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Educación, conocimiento y nuevas tecnologías.

Resumen.

Que la educación cambia de acuerdo con la estructura de la sociedad es algo que se sabe en la sociología al
menos desde la obra de Emile Durkheim. De acuerdo al sociólogo francés, la educación debe entenderse
como “la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que no están aún maduras para la vida
social” con el objetivo de "desarrollar en el niño determinado número de estados físicos, intelectuales y
morales que reclaman de él, por un lado, la sociedad política en su conjunto, y por otro, el medio especial al
que está destinado" (Durkheim, 1966:XX). En breve, entonces, el esfuerzo de educar se define por (i) la
diferencia de edad entre generaciones adultas y las nuevas generaciones y (ii) la transmisión de
conocimientos definidos como socialmente necesario para la mantención de la estabilidad de la sociedad
(véase también Corsi, 2002). En otros términos, educación se define en las dimensiones temporal y objetual
del sentido (Luhmann, 2012a).

En la siguiente presentación plantearemos la siguiente tesis: la configuración de la educación cambia de


acuerdo con la introducción de los nuevos medios de difusión, en tanto ellos alteran la manera en la cual las
dimensiones mencionadas (i y ii) se expresan. Así, la educación de una sociedad basada en el lenguaje oral
difiere cualitativamente de una educación en una sociedad fundamentada en la invención de la escritura, en
la masificación de las posibilidades de lectura gracias a la imprenta o a la masificación del uso del
computador.

Para avanzar en el planteamiento de esta tesis seguiremos la hipótesis de la arqueología de los medios,
como ha sido desarrollada en las últimas décadas por Dirk Baecker (2007) en base a Niklas Luhmann (2012a,
2012b). De acuerdo con Baecker, el cambio en el medio de difusión dominante en una sociedad tiene
consecuencias importantes en la estructura de la sociedad. Siguiendo a Luhmann, este autor identifica
cuatro medios de difusión principales: lenguaje, escritura, imprenta y computador, donde cada uno pone a
disposición de la sociedad un excedente de sentido que debe ser tratado de manera selectiva en términos
estructurales y semánticos. En base a esta forma de análisis, examinaremos los cambios en la educación, en
particular en lo que refiere a los cambios en las dimensiones temporal (antes/después) y objetual (esto/lo
otro).

Desarrollo. Borrador.

En particular, nos concentraremos en los efectos de la aparición de la escritura, la imprenta y el


computador. La escritura aumenta la complejidad de la sociedad en tanto facilita la diseminación de signos
de signos i.e. símbolos (Luhmann, 1996:61-63). Como consecuencia de ello, la comunicación toma en
consideración referencias a cosas, personas y eventos y ya no puede ser controlada en la interacción
(Luhmann, 2012a:162).

En este sentido, la escritura implica una verdadera explosión en los horizontes temporales con los cuales la
sociedad debe lidiar. En respuesta a este desafío, la sociedad reacciona a través de la forma cultural de telos.
A través de la noción de telos se reduce la complejidad de la sociedad, en tanto ella permite asumir un
orden natural inalterable en el cual individuos, eventos y cosas se asignan a estratos superiores o inferiores
(Baecker, 2007d:13). Correspondientemente, la educación se adecúa a los límites de la comunicación. Hasta
bien avanzado el siglo XVIII, la idea de una educación diferenciada según clases sociales no resulta
problemática (Luhmann, 2002).

La creación de la imprenta tiene nuevas consecuencias en la sociedad. Gracias a ello es posible asumir la
existencia de una audiencia dispuesta a formar sus propias opiniones mediante la lectura individual
(Baecker, 2007d:23). Este proceso rompe con la anterior legitimidad de los estratos sociales y es reflejado en
un nuevo interés en temáticas de ilustración e individualismo en los siglos XVII y XVIII (Luhmann, 1993;
Baecker, 2011). En términos estructurales, la emergencia de los medios de comunicación simbólicamente
generalizados parece ofrecer una alternativa para lidiar con este nuevo desafío en términos de las
posibilidades constantes de comparación y crítica. Los sistemas funcionales no se basan en esencias, como
fue el caso de las diferencias en previas sociedades estratificadas, sino en el cumplimiento de una función
específica (Luhmann, 2012a).

La educación cambia en esta dirección. Ella no trata ya de la reproducción de diferencias naturales sino más
bien de la promoción de la transmisión de conocimientos adecuados para la adaptación de los individuos en
distintos ámbitos funcionales por parte de las generaciones precedentes. A través de distintas formas de
educación se espera transformar a la educación de acuerdo con las intenciones de los planificadores.

El computador es el último medio de difusión. Su impacto radica en su capacidad de operar como ‘máquinas
invisibles’, capaz de reorganizarse a sí mismas continuamente siguiendo su propia memoria y operaciones
(Luhmann, 2012a:182). Para la sociedad, ello conlleva la obligatoriedad de lidiar con la participación de los
computadores en la comunicación y la consecuente imposibilidad de saber con certeza quién es el autor de
la información en la pantalla y cuáles son las posibilidades de confiar en esas fuentes (Luhmann, 2012a:187).

Las premisas de experticia en que se fundamentaba la educación se ven afectadas de manera directa. El
problema de autoridad parece ser en esta dirección consecuencia del hecho de que sus salvaguardas
originales, como la estratificación o la reputación derivada de las lecturas, se hacen superfluas y son
reemplazadas en adelante por el desconocimiento de la fuente (Baecker, 2007d:22; Luhmann, 2012a:185).
Con ello, la idea de conocimientos socialmente necesarios pierde su carácter anteriormente inequívoco.

Al mismo tiempo, la diferencia entre generaciones pierde su anterior legitimidad. Por razones de
familiariedad, las nuevas generaciones tienen menores problemas al lidiar con estas nuevas tecnologías,
alterando la relación tradicional en que se basaba en periodos anteriores la comunicación educacional.

Julio Labraña, Karen Rosenfeld

Referencias

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