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MODULO I

ESTRATEGIAS PARA LA ENSEÑANZA DE LA SEXUALIDAD

Contenidos

1. BREVE HISTORIA DE LA SEXUALIDAD


1.1. El cambio en la educación sexual a partir del siglo XX
2. CÓMO EDUCAR CAPTANDO EL INTERÉS DE LOS ADOLESCENTES
2.1. La Educación basada en la Abstinencia vs. Comprensiva (o Integral)
2.2. Requisitos y objetivos de una metodología apropiada
2.2.1. Metodología apropiada
2.2.2. Requisitos de una metodología apropiada para la enseñanza de la
sexualidad
2.2.3. Objetivos de una metodología adecuada
3. EL ROL DE LOS PROFESORES, PADRES Y ALUMNOS EN LA EDUCACIÓN SEXUAL
3.1. La educación sexual: tarea de todos
3.2. Roles: cómo participan docentes, padres y alumnos en la educación sexual
3.2.1. El rol del profesor y del colegio
3.2.2. El rol de los padres y apoderados
3.2.2.1. Responsabilidades importantes que deben asumir los padres
3.2.2.2. La relación que debe tener el colegio con los padres
3.2.3. El rol de los pares y alumnos
3.2.3.1. La importancia de la experiencia
3.2.3.2. Experimentar con sus pares
4. HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA SEXUALIDAD DE CALIDAD
4.1. ¿Cómo construir una sexualidad madura?
4.1.1. Sexualidad y represión
4.1.2. Sexualidad y disociación
4.2. El proceso psicológico de integración afecto-excitación
4.2.1. Las fases del desarrollo sexual

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4.3. El papel de la voluntad en la construcción de una sexualidad de calidad
4.3.1. El deseo es respeto y trasgresión
4.3.2. El goce inmediato es pura trasgresión e impide el enriquecimiento del
deseo
4.3.3. La represión sexual impide el enriquecimiento del deseo
4.3.4. Una voluntad saludable
4.3.5. El deseo y el goce: su rol en la inteligencia emocional
4.3.6. La fidelidad, una capacidad que no se improvisa

Introducción

En este módulo vamos a aprender, primeramente, una breve historia acerca de la


Educación Sexual en el tiempo, cómo ésta ha ido cambiando y evolucionando hasta
nuestros días.

Luego, hablaremos de cuál es la mejor metodología en la enseñanza de la sexualidad en el


aula, así como también los objetivos principales que deben abordarse en la enseñanza de
la sexualidad. De igual modo, se expondrán los roles que desempeñan en la enseñanza los
diversos actores: los padres, las instituciones educativas y los pares.

Más adelante, veremos cómo se integra la excitación sexual a los afectos, la importancia
que adquiere la integración de la excitación sexual a afectos positivos que conduzcan a
una sexualidad de calidad.

Finalmente, concluiremos este módulo revisando el valor de la postergación de la


necesidad sexual –sin reprimirla ni disociarla- para el enriquecimiento del deseo, como
también, el importante papel que juega la voluntad y la fidelidad en la construcción de
una relación afectiva de calidad, duradera, intensa y creativa, que favorezca una
sexualidad madura en la vida futura de niños, niñas y adolescentes.

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1. BREVE HISTORIA DE LA SEXUALIDAD

La sexualidad ha ido evolucionando junto con la mentalidad del ser humano. En la


Prehistoria era una simple satisfacción del impulso reproductivo. Es probable que la
preocupación por la sexualidad no contara demasiado en las primeras comunidades
cavernarias debido a la vida totalmente insegura de los primeros hombres. La persecución
de la caza y la búsqueda de frutos obligaban a un constante cambio de refugios.

La sexualidad pasa a ocupar un lugar importante en la civilización con el descubrimiento


de la agricultura, pues permitió a las tribus establecerse por períodos prolongados en
territorios fijos, con lo que hombres y mujeres pudieron por fin conocer el placer de
reproducirse. En ese momento, la humanidad identifica a la mujer (da vida) con la tierra
(da frutos). Así nace un culto a la sexualidad femenina que sólo relegarían, las religiones
judaica, cristiana e islámica.

En las culturas helénica y latina el acto sexual llegó a ser una manifestación religiosa. Las
orgías dedicadas a Dionisio o Baco, divinidad masculina de la sexualidad, fueron al
principio verdaderos rituales del amor. En ellos se ofrecía a los dioses un presente para
propiciar sus favores, en forma de fertilidad femenina y terrestre. Con el correr del tiempo
esta creencia perdió su base religiosa y se transformó en exceso hedonista. Es
especialmente famoso el caso de las orgías romanas, que llegaron a dimensiones
monstruosas durante ciertos períodos de su historia imperial.

En este período se consolidó también la exaltación del potencial sexual masculino, a


través de las imágenes divinas como Zeus y, especialmente Apolo. La mitología grecolatina
está llena de las aventuras eróticas de estos personajes, el primero padre de los dioses y el
segundo, su hijo predilecto.

Una costumbre de aquellos tiempos, fue la prostitución sagrada. Con la que las mujeres
atraían favores de las diosas protectoras de su pueblo. La mujer debía ofrecer su
virginidad y fertilidad a la diosa Venus o a algún de sus equivalentes, a través de la unión
con un sacerdote o un extranjero; el forastero, en este caso, debía pagar a su vez con una

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ofrenda en especie o en metálico para costear los cuidados del templo de la diosa. Esa
costumbre ritual degeneró en la simple venta del cuerpo femenino. Era natural que estos
excesos ocurran en pueblos dominados por las concepciones helénicas y latinas, cuando
las guerras o el desgaste de la sociedad alteraban las costumbres y causaban una
profunda ansiedad por disfrutar placeres. Entre los múltiples descubrimientos e
invenciones de estas culturas no podía faltar la educación sexual.

Griegos y latinos conocían la importancia de desarrollar una sexualidad plena; buscaban,


por lo tanto, cumplir el ideal de la vida sexual. Educaban a sus niños en el conocimiento de
las funciones sexuales. Procuraban exaltar el erotismo. Las consideraciones grecolatinas
sobre la sexualidad permitían, asimismo, conductas que otras culturas condenarían y
perseguirían como por ejemplo, la noción de hombría que se manejaba en la época
grecolatina no excluía las conductas homosexuales que no constituían gran menoscabo
para la virilidad. Las historias cuentan ejemplos de homosexualismo desde los dioses
mitológicos, como Zeus, hasta los grandes guerreros, como Alejandro Magno. En la
sociedad helénica estas conductas recibían poca censura. Nadie pensaba tampoco que la
virilidad de estos personajes disminuyera por sus prácticas, siempre y cuando no afectaran
su desempeño en las continuas guerras.

La religión judía fue de las primeras en reprimir la sexualidad, particularmente la de las


mujeres que eran considerabas simples objetos sexuales. En el Antiguo Testamento, la
función de la mujer era procrear, perpetuar, y servir a los hijos. El cristianismo cambió esta
visión pero al pasar a ser religión oficial del imperio romano se convirtió en una fuerza
política y represiva. El cristianismo designó la sexualidad como algo impuro. El islamismo
reprimió aún más ferozmente a las mujeres, y continúa esa injusta práctica hasta nuestros
días. Lo prueban los velos y pesados rodajes que les obligan a llevar en los países donde es
la religión oficial.

En el Oriente, la sociedad buscaba el conocimiento y el desarrollo de las funciones


sexuales. En la India son famosos los libros sagrados del erotismo hindú, como el Kama
Sutra, que enseñan las maneras de convertir el goce de la sexualidad en una experiencia

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casi mística. Esto no quiere decir que en estas culturas el desarrollo de la sexualidad
triunfara. Las conveniencias políticas y las concepciones machistas mantenían gran
número de costumbres atroces y represivas contra las mujeres y las clases más humildes.
Entre los peores aspectos de sus ideas sexuales, por ejemplo, se encuentra la costumbre
del suti. Por ella, la viuda de un hombre debe incinerarse viva en la pira funeraria de su
esposo. Esta práctica, afortunadamente, fue erradicada por los cambios sociales que ese
país experimentó en este siglo.

En Occidente, la represión político-religiosa de la sexualidad y sus manifestaciones se


mantuvo hasta bien entrado el siglo XX. Sin embargo, entre el siglo XVIII y el actual se
dieron diferentes cambios en la mentalidad social. Algunos fueron espectaculares y otros
poco perceptibles. Pero todos marcaron el camino hacia la revolución sexual, que ocurrió
en la década de 1960 y desembocó en las actuales concepciones sobre este tema.

Por ejemplo, a finales del siglo XVIII el Marqués de Sade introdujo en Francia, entre otras
cosas, una nueva visión del placer sexual. Esta fue malentendida en su tiempo, como mera
incitación a la perversión y al crimen. Inclusive en la actualidad recibe aún
interpretaciones equivocadas.

Durante el siglo XIX, la sexualidad comenzó a estudiarse con mayor serenidad, la represión
de sociedades puritanas, como la de Inglaterra en la época de la reina Victoria, continuó.
La sociedad victoriana ostentaba varias contradicciones morales. Por ejemplo, exigía
continencia sexual a las mujeres "decentes", y al mismo tiempo toleraba la prostitución
como un vertedero inevitable de las necesidades "sucias" de los hombres.

El inicio del siglo XX fue también el principio del importante movimiento de liberación
femenina, para situar a la mujer en un plano de igualdad con el hombre. Así empezaron a
desecharse los, tabúes sobre el cuerpo y su capacidad sexual. Por la misma época, el
psicólogo Sigmund Freud dio a conocer sus revolucionarias teorías sobre la sexualidad
humana, que condujeron a una verdadera revolución sexual. Hombres y mujeres
comenzaron a preocuparse por entender mejor el desarrollo de sus capacidades y

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habilidades sexuales. Las dos guerras mundiales aumentaron la permisividad sexual en la
sociedad, que a corto plazo propiciaría la liberación conceptual sobre el sexo.

Poco después se dieron a conocer las investigaciones modernas que permitieron el


nacimiento del la sexología como ciencia. Entre estos estudios destacan, por sus
revelaciones y su popularización mundial, los que realizaron los doctores William H.
Masters y Virginia Jonson, Helen S. Kaplan, Shere Hite, Alfred Kinsey y Wilhelm Reich,
entre otros. Tales estudios aparecieron entre 1920 y 1980. Los años 60, con sus
movimientos juveniles de transformación política, económica y ética, trajo un cambio
decisivo. La sexualidad se consideró desde entonces como una cualidad única del ser
humano; cambió así la actitud de las sociedades hacia el conocimiento de la sexualidad y
sus manifestaciones. En nuestros días, la manifestación de la sexualidad ocupa un lugar
importante dentro de la vida cotidiana.

La necesidad de educación sexual en el ser humano radica en que es el mamífero más


sexuado de la tierra. Lo que mueve al ser humano a la relación sexual no es la excitación,
sino una condición psicológica mucho más potente: la fantasía. La fuerza que tiene para el
ser humano el impulso sexual ha hecho que en todas las culturas se imponga una
educación sexual que plantee límites, prohibiciones y permisos.

Durante el largo período de la monogamia en serie se mantuvo el tabú del incesto, y


también hubo prohibición del adulterio durante los cuatro años en que la pareja se
dedicaba a la crianza del hijo. Esto con la finalidad de mantener el estado de
enamoramiento, de tal manera que la pareja pudiera cuidar por al menos cuatro años a su
hijo.

A partir del nacimiento de la familia cuando el hombre se hace sedentario y la familia pasa
a ser la célula básica de la sociedad, es preocupación fundamental que el hijo tenga la
genética del padre; por lo tanto, la prohibición del adulterio rige fuertemente para toda la
vida. Sin embargo, a los hombres les ha estado permitido tener relaciones sexuales fuera
del matrimonio sin que ello se considerara adulterio cuando ello ocurría con prostitutas,

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cortesanas, viudas, solteras y separadas; sólo la relación con una mujer casada era
considerada adulterio. De todas maneras, el adulterio por parte de los hombres ha sido
mucho menos castigado que el adulterio por parte de las mujeres.

Lo anterior necesariamente llevó en buena parte del mundo occidental a una educación
muy estricta para el sexo femenino, que condujo a la represión de su sexualidad. No les
estaba permitido el goce sexual. Más tarde, la Iglesia Católica consideró a la mujer como la
fuente del pecado y de tentación, todo lo cual contribuyó a que para ella la vida sexual
estuviera exclusivamente destinada a la procreación.

El resultado fue educación represiva en las mujeres, y educación disociada en los


hombres. Como el hombre no cría un bebé dentro de su cuerpo, ni es quien recibe la
fecundación, no tenía el dilema de tener que asegurar que un determinado bebé era fruto
de un encuentro sexual con una determinada persona; por lo tanto, a él le estaba
permitido tener vida sexual por fuera de su matrimonio. Esto lo llevó a lo largo de la
historia a establecer una relación afectiva con características fraternales, paternales,
filiales y amistosas con la madre de sus hijos, y con otras mujeres una relación cargada de
excitación sexual y afectos agresivos, de uso para su placer, con desconsideración y
ausencia de compromiso.

1.1. El Cambio en la Educación Sexual a partir del Siglo XX

o La relación de pareja simétrica

Durante miles de años se mantuvo la cultura patriarcal machista reseñada sintéticamente,


la cual se fracturó a partir del siglo XX por la incorporación de la mujer al mundo público
con igualdad de deberes y derechos. Durante el siglo XX se fue consolidando lo que sería
un desafío a partir del siglo XXI: la relación de pareja en simetría. Ésta excluye el trato de
dominio sumisión propio del pasado, y se sustenta no en la norma ni en el temor al
repudio de la sociedad si fracasa el matrimonio, sino en la calidad del vínculo de los
partners, que —entre otros factores— supone una buena sexualidad. La educación sexual
se va orientando a criar hijos que en el futuro puedan ser buenos amantes, de forma tal

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que logren sostener una relación de pareja a largo plazo, para terminar de formar a sus
hijos hasta fines de la adolescencia. A partir ese momento, el manejo del impulso sexual y
la fuerza avasalladora que tiene el deseo erótico no puede ser manejado sobre la base de
la represión ni de la disociación.

o La importancia de la sexualidad en la inteligencia emocional

El conocimiento de las ciencias humanas,


Inteligencia emocional: refiere al
conjunto de habilidades psicológicas especialmente de la psicología, demuestra que el
que permiten apreciar y expresar de
buen manejo del impulso sexual —que disminuye
manera equilibrada nuestras
propias emociones, entender las de la peligrosa impulsividad que lleva a las
los demás, y utilizar esta información
enfermedades de transmisión sexual, embarazos,
para guiar nuestra forma de pensar y
nuestro comportamiento. abortos y promiscuidad— supone capacidad de
tolerancia a la frustración y de sublimación de los
impulsos, componentes fundamentales de la
inteligencia emocional. Se descubre que una buena Sublimación: proceso psíquico que
canaliza el impulso sexual a uno
educación sexual es la “vía regia” para acrecentar la
nuevo y más aceptable. De este
inteligencia emocional y que, como efecto colateral, modo, el impulso es derivado a un
nuevo fin, no sexual, buscando
educa en el manejo de otros impulsos básicos realizarse en objetos socialmente
negativos. Entre ellos, la agresión destructiva, las valorados, como por ejemplo, en la
actividad artística, en los deportes,
tendencias adictivas, la violencia, la en la investigación intelectual, etc.
autodestructividad y, en general, los riesgos
temerarios.

o La educación machista hoy es un despropósito, por:

a) La simetría de la relación y la búsqueda de satisfacción total con su pareja

Es muy importante que los padres puedan entender que la educación machista —vale
decir, represiva en la mujer y permisiva para el hombre— no tiene cabida en la sociedad
actual, y contribuye a un futuro fracaso de las parejas que han sido educados en ese
estilo.

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Hoy los hombres esperan que su pareja —tanto durante el pololeo como durante el
matrimonio— sea quien les otorgue satisfacción sexual, inicialmente en forma parcial por
medio de caricias, y posteriormente la plena satisfacción sexual. La represión sexual lleva
a que a la mujer, enfrentada al placer del encuentro con los cuerpos, se le gatille una
angustia que le frena el gozo, que le impide la recepción gustosa del cuerpo de su pareja,
base del amor maduro, quedando menguada su capacidad de amar, ya que sin capacidad
de recibir no hay posibilidad de amar.

La sexualidad disociada del hombre admite la presencia de dos mujeres en su mente, lo


que es incompatible con una vivencia de exclusividad con el cuerpo de su pareja, y
favorece la traición, la infidelidad, factor imposibilitante del desarrollo del amor.

El desafío de las parejas contemporáneas —ya sea en forma explícita o implícita— es hacia
la construcción de un amor sexual maduro, que supone capacidad de goce y de placer en
la entrega y en la recepción del cuerpo del otro, todo esto en fidelidad.

b) Por la igualdad de género

Otro agravante de la educación sexual reprimida en la mujer y disociada en el hombre, es


que en la familia actual —por los progresos socio-culturales innegables— se hace
imposible educar a un hijo con más derechos que a otro. Si se optara por la educación
represiva, ella tendría que aplicarse tanto a mujeres como a hombres; o si la elección
fuera la educación disociada, también tendría que aplicarse tanto a hombres como a
mujeres. Una educación represiva tiene físicamente consecuencias nefastas para el
hombre, que debe ser excitable para poder tener erección, copular y procrear, y la
represión se lo impide. Si la meta es procrear, y no la satisfacción sexual, la mujer al
menos puede ser fecundada en ausencia de placer. Y la disociación en la mujer es más
difícil de sostener: dada su tendencia a integrar el afecto a la sexualidad, cuando se
involucra eróticamente con otra persona le es difícil mantener una relación de tipo
afectuoso con su pareja estable y más bien le nace rechazarla. En ambos casos —

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represión y disociación— la estabilidad de la pareja se ve mucho más amenazada en lo
inmediato, que por las consecuencias de la educación machista patriarcal.

La sexualidad siempre se ha educado en la historia de la humanidad. Incluso en nuestros


antecesores homínidos —hace 500 mil años— ya existía la prohibición del incesto, la cual
debía ser inculcada a los niños desde pequeños como una conducta prohibida.

2. CÓMO EDUCAR CAPTANDO EL INTERÉS DE LOS ADOLESCENTES

2.1. La Educación basada en la Abstinencia vs. Comprensiva (o Integral)

Entre las diversas perspectivas y modelos de Educación Sexual que existen hoy en día, nos
referiremos a las dos más importantes: la basada en la abstinencia y la visión de la
Educación Sexual desde un prisma integral y comprensivo.

La educación basada en la abstinencia, resulta ser una educación represiva y disociada,


que supone un silencio sobre el tema. Éste se abre solamente cuando hay que poner
límites y prohibiciones o fomentar una determinada conducta sexual, como lo hacían
antaño los padres con sus hijos a partir de los 13 a 14 años, en que los iniciaban con
prostitutas. Frente a este tipo de educación, todos los estudios de seguimiento
comparativos —entre grupos a los que se les habló y se les enseñó acerca de la
sexualidad, versus aquellos a los que no se les enseño nada sobre el tema— demuestran
que los primeros tienen un mejor manejo del impulso sexual, con menores tasas de
enfermedades de transmisión sexual, de embarazos, de abortos y de conductas
promiscuas. En estos estudios existe consenso respecto de que los mejores rendimientos
se obtienen en aquellos programas manejados por especialistas, expertos en el tema;
programas que se lleven a cabo dentro de la sala de clases, y enseñados por profesores,
monitores de sexualidad, psicólogos u orientadores preparados en la materia.

En general, los programas de Educación Sexual con un estilo comprensivo e integral


están orientados a que los alumnos conozcan los temas a fondo y adquieran las destrezas

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necesarias para afrontar la fuerza del deseo sexual, tienen mejor rendimiento que los
programas basados exclusivamente en la abstinencia.

Es cierto que los programas basados en la abstinencia postergan el comienzo de la vida


sexual –aplazamiento conveniente para una vida sexual de calidad en la adultez-, pero los
programas comprensivos también lo logran, y además disminuyen las conductas sexuales
nocivas en general. Los programas basados en la abstinencia no tienen impacto en las
conductas sexuales nocivas, ni en el uso de métodos anticonceptivos; por otro lado,
tienen el inconveniente de que reconocen los éxitos de los programas de orientación
comprensiva, y están en conflicto con los hallazgos de la ciencia.

El inconveniente de los métodos basados en la abstinencia es que instalan muchas


represiones y, por lo tanto —además de los inconvenientes para la vida sexual adulta—,
no garantizan un buen manejo del impulso sexual, por lo que no disminuyen las tasas de
embarazo, aborto ni enfermedades de transmisión sexual, como se demostró en la
aplicación masiva de la abstinencia en USA, como señalan los extractos de dos
publicaciones citadas a continuación:

Los programas de abstinencia sexual no reducen ni el número de embarazos no deseados


ni las conductas sexuales riesgosas. Esta es la conclusión a la que llegó un equipo de
científicos británicos. Un grupo de expertos de la Universidad de Oxford, en el Reino
Unido examinó trece estudios elaborados en los Estados Unidos con 15.000 jóvenes de
edades comprendidas entre los 10 y los 21 años. Los científicos descubrieron que los
programas de abstinencia sexual no tienen ningún impacto, ni positivo ni negativo, en los
niveles de infecciones sexuales o en los índices de sexo sin protección, según publicó la
revista científica British Medical Journal.

La última investigación hecha, que incluye estudios que comparan a jóvenes que atendían
programas basados únicamente en la abstinencia con aquellos que no recibían ningún tipo
de educación sexual, pone sobre el tapete dudas sobre la eficacia de tales programas.

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No obstante, un estudio mostró beneficio a corto plazo porque revelaba que los jóvenes
tenían menos probabilidad de haber tenido una relación sexual dentro del mes siguiente
al haber participado en un programa de abstinencia.

Pero los investigadores aseguraron que esta conclusión había quedado contrarrestada por
otros seis estudios que mostraron que los programas no tenían ningún efecto en las
relaciones sexuales recientes de los participantes.

Otro estudio incluso demostró que los participantes de programas basados únicamente en
la abstinencia tenían más probabilidades de embarazos no deseados y de enfermedades
de transmisión sexual, comparados con aquellos que habían seguido otros procedimientos
de prevención.

Entretanto, dos análisis importantes han examinado el efecto que tiene en el


comportamiento la educación integral de salud sexual y cuestiones relacionadas con el
VIH. Uno de ellos examinó 67 estudios experimentales y cuasi experimentales realizados
en Estados Unidos. El otro examinó 47 estudios publicados de más de ocho países,
incluidos 11 estudios de intervención controlados. Ambos análisis observaron que la
Educación Sexual Integral no conduce a una mayor actividad sexual en los adolescentes.
En realidad, algunos estudios revelaron que ésta había hecho aumentar la edad en que se
iniciaba la vida sexual, reducir la frecuencia de las relaciones sexuales y convencer a los
jóvenes para que tuvieran menos compañeros sexuales.

En contraposición, los programas de educación sexual basados en la educación integrativa


y comprensiva acompañan al adolescente en su compleja tarea, lo orientan y lo ayudan a
entender

Son diversas las razones que hacen de los programas de educación sexual comprensivos
una opción más acertada en el caso de los adolescente, que aquellos basados en la
abstinencia, porque, además de ser eficientes en la postergación del comienzo de la vida
sexual, en el control de las conductas promiscuas, en la baja en las tasas de embarazo y

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enfermedades de transmisión sexual, tiene los siguientes beneficios educativos muy
importantes a esta edad:

a. Ayuda a definir su identidad de género


b. Construye su identidad de rol
c. Define su orientación sexual definitiva
d. Fortalece su intensidad de su deseo
e. Disminuye las conductas temerarias
f. Construye el deseo erótico

Finalmente, es importante señalar que a menudo, en materias de Educación Sexual, nos


encontramos con prácticas educativas que se centran exclusivamente en temas
relacionados con aspectos biológicos, con la anticoncepción y prevención de riesgos. Y es
que -como ya hemos dicho- detrás de un enfoque educativo sobre Sexualidad se esconde,
precisamente, una perspectiva o forma de entender la “sexualidad” y la “educación”.
Centrarse en estos temas, por ejemplo, va a significar seguir definiendo la Sexualidad a
partir de actos y prácticas que perpetúan una visión de la Sexualidad coito céntrica y
heterosexual. Nuestra propuesta es una concepción integral de la Sexualidad, que incluya
no sólo las conductas sexuales propiamente tales, sino cada hecho o aspecto que la define
como una dimensión esencial de la vida humana.

2.2. Requisitos y Objetivos de una Metodología Apropiada

2.2.1.- Metodología apropiada

 Lo esencial: pensar en grupo

La variable metodológica esencial que debe atravesar toda la educación es el reunirse a


pensar con los adolescentes, con los alumnos, todos los temas de interés respecto de la
sexualidad. Es el pensar guiado, conducido, lo que lo va a cultivar el cuidado y respeto
consigo mismo.

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 Categorizar los conceptos según grado de consenso

Debemos tener presente que éste es un tema complejo, con variables objetivas, pero
también subjetivas: variables objetivas que provienen del aporte de la ciencia, y variables
subjetivas en las que intervienen intuiciones, supuestos, convencionalismos, valores y
creencias.

Dada esta complejidad, es importante que una educación sexual distinga —en relación
con todos los temas que está tratando— los principios sobre los cuales existe un consenso
total y un acuerdo entre los estudiosos de la materia, y aquellos contenidos sobre los
cuales hay controversia. Frente a estos asuntos no zanjados es conveniente incorporar,
como valor de verdad, el sentido común que comparten los miembros de la sociedad. Es
necesario distinguir también la categoría de aquellas cuestiones que están medianamente
consensuadas en la sociedad, habitualmente demostradas científicamente, pero en
controversia con el sentido común socialmente compartido. Finalmente, debe precisarse
cuáles son los temas controvertidos, que no están consensuados, y que dependen en gran
medida de la posición ética personal frente al tema.

 La integración de la moral a la educación

Se apela con frecuencia al “aspecto valórico” para convencer a los jóvenes de una
conducta sexual “correcta”. En estos casos, no se considera que para que entiendan en
profundidad dicho criterio, el adolescente requiere tener internalizada la moral
autónoma. Pero esta moral autónoma se comienza a formar a los 20-21 años, y se
consolida entre los 24-25 y los 31-32 años. En este sentido, es fundamental que los
aspectos valóricos sean planteados en relación con la capacidad mental de entender un
cierto nivel de desarrollo moral, y tener presente que el nivel moral alcanzado depende de
la edad que tenga el sujeto; la moral preconvencional en la niñez, la moral convencional
en la adolescencia, la moral autónoma a fines de la adolescencia, y la moral universal a
partir del comienzo de la adultez joven.

 Plantear ideas abiertas a ser cuestionadas

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Otro elemento metodológico importante para ganarse la confianza y el respeto de los
adolescentes es el no plantear las ideas como saturadas, las respuestas como
concluyentes, cerradas, sino siempre abiertas a acoger nueva información, implementar
nuevos criterios, a rectificarse, corregirse, evolucionar. Es necesario mirar la educación
sexual como un abordaje en espiral, que si bien va subiendo, cada vez que da una vuelta
vuelve a pasar por los mismos temas, y así una y otra vez, y que en cada pasada suma
nuevos elementos. Siempre quedan cosas pendientes que se retoman, con la confianza de
que al final cristalizarán en un sentido total, pero —aun siendo total— válido sólo para el
momento actual, y modificable a futuro en la medida en que se consideren nuevos
antecedentes.

 La peor metodología: el silencio frente al tema

Hay que tener presente que la peor metodología es el silencio frente al tema. Esta fue una
actitud casi de regla hasta fines del siglo pasado, argumentando que el conversar sobre
cuestiones sexuales, dar información, aclarar, y dialogar, podía llevar a promover
conductas sexuales excesivas, incorrectas y desviadas. La educación sexual solamente
tenía que poner algunos límites claros, y prohibiciones estrictas.

Los estudios realizados estos últimos años son categóricos: comparando cursos de un
mismo colegio, en los que a unos se les enseñó respecto de la sexualidad y a los otros no,
los primeros tuvieron tasas más bajas de embarazos, abortos, enfermedades de
transmisión sexual y conductas promiscuas, que los segundos. La necesidad de enseñar a
los niños y a los adolescentes en el manejo del impulso agresivo y sexual, hoy no es tema
de discusión entre los expertos en educación.

Por otro lado, hasta hace 30 años, la concepción de la relación de pareja y la sexualidad
era de una simplicidad extrema. En la sociedad no existía conciencia de la importancia del
desarrollo sexual desde la infancia hasta la adultez, y de la incidencia que tiene la
sexualidad en la vida de pareja, que hoy, más exigente que ayer, aspira a mantener una
relación en intimidad, a largo plazo, simétrica y respetuosa.

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2.2.2. Requisitos de una metodología apropiada para la enseñanza de la sexualidad

1) El tema de la sexualidad debe ser explorado con toda libertad, dándose respuesta a
todas las inquietudes que tengan los adolescentes, por más extrañas, sorprendentes o
“pervertidas” que puedan parecer.

2) Hay que favorecer la reflexión individual. La metodología debe considerar espacios y


momentos en los que el adolescente pueda pensar vívidamente, incorporando sus propias
experiencias, sus temores, sus deseos y sus inquietudes sobre el tema.

3) Los adultos no les enseñamos qué hay que hacer, ni cómo hacerlo. Niños y adolescente
deben explorar su sexualidad solos y/o con sus pares. Nosotros los conducimos en los
caminos que ellos están dispuestos a indagar.

4) La educación de este delicado tema no se realiza a través de prédicas, de charlas


aisladas, de clases magistrales, ni de consejos personales. No es la forma de calar ni de
influir en los alumnos. Una metodología educativa adecuada les debe facilitar el
comunicarse en torno a sus formas de vivir la sexualidad, su forma de ver y de plantearse
frente a las cuestiones complejas. Reunidos en grupos pequeños sacarán sus propias
conclusiones, y posteriormente las compartirán con un experto —su profesor—, cuya
buena información sobre los temas fundamentales hará que los jóvenes respeten y
valoricen sus intervenciones.

5) Los programas de educación sexual deben ser diseñados por expertos. Las materias que
tienen que ver con los determinantes biológicos de la sexualidad, vale decir, los métodos
de prevención y las enfermedades de transmisión sexual, deben ser elaboradas por
médicos especializados en ginecología, urología e infectología. Y los elementos
relacionados con la afectividad —la integración de la sexualidad a la afectividad, el
desarrollo psicosexual, la participación y los roles de los padres, de los colegios y de los
pares, los momentos adecuados para cada nivel e intensidad de caricias sexuales, la
sexualidad madura y de calidad, entre otros—, junto a temas como la renuncia a la
sexualidad, la fidelidad, la virginidad, el celibato, la elección de pareja, las consecuencias

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psicológicas de la promiscuidad, deben ser abordados por psiquiatras, psicólogos u otros
profesionales con experiencia en materias pedagógicas y educativas.

6) Estar permanentemente receptivo a toda nueva información que provenga de estudios


científicos serios. No debe haber reparos en cambiar los conceptos y las ideas en la
medida en que haya acopio de nueva información.

7) Los que educan deben vivir este proceso como un desafío interesante. El
descubrimiento de nuevos vértices debe resultarles estimulante por la importancia del
tema en sí, y porque entregar una educación sexual que contribuya a la sanidad del
adolescente y del futuro adulto constituye un aporte muy motivante. De esta forma,
podrán transmitirles a sus alumnos lo apasionante y humanizador que es el conocer a
fondo todo lo relacionado con la sexualidad.

8) No estar aprehensivamente preocupado del error. En un tema complejo como éste se


pueden deslizar algunos desaciertos o malos entendidos, y la obsesiva preocupación por
que todos los contenidos estén exentos de cualquier desviación, confusión o incorrección,
lleva a la parálisis, o a una educación sexual muy simplificada plagada de lugares comunes,
los cuales se supone que no albergarían errores porque provienen de un consenso social
cuyo cumplimiento garantizaría el camino correcto. El problema es que muchas veces no
son sino mitos impuestos por determinadas instituciones al servicio de sus propios
beneficios, y que los jóvenes “no están ni ahí” en cumplir.

9) El hilo conductor de la educación sexual debe contener dos ideas esenciales: que la
sexualidad es una entrega en la que predomina el amor y no la agresión. Y que el goce
vinculado exclusivamente a la excitación, al uso, dominio y control del otro para gratificar
aspectos narcisistas, deteriora a futuro la calidad de la sexualidad.

10) Confiar en lo enseñado. Una actitud muy importante de parte de los educadores es
que deben confiar, tener fe, en que el pensamiento compartido, la reflexión, la
exploración de lo nuevo, con el tiempo cristaliza en respuestas creativas, humanas y
coherentes con nuestras creencias. Deben tener presente que el no pensar ni elaborar los

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temas relativos a la sexualidad a menudo arrastra a una peor calidad de vida, a serias
contradicciones en la toma de decisiones, y a un empobrecimiento del mundo interno.

11) Evitar las dinámicas humanas simplificadoras. Evitar los lugares comunes. Estar
cuestionándose permanentemente los conceptos ya clarificados, enriquecerlos con la
nueva información, e incluso complejizarlos.

12) Tolerar la incertidumbre que significa abordar materias complicadas, donde lo nuevo,
lo incoherente y lo contradictorio generan impacto, elevan un tanto la angustia y tientan a
dar una respuesta que rápidamente sature la pregunta, evitando así la sana y paciente
espera reflexiva y elaborativa que podría concluir en una respuesta más comprensiva, más
convincente, más humana y más pedagógica.

13) Saber usar los conocimientos. Los conocimientos no son para simplificar la realidad
con discursos elementales adecuados a las propias posturas. Son para guardarlos en la
mente, tolerando a ratos el desorden, el caos y la falta de claridad, para construir
respuestas más ricas, flexibles y creativas cuando se requieran. Debe tenerse presente —
tal como intento hacerlo acá— que lo incorporado en esta forma de educación sexual que
propongo no es para proclamarla como si fuera la verdad definitiva. Más bien, ¡estamos
pensando juntos!

Como decía hace poco, la educación sexual que propongo corresponde a una misión
contra la simplificación de ambos bandos: el de la revolución sexual y del pansexualismo,
versus el del puritanismo moralizante.

2.2.3. Objetivos de una metodología adecuada

1. Lograr que el objetivo principal de la educación sexual impartida sea el desarrollo vital
del sujeto, y demostrar que las ideas fuertes de dicha educación son las siguientes:

• Que un buen manejo de la sexualidad está correlacionado con mejores niveles de


salud mental y con una vida psicológica mucho más plena y lograda. Que favorece el
manejo del impulso, adecuado a las circunstancias, con los límites y las abstenciones

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necesarias. Y que la calidad del manejo del impulso tiene directa relación con el nivel
de inteligencia emocional y, por lo tanto, con ello el sujeto es más sano, creativo y
eficiente.

• Que cuando ambos miembros de la pareja son buenos amantes, las relaciones
afectivas en intimidad —que son en sí complicadas y con tendencia a la ambivalencia—
se hacen más estables, más leales y tienden a durar mucho más.

• Que el sexo integrado al amor conduce a un amor sexual maduro, y en la


concurrencia de los cuerpos permite conocer horizontes que hacen más pleno y más
sabio al sujeto.

• Que en la vida o se está por el desarrollo, el crecimiento y la vitalidad, o se es cogido


por la involución, el empobrecimiento y la desvitalización, corriendo el riesgo de llegar
a ser un muerto en vida.

2. Trasmitirle a los adolescentes que cuando planteamos límites no es para afectar su


capacidad de goce y de placer, sino para que aprendan a usar estos reguladores, evitando
así el daño y el deterioro en sus relaciones presentes y futuras:

• Que tengan presente que durante la infancia y la niñez los límites son diseñados
como prohibiciones, orientadas al cuidado del infante y del niño, y muchas veces con
muy pocos argumentos comprensivos, por la incapacidad que ellos tienen de acceder a
esa comprensión.

• Que a partir de la pubertad se van establecimientos límites dialogados, donde el


púber y el adolescente se sientan respetados, aunque finalmente los criterios que
proponen los padres, aunque disientan de ellos, deben ser respetados.

• Y que a partir de fines de la adolescencia media y durante la adolescencia tardía, los


diálogos ya son plenamente simétricos, lo que implica que la toma de decisiones queda
en manos del adolescente, influida y enriquecida por los aportes del padre, de la
madre, de los profesores y de otros especialistas.

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3. Profundizar en el tema de que para sostener la atracción en la relación íntima y sexual,
el límite tiene un papel fundamental:

• Que para el ser humano que desea, el camino directo a la perturbación y a la


degeneración de esa apetencia es su realización inmediata, la satisfacción automática
de su deseo. En este sentido, el modelo de enseñanza de la sexualidad debe aclarar con
mucha precisión cuáles son los momentos oportunos para permitirse determinadas
conductas sexuales y para renunciar a otras.

• Que la aproximación a la sexualidad debe ser gradual y cuidadosa, que las personas
con más sanidad mental en general son más prudentes y comienzan más tarde la vida
sexual.

• Que el placer preliminar en las relaciones sexuales es fundamental, y que éste se


adquiere en la medida en que hay sublimación de los impulsos y no una descarga
primitiva y brutal. Que la intensidad y la cualidad del placer final están en directa
relación con el placer preliminar.

• Que la capacidad que tenemos los seres humanos de mantener la fuerza del deseo a
través del tiempo se prolonga hasta la muerte. Y que no debemos renunciar a esta
maravillosa dimensión que refuerza nuestra vitalidad en momentos difíciles.

4. Respetar todas las relaciones actuales del adolescente, sin desvalorizar ninguna. Esto
implica que reconocemos la importancia de los padres, del colegio y de sus pares en la
construcción de una sexualidad sana. Les damos a los mismos adolescentes un papel
fundamental en la exploración de su sexualidad, con sus amistades íntimas y con las
relaciones que tienen con los grupos. Y junto a todo esto, examinamos la importancia del
mito organizante de la cultura, o sea, los aspectos que hoy día constituyen un aporte a la
mayor libertad y autenticidad de la sexualidad; al mismo tiempo, denunciamos el
pansexualismo de una sexualidad cosificada, como objeto de mercado, y que no ayuda al
adolescente a la construcción de una sexualidad integrada, inteligente, elaborada y
armónica con su naturaleza.

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5. Proponerse objetivos convincentes con base en las motivaciones de los jóvenes.

Los objetivos de una metodología de la enseñanza de la sexualidad deben tener en cuenta


la realidad de la población a la que se dirige. Así, en nuestro caso, una encuesta hecha por
el Ministerio de Educación en octubre de 2004 a 5.000 alumnos de séptimo básico a
cuarto medio, señala que el 80% de los jóvenes tiene interés en informarse acerca de la
relación de pareja durante la adolescencia; sin embargo, en la enseñanza que imparten los
colegios este objetivo ocupa el 17° lugar. Al 81% de los alumnos le interesa el tema de
sexualidad en relación con la toma de decisiones, objetivo que ocupa el 19° lugar en los
programas educativos de los colegios. Al 83% de los jóvenes les interesaría aprender lo
que respecta al atractivo sexual y conocer acerca del impulso sexual, pero este tema
ocupa el 22° lugar en la enseñanza.

Tenemos un claro desencuentro entre los intereses de los alumnos y lo que se les enseña.
El 49% de las mujeres adultas en Chile, y el 42% de los hombres adultos en Chile, afirman
que lo que les enseñan de sexualidad no se atiene a lo que han encontrado en la realidad.

En una encuesta realizada por Data Voz se concluye que nuestra sociedad es cada vez más
liberal: los hijos sin libreta no la complican, acepta disolver un matrimonio mal avenido, y
la virginidad ya no vale como antaño. Sólo respecto al tema de la homosexualidad
seguimos siendo conservadores, dado que esta condición sigue siendo mal vista por la
gran mayoría de la población. La misma encuesta afirma que los que profesan ideas
liberales alcanzan hoy día a un 64%, y las instituciones más tradicionales —como la Iglesia
y la familia— muestran escaso poder de convocatoria.

El 70% considera correcto tener relaciones sexuales antes de casarse. Apoyan la idea de
vivir juntos sin legalizar el vínculo, y un porcentaje significativo acepta tener hijos bajo esa
condición. La mayoría opina que si el matrimonio se lleva mal, es preferible que se
separen. La búsqueda de la felicidad es la aspiración principal, y pocos consideran que el
matrimonio la otorgue más que otros estados civiles.

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Sin embargo, aunque el matrimonio es una forma de relación de pareja cada vez menos
valorada, la encuesta muestra que el dinero no nos importa tanto como tener hijos felices,
lograr el amor de pareja o realizarnos en el trabajo. Existe un gran interés en tener hijos
sanos y felices. En todas las edades este es un anhelo primordial, pero tiene más fuerza
entre los que están en plena etapa de crianza, los adultos jóvenes. Ambos sexos aspiran a
lo mismo: primero criar bien, segundo consolidar una relación de pareja feliz, tercero
alcanzar una posición económica sólida, y finalmente tener más tiempo para las cosas
buenas de la vida.

6. Ser comprensivos y empáticos, pero diferenciados.

Si bien debemos tener presente las motivaciones de los jóvenes a fin de integrarlas a su
educación sexual, también debemos diferenciarnos de ellos, de forma tal que nuestro
aporte sea una novedad y valoricen así nuestro empeño.

3. EL ROL DE LOS PROFESORES, PADRES Y ALUMNOS EN LA EDUCACIÓN SEXUAL

3.1. La Educación Sexual: Tarea de Todos

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3.2.- Roles: Cómo participan Docentes, Padres y Alumnos en la Educación Sexual

La encuesta del Ministerio de Educación del año 2004 muestra que gran parte de la
población opina que la educación sexual debe ser una responsabilidad compartida entre
padres, profesores y alumnos. Así opina el 78,1% de los padres, el 89,6% de los profesores
y el 63,8% de los alumnos.

3.2.1. El rol del profesor y del colegio

En primer lugar, debemos tener presente que el aspecto más importante del aprendizaje
es llevado a cabo por identificación. En este sentido, los profesores tienen el desafío de
asumir un rol diferente al de meros administradores de la disciplina o de instructores que
entregan información. Deben preocuparse de ser figuras que representen los valores por
medio de las cuales los alumnos se puedan identificar. Deben ser capaces de trasmitir el
amor al conocimiento y a la verdad, de manera tal que los alumnos internalicen esta
actitud frente al saber y valoren la búsqueda de la verdad, el conocimiento profundo de la
realidad más allá de una visión simplificada, del servicio exclusivo de la técnica y de la
manipulación eficiente de la materialidad.

En materias de educación sexual, el rol del profesor está marcado por dos acciones:

1. Entregar información objetiva y adecuada a la edad. Los temas que se trabajarán y la


profundidad en que se revisarán dependerá de la etapa del desarrollo en la que se
encuentran los alumnos. El profesor debe conocer el límite de información que
pueden manejar sus alumnos según su edad, y al mismo tiempo, mantener un
lenguaje adecuado, cuidando instalar ideas, imágenes y representaciones mentales
que sean adecuadas a su nivel de desarrollo.

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2. Generar reflexiones, mediar y guiar. El profesor debe plantearse frente a sus
alumnos más que como experto en sexualidad, como facilitador y mediador de las
reflexiones y discusiones que surjan en torno a las temáticas y preguntas que se
planteen. Debe ayudar a pensar y a reflexionar, para esto debe mantener una actitud
de guía y apoyo, y así junto a sus alumnos construir respuestas claras e ideas certeras.
Desde una actitud comprensiva, el profesor corrige, completa, confirma o desmiente
las ideas y conclusiones que planteen sus alumnos, con la intención de acompañarlos
en el proceso de comprender su sexualidad.

Por otra parte, es importante que el profesor conozca el límite en su rol. Al educar la
sexualidad pueden aparecer situaciones individuales que el profesor no debe hacerse
cargo. Él puede escuchar o buscar ayuda, pero no es responsable de encontrar soluciones.
En caso de presentarse alguna situación grave, por ejemplo abuso sexual, debe conocer el
protocolo o plan de acción establecido por el colegio.

Por último, en la encuesta realizada el 2004 por el Ministerio de Educación, el 50% de los
alumnos considera que la persona más adecuada para hablar de sexualidad es el profesor.
En el 82% de los casos, los adolescentes consideran que es la madre la más indicada; le
sigue el padre en el 60% de los casos. Debemos crear una cultura donde el porcentaje de
alumnos que considera a la madre en primer lugar, y después al padre, ponga a los
profesores al mismo nivel de ellos, y también a los orientadores y psicólogos, que tienen
un 38%, y a los profesionales de la salud, que tienen un 44%.

3.2.2. El rol de los padres y apoderados

Los padres tienen un rol fundamental en la educación de sus hijos. A pesar de que cada
vez se ha tomado más conciencia de esta necesidad, en las últimas generaciones las
estadísticas muestran una caída del interés y tiempo que los padres dedican a sus hijos. La
maximización del tiempo, exigidos por su trabajo, ha llevado a una exageración por parte
de los padres a la subcontratación de especialistas en funciones que son propias de ellos.

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Terapeutas, educadores diferenciales, abuso en el uso de medicamentos y una tendencia
a que las instituciones educativas se hagan cargo de toda la formación de su hijo.

Bajo este contexto, surge la necesidad de sensibilizar a los padres y apoderamos frente al
rol que deben asumir ante esta tarea. Una Educación Sexual de calidad exige una
importante participación de los padres, tanto en las etapas de la infancia y niñez, como en
la pubertad y adolescencia de sus hijos.

En las primeras etapas de vida del hijo, los padres deben asumir el rol de informante
principal respecto de estas temáticas. Durante la infancia y niñez, será muy importante
mantener una comunicación abierta, cercana y fluida con el hijo. Así, cuando el niño se
transforma en púber, el pasado vincular basado en la comunicación y confianza va a
favorecer a que el hijo identifique a sus padres como un referente cercano a estos temas,
por lo tanto, tendrá la confianza e intimidad necesaria para hablar y compartir
curiosidades propias de la edad y experiencias concretas que comenzará a vivir. De esta
manera, a partir de la pubertad y adolescencia, el rol de los padres se desplaza hacia un
acompañamiento cercano y atento al proceso del hijo, por tanto, el rol de informante
principal recaerá sobre el quehacer del profesor.

Por otra parte, cuando el niño se transforma en púber, los padres tienden más bien a
alejarse, o a imponer una disciplina férrea con el fin de no ser molestado. Es necesario que
los mayores entendamos la complejidad de la adolescencia, y la gran exigencia que
significa este periodo del desarrollo para ellos. Los adolescentes suelen despertar
ansiedades y temores en sus padres, que tienen que ver con que sienten a su hijo como
peligroso, por la violencia que a veces demuestran, o en peligro, por los múltiples riesgos
en los que viven. También, sienten tristeza por la sensación de que el hijo abandona, que
es desagradecido, rencoroso o despreciativo.

Habitualmente este conflicto se complica, porque cuando los hijos son adolescentes los
padres entran en la crisis de la edad media, durante la cual justamente los padres
intentarán resolver aquellos conflictos propios atorados en la adolescencia.

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Por todo lo anterior, este encuentro de la generación de los padres con sus hijos es
dramático, pero sumamente enriquecedor para los padres abiertos, flexibles y
respetuosos.

Forma parte de las tareas de un colegio moderno, el informar y educar a los padres sobre
temáticas del ámbito sexual y afectivo en relación a la etapa del desarrollo en la que se
encuentran sus hijos, y explicar que el enfrentar bien cada etapa del proceso evolutivo de
sus hijos, junto a una participación activa en la enseñanza de estos temas, acarrea un gran
beneficio para el sano desarrollo de sus hijos.

3.2.2.1. Responsabilidades importantes que deben asumir los padres

• Conocer e informarse acerca del período del ciclo vital por el que está pasando su hijo, y
el gran desafío que le plantea el emerger de su sexualidad.

• Evaluar permanentemente, la manera en que el establecimiento educativo aborda el


tema.

• Participar activa, propositiva y críticamente, en y con el establecimiento educativo y con


todas las instancias sociales que manejan el tema: Municipalidad, Iglesia, Junta de vecinos,
etc.

• Practicar la apertura, la flexibilidad y la contención personalizada con el hijo.

• Ayudar al hijo a hacer una verdadera experiencia emocional de lo que vive, y que no sea
un escarmiento traumático que, como consecuencia, reprime y posteriormente angustia.
De ahí la importancia de un buen acompañamiento por parte de los padres.

• Mantener una comunicación abierta, interesada, y compartida con la pareja, respecto


de cómo ayudar en estos temas a su hijo. Preocuparse, reflexionar, compartir con la
pareja, e informarse adecuadamente, para definir límites y encuadres protectores

• Tomar conciencia de que los desafíos que tienen con sus hijos pueden ser muy
enriquecedores para los padres, de forma tal que enfrenten la tarea con interés,

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transmitiéndoles que siempre estarán receptivos a sus requerimientos, por lo apasionante
que les resulta a los mismos padres el tema.

3.2.2.2. La relación que debe tener el colegio con los padres

A la hora de tomar decisiones, el colegio debe dejar un espacio de negociación, en que se


respete la moral de los padres por un lado, la línea del colegio y las inquietudes de los
alumnos. Esto requiere de un trabajo fino y cuidadoso del tema. Colegio y padres deben
abordar consensuadamente los temas valórico y morales.

3.2.3. El rol de los pares y alumnos

3.2.3.1. La importancia de la experiencia

La educación que favorece el crecimiento personal, no impone sino que acompaña y


respeta sus propias opciones. Está comprobado que no hay crecimiento autentico y sólido
sin que se haga experiencia, y la experiencia no se hace a través de obedecer principios,
de adquirir información, sino a través de una audaz exploración, en un clima de libertad y
respeto, donde lo importante es que lo vivido no sea un riesgo temerario, que pueda
llevar a un daño irreparable, sino a lo más, a un daño menor restaurable.

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3.2.3.2. Experimentar con sus pares

Lo anterior le da un papel central al adolescente y a sus pares como sujetos que van a ir
experimentando entre ellos, compartiendo y pensando en conjunto. Ya hemos visto el
papel fundamental que tiene el colegio y los padres para acompañar promoviendo el
pensamiento y la reflexión, neutralizando la tendencia natural del joven a la actuación
impulsiva.

Consideramos todos los modos de asociación que tienen los adolescentes, cada uno con
sus diferentes aportes: los grupos de a dos, grupos chicos (3 o más mirándose a los ojos),
tribus, patotas, pandillas, bandas, grupos grandes, clubes, instituciones, partidos políticos
y masas. Todos éstos, en especial durante la adolescencia, van a ayudar y apoyar al
alumno a enfrentar los desafíos propios de la etapa vital.

La relación con sus pares -viviendo experiencias en común y comunicándose a propósito


de éstas- le ayuda a entenderse a sí mismo y a tranquilizar temores provenientes de
inquietudes, dudas, deseos e inseguridades, que por su carácter invasivo, son muy
sorprendentes y angustiantes. Este intercambio entre pares los ayuda a entender lo que
les está pasando y les disminuye la angustia, evitando que sea paralizante, y así puedan
tener acceso a reflexionar.

Conoce los criterios y Desde el apoyo y la Siente apoyo y


formas de complicidad con sus confianza para
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y de Afectividad, Sexualidad e Inteligencia Emocional,autoridad,
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4. HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA SEXUALIDAD DE CALIDAD

Cuando hablamos de una sexualidad de calidad nos referimos a una sexualidad sana,
donde la excitación sexual está unida a estados afectivos positivos, y la unión de la pareja
es un complemento de satisfacción y aprendizaje mutuo, donde el respeto, el amor, la
sexualidad y la erótica están presenten. A mayor integración de excitación y afectos
positivos se dará una mejor sexualidad, una sexualidad de calidad.

Para entender bien este concepto vamos a explicar a continuación qué son los estados
afectivos positivos y negativos:

Llamamos estados afectivos positivos a aquellos que contribuyen al crecimiento del


desarrollo mental, y estados afectivos negativos a aquellos que favorecen el deterioro, el
empobrecimiento y la involución del desarrollo mental. Usamos los términos ‘positivo’ y
‘negativo’ porque afectos aparentemente considerados malos y dañinos, no siempre lo
son. Por ejemplo, los estados afectivos agresivos pueden ser positivos cuando se los pone
al servicio de la defensa del sujeto o del rompimiento necesario para la construcción de
algo nuevo y creativo. Pero pueden ser negativos cuando se ponen al servicio de la
destrucción, especialmente de la destrucción de todo lo que sea vincular, con nefastas
consecuencias para el desarrollo y crecimiento mental. Lo mismo puede afirmarse de la
ambición, el odio, la ira, la envidia, entre tantos otros.

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EXCITACIÓN SEXUAL

La gráfica sobre el cuadro en forma de flecha indica que el desplazamiento de izquierda a


derecha —esto es, el movimiento hacia el crecimiento y el desarrollo sano de la
sexualidad— se produce en la medida en que hay una mayor integración de la excitación
sexual a los estados afectivos positivos. A continuación veremos esto con más detalle.

4.1. ¿Cómo Construir una Sexualidad Madura?

A la hora de darse un encuentro sexual, intervienen diversos factores o variables que


determinan cómo se vive la sexualidad para cada una de las personas. Nadie entrega su
cuerpo sólo por afecto, o exclusivamente por “calentura”, o por lo que dicen los demás, o
por pura curiosidad. Tampoco se es plenamente libre durante esta entrega, y diversos
temores la acompañan en mayor o menor medida.

Siempre intervienen diversas variables en distintas proporciones, y eso va a determinar la


calidad de la entrega. Calidad en el sentido de que sea una experiencia que ayude a crecer
hacia una sexualidad cada vez más sana, creativa y placentera, y no una experiencia
nociva que lleve a una sexualidad perturbada, empobrecida y, finalmente, generadora de
conflictos más que de agrado y placer.

Si tuviéramos que señalar un instrumento que nos permita medir la calidad de la entrega
del cuerpo, sería el siguiente: la medida de integración entre excitación y afectos
positivos, por sobre la integración entre excitación y afectos negativos. Hay que tener
presente que cuando surge la excitación, uno de los dos tipos de afectos (positivos o
nevagivos) se va a ligar a ella.

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A continuación, exponemos las perturbaciones más comunes en el proceso de
sexualización: una sexualidad reprimida y una sexualidad disociada, tanto en hombres
como en mujeres.

4.1.1. Sexualidad y Represión

Por la fuerza que tiene la sexualidad, siempre


Represión sexual: Mecanismo de
estamos tentados a educar en un estilo de defensa mediante el cual el individuo
aleja de la conciencia un contenido
muchas prohibiciones, normas estrictas y
desagradable o peligroso, en este
castigos, pensando que así evitamos su caso lo sexual, para su armonía. La
represión es, entonces, una forma de
desborde. El riesgo de este estilo educativo es impedir que algo se produzca o
que fomente la represión frente a lo sexual, y continúe su acción, una abstención
de manifestar cierto sentimiento.
que al contacto con el deseo —durante el
proceso de sana exploración que deben emprender los jóvenes— se gatillen
automáticamente paralizantes sentimientos angustiosos.

El efecto paralizante de la angustia no solo inhibe el proceso de sexualización, sino que


tiende a reprimir la excitación y los afectos en su conjunto, ya sean positivos o negativos.
En esta condición, la calidad de la entrega sexual se verá menoscabada, porque la sola
aproximación al deseo y a la excitación, al desencadenar angustia, paraliza el torrente
excitatorio necesario para una entrega placentera, para una erección lograda o para llegar
al orgasmo. Dicho en otras palabras, se verá afectada la calidad de la relación coital
propiamente tal. La represión no ayuda a la integración de la excitación con los afectos
positivos, aunque tampoco promueve la integración de la excitación con los afectos
negativos. Más bien, aplasta.

 Sexualidad reprimida en el hombre:

Una sexualidad reprimida en el hombre puede conducir a la inhibición sexual, esto es, la
condición en que, teniendo deseo, no es capaz de realizar un acto sexual con soltura, goce
y entrega. También puede conducir a inhibiciones más severas que apagan el deseo
sexual, reflejadas en apatía, hiposexualidad, impotencia, eyaculación precoz o eyaculación

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retardada. Puede llevar, además, a una forma de hacer el amor que a primera vista parece
ser contradictoria con la inhibición sexual: el sujeto no puede incorporar la vertiente
tierna, amorosa, a la relación —lo haría sentirse culpable de estar gozando y paralizaría su
excitación—, por lo cual reduce la relación a su aspecto puramente genital, donde la
penetración ocupa el lugar central, lo que puede darle un carácter un tanto sádico al
encuentro, aunque está lejos de ser una perversión. La mujer se queja de que su pareja es
“fome” y un tanto abrutada. Por último, como el encuentro sexual no es relajado ni
gozoso, el hombre inhibido lo vive como un esfuerzo que prefiere evitar, y en muchos
casos practica la masturbación como un sustituto del coito, con todas las insatisfacciones
que esta conducta evasiva produce en su pareja.

Sin embargo, la educación represiva es menos frecuente en los hombres que en las
mujeres. La cultura —trasmitida a través de los padres inicialmente— siempre se ha
preocupado de que al macho no se le coarte la excitación, porque sería fatal para la
especie: para fecundar, el macho requiere de erección, a diferencia de la hembra, que
puede estar pasiva, no excitada, e igualmente podrá ser fecundada. Esto hace que la
preocupación por la excitabilidad del macho tienda a implementar educaciones donde lo
esencial es su excitación, y no la integración afectiva al proceso. Por ejemplo, los padres
llevaban prematuramente a sus hijos a prostíbulos, para cultivar tempranamente la
excitación sexual pura, otorgada por una mujer experta; una sexualidad de macho, ruda,
potente pero sin afecto ni compromiso. El talón de Aquiles de esta modalidad es la
tendencia a la disociación sexo-afecto, con las consecuencias que veremos más adelante.

 Sexualidad reprimida en la mujer:

En la mujer, la represión tampoco ayuda a la integración de la excitación con los afectos


positivos, aunque tampoco promueve la integración de la excitación con los afectos
negativos. Más bien, aplasta todo lo relacionado con excitación sexual, lo que también
puede conducir a la inhibición sexual (teniendo deseo, no es capaz de realizar el acto
sexual con soltura, goce y entrega). Al igual que en los hombres, puede conducir a
inhibiciones más severas que apagan el deseo sexual, reflejadas en apatía, hiposexualidad,

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frigidez, falta de iniciativa y extrema pasividad. Estas inhibiciones son fuente de quejas
habituales de los hombres a sus parejas.

La represión en la mujer puede llevar igualmente a una forma de hacer el amor que, a
primera vista, parece ser contradictoria con la inhibición sexual: al igual que el hombre
inhibido, la mujer inhibida no puede incorporar la vertiente tierna, amorosa, a la relación
—la haría sentirse culpable de estar gozando, y paralizaría su excitación—, por lo cual
reduce la relación a su aspecto puramente genital, donde el ser penetrada ocupa el lugar
central, lo que puede darle un carácter un tanto masoquista al encuentro, aunque está
lejos de ser una perversión. Es frecuente que estas mujeres tengan fantasías de violación
por hombres rudos, enérgicos y agresivos, colindando con lo sádico. El hombre con una
sexualidad integrada se queja de que su mujer es tan poco romántica, que no se deja
acariciar ni besar, que le gusta “ir al grano” rápidamente. Por último, para la mujer cuya
sexualidad se ha visto reprimida el encuentro sexual no es relajado ni gozoso. De la misma
manera que el hombre, lo vive como un esfuerzo que prefiere evitar, y en muchos casos,
cuando conserva una pulsión sexual que por su intensidad escapó a la represión, también
practica la masturbación como un sustituto del coito, con todas las insatisfacciones que
esta conducta evasiva produce en su pareja.

4.1.2. Sexualidad y Disociación

La disociación, en otras partes nombrada como


Disociación: Mecanismo de
escisión, consiste en lo siguiente: una parte de la defensa que consiste en separar
elementos disruptivos para la
persona, una parte de la mente, disfruta del placer de
persona de la conciencia. Esto se
la excitación sexual a través de todas las traduce en que el sujeto convive
con fuertes incongruencias, sin
estimulaciones de las zonas erógenas. Otra parte de la lograr conciencia de esto.
persona, otra parte de la mente, vive los estados
emocionales, afectivos y sentimentales desconectados de la excitación sexual, como si no
estuvieran presentes en el momento en que se está llevando a cabo la entrega corporal.

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La excitación no puede NO LIGARSE a un afecto: no existe excitación sexual sin que vaya
integrada a un tipo de afecto (negativo o positivo). La cuestión es si se integra a un afecto
positivo o a un afecto negativo. Los afectos positivos implican, frente a mí y el otro,
respeto, cuidado, gratitud, cercanía y ternura: todos afectos que denominamos amorosos.
También son positivos los afectos que buscan proyectarse a futuro, construir una relación
personalizada y cultivar el vínculo. Los afectos positivos incluyen la paciencia, con
capacidad de espera y tolerancia a la frustración cuando el goce debe ser aplazado. En el
afecto positivo se acepta la complejidad de la realidad y la actitud es más centrada en el
otro que en uno mismo. La agresión también tiene cabida, pero al servicio de la defensa,
de protegerse, de hacerse respetar, de mantener límites y cuidar la dignidad. En cierto
grado se incorpora en las conductas invasivas que requiere el compenetrarse con el
cuerpo del otro, y también en su descarga lúdica, transitoria y enmarcada en el amor, que
le dan variedad y complicidad al encuentro.

Los afectos negativos implican falta de respeto y poca consideración por la situación del
otro y de mí mismo, descuido, lejanía y frialdad. Predomina una agresión dañina, que
deteriora más que protege la relación. Se simplifica la realidad y no se ve el futuro. El acto
no tiene consecuencias. No genera compromisos y el objeto sexual puede ser maltratado,
sustituido y traicionado. La relación no es con una persona, sino con un objeto de uso; el
vínculo no es lo principal; hay impaciencia por satisfacerse impulsivamente, la espera es
vivida como rechazo. No hay gratitud, la persona cree merecer lo que obtiene del otro por
sus propios méritos. El participante está centrado en sí mismo, en forma egocéntrica,
muchas veces excitado por el maltrato sádico, sin la anuencia del otro. Lo que parece
amor es un sentimiento infantil, inauténtico, muchas veces orientado a seducir, a
conseguir admiración, a lograr cautivar a la pareja para tenerla a disposición, a obtener el
gozo para sí mismo; pero, una vez consumado el acto, obtenido el orgasmo, ese
sentimiento de amor frágil e inauténtico se apaga.

La disociación —que ahora entendemos como la separación entre los afectos positivos y
los afectos negativos— surge del deseo de vivir el placer sexual centrado en su aspecto

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sensorial, sensual y de descarga neurofisiológica, sin trabajo emocional. Porque los afectos
positivos exigen trabajo emocional: aplazamiento, generosidad, postergación, cuidado,
respeto, compromiso. Si el sujeto tomara conciencia de los afectos negativos que está
desplegando en la relación, se angustiaría —por el daño que está causando— y bloquearía
el placer. Por lo tanto, tiene que aplicar el siguiente mecanismo: negar los afectos
negativos, como si no existiesen; y al mismo tiempo, sobrevalorar los afectos positivos,
como si solo ellos estuvieran presentes. Pero para que ambos mecanismos resulten, es
necesario que los afectos positivos y negativos estén totalmente separados. De no estarlo,
los afectos positivos arrastrarían los negativos a la conciencia y no se los podría negar, y
tampoco se podría sobrevalorar los afectos positivos, ya que estarían teñidos de afectos
negativos. A raíz de esta disociación, a través del tiempo se instala un círculo vicioso: las
experiencias repetidas que niegan la frecuencia de los afectos negativos, requieren cada
vez de mayor disociación, mayor relieve de lo positivo —cada vez más forzado— y mayor
negación de lo destructivo, que también requiere cada vez de más distorsión. Este círculo
vicioso va haciendo que la mente llame a una sexualidad cada vez menos amorosa y más
egoísta, de mayor descarga, desconsideración y agresión, aumentando así la cantidad de
afectos negativos por sobre los positivos ligados a la excitación. De esta forma, lo amoroso
se termina reclutando al servicio de la agresión destructiva, y no la agresión positiva al
servicio del amor.

El vínculo se va deteriorando, porque el placer sólo se busca en la superficie de los


cuerpos, no en el mundo interno del otro, que además de enriquecer el deseo erótico por
toda la variedad y riqueza que ofrece, hace que la pareja no sea fácilmente sustituible. Lo
que liga fielmente a la pareja es lo atractivo de su mundo interno. Pero el disociado no
sabe erotizar el mundo interno (esta no es una capacidad que se improvisa), sino que
erotiza sólo lo que ve y toca.

Una solución medianamente adaptativa para estabilizarse en una relación disociada sin
destruir el matrimonio, y que por siglos ha sido de gran uso en la sociedad machista, ha
sido para el hombre manejar dos tipos de mujeres en su mente: una que representa el

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mundo de la madre, hija, compañera y amiga, esto es, el mundo de lo afectivo positivo; y
otra que representa lo sexual, vinculado a lo agresivo, que se usa sin consideración, que
no lleva compromiso y que se concreta en la amante, la prostituta, la cortesana, la
“china”, etc. Obviamente en estas condiciones la relación en sí misma es de pésima
calidad aunque la pareja se mantenga, ya que su intimidad exige una buena sexualidad. Si
bien a las mujeres intensamente inhibidas del pasado esto les quedaba relativamente bien
mientras criaban, el resentimiento generado con el tiempo por este abuso y
desconsideración hacia ellas era enorme. Hoy día, para las generaciones jóvenes, este
equilibrio inestable no es una alternativa. Las mujeres buscan una vida de pareja simétrica
en sus deberes y derechos, fiel y con buena sexualidad para ambos.

El golpe final a una relación ya deteriorada por la disociación proviene de la fácil


sustitución que se puede hacer del otro en esta forma de vincularse. La infidelidad es una
tentación a la mano, e irresistible, porque al no estar personalizada la relación, la
sustitución es fácil y ni siquiera acarrea sentimiento de culpa. No hay culpa —la cual
podría operar como freno a la infidelidad— porque no hay profundidad ni cariño
personalizado, que es el que puede mover a la consideración y preocupación por lo que le
pasa al otro a raíz de una traición. Más adelante nos referiremos con más detalle sobre la
fidelidad como una capacidad que no se improvisa.

A continuación, destacamos la importancia de integrar los afectos positivos a la excitación


para lograr calidad en el deseo erótico, el cual va a determinar la calidad del Amor Sexual
Maduro, y describimos las condiciones que favorecen dicha integración.

4.2. El Proceso Psicológico de Integración Afecto-Excitación

4.2.1. Las fases del desarrollo sexual

A continuación, veremos cuál es el proceso, y cuáles


Libido: es el deseo sexual,
los pasos necesarios para construir una sexualidad que consideramos como un
impulso y base para las
adulta, pero ahora centrándonos en las diversas variadas manifestaciones de
formas de estímulos sexuales que están en juego la actividad psíquica.

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durante cada una de las etapas del desarrollo hasta la adultez.

El primer paso es la libidinización del cuerpo. Este proceso toma entre 2 a 3 años desde
que el bebé nace. La libidinización se hace preferentemente con el cuerpo de la madre,
quien usa todos sus sentidos para captar las necesidades del hijo e, interactuando con él,
lo estimula permanentemente. Lo estimula con el tacto, la mirada, la sonrisa. Al tomarlo,
amamantarlo, acariciarlo, limpiarlo, mecerlo, y así por delante. El cuerpo del padre va
tomando cada vez mayor relevancia para el bebé. Los estudios actuales demuestran lo
importante que es la crianza compartida, y lo beneficioso que es para el hijo(a) que
incluso las labores tradicionales de la madre sean también ejecutadas por el padre. A
partir de los 3 a 4 años se produce una pausa en este proceso libidinal, y el impulso sexual
se hace latente. Durante este período, se van a desarrollar en el niño las capacidades para
compartir con sus compañeros, explorar el mundo, y adquirir la independencia que lo
lleve a un funcionamiento cada vez más autónomo.

A partir de los 9 a 10 años, el desafío consiste en elaborar la excitación sexual


desencadenada por las hormonas, transformándola en deseo erótico. La diferencia entre
la excitación sexual y el deseo erótico es que este último está caracterizado por el
predominio de las fantasías y la imaginación, capacidades que son propias del ser
humano, a las que se integran los afectos, sentimientos, emociones y cogniciones del
sujeto, en todo su amplio espectro. El deseo erótico se construye inicialmente a partir del
autoerotismo, con la familiaridad del placer sexual que generan la estimulación sensual y
sexual del propio cuerpo a través de la masturbación, y la integración a este placer de las
fantasías que la acompañan. A poco andar surge el deseo de compartir aquellas caricias —
que han resultado placenteras y excitantes durante la estimulación autoerótica— con el
cuerpo del otro(a). Luego de algunos años, ese deseo erótico compartido en caricias con el
cuerpo del otro(a) va a activar el deseo de una relación plena que busca el sexo coital. Los
primeros encuentros en esta línea serán aún incompletos, porque la relación sexual
llevada a cabo en toda su plenitud, con sus etapas de pre-coito, coito y post-coito,
requiere de un complejo proceso de elaboración a través del tiempo y bajo ciertas

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condiciones. La mente es capaz de integrar la excitación al
Libidinización: proceso que
erotiza el cuerpo del bebé, y afecto positivo durante las relaciones sexuales coitales cuando
favorece el desarrollo de la
el sujeto está enamorado. A este período de transición lo
excitación sexual.
llamamos Amor Sexual del Enamoramiento, para diferenciarlo
de la etapa final plenamente lograda del Amor Sexual Maduro. Por medio del Amor Sexual
del Enamoramiento se termina de afinar la calidad del deseo erótico y se comienza a
construir la capacidad de plenitud sexual que se obtiene en el Amor Sexual Maduro,
donde el acento recae fuertemente en la entrega generosa, y en plena alteridad, al otro.
Esta forma de amor sexual se desarrolla con la pareja a lo largo de toda la vida.

Como vimos con anterioridad, la calidad de la sexualidad va a depender de la integración


de los afectos positivos con la excitación. Esta integración es la que debe darse en todo el
proceso recién mencionado, desde la libidinización del cuerpo hasta el Amor Sexual
Maduro.

Para que las fases del desarrollo sexual humano culminen en un Amor Sexual Maduro, se
requiere que no ocurran perturbaciones durante este proceso. Los eventos que impiden
dicha integración, generando perturbaciones que afectan el proceso de desarrollo de cada
fase del desarrollo sexual humano, son los eventos traumáticos, que pueden dejar como
secuela represión, desintegración, o disociación en el funcionamiento mental. Un evento
traumático es una situación desconocida para el aparato mental que produce altos niveles

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de angustia que la persona no puede procesar; se siente inundada, agobiada, sorprendida
y severamente angustiada, llena de temores y miedos. Esta situación, que sobrepasa la
capacidad del yo de procesarla, configura para el aparato mental una vivencia traumática.

Las situaciones traumáticas pueden ser de dos niveles de intensidad: mediana o excesiva.

La situación traumática de mediana intensidad lleva a que la mente, una vez acontecido
el evento, lo encierre en una zona a la cual no se tiene acceso directo a través de los
funcionamientos conscientes. Esto implica que instala ese evento en el inconsciente. La
vivencia traumática deja una predisposición a que cualquier acontecimiento futuro que
recuerde la situación vivida en el pasado —aunque el parecido sea mínimo— activa
inmediatamente altos niveles de angustia. Esto acontece, por ejemplo, cuando un niño es
estimulado sexualmente a partir de los 5-6 años. En tal caso tiene una vivencia traumática
de este nivel de perturbación y —como decía— la mente tapa el evento generando una
situación fóbica frente a cualquier situación que despierte el deseo sexual.

Si el evento traumático es de excesiva intensidad, como sucede en abusos sexuales en


menores de 5 años, la mente se desestructura, cae en situación de pánico, no es capaz de
trasladar el evento al inconsciente. Como consecuencia, recurre a un mecanismo mucho
más serio: dividir la mente en múltiples partes, a consecuencia de lo cual se alteran
muchas funciones mentales. Se elevan sus niveles de angustia y de culpa a niveles
extremos, el niño vive un evento traumático que altera profundamente su actividad
mental y lo lleva a desintegraciones que posteriormente se pueden traducir en cuadros
psicóticos o, hacia la adultez, en perversiones sexuales graves.

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Cuando a partir de la pubertad el joven vive situaciones de estimulación sexual no posibles
de ser entendidas ni procesadas por la capacidad mental que posee en ese momento, la
mente recurre a un mecanismo de división: por un carril se permite sentir la excitación
sexual, mientras coloca en otro todo lo relacionado con la vida emocional afectiva, que se
mantiene con un carácter más infantil que adulto. Este fenómeno de división, también
llamado de escisión o de disociación mental, va a llevar al sujeto a una partición en su vida
sexual, y a que construya en su mente dos tipos de relación sexual o dos tipos de relación
de pareja: una pareja con la cual va a disfrutar exclusivamente de la excitación sexual, sin
ninguna relación con el mundo de lo afectivo amoroso —una mujer hipersexualizada,
prostituta o amante con la que no mantiene ningún tipo de compromiso, sino más bien
una relación de uso—; y otra pareja con la cual va a tener una relación afectiva
desexualizada, vale decir, una mujer madre, hermana, amiga, o un hombre padre,
hermano o amigo, en el caso de la mujer.

De todo lo anterior podemos concluir que una sexualidad sana, que permite la integración
de la excitación con los afectos positivos, requiere no haber vivido ni eventos traumáticos
ni eventos disociadores. Ambos dificultan el proceso de integración y afectan la sana
evolución de las fases del desarrollo sexual humano que conducen al Amor Sexual
Maduro. Es por esta razón debemos fundamentar de manera clara, precisa e interesante
para el alumno, las perturbaciones que pueden ocurrirle cuando se expone a tener
vivencias sexuales para las cuales su mente no está preparada. Es fundamental, entonces,
entender cuáles son las capacidades mentales en cada una de las etapas del desarrollo;
cuál es el grado de estimulación sexual al que debe ser expuesto el infante, el niño, el
púber y el adolescente; y cuáles son los riesgos a que está expuesto cuando esta
estimulación sexual no corresponde a la etapa que está viviendo, o cuando hay una
ausencia de la estimulación sexual oportuna. Todo esto será visto en profundidad en el
módulo II.

De esta manera, el elemento medular que atraviesa toda la enseñanza es el objetivo de


integrar los afectos positivos a la excitación sexual para desarrollar un deseo erótico de

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calidad. Para cumplir este objetivo notarán que en todas las edades en que se enseña la
sexualidad, se hace referencia permanente a la vida afectiva; en la niñez centrado en la
relación con los padres, la familia y sus compañeros, y en la adolescencia además, las
relaciones afectivas de pareja que comienzan y se van perfeccionando hasta fines de este
período.

4.3. El Papel de la Voluntad en la Construcción de una Sexualidad de Calidad

En seguida, veremos que el elemento fundamental para una sexualidad de calidad y para
el enriquecimiento del deseo es la capacidad de satisfacer la necesidad respetando los
límites que demandan la preocupación por el otro y por uno mismo. Junto con esto, la
fuerza de voluntad para la postergación del deseo sexual es muy importante, lo que
implica saber renunciar a las satisfacciones inmediatas y posponer un encuentro sexual
para un momento en que se den las condiciones necesarias para que el encuentro sea
vivido en respeto, amor y cuidado. De aquí el valor de la postergación, ya que fomenta el
cuidado que favorece un encuentro personalizado y amoroso, como también, la
construcción de una sexualidad que promueve una relación afectiva de calidad, duradera,
intensa y creativa.

4.3.1. El deseo es respeto y trasgresión

Para mantenerse apasionado en la relación con algo o con alguien, es necesario conservar
vivo el deseo. El deseo tiene una base instintiva animal, que tiende a la satisfacción en un
estilo egocéntrico y narcisista, sin tener consideración por el otro, y que se despliega en la
búsqueda del placer inmediato y la descarga. Pero también el deseo puede satisfacerse
teniendo presente al otro, considerando las limitaciones de la realidad, pensando a futuro
y no en la inmediatez, disfrutando en el proceso y no en la descarga. Es la diferencia entre
tener sexo poniendo el acento en lograr el orgasmo y la eyaculación, o hacer el amor.
Pero, finalmente, en el deseo se amalgaman esas dos tendencias: la primera es
claramente transgresora del otro, y en la otra se lo respeta, se respeta sus necesidades y

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exigencias, lo que lleva a limitar el despliegue desconsiderado del placer narcisista y
egocéntrico.

En esta tensión inevitable y dinamizante, el deseo se construye queriendo transgredir y


queriendo respetar el límite que me impone el otro. De aquí que la pasión se construya y
se sostenga en una relación dialéctica entre la normatividad y la trasgresión.

En la vida de la pareja va a ser determinante la calidad del deseo construido, porque éste
va a incidir en la calidad no sólo de la pasión carnal, sino también de la pasión afectiva, las
cuales definen el pronóstico de una relación a largo plazo.

4.3.2. El goce inmediato es pura trasgresión e impide el enriquecimiento del deseo

Si la necesidad, el instinto, el apetito sexual se satisface en forma inmediata e impulsiva,


tenemos varias consecuencias que van echando a perder la calidad del deseo y su
posibilidad de enriquecimiento a través del tiempo:

4.3.3. La represión sexual impide el enriquecimiento del deseo

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La mente incorpora los límites inscritos en las normas a través de las figuras de autoridad.
Los padres y los establecimientos educacionales son los portadores de la normatividad
que se inculca desde la infancia, para impedir el desborde de una sexualidad trasgresora
centrada en la gratificación egocéntrica e inmediata, que impediría el compromiso
necesario para criar un hijo. Sin embargo, como la fuerza del impulso viene de nuestro
instinto animal, si ajustamos en exceso la irrupción de esta necesidad, corremos el riesgo
de aplastarla, de aniquilarla en su fuente.

Ahora bien, cuando la autoridad —y, por tanto, la educación— es sumamente rígida,
excesivamente prohibitiva, castigadora y perfeccionista, el lactante, el niño, el púber, el
adolescente y, posteriormente, también el adulto joven, se angustiarán frente a cualquier
posibilidad que lo tiente a la trasgresión. Por lo tanto, evitará conocer el placer sexual,
aventurarse a explorar las fantasías conectadas a ese placer. En la infancia evitará la
masturbación. Y en la niñez, pubertad y adolescencia, evitará todo contacto con las
fantasías que van construyendo el deseo erótico. Frente a todas aquellas vivencias que lo
aproximen a vivenciar aquello prohibido, la mente automáticamente interpondrá un
tabique, de manera que esa experiencia no forme parte del mundo consciente. Ese
tabique actúa como un dique que desconecta la experiencia consciente de la inconsciente,
dejando censurados y reprimidos los contenidos inconscientes. Y así, cualquier experiencia
de la vida real que vaya a recordar aquello que está reprimido, va a gatillar una señal de
angustia. El temor, la angustia, el miedo, la culpa y la persecución que rodea a todo
aquello que tenga una connotación sexual, impedirán el enriquecimiento del deseo.

Frente a esto, el arte de educar en la sexualidad consiste en fomentar la capacidad de


conocer, explorar y experimentar el placer sexual durante todo el desarrollo del sujeto; y,
al mismo tiempo, permite construir en él una capacidad de respeto a la norma, cuyo
cumplimiento inicialmente estará basado en la obediencia a los padres, y poco a poco en
la construcción de una voluntad autónoma. Se trata de una voluntad que, sin aplastar la
fuerza del instinto, pueda ir estableciendo un diálogo interno que le permita al sujeto

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conjugar la necesaria permisividad frente al placer, con la necesaria limitación que cuida,
respeta y compromete en ese disfrute.

4.3.4. Una voluntad saludable

Uno de los componentes de la voluntad es la capacidad de renunciar a una gratificación


inmediata. En el caso de la sexualidad, la voluntad es la capacidad de posponer una
satisfacción en un momento en que no se dan las condiciones para que el encuentro
erótico sea vivido con respeto, cuidado y amor. A esta voluntad que opta libremente por
satisfacer el deseo en forma personalizada, y que al mismo tiempo es realista, promotora
del crecimiento y del desarrollo de uno mismo, del otro y de la relación, la llamamos
“voluntad saludable”.

La “voluntad saludable” no se construye sumando máximas, prohibiciones, interdictos y


dogmas cuyo sentido no se entiende. Al contrario, este tipo de sometimiento a la ley
genera resentimiento y, más temprano que tarde, la rebelión que tales sentimientos
promueven llevan a una “voluntad fallida”.

Actualmente, hay una orden implícita y explícita de los medios de comunicación de masas:
“¡Gocen! gocen ahora, con todas las ganas, lo máximo y todo el tiempo que sea posible…
aprovechemos todavía un poco más”. Las religiones nos prometían felicidad en el futuro,
en el más allá; las ideologías, en un futuro pos-revolucionario; el mensaje actual es que la
felicidad consiste en querer eso aquí y ahora, y obtenerlo a cualquier precio. Algunos
reaccionan intentando huir de esa provocación, y lo hacen prohibiendo, censurando. Pero
como no es posible marginar al adolescente del grupo social, termina igualmente invadido
por tales mensajes y, lo peor de todo, muy mal preparado para digerirlos.

Es importante destacar que la “voluntad saludable” —que garantiza el enriquecimiento


del deseo y, por lo tanto, promueve el vínculo apasionado— la desarrollamos
especialmente en el mundo del trabajo, donde la mayoría de las personas se esfuerzan
bastante por lograr calidad, eficiencia y buenas remuneraciones. Podríamos decir que la
calidad de estos logros materiales respecto de los del mundo de las relaciones personales

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es mucho mejor. Es en el área de las relaciones humanas íntimas —de la construcción de
vínculos a largo plazo, apasionados, con enriquecimiento del deseo—, donde se ve con
más claridad que tenemos una “voluntad fallida”.

4.3.5. El deseo y el goce: su rol en la inteligencia emocional

Ser inteligente emocionalmente es ser capaz de percibir con lucidez la situación afectiva y
emocional que se está viviendo en un momento dado, ya sea solo o con otro —percepción
que incluye el grado de conflicto que todo vínculo conlleva— y, al mismo tiempo,
reaccionar, proveer de una respuesta que contribuya al progreso y al desarrollo de la
relación, ya sea consigo mismo o con los demás.

Esta capacidad de leer la realidad emocional requiere poder instalarse en una situación el
tiempo necesario para dejarse impactar afectivamente por los elementos sentimentales y
emocionales que están en juego. Esta capacidad de espera, esta paciencia y aguante ante
la incertidumbre que supone no tener una respuesta preconfigurada frente a la realidad,
depende de la capacidad de tolerar la frustración que tenga el individuo.

Pero no basta con reconocer, con leer la realidad emocional que se está viviendo. Para
que haya desarrollo, para que haya progreso, reforzamiento y enriquecimiento del
vínculo, se requiere una respuesta creativa que resuelva en caso de conflicto o que, en
términos generales, enriquezca y contribuya al desarrollo del vínculo. La calidad de tal
reacción, de esa respuesta, va a depender del arsenal de recursos mentales de que el
sujeto disponga, los cuales no son sino fruto de experiencias pasadas que se han ido
almacenando en la memoria. Y la calidad de estas experiencias pasadas como recursos
mentales disponibles, va a depender del nivel simbólico, del grado de sublimación con que

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se las vivió. En este proceso se generan círculos virtuosos o viciosos: a mayor calidad en
las experiencias, más recursos disponibles para vivir nuevas experiencias con mayor grado
de simbolización y creatividad; en caso contrario, a menor calidad en las experiencias,
menos posibilidades de construir nuevas experiencias y, por lo tanto, menos recursos
mentales disponibles a futuro, con la consecuente menor probabilidad de vivir
experiencias creativas, y así sucesivamente.

El grado de creatividad de la experiencia y el grado de simbolización y sublimación,


estarán directamente relacionados con la capacidad de buscar una respuesta mientras se
toleran la necesidad y el deseo, sin precipitarse a dar una respuesta repetitiva, conocida,
que no aporta ninguna novedad. Esta tolerancia aumenta en un clima con predominio
amoroso, donde el sujeto está puesto más en el otro que en sí mismo, tiene la confianza
de que es capaz de originar una respuesta diferente, y no está abrumado por angustias
persecutorias que tienden a ser paralizantes de los procesos mentales. Y la tolerancia de
que hablamos disminuye en un clima con predominio agresivo, por el proceso inverso al
recién descrito.

El proceso que acabo de describir corresponde a los pasos necesarios para la construcción
del pensamiento, de los símbolos y el lenguaje a partir de la infancia y la niñez. Si el
lactante no fuera nunca destetado, no sería capaz de concebir en su mente la idea de
pecho. Es en el momento en que aparece el deseo de mamar, y en el lapso en que no
puede satisfacerlo, que en su mente se construye y rescata el recuerdo de una
representación que no es sino la imagen de un pecho. Si en ese momento hay un exceso
de angustia, la mente se paraliza y no puede construir tal representación. De ahí la
importancia de vivir la experiencia en un clima mínimamente contenedor, amoroso.

Y así, todos los aprendizajes son el resultado de un cierto nivel de frustración que activa la
necesidad y el deseo, a partir del cual, dependiendo de los recursos mentales, de la
tolerancia a la frustración de no poder satisfacer en forma inmediata ese deseo, y del
clima de contención y amor en que sea vivida dicha frustración, se va a construir el
símbolo, el lenguaje, la habilidad o la destreza en cuestión. Al contrario, la búsqueda del

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goce, del placer de la descarga sin tolerancia a la frustración difícilmente va a dejar el
recuerdo de una experiencia rica en simbolismos y sublimación, generadora de lenguaje, y
más bien quedará el recuerdo de un placer sensorial concreto, exento de personalización.

En este sentido, la búsqueda del deseo como situación creativa está centrada más en el
proceso, en el compartir, en la preocupación por el otro; en definitiva, en un estado
mental amoroso que ayuda a tolerar la insatisfacción, facilitando así una experiencia
cargada de recursos simbólicos y sublimaciones, que en forma sucesiva permitirá dar
nuevas respuestas más enriquecidas.

Lo que motiva a un vínculo consigo mismo y con el mundo donde lo que predomine sea el
deseo por sobre la búsqueda del goce, es la pasión afectiva. Ésta se alimenta de las ganas
de conocer al otro más allá de uno mismo, de respetarse y cuidarse a sí mismo evitando
los procesos autodestructivos, y de amar, por el puro placer de hacer crecer y desarrollar
a otros. La inteligencia emocional y los recursos mentales van a estar muy determinados
por la calidad de la pasión afectiva, la que a su vez se alimenta del deseo.

El enriquecimiento del deseo se apoya en el enriquecimiento de la fantasía, que a su vez


contribuye al bagaje de recursos mentales, que en un círculo virtuoso nos llevan a ser cada
vez más creativos, eficientes y emocionalmente atractivos.

4.3.6. La fidelidad, una capacidad que no se improvisa

Ya sabemos que una “voluntad saludable” favorece la construcción de una sexualidad de


calidad y un amor sexual maduro. Al mismo tiempo, la fidelidad juega un gran papel en
todo esto. La fidelidad es la capacidad del ser humano de renunciar –voluntariamente- a la
gratificación de sus propios placeres, de sus instintos, con el fin de cuidar el vínculo con el
otro, con quien ha establecido un compromiso de exclusividad. Esta es una facultad propia
del hombre que está muy ligada a la capacidad de amar, al altruismo, facultades que
suponen una decisión consciente a favor del otro, la cual se cumple pese a ser también
causa de frustración en quien la realiza.

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El deseo de ser infiel no se reprime, sino que se sacrifica voluntariamente. Siempre va a
constituir un deseo prohibido que tienta, al que se sobrepone el amor a la pareja, que
lleva a cumplir el compromiso y disminuye la intensidad del deseo. La consecuencia más
nociva de la infidelidad es el daño y el deterioro a lo esencial de una relación de pareja: la
intimidad y la exclusividad. La intimidad es uno de los beneficios más importantes de una
relación de pareja a largo plazo. La emoción de poseer a otro, de perderme en otro, y la
conciencia de que ese otro está en mí y se aloja en mí, contribuyen a una rica sensación de
profunda unión, generando un envolvente sentimiento de infinitud. La exclusividad, por su
parte, también es dulce, placentera, y además, tranquilizadora: nos instala en una
sensación de plena confianza en que el otro es mío, yo soy plenamente del otro y, por lo
tanto, puedo confiar infinitamente.

La capacidad de amar, la capacidad de compromiso y la fidelidad, no son condiciones ni


aptitudes que se improvisen. Se construyen a partir de la infancia y la niñez en la relación
con los padres, y posteriormente con todos aquellos que se van sumando en el trayecto
de la vida. Se instalan en una determinada moral que sirve como referencia a la hora de
tomar decisiones.

La fidelidad a los amigos, hermanos, padres —y así con todos los vínculos llamados
fuertes— depende de la regulación de la ambivalencia de amor y odio, en el sentido de
que cuanto más predomine el amor en el vínculo, mayor será el grado de fidelidad. Esto,
que ocurre en todas las relaciones, acontece en la relación de pareja con un agregado
especial que proviene de aquello que justamente caracteriza a la pareja: el sexo. De aquí
surge, entonces, el concepto de fidelidad sexual, como una variante al interior de las
complejas relaciones humanas.

La fidelidad sexual tampoco se improvisa, y su calidad va a depender de la capacidad que


tenga el sujeto para establecer relaciones en alteridad basadas en la preocupación por el
otro, derivada del amor al otro, que incita a no dañarlo, no abandonarlo y cuidarlo.

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El no abandonar incluye la necesaria proyección de
la relación a través del tiempo; por lo tanto, integra Constancia objetal: la capacidad para
mantener una relación que perdure
el cuidado y la preocupación para que el vínculo con una persona específica, o por el
contrario, la tendencia a rechazar
perdure. Esta capacidad, que desde el punto de
sustitutos de una persona determinada
vista técnico llamamos “constancia objetal”, se con quien se tiene una relación
afectiva.
construye gradualmente a partir de la infancia
temprana. Al llegar a la pubertad, se ve desafiada dicha capacidad por una fuerte
tentación al abandono, al cambio, a la sustitución, que va a provenir del deseo sexual.

La excitación sexual que busca el placer en el contacto sensorial con un cuerpo idealizado,
siempre estimulante, favorece el recambio, la sustitución y, por lo tanto, las relaciones
transitorias, pasajeras y, en definitiva, con poca lealtad a esa expresión afectiva del
compartir íntimo de los cuerpos. Además, se refuerza esta actitud con la cultura de
recambio y sustitución fácil a la que constantemente invita la sociedad de consumo,
donde la mayor parte de los objetos son desechables y no reparables.

La capacidad de “constancia objetal” requerirá un proceso de elaboración durante la


pubertad y la adolescencia, un desarrollo a través del cual se vaya construyendo la
capacidad de vivir una modalidad de relación basada fundamentalmente en el deseo
erótico integrado a la afectividad. En este proceso integrativo, en que la peculiaridad de la
persona adquiere una importancia crucial, se va haciendo un camino hacia un vínculo
sexual que, al mismo tiempo, es personalizado, en lealtad y comprometido.

Sin embargo, si en este trayecto el adolescente no desarrolla su deseo erótico integrado a


los afectos positivos, en su mente se fijará, con una fuerza posteriormente irresistible, la
tendencia a la sustitución de sus objetos de amor. En tanto adulto, le será difícil
comprender la gratificación que acarrea el construir una relación personalizada, afectiva,
tolerante frente a los conflictos y la frustración, y capaz de preservar y cuidar el vínculo en
el largo plazo. Difícil, porque no fue eso lo que vivió como adolescente, con el agravante
de que la gratificación sexual que hemos llamado el “goce inmediato”, condiciona una
adicción. Y si el día de mañana ese adulto se ve enfrentado a situaciones difíciles con su

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pareja, tenderá a recurrir en su mente a la alternativa del cambio, de la sustitución. Esta
puede ser una respuesta transitoria o permanente a una dificultad pero, en definitiva, su
resultado es una tendencia a la infidelidad y a la deslealtad que puede hacerse
extremadamente difícil de manejar. A todo esto contribuye la cultura actual de recambio.

De aquí, entonces, la importancia de incluir en la enseñanza de la sexualidad, el desarrollo


de una “voluntad saludable” que permita promover una relación personalizada, amorosa y
en fidelidad, y que, por ende, facilite la construcción de un amor sexual maduro en la vida
futura de niños, niñas y adolescentes.

Curso de Afectividad, Sexualidad e Inteligencia Emocional, Dr. Ricardo Capponi


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Es importante recordar…

• Los factores importantes que han influido sobre actitudes frente a la Sexualidad y su
Educación:

 Desde una tradicional tendencia a privar y reprimir la sexualidad, especialmente hacia la


mujer, a una tendencia mediática actual que incita a la satisfacción inmediata de deseos y
placeres.

 El ingreso de la mujer al mundo laboral ha marcado una tendencia hacia una mayor
igualdad de género y una relación de pareja simétrica.

 Permanece una educación sexual represiva en las mujeres y disociada en los hombres.

• Los aspectos a considerar para una metodología de Educación Sexual adecuada:

 Debe ser comprensiva, promoviendo la construcción de un amor sexual maduro y


recalcando el valor del respeto, amor y cuidado, como también, el valor de la postergación,
la voluntad y la fidelidad.

 En la toma de decisiones para el programa institucional, se debe considerar la línea del


proyecto educativo del colegio, la moral de los padres y las motivaciones e inquietudes de
los alumnos.

 Proponer objetivos orientados a desarrollar un buen manejo del impulso sexual, de modo
que permitan desarrollar la inteligencia emocional y por ende, promuevan una mejor
calidad de vida.

• Los roles de cada actor interviniente en la Educación Sexual:

 Profesores: Entregar información objetiva según edad y mediar reflexiones.

 Padres: Acompañar y guiar según necesidades de la etapa del desarrollo de sus hijos.

 Alumnos: Compartir experiencias, concepciones, reflexiones, curiosidades, etc.

• Lo que implica construir una sexualidad sana y deseo erótico de calidad:

 Integrar los afectos positivos a la excitación sexual.

 Desarrollar una voluntad saludable orientada a un trabajo emocional que exige


aplazamiento, generosidad, postergación, cuidado, respeto y compromiso.

 Renunciar a las satisfacciones inmediatas y posponer el encuentro sexual para un


momento en que se de
Curso denAfectividad,
las condiciones necesarias
Sexualidad (cuandoEmocional,
e Inteligencia la mente esté preparada)
Dr. Ricardo para
Capponi
que el encuentro sea vivido en respeto, amor y cuidado.

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