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Tesis Nacional

Soberanía de Venezuela
en el Golfo
y en Montes de Oca

flimk Chkhivácoa

úáo destela,

Instituto de Estudios Fronterizos


Tesis Nacional

SOBERANÍA DE
VENEZUELA EN EL
GOLFO Y EN
MONTES DE OCA

Instituto de Estudios Fronterizos


ISBN 980-07-0162-1

© Ramón Raven, Pablo Ojer, Salvador Itriago

Impresión: Editorial Arte


Caracas, 1990
TESIS NACIONAL
DE LA SOBERANÍA EXCLUSIVA DE VENEZUELA
EN EL GOLFO Y EN MONTES DE OCA

QUE PRESENTA EL INSTITUTO NACIONAL DE ESTUDIOS


TERRITORIALES Y FRONTERIZOS

INTRODUCCIÓN
Con ocasión de la campaña electoral venezolana se le dio amplia pu-
blicidad, tanto por sus defensores como por sus detractores, a la tesis que
algún día podrá ser aceptada como Tesis Nacional, la cual viene a resu-
mirse en los siguientes puntos:
1. Como aún no han sido demarcados dos sectores de la frontera terrestre
correspondientes a la Sección Primera del laudo español, a saber:
Montes de Oca, y entre el hito 1 de Castilletes y el mar del que de-
pende la delimitación marítima, no resulta procedente, ni conforme
con los derechos e intereses de Venezuela, anteponer esta última a la
terrestre.
2. En virtud, y tras la aplicación de los laudos y tratados en la demarca-
ción de Montes de Oca, Colombia está obligada a devolver a Vene-
zuela la vertiente occidental de dichos montes.
3. Para la determinación de la frontera terrestre entre el hito 1 de Cas-
tilletes y el mar, Venezuela y Colombia deben atenerse a lo pautado
por el laudo español de 1891, la búsqueda de los Mogotes de los Frai-
les en el punto de contacto con el mar de la recta imaginaria que par-
tiera del piedemonte occidental de los Montes de Oca. Ese punto de
contacto debe hallarse sobre el mar Caribe.
4. Como consecuencia de la definitiva demarcación terrestre en los dos
sectores antes mencionados, la delimitación marítima debe comenzar
en la orilla del mar Caribe, y no en la del Golfo, el cual pertenece a
Venezuela en todas sus costas y aguas.

Como esta tesis contradice todas las propuestas de delimitación marí-


tima en el Golfo de Venezuela, tanto las formuladas por los sucesivos go-
biernos, como las sugeridas por distinguidas personalidades, no es de
extrañarse que haya sido recibida en algunos sectores con reserva, y en
otros con entusiasmo.
Buena parte de la tesis, la relacionada con Montes de Oca, se ha hecho
pública desde 1978. Publicada en la revista Resumen el 7 de marzo de
1982, vino a ser reproducida en dos entregas por El Diario de Caracas en
agosto y septiembre de 1987. La prensa nacional ha publicado resúmenes
de conferencias dictadas en octubre y noviembre de 1988, y el Movimien-
to Independiente de Renovación que acogió la tesis, la difundió, ilustrada
con mapas, en El Nacional y en Ultimas Noticias, el dos de noviembre del
mismo año.
¿Cómo explicar la tergiversación de que ha sido objeto por el señor
Pérez quien, sin fundamento, le atribuye que plantea "la revisión de los

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TESIS NACIONAL
DE LA SOBERANÍA EXCLUSIVA DE VENEZUELA
EN EL GOLFO Y EN MONTES DE OCA

QUE PRESENTA EL INSTITUTO NACIONAL DE ESTUDIOS


TERRITORIALES Y FRONTERIZOS

INTRODUCCIÓN
Con ocasión de la campaña electoral venezolana se le dio amplia pu-
blicidad, tanto por sus defensores como por sus detractores, a la tesis que
algún día podrá ser aceptada como Tesis Nacional, la cual viene a resu-
mirse en los siguientes puntos:
1. Como aún no han sido demarcados dos sectores de la frontera terrestre
correspondientes a la Sección Primera del laudo español, a saber:
Montes de Oca, y entre el hito 1 de Castilletes y el mar del que de-
pende la delimitación marítima, no resulta procedente, ni conforme
con los derechos e intereses de Venezuela, anteponer esta última a la
terrestre.
2. En virtud, y tras la aplicación de los laudos y tratados en la demarca-
ción de Montes de Oca, Colombia está obligada a devolver a Vene-
zuela la vertiente occidental de dichos montes.
3. Para la determinación de la frontera terrestre entre el hito 1 de Cas-
tilletes y el mar, Venezuela y Colombia deben atenerse a lo pautado
por el laudo español de 1891, la búsqueda de los Mogotes de los Frai-
les en el punto de contacto con el mar de la recta imaginaria que par-
tiera del piedemonte occidental de los Montes de Oca. Ese punto de
contacto debe hallarse sobre el mar Caribe.
4. Como consecuencia de la definitiva demarcación terrestre en los dos
sectores antes mencionados, la delimitación marítima debe comenzar
en la orilla del mar Caribe, y no en la del Golfo, el cual pertenece a
Venezuela en todas sus costas y aguas.
Como esta tesis contradice todas las propuestas de delimitación marí-
tima en el Golfo de Venezuela, tanto las formuladas por los sucesivos go-
biernos, como las sugeridas por distinguidas personalidades, no es de
extrañarse que haya sido recibida en algunos sectores con reserva, y en
otros con entusiasmo.
Buena parte de la tesis, la relacionada con Montes de Oca, se ha hecho
pública desde 1978. Publicada en la revista Resumen el 7 de marzo de
1982, vino a ser reproducida en dos entregas por El Diario de Caracas en
agosto y septiembre de 1987. La prensa nacional ha publicado resúmenes
de conferencias dictadas en octubre y noviembre de 1988, y el Movimien-
to Independiente de Renovación que acogió la tesis, la difundió, ilustrada
con mapas, en El Nacional y en Ultimas Noticias, el dos de noviembre del
mismo año.
¿Cómo explicar la tergiversación de que ha sido objeto por el señor
Pérez quien, sin fundamento, le atribuye que plantea "la revisión de los
tratados con Colombia"? (Declaraciones a Alfredo Alvarez, en El Nacio-
nal del 23-11-88). Como nosotros por los momentos no hemos propugnado
la revisión de los tratados con Colombia, ni de los laudos relativos a las
cuestiones fronterizas con ese país, tenemos que concluir que tanto el señor
Pérez como el político que para atacar la tesis, una vez tergiversada, des-
plegó una publicidad de páginas enteras de periódicos y extensos espacios
de televisión, o no la han leído, o no han querido entenderla.
En manera alguna pretendemos por los momentos que se reabran las
cuestiones relativas a la frontera terrestre en los sectores que han sido
demarcados. No hay lugar, por consiguiente, al imaginado riesgo de que
nuestra tesis pudiera llevar a una eventual imposición de una recta
horizontal que uniera el hito del Alto del Cedro con la orilla del Golfo de
Venezuela. Nuestros planteamientos —insistimos— se refieren única y
exclusivamente a los dos sectores que aún no han sido demarcados en los
dos extremos de la mencionada poligonal: Montes de Oca, y del hito 1 de
Castilletes al mar. No se trata de revisión de laudos y tratados, ni de los
sectores ya demarcados, sino de la aplicación de aquellos instrumentos
jurídicos vigentes entre las partes, a los sectores no demarcados. Tan sen-
cilla es la tesis en sus líneas generales que ha sido asimilada hasta por
estudiantes de bachillerato a quienes se ha explicado en conferencias, o
en reuniones privadas. Mucho extrañamos que la hayan tergiversado los
avezados políticos que hemos mencionado, obscurecidos, quizás, por la con-
tienda electoral. En cambio la vienen respaldando expertos de las más va-
riadas profesiones, particularmente del derecho, de la historia y de la
geografía. En el Primer Congreso Venezolano de Geografía (Ateneo de
Caracas, 26 de noviembre de 1987) fue aprobada por unanimidad, y obtu-
vo abrumador respaldo la propuesta de que se recomendara al Ejecutivo
Nacional la suspensión de las discusiones sobre delimitación marítima
hasta que sea demarcada conforme a derecho la frontera terrestre en Mon-
tes de Oca, y entre el hito 1 de Castilletes y el mar.
Con la presentación de la Tesis Nacional a la consideración de los Altos
Comisionados de Venezuela, manifestamos nuestra disposición para am-
pliar y aclarar cualquiera de los puntos en ella contenidos, si a esos fines
fuéramos convocados, como lo han sido otros sectores del país.

I. LOS SUPUESTOS ERRÓNEOS

1. LOS P R O Y E C T O S D E D E L I M I T A C I Ó N M A R Í T I M A S E B A S A N E N
SUPUESTOS ERRÓNEOS

Entrando en materia, enumeremos las sucesivas declaraciones y pro-


puestas relacionadas con la delimitación marítima entre Venezuela y Co-
lombia:
a) En 1940, con ocasión del cañoneo del mercante italiano Alabama
por la nave de guerra francesa Barfleur, incidente que tuvo lugar en el
Golfo al sur de Castilletes, la Cancillería de Caracas, en notas dirigidas
al gobierno francés el 17 de junio y el 16 de julio, definió el Golfo al sur
de la línea Castilletes-Punta Gallinas (no por Punta Salinas) como bahía
histórica declarando que sus aguas son nacionales. Aplicó la doctrina con-

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tenida en el decreto presidencial del 16 de septiembre del año anterior,
según el cual en las bahías, senos y golfos de la República, el Mar Terri-
torial, entonces calculado en tres millas marinas, se contaba a partir de
la línea que, cerrando la bahía, une las puntas más salientes de la misma.
b) En 1968, en nota de la Cancillería de Caracas a la Embajada de
Colombia en Caracas, nuestro gobierno declaró que no admitía discusión
sobre el espacio marítimo situado al sur del llamado "paralelo de Casti-
lletes". Como no precisaba la situación jurídica de esas aguas, ni de dón-
de se empezaba a contar el Mar Territorial de doce millas según la enton-
ces vigente legislación venezolana, representó un retroceso respecto de
la declaración de 1940.
c) Durante la administración de 1969-74 se desarrolló la posición ve-
nezolana de la prolongación en el mar de la dirección general de la fron-
tera terrestre a partir de Castilletes. Como la línea venía a parar frente
al Cabo de San Román, se considera la propuesta como más favorable
a los intereses de Venezuela.
d) Durante la administración 1974-79 se retrocedió a un proyecto de
tratado contentivo de un plan de explotación conjunta de los recursos
petroleros del Golfo de Venezuela. Como quiera que se sometía a explota-
ción conjunta la llamada plataforma, al Norte y al Sur del "paralelo de
Castilletes", convertían las aguas del Golfo en alta mar, o aguas interna-
cionales, susceptibles de ser surcadas por naves de guerra de todas las
banderas sin autorización de nuestro gobierno (exceptuadas las de Co-
lombia que estaba dispuesta a calificar esas aguas de venezolanas).
Este proyecto de tratado retrocedía las aguas del Golfo de Venezuela
a la situación jurídica anterior a la Capitulación de los Welser en 1528,
fecha en que comenzó formalmente el dominio exclusivo de nuestra nación
sobre dicho espacio marítimo.
e) Durante la administración 1979-84, la llamada Hipótesis de Cara-
balleda, si bien salvaba para Venezuela, en calidad de aguas venezolanas,
las situadas al sur del llamado "paralelo de Castilletes", significó un re-
troceso respecto de la declaración de 1940, pues admitía, al Norte del
mencionado "paralelo" un área de aguas interiores colombianas, hasta
un punto más cercano de Paraguaná que de la Guajira.
f) La tesis de costa seca, desarrollada con brillo por el doctor Lara
Peña, representa —prescindiendo de toda discusión sobre su fundamen-
tación histórico-jurídica— la posición hasta ahora más favorable a Ve-
nezuela en cuanto establece una división de costas secas colombianas a
partir de Castilletes, y aguas venezolanas en toda su extensión.
Ahora bien, todas estas propuestas, posiciones o hipótesis olvidan que
los Montes de Oca, junto con la Guaiira y el Golfo de Venezuela, forman
un triedro histórico, jurídico y geopolítico, de manera que en todo estudio
del Golfo de Venezuela no se puede prescindir de los Montes de Oca, al
igual que de la Guajira.
Asimismo se fundamentan en dos presupuestos erróneos, a saber:
- que el laudo español reconoció a Colombia costas en el Golfo de Ve-
nezuela. Según unos, se trataría de costas secas; según otros, de costas ge-
neradoras de derechos marítimos.

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- que habiéndose terminado la demarcación de la frontera terrestre,
en virtud de los laudos español y suizo, así como del tratado de 1941, ya
no queda por discutir con Colombia sino la delimitación marítima, la cual
se dirige a la repartición de las áreas marinas y submarinas, aun la que
en apariencia representa para Venezuela la posición más favorable, como
es la de costa seca, entrañan a nuestro juicio, según el análisis que desa-
rrollamos en la presente tesis, reconocimiento indebido de supuestos de-
rechos de Colombia sobre espacios terrestres, o terrestre-marítimos en el
Golfo de Venezuela.

?.. EL L A U D O ESPAÑOL NO RECONOCIÓ A COLOMBIA EN EL GOLFO,


C O S T A S S E C A S , N I CON P R O Y E C C I Ó N M A R Í T I M A

Este primer supuesto en el sentido de que el laudo español de 1891 re-


conoció a Colombia sobre el Golfo de Venezuela costas secas, es precisa-
mente el principal fundamento jurídico de la tesis del Dr. Lara Peña.
Pero también constituye la base de toda propuesta de división marítima
entre Venezuela y Colombia en el Golfo de Venezuela, incluida la infeliz
declaración del Canciller Nava Carrillo, "geográficamente Colombia tiene
costa en el Golfo, habría que revisar cuánto derecho quiere" (sic), apare-
cida en El Nacional (23-8-88).
Jorge Olavarría en un "Proyecto de Declaración" presentado por él a
la consideración de los candidatos presidenciales {El Nacional, 3-11-88)
formula el siguiente reconocimiento:
" R E C O N O C E M O S que como consecuencia del Laudo dictado por la Corona de
España, el 16 de marzo de 1891; de la interpretación y aplicación que de la Pri-
mera Sección de este Laudo Arbitral hizo la Comisión Mixta de Demarcación de
1901, y de la interpretación que de estos hechos hizo el Consejo Federal de la
Confederación Helvética en su Sentencia del 24 de marzo de 1922, la República
de Colombia adquirió un título de derecho a la soberanía de las costas, al Norte
del término de la soberanía territorial de Venezuela en la Península de la Gua-
jira, lo cual no modificó el carácter vital e histórico que estas aguas habían
tenido y que siguieron teniendo en grado e intensidad creciente, a partir de este
momento".

Después nos referiremos a la demarcación de 1900, fecha en la que se


terminó la relativa a la Guajira, y no en 1901.
Pero ¿en qué se basa toda interpretación de que el laudo español recono-
ció a Colombia costas en el Golfo de Venezuela?
Lo primero que observamos es la falta de coherencia en las tesis, pues
no habiéndose hallado en las costas del Golfo los Mogotes de los Frailes,
y en concreto el más próximo a Juyachí, punto de partida señalado por
el arbitro español para la frontera terrestre, es ilógico afirmar que ésta
arranca de la costa oriental de la Guajira.
El estudio minucioso que hemos hecho del expediente del laudo exis-
tente en el archivo del Palacio Santa Cruz de Madrid no nos ha revelado
documento alguno autorizado que sitúe el comienzo de la frontera terres-
tre en la Costa Oriental de la Guajira.
Cierto es que en algunos de los mapas consultados por la Comisión de
Examen, figuran representados unos islotes, a veces con nombre ele La

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Fraila, nunca con el de "Mogotes de los Frailes", unas veces frente a la
costa de Cojoro, baja y arenosa, otras cerca del que hoy conocemos como
Castilletes, y otras a lo largo del litoral oriental de la Guajira hasta Punta
Espada, y aun hasta Punta Gallinas.
El origen de tan inseguras versiones se halla en los mapas del Coronel
de la Plaza de Cartagena, Antonio Arévalo, quien nombrado "Comandante
de Pacificación", es decir, de Conquista de la Guajira (1772-76), no pasó
de Riohacha, demostró escaso conocimiento de la Guajira Oriental, y de
ella, según su propia confesión, obtuvo las noticias por intermedio de dos
indios de la parte occidental de esa Península, a saber: Cecilio López Sie-
rra, cacique de Boronata, y de un indio de Orino. Son tales las inexacti-
tudes, y tan disparatada la concepción general de la Guajira represen-
tada por los mapas de Arévalo, que el cartógrafo español Juan López,
después de haberle seguido para su propia "Carta Plana" de la Guajira,
compuesta en Madrid en 1786, al año siguiente se apartó totalmente de
aquél en su "Carta Plana" de la Capitanía General de Venezuela donde
aparece la Guajira con otro trazado, y sin los islotes llamados La Fraila.
La minuciosa exploración oficial del Golfo de Venezuela por la expedi-
ción comandada por el Brigadier de la Armada Española, Joaquín Fran-
cisco Fidalgo, al frente de los bergantines Empresa y Alerta (1793-1802)
no halló los mogotes de los Frailes en su recorrido por el Golfo, como se
aprecia tanto en su Derrotero, como en el celebrado mapa publicado por
el gobierno español en 1817.
El documento más antiguo que sitúa unos mogotes en la región, los
localiza en el Cabo de la Vela. Dice así:
"Cavo La Vela: El Farallón es un monte con un paredón, que está una legua
antes de llegar al Cabo de la Vela, y vate la mar en él, y el Cabo hace la tierra
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tres o cuatro mogotes" .

De todas maneras, sea cual sea el valor atribuible, desde un punto de


vista puramente cartográfico, a los mapas particulares que sugieren la
existencia de los supuestos mogotes de los Frailes en el borde del Golfo
de Venezuela, el regio arbitro español no les reconoció suficiente auto-
ridad como para incluirlos entre los títulos, o fundamentos de la senten-
cia, pues ninguno de ellos se menciona en la Sección Primera: Guajira-
Montes de Oca. Y en ello procede de diversa manera cuando aduce mapas,
aun de particulares, para fundar la sentencia en cuanto al Primer Trozo
de la Sección Sexta, relativa al Orinoco. Ello demuestra, por contraste,
que si no adujo mapa alguno en relación con la descripción de la Sección
Primera de la frontera terrestre, es porque a ninguno atribuyó méritos.
Si así procedo el arbitro, ¿vamos nosotros a fundamentar en ellos tesis
alguna sobre costas secas, o con provección marítima, de Colombia en el
Golfo?

1. "Descripción de las Yslas de Yndias", documento anónimo (c. 1 5 6 6 ) , en Antonio


B. C U E R V O , Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia
de Colombia... T. I, p. 508. En el Derrotero de las Costas de América Septentrio-
nal desde Maracaibo hasta el Río Chagres... de la expedición de los bergantines
Empresa y Alerta, dirigida por Don Joaquín Francisco Fidalgo (1793-1802) coe-
tánea de la delimitación de Sinamaica, se sitúan y describen varios "mogotes" y
cerritos bajos amogotados" desde Punta Espada hasta "la inmediación de Bahía
Honda". En id, pp. 24 y 29.
Tampoco de los títulos enumerados en los Considerandos del laudo se
deducen los supuestos derechos de Colombia en el Golfo de Venezuela.
Dichos títulos se reducen a los siguientes:
- La Real Cédula fechada en San Ildefonso el 8 de septiembre de 1777,
por la cual se desincorporan del Virreinato, y se agregan a la Capitanía
General de Venezuela "en lo gubernativo y militar" las provincias de Ma-
racaibo, Guayana, Margarita, Trinidad y Cumaná. Como es de estilo en
este tipo de documentos reales sobre incorporación de provincias a enti-
dades superiores, no se describen los límites de las mismas. Mal podría
contener —y de hecho no contiene— la divisoria entre las provincias de
Maracaibo, por Venezuela, y Riohacha por Nueva Granada, hoy Colom-
bia. Por consiguiente, de ese título, ninguna conclusión se puede sacar en
relación con el comienzo de la frontera terrestre entre nuestros dos países.
- La Real Orden del 13 de agosto de 1790 por la cual se instruye al
Virrey de Bogotá y, por la misma, al Capitán General de Caracas, sobre
la incorporación de la Villa de Sinamaica a la gobernación de Maracaibo,
disponiendo "que a este fin se señalen los límites fijos de dicha agrega-
ción". En otras palabras, como no desciende a describir los linderos que
se deben señalar al terreno municipal de Sinamaica, tampoco precisa dón-
de debe comenzar la línea divisoria.
- Las actas o protocolos de la transferencia de Sinamaica de la gober-
nación de Riohacha a la de Maracaibo en 1792. Mas. como ya ha sido de-
mostrado en obras documentadas y críticas, en realidad el arbitro espa-
ñol se basó exclusivamente en la llamada acta de demarcación de Sinamai-
ca fechada en esa villa el 1° de agosto de aquel año. Este título sí mencio-
na los Mogotes de los Frailes, pero no los sitúa en el Golfo. En efecto,
reza así:
"Convenimos que los términos del territorio que debe comprender la jurisdicción
de esta villa, sea y se entienda desde la línea que divide el Valle de U p a r con la
provincia de Maracaibo y Río del Hacha, partiendo en derechura hacia la mar,
costeando por el lado de arriba los Montes de Oca, a buscar los Mogotes llama-
dos los Frailes hasta el que se conoce más inmediato a Juyachí; debiendo servir
de precisos linderos los términos del referido Montes de Oca por el lado del
Valle de Upar y el Mogote de Juyachí por el lado de la Serranía e orillas de
la mar".

¿Acaso precisa que las orillas de la mar, donde se deben encontrar los
Mogotes de los Frailes, son las del Golfo de Venezuela? Tal suposición
sería gratuita, y contraria al texto mismo del acta. En efecto, si se traza
una línea recta (o como dice el acta "en derechura") desde el piedemonte
occidental de los Montes de Oca al mar, esa dirección nos lleva a las orillas
del Caribe, y no del Golfo.
La parte resolutiva del laudo español, no hace sino reproducir aunque
en dirección Norte-Sur, la línea de Sinamaica de 1792. En efecto fija así
la frontera:
"Sección Primera, desde los Mogotes llamados los Frailes, tomando por punto
de partida el más inmediato a Juyachí, en derechura a la línea que divide el
Valle de Upar de la provincia de Maracaibo y Río de la Hacha, por el lado de
arriba de los Montes de Oca, debiendo servir de precisos linderos los términos

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de los referidos Montes, por el lado del Valle de Upar, y el Mogote de Juyachí
por el lado de la serranía y orillas de la mar".

De nuevo nos hallamos con el hecho de que la sentencia no determina


dónde se hallan los Mogotes de los Frailes y, por consiguiente, no se puede
interpretar como si estableciera el comienzo de la frontera en las orillas
del Golfo de Venezuela. Igual que en el caso del acta de Sinamaica, pero
en sentido Norte-Sur, no es posible trazar una recta, es decir "en dere-
chura a la línea que divide el Valle de Upar de la provincia de Maracaibo
y Río de la Hacha", desde el Golfo de Venezuela sino desde el mar Caribe.
No es pues en el laudo español, ni en los considerandos, ni en la parte
resolutiva, donde se fundamentan las tesis, o suposiciones de que a Co-
lombia corresponden costas secas o mojadas en el Golfo de Venezuela.

3. E L F U N D A M E N T O D E LOS M A P A S D E S A U T O R I Z A D O S

Una vez demostrado que el laudo español no reconoció a Colombia cos-


tas en el Golfo de Venezuela, pasemos a probar que todas las tesis que
atribuyen al país vecino en la mencionada área derechos de soberanía
sobre costas secas o con proyección marítima, no tienen otro fundamento
que mapas incorrectos, carentes de autoridad por estar inspirados en el
llamado Mapa del Duque de Tetuán, compuesto para explicar la sentencia
arbitral.
El laudo fechado el 16 de marzo de 1891, y publicado oficialmente al día
siguiente en la Gaceta de Madrid, no iba acompañado ni de la copia de los
fundamentos de la sentencia, ni del mapa preparado por la Comisión de
Examen. En otras palabras, el Gobierno español faltó a su compromiso,
contraído con las partes mediante intercambio de notas en febrero de
1886, por el que se obligó a entregar los documentos en que había de fun-
dar su dictamen como manifestación del deseo del gobierno de la monar-
quía de que el fallo reuniera todas las garantías de acierto apetecibles, y
que "los dos países interesados en él puedan persuadirse de la completa
imparcialidad con que ha sido juzgado" {Libro Amarillo, 1887, pp. 254-255).
De conformidad con este formal compromiso, el Ministro de Estado,
Segismundo Moret, impartió instrucciones al Presidente de la Comisión
de Examen el 22 de marzo de 1886 para que, una vez reunida la docu-
mentación que dicho cuerpo citare en su Informe, le enviara copias para
suministrarlas a Venezuela y Colombia. Y agregaba: "A estas copias po-
drá la Comisión añadir, si lo considera necesario, las de los mapas y pla-
nos hallados en los depósitos del Estado, así como el informe explicatorio
que juzgue conveniente".
Todo se fue en buenos propósitos y promesas, pues, llegado el caso de
emitir el fallo arbitral, el gobierno español no lo acompañó, al ponerlo en
manos de los plenipotenciarios de Venezuela y Colombia, con los docu-
mentos prometidos. Más aún: cuando Venezuela exigió el cumplimiento
del compromiso contraído en 1886, el Duque de Tetuán, Ministro de Esta-
do, se salió, como decimos por la tangente, entregando a las Partes no el
mapa elaborado por la Comisión de Examen —mucho menos el informe
final y los documentos en ese documento citados— sino un nuevo mapa
preparado con toda celeridad por el Ministerio de Marina en julio de 1891,

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o sea a los cuatro meses de dictado el fallo, en un intento por ilustrar la
sentencia. En otras palabras, éste que será un intento conocido como Ma-
pa del Duque de Tetúan, supuestamente explicativo del laudo, no forma
parte de la sentencia, como construido con posterioridad a ella, ni se co-
rrespondió con un serio estudio geográfico de la zona fronteriza.
Está basado en el mapa de la Comisión de Examen, pero ninguno de
los dos acreditan ciertamente la ciencia cartográfica española de finales
del siglo XIX. Se basan en el mapa presentado en 1883 por el abogado de
Colombia, doctor Aníbal Galindo, para ilustrar la reclamación colombia-
na. A su vez, el mapa de Galindo, como lo expresa en la cartela, está
basado en trabajos cartográficos de Codazzi y de Humboldt, o sea que re-
produce, para ilustrar una materia tan delicada como la de la frontera
internacional, una concepción geográfica de principios del siglo XIX des-
fasada, incorrecta e imprecisa.
No podía menos que reconocer estos defectos el propio Ministro Duque
de Tetuán al transmitir a las Partes, en nota del 16 de julio de 1891, el
conocido mapa, pues en ella declaró:
"Con este motivo cúmpleme manifestar a V.S. que el objeto que se ha propuesto
el Gobierno de S.M. al remitir el mapa de que se trata, no es otro que el de con-
tribuir a facilitar en lo posible la demarcación sobre el terreno. Y por lo tanto,
no puede responder de su exactitud ni siquiera de su conformidad absoluta con
el trazado del laudo. El Gobierno de S.M. se atiene exclusivamente, y sólo con-
sidera como documento oficial, el laudo firmado por S.M. y publicado en la Ga-
ceta".

Pues bien, este mapa cuya exactitud y conformidad con el trazado de


la frontera del laudo no las garantiza el propio arbitro hasta el punto de
que no le atribuye autoridad como documento oficial, ateniéndose exclu-
sivamente a la sentencia misma, es el que ha conducido a la interpretación
de que a Colombia corresponden derechos de soberanía sobre la costa occi-
dental del Golfo de Venezuela, pues sitúa el comienzo de la frontera en
unos supuestos Los Frailes fuera y al Norte de la ensenada de Calabozo,
en la costa oriental de la Guajira. La edición colombiana del mapa del
Duque de Tetuán, entre otras adulteraciones que le introduce, representa
unos islotes como correspondientes a Los Frailes, pero esta concepción
insular de Los Frailes es ajena a la sentencia arbitral.
En efecto, si bien en el informe sobre la Primera Sección de la fron-
tera, elaborado por el vocal-ponente, miembro de la Comisión de Examen,
Justo Zaragoza, al llegar a la conclusión de que la línea de Sinamaica
constituía la frontera de derecho entre Venezuela y Colombia se permitió
agregar "o islotes" como si los Mogotes de los Frailes lo fueran, ese
añadido figura tachado en el original, bien porque el propio Zaragoza
modificó su concepción insular de los Mogotes de los Frailes, o porque la
Comisión misma la desechó. Prueba de ello es que en el informe final se
reproduce textualmente el acta de Sinamaica de 1792 sin el mencionado
añadido de "o islotes". Insistimos: la concepción insular de los Mogotes
de los Frailes es ajena al laudo y al original del mapa del Duque de Te-
tuán; aparece en la edición colombiana que lo adultera.
Lo extraño es, por consiguiente, que habiendo sido desautorizado por
el gobierno español el mencionado Mapa del Duque de Tetuán, haya sido
éste el que ha originado la confusión de que el laudo atribuyó a Colombia

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costa sobre el Golfo de Venezuela, cuando hemos visto que ello no es cierto.
Y no deja de llamarnos la atención que fue precisamente el Plenipoten-
ciario colombiano, Julio Betancourt, a la semana de recibido el mapa, y
considerando que a su juicio ese instrumento prejuiciaba contra los dere-
chos de su país, quien lo objetó en nota al Duque de Tetuán de fecha 22
de julio:
"He notado a primera vista que en este mapa se ha incurrido en un error invo-
luntario al trazar la línea divisoria entre Colombia y Venezuela, desde el Mogo-
te inmediato a Juyachí hasta la cumbre de la Sierra de Perijá.
La prudente y previsora declaración que V . E . hace de que el Gobierno de
S.M.C. sólo considera como documento oficial el Laudo, destruye la fuerza que
este mapa tendría para perjudicar los derechos que el mismo Arbitro reconoció
a Colombia en dicha región".

Claro que el Plenipotenciario colombiano, guiándose probablemente por


el mapa de Juan López de 1786 que situaba La Fraila frente a la costa
de Cojoro, pudo creer que el Laudo situaba en ese punto el comienzo de la
frontera, por lo que se apresuró a objetar el mapa del Duque de Tetuán
que subía hacia el Norte y fuera de la ensenada de Calabozo los que de-
nominaba Los Frailes. Ello prueba lo aleatorio que resulta hacer depen-
der una materia tan grave y compleja, como la relacionada con la fronte-
ra, de mapas incorrectos y deseautorizados por el propio arbitro, como es
el de Juan López quien al año siguiente cambió su concepción de la Gua-
jira, y eliminó de la ensenada de Calabozo toda referencia a La Fraila. Lo
mismo se diga del mapa explicativo del laudo español, basado como queda
dicho, en la cartografía de comienzos del siglo XIX, y declarado por el
Ministro español como carente de autoridad oficial.
Aún fue más desacertado el intento del ilustre ingeniero Jesús Muñoz
Tébar, quien, no reparando que la interpretación de un laudo sale fuera
de la competencia de su profesión, emitió su criterio sobre la sentencia de
la corona de España en memorándum dirigido al Gobierno de Caracas en
1896, después de haberse adelantado en 1894 a plasmarlo en su Mapa del
Estado Zulia, del que era Presidente. Si bien Muñoz Tébar no dejó de
observar gruesas incorrecciones en el mapa del Duque de Tetuán, y a pe-
sar de afirmar que los Mogotes de Los Frailes eran desconocidos por lo
que no se podían localizar, aceptó de aquél dos graves errores: a) que el
comienzo de la frontera se hallaba en Castilletes; b) que el "lado de arri-
ba" de los Montes de Oca se correspondía con el divorcio de aguas. Toda-
vía más: que la expresión "en derechura" podía representarse por una
ligera curva. La influencia de estos dos mapas, incorrectos, carentes de
autoridad, ajenos y contrarios al laudo mismo, inspiraron la desacertada
demarcación de 1900, como veremos más adelante.
En cuanto a la responsabilidad venezolana de esa desacertada demar-
cación que comenzó por modificar el laudo al substituir los Mogotes de los
Frailes por Castilletes, después de haberlos buscado únicamente en tan
corto sector de la costa guajira como el comprendido entre Secheps, o Ce-
chepa, y Tucacas (hoy Puerto López), la peor parte se lleva, a nuestro
juicio, el eminente ingeniero Muñoz Tébar. Si hubiera tratado de inter-
pretar el laudo, dejando a un lado el mapa del Duque de Tetuán —si es
que leyó la Nota del 16 de julio de 1891 que lo desautorizaba— la recta
correspondiente a la expresión "en derechura" del acta de Sinamaica, base

13
del laudo, le habría llevado desde el lindero del Valle de Upar (o sea, el
Valle del río Cesar), no al Golfo sino al mar Caribe. Su error, acogido
por la Comisión de 1900, salió caro a Venezuela. Cuando el Plenipotencia-
rio venezolano Gustavo J. Sanabria, negociador de un proyecto de recti-
ficación fronteriza con el colombiano Carlos Arturo Torres, cayó en la
cuenta en 1910 de que, en efecto, el laudo español llevaba la frontera por
el lado occidental de Montes de Oca, y que la recta "en derechura" iba al
Mar Caribe, probablemente a Castilletes occidentales o al Cabo de la Vela,
ya era tarde: la Comisión había erigido diez años antes el hito de Cas-
tilletes. La interpretación de Gustavo J. Sanabria, que era la del gobier-
no venezolano de entonces, daba a cualquier gobierno que tuviera coraje
para mantenerla firmemente la oportunidad de recuperar buena parte de
la Guajira y, desde luego, restablecer su inmemorial y exclusiva soberanía
en todo el Golfo. Lamentablemente, Venezuela admitió el recurso a otro
arbitramento —el del Consejo Federal Suizo— mediante el compromiso
de 1916, exponiendo la demarcación de Castilletes a confirmación defini-
tiva, como sucedió con el laudo de 1922. Es una lección que debemos tener
en cuenta al examinar la tesis que presentamos.
Como se verá enseguida, la interpretación de Sanabria en el sentido que
el comienzo de la frontera se halla en el borde del mar Caribe porque es
ahí donde termina la recta que sube desde el lindero del valle de Upar, y
porque se cumple el requisito del laudo: "por el lado de la serranía y ori-
llas de la mar", nos va a conducir a la propuesta de demarcación de la
frontera terrestre entre el hito 1 de Castilletes y el mar. Por los momen-
tos bástenos subrayar la conclusión a la que conduce nuestro análisis en
el sentido de que no es el laudo español sino los mapas inexactos, incorrec-
tos y desautorizados los que se aducen como fundamentos de la supuesta
soberanía de Colombia sobre una parte de la costa occidental del Golfo de
Venezuela.

4. EL SUPUESTO ERRÓNEO DE QUE TODA LA FRONTERA TERRESTRE


H A SIDO D E M A R C A D A

Es la tesis difundida por todos los medios por los dirigentes colombia-
nos de todas las tendencias políticas a fin de forzar a Venezuela a unas
discusiones sobre las áreas marinas y submarinas en el Golfo, que en el
peor de los casos para su país, algún beneficio terminarían por producirles.
Aparentan ignorar que, al menos, se presentan a lo largo de la fron-
tera terrestre dos sectores que aún no han sido demarcados, precisamente
correspondientes a la Primera Sección del laudo español, de la que depen-
de toda eventual delimitación marítima entre Venezuela y Colombia. Esos
dos sectores son: el de Montes de Oca, y el tramo comprendido entre el
hito 1 y el mar.
Debido a la rutina que domina nuestros organismos oficiales en mate-
ria de límites, la Cartografía Nacional viene publicando mapas de Vene-
zuela y del Estado Zulia con una supuesta divisoria que corre por las
cumbres y divorcio de aguas en Montes de Oca, dando la errada impre-
sión de que la frontera en ese sector, al igual que en Perijá, hubiere sido
demarcada. La responsable del error es la popia Cancillería, negligente y
apática, pues no formula las observaciones de rigor a la mencionada ofi-

14
ciña técnica. Probablemente, la Cancillería es también víctima de la ruti-
na, asumiendo sin fundamento legítimo como vigente y obligatoria para
ambas partes, la declaración contenida en el acta de Majayure del 31 de
julio de 1900 de que a partir del hito del Alto del Cedro, la frontera se-
guía "por la parte alta de la fila, tomando la línea divisoria de aguas de
las dos faldas de dichos Montes de Oca", sin reparar en que esta declara-
ción fue anulada por el laudo suizo en 1922, como veremos más adelante.
La falta de demarcación entre el hito 1 y el mar no la han apreciado
los dirigentes venezolanos, por la sencilla razón de que su consulta carto-
gráfica, si alguna vez la hacen, antes de formular sus pomposas declara-
ciones, no pasa de algún mapa escolar que por su escala no puede repre-
sentar el hecho de que el hito 1 de Castilletes no está en contacto con el
mar. Pedirles que lean actas de las demarcaciones de 1900 y de 1930-31,
ya sería demasiado. Por eso, suponen contra la evidencia material y for-
mal, que la frontera terrestre entra en Castilletes en contacto con el mar,
y por eso se apresuran a proponer el comienzo de la delimitación maríti-
ma en un punto inexistente: aquél donde suponen que ha llegado al mar
la frontera terrestre creemos que se presenta un caso atípico en las demar-
caciones fronterizas costeras, pues la línea en Castilletes, después de casi
un siglo transcurrido de la primera demarcación, aún no ha llegado al
mar. El error en el que incurrieron a principios de siglo ahora nos per-
mite formular la tesis que hemos sometido a la discusión pública.
La tesis fundamentalmente comprende dos demarcaciones que propo-
nemos para llenar los vacíos señalados, las que trataremos en sendos ca-
pítulos a continuación.

II. LA CUESTIÓN DE LOS MONTES DE OCA


Desde los orígenes de la controversia de límites entre Venezuela y Co-
lombia, en 1833, hasta nuestros días, se ha atribuido escasa atención a los
Montes de Oca. Quizás en ese descuido han influido los siguientes facto-
res: 1) Su escaso relieve como formación orográfica, en comparación con
las vecinas: La Sierra de Perijá y la de Santa Marta. Después veremos
que es precisamente el bajo relieve de los Montes de Oca el que les da un
valor estratégico de primer orden; 2) las muy raras referencias a ellos
en las descripciones y en la cartografía; 3) su identificación, unas veces
con la Guajira, y otras con el sistema de Perijá.
Antes de revisar las escasas referencias a Montes de Oca en la docu-
mentación y en la cartografía, deseamos llamar la atención sobre la fre-
cuente confusión de la que no están exentos los laudos sobre la cuestión
fronteriza, pues identifican los Montes de Oca con la Guajira. Así, el
laudo español, en los considerandos cae en esa confusión, pues, al enume-
rar los títulos sobre la Sección Primera que abarca desde los Mogotes de
los Frailes hasta los términos de Montes de Oca por el lado del Valle de
Upar, dice: "por lo que respecta a la Guajira", siendo así que los Montes
de Oca quedan fuera de esa península. En la misma confusión cae el arbi-
tro suizo, cuando en la parte resolutiva, al confirmar tanto los linderos
naturales establecidos por la Corona Española, como los artificiales fija-
dos por la Comisión de 1900, da por establecida la frontera en "la totali-
dad de la primera sección de la Sentencia española (Goagira)".

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La otra confusión es aún más grave, como sucede, por ejemplo, en la
obra Geopolítica de Venezuela de Rubén Carpió Castillo, quien no repara
en el contraste que ofrece el laudo español entre la Sección Primera, donde
lleva la frontera en Montes de Oca "por el lado de arriba" y términos de
Montes de Oca por el lado del Valle de Upar, y la Sección Segunda, corres-
pondiente a la Sierra de Perijá, donde la traza por las cumbres y divorcio
de aguas. La razón de ese contraste es muy sencilla: en la Sección Primera
se trataba de una frontera discutida, con posiciones opuestas de las partes,
pues mientras Colombia reclamaba hasta el Caño Paijana (junto a la isla
de San Carlos), la reclamación venezolana exigía que partiera del Cabo
de la Vela. En cambio, en la Sección Segunda, el arbitro se reduce a des-
cribir la línea ya aceptada por las partes; por eso en el mapa explicativo
del laudo, la coloración de esos dos sectores es distinta: roja en la prime-
ra, verde en la segunda. La última razón del contraste radica en que mien-
tras la Sección Primera se fundamenta en títulos histórico-jurídicos, la
Segunda deriva del hecho geográfico de la interposición de la formidable
Serranía de Perijá y Motilones entre las antiguas jurisdicciones de Santa
Marta y Maracaibo.
Esta confusión —como otras muchas— la hallamos ya en el tan pon-
derado y poco estudiado proyecto de tratado Michelena-Pombo de 1833
en el que la divisoria se llevaba del Cabo de Chichibacoa, por la Sierra de
Aceite a la Teta Goagira, y seguía: "Desde aquí rectamente a buscar las
alturas de los Montes de Oca y continuará por sus cumbres y las de Perijá
hasta encontrar con el origen del río de Oro" (Títulos de Venezuela, II,
P- 6 ) .
El error en que incurrió el negociador venezolano Don Santos Miche-
lena en 1833 es totalmente explicable, porque faltaban muchos años para
el hallazgo del acta de Sinamaica de 1792, hecho que se produjo en 1882.
Este mérito corresponde a nuestro olvidado Francisco Javier Mármol,
quien halló en el Archivo de Indias de Sevilla el expediente completo de la
transferencia de Sinamaica y su incorporación gubernativa y militar al
gobierno de Maracaibo, expediente que mutilado, trunco y, por consiguien-
te, adulterado, presentó Nueva Granada (hoy Colombia) a Venezuela en
1844, fundamentando en instrumento espurio su reclamación a la línea
Socuy-Limón-Boca Paijana, es decir, a toda la Guajira.
Pero el error excusable en Michelena, no se justifica en los geógrafos
y políticos actuales, pues al confundir a Montes de Oca con el sistema de
Perijá para los efectos de la demarcación fronteriza, éstos privan a Vene-
zuela de la importantísima vertiente occidental de los Montes de Oca, co-
mo veremos en su lugar. Aún son más graves los errores y confusiones en
los que incurre Carpió Castillo al atribuirle al tratado de 1941 una cláu-
sula que el instrumento no contiene relativa a la supuesta línea divisoria
por el divorcio de aguas. De haberse establecido la línea divisoria de aguas
en el tratado de 1941, tendría razón el mencionado geógrafo y no habría
lugar a la tesis que sostenemos de que el lindero va por el piedemonte
2
occidental de los Montes de Oca .
2. La asimilación de la línea de Montes de Oca a la de Perijá-Motilones y la inclu-
sión de aquélla en la 2% Sección del laudo español es de origen colombiano. Contra
los términos expresos de la sentencia, dice la Oficina de Longitudes del Gobierno
de Bogotá: "La alineación de la Sección 11% del Laudo español de 1891 principia
en el hito del Alto del Cedro (final de la Sección 1%) situado en el extremo septen-
trional de los Montes de Oca y sigue por el divorcio de aguas Magdalena-Mara-

16
1. LOS M O N T E S D E O C A E N L A C A R T O G R A F Í A

En cuanto a las referencias documentales y cartográficas a los Montes


de Oca, como quiera que éstos se hallan situados al sur de la Guajira y,
por consiguiente, lejos del espacio cubierto por los primeros mapas gene-
rales de América que en realidad eran portulanos, compuestos en función
de la navegación marítima, se comprende que los Montes de Oca, aun bajo
el simbolismo de montañas sin nombre, entren muy tarde en la cartogra-
fía. De los siete topónimos que figuran en el planisferio de Juan de La
Cosa (1500) correspondientes a la Península que se denominará Guajira,
sólo sobrevivió el de Cabo de la Vela. Para 1511, el mapa de Pedro Mártir
de Anglería agrega el término Coquivacoa, diez años después de firmada
la capitulación de Alonso de Ojeda sobre la provincia de ese nombre, en-
tonces concebida, al igual que Paria, como islas.
En el mapa del Conde Maggiolo (1527) aparece la indicación de "Se-
rranías", pero corresponderían más bien a Perijá-Motilones, ya que apa-
recen bordeando el que denominaremos "Lago de Maracaibo".
Según Adolfo Ernst, el nombre de Guagira aparece por vez primera en
los mapas de Fernando Colón (1527) y de Diego Ribero (o Ribeiro) de
1529. Este último se halla en la biblioteca del Gran Duque de Weimar y
fue reproducido por J. G. Kohl en 1860. Si bien este editor lee gochire, el
sabio Ernst cree que la gótica ch es una contracción de ah lo que daría
goahire (El Zulia Ilustrado, N? 26 del 31-1-1891, p. 214).
El término guajiro se encuentra en la Información de testigos y pro-
ceso contra García de Lerma levantado en Segovia (España) en 1532.
Según declaración de Nofro de Sagredo, el Obispo de Santa Marta, Fray
Tomás Ortiz, iba a los pueblos de indios y les hacía entender "que él era
guajiro y señor de los cristianos que en aquella tierra estaban, y con este
color, y con otras cosas que les decía, les pedía oro".
Mas volviendo a los Montes de Oca, de todos los mapas impresos o ma-
nuscritos revisados, el primero que los menciona, aunque con otro nom-
bre, es el que figura con el N» 3 en la sección Mapas de Venezuela en el
Archivo General de Indias. Ha sido reproducido por el Hermano Nectario
en la obra Mapas y Planos de Maracaibo y su región 14-99-1820. Este ma-
pa, de autor anónimo, si bien, por la riqueza toponímica de la región, muy
conocedor de ella, debe haber sido compuesto hacia 1569, pues no figura
todavía el camino abierto en 1570 entre la Nueva Ciudad Rodrigo de Ma-
racaibo (fundada por Alonso Pacheco en 1569) y Riohacha. Es la prime-
ra vez que la toponimia regional se enriquece con nombres como la Teta,
Macoyra (Macuira), y en contraste con las sierras al borde de la laguna
de Maracaibo, aparecen al norte de las mismas los serrejones en los que
nace el socui (el Socuy-Limón) que va a desembocar en el golpo de bene-
cuela, al Norte de Maracaibo. Es decir, que nos hallamos con la primera
referencia a Montes de Oca con la primitiva denominación de Cerrejones,
o cerros pequeños (comparados con las serranías vecinas).
Se trata de un plano de la provincia de Venezuela, la capitulada con los
Welser en 1528, entidad que para la fecha de la composición del plano se
caibo (llamado Serranía de Perijá-Motilones) hasta llegar al nacimiento más
meridional del Río Intermedio, situado en dicha serranía". República de Colombia.
Ministerio de Relaciones Exteriores. Oficina de Longitudes y Fronteras. Límites
de la República de Colombia (Segunda Edición). Litografía Colombia. Bogotá
1944, p. 18.

17
halla ya bajo el régimen ordinario de autoridades designadas por la Co-
rona. Es la entidad político-administrativa que habría de ser el núcleo de
nuestra formación nacional, y es en su ámbito donde se asientan estos in-
teresantes "Serrejones" o Cerrejones, uno de los cuales adquirirá en nues-
tros días fama por su riqueza carbonífera: El Cerrejón.
Coetánea con el plano que nos ocupa es la Información de testigos pre-
sentada por el procurador de Riohacha al Tribunal de la Audiencia de
Santo Domingo en 1571, en solicitud de que le ampliaran a la ciudad los
términos de ocho leguas (unos 44 kms. por lado) que se le habían asigna-
do como terreno municipal por cédulas de 1547, 1563 y 1568. En dicha
petición se solicita, como ampliación del territorio hasta el nacimiento del
río Tapia, "y desde allí derecho al Serrejón de los Negros, y desde allí de-
recho al Valle y río de Chiriana, y desde allí a la laguna de Maracaibo".
Tan ambiciosa ampliación pedían los de Riohacha cuando estaba ca-
yendo a niveles muy bajos la extracción de las perlas, y había desapareci-
do la segunda Maracaibo, la fundada por Pachecho. La tercera fundación,
Nueva Zamora de Maracaibo, establecida definitivamente por Don Pedro
Maldonado en 1574, dio al traste con las apetencias expansionistas de
Riohacha.
Creemos que el Cerrejón de los Negros antes mencionado se correspon-
de con el actual Cerrejón, celebrado por sus minas de carbón térmico, las
más ricas de Suramérica, y quizás del mundo. Probablemente de nombre
de Cerrejón de los Negros lo debió recibir por haberse refugiado allí los
esclavos huidos al Mariscal Castellanos, uno de los prohombres de Rioha-
cha, y antes de Cubagua. Allí debió estar localizado el cumbe o república
de negros cimarrones asociados con indios alzados contra los españoles, el
cual fue dominado y disuelto por la expedición capitaneada por el capitán
Esteban, enviada por el gobernador de Venezuela, Luis de Rojas, en 1585.
Dado el carácter localista de los Cerrejones, incluso alejados del trán-
sito regular entre Maracaibo y Riohacha, el cual pasando por donde se eri-
giría Sinamaica, bordeaba por el Sur la Teta Guajira para dirigirse por
Boronata a la ciudad de las perlas, se comprende que no fueran registra-
dos por los mapas impresos de los grandes cartógrafos europeos. Aun el
Socuy (como se denomina antiguamente al río Limón) importante arte-
ria fluvial que desemboca en el Golfo, no lejos del que ya desde el siglo
XVII es puerto importante: Maracaibo, no se halla en los mapas de cele-
brados cartógrafos como de Bry, los Hondius, los Blae, de L'Isle, De Fer,
etc. Y eso que figura ya en un mapa manuscrito como el ya citado de 1569,
y en el de Diego Sánchez de Sotomayor, compuesto en Maracapana en
1573. De la cartografía de celebrados autores europeos, el primero en re-
gistrar la existencia del Socuy (o Limón) es la Carte des Provinces de
Tierra Firme de D'Anville (1756). Sin embargo, no trae el signo de la
montaña donde se origine la cuenca de tan importante río.
Los Montes de Oca no figuran, ni siquiera con el símbolo de montaña
sin nombre, en un mapa regional de tan autorizada fuente como el Fiscal
de la Audiencia de Santa Fe. don Francisco Moreno y Escanden (1772),
a quien el Virrey Mesía de la Cerda confió que realizara en su lugar la
visita oficial del Virreinato. Tampoco anarece en el conocido y celebrado
mapa de América de don Juan de la Cruz Cano y Olmedilla (1775). En
éste se señala con nitidez la Sierra de Periiá como límite de la Provincia
de Maracaibo, límite que lleva sin indicación de montañas al borde nor-

18
oriental de la Guajira. La influencia de Cruz Cano y Olmedilla en la car-
tografía americana del siglo XVIII y principios del XIX constituye un
hecho indiscutible. Sin embargo, como en los mapas del inglés Thompson,
la línea limítrofe dibujada por aquel cartógrafo español aparece trans-
formada en cadena montañosa la cual termina en Punta Espada.
Para cuando Cruz Cano termina su celebrado mapa en 1775, está en
marcha el último intento del Virreinato por dominar —bajo el nombre de
"pacificación"— la Guajira, tarea confiada al Coronel de la Plaza de Car-
tagena, Antonio Arévalo.
Ya hemos dicho que este "pacificador" no pasó de Riohacha, de manera
que sus fuentes de información sobre la Guajira oriental, como él mismo
revela, fueron don Cecilio López Sierra, cacique de Boronata, y un indio
de Orino, en la costa occidental. Los mapas y planos de Arévalo, compues-
tos a partir de 1773, van a tener una gran influencia en el cartógrafo es-
pañol Juan López, quien es mencionado por los editores del Atlas de Ma-
pas antiguos de Colombia siglos XVI-XIX entre los cartógrafos que cons-
truyeron sus mapas en Nueva Granada, siendo lo cierto que no salió de
España.
En el Mapa General de Indios Guajiros. . . compuesto por Arévalo en
1773 antes de emprender la conquista de la Guajira, propone los pueblos
de españoles, o criollos, que se deben fundar. En el Mapa General de la
Provincia de la Hacha (1776), figuran los pueblos ya fundados.
Es en los mapas de Arévalo donde se hallan con su nombre los Montes
de Oca, representados como si estuvieran totalmente desconectados de la
Sierra de Perijá. Los acerca de tal manera a la costa del Golfo de Vene-
zuela que, en el primero, aparecen junto a la Laguna de Sinamaica, y cerca
de Parauje (hoy Paraguaipoa): en el segundo, cerca de Guarero. Para
completar el esquema, traza al oeste de dichos montes la Quebrada de
Montes de Oca, la cual sin indicación de montaña en sus cabeceras, va en
dirección NE a desembocar en el Socui (o Limón) en el mapa de 1776,
mientras que en el de 1773 no figura esa quebrada. Por cierto, el curso
que en el mapa de 1776 da al Socui revela el desconocimiento que padecía
Arévalo respecto de la Guajira oriental, pues lo hace nacer al Norte, cer-
ca de la Teta. Este disparatado esquema de Montes de Oca, Quebrada de
Montes de Oca y Rio Socui, como otras tantas imprecisiones y errores con-
tenidos en los mapas de Arévalo, los recoge la Carta Plana de la Provin-
cia de la Hacha de Juan López, impresa en Madrid en 1786. Algunos de
esos errores los corrigió el propio López en su también conocida Carta
Plana de la Provincia de Caracas. . . compuesta en 1787. Entre esos erro-
res, están los islotes sin nombre que Arévalo sitúa en la costa baja, areno-
sa, de Cojoro, islotes que ni existen ni han existido, como se desprende
claramente de los informes de los pilotos de la Compañía Guipuzcoana con
sede en Maracaibo, Domingo Armario, Andrés Ocando, Silvestre Cubillán,
Vicente de los Reyes Aguiar y Ángel Casanova (1777). Pues bien, Juan
López, en su mapa de 1786, dibuja dichos islotes siguiendo a Arévalo y
los denomina La Frayla, pero, al año siguiente, en el mapa de la provincia
de Caracas, omite toda referencia a islotes y La Fravla frente a la costa
de Cojoro, y en cambio sitúa con el nombre de Los Castilletes una isla al
Norte de la que denomina Punta de Maracaibo.
La exploración oficial de Fidalgo, ya mencionada (1793-1802), al fren-
te de los bergantines Empresa y Alerta, por su carácter marítimo, si bien

19
es de suma importancia para el trazado del litoral del Golfo y de la Gua-
jira, deja en blanco el interior de manera que el mapa publicado en 1817
no nos ayuda en el estudio de Montes de Oca, pero sí nos confirma de la
inexistencia de los tales mogotes de los Frailes que algunos mapas situa-
ban en el borde occidental del Golfo de Venezuela.
Escasa influencia observamos de los mapas de Arévalo, directa o indi-
rectamente a través de Juan López, en la cartografía virreinal de la época
de la transferencia del pueblo de Sinamaica a Maracaibo (1790-1792).
En el conocido como del Virrey Ezpeleta (1790) el cual nos ha llegado
en la copia que de él hizo el Estado Mayor del General Morillo (1814) el
perfil de la Guajira es muy distinto, no figuran los Montes de Oca, ni la
Quebrada de ese nombre, y el Socui recibe un curso de Oeste a Este. Si
bien figura el término La Frayla lo coloca frente a la que Juan López de-
nominaba en 1787 Punta de Maracaybo, pareciendo corresponder aquel
topónimo a un rosario de islotes que dibuja a lo largo de la costa hasta
cerca de Punta Espada, mientras pone la división de las provincias par-
tiendo del Cabo de la Vela. O sea, que desde el mapa de Juan López de
1786, los Montes de Oca desaparecen de la cartografía, y no figuran ni
en el mapa de Francisco Antonio Zea (1821-22) quien siguiendo a Cruz
Cano y a Thompson prolonga la Sierra cortando la Guajira en dirección
del C. Chichibacoa; tampoco figuran en el de Restrepo (1827) quien en
la "Carta del Departamento de Magdalena" dibuja tres ramales que van
a empalmar en la Guajira con la Sierra de Macuira y termina en la de
Aceite. Igualmente no figuran los Montes de Oca en los mapas de Codazzi
(1830-1840), mientras la formación montañosa donde se sitúa el naci-
miento del río Socuy-Limón, continuación de la de Perijá, va a unirse con
la Sierra Nevada de Santa Marta. Esta concepción de Codazzi pasa a los
mapas de Tomás Cipriano de Mosquera (1852), mientras que el Coronel
Joaquín Acosta, en su mapa de 1847, si bien recoge en líneas generales la
interpretación de Codazzi en cuanto a la Guajira y su zona circundante,
lleva la cordillera correspondiente a la de Perijá en dirección a la Guajira,
y por la Sierra de Azara y la de Macuira la hace terminar en Chichibacoa.
Tras casi un siglo de silencio hallamos otra vez la mención de los Mon-
tes de Oca en la titulada Carta Geográfica de los Estados Unidos de Co-
lombia..., donde figura dicho topónimo como lugar del nacimiento de
Socuy. La dirección que da a los Montes de Oca los lleva a empatarlos con
la Sierra Nevada de Santa Marta. Como quiera que este mapa fue elabo-
rado de conformidad con los trabajos de Codazzi y "de otros documentos
oficiales", por dos miembros de la Comisión Corográfica Neogranadina de
1850 dirigida por aquél, a saber: los señores Manuel Ponce de León y
Manuel María Paz, y fue publicada bajo la administración del Presidente
Manuel Murillo Toro, y la supervisión de Tomás Cipriano Mosquera, se
comprende que sirviera de base al presentado por Aníbal Galindo al arbi-
tro español para ilustrar la reclamación colombiana. Y, como dijimos an-
tes, este mapa de Galindo es el que sirvió de base para el de la Comisión
de Examen española y, en última instancia, del croquis explicativo del
laudo, denominado mapa del Duque de Tetuán.
Ya hemos hablado de las imperfecciones de este último, y explicamos
cómo el propio Duque declaró que carecía de autoridad. En cuanto a Mon-
tes de Oca se comprueba la razón de la reserva expresada por el citado
Ministro de Estado en el sentido de que no garantiza su correspondencia

20
con el laudo. En efecto, mientras la sentencia recoge el topónimo como
Montes, y por eso habla del lado de arriba y de sus términos por el lado
del Valle de Upar, en el mapa figura no como formación montañosa sino
con el símbolo de lugar o pueblo, y lo sitúa al Oeste de la línea divisoria.
Esta corta el río, también denominado Montes de Oca, así como el R. Gua-
sare que, como se sabe, nace en la vertiente oriental. Estas divergencias
entre el mapa y la sentencia, amén de la ubicación de Los Frailes, y otros
muchos errores e inexactitudes, confirman la conclusión de que no puede
aducirse este mapa del Duque de Tetuán y mucho menos los otros, de auto-
res particulares como fundamento de tesis alguna sobre supuestos dere-
chos de soberanía colombiana en la costa del Golfo de Venezuela, ni para
dilucidar la cuestión de Montes de Oca que después plantearemos.

2. MARCO HISTÓRICO

Después de la visión cartográfica sobre los Montes de Oca, para enten-


der el significado de la transferencia de Sinamaica a la gobernación de
Maracaibo, y la delimitación del terreno municipal acordado para aquella
villa, fundamento del laudo español, conviene que tracemos el marco his-
tórico.
Las dos jurisdicciones que se proyectaron sobre la Guajira fueron: la
gobernación de Venezuela, erigida en virtud de la capitulación de los Wel-
ser en 1528, y la ciudad de Nuestra Señora de los Remedios del Río de la
Hacha, cuyo definitivo emplazamiento en 1547 representaba un enclave
entre las provincias de Santa Marta, al Oeste, y la de Venezuela, al Este.
Ese establecimiento de Riohacha modificó, por consiguiente, la territoria-
lidad de las provincias limítrofes, pero solamente en cuanto al específico
terreno municipal que le fue asignado: ocho leguas por cada lado es todo
lo que el Soberano otorgó a Riohacha por Cédula de 1547, linderos que le
fueron confirmados, y no más, por las sucesivas Reales Cédulas de 1563,
1568 y 1577. En otras palabras, en cuanto a su lindero con la gobernación
de Venezuela que abarcaba toda la Provincia del Cabo de la Vela (o Gua-
jira) desde 1528 hasta 1547, la divisoria partía de la orilla del mar a dis-
tancia de ocho leguas (unos 44 kms.) del Río de la Hacha, y se dirigía
hacia el Sur en línea recta en una longitud igual.
Se comprende que, hallándose el Cerrejón de los Negros, o sea los Mon-
tes de Oca, fuera del ámbito concedido a Riohacha. solicitara esta ciudad
su incorporación, así como todo el terreno que se extendía hasta la Laguna
de Maracaibo. Pues bien, a pesar del apoyo que le prestó la Audiencia de
Santo Domingo en esta solicitud, el Soberano respondió por Cédula de
1577 confirmándole únicamente las ocho leguas concedidas inicialmente
a la ciudad.
Es cierto que en la Razón del número de prelados de la Santa Iglesia de
Santa Marta (1780) se da a Riohacha una jurisdicción de 15 leguas (aun
así quedaría el lindero al Oeste del Cabo de la Vela) pero ello debe enten-
derse en cuanto al lindero Norte-Sur, como lo registra también el ya men-
cionado Fidalgo, quien, en cambio, en dirección Este-Oeste le da sólo ocho,
lo que prueba cómo para la fecha del uti possidetis juris (1810) se le con-
servaba a la antigua ciudad de las perlas la demarcación primitiva de
1547. En otras palabras, la frontera de derecho entre Venezuela y Colom-
bia, por la jurisdicción de Riohacha, debía haber partido, no del Cabo de

21
la Vela, sino a ocho leguas, o 44 kms., de aquella ciudad. Ese punto corres-
pondería a la costa de la actual Manaure.
Ahora bien, la explotación inhumana de los guajiros en la extracción
de las perlas, y después en los contactos interétnicos de la más variada
naturaleza (explotaciones agropecuarias, comercio, etc.) llevó a los indios
a una permanente rebeldía con los españoles, la cual se prolongó en los
enfrentamientos con los criollos durante todo el siglo XIX, y aun en el X X .
Interpuestos los Guajiros entre las jurisdicciones de Maracaibo y Rio-
hacha, así como en el Sur por Valledupar, la Monarquía española, y las
autoridades provinciales o regionales, trataron por todos los medios (in-
cluso los religiosos y los militares) de someterlos mediante las llamadas
campañas de "pacificación", en las que participaban por sus respectivos
flancos Riohacha y Maracaibo. Los repetidos intentos, y sus correspon-
dientes fracasos, revelan que las campañas no surtieron sus efectos, como
habría sido en el plano de la jurisdicción territorial, la incorporación de
la Guajira a la provincia que hubiere ejecutado con carácter permanente
y definitivo la llamada "pacificación", o conquista real. El último intento
lo realizó el Virreinato entre 1772 y 1776, por medio de la creación de la
Comandancia de Pacificación confiada al Coronel de Cartagena, Antonio
Arévalo. Esa Comandancia tenía un carácter provisional, pues sus poderes
eran de excepción, en razón de la campaña militar para el sometimiento
de los guajiros. Teniendo como base de operaciones a Riohacha, se dife-
renciaba y pugnaba con las autoridades propias de la ciudad con las que
el Comandante se enzarzó en disputas en materia de competencias.
Como instrumento de "pacificación"', con secular tradición castellana,
como que se remontaba a la Reconquista de los musulmanes, en los siglos
VIII al XV, el Comandante Arévalo estableció las llamadas Villas fronte-
rizas, o pueblos de españoles, a fin de incorporar el indio al sistema es-
pañol en todos los órdenes de la vida civil y política, así como en lo reli-
gioso. Las villas establecidas por la Comandancia de Pacificación —no por
las autoridades ordinarias de Riohacha— fueron cuatro: Pedraza y Sina-
maica, en la base de la Guajira; San José de Bahía Honda, y Santa Ana
de Sabana del Valle, en la costa Norte y Oriental, respectivamente. Huel-
ga señalar que si se exceptúa Pedraza, que estaba relativamente cerca de
Riohacha, las otras tres eran mantenidas merced al apoyo logístico que
recibían de Maracaibo. Pero cuando esta ciudad y toda su provincia, pasó
del Virreinato a la Capitanía General de Venezuela en 1777, la Coman-
dancia de Pacificación, dependiente directamente del Virrey de Bogotá,
entró en crisis por no poder mantener las villas fundadas, de manera que
enseguida procedió a su desmantelamiento. En 1779 desalojaron y des-
mantelaron totalmente a Bahía Honda y Santa Ana. A los diez años, a
raíz del ya crónico levantamiento general de los guajiros, es desmantela-
da Pedraza (1790), y se propone la transferencia gubernativa y militar
de Sinamaica a la Capitanía General de Venezuela, mediante su incorpo-
ración en aquellos órdenes a la gobernación de Maracaibo.
Observamos, pues, dos cosas: una, que el intento de pacificación de la
Guajira, como estéril, no pudo surtir efectos jurídicos en cuanto a ampliar
a Riohacha el territorio originalmente concedido en ocho leguas, o 44 kms.
aproximadamente hacia el Este; dos, que la transferencia de Sinamaica,
por hallarse fundada en terrenos municipales de Maracaibo, no tiene sig-
nificado territorial, sino gubernativo y militar.

22
Naturalmente, que como no se le había asignado terreno municipal en
el momento de la fundación (1774) el Rey dispone que se le señale al ser
incorporada a la gobernación de Maracaibo. Es lo que hacen los represen-
tantes de Maracaibo, al recibir la villa, y los de Riohacha al entregarla,
?
mediante el acta del 1 de agosto de 1792, documento que ya hemos citado
como título fundamental de la Sección Primera del laudo español, o sea
la correspondiente a Guajira-Montes de Oca.
Debemos observar que el arbitro español cometió un gravísimo error al
identificar el lindero occidental del municipio de Sinamaica, con el lindero
oriental de Riohacha, por lo que fijó esa línea como frontera entre Vene-
zuela y Colombia. El arbitro tenía conocimiento de que el lindero muni-
cipal de Riohacha no se extendía por el Este sino hasta ocho leguas de
distancia de la ciudad, y que esa divisoria era la que la separaba de la
provincia de Venezuela. Además debía haber tomado en cuenta la vieja
institución española de las villas fronterizas de indios insumisos, las cua-
les, encargadas de proyectar su influencia en el contorno, ejercían su ju-
risdicción, no sólo con el consentimiento del Soberano, sino en virtud de
su expreso mandato, más allá de sus linderos municipales. Así sucedió con
Sinamaica que proyectaba su influencia sobre un vasto contorno más allá
del Cabo de la Vela, hasta el Río Calancalá, en algunos casos.
En otras palabras, el ejercicio de su jurisdicción por las autoridades de
Sinamaica, en el cumplimiento de su misión como villa fronteriza de indios
insumisos (no fronteriza de Riohacha), misión que le confió expresamen-
te el Soberano, confirmó, en el lapso definitivo de la conformación del uti
possidetis juris de 1810. la delimitación expresamente dispuesta por Rea-
les Cédulas de 1547, 1563, 1568 y 1577, según las cuales la divisoria entre
Venezuela y Riohacha iba a ocho leguas (44 kms.) de ésta, es decir a unas
doce leguas al Oeste del Cabo de la Vela.
Como los graves errores del arbitro perjudicaron a Venezuela, ya que
redujeron sus derechos sobre el territorio a los límites municipales de Si-
namaica, estamos ahora más obligados a interpretar estrictamente la sen-
tencia española en cuanto a la cuestión de Montes de Oca, y en cuanto al
sector comprendido entre el hito 1 de Castilletes y el mar.
Pero antes de entrar en el análisis del laudo, conviene insistir en que
los dichos Montes se interponían entre las dos villas fronterizas de indios
insumisos, Pedraza, por el Oeste, y Sinamaica, por el Este, ambas fun-
dadas, con diferencia de pocos meses, en 1774.
Ya antes de la fundación, el Virrey Mesía de la Cerda, en su Relación
de mando para el uso del sucesor en el gobierno dejaba esta recomen-
dación:
"42. Sinamaica. Los de la población que se fundare en las inmediaciones de la
laguna de Sinamaica, tienen las mejores tierras de pastos, agua y de labor que
hay en la provincia, y pueden sacar del palo de tinte de Montes de Oca con más
facilidad y menos costo que los de Pedraza por estar más inmediatos, el cual
puede conducirse embarcando por el rio Socui o Limón a la Laguna de Mara-
caibo, y también al Saco de este nombre o Golfo de Venezuela, siempre que se
les permita llevar a las inmediaciones de Cojoro por disposición que se da para
cuidar de este embarque, a cuyo pasaje lo llevarían también los de Pedraza".

Lo mismo observó Arévalo en sus planes de "pacificación", al proyectar


cómo dar a los pueblos, o villas fronterizas, una base económica. En efec-

23
to, antes de la fundación de Sinamaica proponía que el palo de tinte de
Montes de Oca lo explotara Pedraza, exportándolo por Orino, en la costa
occidental, pero que si se fundara Sinamaica, a ésta le sería más fácil la
exportación del producto utilizando el río Socuy o Limón.
Se comprende, pues, que en 1792 mediante la tan traída acta de Sina-
maica, quedaran dentro del terreno municipal de esta villa los Montes de
Oca en sus dos vertientes, pues habiendo sido desmantelada Pedraza dos
años antes, se reservaba a aquélla la exclusiva explotación del palo de
tinte.
Así se entiende mejor cómo por la mencionada acta, y después en vir-
tud del laudo, los Montes de Oca en su integridad son reconocidos a Vene-
zuela como parte del territorio municipal de Sinamaica.

3. I M P O R T A N C I A D E LOS M O N T E S D E O C A E N L A A C T U A L I D A D

En las disputas de límites entre Venezuela y Colombia al sector de Mon-


tes de Oca, se le ha atribuido aparentemente escasa importancia. Así en
1900, los demarcadores después de trazar sobre el terreno la poligonal
Castilletes-Alto del Cedro, procedieron con tanta ligereza que para este
punto se contentaron con señalar un cedro alto al que limpiaron de ma-
leza, en vez de levantar un hito firme y duradero. Además, mientras en
las actas atribuyeron a ese hito del Alto del Cedro una altitud de 400 m.
sobre la llanura, el Ingeniero Jefe de la Delegación Colombiana, en su
informe oficial, dice que está a 600 m. Más aún: en vez de llevar la fron-
tera artificial, según lo estipulado por el laudo español a los términos de
Montes de Oca por el lado del Valle de Upar, la terminaron en la ladera
oriental; y ni siquiera llegaron a lo alto de la fila, de manera que dejaron a
Colombia ocupar una posición elevada sobre la de Venezuela. Para com-
pletar este amasijo de disparates, en vez de contenerse en el cumplimiento
estricto de su misión, cual era la fijación de la frontera en el sector arti-
ficial que debía terminar en el hito del Alto del Cedro, se excedieron en
una declaración disparatada al señalar que la línea divisoria "debe seguir
por toda la parte alta de la fila, tomando la línea divisoria de aguas de las
dos faldas de dichos montes (de Oca) hasta donde empalma con la cordi-
llera de Perijá, señalada en el Laudo como límite de esta sección de la
frontera". (Acta de Majayure del 31 de julio de 1900).
Después volveremos sobre esta declaración, pero el más desprevenido
observador puede notar cómo las voces claras del laudo: "debiendo servir
de precisos linderos los términos de los referidos montes (de Oca) por el
lado del Valle de Upar" los han cambiado, sin el debido examen, por "la
parte alta de la fila tomando la línea divisoria de aguas de las dos faldas
de dichos montes" (de Oca).
¿ Cómo es posible tanta ligereza, de parte de unos demarcadores venezo-
lanos que estaban conscientes de las gigantescas pérdidas territoriales que
el laudo español había impuesto a nuestro país? ¿Cómo era posible tanta
ligereza tratándose de una zona crítica, por constituir el contrafuerte mon-
tañoso del escaso, estrecho y mal dotado sector de la Guajira, que la demar-
cación de Castilletes, hecha por ellos mismos, había dejado en posesión de
Venezuela, justamente en el borde occidental de nuestro Golfo?
A simple vista se aprecia, sin necesidad de recurrir a la geopolítica, la
importancia triple que revisten los Montes de Oca desde el punto de vista

24
estratégico, económico y estratégico-económico. Con la fijación del hito
del Alto del Cedro en la ladera oriental, permitieron que Colombia se si-
tuara por encima de la posición venezolana, logrando de esa manera uno
de los grandes objetivos colombianos avanzados desde 1844 en las negocia-
ciones de límites Fermín Toro-Joaquín Acosta; a saber: cortar a Mara-
caibo lo más próximo posible, como reacción de resentimiento por el tras-
paso de esa ciudad, y su provincia, del virreinato de Nueva Granada a la
Capitanía General de Venezuela en 1777, o sea, al finalizar el régimen,
español. En 1844 los colombianos, mediante la adulteración del expediente,
y otros procedimientos de mala fe, aspiraron nada menos que a la línea
del Caño Paijana frente al venerable Castillo de San Carlos, el defensor
tradicional de Maracaibo.
Pero si el laudo español establecía claramente que la frontera en ese
sector debe ir "por los términos de Montes de Oca por el lado del Valle
de Upar", no se explica sino por suma ligereza y ausencia total del análi-
sis de los documentos, el que los demarcadores venezolanos renunciaran de
su parte a la privilegiada posición que la sentencia española atribuye a
Venezuela colocándola en el piedemonte occidental de Montes de Oca, y
con él dominando las direcciones estratégicas del Valle del río Cesar que
le conduce al Magdalena, médula fluvial de Colombia, y por el Valle del
río Ranchería a la costa atlántica colombiana donde se emplazan sus más
importantes puertos marítimos: Cartagena y Barranquilla.
Hoy, a estas ventajas derivadas de la posición que en derecho corres-
ponde a Venezuela, al dominio de la vertiente occidental de Montes de
Oca, se agregan los recursos carboníferos en 38.000 hectáreas la mina
más rica del mundo en ese recurso energético, situada en Cerrejón con
unas reservas probadas de 3.450 millones de toneladas para una produc-
ción anual de unos 15 millones de toneladas por más de medio siglo. Se-
gún datos muy recientes (El Universal, Caracas, 18-10-1987), en la déca-
da 1977-1987 se han invertido unos 4.000 millones de dólares.
El interés de Colombia por el Cerrejón de nuestra vertiente occidental
de Montes de Oca se remonta, según nuestras indagaciones, a los años 50
cuando tropezamos con el importante trabajo de Edward Raymond: Per-
foraciones en él Cerrejón, ensayo de coquización (1953). En 1962 se pu-
blica el estudio de Pierre Vetter, Las cuencas hulleras del Cerrejón y la
Jagua del Ibirico (Guajira y Cesar). Entre el 70 y 74 aparecen obras fun-
damentales como las de Alfonso Castro: Geología General del área del
Cerrejón y evaluación de las reservas de carbón del sector Sarahita-Gua-
jira; de Antonio Michaeler T.: Yacimiento Carbonífero de El Cerrejón,
la forma geológica del área de Sarahita; de Ernesto Beltrán Cortés: Car-
bones de Colombia. Compilación elaborada bajo la coordinación del inge-
niero .. . Asesor de Minas del Ministerio de Minas y Petróleos.
Entre 1976 y 1977, Colombia firmó convenios de exploración de sus car-
bones con Brasil, Rumania y España; pero el más importante, y también
el más criticado dentro de Colombia en razón de haber sacrificado altos
intereses del país, fue el convenio firmado por la compañía estatal colom-
biana Carbocol y la Intercor, una subsidiaria de la Exxon, Standard Oil,
las que se comprometieron a invertir cada una 1.500 millones de dólares.
En 1980 la revista Lámpara de la Exxon colombiana (similar a la que
mantuvo aquí la Creóle titulada El Farol) ya preveía que el proyecto Car-
bocol-Intercor entraría en operación entre 1984 y 85 con una producción

26
inicial de 7 millones de toneladas anuales que pronto ascenderían a 15
millones.
Y en efecto, el 23 de febrero de 1985 el Presidente Belisario Betancur
inauguraba en Pórtete, bautizado como Puerto Bolívar, la exportación de
los carbones del Cerrejón. Betancur no ocultaba su satisfacción al com-
probar que, en tres años, un insignificante campamento se había trans-
formado en un moderno puerto, capaz de cargar 5.000 toneladas de car-
bón por hora. Con la exportación a Estados Unidos, ese día, según anun-
cio del Presidente Belisario Betancur se inauguraba "la era del carbón
de Colombia". Calculaba que para el año 1990 Colombia se iba a conver-
tir en potencia exportadora de ese mineral. {El Universal, Caracas, 26-2-
1985; Id. El Nacional). Véase también: artículo de Javier Baena desde
Bogotá, A.P., "Colombia entra en la era del carbón", El Universal, Cara-
cas, 9-8-1982 y artículos de El Tiempo, Bogotá, 10-11-1982; Vanguardia
Liberal, Bogotá, 5-1-1982; El Tiempo, Bogotá, 20-1-1982: "El mundo mira
a El Cerrejón", El Diario de Caracas, 15-1-1982; El Universal, Caracas,
9-10-1984: "Colombia explota mayor mina de carbón del mundo en zona
fronteriza con Venezuela; El Universal, Caracas, 25-2-1985: "Colombia
inició exportación de carbón hacia Estados Unidos; Id. 20-7-1985: Decla-
raciones del embajador Dr. Alberto Zalamea a la periodista Mariahé Pa-
bón; Id. 14-4-1986: "2.200 millones de dólares tiene vendidos en carbón
Colombia este año".
Nótese el dato suministrado por El Universal de que en el segundo año
de exportación de los carbones del Cerrejón, ya para abril de 1986, tenía
Colombia vendido el mineral por valor de 2.200 millones de dólares.
Había firmado contratos con 32 clientes en Europa, América y el Lejano
Oriente, con países como Alemania Occidental, Austria, Suiza, Italia, Es-
tados Unidos, Japón, Israel, Turquía, Egipto, Inglaterra, Francia, Corea
del Sur y Brasil.
He ahí una muestra del abanico de altos intereses que se proyectan
sobre el Cerrejón de la vertiente occidental de los Montes de Oca que, en
derecho, nos pertenece, mientras a nuestro juicio la dirigencia nacional
venezolana dormita, o se ocupa de asuntos baladíes. Hace un tiempo se
publicó la noticia de que Colombia iba a intercambiar carbón de Cerrejón
por Mirages franceses. En octubre de 1987, según noticias de A.P. proce-
dentes de Bogotá, "Colombia compró 14 aviones de combate "Kfir" de fa-
bricación israelí, y compensará esa adquisición con entregas de carbón,
dijo el ex Ministro de Desarrollo, Miguel Merino". Según la misma fuente,
Israel se había comprometido a comprar en cuatro años 2.1 millones de
toneladas de carbón por valor de 60 millones de dólares". {El Universal,
Caracas, 2-10-1987).
Se aprecia que, además de la importancia económica de Montes de Oca
por el Cerrejón, hay razones de tipo económico-estratégico, pues sus re-
cursos carboníferos pasaron a alimentar el reciente armamentismo co-
lombiano. Por cierto, según informaciones fidedignas, el día mismo en
que las naves de guerra de Colombia abandonaron las aguas venezolanas
en agosto de 1987, el gobierno colombiano en reunión del Presidente Barco
con los ex presidentes, Canciller y ex cancilleres, decidió destinar tres mil
millones de dólares a armamento.
Pero la repercusión económico-estratégica de la cuestión de Montes de
Oca se muestra también en otro orden de cosas: En cuanto que, enlazado

27
Cerrejón con Pórtete —por un ferrocarril de 160 kms. de longitud— está
produciendo la transformación de la Guajira en todos los órdenes, desde
las relaciones entre los colombianos y los guajiros, hasta el desarrollo eco-
nómico-social de la población en general. Uno de los aspectos de esta trans-
formación es el desarrollo de Puerto Bolívar en Pórtete. Pues bien, desde
el punto de vista estratégico se ha de observar que ese desarrollo ha per-
mitido el establecimiento allí de una base naval de Colombia, de manera
que sus fragatas misilísticas ya no necesitan estacionarse en Cartagena
sino que lo hacen en el Puerto, ahora de aguas profundas, de la bahía de
Pórtete, muy cerca ya de nuestros Monjes.
Todavía más: dada la actual posición colombiana en el Alto del Cedro
en Montes de Oca por encima de la venezolana, se hizo posible, como acon-
teció en los años 60, el establecimiento en la vertiente oriental venezolana
de un poblado colombiano llamado El Bosque, con créditos del INCORA o
Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, con maestra colombiana, con
bandera colombiana. El gobierno de Venezuela que se inauguró en marzo
de 1969, al caer en la cuenta de esta pacífica invasión, substituyó la maes-
tra colombiana con heroico maestro venezolano, arrió la bandera colom-
biana e izó la venezolana; mas, como quiera que esos colonos colombianos
estaban destruyendo los recursos hídricos de Maracaibo en la cuenca del
alto del Guasare, terminó por desalojarlos por medio de la Guardia Na-
cional. De hallarse Venezuela, como debe, en posesión de la vertiente occi-
dental de Montes de Oca, esa peligrosa intromisión, y la que frecuente-
mente intentan los cultivadores de mariguana, no se habría producido.
Mas, por encima de toda otra consideración, de orden práctico, invita-
mos a los Altos Comisionados de Venezuela, a estudiar con toda seriedad,
detenimiento y profundidad, la cuestión de Montes de Oca.

4. A N Á L I S I S D E LOS I N S T R U M E N T O S J U R Í D I C O S

Nos basamos en el laudo español de 1891, el cual, a su vez, tiene por


9
fundamento básico el Acta de Sinamaica del l de agosto de 1792. Soste-
nemos que la frontera establecida por aquella sentencia arbitral no ha
sido modificada, ni por las actas de la Comisión demarcadora de 1900, ni
por el laudo suizo de 1922, ni por la Comisión de 1930, ni por el tratado
de 1941, ni por la demarcación frustrada en 1978. Propiamente hablando,
la tesis sostiene que la frontera establecida por el laudo de 1891 fue con-
firmada por el arbitro suizo en 1922, y recibió nueva confirmación en
1941, sin que puedan alegarse en contrario las actas de 1900, ni las de
1930, ni las de 1978.
El camino, aparentemente largo, es de fácil recorrido.
Como el regio arbitro español, en los considerandos de la sentencia
declara que en cuanto a la Sección Primera (Guajira-Montes de Oca) ac-
túa como arbitro juris, como juez de estricto derecho y, como tal, ajusta-
do al fondo y a la forma de los títulos y, en especial, del acta de Sinamaica,
comencemos por el análisis de este importante instrumento.
Aunque ya lo citamos anteriormente, bien vale la pena que lo volvamos
a reproducir en su parte operativa y relevante para la cuestión que nos
ocupa. Dice así:

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" . . . Convenimos que los términos del territorio que debe comprender la juris-
dicción de esta villa, sea y se entienda desde la línea que divide el Valle de Upar
con la provincia de Maracaibo y Río del Hacha, partiendo en derechura hacia
la Mar, costeando por el lado de arriba los Montes de Oca, a buscar los Mogotes
llamados Los Frailes hasta el que se conoce más inmediato a Juyachí: debiendo
servir de precisos linderos los términos del referido Montes de Oca por el lado
del Valle de Upar y el Mogote de Juyachí por el lado de la serranía e orillas
de la mar". (Alegato de Venezuela, 1883, pp. 56-57 y 108-109).

Obsérvese que, desaparecida Pedraza en cuanto a proyección hispana


sobre la Guajira, se la reparten Riohacha, por el Oeste, y Sinamaica,
por el Este, con la ventaja de ésta de que dispone del apoyo inmediato
de Maracaibo, y su sistema defensivo constante: por un lado, de las for-
talezas de la barra, principalmente las del Oeste: Castillo de San Carlos
y Fortín de Paijana y, por otro, las lanchas cañoneras construidas en
la Ciudad del Lago. Mientras tanto, Riohacha se veía bloqueada por los
indios guajiros los cuales entraban en la propia ciudad, y con frecuen-
cia no dejaban a las mujeres que lavaran la ropa en el río. Ello explica
que Sinamaica, con el apoyo de Maracaibo, y mientras el virreinato se
ocupaba en el sometimiento de los indios de Darién, ejerciera jurisdicción
sobre la mayor parte de la Guajira, llegando incluso al río Calancalá.
Como quiera que esta misión la cumplía Sinamaica, con el apoyo de Ma-
racaibo, no sólo con el consentimiento regio, sino por órdenes reiteradas
del propio soberano, es fácil entender que el ámbito de la jurisdicción de la
villa en su carácter de fronteriza de indios bravos abarcaba la mayor parte
de la Guajira, si bien su terreno municipal era el que le asignó la mencio-
?
nada acta del 1 de agosto de 1792. En otras palabras, no se ha de extrañar
que, no habiendo otro pueblo hispano en la Guajira sino Riohacha en el ex-
tremo occidental, se le asigne a Sinamaica tan vasto terreno municipal; sin
embargo, como queda dicho, su jurisdicción iba más allá como típica villa
fronteriza de indios bravos.
Viniendo al análisis del acta misma, destacamos las siguientes expre-
siones :
a) "desde la línea que divide el valle de Upar de la provincia de Maracaibo y
Río de la Hacha", como punto de partida;
b) "en derechura hacia la mar";
c) "costeando por el lado de arriba los Montes de Oca";
d) "debiendo servir de precisos linderos los términos del referido Montes de
Oca por el lado del valle de Upar".

Pero antes de comentar esas expresiones, debemos aclarar que los fir-
mantes del acta declaran que no demarcan la línea en el terreno sino que
la delimitan teniendo a la vista un mapa sin indicación de cuál se trata.
No sólo en el acta, sino en ninguna de las piezas del expediente consta cuál
es el mapa utilizado para esta delimitación de 1792. Por otro lado, es ex-
plicable que no hubieran ido al campo a amojonar el tereno, pues no se lo
habrían permitido los indios. Una operación semejante, quizás no habría
sido posible en todo el siglo XIX, dada la rebeldía de los guajiros a lo largo
de esa centuria. Aun los demarcadores de 1900 tropezaron con la hostili-
dad indígena.

29
Pues bien, el punto de partida que escogieron los firmantes del acta,
Jacot y Carrascosa, no podía ser más desacertado. Quizás ellos lo supie-
ran, quizás —como creemos más probable— lo ignoraban; en todo caso
no nos dejaron constancia donde coincidían los linderos de las tres gober-
naciones: Santa Marta (por la jurisdicción de la ciudad de Valledupar),
Maracaibo y Riohacha. Lo que sí nos resulta imposible es que, dada la
situación respectiva de las tres gobernaciones, coincidieran sus límites en
una línea (como no fuera una poligonal). Incluso no es fácil llegar a con-
clusión cierta sobre los linderos que separaban a Valledupar de Riohacha;
los linderos de Riohacha por el Oeste fueron modificados en 1550 cuando
por expresa Real Cédula se le agregó Buritaca que pertenecía a Santa Mar-
ta. Por el Este, como ya hemos visto, nunca se le amplió el terreno mu-
nicipal de las ocho leguas originales.
El problema está en los linderos meridionales de Riohacha. Por los libros
de la Real Hacienda de esta ciudad, consultados en el Archivo General de
Indias (Sevilla) se aprecia que en ocasiones la ciudad mantenía destaca-
mentos en Barrancas y en Fonseca. Sin embargo, Antonio de Arévalo,
como Comandante de Pacificación de la Guajira, con base en Riohacha
pero en disputa de competencias con las autoridades de esa ciudad, al cri-
ticar al alcalde, Francisco de Fuentes, por haberse avecindado en Barran-
cas, afirma que le fue ordenado abandonar ese pueblo "por haber sido
vecino del Hacha, y estar declarado el de Barrancas perteneciente al Valle
de Upar".
Ignoramos quién, ni cuándo resolvió esa diferencia jurisdiccional entre
Riohacha y Valledupar sobre el pueblo de Barrancas, sólo que el hecho
tuvo lugar antes del 11 de noviembre de 1775, fecha de la carta de Aré-
valo al secretario del Virreinato, la cual contiene la información. Mas, por
lo dicho, se aprecia que tratándose del comienzo de la línea de Sinamaica,
y del término de la Sección Primera del laudo español, la cuestión no pue-
de enfocarse con la simpleza y supei'ficialidad con la que actuaron los co-
misionados de 1900 al identificar —o mejor confundir— una línea juris-
diccional ("la línea que divide el Valledupar de la provincia de Maracaibo
y río de la Hacha") con un accidente geográfico como es el comienzo de
la Sierra de Perijá. Si Arévalo es testigo veraz, y como él dice, estaba de-
clarado que Barrancas no era de la jurisdicción de Riohacha sino de la de
Valledupar, se concluiría la imposibilidad física de que el lindero de las
tres provincias antes mencionadas coincidiera con el comienzo de la Sierra
de Perijá, pues aquel pueblo disputado se halla alejado y al Norte de dicha
serranía.
Según el Instituto Geográfico "Agustín Codazzi", encargado por el
Gobierno colombiano en 1965 de fijar los límites entre la Guajira y el
Cesar, o sea entre Riohacha y Valledupar, la divisoria pasa al Sur, por
Cerro Pintado.
La fórmula "en derechura hacia la mar" que marca la dirección de la
línea de Sinamaica no ofrece dificultad alguna. Es muy empleada tanto
en la correspondencia, como en la demarcación de terrenos, y en la narra-
ción de las expediciones. Como ejemplo de lo primero, citamos de los autos,
o actas de don Antonio de la Pedrosa y Guerrero sobre el río Orinoco
(1719) la siguiente declaración: " . . .creemos no ha llegado en manos de
Vuestra Majestad porque iba con navio que se partió de Araya en dere-
chura para España; le cogió el enemigo; volví otra vez a escribir por el

30
navio de registro que también se partió de Araya en derechura, y no se
sabe nada de él". Obviamente el significado de la fórmula empleada es que
la correspondencia se despachaba por la vía más corta y rápida.
De las expediciones recordemos la descrita en el diario del General Do-
mingo Terán de los Ríos en su expedición a Texas entre mayo de 1691 y
marzo de 1692: "Corriendo la derrota hasta Guadalupe y aunque son cin-
co las referidas (leguas) no es legua y media en derechura. . . (Primeras
Exploraciones y Poblamiento de Texas, 1686-1694-), por Lino Gómez Ca-
ñedo, Monterrey 1968, p. 188.
No creemos que sea necesario detenernos en la interpretación de este
modo adverbial, pues todos los diccionarios le dan el significado de por el
camino derecho, en contradicción con toda idea de curva así sea leve como
lamentablemente interpretó nuestro ilustre ingeniero Muñoz Tébar con
las fatales consecuencias de la demarcación de Castilletes por todos cono-
cida. Para que se aprecie cómo es de antigua estirpe la expresión, baste
recordar que su correspondiente deritura se halla en los orígenes de la
lengua castellana, en las Glosas emilianenses, y que en otras latitudes otra
voz similar derecera se emplea para significar "vía o senda derecha", v.g.
en documentos antiguos de Cuba. (Vide: Corominas, Diccionario Crítico
Etimológico).
Después volveremos sobre la expresión "en derechura hacia la mar",
aunque ya explicamos que esa línea no lleva al Golfo de Venezuela sino
a la mar Caribe.
Tal es la dirección general que señala el Acta de Sinamaica al lindero
occidental del terreno municipal de la villa.
El trayecto nos lo da la otra fórmula: "costeando por el lado de arriba
los Montes de Oca".
Evidentemente que costear como derivado de Costa que los diccionarios
interpretan como "orilla de la mar" tiene el sentido propio de navegar
junto a la costa, pero tratándose de unos montes es obvio que el sentido
es figurado de ir por la orilla de la montaña, jamás por las cumbres, como
se costea o se bordea un edificio yendo por un lado u otro, nunca por el
tejado.
En el caso que nos ocupa es más claro el significado por cuanto especi-
fica que ha de ir costeando por uno de los lados. De nuevo los diccionarios
nos dan el significado propio de lado como costado o "parte del cuerpo de
la persona o del animal desde el pie hasta la cabeza", asimismo: lo que está
a la derecha o a la izquierda de un todo y cualquiera de los parajes que
están alrededor de un cuerpo, v.g. la ciudad está situada por el lado del río.
Ahora bien, dada la dirección de los Montes de Oca, éstos presentan un
lado oriental y otro occidental. El primero es el correspondiente a Sina-
maica; el segundo, al valle de Upar. ¿Por cuál de los dos se acordó que
fuera la línea de Sinamaica?
Quizás haya sido esta expresión del acta: costeando por el lado de arri-
ba de los Montes de Oca lo que ha conducido, mediante grosera interpre-
tación, a concebir que la frontera en Montes de Oca debía ir por las cum-
bres y divorcio de aguas dándole a la voz arriba un sentido vertical, en
pugna con el significado de lado que antes explicamos. La línea de las más
altas cumbres y aun más propiamente el divorcio de aguas, no está ni de
un lado ni del otro de la montaña.

31
Se hallaba también en contradicción con la voz costeando, término que
el regio arbitro omitió sólo por razones de redacción, pues como juez de
estricto derecho declaró que se atenía al título.
Pero si la interpretación arriba, en el sentido vertical de las cumbres y
divorcio de aguas, pugna con la exigencia de llevar la línea costeando por
el lado de los montes, ¿a cuál de los lados se refiere?
Expresiones como lado de arriba y similares, así como sus contrarias
lado de abajo y semejantes, son muy frecuentes en las descripciones, na-
rraciones y, principalmente, en las demarcaciones de terrenos particulares,
provinciales y nacionales.
En los Anales del Reyno de Navarra del P. José de Moret S.J. leemos:
.. ."como lo está el pueblo de Zubiri, junto al puente del río Arga, tres
leguas arriba de Pamplona" (2» edic. Imprenta de Pascual Ibáñez, Pam-
plona, 1766, I. p. 5 ) .
El sentido es obvio en que Zubiri se halla al Norte de Pamplona y no
en el aire sobre esa capital navarra.
En la Historia de Venezuela del cronista franciscano Fray Pedro de
Aguado (s. X V I ) , quien escribió su obra en Nueva Granada, leemos este
texto sobre la expedición de Alfinger, quien partió de Coro:
"Camino Micer Ambrosio con su gente derecho a la laguna de Maracaibo y lue-
go pasó toda la gente de la otra parte de la laguna que es hacia el Cabo de la
Vela, porque Coro está de esa otra parte de la laguna la cosía arriba más hacia
el Oriente, y el Cabo de la Vela de la otra parte, la costa abajo hacia el Occi-
dente".

Obviamente, de haber escrito la obra en Barquisimeto, o en Valencia,


los términos se habrían alternado, de manera que el Cabo de la Vela sería
la cosía, arriba, es decir la más alejada, mientras que la de Coro sería la
costa abajo, es decir, la más cercana.
Una expresión similar a la del Acta de Sinamaica hallamos en las Actas
del Cabildo de Caracas en el siglo XVI:
"Pido en la quebrada de Anauco, junto al árbol que está por encima del camino,
entre dos encuentros de barrancos que se hacen en la dicha quebrada por la parte
de arriba del dicho árbol y del herido y asiento para el dicho m o l i n o . . . " (Actas
del Cabildo de Caracas, I, p. 3 7 5 ) .

¿Cómo habrían interpretado la expresión "por el lado de arriba del di-


cho árbol", los demarcadores de 1900 si les hubiera tocado ejecutar el lin-
dero pedido para el terreno en la quebrada de Anauco? ¿Se habrían enca-
ramado a la copa del árbol para tirar por allí la cuerda? ¿Habrían creído
que los encuentros de barrancos se daban en la copa del árbol? Obviamen-
te, escribiéndose el acta en el Concejo de Caracas, con la expresión por
la parte de arriba del árbol, se quería significar que iba el lindero más
allá del árbol. En el caso de Sinamaica la expresión lado de arriba aún
es más clara y contraria a todo sentido de verticalidad de manera que hace
imposible su aplicación a la línea de lo alto de la fila y divorcio de aguas
de las dos vertientes de los Montes de Oca.
Abundando en las expresiones similares tomadas de las actas munici-
pales, reproduzcamos algunos textos muy ilustrativos:

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El 2 de mayo de 1658 compareció ante el ayuntamiento caraqueño Juan
Díaz de Velasco, quien en su propio nombre, y en el de su mujer Úrsula
Vásquez, describen su casa y solar, cubierta de teja "que lindan por la
banda de arriba con casas del capitán Juan Fernández Méndez, y por la
de abajo con casas del Alférez José Ferráez", su cuñado (Actas, X, P. 53).
El 30 de enero de 1657, entre las peticiones leídas en cabildo, figura la
de Francisca Cid para un medio solar a fin de hacer una casa "en el río
arriba de Catuche hacia la banda del cerro de la mar, que linda por la
parte de abajo con casa y solar de Catalina de Guzmán, y por la parte de
arriba con baldíos de esta ciudad" (ídem, X, p. 57).
El 19 de enero de 1669, el portero del ayuntamiento, Julián Sánchez de
Figueroa, pide para hacer su casa, "por hallarse vaco, un pedazo por bajo
de la caja de agua" (ídem, XIII, p. 20).
El 20 de septiembre de 1670 el alcalde caraqueño Lucas de Llovera Otá-
ñez pide nada menos que "una cuadra de solares, yendo desde la plaza,
toda la calle abajo por donde se va al convento de San Francisco, y a la
cuadra y solares donde hizo una casa alta Pablo de Ojeda, que al presente
es del Capitán Juan de Laya Mojica, y por debajo de ella, lindando hacia
la banda de la quebrada de Caraguatá..." (ídem, pp. 151-52).
El 27 de octubre del mismo año, Miguel de Rojas insistió en una peti-
ción que había elevado al cabildo por un pedazo de solar junto a Caruata
"que linda con medio solar que este Cabildo concedió a Francisco Romero
por la parte de abajo, y por la de arriba con otro que el dicho vendió a
Nuel del Castillo..." (ídem, p. 157).
De darles a los términos arriba y abajo el sentido vertical ya se pueden
imaginar las situaciones tan engorrosas que se presentarían con casas lin-
dando por el tejado, y terrenos situados debajo del depósito de agua (la
caja de agua) de la ciudad.
Los demarcadores de 1900 tenían en sus respectivos archivos munici-
pales de Caracas y de Bogotá numerosos ejemplos de demarcaciones de
terrenos para haberle dado a la expresión "el lado de arriba" de los Mon-
tes de Oca el sentido propio de lado occidental, o sea el más lejano respecto
del sitio donde se firmó el acta: Sinamaica. De haber sido firmada en
Valledupar, el lado de arriba de los mismos Montes de Oca habría sido el
oriental.
Pero el acta aún contiene una precisión ineludible, cuando señala de-
biendo servir de precisos linderos los términos del referido Montes de Oca
por el lado del Valle de Upar.
Término en singular y plural es un vocablo de uso tan frecuente en de-
limitaciones y demarcaciones que no admite malas interpretaciones si se
procede de buena fe. Así en la Real Cédula de 1547 que otorgó a Riohacha
ocho leguas por cada lado, la voz término ocurre seis veces: "término y
jurisdicción", por "término de la dicha ciudad ocho leguas", "ocho leguas
de término", "todos los dichos términos queden por pasto común", "ocho
leguas de término", "pueda visitar los dichos términos".
Podríamos citar ad nauseam el empleo de la voz término en singular y
plural en reales cédulas sobre ciudades y provincias. E igualmente en las
actas capitulares sobre terrenos particulares, v.g., "Otro sí digo que Fran-
cisca de Rojas, vecina de esta ciudad, dentro del término del límite de
dicho ejido, tiene labranza de t r i g o . . . " (Actas, I, p. 483). A la voz deri-

33
34
vada del verbo latino terminare, y su preciso equivalente castellano ter-
minar, le dan los diccionarios las siguientes acepciones:
- último punto hasta donde llega, o se extiende, una cosa;
- último momento de la duración o existencia de una cosa;
- en sentido figurado, límite o extremo de una cosa inmaterial.

¿A quién se le ocurre que los Montes de Oca podían terminar "en lo alto
de la fila y divorcio de aguas"? ¿Es cierto que del otro lado de la fila ya
no eran los Montes de Oca sino el valle de Upar? Un monte con una sola
vertiente que terminara en la cumbre, sería el mayor portento geográfico
que se pudiere imaginar. Por lo visto la imaginación de los comisionados
de 1900 llegó a ese extremo.
Obviamente el término, o los términos de Montes de Oca, estaban cons-
tituidos por la línea hasta donde llegaba el monte y comenzaba el valle:
es lo que denominamos vulgarmente el piedemonte, y los latinos, al menos
los de la baja latinidad medieval, llamaban raíces del monte. Un texto de
Dadin de Hauteserre (castellanizado Altaserra) en su libro Rerum aqui-
tanicarum ("De los asuntos de Aquitania"), libro I, capítulo 16, nos dice,
refiriéndose a la táctica de Pompeyo de bajar de los montes Pirineos a los
aguerridos vascones; sacándolos de sus madrigueras fundó a Convenae que
significa advenedizos, correspondiente hoy a Cominges. Pues bien Haute-
serre llama al piedemonte radices o raíces del Pirineo: "¿Quiénes fueron
aquellos ladrones (guerrilleros) establecidos debajo del Pirineo?: no otros
sino los vascones arrojados a las raíces del Pirineo ("ad radices Pyre-
naei"), para que con el cambio de ambiente se refrenara su ferocidad".
Pues bien, ni en las obscuras épocas medievales se les habría ocurrido
interpretar este acto al revés, como si Pompeyo hubiera llevado a los vas-
cones a lo alto de la fila y divorcio de aguas de los Pirineos. Las raíces de
la montaña, como el piedemonte, como el término, son voces que nos lle-
van necesariamente a donde comienza o termina —según se mire— el
monte.
Pero el acta, al decir que se trata de "precisos linderos" lo que exige
mayor cuidado en la estricta interpretación de la línea estipulada, señala
con absoluto rigor "los términos por el lado del valle de Upar", lo cual
contradice, en absoluto la interpretación de 1900 que lleva la línea por lo
alto de la fila y divorcio de aguas. Ni un cataclismo sería capaz de enca-
ramar el valle de Upar a la cumbre de Montes de Oca. El Acta de Sina-
maica exige clara y terminantemente que la divisoria vaya por donde ter-
minan los Montes de Oca y comienza el Valle de Upar, y como quiera que
éste se halla al Oeste, se concluye que aquella debe trazarse por el piede-
monte occidental, de tal manera que se asigna a Sinamaica, y se declara
venezolana, toda la falda occidental de los Montes de Oca. Es una conclu-
sión irrefutable.
El laudo español se ajustó tanto al título fundamental, o sea al acta de
Sinamaica, que la reprodujo textualmente, aunque en sentido contrario
de Norte a Sur, por la exigencia de tener que definir toda la frontera has-
ta la Piedra de Cocuy. Tan ceñido al acta fue redactado el fallo que el
regio arbitro incurrió en la conocida incorrección del lenguaje "la provin-
cia de Maracaibo y Río de la hacha" siendo así que eran dos las entidades
gubernativas.

35
Sin embargo, nos permitimos reproducir el laudo en las dos primeras
secciones a fin de que se aprecie cómo se da distinto tratamiento a la Pri-
mera y a la Segunda sección:
Sección Desde los Mogotes de los Frailes, tomando por punto de
partida el más inmediato a Juyachí en derechura a la línea que divide el
Valle de Upar de la provincia de Maracaibo y Río de la Hacha, por el lado
de arriba de los Montes de Oca, debiendo servir de precisos linderos los
términos de los referidos Montes, por el lado del Valle de Upar, y el Mo-
gote de Juyachí por el lado de la serranía y orillas de la mar".
Sección 2* Desde la línea que separa el Valle de Upar de la provincia
de Maracaibo y Río de la hacha, por las cumbres de las Sierras de Perijá
y de Motilones, hasta el nacimiento del río Oro, y desde este punto a la
boca del Grita en el Zulia; por el trazado del statu quo que atraviesa los
ríos Catatumbo, Sardinata y Tarra.
De la comparación de ambas, salta a la vista que si el arbitro hubiera
de determinar la frontera de Montes de Oca por las cumbres, lo habría
expresado así como en la línea de Perijá y Motilones de la Sección 2*. Al
establecer una diferencia fundamental entre las dos líneas, de manera que
Montes de Oca no se puede asimilar a Perijá y Motilones, Venezuela y
Colombia están obligadas a acatar esa diferencia esencial, sean cuales sean
las consecuencias. Dura est lex, sed lex. Dura es la Ley, pero es la Ley.
Igualmente a simple vista se observa que el término de la primera sec-
ción se corresponde con el comienzo de la segunda, a saber: no un acci-
dente geográfico, como podría ser el comienzo de la serranía de Perijá
sino una línea de división jurisdiccional, de separación de las provincias
o gobernaciones de Santa Marta (por la jurisdicción de Valledupar), Ma-
racaibo y Riohacha. Esta precisión nunca se ha hecho, a pesar de ser fun-
damental para llevar la línea recta desde el mar por el lado occidental de
Montes de Oca hasta aquella divisoria de jurisdicciones, así como para
seguir con la segunda sección. Después veremos que la cuestión no está
cerrada, sino abierta, y de favorables consecuencias para Venezuela.

5. D E L A D E M A R C A C I Ó N D E 1900 A L T R A T A D O D E 1941

Varias veces nos hemos referido a los errores cometidos por los demar-
cadores de 1900, y ahora vamos a tratar aunque sea sucintamente de esta
materia.
Luego de dictado el fallo en el propio año de 1891, Colombia adelantó
la diferencia entre los linderos naturales y los artificiales: "la circuns-
tancia de no ser naturales los nuevos límites trazados por el laudo entre
Yavita y Pimichin, entre el Arauca y el Meta, y entre el Mogote de los
Frailes y los Montes de Oca, hace necesaria su fijación por medio de una
Comisión mixta que coloque los respectivos mojones". (Nota del Pleni-
potenciario J. F. Insignares, 6. VIL 91).
No deja de llamar la atención que entre los sectores de frontera artifi-
cial mencione Colombia a Montes de Oca: "deslinde que efectivamente
conviene llevar a cabo cuanto antes en los puntos en que él no está hecho
por la misma geografía, esto es decir, en Yavita, en el Rincón del Arauca,
y en Montes de Oca". (Nota de idem, 1. V. 92).
Los respectivos congresos al aprobar los fondos necesarios para el fun-
cionamiento de las Comisiones demarcadoras expresan que se trata de

36
"fijación y colocación de mojones en aquellos lugares en que la naturaleza
del territorio no ofrezca separaciones precisas". Decreto del Congreso ve-
nezolano del 21-VIII-1894. El Congreso de Bogotá dice aún más expresa-
mente que la Comisión mixta está "destinada a señalar en el terreno las
secciones artificiales de la frontera establecida por la sentencia arbitral".
(Ley 59 del 16-XI-1894).
El gobierno de Venezuela así entiende también: se trata de Comisiones
Lécnicas "para la separación de las secciones artificiales". (Nota del 16-
11-1898). Y el gobierno de Bogotá lo entiende de igual manera: "para
que se verifique, a la brevedad posible, el trabajo de deslinde en las sec-
ciones artificiales de la frontera establecida por la sentencia arbitral que
dictó la Corona de España. (Nota del 19-11-1898).
Por el compromiso arbitral (Convención Briceño-Rico de Caracas, 30-
12-98) las Partes acuerdan la ejecución del laudo español, "y en conse-
cuencia se procederá a la demarcación y amojonamiento de los límites que
traza aquella sentencia, en la extensión en que no los constituyan ríos o
las cumbres de una sierra o serranía" (art. 1 ) .
Curiosa restricción de los linderos naturales únicamente a los ríos, y a
las cumbres de sierras y serranías, olvidando que también lo son, como
impuestos por la geografía, tanto el divorcio de aguas como la línea de
separación entre el monte y el valle, denominada vulgarmente piedemonte.
No es del caso mencionar cómo se conformó la Comisión mixta demar-
cadora en virtud del pacto de 1898, ni de las peripecias sufridas por el
cuerpo hasta que comenzó en 1900 sus trabajos. Aquí sólo nos interesa en
cuanto se refiere a la cuestión de Montes de Oca, distinguiendo el tema
fundamental, y otros dos colaterales: Nos referimos a la errada declara-
ción, acuerdo, o como se le quiera denominar sobre la línea de las cumbres
y divorcio de aguas, pero sin olvidar el planteamiento sobre el propio hito
del Alto del Cedro, y el de empalme de la línea de Montes de Oca con la
de Perijá en el comienzo de esta serranía.

a) El tema fundamental: la línea de las cumbres y divorcio de aguas.


Recordemos que no habiendo hallado los Mogotes de los Frailes en la
corta exploración de la costa de la Guajira entre Secheps, o Cechepa, y
Tucacas (hoy Puerto López), la Comisión escogió el cerro Castilletes sur
para el comienzo de la frontera, a conciencia de que no era el Mogote
de los Frailes. De allí trazó una complicada línea que comprende a la en-
senada de Cocinetas, borde de esta bahía, poligonal desde el Morro de las
Calaveras al Alto del Cedro, pasando por Mata juna, situada entre la teta
y el mar. Una vez escogido el hito del Alto del Cedro, la agrupación ve-
nezolana invitó a los colombianos a proseguir los trabajos de demarcación
por los Montes de Oca, a lo que se opuso el Ingeniero Jefe de la agrupa-
ción colombiana. Mejor dicho, declaró que estaban dispuestos a acompañar
a Venezuela en la demarcación pero con la siguiente reserva:
que "era inútil y contrario al Pacto, todo nuevo trabajo en la Cordillera donde
los linderos eran naturales cuando nuestra obligación era demarcarlos donde
faltara esta condición" ("Informe oficial", publicado en Anales Diplomáticos
y Consulares de Colombia, I, p. 4 1 4 ) .

37
O sea: según Colombia, el pacto o convención Briceño-Rico de 1898 para
la ejecución del laudo español sólo autorizaba a la Comisión para demar-
car el sector artificial, el cual comenzaba en Castilletes, y terminaba en
el Alto del Cedro. A partir de ese punto, como se trataba de una frontera
natural, ésta quedaba fuera de sus facultades.
Sin embargo, colombianos y venezolanos, después de reconocer que a
partir del hito del Alto del Cedro, la demarcación de la línea como fron-
tera natural, escapaba a sus atribuciones, produjeron una declaración, o
si se quiere, acordaron lo siguiente:
"Del punto así marcado (entre el cerro de la Teta y el mar) línea recta al ex-
tremo septentrional de la cordillera de los Montes de Oca en el punto que se ha
determinado últimamente (el hito del Alto del Cedro) y desde donde debe se-
guirse por toda la parte alta de la fila, tomando la línea divisoria de aguas de
las faldas de dichos montes, hasta donde empalme con la cordillera de Perijá,
señalada en el Laudo como límite de esta sección de la frontera. (Acta de Maja-
yure del 31-7-1900).

Nos resulta impresionante la confusión o confusiones, en las que incu-


rrieron estos comisionados. La actuación de los colombianos parece com-
prensible, a pesar de reconocer que escapa a sus facultades la fijación de
la frontera más allá del hito del Alto del Cedro, dado que no se opusieron
a la declaración contenida en el Acta, y probablemente fueron ellos quie-
nes la propusieron.
En cambio, nos resulta inexplicable la conducta de los comisionados ve-
nezolanos, primero al insistir en la continuación de los trabajos; y, luego,
a pesar de que los colombianos les brindaban una oportunidad de oro para
dejar en suspenso la frontera de Montes ele Oca, se precipitaron en hacer
la declaración contenida en el Acta de Majayure que, de haber quedado
firme, entrañaría el cercenamiento del territorio nacional en un área tan
crítica. Es un caso más de que nuestras pérdidas territoriales son atribul-
óles en gran medida a irresponsabilidad de nuestros comisionados, y a la
falta de buena fe de la contraparte. En materia tan importante no proce-
dió el estudio ni la exégesis del Acta de Sinamaica, ni del laudo. No con-
sultaron la terminología empleada entonces en la descripción de terrenos
y linderos particulares, municipales y regionales de la cual abundantes
ejemplos habrían hallado en los cronistas, y en las actas de los ayunta-
mientos. En las diversas investigaciones realizadas sobre estas materias
no se ha hallado un solo informe que trate de explicar las voces del acta
de Sinamaica y del propio laudo. Comisionados venezolanos calificados vi-
nieron a cumplir tan delicada tarea sin un estudio previo pormenorizado
de los instrumentos jurídicos, y sin elevar al gobierno las obligadas con-
sultas que las circunstancias imponían.
Ni siquiera observaron el contraste antes señalado entre la Sección Pri-
mera y la Segunda, por lo que, incomprensiblemente, asimilaron la línea
de Montes de Oca con la de Perijá llevando en ambos sectores, diferen-
ciados con claridad meridiana por el arbitro, la frontera por las cumbres.
b) El propio hito del Alto del Cedro es viva expresión de la ligereza
con que actuaron los comisionados, pues se contentaron con elegir un
cedro sobresaliente en el boscaje, marcarlo y limpiar el matorral a su al-
rededor. Una señal de esa naturaleza no serviría ni para delimitar una
parcela privada, por hallarse expuesta a una pronta desaparición.

38
Por otra parte, notamos la contradicción en los datos suministrados por
las actas y por el informe del Ingeniero Jefe de la agrupación colombiana,
pues mientras aquéllas dejan constancia de hallarse el hito del Alto del
Cedro a 400 metros de altitud, y en la fila de Montes de Oca, el informe
oficial de Ferreira a su gobierno dice que alcanzaron "una altura de seis-
cientos metros sobre el llano, según se dedujo de una observación hipso-
métrica"; y agrega que necesitaron dos días para llegar a esa fila. (Ana-
3
les Diplomáticos... 1, p. 410 ss) .
c) Otro aspecto colateral al fundamental de la confusión de la línea
del piedemonte occidental con el de las cumbres y divorcio de aguas, se
relaciona con el final de la línea.
Los demarcadores de 1900 declaran que la línea va "hasta donde empal-
me con la cordillera de Perijá señalada en el Laudo como límite de esta
sección de la frontera". (Acta de Majayure del 31-11-1900).
Al contrario de lo que los demarcadores afirman, el laudo, ni en los títu-
los que sustentan la Sección Primera, ni en la parte resolutiva menciona
siquiera la cordillera de Perijá. El límite de la Sección Primera, y comien-
zo de la Segunda, lo establece el laudo en "la línea que divide el Valle de
Upar de la provincia de Maracaibo y Río de la Hacha", y no se puede su-
poner sin fundamento en los títulos que esa línea jurisdiccional, de divi-
sión administrativa y política de las provincias, coincida con "el empalme
con la Cordillera de Perijá". Si nos atenemos al criterio del Instituto
"Agustín Codazzi", encargado por decreto N» 1.399 de 1965, en cumpli-
9
miento de la ley N 19 de 1964, de determinar los límites del departa-
mento de la Guajira, "previos los trabajos necesarios", la línea divisoria
entre las antiguas jurisdicciones de Riohacha y Valledupar (hoy del De-
partamento del Cesar) pasa por Cerro Pintado. Por consiguiente, hasta
allí habrá que llevar la frontera de los términos de los Montes de Oca por
el lado del Valle de Upar.
Hasta aquí la demarcación de 1900. Pero ¿cuáles son los efectos jurídi-
cos del señalamiento de la frontera de Montes de Oca contenido en el Acta
de Majayure del 31 de julio?
Para responder a la pregunta nos remitimos al criterio del Consejo Fe-
deral Helvético escogido por las Partes como arbitro en virtud del com-
promiso firmado en Bogotá el tres de noviembre de 1916.
En dicho compromiso se recoge como posición colombiana, el derecho a
entrar en posesión de los territorios que le reconoció el laudo español com-
prendiendo en ellos los que están "claramente delimitados por la natura-
leza misma, o por los trabajos de las Comisiones demarcadoras" (art. 1 ) .
La posición de Venezuela, en cambio, era "que esto (la ocupación de los
territorios respectivos) no puede hacerse antes de que la línea de frontera
común haya sido integralmente demarcada sobre el terreno".
Como es sabido, el arbitro suizo dio la razón a Colombia en cuanto a
que procedía la ocupación parcial de los territorios ya delimitados. Pero,
nótese cómo continúa la distinción tradicional de las fronteras naturales
3. Resulta en extremo significativa la declaración del Gobierno de Bogotá en las
negociaciones con el Plenipotenciario venezolano Demetrio Lossada Días (Bogotá
1917) al referirse al hito del Alto del Cedro: "que al pie de los Montes de Oca
situaron las Comisiones mixtas que actuaron los años de 1900 y 1901". (Acta de
la 3? Conferencia).

39
y las artificiales. En efecto, el laudo suizo, dictado en Berna el 24 de mar-
zo de 1922, decidió la controversia en los siguientes términos:
?
1. Se responde a la cuestión propuesta en el artículo 1 del compro-
miso firmado en Bogotá el 3 de noviembre de 1916, que "la ejecución del
Laudo arbitral proferido el 16 de marzo de 1891 por la Corona de España,
puede hacerse parcialmente", como lo reclama Colombia.
2. En consecuencia, cada Parte podrá proceder a la ocupación defini-
tiva de los territorios deslindados por los linderos naturales indicados por
la Corona de España en su Sentencia del 16 de marzo de 1891 y también
por los linderos artificiales fijados de común acuerdo en 1900-1901 por la
Comisión mixta colombo-venezolana instituida en virtud del Pacto-Con-
vención del 30 de diciembre de 1898, a saber:
a) La totalidad de la primera sección de la sentencia española (Goa-
gira).
Sólo una lectura superficial de la sentencia suiza, como la que se ha
generalizado, puede llevar a la conclusión de que confirmó todo lo actuado,
todo el contenido de las actas, en la demarcación de 1900 a 1901. El laudo
en referencia, recogiendo la distinción que se remonta a la corresponden-
cia diplomática sobre aceptación de la sentencia española de 1891, distin-
gue nítidamente entre los linderos artificiales y los naturales. Le habría
sido fácil al arbitro suizo resolver la controversia mediante la confirma-
ción de los linderos en general fijados de común acuerdo por las Comisio-
nes mixtas en 1900 y 1901. En ese caso, la delimitación en Montes de Oca,
contenida en el acta de Majayure del 31 de julio de 1900, habría quedado
firme, y las Partes habrían estado obligadas a levantar los hitos "por toda
la parte alta de la fila, tomando la línea divisoria de aguas de las faldas
de dichos montes".
Pero ése no es el caso: el arbitro suizo no confirma todos los linderos
fijados de común acuerdo por las Comisiones demarcadoras sino única-
mente los linderos artificiales. De ninguna manera vino a confirmar la
delimitación de Montes de Oca contenida en la mencionada acta de 1900,
pues la línea de las cumbres y del divorcio de aguas no es lindero artificial
sino natural.
Por otro lado, vino a confirmar los linderos naturales indicados por la
Corona de España, la cual estableció en Montes de Oca la frontera por el
lado de arriba u occidental, y por los términos de esos montes, por el lado
del Valle de Upar, o sea por el piedemonte occidental.
Es por eso por lo que el Consejo Federal Helvético confirmó toda la
frontera correspondiente a la primera sección del Laudo español, pues
aunque la identificó erróneamente con la Guajira, siendo así que abarca
también a Montes de Oca, esa frontera consta de dos partes muy diferen-
ciadas : la parte de lindero artificial fijado por la Comisión demarcadora
(de Castilletes al hito del Alto del Cedro), y la parte de lindero natural
indicado por el laudo español (del Alto del Cedro, por el piedemonte occi-
dental, y términos de Montes de Oca por el lado del Valle de Upar).
En otras palabras, confirmó a Venezuela el derecho a ocupar como te-
rritorio que legítimamente le pertenece, la falda occidental de los Montes
de Oca hasta la línea de separación entre dichos montes y el valle.
Después de dictado el laudo suizo, después de confirmada la frontera
artificial de Castilletes al hito del Alto del Cedro, mientras era a su vez
declarada firme la frontera natural del piedemonte occidental de los Mon-

40
tes de Oca a partir de aquel hito hasta el límite de la Sección Primera,
según fue determinada por la Corona Española en su laudo del 16 de mar-
zo de 1891, no cabe atribuir efectos jurídicos al Acta de Majayure del 31
de julio de 1900. Este instrumento quedará para el futuro como un capí-
tulo más de la historia de las ignominias colombo-venezolanas en materia
territorial, para vergüenza de sus firmantes y de los que, sin el debido
estudio, lo siguen esgrimiendo en un intento por justificar injustificables
entregas y ocupaciones del patrimonio fundamental de Venezuela.
Una nueva Comisión demarcadora, creada en virtud del cambio de notas,
fechadas en Caracas el 17 de diciembre de 1928, volvió a incurrir en el
mismo error de 1900, llevada por la rutina y sin el debido estudio que debe
hacerse en materia tan delicada como la demarcación de fronteras.
El Acta de Majayure del 27 de agosto de 1930, contiene la siguiente
declaración:
"Las Comisiones manifiestan que, de acuerdo con lo resuelto por la Comisión
Mixta de mil novecientos y que fue aceptado por el Arbitro Suizo, la frontera
entre Venezuela y Colombia, del Alto del cedro hacia el Sur está constituida por
la divisoria de aguas o cima de la cordillera de Montes de Oca, que más adelante
se llama Perijá y Motilones, hasta el nacimiento de Río de Oro".

No es cierto, repetimos, que el arbitro suizo aceptó o confirmó el lindero


natural de la divisoria de aguas fijado de común acuerdo por la Comisión
mixta de 1900, sino la frontera artificial demarcada por ese cuerpo téc-
nico, la cual comienza en Castilletes y termina en el Alto del Cedro. Es
una vergüenza que la Comisión Mixta demarcadora colombo-venezolana
haya sostenido implícitamente que la línea de las cumbres y divorcio de
aguas que es una frontera natural, constituya un lindero artificial. Como
hemos expuesto, el arbitro suizo no aceptó todo lo actuado por la Comisión
de 1900, pues de sus trabajos sólo confirmó los linderos artificiales, los
cuales terminaron en el Alto del Cedro como bien lo dejó establecido el
Ingeniero Jefe de la delegación colombiana, Ruperto Ferreira. A nadie se
le ocurre sostener en sana lógica que una serranía de divorcio de aguas
sea un lindero artificial.
La misión confiada a los comisionados por el acuerdo de 1928 era la de
"señalar con número suficiente de hitos duraderos la línea determinada en
la Goajira por la Comisión mixta que 1900-1901, de manera que pueda ser
fácilmente reconocida por las autoridades y los particulares" (Art. 1, pa-
rágrafo a ) .
El artículo V del Acuerdo estipuló: "Quede entendido que los Comisio-
nados no tienen facultad para modificar las líneas decididas por las Co-
misiones Mixtas de 1900-1901, y por los Expertos Suizos, pues sólo se trata
de demarcarlas en el terreno. Si para este fin se presentare alguna dificul-
tad insuperable, los dos gobiernos proveerán a lo que se haya de hacer en
cada caso".
Como los expertos suizos no se ocuparon de la frontera correspondiente
a la Sección Primera del laudo español (Guajira-Montes de Oca) sino que
sus trabajos están relacionados con otras secciones, a los Comisionados
de 1930 sólo les competía, en la línea que nos ocupa, reponer los hitos y
erigir los que fueren necesarios en la línea determinada en 1900, según
el art. I, parágrafo a ) . Es esa la frontera determinada que no pueden

41
modificar, según el artículo V; o sea, que pueden reponer los hitos desapa-
recidos, o erigir otros de naturaleza duradera, en la línea Castilletes-Alto
del Cedro, sin modificar el trazado de 1900. Se trata de un cuerpo técnico.
No están facultados para decidir una materia de derecho, como sería atri-
buir efectos jurídicos a la declaración de 1900 sobre la frontera de las altas
cumbres y divorcio de aguas en Montes de Oca, después que el arbitro
suizo la desautorizó, ya que las solas fronteras naturales que confirmó
fueron las establecidas por el laudo español de 1891 y no las declaradas
o acordadas por la Comisión de 1900.
La Comisión técnica de 1930 carecía de competencia para determinar
cuál era la línea aceptada, o no, por el arbitro suizo. La declaración de
que dicho arbitro aceptó la división de aguas de Montes de Oca estableci-
da en 1900, es contraria a derecho, pues, como cuerpo técnico, carecía de
facultades para hacer pronunciamientos jurídicos y su declaración no
refleja la verdad de los hechos ya que el arbitro suizo no aceptó la divi-
soria de aguas fijadas por la Comisión de 1900, sino la frontera natural
del piedemonte occidental de los Montes de Oca, determinada por el laudo
español.
Como si estuviéramos destinados a un autosacrificio, de nuevo los vene-
zolanos ilustres, firmantes del acta de 1930, caen en el error de asimilar,
para los efectos de la línea fronteriza, a Montes de Oca con Perijá y Mo-
tilones. Sean cuales sean las razones de orden geográfico para asimilarlos,
como si los Montes de Oca constituyeran una simple prolongación de la
Sierra de Perijá, para los efectos fronterizos, como ya lo hemos explicado,
el arbitro español determina una frontera muy distinta, según es diferen-
te el fundamento: en el caso de Montes de Oca. como consecuencia del fun-
damento histórico-jurídico, la frontera debe ir por el lado de arriba, es
decir, por el lado occidental, de manera que sean precisos linderos los tér-
minos de dichos montes por el lado del Valle de Upar; en cambio, en Peri-
já, de conformidad con el hecho geográfico de la interposición de la abrup-
ta serranía entre las jurisdicciones de Nueva Granada y Venezuela, la
frontera va por las cumbres y divorcio de aguas hasta las fuentes del Río
de Oro.
Con toda razón los firmantes del tratado del Rosario de Cúcuta del 5
de abril de 1941 omitieron toda referencia a las Comisiones de 1930-31, y
la explicación es obvia: su misión era puramente técnica, de erección de
los hitos de 1900-1901 que hubieren desaparecido y densificación de los
subsistentes en los sectores ya demarcados, careciendo de facultades para
modificarlos, de conformidad con el acuerdo de 1928. El Tratado Gil
Borges-López de Mesa de 1941, tras la parafernalia tradicional de la
amistad gran colombiana, declara en el preámbulo que los gobiernos de
Venezuela y de Colombia: " . . . han acordado el siguiente Tratado, que
concluye en lo que aún falta, la demarcación de sus fronteras, confirma
para lo restante los pactos que regulan su alindamiento, y provee normas
a su recíproco comercio y demás relaciones de vecindad y convivencia.
9
Todavía más, en el artículo l dice textualmente:
"Los Estados Unidos de Venezuela y la República de Colombia declaran que la
frontera entre las dos Naciones está es todas sus partes definida por los pactos
y actos de alindamiento y el presente tratado que todas las diferencias sobre
materia de límites quedan terminadas; y que reconocen como definitivos e irre-

42
vocables los trabajos de demarcación hechos por las Comisiones demarcadoras
en 1901 (sic), y por la Comisión de Expertos Suizos, y los que se hagan de co-
mún acuerdo por los comisionados designados conforme al parágrafo cuarto de
este Artículo".

O sea, que los firmantes del Tratado, tanto en el preámbulo como en


el artículo 1, que es general y normativo para el resto del pacto solemne,
confirman sin reserva "los pactos que regulan su alindamiento" y que la
frontera "está definida por los pactos y actos de alindamiento, y el pre-
sente Tratado". Como quiera que el tratado mismo no contiene cláusula
alguna específica sobre la Guajira, sino sobre los sectores de frontera en
Río de Oro, Oirá, Arauca e Isla Charo, en la materia que tratamos, el
instrumento confirma todos los pactos que le anteceden.
Ahora bien, entre esos pactos, los más importantes son los relacionados
con la ejecución de los laudos (español y suizo) y el acuerdo de 1928. Los
primeros determinan y confirman la frontera en Montes de Oca por el
lado de arriba, u occidental, y por los términos por el lado del Valle de
Upar; el último se relaciona con el nombramiento de comisiones técnicas
a las cuales se les priva de la facultad de modificar las fronteras previa-
mente establecidas. Por consiguiente, del tratado de 1941 surge una nueva
obligación de las Partes para demarcar la frontera de derecho en Montes
de Oca de manera que a Venezuela se le reintegre la vertiente occidental
que Colombia ocupa ilegalmente obteniendo de sus recursos beneficios in-
calculables.
No cabe tergiversar esta tesis, tan clara y tan coherente, atribuyéndo-
senos que propugnamos la anulación de laudos y tratados y, en consecuen-
cia, la revisión de la frontera en los sectores ya demarcados.
Nosotros sostenemos todo lo contrario: mientras la República no decla-
re nulos e írritos los laudos y tratados, son para todos de obligatorio cum-
plimiento como leyes de la nación venezolana.
Y es precisamente en virtud de dichos laudos y tratados como exigimos
que la demarcación que falta ñor hacer, en sectores como los Montes de
Oca, se ejecute de conformidad estricta con aauellos instrumentos, sin que
obste a ello la necesidad de que Colombia reintegre a Venezuela la vertien-
te occidental de dichos Montes. De negarse a esa devolución, estaría im-
plícitamente declarando nulos los laudos y tratados. Entonces sí procedería
la revisión de toda la frontera, pues no puede aceptarse que los laudos y
tratados tuviesen efectos jurídicos sólo para Venezuela que, en cumpli-
2
miento de ellos, se vio obligada a entregar a Colombia más de 400.000 Km ,
y que, por el contrario, no son aplicables en cuanto a las obligaciones que
le imponen a Colombia. Si estas obligaciones impuestas por el laudo im-
plican la devolución de parte de nuestro territorio. Colombia está obligada
a ello porque estos perjuicios no serían nunca comparables a los daños
irreparables sufridos por Venezuela, al verse obligada por tan injusto lau-
do a la entrega de su propio territorio.

6. EL INTENTO DE DEMARCACIÓN DE 1978

Se tuvo conocimiento de que el gobierno del señor Carlos Andrés Pérez


iba a comenzar la demarcación de Montes de Oca a partir del Alto del
Cedro, luego de su reunión con el Presidente de Colombia, López Michel-
sen, a bordo de la draga "Carabobo", en el Arauca, a mediados de 1976.

43
Dicha draga estaba envuelta en un historial deplorable. La Dirección de
Fronteras del Ministerio de Relaciones Exteriores había tenido conoci-
miento de que una draga holandesa que se había ofrecido primero a Vene-
zuela había sido comprada por Colombia con el objeto de dragar y ensan-
char la boca del Caño Bayonero, por donde se fugaba un alto porcentaje
del agua del Arauca a irrigar los llanos colombianos, en perjuicio de los
venezolanos.
La sorpresa de la Dirección de Fronteras, cuando supieron que la draga
colombiana había sido desembarcada por piezas en Puerto Ordaz, reper-
cutió en toda la Cancillería. Pero aún fue mayor la indignación cuando
se supo que, con la autorización del gobierno del señor Pérez, y con la co-
laboración de los técnicos de la Corporación de Guayana, la draga fue
armada pieza a pieza y puesta a flote en el Orinoco. Fueron no pocos los
que siguieron ese dramático curso de la draga colombiana, la cual, dotada
de bandera venezolana para no suscitar la oposición de los poblados luga-
reños remontó el Orinoco y el Arauca hasta la boca del Bayonero.
Por esos días apareció, obviamente con seudónimo, un artículo-denun-
cia en El Nacional: "El Arauca ya no vibra". Ante la reacción que pro-
dujo la presencia de la draga colombiana en el Arauca, Venezuela dispuso
destinar por su parte otra, que se llamaría Boyacá, no para ensanchar el
caño Bayonero sino para restaurar la vaguada del Arauca, como están
obligados los dos países por el acuerdo de 1928, antes citado. En defini-
tiva, la desacertada autorización para que Colombia, por vías no muy
claras, pusiera su draga en la boca del Bayonero le ha representado a
Venezuela un gasto superior a los doscientos millones de bolívares, sin
que los resultados hayan sido favorables, pues, a juicio de conocedores del
caso, como el Dr. Eduardo Hernández Carstens, se sigue fugando por el
Bayonero un 90% del agua del Arauca.
Pues bien, al tener conocimiento de que el gobierno del Presidente Pé-
rez se había comprometido a terminar la demarcación de las fronteras
con Colombia en el lapso de su administración, y que precisamente los
trabajos iban a comenzar por Montes de Oca, uno de los expertos de la
Dirección de Fronteras, firmante del presente documento, elevó a su su-
perior inmediato un Memorándum con fecha 20 de octubre de dicho año
1976, en el cual, después de probar con sobrados argumentos que la fron-
tera debe trazarse por el piedemonte occidental a partir del hito del Alto
del Cedro, terminó con la siguiente Recomendación:
Se recomienda vivamente se someta esta cuestión —cuya naturaleza explosiva
se reconoce— al dictamen de juristas venezolanos antes de proceder a la demar-
cación de la frontera de Montes de Oca, atendiendo a la posición oficial de V e -
nezuela, la cual, en las instrucciones a los Comisiosados venezolanos para la de-
marcación, fechadas el 2 de noviembre de 1899, estableció: "La línea divisoria
debe establecerse de manera especialmente científica, mediante la exacta inter-
pretación del Laudo Arbitral de la Corona de España. ( M . R . E . Colombia, vol.
114, fol. 7) (subrayado en el original).

A juzgar por el hecho de que el único que ha adversado específicamente


la tesis de Montes de Oca ha sido el Contralmirante Luis Rafael Luces
Morales, quien apenas llevaba entonces dos meses al frente de la Direc-
ción de Fronteras, sin que se le conociera estudio alguno anterior sobre
la materia, debió ser su criterio el que privó en la decisión de la Cancille-

44
ría y del gobierno del señor Pérez para hacer la demarcación como de
hecho lo intentaron.
Recientemente ha llegado a nuestras manos la fotocopia del acta fecha-
da en Bogotá el 24 de enero de 1978, a las 13 horas. Está firmada por el
Contralmirante Luis Rafael Luces Morales y Georges Pantchenko (por
Venezuela), Julio Londoño Paredes, Sergio Camargo y Guillermo Santa-
cruz (por Colombia). El objeto de la reunión —según reza el acta— es el
de "acordar la iniciación de los trabajos de campo para la demarcación y
colocación de hitos en la frontera terrestre entre los dos países, desde los
Montes de Oca hasta el origen del río Intermedio, resolviendo:
a) Los antes mencionados trabajos se harán por etapas, así: la pri-
mera de ellas en el sector comprendido entre el Alto del Cedro (hito 55)
y aproximadamente el paralelo 10°25". La determinación de los tramos
a ser demarcados en las etapas siguientes será definida de acuerdo a los
reconocimientos cartográficos y aéreos que se realicen durante el desa-
rrollo de la primera etapa.
b) La Comisión Mixta que se designe al efecto se reunirá en la ciudad
de Maicao el día 10 de febrero de 1978 a las 11:00 horas (hora de Colom-
bia). En dicha reunión se coordinarán los métodos de trabajo y la forma
y dimensión de los hitos y todo lo referente al apoyo logístico y administra-
tivo de la campaña.
c) Cualquier diferencia que se presente con respecto a la demarcación
de un tramo cualquiera del área a ser demarcado será sometida a los res-
pectivos Gobiernos para su solución, absteniéndose entre tanto la Comi-
sión de ejecutar trabajo alguno en dicho tramo" (siguen las firmas y rú-
bricas correspondientes).
Dejamos para otra ocasión el análisis de este documento, pero no pode-
mos menos que observar cómo tratándose de una demarcación propiamente
tal, o sea, erección de hitos en una frontera que aún no había sido demar-
cada, se conviene en iniciar los trabajos sin dejar constancia del criterio
que se ha de seguir: si por las cumbres, si por el divorcio de aguas, si por
el piedemonte, o por la ladera. Sólo se precisa el punto de partida, el hito
del Alto del Cedro (hito 55) supuestamente correspondiente al escogido
por la Comisión de 1900. El otro extremo se indica con la fórmula aproxi-
madamente el paralelo 10°25", lo que equivale a una longitud de cerca
de un grado astronómico, o sea, como unos 100 Km de frontera. Dejar la
decisión de cada trozo entre hito e hito al convenimiento de la comisión
puramente técnica, y en la cual se halla al frente de la de Colombia el
Coronel Julio Londoño Paredes, quien llevaba décadas al frente de las
cuestiones fronterizas de su país, mientras por el lado venezolano los
trabajos eran dirigidos por un marino con escaso tiempo en el mismo
empeño (año y medio, exactamente), no parece que fuera sensato ni con-
veniente para los intereses venezolanos.
Ante nuestra inquietud por conocer cuál fue la razón de no dejar con-
signado en el acta el criterio que se había de seguir en la demarcación, la
explicación que se nos ha dado ha sido la siguiente: ante la insistencia
venezolana de que se dejara en acta el criterio del divorcio de aguas, Lon-
doño expresó, más o menos, lo siguiente: "Puesto que en Colombia sostie-
nen que la frontera va por las cumbres, y no por el divorcio de aguas, no
vamos a dejar consignado ninguno de los dos, pues de consignar el crite-

45
rio venezolano, me fusilan". Agregó que estaba dispuesto a seguir la línea
del divorcio de aguas, pero sin dejar constancia de ellos en las actas.
Algún día se conocerán los pormenores de este intento de demarcación,
desde la substracción del "geosiver" (aparato que costó a Venezuela me-
dio millón de bolívares y que, dejado momentáneamente y con inexcusa-
ble descuido, por uno de los técnicos venezolanos, fue llevado a Colombia)
hasta el lanzamiento de hitos desde un helicóptero, con la puntería que se
puede imaginar.
La denuncia contra esa demarcación, que significaba la entrega a Co-
lombia del que se calificó de Golán venezolano por su valor estratégico,
pues equivalía a poner en manos de Colombia la llave del Golfo de Vene-
zuela, de la ciudad de Maracaibo y de toda su fabulosa zona petrolera,
petroquímica y carbonífera, impidió que prosiguieran los trabajos.
Entre quienes se hicieron eco de la denuncia vale recordar a uno de los
campeones de la defensa de la integridad territorial de Venezuela: Raúl
Osuna B. (f 1984). Su tesón en defender la que llamó "tesis Ojer" sobre
Montes de Oca, contribuyó en gran medida para que, al finalizar el go-
bierno del señor Pérez, cuando se trató de localizar a los demarcadores
venezolanos para que fueran a Bogotá a firmar las actas de la entrega, no
los consiguieron, de manera que, al pasar el gobierno al Presidente Herre-
ra Campíns, los hitos carecían del respaldo de las actas. El nuevo gobier-
no, como no compartía el criterio de la demarcación de la entrega, optó
por no firmar las actas.
Esta es una de las razones para que de nuevo se plantee la cuestión de
Montes de Oca: dicho sector de frontera está sin demarcar, y como ni los
hitos ni las actas sin firma pueden ser alegados por Colombia contra Ve-
nezuela, los derechos de nuestro país sobre la vertiente occidental de los
Montes de Oca no han sufrido mengua.
7. LAS M I N A S DE CERREJÓN

Un nuevo ingrediente se agregó a la cuestión de Montes de Oca que se


venía planteando públicamente desde noviembre de 1977 (Conferencia en
la sala de conciertos de la Universidad Central) y por la prensa desde el
9 de marzo de 1978 (El Universal): fueron las noticias sobre los contratos
firmados por Colombia con diversas transnacionales para la exploración
y explotación de los recursos carboníferos de Cerrejón, el cual, como se
recordará, es uno de los Cerrejones, término con el que se denominan los
Montes de Oca en los primitivos mapas de Venezuela en el siglo XVI.
Coincidían los primeros contratos con el acuerdo del Presidente Pérez
con su colega colombiano López Michelsen en el Arauca en 1976, aparen-
temente, tras la seguridad dada por el Presidente venezolano de reconocer
a Colombia la vertiente occidental de los Montes de Oca, donde se localiza
el Cerrejón.
Uno de los contratos más criticados por la opinión pública colombiana
fue el de la Intercor (subsidiaria de la Exon, Standard Oil de New Jersey)
con la empresa estatal colombiana Carbocol. No es descartable que las
excesivas ventajas en lo económico cedidas por Colombia a la firma nor-
teamericana tuvieran su contrapartida en el apoyo político obtenido fren-
te a Venezuela, que hacía poco, bajo la Presidencia del señor Pérez, había
nacionalizado la industria petrolera y convertido la Creóle, filial venezo-
lana de la Exon, en Lagoven, de propiedad nacional. Pues bien, la Intercor

46
y la Carbocol acordaron una inversión en Cerrejón de mil quinientos mi-
llones de dólares cada una. La Intercor invertía en Cerrejón los dólares
recibidos por la Exon como consecuencia de la nacionalización de la Creóle.
Ello indica que la cuestión histórico-jurídica sobre la soberanía de Ve-
nezuela en la vertiente occidental de los Montes de Oca habrá de tropezar
con resistencias difíciles de vencer, pues, con la Intercor, poderosos inte-
reses se han volcado en Cerrejón, cuyos depósitos superan todos los que
posee Colombia en carbón térmico y representan la tercera parte de todos
los depósitos carboníferos (incluidos los coquizables) actualmente cono-
cidos en Colombia.
Entre los consorcios financieros a los que se atribuyen cuantiosas inver-
siones en Cerrejón se menciona el formado por el Chemical Bank, el Banco
de Tokio y el Orion Bank, este último subsidiario del Royal Bank of Ca-
nadá.
No faltaron advertencias sobre los riesgos a los que se exponían quienes
insistieran en proseguir la difusión de la tesis sobre la obligación de rein-
tegrar a Venezuela la vertiente occidental de los Montes de Oca en cum-
plimiento de los laudos y del tratado de 1941. Desafiando estos presagios,
la tesis, ampliamente desarrollada, vino a ser publicada en la revista Re-
9
sumen N 435, del 7 de marzo de 1982.
La oportuna publicación movió al diputado del MIN, señor Gonzalo
Pérez Hernández, a solicitar que la Comisión de Ordenamiento Territorial
y Fronteras de la Cámara de Diputados convocara al Dr. Ojer para que
ampliara sus explicaciones sobre la tesis. Esta convocatoria no se produjo,
a pesar de que la iniciativa quedó consignada en los siguientes términos:
"Se ha estudiado la denuncia formulada en la Cámara de Diputados por
el Diputado Gonzalo Pérez Hernández referente a los Montes de Oca, y se
acordó invitar al Profesor de Historia de la Universidad Central de Vene-
zuela, Prof. Pablo Ojer, para que nos amplíe detalles y pormenores de la
denuncia, y tomar de su intervención las sugerencias que nos pueda apor-
tar para darle una pronta solución a este problema que pasa a ser un con-
flicto internacional".
El 20 de mayo del mismo año 1982, en sesión privada de la Comisión
del Ambiente y Ordenación del Territorio, el encargado del Ministerio de
Relaciones Exteriores de Venezuela, Dr. Oswaldo Páez Pumar, expuso el
criterio oficial del Gobierno venezolano en los términos que textualmente
reproducimos, respetando las imperfecciones de la versión taquigráfica:
"Finalmente paso al tema de los Montes de Oca, en donde quiero indicar lo si-
guiente, efectivamente la tesis elaborada en el año de 1971, por el Dr. Ojer
es la de que en Laudo Suizo del año 22, quedaron confirmadas las fronteras na-
turales del Laudo Español y las fronteras artificiales que son las del resultado
de las Comisiones demarcadoras; que siendo los términos de los montes una fron-
tera natural, y no habiéndose llevado a cabo el establecimiento de una frontera
artificial como el (sic) que sería de haber fijado los hitos y de haber trazado la
línea de demarcación, bien sea a través de la divisoria de aguas (sic) en ese sec-
tor específico no ha habido frontera artificial establecida por Comisiones Mix-
tas, y sigue rigiendo la tesis de la frontera natural que está establecida por el
laudo de 1891, precisamente en el año de 1979 (sic) se comenzaron (sic) a ade-
lantar esa demarcación y el gobierno tuvo a buen cuidado suspender los traba-
jos de demarcación; esos quedaron congelados en esa área y por eso es que yo
dije hace un momento que Colombia estaba consciente de que nuestra visión del

47
problema es que la frontera va por los términos de los Montes de Oca por los
lados del Valle Dupar, porque de otro modo nosotros no habríamos suspendido
el trabajo por eso creo, que era la divisoria de aguas y no la de altas cumbres".

Tal era el criterio de la Cancillería del Gobierno del Presidente Herrera


Campíns, como se desprende de tan importante declaración en la mencio-
nada Comisión de la Cámara de Diputados.
En realidad, los trabajos estaban suspendidos desde el Gobierno ante-
rior debido a la carencia del "geosiver", con el que se fijaba la posición de
los hitos en relación con el paso del satélite. En todo caso, como explica-
mos anteriormente, las actas, carentes de las firmas, habían sido llevadas
a Bogotá por el Coronel Londoño Paredes, de manera que a los comienzos
del nuevo gobierno en 1979, los hitos erigidos por la Administración del
señor Carlos Andrés Pérez no podían ser alegados contra Venezuela. Que
sepamos, esta situación no ha cambiado hasta el presente.

III. LA FALTA DE DELIMITACIÓN ENTRE EL HITO 1 DE


CASTILLETES Y EL MAR
De los documentos relativos al proceso de demarcación de la frontera
correspondiente a la Sección Primera del laudo español, cumplida en 1900,
se desprende lo siguiente:
1. Los colombianos, como consecuencia del repliegue producido ya en
la época virreinal (1779-1792), desentendidos totalmente de los asuntos
de la Guajira Oriental, ignoraban sus condiciones geográficas, de manera
que en la demarcación de 1900 se mostraron dependientes de baquianos
marabinos, como el Gral. Tinedo Velasco y el Dr. Pedro de Pool.
2. Básicamente la línea Castilletes-Alto del Cedro está concebida como
interpretación del laudo español por el Ingeniero venezolano Jesús Muñoz
Tébar, tanto en su Mapa del Estado Zulia (1894), como en el Memorán-
dum que en 1896 presentó al Ministerio de Relaciones Interiores, el cual
lo transmitió al de Relaciones Exteriores. Pero entre la frontera demar-
cada en 1900 y la línea sugerida por Muñoz Tébar existen algunas diferen-
cias fundamentales: a) Muñoz Tébar sitúa a Juyachí entre Cocinetas y
Tucacas, y no al sur de la primera; b) en vez de la complicada línea de
tramos rectos, traza ese distinguido ingeniero —también con idéntico ob-
jeto de salvar para Venezuela el Golfo al sur de Castilletes— una curva de
Castilletes a Montes de Oca; c) Interpretando equivocadamente la expre-
sión "lado de arriba" de los Montes de Oca como la línea del divorcio de
aguas, como lo hará después la Comisión de 1900 probablemente bajo su
influencia, lleva por esa divisoria la línea de Castilletes.
3. La Comisión Mixta de 1900, en la búsqueda de Los Mogotes de los
Frailes de donde, según el laudo, debía arrancar la frontera, sólo exploró
un sector muy corto de la Guajira oriental: entre Cechepa (o Secheps)
al sur, y Tucacas (hoy Puerto López) al norte. El Dr. Carlos Monagas,
jefe de la Delegación venezolana, en carta al Canciller Esteban Gil Borges
(Caracas, 16 de febrero 1920) suministra los siguientes detalles impor-
tantes: a) que la localización de Juyachí al sur de Cocinetas no tuvo otro
fundamento que la información de un guajiro de Cecheps, "un guajiro de
apellido Fernández nos dijo que una quebradita que desemboca en la la-
guna (de Cocinetas) se llama Juyachí; b) que en busca de los Mogotes

48
de los Frailes siguieron explorando "hasta la ensenada de Tucacas sin
encontrar ninguna otra (quebrada) y allí se nos informó que no existían
islotes más hacia el Norte por la costa de la Guajira"; c) que de los dos
cerros llamados Los Castilletes escogieron el más próximo a la laguna,
"teniendo en consideración que, partiendo de dicho punto, quedaba a salvo
para Venezuela el Golfo de Maracaibo".
O sea, que la determinación de Juyachí, tan importante para la fijación
del comienzo de la frontera, y a pesar de ser un término genérico en la
Guajira seca para significar quebrada, casimba, o manantial, se hizo sólo
por el testimonio de un indio del lugar, para quien lógicamente, la quebra-
da o Juyachí conocida era la que estaba próxima a él. A ello se agrega la
circunstancia de que entre ese Juyachí del sur y Cocinetas no habría otra
quebrada. Es la consecuencia de haber explorado sólo un corto sector de
la costa Guajira. El ingeniero jefe de la delegación colombiana, Ruperto
Ferreira, en su informe oficial al Gobierno de Bogotá, expresa:
"En seguida llegamos al sitio que se nos dijo ser conocido con el nombre de Ju-
yachí, distinguido únicamente por la existencia de un pozo de agua dulce, al
cual llevan los naturales sus ganados para darles de beber".

Un conocedor de la Guajira, el misionero capuchino Fray Félix de Ve-


gamián, explica el carácter genérico de la voz Juechí o Juyachí y nos deja
este recuerdo personal:
"Nos parece no falto de interés, ni fuera de lugar, traer a cuento con motivo
de la cacimba de Juechí algo que oímos en Cojoro en marzo de 1950, y que he-
mos visto confirmado posteriormente en los documentos. Nos decían, en efecto,
que el punto de partida de la recta que divide los territorios venezolano y co-
lombiano, no debía ser el Morro de las Calaveras (sur de Cocinetas), en cuya
cercanía queda la cacimba de que hablamos, Juechí, sino que esta divisoria de-
bía partir de otra cacimba en territorio colombiano actualmente y que se llama
Juyechí (en castellano "lluvia, invierno, aguacero"). ("Cómo es la Guajira",
9
p. 155. Cuadernos Verdes, N 87. Tercera Conferencia de Agricultura. Caracas,
1955).

Con la misma ligereza procedieron los demarcadores de 1900 cuando


acordaron sustituir los Mogotes de los Frailes, que de conformidad con el
Laudo debían haber buscado explorando sectores más amplios de la Gua-
jira, por los Castilletes. A tan grave decisión llegaron tras la corta explo-
ración de Cechepa, a Tucacas sólo porque ahí, en Tucacas, les dijeron
"que no existían islotes más hacia el norte por la costa de la Guajira".
Pues bien: ¿en qué se basaron los comisionados de 1900 para identificar
los "Mogotes de los Frailes" con unos supuestos islotes? ¿Si el laudo no dice
que sean islotes, como tampoco el acta de Sinamaica de 1792, en la cual
se basó la sentencia para esta sección de la frontera, qué les autorizaba a
restringir el significado de Mogotes de los Frailes a islotes?
Ni las actas, ni los informes de los comisionados revelan por qué llegaron
a esa concepción insular de los "mogotes", siendo así que la voz mogote
significa montículo aislado, cónico y de cima roma. La toponimia hispano-
americana más bien lleva a la concepción de mogote ajena a toda idea in-
sular: desde El Mogote, una península de México, hasta Mogotes, muni-
cipio de Santander (Colombia); Mogotón, un monte de Honduras y un lu-

49
gar del Estado Trujillo, en Venezuela. Si el vocablo mogote deriva, como
mogón, del latín muticus, mutilado, en sí los mogotes de los Frailes serían
montículos de cima roma, que probablemente derivarían su nombre de
algún hecho relacionado con los Frailes. Pero si los lugareños denomina-
ban Mogotes de los Frailes a algunas formaciones geográficas cónicas ter-
minadas en punta, a la manera de la capucha frailuna —algo similar a los
Monjes— esas formaciones lo mismo pueden ser emergentes separadas de
la costa, islotes, montículos de tierra firme, como acantilados con esa fi-
gura.
La concepción insular, a nuestro juicio, deriva de la influencia de la
Carta Plana de la Provincia de la Hacha, de Juan López (1786), donde,
con el nombre de "La Frayla", aparecen cuatro islotes frente a la costa
baja y arenosa de Cojoro. Ya hemos tratado de este mapa; recordemos
que el propio Juan López, en el mapa de Venezuela compuesto en 1787,
modificó sustancialmente su concepción de la península guajira, lo que
revela, o inseguridad, propia de cartógrafos peninsulares que nunca han
conocido el terreno, o que tras madura reflexión, decidió apartarse de la
concepción geográfica de la Guajira del año anterior por considerarla
inexacta. Justamente dejó la costa de Cojoro limpia de islotes y, en cam-
bio, presentó más arriba un islote con el nombre de Los Castilletes. (Véa-
se este mapa, "Carta Plana de la provincia de Caracas o Venezuela.. .
Año 1787", en La Capitanía General de Venezuela, 1777 —8 de septiem-
bre— 1977, editada bajo la dirección de Raúl Díaz Legórburu. Caracas:
1977). Posteriormente aparece, frente a la costa de la Guajira Oriental,
un rosario de islotes que abarca la costa baja de Cojoro y sube hasta cerca
de Punta Espada con indicación de "La Frayla", en el Mapa General del
Nuevo Reyno de Granada del Virrey Don José Espeleta, año de 1790. Co-
piado de orden del General Pablo Morillo en 1814. (En ídem y en Mapas
y Planos de Maracaibo y su región, 1499-1820, por el Hno. Nectario Ma-
ría, Madrid: 1973). En cambio, en el mapa publicado en Madrid en 1817,
donde se recogen los resultados de la famosa expedición de los bergantines
Empresa y Alerta, dirigida por el Brigadier de la Armada Española, don
Joaquín Francisco Fidalgo, en 1793-1802, y en el informe oficial Derro-
tero de las Costas de la América Meridional desde Maracaibo hasta el Río
Chagres que se halla en el Museo Naval de Madrid, desaparece toda refe-
rencia a la Frayla o los Frailes.
Resulta muy significativo que el experto español Justo Zaragoza a quien
la Comisión de examen confió el estudio de la Sección Primera de la fron-
tera, aparentemente se dejó ganar por la concepción insular de los Mogo-
tes de los Frailes del mapa de Juan López de 1786, de manera que en su
"Propuesta de trazado de línea de demarcación", presentada en la sesión
del día 19 de enero de 1888, adjunta al Acta N? 33, en la conclusión dice:
"hasta el punto antes determinado y contenido entre la costa del mar en la par-
te del Mogote o islote de los Frailes inmediato a Juyachí, y en línea recta, cos-
teando por el lado de arriba los Montes de Oca hasta la línea que divide el Valle
de Upar con la Provincia de Maracaibo y Río de la Hacha, linea fuera de dis-
cusión y en consecuencia aceptada por ambas partes litigantes". (Comisión de
examen de las cuestiones de límites entre las repúblicas de Colombia y Venezue-
la. Actas de las Sesiones. Archivo del Ministerio de asuntos Exteriores. Madrid.
Negociaciones siglo XIX, N' 403, Legajo 1 3 3 ) .

50
Ahora bien, o el propio Zaragoza recapacitó en el error de identificar
los Mogotes de los Frailes con islotes, o la Comisión de Examen no lo acep-
tó, pues de hecho la expresión "o islote" aparece tachada en el manuscrito
de Zaragoza y no figura ni en el informe final, o "propuesta" de la Co-
misión, ni en el laudo mismo. De manera que, si la comisión demarcadora
de 1900 hubiera estudiado, como debió, el laudo y los documentos justifi-
cativos de la sentencia, o al menos la cartografía de la región, no habría
incurrido en la identificación de los Mogotes con islotes. En consecuencia,
la información obtenida en Tucacas en el sentido de que no había islote
alguno más arriba no les habría hecho mella alguna y habrían seguido
explorando la costa hacia el Norte.
Insistimos en que los Mogotes pueden ser islotes, pero pueden ser tam-
bién montículos de tierra firme, promontorios, acantilados, simples rocas
separadas de la costa. Lo que sí hay que descartar en absoluto es la iden-
tificación que algunos sugieren de los Mogotes de los Frailes con el archi-
piélago de Los Monjes. Estos aparecen en la cartografía con su nombre
en los portulanos de Diego Ribeiro (1528-29), y, sin solución de conti-
nuidad, a lo largo de los siglos hasta nuestros días figuran con el mismo
nombre en mapas y planos de las diversas escalas cartográficas: española,
holandesa, francesa, inglesa, alemana, etc. En el Novus Orbis de Juan de
Laet (1633) se halla una bella descripción de Los Monjes en latín, lo que
revela el conocimiento que se tenía de ese archipiélago en los medios geo-
gráficos europeos, desde el siglo XVII. En cambio, el término "Mogotes
de los Frailes" no lo hallamos en la documentación hasta el Acta de deli-
mitación de Sinamaica del 1? de agosto de 1792 y, a pesar de haber con-
sultado docenas de documentos de pilotos, gobernadores, autoridades loca-
les, misioneros, etc., no lo volvemos a hallar más. El término "La Frayla"
no aparece en la cartografía hasta el mapa de la Guajira de Juan López
en 1786, desaparece después en el mapa de Fidalgo antes mencionado, y
no vuelve a figurar, con el nombre de Los Frailes, hasta el llamado Mapa
del Duque de Tetuán, o sea, el croquis explicativo del laudo (1891). Los
numerosos mapas ele Agustín Codazzi omiten toda referencia a La Frayla
o Los Frailes, si bien, en forma parecida al mapa de Fidalgo, sitúa una
línea de puntos como indicación de rocas o islotes frente a la costa, desde
el sur de Cocinetas hasta Punta Espada, como también en la zona de la
Punta de Chichibacoa y Cabo Falso. En cambio, en los diversos mapas de
la región compuestos por Codazzi siempre figuran Los Monjes, los que
describe en su Resumen de la Geografía de Venezuela.
Uno de los firmantes del Acta de Sinamaica de 1792 fue Francisco Jacot
representante por Maracaibo, donde bien se conocía la zona como lo reve-
lan los informes de los pilotos de esa ciudad con ocasión del proyecto de
fortificación de la costa Guajira por la Compañía Guinuzcoana: Domingo
Armario, Andrés Ocando, Silvestre Cubillán, Vicente de los Reyes Aguiar
y Ángel Casanova. (Expediente en el Archivo General de Indias. Audien-
cia de Santa Fe, legaio 1.242). Ahora bien, Jacot fue uno de los más cali-
ficados ingenieros militares de la Capitanía General de Venezuela, Arcila
Farías, en su Historia de la Ingeniería en Venezuela, no sólo lo reconoce
como el autor de los planos del Castillo del Moján, el de sus inmediaciones
y el de las parcialidades de indios (I. p. 186), sino que lo califica de pre-
cursor de la carretera de occidente y el autor del primer proyecto de
carretera Caracas-Litoral (II. p. 10). En su calidad de distinguido inge-

51
niero militar de Maracaibo, si hubiera entendido que los Mogotes de los
Frailes eran Los Monjes, ¿por qué no los había de nombrar así, dado que
eran conocidos con ese nombre desde el siglo XVI?
Debemos, pues, desechar la supuesta identificación de los Mogotes de
Los Frailes y Los Monjes, identificación que hallamos por vez primera
como posible en las negociaciones Sanabria-Borda (1911); vuelve a suge-
rirse en el alegato venezolano ante el arbitro suizo, y reaparece en el infor-
me de Pablo E. Vivas al Gral. Gómez sobre la Guajira en 1920 (MRE,
Colombia, 174, fols. 66 ss).
Hechas estas explicaciones, y antes de tratar de la falta de demarcación
entre el hito N« 1 de Castilletes y el mar, debemos subrayar cómo los diri-
gentes colombianos, con machacona insistencia, y más a raíz de la incur-
sión de sus naves de guerra en aguas del Golfo de Venezuela en agosto de
1987, vienen repitiendo que urge la delimitación de las áreas marinas y
submarinas en el Golfo de Venezuela, al que ahora han venido en llamar
de Coquibacoa y, al mismo tiempo, insisten en que la frontera terrestre
está demarcada en todas sus partes y no admite discusión alguna. Así se
expresan lo mismo el ex Presidente Carlos Lleras Restrepo, que el Canci-
ller y Coronel Julio Londoño Paredes, el ex Canciller Alfredo Vásquez
Carrizosa, y otros.
Obviamente, ante el hecho cierto de que hay unos sectores de frontera
que no han sido aún demarcados, esta posición de los dirigentes colombia-
nos de ambos partidos históricos revela: o ignorancia, inexplicable en
quienes, como Londoño, presumen de haber dedicado años de estudio a las
fronteras de su país, o mala fe. Esto último no sería de extrañar en diri-
gentes de un país cuyo Presidente Tomás Cipriano Mosquera inventó una
real cédula sobre límites del virreinato de 1740. y cuya Cancillería se basó
desde 1844 en un expediente mutilado, trunco, adulterado como es el de
la transferencia de Sinamaica (1790-92), para reclamar toda la Guajira,
aspirando a cortar a Maracaibo por sus ejidos, ya que pretendieron que
les correspondía como frontera el caño Paijana, junto al castillo de San
i
Carlos .
Anteriormente hemos demostrado que falta por demarcar en el impor-
tante sector de Montes de Oca la línea de los términos de dichos montes
por el lado del Valle de Upar, de manera que, costeándolos por la parte
occidental, llegue a empalmar con el hito del Alto del Cedro, que es a don-
de llegó la demarcación de 1900. Por supuesto que el laudo español de
1891 estableció esa línea de los términos de Montes de Oca por el lado del
Valle de Upar, y esa frontera natural fue la que confirmó el laudo suizo de
1922, la que, a su vez, vino a ser ratificada por el tratado de 1941. Sólo
queda por discutirse sobre el terreno por dónde, en concreto, ha de ir esa
frontera; pero que debe trazarse de manera que se reintegre a Venezuela
la vertiente occidental es, a nuestro juicio, innegable.
4. El Gobierno de Colombia persiste en adulterar también el mana del Duque de
Tetuán que debía reproducir fielmente. En efecto, aun en la última edición de la
publicación oficial: "Arreglo de Limites entre la República de Colombia y la Re-
pública de los Estados Unidos de Venezuela", Ministerio de Relaciones Exteriores.
División de Fronteras (Boeotá 1 9 7 9 ) , introduce al Mapa del Duque de Tetuán
dos adicinne= que no se hallan en el oriernal: unos islotes como correspondientes
con Los Frailes, y la leyenda "Serranía del Valle de Upar", topónimo que no apa-
rece ni en el Mapa del Duque de Tetuán ni en el laudo, ni en los títulos que lo
fundamentan. Esta adulteración se corresponde con la aspiración colombiana a
ganar territorio serrano.

52
Siguiendo la Tesis Nacional, nos referimos ahora al otro sector, el que
9
denominaremos "Sector X " , o sea, el comprendido entre el hito N 1 de
Castilletes y el mar, el cual no ha sido demarcado. Es un hecho compro-
bable no sólo por la inspección del sitio, sino por las actas mismas de las
comisiones mixtas de límites.
En el acta de Castilletes 20-4.-1900 la Comisión Mixta, tras aducir los
argumentos para la elección de los Castilletes como punto de arranque de
la frontera, y cómo prefirieron, de las dos mesetas así denominadas, una
de ellas, dice que la escogieron: "para servir de punto de partida de la
línea divisoria entre Colombia y Venezuela, puesto que por su formación
geológica es de larga duración, se encuentra a la orilla de la mar, defen-
dida del oleaje por una aglomeración de rocas duras, es visible a muchas
leguas en contorno, tanto del mar como de la tierra, se halla situada a
muy corta distancia del caño de entrada de la Laguna de Cocinetas y es,
por último, de forma excepcionalmente regular, semejante, como su nom-
bre lo indica, a un castillo o fortaleza". El acta continúa diciendo que en
vista de ello: "acordaron y declararon solemnemente que dicho Castillo
era el punto extremo de la línea divisoria y el punto de separación de la
costa Goajira; en virtud de lo cual y para determinar de un modo más
preciso el castillete, se levantó en la cima de éste una columna formada de
un agregado de piedras, mientras se verifican las observaciones astronó-
micas necesarias para fijar la longitud y latitud de dicha meseta, o casti-
llete".
En el acta de Majayura, del 31 de julio de ese mismo año, dicen: "To-
mando como punto de partida el mojón situado en el castillete que se eligió
para el efecto, cerca de la entrada del caño que conduce a la Laguna de
Cocinetas, por todo el borde de dicha laguna..."
Está muy claro que no levantaron hito alguno en la propia línea de la
alta marea sino en lo alto de la meseta. Y una vez más, con la ligereza que
caracteriza a los demarcadores de 1900, aunque se trata del que consideran
como comienzo de la frontera en zona tan crítica, se contentan con levan-
tar una columna formada de un agregado de piedras, hito que, natural-
mente, estaba destinado a desaparecer muy pronto, como en efecto sucedió.
Cuando, confirmada la frontera de Castilletes al Alto del Cedro por el
laudo suizo de 1922, va la Comisión Mixta de Límites en 1930 a inspeccio-
nar el terreno, deja constancia de lo siguiente:
"En cuanto al cerro de Los Castilletes, no habiéndose encontrado vestigios del
mojón colocado por la Comisión mixta de 1900-1901, y no habiendo paridad de
opiniones de los habitantes de la región respecto al lugar exacto donde estuvie-
ra situado tal mojón, se convino por los comisionados de ambos países en que
el nuevo mojón fuera colocado en el punto medio del eje mayor de la figura que
9
actualmente tiene la planicie que es el coronamiento del Castillete". (Acta N 33,
en los Castilletes, 11 de abril, 1 9 3 0 ) .

Se aprecia: a) que el mojón original, el de 1900, había desaparecido y


no se conservaba en la memoria de los lugareños ni vestigio del sitio donde
hubiere sido levantado; b) acordaron levantar un nuevo mojón, en el pun-
to medio del eje mayor de la meseta.
Al mes siguiente volvieron a reunirse en el sitio de Castilletes, donde,
según el acta:

53
Se leyó y aprobó el acta de la sesión anterior.
El objeto de la reunión fue el de dejar constancia de que el día doce de
mayo de mil novecientos treinta se erigió en el Castillete Sur el primer
mojón o hito de la frontera de acuerdo con lo convenido en la sesión de
fecha once de abril pasado".
?
Describen las características del mojón o hito N 1 de Castilletes con
expresión de sus coordenadas, según el promedio obtenido por las respec-
?
tivas delegaciones. (Acta N 4 en Los Castilletes, 14 de mayo de 1930).
En enero de 1931 volvieron a Castilletes, mas no para determinar el
p
sector comprendido entre el hito N 1 y el mar, sino para fijar los hitos
2 y 3 en dirección de Cocinetas.
En la sesión tenida en Maracaibo en abril de 1931 las delegaciones for-
mularon declaraciones importantes:
"La Comisión venezolana desea se haga constar en esta acta que la línea
Mata juna-Alto del Cedro ha sido trazada de acuerdo con la interpretación
que del Laudo español hicieron los comisionados de 1900; pero que en su
opinión la mencionada línea no llena lo establecido por el laudo, ya que
este último fija como extremo de la línea el término de los Montes de Oca
y el Alto de El Cedro no es dicho término, porque éste no puede hallarse
a 400 m sobre la llanura, sino en la llanura misma, y porque además la
línea corta el caño Parahuachón y la quebrada Majuyura, lo que indica
que el Alto de El Cedro no está situado en la divisoria de los Montes de
Oca sino en un estribo lateral que corre aproximadamente en la dirección
Oeste-Este".
A esto respondió la contraparte:
"La Comisión colombiana deja igualmente constancia de que la frontera
Guajira ha sido trazada por la Comisión Mixta de 1930-31 de acuerdo con
la interpretación del laudo español, hecha por la Comisión Mixta de 1900,
interpretación sancionada por el arbitraje del Alto Consejo Federal Sui-
zo, pero que en opinión de la Comisión colombiana actual, y tal como lo
manifestaron los comisionados colombianos de 1900, la mencionada fron-
tera Guajira ha debido ser una recta desde los Mogotes de los Frailes, en
las vecindades de Juyachí, hasta la extremidad seütentrional de la Serra-
nía de Montes de Oca, de acuerdo con la letra del laudo de la Corona de
España. Hace constar, además, que en la localización de dicha extremidad
septentrional deben tenerse en cuenta no solamente las circunstancias hi-
9
drográficas, sino también las orográficas y topográficas". (Acta N 11,
9
Maracaibo, l de abril de 1931).
Ambas declaraciones contienen errores de hecho que conviene recordar.
La declaración venezolana yerra al afirmar que la línea Mata juna-Alto
de El Cedro corresponde a la interpretación del laudo por la Comisión de
1900, ya que expresamente dejó ésta constancia de que se apartaba del
laudo: a) en la selección de los Castilletes, no como correspondientes, sino
como sustitutivos de los Mogotes de los Frailes; b) la complicada línea la
determinaron en sustitución de la recta ("en derechura") del texto del
laudo, a fin de salvar para Venezuela el Golfo en vez de cortar la ensenada
de Calabozo.
Asimismo la declaración colombiana contiene el error de hecho en el
sentido de que la supuesta interpretación del laudo español por la Comi-
sión de 1900 fue sancionada por el laudo suizo, siendo así que éste sólo
confirmó las fronteras artificiales demarcadas de común acuerdo por la

54
Comisión de 1900-1901, y en la Sección Primera la frontera artificial ter-
mina en el hito del Alto de El Cedro. Contiene, además, otro error al afir-
mar que la línea debía ir "hasta la extremidad septentrional de la serranía
de Montes de Oca, de acuerdo con la letra del laudo de la Corona de Es-
paña", siendo así que el texto de dicha sentencia establece que debe llevar-
se por el "lado de arriba" —es decir, occidental— a los términos de dichos
Montes por el lado del Valle de Upar, el cual no está en la parte septen-
trional de los mismos. De igual manera la declaración venezolana contiene
el error de suponer que la línea debía ir por el divorcio de aguas, siendo
así que lo dispuesto por el laudo era que debía seguir por los términos de
Montes de Oca por el lado del Valle de Upar.
Esta confusión de la delegación de Venezuela de 1931 nos parece incom-
prensible, pues como recordamos, en 1910 el negociador venezolano Gus-
tavo J. Sanabria, había llegado a la conclusión de que la línea establecida
por el laudo iba por los términos de Montes de Oca por la parte occidental,
y que tirando la línea recta hacia el mar se llegaría a la Punta de Casti-
lletes de la costa occidental de la Guajira que figura en el mapa del Mag-
dalena levantado por el colombiano Ponce de León (1864). A tal conclu-
sión había llegado merced al informe de José Miguel Crespo Vivas (Ca-
racas, 7 de mayo de 1910) según el cual, el laudo había atribuido a Vene-
zuela "la falda occidental de Montes donde nacen los ríos más importantes
de la Guajira: el Hacha y el Calancala". Asimismo, en parecidos términos
se había expresado el General Domingo Díaz en su carta-informe al Mi-
nistro de Relaciones Exteriores de Venezuela (Cúcuta, 13 de octubre de
1910).
Por lo visto, fenómeno frecuente en nuestros negociadores, los Comi-
sionados de 1930-31 no habían estudiado los antecedentes y negociaciones
anteriores.
Volvamos a Castilletes. La Comisión de 1900 levantó un hito de piedras
movedizas en la meseta del Castillete Sur. Como para 1930 ya no hay ni
vestigio de él, la nueva Comisión erige uno nuevo, firme y duradero en
medio del eje mayor de la meseta. Por consiguiente, queda sin demarcar
el "Sector X" entre ese hito N« 1 de Castilletes y el mar.
Para determinar este Sector X cabrían dos posibilidades extremas:
1. Que el punto sobre la mar estuviera en la dirección de los paralelos
al pie del cerro de Castilletes, a una distancia aproximada del hito N' 1
de unos 100 m lineales.
2. Que el punto sobre el mar estuviera en la costa occidental de la
Guajira, como entendía Gustavo J. Sanabria en 1910. por el lado de los
Castilletes que figuran en el mapa colombiano de Magdalena (1864). Mu-
chos años antes aparecen esos Castilletes occidentales en el ya mencionado
mapa de Fidalgo, al Sur del "Cerrito de los Remedios", sitio donde estuvo
Nuestra Señora de los Remedios del Cabo de la Vela. Igualmente apare-
cen en los de Codazzi.
Entre los dos extremos caben tantas posibilidades teóricas de puntos
sobre el mar en la costa occidental, septentrional, y oriental de la Guajira,
donde podría tirarse la línea del hito de Castilletes al mar, cuantos ima-
ginarse puedan.
Pero la determinación de ese punto no queda al capricho de los demar-
cadores. Las Partes deben proceder con extrema cautela.

55
En el caso de Venezuela, desde la Constitución de 1864 hasta la actual-
mente vigente de 1961, al Estado le está prohibida toda enajenación de
territorio que en derecho corresponda a la República. Pero si al mandato
constitucional se agrega la circunstancia especialísima de que el "Sector
X" corresponde a una de las zonas de mayor interés nacional, por cuanto
de su determinación depende la cuestión de la delimitación de las áreas
marinas y submarinas, entre Venezuela y Colombia, mayor ha de ser el
cuidado con el que deben proceder el gobierno y los Altos Comisionados
que se ocupen de esta materia.
Ahora bien, de los instrumentos jurídicos que han venido normando las
relaciones entre Venezuela y Colombia en materia de límites, es claro que
ni las actas de la Comisión Mixta de 1900, ni el laudo suizo de 1922, ni las
actas de la Comisión de límites de 1930-31, ni el tratado de 1941 señalan
la pauta para la determinación del Sector X, pues dichos instrumentos se
refieren a lo demarcado, y no a lo que falta por demarcar. Únicamente el
laudo español —aceptado por las partes— constituye la norma para la
fijación de la línea del hito N' 1 de Castilletes al mar.
Mas, a reserva de los planteamientos que se podrían presentar sobre
irregularidades del arbitramento, veamos qué establece el laudo español.
La parte resolutiva dice:
"Vengo en declarar que la línea de frontera en litigio entre la República de Co-
lombia y los Estados Unidos de Venezuela, queda determinada en la forma si-
guiente :
Sección la. Desde los Mogotes llamados los Frayles, tomando por punto de
partida el más inmediato a Juyachí, en derechura a la línea que divide el Valle
de U p a r de la provincia de Maracaibo y Río de la Hacha, por el lado de arriba de
los Montes de Oca, debiendo servir de precisos linderos los términos de los refe-
ridos montes, por el lado del Valle de Upar, y el mogote de Juyachí por el lado
de la Serranía y orillas de la mar".

Entendemos que el laudo contiene los siguientes elementos que se deben


tomar en cuenta para la determinación del "Sector X " : 1) Los Mogotes
de los Frailes; 2) Juyachí; 3) que del punto inicial se pueda tirar una
línea recta ("en derechura"), "por el lado de arriba", es decir, por el lado
occidental de Montes de Oca, a la "línea (sic) que divide el Valle de Upar
de la provincia (sic) de Maracaibo y Río de la Hacha".
Naturalmente, dado que la línea Castilletes-Alto del Cedro no es revi-
sable, a no ser que se denuncien como nulos el laudo suizo de 1922 y el
tratado de 1941, la norma contenida en el laudo español ha de aplicarse
respetando el mencionado trazado Castilletes-Alto del Cedro.
Mas, como quiera que la Comisión de 1900 expresamente declaró que
no habían hallado los Mogotes de los Frailes, las partes están ahora obli-
gadas a buscarlos explorando la costa Guajira más allá de Tucacas (hoy
Puerto López), a donde llegó la exploración de la comisión de 1900.
Pero ese punto de los Mogotes de los Frailes debe ser tal que desde él
se pueda trazar una recta ("en derechura") por el lado occidental de los
Montes de Oca a la antigua divisoria jurisdiccional entre Valledupar (de
la gobernación de Santa Marta) y las provincias de Maracaibo y Rioha-
cha. Como quiera que Juyachí es un término genérico, común en la Gua-
jira, para significar quebrada, cacimba, manantial, etc., su determinación
no ofrece especial dificultad. De todas maneras, a nuestro juicio, lo que

56
es fundamental es que se respete lo estipulado por el laudo en el sentido
de la recta en la dirección y término antes indicados, lo cual no es posible
sino desde las orillas del mar Caribe.
En sentido de sur a norte, como describe la línea el título fundamental,
a saber, el Acta de Sinamaica de 1792, si se traza una recta desde aquella
divisoria jurisdiccional de Valledupar, Maracaibo y Riohacha por el lado
occidental de los Montes de Oca hacia el mar, no nos lleva al borde del
Golfo de Venezuela sino al del Caribe.
Dentro de las más variadas posibilidades, una dirección que nos parece
ajustada al título es la que, siguiendo la orientación general de los Montes
de Oca, vendría a terminar al Oeste del Cabo Chichibacoa (Punto B en
el mapa anexo), pero bien podrían también cumplir con el mandato del
arbitro otras rectas al norte y al oeste de la Guajira, como la dirección
aproximada de la recta de Mata juna (Punto A en el mapa), pero hacién-
dola partir del lado occidental de los Montes de Oca, o las que terminaran
respectivamente en el Cabo de la Vela, cuyos mogotes ya hemos mencio-
nado, o en los Castilletes occidentales, como era la posición oficial de Ve-
nezuela en las discusiones de 1910-1911.
La determinación de la recta imaginaria en cuestión es una materia de
naturaleza técnica que debe ser fijada, siempre de conformidad con el lau-
do español, por los gobiernos de Venezuela y de Colombia.
Una vez fijado el punto donde debía haber terminado la recta en el mar,
se trazaría la frontera definitiva uniendo ese punto con el hito 1 de Cas-
tilletes, reintegrando Colombia a Venezuela la parte de la Guajira que
quedara al este de esa línea, es decir, restableciéndole a Venezuela su in-
memorial dominio soberano sobre todas las costas del Golfo.
De ello se concluye que, mientras no se demarque, conforme al derecho
estricto de las Partes, la frontera en los Montes de Oca a partir del Alto
del Cedro, y entre el hito 1 de Castilletes y el mar, resulta improcedente
toda discusión sobre delimitación marítima entre los dos países.
Sea propicia la ocasión para que instemos a los Altos Comisionados de
Venezuela para que, poniendo de su parte toda su influencia, se comience
pronto a preparar el caso. No pueden seguir las comisiones mixtas actuan-
do como si toda la frontera terrestre estuviere definida y demarcada, con
pretendido desconocimiento de las fallas señaladas sobre los dos sectores
indicados correspondientes a la misma Sección Primera del laudo español.
La misma negligencia de los demarcadores de 1900 y 1930-31 se puso de
manifiesto en 1968 cuando se realizaron los trabajos de refacción de los
hitos, sin que se preocupara la Cancillería de precisar a qué punto sobre
el mar había que trazar la línea desde el hito 1 de Castilletes.
Destacamos la gravedad de esa negligencia por cuanto para la fecha
habían transcurrido tres años desde que Colombia, en abril de 1965, había
otorgado las concesiones solicitadas por la "Colombia Cities Service", al-
gunas al sur de Castilletes, siguiendo la línea Boggs.
El 18 de enero de 1966 apareció la denuncia de dichas concesiones, he-
cha por el Senador Claudio Bozo, quien declaró que había depositado los
documentos justificativos en el Congreso. Pero, aunque el Ministerio de
Minas e Hidrocarburos pretendió desmentir a Bozo (El Universal, 31 de
enero de 1966) la Cancillería debía estar enterada, pues las concesiones,
con el mapa correspondiente, habían aparecido en la Gaceta Oficial de
Bogotá. Incluso la VOSA (Venezuelan Oil Scouting Agency, Apartado

57
3963, telf. 718113) en su Boletín Informativo del 10-1-1966, daba cuenta
de esas concesiones en el Golfo de Venezuela. Por lo visto, el Gobierno de
Venezuela no reparaba en que, mientras Colombia otorgaba unilateralmente
esas concesiones, el "Sector X " , entre el hito 1 de Castilletes y el mar, se-
guía sin demarcar.
Pero aún es más grave el hecho de que los Ministros de Relaciones Inte-
riores (Gonzalo Barrios) y de Minas e Hidrocarburos (Manuel Pérez
Guerrero) por lo visto sin previa consulta con la Cancillería, habían ini-
ciado conversaciones sobre delimitación de las áreas marinas y submari-
nas del Golfo de Venezuela con el entonces Presidente electo de Colombia,
Dr. Carlos Lleras Restrepo, y con el hoy Presidente, Dr. Virgilio Barco.
Estas conversaciones se prolongaron en Bogotá por parte del Dr. Julio
César Arreaza, Director General del Ministerio de Minas e Hidrocarbu-
ros, en representación de Venezuela, y del Dr. Carlos Gustavo Arrieta,
Ministro de Minas y Petróleo, al frente de una delegación en representa-
ción de Colombia, culminando todo con un acuerdo sobre exploración sis-
mográfica del Golfo de Venezuela firmado entre la Corporación Venezo-
5
lana del Petróleo y la empresa estatal colombiana Ecopetrol (1966) .
El propio año de 1968, cuando las comisiones realizaron los trabajos
de refacción de los hitos de la Guajira, el Canciller Ignacio Iribarren Bor-
ges, en respuesta a nota del Embajador Arciniegas, quien no se recató de
insinuar cómo había sobrevivido en el exilio colombiano el Presidente Leo-
ni, para señalar que era el momento oportuno para el arreglo ya que
gobernaban en los respectivos países Presidentes amigos, fijó la posición
de Venezuela en el sentido de que, formando parte del territorio nacional
el Golfo de Venezuela al sur del "paralelo de Castilletes", no cabía discu-
sión sobre esa área.
Pero, ¿cómo podía la Cancillería venezolana hablar del "paralelo de
Castilletes" con sentido político, si ni entonces ni ahora, ha sido demar-
cado el "Sector X" entre el hito 1 y el mar?
Debemos poner punto final. Las negociaciones posteriores, tanto las
llevadas a cabo en Roma, bajo la administración del Presidente Caldera,
como las correspondientes al gobierno del Presidente Pérez, y las de Ca-
raballeda bajo la presidencia de Herrera Campíns, tenían por objeto la
delimitación de áreas marinas y submarinas sin haber determinado pre-
5. Para restablecer la cronología correcta de esas conversaciones iniciales, recurri-
mos a la Carta de Venezuela publicada por la Oficina Central de Información
9
( O C I ) del Gobierno venezolano, N 74, del 20 de junio de 1966. Según esta pu-
blicación, la visita de cuatro días del Presidente electo Carlos Lleras Restrepo se
inició el 16 de junio. Le acompañaban su esposa doña Cecilia de la Fuente de
Lleras, los doctores Germán Zea Hernández y Virgilio Barco, ex ministros; el
industrial Antonio Oviedo, el Coronel Gustavo Matamoros, edecán militar, y el
Embajador de Venezuela en Bogotá, doctor Miguel Ángel Burelli Rivas. Ense-
guida se trasladó a La Casona, donde "conversó largamente" con el Presidente
Leoni. Posteriormente fue recibido en el Congreso Nacional, en sesión solemne
en su honor. El 17 de junio "el doctor Lleras se entrevistó con diversos represen-
tantes del sector gubernamental. En la mañana del sábado 18 de junio Lleras ofre-
ció una rueda de prensa a los periodistas nacionales y extranjeros. Posterior-
mente él y su señora esposa acompañaron a la familia Leoni a la residencia de
'La Guzmania', en el litoral, y en la mañana del día domingo emprendieron el via-
je de regreso a Bogotá". La publicación termina diciendo: "El Gobierno y el pue-
blo de Venezuela manifestaron su más sincera complacencia por la visita de este
admirado estadista, quien representa y encarna las mejores esperanzas de la her-
mana nación colombiana".

59
viamente el punto de contacto de la frontera terrestre con el mar, punto
de donde necesariamente debe partir cualquier línea de delimitación marí-
tima que se proponga y se acuerde. ¿Hasta cuándo se ha de actuar con
olvido del "Sector X " , o sea, el trayecto entre el hito 1 y el mar que debe
ser delimitado conforme a derecho? Como conclusión asentamos que, con
toda la información que hoy en día posee el Estado, no es admisible para
la colectividad venezolana que el Gobierno y sus representantes procedan
en la defensa de los más altos intereses de la patria, con la "ligereza" tra-
dicional que ha signado la conducta de los representantes, que para des-
gracia del país, han firmado tratados, acuerdos, actas, etc., que han lesio-
nado profundamente la integridad del territorio nacional.

RESUMEN DE CONCLUSIONES DE LA TESIS NACIONAL

Llegados al término de nuestra exposición, señores Altos Comisionados


de Venezuela, les presentamos el siguiente resumen de conclusiones, las
cuales, por otra parte, concuerdan plenamente con la copiosa y de todo
punto irrefutable titularidad de Venezuela, no sólo sobre las aguas, sino
también sobre todas las costas del Golfo del que deriva su nombre y su
existencia como nación, tema que escapa —por la extensión que alcanzaría
su desarrollo— al propósito que inspiró el presente documento.
Nuestras conclusiones son las siguientes:
1. Todos los proyectos de delimitación marítima entre Venezuela y
Colombia, hasta ahora presentados, se basan en dos supuestos erróneos:
a) Que toda la frontera terrestre ya ha sido demarcada:
b) Que el laudo español de 1891 asignó a Colombia costas sobre el
Golfo de Venezuela.
2. La Tesis Nacional niega que el laudo español asignara a Colombia
costas en el Golfo de Venezuela: ni secas, ni con proyección marítima.
Esas tesis se fundamentan, no en el laudo, sino en mapas incorrectos, y
desautorizados por el propio arbitro español.
3. La Tesis Nacional sostiene que, en virtud del laudo español de 1891,
confirmado por el laudo suizo de 1922 y por el Tratado de 1941. en el sec-
tor de Montes de Oca, que no ha sido todavía demarcado, la frontera debe
ir por el piedemonte occidental, de manera que Colombia devuelva a Ve-
nezuela toda la vertiente occidental donde apresuradamente explota las
minas de carbón de Cerrejón, las más ricas de Suramérica.
La demarcación ejecutada en 1978 por el gobierno del Presidente Pérez
llevando la frontera por las cumbres y divorcio de aguas, es decir, recono-
ciendo a Colombia la ladera occidental y, con ella, Cerrejón, y entregándole
la llave del Golfo de Venezuela y del lago de Maracaibo, viola los laudos es-
pañol y suizo, así como el tratado de 1941. Afortunadamente no puede
ser alegada contra Venezuela porque las actas no fueron firmadas. Esa
demarcación es nula de toda nulidad.
4. Como la frontera terrestre se queda en el hito 1 de Castilletes y
no llega al mar, la Tesis Nacional sostiene:
a) Hay que determinar, conforme a derecho, el Sector X, o sea, el tra-
yecto comprendido entre el hito 1 y el mar Caribe, y no el Golfo de Ve-
nezuela como pretende Colombia.

60
b) De conformidad con el laudo español se deben buscar los Mogotes
de los Frailes, no en la costa del Golfo, sino en la del mar Caribe; en todo
caso, el punto de contacto de la frontera terrestre con el mar debe hallar-
se en un punto desde donde pueda trazarse una línea imaginaria "en dere-
chura" —es decir, recta— a los términos occidentales de los Montes de
Oca por el lado del Valle de Upar, o sea, el Valle del Río Cesar, afluente
del Magdalena. Aquel punto no puede estar en el Golfo, sino en la orilla
del mar Caribe.
c) Como consecuencia del trazado del "Sector X " , que debe ir de Cas-
tilletes a un punto sobre la costa del Caribe al Oeste de la Punta de Chi-
chibacoa, la delimitación marítima, teniendo que comenzar en ese punto,
debe mantener a Venezuela en su legítima posesión del Golfo en todas sus
costas y espacio marítimo, y al mismo tiempo obligan a Colombia a devol-
ver a Venezuela la parte de la Guajira que detenta indebidamente.
5. En consecuencia, la Tesis Nacional exige que no se entre en discusio-
nes sobre la delimitación marítima entre Venezuela y Colombia hasta que
sea demarcada, conforme a derecho, la frontera terrestre al menos en los
sectores antes indicados: en Montes de Oca y en el "Sector X " , pues, de
conformidad con el Derecho Internacional y la más elemental lógica jurí-
dica las delimitaciones marítimas de ser procedentes, siguen a las terres-
tres, y no al revés.
6. Aparte de estos planteamientos teóricos que recomiendan y fun-
damentan la Tesis Nacional, principios elementales de política realista
(Realpolitik) la aconsejan:
a) Lleva la discusión al mar Caribe, lugar rehuido por Colombia, y la
aleja del Golfo, a donde nuestros vecinos nos quieren llevar para que sa-
crifiquemos en su favor parte de nuestro Golfo.
b) Revierte el tradicional contraste entre las iniciativas colombianas
y la pasividad de Venezuela, hasta el extremo de que pareciera que hasta
ahora nuestra diplomacia hubiere actuado a remolque de la Cancillería
de Bogotá. La Tesis Nacional aconseja que Venezuela tome, al fin, la ini-
ciativa.
c) La comunidad internacional comprenderá nuestro derecho para re-
chazar toda discusión sobre delimitación marítima hasta que se termine
la terrestre en los sectores de los que depende la división de las áreas ma-
rinas y submarinas, y no al contrario, y de igual manera comprenderá
que, en aplicación del laudo español, exijamos la entrega de la vertiente
occidental de los Montes de Oca, incluidas las Minas de Cerrejón.
d) No existen normas legales que obliguen a Venezuela a aceptar la
delimitación de áreas marinas y submarinas que solicite Colombia; en
cambio, la demarcación de la frontera terrestre que propugna la Tesis
Nacional se fundamenta en las normas jurídicas de los laudos y tratados
que son de obligatorio cumplimiento para Colombia y Venezuela.
e) Si Colombia se resistiere a discutir las cuestiones relativas a la de-
marcación terrestre, aparecería ante la comunidad internacional como la
parte intransigente, al revés de lo que ahora sucede al enrostrarnos ella
esa actitud porque defendemos nuestro Golfo. Implícitamente Colombia
estaría denunciando la nulidad de los laudos y tratados y, en ese caso,
procedería la revisión de toda la frontera, pues resulta inaceptable que
Colombia los invoque cuando la favorecen y rechace su aplicación cuando
le imponen obligaciones.

61
f) Estando comprometidos cuantiosos intereses de las transnacionales
en la explotación de Cerrejón, Venezuela dispone de un instrumento de
efectos incalculables, si exige, como debe, con carácter previo a la delimi-
tación marítima, que Colombia le devuelva la vertiente occidental de los
Montes de Oca.

**
Esta Tesis Nacional se ha propuesto a la consideración de los venezola-
nos, no como un dogma, sino como una materia abierta al debate, suscep-
tible de enriquecerse con el aporte de todos a fin de consolidar una posi-
ción venezolana sin influencias foráneas.
Ella se refiere únicamente a los sectores de la frontera que aún no han
sido demarcados; y para la demarcación exige la aplicación de los laudos
y tratados existentes. No promueve en este caso, la revisión o modifica-
ción de los sectores de la frontera ya demarcados ni exige la anulación de
los laudos y tratados; pero nos reservamos expresamente plantear y hacer
valer cualquier tesis que en derecho defienda, parcial o totalmente, la in-
tegridad territorial de Venezuela. Asimismo, nos reservamos elaborar la
argumentación histórico-jurídica que pueda sustentar la demanda de nu-
lidad de algunos de los instrumentos que hoy algunos consideran vigentes.
Tal es el caso del Acta de Castilletes del 29 de abril de 1900, en virtud
de la cual, el lindero natural de los Mogotes de los Frailes, y en concreto
el de Juyachí, indicado por el laudo español de 1891, fue sustituido por
otros linderos naturales, cuales son: el Castillete meridional, el borde de
la "laguna" de Cocinetas, y el Morro de las Calaveras. Esta demarcación
que excedió las facultades otorgadas a las Comisiones por la Convención
de 1898, incumplió lo dispuesto por la sentencia arbitral y violó la Consti-
tución Nacional de 1893, entonces vigente. No fue confirmada por el Con-
sejo Federal Helvético escogido por las Partes como juez de derecho. En
efecto, por sentencia del 24 de marzo de 1922 obligó a las Partes a ocupar
los territorios limitados por los linderos naturales indicados por la Corona
de España en 1891, y por los linderos artificiales fijados de común acuer-
do por las Comisiones demarcadoras. Como el primer hito artificial de
1900 es el ahora llamado de Matajuna, la recta que va desde ese lugar al
punto " A " sobre el borde del Mar Caribe señalado en el mapa anexo, es
un trazado derivado de los laudos al que no le afecta el Tratado de 1941.
Este instrumento no menciona los actos de demarcación de 1900, como
así los del año siguiente que se relacionan con sectores alejados de la
Guajira.
Recientemente el Doctor Osear Vila Masot ha introducido ante la Corte
Suprema de Justicia la demanda de nulidad del Acta de Castilletes del 29
de abril de 1900.

Por el Instituto Nacional de Estudios Territoriales y Fronterizos,

Dr. Ramón Raven Dr. Pablo Ojer

Dr. Salvador Itriago

62
ÍNDICE

TESIS NACIONAL DE LA SOBERANÍA EXCLUSIVA DE VENEZUELA


EN EL GOLFO Y EN MONTES DE OCA

INTRODUCCIÓN 5

I. LOS SUPUESTOS ERRÓNEOS 6


1. Los proyectos de delimitación marítima se basan en supuestos
erróneos 6
2. El laudo español no reconoció a Colombia en el Golfo, costas se-
cas, ni con proyección marítima 8
3. El fundamento de los mapas desautorizados 11
4. El supuesto erróneo de que toda la frontera terrestre ha sido de-
marcada 14

II. LA CUESTIÓN DE LOS MONTES DE OCA 15


1. Los Montes de Oca en la cartografía 17
2. Marco histórico 21
3. Importancia de los Montes de Oca en la actualidad 24
4. Análisis de los instrumentos jurídicos 28
5. De la demarcación de 1900 al tratado de 1941 36
a) El tema fundamental: la línea de las cumbres y divorcio
de aguas 37
6. El intento de demarcación de 1978 43
7. Las minas de Cerrejón 46
III. LA FALTA DE DELIMITACIÓN ENTRE EL HITO 1 DE CASTI-
LLETES Y EL MAR 48

RESUMEN DE CONCLUSIONES DE LA TESIS NACIONAL 60


ESTE L I B R O SE T E R M I N O DE
IMPRIMIR EL DÍA 2 DE AGOSTO
DE MIL NOVECIENTOS NOVENTA
EN LAS PRENSAS VENEZOLANAS
DE EDITORIAL ARTE, EN LA
CIUDAD DE CARACAS

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