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medicamentos
En el cerebro hay regiones muy bien definidas que son las responsables de nuestras
percepciones de dolor. Un estudio realizado por un grupo de investigadores
norteamericanos ha intentado responder a dos cuestiones básicas: ¿podemos aprender
a controlar una región del cerebro llamada la corteza cingulada anterior, relacionada
con nuestra percepción del dolor? ¿Este control aprendido afectaría tanto a enfermos
con dolores crónicos como a gente sana a la que se ocasionara un dolor puntual?
Sesiones de entrenamiento
En las imágenes tomada por los investigadores, aparecía en pantalla una especie de
“llama” que reflejaba el nivel de actividad del área de la corteza cingulada anterior, lo
que permitió a los voluntarios visualizarla. Entonces, los investigadores le pidieron a
los pacientes que controlaran la activación de esa zona o bien concentrando su
atención en el dolor o, por el contrario, distrayéndose de él para pensar en otra cosa.
Tal como se explica en el mencionado artículo, los pacientes que consiguieron controlar
el dolor contemplaron la imagen de sus cerebros durante 39 minutos y en ese tiempo
intentaron varias estrategias mentales para aumentar o disminuir la actividad cerebral
de la zona afectada por el dolor.
Para verificar que el hecho de pensar en otra cosa no es suficiente para explicar tanto
la reducción de la actividad cerebral como el dolor en sí mismo, otro grupo de
voluntarios emplearon la misma técnica mental con otra región del cerebro, lo que no
produjo ningún cambio en la sensación de dolor.
Se realizaron, por tanto, experimentos que demostraron que el control del dolor no se
observa después de un entrenamiento similar si los sujetos no contemplan las
imágenes de su cerebro y si estas imágenes no corresponden a la corteza cingulada
anterior. De esta forma, se demostró la importancia de la visualización en la
consecución de los objetivos del experimento.
El experimento se aplicó a ocho pacientes sanos y a otro grupo más de pacientes con
dolores crónicos de entre 18 y 37 años de edad. En ambos casos, los voluntarios
consiguieron reducir su dolor después del entrenamiento. Estos descubrimientos
demuestran que los individuos pueden controlar voluntariamente la actividad de
determinadas regiones del cerebro si son entrenados para ello, lo que exige más
experimentos que estudien esta vía como fórmula médica paliativa del dolor.
Yaiza Martínez
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