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manos humanas pintaron la guadalupana


POR LA REDACCIÓN , 11 MAYO, 2002ARCHIVO, EDICION MEXICO

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Manos humanas pintaron la Guadalupana
Rodrigo Vera
De acuerdo con un análisis científico realizado en 1982, la imagen de la
Virgen de Guadalupe que se venera en el Tepeyac no es producto de un
milagro Es la obra de un artista anómino, de mediados del siglo XVI, y está
pintada no en un ayate, sino sobre tela de algodón Los resultados del
estudio fueron enviados por Guillermo Schulenburg, entonces abad de la
Basílica de Guadalupe, a las autoridades del Vaticano, que optaron por
mantenerlos ocultos El libro La búsqueda de Juan Diego, de Manuel
Olimón Velasco, de próxima aparición con el sello de Plaza & Janés, da a
conocer estos valiosos datos, junto con la correspondencia que sobre el
tema de la aparición de la Virgen mandaron Schulenburg y un grupo de
clérigos e historiadores a los altos jerarcas de la Iglesia católica
La imagen de la Virgen de Guadalupe que se venera en el Tepeyac no es de
origen sobrenatural, sino una obra pictórica humana hecha sobre una tela
de algodón Así lo determinó un análisis científico realizado, en noviembre
de 1982, por los mejores técnicos en conservación de obras de arte
En su momento —y como un signo de honestidad y de amor a la verdad—, los resultados del
estudio fueron entregados confidencialmente al Vaticano por el entonces abad de la Basílica de
Guadalupe, Guillermo Schulenburg, quien tuvo que solicitar la investigación y restauración de la
imagen, pues el tiempo la había deteriorado
Lo anterior se desprende de la correspondencia privada que durante cuatro años, de 1998 a 2001,
Schulenburg y un grupo de clérigos e historiadores enviaron a altos jerarcas del Vaticano para
prevenirlos de los riesgos que representaba canonizar a Juan Diego, cuya existencia histórica,
argumentaban, no ha sido probada
Respecto de la tilma de Juan Diego, en la que supuestamente la guadalupana estampó su imagen,
señalaron que no es de agave, es de algodón y, además, por el análisis técnico, se trata de una
pintura muy probablemente de mediados del siglo XVI, cuya mano desconocemos
En su correspondencia con el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano,
Schulenburg resaltó el 27 de septiembre de 1999:
De hecho, cuando transferimos la imagen de Nuestra Señora de la vieja a la nueva Basílica, y con el
deseo de darle la mejor protección posible, la examinamos perfectamente bien, tanto algunos de
nuestros mejores técnicos en conservación de obras de arte como el arcipreste don Carlos
Warnholtz y un servidor, entonces abad de la Basílica; y nos dimos perfecta cuenta de que reunía
todas las características de una pintura hecha por mano humana, con el deterioro propio de la
antigüedad de la imagen misma Dicho examen crítico lo enviamos a esa sede apostólica como un
signo de honestidad y de amor a la verdad
Ya en pleno proceso de canonización de Juan Diego, el 14 de mayo de 2000, el peritaje técnico
volvió a enviarse al Vaticano, esta vez a monseñor Tarcisio Bertone, secretario de la Congregación
para la Doctrina de la Fe A él se le comentó:
Tenemos un juicio crítico serio y confiable, por la capacidad de las personas que lo hicieron, de que
nuestra imagen guadalupana es una pintura de tipo europeo que se remonta más o menos a la mitad
del siglo XVI Enviamos a vuestra Excelencia una copia de dicho juicio, resultado de una amplia
observación directa a la pintura, observación muy reservada hecha por nosotros
(La imagen de la virgen ha sido sometida a toda clase de estudios, con las técnicas más avanzadas,
con resultados contradictorios entre unos y otros, por lo que no se ha podido establecer una verdad
científica sobre su origen y estructura)
Ahora, a sólo dos meses de que se realice la canonización del indígena de la tilma, programada para
julio, estas cartas confidenciales son dadas a conocer en el libro La búsqueda de Juan Diego, escrito
por Manuel Olimón Nolasco bajo el sello de la editorial Plaza & Janés, de próxima aparición
Turbulencias y maniobras
Historiador y catedrático de la Universidad Pontificia, el sacerdote Olimón Nolasco es uno de los
firmantes de dichas cartas, junto con Carlos Warnholtz, exarcipreste de la Basílica; Esteban
Martínez de la Serna, canónigo y exdirector de la biblioteca del santuario, y los historiadores Xavier
Noguez y Stafford Poole
Aparte de Sodano y Bertone, las misivas estuvieron dirigidas a Giovanni Battista Re, secretario
sustituto para los asuntos generales de la Secretaría de Estado; José Saraiva Martins, prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos, y Alberto Bovone, proprefecto de la misma
congregación
El objetivo de esta correspondencia reservada, reiteraban sus remitentes, era expresar la inquietud
que les causaba la canonización de un personaje cuya existencia histórica desde hace tiempo ha sido
controvertida, y la duda no se ha disipado plenamente todavía
En esas circunstancias, decían, la canonización pondría en tela de juicio la credibilidad y el
prestigio de nuestra Iglesia, a la que pertenecemos y amamos como católicos
Y se preguntaban: ¿Puede resolverse por el camino de la fe lo que no se ha podido resolver por el
camino de la historia? ¿Cuál es la credibilidad y seriedad de la Iglesia en un caso semejante? ¿Basta
la jerarquía de las personas que están insistiendo en la canonización, sin que conste la historicidad
del personaje y de los acontecimientos legendariamente atribuidos a dicho personaje?
Además, las cartas revelan las turbulencias que se produjeron en el Vaticano y en México durante el
proceso de canonización: la manera apresurada con que éste se realizó; la tendencia a sostener, a
toda costa, la historicidad de Juan Diego; la cerrazón del Vaticano para escuchar los puntos de vista
contrarios; el clima de linchamiento y satanización que, contra los llamados antiaparicionistas,
promovió en México el cardenal Norberto Rivera Carrera
En una carta dirigida a Battista Re, del 5 de octubre de 1998, los remitentes se quejan de las
maniobras del propio Vaticano para canonizar a Juan Diego
Relatan que el sacerdote Fidel González Fernández, consultor histórico del Vaticano, llegó a
México para investigar la historicidad de Juan Diego, a quien supuestamente se le apareció la
Virgen de Guadalupe en 1531
Mencionan que, para organizar la Comisión Histórica que haría los trabajos, el consultor
inmediatamente se acercó a los más fuertes promotores de la canonización: el cardenal Rivera
Carrera, arzobispo primado de México; el sacerdote José Luis Guerrero, consultor de la causa; y el
doctor en historia Eduardo Chávez
Sostiene la carta: Las personas a las que se les encomendó dicho trabajo son totalmente partidarias
de la historicidad de Juan Diego y de las apariciones de Nuestra Señora a este vidente De esta
situación se enteraron casualmente algunos de los muchos conocedores, historiadores y no
historiadores, del famoso acontecimiento guadalupano, tan ampliamente discutido e impugnado, en
un sentido o en otro A estos últimos les llamó mucho la atención el secreto de tales investigaciones
y el que ellos de ninguna manera fueran informados ni convocados
Se prefirió consultar a personas muy devotas, algunas de ellas dirigidas por el sacerdote jesuita
Javier Escalada, que tiene como obsesión las apariciones y quiere demostrarlas manejando
argumentos con muy poca honestidad intelectual, con una piedad muy rebuscada y de poca solidez
El consultor histórico del Vaticano —prosigue el mensaje— ni siquiera mandó analizar la imagen
de la guadalupana para comprobar que, efectivamente, fue hecha por un pintor del siglo XVI y no
producto de un milagro Esquivó esta espinosa responsabilidad limitándose a organizar una visita al
santuario para contemplar devotamente la imagen
Y continúa: Nos gustaría añadir algo de lo que aconteció en la venida del padre Fidel González:
Una noche fue invitado un grupo de guadalupanos —ya que todos lo somos— a visitar la imagen
auténtica de Nuestra Señora en la Basílica de Guadalupe La intención era examinar dicha imagen
para dar un juicio crítico acerca de la misma No hubo tal investigación Sólo fue contemplada por
los asistentes a través del cristal que la cubre, sin conocerla tal y como es en el anverso y el reverso,
y, naturalmente, no se valieron del museógrafo de la Basílica, encargado de su cuidado
Para colmo, el consultor histórico del Vaticano, junto con los aparicionistas Guerrero y Chávez,
estuvieron escribiendo en secreto el libro El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, el
cual —se quejaban los remitentes— adolece de las inexactitudes y errores con que se argumentó en
Roma la historicidad de Juan Diego Y no sólo eso, sino que el libro fue mandado a hacer por la
Congregación para las Causas de los Santos y también a instancias del cardenal Rivera Carrera,
quien les pidió a los autores que defiendan con todo empeño la posibilidad de dicha canonización
En otra misiva, dirigida al cardenal Sodano, en septiembre de 1999, se refiere que a la presentación
del libro asistieron el prefecto de la Congregación para el Clero, Darío Castrillón Hoyos, y otras
personas que llegaron de Roma invitadas por Rivera Carrera
En esa misma carta, dirigida al secretario de Estado, los inconformes se quejaban del ninguneo que
padecían por parte de Roma, que ni siquiera respondía a sus argumentos
Jamás hemos recibido ninguna respuesta, ni oficial ni extraoficial, tanto de esa Secretaría de Estado
como de la Congregación para las Causas de los Santos Se han enviado libros y alegatos Ésta es la
última vez que escribiremos al respecto, movidos sólo por nuestro amor a la Iglesia y a la verdad
Creemos merecer una respuesta, ya que no apelamos a nuestra jerarquía, sino sencillamente a
nuestra participación en el sacerdocio de Cristo
En otras cartas instaban a los responsables de la canonización a tomar en cuenta a autores
contemporáneos, tanto nacionales como extranjeros, serios e imparciales, que han estudiado el tema
Y mencionaban a Francisco de la Maza, Edmundo O’Gorman, Stafford Poole, Richard Nebel,
Xavier Noguez, David Brading
Satanizaciones y represalias
Estaban conscientes de que parte de la información que daban en sus cartas confidenciales era
filtrada y distorsionada, para provocar contra ellos un clima de linchamiento en México, donde se
les presentaba como enemigos de la Iglesia
Así sucedió con la carta que se filtró al periodista Andrea Tornelli, quien publicó extractos en el Il
Giornale, de Roma, en diciembre de 1999, en lo que se interpretó como una maniobra del cardenal
Rivera, para expulsar definitivamente de la Basílica a Schulenburg, en ese entonces todavía abad
emérito y miembro de su cabildo (Proceso 1206)
En una misiva a Bertone —de mayo de 2000—, le pedían: Ojalá que esta carta tenga la reserva
indispensable, puesto que se han filtrado noticias enviadas tanto a la Congregación para las Causas
de los Santos como a autoridades superiores, provocando una orquestación difamatoria en México y
descalificando a las personas que han querido ayudar con la mejor de las intenciones a los
responsables en Roma del proceso de canonización
Al cardenal Angelo Sodano —en carta fechada el 4 de diciembre de 2001— le comentaban que, en
los medios de comunicación, el arzobispo Rivera Carrera ha satanizado a los que, haciendo uso de
su derecho y obligación, han escrito acerca de este tema a las altas autoridades de Roma El
escándalo que en algún momento existió se debió precisamente a esa publicidad
Y señalaban que otros muchos sacerdotes no expresan sus dudas y sus opiniones por miedo a las
represalias
Una de estas represalias fue tomada recientemente por el cardenal Rivera Carrera contra Carlos
Warnholtz, quien era arcipreste de la Basílica Pese a su avanzada edad, Warnholtz fue expulsado de
la casa sacerdotal del santuario debido a su postura antiaparicionista y a las cartas que mandó a
Roma
En una misiva que le envió al cardenal, apenas el 28 de enero, Warnholtz le suplicaba el perdón por
si sus cartas resultaban ofensivas, y le pedía un acto magnánimo de justicia, equidad y caridad
pastoral que le permitiera seguir viviendo en la casa sacerdotal
Empezaba así el escrito que entregó a Rivera Carrera: Con mucha pena recurro a la bondad y
equidad de Su Eminencia después de que, el día 25 del presente, monseñor Diego Monroy Ponce
(rector de la Basílica) me notificó la voluntad de Su Eminencia de que yo abandone la Casa
Sacerdotal a raíz del incidente sobre la canonización de Juan Diego Recurro para suplicarle que,
después de las consideraciones que enseguida le expongo, recapacite sobre esa decisión y me dé
otra oportunidad de permanecer en esa casa, dadas las condiciones de mi edad y mi salud
En sus consideraciones, Warnholtz argumenta que, el 21 de enero, se filtró tendenciosamente el
contenido de una de sus cartas a Roma, violando el sigilo que marca el derecho canónico Esto
provocó que el odium plebis (odio del pueblo) recayera sobre él y los otros firmantes
No cometimos ningún delito de rebeldía o desobediencia, de irreverencia o injuria hacia nadie; y
estábamos exclusivamente a nivel de la crítica historiográfica científica, en una materia que no es de
fe
Aunque asumía su creencia de que la imagen guadalupana no es producto de un milagro: Tuve la
suerte (mala o buena) de contemplar de cerca y directamente la imagen original la noche del 4 de
noviembre de 1982, y desde entonces dejé de creer que se haya estampado milagrosamente en la
tilma de Juan Diego Pero me he cuidado muy bien, y me seguiré cuidando, de externar esto delante
de la gente que pudiera sufrir ruina espiritual de alguna manera
Indica que, tan pronto el Papa Juan Pablo II emitió el decreto de canonización del indígena, he
guardado y guardaré un silencio obsequioso me he rehusado a hacer cualquier comentario a la
prensa, radio o TV
Warnholtz concluye: Ahora, señor, reitero mi súplica de que, considerando todo lo anterior, con
tranquilidad y objetividad, me conceda Su Eminencia la oportunidad de seguir viviendo en la Casa
Sacerdotal de la Basílica y de seguir ayudando en su ministerio en la medida de mis pobres fuerzas
De nada valieron sus súplicas Rivera Carrera expulsó del santuario al viejo arcipreste, después de
24 años de laborar ahí
Tal es el contenido de algunas cartas que Olimón Nolasco recopiló en La búsqueda de Juan Diego
De 207 páginas, el libro contiene, además, las principales tesis manejadas por quienes sostienen que
la existencia del indígena no ha sido probada
El historiador supone que el autor de la imagen guadalupana fue Marcos Cípac de Aquino, un
artista nahua formado en el colegio de San José de los Naturales, que dirigía Fray Pedro de Gante Y
que la pintura fue hecha a instancias de Alonso de Montúfar, segundo arzobispo de México
Para Olimón Nolasco, con la canonización del mito —ya que hoy el indígena de la tilma es más un
símbolo que un ser de carne y hueso— de ninguna manera quedará cerrada la controversia en torno
de Juan Diego:
Un abundante cúmulo de sombras se cierne sobre el personaje y éstas no se han disipado O, dicho
en otros términos, continúa en pie la búsqueda de Juan Diego
http://www.proceso.com.mx/241963/la-mentira-y-la-fe

La mentira y la fe
POR LA REDACCIÓN , 21 MAYO, 2002NA

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México, D F (apro)- A unas semanas de que venga el Papa a canonizar a
Juan Diego, Proceso da a conocer un estudio sobre la imagen de la Virgen
de Guadalupe que, sin duda, contrariará aún más a la endurecida
jerarquía de la Iglesia católica, pues la exhibe en uno de sus más graves y
persistentes pecados: la mentira
Mientras la avaricia y la soberbia del obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, se
empeñaba en bajar de su nicho la escultura de Santa Clara de Asís para sustituirla por
una de Juan Diego –el “santo” de moda aún sin ser canonizado–, el defenestrado abad
de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, preparaba la publicación de un
libro donde, fundado en el análisis del cuadro de la Virgen de Guadalupe, sostiene que
éste “no es de origen sobrenatural”, sino “una obra pictórica humana” (Proceso 1332)

Este lunes, cuando Onésimo Cepeda tuvo que ceder ante la rebelión de la feligresía de
Santa Clara Coatitla –reabrió la parroquia ante las protestas de la gente a la que había
amenazado con la excomunión–, Proceso difunde por primera vez el estudio que, en
efecto, demuestra que la imagen de la Guadalupana es una pintura y no producto de
un milagro protagonizado por Juan Diego

Realizada en 1982 a iniciativa del abad Guillermo Schulenburg, la investigación


profesional -–encabezada por un exdirector del Centro Nacional de Registro y
Conservación para Obra Mueble del INBA– es contundente: la tela de la imagen
guadalupana es una combinación de lino y cáñamo (no de algodón ni henequén, como
afirma la leyenda), es decir, un lienzo ordinario, normal entre los pintores del siglo
XVI

La tela fue preparada con unos brochazos de pintura blanca y la imagen se elaboró
con varios colores obtenidos del hollín del humo de ocote, del sulfato de calcio, de
óxidos de cobre y de hierro, de un compuesto de azufre y de mercurio, así como a
partir de la cochinilla mexicana

Luego de asentar que se trata de “una pintura al temple de estilo bizantinizante”, el


experto José Sol Rosales agregó que la obra ha tenido incluso varios repintes,
realizados en diferentes épocas, sobre todo en la cara y las manos que, dice, fueron
modificadas respecto de su anatomía original Así mismo, advierte, “se detectan
repintes en el fondo, manto y a lo largo de la unión de los lienzos”
En entrevista con Proceso, Sol Rosales, quien en sus análisis contó con la tecnología
requerida y el apoyo de varios especialistas, considera que dichos retoques de la
pintura fueron hechos en el siglo XX, hace unos 70 años, y refiere que él y su equipo,
por instrucciones de Schulenburg, tuvieron que trabajar con el máximo sigilo, bajando
del altar la imagen de la Virgen Morena por las noches

Según Sol Rosales, otro estudio parecido fue efectuado en el siglo XVIII por Miguel
Cabrera, y “su reporte –afirma– coincidió en mucho con el mío, en la descripción de las
técnicas pictóricas y en otras cosas Sólo que ellos, por las circunstancias sociales de su
tiempo, concluyeron que (la imagen) era de origen divino”

Al enviar ese estudio al Vaticano, Schulenburg advirtió en las cartas al respecto que no
se trataba de dañar, sino de proteger y preservar la credibilidad de la Iglesia, y que lo
remitía como “un signo de honestidad y de amor a la verdad”

Pero apelar a la “honestidad” y al “amor a la verdad”, frente a una jerarquía


eclesiástica que históricamente ha hecho de la mentira un arte y un negocio –no otra
cosa es la canonización de Juan Diego, que sin duda elevará la recaudación de la
Basílica de Guadalupe—, es predicar en el desierto Inclusive la mayor parte de los
devotos de la Guadalupana no se verán impactados por este ni por ningún otro
estudio que pueda presentarse, por riguroso que sea, en virtud de que, si algún éxito
rotundo ha tenido la jerarquía eclesiástica, éste consiste, justamente, en alejar la fe de
la verdad
http://www.proceso.com.mx/186724/juan-diego-sin-rastro-historico

juan diego: sin rastro histórico


POR LA REDACCIÓN , 10 DICIEMBRE, 2001ARCHIVO, EDICION MEXICO

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Juan Diego: sin rastro histórico
Hace años, el padre Ángel María Garibay le dijo a Miguel León Portilla: No
te metas con la Virgen de Guadalupe El historiador siguió el consejo de su
maestro hasta ahora, cuando publica su libro Tonantzin Guadalupe, en el
que a partir del análisis del documento Nican mopohua concluye que no
existe rastro histórico de Juan Diego, cuya figura está a punto de brincar a
los altares
Las apariciones de la Virgen de Guadalupe no se pueden probar
históricamente No son objeto de demostración Y sobre la existencia de
Juan Diego, pues, la verdad, todavía no comprobamos si existió o no
existió, reconoce el historiador Miguel León Portilla, quien acaba de
publicar Tonantzin Guadalupe, una investigación centrada en el análisis
del Nican mopohua, el controvertido relato que narra el milagro del
Tepeyac
En medio de las versiones que dan por hecho la inminente canonización
de Juan Diego, a quien supuestamente se le apareció la Guadalupana en
1531, León Portilla se muestra escéptico:
De Juan Diego sólo tenemos testimonios indirectos Y donde más aparece es en el Nican mopohua
Hay aparte ciertos testimonios de algunos viejos de Cuautitlán que dicen que sí existió, pero son
testimonios tardíos, hechos más de un siglo después de que se dio el supuesto milagro
—¿No hay ninguna prueba directa de su existencia?
—No, ninguna Que se tenga su acta de nacimiento y todo eso, pues no La verdad, sabemos muy
poco sobre él Aunque yo me inclino a pensar que sí debió existir alguna persona que haya dicho que
a él se le apareció la virgen Tuvo que ser alguien real, de carne y hueso, no pudo ser un personaje
inventado, porque entonces la historia del milagro hubiera quedado en pura imaginación, sin
sustento alguno
—Pero el Vaticano exige pruebas sobre la existencia de sus candidatos a los altares
—Sí, sí Eso es importantísimo Imagínese hacer santo a alguien que no existió En ese sentido, usted
y yo tenemos más probabilidades de que nos canonicen —comenta de buen humor
Léon Portilla es uno de los historiadores que más ha estudiado el México prehispánico y colonial
Algunos títulos de su prolífica producción son éstos: Los antiguos mexicanos, La visión de los
vencidos, El reverso de la conquista, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, Los maestros
prehispánicos de la palabra, Imagen del México antiguo, Quetzalcóatl, De Teotihuacán a los
aztecas, Las literaturas precolombinas de México
Doctor en filosofía y apasionado defensor de la lengua náhuatl, Léon Portilla también ha obtenido
múltiples cargos y distinciones: fue director del Instituto de Investigaciones Históricas de la
UNAM, es miembro del Colegio Nacional, de la Academia Mexicana de la Lengua, fue embajador
mexicano ante la UNESCO y ha recibido los premios nacionales de Historia, Filosofía y Ciencias
Sociales
Hoy, a sus 75 años de edad, rompió una vieja promesa; no tocar el candente tema de las apariciones
del Tepeyac
Un día, el padre Ángel María Garibay, quien fue canónigo de la Basílica y también mi maestro, me
recomendó: ‘Si quieres vivir en paz, no te metas para nada con la Virgen de Guadalupe, ni a favor
ni en contra’ Y así lo hice Pero ahora lo desobedecí Espero que no me caiga ningún rayo
A lo largo de las 200 páginas de Tonantzin Guadalupe, el historiador prácticamente desmonta las
piezas que componen el relato en el que se finca el guadalupanismo: la historia en la que la Virgen
de Guadalupe le pide a Juan Diego que acuda con el obispo fray Juan de Zumárraga para que
construya un santuario en el cerro del Tepeyac Zumárraga pide una prueba de las apariciones Y la
virgen hace el milagro de estampar su imagen en la tilma del indígena, ante los ojos asombrados del
obispo
León Portilla señala que los personajes y la trama del Nican mopohua no son ninguna novedad;
provienen de los relatos europeos sobre milagros, introducidos aquí por los primeros misioneros
españoles
En esos relatos, es muy frecuente encontrar que la virgen, deseosa de que se le edifique un
santuario, encarga a un pastor o un jornalero, en fin, a una persona del pueblo, sea su mensajero
ante quien habrá de cumplir su voluntad, dice el investigador en su libro
Otra influencia europea es la manera dramática como se desarrolla el relato, al que León Portilla
divide en cuatro actos, puesto que se inspira en las obras teatrales que representaban los frailes para
evangelizar a los nativos del nuevo mundo
Sobre la influencia náhuatl, el investigador asegura que el relato está escrito en tecpilahtolli, el
lenguaje noble que hablaban los indígenas cultos, y no en macehualahtolli, que era la lengua usada
por los macehuales o gente del pueblo
Señala, incluso, algunos parlamentos completos de Juan Diego que fueron extraidos de viejos
relatos en náhuatl Por ejemplo, cuando Juan Diego le dice humildemente a la virgen: En verdad yo
soy un infeliz jornalero, sólo soy como la cuerda de los cargadores, en verdad soy angarilla, sólo
soy cola, soy ala, soy llevado a cuestas, soy una carga
Este parlamento, según León Portilla, pudo ser copiado de un viejo relato —huehuehtlahtolli— que
dice textualmente: En verdad yo soy un infeliz jornalero, sólo soy como la cuerda de los cargadores,
en verdad soy parihuela, sólo soy cola, soy ala, soy llevado a cuestas, soy una carga
Hay también conceptos poéticos en el Nican mopohua —el canto de los pájaros, el rocío brillante
como el arcoiris, la tierra florida, el despertar de un sueño— que son recurrentes en la literatura
náhuatl de la flor y el canto Al grado de que, en su libro, incluye un relato completo muy similar, en
estos conceptos, al de la historia de Juan Diego
Así, el investigador concluye que el Nican mopohua contiene una exposición de ideas clave en el
pensamiento cristiano, arropadas en el lenguaje y forma de concebir el mundo de los pueblos
nahuas
Joya literaria
—Detrás de toda esta armazón estructural, ¿es cierta la historia que cuenta? ¿A través del Nican
mopohua se puede demostrar que sí sucedieron las apariciones?
—Por supuesto que no No se puede demostrar nada ¡Nada! Ningún milagro es objeto de
demostración Y éste es simplemente un relato concebido muy bellamente, inspirado en otros
relatos, contado en forma indígena, y ya
—¿Pura ficción?
—Tampoco puedo decir eso No me consta Si a mí una persona me dice que se le apareció Dios, yo
no lo puedo demostrar Puede ser un psicópata, un alucinado Pero si es un santo, tampoco lo puedo
saber
Se refiere a las vírgenes de Lourdes y de Fátima, veneradas en Francia y Portugal, respectivamente,
que se aparecieron a unas pastorcillas humildes, como Juan Diego, y que deseaban que se les
construyera un templo
Es el mismo marco recurrente Si alguien cree en la virgen, puede decir que así suele actuar ella
Serán puras pamplinas para quien no crea Aquí lo curioso es que la virgen nunca se le aparece a
personas de los fríos países del norte, sólo a gente de países mediterráneos, que gustan de
organizarle peregrinaciones y todo eso A un luterano o a un calvinista esto les parecerá la peor de
las aberraciones
—¿Y cuál es su opinión particular sobre el milagro del Tepeyac?
—Yo soy historiador Y lo único que puedo decir es que, en el caso del Nican mopohua es una
verdadera joya literaria del náhuatl y que seguramente se escribió a mediados del siglo XVI
Respecto del culto guadalupano, ya se daba en 1550, cuando al Tepeyac iban grandes multitudes a
venerar la imagen, como antes veneraban ahí mismo a la diosa Tonantzin Como que estuvo muy
bien escogido el lugar Pues sí, así fue
Otra cosa cierta es que, a lo largo de la historia, la imagen ha sido el más poderoso polo de atracción
y fuente de identidad de los mexicanos: el cura Hidalgo la enarboló durante la lucha de
Independencia; los zapatistas la enarbolaron después Para algunos, el día que se deje de adorar a la
virgen se pondrá en peligro la identidad nacional Eso es la Virgen de Guadalupe para mí
Al igual que otros historiadores, como Carlos de Sigüenza y Góngora, León Portilla sostiene que el
autor de Nican mopohua fue el sabio indígena Antonio Valeriano, educado en el Colegio de Santa
Cruz Tlatelolco, discípulo de fray Bernardino de Sahagún y quien llegó a ser gobernador de los
indígenas en México-Tenochtitlán
Valeriano, según el investigador, debió haber escrito el relato alrededor de 1556, quizás a instancias
del sucesor de Zumárraga y entonces arzobispo de México, el dominico Alonso de Montúfar, muy
interesado en propagar la fe guadalupana
En entrevista en su oficina del Instituto de Investigaciones Históricas, dice León Portilla:
Valeriano reunía todas las características para escribir el relato Fue una persona culta, conocía muy
bien el náhuatl y el latín, estaba muy allegado a las autoridades eclesiásticas y quería mantener la
cohesión del pueblo náhuatl Probablemente el arzobispo Montúfar acudió a él para apuntalar la
devoción y darle un sustento narrativo
No se sabe —advierte el historiador— si Valeriano escribió por encargo una historia ficticia o, bien,
le dio cuerpo literario a lo que ya se contaba sobre las apariciones que tuvo un indígena llamado
Juan Diego, que bien pudo existir
Tras su escritorio, León Portilla se encoge de hombros en señal de impotencia por esclarecer esa
vieja incógnita
No se puede demostrar ni una cosa ni la otra Ni sí ni no, dice
¿Por qué fray Juan de Zumárraga, a quien supuestamente Juan Diego le llevó las rosas, no dejó
ningún testimonio sobre el milagro? ¿Cómo pudo omitir en sus prolíficas memorias un hecho tan
asombroso? Para estas preguntas tampoco tiene respuesta
Vuelve a encogerse de hombros Y exclama: ¡El silencio de Zumárraga! ¡El silencio de Zumárraga!
¡Que cosa tan rara! Quizá no hubo tal milagro Quizá se perdieron sus escritos donde da cuenta del
portento Cuando nos metemos en este punto de la historia, el terreno resulta también muy
resbaladizo
Lo único cierto, dice, es que la Virgen de Guadalupe le dio otro giro al cristianismo, resaltando el
culto a la madre desde una perspectiva náhuatl: El cristianismo ha sido objeto de muchas
interpretaciones a lo largo del tiempo Se dio, por ejemplo, el complejo concepto griego que ve a
Jesús como el ‘logos’ Después vino el concepto que habla de tres personas y un solo Dios, rarísimo
para el pensamiento judío Cuando el cristianismo llega aquí, se hace otra interpretación, porque
Mesoamérica es una gran cultura original y tiene la posibilidad, y yo diría el derecho, de concebir a
Dios como nuestra madre Esta interpretación es muy bella El mexicano, en una aflicción, siempre
recurre a la madre, a la virgencita De manera que Tonantzin Guadalupe se adueñó del asunto
Por eso, comenta, se debe tener mucho cuidado en no socavar irresponsablemente la fe
guadalupana:
Para qué decir, así nada más, que la Virgen de Guadalupe no tiene ningún fundamento Eso es
socavar lo que le da consuelo y contento a un pueblo Es un crimen
—¿Cuál es su opinión sobre la prolongada disputa entre aparicionistas y antiaparicionistas?
—Es totalmente una discusión bizantina Unos intentan probar que sí hubo apariciones Y otros
intentan probar que no las hubo A mi juicio, ni una cosa ni la otra son demostrables La fe no se
puede demostrar Por consiguiente, es una necedad seguir dándole vueltas al asunto
Mientras tanto, haya existido o no, Juan Diego ya tiene desde hace años el rango de beato Y, según
versiones, es casi seguro que el Papa Juan Pablo II lo canonizará el próximo año
Pero antes faltan dos pasos: que el pontífice apruebe el milagro de Juan Diego exigido por el
Vaticano, aprobación que será, se dice, este mismo mes; y luego, la anuencia del Colegio
Cardenalicio Hasta entonces, el Papa podrá llevarlo a los altares en una magna ceremonia

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