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El crimen de Ituero de Huebra

Que dió lugar a la Copla: “Por el monte cuatro galeotes van, al cura de Ituero a matar”

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EL CRIMEN DE ITUERO DE HUEBRA (1897)
Fue, junto con los de Cepeda y La Fuente de San Esteban, uno de los tres
famosos crímenes ocurridos todos ellos en la provincia de Salamanca con muy
poca diferencia de tiempo, en los años 1896 y 1897. Los tres se juzgaron en la
Audiencia provincial de Salamanca y los tres terminaron con la misma condena,
pena de muerte para los siete procesados en las tres causas.

El que nos ocupa ocurrió en la noche del 20 al 21 de Febrero de 1897 en la aldea


de Ituero de Huebra, anejo perteneciente a la localidad de El Cubo de Don
Sancho. La aldea tenía escasa población, de hecho, en el juicio se habla de cinco
colonos con sus familias y los sirvientes. Durante bastante tiempo la parroquia no
tuvo cura que la atendiera. La petición de los moradores de Ituero al Sr Obispo y
el compromiso de abonarle ellos mismos al sacerdote la mitad de los haberes
(250 pesetas) y la otra mitad el obispado hizo que fuese mandado a Ituero de
Huebra un sacerdote de avanzada edad -tenía en el momento de su muerte 70
años- llamado D. Bonifacio Cabezas García, que estuvo en el puesto unos cinco
años. Según los habitantes de Ituero y la prensa de la época, Don Bonifacio tenía
“entre las múltiples rarezas” la de albergar en su casa a cuantos pordioseros y
mendigos se acercaban por aquellos contornos, lo cual disgustaba
profundamente a los vecinos del pueblo, que le habían llamado la atención varias
veces por dicho motivo.

La noche en cuestión, sábado 20 de Febrero, parece ser que hubo sermón y se


salió de la Iglesia a las nueve y media de la noche. Según la criada del cura, que
había entrado a su servicio escasamente quince días antes, cenaron y se
acostaron. El cura dormía en una alcoba de una sala que cerraba con llave.

Cerca de medianoche, unos desconocidos intentan con una ganzúa abrir la


puerta de la casa. No pueden por estar colocada la "tranca". Uno de ellos entra
entonces por una tronera que había en el tejado y abre la puerta a los demás.
Encienden un "velón" y se dirigen a la alcoba de don Bonifacio. O esa noche no
había cerrado la puerta con llave o alguien la abrió –y ese es uno de los puntos
no aclarados del crimen-. Mientras uno de ellos se echa sobre él, tapándole la
boca, los otros le sujetan pies y brazos y ante la negativa del anciano a darles el
dinero, terminan asfixiándole. Esta es la tesis del fiscal.
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Según se relata en el juicio, Don Bonifacio solía dormir en algunas ocasiones
vestido “con ropa de escaso valor”, -y uno de los abogados defensores dice
también que con una pistola cargada bajo la almohada, que obviamente no le dio
tiempo a utilizar-. Tras matarle, los ladrones levantan una losa que había en el
suelo bajo la cama y encuentran un fardel con dinero. En este contexto se
despierta la criada, que es reducida por los asaltantes y atada con una soga.

Los ladrones revuelven otros baúles. Encuentran más dinero –la Guardia Civil
localizaría más tarde otras cinco mil pesetas que los ladrones no descubrieron - y
se llevan además entre otras cosas un par de pañuelos de seda de la criada.
Luego se van. María Juana, que así se llama la chica, se desata de las ligaduras y
sale a la puerta pidiendo auxilio, viendo aún a los ladrones escapar por el camino
del Cubo.

Ante el revuelo, acuden los vecinos. Según relatan éstos eran aproximadamente
las doce de la noche. Se acercan a la casa y encuentran al sacerdote muerto en
la cama, de espaldas a la entrada y vestido con pantalones.

Se avisa al juez municipal de El Cubo, Don Juan Agustín Montero, que instruye las
primeras diligencias y manda dar parte al juez de instrucción de Vitigudino. Eran
las tres de la madrugada.

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Iglesia de Ituero de Huebra. En primer término podemos ver el camino
que llega desde El Cubo de Don Sancho

Como resultado de las primeras averiguaciones se realizan en los dos o tres


días siguientes al crimen varias detenciones. Las sospechas se dirigen
lógicamente hacia los mendigos que frecuentaban los contornos y hacia la
criada.

La noche del día 18 de Febrero, es decir dos días antes del crimen, habían
dormido en la cocina de la casa del cura, dos mujeres: Benigna Rodríguez y
Manuela Calvo. Según declararon ellas posteriormente, se marcharon al día
siguiente. El día 21 se encontraban en Villavieja donde tuvieron conocimiento
de la muerte del cura. El día 22 son detenidas en Encinasola por la Guardia
Civil. También es detenida y puesta a disposición del juez de instrucción de
Vitigudino y del fiscal de la Audiencia Provincial que se había trasladado
desde Salamanca, la criada María Juana, que había entrado a servir con Don
Bonifacio escasamente quince días antes. Era también de Encinasola y fue a
servir a casa del cura por consejo de Benigna. En una primera declaración
María Juana no inculpa a nadie en concreto, pero en una posterior, y ante lo
que le aconseja su padre –que también estaba en el punto de mira de la
Guardia Civil- empieza a contar que los asaltantes eran cuatro hombres -a los
vecinos de Ituero les dijo que eran seis- , y que había reconocido a uno de
ellos, un exnovio suyo llamado Tomás Pereña, e hijo de Benigna.
Precisamente Tomás había sido el encargado de trasladar a la criada desde
Encinasola a Ituero, cuando esta entró a servir, durmiendo en aquella ocasión
en la casa de don Bonifacio. En consecuencia, Tomás también fue detenido.
Sus antecedentes no le ayudaron. Había sido condenado con anterioridad por
hurto y acababa de salir de la cárcel merced a un indulto, pocos días antes de
San Blas, posiblemente como consecuencia de la onomástica del Rey.

El martes día 23, la Guardia Civil detiene en Saldeana a Pedro Manso. Era de
oficio leñador y componedor de platos que acostumbraba a trabajar por los
pueblos del contorno y que pedía limosna cuando no tenía trabajo. Había
dormido en alguna ocasión en casa de don Bonifacio. Unos días antes de la
noche de autos había estado en Villavieja. Según su relato, marchó luego a
Bogajo, después a Yecla, regresando otra vez a Bogajo y tras pasar por
Campilduero entró en Cerralbo por la tarde del día 20. Esa misma noche –la
del homicidio- dice que durmió en la posada de Cerralbo. Hay testigos –un
barbero, el posadero, ..- que afirman haberlo visto dicha noche y en la
mañana del domingo día 21.

Los detenidos son trasladados a la cárcel de Vitigudino y desde allí


trasladados a Ituero de Huebra donde tiene lugar la reconstrucción de los
hechos y donde se produce la confesión “voluntaria” y espontánea –
desmentida luego en el juicio oral alegando maltrato y torturas por parte de la
Guardia Civil- de Tomás y Pedro, que incriminan además a Manuel Sánchez –
tío de Pedro- y Sebastián Sánchez –hijo del anterior- y que son también
detenidos días más tarde. El primero afirma haber estado la noche de autos
en Espadaña y el segundo en Muñoz. A éste tampoco le ayudaron los
antecedentes. Había sido procesado, aunque finalmente absuelto, por un

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homicidio ocurrido en Yecla. Mas adelante, manifestarán también
“voluntariamente” su participación en los hechos. En el juicio, lo mismo que
los otros dos, alegan que la confesión se produjo debido a las torturas por
parte de la guardia civil y de los carceleros.

De resultas de todo esto, las tres mujeres, Benigna –madre de Tomás-,


Manuela y María Juana –la criada del cura- quedan en libertad y sin cargos.

Las banderas rojas indican el lugar donde los detenidos afirmaron estar la noche del
crimen. Tomás, por ejemplo, fue visto, según testigos, a las diez de la noche en
Encinasola. El crimen ocurrió a las doce. ¿Era posible recorrer en aquellos tiempos esa
distancia solamente en dos horas?

El juicio se celebra en Salamanca, bajo una expectación tremenda. La similitud


del crimen con el cometido en Galisancho un par de años antes (robo y muerte
del párroco, cuatro personas procesadas, el fiscal pide la pena de muerte para
todos,…) hizo que las sesiones del juicio fuesen muy concurridas.

Dio comienzo el día uno de Abril de 1898. Había prisa por acabar. Incluso el 3
de Abril, domingo de Ramos, se celebraron sesiones de mañana y tarde. Los
abogados defensores piden un aplazamiento debido a que no han podido
comparecer más de cincuenta testigos de la defensa. No se accede. Las
sesiones continúan hasta el día 6, víspera del Jueves Santo. El tribunal no se
volverá a reunir hasta el jueves día 14. La noche del sábado 16 delibera el
jurado –apenas dos horas- y se dicta sentencia. Era la madrugada del domingo

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17 de abril. Los periódicos de aquel tiempo, como por ejemplo “La Opinión”,
recogen extensamente el desarrollo de las diferentes sesiones.

Diario: “La Opinión de Salamanca”, 6 de abril de 1898. Primera página

En aquella época funcionaba en España el juicio mediante jurados. Para este


proceso se eligieron a doce hombres y dos suplentes que fueron los encargados
de determinar la culpabilidad o no de los cuatro procesados. Hay que hacer
constar que jurado en aquel tiempo no podía ser cualquiera. El sistema de
elección era bastante clasista. Según la ley debían de reunir una serie de
requisitos: ser varón, mayor de treinta años, tener pleno goce de los derechos
civiles y políticos, saber leer y escribir, ser cabeza de familia, ser contribuyente
importante, …

El ministerio fiscal acusa a los procesados de delito de robo a consecuencia del


cual resultó homicidio, con las agravantes de nocturnidad, alevosía, escalamiento
y hacerlo en la casa del ofendido. A Tomás además de reincidencia. Todas estas
acusaciones se fundamentan solamente en las confesiones de los procesados y
en la segunda declaración incriminatoria de María Juana, la criada.

Los abogados defensores inciden en que no se ha probado que los malhechores


robaran cosa alguna. De hecho no se ha encontrado nada en su poder. No se ha
recuperado el dinero robado. Ni siquiera los pañuelos. Pedro Manso en su
confesión indicó que los había vendido en Villavieja juntamente con un mandil,
también de la criada. Se le trasladó a esa población para comprobar esa
afirmación. Pero los resultados fueron negativos. La presunta compradora
villaviejense negó haber adquirido los pañuelos indicando además que el
detenido jamás había estado en su casa.

Hacen hincapié los defensores en las declaraciones contradictorias de María


Juana, insinuando que la verdadera culpable es ella. “A la María Juana
sosteniendo que esos cuatro eran inocentes se la procesó y a la María Juana

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proclamando la culpabilidad de mi defendido y sus compañeros, se le sobreseen
los procedimientos contra ella” apunta el abogado defensor de Sebastián. Añade
además que la criada dice que se despertó por casualidad, no por el ruido (luego
María Juana cambia su declaración y dice que se despertó debido a éste), que se
desató las ligaduras tan rápido que aun le dio tiempo a llegar a la puerta y ver
alejarse a los ladrones por el camino de El Cubo. Se pregunta también que si la
puerta de la sala del cura tenía llave, ¿quién la abrió? y que quien dijo a los
malhechores lo de la losa bajo la cama. Aportan también declaraciones de
testigos que afirman haber visto a los procesados la noche del día 20 en otros
lugares, distantes cuatro o cinco leguas del lugar del crimen (una legua = 5,5
km). El fiscal, a lo largo del proceso y en su alegato final intenta desacreditar
esas coartadas indicando que son realizadas por amigos o familiares de los
encausados aportando también declaraciones de otras personas que niegan
haber visto a los procesados donde lo afirman los testigos de la defensa,… Tras
el desfile de cerca de 150 testigos, se leen las conclusiones definitivas por parte
de fiscal y defensores y se hacen los alegatos finales. El Presidente del Tribunal,
Sr. Aparicio, hace un resumen final de los hechos. Visto para sentencia. Los
jurados se retiran a deliberar. Es casi medianoche del sábado 16 de Abril. Tras
dos horas de deliberación, el jurado contesta afirmativamente a la mayor parte
de las preguntas que les ha formulado el tribunal. Considera culpables a los
procesados y además con las agravantes de nocturnidad, alevosía, despoblado,
escalamiento,…. En fin, asume íntegramente la petición del fiscal, Sr. Medina. El
Tribunal dicta sentencia, cuya parte dispositiva decía así:
Fallamos que debemos condenar y condenamos a los procesados Tomás Pereña
Rodríguez, Pedro Manso, Manuel Sánchez Martín y Sebastián Sánchez Martín, alias
“Varela”, como autores de delito de robo, con motivo del cual resultó homicidio, con la
concurrencia de circunstancias agravantes y ninguna atenuante a la PENA DE MUERTE
EN GARROTE que se ejecutará en Vitigudino, como cabeza de partido judicial en que
se cometió el crimen, con la accesoria de inhabilitación absoluta perpetua para caso
de indulto, si expresamente no les fuera remitida dicha accesoria; a que indemnicen
mancomunada o en su defecto subsidiariamente a los herederos de don Bonifacio
Cabezas García, en la cantidad de siete mil pesetas en que se estiman los perjuicios
irrogados, y a María Juana Estévez Rodríguez la cantidad de tres pesetas setenta y
cinco céntimos, en que fueron valuados los pañuelos que le fueron sustraídos, y al
pago de cuatro quintas partes de costas hasta el acto de apertura del juicio oral y en
todas las posteriores por iguales partes.

A partir de este momento, sólo queda el recurso de casación. Éste es un


recurso extraordinario que tiene por objeto anular una sentencia
judicial que contiene una incorrecta interpretación o aplicación de la
ley o que ha sido dictada en un procedimiento que no ha cumplido
las solemnidades legales. Su fallo le correspondía al Tribunal
Supremo.

La sociedad salmantina está en vilo. Hay siete condenados a muerte


en la provincia. Si el Tribunal Supremo desestima los recursos de
casación presentados y no se concede indulto los condenados
deberían ser ejecutados. Uno lo sería en Ciudad Rodrigo, dos en

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Sequeros y cuatro en Vitigudino.

Por aquel tiempo ya existía un incipiente movimiento en contra de la


pena de muerte, sobre todo en la gente más instruida y que estaba
también calando en el pueblo llano, aunque de manera mucho más
lenta. El hecho de que en una población se realizase el
ajusticiamiento de un condenado a muerte no era algo muy
agradable, y en consecuencia, las autoridades locales y los diputados
representantes de los partidos judiciales en las Cortes españolas
hacían todo lo posible por conseguir el indulto y la conmutación de la
pena máxima. Y, en muchos casos tenían éxito. En el libro “La pena
capital en España”, publicado en Madrid en 1897, por el médico
Ángel Pulido Fernández, se recoge en su parte final una tabla en la
que reflejan los indultos concedidos y denegados en los catorce años
que van de 1883 a 1896. De 566 sentencias de muerte se
concedieron 418 indultos (74%) y se denegaron, por tanto, 148
(26%). Es decir, de cada cuatro condenados, tres eran indultados, lo
cual se tradujo, por tanto, en una media de diez ejecuciones por año
para dicho periodo.

A finales del año 1898, ya se recogen en un semanario mirobrigense


(“El Clarín”) una serie de rumores que indican que los recursos de
casación van a ser desestimados y que no va a haber indultos para
todos los condenados (recordamos que eran siete y por tres causas).
En Ciudad Rodrigo se interesan fundamentalmente por el condenado
por el crimen de La Fuente de San Esteban, ya que de no ser
concedido el indulto sería ajusticiado en esa localidad y eso es algo
que los mirobrigenses no ven con buenos ojos.

La Gaceta de Madrid del 23 de Enero de 1899, con motivo de la


onomástica del Rey, recoge tres Reales Decretos del Ministerio de
Gracia y Justicia por los que la reina regente María Cristina, en
nombre de su hijo Alfonso XIII concede la conmutación de la pena de
muerte a cuatro condenados, tres de la provincia de Salamanca (el
condenado por el crimen de La Fuente de San Esteban y los dos que
lo fueron por el de Cepeda) y otro de Ciudad Real. De los cuatro
sentenciados por el crimen de Ituero de Huebra, ni palabra, lo cual
no presagiaba nada bueno. Aproximadamente, un mes más tarde,
finales de Febrero, se sabe extraoficialmente que de los cuatro
condenados, tres serán indultados y uno ejecutado: Pedro Manso.
Unos días después, 4 de marzo, se conoce la fecha exacta en la que
está previsto se lleve a cabo la ejecución. Será el sábado, 11 de
Marzo de 1899 a las ocho de la mañana en Vitigudino.

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Pedro Manso según un dibujo publicado en el periódico "Noticiero Salmantino" el día
de su ejecución

A partir de ese momento, los esfuerzos para conseguir el indulto de Pedro Manso
se redoblan. Falta tan sólo una semana y un sector de la prensa azuza a las
autoridades provinciales: “En el deseo de ahorrar un día de luto a la
provincia y a Vitigudino, el repugnante espectáculo del patíbulo, acúdase de
nuevo a los poderes públicos, en demanda de perdón para dicho
desgraciado”. Y así se hace. Se dirigen telegramas al diputado a Cortes por
Vitigudino, Sr. Cavestany, y a otras altas autoridades de la Corte para la
consecución de dicha gracia.

Siguen pasando los días y los preparativos continúan. La maquinaria judicial


no se para. Los periódicos van dando cuenta detallada de los diferentes
pasos.

Martes, 7 de Marzo
Llega a Salamanca el verdugo de la Audiencia Territorial de Burgos, al estar
vacante la plaza del que debía realizar la ejecución que era el de Valladolid.
Curiosamente se apellida también Manso. Los periódicos dan algún dato
más. “Tiene dicho verdugo 37 años de edad. Empezó a ejercer el ‘oficio’ a
los 25 y lleva efectuadas 27 ejecuciones…… El jueves saldrá en el tren de
Portugal de las cuatro y media de la tarde con dirección a Bogajo. Le
acompañará el alguacil de esta Audiencia a quien se da el encargo de ser
portador de su ejecutoria. Desde Bogajo se trasladarán en caballerías hasta
Vitigudino……
... Según hemos oído, el Pedro Manso, a quien se tiene en el piso principal
de la cárcel, sin grillos y sin esposas, ignora esté señalado ya el día para su
traslación a Vitigudino… …No se han recibido todavía telegramas de
contestación a los últimos expedidos a Madrid pidiendo nuevamente la
concesión del indulto. La impresión general es que todavía hay alguna
esperanza, fundada, a nuestro juicio, en la influencia y en el interés del

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diputado señor Cavestany”.

Miércoles, 8 de Marzo
Salen para Vitigudino dos escuadrones del regimiento Almansa de
guarnición en Salamanca que serán los encargados de mantener el orden
durante la ejecución.
Algunos diputados provinciales realizan un último y desesperado intento
para conseguir el indulto. Se dirigen a ver al Obispo y el prelado se
compromete a realizar nuevas gestiones ante el Ministro de Gracia y Justicia
en tal sentido.

Jueves, 9 de Marzo
A las cinco de la mañana, Pedro Manso sale de la cárcel de Salamanca para
ser trasladado en coche hacia Vitigudino. Lo hace esposado. En el interior
del carruaje van cuatro guardias civiles, ocupando otros el pescante con el
cochero. “Trabajo costó a los agentes de la autoridad –relata el Noticiero
Salmantino- separar de la puerta de la cárcel a la desolada esposa del reo,
que a todo trance quería despedirse y que se despidiera su hijo del Pedro”.
Se preveía su llegada a Vitigudino alrededor de las cuatro o cinco de la
tarde.

En la Diputación de Salamanca se recibe un telegrama de Madrid. Lo manda


el diputado de Vitigudino en las Cortes. Dice así: “Leopoldo Alonso.
Presidente Diputación. Trabajo cuanto puedo indulto reo Ituero. Temo no
conseguirlo. Cavestany”. Una forma suave de decir que la suerte está
echada. No habrá indulto de última hora..

Viernes, 10 de Marzo
Pedro Manso es puesto “en capilla” (consiste en estar aislado desde que se
le notifica la sentencia de muerte hasta la ejecución, en cualquier pieza de
la cárcel dispuesta como capilla). “Hace muy poco –telegrafiaba el
corresponsal de El Noticiero Salmantino- que le acaba de ser leía la
sentencia de muerte al reo de Ituero. Se hallaba recostado en la cama. La
escuchó muy conmovido, prorrumpiendo en sollozos. El Juez procuró
animarle, dirigiéndole palabras de consuelo. Hasta el momento de la lectura
del terrible fallo y de ser puesto en capilla, no perdió Pedro Manso la
esperanza de ser indultado y de regresar a esa ciudad. El Padre Segura, de
la Compañía de Jesús, entró en la capilla; abrazó al reo y se quedó solo con
él. Por lo que se oye, se va a descolgar medio partido a presenciar la
ejecución”.
Por la tarde de dicho día “confesó con tranquilidad, demostrando verdadero
arrepentimiento. Cenó a las ocho y media, pasando un rato hablando con
gran sosiego y al parecer satisfecho y alegre. Al preguntarle los Jesuitas si
deseaba algo en aquel momento pidió un vaso de leche, acostándose luego
que lo hubo tomado.”

El mismo día, por la tarde, se acomete la construcción del patíbulo. Parece


ser que hubo alguna dificultad para hacerlo, pero no se nos dice cuál. Al
final, ya de noche, quedó terminado. “Tiene media docena de escaleras. Su
altura no excede de dos metros”

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También dicho día ir empieza a llegar ya gente para presenciar la ejecución.
Pero también a marcharse. “Se han ausentado de esta villa algunas
personas acomodadas, para no estar en la localidad, al hacerse la
ejecución”.

Sábado 11 de Marzo
Durante la tarde noche del viernes y la madrugada del sábado “han llegado
miles de almas de los pueblos inmediatos. Están entrando en la villa
grandes caravanas de gentes, especialmente de la parte de la Ribera”.

El reo se levanta a las cuatro y media de la mañana. A las cinco oyó misa y
comulgó. Poco antes de salir de la cárcel, el verdugo le intentó poner la
hopa (una especie de capa o sotana). Según el código penal vigente los
condenados a muerte, tenían que llevar está prenda durante la ejecución. Si
el condenado lo era por parricidio (muerte dada a un pariente próximo) o
por regicidio (muerte violenta dada al monarca o a su consorte, o al príncipe
heredero o al regente) la hopa era de color amarillo con puntos rojos. En
caso contrario la hopa era de color negro. Este último era el caso de Pedro
Manso. “Al intentar ponérsele la hopa se mostró muy excitado, haciendo
alguna resistencia. Dijo, que accedía a cuanto le pidieran, menos a dejarse
poner dicha hopa. Al final accedió y el mismo ayudó a colocársela”.

A las ocho de la mañana, la comitiva se puso en marcha. Pedro Manso bajó


las escaleras de la cárcel por su propio pié. Es ayudado por los sacerdotes a
subir al carro que le esperaba a la puerta de la prisión, “presenciando el
acto inmensa concurrencia, compuesta la mayor parte de forasteros”. Al
llegar al lugar de la ejecución, bajó del carro, “subió al patíbulo tranquilo y
sereno. Pidió que le perdonaran”.

Acto seguido, el verdugo se dispuso a ejecutar la sentencia: muerte a


garrote. Consistía éste en un collar de hierro que, por medio de un
tornillo, retrocedía produciendo la muerte al reo por la rotura del
cuello de la víctima. Si la lesión producida aplastaba el bulbo o
rompía la cervical con corte medular, se produce un coma cerebral y
la muerte era instantánea. Pero la experiencia demostró que esto
raramente ocurría, ya que la muerte solía sobrevenir por
estrangulamiento.

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“A las ocho y treinta y cinco minutos todo había terminado. El Padre Segura
dirige la palabra a la concurrencia, que se calcula de ocho a nueve mil almas.
Van a decirse misas por el eterno descanso del infortunado reo”.

Según el código penal vigente, finalizada la ejecución, el cadáver debía


permanecer en el patíbulo el resto del día, hasta una hora antes de oscurecer,
momento en el que se le entregaban los restos a familiares o amigos si lo
solicitaban, no pudiendo hacerse el entierro con pompa.

El cuerpo sin vida de Pedro Manso permaneció en el cadalso aproximadamente


hasta las cuatro de la tarde, mientras la gente iba pasando y contemplándolo. Un
telegrama del corresponsal del Noticiero Salmantino informa de que a las tres de
la tarde seguían llegando forasteros para ver el cadáver de Pedro Manso.

Unos días más tarde, la Gaceta de Madrid publicaba un Real Decreto del
Ministerio de Gracia y Justicia por el que se hacía oficial que la Reina Regente
María Cristina, en nombre de su hijo el rey don Alfonso XIII había dispuesto
“conmutar por la inmediata de cadena perpetua y accesorias correspondientes la
pena de muerte impuesta en esta causa a Sebastián Sánchez, Manuel Sánchez y
Tomás Pereña”.

No quisiera terminar este artículo sin realizar una pequeña reflexión al hilo de
todo lo expuesto anteriormente. No voy a opinar ahora acerca de la culpabilidad
o no de los procesados a pesar de las serias dudas que la lectura de las
declaraciones textuales de procesados y testigos en el juicio, publicadas en la
Prensa de la época, han generado en mí.

Supongamos que efectivamente eran culpables y que los hechos ocurrieron como
relata el fiscal. ¿Cómo es posible que se ejecute a uno y se indulte a tres? ¿Es
mas culpable el que le tapa la boca a la víctima que los que le sujetan los pies y
las manos? Cuenta Victor Lucea Ayala en un artículo titulado “Reos, verdugos y
muchedumbres…” publicado en la revista Zurita, un caso parecido ocurrido en

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Zaragoza en 1892. Cuatro condenados a muerte por asesinato. Indultan a dos.
Los otros van a ser ejecutados. La gente se empieza a revolucionar y alborotar.
Mercaderes, gentes del campo y estudiantes forman una gran manifestación.
Miles de personas recorren las calles de la ciudad llevando pancartas que dicen
“Perdón”, “Indulto para todos o para ninguno”... A su paso se van cerrando las
tiendas en señal de luto. Las autoridades no encuentran gente dispuesta a
levantar el patíbulo. Las tropas están acuarteladas. Telegramas a Madrid. A las
pocas horas, respuesta de la reina regente: indulto para todos. Al final, se impuso
el sentido común. Y aquí tuvo que haber sucedido lo mismo. Se debió de indultar
también a Pedro Manso. Era lo lógico, lo sensato y lo justo.

Influencias del Crimen de Ituero en la literatura salmantina

Este crimen envolvió a toda la sociedad salmantina durante mucho tiempo,


imaginémonos lo que sería en la sociedad rural y cerrada de las aldeas del Oeste
de Salamanca. Así, poco tiempo después, en 1907 es recogida en Aldeadávila
esta copla, que recrea el crimen de Ituero, cometido 10 años antes:

“Nadie se atreve á pasar” (Dictada en Aldeadávila de la Ribera)

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“Nadie se atreve

Á pasar….

Por aquellos matorrales…

Porque hay cuatro malhechores…

Con garrotes…

y puñales…”

“Cuatro Galeotes por el monte van…

Al pueblo de Ituero

Al cura á matar…”

También periodistas como ZEDA interesados en la singularidad de las


costumbres de la vieja “Ribera salmantina” se hace eco, impresionado por el
juicio y el patíbulo de Vitigudino, tanto de la historia de este crimen como de
otra tradición muy arraigada en el salto del Gitano de Aldeadávila. Nada
novedoso en su temática, pero lo que hace más interesante el cuento del
“Salto del Gitano” es el revoltijo que hace de antiguas tradiciones con la
modernidad que suponía el uso del telégrafo, y sobre todo de la línea de

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ferrocarril La Fuente de San Esteban-Barca de Alva, inaugurado escasamente
10 años antes. Aparece en la revista “La Ilustración Española y Americana” 1el
día 30 de julio de 1897. Sin duda, el periodista tenía una buena excusa para
escribir esta historia, habiendo participado tantos campesinos de La Ribera
en el ajusticiamiento en el patíbulo.

Estamos en aquellos años empezando claramente una nueva época del


periodismo, y ¡vive Dios! Que no faltaría materia para llevar a las páginas,
aunque sería precisamente este año de 1897 el que se llevaría la palma en lo
que a informaciones sobre asesinatos: en marzo se hablará del crimen de
Ituero, en abril se verá el juicio contra los asesinos de otro cura: el de
Galisancho- cometido en 1895-, en junio…así todo el año. Se trata de un
empobrecimiento y crisis generalizada de la sociedad, sólo así se explica
tanto morbo en la aplicación del garrote vil:2

“para verlo acuden de los pueblos inmediatos cerca de diez mil


personas. El reo subió solo y sin ayuda las escaleras del tablado,
bastante tranquilo:

Adiós, perdonadme el crimen que cometí”

El crimen de Ituero visto por la sociedad campesina de Vitigudino y


La Ribera

Este crimen hay que enmarcarlo en la tremenda pobreza que se vive en


todo el partido judicial de Vitigudino. A los desastres causados por la filoxera
hay que añadir los casos de cólera, esa terrible enfermedad, de la que se dieron
seis casos en la comarca durante el mes de enero de 1886, y que estudió el
médico Crotontilo, médico-cirujano de Aldeadávila en aquellos años.

También hay una crisis fuerte del cereal por aquellos años, tema
tratado en el “Congreso Agrícola de Salamanca, 1887”, y de la que se acusa a
los librecambistas y al contrabando del trigo.

1
Nº XXVIII, pág 54 y ss.
2
“Los verdugos españoles: historia y actualidad del garrote vil”, Daniel Sueiro. Editorial Alfaguara,
1971.

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