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- elefantes. ¿Sabes que es ese lugar? –preguntó Daurella.

- Sí… pero, ese lugar no es sólo uno.


- ¿A qué te refieres?
- Bueno, ese es un nombre que se les dan a bares clandestinos en donde…

Camila hizo una pausa, nerviosa de continuar con la oración.

- ¿Sucede algo malo?


- Sí, a ese lugar asisten hombres y mujeres con serios problemas alcohólicos. Se dice que
al ingresar a uno la única forma de salir es un ataúd.
- ¿Qué? –preguntó Daurella con gran sorpresa–. ¿Por qué?
- Bueno, las historias dicen que los alcohólicos van a esos lugares para acabar con su
miseria, haciendo aquello que los marginó del mundo y arruinó sus vidas. Beben hasta
morir.

Alessandro continuó manejando, pero podía sentirse que el vehículo comenzaba a aumentar
su velocidad.

- ¿Cuándo recibiste esta pista? –preguntó Camila.


- Hace unos días –contesto Alessandro, cambiando completamente la expresión de su
rostro, esta vez se notaba enfadado e intranquilo. Lo opuesto a como se venía
mostrando.
- ¿No crees que tal vez…?
- No puede estar muerto –interrumpió Alessandro con un tono secante, casi áspero
para su invitada–. ¿Dónde puedo encontrar estos lugares?
- Están diseminados por toda la ciudad. Son lugares clandestinos, no son lugares fáciles
de hallar.
- Observa la hoja que te di. Ahí debe haber alguna pista más.

Camila desdoblo la pequeña hoja y vio escrito en su interior una dirección que a simple vista
parecía extraña y desconocida. “Av. por los aires, mercado electrónico, cementerio de
elefantes”.

- Esta no es una dirección, ¿o sí? ¿Quién te la dio?


- Una persona en quien confío. La misma me dijo que ese lugar se encontraba en la zona
norte de la ciudad.
- Espera un segundo… Av. por los aires… Esta podría ser la avenida Buenos Aires. Esta
avenida queda en la zona norte.
- Muy bien, eso es un avance.

El vehículo ingresó a dicha avenida, bajó la velocidad. Luego, tanto Alessandro como Camila,
observaron cuidadosamente el entorno en busca de alguna tienda de electrónicos o algún
mercado que les pudiera servir de pista.

- ¿Ves algún lugar que pueda lucir como un “cementerio de elefantes”?


- No. Te repito, estos lugares están muy bien camuflados. Sólo los borrachos y
vagabundos saben con exactitud cómo identificarlos.

La avenida Buenos Aires, era una zona comercial, repleta de edificaciones y calles que la
cortaban durante todo su trayecto, fácilmente podían perder a una persona que no era del
barrio. En un día normal, era un lugar muy congestionado, repleta de personas y vehículos que
hacían muy difícil el andar. En ese mañana, una de las avenidas más concurridas de la ciudad,
se encontraba dormida y pacifica como nunca antes Camila la había visto.

- Con tanta paz, parece otro barrio –dijo Camila con voz baja, intentando hablar con ella
misma.
- El auto negro era el único en movimieelefantes. ¿Sabes que es ese lugar? –preguntó
Daurella.
- Sí… pero, ese lugar no es sólo uno.
- ¿A qué te refieres?
- Bueno, ese es un nombre que se les dan a bares clandestinos en donde…

Camila hizo una pausa, nerviosa de continuar con la oración.

- ¿Sucede algo malo?


- Sí, a ese lugar asisten hombres y mujeres con serios problemas alcohólicos. Se dice que
al ingresar a uno la única forma de salir es un ataúd.
- ¿Qué? –preguntó Daurella con gran sorpresa–. ¿Por qué?
- Bueno, las historias dicen que los alcohólicos van a esos lugares para acabar con su
miseria, haciendo aquello que los marginó del mundo y arruinó sus vidas. Beben hasta
morir.

Alessandro continuó manejando, pero podía sentirse que el vehículo comenzaba a aumentar
su velocidad.

- ¿Cuándo recibiste esta pista? –preguntó Camila.


- Hace unos días –contesto Alessandro, cambiando completamente la expresión de su
rostro, esta vez se notaba enfadado e intranquilo. Lo opuesto a como se venía
mostrando.
- ¿No crees que tal vez…?
- No puede estar muerto –interrumpió Alessandro con un tono secante, casi áspero
para su invitada–. ¿Dónde puedo encontrar estos lugares?
- Están diseminados por toda la ciudad. Son lugares clandestinos, no son lugares fáciles
de hallar.
- Observa la hoja que te di. Ahí debe haber alguna pista más.

Camila desdoblo la pequeña hoja y vio escrito en su interior una dirección que a simple vista
parecía extraña y desconocida. “Av. por los aires, mercado electrónico, cementerio de
elefantes”.

- Esta no es una dirección, ¿o sí? ¿Quién te la dio?


- Una persona en quien confío. La misma me dijo que ese lugar se encontraba en la zona
norte de la ciudad.
- Espera un segundo… Av. por los aires… Esta podría ser la avenida Buenos Aires. Esta
avenida queda en la zona norte.
- Muy bien, eso es un avance.

El vehículo ingresó a dicha avenida, bajó la velocidad. Luego, tanto Alessandro como Camila,
observaron cuidadosamente el entorno en busca de alguna tienda de electrónicos o algún
mercado que les pudiera servir de pista.

- ¿Ves algún lugar que pueda lucir como un “cementerio de elefantes”?


- No. Te repito, estos lugares están muy bien camuflados. Sólo los borrachos y
vagabundos saben con exactitud cómo identificarlos.

La avenida Buenos Aires, era una zona comercial, repleta de edificaciones y calles que la
cortaban durante todo su trayecto, fácilmente podían perder a una persona que no era del
barrio. En un día normal, era un lugar muy congestionado, repleta de personas y vehículos que
hacían muy difícil el andar. En ese mañana, una de las avenidas más concurridas de la ciudad,
se encontraba dormida y pacifica como nunca antes Camila la había visto.

- Con tanta paz, parece otro barrio –dijo Camila con voz baja, intentando hablar con ella
misma.
- El auto negro era el único en movimieelefantes. ¿Sabes que es ese lugar? –preguntó
Daurella.
- Sí… pero, ese lugar no es sólo uno.
- ¿A qué te refieres?
- Bueno, ese es un nombre que se les dan a bares clandestinos en donde…

Camila hizo una pausa, nerviosa de continuar con la oración.

- ¿Sucede algo malo?


- Sí, a ese lugar asisten hombres y mujeres con serios problemas alcohólicos. Se dice que
al ingresar a uno la única forma de salir es un ataúd.
- ¿Qué? –preguntó Daurella con gran sorpresa–. ¿Por qué?
- Bueno, las historias dicen que los alcohólicos van a esos lugares para acabar con su
miseria, haciendo aquello que los marginó del mundo y arruinó sus vidas. Beben hasta
morir.

Alessandro continuó manejando, pero podía sentirse que el vehículo comenzaba a aumentar
su velocidad.

- ¿Cuándo recibiste esta pista? –preguntó Camila.


- Hace unos días –contesto Alessandro, cambiando completamente la expresión de su
rostro, esta vez se notaba enfadado e intranquilo. Lo opuesto a como se venía
mostrando.
- ¿No crees que tal vez…?
- No puede estar muerto –interrumpió Alessandro con un tono secante, casi áspero
para su invitada–. ¿Dónde puedo encontrar estos lugares?
- Están diseminados por toda la ciudad. Son lugares clandestinos, no son lugares fáciles
de hallar.
- Observa la hoja que te di. Ahí debe haber alguna pista más.

Camila desdoblo la pequeña hoja y vio escrito en su interior una dirección que a simple vista
parecía extraña y desconocida. “Av. por los aires, mercado electrónico, cementerio de
elefantes”.

- Esta no es una dirección, ¿o sí? ¿Quién te la dio?


- Una persona en quien confío. La misma me dijo que ese lugar se encontraba en la zona
norte de la ciudad.
- Espera un segundo… Av. por los aires… Esta podría ser la avenida Buenos Aires. Esta
avenida queda en la zona norte.
- Muy bien, eso es un avance.
El vehículo ingresó a dicha avenida, bajó la velocidad. Luego, tanto Alessandro como Camila,
observaron cuidadosamente el entorno en busca de alguna tienda de electrónicos o algún
mercado que les pudiera servir de pista.

- ¿Ves algún lugar que pueda lucir como un “cementerio de elefantes”?


- No. Te repito, estos lugares están muy bien camuflados. Sólo los borrachos y
vagabundos saben con exactitud cómo identificarlos.

La avenida Buenos Aires, era una zona comercial, repleta de edificaciones y calles que la
cortaban durante todo su trayecto, fácilmente podían perder a una persona que no era del
barrio. En un día normal, era un lugar muy congestionado, repleta de personas y vehículos que
hacían muy difícil el andar. En ese mañana, una de las avenidas más concurridas de la ciudad,
se encontraba dormida y pacifica como nunca antes Camila la había visto.

- Con tanta paz, parece otro barrio –dijo Camila con voz baja, intentando hablar con ella
misma.
- El auto negro era el único en movimieelefantes. ¿Sabes que es ese lugar? –preguntó
Daurella.
- Sí… pero, ese lugar no es sólo uno.
- ¿A qué te refieres?
- Bueno, ese es un nombre que se les dan a bares clandestinos en donde…

Camila hizo una pausa, nerviosa de continuar con la oración.

- ¿Sucede algo malo?


- Sí, a ese lugar asisten hombres y mujeres con serios problemas alcohólicos. Se dice que
al ingresar a uno la única forma de salir es un ataúd.
- ¿Qué? –preguntó Daurella con gran sorpresa–. ¿Por qué?
- Bueno, las historias dicen que los alcohólicos van a esos lugares para acabar con su
miseria, haciendo aquello que los marginó del mundo y arruinó sus vidas. Beben hasta
morir.

Alessandro continuó manejando, pero podía sentirse que el vehículo comenzaba a aumentar
su velocidad.

- ¿Cuándo recibiste esta pista? –preguntó Camila.


- Hace unos días –contesto Alessandro, cambiando completamente la expresión de su
rostro, esta vez se notaba enfadado e intranquilo. Lo opuesto a como se venía
mostrando.
- ¿No crees que tal vez…?
- No puede estar muerto –interrumpió Alessandro con un tono secante, casi áspero
para su invitada–. ¿Dónde puedo encontrar estos lugares?
- Están diseminados por toda la ciudad. Son lugares clandestinos, no son lugares fáciles
de hallar.
- Observa la hoja que te di. Ahí debe haber alguna pista más.

Camila desdoblo la pequeña hoja y vio escrito en su interior una dirección que a simple vista
parecía extraña y desconocida. “Av. por los aires, mercado electrónico, cementerio de
elefantes”.

- Esta no es una dirección, ¿o sí? ¿Quién te la dio?


- Una persona en quien confío. La misma me dijo que ese lugar se encontraba en la zona
norte de la ciudad.
- Espera un segundo… Av. por los aires… Esta podría ser la avenida Buenos Aires. Esta
avenida queda en la zona norte.
- Muy bien, eso es un avance.

El vehículo ingresó a dicha avenida, bajó la velocidad. Luego, tanto Alessandro como Camila,
observaron cuidadosamente el entorno en busca de alguna tienda de electrónicos o algún
mercado que les pudiera servir de pista.

- ¿Ves algún lugar que pueda lucir como un “cementerio de elefantes”?


- No. Te repito, estos lugares están muy bien camuflados. Sólo los borrachos y
vagabundos saben con exactitud cómo identificarlos.

La avenida Buenos Aires, era una zona comercial, repleta de edificaciones y calles que la
cortaban durante todo su trayecto, fácilmente podían perder a una persona que no era del
barrio. En un día normal, era un lugar muy congestionado, repleta de personas y vehículos que
hacían muy difícil el andar. En ese mañana, una de las avenidas más concurridas de la ciudad,
se encontraba dormida y pacifica como nunca antes Camila la había visto.

- Con tanta paz, parece otro barrio –dijo Camila con voz baja, intentando hablar con ella
misma.

El auto negro era el único en movimie

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