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Cuentos de ciencia ficción

Mi otro yo
Era una mañana normal, yo estaba en mi
cama pero sabía que algo no iba bien. Ella
estaba allí. No sé quién era, pero se parecía
a mí. No sólo se parecía a mí, sino que
hablaba como yo.
Le pregunté su nombre, aunque ya sabía la
respuesta, y dijo el mío. Se estaba
preparando para ir a la escuela con mis
cosas, y le pregunté que qué hacía. Me contestó que mí tiempo se había acabado,
que era hora de que me retirase y ella tomara mi lugar.
Dijo que si no me portaba bien mi padre me llevaría al taller, no sabía que era el
taller pero no me quedaría para averiguarlo.
Salí corriendo de la habitación y bajé las escaleras corriendo. Mi padre me llamó,
pero tenía voz de enfadado, así que seguí corriendo saliendo por la puerta trasera
y adentrándome en el bosque.
No sé cuánto tiempo estuve corriendo, pero no paré hasta que sentí que la zona en
la que me encontraba no era conocida. Me senté debajo de un árbol a pensar en lo
ocurrido. No entendía nada, quién era la otra chica, por qué se parecía a mí y por
qué iba a ocupar mi lugar.
Oí unos pasos cerca de mí y me volví, y allí estaba mi padre con su mueca y cara
de enfado. Dijo que sabía dónde encontrarme ¿cómo lo sabía? Yo nunca había
estado aquí. Algo hizo que se me nublara la vista y perdí el conocimiento.
Me desperté en mi cama, era por la mañana de nuevo, todo había sido un mal
sueño. Llamé a mi madre para contarle mi pesadilla y que ella me calmara, siempre
lo hacía. Cuando se lo conté, con voz dulce me dijo que no pasaba nada, pero que
mejor me portase bien o mi padre me volvería a llevar al taller.
Cuentos de ciencia ficción

Marix
Marix era un pequeño marcianito que
vagaba por las infinidades del
universo. Se encontraba muy solito
porque nadie más le había
acompañado en su aventura.
Había pensado que pronto
encontraría alguien con quien saltar
en los anillos de Saturno y visitar las tres lunas de Júpiter.
Se encontraba ya en las proximidades de Alfa Centauri, cuando vio una pequeña
nave parecida a la suya. Intentó enviarles un mensaje por radio, pero lo único que
obtuvo fue un mensaje ininteligible.
Así que decidió seguirles. Durante días y días estuvo siguiendo la nave a lo largo
de la galaxia recibiendo mensajes raros en su radio. Llegaron a un planeta que tenía
grandes masas de líquido rosado a su alrededor y la nave aterrizó cerca de una de
ellas.
Marix se puso rápidamente su traje espacial y corrió a salir de su nave. Se encontró
rápidamente rodeado de un montón de bichitos que hablaban un idioma que él no
entendía. Por suerte, uno de ellos trajo un aparato que cuando encendió traducía
todas las lenguas de la galaxia.
El sabio que tenía el aparato, le explicó que cuando él era joven había recorrido la
galaxia para crear un diccionario de todos los idiomas y que estaba preparando otra
expedición, pero que él ya era muy anciano para emprender tan arduo viaje, y le
preguntó si él quería seguir con su tarea.
Marix le contestó que llevaba años viajando y que quería encontrar un amigo con el
que jugar porque estaba muy aburrido. El sabio le dijo que no habría problema, y
que en cuanto encontrase a alguien retomarían la expedición.
A los pocos días el sabio volvió a buscar a Marix y le dijo que había encontrado
quien le acompañase. Marix no se lo podía creer, era la criatura más bonita del
universo. Y juntos emprendieron el viaje para recuperar todas las lenguas de la
galaxia.

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