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Francisco BAUTISTA
Escritura cronística e ideología
histórica
La Chronica latina regum Castellae
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Référence électronique
Francisco BAUTISTA, « Escritura cronística e ideología histórica », e-Spania [En ligne], 2 | décembre 2006, mis en
ligne le 16 août 2010. URL : http://e-spania.revues.org/429
DOI : en cours d'attribution
Éditeur : SEMH-Sorbonne
http://e-spania.revues.org
http://www.revues.org
Francisco BAUTISTA
en 1230 los reinos de Castilla y León quedarían definitivamente unidos, aunque sobre ello
volveré al final de estas páginas.
5 En principio, el hecho de ser una crónica particular de Castilla tiene que ver con la fecha de
su redacción primitiva, esto es, fines de 1226, cuando además las relaciones con el reino de
León venían precedidas por una tormentosa historia de conflictos y desencuentros. Es más,
esta primera sección del texto rezuma un decidido sentimiento antileonés, expresado sobre
todo a propósito de la figura del rey Alfonso IX, sentimiento que remite significativamente
en la segunda sección del texto, escrita cuando ambos reinos se habían ya unido (a este
respecto es interesante el elogio de Alfonso IX a su muerte [§ 60]). La perspectiva castellana
se corresponde, por un lado, con la atención prioritaria que Juan de Soria dedica al presente
y al pasado más inmediato, y por otro, favorece el alejamiento del mito gótico dominante en
las crónicas leonesas anteriores. En efecto, la crónica sólo comienza con la muerte de Fernán
González, pero la historia posterior de Castilla hasta Alfonso VIII es relatada únicamente de
forma muy resumida.
6 Ahora bien, el castellanismo no explica enteramente esta decisión estructural, puesto que una
obra anterior como la Crónica Naierensis, escrita en Castilla hacia 1190, había intentado
habilitar el mito gótico para su aprovechamiento particular en Castilla, y apenas si superaba
el relato de sus fuentes6. Por ello, esta decisión ha de ligarse además con una definición
decididamente territorial del sujeto de la historia : Castilla y sus reyes constituyen ahora ese
sujeto, y no ya una particular dinastía, una etnia o una forma de poder. Y es esta dimensión
territorial la que entra en diálogo con el resto de la Península y la que aspira a ostentar
una preeminencia dentro de ella. El abandono del goticismo está en sintonía además con la
atención sobre el presente y con la aparición de un lenguaje estructural que comentaré más
adelante : el lenguaje de la cruzada. Por lo demás, el antigoticismo de la crónica tampoco
carecía de antecedentes, pero ninguno de ellos localiza el arranque del texto justamente en
Fernán González. Como es sabido, la respuesta de la historiografía al goticismo leonés (y quizá
también al de la Chronica Naierensis) había venido del reino de Navarra y del Liber regum
(ca. 1194-96), en el que se dice que después de Alfonso II no quedaron reyes en España que
mantuvieran el reino. Pero este texto sitúa el origen de Castilla no en Fernán González sino en
los Jueces de Castilla, que dan lugar por un lado a la dinastía regia castellana y por otro a la
navarra7. Es probable que en el arranque de la Chronica latina debamos ver una influencia de
las leyendas que atribuían la liberación de Castilla a Fernán González, como queda reflejado
en la Chronica Naierensis, pero seguramente también una evidencia más del antileonesismo
que gobierna la escritura de la crónica en su primera fase, es decir, hacia 1226.
7 De forma un tanto sorprendente o contradictoria, la concepción castellana de crónica se
combina con una perspectiva mucho más amplia, por la cual se refieren también los hechos
acaecidos en el resto de la cristiandad, en especial aquellos que tienen que ver con la defensa
de la ortodoxia religiosa y con las cruzadas ultramarinas. Esta dimensión aparece en el texto
solamente después de la batalla de Las Navas de Tolosa, que ocupa un lugar central en la obra,
y parece consecuencia de la batalla misma. Se diría, entonces, que la propaganda llevada a
cabo por Alfonso VIII antes de esta contienda, con la predicación de la cruzada en Francia y
en el mediodía francés y con la implicación del Papado, despertó o determinó una concepción
de la historiografía en Juan de Soria por la cual los sucesos peninsulares debían valorarse
y presentarse junto a lo que ocurría en el resto de la cristiandad8. Tal presentación puede
tener diversas interpretaciones, pero con ella el autor viene a marcar diferentes entidades
políticas independientes (Francia, Inglaterra, el Imperio, el Papado, Marruecos), mientras que
por el contrario no reconoce una identidad histórica y política a los demás reinos peninsulares,
que salvo contadas excepciones sólo son mencionados por lo que se refiere a sus relaciones
con el reino de Castilla. Pero además, por otra parte, esta perspectiva es imprescindible para
contextualizar y poner de manifiesto el significado de la lucha contra los musulmanes dentro
de la Península como una lucha en defensa de la cristiandad, como una cruzada (aunque no
presidida por el Papado), que por lo tanto afecta al desarrollo y a la evolución del resto de
los reinos cristianos.
8 Y llegamos con todo ello al componente que, desde el punto de vista ideológico, se presenta
como uno de los elementos centrales en la obra, que es en efecto el de la cruzada. Como se ha
señalado en repetidas ocasiones, el lenguaje de la cruzada tiene sólo una tímida presencia en
la historiografía hispanolatina, por más que el providencialismo haya marcado profundamente
todo este discurso. Sólo de forma vaga y general, encontramos algo de ello en la crónica de
Alfonso VII. Se ha llegado a hablar de una cierta distribución de este lenguaje, dependiendo
de si los textos estaban destinados a un consumo doméstico o internacional, siendo este
segundo caso aquél que propiciaba el tono cruzado9. Podría decirse que nuestro texto es el
primero en romper claramente esta distribución, al construir la narración de las batallas bajo
esa perspectiva tratándose de un texto destinado claramente al consumo interno. Es cierto que
tal ruptura venía posibilitada y propiciada por los documentos cancillerescos en torno a Las
Navas de Tolosa, pero no lo es menos que a partir de este momento el lenguaje cruzado en la
crónica no hace sino aumentar, hasta trazar un retrato de Fernando III como rey cristianísimo
y cruzado, inspirado por Dios en sus batallas y favorecido por Él con la obtención de victorias
milagrosas. Fernando III es denominado miles Christi, y llega a convertirse de esa forma en un
monarca incluso superior a Alfonso VIII, como de forma simbólica sugiere Juan de Soria al
referir que consiguió tomar el castillo de Salvatierra, conquista que había resultado imposible
para su abuelo (§ 49)10.
9 De esta manera, la cruzada se convierte en uno de los pilares fundamentales de legitimación de
Fernando III dentro de la crónica, primero con la propuesta de la reanudación de las contiendas
contra los musulmanes (§ 43) y finalmente en particular con la conquista de Córdoba, llevada
a cabo gracias a la ayuda divina, y frente a los que aconsejaban esperar otra ocasión mejor,
entre quienes se sugiere el nombre de la madre del rey, la reina Berenguela, omnipresente en
los pasos anteriores del relato y en la cronística contemporánea. De esta manera, la inspiración
de Berenguela es sustituida por la inspiración divina, seguida por el rey puntualmente y
desencadenante de una actividad bélica que pone a Fernando III bajo el solo patrocinio de Dios
y de la religión cristiana. En este sentido, resulta notable que la unión de los reinos se atribuya
en nuestra crónica, no a la habilidad y la prudencia de Berenguela, sino a la voluntad y favor
divinos (§ 61)11. Pero además, el hecho de presentar a Alfonso VIII y sobre todo a Fernando III
como verdaderos reyes cruzados sirve para enfatizar y legitimar su papel protagonista dentro
de la Península y su condición de rectores de los destinos cristianos dentro de ella, creando una
calculada identificación entre Castilla y la defensa de la Cristiandad en la Península, otorgando
un papel protector y tutor a los reyes castellanos.
10 En este sentido, resulta interesante observar el tratamiento que el autor otorga al resto de reinos
peninsulares. A excepción del rey de Aragón, Pedro II, presenta al resto como más interesados
en pelear contra Castilla que contra los moros, con lo que no sólo se rompe la unidad de los
cristianos frente al Islam sino que se le impide al último cumplir sus deseos de combatir contra
los enemigos de la fe. Tanto en el caso de León como en el de Portugal incide en su escaso
interés por la reconquista y en los reveses que obtienen cuando se implican en ella. A propósito
del rey de Navarra, Juan de Soria aclara cómo Alfonso VIII le devolvió parte de su reino en
compensación por su actuación en Las Navas de Tolosa. Por último, el retrato de Pedro II es
netamente positivo, pero sólo en la medida en que favorece y apoya las decisiones de Alfonso
VIII, como se pone de manifiesto en el elocuente comentario sobre el monarca aragonés al
referir su muerte en el marco de la cruzada albigense (§ 27). Por todo ello, no es casual que
no se mencione en absoluto la actuación del Papado destinada a favorecer la diferenciación
de los reinos, actitud que se puso en práctica con la concesión del título de rey a Sancho el
Fuerte en 1196 o con la coronación de Pedro II en 1204. Puede decirse, entonces, que Juan
de Soria concibe y presenta la reconquista como una cruzada a cargo del rey, en un recurso
para consolidar la posición regia dentro de su reino, pero sobre todo como una herramienta
de legitimación de la preeminencia de Castilla dentro de la Península y de la posición del rey
castellano respecto de los demás reyes peninsulares, que parecen llamados a seguir su ejemplo
y a acatar su mandato.
11 El lenguaje cruzado no tendrá descendencia ni equivalente en la historiografía contemporánea.
Tanto Lucas de Tuy como Rodrigo, sin renunciar a ese deseo de preeminencia, ahora
castellano-leonesa, tratarán de perseguirlo con la recuperación del expediente neogótico, que
aseguraba una legitimación dinástica al rey de Castilla y León después de la unificación de
ambos reinos. Pero cabría preguntarse si en el ocaso de esta propaganda llevada a cabo con el
mito del rey cruzado y con el lenguaje de la lucha por la cristiandad no le cupo un papel esencial
a la emergencia de Jaime I, primero con la conquista de Mallorca y después, y sobre todo,
con la conquista de Valencia en 123812. En este sentido, resulta significativo el tratamiento
que Juan de Soria otorga a Jaime I y a la conquista de Mallorca, puesto que si bien elogia al
monarca y su victoria sobre los musulmanes en la isla, marcando la importancia del suceso,
parece querer indicar su subordinación al rey de Castilla al mencionar la carta enviada a éste
explicándole los acontecimientos (§ 55).
12 Sea como fuere, tanto el desarrollo de la reconquista en Aragón como la unión de León
y Castilla bajo Fernando III parecían obrar en contra del modelo historiográfico trazado
por Juan de Soria. El autor actualizó su texto seis años después de 1230 sin modificar tal
modelo, sólo con la incorporación de un tono menos beligerante hacia el reino de León y
con una implementación del lenguaje cruzado a propósito de Fernando III. Con ello concedía
una brillante representación histórica a una batalla en la que él mismo había tenido una
participación decisiva, a la conquista de Córdoba en 1236, pero sobre todo certificaba la
consolidación de Fernando III en el poder y enfatizaba el papel rector de Castilla dentro
de su unidad con el reino de León. Ahora bien, las conquistas de Jaime I parecen haber
significado la clausura definitiva para el proyecto dibujado en nuestra crónica, pues destruían
la identificación entre el reino castellano y la cruzada, en un momento en que, además, tras la
conquista de Córdoba, se detiene en este reino por unos años el ritmo de las confrontaciones
bélicas. Por todo ello, el modelo historiográfico diseñado por Juan de Soria acabó resultando
insoslayablemente extemporáneo, de forma que el ocaso de la pertinencia histórica de sus
fundamentos (tanto del antigoticismo como del leguaje cruzado) significó también el ocaso
de la crónica.
Notes
1 Cito por la edición de Luis CHARLO BREA, Chronica latina regum Castellae, en Chronica hispana
saeculi XIII, Turnhout : Brepols (Corpus Christianorum : Continuatio Mediaevalis, LXXIII), 1997, p.
35-118 ; véase también su traducción de la obra : Crónica latina de los reyes de Castilla, Madrid : Akal
(Clásicos Latinos Medievales, 8), 1999. Ambas contienen una información sucinta pero fiable sobre los
manuscritos y la composición de la crónica. Por su extensa anotación, resulta todavía imprescindible
la edición de Georges CIROT, «Chronique latine des rois de Castile (1236)», Bulletin Hispanique, 14
(1912), p. 30-46, 109-18, 244-74, 353-74 ; 15 (1913), 18-37, 17-87, 268-83, 411-27. También en este
sentido resulta útil la traducción de Joseph F. O’CALLAGHAN, The Latin Chronicle of the Kings of
Castille, Tempe : Arizona Center for Medieval and Renaissance Studies (Medieval and Renaissance
Texts and Studies, 236), 2002.
2 Si bien esta ejemplaridad en nuestro caso acaba por traducirse en términos negativos, como veremos.
Sobre el concepto de «modelo», véase Georges MARTIN, «El modelo historiográfico alfonsí», en
Georges Martin (ed.), La historia alfonsí : el modelo y sus destinos (siglos XIII-XV) : Seminario
organizado por la Casa de Velázquez (30 de enero de 1995), Madrid : Casa de Velázquez (Collection
de la Casa de Velázquez, 68), 2000, p. 1-31 (también recogido en Inés FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ (ed.),
Alfonso X el Sabio y las crónicas de España, Valladolid : Universidad de Valladolid & Centro para la
Edición de los Clásicos Españoles, 2000, p. 37-59). Para una perspectiva comparatista sobre el modelo
las crónicas latinas castellano-leonesas», en Isabel ALFONSO, Julio ESCALONA y Georges MARTIN
(eds.), Lucha política : condena y legitimación en la España medieval, Lyon : SEMH & ENS Éditions ;
Madrid : Casa de Velázquez (Annexes des Cahiers de Linguistique et de Civilisation Hispaniques
Médiévales, 16), 2005, 14-30.
12 Sobre las relaciones entre Castilla y el oriente peninsular en este momento, véase Ana RODRÍGUEZ
LÓPEZ, La consolidación territorial de la monarquía feudal castellana : expansión y fronteras durante
el reinado de Fernando III, Madrid : CSIC (Biblioteca de Historia, 27), 1994, p. 332-42 ; y para el reinado
de Fernando III, ahora, Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Fernando III el Santo, Sevilla : Fundación José
Manuel Lara, 2006.
À propos
Francisco BAUTISTA
SEMYR, Universidad de Salamanca
Droits d'auteur
© e-Spania
Resumen / Résumé
La redacción de la Chronica latina Regum Castellae se articula en función de una serie de
decisiones estructurales y narrativas que ponen de manifiesto una agenda política concreta y
permiten comprender su proyecto y sus significados. El estudio de la formalización del pasado
en esta obra resulta, entonces, básico para su ubicación precisa en el contexto de la producción
y circulación de narrativas historiográficas en el reinado de Fernando III y en el contexto
también de las tensiones ideológicas que en ellas se dan cita.
La rédaction de la Chronica latina Regum Castellae s’articule autour d’une série de choix
structurels et narratifs qui mettent l’accent sur un agenda politique concret et qui permettent de
comprendre son projet et son sens. L’étude de la mise en forme du passé dans cette oeuvre est
donc essentiel pour la situer précisément dans le contexte de la production et de la circulation
des narrations historiographiques sous le règne de Ferdinand III, ainsi que dans le contexte
des tensions ideologiques qui s’y sont citées.