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Numéro 2  (décembre 2006)


Chronica regum Castellae

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Francisco BAUTISTA
Escritura cronística e ideología
histórica
La Chronica latina regum Castellae
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Référence électronique
Francisco BAUTISTA, « Escritura cronística e ideología histórica »,  e-Spania [En ligne], 2 | décembre 2006, mis en
ligne le 16 août 2010. URL : http://e-spania.revues.org/429
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Escritura cronística e ideología histórica 2

Francisco BAUTISTA

Escritura cronística e ideología histórica


La Chronica latina regum Castellae
El razonamiento histórico es, indisolublemente, un razonamiento acerca del poder.
Guy Debord
1 De las varias maneras de acercarse a un texto historiográfico, me gustaría intentar aquí
una aproximación a la Chronica latina Regum Castellae desde el punto de vista de su
formalización del pasado y de los elementos estructurales que le sirven a su autor para dar un
sentido a la materia narrativa de la que trata1. O aquello que, para utilizar una expresión puesta
en circulación por Georges Martin, podemos llamar su «modelo historiográfico» : una forma
del arte de historiar, y una forma concebida o contemplada como ejemplar para el futuro2.
Bajo estas perspectivas, en las páginas que siguen, trataré de examinar el lugar y el papel que
le corresponde a tres de los elementos que de una forma general caracterizan el proyecto y la
redacción de la crónica, esto es : su castellanismo o si se prefiere su olvido o abandono del
goticismo ; la perspectiva internacional, por decirlo así, del texto ; y por último la impronta
cruzada, el lenguaje cruzado que preside buena parte de la narrativa.
2 La Chronica de Juan de Soria es un texto cronístico singular y complejo por varios y diferentes
motivos. En primer lugar, porque no abundan en la historiografía latina peninsular los textos
ceñidos estrictamente al presente, dejando a un lado algunas contadas excepciones como la
crónica de Alfonso VII. Más preocupada por situar el momento actual bajo la luz del pasado, la
historiografía hispanolatina se agota por lo común en la presentación de los hechos pretéritos,
como si fuera en ellos en los que cupiera buscar y hallar la definición del presente, y no en el
presente mismo. Tanto es así, que muchas de las crónicas ni siquiera llegan a los momentos
más cercanos a la propia escritura, o cuando lo hacen es de forma apresurada y difusa, como
a regañadientes.
3 Pero también estamos ante un texto singular porque resulta extraordinariamente escurridizo
en cuanto a sus fuentes, tanto para la primera parte prologal dedicada a referir brevemente la
trayectoria de Castilla hasta el comienzo del reinado de Alfonso VIII, como para la sección
fundamental de la crónica, que arranca en ese momento. El último intento historiográfico de
amplio calado en León y Castilla había sido la Chronica Naierensis (ca. 1190), pero esta obra
sólo llega hasta el final del reinado de Alfonso VI. Poco antes de nuestro texto, encontramos
un interés por la historiografía, en particular en Toledo, con la actualización del Liber regum y
la composición de los Anales toledanos primeros (ca. 1220)3. En cualquier caso, y pese a que
esa sección prologal de la Chronica latina muestra alguna concordancia con el Liber regum,
ni esta obra pudo proporcionar al autor todos los datos que presenta ni el conocimiento de la
misma por parte de Juan de Soria resulta evidente.
4 Tampoco resulta nada clara la influencia y recepción de este texto, así como sus motivaciones.
La obra da la impresión de haber sido redactada en diferentes etapas, con seguridad una de
ellas a fines de 1226, y la segunda y definitiva diez años después, a fines de 12364. La primera
fecha se enmarca en el contexto de la reanudación de la reconquista por parte de Fernando III,
y la segunda en el de la exitosa conquista de Córdoba, en la que había participado su autor. En
cuanto a su influencia, sólo parece seguro su aprovechamiento por parte de Rodrigo Jiménez
de Rada, aunque el uso que hace de ella resulta profundamente complejo, pues da la impresión
de que Rodrigo prefiere sus propias informaciones cuando dispone de ellas y se desentiende
de la Chronica en cuanto ésta comienza a relatar los éxitos de Fernando5. Es posible que su
escasa influencia posterior se deba también en parte al diseño historiográfico que presenta
el texto, en particular al hecho de ser una crónica de Castilla, cuando como es bien sabido

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en 1230 los reinos de Castilla y León quedarían definitivamente unidos, aunque sobre ello
volveré al final de estas páginas.
5 En principio, el hecho de ser una crónica particular de Castilla tiene que ver con la fecha de
su redacción primitiva, esto es, fines de 1226, cuando además las relaciones con el reino de
León venían precedidas por una tormentosa historia de conflictos y desencuentros. Es más,
esta primera sección del texto rezuma un decidido sentimiento antileonés, expresado sobre
todo a propósito de la figura del rey Alfonso IX, sentimiento que remite significativamente
en la segunda sección del texto, escrita cuando ambos reinos se habían ya unido (a este
respecto es interesante el elogio de Alfonso IX a su muerte [§ 60]). La perspectiva castellana
se corresponde, por un lado, con la atención prioritaria que Juan de Soria dedica al presente
y al pasado más inmediato, y por otro, favorece el alejamiento del mito gótico dominante en
las crónicas leonesas anteriores. En efecto, la crónica sólo comienza con la muerte de Fernán
González, pero la historia posterior de Castilla hasta Alfonso VIII es relatada únicamente de
forma muy resumida.
6 Ahora bien, el castellanismo no explica enteramente esta decisión estructural, puesto que una
obra anterior como la Crónica Naierensis, escrita en Castilla hacia 1190, había intentado
habilitar el mito gótico para su aprovechamiento particular en Castilla, y apenas si superaba
el relato de sus fuentes6. Por ello, esta decisión ha de ligarse además con una definición
decididamente territorial del sujeto de la historia : Castilla y sus reyes constituyen ahora ese
sujeto, y no ya una particular dinastía, una etnia o una forma de poder. Y es esta dimensión
territorial la que entra en diálogo con el resto de la Península y la que aspira a ostentar
una preeminencia dentro de ella. El abandono del goticismo está en sintonía además con la
atención sobre el presente y con la aparición de un lenguaje estructural que comentaré más
adelante : el lenguaje de la cruzada. Por lo demás, el antigoticismo de la crónica tampoco
carecía de antecedentes, pero ninguno de ellos localiza el arranque del texto justamente en
Fernán González. Como es sabido, la respuesta de la historiografía al goticismo leonés (y quizá
también al de la Chronica Naierensis) había venido del reino de Navarra y del Liber regum
(ca. 1194-96), en el que se dice que después de Alfonso II no quedaron reyes en España que
mantuvieran el reino. Pero este texto sitúa el origen de Castilla no en Fernán González sino en
los Jueces de Castilla, que dan lugar por un lado a la dinastía regia castellana y por otro a la
navarra7. Es probable que en el arranque de la Chronica latina debamos ver una influencia de
las leyendas que atribuían la liberación de Castilla a Fernán González, como queda reflejado
en la Chronica Naierensis, pero seguramente también una evidencia más del antileonesismo
que gobierna la escritura de la crónica en su primera fase, es decir, hacia 1226.
7 De forma un tanto sorprendente o contradictoria, la concepción castellana de crónica se
combina con una perspectiva mucho más amplia, por la cual se refieren también los hechos
acaecidos en el resto de la cristiandad, en especial aquellos que tienen que ver con la defensa
de la ortodoxia religiosa y con las cruzadas ultramarinas. Esta dimensión aparece en el texto
solamente después de la batalla de Las Navas de Tolosa, que ocupa un lugar central en la obra,
y parece consecuencia de la batalla misma. Se diría, entonces, que la propaganda llevada a
cabo por Alfonso VIII antes de esta contienda, con la predicación de la cruzada en Francia y
en el mediodía francés y con la implicación del Papado, despertó o determinó una concepción
de la historiografía en Juan de Soria por la cual los sucesos peninsulares debían valorarse
y presentarse junto a lo que ocurría en el resto de la cristiandad8. Tal presentación puede
tener diversas interpretaciones, pero con ella el autor viene a marcar diferentes entidades
políticas independientes (Francia, Inglaterra, el Imperio, el Papado, Marruecos), mientras que
por el contrario no reconoce una identidad histórica y política a los demás reinos peninsulares,
que salvo contadas excepciones sólo son mencionados por lo que se refiere a sus relaciones
con el reino de Castilla. Pero además, por otra parte, esta perspectiva es imprescindible para
contextualizar y poner de manifiesto el significado de la lucha contra los musulmanes dentro

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de la Península como una lucha en defensa de la cristiandad, como una cruzada (aunque no
presidida por el Papado), que por lo tanto afecta al desarrollo y a la evolución del resto de
los reinos cristianos.
8 Y llegamos con todo ello al componente que, desde el punto de vista ideológico, se presenta
como uno de los elementos centrales en la obra, que es en efecto el de la cruzada. Como se ha
señalado en repetidas ocasiones, el lenguaje de la cruzada tiene sólo una tímida presencia en
la historiografía hispanolatina, por más que el providencialismo haya marcado profundamente
todo este discurso. Sólo de forma vaga y general, encontramos algo de ello en la crónica de
Alfonso VII. Se ha llegado a hablar de una cierta distribución de este lenguaje, dependiendo
de si los textos estaban destinados a un consumo doméstico o internacional, siendo este
segundo caso aquél que propiciaba el tono cruzado9. Podría decirse que nuestro texto es el
primero en romper claramente esta distribución, al construir la narración de las batallas bajo
esa perspectiva tratándose de un texto destinado claramente al consumo interno. Es cierto que
tal ruptura venía posibilitada y propiciada por los documentos cancillerescos en torno a Las
Navas de Tolosa, pero no lo es menos que a partir de este momento el lenguaje cruzado en la
crónica no hace sino aumentar, hasta trazar un retrato de Fernando III como rey cristianísimo
y cruzado, inspirado por Dios en sus batallas y favorecido por Él con la obtención de victorias
milagrosas. Fernando III es denominado miles Christi, y llega a convertirse de esa forma en un
monarca incluso superior a Alfonso VIII, como de forma simbólica sugiere Juan de Soria al
referir que consiguió tomar el castillo de Salvatierra, conquista que había resultado imposible
para su abuelo (§ 49)10.
9 De esta manera, la cruzada se convierte en uno de los pilares fundamentales de legitimación de
Fernando III dentro de la crónica, primero con la propuesta de la reanudación de las contiendas
contra los musulmanes (§ 43) y finalmente en particular con la conquista de Córdoba, llevada
a cabo gracias a la ayuda divina, y frente a los que aconsejaban esperar otra ocasión mejor,
entre quienes se sugiere el nombre de la madre del rey, la reina Berenguela, omnipresente en
los pasos anteriores del relato y en la cronística contemporánea. De esta manera, la inspiración
de Berenguela es sustituida por la inspiración divina, seguida por el rey puntualmente y
desencadenante de una actividad bélica que pone a Fernando III bajo el solo patrocinio de Dios
y de la religión cristiana. En este sentido, resulta notable que la unión de los reinos se atribuya
en nuestra crónica, no a la habilidad y la prudencia de Berenguela, sino a la voluntad y favor
divinos (§ 61)11. Pero además, el hecho de presentar a Alfonso VIII y sobre todo a Fernando III
como verdaderos reyes cruzados sirve para enfatizar y legitimar su papel protagonista dentro
de la Península y su condición de rectores de los destinos cristianos dentro de ella, creando una
calculada identificación entre Castilla y la defensa de la Cristiandad en la Península, otorgando
un papel protector y tutor a los reyes castellanos.
10 En este sentido, resulta interesante observar el tratamiento que el autor otorga al resto de reinos
peninsulares. A excepción del rey de Aragón, Pedro II, presenta al resto como más interesados
en pelear contra Castilla que contra los moros, con lo que no sólo se rompe la unidad de los
cristianos frente al Islam sino que se le impide al último cumplir sus deseos de combatir contra
los enemigos de la fe. Tanto en el caso de León como en el de Portugal incide en su escaso
interés por la reconquista y en los reveses que obtienen cuando se implican en ella. A propósito
del rey de Navarra, Juan de Soria aclara cómo Alfonso VIII le devolvió parte de su reino en
compensación por su actuación en Las Navas de Tolosa. Por último, el retrato de Pedro II es
netamente positivo, pero sólo en la medida en que favorece y apoya las decisiones de Alfonso
VIII, como se pone de manifiesto en el elocuente comentario sobre el monarca aragonés al
referir su muerte en el marco de la cruzada albigense (§ 27). Por todo ello, no es casual que
no se mencione en absoluto la actuación del Papado destinada a favorecer la diferenciación
de los reinos, actitud que se puso en práctica con la concesión del título de rey a Sancho el
Fuerte en 1196 o con la coronación de Pedro II en 1204. Puede decirse, entonces, que Juan

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de Soria concibe y presenta la reconquista como una cruzada a cargo del rey, en un recurso
para consolidar la posición regia dentro de su reino, pero sobre todo como una herramienta
de legitimación de la preeminencia de Castilla dentro de la Península y de la posición del rey
castellano respecto de los demás reyes peninsulares, que parecen llamados a seguir su ejemplo
y a acatar su mandato.
11 El lenguaje cruzado no tendrá descendencia ni equivalente en la historiografía contemporánea.
Tanto Lucas de Tuy como Rodrigo, sin renunciar a ese deseo de preeminencia, ahora
castellano-leonesa, tratarán de perseguirlo con la recuperación del expediente neogótico, que
aseguraba una legitimación dinástica al rey de Castilla y León después de la unificación de
ambos reinos. Pero cabría preguntarse si en el ocaso de esta propaganda llevada a cabo con el
mito del rey cruzado y con el lenguaje de la lucha por la cristiandad no le cupo un papel esencial
a la emergencia de Jaime I, primero con la conquista de Mallorca y después, y sobre todo,
con la conquista de Valencia en 123812. En este sentido, resulta significativo el tratamiento
que Juan de Soria otorga a Jaime I y a la conquista de Mallorca, puesto que si bien elogia al
monarca y su victoria sobre los musulmanes en la isla, marcando la importancia del suceso,
parece querer indicar su subordinación al rey de Castilla al mencionar la carta enviada a éste
explicándole los acontecimientos (§ 55).
12 Sea como fuere, tanto el desarrollo de la reconquista en Aragón como la unión de León
y Castilla bajo Fernando  III parecían obrar en contra del modelo historiográfico trazado
por Juan de Soria. El autor actualizó su texto seis años después de 1230 sin modificar tal
modelo, sólo con la incorporación de un tono menos beligerante hacia el reino de León y
con una implementación del lenguaje cruzado a propósito de Fernando III. Con ello concedía
una brillante representación histórica a una batalla en la que él mismo había tenido una
participación decisiva, a la conquista de Córdoba en 1236, pero sobre todo certificaba la
consolidación de Fernando  III en el poder y enfatizaba el papel rector de Castilla dentro
de su unidad con el reino de León. Ahora bien, las conquistas de Jaime I parecen haber
significado la clausura definitiva para el proyecto dibujado en nuestra crónica, pues destruían
la identificación entre el reino castellano y la cruzada, en un momento en que, además, tras la
conquista de Córdoba, se detiene en este reino por unos años el ritmo de las confrontaciones
bélicas. Por todo ello, el modelo historiográfico diseñado por Juan de Soria acabó resultando
insoslayablemente extemporáneo, de forma que el ocaso de la pertinencia histórica de sus
fundamentos (tanto del antigoticismo como del leguaje cruzado) significó también el ocaso
de la crónica.

Notes
1  Cito por la edición de Luis CHARLO BREA, Chronica latina regum Castellae, en Chronica hispana
saeculi XIII, Turnhout : Brepols (Corpus Christianorum : Continuatio Mediaevalis, LXXIII), 1997, p.
35-118 ; véase también su traducción de la obra : Crónica latina de los reyes de Castilla, Madrid : Akal
(Clásicos Latinos Medievales, 8), 1999. Ambas contienen una información sucinta pero fiable sobre los
manuscritos y la composición de la crónica. Por su extensa anotación, resulta todavía imprescindible
la edición de Georges CIROT, «Chronique latine des rois de Castile (1236)», Bulletin Hispanique, 14
(1912), p. 30-46, 109-18, 244-74, 353-74 ; 15 (1913), 18-37, 17-87, 268-83, 411-27. También en este
sentido resulta útil la traducción de Joseph F. O’CALLAGHAN, The Latin Chronicle of the Kings of
Castille, Tempe : Arizona Center for Medieval and Renaissance Studies (Medieval and Renaissance
Texts and Studies, 236), 2002.
2  Si bien esta ejemplaridad en nuestro caso acaba por traducirse en términos negativos, como veremos.
Sobre el concepto de «modelo», véase Georges MARTIN, «El modelo historiográfico alfonsí», en
Georges Martin (ed.), La historia alfonsí  : el modelo y sus destinos (siglos XIII-XV)  : Seminario
organizado por la Casa de Velázquez (30 de enero de 1995), Madrid : Casa de Velázquez (Collection
de la Casa de Velázquez, 68), 2000, p. 1-31 (también recogido en Inés FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ (ed.),
Alfonso X el Sabio y las crónicas de España, Valladolid : Universidad de Valladolid & Centro para la
Edición de los Clásicos Españoles, 2000, p. 37-59). Para una perspectiva comparatista sobre el modelo

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de la Chronica, véase Inés FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, «De la historiografía fernandina a la alfonsí»,


Alcanate : Revista de Estudios Alfonsíes, 3 (2002-03), p. 93-133, y en general su trabajo contenido en
el presente número.
3 La mención de estos dos textos nos revela ya una diferencia fundamental no sólo frente a la Chronica
latina, sino también frente a las obras de Lucas de Tuy y Rodrigo Jiménez de Rada : su lengua.
4  Sobre la fecha, véanse los datos aducidos por Luis. CHARLO BREA en la introducción a su edición
del texto (citada en nota 1), p. 18-19.
5 Aunque algunas omisiones son difíciles de entender, como la que se refiere a la actuación de Berenguela
en la resolución de los conflictos entre el rey y los nobles Alvar Pérez de Castro y Lope Díaz de Haro
(§ 66). A la vista de estos y otros datos, cabría incluso plantear la hipótesis que don Rodrigo pudiera
haberse basado en un registro de datos utilizado también por la Chronica latina, análogo a los llamados
Anales toledanos terceros. La relación entre los dos textos, ya sugerida por Georges CIROT en las notas
a su edición del texto (citada en nota 1), ha sido defendida quizá en términos excesivamente rigurosos por
Francisco J. HERNÁNDEZ, «La corte de Fernando III y la casa real de Francia : documentos, crónicas,
monumentos», en Fernando  III y su tiempo (1201-1252)  : VIII Congreso de Estudios Medievales,
Ávila : Fundación Sánchez-Albornoz, 2003, p. 103-55 (en particular, p. 106, 112, 114-16, 121, 138),
sin considerar los numerosos problemas implicados en ella. Por lo demás, no he encontrado datos que
apoyen sus consideraciones (p. 106) sobre la influencia del Chronicon mundi de Lucas de Tuy en
la Chronica latina. Hacia una posición similar se inclina Enrique JEREZ, «El Tudense en su siglo :
transmisión y recepción del Chronicon mundi en el Doscientos», en Francisco BAUTISTA (ed.), El
relato historiográfico : textos y tradiciones en la España medieval, Londres : Department of Hispanic
Studies, Queen Mary, University of London (Papers of the Medieval Hispanic Research Seminar, 48),
2006, p. 19-57 (en particular, p. 41-45).
6  Sobre esta obra, y su relación con el goticismo, me permito remitir a Francisco BAUTISTA, «Pseudo-
historia y leyenda en la historiografía medieval : la Condesa Traidora», en Francisco BAUTISTA (ed.),
El relato historiográfico : textos y tradiciones en la España medieval, Londres : Department of Hispanic
Studies, Queen Mary, University of London (Papers of the Medieval Hispanic Research Seminar, 48),
2006, p. 59-101 (en particular, p. 72-76).
7  Sobre este asunto, véase Georges MARTIN, Les Juges de Castille : mentalités et discours historique
dans l’Espagne médiévale, París : Séminaire d’Études Médiévales Hispaniques, Université de Paris-XIII
(Annexes des Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, 6), 1992, p. 111-23. Para las implicaciones
del antigoticismo, que merecen todavía una consideración detenida, puede verse también Francisco
BAUTISTA, La «Estoria de España» en época de Sancho IV : sobre los reyes de Asturias, Londres :
Department of Hispanic Studies, Queen Mary, University of London (Papers of the Medieval Hispanic
Research Seminar, 50), 2006, p. 61-65, con la bibliografía allí mencionada.
8   Se produce una cierta paradoja entre esta concepción de la crónica y la ausencia de documentos
enviados por Fernando  III al Papado o a otros reinos cristianos informando de sus conquistas, a
diferencia de lo que había sucedido con Alfonso VIII. Para este contraste entre ambos reyes, véase
Derek W. LOMAX, «La conquista de Andalucía a través de la historiografía europea de la época», en
Emilio CABRERA (coor.), Andalucía entre Oriente y Occidente (1236-1492) : Actas del V Coloquio
internacional de Historia Medieval de Andalucía, Córdoba : Diputación Provincial, 1988, p. 37-49 (en
particular, p. 41) ; véase también Francisco. J. HERNÁNDEZ, «La corte de Fernando III y la casa real
de Francia» (cit. en la nota 5).
9  Véase Manuel Alejandro RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, «La cruzada como discurso político en la
cronística alfonsí», Alcanate : Revista de Estudios Alfonsíes, 2 (2000-01), p. 23-41 (en particular, p.
25-26).
10   Sobre la idea de reconquista en la Chronica latina y en la historiografía contemporánea, véase
en particular el excelente trabajo de Ana RODRÍGUEZ LÓPEZ, «Légitimation royale et discours
sur la croisade aux XIIe et XIIIe siècles», Journal des Savants (2004), p. 129-63  ; también Daniel
BALOUP, «La croisade albigeoise dans les chroniques léonaises et castillanes du XIIIe siècle», en
Michel ROQUEBERT (dir.), La Croisade albigeoise : Actes du Colloque du Centre d’Études Cathares
(Carcasonne, 4, 5 et 6 octobre 2002), Carcasonne : Centre d’Études Cathares, 2004, p. 91-107, y para
el entorno de Las Navas de Tolosa, Damian J. SMITH, «“Soli hispani” ? Innocent III and Las Navas de
Tolosa», Hispania Sacra, 51 (1999), p. 487-513, con amplia bibliografía.
11   Sobre la imagen de Berenguela en la Chronica latina y en las crónicas del momento, resulta
imprescindible Georges MARTIN, «Régner sans régner : Bérengère de Castille (1214-1246) au miroir
de l’historiographie de son temps», e-Spania, 1 (2006); también Ana RODRÍGUEZ LÓPEZ, «Sucesión
regia y legitimidad política en Castilla en los siglos XII y XIII : algunas consideraciones sobre el relato de

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Escritura cronística e ideología histórica 7

las crónicas latinas castellano-leonesas», en Isabel ALFONSO, Julio ESCALONA y Georges MARTIN
(eds.), Lucha política : condena y legitimación en la España medieval, Lyon : SEMH & ENS Éditions ;
Madrid  : Casa de Velázquez (Annexes des Cahiers de Linguistique et de Civilisation Hispaniques
Médiévales, 16), 2005, 14-30.
12  Sobre las relaciones entre Castilla y el oriente peninsular en este momento, véase Ana RODRÍGUEZ
LÓPEZ, La consolidación territorial de la monarquía feudal castellana : expansión y fronteras durante
el reinado de Fernando III, Madrid : CSIC (Biblioteca de Historia, 27), 1994, p. 332-42 ; y para el reinado
de Fernando III, ahora, Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Fernando III el Santo, Sevilla : Fundación José
Manuel Lara, 2006.

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Francisco BAUTISTA, « Escritura cronística e ideología histórica »,  e-Spania [En
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Resumen / Résumé

 
La redacción de la Chronica latina Regum Castellae se articula en función de una serie de
decisiones estructurales y narrativas que ponen de manifiesto una agenda política concreta y
permiten comprender su proyecto y sus significados. El estudio de la formalización del pasado
en esta obra resulta, entonces, básico para su ubicación precisa en el contexto de la producción
y circulación de narrativas historiográficas en el reinado de Fernando  III y en el contexto
también de las tensiones ideológicas que en ellas se dan cita.

 
La rédaction de la Chronica latina Regum Castellae s’articule autour d’une série de choix
structurels et narratifs qui mettent l’accent sur un agenda politique concret et qui permettent de
comprendre son projet et son sens. L’étude de la mise en forme du passé dans cette oeuvre est
donc essentiel pour la situer précisément dans le contexte de la production et de la circulation
des narrations historiographiques sous le règne de Ferdinand III, ainsi que dans le contexte
des tensions ideologiques qui s’y sont citées.

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