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Introducción

1.
\
La intención de este estudio es contribuir a la filosofía de la historia. Debería explicar
de inmediato que, sin embargo, la naturaleza de mi propuesta contributiva difiere conside
rablemente de lo que se suele entender por filosofía de la historia. Se suele indicar que el
término, tal como se lo utiliza actualmente, tiene dos sentidos radicalmente diferentes. Lo
que pretendo hacer aquí, de hecho, no se corresponde con ninguno de esos dos sentidos.
Lo que generalmente se denomina filosofía de la historia sustantiva o especulativa
se ha dirigido a la totalidad de la historia humana, preguntándose acerca de su origen,
la naturaleza de su desenvolvimiento, así como en algunos casos acerca de su destino
último. Asociada fundamentalmente a ciertos pensadores de los siglos XVIII y XIX
(Vico, Herder, Hegel), y frecuentemente desacreditada por considerarse una empresa
infructuosa, este enfoque ha dado lugar, a finales del siglo XIX y durante el siglo XX,
a la denominada filosofía crítica o analítica de la historia. Aquí, la "historia", avalada
por la bien conocida ambigüedad del término, no denota al proceso histórico en sí
mismo, sino al conocimiento que tenemos de él, tal como es transmitido por los histo
riadores, o por la investigación sistemática, en la que se pretende arribar, o se arriba
efectivamente, a dicho conocimiento. Las preguntas filosóficas que se plantean son
básicamente epistemológicas e involucran conceptos, modos de explicación, validez y
objetividad de las afirmaciones de los historiadores acerca del pasado.
El desarrollo de este enfoque de la historia ha sido asistido por constantes referen
cias, implícitas o explícitas, a las ciencias de la naturaleza. Si la filosofía de la historia
sustantiva puede compararse con una "fñosofía de la naturaleza" de alto vuéíü,''íti tí
que sé especula acerca del cosmos más allá del alcance de nuestro conocimiento cien
tífico justificado, la filosofía crítica de la historia se corresponde con la más modestí
"filosofía de las ciencias". Este’desarrollo se volvió posible e inevitable en la-Alemanií
del siglo XIX, cuando la historia fue institucionalizada en los departamentos de la;
universidades, dignificada con el título de la Wissenschaft, y acompañada con preten
siones de rigor y objetividad. Wilhelm Diltliey propuso una Kritik der historischen Ver
nunft, y los neokantianos siguieron su ejemplo, intentando hacer por la ciencia histó
rica lo que Kant había h fcho por la ciencia natural. Desdé aquellos comienzos, j
durante su resurgimiento de manos de los filósofos angloamericanos del siglo XX, 1
filosofía crítica de la historia ha estado ocupada por la cuestión acerca de si la histori
puede o no considerarse legítimamente una ciencia, y, si es así, en qué se compara con
la ciencia de la naturaleza. Los filósofos han respondido estas preguntas de modos
muy diferentes. Algunos han intentado reducir la historia a lo social y, desde lo social,
a la ciencia natural en unos de los extremos, mientras que, en el otro extremo, algunos
han defendido el carácter radicalmente autónomo y separado de la historia. Estos
últimos sostienen, en efecto, que es inapropiado usar la ciencia natural como están
dar, objetando también las comparaciones, a pesar de que se ocupen de ellas.
Lo que me llama la atención en este desarrollo, no es tanto la pertinencia de la
comparación en sí misma, sino el hecho de que, desde el principio hasta el fin, el foco
de la reflexión filosófica se sitúa sobra la historia como una disciplina ya establecida y
con un estricto interés cognitivo. Las preguntas acerca de "nuestro" conocimiento del
pasado, son así en realidad preguntas sobre el conocimiento del historiador acerca del
pasado. En otras palabras, se representa el conocimiento como poseído o procurado
por alguien con interés en realizar afirmaciones objetivas y justificadas, seguramente
asentadas sobre evidencias. Y se representa el pasado tal como lo conoce alguien con
interés en él. Lo que se encuentra bajo escrutinio es exclusivamente el vínculo entre el
historiador y su objeto.
No hay nada malo en evaluar filosóficamente ese vínculo. Hay, en cambio, buenas
razones para hacerlo. Pero este procedimiento se presta a cierta abstracción, que pue
de ser caracterizada, exagerando un poco, de la siguiente manera: Se supone que los
historiadores ingresan a la escena, existente por supuesto en el tiempo presente, equi
pados con todos los objetivos, medios, intereses y conocimientos de su profesión. Y se
los representa luego como encontrándose con documentos, monumentos o ruinas. El
filósofo entonces se pregunta: cómo es que, sobre la base de esta magra evidencia, los
historiadores pueden reconstruir acontecimientos y personas de un pasado que nunca
pueden conocer de modo directo. En otras palabras, ¿cómo pasa el historiador del
total desconocimiento del pasado hasta llegar al conocimiento del mismo?
Este enfoque sugiere entonces, en pocas palabras, que "nuestro" único vínculo real
con el pasado histórico es el resultado de la indagación histórica, tanto si la empren
demos nosotros mismos, como si nos la procuramos de segunda mano, leyendo el
resultado del trabajo de los historiadores; mientras que a mí me parece evidente que
tenemos un vínculo con el pasado histórico, como personas comunes y corrientes,
previo e independiente a la adopción de un interés histórico-cognitivo. O al menos
eso quisiera discutir a continuación.
N o llamaré "conocimiento" del pasado a este "vínculo" con él, ya que se suele
reiservar el término conocimiento a aquello que está justificado medíante ciertos pro
cedimientos epistémicos acordados..»Lo que estoy diciendo es que el pasado siempre se
encuentra ahí para todos nosotros, aunque sea de modo naij y pre-científico; digo que
ese pasado figura en nuestra mirada ordinaria de las cosas, seamos o no historiadores.
Tenemos eso que los fenomenólogos denominan percaíación' no-temática o pre-tcmática

' Los términos germanos (correspondientes al inglés "awareness”usado p or Carr) "gcwahren" y "Gewahrung"
(awareness) serán traducidos al español p or "percatase" y "percatación" respectivamente. Seguimos al res
pecto eí Diccionario Husseri/Husserl W óterbuch/Hussert Dictionary deTPrdTesor Antonio Zirión Quijano"
(UNAM, México).
http://www.infinitumpage.m x/a3237689/dhcara.htm . Nota de revisora
del pasado histórico, la cual funciona como antecedente y trasfondo^ [hackgroicnd] de
nuestra experiencia presente, o para nuestra experiencia del presente. Ei historiador
también tiene, por supuesto, esta experiencia antes de convertirse en historiador. En
cierto sentido, se trata de lo que el historiador busca reemplazar cuando hace afirma
ciones explícitas y temáticas acerca del pasado. Aun así, es engañoso sostener que se
reemplace, ya que esta vaga percatación marginal del pasado no consiste, al .menos eso
creo, ni siquiera implícitamente en un conjunto de afirmaciones. Así que no se trata
del reemplazo de un conjunto de afirmaciones por otras. Y puede afirmarse que el
tipo de percatación pre—temática del pasado de la cual estoy hablando^ opera incluso
en la visión del mundo que tienen los historiadores.
Todo esto sugiere que relacionar el abordaje cognitiyo del pasado con el contexto
más amplio de esta percatación pre-temática de fondo, puede contribuir a compren
der la historia como disciplina.
Edmund Husserl sostenía’’ que solamente podemos comprender la ciencia natural
si rastreamos sus logros cognitivos hasta su mismo origen, en el mundo de 'rítiestras
experiencias cotidianas y pre-científicas. Resulta evidente que nos encontramos en
contacto constante con el mundo natural, seamos o ño científicos. Y que maünterpre-
tamos tanto la naturaleza de ese contacto como los logros de la ciencia, si suponemos
que nuestra percatación de la naturaleza la adquirimos en tanto científicos o gracias a
lo que los científicos nos cuentan. Donde vivimos en realidad es en el "mundo de la
vida", incluso siendo científicos, y Husserl propone "poner entre paréntesis" a la natu
raleza tal como la representan los científicos, en pos de devolverle una mirada filosó
fica a algo que está, de hecho, siempre presente, pero que la reflexión pasa por alto,
justamente por sernos tan cercana.
Quiero hacer algo comparable, para la historia y para nuestra percatación del pasa
do histórico. Quiero dejar de lado el interés cognitivo del historiador, y poner entre
paréntesis el pasado co'mo objeto de conocimiento, para permitir que ese pasado emer
ja como elemento de nuestro mundo experiencial. Esta idea qig^ comparto con la
fenomenología proviene, en cierta medida, de algunos de sus exponentes clásicos.
Algunos de ellos, como Husserl y Heidegger, por ejemplo, han usado el término "his
toricidad" (Geschichtlichkeit) para denotar lo que quiero exponer aquí: la idea expresada
por Dilthey cuando afirmaba que "somos primeramente seres históricos, antes de ser
observadores (Betrachter) de la historia, y solo porque somos lo primero es que nos
convertimos en lo último" "El mundo histórico está siempre allí", decía Dilthey, y "el
individuo no solo lo observa desde fuera, sino que se encuentra entretejido en él (in sie
verwebt) "** Claramente, se trata de algo más interesante que afirmar simplemente que el

^ Nótese que en el original, el autor usa el término background. Este término, de gran importancia en esta
obra, ha sido traducido, como "antecedente", "fondo", "trasfondo". Debe tenerse en cuenta que tiene una
connotación tanto temporal, como espacial. (N. del T).
‘‘Edm und Husserl, The Crisis of European Sciences and Transcendental Phenomenology, tr. D. Carr (Evanston:
Northwestern University Press, 1970), págs. 103-189.
■*Wilhelm Dilthey, Gesammelte Schriften, vol. VII, 5“ edición, ed. B. Groethuysen, Stuttgart: B.Teubner,1968),
págs.277-278.
sujeto y el objeto de la historia son entidades de la misma especie. La idea de Giambat-
tista Vico, frecuentemente enfatizada por Dilthey, de que podemos entender la histo
ria de un modo en el que nunca entenderíamos la naturaleza porque "aquel que
estudia historia es el mismo que quien la hace"’, además de encontrarse abierta a
cuestiones muy serias, no va lo suficientemente lejos. Decir que somos "seres históri
cos" y que estamos "entretejidos en la historia" no es lo mismo que decir que todos
estamos en la historia como parte del proceso histórico. Significa que estamos en la
historia en tanto estaines en el mundo: esta opera como horizonte y trasfondo [back-
ground] de nuestra experiencia cotidiana.
En cualquier caso, este es el núcleo de la noción de historicidad recogida por los
fenomenólogos. Pero el tratamiento que Husserl le da al concepto difiere de la idea de
Heidegger, y en mi opinión, ninguno de los dos es del todo satisfactorio.^ Intentaré
demostrar por qué en el capítulo IV En la medida en la que tomo varios préstamos de
Husserl y de Heidegger, me apoyaré más en lo que dicen de m odo general acerca dé la
temporalidad que en sus ideas sobre la historicidad. Debo decir que seguiré más el
espíritu que la letra de los enfoques fenomenológicos de la historia. Otra razón para
esto es que el segundo mayor foco de este estudio, además del tiempo y la experiencia
del tiempo, es la narrativa^, o más humildemente, el relato y su narración.” El relato y
su narración van de la mano, ya que la narrativa primaria es nuestra manera (aunque
no la única) de organizar nuestra experiencia del tiempo. Entendida en este sentido,
esta puede elucidar nuestro pasado pre-teórico. A pesar de que los fenomenólogos
han dicho mucho acerca de nuestra experiencia del tiempo, han dicho relativamente
poco acerca de la narrativa. En cambio, esta sí ha sido intensamente debatida más
tarde por críticos literarios (especialmente estructuralistas), por historiadores, y tam
bién por filósofos analíticos de la historia. Personalmente, he sacado gran provecho de
estos debates, aunque trataré a la narrativa, y haré uso de ella en u h ■sentido diferente al,
que le ha dado la mayoría.
El foco sobre la narrativa no es en sí incompatible con un enfoque fenomenológico,
pero existen, en mi opinión, problem ^ más profundos con este enfoque. Las investi
gaciones fenomenológicas se encuentran atadas, por importantes razones metodológicas.

'• Ibld., p.278.


'■ Las ideas de Husserl acerca de la historicidad están contenidas inicialmente en su The Crisis oj Europcan
Sciences. Véase Being and time de Martin Heidegger, tr. J. Macquarrie and E. Robinson (Nueva York; Harper &r
Row, 1962), 2'’-' división, capítulo 5. [Hay edición en español: Heidegger. Ser y tiempo, tr. Jorge Eduardo
Rivera C. (Santiago de Chile: EDITORIAL UNIVERSITARIA, 1997)].
' Es de gran importancia para el lector que tenga en cuenta que el térm ino "narrative" hace alusión al género
de la narrativa, pero también a la acción de narrar, asi como al resultado de dicha acción: la "narración" o
"relato". (N. del T.)
" Téngase en cuenta la diferencia en lengua inglesa entre "history" y "story". Mientras que la primera alude a
la disciplina "historia", "story" hace referencia a una narración de eventos pasados, sean estos imaginarios o
reales, por lo que frecuentem ente se traduce como "cuento", "relato", o tam bién como "historia". Un
"storytellcr", de hecho es un cuenta cuentos o cuentista. En este caso, el autor habla de "stories" y "story-
telling", respectivamente. (N. del T.)
a la experiencia individual. Aunque considero necesario comenzar con la experiencia
individual, y así lo haré a continuación, creo también que no podemos «ntender las
necesarias dimensiones sociales de la historicidad, hasta tanto no vayamos más allá de
la experiencia individual,, algo metodológicamente descartado por la fenomenología.
Comq intentaré mostrar en el capítulo V, en la medida en que nos desplacemos genui-
namente más allá de la experiencia individual, también deberemos ir más allá de la
fenomenología.
Al tiempo que el desplazamiento hacia la dimensión social requiere este paso, es el
debate sobre la narración >el que lo vuelve posible. En el análisis de los relatos y su
narración es fundamental, además del desarrollo temporal de los acontecimientos"^, la
relación entre los puntos de vista sobre los acontecimientos por parte de los personajes
del relato, su narrador y la audiencia. También aportan otros matices la distinción
entre el narrador real y el .narrador tácito, así como la distinción entre la audiencia real
y la audiencia tácita. Estas nociones, al tiempo que se mostrarán útiles para elucidar el
carácter histórico de las experiencias individuales, también nos permitirán déspegár
de lo individual las nociones decisivas de sujeto de una historia y narrador de una historia
para ubicarlas en uft-nivel social.
Como he dicho, este paso hacia el nivel social que daremos en los últimos capítu
los de nuestro estudio, con la ayuda de una teoría de la narrativa, lleva el análisis más
allá de la "fenomenología", tal como he hecho uso del término hasta aquí (y tal como
se lo suele utilizar en los debates contemporáneos), es decir, para referirme en térmi
nos generales a Husserl y a sus sucesores del siglo XX, como Heidegger y Maurice
Merleau-Ponty. Pero veremos que con sus medios nos moveremos, como en una roton
da, hacia los dominios de la fenomenología temprana -la de Hegel-, la cual se en
cuentra al mismo tiempo muy cerca y muy lejos de las concepciones de Husserl. Sin
adoptar los principios centrales del enfoque hegeliano para la filosofía en general, o
incluso para la historia, podremos hacer uso de lo que Hegel llamó "el yo que es
nosotros, el nosotros que esjyo"'‘’, en otras palabras, la idea de un sujeto de-tención, de
la experiencia y de la historia, que es social y colectivo. Esto nos permitirá .movemos
más allá de la subjetividad individual, sin dejar por completo atrás la idea de subjeti
vidad. La combinación de fenomenología, teoría narrativa y fenomenología hegeliana
nos permitirá arribar a una condición indispensable para nuestra comprensión de la
historia: la idea de un sujeto social flexible, móvil y sore todo en desarrollo.
Espero haberles podido dar a los lectores, en este breve anticipo, úna idea acerca
d ^ q ué esperar y de lo que ansio fervientemente que no esperen. Creo que lo que
encontrarán a continuación puede catalogarse como una reflexión filosófica acerca de

El térm ino del original que se ha traducido como "acontecimiento" es "cvent". Nótese que d significado de
"event" es un tanto más amplio que el de "acontecimiento". "Event" puede traducirse como "actividad",
"evento", "suceso", además de "acontecimiento", entre otras acepciones. (N. del T).
Phenomenology of Spirit, tr. A. V. Miller (Oxford, Clarendon Press, 1977) p. 110. Hay una nueva edición
bilingüe (español-alemán): Hegel, Fenomenología del Espíritu, tr. Antonio Gómez Ramos (Madrid: ABADA
editoresAJAM ediciones, 2010)].
la historia, y no como una "filosofía de la historia", en ninguno de los sentidos habi
tuales del término. Ni ha de ser identificada como un poquito de fenomenología en
un sentido estricto, ni tampoco, de hecho, como un poquito de análisis conceptual,
teoría literaria, "narratología", o cualquier otra cosa. Si bien recurro con gratitud a
trabajos realizados en todos estos campos, y con todos estos métodos, mi trabajo pre
tende determinar por sí mismo su objeto de estudio, así como su propio rumbo meto
dológico. Si por ese motivo corre el riesgo de parecer demasiado difuso o metodológi
camente ecléctico, prefiero correr ese riesgo, que el riesgo que plantea el corsé de una
metodología preestablecida. Debo agregar que no soy ni historiador (excepto, en un
sentido modesto, historiador de la filosofía), ni escritor b experto en narraciones lite
rarias. En el mejor de los casos, soy filosóficamente reflexivo y un admirador y lector
de ambas.
Estos comentarios preliminares servirán también como explicación y excusa por
tomarme demasiado tiempo, antes de abordar finalmente mi objeto de estudio que es
la historia. He explicado que miro, por así decirlo, por detrás de la indagación histó
rica, yendo hacia sus raíces en la experiencia ordinaria. Pero incluso así, considero
necesario hablar acerca de nuestra experiencia individual del pasado y del tiempo en
general antes de centrarme en el pasado y en el tiempo históricos. Del mismo modo,
discurriré bastante acerca de la narración y de la narrativa en general, y a nivel de la
experiencia individual, antes de llegar a la narración en su sentido específicamente
histórico. Espero que aquello que diga contribuya, a lo largo del camino, a nuestro
entendimiento de la experiencia y la existencia individuales. Pero el debate tendrá
cierto carácter preliminar hasta que encuentre su razón de ser en la discusión acerca
de la historia. Es ppr esto que el presente estudio, aunque difícilmente pueda ser
calificado como una historia, ilustra uno de los rasgos más importantes del tiempo
vivido, de la narración y de la historia en sí misma, rasgo que iremos descubriendo a
lo largo del camino: a saber, que únicamente desde la perspectiva del final, es que el
inicio y el medio cobran sentido.

2.
Las observaciones anteriores fueron delineadas como introducción a este estudio,
mencionando sus cuestiones básicas, y situándolas en relación con otros problemas y
métodos filosóficos. Y es ahora que, para una mayor orientación del lector, debo decir
algunas palabras acerca de trabajos previos relacionados con mi tema.
He dicho que, en pos de contribuir al entendimiento filosófico de la historia,
hablaré acerca de la narrativa, y de su relación con el tiempo histórico. La relación
entre narrativa e historia ha sido tema de vivo debate entre los filósofos e historiadores
anglófonos, desde mediados de los años 60, cuando aparecieron casi simultáneamente
los trabajos de W B. Gallie, Morton White y Arthur Danto". Los tres enfatizaron el

" M orton W hite, Foundation, of Historlcal Knowledge (Nueva York, Harper & Row, 1965); W.B. Gallie,
Philosophy and Historical Understanding (Londres: Chatto and W indus, 1964); A rthur C. Danto, Analytlcal
Philosophy oj History (Cambridge: Cambridge University Press, 1965). [Hay traducción castellana dé cSlc
libro en Prometeo editorial: A rthur Danto. Narración y conocimiento (incluye Filosofía Analítica de la histo
ria), (Buenos Aires, Prometeo, 2014)].
* papel de la narración en el trabajo de los historiadores, y fueron luego criticados por
i este énfasis por ciertos filósofos e historiadores. Haber hecho demasiado 'hincap'ié en
I la narrativa hizo que su visión fuera considerada demasiado "literaria" por una disci-
f plina que busca ser objetiva y científica.'^ La concepción narrativa de la historia fue
i defendida vehementemente de esos ataques especialmente por el historiador J.H. Hex-
? tety por el filósofo Louis'Mink.'"’
I El estudio literario de la narrativa tiene una larga tradición y ha sufrido un desa-
I rrollo significativo en años recientes. Los trabajos de Wayne Boothe y Kenneth Burke,
g de Robert Scholes y Roberf Kellogg, y especialmente el de Frank Kermode, son vistos
como clásicos por la crítica angloamericana.'^ Por otro lado, el trabajo del canadiense
S Northrop Frye se concentra fuertemente sobre la estructura narrativa. Y el surgimien-
^ to de la teoría literaria estructuralista francesa, en los últimos veinte años, ha puesto
también xin gran énfasis en la narrativa. Basándose sobre trabajos anteriores de lingüis
tas de Europa del Este, como Vladimir Propp y Román Jakobson, los teóricos france
ses, principalmente Roland Barthes, A. J. Greimas y Claude Bremond, han realizado
estudios significativos sobre la estructura narrativa.'*
Estas dos líneas de desarrollo, la filosofía de la historia por un lado, y la teoría de
la literatura por otro lado, corrían en forma paralela, sin demasiada influencia recí
proca, hasta la aparición de Metahistory, de Hayden White, en 1973.'^ Esta obra
decisivamente influyente, cuyo autor no es ni filosofo ni crítico literario, sino historia
dor de las ideas, se basa en el análisis de las narraciones literarias, especialmente él de
los estructuralistas y el de Northrop Frye, y los aplica en detalle a escritos de historia
dores clásicos y filósofos de la historia del siglo XIX. Gomo cabe esperar, el libro de
White también fue controvertido,'** pero en general sirvió de apoyo para filósofos,
especialmente Gallie y Mink, que han hecho hincapié en el carácter narrativo de los
escritos históricos; y lo ha hecho, proveyéndolos tanto con un respaldo teórico, como

Véa96<Maurice M andelbáum, "A Note on History as Narrative", History and Theory 6 (1967); 416-417, and
Leen Goldstein, Historical Knowing (Austin: University of Texas Press, 1976), especialmente su introducción.
” J.H. Hexter, The History Primer (Nueva York: Basic Books, 1971); Louis O. Mink, "History and Fictions as
Modes of Comprehension", en New Literary History I (1970): 541—50.
'■* Wayne Booth, The Rhetoric qf Fiction (Chicago; University of Chicago Press, 1961); Kenneth Burke, A
Grammar of Motives (Nueva York: Meridian Books, 1962); Robert Scholes and Robert Kellogg, The Uature of
Narrative (Nueva York: Oxford University Press, 1966); Frank Kermode, The sense of an Endíng (Nueva York:
Oxford University Press, 1968). [Hay versión en español: Kermode, El sentido de un final: estudios sobre la
teoría de la ficción (Barcelona: GEDISA, 2009)].
N orthrop Frye, The Anatomy of Criticlsm (Princeton: Princeton University Press, 1957).
Roland Barthes, "Introduction á l'analyse structurale des récits, "Communications 8" (1966): 1-27; Claude
Bremond, Logiquedu récit (París: Seuil, 1973); A. J. Greimas, Sémantique structural (París: Larousse, 1966).
Hayden W hite, Metahistory (Baltimore: John Hopkins university Press, 1973). [Hay versión en español:
W hite, Metahistoria, la imaginación histórica en la Europa del siglo XIX (México: Fondo de Cultura Económica,
1992)].
Véase History and Theory, vol. XIX no.4, Beihelf 19: Metahistory: Six Critiques (Middletown: Wesleyan
University Press, 1980).
Mink está diciendo entonces que la narración es esencialmente incapaz de repre
sentar la "vida" (los acontecimientos reales y las acciones del pasado) por causa de la
forma misma de la narración. Esta forma es "producto de la imaginación individual",
emerge del acto narrativo del historiador, y no tiene que ver con los acontecimientos
narrados. La narración les impone a los acontecimientos pasados una forma que esos
acontecimientos en sí mismos no tienen.
Hay cierta ironía en que Mink arribe a estas conclusiones, ya que en un principio
parece estar continuando con una tradición, cuyo propósito fue defender las preten
siones cognitivas de la historia tradicional, narrativa. El análisis positivista del conoci
miento histórico propuesto por Cari HempeP'^ sugiere que la historia podría volverse
un cuerpo de conocimiento respetable, si se desprendiera de su forma vaga y "litera
ria", dedicándose a explicaciones causales rigurosas, y asumiendo así la forma de la
ciencia natural. En otras palabras, fue la forma del discurso histórico (típicamente
narrativo), la que evitó que la historia se constituyera en urí^conocimiento genuino
acerca del pasado. William Dray, basándose en la obra previa de R. G.'^Collingwood (y
ayudado por el pluralismo de los juegos del lenguaje del Wittgenstein tardío), sostuvo
que la historia podía verse como una disciplina que emplea sus propios m odos de
explicación, principalmente reconstruyendo las razones antes que brindando las cau
sas de la acción humana. Los narrativistas de los años 60 refinaron un poco más esta
idea de la autonomía de la historia frente a las ciencias naturales, haciendo hincapié
en la actividad de la construcción del relato. Al hablar de la narrativa histórica como
"modo de comprensión" e "instrumento cognitivo", Mink parece estar siguiendo la
misma línea. Al final, no obstante, al menos, parece sugerir la misma conclusión al
canzada por los positivistas. La forma misma del discurso histórico socava sus preten
siones epistémicas.
Si Mink exhibe cierta renuencia en arribar a estas conclusiones escépticas, Hayden
White las acoge abiertameiite. Al igual que Mink, él se pregunta acerca de la capacidad
de la narrativa para representar: en un artículo reciente se pregunta acerca de "el valor
de la narratividad en la representación de la realidad"’’ y concluye, én esencia^en que
su valor es nulo. Desarrollando ideas que estaban implícitas, aunque no directamente
mencionadas, en Metáhistory, expresa su visión en una serie de preguntas: "¿Qué deseo
se expresa, qué ansias se llenan con la fantasía de que los acontecimientos reales están
apropiadamente representados cuando ostentan la coherencia formal de una histo
ria?"’^ ¿El mundo se le presenta realmente a la percepción en forma de relatos bien

Cari Hempel, "The Function of General Laws in Histor>'," The Journal ofPhilosophy (1942) y "Explanation
in Science and History" en Frontiers of Science and Philosophy, ed. R. Colodny (Pittsburg: University of
Pittsburgh Press, 1962).
William Dray, "The Historical Explanation of Actions Reconsidered" en Philosophy and History, ed. S. Hook
(.Nueva York: Nueva York University Press, 1963).
” Hayden W hite, "The Valué of Narrativity in the Representation of Reality", en On Narrative, ed. W J. T.
Mitchell (Chicago: University of Chicago Press, 1981).
Ibíd., p.4.
~ construidos...? ¿O se presenta más bien, como lo sugieren los anales y las crónicas, esto
I es, como una mera secuencia sin comienzo ni fin, o bien como secuencias de comien-
I zos que solo terminan, sin nunca concluir definitivamente?"” Para White, la respuesta
É es clara: "La idea de que las secuencias de acontecimientos reales poseen los atributos
? formales de los relatos que contamos sobre acontecimientos imaginarios, solo puede
í origiriarse en deseos, fantasías, ensueños." Son precisamente los anales y las crónicas,
: los que ofrecen "ejemplos de las formas en los que la realidad misma se le ofrece a la
5 percepción."’’* En un comentario sobre la obra que estoy citando, Mink resume la
i visión de White en tres proposiciones; "(1) Que el mundo no nos es dado en forma de
i relatos bien hechos; (2) que nosotros hacemos esos relatos; (3) que nosotros les damos
■ referenciabilidad imaginando que, en ellos, el mundo habla por sí mismo" (esto es,
que estos relatos cuentan la historia no contada, según su expresión anterior); y Mink
sostiene que con estas tres proposiciones "está enteramente de acuerdo."” Luego ma
nifiesta su desacuerdo con una cuarta proposición relativa ál objetivo de construir ese
tipo de relatos; White cree que el objetivo es establecer la "autoridad moral", ínientras
que Mink insiste en que se trata de un propósito cognitivo. Pero existe un desacuerdo
más profundo que Mink no advierte. Mink sitúa explícitamente el origen de la narra
ción en "la imaginación individual" del autor, mientras qiae White, como se citó, lo
ubica en "deseos, fantasías, ensueños." Esta pareciera ser una diferencia sutil, pero la
aleja del tipo de acto consciente "creativo" que sugiere Mink. Esto está ligado con la
teoria anterior de White, en Metahistory, y con artículos escritos en el mismo periodo,’^
donde sostiene que los historiadores se basan en las\ "estructuras de tram a"identifica
das por Northrop Frype como novela, tragedia, comedia y sátira. Pero por supuesto,
no lo hacen conscientemente, sino que se piensan a sí mismos como contándonos wie
es eigentlich gewesen [lo que realmente pasó]; de hecho, negarían vehementemente tal
inspiración literaria. Estas "estructuras de trama" son simplemente "reglas cultural
mente provistas"’*' en la cultura occidental para la construcción de relatos y los escri
tores narrativos las toman sin darse cuenta de que lo hacen.
Así que cuando Mink afirma que él y White sostienen que "nosotros hacemos esos
relatos", puede estar soslayando una diferencia de opinión justamente en quiénes
somos nosotros, y en lo que quiere decir "hacemos". Tendremos ocasión de volver sobre
este ásunto. Para nuestros propósitos actuales, sin embargo, es más importante señalar
aquello en lo que sí están de acuerdo: la narrativa, como artefacto literario producido
por los historiadores, le otorga a la realidad del pasado una estructura narrativa que el
pasado no tiene "en realidad".

” Ibid., p.23.
Ibld.
" Mink, "Everyman His or H er Own Annalist" en Ibld.,p.238.
Véase W hite, Metahistory. págs. 7-8; y "The Structure of Historical Narratiye," Clio í (1972); 5—19.
Plot-structures, en el original (N. del T).
W hite, "The Structure of Historical Narrative", p. 17.
El hecho de que tanto Mink como White hayan analizado la historia en esta direc
ción escéptica, da cuenta de la importancia que tiene para ambos el paralelismo entre
la narrativa histórica y la ficcional. Y si miramos algunos de los mencionados estudios
más influyentes en materia de narrativa literaria, encontraremos evidencia del mismo
tipo de preocupación por la relación entre la narración y el mundo real. Seguramente,
las historias de ficción no representan la realidad porque por definición muestran algo
que nunca sucedió. Pero a menudo se piensa que estos relatos pueden ser cómo la vida,
precisamente en virtud de su forma. Es decir, que son capaces de representar la mane
ra en que ciertos acontecimientos, si hubieran sucedido, podrían haberse desarrollado.
Pero atribuirles coherencia narrativa a los acontecimientos realeS es, de acuerdo
con algunos teóricos, como mucho, pura fantasía. Como E Kermode dice en The Sense
qf an Ending, "al íarle sentido al mundo, sentimos la necesidad de experimentar la
coherencia de un comienzo, un punto medio y un fin, que &s la esencia 'de nuestras
ficciones explicativas...'”'^ Sin embargo, sostiene que esas ficciones "d^eneran” en "mi
tos" cuando creemos en ellas, o ascribimos sus propiedades narrativas a lo real, "cuan
do ya no somos conscientes de que son ficticias"."**’ De la misma manera que en el caso
de los estructuralistas, generalmente no se habla mucho de la relación entre el texto y
el mundo, ya sea por razones metodológicas, ya porque el mundo real es visto como
algo tan desestructurado, que sería totalmente imposible de ser expresado. Parece ser,
que esta última visión es la que puede motivar el principio metodológico, si tenemos
en cuenta los pocos comentarios existentes acerca de la relación eptre la narración y el
mundo. Seymour Chatman, en su valiosa presentación de las teorías estructuralistas
de la narrativa, también habla de una estructura de com ienzo-m edio-fin, e insiste en
que esta estructura se aplica "a la narrativa, a los acontecimientos del relato"*' como
imitaciones, más que... a las acciones en sí mismas, simplemente porque esos térmi
nos carecen de sentido en el mundo real".**^ En esto se hace eco de su principal men
tor, Roland Barthes. En su influyente "Introduction á Vanalyse estructúrale des récits”, Bar-
thes dice que "el arte no conoce la estática"; es decir, que en un relato, todo, tiene su
lugar dentro de una estructura, y lo extraño ha sido eliminado, y que en esto el arte
difiere de la "vida", en "comunicaciones entreveradas" (Communications b r o u illé e s ) De
esta manera, Barthes evoca la vieja cuestión de la relación entre el arte y la vida, en
relación con la narración, como lo hace Mink, y llega a la misma conclusión: una es
esencialmente incapaz de "representar" a la otra.
Hemos señalado que Paul Ricoeur reúne el estudio de la narración literaria y la
filosofía analítica de la historia, y que en su Temps et Récit presenta una compleja teoría
de la narración que inicialmente se supone neutral respecto a la distinción entre his
toria y ficción. También para Ricoeur, el problema de la representación tiene una
importancia capital, lo que se observa en el hecho de que su concepto clave aquí sea la
idea de mimesis, tomada de la Poética de Aristóteles.

Kermode, p. 35-36.
Ibid., p. 39.
■*' Story-cvents en el oñginal (N. del T).
Seymour Chatman, Story and Discourse (Itaca: Comell University Press, 1978), p. 47.
Barthes, "Introduction á f' analyse.. . p. 7.
T Al principio, la teoría de Ricoeur parece ir contra el énfasis que encontramos en
í otros en tomo á la discontinuidad entre las narraciones y el "mundo real" Én sus estu-
I dios acerca del lenguaje y la literatura, Ricoeur ha luchado largamente contra la nega-
ción estructuralista del vínculo entre el texto y el mundo más allá. En Temps et Récit,
f ubica al aspecto estructural o "configuracional" de la narración en un lugar central,
I pero insiste en situarla en relación con el mundo de la acción humana de la cual se
I extrae, y sobre la que tiene efectos al ser leída y apreciada.
! Es por esta razón que Ricoeur mantiene el término mimesis, aunque se niega a
f traducirlo como "representación" (o "imitación"), ya que cree que la relación entre la
^ narrativa y el mundo es mucho más compleja que lo que la traducción habitual sugie-
1 re. Al hacerlo, se muestra mucho más cercano a Mink, White y a los estructuralistas dfe
lo que podía parecer en un principio. No va tan lejos como para afirmar que el mundo
de la acción es simplemente caótico, sosteniendo en cambio que tiene una estructura
"pre-narrativa""” de elementos que se prestan a sí mismos a las configuraciones narra
tivas. Menciona en particular la "red conceptual" provista por la "semántica de la
acción. La literatura, dice, "vient configurer ce qui, dans Vaction humaine, déjá figure"
[viene a configurar aquello que en la acción humana ya figura]
Pero esta pre-figuración no es en sí misma una estructura narrativa, y no nos pone
a resguardo de lo que Ricoeur parece ver como una especie de desorden estructural,
ligado a la experiencia del tiempo, que es en sí misma "confusa, sin forma, y en último
término, muda","^^ A partir del estudio de las Confesiones de San Agustín, concluye que
ía experiencia del tiempo está esencialmente caracterizada por la "discordancia". La
literatura, en una forma narrativa, le otorga concordancia a esta "aporía", por medio
■de la invención de una trama. El relato es la "síntesis de lo heterogéneo", en la que los
elementos dispares del mundo humano -"agentes, fines, medios, interacciones, cir
cunstancias, resultados inesperados, etc."'**’- se reúnen y armonizan. Como la metáfo
ra, a la que Ricoeur le dedicó otro estudio, la narrativa es una "innovación semántica",
en la que el lenguaje le aporta algo nuevo al m u n d o . E n lugar de describir el mundo,
lo re-describe. La metáfora, dice, es la capacidad de "ver como".’‘’ La narrativa nos abre
el "reino del como si".’'
Así es que, a fin de cuentas para Ricoeur, la estructura narrativa es una forma ajena
al "mundo real", como lo es para los otros autores que hemos estado comentando.
Ricoeur se hace eco de Mink, White y de otros, cuando dice; "Las ideas de comienzo,
medio y final no provienen de nuestra experiencia: no son rasgos de la acción real,
sino efectos del ordenamiento poético."’^ Si el papel del relato es el de introducir algo

Ricoeur, p .ll 3 .
Ibld, p.88.
•*'' Ibíd, p. 100.
" Ibíd, p. 13.
-Mbíd, p. 102.
Ibíd, p. 11. Véase Ricoeur, La métaphore vive, (París : Seuil 1975).
Temps et Récit, p. 13, Véase La métaphore vive, p. 305-21.
” Temps et Récit, p, 101.
Ibíd, p.67.
nuevo en el mundo, y lo que introduce es la síntesis de lo heterogéneo, entonces
presumiblemente le da a los acontecimientos del mundo una forma que de otro modo
no habrían tenido. Un relato re-describe el mundo, es decir, describe como si fuera así
aquello que presumiblemente no lo es.’’
Esta breve reseña de una de las recientes miradas importantes sobre la narración,
no solo muestra que la estructura narrativa está siendo considerada una característica
de las obras literarias e históricas, sino también, como hemos dicho, que dicha estruc
tura es vista como algo que pertenece únicamente a ese tipo de trabajos. Los diversos
abordajes del problema de la representación, revelan que los relatos o historias son
vistos, por causa de su misma forma narrativa, como ajenos, separados del mundo real
que afirman describir. De esto se sigue que el relato de ficción no puede, por razones
estructurales, ser realmente "como la vida", y que las narrativas históricas u otros rela
tos no ficcionales, como la biografías, el periodismo, etc., deben imponerle a sus
objetos una forma que no tienen. En el mejor de los casos, la''narrativización disfraza
la realidad, reflejando nuestra necesidad de satisfacer la coherencia,'y si realmente la
creemos, esto deriva de una ingenua ilusión. Es un "escape" de la realidad. En el peor
de los casos (y esta es una idea postulada por Barthes y tomada de H. W hite’’*), la
narrativa intenta comunicar una visión moral del mundo en aras del poder y la mani
pulación.
En mi opinión, estos teóricos han hecho grandes contribuciones a nuestra com
prensión de la narrativa, pero han malinterpretado su relación Qon el "mundo real".
Al enfatizar la discontinuidad entre el "arte" y la "vida" en lo que concierne al relato,
no solo le adjudicaron un papel erróneo a la relación, sino que contribuyeron a la
malinterpretación de ambos términos, y especialmente del segundo.
Como he dicho anteriormente, enfatizaré la continuidad entre la narrativa y la vida
cotidiana, pero mi trabajo no será acerca de cómo los relatos históricos y literarios
"representan". Empezaré, en cambio, por descubrir las característica narrativas de la
experiencia y la acción cotidianas. Si logro mostrar la existencia de ciertos rasgos
formales comunes entre "la vida" y los relatos escritos, mi trabajo tendrá implicancias
en relación con el problema de la representación, aunque no sea esta mi preocupación
inicial. Teniendo en cuenta que no analizo la narrativa de ningún modo en su aspecto
literario, aclaro que estaré enfatizando el hecho de que ésta surge de, y de que se
encuentra prefigurada en algunas características de la vida, de la acción y de la comu
nicación. Las narrativas históricas y ficcionales se revelarán no com o distorsiones,
negaciones o escapes de la realidad, sino como extensiones y configuraciones de las
características primarias de la realidad misma.

"" Para un análisis más extenso de Temps et Réclt vol. í, véase mi trabajo en History and Theory, N" XXIII: 3
(1984) 357-70.
’■* Véase especialm ente el ensayo de Barthes ‘Historical discourse’, en Jntroduction to Structuralism, Ed.
Michael Lañe (Nueva York, Basic Books, 1970) p. 145-55.
En mi revisión de las teorías que hacen hincapié en la discontinuidad entre el
relato y la realidad, he presentado los puntos de vista de algunos de los más fuertes y
más influyentes pensadores de la teoría hteraria y la filosofía de la historia más recien
tes. Aunque predomine la mirada discontinuista, existen otras voces. Una de las más
elocuentes es la de la crítica literaria Barbara Hardy, quien sostiene que "la narrativa,
como la lírica o la danza, no debe ser vista como una invención estética utilizada por
los artistas para controlar, manipular y ordenar la experiencia, sino como un acto
primario de la mente, transferido de la vida al arte. La novela simplemente intensifica,
aísla y analiza los fnovimientos narrativos de la conciencia humana."” El historiador
Peter Muntz, en The Shapes qf Time, también ha insistido en la continuidad entr§ el
relato y la vida cotidiana.’*’ El filósofo alemán W ilhelm Schapp, un fenomenólogo
renegado que escribió en los 50, convirtió la idea de estar entretejido en historias (in
Geschichten verstrickt) en la clave para una teoría global de la existencia humana, y
mucho más” . Un capítulo del libro de Alasdair Macintyre, After Virtue, estáxdedicado
a la estructura narrativa de la existencia humana.™ Y una de las más detalladas y
explícitas defensas de la tesis de la continuidad también puede encontrarse en The
Dialectic of Action, de Friederick Olafson.’'^He hecho un uso muy agradecido de esos
trabajos, algunos de los cuales aparecieron luego de comenzar con este proyecto. Na
turalmente que espero poder mejorarlos. Considero que cada tino de ellos hace hinca
pié en diferentes aspectos de lo que intento presentar como el fenómeno en su con
junto. Ninguno de ellos, en mi opinión, logra hacerle justicia a la dimensión social de
la narrativa, necesaria para una completa comprensión de la historia.
Una nota más: debo admitir que mi procedimiento puede parecer exhibir ciertos
rasgos metodológicamente cuestionables. Deseo mostrar que la narración literaria emerge
en su totalidad de la vida. Pero para mostrar esto, analizaré la vida con una referencia
constante a un modelo pre-dado, que es precisamente el de la narrativa literaria. El
peligro con todos los "modelos" es que su utilización distorsione el objeto de estudio
que pretenden elucidar. Sólo puedo dejar que el lector evalúe si he aplicado este
m odelo juiciosam ente, y con las credenciales apropiadas y necesarias.

” Barbara Hardy, "Towards a Poetic o f Fiction, An approach through Narrative" en Novel 2, 1968, p.5.
Peter Muntz, The Shapes qf Time, (Middletovm, Wesleyan University Press, 1977).
” Wilhem Schapp. In Geschichten Verstrickt (2“ ed.) (Wiesbaden: B. Heimann, 1976). Fue publicada recien
temente una 3“ edición, por Vittorio Klostermann, Francfort 1985, con prólogo de Hennarui Lúbbe.
'“Alasdair Maclntyre, Afier Virtue (Notre Dame; University of Notre Dame Press, 1981. [Hay versión en
español: Maclntyre, Tras la virtud (B^celona: Critica, 1987)].
Frederick A .O lafson, The Dialectic of Action (Chicago: University of Chicago Press, 1979).

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