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Orígenes de la Inquisición española


Cuadro Virgen de los Reyes Católicos en el que aparece arrodillado detrás del rey
Fernando el Católico, el inquisidor general Tomás de Torquemada, y arrodillado detrás
de la reina el inquisidor de Aragón Pedro de Arbués.

Los orígenes de la Inquisición española constituyen el relato de cómo y por qué los
reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón pidieron al papa y éste les concedió
—en 1478 para la Corona de Castilla y en 1483 para la Corona de Aragón— la
instauración de la Inquisición española, que a diferencia de la inquisición pontificia
medieval dependería del poder civil.

 6 Bibliografía

Antecedentes
La inquisición pontificia en los reinos cristianos medievales peninsulares

Véase también: Inquisición pontificia

Noviembre es el Mes de Asia de Wikipedia. Únete.


Contraer
Orígenes de la Inquisición española
Cuadro Virgen de los Reyes Católicos en el que aparece arrodillado detrás del rey
Fernando el Católico, el inquisidor general Tomás de Torquemada, y arrodillado detrás
de la reina el inquisidor de Aragón Pedro de Arbués.

Los orígenes de la Inquisición española constituyen el relato de cómo y por qué los
reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón pidieron al papa y éste les concedió
—en 1478 para la Corona de Castilla y en 1483 para la Corona de Aragón— la
instauración de la Inquisición española, que a diferencia de la inquisición pontificia
medieval dependería del poder civil.

Índice

1 Antecedentes
1.1 La inquisición pontificia en los reinos cristianos medievales peninsulares
1.2 El fin de la "tolerancia" a los judíos: las matanzas de 1391
1.3

Antecedentes
La inquisición pontificia en los reinos cristianos medievales peninsulares
Véase también: Inquisición pontificia
Fiel al ejemplo de los reyes sus antepasados y obediente a los cánones de la Iglesia, que
separaban al hereje de su gremio y del consorcio de los fieles, manda salir de su reino a
todos los valdenses, vulgarmente llamados sabbatatos y pobres de Lyón, y a todos los
demás de cualquiera secta o nombre, como enemigos del rey y del reino (et nostros
etiam regnique nostri publicos hostes).
[...]
Si alguno fuere hallado después de este término [el Domingo de Pasión], será quemado
vivo y de su hacienda se harán tres partes: una para el denunciante y dos para el fisco.
Los castellanos y señores de lugares arrojarán de igual modo a los herejes que haya en
sus tierras, concediéndoles tres días para salir, pero sin ningún subsidio. Y si no
quisieren obedecer, los hombres de las villas, iglesias, etc, dirigidos por los vegueros,
bailes y merinos, podrán entrar en persecución del reo en los castillos y tierras de los
señores, sin obligación de pechar el daño que hicieren al castellano o los demás fautores
de los dichos nefandos herejes. Todo el que se negare a perseguirlos, incurrirá en la
indignación del rey, y pagará veinte monedas de oro. Si alguno, desde la fecha de la
publicación de este edicto, fuere osado de recibir en su casa a los valdenses, sabbatanos,
etc., u oír sus funestas predicaciones, o darles alimento o algún otro beneficio, o
defenderlos o prestarles ascenso en algo, caiga sobre él la ira de Dios omnipotente y la
del señor rey, y sin apelación sea condenado como reo de lesa mejestad y confiscados
sus bienes. Sépase que si alguna persona noble o plebeya descubre en nuestros reinos
algún hereje y le causa males, deshonras y gravámenes, con tal de que no sea la muerte
o el descoyuntamiento de miembros, que lo tendremos como grato y acepto, sin temer
que pueda incurrir en pena alguna, antes bien, merecerá nuestra gracia; y después de
expoliarles sus bienes y de la deshonra y gravamen que puedan inferirles, los han de
traer a nuestros vicarios y bailes para que les apliquen la justicia.
—Ordenanza de Pedro II de Aragón. Gerona, 1197

En los reinos cristianos de la península ibérica existió durante la Edad Media la


inquisición episcopal, así llamada porque la jurisdicción sobre la herejía, el "crimen"
eclesiástico convertido en delito público más importante, correspondía a los obispos
quienes condenaban a los herejes con la expulsión de la diócesis o con la excomunión,
aunque la Iglesia apeló constantemente a los tribunales seculares para que también la
persiguiera, teniendo en cuenta la prohibición establecida por el derecho canónico de
que los tribunales eclesiásticos dictaran condenas que supusieran el derramamiento de
sangre.1 En 1184 el papa Lucio III extendió la inquisición episcopal a toda la
Cristiandad Latina, castigando a los herejes con el destierro y la confiscación de bienes,
sin que se admitiera todavía la pena de muerte.2

Sin embargo, algunos príncipes cristianos fueron más lejos. Entre ellos sobresalió Pedro
II de Aragón que en 1197 promulgó en Gerona una durísima ordenanza antiherética en
la que mandaba quemar vivos a los herejes que se negaran a abandonar sus dominios.3

En 1231 el papa Gregorio IX creó la Inquisición pontificia que se superpondría a la


inquisición episcopal, pero aquella no llegó a establecerse en la Corona de Castilla,
donde la represión de la herejía corrió a cargo de los príncipes seculares basándose en
una legislación también secular aunque reproducía en gran medida los estatutos de la
inquisición pontificia. En Las Partidas se admitió "la persecución de los herejes, pero
conducirlos, ante todo, a la abjuración; sólo en caso de que persistieran en sus creencias
podían ser entregados al verdugo. Los condenados perdían sus bienes y eran
desposeídos de toda dignidad y cargo público". En el reinado de Fernando III de Castilla
fue cuando se impusieron las penas más duras a los herejes. El propio rey ordenó
marcarlos con hierros al rojo vivo, y una crónica habla de que «enforcó muchos home e
coció en calderas».4

En el resto de reinos cristianos peninsulares sí se estableció la inquisición pontificia. En


la Corona de Aragón en 1233, en el reino de Navarra en 1238, aunque en el reino de
Portugal no se introdujo hasta 1376, para caer en seguida en desuso.5

En la Corona de Aragón su implantación se produjo como resultado de la preocupación


que tenían su soberano Jaime I y los obispos de sus dominios por la llegada de herejes
procedentes del otro lado de los Pirineos y que además estaban haciendo muchos
adeptos. En principio se restableció la ordenanza antiherética de Pedro II el Catolico de
1197 pero el papa Gregorio IX presionó para que se instaurara la Inquisición que
acababa de crear, contando con la ayuda de Raimundo de Peñafort. Al fin Jaime I cedió
y el 7 de febrero de 1233 promulgó un edicto que establecía que «nadie pueda decidir en
causas de herejía sino el obispo diocesano u otra persona eclesiástica que tenga potestad
para ello», es decir, un inquisidor. Entre otras prescripciones en el edicto se establecía
que «nadie tenga en romance los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, sino que en el
término de ocho días los entregue al obispo de su diócesis para ser quemados».6

El Papa confirmó el edicto y en 1235 envió al arzobispo de Tarragona un código de


procedimiento inquisitorial redactado por Peñafort. En él se establecía la figura del
legado pontificio, con carácter de juez extraordinario o inquisidor general, por lo que no
presidía ningún tribunal permanente, a diferencia de su homónimo de la Inquisición
española de la Edad Moderna. "Estos primeros legados suelen ser dominicos o
franciscanos, los cuales, dada la exención de que gozaban respecto de los obispos, se
convertían en instrumento apropiado de la administración pontificia y podían actuar de
acuerdo con los príncipes, atendiéndose a una legislación universalmente establecida".7

En el concilio de Tarragona de 1242 se aprobó un nuevo reglamento inquisitorial, que


establecía que el hereje impenitente debía ser entregado al brazo secular, mientras que
los simples afiliados habían de hacer penitencia todos los años de su vida en las fiestas
que se señalaban, descalzos y en camisa, y siempre debían llevar dos cruces en el pecho,
de distinto color que los vestidos. En algunos casos se llegaron a exhumar cadáveres de
supuestos herejes para ser quemados.7

La inquisición pontificia existió en la Corona de Aragón hasta que a principios del siglo
XV dejó prácticamente de actuar. Durante ese tiempo se ocupó de casos aislados de
herejía y de escaso arraigo popular como los procesos que se abrieron contra los
fraticelli o contra los beguinos en diversos lugares de los Estados de la Corona. El más
famoso de sus inquisidores fue el catalán Nicholas Eymerich gracias al manual
Directorium Inquisitorum que escribió a mediados del siglo XIV.8
El fin de la "tolerancia" a los judíos: las matanzas de 1391
Véanse también: Antijudaísmo cristiano y Revuelta antijudía de 1391.
Hasta el siglo XIV los judíos de los reinos cristianos de la península ibérica habían sido
"tolerados", entendiendo esa palabra, en sentido negativo, de permitir lo ilícito porque
se obtiene de ello alguna utilidad. Como ha señalado Joseph Pérez, "hay que desechar la
idea comúnmente admitida de una España donde las tres religiones del Libro —
cristianos, musulmanes y judíos— habrían convivido pacíficamente durante los dos
primeros siglos de la dominación musulmana y, más tarde, en la España cristiana de los
siglos XII y XIII. La tolerancia implica no discriminar a las minorías y respetar la
diferencia. Y, entre los siglos VIII y XV, no hallamos en la península nada parecido a la
tolerancia".9 Henry Kamen, por su parte, afirma que "las comunidades de cristianos,
judíos y musulmanes nunca habían vivido en pie de igualdad; la llamada convivencia
fue siempre una relación entre desiguales"10 En los reinos cristianos, destaca Kamen,
tanto judíos como musulmanes era tratados "con desprecio" y las tres comunidades
"vivían existencias separadas".11

En los siglos XII y XIII se recrudece el antijudaísmo cristiano en el Occidente medieval


lo que queda plasmado en las duras medidas antijudías acordadas en el IV Concilio de
Letrán celebrado en 1215 a instancias del papa Inocencio III. Los reinos cristianos
peninsulares no fueron en absoluto ajenos al crecimiento del antijudaísmo cada vez más
beligerante —en el código castellano de las Partidas se recordaba que los judíos vivían
entre los cristianos para que su presencia recuerde que descienden de aquellos que
crucificaron a Nuestro Señor Jesucristo—, pero los reyes siguieron "protegiendo" a los
judíos por el importante papel que desempeñaban en sus reinos.12

En el siglo XIV se termina el periodo de "tolerancia" hacia los judíos pasándose a una
fase de conflictos crecientes. Según Joseph Pérez, "lo que cambia no son las
mentalidades, son las circunstancias. Los buenos tiempos de la España de las tres
religiones había coincidido con una fase de expansión territorial, demográfica y
económica; judíos y cristianos no competían en el mercado de trabajo: tanto unos como
otros contribuían a la prosperidad general y compartían sus beneficios. El antijudaísmo
militante de la Iglesia y de los frailes apenas hallaba eco. Los cambios sociales,
económicos y políticos del siglo XIV, las guerras y las catástrofes naturales que
preceden y siguen a la Peste Negra crean una situación nueva. […] [La gente] se cree
víctima de una maldición, castigada por pecados que habría cometido. El clero invita a
los fieles a arrepentirse, a cambiar de conducta y regresar a Dios. Es entonces cuando la
presencia del pueblo deicida entre los cristianos se considera escandalosa".13
Pastorcillos asaltando una ciudad.

La primera ola de violencia contra los judíos en la península ibérica se produjo en el


reino de Navarra como consecuencia de la llegada en 1321 de la cruzada de los
pastorcillos desde el otro lado de los Pirineos. Las juderías de Pamplona y de Estella
son masacradas. Dos décadas más tarde el impacto la Peste Negra de 1348 provoca
asaltos a las juderías de varios lugares, especialmente las de Barcelona y de otras
localidades del Principado de Cataluña. En la Corona de Castilla la violencia antijudía
se relaciona estrechamente con la guerra civil del reinado de Pedro I en la que el bando
que apoya a Enrique de Trastámara utiliza como arma de propaganda el antijudaísmo y
éste acusa a su hermanastro el rey Pedro de favorecer a los judíos. Así la primera
matanza de judíos, que tuvo lugar en Toledo en 1355, fue ejecutada por los partidarios
de Enrique de Trastámara cuando entran en la ciudad. Lo mismo sucede once años más
tarde cuando ocupan Bibriesca. En Burgos, los judíos que no pueden pagar el cuantioso
tributo que se les impone en 1366 son reducidos a esclavitud y vendidos. En Valladolid
la judería es asaltada en 1367 al grito de "¡Viva el rey Enrique!". Aunque no hay
víctimas, las sinagogas son incendiadas.14

Pero la gran catástrofe para los judíos de la península ibérica tiene lugar en 1391 cuando
las juderías de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón son masacradas. Los
asaltos, los incendios, los saqueos y las matanzas se inician en junio en Sevilla, donde
Fernando Martínez, arcediano de Écija, aprovechando el vacío de poder que crea la
muerte del arzobispo de Sevilla endurece sus predicaciones en contra de los judíos que
había iniciado en 1378 y manda derribar las sinagogas y requisa los libros de oraciones.
En enero de 1391 un primer intento de asalto a la judería puede ser evitado por las
autoridades municipales, pero en junio cientos de judíos son asesinados, sus casas
saqueadas y las sinagogas convertidas en iglesias. Algunos judíos logran escapar; otros,
aterrorizados, piden ser bautizados.1516
Matanza de judíos en Barcelona en 1391 (Josep Segrelles, ca. 1910).

Desde Sevilla la violencia antijudía se extiende por Andalucía y luego pasa a Castilla.
En agosto alcanza a la Corona de Aragón. En todas partes se reproducen los asesinatos,
los saqueos y los incendios. Los judíos que logran salvar la vida es porque huyen —
muchos se refugian en el reino de Navarra, en el reino de Portugal o en el reino de
Francia; otros se marchan al norte de África— y sobre todo porque aceptan ser
bautizados, bajo la amenaza de muerte. El número de víctimas es difícil de saber. En
Barcelona fueron asesinados unos 400 judíos; en Valencia 250; en Lérida 68…1716

Tras la revuelta de 1391 se recrudecen las medidas antijudías —en Castilla se ordena en
1412 que los judíos se dejen barba y lleven un distintivo rojo cosido a la ropa para poder
ser reconocidos; en la Corona de Aragón se declara ilícita la posesión del Talmud y se
limita a una el número de sinagogas por aljama— y las órdenes mendicantes
intensifican su campaña para que los judíos se conviertan, en la que destaca el
valenciano Vicente Ferrer, y que recibe el apoyo de los monarcas —en la Corona de
Aragón se decreta que los judíos asistan obligatoriamente a tres sermones al año—.
Como consecuencia de las masacres de 1391 y las medidas que le siguieron hacia 1415
más de la mitad de los judíos de Castilla y de Aragón habían renunciado a la Ley
Mosaica y se habían bautizado, entre ellos muchos rabinos y personajes importantes. En
la Corona de Aragón, aljamas importantes como las de Barcelona, Valencia o Palma
prácticamente desaparecieron —en 1424 el call o judería de Barcelona fue abolido
porque se consideró innecesario—,18 y sólo quedó intacta la de Zaragoza. En Castilla
aljamas en otro tiempo florecientes como las de Sevilla, Toledo o Burgos perdieron
gran parte de sus miembros —en Toledo la antigua judería en 1492 sólo tenía unas
cuarenta casas—.18 En total apenas cien mil judíos de Castilla y de Aragón se
mantuvieron fieles a su religión. Como ha señalado Joseph Pérez, "el judaísmo español
nunca se repondrá de esta catástrofe, preludio de la expulsión que tendrá lugar un siglo
más tarde".19 En 1492, el año de su expulsión, en la Corona de Aragón tan sólo
quedaba una cuarta parte de los judíos que había antes de 1391 —la famosa comunidad
judía de Gerona, por ejemplo, se quedó con sólo 24 familias—. En la Corona de Castilla
no llegaban a ochenta mil —en Sevilla antes de las revueltas de 1391 había unas 500
familias judías; cincuenta años después sólo quedaban 50—.20
El "problema converso"
Marranos. Ceremonia secreta en España en la época de la Inquisición. Pintura de
historia del artista ruso-judío Moshe Maimon,21 1893.
El término converso se aplicó a los judíos que se habían bautizado y a sus
descendientes. Como muchos de ellos lo había hecho a la fuerza siempre fueron mirados
con desconfianza por los que se llamarán a sí mismos cristianos viejos22

En el siglo XV las posiciones abandonadas por los judíos son ocupadas en su mayoría
por los conversos, que se concentran allí donde habían florecido las comunidades judías
antes de 1391. Se ocupan de las actividades que antes desempeñaban los judíos: el
comercio, el préstamo, el artesanado. Por ejemplo, en Burgos son los conversos los que
dominan el gran comercio internacional de la lana. Además los conversos al ser
cristianos pueden acceder a oficios y profesiones que antes estaban prohibidas a los
judíos, y son bastantes los que ocupan cargos públicos —en ciudades como Burgos,
Toledo, Segovia, Cuenca o Guadalajara los conversos eran muy influyentes en los
consejos municipales—23 y algunos ingresan en el clero llegando a ser canónigos o
priores.24 E incluso obispos.23

El ascenso social de los conversos fue visto con recelo por los cristianos "viejos". En
Palencia una crónica habla de que en 1465 entre los cristianos viejos e los conversos
abía abido grandes bandos. El cronista converso Diego de Valera cuenta que en el
concejo de Córdoba23

avía grandes enemistades e grande envidia, como los cristianos nuevos de aquella
cibdad estoviesen muy ricos y les viesen de continuo comprar oficios, de los cuales
usaban soberbiosamente, de tal manera que los cristianos viejos no la an comportar

Otro factor que contribuyó a acentuar el prejuicio contra los conversos fue la conciencia
por parte éstos de que poseían una identidad diferenciada, orgullosos de ser cristianos y
de tener ascendencia judía, que era el linaje de Cristo. Un converso solía terminar el
Ave María con las palabras, Virgen María, Madre de Dios y pariente nuestra, ruega por
nosotros. En la Corona de Aragón se llamaban a sí mismos cristianos de Israel. Alonso
de Palencia recoge las quejas de los cristianos "viejos" que afirmaban que los conversos
actuaban como nación aparte, en ningún territorio aceptaban consorcio con los
cristianos viejos, antes, cual pueblo de ideas completamente opuestas, favorecía a las
claras y con la mayor osadía cuanto les era contrario, como demostraban las semillas de
amarguísimos frutos extendidos por tantas ciudades del reino. "Semejantes actitudes por
parte de los conversos nacieron seguramente más como un gesto de defensa que de
arrogancia, pero contribuyeron a erigir un muro de desconfianza entre los cristianos
viejos y los nuevos. En particular la idea de que formaban una nación conversa, que
arraigó de manera irrevocable en la mentalidad de los cristianos de origen judío, les hizo
aparecer como una entidad aparte, ajena y enemiga de la comunidad. Y ello tuvo
consecuencias fatales".25

En Castilla entre 1449 y 1474, un período de dificultades económicas y de crisis política


provocada por la guerra civil del reinado de Enrique IV, estallan revueltas populares
contra los conversos. La primera tuvo lugar en 1449 en Toledo donde Pedro Sarmiento,
dueño de la ciudad durante varios meses, adopta una serie de medidas anticonversas,
como que no se aceptara su testimonio contra los cristianos "viejos" en los tribunales26
o prohibir mediante la Sentencia-Estatuto el acceso a los cargos municipales de nigún
confesso del linaje de los judíos por lo que quedarían reservados a los cristianos "viejos"
—un antecedente de los estatutos de limpieza de sangre del siglo siguiente— e incita a
la violencia contra ellos —sus casas son saqueadas—. Las autoridades eclesiásticas
rechazaron esta discriminación entre cristianos "nuevos" y "viejos" por ser contraria a la
fe cristiana —el obispo de Cuenca llegó considerarlo una proposición herética—.27 El
papa Nicolás V intervino promulgando una bula el 24 de septiembre de 1449 con el
significativo título de Humanis generis inimicus en la que declaraba que todos los
católicos forman un cuerpo con Cristo, de acuerdo con las enseñanzas de nuestra fe.
Otra bula de la misma fecha excomulgaba a Sarmiento y a sus seguidores. En cambio el
rey Juan II de Castilla pidió al papa que revocara la excomunión y confirmó la
Sentencia-Estatuto. En 1467 su sucesor Enrique IV extendió a Ciudad Real el privilegio
de Toledo de excluir a los conversos de los cargos municipales. Un año después el
arzobispo de Toledo Alonso Carrillo denunciaba de nuevo la distinción entre cristianos
"viejos" y "nuevos" porque inducen gran escándalo é cisma é dividen la túnica
inconsubtile de Christo.28
Miguel Lucas de Iranzo, Condestable de Castilla.

La violencia anticonversa se volvió a reproducir durante la guerra civil castellana del


reinado de Enrique IV, desarrollándose prácticamente en los mismos lugares que la
revuelta antijudía de 1391, aunque esta vez será Córdoba, y no Sevilla, la ciudad donde
se inicien en 1473 las matanzas de conversos y el saqueo e incendio de sus casas —en
Jaén "una de las víctimas fue el condestable de Castilla, el converso Miguel Lucas de
Iranzo, degollado ante el altar mayor de la catedral mientras trataba de defender a los
conversos"—.29 El origen de las revueltas era económico —en Andalucía
especialmente se vive una situación de hambre, agravada por una epidemia de peste— y
en principio "no van dirigidas especialmente contra los conversos. Son los partidos y los
demagogos los que se aprovechan de la exasperación del pueblo y la dirigen contra los
conversos".30

Para justificar los ataques a los conversos se afirma que éstos son falsos cristianos y que
en realidad siguen practicando a escondidas la religión judía. Según Joseph Pérez, "es
un hecho probado que, entre los que se convirtieron para escapar al furor ciego de las
masas en 1391, o por la presión de las campañas de proselitismo de comienzos del siglo
XV, algunos regresaron clandestinamente a su antigua fe cuando pareció que había
pasado el peligro; de éstos se dice que judaízan ".31 La acusación de criptojudaísmo se
hace más verosímil cuando se conocen algunos casos de destacados conversos que
siguieron observando los ritos judaicos después de su conversión. Es el caso del
patriarca de la poderosa familia de la Caballería de Zaragoza, quien nunca dejó de rezar
las plegarias judías ni de cumplir con el Sabbat. Aún más grave fue el caso del padre
García Zapata, prior del monasterio jerónimo de Sisla, cerca de Toledo, que en la
eucaristía pronunciaba en voz baja blasfemias y frases irreverentes —será una de las
primeras víctimas de la Inquisición y morirá en la hoguera—. Pero los conversos que
judaizaban, según Joseph Pérez, fueron una minoría aunque relativamente importante.32
Lo mismo afirma Henry Kamen cuando dice que "puede afirmarse que a finales de la
década de 1470 no había ningún movimiento judaizante destacado o probado entre los
conversos". Además señala que cuando se acusaba a un converso de judaizar, en
muchas ocasiones las "pruebas" que se aportaban eran en realidad elementos culturales
propios de su ascendencia judía —como considerar el sábado, no el domingo, como el
día de descanso—, o la falta de conocimiento de la nueva fe —como no saber el credo o
comer carne en Cuaresma—. "La cosecha de herejías recogida por la primera
Inquisición debió su éxito a la falsificación deliberada o a la forma completamente
indiscriminada en la que los vestigios de costumbres judías se interpretaron como
herejías. […] No hubo una religión conversa sistemática en la década de 1480 que
justificara la creación de la Inquisición".33

Así es como nace el "problema converso". El bautizado no puede renunciar a su fe


según la doctrina canónica de la Iglesia por lo que el criptojudaísmo es asimilado a la
herejía, y como tal debe ser castigada. Así lo empiezan a reclamar diversas voces
incluidas las de algunos conversos que no quieren que se ponga en duda la sinceridad de
su bautismo por culpa de esos "falsos" cristianos que empiezan a ser llamados marranos.
Precisamente a mediados del siglo XV aparecen en Castilla dos obras escritas por dos
conversos —aunque del primero Henry Kamen duda de que lo fuera—34 en las que se
ataca muy duramente al judaísmo y se denuncia a los conversos que judaízan. La
primera es Fortalitium fidei (1459) del franciscano Alonso de Espina, confesor del rey
Enrique IV, en la que se pide el castigo a los marranos y en la que se afirma que la
presencia de los judíos entre los cristianos es lo que invita a los conversos a seguir
practicando la Ley de Moisés —lo que anticipa la razón que se aducirá para expulsar a
los judíos en 1492—. La segunda es Lumen ad revelationem gentium (1465) del
jerónimo Alonso de Oropesa, en la que también se propugna el máximo rigor con los
judaizantes y asimismo se culpa a la presencia de los judíos del fenómeno del
marranismo.35
La creación de la Inquisición en la Corona de Castilla

Aunque en el siglo XV estaba prácticamente inactiva, en la Corona de Aragón existía la


inquisición pontificia desde 1232 y los dominicos catalanes Raimundo de Peñafort y
Nicholas Eymerich habían sido destacados miembros de la misma. En cambio, en la
Corona de Castilla la inquisición pontificia nunca se instauró porque, según Henry
Kamen, "los obispos y los tribunales eclesiásticos se habían bastado más que de sobras
para reprimir cualquier herejía". La situación cambió cuando se planteó el "problema
converso" y ya en 1461 un grupo de franciscanos encabezados precisamente por el
presunto converso Alonso de Espina plantearon al confesor del rey, el también converso
Alonso de Oropesa, la necesidad de que sobre los herejes se haga inquisición en este
reyno según como se hace en Francia. La propuesta fue aceptada por Enrique IV de
Castilla quien elevó la petición al papa, pero no volvió a insistir en ella a causa del
estallido de la guerra civil castellana. Mientras tanto dos conversos eran quemados en la
hoguera en Llerena (Extremadura) en 1467 por judaizar.36
Isabel I de Castilla.

En 1474 accede al trono Isabel I de Castilla, casada con el heredero de la Corona de


Aragón, el futuro Fernando II de Aragón. Una de sus primeras preocupaciones es
restablecer el orden y garantizar la vida y las propiedades de todos sus vasallos y
también de los judíos. Así el 6 de septiembre de 1477 en una carta dirigida a la
comunidad judía de Sevilla la reina les da garantías sobre su seguridad:37

Tomo bajo mi protección a los judíos de las aljamas en general y a cada uno en
particular, así como a sus personas y sus bienes; les protejo contra cualquier ataque, sea
de la naturaleza que sea…; prohíbo que se les ataque, mate o hiera; prohíbo asimismo
que se adopte una actitud pasiva si se les ataca, mata o hiere

Al mismo tiempo los reyes deciden afrontar el "problema converso", sobre todo cuando
el prior de los dominicos de Sevilla, fray Alonso de Ojeda les remite en 1475 un
informe alarmante sobre la cantidad de conversos que en esa ciudad judaízan, incluso de
manera abierta: circuncidan a sus hijos, observan el sabbath, se abstienen de comer
carne de cerdo, celebran la Pascua judía, entierran a sus muertos según los ritos judíos,
etcétera. Dos años después los reyes realizan una visita a Sevilla donde pasan más de un
año y allí conocen de primera mano lo que está sucediendo.38 Poco después de partir,
Alonso de Ojeda informa a la reina de que había hallado pruebas de la celebración de
una reunión de conversos judaizantes en la ciudad y le pide medidas enérgicas contra
ellos.36
El papa Sixto IV.

Según Joseph Pérez, la reina Isabel se resistió inicialmente a usar la fuerza contra los
conversos judaizantes, encontrando apoyo en su confesor Hernando de Talavera y en el
arzobispo de Sevilla, el cardenal Pedro González de Mendoza. Pero el rey Fernando
impuso su criterio y los reyes se dirigieron al papa Sixto IV para que les autorizara a
nombrar inquisidores en sus reinos, lo que el papa les concedió por la bula Exigit
sincerae devotionis del 1 de noviembre de 1478.38 Henry Kamen, por su parte, afirma
que la decisión la tomaron el rey y la reina conjuntamente después de recibir un informe
—en cuya redacción participó Tomás de Torquemada prior del convento dominico de
Segovia— en el que se afirmaba que los conversos continuaban practicando los ritos
judíos no sólo en Sevilla sino en toda Andalucía y en Castilla.39 En la bula el papa
Sixto IV estipulaba que los inquisidores debían de ser dos o tres sacerdotes de más de
cuarenta años y concedía a los reyes su nombramiento y destitución.40

Sin embargo los reyes tardaron dos años en nombrar los inquisidores de Sevilla, según
Josep Pérez, para dar una oportunidad al arzobispo para que intentara resolver el
"problema converso" por la vía de la predicación. Así el cardenal Mendoza mandó
redactar un catecismo que se distribuyó por todas las iglesias de la diócesis y en una
carta pastoral pidió a los párrocos que se ocuparan de explicarlo a los nuevos cristianos.
Por su parte el confesor de la reina fray Hernando de Talavera se dedicó a predicar y a
advertir a los judaizantes del peligro que les amenazaba si no retornaban a la fe
cristiana. Como ha señalado Joseph Pérez, tanto el cardenal Mendoza como fray
Hernando de Talavera "captan muy bien la realidad del problema: muchos conversos
han recibido una instrucción religiosa muy insuficiente, por no decir nula; ¿cómo se les
puede exigir que practiquen una fe que no conocen, o conocen mal? ¿Cómo se les puede
castigar por errores que son fruto de la ignorancia?".41 Henry Kamen, por su parte,
afirma que "una explicación verosímil para esta política [de retrasar dos años la
aplicación de la bula papal] es que la corona optara prudentemente por un período de
indulgente tolerancia antes de tomar medidas más severas, como también es posible que
influyera el gran número de conversos que ocupaban puestos en la corte".40

Pero la campaña evangelizadora no consiguió los resultados que sus promotores


esperaban. Incluso se difundió en Sevilla un escrito anónimo en el que un
judeoconverso justificaba que se pudiera practicar simultáneamente el judaísmo y el
cristianismo y además ponía en cuestión determinados dogmas cristianos, como el de la
Santísima Trinidad, y el culto a las imágenes y a los santos. Hernando de Talavera
escribió una réplica titulada Católica impugnación, pero el libelo anónimo confirmaba a
los partidarios de la mano dura de que ésta era la única solución para resolver el
problema converso. El 27 de septiembre de 1480 los reyes nombraban a los dos
primeros inquisidores para Sevilla. Con esta decisión nació el Santo Oficio que no
desaparecería hasta 1834.42 Según explicó el rey Fernando años más tarde: No pudimos
menos fazer, porque nos dixeron tantas cosas del Andaluzía.40
Los motivos de los reyes para establecer la Inquisición

Según Joseph Pérez, Fernando e Isabel "estaban convencidos de que la Inquisición


obligaría a los conversos a integrarse definitivamente: el día en que todos los nuevos
cristianos renunciaran al judaísmo nada les distinguiría ya de los otros miembros del
cuerpo social… Es el mismo razonamiento que impulsa a los reyes, en 1492, a expulsar
a los judíos que no quieren renunciar a su fe".43

Henry Kamen, por su parte, pone en cuestión los motivos religiosos alegando que
Fernando e Isabel "puede que fueran católicos fervientes, pero de ninguna manera se les
puede considerar antisemitas o contrarios a los conversos". Además señala que "fuera
de un puñado de ciudades en el sur donde había habido disturbios políticos, no se
presionó para se iniciara una inquisición". Kamen defiende que la decisión fue tomada
para resolver un problema concreto en Andalucía. "Ni la corona ni los primeros
defensores de la Inquisición miraban, en los años de 1480, más allá de las lindes de
Andalucía. El objetivo inmediato era reforzar allí la ortodoxia religiosa".44 Y por otro
lado, también según Kamen, la decisión se adoptó en el contexto de la política de Isabel
y de Fernando de pacificación general del reino y de fortalecimiento de la autoridad
real, por lo que en principio fue "una medida más o menos rutinaria. El desarrollo de los
acontecimientos pronto la convirtió en algo mucho más serio, ya que implicaba a las
elites conversas urbanas, que hasta la fecha habían apoyado sin vacilar a la corona".40
Las primeras actuaciones de la Inquisición y el conflicto con el papa
"Auto de fe", pintado por Pedro Berruguete.

Los dos primeros inquisidores nombrados por los reyes para que hicieran frente al
"problema converso" en Sevilla, fueron los dominicos Juan de San Martín y Miguel de
Morillo, que contarán con Juan Ruiz de Medina, perteneciente al clero secular y
miembro del Consejo Real, como consejero jurídico. Son recibidos por las autoridades y
la nobleza sevillanas con bastantes reservas lo que obliga a los reyes a ordenarles que
colaboren con ellos.45

La noticia de la llegada de los inquisidores provocó el pánico entre los conversos y


muchos de ellos huyeron. Unas tres mil familias se marcharon al extranjero —al reino
de Portugal, al reino de Francia o al norte de África— y unas ocho mil personas
buscaron refugios en los estados señoriales de la nobleza andaluza —semanas después
los inquisidores ordenarán a los señores que dejen de proteger a los conversos bajo pena
de ser acusados de complicidad y de obstrucción al Santo Oficio—.46

El pánico se extiende por toda Andalucía. Así lo relata el cronista Hernando del Pulgar,
incluida la reacción de la reina:47

E como quier que la absencia de esta gente despobló gran parte de aquella tierra, e
fue notificado a la reyna que el trato se disminuía; pero estimando en poco la
disminución de sus rentas, e reputando en mucho la limpieza de sus tierras, decía que
todo interese pospuesto quería limpiar la tierra de aquel pecado de la heregía, porque
entendía que aquello era servicio de Dios e suyo. E las suplicaciones que le fueron
hechas en este caso, no la retraxeron deste propósito

Los conversos que no huyen se disponen a hacer frente a los inquisidores y a obligarles
a que abandonen la ciudad. Sin embargo el complot que un grupo preparaba en Sevilla
es descubierto y los conjurados son detenidos y condenados a muerte, figurando así
entre las primeras víctimas de la inquisición.48

Los dos inquisidores de Sevilla comienzan a actuar inmediatamente haciendo arrestar a


muchos sospechosos de judaizar. El 6 de febrero de 1481 se organiza el primer auto de
fe —seis personas fueron quemadas en la hoguera y el sermón lo pronunció fray Alonso
de Hojeda—.49 Como el trabajo los desborda el papa autoriza el nombramiento de siete
inquisidores más el 11 de febrero de 1482, todos ellos dominicos, entre los que se
encuentra Tomás de Torquemada, prior del convento de Santa Cruz de Segovia. Ese
mismo año se crea un tribunal en Córdoba, y al año siguiente sendos tribunales en Jaén
y Ciudad Real.47 Entre 1481 y 1488 dictan unas setecientas condenas a muerte y miles
de cadenas perpetuas y otros castigos.50

La severidad de los inquisidores causa estupor y varias personas destacadas, como el


cronista Hernando del Pulgar o el protonotario Juan Ramírez de Lucena, piden
indulgencia para los nuevos cristianos, cuyo único crimen es la ignorancia de su nueva
fe.50 Lucena, dice una crónica, emsistió con los Reyes que no oviese inquisición y que
debían ser tratados como infieles y no como herejes, y utilizar las razones y los halagos
para convencerles y no coaccionarlos con castigos. Hernando del Pulgar, por su parte,
denunció la actuación de los inquisidores ante el arzobispo de Sevilla en una carta en la
que le dice que en Andalucía miles de jóvenes conversos51

… nunca de sus cassas salieron ni oyeron ni supieron otra doctrina sino la que vieron
hazer a sus padres de puertas adentro. Quemar todos estos sería cosa crudelissima y aun
diffícile de hazer.
No digo señor esto a favor de los malos, mas en remedio de los enmendados, el qual
me parecería señor poner en aquella tierra personas notables y con algunos dellos de su
misma nación que exemplo de vida y con palabras de dotrina reduxiesen a los unos y
enmendasen a los otros. Buenos son, por cierto, [los inquisidores] Diego de Merlo y el
doctor Medina, pero yo sé bien que no harán ellos tan buenos Christianos con su fuego
como hizieron los obispos don Paulo [de Santa María] y don Alonso [de Cartagena] con
su agua.

Las familias de los condenados van más lejos y denuncian directamente al papa la
crueldad de los inquisidores. El papa Sixto IV, conmocionado por lo que lee, confiesa
en una carta del 29 de enero de 1482 que se precipitó al conceder a los reyes el
establecimiento de la inquisición, pensando que iba a funcionar como la inquisición
pontificia medieval, y reconoce que los inquisidores han abusado de su poder y además
denuncia que se les niegue a los condenados el derecho de apelar las sentencias ante él
mismo.50

Sin embargo al verse sometido a fuertes presiones diplomáticas, el papa da marcha atrás
en su intención de revocar la autorización que había dado a los reyes, y el 11 de febrero
de 1482 permite que los inquisidores continúen en sus cargos y amplía su número,
aunque exige cambios importantes en el funcionamiento del tribunal: que los
inquisidores rindan cuentas ante los obispos; que no se oculten los nombres de los
testigos de cargo; y que los condenados puedan recurrir la sentencia a Roma.50
Tomás de Torquemada, primer inquisidor general.
Pero el rey Fernando de Aragón no admite ninguna de estas condiciones, especialmente
el reconocimiento del derecho de apelación de los condenados a Roma, y de nuevo el
papa acaba cediendo. Lo único que consigue es que puedan apelar ante el arzobispo de
Sevilla, pero al mismo tiempo nombra inquisidor general al dominico Tomás de
Torquemada, por lo que a partir de ese momento será él quien nombre a los
inquisidores.52

El derecho de apelación ante el arzobispo de Sevilla será revocado el 25 de septiembre


de 1486 por el papa Inocencio VIII, sucesor de Sixto IV fallecido en agosto de 1484, al
verse sometido de nuevo a fuertes presiones diplomáticas. A partir de entonces las
apelaciones se harán ante el inquisidor general. Los obispos condenados por la
Inquisición serán los únicos que podrán apelar al papa. Inocencio VIII, concede a los
reyes en 1488 la facultad de designar, en su momento, al sucesor de Torquemada en el
cargo de inquisidor general.48

Como ha señalado Joseph Pérez, "el pulso con el papado acaba, pues, con el triunfo de
los soberanos. El primero renuncia a favor de los segundos a una de sus prerrogativas
esenciales; la defensa de la fe y la lucha contra la herejía dependen ahora en España de
un tribunal que actúa por delegación del papado, pero que está bajo la autoridad del
poder civil, que designa a sus magistrados".48
La Inquisición en la Corona de Aragón
Fernando II de Aragón.

Cuando el papa Sixto IV promulga la bula que otorgaba el derecho de nombrar


inquisidores a los reyes Isabel y Fernando, este último todavía no era el soberano de la
Corona de Aragón, por lo que cuando en enero de 1479 Fernando ya es efectivamente
rey de Aragón y de Valencia y conde de Barcelona, tiene que pedir permiso al papa en
mayo de 1481 para nombrar inquisidores en estos estados. Pero el papa Sixto IV plantea
varias objeciones. La principal es que en la Corona de Aragón desde el siglo XIII existía
la inquisición medieval que todavía seguía actuando, aunque no con demasiado celo —
entre 1460 y 1467 en Valencia se había procesado a quince presuntos judaizantes; había
habido condenas de herejes en Zaragoza en 1482—. El problema para el rey Fernando
era que estos inquisidores dependían de los obispos y no de la Corona, como la
inquisición instaurada en 1478.53

El rey Fernando decide entonces imponer la nueva inquisición por la vía de los hechos y
en diciembre de 1481 destituye a los inquisidores dependientes de sus respectivos
obispos de Valencia y de Zaragoza, nombrando en su lugar a otros designados por él
mismo. Pero el papa reacciona enérgicamente negando el derecho del rey Fernando a
nombrar inquisidores porque cuando promulgó la bula de 1478 él todavía no era el
soberano de la Corona de Aragón.54 En la bula del 18 de abril de 1482 el papa Sixto IV
hace una durísima e insólita crítica a la actuación de los inquisidores55

En Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña la Inquisición lleva tiempo actuando no


por celo de la fe y la salvación de las almas, sino por la codicia de la riqueza, y muchos
verdaderos y fieles cristianos, por culpa del testimonio de enemigos, rivales, esclavos y
otras personas bajas y aún menos apropiadas, sin pruebas de ninguna clase, han sido
encerradas en prisiones seculares, torturadas y condenadas como herejes relapsos,
privadas de sus bienes y propiedades, y entregadas al brazo secular para ser ejecutadas,
con peligro de sus almas, dando un ejemplo pernicioso y causando escándalo a muchos
A continuación el papa establece en la bula que en lo sucesivo los inquisidores actuarán
conjuntamente con delegados de los obispos, comunicarán el nombre de los testigos de
cargo, se permitirá a los acusados la asistencia de un abogado, sólo se utilizarán las
cárceles eclesiásticas y se admitirá apelar a Roma.55 La réplica del rey Fernando por
medio de una carta con fecha del 13 de mayo de 1482 es no menos contundente:56

Su Santidad… tiene un deber para con la Inquisición. Por si acaso hubieran sido
hechas concesiones [a los conversos] por la persistente y astuta persuasión de los
citados conversos, no pienso permitir jamás que surtan efecto. Tenga cuidado por lo
tanto de no permitir que el asunto vaya más lejos, y de revocar toda concesión,
encomendándonos el cuidado de esta cuestión

Cinco meses después, el papa suspendió la bula56 y la actividad de la inquisición en los


estados de la Corona de Aragón. En octubre de 1483, el papa cede completamente a la
presión del rey y nombra a Torquemada inquisidor general también para la Corona de
Aragón.54 De esta forma "la Inquisición española quedaba unida bajo un solo mando",
"convirtiéndose en la única institución cuya autoridad abarcaba todos los reinos de
España".56
La oposición a la inquisición en la Corona de Aragón

A diferencia de Castilla donde la oposición a la inquisición "fue escasa ",47 en la


Corona de Aragón se dio una fuerte resistencia a su implantación, encabezada por las
instituciones de sus estados que alegaron que violaba los fueros de cada uno de ellos —
algunas de las sanciones que aplicaba, como la confiscación de bienes, era contraria a
ellos—, y además sus fueros tampoco permitían que los naturales de otros reinos
pudieran ocupar cargos, ya que Torquemada y la mayoría de inquisidores que había
nombrado eran castellanos y por tanto extranjeros.57 También afirmaban que no había
herejes allí, como lo hizo la Diputación General de Aragón que escribió al rey
diciéndole que aqueste reyno es de cristianos.58 La hostilidad a la inquisición en el
reino de Aragón la describe así el cronista Jerónimo Zurita:59

Comenzáronse de alterar y alborotar los que eran nuevamente convertidos de linaje


de los judíos, y con ellos muchos caballeros y gente principal, publicando que aquel
modo de proceder era contra las libertades del reyno, porque por este delito se les
confiscan los bienes y no se les daban los nombres de los testigos que deponían contra
los reos, que eran dos cosas muy nuevas y nunca usadas, y muy perjudiciales para el
reyno

Las primeras instituciones en mostrar su oposición fueron las cortes del Reino de
Valencia reunidas en 1484 y poco después le siguieron las cortes del Reino de Aragón y
las cortes catalanas. El rey Fernando respondió que los fueros no podían ser invocados
cuando está en juego un bien superior —la defensa de la fe— y además alegó que la
inquisición era una institución creada por el papa y que por tanto su autoridad estaba por
encima de la de las cortes, presentando así la inquisición, en cierto modo, como si fuera
una institución de derecho divino, superior a las instituciones humanas.60

En una carta que envió a los nobles principales y al resto de miembros de las cortes del
reino Aragón el rey defendió la existencia de la nueva inquisición:59
No hay la menor intención de infringir los fueros, sino más bien la de reforzar su
observancia. No puede imaginarse que vasallos tan católicos como los de Aragón
pedirían, o que reyes tan católicos concederían, fueros y libertades adversas a la fe y
favorables a la herejía. Si los antiguos inquisidores hubieran actuado concienzudamente
de acuerdo con los cánones, no habría habido causa para traer estos nuevos; pero no
tenían conciencia y estaban corrompidos por el soborno.
Si hay tan pocos herejes como se dice, no hay por qué temer a la Inquisición. No hay
que impedirle que secuestre, confisque o haga cualquier otro acto necesario, para
asegurarse de que a ninguna causa o interés, por grande que sea, se le permitirá que
interfiera con sus procedimientos en el futuro, como ocurre ahora.

En el reino de Aragón, fray Gaspar Juglar y el canónigo Pedro Arbués, fueron


nombrados inquisidores,61 pero en Teruel las autoridades les negaron la entrada en la
ciudad y aquéllos respondieron con la excomunión de los magistrados y de todos los
habitantes de la villa. El clero de Teruel recurrió entonces al papa que revocó la
excomunión y, por su parte, el municipio escribió al rey para protestar de que venían a
fer la Inquisición con el deshorden que lo han fecho en Castilla. La Diputación General
de Aragón les dio su apoyo dirigiéndose también al rey afirmando que no había herejes
allí y que los que hubiera debían ser tratados con monestaciones e persuasiones, no con
violencia. La respuesta del rey Fernando fue contundente. En febrero de 1485 ordenó
que tropas castellanas se situaran en la frontera con el reino de Aragón para obligar a las
autoridades a que apoyaran y ayudaran a los inquisidores. Así fue como se acabó la
resistencia de Teruel a la implantación de la Inquisición.58

En el reino de Valencia el conflicto se planteó a causa de que ya existían allí dos


inquisidores pontificios nombrados en 1481, Juan Cristóbal de Gualbes y Juan Orts. En
marzo de 1484 Torquemada los destituyó y nombró en su lugar al aragonés Juan de
Épila y al valenciano Martín Íñigo, lo que levantó las protestas de las instituciones del
reino. La Junta d'Estaments escribió al rey para que la Inquisición se faça amb persones
del regne y para que se pusiera fin al secreto de los testigos de cargo. El rey les contestó
que los fueros no debían ser utilizados para proteger a los herejes y si en aquel reyno
hay tan pocos hereges como dizen, tanto es de maior admiración que tengan temor de la
Inquisición —dijeron sus enviados— pero como la resistencia continuó, entonces
recurrió a las amenazas.62

En el principado de Cataluña el conflicto con las instituciones fue similar al del reino de
Valencia ya que se planteó a raíz del nombramiento por Torquemada en mayo de 1484
de dos inquisidores y la destitución al mismo tiempo del inquisidor pontificio, Joan
Comes, nombrado por el papa en 1461 a petición de la ciudad de Barcelona. Las
autoridades civiles y eclesiásticas catalanas protestaron inmediatamente al rey y conde
de Barcelona porque el nombramiento iba contra llibertats, constitucions i capítols per
vostre Magestat solempnialmente jurats. Fernando les contestó que per ninguna causa
ne interés, per grante e evident o de qualsevol qualitat que sia, no havem a donar loch en
que la dita inquisició cesse. Pero los consellers de Barcelona volvieron a insistir en
diciembre de 1485 preocupados por el daño que estaba sufriendo la ciudad a causa de
los conversos que se habían visto obligados a emigrar: havem vist dona causa a la
perdició e desviamente de aquesta terra la inquisició que vostra altesa hi vol introduir…
Los pochs mercaders que eren restats e fahien la mercadería, han cessat de aquella…
Los regnes stranys se fan richs e gloriosos del despoblar de aquesta terra. Un poco
después reiteraron que la ciudad quedaría totalmente, si dita Inquisició se fahia,
despoblada, destroida e perduda. Una primera solución se encontró con la destitución de
todos los inquisidores, incluido el pontificio, por el papa Inocencio VIII, pero la
designación del inquisidor que los sustituyera se dejó en manos de Torquemada y éste
nombró al castellano Alonso de Espina, lo que de nuevo levantó las protestas de los
consellers porque los inquisidores actuaban contra leys, practiques, costums e libertats
de la dita ciutat. Finalmente el rey obligó a las instituciones catalanas a que aceptaran al
nuevo inquisidor bajo la amenaza de que a Cataluña le ocurriría lo mismo que a Teruel,
que se había perdido por no obedecer a la Inquisición.63

Como la resistencia institucional no estaba dando ningún fruto, algunos conversos del
reino de Aragón decidieron pasar a la acción y asesinar a un inquisidor.64 En enero de
1485 había muerto el inquisidor Gaspar Juglar y entonces corrió el rumor de que había
sido envenenado por los conversos. El otro inquisidor, Pedro Arbués, sufrió dos
atentados de los que logró salir indemne, pero en el tercero, que tuvo lugar en la noche
del 14 al 15 de septiembre de 1485, ocho asesinos a sueldo lo matan en la catedral de
Zaragoza mientras estaba rezando frente al altar mayor. La cota de malla que llevaba
debajo del hábito no le salva porque los homicidas, que lo saben, le apuñalan en el
cuello.61 "Los asesinos escaparon mientras los canónigos de la catedral acudían
presurosos y encontraban al inquisidor agonizando". Arbués moría dos días después, el
17 de septiembre.64
Grabado de Pedro de Villafranca acerca del asesinato del inquisidor del reino de Aragón
Pedro Arbués.

El crimen de Arbués suscitó el horror y la indignación en todo el reino y acrecentó el


odio hacia los conversos —y hacia los judíos— sobre todo cuando se detuvo a los
asesinos y se comprobó que habían sido pagados por conversos —los autores del
crimen, sus cómplices e instigadores fueron juzgados y ejecutados en 1486 tras la
celebración de sucesivos autos de fe—. A uno de los asesinos "le cortaron las manos y
las clavaron en la puerta de la Diputación, tras lo cual fue arrastrado hasta la plaza del
mercado, donde fue decapitado y descuartizado, y los trozos de su cuerpo colgados en
las calles de la ciudad [de Zaragoza]. Otro se suicidó en su celda un día antes del
tormento, rompiendo una lámpara de cristal y tragándose los fragmentos; sufrió el
mismo castigo, que fue infligido a su cadáver". Las represalias se prolongaron hasta
1492 y los miembros de las principales familias conversas aragonesas, acusados de estar
implicados en la conspiración, fueron detenidos y condenados a muerte por la
inquisición, destruyendo "de modo efectivo la influencia de los cristianos nuevos en la
administración aragonesa".65

La repulsa por el crimen fue hábilmente utilizada por el rey Fernando para vencer
cualquier resistencia que quedara a la implantación de la inquisición. "Organiza unos
funerales solemnes para la víctima, como si se tratara de un mártir de la fe. En
diciembre de 1487, la ciudad de Zaragoza manda construir un espléndido mausoleo para
los restos de Arbués, con un bajorrelieve que representa la escena del asesinato. En
1490, el municipio financia dos lámparas de plata maciza que coloca ante la tumba, en
la catedral; una de esas lámparas arde día y noche. Estos hechos pronto se convirtieron
en leyenda".66

Sin embargo, la oposición de las instituciones de los estados de la Corona de Aragón


continuará durante bastante tiempo. En las cortes reunidas en Monzón en 1510-1512 el
rey Fernando se compromete a reformar la inquisición, pero en cuanto se cierran éstas
tras la concesión del impuesto extraordinario que había solicitado, alega que la promesa
le había sido arrancada bajo coacción y no la cumple, tras conseguir que el papa Julio II
le exima de su juramento.60
La llegada del nuevo rey Carlos I y la última oportunidad de reformar la inquisición
Retrato del rey Carlos I.

En 1517, poco antes de la llegada a España del nuevo rey Carlos I, nieto de los Reyes
Católicos, circuló el rumor de que éste estaba decidido a llevar a cabo un cambio
decisivo en el proceso inquisitorial: que los acusados conocieran los nombres de los
testigos de cargo. El regente e inquisidor general, el cardenal Cisneros, se alarmó por
este rumor y escribió una carta a Carlos en la que le decía que las reglas de la
inquisición en jamás tendrán necesidad de reformación y será pecado mudarlas.67

En las primeras cortes de Castilla presididas por el rey, celebradas en Valladolid en


febrero de 1518, los procuradores pidieron que su alteza provea que el oficio de la Santa
Inquisición proceda de manera que se mantenga la justicia, y que los réprobos sean
castigados y no sufran los inocentes. En su propuesta de reforma de la inquisición
incluían que en el proceso inquisitorial se observaran las formalidades legales y que los
inquisidores fueran hombres respetables y letrados.67 Como resultado de estas
peticiones se elaboraron una serie de directrices para el funcionamiento de la inquisición
—por iniciativa del canciller real Jean de Sauvage— en cuyo preámbulo se decía:68

por los acusados no haber podido ser plenamente defendidos, muchos inocentes y no
culpados deste delito han padecido muertes, daños y opresiones, injurias e infamias e
intolerables fatigas.. y muchos nuestros vasallos se han ido y ausentado de estos
nuestros reynos; y (como la experiencia ha mostrado) generalmente estos nuestros
reynos han recibido grandes fatigas y daños; y han sido y son gravemente infamados de
este crimen por todo el mundo.

Adriano de Utrecht, elegido papa en 1523

Según Henry Kamen, "las reformas propuestas incluían disposiciones a fin de que los
reos fueran trasladados a cárceles abiertas y públicas, donde pudieran recibir visitas y
ser asistidos por abogados, así como de que se les informase de qué se les acusaba en el
momento de la detención y se les diera a conocer el nombre de los testigos de cargo;
además, los bienes de los acusados no podrían ser confiscados y vendidos antes de que
se emitiera un veredicto, ni se podrían utilizar para pagar los salarios de los
inquisidores. Se permitiría a los acusados asistir a misa y recibir los sacramentos
mientras estaban a la espera de juicio y se tomarían las precauciones debidas para que
los condenados a cadena perpetua no murieran de hambre. Si se empleaba la tortura,
debería hacerse con moderación y se evitarían las ásperas y nuevas invenciones de
tormentos que hasta aquí se han usado en este oficio. Cada una de estas cláusulas indica
la existencia de males a los que la nueva pragmática intentaba poner remedio".69 "De
haber sido aprobadas estas directrices, habría surgido un tribunal completamente
diferente. Se habría levantado del todo el peso del secreto y con ello habrían disminuido
considerablemente las posibilidades de cometer abusos", afirma Henry Kamen. Pero el
nuevo inquisidor general nombrado por el rey Carlos, el cardenal Adriano de Utrecht se
opuso radicalmente a que se introdujeran estas reformas y, además, el canciller real
Sauvage, el principal impulsor de los cambios, murió en julio de 1518.70
Las cortes del reino de Aragón, al igual que las de Castilla, presentaron al rey Carlos
una lista de treinta y un artículos de reforma de la inquisición cuando se reunieron en
Zaragoza, que eran prácticamente los mismos que aparecían en las directrices
redactadas a instancias de Sauvage. El rey aprobó la lista de cambios pero en cuanto se
clausuraron las Cortes pidió a Roma que fueran anulados y la dispensa del juramento
que había hecho. Además, la inquisición detuvo al notario de las Cortes que había
autentificado la firma del rey acusándolo de haberla falsificado. Entonces los miembros
de las Cortes apelaron al papa León X quien les dio la razón y revocó todos los
privilegios especiales concedidos a la inquisición por sus antecesores, pero cuando el
rey se negó a publicar las órdenes papales y presionó al papa éste dio marcha atrás. Lo
único que se consiguió fue que el notario de las cortes fuera liberado por la
inquisición.71 Las cortes de Cataluña intentaron lo mismo pero también fracasaron ante
la negativa del rey a introducir cambios en la Inquisición. En abril de 1520 el rey Carlos
escribía en una carta que en las Cortes de Aragón y Cataluña el dicho Santo Oficio ha
sido vexado y desfavorecido de algunas personas que poco celaban en su conservación
y se han procurado muchas cosas en su derogación.72

En los reinos cristianos de la península ibérica existió durante la Edad Media la


inquisición episcopal, así llamada porque la jurisdicción sobre la herejía, el "crimen"
eclesiástico convertido en delito público más importante, correspondía a los obispos
quienes condenaban a los herejes con la expulsión de la diócesis o con la excomunión,
aunque la Iglesia apeló constantemente a los tribunales seculares para que también la
persiguiera, teniendo en cuenta la prohibición establecida por el derecho canónico de
que los tribunales eclesiásticos dictaran condenas que supusieran el derramamiento de
sangre.1 En 1184 el papa Lucio III extendió la inquisición episcopal a toda la
Cristiandad Latina, castigando a los herejes con el destierro y la confiscación de bienes,
sin que se admitiera todavía la pena de muerte.2

Sin embargo, algunos príncipes cristianos fueron más lejos. Entre ellos sobresalió Pedro
II de Aragón que en 1197 promulgó en Gerona una durísima ordenanza antiherética en
la que mandaba quemar vivos a los herejes que se negaran a abandonar sus dominios.3

En 1231 el papa Gregorio IX creó la Inquisición pontificia que se superpondría a la


inquisición episcopal, pero aquella no llegó a establecerse en la Corona de Castilla,
donde la represión de la herejía corrió a cargo de los príncipes seculares basándose en
una legislación también secular aunque reproducía en gran medida los estatutos de la
inquisición pontificia. En Las Partidas se admitió "la persecución de los herejes, pero
conducirlos, ante todo, a la abjuración; sólo en caso de que persistieran en sus creencias
podían ser entregados al verdugo. Los condenados perdían sus bienes y eran
desposeídos de toda dignidad y cargo público". En el reinado de Fernando III de Castilla
fue cuando se impusieron las penas más duras a los herejes. El propio rey ordenó
marcarlos con hierros al rojo vivo, y una crónica habla de que «enforcó muchos home e
coció en calderas».4

En el resto de reinos cristianos peninsulares sí se estableció la inquisición pontificia. En


la Corona de Aragón en 1233, en el reino de Navarra en 1238, aunque en el reino de
Portugal no se introdujo hasta 1376, para caer en seguida en desuso.5

En la Corona de Aragón su implantación se produjo como resultado de la preocupación


que tenían su soberano Jaime I y los obispos de sus dominios por la llegada de herejes
procedentes del otro lado de los Pirineos y que además estaban haciendo muchos
adeptos. En principio se restableció la ordenanza antiherética de Pedro II el Catolico de
1197 pero el papa Gregorio IX presionó para que se instaurara la Inquisición que
acababa de crear, contando con la ayuda de Raimundo de Peñafort. Al fin Jaime I cedió
y el 7 de febrero de 1233 promulgó un edicto que establecía que «nadie pueda decidir en
causas de herejía sino el obispo diocesano u otra persona eclesiástica que tenga potestad
para ello», es decir, un inquisidor. Entre otras prescripciones en el edicto se establecía
que «nadie tenga en romance los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, sino que en el
término de ocho días los entregue al obispo de su diócesis para ser quemados».6

El Papa confirmó el edicto y en 1235 envió al arzobispo de Tarragona un código de


procedimiento inquisitorial redactado por Peñafort. En él se establecía la figura del
legado pontificio, con carácter de juez extraordinario o inquisidor general, por lo que no
presidía ningún tribunal permanente, a diferencia de su homónimo de la Inquisición
española de la Edad Moderna. "Estos primeros legados suelen ser dominicos o
franciscanos, los cuales, dada la exención de que gozaban respecto de los obispos, se
convertían en instrumento apropiado de la administración pontificia y podían actuar de
acuerdo con los príncipes, atendiéndose a una legislación universalmente establecida".7

En el concilio de Tarragona de 1242 se aprobó un nuevo reglamento inquisitorial, que


establecía que el hereje impenitente debía ser entregado al brazo secular, mientras que
los simples afiliados habían de hacer penitencia todos los años de su vida en las fiestas
que se señalaban, descalzos y en camisa, y siempre debían llevar dos cruces en el pecho,
de distinto color que los vestidos. En algunos casos se llegaron a exhumar cadáveres de
supuestos herejes para ser quemados.7

La inquisición pontificia existió en la Corona de Aragón hasta que a principios del siglo
XV dejó prácticamente de actuar. Durante ese tiempo se ocupó de casos aislados de
herejía y de escaso arraigo popular como los procesos que se abrieron contra los
fraticelli o contra los beguinos en diversos lugares de los Estados de la Corona. El más
famoso de sus inquisidores fue el catalán Nicholas Eymerich gracias al manual
Directorium Inquisitorum que escribió a mediados del siglo XIV.8

El fin de la "tolerancia" a los judíos: las matanzas de 1391

Véanse también: Antijudaísmo cristiano y Revuelta antijudía de 1391.

Hasta el siglo XIV los judíos de los reinos cristianos de la península ibérica habían sido
"tolerados", entendiendo esa palabra, en sentido negativo, de permitir lo ilícito porque
se obtiene de ello alguna utilidad. Como ha señalado Joseph Pérez, "hay que desechar la
idea comúnmente admitida de una España donde las tres religiones del Libro —
cristianos, musulmanes y judíos— habrían convivido pacíficamente durante los dos
primeros siglos de la dominación musulmana y, más tarde, en la España cristiana de los
siglos XII y XIII. La tolerancia implica no discriminar a las minorías y respetar la
diferencia. Y, entre los siglos VIII y XV, no hallamos en la península nada parecido a la
tolerancia".9 Henry Kamen, por su parte, afirma que "las comunidades de cristianos,
judíos y musulmanes nunca habían vivido en pie de igualdad; la llamada convivencia
fue siempre una relación entre desiguales"10 En los reinos cristianos, destaca Kamen,
tanto judíos como musulmanes era tratados "con desprecio" y las tres comunidades
"vivían existencias separadas".11
En los siglos XII y XIII se recrudece el antijudaísmo cristiano en el Occidente medieval
lo que queda plasmado en las duras medidas antijudías acordadas en el IV Concilio de
Letrán celebrado en 1215 a instancias del papa Inocencio III. Los reinos cristianos
peninsulares no fueron en absoluto ajenos al crecimiento del antijudaísmo cada vez más
beligerante —en el código castellano de las Partidas se recordaba que los judíos vivían
entre los cristianos para que su presencia recuerde que descienden de aquellos que
crucificaron a Nuestro Señor Jesucristo—, pero los reyes siguieron "protegiendo" a los
judíos por el importante papel que desempeñaban en sus reinos.12

En el siglo XIV se termina el periodo de "tolerancia" hacia los judíos pasándose a una
fase de conflictos crecientes. Según Joseph Pérez, "lo que cambia no son las
mentalidades, son las circunstancias. Los buenos tiempos de la España de las tres
religiones había coincidido con una fase de expansión territorial, demográfica y
económica; judíos y cristianos no competían en el mercado de trabajo: tanto unos como
otros contribuían a la prosperidad general y compartían sus beneficios. El antijudaísmo
militante de la Iglesia y de los frailes apenas hallaba eco. Los cambios sociales,
económicos y políticos del siglo XIV, las guerras y las catástrofes naturales que
preceden y siguen a la Peste Negra crean una situación nueva. […] [La gente] se cree
víctima de una maldición, castigada por pecados que habría cometido. El clero invita a
los fieles a arrepentirse, a cambiar de conducta y regresar a Dios. Es entonces cuando la
presencia del pueblo deicida entre los cristianos se considera escandalosa".13

Pastorcillos asaltando una ciudad.

La primera ola de violencia contra los judíos en la península ibérica se produjo en el


reino de Navarra como consecuencia de la llegada en 1321 de la cruzada de los
pastorcillos desde el otro lado de los Pirineos. Las juderías de Pamplona y de Estella
son masacradas. Dos décadas más tarde el impacto la Peste Negra de 1348 provoca
asaltos a las juderías de varios lugares, especialmente las de Barcelona y de otras
localidades del Principado de Cataluña. En la Corona de Castilla la violencia antijudía
se relaciona estrechamente con la guerra civil del reinado de Pedro I en la que el bando
que apoya a Enrique de Trastámara utiliza como arma de propaganda el antijudaísmo y
éste acusa a su hermanastro el rey Pedro de favorecer a los judíos. Así la primera
matanza de judíos, que tuvo lugar en Toledo en 1355, fue ejecutada por los partidarios
de Enrique de Trastámara cuando entran en la ciudad. Lo mismo sucede once años más
tarde cuando ocupan Bibriesca. En Burgos, los judíos que no pueden pagar el cuantioso
tributo que se les impone en 1366 son reducidos a esclavitud y vendidos. En Valladolid
la judería es asaltada en 1367 al grito de "¡Viva el rey Enrique!". Aunque no hay
víctimas, las sinagogas son incendiadas.14

Pero la gran catástrofe para los judíos de la península ibérica tiene lugar en 1391 cuando
las juderías de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón son masacradas. Los
asaltos, los incendios, los saqueos y las matanzas se inician en junio en Sevilla, donde
Fernando Martínez, arcediano de Écija, aprovechando el vacío de poder que crea la
muerte del arzobispo de Sevilla endurece sus predicaciones en contra de los judíos que
había iniciado en 1378 y manda derribar las sinagogas y requisa los libros de oraciones.
En enero de 1391 un primer intento de asalto a la judería puede ser evitado por las
autoridades municipales, pero en junio cientos de judíos son asesinados, sus casas
saqueadas y las sinagogas convertidas en iglesias. Algunos judíos logran escapar; otros,
aterrorizados, piden ser bautizados.1516

Matanza de judíos en Barcelona en 1391 (Josep Segrelles, ca. 1910).

Desde Sevilla la violencia antijudía se extiende por Andalucía y luego pasa a Castilla.
En agosto alcanza a la Corona de Aragón. En todas partes se reproducen los asesinatos,
los saqueos y los incendios. Los judíos que logran salvar la vida es porque huyen —
muchos se refugian en el reino de Navarra, en el reino de Portugal o en el reino de
Francia; otros se marchan al norte de África— y sobre todo porque aceptan ser
bautizados, bajo la amenaza de muerte. El número de víctimas es difícil de saber. En
Barcelona fueron asesinados unos 400 judíos; en Valencia 250; en Lérida 68…1716

Tras la revuelta de 1391 se recrudecen las medidas antijudías —en Castilla se ordena en
1412 que los judíos se dejen barba y lleven un distintivo rojo cosido a la ropa para poder
ser reconocidos; en la Corona de Aragón se declara ilícita la posesión del Talmud y se
limita a una el número de sinagogas por aljama— y las órdenes mendicantes
intensifican su campaña para que los judíos se conviertan, en la que destaca el
valenciano Vicente Ferrer, y que recibe el apoyo de los monarcas —en la Corona de
Aragón se decreta que los judíos asistan obligatoriamente a tres sermones al año—.
Como consecuencia de las masacres de 1391 y las medidas que le siguieron hacia 1415
más de la mitad de los judíos de Castilla y de Aragón habían renunciado a la Ley
Mosaica y se habían bautizado, entre ellos muchos rabinos y personajes importantes. En
la Corona de Aragón, aljamas importantes como las de Barcelona, Valencia o Palma
prácticamente desaparecieron —en 1424 el call o judería de Barcelona fue abolido
porque se consideró innecesario—,18 y sólo quedó intacta la de Zaragoza. En Castilla
aljamas en otro tiempo florecientes como las de Sevilla, Toledo o Burgos perdieron
gran parte de sus miembros —en Toledo la antigua judería en 1492 sólo tenía unas
cuarenta casas—.18 En total apenas cien mil judíos de Castilla y de Aragón se
mantuvieron fieles a su religión. Como ha señalado Joseph Pérez, "el judaísmo español
nunca se repondrá de esta catástrofe, preludio de la expulsión que tendrá lugar un siglo
más tarde".19 En 1492, el año de su expulsión, en la Corona de Aragón tan sólo quedaba
una cuarta parte de los judíos que había antes de 1391 —la famosa comunidad judía de
Gerona, por ejemplo, se quedó con sólo 24 familias—. En la Corona de Castilla no
llegaban a ochenta mil —en Sevilla antes de las revueltas de 1391 había unas 500
familias judías; cincuenta años después sólo quedaban 50—.20

El "problema converso"

Marranos. Ceremonia secreta en España en la época de la Inquisición. Pintura de


historia del artista ruso-judío Moshe Maimon,21 1893.

El término converso se aplicó a los judíos que se habían bautizado y a sus


descendientes. Como muchos de ellos lo había hecho a la fuerza siempre fueron mirados
con desconfianza por los que se llamarán a sí mismos cristianos viejos22

En el siglo XV las posiciones abandonadas por los judíos son ocupadas en su mayoría
por los conversos, que se concentran allí donde habían florecido las comunidades judías
antes de 1391. Se ocupan de las actividades que antes desempeñaban los judíos: el
comercio, el préstamo, el artesanado. Por ejemplo, en Burgos son los conversos los que
dominan el gran comercio internacional de la lana. Además los conversos al ser
cristianos pueden acceder a oficios y profesiones que antes estaban prohibidas a los
judíos, y son bastantes los que ocupan cargos públicos —en ciudades como Burgos,
Toledo, Segovia, Cuenca o Guadalajara los conversos eran muy influyentes en los
consejos municipales—23 y algunos ingresan en el clero llegando a ser canónigos o
priores.24 E incluso obispos.23

El ascenso social de los conversos fue visto con recelo por los cristianos "viejos". En
Palencia una crónica habla de que en 1465 entre los cristianos viejos e los conversos
abía abido grandes bandos. El cronista converso Diego de Valera cuenta que en el
concejo de Córdoba23

avía grandes enemistades e grande envidia, como los cristianos nuevos de aquella
cibdad estoviesen muy ricos y les viesen de continuo comprar oficios, de los cuales
usaban soberbiosamente, de tal manera que los cristianos viejos no la an comportar

Otro factor que contribuyó a acentuar el prejuicio contra los conversos fue la conciencia
por parte éstos de que poseían una identidad diferenciada, orgullosos de ser cristianos y
de tener ascendencia judía, que era el linaje de Cristo. Un converso solía terminar el Ave
María con las palabras, Virgen María, Madre de Dios y pariente nuestra, ruega por
nosotros. En la Corona de Aragón se llamaban a sí mismos cristianos de Israel. Alonso
de Palencia recoge las quejas de los cristianos "viejos" que afirmaban que los conversos
actuaban como nación aparte, en ningún territorio aceptaban consorcio con los
cristianos viejos, antes, cual pueblo de ideas completamente opuestas, favorecía a las
claras y con la mayor osadía cuanto les era contrario, como demostraban las semillas
de amarguísimos frutos extendidos por tantas ciudades del reino. "Semejantes actitudes
por parte de los conversos nacieron seguramente más como un gesto de defensa que de
arrogancia, pero contribuyeron a erigir un muro de desconfianza entre los cristianos
viejos y los nuevos. En particular la idea de que formaban una nación conversa, que
arraigó de manera irrevocable en la mentalidad de los cristianos de origen judío, les hizo
aparecer como una entidad aparte, ajena y enemiga de la comunidad. Y ello tuvo
consecuencias fatales".25

En Castilla entre 1449 y 1474, un período de dificultades económicas y de crisis política


provocada por la guerra civil del reinado de Enrique IV, estallan revueltas populares
contra los conversos. La primera tuvo lugar en 1449 en Toledo donde Pedro Sarmiento,
dueño de la ciudad durante varios meses, adopta una serie de medidas anticonversas,
como que no se aceptara su testimonio contra los cristianos "viejos" en los tribunales26 o
prohibir mediante la Sentencia-Estatuto el acceso a los cargos municipales de nigún
confesso del linaje de los judíos por lo que quedarían reservados a los cristianos "viejos"
—un antecedente de los estatutos de limpieza de sangre del siglo siguiente— e incita a
la violencia contra ellos —sus casas son saqueadas—. Las autoridades eclesiásticas
rechazaron esta discriminación entre cristianos "nuevos" y "viejos" por ser contraria a la
fe cristiana —el obispo de Cuenca llegó considerarlo una proposición herética—.27 El
papa Nicolás V intervino promulgando una bula el 24 de septiembre de 1449 con el
significativo título de Humanis generis inimicus en la que declaraba que todos los
católicos forman un cuerpo con Cristo, de acuerdo con las enseñanzas de nuestra fe.
Otra bula de la misma fecha excomulgaba a Sarmiento y a sus seguidores. En cambio el
rey Juan II de Castilla pidió al papa que revocara la excomunión y confirmó la
Sentencia-Estatuto. En 1467 su sucesor Enrique IV extendió a Ciudad Real el privilegio
de Toledo de excluir a los conversos de los cargos municipales. Un año después el
arzobispo de Toledo Alonso Carrillo denunciaba de nuevo la distinción entre cristianos
"viejos" y "nuevos" porque inducen gran escándalo é cisma é dividen la túnica
inconsubtile de Christo.28
Miguel Lucas de Iranzo, Condestable de Castilla.

La violencia anticonversa se volvió a reproducir durante la guerra civil castellana del


reinado de Enrique IV, desarrollándose prácticamente en los mismos lugares que la
revuelta antijudía de 1391, aunque esta vez será Córdoba, y no Sevilla, la ciudad donde
se inicien en 1473 las matanzas de conversos y el saqueo e incendio de sus casas —en
Jaén "una de las víctimas fue el condestable de Castilla, el converso Miguel Lucas de
Iranzo, degollado ante el altar mayor de la catedral mientras trataba de defender a los
conversos"—.29 El origen de las revueltas era económico —en Andalucía especialmente
se vive una situación de hambre, agravada por una epidemia de peste— y en principio
"no van dirigidas especialmente contra los conversos. Son los partidos y los demagogos
los que se aprovechan de la exasperación del pueblo y la dirigen contra los conversos".30

Para justificar los ataques a los conversos se afirma que éstos son falsos cristianos y que
en realidad siguen practicando a escondidas la religión judía. Según Joseph Pérez, "es
un hecho probado que, entre los que se convirtieron para escapar al furor ciego de las
masas en 1391, o por la presión de las campañas de proselitismo de comienzos del siglo
XV, algunos regresaron clandestinamente a su antigua fe cuando pareció que había
pasado el peligro; de éstos se dice que judaízan ".31 La acusación de criptojudaísmo se
hace más verosímil cuando se conocen algunos casos de destacados conversos que
siguieron observando los ritos judaicos después de su conversión. Es el caso del
patriarca de la poderosa familia de la Caballería de Zaragoza, quien nunca dejó de rezar
las plegarias judías ni de cumplir con el Sabbat. Aún más grave fue el caso del padre
García Zapata, prior del monasterio jerónimo de Sisla, cerca de Toledo, que en la
eucaristía pronunciaba en voz baja blasfemias y frases irreverentes —será una de las
primeras víctimas de la Inquisición y morirá en la hoguera—. Pero los conversos que
judaizaban, según Joseph Pérez, fueron una minoría aunque relativamente importante.32
Lo mismo afirma Henry Kamen cuando dice que "puede afirmarse que a finales de la
década de 1470 no había ningún movimiento judaizante destacado o probado entre los
conversos". Además señala que cuando se acusaba a un converso de judaizar, en
muchas ocasiones las "pruebas" que se aportaban eran en realidad elementos culturales
propios de su ascendencia judía —como considerar el sábado, no el domingo, como el
día de descanso—, o la falta de conocimiento de la nueva fe —como no saber el credo o
comer carne en Cuaresma—. "La cosecha de herejías recogida por la primera
Inquisición debió su éxito a la falsificación deliberada o a la forma completamente
indiscriminada en la que los vestigios de costumbres judías se interpretaron como
herejías. […] No hubo una religión conversa sistemática en la década de 1480 que
justificara la creación de la Inquisición".33

Así es como nace el "problema converso". El bautizado no puede renunciar a su fe


según la doctrina canónica de la Iglesia por lo que el criptojudaísmo es asimilado a la
herejía, y como tal debe ser castigada. Así lo empiezan a reclamar diversas voces
incluidas las de algunos conversos que no quieren que se ponga en duda la sinceridad de
su bautismo por culpa de esos "falsos" cristianos que empiezan a ser llamados marranos.
Precisamente a mediados del siglo XV aparecen en Castilla dos obras escritas por dos
conversos —aunque del primero Henry Kamen duda de que lo fuera—34 en las que se
ataca muy duramente al judaísmo y se denuncia a los conversos que judaízan. La
primera es Fortalitium fidei (1459) del franciscano Alonso de Espina, confesor del rey
Enrique IV, en la que se pide el castigo a los marranos y en la que se afirma que la
presencia de los judíos entre los cristianos es lo que invita a los conversos a seguir
practicando la Ley de Moisés —lo que anticipa la razón que se aducirá para expulsar a
los judíos en 1492—. La segunda es Lumen ad revelationem gentium (1465) del
jerónimo Alonso de Oropesa, en la que también se propugna el máximo rigor con los
judaizantes y asimismo se culpa a la presencia de los judíos del fenómeno del
marranismo.35

La creación de la Inquisición en la Corona de Castilla


Aunque en el siglo XV estaba prácticamente inactiva, en la Corona de Aragón existía la
inquisición pontificia desde 1232 y los dominicos catalanes Raimundo de Peñafort y
Nicholas Eymerich habían sido destacados miembros de la misma. En cambio, en la
Corona de Castilla la inquisición pontificia nunca se instauró porque, según Henry
Kamen, "los obispos y los tribunales eclesiásticos se habían bastado más que de sobras
para reprimir cualquier herejía". La situación cambió cuando se planteó el "problema
converso" y ya en 1461 un grupo de franciscanos encabezados precisamente por el
presunto converso Alonso de Espina plantearon al confesor del rey, el también converso
Alonso de Oropesa, la necesidad de que sobre los herejes se haga inquisición en este
reyno según como se hace en Francia. La propuesta fue aceptada por Enrique IV de
Castilla quien elevó la petición al papa, pero no volvió a insistir en ella a causa del
estallido de la guerra civil castellana. Mientras tanto dos conversos eran quemados en la
hoguera en Llerena (Extremadura) en 1467 por judaizar.36

Isabel I de Castilla.

En 1474 accede al trono Isabel I de Castilla, casada con el heredero de la Corona de


Aragón, el futuro Fernando II de Aragón. Una de sus primeras preocupaciones es
restablecer el orden y garantizar la vida y las propiedades de todos sus vasallos y
también de los judíos. Así el 6 de septiembre de 1477 en una carta dirigida a la
comunidad judía de Sevilla la reina les da garantías sobre su seguridad:37

Tomo bajo mi protección a los judíos de las aljamas en general y a cada uno en
particular, así como a sus personas y sus bienes; les protejo contra cualquier ataque, sea
de la naturaleza que sea…; prohíbo que se les ataque, mate o hiera; prohíbo asimismo
que se adopte una actitud pasiva si se les ataca, mata o hiere
Al mismo tiempo los reyes deciden afrontar el "problema converso", sobre todo cuando
el prior de los dominicos de Sevilla, fray Alonso de Ojeda les remite en 1475 un
informe alarmante sobre la cantidad de conversos que en esa ciudad judaízan, incluso de
manera abierta: circuncidan a sus hijos, observan el sabbath, se abstienen de comer
carne de cerdo, celebran la Pascua judía, entierran a sus muertos según los ritos judíos,
etcétera. Dos años después los reyes realizan una visita a Sevilla donde pasan más de un
año y allí conocen de primera mano lo que está sucediendo.38 Poco después de partir,
Alonso de Ojeda informa a la reina de que había hallado pruebas de la celebración de
una reunión de conversos judaizantes en la ciudad y le pide medidas enérgicas contra
ellos.36

El papa Sixto IV.

Según Joseph Pérez, la reina Isabel se resistió inicialmente a usar la fuerza contra los
conversos judaizantes, encontrando apoyo en su confesor Hernando de Talavera y en el
arzobispo de Sevilla, el cardenal Pedro González de Mendoza. Pero el rey Fernando
impuso su criterio y los reyes se dirigieron al papa Sixto IV para que les autorizara a
nombrar inquisidores en sus reinos, lo que el papa les concedió por la bula Exigit
sincerae devotionis del 1 de noviembre de 1478.38 Henry Kamen, por su parte, afirma
que la decisión la tomaron el rey y la reina conjuntamente después de recibir un informe
—en cuya redacción participó Tomás de Torquemada prior del convento dominico de
Segovia— en el que se afirmaba que los conversos continuaban practicando los ritos
judíos no sólo en Sevilla sino en toda Andalucía y en Castilla.39 En la bula el papa Sixto
IV estipulaba que los inquisidores debían de ser dos o tres sacerdotes de más de
cuarenta años y concedía a los reyes su nombramiento y destitución.40

Sin embargo los reyes tardaron dos años en nombrar los inquisidores de Sevilla, según
Josep Pérez, para dar una oportunidad al arzobispo para que intentara resolver el
"problema converso" por la vía de la predicación. Así el cardenal Mendoza mandó
redactar un catecismo que se distribuyó por todas las iglesias de la diócesis y en una
carta pastoral pidió a los párrocos que se ocuparan de explicarlo a los nuevos cristianos.
Por su parte el confesor de la reina fray Hernando de Talavera se dedicó a predicar y a
advertir a los judaizantes del peligro que les amenazaba si no retornaban a la fe
cristiana. Como ha señalado Joseph Pérez, tanto el cardenal Mendoza como fray
Hernando de Talavera "captan muy bien la realidad del problema: muchos conversos
han recibido una instrucción religiosa muy insuficiente, por no decir nula; ¿cómo se les
puede exigir que practiquen una fe que no conocen, o conocen mal? ¿Cómo se les puede
castigar por errores que son fruto de la ignorancia?".41 Henry Kamen, por su parte,
afirma que "una explicación verosímil para esta política [de retrasar dos años la
aplicación de la bula papal] es que la corona optara prudentemente por un período de
indulgente tolerancia antes de tomar medidas más severas, como también es posible que
influyera el gran número de conversos que ocupaban puestos en la corte".40

Pero la campaña evangelizadora no consiguió los resultados que sus promotores


esperaban. Incluso se difundió en Sevilla un escrito anónimo en el que un
judeoconverso justificaba que se pudiera practicar simultáneamente el judaísmo y el
cristianismo y además ponía en cuestión determinados dogmas cristianos, como el de la
Santísima Trinidad, y el culto a las imágenes y a los santos. Hernando de Talavera
escribió una réplica titulada Católica impugnación, pero el libelo anónimo confirmaba a
los partidarios de la mano dura de que ésta era la única solución para resolver el
problema converso. El 27 de septiembre de 1480 los reyes nombraban a los dos
primeros inquisidores para Sevilla. Con esta decisión nació el Santo Oficio que no
desaparecería hasta 1834.42 Según explicó el rey Fernando años más tarde: No pudimos
menos fazer, porque nos dixeron tantas cosas del Andaluzía.40

Los motivos de los reyes para establecer la Inquisición

Según Joseph Pérez, Fernando e Isabel "estaban convencidos de que la Inquisición


obligaría a los conversos a integrarse definitivamente: el día en que todos los nuevos
cristianos renunciaran al judaísmo nada les distinguiría ya de los otros miembros del
cuerpo social… Es el mismo razonamiento que impulsa a los reyes, en 1492, a expulsar
a los judíos que no quieren renunciar a su fe".43

Henry Kamen, por su parte, pone en cuestión los motivos religiosos alegando que
Fernando e Isabel "puede que fueran católicos fervientes, pero de ninguna manera se les
puede considerar antisemitas o contrarios a los conversos". Además señala que "fuera
de un puñado de ciudades en el sur donde había habido disturbios políticos, no se
presionó para se iniciara una inquisición". Kamen defiende que la decisión fue tomada
para resolver un problema concreto en Andalucía. "Ni la corona ni los primeros
defensores de la Inquisición miraban, en los años de 1480, más allá de las lindes de
Andalucía. El objetivo inmediato era reforzar allí la ortodoxia religiosa".44 Y por otro
lado, también según Kamen, la decisión se adoptó en el contexto de la política de Isabel
y de Fernando de pacificación general del reino y de fortalecimiento de la autoridad
real, por lo que en principio fue "una medida más o menos rutinaria. El desarrollo de los
acontecimientos pronto la convirtió en algo mucho más serio, ya que implicaba a las
elites conversas urbanas, que hasta la fecha habían apoyado sin vacilar a la corona".40

Las primeras actuaciones de la Inquisición y el conflicto con el papa


"Auto de fe", pintado por Pedro Berruguete.

Los dos primeros inquisidores nombrados por los reyes para que hicieran frente al
"problema converso" en Sevilla, fueron los dominicos Juan de San Martín y Miguel de
Morillo, que contarán con Juan Ruiz de Medina, perteneciente al clero secular y
miembro del Consejo Real, como consejero jurídico. Son recibidos por las autoridades y
la nobleza sevillanas con bastantes reservas lo que obliga a los reyes a ordenarles que
colaboren con ellos.45

La noticia de la llegada de los inquisidores provocó el pánico entre los conversos y


muchos de ellos huyeron. Unas tres mil familias se marcharon al extranjero —al reino
de Portugal, al reino de Francia o al norte de África— y unas ocho mil personas
buscaron refugios en los estados señoriales de la nobleza andaluza —semanas después
los inquisidores ordenarán a los señores que dejen de proteger a los conversos bajo pena
de ser acusados de complicidad y de obstrucción al Santo Oficio—.46

El pánico se extiende por toda Andalucía. Así lo relata el cronista Hernando del Pulgar,
incluida la reacción de la reina:47

E como quier que la absencia de esta gente despobló gran parte de aquella tierra, e fue
notificado a la reyna que el trato se disminuía; pero estimando en poco la disminución
de sus rentas, e reputando en mucho la limpieza de sus tierras, decía que todo interese
pospuesto quería limpiar la tierra de aquel pecado de la heregía, porque entendía que
aquello era servicio de Dios e suyo. E las suplicaciones que le fueron hechas en este
caso, no la retraxeron deste propósito

Los conversos que no huyen se disponen a hacer frente a los inquisidores y a obligarles
a que abandonen la ciudad. Sin embargo el complot que un grupo preparaba en Sevilla
es descubierto y los conjurados son detenidos y condenados a muerte, figurando así
entre las primeras víctimas de la inquisición.48
Los dos inquisidores de Sevilla comienzan a actuar inmediatamente haciendo arrestar a
muchos sospechosos de judaizar. El 6 de febrero de 1481 se organiza el primer auto de
fe —seis personas fueron quemadas en la hoguera y el sermón lo pronunció fray Alonso
de Hojeda—.49 Como el trabajo los desborda el papa autoriza el nombramiento de siete
inquisidores más el 11 de febrero de 1482, todos ellos dominicos, entre los que se
encuentra Tomás de Torquemada, prior del convento de Santa Cruz de Segovia. Ese
mismo año se crea un tribunal en Córdoba, y al año siguiente sendos tribunales en Jaén
y Ciudad Real.47 Entre 1481 y 1488 dictan unas setecientas condenas a muerte y miles
de cadenas perpetuas y otros castigos.50

La severidad de los inquisidores causa estupor y varias personas destacadas, como el


cronista Hernando del Pulgar o el protonotario Juan Ramírez de Lucena, piden
indulgencia para los nuevos cristianos, cuyo único crimen es la ignorancia de su nueva
fe.50 Lucena, dice una crónica, emsistió con los Reyes que no oviese inquisición y que
debían ser tratados como infieles y no como herejes, y utilizar las razones y los halagos
para convencerles y no coaccionarlos con castigos. Hernando del Pulgar, por su parte,
denunció la actuación de los inquisidores ante el arzobispo de Sevilla en una carta en la
que le dice que en Andalucía miles de jóvenes conversos51

… nunca de sus cassas salieron ni oyeron ni supieron otra doctrina sino la que vieron
hazer a sus padres de puertas adentro. Quemar todos estos sería cosa crudelissima y aun
diffícile de hazer.
No digo señor esto a favor de los malos, mas en remedio de los enmendados, el qual me
parecería señor poner en aquella tierra personas notables y con algunos dellos de su
misma nación que exemplo de vida y con palabras de dotrina reduxiesen a los unos y
enmendasen a los otros. Buenos son, por cierto, [los inquisidores] Diego de Merlo y el
doctor Medina, pero yo sé bien que no harán ellos tan buenos Christianos con su fuego
como hizieron los obispos don Paulo [de Santa María] y don Alonso [de Cartagena] con
su agua.

Las familias de los condenados van más lejos y denuncian directamente al papa la
crueldad de los inquisidores. El papa Sixto IV, conmocionado por lo que lee, confiesa
en una carta del 29 de enero de 1482 que se precipitó al conceder a los reyes el
establecimiento de la inquisición, pensando que iba a funcionar como la inquisición
pontificia medieval, y reconoce que los inquisidores han abusado de su poder y además
denuncia que se les niegue a los condenados el derecho de apelar las sentencias ante él
mismo.50

Sin embargo al verse sometido a fuertes presiones diplomáticas, el papa da marcha atrás
en su intención de revocar la autorización que había dado a los reyes, y el 11 de febrero
de 1482 permite que los inquisidores continúen en sus cargos y amplía su número,
aunque exige cambios importantes en el funcionamiento del tribunal: que los
inquisidores rindan cuentas ante los obispos; que no se oculten los nombres de los
testigos de cargo; y que los condenados puedan recurrir la sentencia a Roma.50
Tomás de Torquemada, primer inquisidor general.

Pero el rey Fernando de Aragón no admite ninguna de estas condiciones, especialmente


el reconocimiento del derecho de apelación de los condenados a Roma, y de nuevo el
papa acaba cediendo. Lo único que consigue es que puedan apelar ante el arzobispo de
Sevilla, pero al mismo tiempo nombra inquisidor general al dominico Tomás de
Torquemada, por lo que a partir de ese momento será él quien nombre a los
inquisidores.52

El derecho de apelación ante el arzobispo de Sevilla será revocado el 25 de septiembre


de 1486 por el papa Inocencio VIII, sucesor de Sixto IV fallecido en agosto de 1484, al
verse sometido de nuevo a fuertes presiones diplomáticas. A partir de entonces las
apelaciones se harán ante el inquisidor general. Los obispos condenados por la
Inquisición serán los únicos que podrán apelar al papa. Inocencio VIII, concede a los
reyes en 1488 la facultad de designar, en su momento, al sucesor de Torquemada en el
cargo de inquisidor general.48

Como ha señalado Joseph Pérez, "el pulso con el papado acaba, pues, con el triunfo de
los soberanos. El primero renuncia a favor de los segundos a una de sus prerrogativas
esenciales; la defensa de la fe y la lucha contra la herejía dependen ahora en España de
un tribunal que actúa por delegación del papado, pero que está bajo la autoridad del
poder civil, que designa a sus magistrados".48

La Inquisición en la Corona de Aragón


Fernando II de Aragón.

Cuando el papa Sixto IV promulga la bula que otorgaba el derecho de nombrar


inquisidores a los reyes Isabel y Fernando, este último todavía no era el soberano de la
Corona de Aragón, por lo que cuando en enero de 1479 Fernando ya es efectivamente
rey de Aragón y de Valencia y conde de Barcelona, tiene que pedir permiso al papa en
mayo de 1481 para nombrar inquisidores en estos estados. Pero el papa Sixto IV plantea
varias objeciones. La principal es que en la Corona de Aragón desde el siglo XIII existía
la inquisición medieval que todavía seguía actuando, aunque no con demasiado celo —
entre 1460 y 1467 en Valencia se había procesado a quince presuntos judaizantes; había
habido condenas de herejes en Zaragoza en 1482—. El problema para el rey Fernando
era que estos inquisidores dependían de los obispos y no de la Corona, como la
inquisición instaurada en 1478.53

El rey Fernando decide entonces imponer la nueva inquisición por la vía de los hechos y
en diciembre de 1481 destituye a los inquisidores dependientes de sus respectivos
obispos de Valencia y de Zaragoza, nombrando en su lugar a otros designados por él
mismo. Pero el papa reacciona enérgicamente negando el derecho del rey Fernando a
nombrar inquisidores porque cuando promulgó la bula de 1478 él todavía no era el
soberano de la Corona de Aragón.54 En la bula del 18 de abril de 1482 el papa Sixto IV
hace una durísima e insólita crítica a la actuación de los inquisidores55

En Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña la Inquisición lleva tiempo actuando no por


celo de la fe y la salvación de las almas, sino por la codicia de la riqueza, y muchos
verdaderos y fieles cristianos, por culpa del testimonio de enemigos, rivales, esclavos y
otras personas bajas y aún menos apropiadas, sin pruebas de ninguna clase, han sido
encerradas en prisiones seculares, torturadas y condenadas como herejes relapsos,
privadas de sus bienes y propiedades, y entregadas al brazo secular para ser ejecutadas,
con peligro de sus almas, dando un ejemplo pernicioso y causando escándalo a muchos

A continuación el papa establece en la bula que en lo sucesivo los inquisidores actuarán


conjuntamente con delegados de los obispos, comunicarán el nombre de los testigos de
cargo, se permitirá a los acusados la asistencia de un abogado, sólo se utilizarán las
cárceles eclesiásticas y se admitirá apelar a Roma.55 La réplica del rey Fernando por
medio de una carta con fecha del 13 de mayo de 1482 es no menos contundente:56

Su Santidad… tiene un deber para con la Inquisición. Por si acaso hubieran sido hechas
concesiones [a los conversos] por la persistente y astuta persuasión de los citados
conversos, no pienso permitir jamás que surtan efecto. Tenga cuidado por lo tanto de no
permitir que el asunto vaya más lejos, y de revocar toda concesión, encomendándonos
el cuidado de esta cuestión

Cinco meses después, el papa suspendió la bula56 y la actividad de la inquisición en los


estados de la Corona de Aragón. En octubre de 1483, el papa cede completamente a la
presión del rey y nombra a Torquemada inquisidor general también para la Corona de
Aragón.54 De esta forma "la Inquisición española quedaba unida bajo un solo mando",
"convirtiéndose en la única institución cuya autoridad abarcaba todos los reinos de
España".56

La oposición a la inquisición en la Corona de Aragón

A diferencia de Castilla donde la oposición a la inquisición "fue escasa ",47 en la Corona


de Aragón se dio una fuerte resistencia a su implantación, encabezada por las
instituciones de sus estados que alegaron que violaba los fueros de cada uno de ellos —
algunas de las sanciones que aplicaba, como la confiscación de bienes, era contraria a
ellos—, y además sus fueros tampoco permitían que los naturales de otros reinos
pudieran ocupar cargos, ya que Torquemada y la mayoría de inquisidores que había
nombrado eran castellanos y por tanto extranjeros.57 También afirmaban que no había
herejes allí, como lo hizo la Diputación General de Aragón que escribió al rey
diciéndole que aqueste reyno es de cristianos.58 La hostilidad a la inquisición en el reino
de Aragón la describe así el cronista Jerónimo Zurita:59

Comenzáronse de alterar y alborotar los que eran nuevamente convertidos de linaje de


los judíos, y con ellos muchos caballeros y gente principal, publicando que aquel modo
de proceder era contra las libertades del reyno, porque por este delito se les confiscan
los bienes y no se les daban los nombres de los testigos que deponían contra los reos,
que eran dos cosas muy nuevas y nunca usadas, y muy perjudiciales para el reyno

Las primeras instituciones en mostrar su oposición fueron las cortes del Reino de
Valencia reunidas en 1484 y poco después le siguieron las cortes del Reino de Aragón y
las cortes catalanas. El rey Fernando respondió que los fueros no podían ser invocados
cuando está en juego un bien superior —la defensa de la fe— y además alegó que la
inquisición era una institución creada por el papa y que por tanto su autoridad estaba por
encima de la de las cortes, presentando así la inquisición, en cierto modo, como si fuera
una institución de derecho divino, superior a las instituciones humanas.60

En una carta que envió a los nobles principales y al resto de miembros de las cortes del
reino Aragón el rey defendió la existencia de la nueva inquisición:59

No hay la menor intención de infringir los fueros, sino más bien la de reforzar su
observancia. No puede imaginarse que vasallos tan católicos como los de Aragón
pedirían, o que reyes tan católicos concederían, fueros y libertades adversas a la fe y
favorables a la herejía. Si los antiguos inquisidores hubieran actuado concienzudamente
de acuerdo con los cánones, no habría habido causa para traer estos nuevos; pero no
tenían conciencia y estaban corrompidos por el soborno.
Si hay tan pocos herejes como se dice, no hay por qué temer a la Inquisición. No hay
que impedirle que secuestre, confisque o haga cualquier otro acto necesario, para
asegurarse de que a ninguna causa o interés, por grande que sea, se le permitirá que
interfiera con sus procedimientos en el futuro, como ocurre ahora.

En el reino de Aragón, fray Gaspar Juglar y el canónigo Pedro Arbués, fueron


nombrados inquisidores,61 pero en Teruel las autoridades les negaron la entrada en la
ciudad y aquéllos respondieron con la excomunión de los magistrados y de todos los
habitantes de la villa. El clero de Teruel recurrió entonces al papa que revocó la
excomunión y, por su parte, el municipio escribió al rey para protestar de que venían a
fer la Inquisición con el deshorden que lo han fecho en Castilla. La Diputación General
de Aragón les dio su apoyo dirigiéndose también al rey afirmando que no había herejes
allí y que los que hubiera debían ser tratados con monestaciones e persuasiones, no con
violencia. La respuesta del rey Fernando fue contundente. En febrero de 1485 ordenó
que tropas castellanas se situaran en la frontera con el reino de Aragón para obligar a las
autoridades a que apoyaran y ayudaran a los inquisidores. Así fue como se acabó la
resistencia de Teruel a la implantación de la Inquisición.58

En el reino de Valencia el conflicto se planteó a causa de que ya existían allí dos


inquisidores pontificios nombrados en 1481, Juan Cristóbal de Gualbes y Juan Orts. En
marzo de 1484 Torquemada los destituyó y nombró en su lugar al aragonés Juan de
Épila y al valenciano Martín Íñigo, lo que levantó las protestas de las instituciones del
reino. La Junta d'Estaments escribió al rey para que la Inquisición se faça amb persones
del regne y para que se pusiera fin al secreto de los testigos de cargo. El rey les contestó
que los fueros no debían ser utilizados para proteger a los herejes y si en aquel reyno
hay tan pocos hereges como dizen, tanto es de maior admiración que tengan temor de
la Inquisición —dijeron sus enviados— pero como la resistencia continuó, entonces
recurrió a las amenazas.62

En el principado de Cataluña el conflicto con las instituciones fue similar al del reino de
Valencia ya que se planteó a raíz del nombramiento por Torquemada en mayo de 1484
de dos inquisidores y la destitución al mismo tiempo del inquisidor pontificio, Joan
Comes, nombrado por el papa en 1461 a petición de la ciudad de Barcelona. Las
autoridades civiles y eclesiásticas catalanas protestaron inmediatamente al rey y conde
de Barcelona porque el nombramiento iba contra llibertats, constitucions i capítols per
vostre Magestat solempnialmente jurats. Fernando les contestó que per ninguna causa
ne interés, per grante e evident o de qualsevol qualitat que sia, no havem a donar loch
en que la dita inquisició cesse. Pero los consellers de Barcelona volvieron a insistir en
diciembre de 1485 preocupados por el daño que estaba sufriendo la ciudad a causa de
los conversos que se habían visto obligados a emigrar: havem vist dona causa a la
perdició e desviamente de aquesta terra la inquisició que vostra altesa hi vol
introduir… Los pochs mercaders que eren restats e fahien la mercadería, han cessat de
aquella… Los regnes stranys se fan richs e gloriosos del despoblar de aquesta terra. Un
poco después reiteraron que la ciudad quedaría totalmente, si dita Inquisició se fahia,
despoblada, destroida e perduda. Una primera solución se encontró con la destitución
de todos los inquisidores, incluido el pontificio, por el papa Inocencio VIII, pero la
designación del inquisidor que los sustituyera se dejó en manos de Torquemada y éste
nombró al castellano Alonso de Espina, lo que de nuevo levantó las protestas de los
consellers porque los inquisidores actuaban contra leys, practiques, costums e libertats
de la dita ciutat. Finalmente el rey obligó a las instituciones catalanas a que aceptaran al
nuevo inquisidor bajo la amenaza de que a Cataluña le ocurriría lo mismo que a Teruel,
que se había perdido por no obedecer a la Inquisición.63

Como la resistencia institucional no estaba dando ningún fruto, algunos conversos del
reino de Aragón decidieron pasar a la acción y asesinar a un inquisidor.64 En enero de
1485 había muerto el inquisidor Gaspar Juglar y entonces corrió el rumor de que había
sido envenenado por los conversos. El otro inquisidor, Pedro Arbués, sufrió dos
atentados de los que logró salir indemne, pero en el tercero, que tuvo lugar en la noche
del 14 al 15 de septiembre de 1485, ocho asesinos a sueldo lo matan en la catedral de
Zaragoza mientras estaba rezando frente al altar mayor. La cota de malla que llevaba
debajo del hábito no le salva porque los homicidas, que lo saben, le apuñalan en el
cuello.61 "Los asesinos escaparon mientras los canónigos de la catedral acudían
presurosos y encontraban al inquisidor agonizando". Arbués moría dos días después, el
17 de septiembre.64

Grabado de Pedro de Villafranca acerca del asesinato del inquisidor del reino de Aragón
Pedro Arbués.

El crimen de Arbués suscitó el horror y la indignación en todo el reino y acrecentó el


odio hacia los conversos —y hacia los judíos— sobre todo cuando se detuvo a los
asesinos y se comprobó que habían sido pagados por conversos —los autores del
crimen, sus cómplices e instigadores fueron juzgados y ejecutados en 1486 tras la
celebración de sucesivos autos de fe—. A uno de los asesinos "le cortaron las manos y
las clavaron en la puerta de la Diputación, tras lo cual fue arrastrado hasta la plaza del
mercado, donde fue decapitado y descuartizado, y los trozos de su cuerpo colgados en
las calles de la ciudad [de Zaragoza]. Otro se suicidó en su celda un día antes del
tormento, rompiendo una lámpara de cristal y tragándose los fragmentos; sufrió el
mismo castigo, que fue infligido a su cadáver". Las represalias se prolongaron hasta
1492 y los miembros de las principales familias conversas aragonesas, acusados de estar
implicados en la conspiración, fueron detenidos y condenados a muerte por la
inquisición, destruyendo "de modo efectivo la influencia de los cristianos nuevos en la
administración aragonesa".65
La repulsa por el crimen fue hábilmente utilizada por el rey Fernando para vencer
cualquier resistencia que quedara a la implantación de la inquisición. "Organiza unos
funerales solemnes para la víctima, como si se tratara de un mártir de la fe. En
diciembre de 1487, la ciudad de Zaragoza manda construir un espléndido mausoleo para
los restos de Arbués, con un bajorrelieve que representa la escena del asesinato. En
1490, el municipio financia dos lámparas de plata maciza que coloca ante la tumba, en
la catedral; una de esas lámparas arde día y noche. Estos hechos pronto se convirtieron
en leyenda".66

Sin embargo, la oposición de las instituciones de los estados de la Corona de Aragón


continuará durante bastante tiempo. En las cortes reunidas en Monzón en 1510-1512 el
rey Fernando se compromete a reformar la inquisición, pero en cuanto se cierran éstas
tras la concesión del impuesto extraordinario que había solicitado, alega que la promesa
le había sido arrancada bajo coacción y no la cumple, tras conseguir que el papa Julio II
le exima de su juramento.60

La llegada del nuevo rey Carlos I y la última


oportunidad de reformar la inquisición

Retrato del rey Carlos I.

En 1517, poco antes de la llegada a España del nuevo rey Carlos I, nieto de los Reyes
Católicos, circuló el rumor de que éste estaba decidido a llevar a cabo un cambio
decisivo en el proceso inquisitorial: que los acusados conocieran los nombres de los
testigos de cargo. El regente e inquisidor general, el cardenal Cisneros, se alarmó por
este rumor y escribió una carta a Carlos en la que le decía que las reglas de la
inquisición en jamás tendrán necesidad de reformación y será pecado mudarlas.67

En las primeras cortes de Castilla presididas por el rey, celebradas en Valladolid en


febrero de 1518, los procuradores pidieron que su alteza provea que el oficio de la
Santa Inquisición proceda de manera que se mantenga la justicia, y que los réprobos
sean castigados y no sufran los inocentes. En su propuesta de reforma de la inquisición
incluían que en el proceso inquisitorial se observaran las formalidades legales y que los
inquisidores fueran hombres respetables y letrados.67 Como resultado de estas
peticiones se elaboraron una serie de directrices para el funcionamiento de la inquisición
—por iniciativa del canciller real Jean de Sauvage— en cuyo preámbulo se decía:68

por los acusados no haber podido ser plenamente defendidos, muchos inocentes y no
culpados deste delito han padecido muertes, daños y opresiones, injurias e infamias e
intolerables fatigas.. y muchos nuestros vasallos se han ido y ausentado de estos
nuestros reynos; y (como la experiencia ha mostrado) generalmente estos nuestros
reynos han recibido grandes fatigas y daños; y han sido y son gravemente infamados de
este crimen por todo el mundo.

Adriano de Utrecht, elegido papa en 1523

Según Henry Kamen, "las reformas propuestas incluían disposiciones a fin de que los
reos fueran trasladados a cárceles abiertas y públicas, donde pudieran recibir visitas y
ser asistidos por abogados, así como de que se les informase de qué se les acusaba en el
momento de la detención y se les diera a conocer el nombre de los testigos de cargo;
además, los bienes de los acusados no podrían ser confiscados y vendidos antes de que
se emitiera un veredicto, ni se podrían utilizar para pagar los salarios de los
inquisidores. Se permitiría a los acusados asistir a misa y recibir los sacramentos
mientras estaban a la espera de juicio y se tomarían las precauciones debidas para que
los condenados a cadena perpetua no murieran de hambre. Si se empleaba la tortura,
debería hacerse con moderación y se evitarían las ásperas y nuevas invenciones de
tormentos que hasta aquí se han usado en este oficio. Cada una de estas cláusulas indica
la existencia de males a los que la nueva pragmática intentaba poner remedio".69 "De
haber sido aprobadas estas directrices, habría surgido un tribunal completamente
diferente. Se habría levantado del todo el peso del secreto y con ello habrían disminuido
considerablemente las posibilidades de cometer abusos", afirma Henry Kamen. Pero el
nuevo inquisidor general nombrado por el rey Carlos, el cardenal Adriano de Utrecht se
opuso radicalmente a que se introdujeran estas reformas y, además, el canciller real
Sauvage, el principal impulsor de los cambios, murió en julio de 1518.70

Las cortes del reino de Aragón, al igual que las de Castilla, presentaron al rey Carlos
una lista de treinta y un artículos de reforma de la inquisición cuando se reunieron en
Zaragoza, que eran prácticamente los mismos que aparecían en las directrices
redactadas a instancias de Sauvage. El rey aprobó la lista de cambios pero en cuanto se
clausuraron las Cortes pidió a Roma que fueran anulados y la dispensa del juramento
que había hecho. Además, la inquisición detuvo al notario de las Cortes que había
autentificado la firma del rey acusándolo de haberla falsificado. Entonces los miembros
de las Cortes apelaron al papa León X quien les dio la razón y revocó todos los
privilegios especiales concedidos a la inquisición por sus antecesores, pero cuando el
rey se negó a publicar las órdenes papales y presionó al papa éste dio marcha atrás. Lo
único que se consiguió fue que el notario de las cortes fuera liberado por la
inquisición.71 Las cortes de Cataluña intentaron lo mismo pero también fracasaron ante
la negativa del rey a introducir cambios en la Inquisición. En abril de 1520 el rey Carlos
escribía en una carta que en las Cortes de Aragón y Cataluña el dicho Santo Oficio ha
sido vexado y desfavorecido de algunas personas que poco celaban en su conservación
y se han procurado muchas cosas en su derogación.72

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