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HISTORIA

^MVNDO
A n t ïo v o 38
o
,
Esta historia obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
f im m ,
rias universidades españolas pretende ofrecer el último estado
,
de las investigaciones y, a la vez ser accesible a lectores de di­
HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­
, ,
tores antiguos mapas, ilustraciones cuadros cronológicos y
orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con
°^MVNDO ,
un doble valor de modo que puede funcionar como un capítulo
del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
ANTÎGVO monografía. Cada texto ha sido redactado por. el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

25. J. F ernández N ieto, La guerra 44. C . G onzález R o m án , L a R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. C aballos-J. M . S errano, 26. J. F ernández N ieto, Grecia en pompeyanos.
Sum er y A kka d . la primera m itad del s. IV. 45. J. M. R oldán, Instituciones po­
2. J. U rru ela , Egipto: Epoca Ti- 27. D . P lácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Imperio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. M ontero, L a religión roma­
3. C . G . W ag n er, Babilonia. 28. J. F ernández N ieto , V. A lon­ na antigua.
4. J. U rru ela , Egipto durante el so, Las condiciones de las polis 47. J. M angas, Augusto.
Imperio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J. M angas, F. J. Lom as, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-Claudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J. F ernández N ieto , E l m un­ 49. F. J. Lom as, Los Flavios.
Imperio N uevo. do griego y F Hipa de Mace­ 50. G. C hic, La dinastía de los
7. J. A lvar, Los Pueblos del M ar donia. Antoninos.
y otros movim ientos de pueblos 30. M . A . R a b a n a l, A lejandro 51. U . Espinosa, Los Severos.
a fines del I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J. F ernández U biña, El Im pe­
8. C . G . W agner, Asiría y su 31. A. L ozano, Las monarquías rio Romano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I: El Egipto de los militar.
9. C . G . W agner, Los fenicios. Lágidas. 53. J. M uñiz Coello, Las finanzas
10. J. M . B lázquez, Los hebreos. 32. A. L ozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe- helenísticas. II: Los Seleúcidas. rante el A lto Imperio.
nodo Interm edio y Epoca Sal­ 33. A. L ozano, Asia M enor he­ 54. J. M. B lázquez, Agricultura y
ta. lenística. minería romanas durante el
12. F. Presedo, J. M. S erran o , La 34. M . A. R abanal, Las monar­ A lto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. III: Grecia y 55. J. M. B lázquez, Artesanado y
13. J. A lv ar, Los persas. Macedonia. comercio durante el A lto I m ­
35. A. P iñero, L a civilización he­ perio.
lenística. 56. J. M angas-R . C id, E l paganis­
mo durante el A lto Imperio.
14. J. C . Berm ejo, E l m undo del ROMA 57. J. M. S antero, F. G aseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
15. A. L ozano, L a Edad Oscura. 36. J. M artín ez-P in n a, El pueblo
58. G . B ravo, Diocleciano y las re­
16. J. C . Berm ejo, E l m ito griego etrusco.
form as administrativas del I m ­
y sus interpretaciones. 37. J. M artín ez-P in n a, L a Rom a perio.
primitiva.
17. A. L ozan o , La colonización 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
38. S. M ontero, J. M artín ez-P in ­
gnegtf. cesores. La conversión del I m ­
na, El dualismo patricio-ple­
18. J. J. Sayas, Las ciudades de Jo- perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, E l paganismo tardío
39. S. M o n te ro , J. M artínez-P in-
do arcaico. n a, La conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R . López M elero, E l estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, La época de los Va-
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, E l período de las pri- lentinianos y de Teodosio.
20 . R . López M elero, L a fo rm a- meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evolución
ción de la democracia atenien­ 41. F. M arco, La expansión de del Imperio Rom ano de O rien­
se, I. El estado aristocrático. R om a por el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21 . R . López M elero, La fo rm a­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G . B ravo, E l colonato bajoim-
ción de la democracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J. F. R odríguez N eila, Los 64. G. B ravo, Revueltas internas y
22. D . Plácido, C ultura y religión Gracos y el comienzo de las penetradones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras civiles. Imperio i
23. M . Picazo, Griegos y persas en 43. M .a L. Sánchez León, R evuel­ 65. A. Jim énez de G arnica, La
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Imperio R o­
24 . D . Plácido, L a Pentecontecia. República. mano de Occidente.
WmWum
HISTORIA
^MVNDO
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ROMA
Coordinación:
Pedro López Barja de Quiroga

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Los Berrocales del Jarama
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Impreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstoles (Madrid)
Printed in Spain
EL DUALISMO PATRICIO-PLEBEYO

S. Montero, J. Martínez-Pinna
Indice

ï. El origen de la República ............................................................................... 7

IL El dualismo patricio-plebeyo ......................................................................... 12

ÏII. El decenvirato y el desarrollo constitucional .............................................. 21

IV. Las leyes licinio-sextias .................................................................................... 33

V. La Liga Latina y los pueblos sabélicos ........................................................ 41

VI. Roma y Veyes ..................................................................................................... 44

VII. La invasión gala ................................................................................................ 47

VIII. La expansión política romana ........................................................................ 51

Cronología ................................................................................................................ 54

Bibliografía ..................................................................................................................... 55
El dualismo patricio-plebeyo 7

I. El origen de la República

El problem a de cómo se instituyó la dose las vacantes con elementos to­


República en Rom a constituye toda­ mados de las centurias ecuestres.
vía un tema muy complejo y amplio Sin embargo, los Tarquinios no re­
en los diferentes aspectos que conlie- nunciaron sin más a sus derechos so­
ne. y por ello no deja de atraer cons­ bre el trono de Roma y durante varios
tantemente la atención de los investi­ años intentaron por todos los medios
gadores. Según cuenta el relato tradi­ reconquistar el poder. Para ello no
cional, el último rey de Roma, Tarqui­ du daron en fomentar conspiraciones
nio el Soberbio, se distinguió por su en la propia ciudad, con participa­
perversidad, su crueldad y su arro­ ción incluso de los hijos del liberta­
gancia, así como por cometer todo dor Bruto, pero habiendo fracasado
tipo de atrocidades, y fue precisamen­ por este camino, trataron de lograr
te una acción de este tipo, en concreto sus propósitos acudiendo a la fuerza
la violación de Lucrecia por Sexto de las arm as con la ayuda exterior:
Tarquinio, hijo del rey, la que provo­ las sucesivas intervenciones de diver­
có la expulsión de la realeza. Esta úl­ sas ciudades etruscas, primero Veyes
tima es presentada como una revuelta y T arquinia y a contin uación C lu ­
de palacio dirigida por L. Junio Bru­ sium con su rey Porsenna. y en últi­
to. quien tom ando como pretexto el mo lugar de los latinos comendados
ultraje de Lucrecia, levantó al pueblo por la ciudad de Tusculum, tampoco
y al ejército contra la tiranía de Tar­ consiguieron entronizar de nuevo a
quinio. De esta manera, el año 509 Tarquinio en Roma, por lo que final­
asiste en Roma a la desaparición de mente el rey se retiró a Cumas, donde
la m onarquía como sistema político y fue acogido por su tirano Aristodemo,
a su sustitución po r un régimen repu­ m uriendo en el año 495 a. C. A partir
blicano: el poder del rey fue a partir de estos momentos ya no vuelve en
de entonces ejercido por dos magis­ Roma a oirse hablar de los Tarqui­
trados, llam ad os consules, elegidos nios, y el régimen republicano m ar­
anualm ente por la asamblea popular; cha ya firmemente hacia adelante.
por otra parte, la institución m o n ár­ El relato tradicional sobre el origen
quica no desaparece del todo, sino de la República romana, que tan su­
que se mantiene relegada a la esfera m ariamente acabo de exponer, inten­
religiosa representada por el rex sa­ ta dem ostrar que el cambio de régi­
crorum o sacrificulus y bajo el control men se produjo debido a una impe­
del p o n tífice m áx im o ; el S enado, riosa necesidad de modificar las ins­
muy m erm ado por los crímenes de tituciones, que la m onarquía había
Tarquinio, fue recompuesto cubrién­ degenerado en una tiranía y que en
8 A kal Historia del M undo Antiguo

consecuencia era imprescindible de­ de las fuentes fundamentales para el


volver a los ciudadanos la libertad estudio de la República rom ana, so­
perdida. Para ello, los analistas acu­ bre todo p ara su prim er siglo: hay
dieron a toda clase de anéctodas o que tener presente que la lista de m a ­
historietas morales que justificaran gistrados no sólo servía a efectos de
esta transform ación, elevaron a los cóm puto de tiempo, sino que además
pro tago nistas de tan trascendental marcó el punto de arranque de la for­
acto a la categoría de héroes, no sola­ m ació n de la tradición analística,
mente a aquellos calificados de tira- proporcionándole una sólida estruc­
nicidas. sino también a otros (H ora­ tura. La historicidad de los Fastos ha
cio, Cocles, M ucio Scévola, Clelia) sido repetidamente puesta en duda,
cuya intervención no deja de ser epi­ llegándose incluso a negarle toda va­
sódica. y en definitiva recurrieron a lidez documental con anterioridad al
todos los elementos posibles que de siglo IV a. C. (R. Werner): en la actua­
una manera clara evidencien el co­ lidad la tendencia hipercrítica parece
mienzo de una nueva y gloriosa era hab er dism inuido considerablem en­
en la que el odium regni se perfila te. aceptándose su historicidad en ge­
como pauta de com portam iento polí­ neral excepto para los primeros cole­
tico. La nueva ideología y sentido que gios de magistrados.
adquiere la historia de Roma es per­ Un hallazgo reciente ha vuelto a re­
fectamente definida por el historia­ sucitar la polémica. Durante las exca­
dor lito Livio al comienzo de su libro vaciones practicadas en la antigua
segundo: «Es u n a Rom a libre de la ciudad latina de Satricum apareció
que voy a contar ahora sus hazañas una inscripción arcaica, p ro b a b le ­
en la paz y en la guerra, con unos m a ­ mente de finales del siglo VI a. C , en
gistrados anuales y con leyes cuya a u ­ la que se menciona a un tal Publio
toridad es superior a la de los h o m ­ Valerio. Con este mismo nombre se
bres» (Livio. 11.1.1). conocía en la tradición a uno de los
La evidente artificiosidad del relato principales protagonistas de la crea­
analístico plantea un primer proble­ ción del régimen republicano, apare­
ma sobre esta cuestión, el de la histo­ ciendo asimismo en los primeros co­
riografía antigua. Si para la última legios de magistrados supremos. Si
etapa del p erío d o m o n á rq u ic o los fuese posible identificar a ambos per­
analistas disponían de fuentes etrus- sonajes. significaría un cambio radi­
cas y griegas que m ejoraban sustan­ cal en las perspectivas de ac e rc a ­
cialmente sus posibilidades de infor­ miento a la cuestión del origen de la
mación, para el prim er siglo republi­ República, imponiéndose la necesi­
cano estas últimas se limitan prácti­ dad de depositar una mayor confian­
camente a las propias tradiciones lo­ za en el relato tradicional. Sin em bar­
cales. Estas son de muy diversa pro­ go, por el mom ento hay que esperar a
cedencia y en general se prestan a la que las investigaciones en curso so­
manipulación y en última instancia a bre este docum ento avancen lo sufi­
la falsificación, com o suele ocurrir ciente para sacar unas conclusiones
con m uchas tradiciones gentilicias, firmes, pero aun así su sola presencia
epopeyas populares, etc. Pero junto a es claro indicativo de la extraordina­
este tipo de información nos encon­ ria m ovilidad de nuestros c o n o c i­
tramos tam bién auténticos docum en­ mientos sobre este im portante p ro ­
tos públicos, como algunos textos le­ blema histórico.
gales y los llamados Fastos consula­ Un importante sector de la investi­
res. esto es, la lista de magistrados su­ gación moderna, partiendo de la su­
premos que d a b a n nom bre al año. puesta falta de historicidad del relato
Los Fastos constituyen sin duda una analístico, interpreta el origen de la
El dualism o patricio-plebeyo
9
República a partir de una tradición rante el siglo VI víctima de las am bi­
griega, la llam ada «crónica cumana». ciones expansionistas de las ciudades
texto conservado en Dionisio de H a ­ etruscas, representando precisamente
licarnaso (VII.3-11), quien a su vez lo Clusium y su rey Porsenna la última
tomó de Hyperochos de Cumas. Este ola invasora. Muy posiblemente la fi­
relato cuenta las hazañas del tirano gura de Porsenna no es ficticia, así
Aristodemo de Cumas, quien tras h a ­ como tampoco su expedición sobre el
ber salvado a su patria de un ataque Lacio, reflejo de la potencia alcanza­
de varios pueblos itálicos coaligados, da por Clusium en las postrimerías
en tre los q ue se e n c o n tr a b a n los del siglo VI; pero estas expediciones
etruscos, acudió en ayuda de la ciu­ nunca com portaban la conquista de
dad latina de Aricia, sitiada por el ciudades, y todavía más estando tan
etrusco Arrunte, hijo del rey Porsen- alejados de su punto de partida, he­
na de Clusium; Aristodemo levantó cho que todavía choca más al cali­
el cerco y destrozó al ejército sitiador. brar la categoría demográfica y políti­
La «crónica c u m a n a » dem ostraría ca de Roma. Esta última es cierta­
entonces que la tradición romana fal­ mente m inusvalorada al interpretar
seó el relato de Porsenna. quien ver­ desde una perspectiva externa todos
d a d e r a m e n t e h a b r ía c o n q u i s t a d o sus grandes acontecimientos, sin te­
Roma y expulsado de allí a los Tar­ ner apenas en cuenta la propia d iná­
quinios, hasta que la intervención de mica interna de la ciudad.
Aristodemo le obligó a su vez a reti­ Otro aspecto de la cuestión que ha
rarse: «la República nacería bajo el levantado cierta polémica se refiere a
protectorado de Porsenna» (J. Hcur- la cronología, a partir fundamental­
gon). Ahora bien, esta opinión parte mente de la presunta invalidez de los
de un hecho que en sí mismo no es Fastos y también del análisis del m a­
histórico, esto es, que Roma fue d u ­ terial arqueológico. Así, K. Iianell y

C
O
MI/.*

M u ralla de A rd e a
10 Akal Historia del M undo Antiguo

E. Gjerstad situaban el comienzo de dición afirma que el rey fue inm edia­
la República a mediados del siglo V tamente sustituido por una pareja de
a. C., lo que implicaba rebajar en casi cónsules, que heredaron todos sus
un siglo el inicio de la m onarquía poderes excepto los religiosos, confia­
«etrusca» de Roma: Tarquinio Prisco dos a un rex sacrorum. Ya en el siglo
habría reinado en el último tercio del pasado, las tendencias más críticas
siglo VI, mientras que Servio Tulio y hacia el relato analístico considera­
Tarquinio el Soberbio lo habrían he­ ban la institución consular como el
cho en la primera mitad del siglo si­ resultado de una evolución que p asa­
guiente. Por su parte, R. Werner parte ba a través de fases intermedias, ca­
de la falsificación de los Fstos para el racterizadas por el poder único o por
período com prendido entre el 509 y el una colegialidad desigual, entrando
incendio de Roma por los celtas en el en una fuerte discusión con aquellos
390 a. C., y sitúa el final de la m o nar­ otros que, como Th. Mommsen, m a n ­
quía a mediados del siglo V. o en todo tenían la versión tradicional, reflejo
caso no antes de la derrota etrusca en según ellos de la original capacidad
C um as en el año 474. Este último creadora del pueblo romano. En los
dato es considerado fundamental por tiempos más recientes la polémica
R. Bloch, quien se imagina, a tenor de continúa a partir de viejos y nuevos
la docum entación arqueológica, una a rgum en to s, pero puede afirm arse
R om a fuertem ente e tru s q u iz a d a y que prácticamente se encuentra en el
rica y en consecuencia dom inada po­ mismo punto, sin percibirse todavía
líticamente por los etruscos: la derro­ u na pequeña luz que pueda conducir
ta de estos últimos en C um as les obli­ hacia la solución del problema: la
gó a a b a n d o n ar el Lacio y con ellos se cuestión sigue abierta y p ro b a b le ­
fue también el último rey etrusco de mente se m antendrá así durante m u­
Roma. chos años.
Desde hace varios años existe sin El recurso a la historia constitucio­
embargo la tendencia a admitir con nal itálica ha dado de m omento nue­
mayor o m enor precisión la fecha tra­ vas perspectivas de acercamiento al
dicional, si no tanto el 509 exacta­ p ro b le m a . El céleb re h allazg o de
mente. sí al menos las postrimerías u n as peq u e ñ as lám inas de oro en
del siglo VI a. C. Así ocurre con el Pyrgi, antiguo puerto de la ciudad
grupo de opinión, todavía mayorita- etrusca de Caere, muestra que en esta
rio, que acepta la historicidad de la localidad el paso de la m onarquía a
«crónica cum ana» y la convierte en la República se produjo a través de
la piedra angular de todo su sistema: una fase interm edia, personalizada
para los seguidores de esta teoría, la en Thefaries Velianas, cuyo título es
República nace en el año 504, fecha republicano (zilaíh) pero que ejerce el
de la batalla de Aricia según las fuen­ poder de m anera vitalicia. Asimismo,
tes griegas. Por el contrario, otros in ­ en las constituciones de diferentes
vestigadores siguen prefiriendo la fe­ pueblo s itálicos a p a rec en algunos
cha tradicional del 509, aunque sin m agistrados, p o r ejemplo, el zilaíh
admitir en su totalidad y con todos purthne entre los etruscos o el summus
sus detalles el relato analístico (J. G a ­ meddix entre los oscos, que parecen
gé, F. De Martino. J.-C. Richard. P. indicar la existencia de una colegiali­
M. Martin). dad desigual, esto es. de un colegio de
Una tercera e importante cuestión magistrados (zilath, meddices) a cuya
se centra en los aspectos instituciona­ cabeza se encuentra uno de ellos con
les, es decir, en la definición del m a ­ mayor poder que los demás. Todas es­
gistrado republicano que sucedió a tas situaciones se han intentado apli­
los reyes al frente de la ciudad. La tra­ car al caso romano, utilizando tam ­
El dualism o patricio-plebeyo 11

b ién las p r o p ia s in s titu c io n e s de dom ina en Roma; la marcha de este


Roma, con un resultado no siempre último hacia el año 500 supone tam ­
satisfactorio, como lo prueban las di­ bién un cambio constitucional y el
versas opiniones emitidas y los p u n ­ poder supremo pasan a ocuparlo el
tos oscuros que todas ellas dejan sin m agister p o p u li y el m agister equitum ,
explicar. formando una colegialidad desigual;
Admitiendo que Roma participaba a partir del año 493 a. C. aparece ya
de los elementos de una amplia ko in é de m anera definitiva la magistratura
arcaica. J. Heurgon se inscribe en la b in a ria colegiada, esto es, el c o n ­
línea anterior e imagina que tras la sulado.
expulsión de los reyes, como una so­ Junto a todas estas opiniones que
lución impuesta por las circunstan­ entre m u ch as más m an tien en una
cias. Roma fue gobernada por un co­ p o stu ra crítica hacia la tradición,
legio de pretores a cuyo frente se co­ tam poco faltan las que por el contra­
locó p ra e to r m a x im u s . conocido por rio observan cierta fidelidad al relato
una mención de Livio (VII.3.5) que analístico. Volviendo a las posiciones
hace alusión a la antiquísima ¡ex de defendidas p o rT h . Mommsen, diver­
clavo p a n g e n d o . esto es. que tal pretor sos autores de época más reciente (A.
se encargaba de la clavifixión anual Momigliano, A. Magdelain, J.-C. Ri­
en el m uro del templo de Júpiter C a­ chard) sostienen que el consulado es
pitolino; en un segundo momento se una creación original de la clase polí­
crearon dos praetores m a xim i, con la tica romana, que mediante tal acción
plena colcgialidad. que a mediados supo dar prueba de su madurez y ca­
del siglo V tom aron el título definiti­ pacidad de respuesta a una situación
vo de cónsules. Por el contrario, para tan crítica. Ciertamente tal opinión
F. De Martino los difíciles momentos choca con graves dificultades que no se
que vivió Roma en el año 509 a. C. escapan a estos investigadores, pero
hacían necesario un poder central só­ que en definitiva no son suficientes
lido, que se encarnó en la figura del para negar el hecho en sí, un ánim e­
m agister p o p u li o dictador, quien reu­ mente transmitido por la tradición.
nía en sus manos la práctica totali­ C om o puede observarse tras una
dad de los poderes regios; la dictadu­ lectura de estas páginas, los proble­
ra pasó de ser magistratura ordinaria mas que envuelven el origen de la Re­
a extraordinaria cuando la introduc­ pública en Roma son muchos y com ­
ción de la provocatio a d p o p u lu m en el plejos, mientras que las soluciones
año 449, que exigió además la crea­ propuestas son todas incompletas, gi­
ción del p ra eto r m a x im u s como nuevo rando siempre sobre los mismos ar­
magistrado ordinario; el consulado gum entos sin p ro p o rcio n ar apenas
apareció en el año 367 como culmi­ nuevas perspectivas que empujen la
nación de la lucha de clases entre p a ­ investigación. La propia tradición no
tricios y plebeyos. Recientemente P. o frece s u fic ie n te s g a r a n t í a s p a r a
M. Martin ha propuesto una interpre­ aceptar a ciegas su testimonio; pero el
tación que toma elementos de las dos recurso al exterior tampoco es por el
anteriores. Según este autor la m o­ m omento un medio seguro, pues la
narquía no desapareció con el último historia constitucional itálica es peor
rey, sino que pervivió aunque desa- conocida que la romana. En conclu­
cralizada durante un breve tiempo en sión, todavía no se puede presentar
la persona del tiranicida Junio Bruto; una síntesis válida sobre este aconte­
tras éste aparece Porscnna. bajo cuyo cim iento de la historiade R om a y
protectorado se crea la primera m a­ cualquier opción que tomemos sobre
gistratura anual, la pretura máxima, las p ro p u e s ta s an terio res fo rzo sa­
que se mantiene mientras Porsenna mente ha de ser arbitraria.
12 Akal Historia del Mundo Antiguo

II. El dualismo patricio-plebeyo

La historia de Roma durante el siglo nociendo en la clientela el origen de


V a. C. y gran parte del siguiente bas­ la plebe (W. Ihne, Th. Mommsen. K. J.
cula fundamentalmente sobre el con­ Neum ann). Los años postreros del si­
flicto que sostuvieron los dos órde­ glo XIX y el prim er tercio del XX
nes, el patriciado y la plebe, en que se asistieron a un predominio de las teo­
dividía la población romana. Como rías étnicas y raciales, que identifica­
ocurre con otras muchas institucio­ ban a patricios y plebeyos con cuales­
nes de antiquísimo origen, la tradi­ quiera de los diferentes pueblos su­
ción atribuía esta división del cuerpo puestamente partícipes en la funda­
cívico romano a una decisión indivi­ ción de Roma (latinos, sabinos, etrus­
dual del fundador de la ciudad, Ró­ cos) o bien con las razas que pobla­
mulo, quien al designar a los prime­ ban Italia a comienzos del prim er mi­
ros cien senadores instituyó con ellos lenio a'ntes de nuestra era (indoeuro­
el orden patricio, relegando al resto peos. mediterráneos, figures, etc.).
de la población a la categoría de ple­ Un cambio trascendental en el mé­
beyos (Livio. 1.8.7; Dionisio. II.7-8; todo sobre esta cuestión lo produjo
Plutarco. Rómulo. 13.2). un trabajo de H. Last publicado en
El origen de los órdenes ha consti­ 1945, que hace tabla rasa de todas las
tuido durante mucho tiempo uno de o p in io n e s an terio res y ofrece u na
los temas más propicios para la dis­ nueva perspectiva mucho más con­
cusión científica, que prácticamente corde con los testimonios d isp o n i­
se inicia a comienzos del siglo XIX bles. Según este investigador, durante
con B. G. Niebuhr, auténtico padre la m onarquía la población rom ana
de la historiografía moderna sobre la constituía un único cuerpo, aunque
historia más antigua de Roma, cuali­ con las lógicas estratificaciones co­
dad que goza con los ilustrados L. de rnil nés a toda sociedad, derivadas del
Beaufort y G. Vico. Niebuhr identifi­ desigual reparto de la riqueza; ello no
caba a los patricios con los compo­ impedía sin embargo que todos goza­
nentes de las tres tribus primitivas y a sen de los mismos derechos. El an ta ­
los plebeyos con los campesinos que gonismo se manifestó a comienzos de
fueron subyugados por los primeros. la República, cuando una oligarquía
Esta teoría fue dominante en la histo­ de patres trató de canalizar en su ex­
riografía del siglo XIX. pero contra clusivo provecho los beneficios de la
ella se alzaron las voces de otros im­ expulsión de los reyes. A partir de
portantes investigadores que partien­ este trabajo un hecho fundamental
do de distinto punto, confluyen reco­ queda perfectamente claro, a saber
El dualism o patricio-plebeyo 13

que el patriciado es el único que se Existe todavía un evidente temor al


define positivamente, y éste será en­ retorno de la monarquía, que seguía
tonces el motivo de discusión entre contando en Roma con un número
los investigadores, m ientras que la nada despreciable de partidarios, so­
plebe lo hace negativamente, es decir, bre todo entre aquellas clases menos
que engloba a todos aquellos que no favorecidas y entre los proletarii , que
son patricios. años atrás habían encontrado en Tar­
Las tendencias de los últimos años quinio un valiosísimo defensor de sus
se h a n centrado en el proceso de for­ intereses. Esta política de unidad se
mación del patriciado, elevándose en percibe asimismo en las instituciones
general su origen a la época m onár­ superiores del Estado: la reconstruc­
quica. El patriciado comienza a sur­ ción del Senado que tuvo lugar inm e­
gir en la segunda mitad del siglo VIII diatam ente a la instauración de la
a. C., en el mom ento en que se m ani­ República propició la adm isión de
fiestan las primeras diversificaciones elementos no patricios, los llamados
en cuanto al reparto de la riqueza en conscripti, que constituían una catego­
las primitivas com unidades latinas. ría de senadores diferente a la de los
Sin embargo, la distinción no es tanto patres, y en consecuencia privados del
económica como sobre todo social y privilegio de los auspicios; este grupo
política, ya que en la primera fase de los conscripti es el reflejo de una
m onárquica unas cuantas de estas fa­ fue iza política no incluida en el patri­
m ilias m ás p o d erosas o stentan su ciado. pero también opuesta a Tar­
ambición a ocupar hereditariamente quinio, y que alcanzó a ocupar la m a­
las principales instituciones, como el gistratura suprema, como lo m ues­
Senado, las centurias de caballería y tran esos nombres plebeyos que ap a­
los sacerdocios más representativos. recen en los primeros colegios con­
Bajo los llam ados reyes «etruscos» sulares.
esta aristocracia patricia vivió situa­ En el año 495 murió Tarquinio el
ciones m uy críticas, pero tam bién Soberbio en su exilio de Cumas, lo
supo consolidar y am pliar sus posi­ que unido a la victoria rom ana sobre
ciones, de m anera que cuando se pro­ la coalición latina en el lago Régilo
dujo el cambio del régimen m o nár­ (496) y a la posterior firma del fo e d u s
quico al republicano, el patriciado se C assianum (493). provoca en la políti­
presenta como un grupo todavía en ca interna de Roma un brusco giro,
formación pero con la suficiente fuer­ tendiendo hacia posiciones más radi­
za para erigirse en protagonista de la cales por parte del patriciado. que al
nueva era que entonces comenzaba. ver alejarse definitivamente la am e­
Mientras tanto la plebe no existía en n az a del re to rn o del r e g n u m y el
cuanto grupo organizado y definido, afianzamiento de Roma en el Lacio,
esto es, no tenía una gran existencia trata de m onopolizar en su exclusivo
jurídica ni tampoco política, sino que beneficio las ventajas de la nueva si­
constituía la gran masa de la pobla­ tuación. A partir de estos momentos
ción totalm ente indiferenciada: se­ puede observarse claramente la vo­
gún aparece designada en los textos luntad po r parte del patriciado de
históricos griegos, la plebe se define avanzar hacia la instauración de un
como oip o llo í, es decir, «los más», «la régimen oligárquico, quizás no tanto
m uchedumbre». de derecho, sino, sobre todo, de he­
Los primeros años que siguieron a cho. mediante el control de los órga­
la ex p u lsió n de la realeza vienen nos de gobierno, de la religión públi­
marcados por el signo del a e q u u m , de ca, del derecho y de los recursos eco­
una actitud conciliadora por parte nómicos, culm inando con el propósi­
del patriciado hacia los hum ildes. to de convertirse en una casta cerrada.
14 Akal Historia dei M undo Antiguo

Las causas del conflicto patricio- medida a la adquisición de tales tie­


plebeyo son m uy diversas, ta n ta s rras, pretendían asimismo disfrutar­
cuanto variados son los componentes las, pero no en el mismo régimen de
de la plebe, y no todas ellas se hacen ocupación, sino mediante su trans­
sentir c o n te m p o r á n e a m e n te , m e z ­ formación en propiedad privada y su
clándose con otros motivos que pro ­ reparto entre los campesinos. Sin em ­
piamente escapan a esta dualidad y bargo, los patricios, dueños del poder
que son más característicos de una p o lítico , no e s ta b a n d isp u esto s a
época de crisis económica. En efecto, aceptar estas reivindicaciones y si­
la plebe se componía de una masa guieron increm entando su patrim o­
muy heterogénea, sin u na clara co n ­ nio a costa de los terrenos públicos.
ciencia de clase en un prim er m o ­ La frustrada reforma agraria atribui­
mento de su historia y con una enor­ da por la tradición a Spurio Casio en
me variedad de intereses, pues en ella el año 486, y que finalizó con la con­
se encontraban los proletarios —que dena y muerte del propio Casio acu­
a su vez formaban un conjunto muy sado de aspirar al r e g n u m , aunque
dispar—, los pequeños y m edianos adornad a con elementos totalmente
campesinos —que constituían los lla­ anacrónicos, constituye un fiel reflejo
mados infra classem en el ámbito m i­ de la lucha iniciada poco antes por la
litar— y una élite que por su riqueza plebe para mejorar su situación.
era admitida en la classis y cuyos ele­ Otro importante problema que re­
mentos más destacados llegaron a crudeció la lucha social fue la cues­
o c u p a r en m o m e n to s de v ic to ria tión de las deudas. Habida cuenta de
puestos políticos elevados. la escasa fertilidad del suelo latino y
Los primeros síntomas de la lucha sobre todo debido a las obligaciones
se detectan tras la victoria del lago militares de los campesinos, constan­
Régi lo y presentan un carácter agra­ temente llamados a filas por la am e­
rio evidente. El conflicto se plantea a naza exterior, llegó a ser frecuente
propósito de dos cuestiones: la utili­ que tras una mala cosecha o como
zación del ager p u b lic u s y el problema consecuencia de la guerra —bien por
del n exum . Bajo el nombre de ager p u ­ una incursión enemiga, bien porque
blicus, los antiguos rom anos enten ­ los deberes militares im pedían desa­
dían aquel territorio cuya propiedad r r o l l a r n o r m a l m e n t e las la b o r e s
correspondía al Estado, es decir, al agrícolas—. muchos campesinos em ­
pueblo romano, y, en consecuencia, pezasen a arrastrar una vida mísera,
se oponía a la propiedad privada o con lo cual se encontraban en la ne­
ager privatus: este tipo de tierras pro­ cesidad de acudir a los ricos propieta­
cedía de anex io n e s que m ed ian te rios y contratar con ellos un préstamo
conquista llevaba a cabo el Estado de ganado o productos agrarios para
romano sobre territorio enemigo, y su intentar salvar su difícil situación. El
disfrute venía a ser m o nop olizado deudor que no podía hacer frente a
por las grandes familias sin poseer sus compromisos quedaba atrapado
por ello un derecho de propiedad, por el n exu m , es decir, totalmente vin­
sino tan sólo de ocupación, lo cual no culado al acreedor, quien se apropia­
les impedía situar en ellas a sus clien­ ba de su tierra y le obligaba a trabajar
tes y en definitiva actuar como si ver­ en una situación teóricamente simi­
daderamente fuesen suyas. La plebe, lar a la del cliente, pero de hecho bas­
y concretamente aquellos ciudadanos tante peor. La institución del n ex u m
que dada su condición »dc propieta­ es un claro exponente de la «despia­
rios rurales (a d sid u i ) eran incluidos dada explotación del hombre por el
en el ejército y en consecuencia h a ­ h o m b re » (J.-C. R ich ard ); la crisis
bían contribuido en mayor o m enor agraria jugó en favor de los grandes
El dualism o patricio-plebeyo 15

Planta de la Regia a comienzos de la República.


Según F.E. Brown

propietarios, quienes por todos los dura mediante la lex curiata de impe­
medios posibles increm entaban sus rio. Las circunstancias imperantes en
patrimonios y el núm ero de personas Roma con la expulsión de Tarquinio
d e p e n d ie n t e s , d e j a n d o al m ism o el Soberbio favorecieron, como he­
tiempo al descubierto la completa in­ mos visto, un compromiso que facili­
defensión de los pequeños campesi­ tó el acceso al consulado de elemen­
nos en esta lucha desigual. tos vinculados a los conscripti. Así, se
Por otra parte, el conflicto patricio- puede comprobar la presencia de doce
plebeyo obedece en una de sus face­ cónsules plebeyos entre el 509 y el
tas a causas políticas y afecta funda­ 486, pero a partir del 485 la situación
mentalmente a la élite plebeya. Esta cambia radicalmente: si recurrimos a
última, y su representación de los la estadística, podremos observar que
conscripti, constituía una aristocracia en el casi siglo y medio comprendido
de segundo orden, totalmente a mer­ entre el inicio de la República y la
ced de los patricios para conseguir el concordia de los órdenes en el 367 a.
desempeño de u n cargo público. En C , dos tercios del total de los magis­
los prim eros tiem pos republicanos trados su p re m o s los m o n o p o liz a n
los magistrados no eran elegidos por apenas diez familias patricias, m ien­
el pueblo, sino designados por sus tras que los elementos plebeyos son
predecesores en el cargo, limitándose raros y muy mal repartidos, encon­
la acción popular a la simple investi­ trándose tan sólo siete nombres entre
16 Aka! Historia del M undo Antiguo

el 485 y el 451, cuando se instituye el dispersa y opusieran un bloque con­


decenvirato legislativo. Ante esta si­ junto a las ambiciones crecientes del
tuación, en la que sistemáticamente patriciado, y esto se consiguió según
se les negaba el acceso al consulado, la tradición en el año 494 a. C. A tra­
los conscripti hicieron suyas las rei- vés de un relato muy elaborado y car­
vindicaiones de la masa plebeya y se gado de todo tipo de anécdotas, cuen­
pusieron a la cabeza de su lucha, tan los analistas que al regresar de
aprovechándose de esta nueva fuerza una cam p a ñ a y estando todavía bajo
p a ra p o d e r a l c a n z a r sus p ro p io s las armas, la plebe se retiró en masa
propósitos. al monte Sacro —o al Aventino, se­
En cuanto a la plebe urbana en ge­ gún otras versiones— como respuesta
neral, su participación en la lucha a la escasa voluntad patricia por re­
también se deja sentir, pero siempre solver el problem a de las deudas. Te­
en un segundo plano por detrás del merosos los patricios de que esta si­
indiscutible protagonismo de los ad- tuación se prolongase dejando inde­
sidui. Las razones de los proletarios fensa a la ciudad, enviaron junto a
eran totalmente diferentes, pues hay los secesionistas a Agripa Menenio,
que tener en cuenta, que el medio ur­ quien con el famoso apólogo del estó­
bano no vivió la misma crisis que el mago y de los miembros del cuerpo
rural: las importaciones de cerámica hum ano, logró convencer a la plebe
ática y la construcción de templos para que regresara a Roma. Se acordó
asegura para la primera Roma repu­ entonces conceder a la plebe unos m a­
blicana una prosperidad similar a la gistrados propios y excluir a los patri­
del siglo VI. No obstante también en cios de esta función (Livio, 11.31.7-
la ciuda existían problemas sociales 33.3). C o m o consecuencia de estos
cuya responsabilidad era achacada acontecimientos, más o menos edul­
por la plebe urbana al gobierno patri­ corados po r la tradición, se destaca la
cio, como ocurría, por ejemplo, con aparición de una estructura política
las dificultades en el abastecimiento plenam ente revolucionaria, la crea­
de grano que provocaban tem pora­ ción de un Estado plebeyo dentro del
das de hambre. Por otra parte, las cla­ propio Estado romano, y que en m u ­
ses artesanales y mercantiles, más en chos aspectos sirvió de motor para el
contacto con otros ambientes cultura­ desarrollo de este último. Tal estruc­
les y políticos, servían de vehículo tura consistía en unas magistraturas
para la introducción en Roma de las (tribunos y ediles de la plebe), en una
tendencias isonómicas existentes en asamblea (concilium plebis) y en un
el sur de Italia, y cuando a partir del centro político, religioso y adm inis­
año 475 aproximadamente. Roma se trativo. La secesión al monte Sacro
vio afectada por la misma crisis que fue obra de los adsidui, es decir, de los
sacudía a las ciudades etruscas m arí­ propietarios de tierras, temerosos de
timas, estas clases ya no dudaron en verse atrapados por el nexum. Con
ponerse abiertamente al lado del res­ este acto, la plebe inicia una larga lu­
to de la plebe con el objetivo común cha que no terminará completamente
de obtener una total paridad jurídica hasta el añ o 287 a. C. Este prim er
y social, pero también con la esperan­ paso no fue sin embargo un episodio
za de mejorar su situación econó­ cuyo valor simbólico superara con
mica. creces su valor real, sino que tuvo una
Para poder hacer frente con ciertas im portancia trascendental al propor­
posibilidades de éxito al estamento cionar a la plebe una sólida organiza­
patricio, la plebe necesitaba una or­ ción: mediante la adopción de una
ganización propia, unos instrum en­ serie de decisiones unilaterales, sin
tos que aglutinaran toda su energía participación del patriciado ni en ge­
El dualism o patricio-plebeyo 17

neral de todos aquellos que no h a ­ vuelta y de ellos tomó el nombre la


bían participado en la sedición, la institución. Su creación se caracteriza
plebe reivindicó su autonomía, forta­ por una lex sacrata, esto es, un j u ra ­
leció su unidad y adquirió una con­ mento de carácter militar que obliga­
ciencia de clase necesaria para iniciar ba a todos los que lo prestaban a obe­
la lucha. decer a su jefe y como garantía del
El hecho fundamental fue sin duda mismo se ponía a la divinidad, con lo
la creación de los tribunos de la plebe cual todo aquél que faltaba a su p ala­
como magistrados característicos de bra se exponía a la venganza divina,
este estam ento. El trib u n a d o nace era declarado sacer, maldito, y perse­
como una magistratura en cierta m e­ guido por cualquiera. Como conse­
dida anárquica, sin unas condiciones cuencia de esta ley, el tribuno era
muy claras en cuanto a su modo de considerado sacrosanctus, esto es in­
elección, duración en el cargo, facul­ violable, y la plebe se conjuró para
tades, etc.; vino en todo impuesta por defender la inviolabilidad de sus jefes
las circunstancias y por ello los pri­ ante todo aquel que atentase contra
meros tribunos de la plebe se recluta­ sus personas, bien fuese plebeyo o p a­
ron entre los oficiales del ejército (tri­ tricio. De esta m anera la plebe logró
buni m ilitum ) que encabezaron la re­ im poner en Rom a una organización

A lta re s de L a v in iu m , hoy Pratiza di M are


18 Akal Historia del M undo Antiguo

propia que si bien no tuvo en un prin­ dividualmente para defender de un


cipio una sanción jurídica, al incluir­ acto individual de persecución por
la en el ámbito de lo divino la hizo parte del magistrado; pero como al­
extensible a toda la com unidad, con guna soperaciones, aunque dirigidas
lo cual los patricios se vieron asimis­ contra individuos, eran la ejecución
mo obligados a respetar la inviolabi­ de disposiciones generales, el a u x i­
lidad tribunicia. liu m se transformó en intercessio con­
El tribunado de la plebe ofrece en tra el acto en sí. La intercessio podía
sus com ien z o s un ca rác te r fuerte­ paralizar la vida del Estado, ya que
mente revolucionario, con un poder, mediante su utilización el tribuno po­
la tribunicia p o testas , opuesto al im p e ­ día oponerse a cualquier acto adm i­
riu m consular. Desgraciadamente no nistrativo. como prohibir la leva del
conocemos la historia del tribunado ejército, las propuestas de leyes, las
en sus primeros años; se sabe que a elecciones, la ejecución de las delibe­
partir del 471 los tribunos fueron ele­ raciones del Senado e incluso la mis­
gidos en los concilia p le b is , pero sc m a c o n v o c a to ria de los comicios.
desconoce la situación anterior, h a ­ Ahora bien, todas estas aplicaciones
biéndose propuesto que quizás fue­ de la tribunicia potestas no surgieron
ron designados por sus predecesores, en el acto mismo de creación del tri­
como sucedía con el consulado, a u n ­ bunado, sino que es el producto final
que tampoco existía una regla fija so­ de un largo proceso de lucha y de ex­
bre la temporalidad; los mismos pro­ periencias negativas que refleja en úl­
blemas se tienen sobre su número, ya tima instancia el progresivo triunfo
que con anterioridad al 457, fecha en de la plebe.
que se incrementó a diez, todo son hi­ La inviolabilidad del tribuno de la
pótesis; lo más probable es que en un plebe, uno de los elementos más sin­
p rincipio los trib u n o s fuesen dos, gulares de su figura jurídica, experi­
como dos eran los cónsules a los cua­ m entó asimismo una evolución con
les se oponían, pasando por una fase el paso del tiempo. Según Dionisio
intermedia de cuatro o cinco m iem ­ (VI.89.3) el trib u n o se e n c o n tr a b a
bros antes de alcanzar los diez defi­ protegido de cualquier constricción,
nitivos. de la prisión y de la muerte, en clara
Los poderes de los tribunos no n a ­ referencia al poder de coercitio de los
cen mediante un acto concreto, sino magistrados supremos, consistente en
que se van form ando p aulatinam en ­ prensio, verbera y su p p lic iu m ; es decir,
te. conforme lo im pone la práctica que el tribuno no podía ser coaccio­
política. La prim era obligación del nado a desistir de su actividad, ni en­
tribuno era la a u x ilii latio adversus carcelado ni procesado por la misma,
consules, es decir, la protección del e incluso llegó a prohibirse interrum ­
plebeyo contra el im p eriu m de los m a­ pir al tribuno cuand o se dirigía a la
gistrados supremos. C om o dice F. De asamblea. En síntesis, el magistrado
Martino, «tal a u x iliu m era la expre­ de la ciudad era prácticamente im po­
sión no del derecho, sino de la fuerza tente y la enorm e fuerza de su im p e ­
de la plebe», lo que quiere decir que riu m se detenía ante la persona sacra-
detrás de aquel ciudadano que el tri­ J i z a d a del tribuno. Adem ás, com o
buno intentaba defender, se encon­ consecuencia de la inviolavilidad y
traba toda la com unidad plebeya. A para asegurar el libre ejercicio de la
partir del a u x iliu m original se desa­ intercessio, los tribunos de la plebe po­
rrolla el gran poder del tribuno, la in ­ seían la sum m a coercendi potestas, en
tercessio, esto es. el derecho a o poner­ virtud de la cual podía actuar contra
se a la acción del magistrado: el a u x i­ todos aquellos que se oponían a la
liu m era ejercido sobre el plebeyo in­ práctica de sus funciones o habían
El dualism o patricio-plebeyo 19

atentado contra su persona, llevando porcionando el necesario fundam en­


consigo la posibilidad de im poner to administrativo.
multas, aspecto que recibió a poste­ Los ediles se encargaban de los a r­
riori una sanción jurídica a través de chivos de la plebe, del cuidado del
la ¡ex A I tern i a Tcirpeia del año 454 a. C. templo de Ceres, de la adm inistra­
Con el desarrollo de sus funciones, ción del tesoro allí guardado y ali­
los tributos llegarán incluso a proce­ m entado por los bienes de aquellos
der contra antiguos magistrados por de c la ra d o s sa c e r ; ta m b ié n es muy
hechos cometidos mientras desempe­ probable que las cuestiones relativas
ñaban el cargo. al apro v isio n am ien to de grano no
La naturaleza de los poderes y fun­ fuesen extrañas a las competencia de
ciones de los tribunos les impusieron los ediles; en definitiva, casi todas sus
finalmente unas norm as de com por­ funciones estaban vinculadas al tem­
tamiento. El tribuno ejercía su poder plo de Ceres, del cual tomaron inclu­
en la ciudad y en una milla en torno so su propio nom bre (aedilis , deriva­
al p o m e r iu m , de m anera que cuando do de aedes. santuario).
el ejército salía a cam paña, éste que­ La plebe poseía para su autogo­
daba totalmente al margen de su j u ­ bierno u na asam blea exclusiva, el
risdicción y bajo el poder absoluto concilium plebis, en el cual los patri­
del m ag istrado c u m im p e r iu m . Por cios lógicamente no tenían entrada.
esta razón, el tribuno no podía ausen­ Esta institución no se creó en el mo­
tarse de Roma y su casa tenía que es­ m ento de la prim era organización
tar abierta noche y día, convirtiéndo­ plebeya, cuando la secesión al monte
se en un lagar perm anente de asilo y Sacro, sino que nació años más tarde
al igual que su propietario, protegida en virtud de un acto unilateral de la
tam bién por la inviolabilidad. propia plebe, durante el tribunado de
Según cuenta Dionisio (VI.90.2), en Publilio Volerón, en el año 471, quien
ese clima de conciliación que existía organizó las tumultuosas reuniones
en Roma tras el retorno de la plebe que la habían precedido, dando lugar
del monte Sacro, esta última solicitó e a una auténtica asamblea, perfecta­
inmediatamente obmvo del Senado la mente organizada y fuera del alcance
creación de dos nuevos magistrados, político del patriciado.
llamados ediles de la plebe, para que El conciliu m plebis no utilizaba los
auxiliaran a los recien instituidos tri­ antiguos criterios de división de la
bunos. Sobre esta nueva magistratura población, sino que se basó en el más
alg u n a s fuentes dicen que estaba democrático de las tribus, constitu­
igualm ente protegida por la sacro- yendo por ello el antecedente de los
sa n ctita s , qua hacía inviolables a sus com itia tributa, asamblea por tribus
titulares; sin embargo, como los edi­ pero que ya reunía al conjunto de los
les no nacieron en virtud de una ¡ex ciudadanos. La asamblea plebeya es­
.sacrata, se duda sobre las particulari­ taba presidida por un magistrado ple­
dades de dicha inviolabilidad y los beyo, el tribuno o el edil, y los proce­
autores antiguos tam p o co asum en dimientos que regulaban sus sesiones
un a postu ra u n ifo rm e al respecto. no se veían constreñidos por las nor­
Los ediles eran dos y se encontraban mas imperantes en las asambleas ciu­
en estrecha relación con el templo de dadanas; por ejemplo, no era necesa­
Ceres el centro político religioso de la ria la consulta previa de los auspicios,
plebe, pero sin desem peñar ninguna con lo cual no se podía invocar el te­
función sacerdotal. Aunque situados rror religioso y la asamblea actuaba
en una posición muy inferior a la de con m ayor libertad. El co ncilium p le ­
los tribunos, los ediles contribuyeron bis decidía sobre todas las cuestiones
notablemente a la lucha plebeya pro­ relativas a la plebe, com enzando por
20 Akat Historia del M undo Antiguo

la designación de sus magistrados, merium de la ciudad, y allí tenían ce­


que a partir del año 471 fueron elegi­ lebración las asambleas plebeyas y
dos directamente, poniendo fin a una todos sus actos políticos. A los pies
etapa de cierta irregularidad. Las de­ del Aventino se construyó el templo
cisiones de esta asamblea, llamadas de Ceres que alberga también a sus
plebiscita, tenían fuerza de obligado paredors Liber y Libera, verdaderos
cum plimiento tan sólo para los ple­ símbolos de la autonom ía de la plebe,
beyos, ya que los patricios, al no p ar­ dedicado en el año 493. Así como los
ticipar en estas asambleas, no tenían plebeyos nacieron en oposición a los
porqué o bservar sus m andatos. El cónsules, este sa n tu a rio constituía
concilium plebis tiene gran im portan­ para los plebeyos lo que el templo de
cia en la historia constitucional ro­ Júpiter Capitolino era para toda la
mana, pues puede decirse que fue la ciudad. Con un carácter más frumen­
p rim e ra a s a m b le a con c a p a c id a d tario que agrícola, el templo de Ceres
electiva y legislativa, aunque reduci­ era el centro de toda la diversidad de
da a un sector del cuerpo cívico; sin gentes que formaban la plebe, como
embargo, las asambleas ciudadanas lo m uestran las funciones adm inis­
todavía carecían de estas facultades y trativas que cumplía bajo el estricto
hasta mediados del siglo V a. C. no control de los ediles: era a la vez lugar
veremos a los comicios por centurias del archivo plebeyo, donde se deposi­
constituirse en el auténtico órgano de taban los plebiscitos; sede del tesoro y
representación popular. centro de distribución del trigo. El
Com o último eslabón en la organi­ fuerte carácter plebeyo del Aventino
zación plebeya se destaca el centro fue confirmado en el año 456, cuando
que este estamento buscó como, p u n ­ en virtud de la llam ada lex Icilia de
to de referencia religioso, político y Aventino publicando, esta colina fue
económico. El lugar elegido fue el objeto de reparto de tierras entre la
Aventino, colina situada fuera del/;o- plebe.

Llegada de la serpiente a la Isla Tiberina.


C ulto de A sclepio en Roma. Según
m edallón de A n to n io Pío, B iblioteca
Nacional, París
El dualism o patricio-plebeyo 21

III. El decenvirato y el desarrollo


constitucional

En la primera mitad del siglo V a. C. principal procedía del exterior, con­


la plebe había conseguido alcanzar cretam ente en la presión creciente
un importante objetivo, como fue el que ejercían los pueblos montañeses
dotarse de una organización interna osco-sabélicos en su afán por ocupar
que conjugaba en un mismo esfuerzo las tierras de la llanura, según la di­
la enorme diversificación sociológica námica general que entonces envol­
y económica de los elementos que la vía a toda la península Itálica. Prácti­
componían. Por su parte el patricia- cam ente desde comienzos de siglo,
do, como toda oligarquía, manifesta­ raro es el año en que el relato analís­
ba u na clara tendencia hacia el estan­ tico no hace mención a una cam paña
camiento, a m onopolizar los resortes dirigida contra estos pueblos (in sin­
del gobierno y gran parte de los recur­ gulos annos bellum timebatur, dice Li­
sos e c o n ó m ic o s y en definitiv a a vio. III. 15.4), y aunque el esfuerzo era
constituirse en casta cerrada con la conjunto con los latinos y hérnicos,
conciencia de pertenecer a una clase no cabe la m enor duda de que Roma
superior. Su acción es profun dam en­ sentía en su propia carne los estragos
te negativa, en el sentido de que go­ causados por una guerra continua.
bierna prácticamente por inercia, de De todo el cuerpo cívico romano, los
espaldas por completo a los proble­ campesinos plebeyos eran los que su­
mas que vivía la sociedad rom ana y frían en m ay or m edida las conse­
con el único propósito de consolidar cuencias de esta situación: continua­
su poder. El inmovilismo del patricia- mente eran llamados a filas y en muy
do contrasta pues con el enorme di­ pocas ocasiones su esfuerzo se veía
nam ism o de la plebe, lo cual no deja­ com pensado por el botín: además, las
ba de ser a la larga contraproducente obligaciones m ilitares Ies im pedía
para sus propios intereses, mientras atender adecuadam ente el cultivo de
que el elemento plebeyo, acuciado sus tierras, con lo que el fantasma de
además por los graves problemas que las d eu d a s y del nexum p la n e a b a
sacudían a Roma, encontraba conti­ am enazante sobre sus cabezas. Por
nuam ente nuevos motivos para conti­ otra parte y desde la perspectiva del
nuar en su lucha. patriciado dirigente, el peligro exte^
Efectivamente, la situación por la rior era su principal preocupación,
que atravesaba Rom a a mediados del pues además era él el principal bene­
siglo V era dramática. La amenaza ficiario de las ventajas económicas
22 Aka! Historia del M undo Antiguo

que en ocasiones podía reportar la del siglo V tan sólo se docum entan
guerra. Por ello su interés se centraba dos más, el de Dius Fidius (466) y el
en disponer de las tropas necesarias de Apolo (431). Estos datos dem ues­
para hacer frente a la guerra, y es en tran que las clases artesanales y m er­
este sentido como debemos com pren­ cantiles, tan florecientes en el siglo VI
der esa actitud conciliadora que de y en los primeros años de la Repúbli­
vez en cuando el patriciado asumía al ca, atraviesan ahora momentos muy
aceptar el reparto de tierras, esto es, difíciles, propiciándose de esta m ane­
incrementar el número de propieta­ ra su integración política en el orden
rios y con ello el de soldados. Pero plebeyo y su oposición al gobierno
por esta misma razón la plebe dispo­ patricio.
nía de un arma eficaz en su lucha, Gracias a su organización interna,
pues al negarse a la leva presionaba la plebe pudo disponer de una plata­
sobre el patriciado para conseguir sus forma efectiva para llevar adelante
propósitos y es precisamente en este las diferentes reivindicaciones que te­
aspecto donde con mayor frecuencia nía planteadas. Sin embargo, en algu­
se ejercía la intercessio tribunicia. nas ocasiones la situación escapaba
La situación interna de Roma tam ­ de las m anos de los tribunos, surgien­
poco dejaba de ser preocupante. Las do espontáneam ente nuevos líderes
fuentes m e n c io n a n d u ra n te estos que trataban de conducir la lucha de
años constantes tumultos provocados una m anera m ás radical, en cierta
por la cuestión de las deudas y por la medida al estilo de algunos tiranos
reivindicación de la plebe sobre la griegos. Un ejemplo de esta faceta se
parcelación del ager publicus. Por otra encuentra, en mi opinión, en el episo­
parte, la escasa productividad agríco­ dio de Apio Herdonio, fechado en el
la del suelo latino se agravaba con los año 460 a. C. Según el relato tradicio­
efectos de la guerra, lo cual producía nal (Livio, III.15-19; Dionisio, X.14-
con frecuencia un grave desequilibrio 17; Floro, 11.7.1-2; Orosio, II. 12.5) era
entre alimentos y población: el h am ­ este personaje un sabino que al frente
bre se presenta pues como otra cons­ de un nutrido grupo de exiliados,
tante en la inestable situación social siervos y clientes se apoderó por sor­
de Roma, que sólo se podía resolver presa y durante la noche del C apito­
acudiendo a las ricas zonas trigueras lio, con la intención de liberar a los
del interior de Etruria y del sur de Ita­ esclavos y favorecer las pretensiones
lia. Finalmente hay que señalar una de la plebe, en esos momentos engar­
nueva causa de descontento en la cri­ zada en un violento conflicto con el
sis económica por la que atraviesa patriciado; tras varias discusiones en­
Roma a partir del 475, aproxim ada­ tre los cónsules y los tribunos, triunfa
mente, en consonancia con lo que finalmente la opinión de los prim e­
por entonces sucede también en la ros, quienes con la inesperada y grati­
Etruria meridional marítima: la ar­ ficante ayuda del dictador de Tuscu­
queología muestra perfectamente el lum, Mamilio, tom an al asalto la co­
descenso de las importaciones de ce­ lina, d ando muerte a sus ocupantes.
rámica ática a partir del 475, alcan­ Este episodio es interpretado general­
zando cotas mínimas desde el 450; mente en el contexto de las guerras
este cuadro concuerda con el de la que por entonces enfrentaban a ro­
construcción de edificios religiosos, manos y sabinos, lo cual no deja de
pues si en los primeros veinticinco sorprender, puesto que parece su m a­
años de la República se*dedican cua­ mente difícil que un ejército sabino
tro nuevos templos (4%: Saturno; o c u p a r a sin m ás la a c ró p o lis de
495: Mercurio: 493: Ceres, Liber y Li­ Roma sin unas consecuencias d ra ­
bera: 484: Dióscuros), durante el resto máticas para la ciudad. En mi opi­
El dualism o patricio-plebeyo 23

nión. la acción de Apio Herdonio hay con decisiones no sujetas a la apela­


que entenderla como un movimiento ción al pueblo y dejando en suspenso
de carácter isonómico de corte radi­ todas las otras magistraturas. La mi­
cal. en el que participan elementos en sión de los decenviros era la de redac­
situación prácticamente desesperada tar unas nuevas leyes que regulasen
que al haber perdido la confianza en las relaciones entre los ciudadanos,
el medio legal de lucha, recurren a normativa conocida con el nombre
una vía extrema para conseguir sus de ley de las XII Tablas.
fines. El episodio es claramente sinto­ Esta nueva magistratura se m an tu­
mático de las fuertes tensiones socia­ vo en el poder durante más de dos
les que sacudían a Roma a mediados años y fue ocupada por dos colegios
del siglo V. y a cuyo fin tuvo que con­ sucesivos. F.I primero de ellos, com ­
tribuir el magistrado de Tusculum, puesto exclusivamente por patricios y
prueba de la solidaridad de clase que presidido por Apio Claudio, dio c u m ­
existía entre las aristocracias latinas. plimiento a su objetivo redactando
Un m om ento culm inante no sólo un conjunto de leyes que fueron ins­
en el conflicto patricio-plebeyo, sino critas sobre diez tablas. Una vez lle­
también para la historia de la prim e­ gado a término el plazo prescrito, los
ra República romana, tiene lugar en decenviros alegaron que todavía no
los años centrales del siglo V con la habían acabado su labor, por lo que
aparición del decenvirato legislativo. se decidió elegir un nuevo colegio,
La relación de los Fastos interrumpía presidido también por Ap. Claudio y
en los años 451 y 450 a. C. la mención con participación de plebeyos, para
de cónsules y en su lugar era designa­ term inar la elaboración de las leyes.
do como titular de la magistratura su­ Si el prim er colegio había actuado
prema un colegio compuesto por diez siempre con equidad y justicia, el se­
miembros, que respondían al título gundo se caracterizó precisam ente
oficial de decemviri legibus scribundis por lo contrario, dando muestras de
consulari potestate. La tradición situa­ su am bición y deseos de conservar el
ba la institución de esta magistratura poder desde el mismo momento de su
en el contexto de la lucha entre los entrada en funciones. La labor de
dos órdenes, calificándola como uno este segundo decenvirato se limitó a
de los mayores logros conseguidos la redacción de las dos últimas tablas,
por la plebe. La historia de este acon­ señalándose el resto de su gobierno
tecimiento se inicia en el año 462. por la tiranía que ejercieron y que les
cuando el tribuno C. Terentilio pre­ valió la oposición tanto de la plebe
senta una propuesta de ley que con­ como del patriciado. C uando agotado
templaba la elección de un colegio de el año de su nom bram iento los de-
cinco miembros con la misión de re­ cenviros tenían que dimitir, no hicie­
visar los poderes de los cónsules; esta ron tal cosa, sino que continuaron en
pretensión no fue aceptada por los el cargo gobernando a su antojo, has­
patricios, iniciándose así una de las ta el punto de que fueron calificados
décadas de mayor enfrentamiento en como «los diez Tarquinios», en clara
el conflicto patricio-plebeyo, compli­ alusión a la tiranía del último m on ar­
cada con unos m om ento s de gran ca. Finalmente, como consecuencia
presión por parte de volseos y ecuos y de graves fracasos militares, del ini­
por las propias tensiones sociales de cuo com portamiento de Apio C lau ­
Roma, reflejadas en el episodio de dio y de una segunda retirada de la
Apio Herdonio que acabam os de ver. plebe al monte Aventino, el deccnvi-
F in a l m e n te la p r o p u e s ta plebeya rato cayó por sus propios errores y la
triunfó, naciendo el decenviriato le­ República fue restaurada con todas
gislativo como magistratura suprema. sus m ag istraturas, siendo elegidos
24 Akal Historia del M undo Antiguo

Vista general de la Isla Tiberina


desde río abajo

cónsules L. Valerio y M. H oracio m iento de la República llevan los


(449), quienes restablecieron la con­ mismos nombres que los restaurado­
cordia entre los órdenes mediante la res de la misma (Valerio y Horacio); y
publicación de tres leyes claramente finalmente la figura de Virginia, cuya
favorables a la plebe: los plebiscita honestidad es la causa que provoca la
obligarían a todos los ciudadanos; caída de los decenviros, está modela­
confirmación de la scicroscmctitas de da sobre la de Lucrecia que desempe­
tribunos y ediles, y prohibición de ñó idéntico papel en el hundimiento
crear nuevas magistraturas sine pro­ de la monarquía. A pesar de todo este
vocatione. ropaje literario, no podemos sin em ­
Este relato tradicional sobre el dc- bargo negar el auténtico valor históri­
cenviralo es sin duda una de las par­ co que contiene la tradición, la exis­
tes más elaboradas de toda la tradi­ tencia de los decenviros y la obra
ción analística referente a los prime­ legislativa que realizaban.
ros tiempos republicanos. En él se El decenvirato presenta en la ac­
pueden encontrar todo tipo de ele­ tualidad algunos problemas para la
mentos literarios e hisloriográficos. crítica histórica, com enzando por el
detectándose un paralelism o muy de su valor constitucional. Para los
singular con otro acontecimiento de defensores de que la constitución re­
gran importancia, el origen de la Re­ publicana se fue forjando consuetu­
pública, sobre todo en momentos de dinariamente. el decenvirato se defi­
gran patetismo narrativo: así, la ima­ ne como una institución de carácter
gen tiránica de los decenviros repite arcontal intermediaria entre la m a­
la de la familia de Tarquinio el Sober­ gistratura suprema con poder absolu­
bio; dos de los protagonistas del naci­ to y aquella otra limitada por la pro-
El dualism o patricio-plebeyo 25
26 Akat Historia d el M undo Antiguo

vocatio, sancio nada esta última por lia, de sucesiones, de propiedad, pe­
una de las leyes de Valerio y Horacio nal y público.
(F. De M artino). Por el contrario, Para los analistas, a cuyo frente se
otros autores prefieren ver en él una coloca Tito Livio, el objetivo de esta
m agistratura extraordin aria creada legislación sería establecer la igual­
para cum plir un fin concreto, más de dad jurídica para todo el cuerpo cívi­
acuerdo con el sentido de la tradi­ co; sin embargo, algunas disposicio­
ción. Asimismo, se ha discutido m u­ nes de las XII Tablas confirman la
cho sobre la cuestión de la influencia desigualdad entre diferentes grupos
griega en el contenido de la ley de las sociales, no sólo respecto a patricios y
XII Tablas, influencia reconocida por plebeyos, sino también entre adsidui y
la propia analística, que habla de una proletarii. Por su parte, los propios j u ­
legación enviada a Atenas para ase­ ristas antiguos d ab an otra interpreta­
sorarse sobre su sistema jurídico por ción, reflejada en el propio título de
si fuera posible aplicarlo a Roma; in­ los decenviros, legibus scribundis, esto
cluso se m encionaba a un tal Hermo- es reem plazar un derecho consuetu­
d o ro s, e x ilia d o efesio, que h a b í a dinario por otro escrito. Un jurista
aconsejado a los decenviros y cuya del siglo II d. C„ Pomponio, lo expli­
estatua fue erigida en el Foro. Algu­ ca m uy c l a r a m e n t e d ic ie n d o que
nas de las normas incluidas en las «tras la abrogación de las leyes reales,
XII Tablas, como la prohibición del el pueblo vivía de nuevo bajo el im pe­
lujo en los funerales, recuerdan dis­ rio de la costumbre y de un derecho
posiciones similares del m undo grie­ incierto, más bien que bajo el imperio
go, pero es sum am ente difícil precisar de una legislación positiva» (Digesto,
h a s ta d ó n d e p u e d e lle g a r tal i n ­ 1.2.2.3); esta última sería la misión de
fluencia. los decenviros. En general, las leyes
Más que en su propia existencia, la no eran de conocimiento público y se
im portancia del decenvirato está en ap lica b an según un procedim iento
su obra legislativa, en la ley de las XII cargado de fuerte contenido religioso
Tablas, considerada por Livio como y que obraba en poder de los pontifi­
fo n s o m n is p u b lic i privatique iuris ces en este sentido, la codificación y
(III.34.6). En realidad las XII Tablas publicación del derecho suponían un
no constituyen un código, en el senti­ intento por acercarlo al conocimiento
do de pretender ser una relación sis­ de todos, y así iniciar el camino hacia
temática de preceptos legales para re­ la paridad jurídica; al mismo tiempo
gular las relaciones cívicas, sino un se destaca otra im p o rta n te c o n s e ­
conjunto muy variado de norm as de cuencia de la política de los decenvi­
todo tipo de las que la mayor parte ya ros, esto es la laicización del derecho,
existía con anterioridad. Aunque el el intento por privarle de sus antiguas
texto completo se ha perdido, su con­ connotaciones religiosas presen tán­
tenido nos es conocido por gran ca n ­ dolo como expresión de la voluntad
tidad de fragmentos que permiten ha­ h um ana: como dirían los antiguos j u ­
cerse u n a idea bastante exacta del ristas, el ius desplaza al fa s en la co n ­
mismo: hay que tener presente que cepción del derecho.
tales tablas estuvieron expuestas en el La situación imperante en Roma
Foro durante siglos y que su estudio en estos años centrales del siglo V a.
era obligatorio en las escuelas rom a­ C. recuerda en m uchos aspectos la
nas. La ley de las XII Tablas constitu­ que existía en algunas ciudades grie­
ye quizás el más antiguo m onum ento gas durante la edad arcaica, no sólo
legislativo del derecho rom ano y en en las circunstancias que propiciaron
sus normas de naturaleza arcaica se la crisis (problema agrario, esclavitud
ocupa del derecho procesal, de fami­ por deudas), sino también en su con-
El dualism o patricio-plebeyo 27

elusion. Las nu evas co rrientes de que fuese a partir de esos momentos


pensam iento habían incidido en la cuando los cónsules, hasta entonces
m en talidad aristocrática griega, fé­ designados por sus antecesores, p asa­
rreamente apegada a las condiciones sen a ser elegidos directamente por el
oligárquicas del poder, logrando im ­ pueblo reunido por centurias, si hace­
poner finalmente el ideal de la euno- mos caso del siguiente testimonio de
m ía, que en algunas póleis se tradujo Livio: «Las XII Tablas contenían una
en la publicación del derecho y en el ley en virtud de la cual toda decisión
estab le cim ie n to de o rg a nizacio nes tom ada en última instancia por el
censitarias. siendo sin duda la más pueblo ha de ser legal y válida; asi­
célebre la que Solón proporcionó a mismo las elecciones serán decisión
Atenas. Precisamente la tradición ro­ del pueblo» (Livio, VII. 17.12). La nue­
m ana trataba de vincular la legisla­ va organización política rom ana se
ción decenviral a las reformas de So­ vio completada con la reforma del ca­
lón, y con tal fin enviaron esa lega­ lendario, introduciéndose entonces
ción a A tenas. S a lv a n d o n a t u r a l ­ un calendario lunisolar que estuvo en
mente las distancias cronológicas — vigor hasta la reforma juliana.
siglo y medio entre Solón y los de- La obra de los decenviros puede
eenviros— el paralelo no deja de te­ considerarse como un gran triunfo de
ner interés, pues es muy probable que la plebe, pues logró extender a la or­
fuese por entonces cuando en Roma ganización cívica de Roma el talante
se dio forma a los comicios por centu­ más democrático que había propicia­
rias, el comitiatus maximus, cuya pri­ do su propia estructura interna. Ade­
mera mención aparece precisamente más el conocimiento de la ley supo­
en una disposición de las XII Tablas. nía asimismo un notable avance, ya
Estos comicios tienen su origen en la que privó al patriciado de su m ono­
organización centuriada del rey Ser­ polio y le permitió afrontar con m a­
vio Tulio, que dividió a la población yor seguridad sus problemas. Tam­
de acuerdo a la capacidad militar de bién habría que señalar como una
cada c iu d a d a n o ; d u ra n te la época conquista más de la plebe el recono­
m onárquica no llegaron a constituir cimiento oficial de sus tribunos por
una auténtica asamblea y lo mismo toda la com unidad romana, como pa­
en el prim er período republicano; ge­ recen probarlo por una parte el pro­
neralmente se supone que en un de­ cedim iento de restauración de esta
term inado m om ento de la primera magistratura plebeya en el año 449,
mitad del siglo V (459?) se convirtió llevada a cabo bajo la presidencia del
en asamblea, pero el paso definitivo pontífice máximo, y por otra la ley
se produjo en la época decenviral, consular de tribunicia potestate. única
cuando se introdujo la costumbre de de las leyes prom ulgadas por los cón­
la aestimatio en metal. sules L. Valerio y M. Horacio con vi­
Así pues, a partir del decenvirato sos de historicidad.
existe en Roma una asamblea censi- Sin embargo, el patriciado se reser­
taria en la cual los ciudadanos están vó bazas trascendentales, pues el mis­
repartidos en cinco clases según su mo sistema censitario le proporciona­
fortuna personal, m edida siempre en ba. pese a su enorme minoría dem o­
términos de economía agraria, y cuya gráfica. una clara mayoría política.
organización interna refleja la estruc­ En efecto, el co m id o por centurias no
tura del ejército. Esta asamblea pare­ contem plaba una equitativa distribu­
ce además dotada de la plenitud de ción de la población ciudadana: a la
sus poderes, es decir, el legislativo, el cabeza de la tabla se situaban 18 cen­
electivo y el judicial. Dentro de esta turias de caballería, a continuación
dinámica, es tam bién muy probable las 80 que com ponían la primera cía­
28 Akal Historia del M undo Antiguo

se, las 20 de la segunda, otras tantas la reunían las condiciones para poseer
tercera y lo mismo la cuarta, a las que los auspicios públicos, requisito fun­
seguía la quinta clase con 30 centu­ dam ental para acceder a las magis­
rias; el cuadro se cerraba con una traturas ciudadanas que tuvieran la
centuria de proletarios, dos de músi­ facultad de consultar a los dioses.
cos y dos de ingenieros. La plebe do­ Los años inm ediatam ente posterio­
m in aba lógicamente las clases infe­ res al decenvirato legislativo asisten a
riores, aunqu e tenía también desta­ d eterm in ad as reformas constitucio­
cados elementos, aquéllos con mejor nales, las cuales son encuadradas por
situación económica, encuadrados en la trad ición —y tam bién p o r gran
la primera; sin embargo, la unidad de parte de la investigación m oderna—
voto estaba constituida por la centu­ en el contexto del enfrentamiento po­
ria, con lo cual la plebe siempre esta­ lítico entre el patriciado y la plebe;
ba en minoría, pues sum ando el voto sin embargo, en cierta medida res­
de la primera clase con el de la cab a­ ponden asimismo a causas más es­
llería, dom inadas am bas por el patri- trictamente administrativas, a la pro­
ciado, este últim o alca n zab a fácil­ pia dinám ica del desarrollo y perfec­
mente la mayoría (98 sobre 193), con cionam iento de la constitución repu­
lo que la segunda clase rara vez era blicana. Este último motivo es más
llam ada a votar. claro en el caso de la creación de la
De todas las leyes incoiporadas a censura, mientras que para los tribu­
las XII Tablas tan sólo una hace di­ nos militares con poder consular ya
recta alusión al conflicto patricio- no es tan evidente.
plebeyo. A p ro b a d a según el relato Según relata la tradición, en el año
tradicional por el segundo colegio de 443 a. C. se propuso al Senado la ins­
decenviros, esta ley prohibía los m a­ titución de una nueva magistratura
trim on ios mixtos entre patricios y para que se encargara «del control de
plebeyos, m anifestando el patriciado los escribas, de la conservación de los
de esta m a n e r a su a m b i c i ó n p o r registros públicos y de la elaboración
constituirse en una casta cerrada. Sin del censo» (Livio, IV.8.4); los senado­
embargo, aparte su valor sociológico, res acogieron con agrado la propues­
la medida tiene tam bién un im por­ ta, pues significaba la inclusión de
tante carácter político, pues se trataba nuevos magistrados patricios en el
de invocar un principio religioso para gobierno, mientras que la plebe no
privar a los plebeyos del acceso a la opuso resistencia por considerar esta
magistratura suprema, y por ello no magistratura más necesaria que bri­
es de extrañar que pocos años des­ llante. Nace así la censura, magistra­
pués, en el 445 a. C., cuan do el tribu­ tura com puesta por dos miembros,
no C. Canuleyo logró suprim ir tan in­ elegidos en los comicios por centurias
humanissima lex, como la calificaba cada cinco años y con una duración
C iceró n , sus p r o p u e s ta s lle v a b a n de 18 meses, tiempo considerado sufi­
tam bién la petición de que los plebe­ ciente para realizar el censo. La a p a ­
yos pudieran acceder al consulado. rición de la censura en estos m o m en ­
Al privar a los plebeyos del ius conu­ tos se encuadra perfectamente en el
bium , lo que se hacía al mismo tiem­ contexto de la obra política del de­
po era reservar al patriciado las iustae cenvirato que acabam os de ver, y en
nupticie y la confarreatio. forma de m a­ este sentido la tradición está en lo
trimonio solem ne que se celebraba cierto al poner mayor énfasis en las
p ú b lic a m e n te en p re s e n c ia de los razones adm inistrativas que en las
pontífices y de los magistrados de la políticas. En efecto, la institución de
ciudad, y tan sólo los nacidos de pa­ la asamblea centuriada, dividida en
dres vinculados m ed ian te este rito cinco clases tom ando como criterio la
El dualism o patricio-plebeyo 29

ETRURIA
• Eretim
SABINOS

• Nomentum
Veyes · Crustumerium

• Fidenas
Tibur
Collate ECUOS
R. Anio

e Roma
O: Praeneste
Labici
HERNIOS
• Ficana Tusculum.
i Algido
• Ostia
Bovillae ·
L. Albano Δ • Avagnia
M. Albano

L. Nomi · Velitra Ferentino·


• Lavinium Signia ·
o ■$«c,
c*o
Cora

Ardea • Norba
Pometia ·

, Satricum

V O LSCO S Setia
Antium
Privernum
i Astura
MAR TIRRENO

A n x u r·

• Circeo

EI Lacio
30 A ka l Historia del M undo Antiguo

riqueza del individuo y su evaluación El origen e importancia del tribu­


en metal, exigía unos magistrados es­ nado consular es algo que en gran
pecializados que periódicamente ela­ m edida se escapa por completo. Insti-
boraran las listas del censo y situaran tucionalmente esta magistratura deri­
a cada ciudadano en el lugar que le va del tribunado militar, esto es, que
correspondía dentro de la nueva or­ los antiguos oficiales del ejército son
ganización. liberando así a los cónsu­ elevados a rango de magistrados y se
les de una labor administrativa que les concede el poder del cónsul. Se
les apartaba de la función em inente­ discute m ucho acerca del exacto po ­
mente militar en que se iban especia­ der del tribuno consular, si posee tan
lizando. Ahora bien, la creación de la sólo la potestas del cónsul, como pare­
censura tiene tam bién un m arcado ce indicarlo su título oficial, o si a
carácter político, en la medida en que esta última hay que añadirle también
trata de consolidar la situación de po ­ el im p e r iu m ; de todos modos su situa­
der del patriciado. ya que a través de ción respecto a la del cónsul era bas­
estos magistrados controlaba la dis­ tante inferior, pues los tribunos con­
trib ució n de los ciu d ad a n o s en la sulares no podían nom brar auxiliares
asamblea y con ello aseguraba que la y asimismo se veían privados de gran
mayoría de las 80 centurias de la pri­ parte de los honores que sí poseían
mera clase defendiera los intereses de los có n s u le s , c o m o el d e re c h o al
su clase. triunfo tras una cam paña victoriosa,
En el año 444 a. C. se produce otro el i us im a g in u m , el privilegio de llevar
nuevo intento por cam b iar la magis­ la toga de púrpura y ser enterrado
tratura suprema. Según la narración con ella, el rango de consulares, una
de Tito Livio, la victoria conseguida posición inferior en el Senado, etc.
por Canuleyo al conseguir abolir la Un aspecto que no deja de sorpren­
ley sobre los matrim onios mixtos, le der en la historia de esta magistratura
llevó a solicitar el consulado para los es su falta de continuidad. Cada año
plebeyos; las presiones fueron enton­ se decidía en el Senado si para el si­
ces más grandes que nunca, y a pesar guiente procedía elegir cónsules o tri­
de la gran resistencia del patriciado, b un o s; d u ra n te los p rim ero s años
el Senado tuvo finalmente que ceder prevalecieron los colegios consulares
ofreciendo una solución de com pro­ sobre los tribunicios, a partir del 426
miso, consistente en «la creación de los consulares vienen a ser la excep­
tribunos militares con poder consular ción y desde el 391 no se eligieron
{tribuni m ilitu m consulari potestate) to­ más que tribunos consulares, hasta
mados indistintamente entre los p a ­ que finalmente en el 367 se restauró
tricios y los plebeyos, pero sin modifi­ el consulado y los tribunos volvieron
car las condiciones de acceso al con­ a su antigua función de oficiales del
sulado» (Livio, 1V.6.8). La plebe acep­ ejército. Otro aspecto que muestra la
tó la nueva fórmula y para el año 444 variabilidad de la situación es el n ú ­
se eligió el prim er colegio de esta m a­ mero de estos magistrados, que de ser
gistratura. compuesto por tres m iem ­ tres en un principio, pasaron a cuatro
bros y en el que figuraban uno o dos en el año 426 y en último lugar a seis
person ajes plebeyos; sin em bargo, en el 405 a. C.; en algunas ocasiones
por un defecto de forma (vitio creati), se m encionan ocho, pero es un claro
los tribunos fueron depuestos por los error de los analistas, que añadieron
augures en el tercer mes de su m a n ­ a los seis tribunos los dos censores de
dato y en su lugar fueron de nuevo ese año.
elegidos cónsules. En el año 438 se re­ Las causas de la institución del tri­
pitió la e x p e rien cia , esta vez con b u n a d o co nsular son oscuras, y al
éxito. respecto se han propuesto diversas
El dualism o patricio-plebeyo 31

opciones que por sí solas no contem­ como compensación crearon el tribu­


plan toda la complejidad del proble­ nado consular abierto a la plebe (F.
ma, ofreciendo tan sólo una visión De M artino). Sin em bargo, de ser
parcial. Un grupo de opinión se incli­ cierta esta opinión, un examen de los
na hacia razones puram ente milita­ Fastos indica claramente que los ple­
res: estando Roma comprometida en beyos no accedieron con facilidad a
guerras de una enorme importancia la nueva magistratura, pues hasta el
—las tradicionales contra volscos y año 400 a. C. tan sólo en cuatro oca­
ecuos, que ahora alcanzan un mayor siones consiguieron alcanzar el pues­
impacto, son acom pañadas por otras to. lo que hace difícil creer que esta
contra la ciudad etrusca de Veyes—. institución fuese creada con la finali­
las necesidades militares se imponen dad fundamental de hacer partícipes
como prioritarias, con lo cual el ejér­ a los plebeyos del disfrute de la m a­
cito crecía constantemente, llevando gistratura suprema.
parejo un incremento de los jefes mi­ Finalm ente una tercera opinión es
litares, y de ahí la sustitución de los aquélla que hace hincapié en razones
dos cónsules por unos nuevos magis­ especialm ente adm inistrativas. Los
trados cuyo núm ero creciente viene a cónsules cum plían funciones no sola­
indicar precisamente el aumento de mente militares, sino otras muchas
los efectivos. Por otra parte, el estar más: la creación de la censura les li­
abierto el tribunado consular a los beró de parte de las mismas, pero
elem entos plebeyos, los problem as para una administración eficaz se re­
q ue f r e c u e n te m e n t e te n í a n lu g ar quería una mayor diversificación. La
cuando la leva, desaparecían ante la solución que se adoptó entonces fue
presencia de la aristocracia plebeya la de multiplicar los magistrados que
encargada ahora del m ando del ejér­ gobernaban la ciudad, surgiendo así
cito (J. Heurgon). los tribunos consulares, cuyo número
La teoría militar ha sido, sin em ­ se fue increm entando conforme a las
bargo. fuertemente criticada y recha­ necesidades administrativas. Sin em ­
zada por otro importante sector de la bargo. una solución como esta no po­
investigación, que prefiere adop tar día ser p e rm a n e n te , pues su p o n ía
como causa fundamental una de ín­ concentrar la totalidad de los poderes
dole política, enm arcada en el con­ en m uchas manos, lo que iba en con­
texto del conflicto patricio-plebeyo. tra de su eficacia. Por ello cuando en
Se basan estos autores en que en los el año 367 se restableció el consulado,
momentos de mayor peligro exterior se procedió a una reorganización del
no se recurría a tribunos consulares, sistema de gobierno creando tres nue­
sino a los propios cónsules y con más vos magistrados, los dos ediles curu­
frecuencia al dictador, de manera que les y el pretor, que en unión de los
la guerra no puede ser indicio del cónsules cum plían en su conjunto las
cambio constitucional. Invalidada la funciones que antes desem peñaban
razón militar, la única explicación los tribunos consulares, pero con la
posible habría que buscarla en la lu­ gran diferencia de que éste era un sis­
cha política, es decir, que sería el re­ tema jerarquizado (P.-CH. Ranouil).
sultado de las presiones de la plebe En conclusión, muy probablem en­
por alcanzar la suprema magistratu­ te el tribunado militar con poder con­
ra, privando del monopolio de su de­ sular puede explicarse a través de una
sempeño al orden patricio: por razo­ c o n j u n c i ó n de las tres o p in io n e s
nes religiosas, el exclusivismo de los m e n c io n a d a s , que en n ing ún m o ­
auspicia, los patricios habrían enton­ mento se oponen sino que por el con­
ces suspendido el consulado, que se­ trario se complementan. Esta nueva
guía reservado a sus m iem bros, y institución supone un paso más en la
32 A ka l Historia del M undo Antiguo

búsqueda de la definición constitu­ flicto patricio-plebeyo. Estos tres fac­


cional de la República, pero marcado tores son fundamentales para co m ­
por las propias necesidades de la pra p r e n d e r la evolución h istó rica de
xis política, que en estos años del si­ R om a en los primeros tiempos repu­
glo V. a. C. viene determ inado por los blicanos, que al superarse en el pri­
dos mayores problemas con que se mer tercio del siglo IV, permitirá co­
enfrentaba la ciudad, esto es, la cre­ lo car a esta ciu d ad latina en u n a
ciente am enaza del exterior y la cri­ s itu ació n de privilegio en el c o n ­
sis in te rn a favorecida por el c o n ­ texto itálico.

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MAR TIRRENO

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Selinunte® . . . C a ta n ia ·
Agrigento ,
• Leontino· # Siracusa
Gela®
• Camarina
Cartago

Italia en el siglo V a.C.


El dualismo patricio-plebeyo 33

IV. Las leyes licinio-sextias

El triunfo de la plebe con el decenvi­ las pésimas condiciones alimenticias


rato no benefició por igual al con jun ­ y sanitarias imperantes en esos mo­
to de este estamento, resultando más mentos fueron las distintas epidemias
ventajoso para el sector más privile­ que asolaron la ciudad, teniendo que
giado. es decir, para esa élita plebeya acudir a Apolo, cuyo templo se levan­
que desde el comienzo había dirigido tó en el año 431. para que con sus vir­
la lu ch a y cuyas re iv ind icacion es tudes terapéuticas pusiera fin a los es­
eran esencialmente de índole políti­ tragos causados por las enferm eda­
ca. Por el contrario, los problemas des. El problem a agrario tampoco en­
tradicionales de la plebe agraria no cuentra una solución y en repetidas
sólo no se vieron resueltos, sino que ocasiones Livio hace referencia a las
además se vieron confirmados en al­ peticiones plebeyas al respecto, que
gunos aspectos por la legislación de- a u n q u e en sus detalles d e n u n c ia n
cenviral, como esa norm a que sancio­ una anticipación de elementos carac­
nab a la situación de los deudores terísticos de la época de los Graco. no
insolventes. por ello dejan de indicar las presio­
El período com prendido entre el nes que in sisten tem ente ejercía la
440 y las postrimerías del siglo V se plebe en su búsqueda incesante de
caracteriza por una crisis profunda, mejores co nd icio nes de vida. Una
cuyas raíces se encuentran en la fase anécdota que aparece en la narración
anterior y que afectó muy de lleno a de Livio, y cuya autenticidad no ofre­
la plebe rural y urbana. Efectivamen­ ce motivos de duda, puede servir de
te, la arqueología muestra que las im ­ ejemplo para com prender la desespe­
portaciones tanto griegas como etrus- rada situación por la que atravesaba
cas siguen descendiendo vertigino­ parte de la población romana: en el
samente, c o n tin u an d o la tendencia año 440, en medio de un período de
iniciada a partir del año 475 aproxi­ ham bre y enfermedad, «muchos ple­
m ad am e n te . Las fuentes literarias beyos, perdida toda esperanza, antes
m e n c io n a n frecuentes períodos de que arrastrar una vida de sufrimiento,
ham bre y el recurso al exterior para se cubrieron con un velo la cabeza y
conseguir el alimento necesario, de se precipitaron en el Tíbcr» (Livio.
m anera que Etruria, C am pan ia y Si­ IV. 12.11).
cilia se convierten en los auténticos Una situación como esta puede fá­
graneros de Roma; consecuencia de cilmente ser considerada como pre-
34 Akal Historia dei M undo Antiguo

revolucionaria, como causa determi­ intentar sacar provecho de una crisis


nante de una explosión social y po­ drásticamente resuelta por el Senado.
lítica que altere totalmente las rela­ La guerra continuaba siendo asi­
ciones existentes en la ciudad. Sin mismo un factor de empobrecimiento
embargo no ocurrió así. pues la aris­ para el campesino plebeyo, no sólo
tocracia dirigente plebeya no estaba por las cargas y obligaciones que les
todavía dispuesta a llevar a hasta sus exigían, sino también por los escasísi­
últimas consecuencias el movimiento mos beneficios que podían lograr con
que encabezaba, pero con esta políti­ la victoria. En el año 414, tras una
ca de contención corría el riesgo de c a m p a ñ a victoriosa conducida co n­
que la situación escapase a su co n ­ tra los ecuos, el tribuno consular M.
trol. Así había ocurrido en el año 460 Postumio fue linchado por sus solda­
con el episodio de Apio Herdonio y dos por negarse a repartir el botín
lo mismo vuelve a suceder ahora, en conseguido, h ab ién dolo prom etido
440-439. con Spurio Maelio. Según la antes de llevar a cabo el asalto defini­
tradición era este un m iembro de las tivo contra la ciudad de Bolas. En
centurias de caballeros que utilizó este aspecto el gobierno patricio poco
sus propios recursos y las relaciones a poco lue dando cumplimiento a las
que m antenía con Etruria para co n ­ reivindicaciones de los soldados, que
seguir, durante un dramático período en determ inadas circunstancias fue­
de hambre, trigo abundante que in­ ron admitidos al reparto del botín.
m ediatamente distribuyó entre la ple­ C om o punto culm inante de esta polí­
be; paralelam ente el Senado desarro­ tica conciliadora, en el año 406 el Se­
llab a u n a g estión s im ila r a cuyo nado decretó la institución del sueldo
frente situó a L. Minucio, pero con re­ militar (Livio. IV.59.11), con lo cual se
sultados bastante inferiores a los con ­ ayudaba al campesino-soldado a so­
seguidos por Maelio; éste pretendía portar los gastos que le ocasionaba la
atraerse el apoyo de la plebe y modifi­ guerra, aunque el equipo siguió cos­
car el régimen republicano transfor­ teándoselo cada ciudadano a sus pro­
mándolo en una m onarquía persona­ pias expensas; además hay que tener
lizada en él mismo; sin embargo, sus en cuenta que a partir del año 403 se
planes fueron descubiertos por M in u ­ formalizó el cerco a la ciudad de Ve-
cio, quien los puso en conocimiento yes, lo que exigió disponer p erm a­
del Senado, abortando finalmente la nentemente de un ejército que se hi­
c o n s p i r a c i ó n co n el a s e s in a to de ciera cargo del mismo, am pliando el
M ae lio (Livio, IV. 13-16; D io n isio . tiempo de servicio militar a todo el
X II.1-4). A unque este relato se nos año y no tan sólo a unos meses, como
presenta bajo un ropaje un tanto no­ se había hecho hasta el momento.
velado. no por ello deja de señalar un Por su parte, el beneficio político
nuevo intento de un sector de la plebe que obtuvo la élite plebeya tras el de-
por encontrar una solución a sus p ro ­ c c n v ir a to ta m p o c o fue co m p leto .
blemas por vías diferentes a la insti­ Ciertamente con la ley Canuleya. que
tucional. favoreciendo la aparición abolía la prohibición de matrimonios
de personajes que aprovechándose de mixtos, los elementos dirigentes de la
una situación social dramática, tra­ plebe lograron un triunfo notable,
tan de alcanzar un poder personal. Es pues abría la posibilidad de em p a­
sintomático al respecto que tanto en rentar y con ello trazar alianzas polí­
este episodio como en el anterior de ticas con aquellas familias patricias
Apio H erdonio, los tjribunos de la menos radicalizadas; pero los frutos
plebe no adopten una postura clara, de esta medida no se podrían recoger
interviniendo tan sólo al final, cua n­ sino hasta pasado un plazo de tiempo
do el orden ha sido restablecido, para re la tiv a m e n te largo. Y así vem os
El dualism o patricio-plebeyo 35

cóm o la plebe no consigue forzar, fragmentación del mismo. De todas


sino esporádicamente, la barrera im­ maneras, a comienzos del siglo IV a.
puesta por el patriciado a su acceso a C. el patriciado aparece dividido en
la m agistratura suprema. Pese a la dos tendencias, u na conservadora,
creación del trib u n ad o militar con con deseos de m antener a ultranza
poder consular, la influencia patricia sus privilegios tradicionales, y otra
en los comicios por centurias y én los más progresista, representada, entre
otros órganos de gobierno se m an i­ otros, por Fabios, Manlios y Corne-
festaba lo suficientemente fuerte para lios. que ya no sentían escrúpulos en
frenar las aspiraciones plebeyas, per­ em parentar con distinguidas familias
mitiendo tan sólo en ocasiones una plebeyas, como los Licinios. y con el
participación m ínim a de la plebe en propósito de proporcionar al gobier­
las tarcas de gobierno, bien mediante no de la ciudad una base sociológica
una aparición esporádica en el tribu­ mucho más amplia. La consecuencia
nado consular, o bien accediendo a la de este compromiso entre la élite ple­
libertad de candidatura para la elec­ beya y el patriciado progresista será
ción de los cuestores en el año 421 la publicación de las leyes Licinio-
a. C. Sextias en el año 367 a. C., que signifi­
A partir del año 400 la situación co­ cará la equiparación jurídica de los
m ienza a c a m b ia r favorablem ente órdenes.
hacia la plebe. En ese año sitúa la tra­ Pero antes de pasar a exponer las
dición al prim er plebeyo ocupando el características de este momento cul­
tribunado consular. P. Licinio, y a u n ­ m i n a n t e en el c o n flic to p a tric io -
que esta afirmación es falsa, pues de­ plebeyo. es conveniente detenerse en
lata el interés del analista Licinio otros aspectos. En la primera década
M acer por distinguir con tal honor a del siglo IV a. C. Roma se vio sacudi­
un antepasado suyo, lo cierto es que da por dos importantes fenómenos
desde estos m om entos la presencia procedentes del exterior, pero con
plebeya se hace sen tir con m ayor enormes repercusiones en su vida in­
peso en la magistratura suprema. La terna: la conquista de Veyes y la inva­
razón de este cambio hay que buscar­ sión celta. El primero de estos aconte­
la en parte en el resultado de la lex cimientos (396 a. C.) supuso el inicio
Canuleia, que ya empiezan a percibirse de la expansión romana, que ya no se
sus consecuencias, pero también en detendrá hasta considerar el Medite­
una transform ación que p a u la tin a ­ rráneo como un lago propio, el Mare
mente se va produciendo en el seno Nostrum; después de una guerra dece­
del patriciado. En prim er lugar se ob­ nal, la ciudad etrusca de Veyes fue
serva una disminución creciente del conquistada y su territorio incorpora­
número de familias patricias, efecto do al ager romanas, alcanzando éste
lógico en todo grupo con tendencias una extensión superior al doble de lo
endogámicas. Pero al mismo tiempo que poseía con anterioridad. A partir
la sustancial unidad que frente al ex­ de estos momentos Roma disponía
terior ofrecía el patriciado comienza de una enorm e extensión de tierra
a resquebrajarse, percibiéndose qui­ prácticamente libre, a la que hay que
zás los primeros síntomas en las cir­ añ a d ir el ager Pontinus anexionado
cunstancias que favorecieron la ap a­ unos años antes, con lo cual el Sena­
rición del decenvirato legislativo, y en do se vio carente de argumentos que
este sentido la prohibición de matri­ oponer a la dem anda constante de la
monios mixtos habría que interpre­ plebe sobre el problem a agrario. En
tarla también en u n a nueva vertiente, el año 393 el patriciado gobernante
es decir, la pretcnsión del sector del tuvo que acceder a estas pretcnsiones,
patriciado más radical por evitar una ordenando la concesión de pequeñas
36 Akat Historia del M undo Antiguo


L. de Vico Faleria

• Sutri n/
Tarquinia Nepi

Narie
Capena

Lucus*" 9 Eretum
L. Bracciano Feroniae

e Veyes
\ ___ Γ Crustumeriun

MAR TIRRENO Tusculum


©

Etruria meridional

parcelas de tierra a título individual a sido dañada, con la inclusión de un


todo plebeyo que quisiera desplazar­ nuevo sistema defensivo que evitara
se al territorio recién conquistado. calamidades futuras. La plebe resultó
Sin em bargo, la alegría no duró muy perjudicada con este aconteci­
m ucho tiempo, pues hacia los años miento, pues tuvo que contribuir con
390-387 a. C. una violenta irrupción medios económicos y hum anos a los
de tribus celtas asoló el territorio de trabajos de reconstrucción, soportar
Roma e incendió la ciudad. Si el epi­ las levas necesarias para hacer frente
sodio no tiene gran im portancia en la al peligro exterior y sus campos no
política exterior, pues la b and a inva- dieron los productos esperados.
sora se retiró inm ediatam ente venci­ La depresión económica se abatió
da por los romanos, sí repercutió con sobre Rom a y la plebe vio recrudecer
gran fuerza en la situación interna de sus ya tradicionales sufrimientos a
Roma, ya que dejó tras sí unas conse­ causa del ham bre y de las deudas. La
cuencias muy graves. La ciudad tuvo situación volvía a ser de nuevo límite
que ser reconstruida allí donde había y otra vez surge un personaje que ha-
El dualism o patricio-plebeyo 37

A p o lo de V eye s.
M useo de Villa G iulia, Roma
38 Akal Historia del M undo Antiguo

riendo suyos tales problemas, preten­ estos tribunos presentaron tres pro­
de aspirar a un poder personal. En puestas de ley para dar cumplimiento
los años 385 y 384 tiene lugar la lla­ a todas las reivindicaciones plebeyas:
mada seditio M anliana, cuando el p a ­ el acceso de este estamento a la m a­
tricio Tito Manlio, héroe de la defen­ gistratura suprema, la cancelación de
sa del Capitolio contra los galos, trata las deudas y un mejor reparto del
de levantar a la plebe contra el go­ ager publicus. Naturalm ente el patri­
bierno patricio, tom ando como b a n ­ ciado hizo oídos sordos a proposicio­
dera de su revolución la cuestión de nes de este tipo, pero los tribunos,
las deudas, que había conducido a conscientes de su fuerza, no estaban
gran núm ero de ciudadanos a unas dispuestos a dejarse vencer y utiliza­
condiciones desesperantes. Al igual ron todos los medios a su alcance
que sus antecesores Casio. Herdonio para conseguir sus propósitos. A lo
V Maelio. Γ. Manlio sufrió la misma largo de diez años consecutivos Lici­
pena capital acusado de aspirar a la nio y Sextio fueron elegidos tribunos
realeza. Ahora bien, si Manlio fraca­ y durante cinco, según dice Livio, fue­
só en su intento de poder personal, ron las únicas elecciones que pudie­
otro personaje si alcanzó el éxito, ron celebrarse, pues haciendo uso de
aunque disfrazándolo bajo aparien­ su intercessio los tribunos p a raliza­
cias constitucionales. Este último fue ban los comicios para evitar la elec­
Marco Furio Camilo, el conquistador ción de nuevos magistrados. El Sena­
de Veyes y vencedor de los galos, lla­ do tuvo que recurrir a la dictadura de
mado «segundo fundador de Roma» C a m ilo p a ra restablecer el orden,
y cuya figura dom ina la política ro­ pero fracasó en su intento. F inalm en ­
m ana en las dos primeras décadas te, en el año 367. Licinio y Sextio lo­
del siglo IV. Personaje un tanto co n­ graron triu n fa r y sus leyes fueron
tradictorio. Camilo aparece envuelto aprobadas, siendo L. Sextio el primer
en la tradición por una aureola de le­ plebeyo que según la tradición alcan­
yenda y mitificación que sin embargo zó el consulado.
no logra esconder el hecho real de A pesar de que las leges Liciniae-
haber sido el p r im e r p rinceps romano: S ex tia e han sido muy criticadas, lle­
como ha puesto en relieve J. Helle- gándose incluso a querer privarles de
gouarc’h, en C am ilo se encuentran valor histórico, lo cierto es que sal­
elementos fundamentales que carac­ vando algunos detalles, su trasfondo
terizarán el régimen imperial rom a­ se adapta con bastante facilidad a las
no, como son la realización de una condiciones de la época. La primera
m onarquía sin recurrir a un título ley es de orden constitucional y esta­
que exprese claram ente esta situ a­ blece que en lo sucesivo ya no se vol­
ción, m antenim iento de las p o te sta ­ verán a elegir tribunos militares con
tes tradicionales, respeto a la auctori­ poder consular, ordenando el resta­
tas del Senado y búsqueda del co n ­ blecim iento del co nsu lad o, con la
sensus popular. Censor en una oca­ obligación de que uno de los cónsules ^
sión, tribuno militar con poder con­ ha de ser plebeyo. Esta norma es con­
sular en siete y d ictad or en cinco, siderada por algunos autores m oder­
constituye un cursus h o n o ru m que h a ­ nos no com o la restauración, sino
bla por sí solo de la importancia de com o el nacim iento del consulado,
Camilo en la vida política romana. que habría sido precedido, según he­
En el año 377 a. C. son elegidos tri­ mos visto, p o r otras m agistraturas
bunos de la plebe Cayó Licinio y L u ­ (m agister p o p u li, decem viri, praetores,
cio Sextio y con ellos se inicia la recta trib u n i m il. con. p o t.) a tenor de las
fnal en el triunfo de la plebe. Inm e­ condiciones políticas imperantes. Sin
diatamente a la entrada en el cargo. embargo, en la actualidad muy pocos
El dualism o patricio-plebeyo 39
du dan de que este episodio de la tra­ una única, con la creación de la cen­
dición es histórico: tras varios inten­ sura primero y de la pretura y edili­
tos por definir el ejercicio del poder dad después, se la va descargando de
supremo, el consulado se manifestó funciones con una clara tendencia
como la solución más práctica, pero hacia la especialización, reflejo de la
adaptándolo a la nueva situación, por complejidad creciente de la adm inis­
lo que su reinstauración hay que c on­ tración de la ciudad.
siderarla conjuntam ente con otra me­ La segunda ley hace referencia a la
dida constitucional, que si bien no cuestión de las deudas, u na de las
em ana de la misma ley. se inserta en grandes lacras que había sacudido a
idéntico contexto: la creación de nue­ la sociedad romana. La ley de los tri­
vas magistraturas especializadas, la b u n o s Licinio y Sextio trataba de
pretura y la edilidad curul, encargada ca n c e la r las d euda s estableciendo
la primera de la administración de la que las cantidades entregadas en con­
justicia y la segunda de asuntos de la cepto de intereses serían deducidas
adm inistración local, en consonancia del capital, y si todavía quedaba parte
con los ediles de la plebe. De esta m a­ de éste por redimir, se pagaría en tres
nera se va perfilando el contenido de a n u a lid a d e s iguales. Sin embargo,
las m agistraturas republicanas, que aunque esta disposición supuso un
h a b i e n d o n a c id o u n if o r m a d a s en gran alivio para los deudores, no ata­

La ciudad de Roma
40 AkaI Historia del M undo Antiguo

de las tierras públicas, a partir de es­


tos años en continuo incremento por
las sucesivas conquistas, y aunque ya
se hab ían llevado a efecto repartos
entre la plebe necesitada, tal acapara-
ción obstaculizaba posteriores parce­
laciones. La ley de Licinio y Sextio
iba dirigida a una mejor distribución
de la tierra, a evitar una excesiva acu­
mulación en pocas manos y a procu­
rar extender a un mayor número de
ciudadanos el beneficio de unas con­
quistas conseguidas gracias al esfuer­
zo de todos.
En conclusión, las leyes Licinio-
Sextias m arcan el fin de una época y
sientan las bases del com ienzo de
una nueva era. Aunque la dualidad
patricio-plebeya no ha desaparecido
por completo, lo que no ocurrirá ju rí­
dicam ente hasta el año 287 a. C., lo
que sí ha pasado a la historia es el
conflicto entre los órdenes: la dedica­
ción por Cam ilo de un templo a C o n ­
Representación de Horacio Cocles sobre el
cordia en el año 367, se alza como un
puente del Tiber, según m oneda. B iblioteca símbolo de la superación de u na épo­
N acional, París ca. A partir de estos momentos, la lu­
cha ya no se planteará en términos de
caba directamente el mecanismo del patricios c o n tra plebeyos, sino de
endeudamiento, pues la altísima tasa grupos en los que in d istintam ente
de interés, que alcan zab a práctica­ participan elementos de uno y otro
mente el 100% anual del capital pres­ estamento: la nueva clase dirigente
tado, no fue modificada. H abrá que recibe ya el nom bre de nobilitas p a­
esperar a los años 357 y 342 para que tricio-plebeya. De las tradicionales
la tasa vaya decreciendo progresiva­ reivindicaciones plebeyas, salvo el ne­
mente, y hasta el 326 a. C. la plebe x u m , respecto al cual se ha iniciado
empobrecida no verá desaparecer por ya el cam ino hacia su total extinción,
completo el tan odioso nexum. poco es lo que se puede oir de conflic­
La tercera y últim a ley Licinio- to. C on los repartos de tierras y la li­
Sextia se centra en el problema agra­ mitación establecida sobre el derecho
rio, concretamente en la cuestión del de ocupación, el cam pesinado sale
ager publicus, estipulando que en lo robustecido de la lucha, viviendo a
sucesivo no se podrá ocupar una ex­ partir de estos momentos un largo pe­
tensión superior a las 500 yugadas de ríodo de estabilidad, que sólo se verá
esta tierra comunal. La razón de esta com prom etido prácticam ente como
disposición se encuentra en el hecho consecuencia de la segunda guerra
de que la clase superior del cuerpo cí­ púnica: la conquista de la península
vico, y no sólo el patriciado, sino tam ­ Itálica, hecho fundamental de la his­
bién la aristocracia plebeya —no en toria de Rom a en el siglo IV a. C., que
vano se decía que el prim er contra­ exigió notables esfuerzos a los cam ­
ventor de la ley fue el propio legis­ pesinos rom anos es prueba palpable
lador—, acaparaban la mayor parte de la solidez de esta clase.
El dualismo patricio-plebeyo 41

V. La Liga Latina y los pueblos sabélicos

La evolución iniciada durante la m o­ el Lacio era sum am ente fuerte. Tar­


narquía, por la cual Roma había in­ quinio, que según Livio (11,19,3) esta­
corporado un buen número de aldeas ba en las filas latinas, se retiró a C u ­
latinas, tuvo que ser imprevistamente mas, donde, acogido por Aristodemo,
suspendida tras la caída de la «dinas­ vivirá sus últimos días.
tía» etrusca. Es posible que la muerte de Tarqui­
Pero la expulsión de los Tarquinios nio, con el consiguiente cambio de
se convirtió en una revuelta de Roma actitud del tirano griego respecto a los
contra los latinos. Según una opinión latinos y, por otra parte, la presión de
muy extendida, Roma, ocupada por los volseos y ecuos, hayan obligado a
Porsenna, fue base de sus cam pañas Roma y a los latinos a unirse de nue­
contra la Liga Latina, encabezada por vo. El foedus Cassianum, cuyo texto ha
Tusculum y Aricia, cl santuario fede­ sido resumido por Dionisio de Hali­
ral. La d e s a p a ric ió n de P o rs e n n a carnaso (VI.95). firmado en torno al
dejó, pues, a Roma enfrentada con la 493 a. C„ es su mejor expresión.
Liga pese a los vínculos geográficos, Se atribuye a Sp. Cassio —un h o m ­
históricos y culturales que le unían bre ligado a los intereses de la ple­
a ella. be— la firma del tratado que más tar­
Parece cierto que a comienzos del de. durante su tercer consulado, en el
s. V. a. C., se produjo una confronta­ año 486, am pliará a los hérnicos. P ro­
ción entre los treinta populi latinos y bablemente —así lo ha sugerido, por
Roma. La tradición presenta esta b a ­ ejemplo, M. J. Pena— el regreso de
talla, la del lago Regilo (499 a. C.). Roma a la Liga fue bien acogido por
como un triunfo de los romanos, sin la plebe, que veía en los latinos los
que falten en el relato motivos mito­ antiguos colaboradores de la m on ar­
lógicos como la colaboración militar quía, cuya expulsión significó más la
de los Dióscuros, Cástor y Póllux, y victoria del patriciado que la liberali-
su posterior presencia en el Foro. La zación del pueblo. De hecho la caída
victoria no debió ser tan rotu n d a de Sp. Cassio en el 485 señala el triunfo
como las fuentes la presentan, pero es de la aristocracia gentilicia romana y
evidente que la posición de Roma en el fin de una época de transición.
42 Aka! Historia del M undo Antiguo

Sin embargo, el contenido de este las en la zona volsea. El hecho de que


tratado es, aún hoy, algo muy discuti­ la decisión era, en última instancia,
do; todavía no existe un acuerdo u n á ­ responsabilidad de la Liga Latina lo
nime sobre la posición de Roma d e n ­ demuestra el que cada colonia, desde
tro de la Liga. Para unos, siguiendo la su creación, se transformaba en una
tradición antigua, Rom a se convirtió ciudad latina independiente y sobe­
en cabeza hegemónica de la misma, rana, adm itida en el conjunto de los
en pie de igualdad con los restantes p o p u li latin i de la federación. El título
miembros. Para otros el fo e d u s supuso para estas colonias es el de Priscae L a ­
la integración de Roma en la confe­ tin a e Coloniae.
deración latina com o un m iem bro La lista de estas colonias no se con ­
más. Esta última parece ser la tenden­ serva completa, pero conocemos los
cia que, a juzgar por los trabajos más nombres de las más importantes: F i­
recientes, tiende a ser aceptada de d e n a e , s o b r e la lín e a del T ib e r ,
forma más generalizada. para contener a los etruscos y falis-
En su obra, A. Alfóldi ha advertido cos; Cora y Signia, en las m ontañas
cómo la soberanía del concilium L a ti­ volseas para luchar contra ecuos y
n o ru m se impuso a la misma Roma volseos. Otras fueron deducidas pos­
hasta comienzos del s. IV. Reunido, teriormente con idénticos fines mili­
según la tradición, en la fuente Feren­ tares: Velitrae (494), al sur de las coli­
tina, se dictaban decisiones comunes nas albanas y Norba, bastiones con ­
de gobierno que afectaban a todos los tra los volseos; Antium (467), en la
miembros. Sólo cuando, tras guardar costa lacial. Ardea (442), Labici (418),
un riguroso turno, corresp o n d ía a etc. La cuidadosa elección del em pla­
Roma asum ir el m an do del ejército z a m ie n to , su p o s ic ió n estratégica
federal, enviaba u n com andante. J. frente al enemigo, garantizaba a la
H eurgon cree oportuno, p o r tanto, a lia n z a la tin a u n a sólida defensa
hab lar mejor de «conquista latina» del Lacio.
que de «conquista rom ana» durante A lo largo de este m ism o siglo,
todo el siglo V y la prim era mitad R o m a y la Liga se e n f re n ta r o n a
del IV. ecuos y volseos, cuyas in vasiones
D onde mejor se percibe el espíritu afectaban más al territorio meridio­
de colaboración entre Roma y la Liga nal del Lacio que al de Roma.
Latina es, sin duda, en la política de Estos pueblos pertenecen al con­
fundación de colonias. Frente a la vi­ ju n to sabélico, gentes asentadas en
sión de la tradición, que atribuye a los Apeninos que conocían una pri­
Roma las fundaciones anteriores al mitiva economía pastoril, organiza­
338 a. C. (Livio habla sólo de coloniae das políticam ente en agrupaciones
R o m a n a e ), ha q u e d a d o suficien te­ tribales. Es lógico, por tanto, que se
mente demostrado el auténtico carác­ sintieran atraídas por las mejores tie­
ter latino de dichas fundaciones. rras del Lacio y la Cam pania. Si a
El establecimiento de una colonia esto añadim os el vacío creado tras la
durante este período no pudo ser de­ retirada de los etruscos, com prende­
cidido en solitario po r Roma: la deci­ remos fácilmente la voluntaria ex­
sión partía, según E. T. Salmon, de la pansión de estas poblaciones.
propia Liga Latina, sin duda tras la J. Heurgon, en un conocido traba­
consulta con los romanos. De haber­ jo, estudió una de las instituciones
se tomado individualmente las inicia­ que más les caracterizan: el ver s a ­
tivas, éstas hubieran varjado mucho: crum o «primavera sagrada». C uando
los romanos hubieran propuesto co­ una epidemia o escasez se abatía so­
lonias en la frontera con los etruscos, bre sus pobres pastos, consagraban a
en tanto los latinos sugerirían fundar­ M arte los hijos que nacieran en la
El dualism o patricio-plebeyo 43

primavera siguiente y, llegados éstos participación sabina en la formación


a la edad adulta, se les enviaba a fun­ de la ciudad. Desde entonces las in­
dar u na ciudad siguiendo las huellas cursiones o infiltraciones en la llanu­
de un anim al totémico. ra rom ana eran frecuente: un eco le­
La guerra contra estos pueblos de g en d a rio de ellas lo constituye el
las m ontañas fue larga y dura. La tra­ asentamiento de Atta Clausus, el a n ­
dición analística describe con detalle, tepasado de la gens Claudia, con toda
no exento de rasgos heroicos, el papel su clientela, en Roma, donde obtuvo
de R om a en ella. Las célebres leyen­ el derecho de ciudadanía.
das del traidor coriolano (491) que Este grave peligro pudo ser en parte
conduce a los volseos contra la ciu­ neutra liz ad o al encontrarse en los
dad y de Cincinato, el orgulloso y hérnicos un nuevo aliado de la Liga.
a u s te r o p a t r i c io v e n c e d o r de los Esta tribu m ontañosa, que ocupaba
ecuos (458), testimonian la peligrosa una buena parte del valle del Sacco.
situación que duró al menos hasta la se en co ntraba tam bién am en a zad a
mitad del siglo. Las incursiones de por ecuos y volseos. El acuerdo con
ecuos y volseos contra la confedera­ los hérnicos ha sido adscrito —como
ción en la llanura latina consistía en hemos visto— a Sp. Cassio hacia el
la m ayor parte de las ocasiones en rá­ 486. Sin que debamos exagerar la co­
pidas razzias contra los centros ha­ laboración hérnica es indudable que
bitados. sin ésta sería difícil explicar la resis­
Sólo a partir de la segunda mitad tencia de los latinos.
del siglo V, rom anos y latinos pudie­
ron a fro n ta r la guerra en mejores Pero las hostilidades tampoco fal­
co n d icio n e s a b a n d o n a n d o poco a taron, al menos durante la primera
poco la estrategia defensiva. En este mitad del siglo V, hasta que, en el 448,
nuevo contexto debemos situar la vic­ cesaron imprevistamente. A este pe­
toria del dictador A. Postumio Tuber­ ríodo pertenece el episodio del jefe
to, en el 431, sobre los ecuos, en el Al­ sabino Apio Herdonio que, hacia el
gido. La impresión de la victoria fue 4-60, llegó a adueñarse del Capitolio,
tan profunda que se ha conservado el lo que parece poco verosímil tratán­
recuerdo de aquel día, un 19 de junio, dose más bien de un asunto interno
en el calendario. de Roma.
N o sabemos si la paz del 396, soli­ El relato impreciso y convencional
citada a la Liga por los volseos, es de las fuentes hace pensar que la gue­
una simple invención de la analística rra no fue generalizada ni intensa,
(Liv. V,23,13) o fue histórica, pero, en pero, pese a su inestabilidad, durade­
cu a lq u ie r caso, parece justificada. ra. Piganiol piensa que los enfrenta­
Los latinos, m ed ian te las colonias mientos term inaron con el estableci­
fundadas en el país volseo, controla­ miento de acuerdos entre Roma y la
rán en el futuro los movimientos de Sabina: la transhum ancia de los re­
estas gentes'. baños y el comercio de la sal creaban
Más pacíficas fueron las relaciones entre el cam po rom ano y las m onta­
de Roma y la Liga Latina con otro ñas una verdadera solidaridad eco­
pueblo vecino: los sabinos. H ab ita­ nómica. N o obstante, las tierras del
ban un amplio territorio, en las lade­ Anio al Tiber, un territorio com pren­
ras del Apenino. que se extendía des­ dido entre los sabinos y Roma, aca­
de la confluencia del Anio con el b a r o n en p o d e r de los ro m a n o s ,
Tiber a las fuentes del Ñera. El con­ creando la tribu Clustum ina que, al
tacto de Roma con los sabinos era tiem po de g aran tizar cierta seguri­
muy antiguo; un im portante sector de d a d . p r o p o r c i o n a b a tie rra s a los
la historiografía rom ana m enciona la ciudadanos.
44 Akal Historia del M undo Antiguo

VI. Roma y Veyes

R oldan ha expresado con claridad dustria o la fertilidad de sus campos


que. si excluimos a los sabinos, la p o ­ lo que despertó las am biciones de
lítica rom ana durante el siglo V tiene Roma, sino el monopolio de las sali­
fundam entalm ente dos frentes: uno nas de la desembocadura del Tiber y
federal —contra ecuos y volseos— y el control de la ruta comercial de este
otro particular que la enfrenta en so­ pro ducto, la co no cid a vía Salaria,
litario con su vecino etrusco más pró­ hasta el mom ento en manos de Veyes
ximo: la ciudad de Veyes. Efectiva­ gracias al control de Fidenae. Quizá
mente. la participación de Roma en para legitimar esta aspiración la tra­
la Liga latina no supuso nunca pérdi­ dición sostiene que Rómulo obligó a
da de independencia o de capacidad los veyentinos a ceder a Roma las sa­
individual de actuación, incluso en linas, iniciándose entonces las prim e­
política exterior. La liga permitía a ras hostilidades.
sus miembros, ind ependientem ente La lucha de Roma contra los ve­
de los esfuerzos comunes federales, yentinos com enzó en el 485 ó 483 con
luchar o suscribir tratados con otras encuentros que podríamos conside­
ciudades. rar como incidentes fronterizos. Pero
Veyes se encontraba a una veintena el prim er episodio serio se produjo en
de kilómetros al norte de Roma: su el 479 a. C., cuando los romanos, sin
territorio se extendía hasta el Tiber, el auxilio de sus aliados, intentaron
límite de la nación etrusca. De la Ve­ adueñarse de Fidenae, último bastión
yes tosca na se ha conservado poco: etrusco en tierras laciales, sufriendo
quizá el edificio más conocido sea el en las orillas del río Cremera un gra­
llamado templo de Apolo o templo ve revés; no pudieron impedir tam po­
del Portonaccio levantado fuera de co que los etruscos devastasen el te­
los muros occidentales. Su apogeo rritorio ro m a n o h asta el Jan icu lo
fue alcanzado a mediados del s. VI (Liv. 11.48). Más tarde, un destaca­
cuando se transformó en un im por­ mento de la gens Fabio y sus clientes,
tante centro artístico especializado en en núm ero de 300, murieron también
la producción de terracotas. U no de en el intento de ocupar una fortaleza,
sus artistas, Vulca, fue lla m a d o a quizá para cortar las comunicaciones
Roma por Tarquinio para que reali­ entre Veyes y Fidenae. Los detalles
zase una estatua de terracota de Júpi­ del relato liviano son muy sospecho­
ter para el Capitolio; qukzá se deba a sos, pero nadie duda de su autentici­
él —o a su escuela— las estatuas del dad original. Constituye, como señala
templo del Portonaccio. J. Heurgon. un ejemplo sociológica­
Pero no fue la actividad de su in­ mente muy claro de aquellas guerras
El dualism o patricio-plebeyo 45

gentilicias en que un clan asumía la La ciudad etrusca, en un prom onto­


responsabilidad de las mismas por rio de difícil acceso, defendida por el
entero, solo y al margen del Estado. Tiber, resultaba prácticamente inex­
G e n eralm en te se interpreta que la pugnable y se explican los esfuerzos
poderosa gens Fabia, que controlaba romanos para tomarla.
tam bién la vida política romana, con­ Veyes contó con escasas ayudas de
sideraba esta guerra como propia, un otras ciudades etruscas. lo que debe
verdadero bellum privatum. atribuirse tanto a la ausencia de un
De todos los acontecimientos pro­ sentimiento nacional entre los etrus­
ducidos entre el 485 y el 474. el princi­ cos como quizá a la presencia gala en
pal recuerdo fue el desastre del Cre­ la Etruria padana. Su vecina occiden­
mera. Debemos entender que en los tal. Caere, se mantuvo neutral, a n u n ­
años siguientes mientras Roma con­ cia n d o así su futura política filo-
servó su cabeza de puente más allá romana. Tan sólo C apena y Faleri, en
del Tiber, el Janiculo. Fidenae per­ la Etruria m eridional, colaboraron
maneció independiente de Roma y eficazmente con Veyes. Pero los ro­
aliada con Veyes. La tradición asegu­ manos. con la ayuda de algunos con­
ra que la paz entre rom anos y etrus­ tingentes latinos debilitaron las fuer­
cos fue concluida por 40 años (Liv. zas de s o c o r ro y m a n t u v i e r o n el
11,54; DH. IX.36). Este particular es asedio.
muy dudoso, pero lo cierto es que. de Finalmente, en el 396, el dictador
cualquier modo, en la margen dere­ M. Furio Camilo, tomó la ciudad al
cha del Tiber, la ripa Veiens, la paz fue asalto. Este hecho debió de constituir,
duradera y estable. por la opulencia y la antigüedad de la
Sólo cuando el ejército romano es­ ciudad enemiga, un verdadero acon­
tuvo mejor organizado, medio siglo tecimiento, no exento, desde luego, de
después, estim u lad os quizá por la grandes sacrificios para los campesi­
victoria del Algido, renovó el ataque nos rom anos mantenidos todo el año
de Fidenae. En el curso de una bata­ bajo las armas, pues, si obstinada era
lla, en torno al 426. cuerpo a cuerpo la actitud de los asediados, no menos
entre las fuerzas rom anas y las fide- perseverante fue la de los romanos.
natas, el general rom ano A. Cornelio La ciudad fue destruida, tratándose
Cosso mató personalmente al rey de de evitar a toda costa que sobre este
los veyentinos, Tolumnio. La arm a­ punto estratégico pudiera surgir en el
dura que Cosso quitó del cuerpo de futuro un centro enemigo. Pero antes
su adversario fue depositada en el del éxito final se intentó atraer a la
tem plo de Júp iter Feretrio, preten­ causa rom ana a la diosa protectora
diendo las fuentes que la inscripción de la ciudad de Veyes, con la prom e­
dedicatoria de la ofrenda fue desci­ sa, en caso de victoria, de un templo y
frada por Augusto. de un culto en Roma, según el anti­
Caída Fidenae, tras una corta tre­ guo rito de la evocatio; tras la conquis­
gua, los rom anos se lanzaron a la ta y destrucción de la ciudad, la diosa
conquista de Veyes, objetivo que po­ Uni fue trasladada a Roma y hon ra­
demos considerar com el prim er paso da como Juno Regina.
en la conquista de la Italia central. La conquista de Veyes supuso para
La tradición, para realzar el logro, Roma no sólo un considerable botín,
sostiene que el asedio de Veyes duró sino también el reparto de un fértil te­
diez años —del 406 al 396—, los mis­ rritorio con el cual duplicaba su ex­
mos que el de Troya por los griegos. tensión. La parcelación de las nuevas
En realidad la guerra contra Veyes tierras y su posterior distribución en­
costó a Roma una elevada suma de tre los ciudadanos contribuyó a una
vidas hum anas y pérdidas materiales. cierta distensión social en Rom a y
46 Aka! Historia del M undo Antiguo

permitió la creación de cuatro nuevas las últim as colonias latinas anteriores


tribus. a la guerra latina. El estado rom ano
La ocupación del territorio veyenti- limitará a partir de entonces con p o ­
no obligó a Roma a someter a los a n ­ tentes ciudades etruscas como Caere,
tiguos aliados de la ciudad etrusca o Tarquinia, Falerii o Volsinii.
bien a suscribir acuerdos con ellos. Estas conquistas iban a preparar, a
Según Livio (V,97), Capena primero corto plazo, un profundo cambio en
(395) y luego Sutri y Nepet cayeron en las relaciones entre Roma y la Liga
m anos rom anas; estas dos últim as Latina que ya era poco mayor en ex­
fueron precisamente, hacia 383-382. tensión que el territorio romano.

■ c a o ■ «·■ - - i ■ »— - 1 a i Muro do la ciudad etrusca. Ras tos consorvados.

Lim ito aproxim ado de la ciudad etrusca.

_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lim ite aproxim ado de la ciudad romana.

Plano de Veyes
El dualismo patricio-plebeyo 47

VII. La invasión gala

Según Plinio (NH 111,172), el mismo Pero estas infiltraciones sobre sue­
día que Veyes caía en poder de los ro­ lo itálico sólo fueron un tímido prece­
manos. los galos conquistaban la ciu­ dente de las invasiones a comienzos
dad de Melpum. bastión septentrio­ del siglo IV de boyos, lingones y sesno-
nal de los etruscos. nes, tribus conocidas más tarde en
La expansión gala en Italia es con­ R om a con el nom bre de galli, que
secuencia de los movimientos inter­ sem braron el pánico y la desolación.
nos del m undo celta de lines del s. VI. La mayor parte de las ciudades de la
Los celtas llegaron a Italia, proceden­ Etruria p a d a n a fueron cayendo en
tes de la Europa central, atravesando m anos de las diferentes tribus celtas:
algunos de los principales pasos alpi­ Melpum y M arzabotto fueron, entre
nos e infiltrándose en la península otras, tom adas pese a la resistencia de
itálica durante varias generaciones. sus habitantes, poco numerosos y es­
Estas gentes habían determinado una casamente unidos entre ellos. Algu­
nueva-civilización, la de la Teñe, ca­ nas, sin em bargo, lograron resistir
racterizada frente a la anterior, la de cierto tiempo, como Felsina, cuyas es­
Hallstatt, por una transformación de telas funerarias ilustran la lucha de
los ritos funerarios, modificaciones sus habitantes —a caballo— en acto
en el armam ento, y un mayor enri­ de luchar contra los galos ignudos.
quecimiento de la cerámica y las al­ La zona septentrional de Italia reci­
hajas por influencias mediterráneas. bió. de los romanos, desde mediados
Los primeros indicios de la presen­ del s. IV, el nom bre de Galia Cisalpi­
cia celta en Italia, las necrópolis célti­ na, nom bre que conservó hasta fines
cas de la Romagna, pertenecen a los del período republicano. Los galos no
comienzos del s. V. Las fuentes hacen celtizaron completamente esta región
alusión a las antiguas relaciones co­ y así M antua, al norte del Po, protegi­
merciales entre los celtas y las ciuda­ da p o r sus p a n ta n o s , p erm a n e c ió
des etruscas. De la misma manera, la etrusca; de forma similar. Ravenna y
arqueología ha puesto al descubierto otras ciudades al sur del río nunca se
tesoros como el de Vix, una de las transformaron en centros galos.
más típicas estaciones del Hallstatt fi­ Por lo demás. Italia no fue una ex­
nal. donde junto a cráteras de bronce cepción: arrastradas por igual ímpetu
de procedencia griega figuran algu­ otras bandas célticas siguiendo la vía
nas piezas de importación etruscas. del D anubio asolaron Grecia (Delfos
48 Aka! Historia del M undo Antiguo

Lozas pintadas de Paestum (Siglo IV a. C.

fue saqueada en el 279 a. C.) y alcan­ suele ser reducida a la mitad, es decir,
zaron la península anatólica, donde a unos treinta mil hombres.
fundaron el reino de los gálatas. Contra los invasores hay que supo­
Polibio (11,17,10) señala que junto ner que los rom anos movilizaron to­
al trabajo del campo, otra de las for­ das sus fuerzas. De Sanctis, en base al
mas principales de vida de los galos núm ero de tribunos militares y legio­
era la guerra, las incursiones por tie­ nes, calcula una cifra de quince mil
rras de los umbros y etruscos en bus­ hombres, incluyendo los contingen­
ca de botín. Una de estas, posible­ tes de aliados, que, como señala Poli­
m ente tras el frustrado intento de bio (11,18,2). colaboraron con los ro­
saquear la ciudad de Clusium, fue la manos en la defensa de la ciudad.
que llegó hasta Roma. Los rom anos salieron al encuentro
En el año 390, según la tradición para cortar el avance de los galos.
latina, o el 387, según la cronología de Ambos ejércitos se enfrentaron a ori­
los historiadores griegos, un grupo de llas del Allia, afluente del Tiber por la
galos senones, siguiendo el valle del derecha, a unos 16 kilómetros de la
Tiber penetró en el Lacio con el pro ­ ciudad: el ejército rom ano sufrió una
pósito de tom ar la ciudad más rica y derrota calificada por la tradición de
potente de la zona. El jefe militar es verdadera catástrofe. Vencidos y dis­
llam ado por las fuentes, Brenno; en persados. la mayor parte de las tropas
cuanto al núm ero de bárbaros, la exa­ se refugió en Veyes, mientras otros re­
gerada cifra propuesta por Diodoro gresaron desordenadam ente a Roma.
El dualism o patricio-plebeyo 49

La fecha —que quizá con intenciones gándose a una devastación sistemá­


propagandísticas hostiles a los Fabios tica cuyas evidencias arqueológicas,
se hizo coincidir con el día de la derro­ sin embargo, se discuten. Sólo la roca
ta sufrida en el 437 por los Fabios fren­ capitolina, verdadera acrópolis de la
te a Veyes en el río Cremera, el 18 de ciudad, logró resistir.
julio— viene registrada en los calenda­ Los analistas han embellecido la
rios imperiales de Amitemo y Anctium ocupación y liberación de Roma. Se
como maldita (dies religiosus Alliensis). narra así que las vestales huyeron a
El breve descanso tom ado por los pie hasta Caere, que había estableci­
vencedores bastó a los romanos para do como veremos un hospitium con
organizar en la ciudad una defensa Roma, transportando los objetos sa­
articulada en torno al Capitolio; el grados (sacra). Los antiguos magistra­
resto de la urbe no tenía medios para dos no se com portaron menos heroi­
contener la avanzada y las murallas camente: esperaron la muerte en la Cu­
c o n s tru id a s p o r los reyes etruscos ria, sentados con sus insignias y vesti­
eran insuficientes. La tradición adm i­ dos solemnemente, pronunciando pre­
te que los galos realizaron la ocupa­ viamente la fórmula de la devotio que
ción sin encontrar resistencia, entre­ les consagraba a los dioses infernales.

Lozas pintadas de Paestum (S iglo IV a. C.)


50 Akal Historia d el M undo Antiguo

El Capitolio fue asediado durante truido tras un largo asedio la ciudad


siete meses (de julio a febrero), tras los de Rhegion, entró en relaciones con
cuales los galos se retiraron mediante los galos intentando así afirmar su
el pago po r parte de los rom anos de dom inio sobre la península o, cu a n ­
un rescate de mil libras de oro (Liv. do menos, controlar el comercio m a ­
V,48,7). A este acuerdo se llegó por in ­ rítimo. La fuente de Justino, Pompe-
terés de am bas partes: los romanos yo Trogo, dice efectivamente que los
difícilmente podían resistir por más galos solicitaron la alianza con D io­
tiempo en la roca, mientras a los ga­ nisio haciéndole ver que, situados en
los se les presentaron también nu m e­ m edio de sus enemigos, podían pres­
rosas dificultades. De esta m anera los tarle grandes servicios: el enemigo co­
templos de la ciudadela y los archivos m ún era, sin duda, el pueblo etrusco.
de la ciudad quedaron intactos. La alianza entre Dionisio y los galos
La intervención de Camilo en este fue concluida ante todo en función de
episodio histórico plantea serios p ro ­ una política antietrusca.
blemas. M artínez-Pinna, en un artí­ Pero, si bien es cierto que el tirano
culo sobre este personaje, considera siracusano se benefició de las corre­
que para entonces Cam ilo ya había rías de Brenno y, en general, del asen­
sido nom brado en Veyes dictador, o r­ ta m ie n to celta en el valle del Po
ganizando desde aquí los preparati­ —que provocó la desaparición del co­
vos p ara liberar el Capitolio. Para mercio etrusco en el Adriático y per­
ello procedió al reclutamiento de tro­ mitió u na colonización siracusana—
pas entre las ciudades latinas que gi­ no podemos, sin embargo, exagerar
raban en la órbita de Roma y entre dich o en ten d im ien to co n sideran do
los habitantes de Caere. Siempre se­ que los saqueos de los galos —tam ­
gún este autor, cuando los galos aban­ bién en R o m a— no se efectuaron al
donaron Roma con el botín repartido, azar, sino que fueron dirigidos como
en dirección norte, fueron sorprendi­ m ercenarios a sueldo por el tirano
dos po r las fuerzas reunidas por C a ­ griego o, de igual manera, que la polí­
milo. Parte de los galos consiguieron tica adriática y tirénica fue ejecutada
regresar a sus tierras, pero otros m u ­ por u na «entente» galosiracusana.
chos quedaron sobre el cam po m uer­ La destrucción gala de Roma trajo
tos o hechos prisioneros. A éstos se com o primera consecuencia muchos
les despojó de sus pertenencias —que daños materiales que obligaron a le­
como era costumbre en ellos llevaba vantar barrios enteros y a rodear la
cada uno consigo tras el reparto del ciudad, desde el 378, con una sólida
botín— entre las que se encontraban cinta am urallada —los llamados m u ­
lo que se hab ían llevado de Roma. ros servíanos— que com prendía el
Este hecho tuvo amplias repercusio­ Capitolio y el Aventino y en la parte
nes en el mundo griego, lo que testimo­ oriental el Quirinal, el Viminal y par­
nia su importancia: tanto Teopompo, a te del Esquilino. La movilización de
mediados del s. IV, como el mismo todas las fuerzas de la población en el
Aristóteles se interesaron por la suerte interior para reconstruir la ciudad fa­
de Roma frente a las bandas galas. voreció decisivamente las aspiracio­
N o h an faltado tam poco estudio­ nes políticas de la plebe.
sos, dentro de la m oderna investiga­ Pero tam b ién el saqueo produjo
ción, que in t e r p r e t a n la c a íd a de efectos morales: el tem or a nuevos
Rom a en poder de los galos como u n ataques galos y la necesidad de reco­
incidente en el amplio conflicto que m en zar la obra de decenios para con­
enfrentaba a los griegos de Sicilia con solidar la hegemonía en el Lacio de­
el m undo etrusco. Dionisio de Sira­ bieron de influir muy negativamente
cusa, que hacia el 388-387 había des­ sobre la población.
El dualismo patricio-plebeyo 51

VIH. La expansión política romana

Merecen subrayarse tam bién los vín­ de las obligaciones militares y fisca­
culos que desde entonces unieron a les propias de los ciudadanos de ple­
Roma con la etrusca Caere. Ambas no derecho, pero sí todas las garantías
ciudades eran vecinas desde la ane­ jurídicas para los comerciantes y a r­
xión del territorio veyentino; durante tesanos ceretanos que vivían en Roma.
el saqueo galo, Caere acogió a las ves­ Algunos autores, como J. Hcurgon,
tales y a los fugitivos romanos, lo que consideran que en los años siguientes
contribuyó aún más a un favorable a la invasión gala comenzó, lenta­
entendimiento entre ellas. mente, la colonización ultram arina
El ataqu e con d u c id o por D io n i­ de Roma. Tal suposición se basa, fun­
sio I en el 384-383 contra Pyrgi, el dam entalm ente, en el testimonio de
puerto de Caere, cuyo santuario fue Teofrasto, quien conocía una colonia
saqueado, con el propósito de fijar un que «antiguamente» trató Roma de
establecimiento sobre esta zona de la fundar en la isla de Córcega con 25
costa tirrénica, anim ó también a los navios. También Diodoro (XV,27,4),
romanos a hacer causa com ún con corroborando dicha afirmación, co­
los etruscos en los años siguientes a la nocía una expedición a Cerdeña, h a ­
invasión gala para defenderse de la cia el 377, de quinientos colonos.
expansión siracusana. De ser esto cierto es preciso admitir
Esta alian za rom ano-ceretana se que R o m a u tiliza b a la flota y los
estableció, tras la retirada de los ga­ puertos de Caere tratando de asegu­
los, bajo el marco de un hospitium p u ­ rarse el dom inio de una zona contro­
blicum, según M. Humbert, que fue lada por Dionisio de Siracusa, quien
reemplazado más tarde, hacia el 350, desde el 382 había iniciado una nue­
por la civitas sine suffragio. Esto no im ­ va guerra contra Cartago. Desde el
plicó que la ciudad etrusca perdiera 350 la pujanza marítima de Caere p a ­
su autonom ía local: Caere mantuvo sara bajo el control de Roma —lo que
las magistraturas y los cultos locales. será s a n c i o n a d o en el II t r a t a d o
Una prueba de dichas relaciones la rom ano-cartaginés— iniciándose lo
constituyen las denom inadas tabulae que J. Heurgon considera «su entra­
caeritanae, en las cuales venían con­ da en la política mediterránea».
signados aquellos que no tenían dere­ El tratado entre Roma y Massalia,
cho de voto, quizá tampoco ninguna recordado por Justino, podemos da-
52 AkaI Historia d el M undo Antiguo

tarlo en el mismo período y suscrito creándose frente a las ciudades de la


en circunstancias análogas al de Caere. Liga u n a posición central que se acer­
M. Sordi considera que no es un tra­ caba m u ch o a la hegemonía, pero
tado dirigido ni contra los etruscos ni que en cualquier caso fue tolerada
contra los cartagineses; los massalio- ante las necesidades exteriores. Al p a ­
tas obtuvieron, según Justino (43,5), la sar el auténtico peligro ecuo-volsco,
inmunitas, el locus spectaculorum in se­ las ciudades latinas com en zaro n a
natu y un foedus aequo iure percussum, cuestionar esta pretensión de Rom a y
expresión que parece aludir a un pac­ a am bicionar las mismas metas.
to de alianza o de amistad entre am ­ D urante el asedio galo, cuando di­
bas ciudades. fícilmente seguían celebrándose ya
Hemos visto hasta ah o ra cuáles las reuniones federales, la Liga se en ­
fueron las causas que motivaron la contraba prácticamente disuelta: las
aproximación entre Roma y Caere y ciudades latinas, o al menos muchas
en qué se tradujo ésta. Veamos ahora de ellas, s u sp en d iero n el envío de
sus principales consecuencias en el fuerzas auxiliares a Rom a, con lo
contexto de la política exterior. cual sus habitantes se vieron obliga­
El acercam iento de R om a a los dos a com batir en solitario.
etruscos precipitó, por una parte, las Después de la catástrofe gala, una
malas relaciones existentes con los de las primeras ciudades en romper
aliados latinos. La Liga, tal y como se sus relaciones con Roma fue Tibur, la
concibió a mediados del s. V a. C., se más importante de las aliadas, si bien
había transformado, lenta pero pro­ sólo se llegó a la guerra abierta en tor­
gresivamente, en u na hegemonía de no al año 360 a. C., pues los Fastos
Roma sobre el Lacio. Con la claridad conservan en esa fecha el recuerdo de
que le caracteriza, Roldán considera un triunfo de Galléis et Tiburtibus.
que Roma, como dueña de una m a­ Otra ciudad que asumió un gran
quinaria militar efectiva, había ca­ protagonism o fue Praeneste, que dio
pitalizado, en parte en su favor, el la m an o a los volseos rebeldes; posi­
peligro de los pueblos montañeses, blemente Roma obtuvo frente a ella

Moneda más antigua de Roma (S ig lo IV)


Pro a de n ave y Ja n o bifronte. M useo L.
Pig o rin i
El dualism o patricio-plebeyo 53
una relevante victoria, aunque no de­ que hay que añadir la versión etrusca
finitiva, tras la cual las hostilidades referida por los Elogia Tarquinensia.
entre am bas ciudades cesaron o per­ Esta genealogía, con biografías de
dieron importancia. los p ro ta g o n is ta s , escrita en latín
Tanto Tibur como Praeneste busca­ so b re m á rm o l, re cu erd a a Velthur
ban, como hemos señalado antes, el Spurinna Lartis filius y a Aulus Spurin­
restablecimiento de la Liga bajo nue­ na Velthuris filius, hijo del anterior y
vas bases o su control; de áquí la fre­ dux Tarquinensis de la guerra del 358
cuencia con la que acudían en de­ al 351.
m and a de auxilio al enemigo galo o En el elogio, Aulo Spurinna depo­
volsco. ne al rex de Caere, Orgolnius, libera
El país volsco, con la am putación Arretium de un bellum servile y toma a
de los territorios donde se fundaron los latinos nueve oppida, actuando
las colonias de Secia y Circei (393), junto a los faliscos.
estaba dividido en dos partes. Contra En las fuentes romanas los tarqui-
los volscos más occidentales Roma nienses, que iniciaron la guerra con
dirigió preferentemente sus ataques una coniuratio de los «doce pueblos»
duante la primera mitad del s. IV. Los en alianza con los faliscos, derrotan a
ecuos tam b ién trataron de aprove­ los romanos, guiados por un miem­
c h a rs e de la d e b ilid a d de R om a, bro de la gens Fabia, ejecutando a 307
i n t e n t a n d o a s a l t a r la c iu d a d h a ­ prisioneros en el foro de Tarquinia. El
cia el 389, pero según la tradición conflicto concluyó sólo cuando, en el
(Liv. VI,2,14) fueron derrotados por 351, se firmó una larga tregua de cua­
Camilo en Bola. En todo caso, refu­ renta años.
giados en sus montes, los ecuos per­ M. Torelli, autor de un magnífico
m anecieron inactivos hasta finales de estudio sobre los Elogia, considera el
este siglo. intento de Spurinna —cuya tumba es
Junto a la de los latinos, la tradi­ conocida como «deH’Orco I»— como
ción recuerda después de la invasión el último intento de gentes etruscas
gala, la defección de otros antiguos de conducir una política de hegemo­
aliados de los romanos: los hérnicos. nía a escala peninsular.
No sabemos, sin embargo, que antes Los intentos de defección de los
del 362 este pueblo se haya enfrenta­ alia d o s c o n c lu y e ro n , según Livio
do abiertamente a Roma. Del 362 al (VII,12,7), hacia el 358, lo que es con­
358 la tradición enum era varios triun­ firmado por Polibio (1,6,4) y admitido
fos sobre los hérnicos. en general por los historiadores m o­
Por el contrario, desde el 390, el dernos. Es ya algo más discutido que
grupo meridional de ciudades latinas, Roma haya logrado renovar el trata­
el más am enazad o por los volscos, do con los latinos y hérnicos, aunque
Aricia, Ardea, Lavinio, Lanuvio, per­ tampoco podemos descartarlo. De ser
maneció fiel a Roma, como también así, desde luego, la Liga se estableció
las colonias latinas en territorio vols­ bajo nuevos términos que favorecían
co, Cora, Norba, Signia y Secia. claram ente la posición hegemónica
Mientras los rom anos com batían de los romanos. Esto, unido al armis­
al sur del Tiber, al norte, tarquinios y ticio con las potentes ciudades de la
faliscos trataban de aprovechar la ca­ Etruria meridional, explica la facili­
tástrofe gala para recuperar el territo­ dad con que la República, que se ex­
rio sobre el que Rom a había reempla­ tendía ya desde Tarracina a la selva
zado desde el 383 sus avanzadas sep­ Ciminia, pudo afrontar desde m edia­
tentrionales: Sutri y Nepet. Los hechos dos del siglo no sólo las nuevas incur­
son narrados por Livio (VII, 12-22) y siones de los galos, sino también su
por D iodoro (XVI,31,7; 36,4), a los definitiva anexión del Lacio.
54 Akal Historia del Mundo Antiguo

Cronología

509 F undación de la R epública.

494 Institución de los tribunos de la plebe.

493 Foedus Cassianum.

486 C ondena de Spurio Casio.

479 Batalla del C rem era.

474 Batalla de Cum as.

471 T ribunado de P ublilio Volerón.

462 Rogatio Terentilla.

460 E pisodio de A pio H erdonio.

451-450 D ecenvirato y ley de las XII Tablas.

449 Leyes de Valerio y H oracio.

445 Ley de Canuleyo.

444 Institución del trib u n ad o m ilitar con poder consular.

443 C reación de la censura.

441 E pisodio de Spurio M aelio.

431 Batalla del Algido.

426 C onquista de Fidenas.

396 C onquista de Veyes.

393 R eparto del ager Veientanus.

390-387 Invasión de los celtas en Rom a.

384 E pisodio de T ito M anlio.

367 Leyes Licinio-Sextias.


El dualismo patricio-plebeyo 55

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