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HIJOS DE LA CATÁSTROFE
La de Wolgfang es solo una de las miles de historias del exilio
venezolano que pueden conocerse caminando por las calles de
Lima. Es, además, uno de los rostros involuntarios de esa
“diáspora venezolana”, como llama The New York Times a los
150 mil ciudadanos que han abandonado Venezuela en el último
año, debido a la ruina económica que se vive en el otrora rico
país petrolero.
LEVANTANDO PUENTES
De lunes a viernes, a partir de las 2 dela tarde, las oficinas de
Migraciones, en Breña, se llenan de venezolanos que acuden
con
esperanza a la cita para obtener su Permiso Temporal de
Permanencia (PTP). Esta es una figura jurídica creada por el
actual gobierno con un enfoque humanitario y de
derechos fundamentales que permite acogerlos en nuestro
suelo y darles un respiro de al menos un año, mientras mejoran
su situación y se integran a la economía formal de este país.
Es por acciones como esta que dicha comunidad ha anunciado
su intención de postular en setiembre del 2017 al presidente
Pedro Pablo Kuczynski al Premio Nobel de la Paz [ver
recuadro]. Al día, el despacho gubernamental tramita 260 de
estas solicitudes, que se aplican solo a los ciudadanos que hayan
llegado al Perú antes del 2 de febrero. “Siempre decimos que
somos un país con memoria y que en el Perú tenemos una
vocación de construir
puentes, no muros. Acuérdate de que muchos peruanos se
fueron a Venezuela en los años 70”, comenta Eduardo Sevilla,
superintendente nacional de Migraciones. La comunidad
peruana que vive allá bordea los 150 mil individuos. La cifra de
venezolanos en el Perú es incierta, pero podría estar entre los 6
mil y 15 mil.
VIDA EN COMUNIDAD
En Perú, los venezolanos se agrupan en redes para poder
protegerse entre ellos y acoger a otros. Elías Pavone (24),
natural de la provincia de Barquisimeto, conocida como la
‘Capital Musical’, cuenta que vive desde hace cuatro meses en El
Agustino con otros 30 venezolanos, repartidos en varias casas.
Algunos llegaron antes que él, otros después. Están también
los que se han venido con toda la familia, como el músico
Sebastián Bernardini (31), que fue profesor de la Sinfónica del
Estado de Sucre, el segundo más grande de allá, pero que
ahora sobrevive tocando joropos con su ‘cuatro venezolano’, un
instrumento de cuerdas, en micros y restaurantes. Se vino junto
a su esposa y sus tres pequeñas hijas cuando ya era imposible
encontrar leche, pañales y medicinas para ellas. Ahora
Bernardini integra una orquesta de músicos con sus paisanos.
Recién están en fase de ensayos. Alguien le alcanza a Bernardini
un charango peruano y no tarda nada en encontrar los acordes
correctos y tocarse un Alma llanera con un sabor andino. No es
difícil, dice, reconociendo que nuestros pueblos han sufrido lo
mismo y que hay lazos más fuertes que cualquier adversidad.
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Fuente: https://elcomercio.pe/somos/migracion-venezolana-peru-estampas-ano-termina-
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