que conforman el campo de los sujetos con género, No puede afirmarse que los cuerpos po- sean una existencia significable antes de la marca de su gé- nero: entonces, cen qué medida comienza a enistir dl cu en y mediante las) marca(s) del género? , que designa una capacided universal pata el ra zonamiento, la deliberacin moral o ef lenguaje. No cbstan- te, la concepcién universal de la persona Ka sido sustituida como punto de partids para una teoria social del género por las posturas histricas y anifopolégicas que consideran el gé- SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 6 nero como una «relacién» entre sujetos socialmente consti- tuidos en contextos concretos. Esta perspectiva relacional o contextual sefiala que lo que «es» la persona y, de hecho, lo que «cs» el género siempte es relativo a las relaciones cons- truidas en las que se establece.” Como un fenémeno varia- ble y contextual, el género no designa a un ser sustantivo, sino a un punto de unién relative entre conjuntos de rela- ciones culturales ¢ histéricas especificas. Pero Irigaray afirmara que el «sexa» femenino es una cucstién de axsencia lingiiistica, la imposibilidad de una sustancia gramaticalmente denotada y, por esta raz6n, la perspectiva que muestra que esa sustancia es una ilusién permanente y fundacional de un discurso masculinista, Esta ausencia no esté marcada como tal dentro de la economia significante masculina, afirmacién que da la vuelta al argu- mento de Beauvoir (y de Wittig) respecto a que el sexo fe- menino est marcado, mientras que el sexo masculino no lo esta, Irigaray sostiene que el sexo femenino no ¢s una «ca- rencia» ni un «Otror que inherente y negativamente define al sujeto en su masculinidad. Por el contrario, el sexo feme- nino evita las exigencias mismas de representacion, porque ella no es ni «Otro» ni «carencia», pues esas categorias si- guen siendo telativas al sujeto sartreano, inmanentes a ese esquema falogocéntrico. Asi pues, pata Irigaray lo femenino nunca podria ser la rzarca de un sujeto, como afitmaria Bea voir. Asimismo, lo femenino no podria teorizarse en térmi nos de una relacién especifica entre lo masculino y lo feme- nino dentro de un discurso dado, ya que aqui el discurso no es una nocién adecuada, Incluso en su variedad, los discur- sos crean otras tantas manifestaciones del lenguaje falogo- céntrico. Asi pues, el sexo femenino es también ef sujeto que ‘ng es uno, La relacién entre masculino y femenino no puede 62 EL GENERO EN DISPUTA representarse en una economia significante en la que lo mas- culino es un circulo cerrado de sigaificante y significado. Pa- radéjicamente, Beauvoir anuncié esta imposibilidad en EL segundo sexo al alegar que los hombres no podian legar a un acuerdo respecto al problema de las mujeres porque enton- ces estarfan actuando como juez y parte.” Las diferenciaciones entre las posiciones mencionadas no son en absoluto claras; puede pensarse que cada una de cllas problematiza la localidad y el significado tanto de! esu- jeto» como del «género» dentro del contexto de la asime- tia entre los géneros sociaimente instaurada, Las opciones interpretativas del género en ningtin sentido se acaban en las opciones mencionadas anteriormente. La circulatidad problemética de un cuestionamiento feminista del género se hace evidente por la presencia de dos posiciones: por un lado, las que afirman que el género es una caractetistica se- cundaria de las personas, y por otro, las que sostienen que la nocién misma de persona situada en el lenguaje como un ‘«sujeto» es una construccién y una prerrogativa masculinis- tas que en realidad niegan la posibilidad estructural y se- méatica de un género femenino. El resultado de divergen- cias tan agudas sobre el significado del género (es mas, acerca de si género es realmente el término que debe exa- minarse, o si la construccién discursiva de sexo es, de he- cho, mis fundamental, o tal vez mujeres 0 raujer y/o bom. bres y hombre) hace necesatio replantearse las categorias de identidad en ef ambito de relaciones de radical asime- tia de género. Para Beauvoir, el «sujeto» dentro del anilisis existencial de la misoginia siempre es masculino, unido con lo univer- sal, y se distingue de un «Otro» femenino fuera de ls reglas universalizadoras de la calidad de persona, irremediable- SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 6“ mente «especifico», personificado y condenado a la inma- Fencia. Aunque suele sostenerse que Beauvoir reclame el derecho de las mujeres a convertirse, de hecho, en sujetos cxistenciales y, en consecuencia, su inclusién dentro de los érminos de una universalidad abstracta, su posicién tam- bién critica la desencarnacién misma del sujeto epistemol6- ico abstracto masculino.” Ese sujeto es abstracto en la me- ida en que no asume su encarnacién socialmente marcada v_ademas, dirige esa encamnacién negada y despreciada ala ‘afera femenina, renombrando efectivamente al cuerpo como hembra, Esta asociacién del cuerpo con lo femenino se basa on relaciones magicas de reciprocidad mediante las cuales ‘lsexo femenino se limita a su cuérpo, y el cuerpo masculi- tno, completamente negado, paradjicamente se transforma en el instrumento incorpéreo de una libertad aparentemen- te radical, El andlisis de Beauvoir formula de manera implt- cita la siguiente pregunta: ga través de qué acto de negacién y desconocimiento lo masculino se pfesenta como una uni- versalidad desencarnada y fo femenino se construye como tuna corporeidad no aceptadu? La dialéctica del amo y el esclavo, replanteada aqui por completo dentro de los tér- minos no reciproces de la asimetrfa entre los géneros, pre- figura lo que Irigaray luego definira como la economia sig. hificante masculina que abarca tanto al sujeto existencial como a su Otro. Beauvoir afirma que el cuerpo femenino debe ser Ia si- tuacién y el instrumento de la libertad de las mujeres, no una esencia definidora y limitadora.® La teoria de la encar- nacién en que se asienta el andlisis de Beauvoir esta restrin- sida por la reproduccién sin reservas de la distincién carte- siana entre libertad y cuerpo. Pese a mi empefio por afitmar lo contrario, parece que Beauvoir mantiene el dualismo men- o EL GENERO EN DISPUTA te/cuerpo, aun cuando oftece una sintesis de esos térmi- nos. La preservacidu de esa misma distincién puede ser re. veladora del mismo falogocentrismo que Beauvoir subesti- mma. En la tradicién filosdfica que se inicia con Platén y sigue con Descartes, Husserl y Sartre, la diferenciacién on tol6gica entre alma (conciencia, mente) y cuerpo siempre defiende relaciones de subordinacién y jerarquia politica y psiquica. La mente no s6lo somete al cuerpo, sino que even. twalmente juega con la fantasia de escapar totalmente de su corporeidad. Las asociaciones culturales de la mente con la masculinidad y del cuerpo con la feminidad estan bien do- cumentadas en el campo de la filosofia y el feminismo.” En consecuencia, roda reproduccién sin reservas de la diferen- ciacién entre mente/cuerpo debe replantearse en virtud de {a jerarquia implicita de los géneros que esa diferenciacion ha creado, mantenido y racionalizado cominmente. La construccién discursiva del «cuerpon y su separacién de la «libertad» existente en la obra de Beauvoir no logra fi jar, en el eje del género, la propia diferenciacién entre men. te/cuerpo que presuntamente alumbra la persistencia de la asimetria entre los génetos. Oficialmente, para Beauvoir el ‘cuerpo femenino esta marcado dentro del discurso masculi- nista, razén por la cual el cuerpo masculino, en st fusién con lo universal, permanece sin marca. Itigaray explica de forma clara que tanto la marca como lo marcado se insertan dentro de un modo masculinista de significacién en el que el ‘cuerpo femenino esta «demarcado», por asi decitlo, fuera del campo de lo significable. En términos poshegelianos, la ‘aujer esté eanulada», pero no preservada, En la interpreta- én de Irigaray, la explicacién de Beauvoir de que la mujer «es sexo» se modifica para significar que ella no es el sexo que estaba destinada a ser, sino, mnas bien, el sexo masculino SUJBTOS DE SEXO/GENERO/DESEO 6 encore (y en corps) que discurre en el modo de la otredad. Para Tvigaray, ese modo falogocéntrico de significar el sexo jemenino siempre genera fantasmas de su propio deseo de ampliacién. En ver de una postura lingtifstico-autolimitante aque proporcione la alteridad o la diferencia a las mujeres, el falogocentrismo proporciona un nombre para ocultat lo fe- ‘menino y ocupar su lugar. ‘TEORIZAR LO BINARIO, LO UNITARIO Y MAS ALLA Beauvoir e Irigaray tienen diferentes posturas sobre las estructuras fundamentales mediante las cuales se reproduce la asimetsfa entre los géneros; la primera apela a la recipro- cidad fallida de una dialéctica asimétrica, yl segunda a menta que la dialéctica en sfes la consttuccién monolégica de una economia significante masculinista. Si bien Irigaray extiende claramente el campo de la critica feminista al ex- plicar las estructuras epistemolbgica, ontologica y logica de uuna economia significante masculinista, su andlisis pierde fuerza justamente a causa de su alcance globalizador. Se puede reconocer una economia masculinista monolitica asi como monolégica que traspase la totalidad de contextos cul- turales e historicos en Jos que se produce la diferencia se- xual? ¢Fl hecho de no aceptar los procedimientos culturales especificos de la opresién de géneros es en si una suerte de imperialism epistemolégico, que no se desarrolla con la mera elaboracidn de diferencias culturales como «ejemplos» del mismo falogocentrismo? El empefio por incluir culturas de «Otros» como amplificaciones variadas de un falogocen- ttismo global es un acto apropiative que se expone a repetit el gesto falogocéntrico de autoexaltarse, y domina bajo el 66 EL GBNERO EN DISPUTA signo de lo mismo las diferencias que de otra forina cuestio- nar‘an ese concepto totalizador.” La critica feminista debe explicar las afitmaciones totali- zadoras de una economia significante masculinista, pero también debe ser autocritica respecto de las acciones totali- zadotas del feminismo. E] empefio por describir al cnemigo como una forma singular es un discurso invertido que imita Ia estrategia del dominador sin ponerla en duda, en vez de proporcionar una serie de términos diferente. El hecho de que la téctica pueda funcionar tanto en entornos feministas como antifeministas demucstra que la accién colonizadora 1no es mnasculinista de modo primordial o irreductible. Puede ctear distintas relaciones de subordinaciéa racial, de clase y hctetosexista, entre muchas otras. Y es evidente que detallar las distintas formas de dominacién, como he empezado a hacetlo, implica su coexistencia diferenciada y consecutiva en1.un eje horizontal que no explica sus coincidencias dentro del émbito social. Un modelo vertical tampoco es suficiente; las opresiones no pueden agruparse sumeriamente, relacio- arse de maneta causal o distribuirse en planos de «otigi- nalidad» y «detivatividad». De hecho, e! campo de poder, estructurado en parte porla postura imperializante de apro- piacién dialéctica, supera e incluye el eje dela diferencia se- xual, y proporciona uaa gréfica de diferenciales cruzadas que no pueden jerarquizarse de un modo sumatio, ni dentro de los limites del falogocentrismo ni en ningsin otro candi- dato al puesto de «condicién primaria de opresién». Mas que una estrategia propia de economias significantes mascu- linistas, la apropiacién dialéctica y la supresién del Oteo es tuna estrategia mas, supeditada, sobre todo, aunque no tini- ‘camente, a le expansién y racionalizacién del dominio mas- culinista. SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO or discusiones feministas actuales sobre el esencialismo exslorn ‘el problema de la universalidad de la identidad fe- ‘renin y la dominacién masculinista de distintas maneras. [es afismaciones universaistas tienen su base en una pos! ‘Gén epistemoldgica comin o compattida (entendida como Conciencia articulada o las estructuras compartidas dela do- mminacidn), o en las estructuras aparentemente transculturales de la femninidad, la matenidad, la sexualidad y la éerture fe jninine, El razonamiento con el que inicio este capitulo afit- maba que este gesto globalizador ha provocado numerosas critics por parte de mujeres que afirman que la categoria tmnujetes> es normativa y excluyentey s utliza mantenies- “fo intactas las dimensiones no marcadas de los privilegios de clase yraiales. Es deci, insist en la coherencia ya unidad dela categoria de las mujeres ha negado, en efecto, la multi- tud de intersecciones culturales, sociales y politicas en que se construye el conjunto concreto de «mujeres». Se ha intentado plantear politicas de coalicién que no den por sentado cual sera el contenido de «mujeres», Mis bien proponen un conjunto de encuentos dalégicas en los {que mujeres de posturas diversas propongan distineas iden- tidades dentro del marco de una coalicin emergente. Es evidente que no debe subestimarse el valor de la politica de coalcién, pero la forma misma de coalcin, de uno cena emergente e impredecible de posiciones, no pu - sare por adelantado, A pesar del impulso, claramente de- mocratizador, que incita a construir una coslicién, alguna teérica de esta posicién puede, involuntariamente, reinser- tarse como soberana del procedimiento al tratar de estable- cet una forma ideal anticipada para las estructuras de coali- tion que realmente asegure la unidad como conclusién. Los sfuerzos por precisar qué es y qué no es Ia forma verdadera 68 EL GENERO EN DISPUTA dle un didlogo, qué consttuye una posicin de sujeo , sobre todo, cuindo se ha conseguido la «unidad>, pueden impedit Ja dindmica autofosmativa yautolimitante de a coalicion. Insistir anticipadamente en la «unidad> de coalicién como abjetivo implica que la solidaridad, a cuslquier precio, 8 una condiciéa previa para la accién poltica. Pero, equé tipo de politica requicre ese tipo de unidad amticipada? Qui- vés una coalicién tiene que admitit sus contradicciones an- tes de comenzar a actuar conservando intactas dichas con- tradieciones. O quizi parte de lo que implica la comprensin dlalégica sea aceprar la divergencia, la ruptur, la fragmen- tacién y la division como parte del proceso, por lo general rortuoso, de la democratizcién. El concepto mismo de «cdialogo» es culturalmente especifco ¢ hist6rico, pues mien- tras que un hablante puede afirmar que se estd manteniendo tuna conversacién, otro puede asegurar que no es asi. Prime- ro deben ponerse en tela de jucio las relaciones de poder que determinan y rstringen las posibilidades dial6gicas. De Jo comtrario, el modelo de dlogo puede volver a caer en un modelo liberal, que implica que los agentes hablantes poscen las mismas pesiciones de poder y hablan con las mismas pre- suposiciones acerca de lo que es «acuerdo» y «unidads y, de hhecho, que é808 son los objetivos que se pretenden. Seria ctréneo suponet antcipadamente que hay una categoria de mujeres» que simplemente deba poscer distintos compo- nentes de raza, clase, edad, etnicidad y sexualidad para que esté completa. La hipdtesis de su carécter incomplero exen- cial posibilita que esa categoria se uilce como un ugar de significados refutados que existe de forma permanente. El caracier incompleto de la definicién de esta categoria puede servir, entonces, como un ideal normativo des rovist fuerza coercitiva. Prowse dla SUJETOS DE SEXO/GENERO/DISEO o Es precisa la cunidad> para una acci6n politica eficaz? Es justamente I insistencia prematura en el objetivo de Ia hidad la causante de una divisién cada ver. mas amarga et tre los grupos? Algunas formas de divisiin reconocida pue- Jen facilitar la accién de una coalicién, justamente porque In eunidads de la categoria de las mujeres ni se presupone ise desea. 2Bstablece la «unidad> una norma de solidari- Jad excluyente en el émbito de la identidad, que excluye fa posibilided de diferentes acciones que modifican las fronte- fas mismas de los conceptas de identidad © que precisa- mente intentan conseguir €s¢ cambio como un objetivo po- Tico explicito? Sin la presuposicién ni el objetivo de veanidad», que en ambos casos Se crea en un nivel concep- ‘ual, pueden aparecer unidades provisionales en el contexto Ye acciones especificas cuyos propésitos no son la organiza- ion de la identidad. Sin la expectativa obligatoria de que Jas acciones feministas deben construirse desde una identi- dad estable, unificada y acordada, éstas bien podrian ini- Ciarse més rapidamente y parecer més aceptables para algu- has emujercs», para quienes el significado de la categoria es siempre discutible. Este acercamiento antifundacionista a la politica de coa- licién no implica que la «identidad> sea una premisa ni que la forma y el significado del conjunto en una coalicién pue- dan conocerse antes de que se efectac. Puesto que Ia es- tructuracién de una identidad dentro de limites culturales disponibles establece una definicién que descarta por ade- Tantado la apariciGn de nuevos conceptos de identidad en acciones politicamente comprometidas ya través de ellas,la tetica fandacionista no puede tener como fin normativo le transformacién o la ampliacién de los conceptos existentes de identidad, Asimismo, cuando las identidades acordadas © 70 EL GENERO EN DISPUTA las estructuras dialégicas estipuladas, mediante las cuales se comunican las identidades ya establecidas, ya no son el tena © el sujeto de la politica, entonces las identidades pueden Negar a existir y descomponerse conforme a las priicticas ¢s- pecificas que las hacen posibles. Algunas précticas politicas establecen identidades sobre una base contingente para con- seguir cualquier objetivo, La politica de coalicién no exige ni una categoria ampliada de «mujeres» ni una identidad i ternamente miiltiple que describa su complejidad de mane- ra inmediata. El género es una complejidad cuya totalidad se posterga de manera permanente, nunca aparece completa en una de- terminada coyuntura en el tiempo. Asi, una coalicidn abier- ‘a creard identidades que alternadamente se instauren y se abandonen en funcién de los objetivos del momento; se tra- tari de un conjunto abierto que permita multiples coinci- icias y discrepancias sin obedienci: i dencasy dis vepan iencia a un telos notmativo IDENTIDAD, SEXO ¥ 1A METAFISICA DE LA SUSTANCIA 2Qué significado puede tener entonees la «identi cul es la base de la presuposicién de que las identical Son idénticas a sf mismas, y que se mantienen a través del tiempo como iguales, unificadas ¢ internamente coherentes? Y, por encima de todo, gcdmo configuran estas suposiciones los discursos sobre sidenidad de géneto»? Seria erréneo pensar que primero debe analizarse la «identidad» pués la identidad de génezo por la sencilla tazén de oa las personas» sdlo se vuelven inteligibles cuando poseen un género que se ajusta a normas reconocibles de inteligibilidad SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO a de género. Los anilisis sociolégicos convencionales inten- tan dar cuenta de la idea de persona en funcién de la capa- cidad de actuacién que requiere prioridad ontolégica res- pecto de los distintos papeles y funciones mediante los cuales adquiere una visibilidad social y un significado, Dentro del propio discurso filoséfico, la idea de «la persona» se ha am- pliado de manera analitica sobre la hipétesis de que el con- texto social «en» que esté una persona de alguna manera est externamente relacionado con la estructura de la defi- nici6n de «calidad de persona» [personhood], ya sea la con- ciencia, la capacidad para el lenguaje o la deliberacién mo- ral. Si bien no profundizaremos en esos estudios, una premisa de esas investigaciones’es su énfasis en Ja explora- cién critica y la inversion. Mientras que la cuestién de qué es Jo que establece la «identidad personal» dentro de los estu- dios filoséficos casi siempre se centra en la pregunta de qué aspecto interno de la persona determina la continui- dad o la propia identidad de la persona a través del tiempo, hhabria que preguntarse: gen qué medida las précticas regula- doras de la formacién y la separacién de género determinan la identidad, la coherencia interna del sujeto y, de hecho, la condicién de la persona de ser idéntica a si misma? ¢En qué medida la «identidad» es un ideal normativo més que un as- pecto descriptive de Ja experiencia? ¢Cémo pueden las practicas reglamentadoras que determinan el género hacer- Jo con las nociones culruralmente inteligibles de la identi- dad? En definitiva, la «coherencia» y la «continuidad» de «la persona no son rasgos Iégicos o analiticos de la calidad de persona sino, mas bien, normas de inteligibilidad social- mente instauradas y mantenidas. En la medida en que la «identidad» se preserva mediante los conceptos estabiliza- dores de sexo, género y sexualidad, Ia nocién misma de «la 72 EL GENERO EN DISPUTA persona» se pone en duda por la aparicién cultural de esos seres con géneto «incoherente» o «discontinuo» que apa- fentemente son personas pero que no se corresponden con las normas de género culturalmente inteligibles mediante las ‘cuales se definen las personas. Los géneros «inteligibles» son los que de alguna manera instauran y mantienen relaciones de coherencia y continui- dad entre sexo, géneto, prictica sexual y desco. Es decir, los fantasmas de discontinuidad e incoherencia, concebibles ‘inicamente en relacién con las reglas existentes de continui- dad y cohetencia, son prohibidos y creados frecuentemente por las mismas leyes que procuran crear conexiones causa- les 0 expresivas entre sexo biolégico, géneros culturalmente formados y la «expresién® o «efecto» de ambos en la apari- ign del deseo sexual a través de la préctica sexual. La nocién de que puede haber una «verdad» del sexo, como la denomina irénicamente Foucault, se crea justamen- tea través de las pricticas reguladoras que producen identi- dades coherentes a través de la matriz de reglas coherentes de género. La hetcrosexualizacién del deseo exige e instau- tala produccidn de oposiciones discretas y asiimétricas entre «femenino» y «masculino», entendidos estos conceptos como atributos que designan «hombre» y «mujer». La ma- triz cultural —mediante la cual se ha hecho inteligible fa identidad de género— exige que algunos tipos de «identi- dades» no puedan «existir: aquellas en las que el género no ¢s consecuencia del sexo y otras en las que las practicas del deseo no son «consecuencia» ni del sexo ni del género. En este contexto, «consecuencia» es una relacién politica de vinculacién creada por las leyes culturales, las cuales deter- ‘minan y reglamentan la forma y el significado de la sexuali dad, En realidad, precisamente porque algunos tipos de SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO B cdentidades de género» no se adaptan a esas reglas de inte- figibilidad satus, dichas idemidades se ‘manifiestan ‘inica- mente como defectos en el desarrollo 0 imposibilidades 16- gicas desde el interior de exe campo. No obstante, su insistencia y proliferacién otorgan grandes oportunidades para mostrar los limites y los propésitos reguladores de ese campo de inteligibidad y, por tanto, para revelar —dentro de los limites mismos de esa matriz de inteligibilidad— otras matrices diferentes y subversivas de desorden de género. Pero antes de analizar csas practicas desordenadoras, es importante entender la «matriz de inteligibilidad». eBs sin- gular? De qué estd formada? ¢Cual cs la peculiar unin que aparentemente hay entre un sistema de heterosexualida obligatoria y las categorias discursivas que determinan los conceptos de identidad del sexo? Si la widentidad> es un efecto de las practicas discursivas, chasta qué punto la iden- tidad de género, vista como una relacién entre sexo, género, prictica sexual y desco, es el efecto de una practica regula- dora que puede definirse como heterosexualidad obligato- ria? gNos devolveria esa explicacién a otro marco totaliza- dor en el que la heterosexualidad obligatoria simplemente gcupa el lugar del falogocentrismo como la causa monoliti- lc la opresién de género? “ Sass del ambito de las teorias feminista y postestruc- turalista francesas, se cree que diferentes regimenes de po- der crean los conceptos de identidad del sexo, Consicerese Ja oposicidn entre esas posturas, como la de Irigaray, que sonfenen que sélo existe un sexo, el masculino, que evolu- ciona en y mediante la produccién del «Otro»; y, por otra parte, posturas como la de Foucault, que argumenta que la categoria de sexo, ya sea snasculino o femenino, es la pro- duccién de una economia difusa que regula la sexualidad. 74 EL GENERO EN DISPUTA Considérese también el argumento de Wittig respecto a que la categoria de sexo, en las condiciones de heterosexualidad obligatoria, siempre es femenina (mientras que la masculina no est marcada y, por tanto, es sinénimo de lo «universal»). ‘Aunque parezca paraddjico, Wittig estd de acuetdo con Foucault cuando afirma que la categoria misma de sexo se anularia y, de hecho, desapareceria a través de la alteracion y el desplazamiento de la hegemonia heterosexual. Las diferentes explicaciones que se presentan aqui reve- Jan las diversas manetas de entender la categoria de sexo, dependiendo de la forma en la que se organiza el campo de poder. Se puede preservar la complejidad de estos campos de poder y al mismo tiempo pensar en sus capacidades pro- ductivas? Por un lado, la teotia de Irigaray sobre la diferen- cia sexual exptesa que no se puede definir nunca alas mmuje- res segiin el modelo de un «sujeto» en el seno de los sistemas de representacién habituales de la cultura occidental, justa- mente porque son el fetiche de Ia representacidn y, por tan- to, lo no representable como tal. Las mujeres nunca pueden «ser», segiin esta ontologia de las sustancias, justamente por- que son la relacién de diferencia, lo excluido, mediante io cual este dominio se distingue. Las mujeres también son una «diferencia» que no puede ser entendida como la mera ne- gaci6n 0 el «Otro» del sujeto ya siempre masculino, Como he comentado anteriormente, no son ni el sujeto ni su Otro, sino una diferencia respecto de la economia de oposicién bi- natia, que es pot si misma una estratagema para el desarro- lo monolégico de lo masculino. No obstante, para todas estas posiciones es vital la idea de que el sexo surge dentro del lenguaje hegeménico como luna sustancia, como un set idéntico a sf mismo, en términos metafisicos. Esta apariencia se consigue mediante un giro SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO ip performative del lenguaje y del discurso que esconde el he- cho de que «ser» de un sexo 0 un género es bisicamente im- posible. Segin Irigaray, la gramética nunca puede ser un in- dicio real de las relaciones entre los géneros porque respalda justamente el modelo sustancial de género como una rela- ign binaria entre dos términos positives y representables.” Para Irigaray, la gramética sustantiva del género, que impli- ca.a hombres y mujeres, as{ como sus atributos de masculi- no y femenino, es un ejemplo de una oposiciéa binaria que de hecho disfraza el discurso univoco y hegeménico de lo ‘masculino, el falogocentrismo, acallando Jo femenino como tun lugar de mubtiplicidad subversiva. Para Foucault, la gra- mitica sustantiva del sexo exige una relacién binaria atti- ficial entre los sexos, y también una coberencia interna artificial dentro de cada término de ¢sa relacién binaria. La reglamentacién binaria de la sexualidad elimina la multipli- cidad subversiva de una sexualidad que trastoca las hege- monfas heterosexual, reproductiva y médico-juridica. Para Wittig, la restriccién binaria del sexo esta supedita- da a los objetivos reproductives de un sistema de hetero- sexualidad obligatoria; en ocasiones afirma que el derrum- bamiento de ésta dard lugar a un verdadero humanismo de «da persona» liberada de los grilletes del sexo. En otros con- textos, plantea que la profusién y la difusién de una econo- mia erética no falocéntrica hardn desaparecer las ilusiones de sexo, género e identidad. En otros fragmentos de sus tex- 108 «da lesbiana» aparentemente aparece como un tercer gé- nero que promete it més alld de la restricci6n binaria del sexo instaurada por el sistema de heterosexualidad obligato- rie. En su defensa del «sujeto cognoscitivo», aparentemente Wittig no mantiene ningin pleito metafisico con las formas hegeménicas de significaci6n o representacién; de hecho, el 16 EL GENERO EN DISPUTA sujeto, con su atributo de autodeterminacidn, parece ser la rehabilitacién del agente de la cleccién existencial bajo el nombre de «lesbiana»: «La llegada de sujetos individuales impone destruir primero las categotias de sexo [...]; la les- biana es el tinico concepto que conozco que trasciende las catenorias de sexo». No censura al «sujeto» por ser sicm. pre masculino segtin las normas de lo Simbélico inevitable- ‘mente patriarcal, sino que recomienda en su lugar el equiva. lente de un sujeto lesbian come usuario del lenguaje.” Identificar alas mujeres con el «sexo» es, para Beauvoir y Wittig, una unién de la categoria de mujeres con las carac- teristicas aparentememte sexualizadas de sus cuerpos y, por consiguiente, un techazo a dar libertad y autonomnia a las mujeres como aparentemente las disfrutan los hombres, Asi Bes, descr la categoria de seo seria destruir un atibuo, el sexo, que a través de un gesto misdgino de sinéedoque ocupado el lugar de Ia persona, el cogito ninodeterninenns Dicho de otra forma, s6lo los hombres son «personas» y sélo hay un género: el femenino: El género es el indice lingiistico de la oposicién politica ‘emire los sexos. Género se utiliza aqui en singular porque real- ‘mente no hay dos génetos. Unicamente hay uno: el femenino, ues el “masculino” no es un género, Parque lo masculino no so masculino, sino lo general». Asi pues, Wittig reclama la destruccién del «sexo» para que las mujeres puedan aceptar la posicién de un sujeto uni- versal. En el camino hacia esa destruccién, las «mujeres» deben asumir tanto una perspectiva particular como otra universal.” En tanto que sujeto capa de conseguir la uni- lad concreta a través de Ja libertad, la lesbiana de SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 7 Wittig corrobora la promesa normativa de ideales bumanis- tas que se asientan en la premisa de la metafisica de la sus- tancia, en vex de refutatla. En este sentido, Wittig se des- marca de Irigaray no sélo en lo referente a las oposiciones ahora muy conocidas entre esencialismo y materialistno,” sino también en la adhesién a una metafisica de la sustancia que corrobora el modelo normativo del humanismo como el marco del feminismo. Cuando Wittig parece defender un proyecto radical de emancipacién lesbiana y distingue entre «desbiana» y «mujer, lo hace mediante la defensa de la «persona» anterior al género, repesentada como libertad. Esto no sélo confirma el cardctet presocial de la libertad hu- mana, sino que también respalda esa metafisica de la sustan- cia que es responsable de la produccién y Ja naturalizacién de fa categoria del sexo en si. La metafisica de la sustancia es wna frase relacionada con Nietzsche dentro de la critica actual del discurso filoséfico. En un comentario sobse Nietzsche, Michel Haar afirma que numerosas ontologias filoséficas se han quedado atrapadas cen ciertas ilusiones de «Ser» y «Sustancia» animadas por la idea de que la formulacién gramatical de sujeto y predicado tefleja Ja realidad ontolégica previa de sustancia y atributo. Estos constructos, segiin Haar, conforman los medios filo- s6ficos artificiales mediante los cuales se crean de manera efectiva la simplicidad, el orden y la identidad. Pero en nin- ‘géin caso muestran ni representan un orden real de las cosas. Para nuestros fines, esta critica nietscheana es instructiva si se atribuye a las categorias psicoldgicas que rigen muchas re- flexiones populares y tedricas sobre la identidad de género. Como sostiene Haar, la critica de la metafisica de la sustan- cia conlleva una critica de la nocién misma de la persona psicolégica como una cosa sustantiva: 8 EL GENERO EN DISPUTA a destruccién de la ligica mediante su gencalogia impli ca ademés la desaparicin de las categorias psicoligicas base. das en esta ldgica. Todas las categorias psicoldgicas (el yo, el individuo, la persona) proceden de lailusion de identiled sus- tancial. Pero esta ilusién represa bisicamente a una superst- én que engaéia no sélo al sentido comiin, sino también a los filésofos, es decir, la creencia en el lenguaje y, més concreta. mente, ea la verdad de las categorias gramaticales, La pram. tica (la estructura de sujeto y predicado) sugitis la certeza de Descartes de que «yo» es el sujeto de epiensom, cuando més bien son los pensamientas los que vienen a emis: en el fond, Ja fe en a gramatica solamente comuniea la voluntad de ser le «causa» de los pensamientos propios. El sujet, el yo, cl indi viduo son tan slo falsos conceptos, pues convierten las uni. dades fictcias en sustancias cuyo origen es exclusivamente una realidad lingiiéstica." Wittig oftece una critica diferente al sefalar que las per- sonas no pueden adquirir significado dentro del lenguaje sin Ja marca del género. Analiza desde la perspectiva politica la stamitica del género en francés. Para Wittig, el género no slo designa a personas —las «califice» por asi decirlo—, sino que constituye una episteme conceptual mediante la cual s¢ universaliza el marco binario del género. Aunque el francés posce un género para todo tipo de sustantivos de personas, Wittig sostiene que su andlisis también puede aplicarse al inglés. Al principio de «The Mark of Gender» (1984), esctibe: Pata los geamiticos, la marca del género esta relacionada con los sustantivos. Hacen referencia a éste en términos de fancion. Si ponen en duda su significado, lo hacen en broma, lamando al género un «sexo ficticos [...]. En lo que concier. SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 79 ne alas categorias de la persona, ambos [inglés y francés] son portadores de género en le misma medida. En realidad, am- bbos originan un concepto ontolgico primitivo que en al len- guaje divide a los seres en sexos distintos [...]. Como concep- to ontoldgico que trata de la naturaleza del Ser, junto con una nebulosa distinta de otros conceptos primitives que pertene- cen a la misma linea de pensamiento, el género parece atafier principalmente a la filosofia.” Elhecho de que el género «pertenezca a la filosofia» sig- nifica, segdn Wittig, que pertenece a «ese cuerpo de con- ceptos evidentes por si solos, sin los cuales los filésofos no pueden definir una linea de razonamiento y que segin ellos se presuponen, ya existen previamente a cualquier pensa- miento u otden social en Ia naturaleza».® El razonamiento de Wittig se confirma con ese discurso popular sobre la identidad de géneto que, sin ningin tipo de duda, atribuye Ia inflexién de «ser» a los géneros y a las «sexualidades», La afixmacién no problemitica de «ser» una mujer y «ser» he- terosexual seria representativa de dicha metafisica de la sus- tancia del género. Tanto en el caso de «hombres» como en el de «mujeres», esta afirmacién tiende a supeditar la nocién de género a la de identidad y a concluir que una persona es de un género y lo es en vireud de su sexo, su sentido psiquico del yo y diferentes expresiones de ese yo psiquico, entre las cuales esté el deseo sexual. En ese contexto prefeminista, el género, ingenuamente (y no eriticamente) confundide con el sexo, funciona como un principio unificador del yo encar- nado y conserva esa unidad por encima y en contra de un ‘sexo puesto», cuya estructura presuntamente mantiene cierta coherencia interna paralela pero opuesta entre sexo, szénero y desco, Las frases «Me siento como una mujer» pro- 80 EL GENERO EN DISPUTA nunciada por una persona del sexo femenino y «Me siento como un hombre» fotmulada por alguien del sexo masculi- no dan por sentado que en ningtin caso esta alirmacién es redundante de un modo carente de sentido. Aunque puede no parecer problematico ser de una anatomia dada (aunque més tarde veremos que ese proyecto también se enfrenta a muchas dificultades), la experiencia de una disposicién psi- quica o una identidad cultural de género se considera un lo- ero. Asi, la frase «Me siento como una mujer es cierta si se acepta la invocacién de Aretha Franklin al Otro definidor: «Tai me haces sentir como una mujer natural». Este logro exige diferenciarse del género opuesto, Por consiguiente, uno es su propio género en la medida en que uno no es el otro género, afirmacién que presupone y fortalece la restric- cién de género dentro de ese par binario. E] género pucde designar una wnided de experiencia, de sexo, género y deseo, sdlo cuando sea posible interpretar que el sexo de alguna forma necesita el género —cuando el género es una designacién psiquica o cultural del yo— y el deseo —cuando el deseo es heterosexual y, por lo tanto, se distingue mediante una relacién de oposicién respecto del otto género al que desea—. Por tanto, la coherencia 0 uni- dad interna de cualquier género, ya sea hombre o mujer, ne- cesita una heterosexualidad estable y de oposicién. Esa he- terosexualidad institucional exige y crea la univocidad de cada uno de los términos de género que determinan el limi- te de las posibilidades de los géneros dentro de un sistema de géneros binario y opuesto. Esta concepcién del género no sélo presupone una relacién causal entre sexo, género y deseo: también sefiala que el deseo refleja o expresa al géne- ro y que el género refleja 0 expresa al deseo. Se presupone que la unidad metafisica de los tres se conoce realmente y SUYETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 81 que se manifiesta en un deseo difereniciador por un género opuesto, es decir, en una forma de heterosexualidad en la que hay oposicién. Ya sea como un paradigma naturalista que determina una continuidad causal entre sexo, género y deseo, ya sea como un paradigma auténtico expresivo en el que se afirma que algo del verdadero yo se muestra de ma- nera simaltanea 0 sucesiva en cl sexo, el género y el deseo, aqui «el viejo suefio de simetria», como lo ha denominado Irigaray, se presupone, se reifica y se racionaliza. Este esbozo del género nos ayuda a comprender los mo- tivos politicos de la visién sustancializadora del género. Ins- tituir una heterosexualidad obligatoria y naturalizada re- quiere y reglamenta al género como una relacién binaria en la que el término masculino se distingue del femenino, y esta diferenciacién se consigue mediante las précticas del deseo heterosexual. El hecho de establecer una distincién entre los dos momentos opuestos de la relacién binaria redunda en la consolidacion de cada término y la respectiva coherencia in- tema de sexo, género y deseo. El desplazamiento estratégico de esa relacién binaria y la metafisica de la sustancia de la que depende admite que las categorias de hembra y macho, mujer y hombre, se constitu- yen de manera patecida dentro del marco binario, Foucault ‘est de acuerdo de manera implicita con esta explicacién. En dl iltimo capitulo del primer tomo de La historia de la se- xualidad y en su breve pero teveladora introduecién a Her- culine Barbin, Hamada Alexina B.,° Foucault dice que la ca- tegoria de sexo, anterior a toda categorizaci6n de diferencia sexual, s¢ establece mediante una forma de sexwalidad hist6- ricamente especifica. La produccién tictica dela categoriza- cién discreta y binaria del sexo esconde la finalidad estraté- ica de ese snismo sistema de produccién al proponer que el 82 EL GENERO EN DISPUTA «sexo» ¢s «una causa» de la experiencia, la conducta y el de- seo sexuales. E] cuestionamiento genealégico de Foucault ‘muestra que esta supuesta «causa» es «un efecto», la pro- duccién de ua régimen dado de sexualidad, que intenta re- gular la experiencia sexual al determinar las categorias dis- cretas del sexo como funciones fundacionales y causales en el seno de cualquier andlisis discursivo de la sexualidad, Foucault, en su introduccién al diario de este hermafro- dita, Herculine Barbin, sostiene que la critica genealégica de estas categorias reificadas del sexo es la consecuencia in- voluntaria de précticas sexuales que no se pueden incluir dentro del discurso médico legal de una heterosexualidad naturalizada. Herculine no es una «identidad», sino la im- posibilidad sexual de una identidad. Si bien las partes ana- tmicas masculinas y femeninas se distribuyen conjunta- mente en y sobre su cuerpo, no es ésa Ie fuente real del escndalo. Las convenciones lingiifsticas que generan setes, con género inteligible encuentran su limite en Herculine justamente porque clla/él origina una convergencia y la de- sarticulacién de las normas que rigen sexo/género/desco. Herculine expone y redistribuye los términos de un sistema binario, pero esa misma redistribucién altera y multiplica Jos términos que quedan fuera de la relacién binaria misma. Para Foucault, Herculine no puede categorizarse dentro de la relaci6n binaria del género tal como es; la sorprendente concurrencia de heterosexualidad y homosexualidad en su persona cs originada —pero nunca causada— por su dis- continuidad anatémica. La apropiacién que Foucault hace de Herculine es sospechosa,™ pero su andlisis afiade la idea interesante de que la heterogeneidad sexual (paradéjica- mente impedida por una «hetero»-sexualidad naturalizada) contiene una critica de la metafisica de la sustancia en la SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 83 medida en que penetra en las categorias identitarias del sexo, Foucault imagina la experiencia de Herculine como un mundo de placeres en el que «flotaban, en el aire, sonti- sas sin duefion.”” Sonrisas, felicidades, placeres y deseos se pfesentan aqui como cualidades sin una sustancia perma- nente a la que presuntamente se adhieran. Como atributos vvagos, plantean la posibilidad de una experiencia de género que no puede percibirse a través de la gramftica sustancia- lizadora y jerarquizadora de los sustantivos (res extensa) y los adjetivos (atributos, tanto esenciales como accidentales). A pantir de su interpretaci6n sumaria de Herculine, Fou- cault propone tna ontologia de atzibutos accidentales que muestra que la demanda de Ia identidad es un principio culturalmente limitado de orden y jerarquia, una ficcién re- guladora. Sisse puede hablar de un hombre» con un atributo mas- culino y entender ese atributo como un rasgo feliz pero ac- cidental de ese hombre, entonces también se puede hablar de un ehombre» con un atributo femenino, cualquiera que éste sea, aunque se continde sosteniendo Ja integridad del zgénero, Pero una vez que se suprime la prioridad de «hom- bre y «mujer» como sustancias constantes, entonces ya no se pueden supeditar rasgos de género disonantes como otras tantas caracteristicas secundarias y accidentales de una on- tologia de género que esta fundamentalmente intacta. Si la nocién de una sustancia constante es una construccién ficti- cia cteada a través del ordenamiento obligatorio de atribu- tos en secuencias coherentes de género, entonces parece que el género como sustancia, la viabilidad de hombre y mujer como sustantivos, se cuestiona por el juego disonante de atributos que no se corresponden con modelos consecutivos o causales de inteligibilidad. En EL GENERO EN DISPUTA, ‘La apariencia de una sustancia constante o de un yo con género (lo que el psiquiatra Robert Stoller denomina un «nticleo de géneron)” se establece de esta forma por la re- glamentacién de atributos que estin a lo largo de lineas de coherencia culturalmente establecidas. La consecuencia es que el descubrimiento de esta produccién ficticia esta con- dicionada por el juego desteglamentado de atributos que se oponen a la asimilacién al marco prefabricado de sustanti- vos primarios y adjetivos subordinados. Obviamente, siem- pre se puede afirmar que los adjetivos disonantes funcionan retroactivamente para redefinir las identidades sustantivas que aparentemente modifican y, por lo tanto, para ampliar Jas categorias sustantivas de género de modo que permitan posibilidades antes negadas. Pero si estas sustancias slo son las coherencias producidas de modo contingente mediante la reglamentacién de atributos, pareceria que la ontologia de Jas sustancias en si no es anicamente un efecto artificial, sino que es esencialmente superflua, En este sentido, género no es un sustantivo, ni tampoco es un conjunto de atributos vagos, porque hemos visto que el efecto sustantivo del género se produce performativa- mente y es impuesto por las pricticas reguladoras de la co- herencia de género. Asi, dentro del discurso legado por la metafisica de la sustancia, el género resulta ser performativo, es decir, que conforma Ja identidad que se supone que es En este sentido, el género siempre es un hacer, aunque no un hacer por parte de un sujeto que se pueda considerar Preexistente a la accién. El reto que supone reformular las categorias de género fuera de la metafisica de la sustancia deberd considerar la adecuacién de la afirmacién que hace Nietasche en La genrealogia de la moral en. cuanto a que «no hay ningin “ser” detrés del hacer, del actuar, del devenir; “el SUIETOS DE SEKO/GENERO/DESEO 8 agente” ha sido ficticiamente aiiadido al hacer, el hacer es todo». En una aplicacién que el mismo Nietzsche no ha- bria previsto ni perdonado, podemos aiadir como corolario: no existe una identidad de género detris de las expresiones de género; esa identidad se construye performativamente por las mismas «expresiones» que, al parecer, son resultado de ésta. LENGUAJE, PODER Y ESTRATEGIAS DE DESPLAZAMIENTO. No obstante, numerosos estudios feministas han afirma- do que hay un «hacedor» detrds de la accién. Sin un actuan- te, se afirma, no es posible la accién y, por lo tanto, tampoco a capacidad para transformar las relaciones de dominacién dentro de la sociedad. En el continuo de teorfas sobre el su- jeto, la teoria feminista radical de Wittig es ambigua. Por un lado, Wittig parece refutar la metafisica de la sustancia pero, por el otro, mantiene al sujeto humane, el individuo, como el sitio metafisico donde se sittia la capacidad de accién. Si bien el humanismo de Wittig presupone de forma clara que hay un realizador de la accién, su teoria de todas formas tra- za la construccién performativa del género dentro de las prdcticas materiales de la cultura, refutando la temporalidad de las explicacioncs que confundieran «causa» con «resulta- do», En una frase que muestra el espacio intertextual que une a Wittig con Foucault (y descubre los rastros de la no- cidn marxista de reificacién en ambas teorias), ella escribe: Un acercamiento femninista materialista manifiesta que lo ‘que consideramos la causa o ef origen de la opresion es, en realidad, sélo la marca impuesta por el opresor, el «mito de la 86 EL GENERO EN DISPUTA mujebs, mas sus efectos y manifestaciones materiales en la conciencia y en los cuerpos de las mujeres que han sido apro- piados. Asi, este marca no existe antes de la opresin (...};el sexo se considera un adato inmediato», un «dato sensible», sctasgos fisicos» que pertenccen a un orden natural. Pero lo que consideramos una percepcién fisica y directa es tinica- mente una construccién mitica y compleja, una «formacién imaginarian.® Puesto que esta producciéa por parte dela «naturaleza» se desarrolla de acuerdo con los dictados de la heterosexua- lidad obligatotia, la aparicién del deseo homosexual, segin clla, va mas allé de las categorias del sexo: «Si el deseo pu- diera liberarse, no tendria nada que ver con las marcas pre- liminares de los sexos».# ‘Wittig hace referencia al «sexo» como una marca que de alguna forma se refiere a la heterosexualidad institucionali- zada, una matca que puede ser eliminada u ofuscada diante practicas que necesariamente niegan csa instituc ‘Obviamente, su visi6n se aleja radicalmente de la de Iriga- tay, Lista entiende Ia «marca» de género como parte de la economia significante hegemnica de lo masculino, la cual funciona mediante los dispositivos de especularizacién que funcionan por sf solos y que précticamente han estable- cido el campo de la ontologfa en la tradicién filos6fica occi- dental, Para Wittig, el lenguaje es un instrumento o herra- mienta que en ningin caso es miségino en sus estructuras, sino s6lo en sus utilizaciones.* Para Irigaray, la posibilidad de otto lenguaje o economia significante es la tinica forma de evitar la «marca» del género que, para lo femenino, no es sino la eliminacién falogocénttica de su sexo. Mientras que Irigaray intenta explicar la relacién presuntamente «binaria» SUPETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 87 entre los sexos como una estratagema masculinista que nie- ga completamente lo femenino, Wittig afirma que posturas ‘como la de Irigaray vuelven a afianzar lo binario entre mas- culino yfemenino y vuelven a poner en movimiento una no- cién mitica de lo femenino. Claramente influida por la criti- ca que Beauvoir hace del mito de lo femenino en El segundo sexo, Wittig dice: «No hay “escritura femenina”».? ‘Wittig es perfectamente consciente del poder que posee el lenguaje para subordinar y excluir a las mujeres, Con todo, como «materialista» que es, cree que el lenguaje ¢s «otro orden de materialidads," una institucién que puede modificarse de manera radical. El lenguaje es una de las précticas e instituciones concretas y contingentes manteni- das por la eleccién de los individuos y, por lo tanto, debilita- das por las acciones colectivas de los individuos que eligen. La ficci6n lingiiistica del «sexo», sostiene, es una categoria producida y extendida por el sistema de heterosexualidad obligatoria en un intento por cefit la produccién de identi- dades sobre el eje del deseo heterosexual. En algunos de sus escritos, la homosexualidad —tanto masculina como feme- nina, asi como otras posiciones independiente del contrato hetetosexual— ofrece la posibilidad tanto para el derroca- miento como para la proliferacién de la categoria de sexo. Sin embargo, en El cuerpo lesbiano y en otros textos, Wittig se desmarca de la sexualidad genitalmente organizada per se y propone una economia de los placeres diferente que refu- tarfa la construccién de la subjetividad femenina marcada porla funcién reproductiva presuntamente distintiva de las mujeres.” Aqui la proliferacién de los placeres fuera de la economia reproductiva implica una forma especificamente femenina de difusi6n erstica, vista como una contraestrate- gia a la construccidn reproductiva de la genitalidad. En cier- 88 EL GENERO EN DISPUTA to modo, El cuerpo lesbiano puede interpretarse, segiin Wit- tig, como una lectura «invertida» de los Tres ensayos sobre teoria sexual de Freud, donde éste afirma la superioridad de desarrollo de la sexualidad genital por encima y en contra de fa sexualidad infantil, la cual es menos limitada y mas prolija. El «invertido» —la definicién médica usada por Freud para designar a chomosexuab— es el tinico que no «cumple» con le norma genital, Al hacer una critica politica contra la genitalidad, Wittig muestra la «inversién» como tuna prictica de lectura critica, que valora justamente los as- pectos de una sexualidad no desarrollada nombrada por Freud y que de hecho inicia una «politica posgenitaly.* En realidad, Ia idea de desarrollo puede interpretarse sélo como una normalizacién dentro de la matriz heterosexual, Pero, ees ésta la tnica interpretacién posible de Freud? g¥ en qué medida esta implicada la prictica de «inversién» de Wittig con el mismo modelo de normalizacién que ella pretende re. batir? En definitiva, si el modelo de una sexualidad antige- nital y mas difusa es la dinica opcién de oposicién a la es- tructura hegeménica de la sexualidad, zen qué medida est esa relacién binaria obligada a reproducirse de manera in- terminable? en si es una practica per- sistente y maliciosa, mantenida y regulada por distintos me- dios sociales. Para Beauvoir, en definitiva es imposible con- vertirse en mujer, como si un felos dominara el proceso de aculturacién y construccién, El género es la estilizacién re- petida del cuerpo, una sucesién de acciones repetidas —den- tro de un marco regulador muy estricto— que se inmoviliza con el tiempo pare creat la apariencia de sustancia, de una especie natural de ser. Una genealogia politica de ontologias del género, si se consigue evar a cabo, deconstruirs Ia apa- tiencia sustantiva del género en sus acciones constitutivas y situard esos actos dentro de los marcos obligatorios estable- cidos por las diferentes fuerzas que supervisan la apariencia social del género, Revelar los actos contingentes que ctean la apariencia de una necesidad naturalista Io cual ha consti- tuido parte de la critica cultural por lo menos desde Marx. es un trabajo que ahora asume la carga adicional de ensefiar c6mo la nocién misma del sujeto, inteligible sélo por su apa- tiencia de género, permite opciones que antes habian que- daclo relegadas forzosamente por las diferentes reificaciones del género que han constituido sus ontologias contingentes. EI siguiente capitulo explora algunos elementos del planteamiento psicoanalitico estructuralista de la diferencia sexual y dela construccién de la sexualidad en relaciéin con su poder para refutar los regimenes reguladores aqui bos- SUJETOS DE SEXO/GENERO/DESEO 99 ji también en relaci6n con su funcién de reprodu- See ines sin criticarlos. La univocidad del sexo, la coherencia interna del género y el marco binario para sexo y énero son ficciones reguladoras que refuerzan y naturalizan Tos regimenes de poder convergentes de la opresién mascu- lina y heterosexista. En el capitulo 3 se investiga la nocion misma de «el cuerpo», no como una superficie disponible que espera significacién, sino como un conjunto de limites individuales y sociales que permanecen y adquicren signifi- cado politicamente. Puesto que el sexo ya no se puede con- siderar una «verdad» interior de disposiciones e identidad, se argumentard que es una significacién performativamente realizada (y, por tanto, que no

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