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UNIVERSIDAD POPULAR AUTÓNOMA DE VERACRUZ

MATERIA:
INTELIGENCIA EMOCIONAL

TAREA:
BASES NEUROLOGICAS DEL PROCESAMIENTO EMOCIONAL

PROFESORA:
LIC. ROSA MARGARITA MIRANDA LUNA

ALUMNA:
CARPINTEYRO PALMEROS DENISSE MARGARITA

H.VERACRUZ, VER. 19 de Abril de 2016


BASES NEUROLOGICAS DEL PROCEDIMIENTO EMOCIONAL

Para poder interpretar de donde viene nuestras emociones, es necesario conocer


las bases neurológicas y el modo en que funciona nuestro sistema, como se
comunica cada una de las partes de nuestro cerebro y lo que nos lleva a reaccionar
cada una de ellas.
INVESTIGACION

Partiendo de las tres estructuras cerebrales implicadas en el desarrollo de la mente,


podemos inferir lo que ocurre dentro de un proceso emocional: el tronco encefálico,
el sistema límbico y neocórtex.

La primera de ellas, el tronco encefálico, es considerada la estructura que modula


la excitación y regula el sistema nervioso autónomo. Se consideraría el “fondo
fisiológico de la mente” (Schore, 2003). Lo niveles elevados de excitación activarían
la rama del sistema nervioso simpática, los bajos niveles de excitación se asocian
con la activación del sistema nervioso parasimpático.

De esta estructura, el tronco encefálico, partiría el nervio vago que puede, en


condiciones de seguridad, atenuar o frenar al sistema nervioso simpático calmando
al cuerpo. Este sistema vagal tiene el control primario no solo de los órganos
viscerales como corazón sino de la musculatura de la cara, cuestión importante para
comunicar emociones.

Clásicamente el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático han


sido entendidos como una simbiosis donde, ante la activación del primero, el
segundo respondería provocando aquellas reacciones contrarias que permitiesen la
calma del individuo, además de un sistema ventral del nervio vago, un sistema
dorsal del nervio vago. El sistema ventral del nervio vago, un vagal mielinizado,
llamado por el autor de “involucramiento social”. Es un sistema de comunicación
social, con opciones para la autorregulación y el autososiego. Está compuesto por
componentes visceromotores (control de bronquios y corazón) y componentes
somatomotores (nervio facial, laríngeo, faríngeo, y del oído medio), entre otros.

Sassenfeld, añadió al estudio de Porges, el conocimiento del funcionamiento de las


neuronas espejo dentro de la importancia de la comunicación no verbal en cuanto
a ser capaz de producir un estado somático compartido. Gracias a este mecanismo,
las acciones realizadas por otros se transforman en mensajes sin mediación
cognitiva. El sistema de neuronas espejo “trasforma los fenómenos no verbales de
la comunicación emocional en señales corporales que son codificadas y
decodificadas en términos implícitos”. Además, es importante añadir, como indican
Iacoboni, Rally, Wolfet al (citados en Sassenfeld), cómo las neuronas espejo tienen
conexiones importantes con el sistema límbico. Lo cual supone sin duda una
oportunidad para aprender a sentir lo que sienten los otros, base fisiológica de la
empatía. Como también una oportunidad para de nuevo encontrar el autososiego a
través de la conexión con los adultos significativos.

Para Porges, dentro de este sistema de involucramiento social surgiría el proceso


de evaluación de “las intenciones” de los otros en base a los “movimientos
biológicos” del rostro.

La amígdala es un órgano de evaluación (bueno/malo) pero también es un órgano


de memoria, registra la experiencia en forma de recuerdos emocionales no
conscientes presimbólicos.

La información (bueno/malo) de estas áreas sigue “subiendo” y se trasmite al


hipocampo que modula la tendencia hedonista (todo-nada) de la amígdala. El
hipocampo supone de nuevo una oportunidad de “frenado” que puede activar el
sistema nervioso parasimpático para permitir el sosiego.

Es muy importante constatar que esta estructura no comienza a intervenir hasta el


segundo o tercer año de vida, quedando entonces un niño a merced de las
categorías bueno/malo, categorías globales, generalizadas, pudiendo quedar
grabadas emocionalmente en la amígdala.

Siguiendo con la descripción neuropsicológica, groso modo, sobre esta estructura,


el sistema límbico, se situaría el córtex frontal.

El córtex prefrontal, se divide en dos zonas:

 Zona dorsolateral unida al hipocampo y hemisferio izquierdo, es la “mente


racional” que nos permite reflexionar de forma consciente sobre la
experiencia, focalizamos la atención voluntariamente hacia percepciones,
recuerdos, ideas, uniendo pasado, presente y futuro, resolvemos problemas,
sopesamos decisiones e intentamos explicarnos las cosas.

Representa la información de manera lingüística, según una lógica lineal, su unidad


de información es la palabra.

 El córtex prefrontal medio (Siegel, 2007), supone la “mente emocional”


conectado con la amígdala y el hemisferio derecho, orientado a las
emociones. El córtex prefrontal medio, zona integradora que enlaza el tronco
encefálico, el sistema límbico y el córtex. Destacando una estructura
denominada córtex orbitofrontal que puede ser “tanto una estructura del
sistema límbico como una parte del córtex”. Representa una zona de
convergencia y un órgano de integración que une información emocional,
cognitiva y corporal.

La función integradora del córtex orbitofrontal es central en cuanto a la creación de


significados y emociones. Esta área supone la intersección entre las regiones
inferiores que reciben el input del organismo y los sentidos y las partes superiores
responsables de la creación de pensamientos y planes. Esta región integradora está
implicada en la valoración del estímulo (EL SIGNIFICADO EMOCIONAL), la
regulación del afecto (la capacidad del cerebro para modular su estado
psicofisiológico), la cognición social (el proceso mediante el cual “vemos la mente”
del otro, o la habilidad para conocer el estado emocional del otro) y la capacidad
autonoética (la habilidad para ejecutar un viaje mental en el tiempo).

El córtex orbitofrontal recibe input directo del córtex sensorial (percepción); del
córtex somato sensorial y el tronco cerebral que registran sensaciones somáticas,
del SNA, que controla las funciones corporales; del córtex prefrontal dorsolateral
(procesos atencionales); lóbulo temporal (memoria explícita); córtex implicado en
las formas abstractas del pensamiento.

La emoción entonces es en sí misma un proceso integrador que se produce en el


córtex orbitofrontal, pero que no se puede reducir a él. La emoción se haya en el
núcleo de los procesos internos e interpersonales que crean nuestra experiencia
subjetiva de self.

Dicha emoción es un proceso de asignación de significado emocional. Este


significado prevalece sobre el resto de funciones mentales y crean sentido en la
vida.

Pareciese que de lo explicitado hasta este momento se derivase la idea de la


existencia de emociones intensas, que ocasionasen una falta de regulación de las
mismas. Un fracaso de maduración de las estructuras cerebrales encargadas de la
integración.

Según Shuter y Lyons-Ruth (citado en Mosquera, González y Van der Harth,) en la


infancia, muchas amenazas percibidas provienen más de señales afectivas y de la
accesibilidad del cuidador que del nivel real de peligro físico o el riesgo para la
supervivencia. Para los autores se refieren a este fenómeno como “traumas ocultos”
refiriéndose a la incapacidad del cuidador para modular la desregulación afectiva.

Liotti 1999, considera que la principal consecuencia psicológica del trauma es “la
ruptura de los procesos mentales de adaptación que conduce al mantenimiento de
un sentido integrado de sí mismo “.

Shore ve en la disociación, una estrategia de supervivencia primitiva de regulación


del afecto. Se entiende como una pérdida de verticalidad: conectividad entre
estructuras cortical y límbicas del hemisferio derecho. De ahí que considere la
psicología del self es en esencia, una psicología de las funciones únicas del cerebro
derecho.

Bases neurobiológicas de las emociones

Estructuras cerebrales vinculadas a las emociones

Tal como hemos visto en la presentación de este trabajo, hoy día se asume que
cualquier experiencia emocional posee sus propios mecanismos y correlatos
cerebrales que en algunos casos pueden verse solapados (a fin de cuentas, es la
pauta general en el funcionamiento cerebral). El conocimiento sobre estos procesos
es cada vez más profundo y las nuevas técnicas neurofisiológicas y de neuroimagen
están proporcionando nuevos indicios sobre el funcionamiento, tanto normal como
patológico, de los fenómenos emocionales. Es cierto que este conocimiento es
mucho mayor en el caso de las que anteriormente hemos catalogado como
emociones primarias, seguramente debido a la posibilidad que estas proporcionan
de ser estudiadas comparativamente mediante experimentación animal y a la mayor
robustez que les confiere su universalidad. No obstante, las nuevas herramientas
de carácter no invasivo que se están desarrollando van a proporcionar valiosísima
información que permitirá una mejor comprensión de los mecanismos
neurobiológicos que sustentan las reacciones emocionales secundarias, más
complejas y derivadas de las prácticas socioculturales.

Veamos, ahora sí, cuáles son las estructuras y procesos cerebrales que se
involucran en la generación de las experiencias emocionales.

Tres cerebros en uno

MacLean, en un intento por explicar los fenómenos emocionales y sus mecanismos


cerebrales asociados, desarrolló el concepto de sistema límbico y propuso un
esquema de estructuración cerebral que contemplase los distintos niveles de
complejidad que poseen estos procesos: es la conocida como hipótesis del cerebro
triple (MacLean, 1970). Dicha hipótesis, de carácter evolucionista, se basa en la
idea de que el cerebro de los mamíferos superiores actuales (entre los que nos
encontramos los humanos) ha experimentado una serie de cambios progresivos en
los que se han ido englobando las configuraciones cerebrales específicas de los
antepasados comunes desde los que se presupone fueron evolucionando. De esta
manera, el autor propuso la existencia de una estructuración cerebral compuesta
por tres superestructuras o cerebros que, organizados jerárquicamente,
conformarían nuestro cerebro actual.

Veamos por separado cada uno de estos 3 cerebros en 1:

1. Cerebro reptil (protorreptiliano u homeostático)


 Comprendería el tronco cerebral, por lo que se trataría principalmente de un
cerebro homeostático e instintivo que regula funciones básicas para la
supervivencia del organismo.

 Su funcionamiento sería autónomo y estereotipado, conllevando pautas de


comportamiento reflejas e inflexibles.

2. Cerebro paleomamífero (emocional o límbico)

 Este cerebro comprendería el conjunto de estructuras que conocemos como


sistema límbico que sustentan la mayoría de los fenómenos emocionales.
 La principal función de esta estructura, según Rains (Rains, 2004), sería la
integración de la experiencia actual y reciente con los instintos básicos activados
por el cerebro reptil. De esta manera, se obtendría un mecanismo de supervivencia
menos autónomo que, aunque seguiría siendo automático, sería activado por
estímulos ambientales, liberando al organismo de la expresión estereotipada de los
instintos y dotándolo de mayor capacidad de interacción con su medio.

3. Cerebro neomamífero (neocortical o racional)

 Comprendería las diferentes áreas neocorticales filogenéticamente más


recientes. Estas estructuras serían capaces de regular emociones específicas
creadas a partir de las percepciones e interpretaciones del ambiente en función de
los objetivos del propio organismo.

 Una de sus funciones, por tanto, sería la regulación de respuestas emocionales,


lo que propiciaría un comportamiento mucho más flexible, basado en
interpretaciones complejas y en el uso de capacidades de planificación a largo
plazo, y que implicaría la capacidad de responder de manera no contingente a
determinados estímulos para resolver de forma adecuada problemas complejos
(principalmente surgidos en contextos sociales).
En condiciones normales estos tres cerebros trabajan conjuntamente (y junto al
resto del organismo) para generar un único comportamiento integrado que posibilite
la mayor adaptación posible a las circunstancias ambientales. No obstante, en
situaciones críticas para la supervivencia, los sistemas primigenios pueden “raptar”
los recursos cerebrales del resto de sistemas en pro de la homeostasis del
organismo. Esto es posible debido a la existencia de jerarquías neuronales (Perna,
2005). Estas jerarquías se sustentan en la mayor proporción de conexiones
nerviosas que se proyectan desde los sistemas primigenios hacia los más recientes,
que las conexiones que existen en dirección inversa. De esta manera, la capacidad
de reclutamiento que poseería el cerebro reptil sobre el emocional y el neocortical
sería mucho mayor que la que éstos poseerían sobre el cerebro homeostático. Este
hecho explicaría cómo pueden darse los “raptos” comentados en situaciones
críticas. Sin embargo, esta circunstancia no quiere decir que las estructuras
recientes no tengan la capacidad de influir en el funcionamiento de las más antiguas,
todo lo contrario, ya que es precisamente la capacidad de influencia y regulación
del sistema emocional y neocortical lo que permite un comportamiento flexible y
adaptado en la mayor parte de las situaciones cotidianas.

¿Se puede hablar de un cerebro emocional?

Tradicionalmente se ha asociado el conjunto de estructuras que conforman el


sistema límbico con el sustrato cerebral que posibilita la experimentación de los
diferentes fenómenos emocionales, por lo que a dicho sistema se le ha llegado a
denominar el cerebro emocional. El primero en describir este sistema cerebral fue
Paul Broca, quien, en 1878, lo denominó “Lóbulo Límbico”, comprendiendo las
estructuras del giro cingulado, giro subcalloso, giro parahipocámpico y la formación
del hipocampo. Más adelante, James Papez (1937), basándose en la experiencia
clínica, propuso su conocido circuito neuronal con el que intentaba explicar cómo
interactúan procesos subcorticales (principalmente hipotalámicos, que mediarían
las respuestas autónomas y conductuales simples; vía del sentimiento) y corticales
(principalmente cingulados, que mediarían la experiencia emocional consciente y
las acciones complejas basadas en emociones; vía del pensamiento) para producir
respuestas y experiencias emocionales coordinadas. Además, Papez hipotetizó que
este circuito poseía una elevada reverberación de la información entrante,
característica que se encontraría en la base de los extensos periodos de activación
autónoma y mental que las emociones pueden provocar (Papez, 1937).

No obstante, como se apuntó anteriormente, el autor al que se le atribuye el


acuñamiento del término “Sistema Límbico” es Paul MacLean (1952), quien describe
un conjunto formado por estructuras corticales (de la zona medial) y subcorticales
que se encuentran en el limbo o frontera entre telencéfalo y diencéfalo, relacionadas
fundamentalmente con la expresión, regulación y control de las emociones.

Veamos de manera esquemática algunas de las funciones vinculadas a las


reacciones emocionales que cumplen las estructuras principales de este limbo:

 Núcleo amigdalino: regulación de la conducta emocional innata y base de las


respuestas y aprendizajes emocionales. Especialmente vinculado a las
experiencias generadoras de miedo y a conductas agresivas.

 Hipotálamo (cuerpos mamilares): principal conexión con el sistema nervioso


autónomo y endocrino vía hipófisis y centros troncoencefálicos. Rector de las
expresiones motoras emocionales básicas.

 Hipocampo: principal estructura asociada al aprendizaje y memoria


espaciotemporal, cumpliendo un papel fundamental, como veremos más adelante,
en el condicionamiento contextual.

 Área septal: vinculada al reforzamiento de conductas de supervivencia.


Motivación sexual, cuidado de la prole, etc.

 Núcleo anterior del Tálamo: principal distribuidor de la información derivada de


los estímulos emocionales hacia la corteza ventromedial prefrontal (radiaciones
tálamo-corticales) y hacia estructuras subcorticales como el hipocampo y la
amígdala.

 Circunvolución cingulada: se propone como una de las zonas donde se realiza la


integración de la información emocional con la cognoscitiva. El cíngulo anterior se
relaciona con el control o dirección de la atención, con las conductas de anticipación,
la monitorización de acciones que median reforzadores negativos y con la
modulación de estados cognitivos y afectivos.

Aunque este esquema del sistema límbico como sustrato organizador de las
emociones resulta especialmente atrayente (estructuras agrupadas en base a
consideraciones anatómicas desde una perspectiva evolucionista), diferentes
autores (Kotter, 1992) proclaman la insuficiencia de dichos argumentos y la falta de
consenso sobre los criterios a tener en cuenta para la inclusión de estructuras en
este sistema. Además, en la actualidad, cada vez se apoya con mayor fuerza el
papel fundamental de la Corteza Prefrontal en la integración de la información
sensorial y emocional crítica para la toma de decisiones y la conducta social
adaptativa, así como para la interpretación, expresión y modulación de las
emociones. Una posible solución a este problema con el concepto de sistema
límbico puede ser, como ya apuntamos al definir el concepto de emociones, estudiar
los diferentes subsistemas neurofisiológicos y funcionales que intervienen en cada
una de las reacciones emocionales con identidad propia.

Amígdala: protagonista en las emociones.

Este núcleo cerebral juega un papel central en las reacciones emocionales básicas
y, especialmente, en las experiencias de miedo, tanto innatas como aprendidas. Al
haber sido elegida esta respuesta emocional como modelo experimental
(principalmente por ser una de las universalmente reconocidas, ser básica para la
supervivencia, y ser fiable y fácil de provocar experimentalmente) este núcleo ha
sido estudiado en profundidad (Rains, 2004).
De manera esquemática, la amígdala implementa respuestas rápidas e
inconscientes, poco precisas pero eficaces, que la han erigido como un núcleo
generador de adaptaciones a corto plazo vitales para la supervivencia del
organismo. Esta estructura está formada por un conjunto de varios núcleos que
tradicionalmente se agrupan en tres: 1) núcleos corticomediales, 2) núcleos
basolaterales, y 3) núcleo central. Los núcleos corticomediales reciben información
aferente olfativa, mientras que los basolaterales reciben aferencias visuales,
auditivas, gustativas y táctiles. Finalmente, como se puede apreciar en la figura 5,
el núcleo central coordina la información eferente que dará lugar a las variadas
respuestas emocionales tanto autónomas (simpáticas y parasimpáticas), como
endocrinas y conductuales.

vía lenta, vía rápida

La información relacionada con los estímulos emocionales parece seguir un curso


doble hacia el principal centro encargado de su procesamiento: la amígdala.

Vía directa tálamo-amígdala:

 Sustenta el condicionamiento simple de estímulos.

 Equivalente en todos los vertebrados que la poseen.

 Sistema de evaluación primario. Lleva a cabo un procesamiento muy rápido de la


información que habilita la posibilidad de dar respuestas casi instantáneas a
eventuales estímulos peligrosos. Esta misma rapidez imposibilita la elaboración de
respuestas complejas, siendo estas poco precisas, pero, a fin de cuentas, enérgicas
y eficaces.

 Todo este proceso se realiza por debajo del umbral de la consciencia

Vía indirecta cortical (tálamo-corteza-amígdala):


 Permite ir más allá de las reacciones emocionales automáticas, sustentando
aprendizajes más finos que la vía directa (como el condicionamiento discriminativo).
 Sería la vía de mayor peso en los mamíferos de más reciente evolución,
relegando la vía directa a un segundo plano al proporcionar a la amígdala
información mucho más detallada de los estímulos.
 Aporta mayor precisión a través de análisis no contingentes de la información
emocional, más profundos y elaborados, que permiten la acción voluntaria y
planificada, así como la inhibición de las respuestas amigdalinas automáticas,
proporcionando mayor capacidad adaptativa en contextos complejos y sociales.
 El tránsito por estructuras corticales (preferentemente prefrontales) permitiría que
parte de este proceso se realizara conscientemente.

Además de estas dos vías, tal como vimos en el punto anterior, habría que tener en
cuenta una tercera de igual importancia:

Vía hipocampo-amígdala:

 Sustenta el condicionamiento contextual

 En el hipocampo se realiza la integración de las configuraciones de estímulos


particulares en contextos significativos que mediarán las repuestas amigdalinas.

El papel de la amígdala en las respuestas emocionales no sólo se limita a un


disparador pasivo dependiente del control cortical e hipocampal. En realidad, su rol
se acerca más al de una interfase en la que se integra información acerca del
ambiente con las preceptivas respuestas emocionales (pudiendo procesar
información en paralelo desde diversos canales). De este modo, la amígdala posee
una amplia capacidad de influencia sobre gran variedad de procesos corticales que
puede llevarse a cabo de varias maneras (McGaugh, 2004):
1. Influencia directa:

 Recibe información sensorial altamente procesada, proyectando a su vez hacia


todos los niveles del procesamiento cortical sensorial.
 Percepción, sistemas de memoria, lenguaje, atención... la información emocional
puede influir sobre prácticamente cualquier función cognitiva.

2. Excitación a través de neurotransmisores:

 Liberados en áreas extensas de la corteza desde los sistemas del tronco


encefálico. Juegan un papel muy relevante en funciones como la atención sostenida
a estímulos peligrosos.

 Uno de ellos es el núcleo basalis, el cual es activado por la amígdala cuando


detecta un peligro y libera acetilcolina en la corteza cerebral.
 Este sistema configura también un circuito reverberante que excita de nuevo la
amígdala, autoperpetuando su propia activación.

3. Retroalimentación corporal:

 Proveniente la activación conductual, autónoma y endocrina.


 Contribuye a la percepción de las emociones, ya que estas poseen patrones
específicos de activación corporal (por ejemplo, el feedback facial), a la intensidad
que se le asignará a las mismas y a la calidad de la respuesta emocional.
 Aporta información a los procesos de razonamiento y toma de decisiones, punto
claramente relacionado con la hipótesis de los marcadores somáticos

Memoria y emociones
Del mismo modo que se hace la diferenciación entre memoria declarativa (explícita)
y memoria procedimental (implícita), podríamos hacer una diferenciación similar en
cuanto a los procesos mnésicos emocionales. De esta manera tendríamos:

 Memoria de emoción:

• sería un tipo de memoria consciente y explícita.

• recuerdo de una emoción que se experimentó en el pasado pero que no va unido


a la activación visceral que generó.

• mediada por los sistemas de memoria hipocampo y diencefálico.

 Memoria emocional:

• Es implícita y puede ocurrir sin contenido consciente (probablemente en relación


con las percepciones que denominamos “intuiciones”).

• Rememoración de la activación emocional sin recuerdo consciente del evento


pasado que la generó.

• Mediada por el sistema de memoria amigdalar.

Esta diferenciación se ha podido establecer tras apreciar que lesiones del sistema
hipocampal alteran el recuerdo explícito de los estímulos y las situaciones que
generan las reacciones emocionales que, no obstante, se ponen en marcha ante
dichos estímulos (el sujeto no es capaz de declarar el proceso de aprendizaje por
el cual ha llegado a adquirir esas respuestas emocionales, no es consciente de ello),
mientras que las lesiones del sistema amigdalar alteran el condicionamiento, las
reacciones emocionales, mas no el recuerdo explícito de los estímulos que las
generarían (el sujeto es capaz de declarar la situación de aprendizaje pero carece
de la información visceral asociada que debería de guiar sus respuestas
emocionales). Cuando la lesión se presentaba en ambas estructuras, no se daba
ninguno de los dos procesos de adquisición (Bechara, 1995). Por lo tanto, nos
encontramos ante un claro ejemplo de disociación entre conocimientos explícitos
(recuerdo consciente de la relación entre el estímulo y sus consecuencias) e
implícitos (activación emocional ante los estímulos peligrosos).

Esta disociación entre información explícita e implícita, consciente e inconsciente,


puede estar en la base de muchas alteraciones psicopatológicas. La activación
paralela de estos sistemas puede dar lugar a interacciones recíprocas de manera
que las memorias explícitas pueden activar las memorias emocionales y provocar
reacciones emocionales asociadas (el recuerdo de situaciones en las que nos
hemos sentido felices pueden provocar sensaciones de felicidad). Del mismo modo,
las activaciones emocionales pueden activar el sistema hipocámpico y evocar
estímulos y situaciones asociados a dichas sensaciones (cuando nos sentimos
tristes es más probable que recordemos situaciones en las que también nos
sentimos tristes).

El rol de la corteza en los fenómenos emocionales

Hasta ahora hemos prestado especial atención a las estructuras subcorticales y


límbicas relacionadas con los procesos emocionales. Sin embargo, las diferentes
estructuras corticales han ido adquiriendo gran importancia que progresivamente,
sobre todo en la medida que ha ido avanzando el conocimiento sobre el
funcionamiento de los sistemas prefrontales.

 Expresión de las emociones. Como, por ejemplo, la prosodia afectiva del lenguaje
o la ejecución de las expresiones faciales.

 Interpretación. De componentes como la comentada prosodia afectiva, las


expresiones faciales, comprensión del humor o la comprensión de situaciones
emocionales (tanto verbales -semántica emocional- como no verbales, de gran
importancia para el comportamiento social adaptado).

 Regulación y monitorización de las respuestas emocionales.

 Experiencia consciente de éstas (los sentimientos).


En general el hemisferio derecho parece estar más especializado en la expresión e
interpretación de las emociones. Sin embargo, las evidencias empíricas que se
poseen apuntan a que el hemisferio izquierdo también interactúa en dichas
funciones. De esta manera, los procesos corticales que intervienen en las
reacciones emocionales constituyen el extremo superior de un continuo de la
capacidad expresiva e interpretativa de dichas reacciones en cuyo extremo inferior
se encontrarían los condicionamientos sustentados por el sistema amigdalar.

Veamos ahora, para finalizar este punto sobre los sistemas cerebrales vinculados a
las emociones, de manera más detenida el papel que juega las estructuras
corticales con mayor implicación en los procesos emocionales: las estructuras
prefrontales.

El papel del córtex prefrontal

En ambientes sociales complejos, como en los que el ser humano se desenvuelve


en la actualidad, puede ocurrir que las reacciones emocionales determinadas por la
vía rápida tálamo-amígdala no sean adaptativas e, incluso, sean contraproducentes.
A pesar de ser respuestas muy rápidas y efectivas, en contextos sociales complejos
con frecuencia suelen ser necesarias acciones más deliberadas que tengan en
cuenta otros factores ambientales y personales, así como la habilidad para anticipar,
planear y monitorizar las conductas en marcha y las futuras. La evidencia científica
apunta a que son las estructuras prefrontales las principales encargadas de
organizar el comportamiento y la toma de decisiones implementando dichas
capacidades, convirtiéndose así en el dispositivo controlador del cerebro emotivo,
fundamental en la regulación emocional, la comprensión de situaciones complejas
y el comportamiento social adaptativo.

En condiciones normales ambos hemisferios trabajarán de manera complementaria


en la regulación y control de las emociones.

 Derecha: dominante en el control del tono emocional, con un mayor


procesamiento de las emociones de valencia negativa, como el miedo o la ira, y
mayor vinculación con aspectos automáticos relacionados con la supervivencia
inmediata. Promueve conductas de alejamiento, timidez, depresión, etc.
 Cuando las lesiones prefrontales están focalizadas en este hemisferio es
frecuente que aparezca un síndrome psicopático (hipercinesia, desinhibición
conductual, actitud pueril y jocosa, agitación, impulsividad, irritabilidad, falta de juicio
social, autoindulgencia), principalmente por afectación orbitaria. Asimismo, son
frecuentes sentimientos de euforia injustificados y anosognosia.

 Izquierda: es dominante respecto al contenido e interpretación de las emociones


positivas. Lleva a cabo un control cognitivo de los estados emocionales a través del
lenguaje. Promueve conductas de aproximación, vigilancia, control y superación de
estados disfóricos y media en las respuestas del sistema inmunitario.
 Lesiones prefrontales focalizadas en este hemisferio (preferentemente
dorsolaterales) pueden generar un síndrome pseudodepresivo (hipocinesia, apatía,
falta de impulso, reducción del habla, indiferencia, falta de planificación, inercia
psíquica y ausencia de motivación).

Corteza Frontal medial

Las áreas de esta región frontal reciben información sensorial altamente procesada
de todas las áreas sensoriales corticales y, además, mantienen conexiones
recíprocas con la amígdala y con muchas de las áreas hacia las que ésta proyecta.
Por tanto, esta zona prefrontal parece ser una interfase entre la corteza sensorial y
la amígdala donde se integra la representación del mundo con sus matices
emocionales.

La corteza frontal medial y la amígdala se influyen mutuamente, regulando y


modulando sus respectivos efectos. De esta manera, las respuestas a corto plazo
activadas por la amígdala pueden ser inhibidas por la corteza frontal medial. No
obstante, la amígdala también puede superar esta inhibición y regular a su vez el
funcionamiento de la corteza frontal medial, estimulando la organización de
secuencias de acción a largo plazo basadas en las emociones (planificación,
conducta sostenida, automonitorización, etc.). Por tanto, el resultado de estas
interacciones puede generar inhibición o potenciación tanto de las respuestas
amigdalinas como de las respuestas frontomediales más a largo plazo con base en
la información emocional.

Una zona que frecuentemente se relaciona con la corteza frontal medial es la


comentada corteza paralímbica cingulada anterior (áreas 24, 25 y 32 de Brodmann).
Esta región se relaciona con procesos de control de la propia conducta. Entre ellos
se incluyen procesos evaluadores y de inhibición de respuestas asociados a la
anticipación de las posibles consecuencias según la experiencia previa del sujeto
(principalmente en relación con recompensas negativas, siendo más especifica la
activación orbitofrontal cuando se trata de recompensas positivas) (Martínez, 2006).
Por tanto, estas zonas mediales se relacionan con el control conductual y la
capacidad de evaluar riesgos y esfuerzos que constituyen, probablemente, la base
de la motivación consciente de la conducta. Así, las lesiones de esta región
(síndrome prefrontal medial o cingulado anterior) se caracterizan por presentar
sujetos apáticos, con afectación de sus capacidades volitivas, pérdida de la
espontaneidad y falta de iniciativa e interés.

Corteza Orbitofrontal

Esta región del córtex prefrontal parece ser la interfase o compuerta de la


información emocional, proveniente de la amígdala, hacia la memoria de trabajo
sustentada por las regiones dorsolateral y cingulada anterior. Al igual que la región
medial, posee conexiones recíprocas con la amígdala y los sistemas sensoriales,
implementando una integración de la representación del mundo y del procesamiento
emocional, por lo que sería razonable considerar que esta zona prefrontal
sustentaría una especie de memoria de trabajo emocional crucial para el
razonamiento, la toma de decisiones y el comportamiento social adaptativo. Las
lesiones de esta región (síndrome prefrontal orbitario) se caracterizan por presentar
a un sujeto desinhibido, con un comportamiento impulsivo e irritable, alteración del
juicio, distractibilidad, conductas de dependencia del medio, posible moria y euforia,
así como los patrones de psicopatía o sociopatía adquirida comentados con
anterioridad.

Corteza Dorsolateral

Esta región prefrontal se relaciona con la organización temporal de la conducta,


atención selectiva, flexibilidad cognitiva, el habla, la formación de conceptos o el
razonamiento entre otras [que son, en general, las capacidades que se suelen medir
en los tests clásicos de función ejecutiva], pero su implicación en las experiencias
emocionales es menos específica que la de las zonas comentadas hasta ahora.
Veamos por tanto cuales serían los requisitos necesarios para la experimentación
consciente de las emociones:

1. Memoria de Trabajo [MT]: Integra información a corto y largo plazo para


interpretar la situación actual, dirigiendo procesos atencionales, perceptuales,
mnésicos y ejecutivos.

2. Información entrante de la amígdala hacia la MT: como hemos comentado, esto


sucede, muy probablemente, vía corteza orbitofrontal.

3. Excitación cortical: activada por las influencias de la amígdala sobre regiones


troncoencefálicas. Sirve para enfocar la atención sobre los estímulos emocionales
y para la perpetuación de las respuestas amigdalares.

4. Retroalimentación desde el cuerpo: esencial para la experiencia emocional y la


toma de decisiones.

Así, podríamos decir que los sentimientos (experiencia consciente de las reacciones
emocionales) son el resultado de la representación de todos los procesos
emocionales en la memoria de trabajo donde se integran con la información actual
y pasada para generar una percepción coherente que será de utilidad para guiar el
comportamiento de manera adaptada al entorno.
RESUMEN

BASES NEUROBIOLOGICAS DE LAS EMOCIONES

Estructuras cerebrales vinculadas a las emociones

Tal como hemos visto en la presentación de este trabajo, hoy día se asume que
cualquier experiencia emocional posee sus propios mecanismos y correlatos
cerebrales que en algunos casos pueden verse solapados (a fin de cuentas, es la
pauta general en el funcionamiento cerebral). El conocimiento sobre estos procesos
es cada vez más profundo y las nuevas técnicas neurofisiológicas y de neuroimagen
están proporcionando nuevos indicios sobre el funcionamiento, tanto normal como
patológico, de los fenómenos emocionales. Es cierto que este conocimiento es
mucho mayor en el caso de las que anteriormente hemos catalogado como
emociones primarias, seguramente debido a la posibilidad que estas proporcionan
de ser estudiadas comparativamente mediante experimentación animal y a la mayor
robustez que les confiere su universalidad. No obstante, las nuevas herramientas
de carácter no invasivo que se están desarrollando van a proporcionar valiosísima
información que permitirá una mejor comprensión de los mecanismos
neurobiológicos que sustentan las reacciones emocionales secundarias, más
complejas y derivadas de las prácticas socioculturales.

Veamos, ahora sí, cuáles son las estructuras y procesos cerebrales que se
involucran en la generación de las experiencias emocionales.

Tres cerebros en uno

MacLean, en un intento por explicar los fenómenos emocionales y sus mecanismos


cerebrales asociados, desarrolló el concepto de sistema límbico y propuso un
esquema de estructuración cerebral que contemplase los distintos niveles de
complejidad que poseen estos procesos: es la conocida como hipótesis del cerebro
triple (MacLean, 1970). Dicha hipótesis, de carácter evolucionista, se basa en la
idea de que el cerebro de los mamíferos superiores actuales (entre los que nos
encontramos los humanos) ha experimentado una serie de cambios progresivos en
los que se han ido englobando las configuraciones cerebrales específicas de los
antepasados comunes desde los que se presupone fueron evolucionando. Veamos
por separado cada uno de estos 3 cerebros en 1:

1. Cerebro reptil (protorreptiliano u homeostático)

 Comprendería el tronco cerebral, por lo que se trataría principalmente de un


cerebro homeostático e instintivo que regula funciones básicas para la
supervivencia del organismo.

 Su funcionamiento sería autónomo y estereotipado, conllevando pautas de


comportamiento reflejas e inflexibles.

2. Cerebro paleomamífero (emocional o límbico)

 Este cerebro comprendería el conjunto de estructuras que conocemos como


sistema límbico que sustentan la mayoría de los fenómenos emocionales.
 La principal función de esta estructura, según Rains (Rains, 2004), sería la
integración de la experiencia actual y reciente con los instintos básicos activados
por el cerebro reptil. De esta manera, se obtendría un mecanismo de supervivencia
menos autónomo que, aunque seguiría siendo automático, sería activado por
estímulos ambientales, liberando al organismo de la expresión estereotipada de los
instintos y dotándolo de mayor capacidad de interacción con su medio.

3. Cerebro neomamífero (neocortical o racional)

 Comprendería las diferentes áreas neocorticales filogenéticamente más recientes.


Estas estructuras serían capaces de regular emociones específicas creadas a partir
de las percepciones e interpretaciones del ambiente en función de los objetivos del
propio organismo.

 Una de sus funciones, por tanto, sería la regulación de respuestas emocionales,


lo que propiciaría un comportamiento mucho más flexible, basado en
interpretaciones complejas y en el uso de capacidades de planificación a largo
plazo, y que implicaría la capacidad de responder de manera no contingente a
determinados estímulos para resolver de forma adecuada problemas complejos
(principalmente surgidos en contextos sociales).

En condiciones normales estos tres cerebros trabajan conjuntamente (y junto al


resto del organismo) para generar un único comportamiento integrado que posibilite
la mayor adaptación posible a las circunstancias ambientales. No obstante, en
situaciones críticas para la supervivencia, los sistemas primigenios pueden “raptar”
los recursos cerebrales del resto de sistemas en pro de la homeostasis del
organismo. Esto es posible debido a la existencia de jerarquías neuronales (Perna,
2005). Estas jerarquías se sustentan en la mayor proporción de conexiones
nerviosas que se proyectan desde los sistemas primigenios hacia los más recientes,
que las conexiones que existen en dirección inversa. De esta manera, la capacidad
de reclutamiento que poseería el cerebro reptil sobre el emocional y el neocortical
sería mucho mayor que la que éstos poseerían sobre el cerebro homeostático.

¿Se puede hablar de un cerebro emocional?

Tradicionalmente se ha asociado el conjunto de estructuras que conforman el


sistema límbico con el sustrato cerebral que posibilita la experimentación de los
diferentes fenómenos emocionales, por lo que a dicho sistema se le ha llegado a
denominar el cerebro emocional. El primero en describir este sistema cerebral fue
Paul Broca, quien, en 1878, lo denominó “Lóbulo Límbico”, comprendiendo las
estructuras del giro cingulado, giro subcalloso, giro parahipocámpico y la formación
del hipocampo. Más adelante, James Papez (1937), basándose en la experiencia
clínica, propuso su conocido circuito neuronal con el que intentaba explicar cómo
interactúan procesos subcorticales (principalmente hipotalámicos, que mediarían
las respuestas autónomas y conductuales simples; vía del sentimiento) y corticales
(principalmente cingulados, que mediarían la experiencia emocional consciente y
las acciones complejas basadas en emociones; vía del pensamiento) para producir
respuestas y experiencias emocionales coordinadas. Además, Papez hipotetizó que
este circuito poseía una elevada reverberación de la información entrante,
característica que se encontraría en la base de los extensos periodos de activación
autónoma y mental que las emociones pueden provocar (Papez, 1937).

Veamos de manera esquemática algunas de las funciones vinculadas a las


reacciones emocionales que cumplen las estructuras principales de este limbo:

 Núcleo amigdalino: regulación de la conducta emocional innata y base de las


respuestas y aprendizajes emocionales. Especialmente vinculado a las
experiencias generadoras de miedo y a conductas agresivas.

 Hipotálamo (cuerpos mamilares): principal conexión con el sistema nervioso


autónomo y endocrino vía hipófisis y centros troncoencefálicos. Rector de las
expresiones motoras emocionales básicas.

 Hipocampo: principal estructura asociada al aprendizaje y memoria


espaciotemporal, cumpliendo un papel fundamental, como veremos más adelante,
en el condicionamiento contextual.

 Área septal: vinculada al reforzamiento de conductas de supervivencia. Motivación


sexual, cuidado de la prole, etc.

 Núcleo anterior del Tálamo: principal distribuidor de la información derivada de los


estímulos emocionales hacia la corteza ventromedial prefrontal (radiaciones tálamo-
corticales) y hacia estructuras subcorticales como el hipocampo y la amígdala.

 Circunvolución cingulada: se propone como una de las zonas donde se realiza la


integración de la información emocional con la cognoscitiva. El cíngulo anterior se
relaciona con el control o dirección de la atención, con las conductas de anticipación,
la monitorización de acciones que median reforzadores negativos y con la
modulación de estados cognitivos y afectivos.

Aunque este esquema del sistema límbico como sustrato organizador de las
emociones resulta especialmente atrayente (estructuras agrupadas en base a
consideraciones anatómicas desde una perspectiva evolucionista), diferentes
autores (Kotter, 1992) proclaman la insuficiencia de dichos argumentos y la falta de
consenso sobre los criterios a tener en cuenta para la inclusión de estructuras en
este sistema. Además, en la actualidad, cada vez se apoya con mayor fuerza el
papel fundamental de la Corteza Prefrontal en la integración de la información
sensorial y emocional crítica para la toma de decisiones y la conducta social
adaptativa, así como para la interpretación, expresión y modulación de las
emociones. Una posible solución a este problema con el concepto de sistema
límbico puede ser, como ya apuntamos al definir el concepto de emociones, estudiar
los diferentes subsistemas neurofisiológicos y funcionales que intervienen en cada
una de las reacciones emocionales con identidad propia.

Amígdala: protagonista en las emociones.

Este núcleo cerebral juega un papel central en las reacciones emocionales básicas
y, especialmente, en las experiencias de miedo, tanto innatas como aprendidas. Al
haber sido elegida esta respuesta emocional como modelo experimental
(principalmente por ser una de las universalmente reconocidas, ser básica para la
supervivencia, y ser fiable y fácil de provocar experimentalmente) este núcleo ha
sido estudiado en profundidad (Rains, 2004).

De manera esquemática, la amígdala implementa respuestas rápidas e


inconscientes, poco precisas pero eficaces, que la han erigido como un núcleo
generador de adaptaciones a corto plazo vitales para la supervivencia del
organismo. Esta estructura está formada por un conjunto de varios núcleos que
tradicionalmente se agrupan en tres: 1) núcleos corticomediales, 2) núcleos
basolaterales, y 3) núcleo central. Los núcleos corticomediales reciben información
aferente olfativa, mientras que los basolaterales reciben aferencias visuales,
auditivas, gustativas y táctiles. Finalmente, como se puede apreciar en la figura 5,
el núcleo central coordina la información eferente que dará lugar a las variadas
respuestas emocionales tanto autónomas (simpáticas y parasimpáticas), como
endocrinas y conductuales.

vía lenta, vía rápida


La información relacionada con los estímulos emocionales parece seguir un curso
doble hacia el principal centro encargado de su procesamiento: la amígdala.

Vía directa tálamo-amígdala:

 Sustenta el condicionamiento simple de estímulos.

 Equivalente en todos los vertebrados que la poseen.

 Sistema de evaluación primario. Lleva a cabo un procesamiento muy rápido de la


información que habilita la posibilidad de dar respuestas casi instantáneas a
eventuales estímulos peligrosos. Esta misma rapidez imposibilita la elaboración de
respuestas complejas, siendo estas poco precisas, pero, a fin de cuentas, enérgicas
y eficaces.

 Todo este proceso se realiza por debajo del umbral de la consciencia

Vía indirecta cortical (tálamo-corteza-amígdala):

 Permite ir más allá de las reacciones emocionales automáticas, sustentando


aprendizajes más finos que la vía directa (como el condicionamiento discriminativo).
 Sería la vía de mayor peso en los mamíferos de más reciente evolución, relegando
la vía directa a un segundo plano al proporcionar a la amígdala información mucho
más detallada de los estímulos.
 Aporta mayor precisión a través de análisis no contingentes de la información
emocional, más profundos y elaborados, que permiten la acción voluntaria y
planificada, así como la inhibición de las respuestas amigdalinas automáticas.
 El tránsito por estructuras corticales (preferentemente prefrontales) permitiría que
parte de este proceso se realizara conscientemente.
Además de estas dos vías, tal como vimos en el punto anterior, habría que tener en
cuenta una tercera de igual importancia:

Vía hipocampo-amígdala:

 Sustenta el condicionamiento contextual

 En el hipocampo se realiza la integración de las configuraciones de estímulos


particulares en contextos significativos que mediarán las repuestas amigdalinas.

El papel de la amígdala en las respuestas emocionales no sólo se limita a un


disparador pasivo dependiente del control cortical e hipocampal. En realidad, su rol
se acerca más al de una interfase en la que se integra información acerca del
ambiente con las preceptivas respuestas emocionales (pudiendo procesar
información en paralelo desde diversos canales).

1. Influencia directa:

 Recibe información sensorial altamente procesada, proyectando a su vez hacia


todos los niveles del procesamiento cortical sensorial.
 Percepción, sistemas de memoria, lenguaje, atención... la información emocional
puede influir sobre prácticamente cualquier función cognitiva.

2. Excitación a través de neurotransmisores:

 Liberados en áreas extensas de la corteza desde los sistemas del tronco


encefálico. Juegan un papel muy relevante en funciones como la atención sostenida
a estímulos peligrosos.

 Uno de ellos es el núcleo basales, el cual es activado por la amígdala cuando


detecta un peligro y libera acetilcolina en la corteza cerebral.
 Este sistema configura también un circuito reverberante que excita de nuevo la
amígdala, autoperpetuando su propia activación.
3. Retroalimentación corporal:

 Proveniente la activación conductual, autónoma y endocrina.


 Contribuye a la percepción de las emociones, ya que estas poseen patrones
específicos de activación corporal (por ejemplo, el feedback facial), a la intensidad
que se le asignará a las mismas y a la calidad de la respuesta emocional.
 Aporta información a los procesos de razonamiento y toma de decisiones, punto
claramente relacionado con la hipótesis de los marcadores somáticos

Memoria y emociones

Del mismo modo que se hace la diferenciación entre memoria declarativa (explícita)
y memoria procedimental (implícita), podríamos hacer una diferenciación similar en
cuanto a los procesos mnésicos emocionales. De esta manera tendríamos:

 Memoria de emoción:

• sería un tipo de memoria consciente y explícita.

• recuerdo de una emoción que se experimentó en el pasado pero que no va unido


a la activación visceral que generó.

• mediada por los sistemas de memoria hipocampo y diencefálico.

 Memoria emocional:

• Es implícita y puede ocurrir sin contenido consciente (probablemente en relación


con las percepciones que denominamos “intuiciones”).

• Rememoración de la activación emocional sin recuerdo consciente del evento


pasado que la generó.

• Mediada por el sistema de memoria amígdala.


Esta diferenciación se ha podido establecer tras apreciar que lesiones del sistema
hipocampal alteran el recuerdo explícito de los estímulos y las situaciones que
generan las reacciones emocionales que, no obstante, se ponen en marcha ante
dichos estímulos (el sujeto no es capaz de declarar el proceso de aprendizaje por
el cual ha llegado a adquirir esas respuestas emocionales, no es consciente de ello),
mientras que las lesiones del sistema amigdalar alteran el condicionamiento, las
reacciones emocionales, mas no el recuerdo explícito de los estímulos que las
generarían (el sujeto es capaz de declarar la situación de aprendizaje pero carece
de la información visceral asociada que debería de guiar sus respuestas
emocionales). Cuando la lesión se presentaba en ambas estructuras, no se daba
ninguno de los dos procesos de adquisición (Bechara, 1995).

Esta disociación entre información explícita e implícita, consciente e inconsciente,


puede estar en la base de muchas alteraciones psicopatológicas. La activación
paralela de estos sistemas puede dar lugar a interacciones recíprocas de manera
que las memorias explícitas pueden activar las memorias emocionales y provocar
reacciones emocionales asociadas (el recuerdo de situaciones en las que nos
hemos sentido felices pueden provocar sensaciones de felicidad). Del mismo modo,
las activaciones emocionales pueden activar el sistema hipocampo y evocar
estímulos y situaciones asociados a dichas sensaciones (cuando nos sentimos
tristes es más probable que recordemos situaciones en las que también nos
sentimos tristes).

El rol de la corteza en los fenómenos emocionales

Hasta ahora hemos prestado especial atención a las estructuras subcorticales y


límbicas relacionadas con los procesos emocionales. Sin embargo, las diferentes
estructuras corticales han ido adquiriendo gran importancia que progresivamente,
sobre todo en la medida que ha ido avanzando el conocimiento sobre el
funcionamiento de los sistemas prefrontales.
 Expresión de las emociones. Como, por ejemplo, la prosodia afectiva del lenguaje
o la ejecución de las expresiones faciales.

 Interpretación. De componentes como la comentada prosodia afectiva, las


expresiones faciales, comprensión del humor o la comprensión de situaciones
emocionales (tanto verbales -semántica emocional- como no verbales, de gran
importancia para el comportamiento social adaptado).

 Regulación y monitorización de las respuestas emocionales.

 Experiencia consciente de éstas (los sentimientos).

En general el hemisferio derecho parece estar más especializado en la expresión e


interpretación de las emociones. Sin embargo, las evidencias empíricas que se
poseen apuntan a que el hemisferio izquierdo también interactúa en dichas
funciones.

Veamos ahora, para finalizar este punto sobre los sistemas cerebrales vinculados a
las emociones, de manera más detenida el papel que juega las estructuras
corticales con mayor implicación en los procesos emocionales: las estructuras
prefrontales.

El papel del córtex prefrontal

En ambientes sociales complejos, como en los que el ser humano se desenvuelve


en la actualidad, puede ocurrir que las reacciones emocionales determinadas por la
vía rápida tálamo-amígdala no sean adaptativas e, incluso, sean contraproducentes.
A pesar de ser respuestas muy rápidas y efectivas, en contextos sociales complejos
con frecuencia suelen ser necesarias acciones más deliberadas que tengan en
cuenta otros factores ambientales y personales, así como la habilidad para anticipar,
planear y monitorizar las conductas en marcha y las futuras. La evidencia científica
apunta a que son las estructuras prefrontales las principales encargadas de
organizar el comportamiento y la toma de decisiones implementando dichas
capacidades, convirtiéndose así en el dispositivo controlador del cerebro emotivo,
fundamental en la regulación emocional, la comprensión de situaciones complejas
y el comportamiento social adaptativo.

En condiciones normales ambos hemisferios trabajarán de manera complementaria


en la regulación y control de las emociones.

 Derecha: dominante en el control del tono emocional, con un mayor


procesamiento de las emociones de valencia negativa, como el miedo o la ira, y
mayor vinculación con aspectos automáticos relacionados con la supervivencia
inmediata. Promueve conductas de alejamiento, timidez, depresión, etc.
 Cuando las lesiones prefrontales están focalizadas en este hemisferio es
frecuente que aparezca un síndrome psicopático (hipercinesia, desinhibición
conductual, actitud pueril y jocosa, agitación, impulsividad, irritabilidad, falta de juicio
social, autoindulgencia), principalmente por afectación orbitaria. Asimismo, son
frecuentes sentimientos de euforia injustificados.

 Izquierda: es dominante respecto al contenido e interpretación de las emociones


positivas. Lleva a cabo un control cognitivo de los estados emocionales a través del
lenguaje. Promueve conductas de aproximación, vigilancia, control y superación de
estados disfóricos y media en las respuestas del sistema inmunitario.
 Lesiones prefrontales focalizadas en este hemisferio (preferentemente
dorsolaterales) pueden generar un síndrome pseudodepresivo (hipocinesia, apatía,
falta de impulso, reducción del habla, indiferencia, falta de planificación, inercia
psíquica y ausencia de motivación).

Corteza Frontal medial

Las áreas de esta región frontal reciben información sensorial altamente procesada
de todas las áreas sensoriales corticales y, además, mantienen conexiones
recíprocas con la amígdala y con muchas de las áreas hacia las que ésta proyecta.
Por tanto, esta zona prefrontal parece ser una interfase entre la corteza sensorial y
la amígdala donde se integra la representación del mundo con sus matices
emocionales.

Una zona que frecuentemente se relaciona con la corteza frontal medial es la


comentada corteza paralímbica cingulada anterior (áreas 24, 25 y 32 de Brodmann).
Esta región se relaciona con procesos de control de la propia conducta. Entre ellos
se incluyen procesos evaluadores y de inhibición de respuestas asociados a la
anticipación de las posibles consecuencias según la experiencia previa del sujeto
(principalmente en relación con recompensas negativas, siendo más especifica la
activación orbitofrontal cuando se trata de recompensas positivas) (Martínez, 2006).
Por tanto, estas zonas mediales se relacionan con el control conductual y la
capacidad de evaluar riesgos y esfuerzos que constituyen, probablemente, la base
de la motivación consciente de la conducta.

Corteza Orbitofrontal

Esta región del córtex prefrontal parece ser la interfase o compuerta de la


información emocional, proveniente de la amígdala, hacia la memoria de trabajo
sustentada por las regiones dorsolateral y cingulada anterior. Al igual que la región
medial, posee conexiones recíprocas con la amígdala y los sistemas sensoriales,
implementando una integración de la representación del mundo y del procesamiento
emocional, por lo que sería razonable considerar que esta zona prefrontal
sustentaría una especie de memoria de trabajo emocional crucial para el
razonamiento, la toma de decisiones y el comportamiento social adaptativo.

Corteza Dorsolateral

Esta región prefrontal se relaciona con la organización temporal de la conducta,


atención selectiva, flexibilidad cognitiva, el habla, la formación de conceptos o el
razonamiento entre otras [que son, en general, las capacidades que se suelen medir
en los tests clásicos de función ejecutiva], pero su implicación en las experiencias
emocionales es menos específica que la de las zonas comentadas hasta ahora.
Veamos por tanto cuales serían los requisitos necesarios para la experimentación
consciente de las emociones:

1. Memoria de Trabajo MT: Integra información a corto y largo plazo para interpretar
la situación actual, dirigiendo procesos atencionales, perceptuales, mnésicos y
ejecutivos.

2. Información entrante de la amígdala hacia la MT: como hemos comentado, esto


sucede, muy probablemente, vía corteza orbitofrontal.

3. Excitación cortical: activada por las influencias de la amígdala sobre regiones


troncoencefálicas. Sirve para enfocar la atención sobre los estímulos emocionales
y para la perpetuación de las respuestas amigdalares.

4. Retroalimentación desde el cuerpo: esencial para la experiencia emocional y la


toma de decisiones.

Así, podríamos decir que los sentimientos (experiencia consciente de las reacciones
emocionales) son el resultado de la representación de todos los procesos
emocionales en la memoria de trabajo donde se integran con la información actual
y pasada para generar una percepción coherente que será de utilidad para guiar el
comportamiento de manera adaptada al entorno.
CONCLUSION

En conclusión, el conocer las bases neurológicas nos ayuda a comprender ciertas


reacciones que tomamos en base a algunas situaciones, de modo que debemos
aprender a reconocer nuestras emociones, interpretarlas y saberlas canalizar,
aunque esto es muy complejo siempre será necesario integrar nuestros
conocimientos con nuestras acciones.
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