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VIOLENCIA CONTRA LOS PADRES: El 48% de las intervenciones del Equipo de

Protección y Atención a la Familia de la Policía Local (EPAF) se deben a


agresiones de hijos a padres entre 12y 17 años. Y ser de clase media y media alta.

Se cree que se desconocen las cifras reales de esta violencia familiar

Sólo uno de cada ocho padres se atreve a denunciar

Estas situaciones en las que los hijos adolescentes se vuelven violentos no son
propias de clases bajas como pueden pensar 'a priori'. «Estamos comprobando que
es en las clases medias y media alta donde se dan más casos.

Creemos que es porque estos padres les han consentido muchos caprichos

según la percepción de la cabo Carmen Sáez, encargada de impartir la charla.


«Llamar a la Policía para denunciar a tu propio hijo es muy duro pero hay que
hacerlo si queremos solucionar el problema».

Las conductas más habituales son las amenazas, el maltrato psicológico, insultos y
humillaciones, lesiones leves como arañazos o bofetadas, empujones, golpes y
roturas de mobiliario. «Ante el primer signo de violencia, por mínimo que sea, deben
llamarnos porque nuestra intervención consigue atajar estas conductas ya que los
jovenes se dan cuenta de las consecuencias que puede tener su comportamiento»,
insistió la cabo.

Si persiste en su comportamiento se puede llegar a sanciones que pasan por


terapias, privación de libertad y órdenes de alejamiento en última instancia. «Hay
padres que sueñan con esto debido a lo insostenible que se ha vuelto la situación
con su hijo. Los padres están desbordados».

hay muchos, demasiados, chicos y chicas que empiezan desobedeciendo a sus


padres, para pasar al insulto o a la amenaza, seguir con la ruptura de objetos de
casa y acabar levantando la mano... Y muchos padres, también, que viven con
miedo a sus hijos.

La notable preocupación de psicólogos, psiquiatras, psicopedagogos, educadores,


profesores, madres y padres por la pérdida de respeto de los adolescentes a la
autoridad, por las vejaciones constantes que sufren los progenitores y por la
necesidad de frenar la violencia filio-parental es la razón fundamental que les ha
empujado a concentrarse durante dos días en la capital, convocados por la
Asociación para la Gestión de la Integración Social (GINSO) y el Programa Recurra.

Consciente de la necesidad de ayudar a las familias desde que "un día me encontré
ante una madre que llevaba la cara vendada porque su hijo le había partido la nariz
al darle con la hebilla de su cinturón porque, tal y como él me dijo, 'la muy puta no
me había lavado la camisa verde"
Se trata de un problema de países ricos, impensable hace 30 años en nuestro país.
"Esto no ocurre en familias gitanas, por ejemplo, ¿qué niño gitano se atreve a pegar
a su madre? Ninguno, porque el principio de autoridad está muy claro en estas
sociedades", agrega el psicólogo Urra.

La voz de Carmen Arnaz ejemplifica lo que es ser una víctima de esta forma de
violencia. "Los problemas con mi hijo que ahora tiene 18 años empezaron a la vez
en casa y en el colegio, pero al llegar la adolescencia se hizo desbordante. Se pasa
realmente mal, es tu hijo, le quieres pero no puedes con él y finalmente tienes que
tomar la decesión de denunciarle".

Este experto asevera que los afectados suelen ser "padres demócratas e
indulgentes, permisivos". A lo que Javier Urra añade: "No imponer normas, no
mantenerse firme en los castigos, buscar a una tercera persona para sancionar",
son el abono idóneo para el conflicto entre padres e hijos. "La tiranía se aprende, y
si no hay normas, los pequeños interiorizarán que tienen un esclavo y, de más
mayores, serán incapaces de manejar la frustración".

El excampeón olímpico de waterpolo, Pedro García Aguado, conocido por el ser


conductor del programa televisivo ‘Hermano mayor’, conoce bien el fenómeno de
los jóvenes que agreden a sus padres, una epidemia que, lejos de ir a menos,
afecta cada vez a más familias y se alimenta del silencio, el sentimiento de culpa y
la vergüenza de las víctimas. Dice: «Los padres interiorizan que el chico o la chica
se les ha ido de las manos y se acostumbran a vivir con el miedo a que su hijo
estalle en cualquier momento. Así que no hacen nada que crean que puede
molestarle. Y van tirando como pueden. Es la última fase del problema, cuando ya
es prácticamente imposible encontrar una solución», enfatiza el melladista olímpico.

«Los padres aguantan mucho y las madres, más –coincide la experta con los
planteamientos del juez Emilio Calatayud y de Pedro García Aguado–. No hay que
esperar a que se pongan a romper muebles, a destrozarlo todo. Es preciso abordar
el problema antes de llegar a esos extremos».

En ese museo de los errores y los horrores que es la violencia de los hijos contra
sus padres, abundan las amenazas dichas a voces, exabruptos que, a menudo,
duelen más que los golpes. «¡Callate, que yo soy un hombre y tú no eres nada!»
«¡Puta, no quiero esta contigo! ¡Te tengo que mandar a gente que te quiebre las
piernas!» «¡Te voy a sacar los ojos!» «¡Te tengo que dar diez puñaladas!» «¡Eres
una mierda, me cago en tus muertos!» «¡Chivata, voy a prender fuego a la casa!»
«¡Viejo, asqueroso!» «¡A ver si te da un ataque de los tuyos y te mueres!» «!Como
no me dejes salir, me tiro por la ventana!» «¡Loca, que estás loca!»...
Así es como se expresa una tragedia que está a la orden del día. Aunque suene
obscenamente frívolo, es el delito ‘de moda’ entre los menores.

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