Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Los orígenes de la Inquisición española constituyen el relato de cómo y por qué los
reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón pidieron al papa y éste les concedió
—en 1478 para la Corona de Castilla y en 1483 para la Corona de Aragón— la
instauración de la Inquisición española, que a diferencia de la inquisición pontificia
medieval dependería del poder civil.
6 Bibliografía
Antecedentes
La inquisición pontificia en los reinos cristianos medievales peninsulares
Los orígenes de la Inquisición española constituyen el relato de cómo y por qué los
reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón pidieron al papa y éste les concedió
—en 1478 para la Corona de Castilla y en 1483 para la Corona de Aragón— la
instauración de la Inquisición española, que a diferencia de la inquisición pontificia
medieval dependería del poder civil.
Índice
1 Antecedentes
1.1 La inquisición pontificia en los reinos cristianos medievales peninsulares
1.2 El fin de la "tolerancia" a los judíos: las matanzas de 1391
1.3
Antecedentes
La inquisición pontificia en los reinos cristianos medievales peninsulares
Véase también: Inquisición pontificia
Fiel al ejemplo de los reyes sus antepasados y obediente a los cánones de la Iglesia, que
separaban al hereje de su gremio y del consorcio de los fieles, manda salir de su reino a
todos los valdenses, vulgarmente llamados sabbatatos y pobres de Lyón, y a todos los
demás de cualquiera secta o nombre, como enemigos del rey y del reino (et nostros
etiam regnique nostri publicos hostes).
[...]
Si alguno fuere hallado después de este término [el Domingo de Pasión], será quemado
vivo y de su hacienda se harán tres partes: una para el denunciante y dos para el fisco.
Los castellanos y señores de lugares arrojarán de igual modo a los herejes que haya en
sus tierras, concediéndoles tres días para salir, pero sin ningún subsidio. Y si no
quisieren obedecer, los hombres de las villas, iglesias, etc, dirigidos por los vegueros,
bailes y merinos, podrán entrar en persecución del reo en los castillos y tierras de los
señores, sin obligación de pechar el daño que hicieren al castellano o los demás fautores
de los dichos nefandos herejes. Todo el que se negare a perseguirlos, incurrirá en la
indignación del rey, y pagará veinte monedas de oro. Si alguno, desde la fecha de la
publicación de este edicto, fuere osado de recibir en su casa a los valdenses, sabbatanos,
etc., u oír sus funestas predicaciones, o darles alimento o algún otro beneficio, o
defenderlos o prestarles ascenso en algo, caiga sobre él la ira de Dios omnipotente y la
del señor rey, y sin apelación sea condenado como reo de lesa mejestad y confiscados
sus bienes. Sépase que si alguna persona noble o plebeya descubre en nuestros reinos
algún hereje y le causa males, deshonras y gravámenes, con tal de que no sea la muerte
o el descoyuntamiento de miembros, que lo tendremos como grato y acepto, sin temer
que pueda incurrir en pena alguna, antes bien, merecerá nuestra gracia; y después de
expoliarles sus bienes y de la deshonra y gravamen que puedan inferirles, los han de
traer a nuestros vicarios y bailes para que les apliquen la justicia.
—Ordenanza de Pedro II de Aragón. Gerona, 1197
Sin embargo, algunos príncipes cristianos fueron más lejos. Entre ellos sobresalió Pedro
II de Aragón que en 1197 promulgó en Gerona una durísima ordenanza antiherética en
la que mandaba quemar vivos a los herejes que se negaran a abandonar sus dominios.3
La inquisición pontificia existió en la Corona de Aragón hasta que a principios del siglo
XV dejó prácticamente de actuar. Durante ese tiempo se ocupó de casos aislados de
herejía y de escaso arraigo popular como los procesos que se abrieron contra los
fraticelli o contra los beguinos en diversos lugares de los Estados de la Corona. El más
famoso de sus inquisidores fue el catalán Nicholas Eymerich gracias al manual
Directorium Inquisitorum que escribió a mediados del siglo XIV.8
El fin de la "tolerancia" a los judíos: las matanzas de 1391
Véanse también: Antijudaísmo cristiano y Revuelta antijudía de 1391.
Hasta el siglo XIV los judíos de los reinos cristianos de la península ibérica habían sido
"tolerados", entendiendo esa palabra, en sentido negativo, de permitir lo ilícito porque
se obtiene de ello alguna utilidad. Como ha señalado Joseph Pérez, "hay que desechar la
idea comúnmente admitida de una España donde las tres religiones del Libro —
cristianos, musulmanes y judíos— habrían convivido pacíficamente durante los dos
primeros siglos de la dominación musulmana y, más tarde, en la España cristiana de los
siglos XII y XIII. La tolerancia implica no discriminar a las minorías y respetar la
diferencia. Y, entre los siglos VIII y XV, no hallamos en la península nada parecido a la
tolerancia".9 Henry Kamen, por su parte, afirma que "las comunidades de cristianos,
judíos y musulmanes nunca habían vivido en pie de igualdad; la llamada convivencia
fue siempre una relación entre desiguales"10 En los reinos cristianos, destaca Kamen,
tanto judíos como musulmanes era tratados "con desprecio" y las tres comunidades
"vivían existencias separadas".11
En el siglo XIV se termina el periodo de "tolerancia" hacia los judíos pasándose a una
fase de conflictos crecientes. Según Joseph Pérez, "lo que cambia no son las
mentalidades, son las circunstancias. Los buenos tiempos de la España de las tres
religiones había coincidido con una fase de expansión territorial, demográfica y
económica; judíos y cristianos no competían en el mercado de trabajo: tanto unos como
otros contribuían a la prosperidad general y compartían sus beneficios. El antijudaísmo
militante de la Iglesia y de los frailes apenas hallaba eco. Los cambios sociales,
económicos y políticos del siglo XIV, las guerras y las catástrofes naturales que
preceden y siguen a la Peste Negra crean una situación nueva. […] [La gente] se cree
víctima de una maldición, castigada por pecados que habría cometido. El clero invita a
los fieles a arrepentirse, a cambiar de conducta y regresar a Dios. Es entonces cuando la
presencia del pueblo deicida entre los cristianos se considera escandalosa".13
Pastorcillos asaltando una ciudad.
Pero la gran catástrofe para los judíos de la península ibérica tiene lugar en 1391 cuando
las juderías de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón son masacradas. Los
asaltos, los incendios, los saqueos y las matanzas se inician en junio en Sevilla, donde
Fernando Martínez, arcediano de Écija, aprovechando el vacío de poder que crea la
muerte del arzobispo de Sevilla endurece sus predicaciones en contra de los judíos que
había iniciado en 1378 y manda derribar las sinagogas y requisa los libros de oraciones.
En enero de 1391 un primer intento de asalto a la judería puede ser evitado por las
autoridades municipales, pero en junio cientos de judíos son asesinados, sus casas
saqueadas y las sinagogas convertidas en iglesias. Algunos judíos logran escapar; otros,
aterrorizados, piden ser bautizados.1516
Matanza de judíos en Barcelona en 1391 (Josep Segrelles, ca. 1910).
Desde Sevilla la violencia antijudía se extiende por Andalucía y luego pasa a Castilla.
En agosto alcanza a la Corona de Aragón. En todas partes se reproducen los asesinatos,
los saqueos y los incendios. Los judíos que logran salvar la vida es porque huyen —
muchos se refugian en el reino de Navarra, en el reino de Portugal o en el reino de
Francia; otros se marchan al norte de África— y sobre todo porque aceptan ser
bautizados, bajo la amenaza de muerte. El número de víctimas es difícil de saber. En
Barcelona fueron asesinados unos 400 judíos; en Valencia 250; en Lérida 68…1716
Tras la revuelta de 1391 se recrudecen las medidas antijudías —en Castilla se ordena en
1412 que los judíos se dejen barba y lleven un distintivo rojo cosido a la ropa para poder
ser reconocidos; en la Corona de Aragón se declara ilícita la posesión del Talmud y se
limita a una el número de sinagogas por aljama— y las órdenes mendicantes
intensifican su campaña para que los judíos se conviertan, en la que destaca el
valenciano Vicente Ferrer, y que recibe el apoyo de los monarcas —en la Corona de
Aragón se decreta que los judíos asistan obligatoriamente a tres sermones al año—.
Como consecuencia de las masacres de 1391 y las medidas que le siguieron hacia 1415
más de la mitad de los judíos de Castilla y de Aragón habían renunciado a la Ley
Mosaica y se habían bautizado, entre ellos muchos rabinos y personajes importantes. En
la Corona de Aragón, aljamas importantes como las de Barcelona, Valencia o Palma
prácticamente desaparecieron —en 1424 el call o judería de Barcelona fue abolido
porque se consideró innecesario—,18 y sólo quedó intacta la de Zaragoza. En Castilla
aljamas en otro tiempo florecientes como las de Sevilla, Toledo o Burgos perdieron
gran parte de sus miembros —en Toledo la antigua judería en 1492 sólo tenía unas
cuarenta casas—.18 En total apenas cien mil judíos de Castilla y de Aragón se
mantuvieron fieles a su religión. Como ha señalado Joseph Pérez, "el judaísmo español
nunca se repondrá de esta catástrofe, preludio de la expulsión que tendrá lugar un siglo
más tarde".19 En 1492, el año de su expulsión, en la Corona de Aragón tan sólo
quedaba una cuarta parte de los judíos que había antes de 1391 —la famosa comunidad
judía de Gerona, por ejemplo, se quedó con sólo 24 familias—. En la Corona de Castilla
no llegaban a ochenta mil —en Sevilla antes de las revueltas de 1391 había unas 500
familias judías; cincuenta años después sólo quedaban 50—.20
El "problema converso"
Marranos. Ceremonia secreta en España en la época de la Inquisición. Pintura de
historia del artista ruso-judío Moshe Maimon,21 1893.
El término converso se aplicó a los judíos que se habían bautizado y a sus
descendientes. Como muchos de ellos lo había hecho a la fuerza siempre fueron mirados
con desconfianza por los que se llamarán a sí mismos cristianos viejos22
En el siglo XV las posiciones abandonadas por los judíos son ocupadas en su mayoría
por los conversos, que se concentran allí donde habían florecido las comunidades judías
antes de 1391. Se ocupan de las actividades que antes desempeñaban los judíos: el
comercio, el préstamo, el artesanado. Por ejemplo, en Burgos son los conversos los que
dominan el gran comercio internacional de la lana. Además los conversos al ser
cristianos pueden acceder a oficios y profesiones que antes estaban prohibidas a los
judíos, y son bastantes los que ocupan cargos públicos —en ciudades como Burgos,
Toledo, Segovia, Cuenca o Guadalajara los conversos eran muy influyentes en los
consejos municipales—23 y algunos ingresan en el clero llegando a ser canónigos o
priores.24 E incluso obispos.23
El ascenso social de los conversos fue visto con recelo por los cristianos "viejos". En
Palencia una crónica habla de que en 1465 entre los cristianos viejos e los conversos
abía abido grandes bandos. El cronista converso Diego de Valera cuenta que en el
concejo de Córdoba23
avía grandes enemistades e grande envidia, como los cristianos nuevos de aquella
cibdad estoviesen muy ricos y les viesen de continuo comprar oficios, de los cuales
usaban soberbiosamente, de tal manera que los cristianos viejos no la an comportar
Otro factor que contribuyó a acentuar el prejuicio contra los conversos fue la conciencia
por parte éstos de que poseían una identidad diferenciada, orgullosos de ser cristianos y
de tener ascendencia judía, que era el linaje de Cristo. Un converso solía terminar el
Ave María con las palabras, Virgen María, Madre de Dios y pariente nuestra, ruega por
nosotros. En la Corona de Aragón se llamaban a sí mismos cristianos de Israel. Alonso
de Palencia recoge las quejas de los cristianos "viejos" que afirmaban que los conversos
actuaban como nación aparte, en ningún territorio aceptaban consorcio con los
cristianos viejos, antes, cual pueblo de ideas completamente opuestas, favorecía a las
claras y con la mayor osadía cuanto les era contrario, como demostraban las semillas de
amarguísimos frutos extendidos por tantas ciudades del reino. "Semejantes actitudes por
parte de los conversos nacieron seguramente más como un gesto de defensa que de
arrogancia, pero contribuyeron a erigir un muro de desconfianza entre los cristianos
viejos y los nuevos. En particular la idea de que formaban una nación conversa, que
arraigó de manera irrevocable en la mentalidad de los cristianos de origen judío, les hizo
aparecer como una entidad aparte, ajena y enemiga de la comunidad. Y ello tuvo
consecuencias fatales".25
Para justificar los ataques a los conversos se afirma que éstos son falsos cristianos y que
en realidad siguen practicando a escondidas la religión judía. Según Joseph Pérez, "es
un hecho probado que, entre los que se convirtieron para escapar al furor ciego de las
masas en 1391, o por la presión de las campañas de proselitismo de comienzos del siglo
XV, algunos regresaron clandestinamente a su antigua fe cuando pareció que había
pasado el peligro; de éstos se dice que judaízan ".31 La acusación de criptojudaísmo se
hace más verosímil cuando se conocen algunos casos de destacados conversos que
siguieron observando los ritos judaicos después de su conversión. Es el caso del
patriarca de la poderosa familia de la Caballería de Zaragoza, quien nunca dejó de rezar
las plegarias judías ni de cumplir con el Sabbat. Aún más grave fue el caso del padre
García Zapata, prior del monasterio jerónimo de Sisla, cerca de Toledo, que en la
eucaristía pronunciaba en voz baja blasfemias y frases irreverentes —será una de las
primeras víctimas de la Inquisición y morirá en la hoguera—. Pero los conversos que
judaizaban, según Joseph Pérez, fueron una minoría aunque relativamente importante.32
Lo mismo afirma Henry Kamen cuando dice que "puede afirmarse que a finales de la
década de 1470 no había ningún movimiento judaizante destacado o probado entre los
conversos". Además señala que cuando se acusaba a un converso de judaizar, en
muchas ocasiones las "pruebas" que se aportaban eran en realidad elementos culturales
propios de su ascendencia judía —como considerar el sábado, no el domingo, como el
día de descanso—, o la falta de conocimiento de la nueva fe —como no saber el credo o
comer carne en Cuaresma—. "La cosecha de herejías recogida por la primera
Inquisición debió su éxito a la falsificación deliberada o a la forma completamente
indiscriminada en la que los vestigios de costumbres judías se interpretaron como
herejías. […] No hubo una religión conversa sistemática en la década de 1480 que
justificara la creación de la Inquisición".33
Tomo bajo mi protección a los judíos de las aljamas en general y a cada uno en
particular, así como a sus personas y sus bienes; les protejo contra cualquier ataque, sea
de la naturaleza que sea…; prohíbo que se les ataque, mate o hiera; prohíbo asimismo
que se adopte una actitud pasiva si se les ataca, mata o hiere
Al mismo tiempo los reyes deciden afrontar el "problema converso", sobre todo cuando
el prior de los dominicos de Sevilla, fray Alonso de Ojeda les remite en 1475 un
informe alarmante sobre la cantidad de conversos que en esa ciudad judaízan, incluso de
manera abierta: circuncidan a sus hijos, observan el sabbath, se abstienen de comer
carne de cerdo, celebran la Pascua judía, entierran a sus muertos según los ritos judíos,
etcétera. Dos años después los reyes realizan una visita a Sevilla donde pasan más de un
año y allí conocen de primera mano lo que está sucediendo.38 Poco después de partir,
Alonso de Ojeda informa a la reina de que había hallado pruebas de la celebración de
una reunión de conversos judaizantes en la ciudad y le pide medidas enérgicas contra
ellos.36
El papa Sixto IV.
Según Joseph Pérez, la reina Isabel se resistió inicialmente a usar la fuerza contra los
conversos judaizantes, encontrando apoyo en su confesor Hernando de Talavera y en el
arzobispo de Sevilla, el cardenal Pedro González de Mendoza. Pero el rey Fernando
impuso su criterio y los reyes se dirigieron al papa Sixto IV para que les autorizara a
nombrar inquisidores en sus reinos, lo que el papa les concedió por la bula Exigit
sincerae devotionis del 1 de noviembre de 1478.38 Henry Kamen, por su parte, afirma
que la decisión la tomaron el rey y la reina conjuntamente después de recibir un informe
—en cuya redacción participó Tomás de Torquemada prior del convento dominico de
Segovia— en el que se afirmaba que los conversos continuaban practicando los ritos
judíos no sólo en Sevilla sino en toda Andalucía y en Castilla.39 En la bula el papa
Sixto IV estipulaba que los inquisidores debían de ser dos o tres sacerdotes de más de
cuarenta años y concedía a los reyes su nombramiento y destitución.40
Sin embargo los reyes tardaron dos años en nombrar los inquisidores de Sevilla, según
Josep Pérez, para dar una oportunidad al arzobispo para que intentara resolver el
"problema converso" por la vía de la predicación. Así el cardenal Mendoza mandó
redactar un catecismo que se distribuyó por todas las iglesias de la diócesis y en una
carta pastoral pidió a los párrocos que se ocuparan de explicarlo a los nuevos cristianos.
Por su parte el confesor de la reina fray Hernando de Talavera se dedicó a predicar y a
advertir a los judaizantes del peligro que les amenazaba si no retornaban a la fe
cristiana. Como ha señalado Joseph Pérez, tanto el cardenal Mendoza como fray
Hernando de Talavera "captan muy bien la realidad del problema: muchos conversos
han recibido una instrucción religiosa muy insuficiente, por no decir nula; ¿cómo se les
puede exigir que practiquen una fe que no conocen, o conocen mal? ¿Cómo se les puede
castigar por errores que son fruto de la ignorancia?".41 Henry Kamen, por su parte,
afirma que "una explicación verosímil para esta política [de retrasar dos años la
aplicación de la bula papal] es que la corona optara prudentemente por un período de
indulgente tolerancia antes de tomar medidas más severas, como también es posible que
influyera el gran número de conversos que ocupaban puestos en la corte".40
Henry Kamen, por su parte, pone en cuestión los motivos religiosos alegando que
Fernando e Isabel "puede que fueran católicos fervientes, pero de ninguna manera se les
puede considerar antisemitas o contrarios a los conversos". Además señala que "fuera
de un puñado de ciudades en el sur donde había habido disturbios políticos, no se
presionó para se iniciara una inquisición". Kamen defiende que la decisión fue tomada
para resolver un problema concreto en Andalucía. "Ni la corona ni los primeros
defensores de la Inquisición miraban, en los años de 1480, más allá de las lindes de
Andalucía. El objetivo inmediato era reforzar allí la ortodoxia religiosa".44 Y por otro
lado, también según Kamen, la decisión se adoptó en el contexto de la política de Isabel
y de Fernando de pacificación general del reino y de fortalecimiento de la autoridad
real, por lo que en principio fue "una medida más o menos rutinaria. El desarrollo de los
acontecimientos pronto la convirtió en algo mucho más serio, ya que implicaba a las
elites conversas urbanas, que hasta la fecha habían apoyado sin vacilar a la corona".40
Las primeras actuaciones de la Inquisición y el conflicto con el papa
"Auto de fe", pintado por Pedro Berruguete.
Los dos primeros inquisidores nombrados por los reyes para que hicieran frente al
"problema converso" en Sevilla, fueron los dominicos Juan de San Martín y Miguel de
Morillo, que contarán con Juan Ruiz de Medina, perteneciente al clero secular y
miembro del Consejo Real, como consejero jurídico. Son recibidos por las autoridades y
la nobleza sevillanas con bastantes reservas lo que obliga a los reyes a ordenarles que
colaboren con ellos.45
El pánico se extiende por toda Andalucía. Así lo relata el cronista Hernando del Pulgar,
incluida la reacción de la reina:47
E como quier que la absencia de esta gente despobló gran parte de aquella tierra, e
fue notificado a la reyna que el trato se disminuía; pero estimando en poco la
disminución de sus rentas, e reputando en mucho la limpieza de sus tierras, decía que
todo interese pospuesto quería limpiar la tierra de aquel pecado de la heregía, porque
entendía que aquello era servicio de Dios e suyo. E las suplicaciones que le fueron
hechas en este caso, no la retraxeron deste propósito
Los conversos que no huyen se disponen a hacer frente a los inquisidores y a obligarles
a que abandonen la ciudad. Sin embargo el complot que un grupo preparaba en Sevilla
es descubierto y los conjurados son detenidos y condenados a muerte, figurando así
entre las primeras víctimas de la inquisición.48
… nunca de sus cassas salieron ni oyeron ni supieron otra doctrina sino la que vieron
hazer a sus padres de puertas adentro. Quemar todos estos sería cosa crudelissima y aun
diffícile de hazer.
No digo señor esto a favor de los malos, mas en remedio de los enmendados, el qual
me parecería señor poner en aquella tierra personas notables y con algunos dellos de su
misma nación que exemplo de vida y con palabras de dotrina reduxiesen a los unos y
enmendasen a los otros. Buenos son, por cierto, [los inquisidores] Diego de Merlo y el
doctor Medina, pero yo sé bien que no harán ellos tan buenos Christianos con su fuego
como hizieron los obispos don Paulo [de Santa María] y don Alonso [de Cartagena] con
su agua.
Las familias de los condenados van más lejos y denuncian directamente al papa la
crueldad de los inquisidores. El papa Sixto IV, conmocionado por lo que lee, confiesa
en una carta del 29 de enero de 1482 que se precipitó al conceder a los reyes el
establecimiento de la inquisición, pensando que iba a funcionar como la inquisición
pontificia medieval, y reconoce que los inquisidores han abusado de su poder y además
denuncia que se les niegue a los condenados el derecho de apelar las sentencias ante él
mismo.50
Sin embargo al verse sometido a fuertes presiones diplomáticas, el papa da marcha atrás
en su intención de revocar la autorización que había dado a los reyes, y el 11 de febrero
de 1482 permite que los inquisidores continúen en sus cargos y amplía su número,
aunque exige cambios importantes en el funcionamiento del tribunal: que los
inquisidores rindan cuentas ante los obispos; que no se oculten los nombres de los
testigos de cargo; y que los condenados puedan recurrir la sentencia a Roma.50
Tomás de Torquemada, primer inquisidor general.
Pero el rey Fernando de Aragón no admite ninguna de estas condiciones, especialmente
el reconocimiento del derecho de apelación de los condenados a Roma, y de nuevo el
papa acaba cediendo. Lo único que consigue es que puedan apelar ante el arzobispo de
Sevilla, pero al mismo tiempo nombra inquisidor general al dominico Tomás de
Torquemada, por lo que a partir de ese momento será él quien nombre a los
inquisidores.52
Como ha señalado Joseph Pérez, "el pulso con el papado acaba, pues, con el triunfo de
los soberanos. El primero renuncia a favor de los segundos a una de sus prerrogativas
esenciales; la defensa de la fe y la lucha contra la herejía dependen ahora en España de
un tribunal que actúa por delegación del papado, pero que está bajo la autoridad del
poder civil, que designa a sus magistrados".48
La Inquisición en la Corona de Aragón
Fernando II de Aragón.
El rey Fernando decide entonces imponer la nueva inquisición por la vía de los hechos y
en diciembre de 1481 destituye a los inquisidores dependientes de sus respectivos
obispos de Valencia y de Zaragoza, nombrando en su lugar a otros designados por él
mismo. Pero el papa reacciona enérgicamente negando el derecho del rey Fernando a
nombrar inquisidores porque cuando promulgó la bula de 1478 él todavía no era el
soberano de la Corona de Aragón.54 En la bula del 18 de abril de 1482 el papa Sixto IV
hace una durísima e insólita crítica a la actuación de los inquisidores55
Su Santidad… tiene un deber para con la Inquisición. Por si acaso hubieran sido
hechas concesiones [a los conversos] por la persistente y astuta persuasión de los
citados conversos, no pienso permitir jamás que surtan efecto. Tenga cuidado por lo
tanto de no permitir que el asunto vaya más lejos, y de revocar toda concesión,
encomendándonos el cuidado de esta cuestión
Las primeras instituciones en mostrar su oposición fueron las cortes del Reino de
Valencia reunidas en 1484 y poco después le siguieron las cortes del Reino de Aragón y
las cortes catalanas. El rey Fernando respondió que los fueros no podían ser invocados
cuando está en juego un bien superior —la defensa de la fe— y además alegó que la
inquisición era una institución creada por el papa y que por tanto su autoridad estaba por
encima de la de las cortes, presentando así la inquisición, en cierto modo, como si fuera
una institución de derecho divino, superior a las instituciones humanas.60
En una carta que envió a los nobles principales y al resto de miembros de las cortes del
reino Aragón el rey defendió la existencia de la nueva inquisición:59
No hay la menor intención de infringir los fueros, sino más bien la de reforzar su
observancia. No puede imaginarse que vasallos tan católicos como los de Aragón
pedirían, o que reyes tan católicos concederían, fueros y libertades adversas a la fe y
favorables a la herejía. Si los antiguos inquisidores hubieran actuado concienzudamente
de acuerdo con los cánones, no habría habido causa para traer estos nuevos; pero no
tenían conciencia y estaban corrompidos por el soborno.
Si hay tan pocos herejes como se dice, no hay por qué temer a la Inquisición. No hay
que impedirle que secuestre, confisque o haga cualquier otro acto necesario, para
asegurarse de que a ninguna causa o interés, por grande que sea, se le permitirá que
interfiera con sus procedimientos en el futuro, como ocurre ahora.
En el principado de Cataluña el conflicto con las instituciones fue similar al del reino de
Valencia ya que se planteó a raíz del nombramiento por Torquemada en mayo de 1484
de dos inquisidores y la destitución al mismo tiempo del inquisidor pontificio, Joan
Comes, nombrado por el papa en 1461 a petición de la ciudad de Barcelona. Las
autoridades civiles y eclesiásticas catalanas protestaron inmediatamente al rey y conde
de Barcelona porque el nombramiento iba contra llibertats, constitucions i capítols per
vostre Magestat solempnialmente jurats. Fernando les contestó que per ninguna causa
ne interés, per grante e evident o de qualsevol qualitat que sia, no havem a donar loch en
que la dita inquisició cesse. Pero los consellers de Barcelona volvieron a insistir en
diciembre de 1485 preocupados por el daño que estaba sufriendo la ciudad a causa de
los conversos que se habían visto obligados a emigrar: havem vist dona causa a la
perdició e desviamente de aquesta terra la inquisició que vostra altesa hi vol introduir…
Los pochs mercaders que eren restats e fahien la mercadería, han cessat de aquella…
Los regnes stranys se fan richs e gloriosos del despoblar de aquesta terra. Un poco
después reiteraron que la ciudad quedaría totalmente, si dita Inquisició se fahia,
despoblada, destroida e perduda. Una primera solución se encontró con la destitución de
todos los inquisidores, incluido el pontificio, por el papa Inocencio VIII, pero la
designación del inquisidor que los sustituyera se dejó en manos de Torquemada y éste
nombró al castellano Alonso de Espina, lo que de nuevo levantó las protestas de los
consellers porque los inquisidores actuaban contra leys, practiques, costums e libertats
de la dita ciutat. Finalmente el rey obligó a las instituciones catalanas a que aceptaran al
nuevo inquisidor bajo la amenaza de que a Cataluña le ocurriría lo mismo que a Teruel,
que se había perdido por no obedecer a la Inquisición.63
Como la resistencia institucional no estaba dando ningún fruto, algunos conversos del
reino de Aragón decidieron pasar a la acción y asesinar a un inquisidor.64 En enero de
1485 había muerto el inquisidor Gaspar Juglar y entonces corrió el rumor de que había
sido envenenado por los conversos. El otro inquisidor, Pedro Arbués, sufrió dos
atentados de los que logró salir indemne, pero en el tercero, que tuvo lugar en la noche
del 14 al 15 de septiembre de 1485, ocho asesinos a sueldo lo matan en la catedral de
Zaragoza mientras estaba rezando frente al altar mayor. La cota de malla que llevaba
debajo del hábito no le salva porque los homicidas, que lo saben, le apuñalan en el
cuello.61 "Los asesinos escaparon mientras los canónigos de la catedral acudían
presurosos y encontraban al inquisidor agonizando". Arbués moría dos días después, el
17 de septiembre.64
Grabado de Pedro de Villafranca acerca del asesinato del inquisidor del reino de Aragón
Pedro Arbués.
La repulsa por el crimen fue hábilmente utilizada por el rey Fernando para vencer
cualquier resistencia que quedara a la implantación de la inquisición. "Organiza unos
funerales solemnes para la víctima, como si se tratara de un mártir de la fe. En
diciembre de 1487, la ciudad de Zaragoza manda construir un espléndido mausoleo para
los restos de Arbués, con un bajorrelieve que representa la escena del asesinato. En
1490, el municipio financia dos lámparas de plata maciza que coloca ante la tumba, en
la catedral; una de esas lámparas arde día y noche. Estos hechos pronto se convirtieron
en leyenda".66
En 1517, poco antes de la llegada a España del nuevo rey Carlos I, nieto de los Reyes
Católicos, circuló el rumor de que éste estaba decidido a llevar a cabo un cambio
decisivo en el proceso inquisitorial: que los acusados conocieran los nombres de los
testigos de cargo. El regente e inquisidor general, el cardenal Cisneros, se alarmó por
este rumor y escribió una carta a Carlos en la que le decía que las reglas de la
inquisición en jamás tendrán necesidad de reformación y será pecado mudarlas.67
por los acusados no haber podido ser plenamente defendidos, muchos inocentes y no
culpados deste delito han padecido muertes, daños y opresiones, injurias e infamias e
intolerables fatigas.. y muchos nuestros vasallos se han ido y ausentado de estos
nuestros reynos; y (como la experiencia ha mostrado) generalmente estos nuestros
reynos han recibido grandes fatigas y daños; y han sido y son gravemente infamados de
este crimen por todo el mundo.
Según Henry Kamen, "las reformas propuestas incluían disposiciones a fin de que los
reos fueran trasladados a cárceles abiertas y públicas, donde pudieran recibir visitas y
ser asistidos por abogados, así como de que se les informase de qué se les acusaba en el
momento de la detención y se les diera a conocer el nombre de los testigos de cargo;
además, los bienes de los acusados no podrían ser confiscados y vendidos antes de que
se emitiera un veredicto, ni se podrían utilizar para pagar los salarios de los
inquisidores. Se permitiría a los acusados asistir a misa y recibir los sacramentos
mientras estaban a la espera de juicio y se tomarían las precauciones debidas para que
los condenados a cadena perpetua no murieran de hambre. Si se empleaba la tortura,
debería hacerse con moderación y se evitarían las ásperas y nuevas invenciones de
tormentos que hasta aquí se han usado en este oficio. Cada una de estas cláusulas indica
la existencia de males a los que la nueva pragmática intentaba poner remedio".69 "De
haber sido aprobadas estas directrices, habría surgido un tribunal completamente
diferente. Se habría levantado del todo el peso del secreto y con ello habrían disminuido
considerablemente las posibilidades de cometer abusos", afirma Henry Kamen. Pero el
nuevo inquisidor general nombrado por el rey Carlos, el cardenal Adriano de Utrecht se
opuso radicalmente a que se introdujeran estas reformas y, además, el canciller real
Sauvage, el principal impulsor de los cambios, murió en julio de 1518.70
Las cortes del reino de Aragón, al igual que las de Castilla, presentaron al rey Carlos
una lista de treinta y un artículos de reforma de la inquisición cuando se reunieron en
Zaragoza, que eran prácticamente los mismos que aparecían en las directrices
redactadas a instancias de Sauvage. El rey aprobó la lista de cambios pero en cuanto se
clausuraron las Cortes pidió a Roma que fueran anulados y la dispensa del juramento
que había hecho. Además, la inquisición detuvo al notario de las Cortes que había
autentificado la firma del rey acusándolo de haberla falsificado. Entonces los miembros
de las Cortes apelaron al papa León X quien les dio la razón y revocó todos los
privilegios especiales concedidos a la inquisición por sus antecesores, pero cuando el
rey se negó a publicar las órdenes papales y presionó al papa éste dio marcha atrás. Lo
único que se consiguió fue que el notario de las cortes fuera liberado por la
inquisición.71 Las cortes de Cataluña intentaron lo mismo pero también fracasaron ante
la negativa del rey a introducir cambios en la Inquisición. En abril de 1520 el rey Carlos
escribía en una carta que en las Cortes de Aragón y Cataluña el dicho Santo Oficio ha
sido vexado y desfavorecido de algunas personas que poco celaban en su conservación
y se han procurado muchas cosas en su derogación.72
Sin embargo, algunos príncipes cristianos fueron más lejos. Entre ellos sobresalió Pedro
II de Aragón que en 1197 promulgó en Gerona una durísima ordenanza antiherética en
la que mandaba quemar vivos a los herejes que se negaran a abandonar sus dominios.3
La inquisición pontificia existió en la Corona de Aragón hasta que a principios del siglo
XV dejó prácticamente de actuar. Durante ese tiempo se ocupó de casos aislados de
herejía y de escaso arraigo popular como los procesos que se abrieron contra los
fraticelli o contra los beguinos en diversos lugares de los Estados de la Corona. El más
famoso de sus inquisidores fue el catalán Nicholas Eymerich gracias al manual
Directorium Inquisitorum que escribió a mediados del siglo XIV.8
Hasta el siglo XIV los judíos de los reinos cristianos de la península ibérica habían sido
"tolerados", entendiendo esa palabra, en sentido negativo, de permitir lo ilícito porque
se obtiene de ello alguna utilidad. Como ha señalado Joseph Pérez, "hay que desechar la
idea comúnmente admitida de una España donde las tres religiones del Libro —
cristianos, musulmanes y judíos— habrían convivido pacíficamente durante los dos
primeros siglos de la dominación musulmana y, más tarde, en la España cristiana de los
siglos XII y XIII. La tolerancia implica no discriminar a las minorías y respetar la
diferencia. Y, entre los siglos VIII y XV, no hallamos en la península nada parecido a la
tolerancia".9 Henry Kamen, por su parte, afirma que "las comunidades de cristianos,
judíos y musulmanes nunca habían vivido en pie de igualdad; la llamada convivencia
fue siempre una relación entre desiguales"10 En los reinos cristianos, destaca Kamen,
tanto judíos como musulmanes era tratados "con desprecio" y las tres comunidades
"vivían existencias separadas".11
En los siglos XII y XIII se recrudece el antijudaísmo cristiano en el Occidente medieval
lo que queda plasmado en las duras medidas antijudías acordadas en el IV Concilio de
Letrán celebrado en 1215 a instancias del papa Inocencio III. Los reinos cristianos
peninsulares no fueron en absoluto ajenos al crecimiento del antijudaísmo cada vez más
beligerante —en el código castellano de las Partidas se recordaba que los judíos vivían
entre los cristianos para que su presencia recuerde que descienden de aquellos que
crucificaron a Nuestro Señor Jesucristo—, pero los reyes siguieron "protegiendo" a los
judíos por el importante papel que desempeñaban en sus reinos.12
En el siglo XIV se termina el periodo de "tolerancia" hacia los judíos pasándose a una
fase de conflictos crecientes. Según Joseph Pérez, "lo que cambia no son las
mentalidades, son las circunstancias. Los buenos tiempos de la España de las tres
religiones había coincidido con una fase de expansión territorial, demográfica y
económica; judíos y cristianos no competían en el mercado de trabajo: tanto unos como
otros contribuían a la prosperidad general y compartían sus beneficios. El antijudaísmo
militante de la Iglesia y de los frailes apenas hallaba eco. Los cambios sociales,
económicos y políticos del siglo XIV, las guerras y las catástrofes naturales que
preceden y siguen a la Peste Negra crean una situación nueva. […] [La gente] se cree
víctima de una maldición, castigada por pecados que habría cometido. El clero invita a
los fieles a arrepentirse, a cambiar de conducta y regresar a Dios. Es entonces cuando la
presencia del pueblo deicida entre los cristianos se considera escandalosa".13
Pero la gran catástrofe para los judíos de la península ibérica tiene lugar en 1391 cuando
las juderías de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón son masacradas. Los
asaltos, los incendios, los saqueos y las matanzas se inician en junio en Sevilla, donde
Fernando Martínez, arcediano de Écija, aprovechando el vacío de poder que crea la
muerte del arzobispo de Sevilla endurece sus predicaciones en contra de los judíos que
había iniciado en 1378 y manda derribar las sinagogas y requisa los libros de oraciones.
En enero de 1391 un primer intento de asalto a la judería puede ser evitado por las
autoridades municipales, pero en junio cientos de judíos son asesinados, sus casas
saqueadas y las sinagogas convertidas en iglesias. Algunos judíos logran escapar; otros,
aterrorizados, piden ser bautizados.1516
Desde Sevilla la violencia antijudía se extiende por Andalucía y luego pasa a Castilla.
En agosto alcanza a la Corona de Aragón. En todas partes se reproducen los asesinatos,
los saqueos y los incendios. Los judíos que logran salvar la vida es porque huyen —
muchos se refugian en el reino de Navarra, en el reino de Portugal o en el reino de
Francia; otros se marchan al norte de África— y sobre todo porque aceptan ser
bautizados, bajo la amenaza de muerte. El número de víctimas es difícil de saber. En
Barcelona fueron asesinados unos 400 judíos; en Valencia 250; en Lérida 68…1716
Tras la revuelta de 1391 se recrudecen las medidas antijudías —en Castilla se ordena en
1412 que los judíos se dejen barba y lleven un distintivo rojo cosido a la ropa para poder
ser reconocidos; en la Corona de Aragón se declara ilícita la posesión del Talmud y se
limita a una el número de sinagogas por aljama— y las órdenes mendicantes
intensifican su campaña para que los judíos se conviertan, en la que destaca el
valenciano Vicente Ferrer, y que recibe el apoyo de los monarcas —en la Corona de
Aragón se decreta que los judíos asistan obligatoriamente a tres sermones al año—.
Como consecuencia de las masacres de 1391 y las medidas que le siguieron hacia 1415
más de la mitad de los judíos de Castilla y de Aragón habían renunciado a la Ley
Mosaica y se habían bautizado, entre ellos muchos rabinos y personajes importantes. En
la Corona de Aragón, aljamas importantes como las de Barcelona, Valencia o Palma
prácticamente desaparecieron —en 1424 el call o judería de Barcelona fue abolido
porque se consideró innecesario—,18 y sólo quedó intacta la de Zaragoza. En Castilla
aljamas en otro tiempo florecientes como las de Sevilla, Toledo o Burgos perdieron
gran parte de sus miembros —en Toledo la antigua judería en 1492 sólo tenía unas
cuarenta casas—.18 En total apenas cien mil judíos de Castilla y de Aragón se
mantuvieron fieles a su religión. Como ha señalado Joseph Pérez, "el judaísmo español
nunca se repondrá de esta catástrofe, preludio de la expulsión que tendrá lugar un siglo
más tarde".19 En 1492, el año de su expulsión, en la Corona de Aragón tan sólo quedaba
una cuarta parte de los judíos que había antes de 1391 —la famosa comunidad judía de
Gerona, por ejemplo, se quedó con sólo 24 familias—. En la Corona de Castilla no
llegaban a ochenta mil —en Sevilla antes de las revueltas de 1391 había unas 500
familias judías; cincuenta años después sólo quedaban 50—.20
El "problema converso"
En el siglo XV las posiciones abandonadas por los judíos son ocupadas en su mayoría
por los conversos, que se concentran allí donde habían florecido las comunidades judías
antes de 1391. Se ocupan de las actividades que antes desempeñaban los judíos: el
comercio, el préstamo, el artesanado. Por ejemplo, en Burgos son los conversos los que
dominan el gran comercio internacional de la lana. Además los conversos al ser
cristianos pueden acceder a oficios y profesiones que antes estaban prohibidas a los
judíos, y son bastantes los que ocupan cargos públicos —en ciudades como Burgos,
Toledo, Segovia, Cuenca o Guadalajara los conversos eran muy influyentes en los
consejos municipales—23 y algunos ingresan en el clero llegando a ser canónigos o
priores.24 E incluso obispos.23
El ascenso social de los conversos fue visto con recelo por los cristianos "viejos". En
Palencia una crónica habla de que en 1465 entre los cristianos viejos e los conversos
abía abido grandes bandos. El cronista converso Diego de Valera cuenta que en el
concejo de Córdoba23
avía grandes enemistades e grande envidia, como los cristianos nuevos de aquella
cibdad estoviesen muy ricos y les viesen de continuo comprar oficios, de los cuales
usaban soberbiosamente, de tal manera que los cristianos viejos no la an comportar
Otro factor que contribuyó a acentuar el prejuicio contra los conversos fue la conciencia
por parte éstos de que poseían una identidad diferenciada, orgullosos de ser cristianos y
de tener ascendencia judía, que era el linaje de Cristo. Un converso solía terminar el Ave
María con las palabras, Virgen María, Madre de Dios y pariente nuestra, ruega por
nosotros. En la Corona de Aragón se llamaban a sí mismos cristianos de Israel. Alonso
de Palencia recoge las quejas de los cristianos "viejos" que afirmaban que los conversos
actuaban como nación aparte, en ningún territorio aceptaban consorcio con los
cristianos viejos, antes, cual pueblo de ideas completamente opuestas, favorecía a las
claras y con la mayor osadía cuanto les era contrario, como demostraban las semillas
de amarguísimos frutos extendidos por tantas ciudades del reino. "Semejantes actitudes
por parte de los conversos nacieron seguramente más como un gesto de defensa que de
arrogancia, pero contribuyeron a erigir un muro de desconfianza entre los cristianos
viejos y los nuevos. En particular la idea de que formaban una nación conversa, que
arraigó de manera irrevocable en la mentalidad de los cristianos de origen judío, les hizo
aparecer como una entidad aparte, ajena y enemiga de la comunidad. Y ello tuvo
consecuencias fatales".25
Para justificar los ataques a los conversos se afirma que éstos son falsos cristianos y que
en realidad siguen practicando a escondidas la religión judía. Según Joseph Pérez, "es
un hecho probado que, entre los que se convirtieron para escapar al furor ciego de las
masas en 1391, o por la presión de las campañas de proselitismo de comienzos del siglo
XV, algunos regresaron clandestinamente a su antigua fe cuando pareció que había
pasado el peligro; de éstos se dice que judaízan ".31 La acusación de criptojudaísmo se
hace más verosímil cuando se conocen algunos casos de destacados conversos que
siguieron observando los ritos judaicos después de su conversión. Es el caso del
patriarca de la poderosa familia de la Caballería de Zaragoza, quien nunca dejó de rezar
las plegarias judías ni de cumplir con el Sabbat. Aún más grave fue el caso del padre
García Zapata, prior del monasterio jerónimo de Sisla, cerca de Toledo, que en la
eucaristía pronunciaba en voz baja blasfemias y frases irreverentes —será una de las
primeras víctimas de la Inquisición y morirá en la hoguera—. Pero los conversos que
judaizaban, según Joseph Pérez, fueron una minoría aunque relativamente importante.32
Lo mismo afirma Henry Kamen cuando dice que "puede afirmarse que a finales de la
década de 1470 no había ningún movimiento judaizante destacado o probado entre los
conversos". Además señala que cuando se acusaba a un converso de judaizar, en
muchas ocasiones las "pruebas" que se aportaban eran en realidad elementos culturales
propios de su ascendencia judía —como considerar el sábado, no el domingo, como el
día de descanso—, o la falta de conocimiento de la nueva fe —como no saber el credo o
comer carne en Cuaresma—. "La cosecha de herejías recogida por la primera
Inquisición debió su éxito a la falsificación deliberada o a la forma completamente
indiscriminada en la que los vestigios de costumbres judías se interpretaron como
herejías. […] No hubo una religión conversa sistemática en la década de 1480 que
justificara la creación de la Inquisición".33
Isabel I de Castilla.
Tomo bajo mi protección a los judíos de las aljamas en general y a cada uno en
particular, así como a sus personas y sus bienes; les protejo contra cualquier ataque, sea
de la naturaleza que sea…; prohíbo que se les ataque, mate o hiera; prohíbo asimismo
que se adopte una actitud pasiva si se les ataca, mata o hiere
Al mismo tiempo los reyes deciden afrontar el "problema converso", sobre todo cuando
el prior de los dominicos de Sevilla, fray Alonso de Ojeda les remite en 1475 un
informe alarmante sobre la cantidad de conversos que en esa ciudad judaízan, incluso de
manera abierta: circuncidan a sus hijos, observan el sabbath, se abstienen de comer
carne de cerdo, celebran la Pascua judía, entierran a sus muertos según los ritos judíos,
etcétera. Dos años después los reyes realizan una visita a Sevilla donde pasan más de un
año y allí conocen de primera mano lo que está sucediendo.38 Poco después de partir,
Alonso de Ojeda informa a la reina de que había hallado pruebas de la celebración de
una reunión de conversos judaizantes en la ciudad y le pide medidas enérgicas contra
ellos.36
Según Joseph Pérez, la reina Isabel se resistió inicialmente a usar la fuerza contra los
conversos judaizantes, encontrando apoyo en su confesor Hernando de Talavera y en el
arzobispo de Sevilla, el cardenal Pedro González de Mendoza. Pero el rey Fernando
impuso su criterio y los reyes se dirigieron al papa Sixto IV para que les autorizara a
nombrar inquisidores en sus reinos, lo que el papa les concedió por la bula Exigit
sincerae devotionis del 1 de noviembre de 1478.38 Henry Kamen, por su parte, afirma
que la decisión la tomaron el rey y la reina conjuntamente después de recibir un informe
—en cuya redacción participó Tomás de Torquemada prior del convento dominico de
Segovia— en el que se afirmaba que los conversos continuaban practicando los ritos
judíos no sólo en Sevilla sino en toda Andalucía y en Castilla.39 En la bula el papa Sixto
IV estipulaba que los inquisidores debían de ser dos o tres sacerdotes de más de
cuarenta años y concedía a los reyes su nombramiento y destitución.40
Sin embargo los reyes tardaron dos años en nombrar los inquisidores de Sevilla, según
Josep Pérez, para dar una oportunidad al arzobispo para que intentara resolver el
"problema converso" por la vía de la predicación. Así el cardenal Mendoza mandó
redactar un catecismo que se distribuyó por todas las iglesias de la diócesis y en una
carta pastoral pidió a los párrocos que se ocuparan de explicarlo a los nuevos cristianos.
Por su parte el confesor de la reina fray Hernando de Talavera se dedicó a predicar y a
advertir a los judaizantes del peligro que les amenazaba si no retornaban a la fe
cristiana. Como ha señalado Joseph Pérez, tanto el cardenal Mendoza como fray
Hernando de Talavera "captan muy bien la realidad del problema: muchos conversos
han recibido una instrucción religiosa muy insuficiente, por no decir nula; ¿cómo se les
puede exigir que practiquen una fe que no conocen, o conocen mal? ¿Cómo se les puede
castigar por errores que son fruto de la ignorancia?".41 Henry Kamen, por su parte,
afirma que "una explicación verosímil para esta política [de retrasar dos años la
aplicación de la bula papal] es que la corona optara prudentemente por un período de
indulgente tolerancia antes de tomar medidas más severas, como también es posible que
influyera el gran número de conversos que ocupaban puestos en la corte".40
Henry Kamen, por su parte, pone en cuestión los motivos religiosos alegando que
Fernando e Isabel "puede que fueran católicos fervientes, pero de ninguna manera se les
puede considerar antisemitas o contrarios a los conversos". Además señala que "fuera
de un puñado de ciudades en el sur donde había habido disturbios políticos, no se
presionó para se iniciara una inquisición". Kamen defiende que la decisión fue tomada
para resolver un problema concreto en Andalucía. "Ni la corona ni los primeros
defensores de la Inquisición miraban, en los años de 1480, más allá de las lindes de
Andalucía. El objetivo inmediato era reforzar allí la ortodoxia religiosa".44 Y por otro
lado, también según Kamen, la decisión se adoptó en el contexto de la política de Isabel
y de Fernando de pacificación general del reino y de fortalecimiento de la autoridad
real, por lo que en principio fue "una medida más o menos rutinaria. El desarrollo de los
acontecimientos pronto la convirtió en algo mucho más serio, ya que implicaba a las
elites conversas urbanas, que hasta la fecha habían apoyado sin vacilar a la corona".40
Los dos primeros inquisidores nombrados por los reyes para que hicieran frente al
"problema converso" en Sevilla, fueron los dominicos Juan de San Martín y Miguel de
Morillo, que contarán con Juan Ruiz de Medina, perteneciente al clero secular y
miembro del Consejo Real, como consejero jurídico. Son recibidos por las autoridades y
la nobleza sevillanas con bastantes reservas lo que obliga a los reyes a ordenarles que
colaboren con ellos.45
El pánico se extiende por toda Andalucía. Así lo relata el cronista Hernando del Pulgar,
incluida la reacción de la reina:47
E como quier que la absencia de esta gente despobló gran parte de aquella tierra, e fue
notificado a la reyna que el trato se disminuía; pero estimando en poco la disminución
de sus rentas, e reputando en mucho la limpieza de sus tierras, decía que todo interese
pospuesto quería limpiar la tierra de aquel pecado de la heregía, porque entendía que
aquello era servicio de Dios e suyo. E las suplicaciones que le fueron hechas en este
caso, no la retraxeron deste propósito
Los conversos que no huyen se disponen a hacer frente a los inquisidores y a obligarles
a que abandonen la ciudad. Sin embargo el complot que un grupo preparaba en Sevilla
es descubierto y los conjurados son detenidos y condenados a muerte, figurando así
entre las primeras víctimas de la inquisición.48
Los dos inquisidores de Sevilla comienzan a actuar inmediatamente haciendo arrestar a
muchos sospechosos de judaizar. El 6 de febrero de 1481 se organiza el primer auto de
fe —seis personas fueron quemadas en la hoguera y el sermón lo pronunció fray Alonso
de Hojeda—.49 Como el trabajo los desborda el papa autoriza el nombramiento de siete
inquisidores más el 11 de febrero de 1482, todos ellos dominicos, entre los que se
encuentra Tomás de Torquemada, prior del convento de Santa Cruz de Segovia. Ese
mismo año se crea un tribunal en Córdoba, y al año siguiente sendos tribunales en Jaén
y Ciudad Real.47 Entre 1481 y 1488 dictan unas setecientas condenas a muerte y miles
de cadenas perpetuas y otros castigos.50
… nunca de sus cassas salieron ni oyeron ni supieron otra doctrina sino la que vieron
hazer a sus padres de puertas adentro. Quemar todos estos sería cosa crudelissima y aun
diffícile de hazer.
No digo señor esto a favor de los malos, mas en remedio de los enmendados, el qual me
parecería señor poner en aquella tierra personas notables y con algunos dellos de su
misma nación que exemplo de vida y con palabras de dotrina reduxiesen a los unos y
enmendasen a los otros. Buenos son, por cierto, [los inquisidores] Diego de Merlo y el
doctor Medina, pero yo sé bien que no harán ellos tan buenos Christianos con su fuego
como hizieron los obispos don Paulo [de Santa María] y don Alonso [de Cartagena] con
su agua.
Las familias de los condenados van más lejos y denuncian directamente al papa la
crueldad de los inquisidores. El papa Sixto IV, conmocionado por lo que lee, confiesa
en una carta del 29 de enero de 1482 que se precipitó al conceder a los reyes el
establecimiento de la inquisición, pensando que iba a funcionar como la inquisición
pontificia medieval, y reconoce que los inquisidores han abusado de su poder y además
denuncia que se les niegue a los condenados el derecho de apelar las sentencias ante él
mismo.50
Sin embargo al verse sometido a fuertes presiones diplomáticas, el papa da marcha atrás
en su intención de revocar la autorización que había dado a los reyes, y el 11 de febrero
de 1482 permite que los inquisidores continúen en sus cargos y amplía su número,
aunque exige cambios importantes en el funcionamiento del tribunal: que los
inquisidores rindan cuentas ante los obispos; que no se oculten los nombres de los
testigos de cargo; y que los condenados puedan recurrir la sentencia a Roma.50
Tomás de Torquemada, primer inquisidor general.
Como ha señalado Joseph Pérez, "el pulso con el papado acaba, pues, con el triunfo de
los soberanos. El primero renuncia a favor de los segundos a una de sus prerrogativas
esenciales; la defensa de la fe y la lucha contra la herejía dependen ahora en España de
un tribunal que actúa por delegación del papado, pero que está bajo la autoridad del
poder civil, que designa a sus magistrados".48
El rey Fernando decide entonces imponer la nueva inquisición por la vía de los hechos y
en diciembre de 1481 destituye a los inquisidores dependientes de sus respectivos
obispos de Valencia y de Zaragoza, nombrando en su lugar a otros designados por él
mismo. Pero el papa reacciona enérgicamente negando el derecho del rey Fernando a
nombrar inquisidores porque cuando promulgó la bula de 1478 él todavía no era el
soberano de la Corona de Aragón.54 En la bula del 18 de abril de 1482 el papa Sixto IV
hace una durísima e insólita crítica a la actuación de los inquisidores55
Su Santidad… tiene un deber para con la Inquisición. Por si acaso hubieran sido hechas
concesiones [a los conversos] por la persistente y astuta persuasión de los citados
conversos, no pienso permitir jamás que surtan efecto. Tenga cuidado por lo tanto de no
permitir que el asunto vaya más lejos, y de revocar toda concesión, encomendándonos
el cuidado de esta cuestión
Las primeras instituciones en mostrar su oposición fueron las cortes del Reino de
Valencia reunidas en 1484 y poco después le siguieron las cortes del Reino de Aragón y
las cortes catalanas. El rey Fernando respondió que los fueros no podían ser invocados
cuando está en juego un bien superior —la defensa de la fe— y además alegó que la
inquisición era una institución creada por el papa y que por tanto su autoridad estaba por
encima de la de las cortes, presentando así la inquisición, en cierto modo, como si fuera
una institución de derecho divino, superior a las instituciones humanas.60
En una carta que envió a los nobles principales y al resto de miembros de las cortes del
reino Aragón el rey defendió la existencia de la nueva inquisición:59
No hay la menor intención de infringir los fueros, sino más bien la de reforzar su
observancia. No puede imaginarse que vasallos tan católicos como los de Aragón
pedirían, o que reyes tan católicos concederían, fueros y libertades adversas a la fe y
favorables a la herejía. Si los antiguos inquisidores hubieran actuado concienzudamente
de acuerdo con los cánones, no habría habido causa para traer estos nuevos; pero no
tenían conciencia y estaban corrompidos por el soborno.
Si hay tan pocos herejes como se dice, no hay por qué temer a la Inquisición. No hay
que impedirle que secuestre, confisque o haga cualquier otro acto necesario, para
asegurarse de que a ninguna causa o interés, por grande que sea, se le permitirá que
interfiera con sus procedimientos en el futuro, como ocurre ahora.
En el principado de Cataluña el conflicto con las instituciones fue similar al del reino de
Valencia ya que se planteó a raíz del nombramiento por Torquemada en mayo de 1484
de dos inquisidores y la destitución al mismo tiempo del inquisidor pontificio, Joan
Comes, nombrado por el papa en 1461 a petición de la ciudad de Barcelona. Las
autoridades civiles y eclesiásticas catalanas protestaron inmediatamente al rey y conde
de Barcelona porque el nombramiento iba contra llibertats, constitucions i capítols per
vostre Magestat solempnialmente jurats. Fernando les contestó que per ninguna causa
ne interés, per grante e evident o de qualsevol qualitat que sia, no havem a donar loch
en que la dita inquisició cesse. Pero los consellers de Barcelona volvieron a insistir en
diciembre de 1485 preocupados por el daño que estaba sufriendo la ciudad a causa de
los conversos que se habían visto obligados a emigrar: havem vist dona causa a la
perdició e desviamente de aquesta terra la inquisició que vostra altesa hi vol
introduir… Los pochs mercaders que eren restats e fahien la mercadería, han cessat de
aquella… Los regnes stranys se fan richs e gloriosos del despoblar de aquesta terra. Un
poco después reiteraron que la ciudad quedaría totalmente, si dita Inquisició se fahia,
despoblada, destroida e perduda. Una primera solución se encontró con la destitución
de todos los inquisidores, incluido el pontificio, por el papa Inocencio VIII, pero la
designación del inquisidor que los sustituyera se dejó en manos de Torquemada y éste
nombró al castellano Alonso de Espina, lo que de nuevo levantó las protestas de los
consellers porque los inquisidores actuaban contra leys, practiques, costums e libertats
de la dita ciutat. Finalmente el rey obligó a las instituciones catalanas a que aceptaran al
nuevo inquisidor bajo la amenaza de que a Cataluña le ocurriría lo mismo que a Teruel,
que se había perdido por no obedecer a la Inquisición.63
Como la resistencia institucional no estaba dando ningún fruto, algunos conversos del
reino de Aragón decidieron pasar a la acción y asesinar a un inquisidor.64 En enero de
1485 había muerto el inquisidor Gaspar Juglar y entonces corrió el rumor de que había
sido envenenado por los conversos. El otro inquisidor, Pedro Arbués, sufrió dos
atentados de los que logró salir indemne, pero en el tercero, que tuvo lugar en la noche
del 14 al 15 de septiembre de 1485, ocho asesinos a sueldo lo matan en la catedral de
Zaragoza mientras estaba rezando frente al altar mayor. La cota de malla que llevaba
debajo del hábito no le salva porque los homicidas, que lo saben, le apuñalan en el
cuello.61 "Los asesinos escaparon mientras los canónigos de la catedral acudían
presurosos y encontraban al inquisidor agonizando". Arbués moría dos días después, el
17 de septiembre.64
Grabado de Pedro de Villafranca acerca del asesinato del inquisidor del reino de Aragón
Pedro Arbués.
En 1517, poco antes de la llegada a España del nuevo rey Carlos I, nieto de los Reyes
Católicos, circuló el rumor de que éste estaba decidido a llevar a cabo un cambio
decisivo en el proceso inquisitorial: que los acusados conocieran los nombres de los
testigos de cargo. El regente e inquisidor general, el cardenal Cisneros, se alarmó por
este rumor y escribió una carta a Carlos en la que le decía que las reglas de la
inquisición en jamás tendrán necesidad de reformación y será pecado mudarlas.67
por los acusados no haber podido ser plenamente defendidos, muchos inocentes y no
culpados deste delito han padecido muertes, daños y opresiones, injurias e infamias e
intolerables fatigas.. y muchos nuestros vasallos se han ido y ausentado de estos
nuestros reynos; y (como la experiencia ha mostrado) generalmente estos nuestros
reynos han recibido grandes fatigas y daños; y han sido y son gravemente infamados de
este crimen por todo el mundo.
Según Henry Kamen, "las reformas propuestas incluían disposiciones a fin de que los
reos fueran trasladados a cárceles abiertas y públicas, donde pudieran recibir visitas y
ser asistidos por abogados, así como de que se les informase de qué se les acusaba en el
momento de la detención y se les diera a conocer el nombre de los testigos de cargo;
además, los bienes de los acusados no podrían ser confiscados y vendidos antes de que
se emitiera un veredicto, ni se podrían utilizar para pagar los salarios de los
inquisidores. Se permitiría a los acusados asistir a misa y recibir los sacramentos
mientras estaban a la espera de juicio y se tomarían las precauciones debidas para que
los condenados a cadena perpetua no murieran de hambre. Si se empleaba la tortura,
debería hacerse con moderación y se evitarían las ásperas y nuevas invenciones de
tormentos que hasta aquí se han usado en este oficio. Cada una de estas cláusulas indica
la existencia de males a los que la nueva pragmática intentaba poner remedio".69 "De
haber sido aprobadas estas directrices, habría surgido un tribunal completamente
diferente. Se habría levantado del todo el peso del secreto y con ello habrían disminuido
considerablemente las posibilidades de cometer abusos", afirma Henry Kamen. Pero el
nuevo inquisidor general nombrado por el rey Carlos, el cardenal Adriano de Utrecht se
opuso radicalmente a que se introdujeran estas reformas y, además, el canciller real
Sauvage, el principal impulsor de los cambios, murió en julio de 1518.70
Las cortes del reino de Aragón, al igual que las de Castilla, presentaron al rey Carlos
una lista de treinta y un artículos de reforma de la inquisición cuando se reunieron en
Zaragoza, que eran prácticamente los mismos que aparecían en las directrices
redactadas a instancias de Sauvage. El rey aprobó la lista de cambios pero en cuanto se
clausuraron las Cortes pidió a Roma que fueran anulados y la dispensa del juramento
que había hecho. Además, la inquisición detuvo al notario de las Cortes que había
autentificado la firma del rey acusándolo de haberla falsificado. Entonces los miembros
de las Cortes apelaron al papa León X quien les dio la razón y revocó todos los
privilegios especiales concedidos a la inquisición por sus antecesores, pero cuando el
rey se negó a publicar las órdenes papales y presionó al papa éste dio marcha atrás. Lo
único que se consiguió fue que el notario de las cortes fuera liberado por la
inquisición.71 Las cortes de Cataluña intentaron lo mismo pero también fracasaron ante
la negativa del rey a introducir cambios en la Inquisición. En abril de 1520 el rey Carlos
escribía en una carta que en las Cortes de Aragón y Cataluña el dicho Santo Oficio ha
sido vexado y desfavorecido de algunas personas que poco celaban en su conservación
y se han procurado muchas cosas en su derogación.72