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plural, que permita propuestas y soluciones con los diferentes contextos sociales, raciales y
culturales basadas en la equiparación de oportunidades y la igualdad de derechos. Un perfil
docente capaz de asumir el reto y apertura a un escenario diverso.
Para ello, es necesario reformular el concepto de diversidad y valorar las múltiples necesidades
del educando y hacer de las mismas la base fundamental para la inclusión educativa y social
basada fundamentalmente en el logro de la máxima funcionalidad y autonomía del educando.
1. Valorar como positivo la diversidad de los educandos: las diferencias entre los
estudiantes son un recurso y un valor dentro de la educación. Esta valoración se
relaciona con:
El punto de vista del profesorado sobre las diferencias entre los educandos.
2. Apoyar a todo el estudiantado: los docentes esperan lo mejor de todos sus educandos
cada uno con sus capacidades e inteligencia múltiple. Esto está relacionado con:
Valorar el tiempo que los estudiantes emplean para aprender en relación con la
motivación y los incentivos asociados a los aprendizajes que se proponen.
Los docentes deben procurar una estructura positiva que anime a la adquisición de
conductas sociales de cooperación, respaldando las iniciativas de los educandos.
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La puesta en marcha de la E.I. tiene unos efectos más o menos inmediatos en el contexto
sociocultural y genera una serie de cambios, entre los que destacamos los siguientes:
Un sistema que apoya, atiende y satisface las necesidades de todos y no sólo de unos
pocos. Nadie queda fuera de la escuela.
Todos los esfuerzos y recursos del personal se dedican a evaluar las necesidades de los
estudiantes y de los docentes, para adaptar la enseñanza y proporcionar los apoyos
necesarios a todo el alumnado.
Un marco en el que desarrollar actividades de grupo, cuidando y fomentando la
adaptación a los diferentes ritmos de aprendizaje y a sus capacidades, de todos y
cada uno de los miembros del equipo.
El “estudio y seguimiento permanente del estudiante, que permite valorar los logros y
detectar las dificultades para proponer acciones que contribuyan a superarlas”.
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Algunos principios básicos de escuelas con un enfoque inclusivo son aquellos que: potencian la
autonomía de actuación y de pensamiento siendo tolerantes y buscando acuerdos a través
del diálogo; ante los conflictos no resueltos por esa vía consideran las decisiones colectivas
mayoritarias como la alternativa a seguir; defienden una actitud activa y creativa como medio
para cambiar las estructuras y solucionar las dificultades; apuestan por el interculturalismo, de
manera que cada miembro a través de la interacción e información, sin prejuicios, adquiera, una
mentalidad abierta y tolerante hacia las distintas culturas y, recursos que le sirvan para
desenvolverse en diferentes modelos culturales (Escuela Amara Berri[1]).
1. La educación en valores.
Los valores impregnan el hecho educativo y lo orientan, están presentes a lo largo y ancho del
sistema educativo: las normas legales se fundamentan en unos principios y valores que las
instituciones escolares asumen y expresan en las diferentes dimensiones de su planificación y
sobre todo en su acción. A su vez estos valores reflejan las aspiraciones y necesidades de la
sociedad puesto que ésta pone grandes expectativas en la escuela y exige no ser defraudada.
Todas las elecciones que deben hacerse en educación -desde los contenidos, la metodología, la
formación de los maestros- están basadas en la visión que esa sociedad tiene de “lo que vale la
pena”, es decir, en un conjunto de valores[2].
Sobre el concepto de valores señalamos tres características: los valores se adquieren, son
deseables y deben traducirse en acciones. Los valores se adquieren en un proceso de
interacción con los demás y en contextos diversos: familia, escuela y sociedad. La escuela
como institución social no puede conformarse con equipar a las personas de conocimientos
e instrumentos sobre saberes científicos y tecnológicos ya que esto no es suficiente para su
desarrollo personal y social; también debe enseñarles actitudes y valores que les sirvan
para orientar su vida, para convivir con los demás y para contribuir individual y
colectivamente a la consecución de una sociedad más justa y solidaria. “El aprender a
convivir es, en sí, un resultado del proceso de escolarización que pretende socializar a los
alumnos en valores deseables y generalizables” (Campo 2001, p. 30). De esta manera los
procesos educativos se convierten en la llave para la inclusión social y la convivencia en nuestra
sociedad (Valls 58).
Se podría deducir que existe una coincidencia entre los valores que vive y desea la sociedad y
los que el sistema educativo propone. Sin embargo, la experiencia nos demuestra que hay un
desajuste entre los valores que consideramos deseables y que debe transmitir la escuela y
aquéllos que imperan en la sociedad. Creemos que la educación, aun teniendo en cuenta la
realidad social debe ir más allá, debe tener algo de utopía y situarse en el terreno del deber ser,
para ir avanzando hacia una escuela y una sociedad más justa, equitativa y solidaria y en la que
imperen los valores democráticos.
Silvia Schmelkes[3]presenta los aspectos que debería trabajar la escuela en valores, lo que ella
denomina, una población educada:
Educada en la democracia como forma de gobierno, pero sobre todo como forma de
vida.
Que sea capaz de resistir los embates de estructuras viciadas que demandas
comportamientos corruptos… lo que conduce a la necesidad de desarrollar en los
educandos el juicio moral.
Los Programas de Acogida son también una estrategia para favorecer la convivencia en los
centros ya que se trata de educar en valores y enseñar procedimientos para resolver conflictos:
es un recurso para trabajar en los centros la diversidad y la interculturalidad.
La escuela es un entramado de relaciones sociales que se dan entre todos los que forman parte
de la misma: relaciones entre los alumnos, entre los profesores, entre los padres y entre cada uno
de ellos con los demás. No siempre es fácil dicha interacción ya que en la misma intervienen
cuestiones de poder, de autoridad, de individualismo, etc. Se trata de convivir con los demás.
El conflicto es algo natural, que debe enseñarse a manejar en una educación que se fundamenta
en el respeto a la diversidad. Es imposible concebir participación, disciplina y diálogo escolar
sin aprovechar el conflicto como eje de la convivencia y sin establecer una estrategia general
para su resolución (Alzate, 2006[5]).
Entendemos el conflicto, desde el punto de vista social, como una situación que implica
dificultad o confrontación de intereses entre dos o varias personas. Para María José Díaz
Aguado (2005) el conflicto forma parte de la vida y es el motor de nuestro progreso. Sin
embargo, en determinadas condiciones, puede conducir a la violencia, incluso en contextos
como la escuela.
El conflicto, desde ciertas propuestas educativas, se entiende como un hecho positivo y una
oportunidad para que el tiempo de escolarización desemboque en un verdadero proceso
para la convivencia participativa y democrática (Morollón, 2001).
Carrasco (2007) alude a los estudios de Hallinan y Williams (1987, 1990) quienes indican la
influencia de ciertos factores de la organización escolar en el desarrollo del conflicto como, por
ejemplo, el criterio para agrupar a los alumnos. Otras investigaciones muestran que la propia
institución escolar puede producir segregación étnica y sexual, diferenciación y segregación
bajo una aparente heterogeneidad y un discurso de igualdad (Payet, 1997).
Para Vicente Prados (1997) pueden ser fuentes de violencia en la escuela aquellas que se
generan desde el currículo, como el sistema de evaluación o las mismas finalidades del sistema
educativo.
[1] El Colegio Público Amara Berri está ubicado en dos de los más céntricos y populosos
barrios de San Sebastián.
[3] Silvia Schmelkes (2002). Los valores de la educación en el nuevo milenio. Extraído el 26 de
enero de 2009 desde http://www.educoas.org/portal/docs/valores_educ_nuevomilenio.pdf
[4] Francesc Carbonell y Joaquim Arenas en Plan para la Lengua y la Cohesión social.
Educación e inmigración. generalitat de Catalunya, en junio 2007. Localizable
en http://www.xtec.es/lic/intro/documenta/anexo1_aulas.pdf
[5] ramón Alzate Sáez de heredia. Catedrático de Psicología de la Universidad del País Vasco.
Profesor del Máster en resolución de Conflictos y Mediación. U. Complutense de Madrid.
Materiales de trabajo propios.
[6] Los contextos sociales funcionan como espacios de fuerzas y están estructurados de acuerdo
a diversas variables.