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LECTURAS

MATERIALES DE LECTURA
Nos Queremos Vivas: violencias machistas, patriarcado y neoliberalismo

En estos materiales recopilamos algunas lecturas sobre las diferentes temáticas tratadas en
el curso. Las lecturas que se señalan como “material básico”, junto con los videos, serán la
base de las discusiones del curso, y os recomendamos trabajarlas todas ellas para el mejor
aprovechamiento del curso.

SESIÓN 1. ¡NOS QUEREMOS VIVAS! Abriendo preguntas sobre las violencias machistas

Material básico
• Rita Laura Segato, Patriarcado: del borde al centro. Disciplinamiento, territorialidad y crueldad en la
fase apocalíptica del capital”, en La guerra contra las mujeres, Madrid, Traficantes de Sueños, 2016.

Material complementario
• Estructura y acción en la violencia de género, María Jesús Izquierdo, Universitat Autònoma de
Barcelona.
• Video: Conflictos y violencia en pareja: Apuntes metodológicos. https://vimeo.com/110128897

SESIÓN 2: FEMINICIDIO Y VIOLENCIA SEXUAL. Violencias extremas y entrelazadas

Material básico
• Graciela Atencio, "Feminicidio. Introducción al concepto y categoría", en Feminicidio. El asesinato de
mujeres por ser mujeres, Madrid, FIBGAR/Catarata, 2015.
• Vídeo. La guerra contra las mujeres (2mns) https://www.youtube.com/watch?v=S1IQZly1lQA

Material complementario
• Audio. Presentación del libro Feminicidio. El asesinato de mujeres por ser mujeres.
https://soundcloud.com/traficantesdesue-os/feminicidiomp3
• Entrevista en Diagonal a Graciela Atencio: https://www.diagonalperiodico.net/libertades/26554-
estados-son-complices-por-no-hacer-justicia-y-por-no-evitarlos.html

SESIÓN 3. LA FAMILIA, LA VIOLENCIA Y EL ESTADO. La formación del heteropatriarcado moderno

Material básico
• Amaia Pérez Orozco, "La familia nuclear o la construcción violenta de la norma y la normalidad", en
Subversión feminista de la economía, Madrid, Traficantes de Sueños, 2014, pp. 172-176).
https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/map40_subversion_feminista.pdf

Material complementario
• Pateman, Carole (1995). Hacer un contrato (pp. 9 - 30). En El contrato sexual. Madrid: Anthropos.
SESIÓN 4. CHACHAS Y PUTAS: de las violencias laborales a la organización de las trabajadoras

Material básico
• Cristina Morini, “Introducción a la edición en castellano”, en Por amor o a la fuerza. Feminización del
trabajo y biopolítica del cuerpo, Madrid, Traficantes de Sueños, 2014, pp. 25-38

Material complementario
• Amaia Pérez Orozco, “Breves apuntes sobre el trabajo”, en Subversión feminista de la economía,
Madrid, Traficantes de Sueños, 2014, pp. 270-223.
https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/map40_subversion_feminista.pdf
• Margot Pujal i Llombart, “Dolor, trabajo y su diagnóstico psicosocial de género: un ejemplo”:
http://revistas.javeriana.edu.co/index.php/revPsycho/article/viewFile/6496/5923
• Monógráfico sobre el trabajo sexual coordinado por Mamen Briz
http://www.colectivohetaira.org/WordPress/wp-content/uploads/2016/07/Conla-A.pdf
• Video. Documental "oscuros portales" (Violencia laboral sobre mujeres de clases populares y
racializadas) https://www.youtube.com/watch?v=w7WQq5SOsXU
• Video. Campaña Igualdad de derechos: https://www.youtube.com/watch?v=C2rF4hwaXWI
• Video. Rueda de prensa de AFEMTRAS, donde denuncian abusos policiales y las consecuencias de la
Ley Mordaza: https://www.youtube.com/watch?v=ee0S7AmamLc

SESIÓN 5. MADRESPOSAS. Violencias cotidianas y trabajo reproductivo en el hogar heterosexual

Material básico
• Grupo de Trabajo Queer (ed.), El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y prácticas
feministas queer, Madrid, Traficantes de Sueños,, 2005, pp. 17-26. https://www.traficantes.net/libros/el-
eje-del-mal-es-heterosexual
• Cuarta charla de los foros debate “Violencias de género desde la metodología de investigación
feminista” organizados por SIMReF en 2014. Elena Casado y Amparo Lasén (Universidad Complutense
de Madrid): https://vimeo.com/110128897

Material complementario
• Blog de Coral Herrera: http://haikita.blogspot.com.es/p/publicaciones_6.html
• Curso de Nociones Comunes: ¿Qué hay detrás del amor? Crítica al pensamiento amoroso, identidad
y reproducción. http://aula.fundaciondeloscomunes.net/curso/que-hay-detras-del-amor

SESIÓN 6. VIOLENCIA EXPRESIVA Y GUERRA CONTRA LAS MUJERES

Material básico
• Rita Laura Segato, “La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez”, en La
guerra contra las mujeres, Madrid, Traficantes de Sueños, 2016, pp. 33-52.

Material complementario
• Rita Laura Segato, La guerra contra las mujeres, Madrid, Traficantes de Sueños, 2016.

SESIÓN 7. GORDAS. Del imperativo de delgadez a las luchas por la diversidad corporal

Material básico
• Magdalena Piñeyro, “Los lugares comunes de la gordofobia”, en Stop Gordofobia y las panzas
subversas, Málaga, Zambra y Baladre, 2016.
Material complementario
• Lucrecia Masson, “Un rugido de rumiantes”: http://www.caladona.org/grups/uploads/2014/05/un-
ruido-de-rumiantes-lucrecia-masson.pdf
• Virgin Tovar: "Los hombres gordos son una cuestión feminista":
https://eldemonioblancodelateteraverde.wordpress.com/2014/10/14/los-hombres-gordos-son-una-
cuestion-feminista/
• Cooper, Charlotte, La gordura es un asunto del feminismo, pero de qué feminismo?
http://gordazine.tumblr.com/post/46354728211/la-gordura-es-un-asunto-del-feminismo-pero-de
• Audio. Presentación del libro La cara oscura del capital erótico, de Jose Luis Moreno Pestaña
https://soundcloud.com/traficantesdesue-os/la-cara-oscura-del-capital-erotico-de-jose-luis-moreno-
pestana

SESIÓN 8. VIOLENCIA VIRTUAL. Redes sociales y organización de mujeres

Material básico
• Marta Borraz y Belén Remacha, “El acoso machista al que te enfrentas si te atreves a hablar de
feminismo en redes”: http://lab.eldiario.es/diadelamujer/acoso/
• “Redes sociales: el espejo aumentado del machismo”:
https://www.diagonalperiodico.net/panorama/31931-redes-sociales-espejo-aumentado-del-
machismo.html

Otros textos complementarios (de las sesiones del curso presencial)

Masculinidad
• “Qué hacemos con la masculinidad: reformarla, abolirla o transformarla?”, de Jokin Azpiazu
http://www.pikaramagazine.com/2013/03/%C2%BFque-hacemos-con-la-masculinidad-reformarla-
transformarla-o-abolirla/

Locas: la violencia sobre sí o la encarnación del patriarcado (textos de la sesión del curso presencial)
• Margot Pujal i Llombart y Patricia Amigot, “Desmedicalización de la experiencia de dolor en mujeres:
usos de plataformas virtuales y procesos de agenciamiento subjetivo”:
http://revistas.javeriana.edu.co/index.php/revPsycho/article/viewFile/10656/13429
• Margot Pujal i Llombart, “Reflexiones en torno al suicidio: desestabilizando una construcción
discursiva reduccionista”:
http://www.raco.cat/index.php/Athenea/article/viewFile/34172/34011
• Margot Pujal i Llombart, “Discursos científicos sobre el dolor cronificado sin-causa-orgánica.
Incorporando una mirada de género para resignificar-repolitizar el dolor:
https://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/viewFile/45295/47862
SESIÓN 1. ¡NOS QUEREMOS VIVAS! Abriendo preguntas sobre las
violencias machistas

• Rita Laura Segato, Patriarcado: del borde al centro. Disciplinamiento,


territorialidad y crueldad en la fase apocalíptica del capital”, en La
guerra contra las mujeres, Madrid, Traficantes de Sueños, 2016.

3. Patriarcado: Del borde al centro.


Disciplinamiento, territorialidad
y crueldad en la fase apocalíptica
del capital*
La historia de la esfera pública es la historia del patriarcado

La intervención colonial, del pasado y del presente, en lo que he llamado el


«mundo-aldea» (Segato, 2015a y b) ha terminado por minorizar todo lo que
respecta a las mujeres. El término minorización hace referencia a la representa-
ción y a la posición de las mujeres en el pensamiento social; minorizar alude
aquí a tratar a la mujer como «menor» y también a arrinconar sus temas al
ámbito de lo íntimo, de lo privado, y, en especial, de lo particular, como «tema
de minorías» y, en consecuencia, como tema «minoritario». Los elementos que
determinan la minorización de las mujeres están relacionados con la transi-
ción de la vida comunal a la sociedad moderna y, en América Latina, al tránsi-
to de los pueblos que habitan los territorios nacionales de nuestro continente
a la colonial modernidad. Este tránsito fue primero impulsado por el proceso
de la conquista y la colonización conducido por la metrópoli ultramarina y
más tarde por la administración del Estado construido por las élites criollas.
Este proceso también puede ser descrito como criollización .
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La expansión del frente estatal-empresarial-mediático-cristiano, que se


amplía vertiginosamente en el presente, interviene la vida del mundo-aldea,
que a su paso integra a la masividad de la «ciudadanía» nacional. Ese tránsito
a la colonialidad-modernidad tiene un impacto masivo sobre las relaciones

* Versiones parciales de este texto fueron publicadas en The South Atlantic Quarterly, vol. 115,
núm. 3, 2016, («Patriarchy from Margin to Center: Discipline, Territoriality, and Cruelty in the
Apocalyptic Phase of Capital») y en Revista Nueva Sociedad, núm. 264, julio-agosto de 2016.

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92 La guerra contra las mujeres

interpersonales y la organización de las relaciones de género en las socieda-


des regidas por patrones comunitarios y colectivistas de convivencia o en las
cuales todavía puede ser encontrado el tejido comunitario, si no ileso, por lo
menos reconocible y vital.
Defiendo aquí que comprender las transformaciones del «sistema de géne-
ro» y la historia de la estructura patriarcal arroja una luz indispensable para
entender el giro social introducido por la modernidad como un todo. Si lee-
mos adecuadamente lo que ese tránsito significó y la forma en que la interven-
ción reacomodó y agravó las jerarquías preexistentes, comprenderemos una
gran cantidad de fenómenos del presente que afectan a toda la sociedad y que
están muy lejos de constituir apenas «el problema de la mujer».
En concordancia con esta propuesta está mi permanente insistencia en que
los feminismos así como todos los otros frentes del movimiento social come-
ten un gran equívoco tanto político como epistemológico o, en otras palabras,
un error teórico-político de inestimables consecuencias negativas al guetificar
sus temas y compartimentalizar lo que entienden como «el problema de la
mujer», tanto en el campo del análisis como en el campo de la acción. Como
he afirmado en Las estructuras elementales de la violencia (Segato 2003), es en los
«géneros» que se traviste una estructura subliminal, en sombras, de relación
entre posiciones marcadas por un diferencial de prestigio y de poder. Ese cris-
tal jerárquico y explosivo se transpone y manifiesta en la primera escena de
nuestra vida bajo las formas hoy maleables del patriarcado familiar, y luego se
transpone a otras relaciones que organiza a imagen y semejanza: las raciales,
las coloniales, las de las metrópolis con sus periferias, entre otras. En ese sen-
tido, la primera lección de poder y subordinación es el teatro familiar de las
relaciones de género, pero, como estructura, la relación entre sus posiciones se
replica ad infinitum, y se revisita y ensaya en las más diversas escenas en que
un diferencial de poder y valor se encuentren presentes.
Existe un debate instalado entre los feminismos de cuño decolonial a res-
pecto de si existe el patriarcado, es decir, el género como desigualdad, en el
mundo pre-intervención colonial. La evidencia incontestable de alguna forma
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de patriarcado o preeminencia masculina en el orden de estatus de socieda-


des no intervenidas por el proceso colonial reside en que los mitos de origen
de una gran cantidad de pueblos, si no todos, incluyendo el propio Génesis
judeo-cristiano, incluyen un episodio localizado en el tiempo de fundación en
que se narra la derrota y el disciplinamiento de la primera mujer o del primer
grupo de mujeres. Ese episodio fundacional de toda historia humana, omni-
presente en las historias míticas de los pueblos, es una prueba de la prioridad
de la sujeción de género como molde primordial de todas las otras formas de
Patriarcado: Del borde al centro 93

dominación, aunque plenamente histórico justamente porque aparece narra-


do en la forma compacta del relato del pasado que son las mitologías. Por otro
lado, es precisamente la captura de una masculinidad con prerrogativas ya
previamente existentes por la masculinidad blanca y rapiñadora del mundo
del conquistador lo que hace posible la propia conquista, pues el hombre no-
blanco, en su derrota militar, acaba funcionando como la pieza bisagra entre
los dos mundos, es decir, como el colonizador dentro de casa. Dividido por
un conflicto de lealtades entre su mandato de masculinidad y su conexión con
su comunidad y red de parentesco, acaba emulando dentro de casa la agresi-
vidad viril del vencedor y es él quien va a transferir la violencia apropiadora
del mundo que llega hacia el interior de las relaciones de su propio mundo.
Lo vemos hoy mismo en las actitudes de lo que he llamado fundamentalismo
de los caciques o caciquismo fundamentalista. Las mujeres, como sujetas de
un arraigo mayor, sujetas comunitarias, no son vulnerables a esa captura, y su
conflicto de lealtad existe, pero asume otra forma: defender lealmente los pa-
trones de existencia de su pueblo sin abdicar de sus propias reivindicaciones
como mujeres no es, en general, tarea fácil.
El mundo que el frente colonial y, más tarde, el frente colonial-estatal in-
tervienen e invaden es un mundo en el que los géneros ocupan dos espacios
diferentes de la vida social. En ese sentido, como se ha dicho muchas veces,
la estructura de ese mundo es dual y conducida por una reciprocidad férrea
vinculante. Lo dual es una de las variantes de lo múltiple, y entre los términos
de una dualidad hay tránsitos y es posible la conmutabilidad de posiciones.
En el mundo dual, ambos términos son ontológicamente plenos, completos,
aunque puedan mantener una relación jerárquica. No hay englobamiento de
uno por el otro: el espacio público, habitado por los hombres con sus tareas,
la política y la intermediación (los negocios, la parlamentación y la guerra),
no engloba ni subsume el espacio doméstico, habitado por las mujeres, las
familias, y sus muchos tipos de tareas y actividades compartidas.
En esa atmósfera colectiva y comunitaria no hay englobamiento, no hay
sujeto universal, hombre con H mayúscula catapultado por el humanismo
©

colonial-moderno a la posición de Sujeto Universal, ni enunciados de valor


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general capaces de representar a todos. No hay tampoco un referente universal


de lo que se define como humano, ni equivalente universal del valor que permi-
ta mercantilizar el hábitat o volver negociable el nicho territorial y su paisaje.
Cada naturaleza es irreductible a la otra.
Esa estructura dual pasa a ser capturada y reformateada por el binarismo
colonial que se impone. La estructura binaria resulta de la captura moderna
de la dualidad recíproca, aunque jerárquica, del mundo-aldea. En el mundo
94 La guerra contra las mujeres

binarizado de la modernidad, el otro del Uno es destituido de su plenitud


ontológica y reducido a cumplir con la función de alter, de otro del Uno como
representante y referente de la totalidad. Este papel de Otro (femenino, no-
blanco, colonial, marginal, subdesarrollado, deficitario) como han mostra-
do Edward Said y una generación entera de teóricos postcoloniales, pasa a
constituir-se en la condición de posibilidad para la existencia del Uno (sujeto
universal, humano generalizable, con H). Su tributación, la dádiva de ser que
de él se extrae, fluye hacia el centro, plataforma del sujeto humano universal, lo
construye y lo alimenta.
Descrito aquí de forma muy compacta, es éste el proceso de emergencia de
la esfera pública o, mejor dicho, la forma en que, en el proceso histórico, lo que
fue un espacio público o dominio masculino en el mundo comunitario, mutó en
la esfera pública o dominio universal. Como vemos, la historia y constitución de
la esfera pública participa y se entrama con la historia del propio patriarcado
y su mutación estructural a partir de la captura colonial-moderna del mundo-
aldea. Visto de esta forma, la historia de la esfera pública o esfera estatal no
es otra cosa que la historia del género. Esa esfera pública, o ágora estatal, se
transformará en el locus de enunciación de todo discurso que aspire a reves-
tirse de valor político. En otras palabras, secuestrará a partir de ahora la políti-
ca y, al decir eso, decimos que tendrá el monopolio de toda acción y discurso
que pretenda adquirir el predicado y el valor de impacto de la politicidad.
En razón de su historia, a la que acabo de referirme de forma muy conden-
sada, el sujeto natural de esa esfera pública, heredera del espacio político de los
hombres en la comunidad, será, por marca de origen y genealogía: 1) masculino;
2) hijo de la captura colonial y, por lo tanto, a) blanco o blanqueado; b) propietario;
c) letrado; y d) pater-familias (describirlo como «heterosexual» no es adecuado, ya
que de la sexualidad propiamente dicha del patriarca sabemos muy poco). Por
lo tanto, a pesar de sus atributos particulares, todos los enunciados del sujeto
paradigmático de la esfera pública serán considerados como de interés general
y poseerán valor universal. Es a partir de ese proceso que se puede afirmar que
la historia de los hombres, el proceso histórico de la masculinidad es el ADN del
©

Estado, y su genealogía masculina se revela cotidianamente.


se permite la copia

Este proceso devalúa abruptamente el otro espacio, el doméstico, hasta ese


momento abarrotado por una multiplicidad de presencias, escena de las acti-
vidades de las mujeres y regido por éstas. A partir de ese momento, se produce
una caída brusca del espacio doméstico: antes subordinado en prestigio pero
ontológicamente completo en sí mismo, es ahora defenestrado y colocado en
el papel residual de otro de la esfera pública: desprovisto de politicidad, incapaz
de enunciados de valor universal e interés general. Margen, verdadero resto
Patriarcado: Del borde al centro 95

de la vida pública, es inmediatamente comprendido como privado e íntimo.


Cuando quiera expresarse, tendrá que practicar un travestismo de la presen-
tación del yo y un estilo distanciado para cumplir con los requerimientos de la
esfera pública, reglas de etiqueta en el estilo masculino exigidas para hablar en
público. Por el contrario, en el mundo-aldea, en la comunidad no intervenida o
escasamente intervenida por la intrusión colonial-moderna, lo doméstico nada
tiene de privado o de íntimo.
Esa construcción colonial moderna del valor residual del destino de las
mujeres es lo que necesitamos desmontar, oponer y reencaminar, porque es
de este esquema binario y minorizador que se derivan no solo los daños que
afectan a la vida de las mujeres sino que también se expresan los males que
afectan a la sociedad contemporánea como un todo. Porque las agresiones que
la mujer padece en las violencias y abusos cotidianos de la casa y en nuevas
formas informales de la guerra, son el termómetro que permite diagnosticar
los tránsitos históricos de la sociedad como un todo. Es por esto que debería-
mos poder reclamar la restitución de la plenitud ontológica de los espacios de
la vida femenina y la capacidad y derecho de las mujeres de hablar al interés
general desde su parcialidad. En los años setenta lo intentamos diciendo «lo
personal es político», la consigna feminista de entonces y que nos llevó a lu-
char por leyes y políticas públicas sin que hayamos conseguido llegar muy
lejos por ese camino (porque quizás no ha sido la mejor de las ideas, como
Foucault notó tempranamente, bregar para que el ojo del panóptico nos al-
cance en casa o aspirar a tener un abogado en la almohada, como resultó en el
modelo norteamericano). Quizás, entonces, ese camino no fue el más intere-
sante ni el que arrojó los mejores resultados, porque la estructura expropiado-
ra y violenta del género no cedió en lugar alguno.
Ensayar, por lo tanto, un gesto de desconfianza con relación a la esfera pú-
blica, por su estirpe apenas disimulada, y tratar de visualizar un nuevo tránsi-
to que sea capaz de desmontar el Uno universal que ella instaura y, al hacerlo,
pluralice los mundos, es un camino prometedor. Esto es así porque el secues-
tro de todo lo que se quiera político por la estructura de prestigio basada en
©

el carácter unitario de la esfera pública, con su capacidad única de emitir todo


se permite la copia

lo que aspire a ser de interés general y valor universal, su maniobra instala-


dora de la abstracción de centralidad, generalidad y universalidad, inherente
e impuesta por el siempre auto-referido arraigo y naturalización de su sujeto
masculino, no lleva sino a la mala ruta de las democracias del presente en
nuestro continente, con su desvío hacia una dictadura de las mayorías. Una
democracia que no tenga como su deontología irreductible la defensa del plu-
ralismo no será democracia, aunque represente la voluntad mayoritaria. ¿Por
96 La guerra contra las mujeres

qué? Porque su polo conductor será esa esfera, diseñada a partir de una es-
tructura binaria donde las variedades de sujetos diferenciados y minorizados
(las mujeres, las personas practicantes de modalidades no normativas de la
sexualidad, los negros, los indios, los jóvenes y niños, y todo lo que se desvíe
de la norma encarnada por el sujeto universal) pasan a ser alteridades y ano-
malías del Uno en la imaginación colectiva, y deben realizar un esfuerzo de
travestismo para hablar en el idioma de la política, ahora secuestrada por el
campo estatal; incómodas anomalías que encarnan «el problema del otro», que
es y nunca puede dejar de ser el problema de la colonial-modernidad.

Disciplinamiento y pedagogía de la crueldad: el carácter funcional del


patriarcado colonial moderno de alta intensidad con respecto al proyecto
histórico del capital en su fase apocalíptica

La privatización, minorización y transformación de los asaltos letales contra


las mujeres en «problemas de interés particular» o «temas de minorías» es
consecuencia de ese tránsito del patriarcado de baja intensidad de la parciali-
dad masculina en el mundo comunitario al patriarcado colonial-moderno de
alta intensidad propio del dominio universal. El efecto de la minorización es
sentido, por ejemplo, en la forma en que feminicidios y crímenes homofóbicos
tienen un valor residual, siendo rebajados a casi apenas un espectáculo en la
práctica jurídica y en los estandards mediáticos de América Latina; al mismo
tiempo, las feministas, y nuestras demandas, nos plegamos a tratarlos como
temas particulares, compartimentados y del gueto. De esta forma se pasa por alto
que todas esas violencias a «minorías» no son otra cosa que el disciplinamien-
to que las fuerzas patriarcales nos imponen a todos los que habitamos ese
margen de la política. Se trata de crímenes del patriarcado colonial moderno
de alta intensidad, contra todo lo que lo desestabiliza, contra todo lo que pa-
rece conspirar y desafiar su control, contra todo lo que se desliza hacia fuera
de su égida, con las varias estrategias y tácticas diarias con las que muchos de
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nosotros, a propósito o inadvertidamente, nos deslizamos y escabullimos de


se permite la copia

la vigilancia patriarcal y la desobedecemos. Expurga de ese modo todo lo que


no le concede el reconocimiento debido a su forma de estructurar y discipli-
nar la vida, a su forma de habilitar y naturalizar un camino de asimetrías y
dominaciones progresivas.
Por otro lado, y éste es el núcleo de mi argumento aquí, si observamos los
crímenes contra las mujeres que marcan el presente y buscamos entender qué
expresan, qué dicen y qué ocasionan, podremos observar su fuerte conexión
Patriarcado: Del borde al centro 97

con la fase histórica que atravesamos como sociedad. Así como comprender
la historia del patriarcado es entender la historia de la esfera pública y del
Estado, de la misma forma y en el centro de todas las cuestiones, entender las
formas de la violencia de género hoy es entender lo que atraviesa la sociedad
como un todo.
Si tuviéramos que construir una alegoría gráfica, pictórica, del mundo
hoy, en esta modernidad avanzada, la alegoría sería una de esas pirámides
invertidas que forman los acróbatas en los circos, donde una a una se van su-
perponiendo hileras de equilibristas hasta armar un edificio completo de gen-
te a duras penas superpuesta, pies sobre cabezas, estrato sobre estrato, pero
allá abajo, en la fundación, en la base de la pirámide, yacería, sustentando el
edificio todo, un cuerpo de mujer. Muchas veces me imagino esa estructura,
porque me parece ser lo único capaz de explicar por qué permanece imposi-
ble algo que a simple vista se presenta tan sencillo de realizar como retirar
a la mujer de la posición de subordinación en que se encuentra, castigada,
subyugada, agredida; impedir que continúe siendo violada, traficada y escla-
vizada por la trata, cosificada y desmembrada por el ojo del lente mediático.
No sería una tarea difícil, bastarían unas pocas acciones, unas pocas medidas,
intervenciones puntuales no muy complicadas. Pero por alguna razón no se
puede. Se presenta imposible. Nunca hubo más leyes, nunca hubo más clases de
derechos humanos para los cuerpos de seguridad, nunca hubo más literatura
circulando sobre derechos de la mujer, nunca hubo más premios y reconoci-
mientos por acciones en este campo, y sin embargo las mujeres continuamos
muriendo, nuestra vulnerabilidad a la agresión letal y a la tortura hasta la
muerte nunca existió de tal forma como hoy en las guerras informales con-
temporáneas; nuestro cuerpo nunca fue antes tan controlado o médicamente
intervenido buscando una alegría obligatoria o la adaptación a un modelo
coercitivo de belleza; nunca tampoco como hoy se cerró el cerco de la vigi-
lancia sobre el aborto que, sintomáticamente, nunca antes fue un tema de tan
acalorada discusión como lo es hoy, en la modernidad avanzada.
Al pensar el tema desde esa perspectiva, al sospechar que su victimización
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cumple allí con la función de proveer el festín en que el poder se confraterniza


se permite la copia

y exhibe su soberanía, discrecionalidad y arbitrio, entendemos que algo muy


importante debe seguramente depender, apoyarse, en esa destrucción cons-
tantemente renovada del cuerpo femenino, en el espectáculo de su subyuga-
ción, en su subordinación de escaparate. Algo central, esencial, fundacional
para el «sistema» debe ciertamente depender de que la mujer no salga de ese
lugar, de ese papel, de esa función.
98 La guerra contra las mujeres

Desmontar la minorización del tema de la mujer equivale a aceptar que, si


entendiéramos la formas de la crueldad misógina del presente, no solamente
entenderíamos lo que está pasando con nosotras las mujeres y todos aquellos
que se colocan en la posición femenina, disidente y otra del patriarcado, sino
que también entenderíamos lo que le está pasando a toda la sociedad. Los
indicios muestran que se trata de un edificio cuyo material está formado por
la amalgama de las corporaciones y el Estado; por alianzas de todo tipo entre
actores corporativos, lícitos e ilícitos o de ambas cualidades a la vez, y agentes
de gobierno; por razones que se invocan como «razones de Estado» y son, en
verdad, «razones de empresa». De algo tengo certeza: para pensarlo, tenemos
que retirar del gueto el problema de la mujer, pensarlo entrelazado como ci-
miento y pedagogía elemental de todas las otras formas de poder y subordi-
nación: la racial, la imperial, la colonial, la de las relaciones centro-periferia, la
del eurocentrismo con otras civilizaciones, la de las relaciones de clase.
En un mundo en el que ya en 2015 el 1 % de sus habitantes alcanzó a con-
centrar en sus manos más riqueza que el restante 99 %; en el que 62 personas
son dueñas de la misma riqueza que la que posee la mitad más pobre del pla-
neta, a un creciente ritmo de concentración;1 en el que 1 % de la población de
Estados Unidos es dueña de la totalidad de la tierra utilizable de ese inmenso
país; en el que apenas nueve familias son propietarias de toda la extensión de
la costa marítima chilena... se constata que el correlato de la financiarización
del capital es la más contundente de todas las formas de propiedad: el acopio,
la concentración de la tierra en pocas manos, el neo-rentismo y la patrimo-
nialización creciente de la gestión estatal. Un escenario de esas características
indica que ya no podemos hablar de mera desigualdad, como hacíamos en los
años setenta, sino que el tema hoy es la dueñidad o señorío —lordship.
Señorío tiene aquí el sentido muy preciso de que un pequeño grupo de
propietarios son dueños de la vida y de la muerte en el planeta. Son sujetos
discrecionales y arbitrarios de un poder de magnitud nunca antes conocida,
que vuelve ficcional todos los ideales de la democracia y de la república. El
significado real de este señorío es que los dueños de la riqueza, por su poder
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de compra y la libertad de circulación offshore de sus ganancias, son inmunes a


se permite la copia

cualquier tentativa de control institucional sus maniobras corporativas, que se


revelan hoy desreguladas por completo. Esta inmunidad del poder económi-
co inaugura una fase apocalíptica, completamente anómica del capital, y nos

1 Según OXFAM, en 2010, 288 personas tenían la misma riqueza que la mitad más pobre; eran
177 en 2011, 159 en 2012, 92 en 2013, 80 en 2014 y 62 en 2015. Véase OXFAM, «62 personas poseen
la misma riqueza que la mitad de la población mundial», 18 de enero de 2016; disponible en
Internet.
Patriarcado: Del borde al centro 99

remite a la etapa final, descompuesta y ya transicional del Medievo, cuando


los señoríos eran inconmensurablemente mayores pero igualmente regidos
por un modo del ejercicio del poder de corte feudal ejercido como crueldad
ejemplar sobre los cuerpos, a la manera en que Foucault lo describió.
La dueñidad en Latinoamérica se manifiesta bajo la forma de una adminis-
tración mafializada y gangsteril de los negocios, la política y la justicia, pero
esto de ninguna forma debe considerarse desvinculado de un orden global y
geopolítico sobreimpuesto a nuestros asuntos internos. El crimen y la acumu-
lación de capital por medios ilegales dejó de ser excepcional para transformarse en
estructural y estructurante de la política y de la economía.
En este nuevo mundo, la noción de un orden del discurso pautado por la
colonialidad del poder se vuelve prácticamente insuficiente. De ese patrón emer-
ge, nuda y cruda, la práctica del barrido de los pueblos de los territorios de
ocupación tradicional o ancestral. De la colonialidad se consuma un retorno a
la conquistualidad, sin los amarres o arrestos que por lo menos en alguna medida
y en algunos casos la presencia de la Iglesia impuso un día a la avidez colonial
(Gott, 2002). Para nuestro continente, América Latina, las formas extremas de
crueldad que se expanden desde México, América Central y Colombia hacia
el sur, su atmósfera dramática, caótica y crecientemente violenta pueden ser
atribuidas a la idea de que en nuestros paisajes la Conquista nunca se completó,
nunca fue consumada, y es un proceso continuo todavía en marcha.
Para este contexto histórico, la compasión, la empatía, los vínculos, el
arraigo local y comunitario, y todas las devociones a formas de lo sagrado
capaces de sustentar entramados colectivos sólidos operan en disfuncionalidad
con el proyecto histórico del capital, que desarraiga, globaliza los mercados, rasga
y deshilacha los tejidos comunitarios donde todavía existen, se ensaña con
sus jirones resistentes, nulifica las marcas espaciales y puntos de referencia
de cuño tradicional sagrado que obstaculizan la captura de los terrenos por el
referente universal monetario y mercantil, impone la transformación de oiko-
nomias de producción doméstica y circuitos de mercadeo local y regional en
una única economía global, introduce el consumo como meta antagónica por
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se permite la copia

excelencia y disruptiva con respecto a las formas de felicidad relacionales y


pautadas por la reciprocidad de la vida comunitaria. En esta fase extrema y
apocalíptica en la cual rapiñar, desplazar, desarraigar, esclavizar y explotar
al máximo son el camino de la acumulación, esto es, la meta que orienta el
proyecto histórico del capital, es crucialmente instrumental reducir la empatía
humana y entrenar a las personas para que consigan ejecutar, tolerar y convi-
vir con actos de crueldad cotidianos.
100 La guerra contra las mujeres

Debe ser por eso que una estrategia central de las guerras contemporáneas, gue-
rras ya no entre Estados, guerras de un alto grado de informalidad, en América
Latina y Medio Oriente, es la estrategia de la profanación (Segato, 2014; Kaldor,
2012). No es por otra razón que los expertos hablan hoy de una «feminización
de la guerra». Existen innumerables pruebas en documentos humanos de todo
tipo y lugar de que es la posición femenina la que custodia, encarna y represen-
ta el arraigo territorial, lo sagrado, la vincularidad y la comunidad.
Chile y Qatar proporcionan los dos modelos que exponen las tendencias
de la presente fase —apocalíptica— del proyecto histórico del capital. Chile,
con la aplicación ortodoxa de la receta de Milton Friedman, que conduce a un
régimen societario regido por el mercado. La tristeza que impregna la socie-
dad chilena es frecuentemente asociada por la propia gente al efecto de preca-
riedad que ese modelo le imprime a la vida, en un sentido del término preca-
riedad que lo desvincula de la idea de pobreza o carencia, para significar con
precisión precariedad de la vida vincular, destrucción de la solidez y estabilidad
de las relaciones que arraigan, localizan y sedimentan afectos y cotidianos.
La experiencia de intemperie y desprotección se apodera así de una nación.
Qatar, por otro lado, epitomiza el fenómeno de un gobierno de propietarios y
la extensión territorial de la nación se confunde con la idea de un inmueble. La
abstracción estatal no existe y el Estado es neta y literalmente patrimonial: un
Estado de dueños. En América Latina, el patrimonialismo constitutivo de las
repúblicas criollas corre un serio riesgo de qatarización. La reprimarización de
la producción, la megaminería, la agricultura extractivista y el turismo extrac-
tivista son los correlatos del régimen absolutista de mercado y de la fusión del
poder político con la dueñidad, de allí resulta la agresión al ser humano y a su
medio en forma extrema, sin dejar más que restos a su paso. Intemperie pro-
gresiva de la vida, mercadeo de todo y reserva de seguridad exclusiva para
los propietarios y controladores de los mecanismos de Estado. Radicalización
del despojo, etnocidio, genocidio y conquistualidad.
Tal escena está ligada al ejercicio de la indiferencia frente a la crueldad,
ensayada y entrenada, con saña impune, sobre el cuerpo de la mujer y de los
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jóvenes, como en Ayotzinapa —cuerpos que no representan al antagonista


se permite la copia

bélico, sujetos que no corresponden al soldado de la corporación armada ene-


miga. El terror de Estado de las dictaduras ha dejado paso a un terror difuso
que se instala capilarmente en la sociedad. Afirmé que las nuevas formas de la
guerra, en nuestro continente, son guerras represivas o guerras mafiosas, o
quizás más exactamente una combinación de ambas a la vez, como un golpe
que nos llega desde otro lugar, desde una Segunda Realidad (Segato, 2014).
Creo inclusive que es posible hablar de una nueva forma de terror asociada a
Patriarcado: Del borde al centro 101

lo que he llamado aquí «intemperie» y que no sería otra cosa que un limbo de
legalidad, una expansión no controlable de las formas paraestatales del con-
trol de la vida apoderándose de porciones cada vez mayores de la población,
en especial de aquellos en condición de vulnerabilidad, viviendo en nichos
de exclusión. Ese terror es la constatación, para muchas personas, de que el
control estatal y la protección del Estado, así como las leyes republicanas son,
y quién sabe si han sido siempre, una ficción, «un sistema de creencias», ape-
nas una fe proveedora de una gramática estable para la interacción social y
los límites de la conducta humana. Es posible que las dictaduras terminaran
cuando ya habían preparado el terreno para las nuevas formas del terror. Ya
no un terror de Estado, sino un entrenamiento para llevar la existencia sin
sensibilidad con relación al sufrimiento ajeno, sin empatía, sin compasión,
mediante el gozo encapsulado del consumidor, en medio del individualismo
productivista y competitivo de sociedades definitivamente ya no vinculares.
Algo que remite a la diferencia apuntada por Hannah Arendt entre soledad y
aislamiento, este último precondición del control totalitario.
Defendí por mucho tiempo la separación de los feminicidios íntimos de
los feminicidios públicos, bélicos, en una fase informal de las guerras. Hoy la
lección de la guerra informal, paraestatal, en sus varias formas, ha entrado en
las casas, y el umbral de sufrimiento empático se ha retirado. En Guatemala la
guerra dejó una secuela de hogares indígenas y campesinos ultra-violentos —
atención: no fue al contrario, como sostiene un cierto pensamiento feminista
eurocéntrico. La violencia sexual y feminicida no pasó de los hogares a la gue-
rra, su derrotero fue el inverso. En nuestros días, como demuestran una serie
de casos en todo el continente, el crimen íntimo pasa a tener características de
crimen bélico: la desova de la víctima al aire libre, en las zanjas, basurales y
alcantarillas, la espectacularidad de los asesinatos, que han pasado a perpe-
trarse también en lugares públicos. Asimismo, hablan de ese terror difuso las
ejecuciones sumarias, extrajudiciales y a manos de agentes estatales, que sin
explicación aumentan cada día en América Latina y especialmente en Brasil,
agrediendo la lógica, la gramática que permite tener una expectativa estabili-
zada de mi relación con los otros.
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se permite la copia

Es por todo esto que podemos aventurar que, si cada época tiene una per-
sonalidad modal, funcional a su fase propia de relaciones económicas (histe-
ria para la revolución industrial, esquizofrenia con su delirio en la expresión
artística del modernismo), la estructura psicopática se presenta hoy como la
personalidad modal. La personalidad psicopática parecería ser hoy la estruc-
tura de personalidad mejor equipada para operar de forma funcional en el
orden de la fase apocalíptica del capital. El perfil psicopático, su ineptitud
102 La guerra contra las mujeres

para transformar el derrame hormonal en emoción y afecto, su necesidad de


ampliar constantemente el estímulo para alcanzar su efecto, su estructura de-
finitivamente no-vincular, su piel insensible al dolor propio y, consecuente-
mente y más aún, al dolor ajeno, su enajenación, encapsulamiento, desarraigo
de paisajes propios y lazos colectivos, la relación instrumental y cosificada
con los otros... parece lo indispensable para funcionar adecuadamente en una
economía pautada al extremo por la deshumanización y la ausencia de límites
para el abordaje de rapiña sobre cuerpos y territorios, dejando solo restos. Es
así que una pedagogía de la crueldad se presenta como el criadero de personali-
dades psicopáticas apreciadas por el espíritu de la época y funcionales a esta
fase apocalíptica del capital.
El extraño destino de la película británica La naranja mecánica, de 1971, ba-
sada en la novela homónima de Anthony Burgess, a su vez escrita bajo el
impacto de la violación sufrida por la esposa del autor en Londres durante
la Segunda Guerra Mundial por parte de soldados estadounidenses, parece
confirmar mi tesis sobre la abrupta y funcional reducción de la empatía en
nuestro tiempo. La naranja mecánica, dirigida por Stanley Kubrick y protago-
nizada de forma inolvidable por Malcolm McDowell, fue una de las películas
más censuradas de la historia del cine en varios países, inclusive en la propia
Inglaterra. En ella se suceden escenas de golpizas, violaciones, asesinatos y
un feminicidio. Alex, el personaje central, pasa de la total ausencia de empa-
tía como victimario a un estado de empatía y vulnerabilidad al sufrimiento
ajeno, logrado por medio de un tratamiento psiquiátrico experimental, que
lo transforma inevitablemente en víctima. No hay posición intermedia entre
la personalidad del victimario y de la víctima, el antes y el después del expe-
rimento «terapéutico», es decir, si la posición de victimario es abandonada,
no resta alternativa que volverse vulnerable. Pero lo más extraordinario del
caso es que hoy, 40 años después de su estreno y como el propio McDowell ha
reconocido (2009), aquel espanto con que los públicos recibieron esta obra ha
desaparecido por completo, dando lugar a la risa del público ante algunas de
las que fueron, en el pasado, sus escenas más horrorosas. Claro indicio este de
la naturalización de la personalidad psicopática y de la violencia, en especial
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de la violencia contra la mujer, secuencia central de la película.


Se trata de un signo incontestable del proceso de los tiempos y del modo
de vida que se ha impuesto en el capitalismo tardío. En esta era, el sufrimiento
y la agresión impuestos al cuerpo de las mujeres, así como la espectaculariza-
ción, banalización y naturalización de esa violencia constituyen la medida del
deterioro de la empatía en un proceso adaptativo e instrumental a las formas
epocales de explotación de la vida.
Patriarcado: Del borde al centro 103

La historia por nuestra mano

En suma, la reducción del femenino, como argumenté, es un episodio funda-


cional de la historia de la especie narrada en una gran cantidad de mitologías
esparcidas en la totalidad del planeta, lo que la instala como piedra angular
de la pirámide de dominaciones en una temporalidad filogenética, al tiempo
que constituye también la primera lección de desigualdad en la escala onto-
genética de la emergencia del sujeto en la vida familiar (Segato, 2003). Hoy, la
crueldad misógina, que transforma el sufrimiento de los cuerpos femeninos
en un espectáculo banal y cotidiano, es la pedagogía que habitúa a las masas
a convivir con el arbitrio, con el margen agramatical de la vida humana, con
el carácter finalmente ficcional de las instituciones.
Sin embargo el tema es «minorizado», empujado al rincón residual de la
gran política, de la gran justicia y de la seguridad, es decir, pensado como
marginal con relación a todo aquello que se clasifica como cuestión de Estado
por ser de interés general y valor universal. Esa clasificación, esa estructura
que nos hace creer que existen temas centrales (la economía y las finanzas, la
política y el gobierno, la salud, la educación, la seguridad pública) y temas
eufemísticamente llamados «transversales» para disimular su arrinconamien-
to en la posición de cuestiones particulares, de interés parcial, es lo que estoy
llamando «minorización», y está asociado con la creencia moderna de que
todo lo relativo al tema de las relaciones de género es clasificable dentro del
ámbito de lo privado y de lo íntimo.
Esa clasificación hace aguas hoy en día, es completamente equivocada y ni
siquiera tiene gran profundidad histórica. No es otra cosa que el resultado del
proceso de modernización por el que pasaron los pueblos y de la destrucción
del ambiente comunal en el que muchas personas de nuestro continente vi-
vían hasta tiempos relativamente recientes y en el que algunas todavía viven.
Tiene que ver con la constitución de Estados republicanos de fondo fuerte-
mente patrimonialista, construidos para que las élites puedan administrar y
decidir los destinos de los recursos de la nación. La historia y la estructura de
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ese Estado lo hizo apropiable por aquellos que detentan las llaves de sus ins-
tituciones. Y la destrucción de las comunidades con sus lógicas destituyó las
formas de politicidad de los espacios domésticos y entronizó a los hombres
como operadores por excelencia de toda política, aunque excepcionalmente
podamos tener figuras femeninas en los cargos. Lo que se produjo fue una
masculinización de la institucionalidad y una despolitización de los vínculos
que emergen del espacio doméstico, una desdomesticación de la vida y de toda
política política.
104 La guerra contra las mujeres

Un canon remoto, de atmósfera enrarecida, se estableció en los espacios ins-


titucionales progresivamente así como la particularización, residualización,
«minorización» de todo aquello no actuante en el campo de esa «vida públi-
ca», que no está diseñada para estar al alcance de todas las personas. Esto es
así porque, debido a su historia colonial, nuestros Estados no mantienen con
la sociedad y los territorios que administran la misma relación que los Estados
europeos mantienen con los suyos. Nuestros Estados y todos sus operadores
cuando se instalan en sus competencias, no pueden sino reproducir la rela-
ción distanciada y exterior con relación a lo administrado, gentes y territorios.
Es muy difícil alterar esa relación de exterioridad gestora, encarnada por los
hombres, pues es la marca y estructura de la relación colonial y su herencia
siempre presente en la arquitectura estatal.
Al mismo tiempo que vamos comprendiendo que el tema de las muje-
res es fundación y soporte de todas las otras formas de opresión, percibimos
también que es un termómetro que permite diagnosticar lo que le pasa a una
época. Muy lejos de ser un problema de «minoría», es la base del edificio
de todas las opresiones, y por donde todos los poderes, aun supuestamente
«bienintencionados» y recitando un ideario progresista, sean estos gobiernos
encastillados en la administración o loggias de illuminati en sus claustros aca-
démicos, han hecho siempre agua en la historia, mostrando su flanco débil,
su incoherencia. Por lo tanto, por innumerables razones, o revisamos el patrón
patriarcal, o la historia no sale del lugar (valga la aclaración: nadie sale del lugar,
ni hombres ni mujeres, ni ellos ni nosotras).
Basta escuchar atentamente el discurso «progresista» de los representan-
tes del socialismo de Estado para percibir la jerarquía consolidada y equivoca-
dísima de lo que importa más y lo que importa menos, de lo que suponen
es de interés general y valor universal, y de lo que postergan como minori-
zado y desprestigiado, transformado en particular y secundario, de gentes
menos importantes como nosotras, las mujeres. Su reiterado y cíclico fracaso
en conducir desde el Estado la tan esperada reorientación de la historia hacia
sociedades más benignas muestra a las claras que hay un error fatal en su
©

concepción revolucionaria, por habernos relegado siempre a la posición de no


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pensantes y haber vuelto inaudible nuestra voz. Nos damos cuenta entonces de
que es de nuestra mano que la historia tendrá que caminar.
Son innumerables los ejemplos de que somos las mujeres, con nuestro acti-
vismo, quienes mostramos el rumbo y hacemos la historia, que es de nuestra mano
que la historia camina y ha caminado, dejando a la vista el gran equívoco del arrin-
conamiento y la parcialización. Es el papel que tuvieron y todavía tienen las
Madres de Plaza de Mayo, cuyo gesto estratégico devolvió la politicidad al
Patriarcado: Del borde al centro 105

papel materno y fue liberador para la sociedad argentina como un todo, luego
replicado por mujeres en una gran variedad de países del mundo en su luchas
por diversos tipos de demandas. No es para nosotras, no es parcial, no es
particular, no es de la intimidad, no es privado, no es de minoría, sino una es-
trategia plenamente política y un proyecto histórico de interés general y valor
universal, que, al romper la estructura minorizadora, introduce precisamente
desde su margen otra propuesta y otra política. Cada vez más se demuestra
que las estrategias creadas y puestas en práctica por las mujeres son las que
marcan el rumbo e indican el camino para todos.
Las mujeres (representando aquí la posición femenina), sujetas de una his-
toria propia que produjo saberes especializados, somos la estabilidad confia-
ble del cotidiano, custodias del arraigo, emblema de la comunidad, respon-
sables de la diversidad genética que todavía existe en el planeta, expertas en
la vida relacional y en la gestión de los lazos de la intimidad, idóneas en las
prácticas no burocratizables de la vida, capaces de habitar el seguro escondite
del espacio doméstico otorgándole politicidad, dotadas de una imaginación
marginal y no disciplinada por la norma positiva, hábiles para sobrevivir.
Es por esto que la fe cívica, al llevarnos a poner los dos pies de nuestras lu-
chas en el campo del Estado, nos ha llevado a ese beco sem saída, a ese dead end
[callejón sin salida]. Pues, como argumenté, el Estado es siempre patriarcal,
no puede dejar de serlo, porque su historia no es otra cosa que la historia del
patriarcado. No hay que abandonarlo como campo de reivindicaciones, pero
no puede secuestrar nuestras luchas por entero ni monopolizar la política.
Hay vida inteligente fuera del campo estatal y existen instituciones no estata-
les. Quien hace la historia es la gente, capilarmente, con su imaginación y sus
insurgencias diarias, con sus tecnologías de sociabilidad, construyendo sus
propios mundos, sin vanguardias vanidosas y siempre al final expropiadoras
de la voz de los pueblos, con énfasis en los vínculos inmediatos, con la prác-
tica rigurosa de la reciprocidad, como siempre ha sido en nuestro continente.
Porque el Estado, con su estructura patriarcal, captura mucho más de lo
que nosotros somos capaces de capturarlo. Está concebido y diseñado para ser
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apropiado por las élites o para entronizar nuevos segmentos de la sociedad y


elitizarlos cuando se tornan parte del gobierno. Y, sobre todo, para mantener
la matriz binaria que ha establecido que existen temas del sujeto universal,
siempre con la H mayúscula que vincula lo Humano al Hombre, y temas de
la domesticidad parcializada, reducida, minorizada. Por eso digo que el ca-
mino es por afuera, con el cuerpo en la calle y con la estrategia femenina, que
siempre ha hecho historia, a pesar de su intensa desvalorización por efecto de
la maniobra que he llamado aquí minorizadora y a la cual muchas veces, sin
106 La guerra contra las mujeres

advertirlo, nos hemos plegado. El cuerpo en la calle, como el de las Madres


sin dejar de serlo y desde la posición de madres, presiona al Estado, presiona
a quien se encuentre ocupando los despachos de las oficinas que administran
los bienes de la nación.
Hay que rehacer las formas de vivir, reconstruir comunidad y vínculos
fuertes, próximos, al estilo y con las «tecnologías de sociabilidad» que coman-
dan las mujeres en sus dominios, localmente arraigados y consolidados por la
densidad simbólica de un cosmos alternativo, disfuncional al capital, propio
de los pueblos en su camino político, estratégico e inteligente, que les permitió
sobrevivir a lo largo de quinientos años de conquista continua. Hay que hacer
la política del día a día, por fuera del Estado: retejer el tejido comunitario,
derrumbar los muros que encapsulan los espacios domésticos y restaurar la
politicidad de lo doméstico propia de la vida comunal. Es de esta politicidad
y de esas tecnologías vinculares que surgirá el formato de la acción política
capaz de reorientar la historia en la dirección de una felicidad mayor, pautada
por el fin de la prehistoria patriarcal de la humanidad. Es la política de las
mujeres la que ahora tiene su vez.
Elegir el camino relacional es optar por el proyecto histórico de ser comu-
nidad. Es percibir que a las tres consignas de la Revolución francesa, igualdad
/ libertad / fraternidad, les faltaba una cuarta, muy propia de los experimentos
de nuestro continente, con su propuesta comunal: la reciprocidad, pues la re-
ciprocidad arraiga, localiza y relaciona de forma concreta. El arraigo y la cen-
tralidad de la vida vincular es una alternativa disfuncional al mundo que se
orienta por las cosas y obstaculiza el proyecto histórico del capital con su meta
colocada en la acumulación y su consecuencia ineludible, la concentración.
El camino de los afectos y el camino de las cosas constituyen dos proyectos
históricos orientados a metas de felicidad diferentes e incompatibles, y nues-
tra tarea como profesionales de la palabra es dotar de una retórica de valor,
un vocabulario de defensa al camino relacional, a las formas de felicidad co-
munales, que pueda contraponerse a la poderosa retórica del proyecto de las
cosas, meritocrático, productivista, desarrollista y concentrador. La estrategia
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a partir de ahora es femenina.


SESIÓN 2. FEMINICIDIO Y VIOLENCIA SEXUAL. Violencias extremas y entrelazadas

• Graciela Atencio, "Feminicidio. Introducción al concepto y categoría", enFeminicidio. El asesinato


de mujeres por ser mujeres , Madrid, FIBGAR/Catarata, 2015.

Feminicidio:
Introducción al concepto y a la categoría

1  
FEMINICIDIO, EL ASESINATO DE MUJERES POR EL HECHO DE SER
MUJERES

CAPÍTULO 1
LO QUE NO SE NOMBRA NO EXISTE
Graciela Atencio

1.1. UNA PALABRA NUEVA, UNA BARBARIE ANTIGUA

Hacia la segunda mitad del siglo 20 se derrumbó la naturalización histórica de una


antigua forma de barbarie: la violencia contra las mujeres. Como si se tratara de una
cita global, movimientos feministas lo denunciaban, los discursos producidos en la
academia proponían nuevos conceptos y categorías para referirse a este fenómeno y la
Comunidad Internacional se vio obligada a tomar cartas en el asunto: la Declaración
de Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres de 1993,
la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra las
Mujeres (CEDAW) de 1979 y su Protocolo Facultativo de 1999, dieron un paso
fundamental en el reconocimiento de los derechos de las mujeres como derechos
humanos.

Los términos femicide -en inglés- y -feminicidio/femicidio- en español, nacían en un


contexto planetario en el que se caían mitos, el de que las mujeres padecen violencia
nada más que en tiempos de guerras (convencionales) y que el avance hacia la
igualdad de derechos provocaría en un futuro cercano una disminución de la violencia
hacia las mujeres. Sin embargo, especialistas y activistas hoy por hoy coinciden en
que atravesamos un período histórico de recrudecimiento de dicha violencia, tanto en
el marco de las relaciones interpersonales como en nuevos escenarios de guerra, en
los que el cuerpo de las mujeres es tratado con enorme saña, a manera de un territorio
de conquista, colonización y destrucción. Todas estas formas de violencia extrema -
con sus particularidades- que culminan en la muerte de una mujer o de un grupo de
mujeres, son tenidas en cuenta en las distintas conceptualizaciones de la palabra
feminicidio, un término en construcción que ha dado lugar a numerosos debates
teóricos y políticos de 30 años hasta ahora y cuya teoría se sigue desarrollando en
diferentes países de América Latina. Su uso viene creciendo en España desde hace
poco más de una década. Lo presentamos en este capítulo, en el marco de su inclusión
en el Diccionario de la Real Academia Española y como parte del objetivo primordial
de este libro, la divulgación de una categoría que supone un cambio de paradigma en
el abordaje transdisciplinario de la violencia contra las mujeres.

1.2. UN TÉRMINO POLISÉMICO

A mediados de la década de los años 80, la palabra ya se nombraba dentro del


movimiento feminista y en grupos organizados de mujeres de República

2  
Dominicana1. En realidad el término fue refundado en América Latina. Su desarrollo
como categoría se produjo de manera sincrónica en los 90, en distintos países. Por un
lado, la antropóloga y teórica feminista Marcela Lagarde lo introdujo en la academia
mexicana en 19942 como feminicidio. Y por otro, las investigadoras costarricenses
Ana Carcedo y Montserrat Sagot3 tradujeron femicidio del inglés: “A inicios de los
90, Ana Carcedo y yo tuvimos la oportunidad de conocer el libro Femicide: The
Politics of Woman Killing, que acababan de publicar Jill Radford y Diana Russell y
decidimos realizar una investigación sobre los asesinatos de mujeres en Costa Rica
utilizando una versión un poco más reducida del concepto planteado en el libro de
Radford y Russell”. Desde entonces, tanto Lagarde como Sagot y Carcedo han sido
tres de los máximos referentes en la lucha por la erradicación del
feminicidio/femicidio en México y Centroamérica.

En América Latina la reconfiguración del término en una primera etapa se sostuvo por
el estudio, investigación y teorización de la academia feminista. En una segunda
etapa, la apropiación de la palabra en discursos de activistas y de derechos humanos
permitió que se desplegara su potencial de denuncia en la región. Hasta entonces no
existía un concepto que entendiera todo el mundo y que pudiera explicar el fenómeno
global y particular del asesinato de mujeres como parte de una política sexual. Desde
los movimientos sociales y en consonancia con el enfoque de distintas disciplinas:
sociología, antropología, filosofía y derecho, el término también debe aprehenderse
por su reverso: “el derecho a vivir una vida libre de violencia”, lema que apuntó desde
un principio a la responsabilidad del Estado frente a estos crímenes.

La palabra forjó en el sur otros significados y desciframientos a partir de la definición


que le dieron Russell y Radford. Los feminismos latinoamericanos no tardaron en
desterrar la falsa idea de que el término había sido implantado como una mera
traducción. Las académicas y activistas Rosa-Linda Fregoso y Cynthia Bejarano4 lo
explican así: “es más acertado decir que en el proceso de pedir prestado el concepto y
adaptarlo a las circunstancias locales, hemos generado interpretaciones nuevas sobre
el feminicidio. De esta manera, el concepto resalta ‘las historias locales’ de la
reflexión teórica por parte de investigadoras, defensores de derechos humanos y la
justicia de género, testigos y sobrevivientes y juristas latinoamericanas, latinas y de
Estados Unidos, a medida que entramos en contacto con cuerpos de conocimiento
elaborados en otros lugares”.

                                                                                                               
1
La teórica feminista Julia Monárrez: Trama de una injusticia, Feminicidio sexual sistémico en Ciudad
Juárez, Colegio de la Frontera Norte, México, 2009, p. 35.
2
 Ibídem, p. 35.  
3
“Ana Carcedo y Montserrat Sagot: femicidio en Costa Rica”, Feminicidio.net. Disponible en:
http://bit.ly/1BfcXqH
4
Rosa-Linda Fregoso y Cynthia Bejarano (Ed.): Feminicidio en América Latina, UNAM, México,
2011, p. 50.

3  
 
En una etapa posterior el concepto atravesó las barreras de la cultura popular y se
empezó a usar en los medios de comunicación. La palabra también fue y es,
inspiración y motor de la creación artística, entre ellas, literatura, pintura, escultura,
fotografía, documentales, cine de ficción, series, comics… ampliaron los imaginarios
discursivos y reforzaron su uso (en el capítulo 8 de esta compilación veremos que hay
un grupo de artistas contemporáneas de España, México y Guatemala que abordan el
tema del feminicidio en sus obras).

Decía Michel Foucault que no hay historia sino por el lenguaje, tampoco hay
humanidad sino por el lenguaje. La palabra cobró tal vigor que el androcentrismo,
entendido como aquello que fija su atención desde una mirada masculina y la
misoginia, esa mentalidad social que justifica el odio hacia las mujeres, tuvieron que
rendirse a un significante desestabilizador de disciplinas tradicionales. A lo largo de
las dos últimas décadas feminicidio y femicidio sacudieron el segundo idioma más
hablado del planeta y consolidaron su uso en calles, casas, bibliotecas, aulas,
redacciones, parlamentos, juzgados, morgues en América Latina (donde habitan más
de 300 millones de personas hispanohablantes) y la gran red, internet, antes de que lo
legitimara la docta y Real Academia Española en su diccionario.

La diversidad terminológica dio lugar a distintas interpretaciones y no existe un


significado unívoco de la palabra, como veremos en el capítulo 3 dedicado a la
evolución de la categoría. Si bien en América Latina se acuñaron feminicidio y
femicidio, en nuestra línea de documentación e investigación nos decantamos por
adoptar el primero, según el criterio de Marcela Lagarde: “En castellano femicidio es
una voz homóloga a homicidio y sólo significa homicidio de mujeres. Por eso para
diferenciarlo, preferí la voz feminicidio y denominar así al conjunto de violaciones a
los derechos humanos de las mujeres que contienen los crímenes y las desapariciones
de mujeres y que, éstos fuesen identificados como crímenes de lesa humanidad”5.

Feminicidio es un concepto polisémico y su complejidad y pluralidad de significados


la convierten en una categoría trans: transcultural, transdisciplinaria, transpolítica y
transcontextual.

1.3. SU INCLUSIÓN EN EL DICCIONARIO DE LA RAE

En el año 2007 el lingüista y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Carlos


Montemayor, solicitó la incorporación del término feminicidio en el diccionario. El
pleno de la institución celebrado en México reconoció “la impecable composición de
la voz”. Montemayor lo argumenta de la siguiente manera:

Homicidio proviene del latín homicidium, cuya radical inicial proviene del
5
Marcela Lagarde: “Claves feministas en torno al feminicidio. Construcción teórica, política y
jurídica”, en Fregoso, R., y Bejarano, C., (Ed.), Feminicidio en América Latina, UNAM, México,
2011, pp. 18-19.

4  
nominativo de homo, hombre, cuyo genitivo es hominis, que presenta un alargamiento
silábico. Homicidio se forma, pues, con el radical abreviado hom(-o). Feminicidio,
por su parte, tiene como radical inicial el nominativo fémina, mujer, cuyo genitivo es
feminae, que no presenta alargamiento silábico. Por tanto, se forma a partir del radical
fémin(-a). Sería incorrecto querer componer la voz a partir del acortamiento fém(-
ina), para decir femicidio, puesto que no deriva de la palabra francesa femme (cuyo
acortamiento sería fem [-me]), sino del latín femĭna, voz que sigue teniendo el mismo
valor en la lengua española. De femĭna y del genitivo feminae se deriva
correctamente, pues, feminicidio6.

Montemayor pidió que se considerara el término “tanto desde el punto de vista de su


importancia social como de su idoneidad léxica”7, antes del proceso particular que
aprobaría su ingreso en el Diccionario de la Real Academia Española (por sus siglas
DRAE).

La palabra feminicidio finalmente fue incorporada en la 23ª edición del DRAE,


estrenado en octubre de 2014 con un significado restringido. No fue tenida en cuenta
la relevancia social del concepto ni se reconoció que el peso lingüístico de lo que
significa feminicidio recae sobre el término género, cuya acepción proveniente de la
academia feminista la RAE se niega a aceptar. La definición “asesinato de una mujer
por razón de su sexo” le quita el valor semántico más importante sobre el que se
asienta su significado original y que le da sentido a uno de los motivos por los cuales
el concepto feminicidio fue acuñado y convertido en una categoría de análisis: en las
sociedades patriarcales las mujeres son asesinadas por razones de género. La RAE al
negar el género, invisibiliza que las características masculinas y femeninas de las
personas no vienen dadas por la biología sino que son adquiridas mediante un
complejo proceso de socialización en cada uno de los sexos. Esta definición no
permite interpretar el carácter estructural de la desigualdad entre hombres y mujeres y
su relación con la violencia extrema que representa el feminicidio “basado en una
estructura de poder de género” 8 que coloca a los hombres en una jerarquía de
dominación social; si bien es cierto que mata un ínfimo porcentaje de hombres, según
las estadísticas la violencia extrema que acaba en asesinato es casi un monopolio
masculino: el 95 por ciento de todos los crímenes en el mundo son cometidos por
hombres.

El feminicidio es el último acto de la violencia extrema, el que aniquila la vida pero


no debemos perder de vista en el contexto en el que se manifiesta, íntimamente
relacionado con la discriminación de género en el sistema patriarcal: la división
sexual del trabajo, cómo ocupan las mujeres los espacios públicos y los espacios
                                                                                                               
6
Agradezco a Julia Monárrez Fragoso que me proporcionó la fuente original de esta información,
Alma Gómez, integrante del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, Chihuahua, México, ONG
que en 2010 entregó un reconocimiento póstumo al escritor, poeta, ensayista y periodista Carlos
Montemayor, por su aporte a la inclusión del término feminicidio en el diccionario de la RAE.
7
Ibídem.
8
 Rosa-Linda Fregoso y Cynthia Bejarano (Ed.): op. cit., p. 50.    

5  
 
privados, la desigualdad salarial, los condicionamientos culturales al cuerpo biológico
de las mujeres ante la procreación y la maternidad, la feminización de la pobreza…
todas estas discriminaciones tienen que ver con el feminicidio y forman parte de las
“razones de género”, que tanto rechazo causan a quienes se oponen a vivir en una
sociedad igualitaria entre hombres y mujeres.

La maniobra anterior en la política censora de la RAE con el término género se


remonta al año 2004. Ante la aprobación en España de la Ley Integral de Violencia de
Género, la institución, integrada en aquel momento por 37 hombres y tres mujeres,
redactó un informe de urgencia en el que recomendaba que se utilizara la expresión
“violencia doméstica” o “por razón de sexo (como definió 10 años después al
feminicidio [sic: ‘asesinato de una mujer por razón de sexo’])” en lugar de “violencia
de género”9. De este modo obstaculizaba la demanda de un sector importante de la
sociedad que apoyaba al movimiento feminista en su exigencia de que el Estado
español considerara la violencia machista una cuestión pública y se aplicara la
condena del maltrato hacia las mujeres de forma integral, transversal y poniendo en
práctica políticas de igualdad.

Si no contáramos con la categoría de análisis género no hubiese sido posible construir


una teorización sobre la categoría feminicidio, ambas interrelacionadas en sus
significados. La lengua también es un campo de batalla simbólico, la RAE se niega a
reconocer que existe una violencia específica contra las mujeres, idea propia de un
conservadurismo que cree que puede quitarle valor y legitimidad a acciones humanas
que construyen nuevos derechos, cambian el mundo y por ende, los usos del lenguaje.

A la sombra de la RAE, en la segunda mitad del siglo pasado, una mujer sola escribió
un diccionario del uso del español que el escritor Gabriel García Márquez consideró
“el más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”10.
Opuesta al objetivo de la RAE, que incluye palabras después de que hayan envejecido
en boca de la gente, María Moliner confesó haber integrado un diccionario (se editó
en 1966-1967 su primera versión) también con palabras que encontraba “en los
periódicos” ya que “…allí viene el idioma vivo, el que se está usando, las palabras
que tienen que inventarse al momento por necesidad”11.

¿Cómo hubiese definido María Moliner la palabra feminicidio en su Diccionario de


uso del español de esta época? Puede que la pregunta sea un ejercicio imaginario
inútil pero también es de justicia de género hacia ella no olvidar que se trató de la
primera mujer propuesta en 1972 para integrar la RAE y la primera en ser rechazada12

                                                                                                               
9
Informe de la Real Academia Española sobre la expresión Violencia de Género, disponible en:
http://bit.ly/1Bk0aDh
10
Gabriel García Márquez: “La mujer que escribió un diccionario”, El País, 10 de febrero de 1981.
Disponible en: http://bit.ly/1Ae9TNb
11
Ibídem.
12
En México, María del Carmen Millán fue la primera mujer en ingresar a la Academia Mexicana de la
Lengua, el 13 de junio de 1975. Victoria Ocampo lo hizo en la Academia Argentina de Letras en junio

6  
 
-injustamente- por ser mujer y tener la osadía de escribir un diccionario que se
desmarcaba del oficial. Probablemente Moliner, a diferencia de la pobre acepción que
le concede el diccionario de la RAE a la palabra feminicidio, se hubiese inspirado en
la definición amplia que dan Russell y Radford en uno de los ensayos más
importantes sobre el término (que citamos repetidamente en este libro)13:

El feminicidio es el extremo de un continuo de terror antifemenino que incluye una


gran cantidad de formas de abuso verbal y físico como violación, tortura, esclavitud
sexual (particularmente en la prostitución), incesto y abuso sexual infantil
intrafamiliar, maltrato físico y emocional, hostigamiento sexual (por teléfono, en las
calles, en la oficina y en el salón de clases), mutilación genital (clitoridectomía,
escisión, infibulación), operaciones ginecológicas innecesarias (histerectomías
gratuitas), heterosexualidad forzada, esterilización forzada, maternidad forzada
(mediante la criminalización de los anticonceptivos y el aborto), psicocirugía,
negación de alimentos a las mujeres en algunas culturas, cirugía cosmética y otras
mutilaciones en nombre de la belleza. Siempre que estas formas de terrorismo
resulten en la muerte son feminicidios.

María Moliner también hubiera incluido su acepción jurídica ya que el término fue
tipificado como delito en 12 países de Latinoamérica (tema que tratamos
específicamente en el capítulo 7 de esta compilación). Y hubiese reparado en otros
conceptos vinculados como “violencia sexual” y “terrorismo sexual (desarrollados en
el capítulo 6 de este libro)”.

1.4. APRECIACIONES ERRÓNEAS SOBRE EL FEMINICIDIO

En España no se manifestaron tensiones en torno a las definiciones y posibles


aplicaciones del término. De este lado del charco, la teoría del feminicidio apenas se
ha desarrollado en el ámbito académico14. Sin embargo los movimientos sociales del
Estado español, en especial el de los feminismos, se vienen solidarizando en la
denuncia del feminicidio en América Latina desde principios de este siglo, cuando la
matanza de mujeres de Ciudad Juárez dio la vuelta al mundo15.

En este punto, me detengo en algunas de las ideas erróneas o simplistas que han
circulado desde entonces en la cultura popular, en especial transmitidas a través de los
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           
de 1977 mientras que en España, Carmen Conde lo consiguió en 1978, seis años después del ingreso
fallido de María Moliner.
13
Diana E. Russell y Jill Radford (ed.): “Feminicidio. La política de asesinato de las mujeres”, UNAM,
México, 2006, pp. 57-58.
14
Entre la limitada producción teórica hay voces como las de la filósofa y teórica feminista Celia
Amorós Puente, para quien la cuestión de los feminicidios “se convierte en un tema prioritario en la
agenda feminista global actual”, en: “Violencia patriarcal en la era de la globalización: de Sade a las
maquilas”, Mujeres e imaginarios de la globalización, Homo Sapiens, Rosario, 2008, pp. 213-305.
15
Desde finales de 2003 y los años 2004 y 2005 visité las Comunidades Autónomas de Andalucía,
Aragón, Castilla y León, Canarias, Cataluña, La Rioja, Extremadura, Madrid, Navarra y País Vasco en
el marco de una campaña de denuncia del feminicidio en Ciudad Juárez.

7  
 
medios de comunicación y las redes sociales. Como bien sostiene Marcela Lagarde, la
gran divulgadora del tema en España hasta ahora, a veces se utiliza un “estereotipo”16
del concepto (el más generalizado se asoció a los asesinatos de mujeres de Ciudad
Juárez). Entre ellos, los más frecuentes son los siguientes:
1.- “El feminicidio sólo es un fenómeno de los países del sur”. Por oposición y
aunque no se manifieste a viva voz, el prejuicio más común se resume en una premisa
equivocada desde la mirada de la colonialidad17: “en Europa no hay feminicidios”,
como si el asesinato de mujeres por razones de género se produjera únicamente en
países más pobres, de otras etnias y culturas, lejanas al occidente blanco, desarrollado
y del Estado de bienestar. En esta idea errónea también influye el componente de
masividad o que el término se trate asimilado inequívocamente al feminicidio como
genocidio cuando éste último es uno de varios tipos de feminicidio.
2.- “Existe feminicidio cuando hay impunidad y no son comparables los niveles de
impunidad de España con los de países de América Latina”. Esta afirmación viene
prefigurada primero por la falsa idea de que en España no existe impunidad en estos
crímenes pero es cierto que algunos países de América Latina, aunque cuenten con
marcos legales innovadores en la tipificación del feminicidio/femicidio, por ejemplo
México, Guatemala y Honduras, padecen altísimos niveles de impunidad, cuestión
que denuncian las organizaciones de derechos humanos. Desde un enfoque global,
decolonialista y crítico del neoliberalismo, las comparaciones entre países del norte y
países del sur resultan útiles para particularizar y establecer indicadores de
semejanzas y diferencias en cómo se expresa la violencia extrema contra las mujeres
y cuánto afectan los enormes niveles de desigualdad a las sociedades del sur.
3.- “Todos los asesinatos de mujeres son feminicidios”. En ese error también incurren
con frecuencia los medios de comunicación que utilizan la palabra feminicidio como
sinónimo de asesinato de una mujer. El asesinato de una mujer puede no estar
motivado por razones de género.
4.- “Todas las formas de violencia extrema son feminicidios”. También de manera
equivocada se utilizan como sinónimo de feminicidio la violación y el maltrato físico.
El feminicidio implica siempre la pérdida de la vida de una mujer.
5.- “El feminicidio no es violencia de género”. En España el concepto que más se ha
generalizado para referirnos al fenómeno de la violencia contra las mujeres es el de
violencia de género. Feminicidio y violencia de género no son categorías enfrentadas
ni antagónicas en la teoría feminista. Sin embargo, en el contexto español, la
aplicación de la Ley Integral de Violencia de Género, cuyo alcance se limita a las
relaciones de pareja o expareja, ha generado en la opinión pública una idea limitada y
acotada del concepto al que alude el título de la ley. Desde el sentido figurado del
lenguaje ha provocado una sinécdoque (una parte de algo es usada para representar el
                                                                                                               
16
Marcela Lagarde: op. cit., p. 17.
17
Una lectura del término desde la teoría de Aníbal Quijano: “Colonialidad del Poder, Eurocentrismo y
América Latina", en Edgardo Lander (Comp.) Colonialidad del Saber, Eurocentrismo y Ciencias
Sociales. CLACSO-UNESCO, 2000.

8  
 
todo) en la comprensión del fenómeno, cuando la violencia de género es estructural y
abarca a todas las relaciones sociales entre hombres y mujeres, no sólo las de pareja.
El feminicidio explora los límites de la violencia extrema de género y problematiza
sus alcances. El planteamiento político-jurídico amplio del feminicidio apela a que el
Estado tenga que garantizar la prevención, el tratamiento y la erradicación de todas
las formas de violencia contra las mujeres.

1.5. LA LEY INTEGRAL DE VIOLENCIA DE GÉNERO Y EL FEMINICIDIO


EN ESPAÑA

En diciembre de 2004 la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral


contra la Violencia de Género se aprobó por unanimidad en el Congreso. Se trató de
un hecho histórico en España y significó un merecido reconocimiento al trabajo de
varias generaciones de académicas, luchadoras y luchadores sociales que la
reclamaban18. La demanda social se remonta a la década de los 90. En 1998 diversas
organizaciones de mujeres plantearon la necesidad de que se sancionara una norma
que reconociera este tipo de violencia como un asunto público y de Estado19. Hasta
entonces no estaba tipificado el maltrato como delito ni el maltratador era considerado
un delincuente. Uno de los grandes méritos de la ley es que impulsó un cambio de
percepción sobre la violencia hacia las mujeres en la pareja, asumida en el pasado
desde los distintos imaginarios como una cuestión privada cuando es un problema
social que actualmente provoca en España una media de entre 60 y 70 mujeres
asesinadas (feminicidios íntimos de pareja) por año. Su entrada en vigor puso en
evidencia que el terrorismo machista no es ningún mito: al menos 600.000 mujeres
sufren violencia de género por sus parejas según la última Macroencuesta del 201120.

La sanción de la ley ha tenido críticas, la mayoría centradas en que su normativa no


reconoce otras formas de violencia de género fuera de la pareja21. Tampoco lo hacen
las estadísticas oficiales y las políticas públicas. En resumidas cuentas, el Estado no
responde por todos los tipos de violencia hacia las mujeres. Esta situación fue
denunciada recientemente en un documento elaborado por la Plataforma CEDAW
Sombra España22, integrada por 50 organizaciones de la sociedad civil y apoyada por
otras 280. En el informe presentado ante la ONU en noviembre de 2014, en vísperas
                                                                                                               
18
Soledad Murillo de la Vega, la primera Secretaria General de Políticas de Igualdad de España entre
2004 y 2008 e impulsora de la actual Ley, hace un recorrido de los obstáculos que tuvo que sortear
hasta conseguir la aprobación de la norma y un balance de 10 años de aplicación: “¿Ha llegado la
democracia a la vida privada?”, Público, 25 de noviembre de 2014. Disponible en
http://bit.ly/140yND2
19
“Historia de la Ley Integral contra la violencia de género española”, Mujeres en Red. Disponible en:
http://bit.ly/1xSFwIC
20
Macroencuesta de Violencia de Género 2011, Ministerio de Sanidad. Disponible en:
http://bit.ly/1u3520c
21
La abogada y escritora feminista Lidia Falcón es una de las voces más críticas de la Ley Integral de
Violencia de Género: “El largo camino oculto de la ley de la violencia”, Público, 15 de diciembre de
2014. Disponible en: http://bit.ly/1ByPuCQ
22
Plataforma CEDAW Sombra España. El Informe Sombra se puede descargar de su web, disponible
en: http://bit.ly/14nJwbO

9  
 
del examen que deberá pasar España en 2015 sobre su actuación en materia de
igualdad y derechos de las mujeres, se reclama entre las cuestiones más importantes,
una evaluación profunda de la ley, tanto de los órganos judiciales encargados de su
cumplimiento como del impacto de sus medidas en la población afectada. También
solicita que el Estado español considere todos los tipos de violencia dentro de su
normativa legal y de las políticas públicas: violencia sexual, trata, mutilación genital y
matrimonio forzoso, entre otros.

Cuando leemos en algún periódico o vemos en el telediario la noticia de un crimen


machista, la información incluye el número de mujeres asesinadas del año en curso y
el reconocimiento de “cifra oficial” por parte de la Delegación de Gobierno para la
Violencia de Género del Ministerio de Sanidad23. La opinión pública se hace eco del
conteo, las organizaciones de mujeres llevan sus propios recuentos de casos24 y
realizan campañas en redes sociales y en instituciones públicas con lemas como: “ni
una muerta más” o “el machismo mata”. El número de mujeres asesinadas se
convierte en un elemento del discurso político de denuncia y una demanda social que
invita a una toma de conciencia colectiva sobre el problema. También es una manera
de presionar a las autoridades y recordarles, una y otra vez, la responsabilidad del
Estado en la erradicación de la violencia estructural hacia las mujeres.

Feminicidio.net lleva un recuento público de asesinatos de mujeres en España desde


2010. Con el fin de ser incluyentes, incorporamos el uso de femicidio como sinónimo
de feminicidio. Geofeminicidio, la aplicación que contiene la base de datos25, clasifica
todos los asesinatos de mujeres y los discrimina entre asesinatos y feminicidios (el
detalle y la base teórica de la documentación de casos aparece en el capítulo 10 de
este libro). La diferencia entre nuestro recuento y el oficial es que tipificamos todos
los tipos de violencia de género que culminan en asesinato.

En cuatro años hemos clasificado 12 tipos de feminicidio y asesinato de mujeres en


España. En este libro dedicamos los capítulos 4 y 5 al feminicidio por prostitución,
tipología que hemos acuñado y en la que confluyen varios factores que la convierten
en un feminicidio paradigmático: son asesinatos misóginos cometidos por clientes de
prostitución con una gran saña, ignorados por la sociedad, incluso por parte del
movimiento feminista. El Estado se niega a considerarlos asesinatos por violencia de
género, están ausentes en las cifras oficiales y apenas se mencionan los casos en los
medios de comunicación. En España, entre el 2010 y 2013 fueron asesinadas 24
mujeres que ejercían la prostitución a manos de clientes.

                                                                                                               
23
Portal Estadístico del Ministerio de Sanidad: listado oficial de víctimas de violencia de género.
Disponible en: http://bit.ly/14bdjUp
24
Entre ellas, la Red Feminista, recuento de casos entre 2003 y 2013. Disponible en:
http://bit.ly/1qVHiqK ; Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas, listado de
casos disponible desde 1999 hasta la actualidad en: http://bit.ly/1DnOSTQ ; también lleva un recuento
de mujeres asesinadas por violencia machista en España la web www.Ibasque.com
25
Se puede consultar www.geofeminicidio.com, contiene un registro actualizado de feminicidios en
España, informes estadísticos y archivo hemerográfico de los casos desde 2010.  

10  
 
Los tipos de feminicidio ayudan a visibilizar y ponerle nombre al daño ocasionado a
una mujer. ¿Cómo se mide el daño? ¿Cómo se mide castigar al victimario? ¿Por qué
es importante nombrar el daño? ¿Por qué es importante saber cómo el Estado va a
reparar el daño? Y además: ¿cómo actuará el Estado en la aplicación de justicia?
¿Cómo va a prevenir esa violencia que ocasionó la muerte violenta de esa mujer?
¿Qué hará para que este tipo de feminicidio no se vuelva a repetir, para que la
situación de desventaja estructural de ser mujer no vuelva a ser padecida por otras
mujeres? Hay más preguntas. ¿Por qué matan algunos hombres a las mujeres? ¿Por
qué matar en el patriarcado es una prerrogativa masculina? ¿Por qué les es permitido
el control del cuerpo de las mujeres?
También nos resulta crucial analizar el feminicidio con una herramienta crítica como
la interseccionalidad26y tener en cuenta los entrecruzamientos de discriminaciones
que ha padecido la víctima y que la han condicionado a ser más o menos vulnerable
ante la violencia feminicida: género, origen étnico, nacionalidad y situación legal en
caso de ser migrante, clase social, orientación o identidad sexual y diversidad
funcional.

El problema de las estadísticas es que no visibilizan los factores determinantes del


feminicidio y no se utilizan indicadores que permitan hacer una radiografía detallada
de dichos factores: relación entre víctima y victimario, perfil del victimario, motivos
que tuvo éste para asesinar, los actos violentos perpetrados sobre el cuerpo de la
mujer y la tolerancia del Estado y las instituciones más representativas de la sociedad
a la violencia de género27.
Entre 2010 y 2013 hemos registrado en nuestra base de datos 460 feminicidios y
asesinatos de mujeres. Estos son algunos de los datos globales más relevantes:
- De los 460 casos, 414 (90 por ciento) son feminicidios y 46 casos (10 por ciento)
asesinatos de mujeres (dos tercios de éstos últimos, 30 son asesinatos por robo y otros
13 casos, asesinatos por violencia comunitaria).
- Del total de feminicidios cometidos hay 268 feminicidios íntimos (240 son cifras
oficiales). Los feminicidios íntimos representan el 65 por ciento de todos los tipos de
feminicidio.
- De los 174 casos restantes (35 por ciento del total de feminicidios) hay 52
feminicidios familiares (13 por ciento), 33 feminicidios no íntimos (8 por ciento), 22
feminicidios por prostitución (5 por ciento) y 20 feminicidios infantiles (5 por ciento).
- De las víctimas de feminicidio, 121 son extranjeras (29 por ciento). Sin embargo, las

                                                                                                               
26
Recomiendo la investigación realizada por Raquel (Lucas) Platero en el Estado español en su ensayo:
“La interseccionalidad como herramienta de estudio de la sexualidad”, en Platero, R. (Ed.)
Intersecciones: cuerpos y sexualidades en la encrucijada, Bellaterra, Barcelona, 2012.
27
La base teórica de la construcción de la base de datos de Feminicidio.net fue tomada del modelo
desarrollado por la académica feminista Julia Monárrez Fragoso. Lo explicamos en el capítulo 10 de
este libro.

11  
 
mujeres extranjeras representan un 10 por ciento del total de la población.
- La mayoría de las mujeres son asesinadas en el hogar, la vivienda familiar fue el
escenario de 275 feminicidios (66 por ciento); y el arma blanca la utilizada por los
victimarios en 210 feminicidios (el 51 por ciento).
- A esta cifra total de feminicidios hay que añadir 29 hombres que fueron asesinados
entre 2010 y 2013, víctimas indirectas de la violencia de género. Nos referimos a 16
casos de padres que le quitaron la vida a sus hijos por venganza de la separación de su
mujer; el resto del listado incluye a otros familiares, amigos o nuevas parejas de la
exmujer.
En este libro intentaremos plasmar que la categoría feminicidio apunta a la
responsabilidad que debe asumir el Estado frente a la violencia de género. Como
expresa Judith Butler: “Lo que ocurre cuando un marco rompe consigo mismo es que
una realidad dada por descontada es puesta en tela de juicio, dejando al descubierto
los planes instrumentalizadores de la autoridad que intentaba controlar dicho marco.
Esto sugiere que no sólo se trata de encontrar un nuevo contenido, sino también de
trabajar con plasmaciones recibidas de la realidad a fin de mostrar cómo éstas pueden
romper consigo mismas, y cómo de hecho lo consiguen”28. El marco del feminicidio
como paradigma de análisis rompe con el modelo del Estado patriarcal porque lo
obliga a reconocer que el concepto de ciudadanía no se sostiene mientras las mujeres
no alcancen la plena igualdad de derechos. Y uno de los principales obstáculos de las
mujeres en el camino hacia la igualdad de derechos es la violencia de género, una
violencia que toca a las estructuras de poder, las instituciones y el lenguaje. Mientras
tengamos un modelo de Estado que no se comprometa -en todos los países del mundo
y de manera trasnacional- a dar garantías jurídicas en aras de la erradicación de las
distintas formas de violencia que acechan a las mujeres: sexual, económica, política,
simbólica, mediática, institucional… la igualdad seguirá siendo una meta lejana.

1.6. UNA CONVENCIÓN CONTRA EL FEMINICIDIO

La evolución de la categoría feminicidio ha supuesto que en la contemporaneidad


estemos ante la oportunidad histórica de plantear desde la sociedad civil global la
elaboración de una Convención contra el feminicidio. En el capítulo 2 ahondamos en
esta propuesta. Por un lado, planteamos que se establezca el feminicidio como tipo
penal internacional y por otro, consideramos que la aprobación de una Convención
obligaría a que los Estados asumieran que las normas internacionales marcan las
pautas a las normas nacionales; a su vez, ambos conjuntos de normas influirían en las
tradiciones y normas culturales resistentes a sancionar la violencia contra las mujeres.
Abrimos aquí la puerta a un debate muy complejo. La idea que tenemos, a grandes
rasgos, sería poder describir una serie de conductas, como en la Convención contra el
Genocidio, o en el Estatuto de Roma, (en el que se tipifican de esa manera tanto los
crímenes de lesa humanidad como el genocidio). Ana Messuti, abogada y ensayista
                                                                                                               
28
Judith Butler: Marcos de guerra. Las vidas lloradas. Paidós, Barcelona, 2010, p. 28.

12  
 
especializada en hermenéutica jurídica, considera que “las conductas deberían
describirse con precisión, pero a la vez dejando margen como para que la o el
intérprete cuente con suficiente flexibilidad (ya hay varias autoras que se han referido
a esa tipificación y han propuesto conductas que deberían quedar comprendidas). No
hay que olvidar que si bien el derecho penal ha de regirse por ciertos principios, hay
uno fundamental que debería prevalecer sobre todos: la razonabilidad. Lo esencial, en
todo caso, es que se reconozca como elemento determinante de este crimen,
cualquiera sea la conducta a través de la cual se cometa, que la razón del mismo, lo
que haya llevado al autor a cometerlo, sea el género de la víctima: el crimen se
comete contra una mujer por ser mujer”.
Por último, proponemos que el término feminicidio se convierta en una
palabra popular y de uso cotidiano, que sirva a la ciudadanía despierta y
comprometida como instrumento de prevención y rechazo de la violencia contra las
mujeres. Que sea parte de la currícula escolar, que se estudie entre las fuerzas de
seguridad del Estado, que los medios de comunicación lo incluyan en sus noticias y
que dichas noticias aparezcan en las secciones de Política y Educación en lugar de la
de Sucesos. Que las disciplinas que investigan el comportamiento humano le
dediquen tiempo a su teorización y debate. Si la violencia atraviesa lo que nos
constituye como personas en nuestras culturas y sociedades, enfrentarnos a ella con
discursos reflexivos y críticos, al menos nos ayudará a seguir defendiendo una utopía:
Vivir una vida libre de violencia.

2. FEMINICIDIO: CONCEPTO, CONTEXTO Y EVOLUCIÓN DEL


TÉRMINO

2.1. EL NACIMIENTO DEL CONCEPTO

El nacimiento del término como constructo teórico es el resultado de un extenso y


valioso trabajo de la academia feminista, en confluencia con los procesos de denuncia
y visibilización del fenómeno que vienen sosteniendo movimientos feministas,
familiares de víctimas del feminicidio y activistas de derechos humanos de todo el
mundo. En la década de los noventa, académicas feministas anglosajonas introdujeron
el concepto. Aunque femicide, como expresa Diana Russell, ha estado en uso desde
hace más de dos siglos y apareció por primera vez en la literatura, en A Satirical View
of London at the Commencement of the Nineteenth Century, para denominar “el
asesinato contra una mujer29”. El Oxford English Dictionary, en su edición de 1989
documenta que la palabra femicide fue incluida en 1848 en el Wharton´s Law Lexicon
de 1848.

29
Diana Russell (2005): “Definición de feminicidio y conceptos relacionados”, en Feminicidio, justicia y
derecho, México, Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los
Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada.

13  
Russell comenzó a publicar su teoría sobre el concepto a partir de 1990 pero ya había
incursionado también como activista sobre esa forma extrema de violencia contra las
mujeres en 1976, ante el Primer Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres,
celebrado en Bruselas (Russell, 1976)30. Aquello, visto en perspectiva, se convirtió en
un acontecimiento histórico y de vital importancia para la evolución que sufriría el
concepto décadas después. Se trató de una auténtica expresión de empoderamiento
feminista. En el Tribunal no hubo jueces, las mujeres que participaron cumplieron con
el papel de juezas; rechazaron los conceptos patriarcales que se utilizaban para definir
la violencia contra mujeres y se atrevieron a nombrar aquellos crímenes vinculados a
todas las formas de opresión femenina. Como sostiene Elena Laporta Hernández:
“…muchos de los crímenes que allí se denunciaron no eran considerados como tales
en las legislaciones patriarcales. Se basaba en la idea de que las personas oprimidas
tienen el derecho a desvincularse de aquellas definiciones de los crímenes que han
sido desarrollados por sus opresores para servir a sus propios intereses31”.

El Tribunal se celebró sin la intervención de gobiernos ni partidos políticos y convocó


a mujeres de diversas partes del mundo que testificaron y denunciaron sus
experiencias de opresión y violencia machista. Se reunieron alrededor de 2.000
mujeres de 40 países y cubrieron los costes del viaje y la celebración de forma
autónoma, sin ayudas institucionales. “Muchas tuvieron problemas para reunir el
dinero, otras tantas fueron alojadas en albergues para jóvenes (…) Y grandes medios
periodísticos como Time o Newsweek no publicaron una sola línea sobre el evento a
pesar de que contrataron a mujeres reporteras y fotógrafas para cubrirlo32”.

El acto de apertura del Tribunal contó con las palabras de Simone de Beauvoir (quien
no asistió pero lo apoyó): “Este encuentro feminista en Bruselas intenta que nos
apropiemos del destino que está en nuestras manos”. La filósofa y escritora francesa
lo consideró “el principio de la descolonización radical de las mujeres33”.

Diana Russell y Jane Caputi dieron a conocer el término femicide en el artículo


Speaking the Unspeakable, publicado originalmente en la revista Ms. (1990): “es el
asesinato de mujeres realizado por hombres motivado por odio, desprecio, placer o un
sentido de propiedad de las mujeres”. En 1992, Diana Russell y Jill Radford lo
definieron como “el asesinato misógino de mujeres cometido por hombres”. Las
autoras clasifican las distintas formas de violencia machista que padecen las mujeres
y que se manifiestan con un creciente terror sexual. Señalan que estos actos violentos
que acaban con el asesinato o muerte de las mujeres son feminicidios:
                                                                                                               
30
Diana Russell (1976): The proceedings of the International Tribunal on Crimes against Women, Frog in
the well, California.  

31
   Elena Laporta Hernández (2015): “Evolución del concepto. Un anglicismo que se desarrolló en América
Latina”, en Atencio, G. (ed.) Feminicidio. El asesinato de mujeres por ser mujeres, FIBGAR, Catarata, Madrid, p. 65.  
 
32
Ibídem, p. 65.  
33
Su presentación escrita está recogida en el prefacio de The proceedings of the International Tribunal on
Crimes against Women, op.cit.  

14  
 
El feminicidio representa el extremo de un contínuum de terror anti-femenino
que incluye una amplia variedad de abusos verbales y físicos, tales como:
violación, tortura, esclavitud sexual (principalmente la prostitución), abuso
sexual infantil incestuoso o extra-familiar, golpizas físicas y emocionales, acoso
sexual (por teléfono, en las calles, en la oficina, y en el aula), mutilación genital
(clitoridectomía, escisión, infibulación), operaciones ginecológicas innecesarias
(histerectomías), heterosexualidad forzada, esterilización forzada, maternidad
forzada (por la criminalización de la contracepción y del aborto), psicocirugía,
negación de comida para mujeres en algunas culturas, cirugía plástica y otras
mutilaciones en nombre del embellecimiento. Siempre que estas formas de
terrorismo resultan en muerte, se convierten en feminicidios34.

Las autoras sostienen que los hombres que ejercen violencia, deliberada o no, lo
hacen para preservar la supremacía masculina. Se trata de un concepto político que
permite visibilizar la posición de subordinación, desigualdad, marginalidad y riesgo
en la que se encuentran las mujeres por el simple hecho de ser mujeres.

2.2. LA EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO Y LA CATEGORÍA EN AMÉRICA


LATINA

La evolución del término feminicidio-femicidio se ha dado con especial relevancia en


América Latina. En dicha región, de tres décadas a esta parte, se ha sostenido un
debate académico sobre la pertinencia de la utilización de la traducción como
femicidio o feminicidio, los alcances de su definición teórica y las distintas
representaciones o tipos de feminicidio. Si bien el concepto feminicidio, por el aporte
de Marcela Lagarde está relacionado con la impunidad y la responsabilidad del
Estado en los crímenes de género, mientras que en el femicidio, la impunidad no es un
componente de su definición según Ana Carcedo, ambas conceptualizaciones
elevaron el nivel del debate académico y posibilitaron su aplicación jurídica en la
región. El feminicidio fue tipificado en 15 países de América Latina a lo largo de la
última década: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador,
Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana y
Venezuela. En tanto que Argentina estableció el homicidio agravado por razones de
género en su legislación.

Como se expresa anteriormente, dos corrientes teóricas se manifestaron en paralelo,


atendiendo a la búsqueda de marcos de referencia o de análisis para un problema
estructural. Por un lado, en México el concepto fue introducido por Marcela Lagarde
en 1994. Continuó con la línea de Diana Russell, castellanizó femicide como
                                                                                                               
34
Jill Radford y Diana E. H. Russell (eds.) (1992), Femicide: The Politics of Woman Killing, Twayne, New
York.  

15  
 
feminicidio y refundó el término. La antropóloga, académica y activista mexicana
ocupó el cargo de diputada federal del Congreso Mexicano entre 2003 y 2006 y
presidió la Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones
Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana35. Desde allí realizó una
intensa labor de documentación de cifras de asesinatos de mujeres y durante su
gestión el tema fue prioritario en la agenda parlamentaria de México. Lagarde, como
ella misma explica, transitó de femicidio a feminicidio porque en castellano femicidio
es una voz homóloga a homicidio y sólo significa asesinato de mujeres. Así lo define:

El feminicidio es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condiciones


históricas generan prácticas sociales que permiten atentados contra la
integridad, la salud, las libertades y la vida de las mujeres. En el feminicidio
concurren en tiempo y espacio, daños contra mujeres realizados por conocidos y
desconocidos, por violentos, violadores y asesinos individuales y grupales,
ocasionales o profesionales, que conducen a la muerte cruel de algunas de las
víctimas. No todos los crímenes son concertados o realizados por asesinos
seriales: los hay seriales e individuales, algunos son cometidos por conocidos:
parejas, parientes, novios, esposos, acompañantes, familiares, visitas, colegas y
compañeros de trabajo; también son perpetrados por desconocidos y anónimos,
y por grupos mafiosos de delincuentes ligados a modos de vida violentos y
criminales. Sin embargo, todos tienen en común que las mujeres son usables,
prescindibles, maltratables y desechables. Y, desde luego, todos coinciden en su
infinita crueldad y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres36.

Lagarde redefine y sobre todo resignifica el término incorporando un elemento que lo


coloca en el centro del debate: la impunidad. Se trata de una fractura del Estado de
derecho que favorece la impunidad: “El feminicidio es un crimen de Estado37” según
Lagarde, y apunta a que el Estado tiene responsabilidad en la prevención, tratamiento
y protección de las mujeres ante la violencia machista y debe garantizar la libertad y
la vida de las mujeres. La ausencia de sanciones y de castigo a los asesinos coloca al
Estado como responsable por acción u omisión del feminicidio. Para Lagarde, el
feminicidio se manifiesta en tiempos de guerra y en tiempos de paz y está alimentado
por la desigualdad de género, “no sólo social y económica” sino también “jurídica,
política y cultural”. Asocia el feminicidio a la cosificación del cuerpo de las mujeres
que las vacía de sus derechos como “humanas”. Y también lo vincula a la
feminización de la pobreza:

                                                                                                               
35
Marcela Lagarde (2006): “Introducción”, en Feminicidio: una perspectiva global, México, Diana Russell y
Roberta Harmes editoras, Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas
con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, México.  

36
   Marcela Lagarde (2008): “Antropología, feminismo y política: violencia feminicida y derechos humanos de
las mujeres”, en Margaret Bullen y Carmen Díez Mintegui (Coord.), Retos teóricos y nuevas prácticas, Ankulegi
Antropologia Elkartea, España, p. 216.  
37
Ibídem, p. 216.  

16  
 
Está ahí la pobreza que se extiende cada día para la mayoría de las
latinoamericanas, violencia cuya clasificación se ha sofisticado en pobreza
económica, pobreza alimentaria, pobreza extrema, entre otras, que convierte la
miseria en vida cotidiana. Está entre nosotros la terrible feminización de la
pobreza. Aún se presenta en nuestras tierras la muerte de mujeres y niñas por
hambre, enfermedades curables, y complicaciones en la atención de embarazos,
partos, abortos y puerperios. No amaina, desde luego, la violencia jurídico
política que conculca la ciudadanía plena a todas las mujeres38.

Marcela Lagarde deja claro que la violencia de género y/o machista y el feminicidio
constituyen un problema político y su tratamiento y resolución son una asignatura
pendiente de los Estados actuales.

Otra de las grandes exponentes teóricas del feminicidio en México es la socióloga


Julia Monárrez Fragoso. Oriunda de Ciudad Juárez, ha dedicado la última etapa de su
vida a estudiar, investigar y teorizar sobre el concepto. Monárrez ha conseguido
brindar nuevas herramientas de análisis, documentación y registro sobre los distintos
tipos de feminicidio. Su trabajo resulta clave para descifrar las atrocidades que
encierran los asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez, la impunidad del Estado
mexicano y la falta de respuesta de las autoridades ante el creciente avance del
narcotráfico. Ha obtenido respuestas teóricas y prácticas sobre los crímenes de
mujeres y niñas con la base de datos del feminicidio en Ciudad Juárez y extiende su
significado de esta manera:

El análisis del feminicidio puede presentar algunos problemas con relación a la


obtención de los datos. Los inconvenientes incluyen el desconocimiento del
número exacto de mujeres asesinadas, las causas o motivos que propiciaron esta
clase de muertes y la poca confiabilidad de las estadísticas. Esto es así porque
las estadísticas nacionales no registran el motivo, la relación entre la víctima y
el victimario, ni las diferentes violencias que sufrieron las mujeres antes de ser
asesinadas, como tampoco su domicilio o el lugar donde fue encontrado el
cadáver. Ante tal situación, es necesario buscar métodos alternativos para poder
entender el feminicidio con mayor precisión39.

Monárrez desvela la importancia de documentar y registrar las cifras aunque estas se


obtengan de fuentes no oficiales como periódicos o familiares de víctimas. Demuestra
que la ausencia del registro de feminicidios es la punta de un iceberg: el Estado

38
Marcela Lagarde (2005): “El feminicidio, delito contra la humanidad”, en Feminicidio, justicia y derecho,
México, Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los
Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, México.

39
Julia Monárrez (2010): “Las diversas representaciones del feminicidio y los asesinatos de mujeres en
Ciudad Juárez, 1993-2005”, en Julia Monárrez, et.al., Violencia contra las mujeres e inseguridad ciudadana en
Ciudad Juárez, Vol. II, Violencia infligida contra la pareja y feminicidio, El Colegio de la Frontera Norte y Miguel
Ángel Porrúa Editores, México.

17  
encubre o tolera los crímenes y el encadenamiento de la falta de cifras continúa con la
falta de investigación de los asesinatos, la deficiente procuración de justicia, la no
reparación de las víctimas, un rompecabezas que confirma la impunidad generalizada
en países de América Latina como México, Guatemala, Honduras y El Salvador. Por
otro lado, su base de datos permite discriminar los feminicidios de los asesinatos de
mujeres, es decir, aquellos, en los que, según lo que sostiene Russell: “el género
femenino de una víctima es irrelevante para el perpetrador. Por ejemplo, un varón
armado que dispara y mata a los propietarios, hombre y mujer, de un supermercado en
el transcurso de su crimen, no ha cometido un feminicidio40”.

La base de datos de Julia Monárrez incluye tres tipos de feminicidio: íntimo, que a su
vez, se subdivide en feminicidio infantil y familiar. Luego acuña dos nuevos tipos:
feminicidio sexual sistémico, subdividido en organizado y desorganizado. Y
feminicidio por ocupaciones estigmatizadas (entre ellas, la prostitución).

Feminicidio sexual sistémico: es el asesinato de mujeres que son secuestradas,


torturadas y violadas. Sus cadáveres, semidesnudos o desnudos son arrojados en
las zonas desérticas, los lotes baldíos, en los tubos de desagüe, en los tiraderos
de basura y en las vías del tren. Los asesinos por medio de estos actos crueles
fortalecen las relaciones sociales inequitativas de género que distinguen los
sexos: otredad, diferencia y desigualdad. Al mismo tiempo, el Estado,
secundado por los grupos hegemónicos, refuerza el dominio patriarcal y sujeta a
familiares de víctimas y a todas las mujeres a una inseguridad permanente e
intensa, a través de un período continuo e ilimitado de impunidad y
complicidades al no sancionar a los culpables y otorgar justicia a las víctimas.
Se divide en las subcategorías de organizado y desorganizado y toma en cuenta
a los posibles y actuales victimarios41.

Feminicidio por ocupaciones estigmatizadas: las mujeres son asesinadas por


ser mujeres. Sin embargo, hay otras mujeres que lo son por la ocupación o el
trabajo desautorizado que desempeñan. Bajo este criterio se encuentran aquellas
que trabajan en bares y en centros nocturnos. Ellas son las bailarinas, las
meseras y las prostitutas42.

Otra de las corrientes teóricas se desarrolló en Centroamérica, de la mano de las


sociólogas costarricenses Ana Carcedo y Montserrat Sagot. Carcedo fue una de las
fundadoras del Centro Feminista de Información y Acción (CEFEMINA), en 1981,
con sede en San José de Costa Rica, pionero en la región por desarrollar un programa
                                                                                                               
40
   Diana Russell (2006): “Definición de feminicidio y conceptos relacionados”, en Diana Russell y Roberta
Harmes, editoras, Feminicidio: una perspectiva global, Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las
Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia
Vinculada, México.  

Julia Monárrez (2010) Tipos de feminicidio, Glosario del Colegio de la Frontera Norte (COLEF).  
41

42
Ibídem.  

18  
 
de atención a mujeres maltratadas. En este campo elaboró y sistematizó la
metodología de Grupos de Autoayuda. Ambas autoras combinaban el trabajo
académico con el activismo político feminista. Conocer e involucrarse en casos
extremos de violencia de género a través de los grupos de mujeres las llevó a reparar
sobre los estragos que provoca la violencia ejercida por los hombres. En 1992 leyeron
el ensayo Femicide. The Politics of Woman Killing, que acababan de publicar Radford
y Russell, y en él se inspiraron para realizar una investigación sobre los asesinatos de
mujeres en Costa Rica:

Como lo plantean las autoras Jill Radford y Diana Russell, al llamar a estas
muertes de mujeres femicidio, se remueve el velo oscurecedor con el que las
cubren términos “neutrales” como homicidio o asesinato. El concepto de
femicidio es también útil porque nos indica el carácter social y generalizado de
la violencia basada en la inequidad de género y nos aleja de planteamientos
individualizantes, naturalizados o patologizados que tienden a culpar a las
víctimas, a representar a los agresores como “locos”, “fuera de control” o
“animales” o a concebir estas muertes como el resultado de “problemas
pasionales”. Estos planteamientos, producto de mitos muy extendidos, ocultan y
niegan la verdadera dimensión del problema, las experiencias de las mujeres y
la responsabilidad de los hombres. Es decir, el concepto de femicidio ayuda a
desarticular los argumentos de que la violencia de género es un asunto personal
o privado y muestra su carácter profundamente social y político, resultado de las
relaciones estructurales de poder, dominación y privilegio entre los hombres y
las mujeres en la sociedad43.

Carcedo utiliza una versión del concepto de femicidio planteado por las anglosajonas
y lo acota a las muertes violentas o asesinatos de mujeres a manos de hombres. A su
vez también desarrolla una tipología propia para discriminar los femicidios de los
homicidios de mujeres (aquellos en los que no median las razones de género como
causa de asesinato). La clasificación ofrecida por Carcedo en colaboración con
Montserrat Sagot en su trabajo de investigación y recopilación de cifras en Femicidio
en Costa Rica 1990-199944, incluye tres tipos como los que formula Diana Russell,
femicidio íntimo, no íntimo y femicidio por conexión.

También resulta enriquecedora entre la diversidad de interpretaciones y definiciones


sobre el concepto feminicidio, la propuesta de la antropóloga argentina, Rita Laura
Segato, crear la categoría de femi(geno)cidio que pueda ser utilizada tanto en el
ámbito nacional como en el internacional, partiendo de los requisitos exigidos por la
normativa internacional para el genocidio. Segato es una estudiosa de las nuevas
formas bélicas, no convencionales, informales, aquellas que “no contemplan ni

                                                                                                               
43
Ana Carcedo y Montserrat Sagot (2000), Femicidio en Costa Rica, 1990-1999, Organización
Panamericana de la Salud, Programa Mujer, Salud y Desarrollo, San José, Costa Rica.  

44
Ibídem.  

19  
 
uniformes ni insignias o estandartes, ni territorios estatalmente delimitados45”. Estas
nuevas modalidades de guerras entre bandos, mafias y fuerzas paraestatales, según
Segato, deben ser tenidas en cuenta por el derecho internacional. No se trataría de
crímenes de motivación sexual, sino de crímenes en el que los cuerpos de las mujeres
son objeto de tortura y de destrucción. Así define su propuesta:

Para esto, es necesario considerar aquellos crímenes de naturaleza impersonal,


que no pueden ser personalizados ni en términos de una relación entre personas
conocidas ni de los móviles del perpetrador, y, lo que es muy relevante, en los
que un grupo restricto de perpetradores victiman a numerosas mujeres (u
hombres feminizados). Se excluye de esta categoría la relación de uno a uno que
mantienen los crímenes de contexto interpersonal o vinculados a la personalidad
del agresor. Por lo tanto, una segunda precisión indispensable será reservar el
término femigenocidio, que aquí introduzco por primera vez, para los crímenes
que, por su cualidad de sistemáticos e impersonales, tienen por objetivo
específico la destrucción de las mujeres (y los hombres feminizados) solamente
por ser mujeres y sin posibilidad de personalizar o individualizar ni el móvil de
la autoría ni la relación entre perpetrador y víctima.
De esta forma, destinaríamos la categoría feminicidio a todos los crímenes
misóginos que victiman a las mujeres, tanto en el contexto de las relaciones de
género de tipo interpersonal como de tipo impersonal, e introduciríamos la
partícula “geno” para denominar aquellos feminicidios que se dirigen, con su
letalidad, a la mujer como genus, es decir, como género, en condiciones de
impersonalidad46.

La palabra feminicidio forjó en el sur del planeta otros significados y desciframientos


a partir de la definición que le dieron Russell y Radford. Los feminismos
latinoamericanos no tardaron en desterrar la falsa idea de que el término había sido
implantado como una mera traducción. Las académicas y activistas Rosa-Linda
Fregoso y Cynthia Bejarano47 lo explican así:

Es más acertado decir que en el proceso de pedir prestado el concepto y


adaptarlo a las circunstancias locales, hemos generado interpretaciones nuevas
sobre el feminicidio. De esta manera, el concepto resalta ‘las historias locales’
de la reflexión teórica por parte de investigadoras, defensores de derechos
humanos y la justicia de género, testigos y sobrevivientes y juristas
latinoamericanas, latinas y de Estados Unidos, a medida que entramos en
contacto con cuerpos de conocimiento elaborados en otros lugares.

45
Rita Laura Segato (2013): “Feminicidio y femicidio: conceptualización y apropiación”, disponible en:
http://seminariodefeminismonuestroamericano.blogspot.com.es/2013/05/feminicidio-y-femicidio.html  
46
Rita Laura Segato (2012): “Femigenocidio y feminicidio: una propuesta de tipificación”, disponible en:
http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-49/femigenocidio-y-feminicidio-una-propuesta-de-tipificacion

47
Rosa-Linda Fregoso y Cynthia Bejarano (Ed.) (2011): Feminicidio en América Latina, UNAM, México, p.
50.

20  
En una etapa posterior el concepto atravesó las barreras de la cultura popular y se
empezó a usar en los medios de comunicación. La palabra también fue y es,
inspiración y motor de la creación artística, entre ellas, la literatura, pintura, escultura,
fotografía, documentales, cine de ficción, series, cómics… ampliaron los imaginarios
discursivos y reforzaron su uso.

A lo largo de las dos últimas décadas feminicidio y femicidio sacudieron el segundo


idioma más hablado del planeta y consolidaron su uso en calles, casas, bibliotecas,
aulas, redacciones, parlamentos, juzgados, morgues en América Latina (donde habitan
más de 300 millones de personas hispanohablantes) y la gran red, internet, antes de
que lo legitimara la docta y Real Academia Española en su diccionario, en el año
2014.

Anexo: Resumen de datos Feminicidios y otros asesinatos de mujeres 2010-2015

De acuerdo con el registro realizado en la base de datos de Geofeminicidio, en el


periodo 2010–2015 se registraron en el Estado español 610 feminicidios y 71
asesinatos de mujeres, es decir, un total de 681 casos. Se consideran cifras oficiales
únicamente 354 casos (52%) debido a que la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de
Protección Integral contra la Violencia de Género sólo reconoce los asesinatos de
mujeres en el marco de la pareja o expareja.

La media anual de casos se sitúa en 113,5 feminicidios y asesinatos. En 2015 fueron


112 los casos registrados.

Según Geofeminicidio, en el Estado español la media anual en el periodo de seis años


es de 4,8 mujeres asesinadas por cada millón de mujeres. Según fuentes oficiales,
(Eurostat: Crime and Criminal Justice Statistics), en el Estado español la media anual
entre 2008 y 2014 es de 5,55 mujeres asesinadas por cada millón de mujeres. Este
ratio es bastante inferior al de la media de 28 Estados europeos, que se sitúa, de
acuerdo con datos de 2014, en 9,7 mujeres asesinadas por cada millón de mujeres.

La distribución de los feminicidios y asesinatos en las Comunidades Autónomas es


desigual. La Ciudad Autónoma de Melilla (11,9) es la que observa la tasa de
prevalencia más alta, el doble de la media. Junto a Baleares (6,3), Asturias (5,8),
Cataluña (5,8), Valencia (5,7), Andalucía y Galicia (5,3), conforman las
Comunidades Autónomas con tasas más altas. En el otro extremo, las comunidades
autónomas con ratios más bajos en este periodo de seis años son: Navarra (1,5), La
Rioja (2,1), Murcia (2,5) y Extremadura (2,7).
Si realizamos ese análisis a nivel provincial también se encuentra una distribución
desigual en el periodo 2010-2015, desde la Ciudad Autónoma de Melilla con una
prevalencia de 11,9 mujeres asesinadas, Girona, Tarragona y Cuenca con 11,5,

21  
Almería con 10,6. Mientras que en el otro extremo se encuentran las provincias de
Teruel y Ávila que en estos seis años no han registrado un solo caso.

Los casos se han clasificado en 610 feminicidios (89,6%) y 71 asesinatos (10,4%).


Los tipos de feminicidio más relevantes que se cometieron en estos seis años son:
• Feminicidio íntimo, 390 (57%). De ellos, 354 son cifras oficiales y 36 no
forman parte de esas cifras.
• Feminicidio familiar, 90 casos. De ellos, 50 hijos asesinaron a sus madres.
• Feminicidio no íntimo: 51 casos.
• Feminicidio infantil: 31 casos.
• Feminicidio por prostitución: 22 casos.

El tipo de asesinato más relevante es el Asesinato de mujeres por robo, se han


producido 51 casos en el periodo 2010-2015.

Respecto a la evolución de los tipos de feminicidio en este periodo, se observa un


descenso en el feminicidio íntimo mientras otras categorías como el feminicidio
familiar reflejan una tendencia al alza.

Asimismo, el porcentaje de cifras oficiales respecto al total de casos ha descendido


desde el 58% que suponía en 2010 al 47% que llegó a alcanzar en 2012 y 48% en
2013, mientras que se manifiesta una tendencia al alza hasta alcanzar el 52% en 2014
y 55% en 2015.

Perfil de las mujeres asesinadas: el 41% de las mujeres asesinadas tenían entre 30 y
49 años, la edad media es de 46 años.

Cuando se trata de mujeres de nacionalidad extranjera, la edad media de estas es


menor, 37 años.

De entre las 681 mujeres asesinadas, 98 de ellas habían presentado denuncia por
violencia de género.

En el Estado español casi el 30% de los asesinatos corresponden a mujeres


extranjeras, existe una sobrerrepresentación de casos con relación a la presencia de la
población nacida en el extranjero, que es del 13% en España.

22  
Perfil de los victimarios: edad media de 44 años, nacionalidad extranjera en el 29% de
los casos. También se manifiesta una sobrerrepresentación de casos con relación a la
presencia de esta población, del 13% en España.

Armas utilizadas: en el 54% de los casos, los victimarios utilizaron armas blancas. En
segundo lugar de importancia está el uso de las manos, el uso de arma de fuego
alcanza únicamente al 5% de los casos.

Destaca con diferencia el espacio privado como lugar en el que se ejerce este tipo de
violencia extrema contra las mujeres: 442 de los 681 casos (65%) han tenido como
escenario del crimen la vivienda, lo que está en consonancia con el ámbito donde se
desarrolla la relación entre víctima y victimario, tanto en los feminicidios íntimos
como en los familiares e infantiles.

23  
24  
25  
 
26  
172 Subversión feminista de la economía

SESIÓN 3. LA FAMILIA, LA VIOLENCIA Y EL ESTADO. La


formación del heteropatriarcado moderno

Material básico
• Amaia Pérez Orozco, "La familia nuclear o la construcción
violenta de la norma y la normalidad", en Subversión
feminista de la economía, Madrid, Traficantes de Sueños,
2014, (pp. 172-176).

La familia nuclear o la construcción violenta de la norma y la normalidad


©
se permite la copia

La imposición histórica de la familia nuclear fordista como modelo de organiza-


ción microeconómica del capitalismo heteropatriarcal es un claro caso de realidad
performativa. Con este término, nos referimos al matrimonio heterosexual con hi-
jos donde él es leído como cabeza de familia proveedor y autónomo y ella es leída
como ama de casa dependiente y plenamente dedicada a su familia. Esta ha sido
(y en gran medida sigue siendo) la familia hegemónica en cuanto al deber-ser. No
ha sido nunca la familia normal en el sentido de mayoritaria: los hogares han sido
La economía se resuelve más acá del mercado 173

diversos y no se pueden reducir a semejante dibujo; siempre ha habido mujeres


en el mercado laboral; y el trabajo de cuidados no lo han organizado nunca solas
cada una en su casa, sino a través de redes feminizadas.

Sin embargo, sí ha sido normalidad hegemónica en el sentido de que desviarse de


ella implicaba recibir la etiqueta de grupo social problemático. Cristina Borderías
(1993) explica que las mujeres obreras siempre han sido doblemente invisibles:
en el mercado han tenido que esconder sus responsabilidades familiares y rendir
como la que más; en el hogar debían acercarse al ideal de madre y esposa abne-
gada, evitando que su trabajo asalariado interfiriera con sus tareas domésticas. Es
hegemónica, además, en el sentido de que sobre esta normatividad se han construi-
do las instituciones económicas y, con especial fuerza, el Estado del bienestar y el
mercado laboral organizado en torno al trabajador champiñón. A partir de esta
supuesta normalidad, se han implementado las políticas económicas, entre ellas,
todas las de recorte del gasto público que derivan los costes hacia los trabajos no
remunerados.49

Pero esta normatividad no ha existido siempre. Las normas no son estructuras


estables ni sin fisuras, sino formas de deber-ser contestadas y reconstruidas per-
manentemente. Por eso nos interesa ver cómo se han ido construyendo histórica-
mente, cómo se transforman, cómo se incardinan en distintos grupos sociales y
cómo la norma de los grupos privilegiados contagia al resto. En otro lugar hemos
afirmado:

Esta familia como normalidad hegemónica se ha impuesto mediante políticas públi-


cas y legislaciones (salarios mínimos diferenciados por sexo; prohibición a las muje-
res de trabajar en ciertos sectores; normativas de castigo a los afueras de esa familia,
etc.); discursos científicos (economistas clásicos que diseñaron la escisión público/
privado-doméstico y alabaron la reclusión de las mujeres en el segundo; discursos
médicos de delineamiento de la diferencia sexual y patologización de todo aquello
©

que saliese del binarismo heteronormativo); e intervenciones políticas (entre ellas,


se permite la copia

la lucha sindical por el salario familiar para los hombres). (Amaia Orozco y Sara
Lafuente, 2013: 94)

49 A esto se ha denominado sesgo del ganador del pan, aquel que «surge de asumir que la
economía del cuidado no remunerado se articula con la economía de mercado de producción de
mercancías mediante un ingreso que se abona al varón proveedor y que se supone es suficiente
para cubrir las necesidades monetarias de un conjunto de dependientes (mujer, hijos, ancianos,
enfermos)» (Diane Elson, 2002b: 6).
174 Subversión feminista de la economía

En los inicios de la Revolución Industrial había muchas mujeres en todos los sec-
tores pero pronto se debatió con vehemencia si debían o no trabajar.50 Se estaba
produciendo una redefinición de los roles de género. Precisamente porque la rear-
ticulación del heteropatriarcado era un terreno en disputa, los economistas clási-
cos se preocuparon (y mucho) por el lugar correcto de las mujeres en la economía.
Grandes popes de la economía política clásica abogaban por negar la educación
a las mujeres y/o por pagarlas menos para disuadirlas de trabajar; incluso por
sacarlas a la fuerza.

No hay ninguna institución pública para la educación de las mujeres y no hay nada
inútil, absurdo o fantástico en la educación que reciben habitualmente. Se les ense-
ña lo que sus padres o guardianes juzgan útil y necesario que aprendan y no se les
enseña nada más. Cada parte de su educación sirve, evidentemente, a algún propó-
sito útil: a mejorar el atractivo natural de su persona o a preparar su mente para la
reserva, la modestia, la castidad y la economía; a prepararla adecuadamente para
que llegue a ser ama de casa de una familia y para que se comporte debidamente
cuando llegue a serlo. (Adam Smith, 1759)51

Esto se tradujo en legislaciones y políticas públicas: la negación del derecho a la


educación de las mujeres, leyes protectoras que prohibían el trabajo asalariado de
mujeres y menores (por completo o en ciertas modalidades, como el trabajo noc-
turno) e incluso, a menudo, la prohibición de la sindicación de las mujeres que
operó en muchos sindicatos europeos hasta bien entrado el siglo XIX. Este modelo
de familia se concretaba en la ideología del «salario familiar» para los hombres.
En algunos países, a la vez que se prohibía el trabajo de las mujeres en las fábricas,
se legisló un salario mínimo que debía permitir a un trabajador mantenerse a sí
mismo y a su familia. Esto no operó para las mujeres, pues su salario mínimo era,
por ley, el que les cubría solo a ellas. Obviamente, cuanta menor educación tuvie-
ran, cuanto menos cobrasen, o si se les prohibía trabajar, era menos probable que
©

buscaran trabajo en el mercado si tenían elección. Aquí se ve con nitidez cómo la


se permite la copia

construcción de las mujeres como sujetos no económicos es una construcción social.


Igual que la de los hombres como trabajadores (asalariados).

50 Una buena revisión histórica está en Maribel Mayordomo (2000 y 2004).


51 Adam Smith (1759), Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, citado
en Maribel Mayordomo (2000).
La economía se resuelve más acá del mercado 175

Asimismo, se enfatiza en las mujeres la ética reaccionaria del cuidado: «El capital
más valioso de todos es el que se invierte en los seres humanos; y la parte más pre-
ciosa del mismo es el resultado del cuidado y la influencia de la madre, siempre
que ésta conserve sus instintos tiernos y altruistas y no se haya endurecido a causa
del esfuerzo y la tensión de un trabajo poco femenino» (Alfred Marshall, 1890).
Cuando las mujeres quieren trabajar a cambio de un salario, violentan la línea de
concordancia de la matriz heterosexual y aparece un fuerte sentimiento de culpa:
«La gran mortalidad infantil entre los pobres se debe en gran parte a la falta de
cuidado y buen criterio en la preparación de sus alimentos» (Alfred Marshall,
1890). Para Francis Edgeworth (1922), un número alto de mujeres en el mercado
laboral traería «una debacle, arruinarían por igual la riqueza y la familia». Más
aún, una madre obrera es peor que «las mismas bestias del campo [que] cuidan a
sus cachorros con afecto instintivo. Solo las madres humanas se niegan a alimen-
tarlos» (William Jevons, 1904).52

Al mismo tiempo, esa normalidad ha permeado la teoría económica. Michelle


Pujol (1995) afirma que esta teoría se construye sobre la idea de que todas las mu-
jeres cumplen los siguientes cinco rasgos: 1) Están en el ámbito de lo doméstico,
casadas (con hombres, añadiríamos hoy) y son madres. 2) Dependen primero del
salario de sus padres, luego del de sus maridos. 3) Son amas de casa y se espe-
cializan en labores domésticas. 4) Son improductivas, ya que el trabajo doméstico no
produce valor. 5) Y son irracionales porque no se guían por el egoísmo, que es el
motor racional del crecimiento en el mercado, sino por el amor y el altruismo a su
familia, que es lo moralmente deseable, pero que es irracional y, por lo tanto, no
económico. Esas son las mujeres que aparecen en la economía, cuando aparecen.
Las que rompen con esa norma no existen para los economistas. Como afirma
también Michelle Pujol: «Hay que buscar mucho para encontrar referencias a mu-
jeres solteras, o que ya no están casadas, por no hablar de lesbianas, de las cuales
los economistas no han debido oír hablar nunca» (1995). Al contrario, la experien-
cia mercantil de los hombres, plenamente reconocibles como tales en la matriz he-
terosexual, se convierte en el punto de referencia para generar teorías económicas
©

universales, válidas para cualquiera.53


se permite la copia

52 Las citas de Alfred Marshall (Principles of Economics, 1890) están tomadas de Jean Gardiner (1999).
Las citas de Francis Edgeworth («Equal Pay to Men and Women for Equal Work», 1922) y de William
Stanley Jevons («Married Women in Factories», 1904) están tomadas de Michelle Pujol (1995).
53 Pongamos un elocuente ejemplo. En clases de economía laboral nos enseñan a resolver la oferta
de trabajo general (cuánto va a querer trabajar la gente en función de los salarios que pueda recibir
y el coste de la vida). Son fórmulas matemáticas que explican cómo las personas distribuimos
nuestro tiempo entre trabajo y ocio. En una sesión específica se nos explica la excepción, la oferta
laboral de las mujeres, que es una decisión de reparto del tiempo entre trabajo, ocio y trabajo
176 Subversión feminista de la economía

Esta interacción entre realidad y teoría, discurso y práctica nos pone en las manos
diversos hilos de debate enredados en una madeja difícil de abordar al nombrar la
feminización de la responsabilidad de sostener la vida. ¿El reconocimiento de este
papel de cuidadoras es un ejercicio de legitimación y reivindicación de su rol eco-
nómico o refuerza el statu quo de injusticia? Nuestro propósito de visibilizarlo,
¿ha sido tan exitoso que las políticas ya lo tienen en cuenta, se construyen asumien-
do que las mujeres lo harán, incluso a través de su auto-inmolación? En definitiva,
se trata de entender la construcción de la masculinidad y la feminidad, los papeles
que ocupamos cada quien en un momento dado del tiempo, sin solidificarlos;
buscamos el modo de valorar el rol de las mujeres sin reforzarlo ni encorsetarlo.54

doméstico. El primer modelo, que se entiende como universal y del cual las mujeres se desvían,
no es sino la universalización de la oferta laboral de los hombres que se adscriben a ese modelo
de familia nuclear, que implica que hay quienes cubren gratis esos otros trabajos. Construimos
teoría normalizando el privilegio.
54 Un ejemplo paradigmático de estos debates son los programas de transferencias condicionadas
de ingresos, la medida por excelencia de la nueva política social de combate contra la pobreza
en América Latina. Consiste en dar a las madres una pequeña ayuda monetaria exigiéndoles a
©

cambio que cumplan condiciones, en general relacionadas con compromisos de salud y educación
se permite la copia

de sus hijas e hijos (demostrar que van a la escuela, al centro de salud). Se dirigen específicamente
a las madres y no a cualquier adulto responsable porque se entiende que ellas lo gastan bien y no
lo desvían para su propio beneficio. Esto, hasta cierto punto, es un logro del propio feminismo,
dado que en una etapa previa las políticas de combate a la pobreza tomaban como interlocutores
a los varones cabeza de familia. Pero, a la par, ¿se refuerza así la doble visión de las mujeres
como madres altruistas y de los hombres como irresponsables y egoístas? ¿Pueden ser políticas
efectivas en el combate contra las formas más duras de pobreza (con grandes limitaciones, sin
duda, porque no atacan sus causas estructurales) y/o son políticas que perpetúan la sobrecarga
de responsabilidades sobre las mujeres? Estos debates los recogen, entre otros, Corina Rodríguez
Enríquez (2012) y CEPAL (2013).
SESIÓN 4. CHACHAS Y PUTAS: de las violencias
laborales a la organización de las trabajadoras

• Cristina Morini, “Introducción a la edición en


castellano”, en Por amor o a la fuerza. Feminización del
trabajo y biopolítica del cuerpo, Madrid, Traficantes de
Sueños, 2014, pp. 25-38

Introducción a la edición en castellano

Este libro fue publicado en Italia en 2010. No ha pasado


mucho tiempo desde entonces, pero como sabemos esta
es época de velocidad y de transformación. Rápidos pro-
gresos y continuas mutaciones: la edad que atravesamos
se construye y rota alrededor del concepto de precariedad,
que no es, sólo, una noción relativa al trabajo. La cognición
contemporánea de la realidad se basa —en mayor medi-
da de lo que fue en el pasado— en la condición general
de la inconstancia de las condiciones. Una nueva realidad
social, suspendida entre la vida y el trabajo, que hemos
definido como precariedad ontológica.1 La tesis propuesta
en estas páginas no ha sido, ni mucho menos, superada.
Aprovecho para incluir una serie de rápidos cambios a fin
de añadir algunas precisiones al estudio inicial.
©

Mi punto de partida era la idea de que estamos expe-


se permite la copia

rimentando una situación completamente inédita respec-


to de las generaciones de mujeres anteriores. Tal y como
explicó Foucault, el poder es capaz de entrar en la raíz de

1 A. Fumagalli y C. Morini, «Ontologia della precarietà. Dopo il 14


dicembre», disponible en: www.uninomade.org/ontologia-della-pre-
carietà-dopo-il-14-dicembre

25
26 Por amor o a la fuerza

la propia reproducción de la vida. Consigue penetrar en


las conciencias y en los cuerpos de los sujetos mediante
una correspondencia biunívoca, abierta, cualitativa, afec-
tiva. El paso de la subsunción real a la subsunción total
del trabajo en el capital no tiene hoy necesidad de brutales
imposiciones, ni de cesuras, dicotomías, exclusiones. La
despotenciación de la mujer no se da —como sucediera
en el pasado— mediante su exclusión del espacio público,
sino justo al contrario: mediante una progresiva feminiza-
ción de la sociedad que se traduce en la absorción del po-
tencial subversivo de la diferencia. Esta es la extraordinaria
invención del biocapitalismo: la alteridad es asimilada a
través de la adulación y de la ilusión —que operan como
autocontrol— obteniendo con ello su integración, es decir,
su desaparición. En el frente opuesto se juega la contempo-
ránea feminización del hombre, instituida por los actuales
procesos productivos, la cual es estimulada por los mismos
elementos prototípicos (culturales) reclamados y puestos
en funcionamiento por el proceso de feminización: precarie-
dad, afectividad, corporeidad, cuidado.

Decimos que en estos tiempos «la oferta violenta la


demanda»;2 son tiempos de una feroz «acumulación por
desposesión»3 orientada directamente hacia todo lo vi-
viente. Por un lado, la ley del valor se erige como uni-
dad de medida de todo; por otro, parece que toda medida
haya reventado, en tanto el capital no excluye nada. Es
aquí donde el problema del miserable pago de la estafa
global sobre el que se apoya la riqueza contemporánea se
©

extiende sin medida: toda regla ha sido destituida. En la


se permite la copia

época fordista, la implicación (la motivación) del trabaja-


dor se producía mediante sistemas que permitían formas

2 Karl Marx, Miseria della filosofia, Roma, Editori Riuniti, 1976, p. 358.
3 David Harvey, Space of global capitalism, Londres, Verso’s books, 2006
[ed. cast.: Espacios del capital, Madrid, Akal. Cuestiones de Antagonis-
mo, 2007].
Introducción a la edición en castellano 27

de distribución de la productividad y un posible acceso


al ahorro. Hoy, la fragmentación y la precarización del
trabajo —que ha reducido de forma significativa la capa-
cidad conflictiva y reivindicativa del trabajo vivo— han
reforzado el capitalismo cognitivo hasta tal punto que se
han animado teorizaciones como la de que la «motiva-
ción» por medio del dinero «es discutible».

En el trabajo actual, en general, vemos brillar la pala-


bra gratuidad, la misma que ha condicionado siempre el
trabajo doméstico de las mujeres (lo que se llamaba «no
trabajo»). De un modo increíble, la tajante afirmación
de la lógica soberana del valor de cambio está haciendo
palanca sobre el concepto de «cuidados». El modelo de
los cuidados, señalado con engatusamientos y chanta-
jes, se ha convertido en una estrategia de gobierno de la
complejidad y de despotenciación de la conflictividad.
Observamos así la pretensión de dar una estructura/na-
turaleza radicalmente nueva al trabajo; de poner en mar-
cha nuevos mecanismos de implicación que prescindan
del valor monetario, al tiempo que se va contrayendo y
transformando el propio papel del intercambio prima-
rio entre capital y trabajo. La precarización, en tanto no
garantiza la continuidad de renta y derechos, necesita
forzosamente de entusiasmo, una potente sugestión que
puede llevar al sujeto a venderse en un régimen marcado
por la gratuidad. Todo esto deja entrever resultados más
descorazonadores de los de la época fordista, que atañen
a la modificación del trabajo y de su papel/percepción
©

dentro de la existencia humana. Aquí no obstante nos


se permite la copia

limitamos a apuntar la cuestión de la des-generización


introducida por el trabajo y las distintas tentativas de
modificar las prioridades y los deseos de «los recursos
humanos», en primer lugar los de las mujeres, converti-
das en «cuencas estratégicas para la empresa».
28 Por amor o a la fuerza

Según lo expuesto hasta aquí, el análisis de la subsunción


total contemporánea debe ser entendido como una orien-
tación relativa no solo a las dimensiones cultural y econó-
mica de la sociedad sino al bios social al completo. Des-
de este punto de vista, el contexto biopolítico del nuevo
paradigma económico es absolutamente central para el
análisis de los nuevos feminismos, en el momento en que
se celebra la productividad de la reproducción social —
producción de ideas, valores, relaciones sociales, afectos,
imaginarios—. La atención del capitalismo por la produc-
ción tiende a anularse. Es la reproducción lo que atrae su
interés y lo que, por lo tanto, asume la fuerza de un pa-
radigma. Esta es la contradicción o el riesgo implícito a
la feminización manifestada por el biocapitalismo, al cual
queremos dirigirnos evitando satisfacciones ingenuas y
énfasis fuera de lugar.

Precisamente en este paso, de la producción a la re-


producción, podemos hoy añadir algunos elementos
a partir de la observación de fenómenos novedosos:
en 2010, la feminización del trabajo y de la sociedad,
analizada a partir de los años noventa, era quizás una
tendencia que no formaba parte del sentido común. Tres
años más tarde, al menos en Italia, podemos decir que,
desde un punto de vista formal, la integración de las
mujeres, o la feminización de la sociedad, es ya un he-
cho cumplido. Que quede claro: aquí no consideramos
la liberación de las mujeres sino todo lo contrario, su
integración.
©
se permite la copia

Llegados a este punto, reivindico que nos encontra-


mos frente al pleno despliegue de los aparatos biopolí-
ticos de gobierno de la vida, sinónimo hoy de trabajo, o
dicho de otro modo que hemos entrado de lleno «en la era
de la reproducción forzada». Los ejemplos que podemos
encontrar, si pensamos en este mecanismo de apropiación
del bios (desde los genes hasta los afectos), se amplifican
Introducción a la edición en castellano 29

sin medida y nos hablan explícitamente del intento de tra-


ducción antropológica de la vida a una medida que haga
posible su traducción en intercambio mercantil.

Evidentemente, y cada vez más, facebook y las redes


sociales han sido citadas como el terreno donde se vuelve
evidente la transformación de la relación en commodities,
con todas las ansiedades psicóticas que esta transforma-
ción lleva consigo. Con el paso del capitalismo fordista
al biocapitalismo, la relación social representada por el
capital tiende a volverse interna al ser humano. Pero le-
jos de ser el capital lo que se humaniza, es la vida de los
individuos la que se vuelve capitalizable.

Cuando hablo del ingreso en la «era de la reproduc-


ción forzada», intento hablar de un mecanismo explícita-
mente productivo que el feminismo ha analizado desde
hace ya mucho tiempo, a pesar de que sólo ahora expli-
cita toda su evidencia crítica. Pierden consistencia las
perspectivas explicativas que ponen la acción producti-
va del trabajo formal como momento privilegiado, si no
exclusivo, de la generalización del valor y de la explota-
ción. Dicho esto, podemos asumir directamente la idea
de que a través de la estimulación de las subjetividades
y la cooperación se instituye la acumulación y se repro-
duce el proceso de valorización.

Pensemos, por ejemplo, en un amplio rango de re-


transmisiones televisivas donde se puede ver a perso-
©

nas con sobrepeso a las que se las pasa públicamente


se permite la copia

por la báscula y son obligadas a correr y andar en bici-


cleta para adelgazar. Pensemos en el «talento» que pú-
blica y gratuitamente es puesto a producir en una com-
petición entre aspirantes a estilistas frente a mánagers
de marcas conocidas como Macy’s o H&M (el ganador
firma una línea para estas marcas). La competencia con-
tinua, la competencia infinita que propone la ideología
30 Por amor o a la fuerza

meritocrática, plantea estos programas en los que el te-


rreno de enfrentamiento es la existencia desnuda de las
subjetividades: la apelación a uno mismo, y en soledad,
para vencer a los demás mostrándose a sí mismos, en el
devenir de sí mismos.

Podríamos compilar, en este sentido, un amplio elen-


co de casos de consumación violenta de nuestra vida, o
bien de nuestro modo de ser e interactuar con el mundo,
con el fin de su valorización en términos capitalistas. La
libertad y la autodeterminación se vuelven elementos
necesarios para estimular la creatividad y la innovación
productivas, es decir, son funcionales a la realización
productiva. Cierta libertad se inserta dentro de la racio-
nalidad económica, dispositivo de control de los deseos
de las nuevas y turbadas identidades contemporáneas.
La lógica de la producción expande su influencia y su
lógica sobre cada aspecto de la vida social. Si la conside-
ramos desde otro lado, podríamos decir que la reproduc-
ción social ocupa el lugar del modelo del trabajo contem-
poráneo, empleando como materias primas el cuerpo, el
deseo y el tiempo.

El mecanismo teorizado no se limita al individuo inser-


to en el contexto laboral real, sino que invade, forzándola,
toda la esfera de la vida, convirtiéndose en bioproduc-
ción. De esta manera, tiempos y espacios son racionaliza-
dos brutalmente en función de una capacidad productiva,
quizás muy activa pero, con seguridad, menos consciente
©

(consumo, imaginación, comunicación, pánico colectivo).


se permite la copia

El cuerpo de las mujeres es el cuerpo biopolítico por ex-


celencia, el objeto de inversión del consumo y de la publi-
cidad, el soporte primario del deseo mercantil. El trabajo,
por lo tanto, en las formas descritas más arriba, valoriza
lo «femenino» de tal manera que no sea un obstáculo para
la lógica del beneficio. Todo lo que ralentiza u obstaculiza
la optimización de los tiempos y de los costes, todo lo que
Introducción a la edición en castellano 31

no permite el máximo beneficio en el menor tiempo posi-


ble, es simplemente negado (derechos de maternidad, al
tiempo libre, a las vacaciones).

Para comprender estas tensiones, y la insostenibi-


lidad cada vez más dramática de las vidas actuales, es
necesario partir de la experiencia de las mujeres: del uso
de sus cuerpos, de su histórica pobreza de recursos ma-
teriales, de sus cargas de trabajo (pagado y no pagado) y
de la creciente dificultad para representar en el espacio
público los conflictos de sexualidad, clase y del sentido
de producir y reproducir, que marcan históricamente
sus vidas.

Pueden existir ideas muy diversas sobre qué es la trans-


formación social o una práctica transformadora. Mi posi-
ción, desde la línea de la práctica feminista, podría ser re-
sumida de la siguiente manera: la necesidad de producir
un «saber contingente» que nos pertenezca sin interposi-
ciones, un saber que se crea y se hace pedazos, que evita
volverse rígido, que muestra, dentro de esta contingencia,
las desigualdades de poder y con ello genera un desvío, el
espacio para poder hacerse sujeto. De acuerdo con esta ins-
piración, no puede haber nada original, inmutable, natural
en los sujetos. Éstos son generados por su mismo relato.

En este libro se ha intentado describir precisamente los


sujetos contemporáneos inmersos en la dimensión pro-
ductiva biopolítica. Se ha intentado repasar los procesos
©

de puesta a trabajar de la existencia general de las muje-


se permite la copia

res, empujadas por un mecanismo visible de feminización


de la sociedad. En este contexto, son las diferencias las que
constituyen la fuerza de trabajo cognitiva de la actual fase
capitalista y es precisamente la explotación de tales dife-
rencias, y de su declinación material, lo que determina las
nuevas formas de la relación capital/trabajo. Se ha tratado
de indagar así en los nodos conceptuales revelados por las
32 Por amor o a la fuerza

nuevas subjetividades de las mujeres en el trabajo.4 En los


cinco capítulos que conforman este libro se ha intentado
enunciar, sucintamente, algunos elementos que nos pare-
cen distintivos de la subjetividad en el contexto feminiza-
do de la biopolítica: diferencia, precariedad, corporeidad
y sexualidad, cualidad, afectividad, disposición al cuida-
do. Lo general y lo particular unidos.

Por otra parte, el concepto de transición explica y con-


densa mucho de la subjetividad del presente, y no solo de
la femenina. «En los relatos —de los trabajadores del co-
nocimiento— son descritos los momentos de paso de un tra-
bajo a otro, de un papel a otro». Las reflexiones de los entre-
vistados se centran en cómo se transita de un punto a otro
y no necesariamente sobre el hecho de que las transiciones
impliquen desasosiego. De los lugares y los tiempos de la
formación a los contextos en que las personas han crecido,
a las primeras experiencias laborales, hasta los cambios
sucesivos, inducidos o elegidos, pasando por la compren-
sión de las razones de los cambios y de las condiciones en
las que se desarrollan, las transiciones transcurridas cons-
tituyen en las personas la experiencia de la transitoriedad, el
«estoy aquí pero luego voy allí, ahora hago esto y luego
haré otra cosa, ahora soy y mañana seré». Tal vez, sirven
como base para la convicción de ser capaz de disponer de sí,
para uno mismo, sirviendo de centro de gravedad de los
propios recursos materiales, mentales y sociales, con toda
la carga de individualización que corresponde a tal situación.5
©
se permite la copia

4 Véase Gruppo Sconvegno (Manuela Galetto, Chiara Lasala, Sveva


Magaraggia, Chiara Martucci, Elisabetta Onori y Francesca Pozzi),
«A snapshot of precariousness: voices, perspectivas, dialogues» en
Italian Feminism, Feminists Review, núm. 87, 2007.
5 Emiliana Armano, Precarietà e innovazione nel posfordismo. Una re-
cerca cualitativa sui lavoratori della conoscenza a Torino, Bolonia, Odota,
2009, pág. 111: «Es necesario tener una veloz capacidad de reacción,
amortiguar los golpes, los cambios. Se trata de una situación muy
ligada al precariado, hoy, en este momento en la ciudad de Turín,
Introducción a la edición en castellano 33

A pesar de la creciente institucionalización de los Women's


Studies, he intentado recuperar la raíz de la crítica femi-
nista. Pienso en la capacidad de poner continuamente en
discusión los elementos fundacionales de la propia teoría:
sujeto, identidad, género, cuerpo, experiencia. Es aquello
que, sin presunción pero con pasión, he intentado hacer
proponiendo los temas que se suceden en este texto. Cada
noción que construye el discurso no se da por supuesta,
sino que es siempre discutida a la luz de la complejidad
de la reflexión presente.

Por el contrario, al hablar de las mujeres, la ideología


neoliberal ha encontrado en las promesas de ley el modo
de salvar su alma de acuerdo con la presuposición de que
la ley hace posible la igualdad y concreta la superación de
las distinciones sociales. En realidad, sabemos bien que
este planteamiento ha servido —y sirve— a la reproduc-
ción de jerarquías perfectamente ordenadas, inhibiendo
en la práctica un vínculo recíproco y horizontal entre con-
diciones y experiencias diversas —sociales y humanas—,
que se sitúan dentro de la fragmentación general institui-
da por la modernidad.

Mantengo que hoy es necesario subrayar con fuerza


este nuevo paso: creo que se puede decir que ha termina-
do la fase que ha llevado a las mujeres a colocar ingenua-
mente la dimensión del cuidado y de la pasión dentro de
los muros de la fábrica. Hoy se ha hecho explícito que la
©
se permite la copia

que es la única situación en la que he vivido, aunque pienso que es


una situación general de la Italia actual. Es necesario no angustiarse,
buscar enseguida otra cosa, no permanecer asustados. He reacciona-
do saliendo a toda velocidad y he encontrado este trabajo, gracias al
boca a boca». Elena, 25 años, archivista digital de Gammaservice en
RAI. «Porque cuando termina un contrato y es necesario firmar uno
nuevo, surgen problemas, dificultades. A cada tanto, de seis meses
en seis meses, de año en año, se me plantea la pregunta de cuál será
mi futuro. Nadie me da garantías a pesar de que haya trabajo. Hay
trabajo, pero el trabajo…». Renata, 38 años, arquitecta.
34 Por amor o a la fuerza

fábrica supone imposición, chantaje, violencia y miedo. El


tiempo del amor dentro del trabajo, por el trabajo, tiene
las horas contadas. He aquí el salto que puede romper con
los procesos de subjetivación del trabajo introducidos por
el paradigma del biocapitalismo, cognitivo y relacional,
que frena la potencia de los cuerpos. La situación actual,
aunque difícil, puede romper el hechizo.

Muy diferente sería la situación si el trabajo, bien o


mal, fuese capaz de garantizar ciertos niveles de libertad,
de crecimiento individual y colectivo, si concediese algu-
nas posibilidades de emancipación, de formación, de ga-
nancia económica; si de alguna manera produjese goce, o
si el control se obtuviera mediante tentaciones, por usar la
terminología de Foucault. Antes bien estamos frente a una
dinámica de austeridad que constriñe a la pobreza y que
sólo hace aumentar la presión, acrecentando la ansiedad,
el estrés, el dolor.

¿Cuánto tiempo más puede durar esta situación?


¿Cuánto puede resistir, teniendo en cuenta que su base
son nuestros cuerpos, nuestras ideas, nuestras pasiones?
¿Continuaremos proporcionando todo esto a los aparatos
de captura biopolíticos (la escuela, la fábrica, las institu-
ciones)? ¿Lograremos seguir aportando? ¿Si el ritmo que
se impone hoy a la reproducción social productiva es tal
que no me permite ni mi propia reproducción, que más
me puede quedar por dar?
©

Si hoy, a causa de las presiones de los mercados fi-


se permite la copia

nancieros, la única garantía que permanece en pie es el


derecho a la mera supervivencia, quizás puede empezar
a tomar forma seriamente un proceso de reapropiación.
El capital tiene necesidad de nuestras vidas, en este pun-
to está nuestra fuerza: esta potencia in nuce ha quedado
constatada en los movimientos 15M y Occupy. Un proce-
so que podría todavía crecer, crear conciencia y rebelarse
Introducción a la edición en castellano 35

contra todas las instituciones mainstream que nos gobier-


nan. En otras palabras, se puede profundizar en la hasta
ahora embrionaria, imprecisa, singular infidelidad al sis-
tema. Si en el pasado fordista, a fin de gestionar la propia
alienación y fatiga, los trabajadores de la fábrica experi-
mentaban formas de sustracción, de absentismo, en los
tiempos del postfordismo y el nomadismo, es la infidelidad
con lo que, necesariamente, el capital deberá enfrentarse
en el futuro. Si ayer subrayaba el papel de los cuidados
dentro de las dinámicas productivas, hoy considero más
justo enfatizar la separación y la infidelidad, la tensión hacia
la reapropiación, aunque todavía cueste verla en una for-
ma completa, sólida, transnacional.

La fuerte e intensa generalización de la precariedad


puede revelarse como un boomerang; es más, ya lo es. En
los últimos años de recesión económica, los países que
han sufrido un mayor decrecimiento del PIB son, no por
casualidad, aquellos que registran mayores tasas de pre-
cariedad. Italia, como España, son casos emblemáticos. El
exceso de precariedad incide, de hecho, negativamente en
la posibilidad de explotar plenamente las nuevas econo-
mías de escala que hoy en el capitalismo contemporáneo
están en la base de la productividad y de las produccio-
nes de mayor valor añadido (sobre todo en los servicios
inmateriales): las economías en red y del aprendizaje. Se
trata, a diferencia de la productividad fordista, de eco-
nomías de escala dinámicas, esto es, de economías que
necesitan tiempo para alcanzar la perfección de la per-
©

formatividad laboral.
se permite la copia

El uso generalizado de contratos temporales (interinos,


a tiempo parcial, intermitentes, colaboraciones sin conti-
nuidad, prácticas, becas, etc.) no permite que los procesos
de relación y de formación puedan alcanzar la madurez
suficiente, en términos de experiencia, para incidir en la
productividad social que hoy supone el elemento cardinal
36 Por amor o a la fuerza

de la competitividad. El elevado grado de incertidumbre


(también en lo que se refiere a la renta) conlleva de esta
manera una infrautilización de las capacidades cognitivo-
relacionales: véase la década de crecimiento cero, la inca-
pacidad de competir en investigación y desarrollo, con
tecnologías avanzadas adecuadas a los nuevos procesos
de acumulación y valorización. El resultado de esta oscura
trayectoria no podrá ser otra que la explosión de la trampa
de la precariedad.

El poder que nos pone mayores dificultades con la cri-


sis, la precariedad y el spread,6 se hace sentir en nuestros
cuerpos, en nuestras vidas. Para saber cómo funciona,
basta con que me pregunte a mí misma. Efectivamente, si
me interrogo sobre este sistema, sobre el mercado, sobre
las reglas de reclutamiento que emplea, sobre el uso de
los cuerpos, de normas y de obligaciones, veo un modelo
plasmado a partir de reglas masculinas, de tiempos mas-
culinos, de energías y sueños masculinos. Por otra parte,
la feminización del trabajo pone en marcha este esquema
de la precariedad generalizada, que hace palanca sobre
nuestro deseo de emanciparnos en el espacio público y
nos constriñe a devenir capital, lo que promueve la lógica
económica de quien es capaz de llevar su vida de manera
racional, volviéndonos «empresarios de sí». De esta ma-
nera sostenemos un mecanismo que saca beneficios de la
diferencia y, al mismo tiempo, la deprime integrándola.

El punto central de este trabajo consiste en advertir las


©

inquietudes del tiempo presente. Activar un proceso de


se permite la copia

contra-subjetivación que permita un proceso de cuidado


de sí, esto es, la separación de aquello que está codificado,

6 Spread es la cantidad anual que un comprador de un activo finan-


ciero paga al vendedor durante el periodo del contrato. Representa
la cuota o la prima del seguro pagado para transferir el riesgo de
crédito asociado a una garantía. Un spread más alto implica que el
riesgo de impago es alto.
Introducción a la edición en castellano 37

que permita desaprender, deshacerse de malas costum-


bres, de las falsas opiniones adquiridas, de falsos imagi-
narios, dicho en una palabra, de identidades que no nos
pertenecen. Esta economía, este trabajo que pretende
devorar todo el sentido de nuestra vida no nos pertene-
ce. Necesitamos repensar completamente, desde la raíz,
el modelo de desarrollo, un modelo que las mujeres han
contribuido a sostener con su trabajo y sus energías, pero
que ciertamente no ha sido diseñado por ellas. De ahora
en adelante, la consigna sólo puede ser una: autonomía.

Finalmente, la propuesta de una renta básica garan-


tizada, que prescinda de la condición laboral, se plantea
al final de este libro como un instrumento capaz de con-
trarrestar la servidumbre del trabajo vivo y de plantear
la cuestión de una reapropiación de una dimensión de
lo común que sentimos, cada vez con más fuerza, como
una verdadera necesidad en un presente violentado por
el individualismo.7 El trabajo cognitivo y feminizado se
da, como hemos dicho, precisamente en su/por su exce-
dencia y desmesura. La fuerza hipnótica del capital lleva
consigo también el límite mismo del capital, es decir, su
afirmación va de la mano de su negación. Nuevas insti-
tuciones del común, sustraídas paso a paso a su control,
pueden empezar a hacernos vislumbrar la posibilidad de
conseguir, finalmente, el modo de excluirlo de pleno de
nuestras existencias.

Abril de 2013
©
se permite la copia

7 Carla Lonzi, Manifesto di Rivolta femminile, Roma, julio de 1970:


«Detestamos los mecanismos de la competitividad y del chantaje que
son ejercidos por la hegemonía de la eficiencia. Nosotras queremos
poner nuestra capacidad laboral a disposición de una sociedad que
se haya inmunizado frente a los mismos».
SESIÓN 5. MADRESPOSAS. Violencias cotidianas y trabajo reproductivo en el hogar
heterosexual

Material básico
• Grupo de Trabajo Queer (ed.), Introducción. En El eje del mal es heterosexual.
Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer, Madrid, Traficantes de Sueños,,
2005, pp. 17-26.

Introducción
...El eje del mal es heterosexual

Manifestación del «orgullo», pancarta de GtQ, Madrid, 2 de julio, 2005.

Eso coreábamos unas cuantas en las manifestaciones contra la guerra y en la


manifestación del orgullo del año 2003. Lo gritábamos, y lo gritamos, bien
alto, porque sabemos que nuestros cuerpos son políticos. Nuestros cuerpos
son discursos, no son más que aquellos lugares materiales de «articulación
productiva de poder y saber».1 Escupimos sobre el neoliberalismo que tan
bien ha simulado recibirnos en sus espectáculos insertos en la matriz
heterosexual —«rejilla de inteligibilidad cultural a través de la cual se
naturalizan cuerpos, géneros y deseos» (Judith Butler, 1990/2001: 38)—
insomne e imposible. Decimos que NO queremos ser parte de las fronteras de
occidente; por eso vomitamos sobre la carta de guerra del 29 de enero de 2002
en la que, por primera vez, George W. Bush pronunció la frase «El eje del mal»
ante los miembros del Congreso y el Senado, el Estado Mayor, el Tribunal
Supremo y el Gobierno de EE UU. En su discurso anunció que: «Peligros sin
precedentes se ciernen sobre el mundo civilizado», puesto que existen
«regímenes que han estado silenciosos desde el 11 de septiembre, pero
conocemos su naturaleza verdadera», aunque «no tenemos intención de
imponer nuestra cultura, siempre defenderemos la libertad y la justicia». La
fuerza performativa de semejante discurso, validada por tan «altas
instituciones», que bajo la cobertura de la doble moral perpetúa
astronómicos intereses económicos, produce exterminios y cicatrices
sobradamente conocidos por todas. Nosotras, inapropiables, saboteadoras
del sexo jurídico, guerrilleras de los cuerpos medicalizados, terroristas del
deseo psiquiatrizado, resistimos.
Sabemos que bajo el triunfante discurso de libertad y de justicia occidental
subyacen las formas más refinadas, pero no por ello menos acres y atroces, de
homofobia, transfobia, sexismo y racismo. En las manifestaciones anteriores

1 Para una profundización sobre la sexualidad entendida como objeto de saber y dispositivo
de poder véase Michael Foucault (1976/1998) Historia de la Sexualidad.

17
El eje del mal es heterosexual

al 11-M, el campo de batalla político-institucional fingía de nuevo estar


polarizado en torno a dos posiciones claramente distinguibles. Para la
«izquierda» oficial, la encarnación del mal llegó a estar representada por el
«trío de las Azores»; y cómo no, volvimos a encontrarnos con el mismo
imaginario trasnochado de una militancia neomarxista y edípica2 que era
incapaz de mirar más abajo de su propio ombligo: no nos pillaba de nuevas,
pero nos resultaba cuanto menos ofensivo tener que afrontar las miradas de
desaprobación cuando gritábamos frases como «¡El eje del mal es
heterosexual!» o «La sexualidad de Aznar francamente me da igual»,
mientras el resto de la manifestación se giraba, clavaba sus ojos en nuestros
cuerpos y profería: «¡Con este gobierno vamos de culo!»; «¡Aznar, hijo de
puta!»; «¡Aznar maricón!» y otras tradicionales lindezas profundamente
arraigadas en el imaginario heterosexista.
Con oraciones como «Con este gobierno vamos de culo» nos estaríamos
situando dentro de una gran paradoja política: según los manifestantes,
resultaba que el gobierno de Aznar no sólo institucionalizaba el placer anal,
sino que semejante placer era central para la ejecución de su política neoliberal.
Mientras, nosotras alzábamos nuestros culos en contra del militarismo y del
capitalismo («Placer anal contra el capital»). Fueron frases como «Aznar, hijo de
puta» las que hicieron que una asociación de trabajadoras del sexo reaccionara
y acudiese a las concentraciones sosteniendo una pancarta en la que declaraban
que Aznar no era hijo suyo. Dentro de este marco de manifestaciones contra la
guerra, veíamos a dos tíos disfrazados de Bush y Aznar, o de Bin Laden y
Sadam Hussein, Blair mediante —la lectora puede componer la representación
siguiendo cualquier tipo de combinación pueril con estos cinco elementos—,
simulando que estaban follando, que uno le daba por culo a otro, etc... Lejos de
proclamar una mariconalización del mundo como marco perfecto para acabar
con la guerra («¡Guarras sí, guerras no!»), no sólo reiteraban la apelación a un
marco homoerotizado (en este caso, la guerra), siguiendo los preceptos de la
heterosexualidad obligatoria, sino que además calificaban las prácticas
homoeróticas como abyectas. Este ridículo imaginario presente en la mayoría
de la izquierda concluye con el siguiente dilema lógico-moral como corolario: o
la homosexualidad —en su límite superior— equivale a muerte, puesto que su
traducción inmediata es la perpetuación de la maquinaria de guerra neoliberal;
o —en su límite inferior— una escenificación homoerótica es una carnavalada,
un simulacro, esto es, algo que no tiene correlato en la realidad. ¿Por qué la
masculinidad sólo puede ser ironizada cuando se presenta en «entredicho»?
Como señala Judith Halberstam: «Existe una férrea resistencia de la cultura
hegemónica a aceptar la masculinidad (blanca) en términos de performance. Así,
históricamente se ha concebido la feminidad como una representación (como
una mascarada), sin embargo se ha negado u obviado la posibilidad de que la
masculinidad se pudiera representar (identificándola como una identidad no
performativa o antiperformativa)».3

2 Felix Guattari (1977) dedica un exquisito y cuidado análisis al estudio de semejante


espécimen en «Micropolítica del fascismo» en La révolution moléculaire, Recherches, 1977.
3 En el resumen de la conferencia Nuevas subculturas performativas: dykes, transgéneros, drag
kings, etc. que ofreció Judith Halberstam en la sede de La Cartuja (Sevilla) de la Universidad
Internacional de Andalucía el sábado 22 de marzo de 2003. http://www.sindominio.net/
karakola/retoricas/halberstam2.htm

18
Introducción

Putas y maricones, de nuevo situadas como otras inapropiadas con las que
comparar: el «otro mal». El milagro homosexual que logra reunir a todas las
religiones y de forma puntual detiene el choque de civilizaciones en una
alianza homófoba: «Por eso cabe calificar de milagrosa la alianza sellada por
las máximas autoridades cristianas, musulmanas y judías, que se han unido
en una cruzada contra los homosexuales (...) los homosexuales han
conseguido lo que parecía imposible: armonía y concordia interreligiosa (...)
viejos rivales que hoy se transforman en aliados ante un común enemigo: el
desfile gay en Jerusalén» (El País, 1 de abril de 2005: 8). Pero la homofobia
también se convierte en arma de guerra. La violación de mujeres como botín
de guerra, se ha refinado en su versión del siglo XXI: torturemos con «el
mayor mal para un musulmán», una mujer soldado blanca estadounidense
ordenando prácticas homosexuales a presos iraquíes. Pero, por otro lado, la
soldado England aparece masculinizada, una no-mujer, una mujer-mujer
estadounidense nunca habría hecho algo así, y la prensa busca en un pasado
marginal y marimacho la causa de tales comportamientos monstruosos; las
bolleras respiramos ¿aliviadas?: está embarazada.
En este contexto surge el grito de «el eje del mal es heterosexual». ¿Es
acaso una frase humillante? Si fuera así es que ha sido capaz de recrear y
movilizar los mismos contextos de autoridad en los que se produjo «el eje del
mal», ¿de verdad hemos sido capaces de crearlos? Sólo un apunte, si
convenimos con Austin4 que los enunciados performativos, a pesar de no ser
ni verdaderos ni falsos, pueden ser inadecuados o desafortunados, no
bastaría con la enunciación de ciertas palabras sino que estas tendrían que
emitirse siempre en las condiciones adecuadas. Para alcanzar un enunciado
performativo exitoso —o «feliz» en términos de Austin—, este debe ser
reconocido, para lo que se necesita que sea emitido en condiciones
determinadas por aquellas personas conferidas con la autoridad requerida,
esto es, que se atenga y reproduzca el ordenamiento en el que está inscrito —
sus fórmulas ritualizadas, sus expresiones de autoridad, etc.—. Usar la
homosexualidad como expresión del mal —recurso de la izquierda y de la
derecha, de oriente y de occidente, de diferentes religiones— sitúa el insulto
en la «homosexualidad» para denigrar al otro. Entonces ¿qué resulta tan
perturbador de añadir el calificativo «heterosexual» a la expresión «el eje del
mal»? En principio, no serviría para ofender pues en nuestra sociedad la
heterosexualidad no funciona como insulto, sino como requerimiento de
normalidad. Añadido al «eje del mal», no hace más que marcar lo nunca
marcado, la heterosexualidad, para decir lo obvio: que las posturas del «eje
del mal» —ya sea en la versión trío de las Azores o en la versión que Bush creó
en su estrategia mundial antiterrorista de guerra preventiva—, partieron de
una heterosexualidad obligatoria y militantemente homófoba. Si es así, ¿por
qué sorprende o incluso se interpreta como ofensiva? En este caso la carga del
insulto no se encontraría en la «heterosexualidad», sino en el «eje del mal», de
tal forma que lo que no es sino expresión de una evidente alianza homófoba
que califica a los componentes concretos del «eje del mal», ha sido

4 Las ideas de J. L. Austin (1962/1988) sobre el interés de estudiar el lenguaje corriente se


cuentan hoy entre las más destacadas dentro de la lingüística y de la filosofía del lenguaje,
su teoría sobre los actos del habla y en concreto los enunciados performativos será retomada
por la teoría queer.

19
El eje del mal es heterosexual

interpretado como una descalificación general a la heterosexualidad


reconvertida en el mal por excelencia. Parece que hemos conseguido cambiar
sujeto y objeto en las interpelaciones con legitimidad.
Nosotras, que «afirmamos sin exagerar que en la mayoría de los países del
mundo gays, lesbianas y transexuales son discriminados, encarcelados,
torturados y/o asesinados»,5 partimos de este axioma tautológico y lo
hacemos retorcerse sobre sí mismo, proponiendo esta pequeña subversión.
Tal aserción no responde a una demonización de los heterosexuales, sino que
su fin es manifestar nuestro rechazo a la «matriz heterosexual» como régimen
político dictatorial. Parafraseando a Foucault, «el poder es un campo múltiple
y móvil de relaciones de fuerza donde se producen efectos de dominación de
largo alcance pero nunca completamente estables».6 No pretendemos plantear
la guerra como una barbarie derivada de una esencia heterosexual, lo que
denunciamos es un régimen heterosexual que aterroriza cualquier otra forma
de sexo/género/deseo que no se ajuste a sus imposibles criterios normativos:
«Porque deseamos la liberación universal del deseo gay, que sólo se podrá
realizar cuando se haya desmoronado vuestra identidad hetero. No estamos
combatiendo contra vosotros, sino contra vuestra “normalidad”. (...) Pasar de
nuestra parte significa tomar por el culo, literalmente, y descubrir que es uno
de los placeres más bellos. Significa unir tu placer al mío sin vínculo castrante,
sin matrimonio. Gozar sin Norma, sin ley» (Mario Mieli, 1979: 291-292).
Sea como fuere, con este título nos movemos en las contradicciones que
supone habitar simultáneamente la deconstrucción y la hiperidentidad
contingente que nombra —nunca de forma clónica— para reconstruir, como
mecanismo de resistencia, y para abrir espacios de posibilidad. Porque el
imperialismo heterocultural y capitalista produce el efecto paradójico de crear
sujetos necesariamente sujetados, de reprimir y producir a la vez identidades,
errores ficticios que requieren nombrarse para desnombrarse.

Sobre terrorismos de género...

«Por un tiempo, pensé que sería divertido llamar a lo que hacía en la vida
terrorismo de género. Me parecía acertado al principio —yo y mucha gente
como yo estábamos aterrorizando la propia estructura de género—. Pero
ahora lo veo diferente —los terroristas de género no son las drag queens, las
bolleras butch, hombres patinando travestidos de monjas—. El terrorista de
género no es el transexual masculino que está aprendiendo a mirar a los

5 Azione Gay e Lesbica Firenze, «Documento de adhesión al fórum de Génova». En


www.antagonismogay.org
6 Foucault (1976/1998) rechaza una concepción del poder en términos binarios, para
Foucault los cuerpos son subproductos del poder, de ahí su importancia como elemento
organizador de la vida. No hay un foco del poder puesto que este no fluye de una manera
unidireccional ni tampoco hay un aparato (o un sujeto o varios) que lo ostente.

20
Introducción

ojos a la gente mientras camina por la calle. Los terroristas de género no


son los papaítos-leather o las maricas de los asientos traseros. Los
terroristas de género no son los hombres casados que, temblando en la
oscuridad, se deslizan en los panties de sus esposas. Los terroristas de
género son aquellos que golpean sus cabezas contra un sistema de género
que es real y natural; y que luego utilizan el género para aterrorizarnos al
resto de nosotras. Estos son los auténticos terroristas: los Defensores del
Género» (Kate Bornstein, 1994: 71-72).

Es obvio que el régimen heterrorsexista ya existía antes del 11-S y del 11-M:
sobre nuestros clítoris y anos, sobre nuestras faloplastias y nuestras vaginas —
diferentemente esculpidas—, sobre nuestros cuerpos con sida, se establecen a
diario todo tipo de campos de batalla. El machismo, la lesbofobia, la
transfobia, la utilización política y económica de la pandemia del sida, son
armas de destrucción masiva que han provocado muchas violencias y muchas
muertes. Este libro habla y denuncia los cotidianos y estatales terrorismos de
género, aquellos terrorismos silenciados sin indemnizaciones. «Terrorismo:
dominación por el terror. Sucesión de actos de violencia ejecutados para
infundir terror». Las diferentes violencias simbólicas y materiales ejecutadas
desde la articulación de diferentes micropoderes para la defensa y vigilancia
de la dicotomía heterosexual jerarquizada y genitalizada —solo existen dos
sexos desiguales— y la monosexualidad medicalizada —una persona solo
puede poseer un único sexo natural, que es el asignado médicamente—.
Sabemos que la heterosexualidad obligatoria tiene como objetivo final
alcanzar una meta imposible, allí donde el límite avanza inexorable a medida
que el sujeto (yo/no yo/doblemente no yo... xx, xy, xxy, xxxy...) se aproxima a
este: algo que ni siquiera el campeón más heterosexual, varón, blanco y
monoteísta que haya existido, exista o existirá jamás sobre la faz de este
planeta puede llegar a cumplir. Dentro de este campo de fuerzas, somos el
resultado no esperado de un cálculo matricial basado en una aritmética
heterocentrada, por eso proliferamos en los márgenes de la economía
libidinal falocéntrica expresada por la mortífera reificación de las categorías
dualistas y dialécticas de homo/hetero, hombre/mujer.

—«El bebé, ¿es niño o niña?».


—«No lo sabemos, todavía no nos lo ha dicho». (Bornstein, 1994: 46)

«Sexo: Varón Mujer» «Sexo: Sí».

Así pues desplegamos nuestros cuerpos, nuestros deseos, nuestras


identificaciones más o menos in/adecuadas con las posiciones sociales de
masculinidad y feminidad... Nuestra relación con el género es problemática,
confusa, difusa, concreta, impaciente, inquieta, cambiante... Pero, si bien
jugamos con patrones de género que siempre nos resultan o demasiado grandes
o demasiado pequeños —y habitualmente las dos cosas al mismo tiempo—,
estos también están siendo transformados, expandidos o cuestionados con

21
El eje del mal es heterosexual

nuestras prácticas cotidianas. La presencia de solidez con la que se reviste el


género —palabra mágica sobre la que continúan existiendo no pocas disputas—
no es sino una ficción encarnada, discursiva e institucionalizada, altamente
versátil y densamente patrullada, que tiende a orientar y regular nuestras
identificaciones y a establecer los códigos sobre cómo hacer y vivir cuerpos
diferentemente sexuados en una sociedad concreta. Esto incluye la
determinación de qué cuerpos resultan pensables; cuáles son los cuerpos
deseables y por quiénes, qué prácticas son ajenas a qué cuerpos y, por supuesto,
qué regímenes político-económicos de los cuerpos son permitidos o prohibidos.
Pero esa apariencia sustantiva del género se asienta en prácticas cotidianas que
tienden a recrear, reproducir y modificar aquel discurso que las alimenta.
La verdad del sexo, de los cuerpos sexuados, resulta ser mucho más
inestable de lo que se nos antoja a simple vista. El género y aún el sexo y la
sexualidad como verdades políticas tienen una emergencia reciente y su
mantenimiento requiere de un control férreo. De ahí la persecución cotidiana
e institucionalizada de las ambigüedades y fluideces de sexos, géneros y
deseos, y la vigilancia aduanera de los tránsitos: médicos, psicólogos y jueces
como puntos de paso obligado en las fronteras, policías de la ley heterosexual,
peritos de nuestros sexos/géneros, controladores de cambios y aseguradores
de que nadie se quede a medias, entre–los-sexos: «Mantened vuestras leyes
fuera de nuestros cuerpos». Porque silencio es igual a muerte y porque es
necesario, como dice Barbara Smith, hablar de homofobia, lesbofobia y
transfobia cuando se habla de racismo y cuando se habla de sexismo y de
clasismo y cuando se habla de precariedad laboral. Hablar del terror de
miradas violentas, humillaciones e insultos violentos, silencios violentos... El
terror del acoso escolar a maricones, bolleras o trans, con sus violencias
cómplices: la indiferencia y el silencio; el terror de las instituciones insensibles
y reproductoras de agresiones homófobas y tránsfobas; el terror de
interpelaciones cotidianas violentas que se creen legítimas bajo una matriz
heterosexual, blanca y ciudadana que las ampara: «Pero tú qué eres ¿un chico
o una chica?», «tú calla que no eres de aquí», «este servicio es de mujeres»...
El terror ejercido mediante unos documentos de identificación sexual y
geográfica donde se condensan violencias estatales que patrullan y limitan los
tránsitos, y castigan aquellos no autorizados.
Pero los documentos se pueden falsificar y determinados reconocimientos
pueden ser evitados: bolleras, maricas o trans pueden situarse diferentemente
en las matrices de la masculinidad y la feminidad, de tal forma que los
tránsitos aduaneros se multipliquen hasta quedar momentáneamente en
suspenso. Las butch, los drag-kings, los F2M, al encaramarse en una
masculinidad negada, y las maricas plumeras, las drag-queen de feminidad
hiperbólica y las M2F, asaltando los espacios de la feminidad, evidencian la
imposibilidad de contención de los límites del género. Pero, ¿qué pasa cuando
el asalto a la norma se realiza sobre la base de la explotación de la norma?;
¿cuando el cuestionamiento de la estabilidad de los géneros se sustenta en
una apropiación superlativa que resulta irónica?; ¿cuando se cortocircuitan
las explicaciones heterosexistas que sostienen que bolleras y gais no son sino
«malas copias» de una heterosexualidad convertida en «original»
incuestionado?; ¿cuando las bolleras son femme y los maricas osos y leather? Si
en el caso de las bollos butch y los maricas plumeros se rompe con la norma
de género y se erotiza esa trasgresión, en el caso de femmes, osos y leather nos

22
Introducción

encontramos con una forma de erotización de la norma que la desactiva al


reproducirla hiperbólicamente y alejarla del referente relacional heterosexual.
Todas estas figuraciones habitables suponen ejercicios cotidianos de
resistencia que despliegan mundos posibles y crean proliferaciones
promiscuas y ocasiones para desarrollar deseos y prácticas desde los que
desbordamos los esfuerzos reguladores del régimen heterrorsexista.
Así pues nos resistimos y por eso también infundimos un diferente tipo
de terror: la violencia, el vértigo, incluso la náusea, la desorientación
provocada por la persona rarita que no encaja en las categorías cognitivas
del dualismo sexual. Pero la revulsión tiene una peculiar conexión con el
deseo: el vértigo se provoca por la atracción de caer al vacío, la otra rarita
provoca pánico porque confronta a las personas con la seguridad de sus
cuerpos normalizados, pero también por el peligro de una atracción que
cuestiona esos límites. «Eso es lo que hacen las proscritas del género:
nuestra mera presencia es suficiente para que la gente se ponga enferma»
(Bornstein, 1994: 72). Porque «la nuestra no es una disforia de género más bien
una euforia de género» (Porpora Marcasano, 2002)7 que provoca trastornos en la
identidad heterosexual.

Políticas articulatorias queer

Este libro surgió de una serie de encuentros donde problematizamos tanto el


concepto como las teorías y prácticas queer, y analizamos sus relaciones,
acuerdos y desacuerdos con otros movimientos feministas, okupas y de gais
y lesbianas. Este libro es deudor de esas discusiones y de una particular visión
de lo político: queríamos reclamar lo trans y lo inter de lo queer; queríamos
hablar de las complejidades y contradicciones de las identidades múltiples;
queríamos discutir las conexiones constitutivas de las diferentes opresiones;
queríamos, también, hacer un texto que rompiera con el referente
estadounidense y tuviera diferentes voces y tonos. Este híbrido, surgió del
hartazgo de que, como señala Barbara Smith, la transfobia, la lesbofobia y la
homofobia sean las últimas opresiones en ser mencionadas, cuestiones poco
serias que distraen de la lucha contra los «enemigos principales» y fragmentan
a la «izquierda»; al tiempo que se acusa a los movimientos queer de ser
particularistas e interesarse solo por «lo meramente cultural», lo «estético», lo
«teatral» de la sexualidad. Ello nos ha llevado a reflexionar sobre cómo se
construyen los consensos y las multitudes en los colectivos o movimientos
sociales, sobre la base de posponer, desdibujar o incluso eliminar determinadas
demandas de la agenda concebidas como «secundarias» o «particulares».

7 El texto completo: «[...] lo que se manifiesta y se expone con la propia experiencia trans, no es el
ser mujer (que es otra cosa) sino el estar fuera de los géneros. Y para responder a los médicos, la
nuestra no es una disforia de género sino mas bien una euforia de género. Estamos eufóricas,
confusas y desorientadas y también orgullosas. El cuerpo transexual continúa siendo un cuerpo de
reo y desgraciadamente no sólo en la cultura a la que contestamos, también continúa siéndolo en
la cultura liberada y considerada libertaria» (Marcasano, 2002).

23
El eje del mal es heterosexual

Este libro surge también del rechazo a la dicotomía personal/político y al


establecimiento de un determinado espacio político como el único desde el
que reclamar la resistencia. Porque, para muchas personas, lo quieran o no,
sus propios cuerpos abyectos son ya «política», cotidianos campos de batalla
susceptibles de ser interpelados violentamente y a su vez cuerpos-resistencia
que cortocircuitan las normatividades: para muchas personas «la primera
revolución es la supervivencia» (La Radical Gai). Con este libro queremos
reclamar las posibilidades políticas de los cuerpos raritos, de las
performatividades cotidianas de los géneros —en la calle, en el trabajo o en la
familia—, de la teatralidad o la parodia que ironizan la naturalización sexual
y abren nuevos espacios de lo inteligible y lo vivible, y de muchas otras
formas de hacer políticas queer que no alcanzan el grado de seriedad de la
militancia tradicional (¿masculina?). Porque «el pensamiento de una vida
posible es sólo una indulgencia para aquellas personas que se saben a ellas
mismas como posibles. Para aquellas que están aún intentando ser posibles,
la posibilidad es una necesidad» (Butler, 2001: 19).
Los movimientos, prácticas y figuraciones habitables queer transforman una
situación vital de vulnerabilidad radical en una posición desde la que responder
políticamente a las normatividades múltiplemente impuestas. Por ello, no
queremos que lo queer se convierta en una marca banalizada por la que se
consume a «el otro» exótico —en este caso a «las otras raritas». Es preciso un
mayor debate sobre las diferentes alianzas que se generan con diferentes
instituciones, ámbitos académicos o artísticos, con el peligro de reificación y
desideologización que ello puede conllevar. Problematizar los reconocimientos
parciales que utilizan referencias a multitudes queer sin cuestionarse cuerpos,
géneros o deseos normativos, o sin que se hagan vulnerables las posiciones
seguras ni se cuestionen las prioridades políticas y sus sujetos centrales.
Hacer una apuesta por los feminismos queer requiere atender a cómo las
diferentes opresiones están articuladas, a cómo el racismo, el clasismo y el
heterosexismo se (re)producen violentamente en nuestra cotidianeidad, y
evitar la salida fácil de fijar a priori una exclusión primaria. Porque aunque la
homofobia es una opresión violenta en nuestra sociedad heterosexista, y
la transfobia todavía más, se adoptan y son vividas subjetivamente de formas
muy diferentes en función del género, la clase social, la condición rural o
urbana, el tener o no tener papeles, o estudios, o resultar más o menos
vulnerable a múltiples interpelaciones racistas. En ocasiones, la homofobia
puede constituirse en el trasfondo no marcado desde el que se experimenta el
racismo o la amenaza constante de ser expulsado de un país —tal y como nos
describe Encarnación Gutiérrez en su texto—. Por eso, lo queer no debe anular
las diferentes diferencias y las implicaciones vitales que suponen; y por eso
debemos estar muy atentas a tendencias homogeneizadoras sexistas y racistas
sobre quién es percibido como sujeto referente de lo queer y no presumir un
sujeto político ya formado ni una agenda política establecida y fija a priori.
Porque tenemos que abordar aquí y ahora la situación de un creciente
colectivo de transex, lesbianas y gais que han inmigrado al Estado español en
muchos casos como estrategia de supervivencia, quizá buscando un espacio no
tan hostil hacia lo «homo/trans», pero que se encuentran con una creciente
hostilidad hacia lo «otro extranjero/inmigrante». Y a su vez, considerar los
conflictos que emergen en el propio reforzamiento identitario de las

24
Introducción

comunidades diaspóricas, que en una situación de vulnerabilidad por la


hostilidad hacia lo otro, refuerzan las fronteras de la identidad comunitaria,
excluyendo a aquellas personas que no reproducen férreamente la recreada
tradicionalidad de la identidad diaspórica con prácticas homóbofas y machistas.
Porque debemos estar alerta en relación con la utilización de la homose-
xualidad, pero también de la homofobia,8 como mecanismos de denigración del
otro para justificar racismos y etnocentrismos; pero también alerta con respecto
de la utilización del racismo como defensa frente a la lesbo/homofobia, lo que
no es sino una forma de homofobia racista que anula y denigra a gais y
lesbianas reconocidas como pertenecientes a «otras razas». Desactivar un
régimen de reconocimiento por el cual las identidades se establecen como
exclusivas y excluyentes: las personas gais y lesbianas son blancas y
nacionales y las personas inmigrantes son heterosexuales.
Atender en cada caso al despliegue concreto de posiciones y relaciones, y
a los diferenciales de poder que los conforman, porque no tenemos garantías
de ocupar a priori una posición de privilegio o de exclusión. Necesitamos dar
cuenta de cómo ciertos cuerpos, ciertas relaciones y ciertos deseos, en
contextos concretos pasan a ser más o menos vulnerables que otros. Así, una
mujer, blanca, europea, lesbiana puede sentirse vulnerable en un contexto
masculino y heterosexista inmigrante, y al tiempo mantener el privilegio y la
seguridad de su ciudadanía, y al tiempo desplegar un comportamiento
racista, y al tiempo ser explotada en un trabajo precario.
Porque el heterosexismo, el clasismo, el racismo y el etnocentrismo se
refuerzan y se constituyen mutuamente. Mientras escribimos estas líneas, el
respetable periódico El País se lucra publicando en sus páginas un anuncio
publicitario bajo el reclamo «¡Alerta!», donde se insta al rechazo de la ley de
matrimonios homosexuales porque, si se aprueba, «el sida y otras
enfermedades de origen homosexual proliferarán» y porque «gays de todo el
mundo buscarán refugio en España» (El País, 25 de mayo de 2005: 8). Como
señalan Sejo Carrascosa y Fefa Vila en su artículo, «el sida ha sido y sigue
siendo, el gran reto que nos ha confrontado a cada una de nosotras con la
homofobia, el racismo, el sexismo y el clasismo, en el mismo corazón de las
sociedades occidentales, y de los países más ricos y poderosos del planeta». A
esta homofobia que sigue asociando irresponsablemente dicha enfermedad con
los gais varones,9 se le añade el sexismo en la investigación que ha hecho que

8 El 6 de mayo de 2002 fue asesinado el político holandés Pym Fortuyn que hizo de la
contraposición forzada de homosexualidad e Islam uno de los puntos fuertes de su agenda
política. Partiendo de paradigmas tan probadamente eugenésicos como el darwinismo
social, el malthusianismo, o la antropología organicista, declaraba que el Islam era un
peligro para «nuestro» occidente «supuestamente» más avanzado en materia social. Sus
derechos ilustrados estaban en peligro. Fortuyn pretendía establecer una política gay dentro
de un espacio no abyecto que le posibilitara el acceso a una ciudadanía de primera dejando
atrás aquellos discursos que lo hacían no apto para ostentar la jefatura de un Estado. Pero,
¿no será acaso el neoliberalismo un sistema aséptico de homofobia?: para Fortuyn «gay» era
un valor occidental, un triunfo de occidente, que habría que salvaguardar frente al peligro
de culturas subdesarrolladas que amenazaban «nuestro» welfare.
9 Es de sobra conocido por todas el discurso en el que se iguala sida a homosexualidad y
muerte. El 13 de febrero de 2005 las autoridades de salud pública de EE UU alertaban de la
aparición en Nueva York de una nueva cepa de VIH especialmente agresiva encontrada en

25
El eje del mal es heterosexual

apenas existan estudios sobre el tratamiento del sida en mujeres. Pero además
los medios han representado a la respetable mujer blanca, heterosexual y
casada como «víctima» pasiva del sida y a la «mala» mujer inmigrante,
prostituta o drogadicta como la portadora y transmisora del virus. Otro
ejemplo de las complejas interacciones entre ideologías racistas, heterosexistas
y coloniales, denunciado por Cheryl Chase en su texto, son las implicaciones
coloniales de la enorme diferencia entre la atención mediática y la crítica moral
hacia la ablación genital femenina en África y la indiferencia ante la mutilación
genital intersexual institucionalizada y legitimada médicamente en occidente:
si bien ambos procesos cumplen funciones sociales semejantes —normalizar a
las personas para su vida hetero-sexual y su normalización vía matrimonio—,
uno es descrito como un producto residual de una sociedad atrasada y el otro
se presenta como parte de una retórica de progreso donde la técnica nos ofrece
la promesa de trascendencia de los límites naturales.
Desde diversas experiencias de vulnerabilidad no equiparables ni
asimilables; desde ser interpeladas y violentadas como abyectas; desde la
hipervigilancia de espacios propios e impropios; desde los aprendizajes de cómo
aparentar y «pasar por» géneros y/o nacionalidades como estrategias de
supervivencia; desde la experiencia de habitar las fronteras geográficas de los
cuerpos, las nacionalidades y los deseos; desde el conocimiento de que
nuestras diferentes diferencias importan y que hay que dar cuenta de ellas;
queremos proliferar en encuentros promiscuos que no eludan estas
complejidades constitutivas, ni sus contradicciones y conflictos.

«Tres manzanas cayeron del cielo: una para nosotras, otra para las que inician el
tránsito y la tercera para las que nos acompañan....»

Madrid, Junio 2005


Carlos Bargueiras Martínez,
Silvia García Dauder,
Carmen Romero Bachiller
GtQ-Mad

un paciente homosexual, que mantenía múltiples relaciones sin condón —hemos de sobre–
entender que con diferentes personas—, al tiempo que usaba metanfetaminas en forma de
cristales... Pero, ¿dónde reside la auténtica novedad científica de esta noticia? Cualquier
manual sobre sida nos explica cómo el virus que causa la enfermedad es capaz de mutar mil
millones de veces en una sola persona en el espacio de veinticuatro horas. Luego ¿la
novedad es que según un discurso heterocentrado un cuerpo homosexual es el topos ideal
donde puede alojarse la quintaesencia de la muerte? ¡Menuda novedad!

26
SESIÓN 6. VIOLENCIA EXPRESIVA Y GUERRA CONTRA LAS MUJERES
• Rita Laura Segato, “La escritura en el cuerpo de las mujeres
asesinadas en Ciudad Juárez”, en La guerra contra las mujeres, Madrid,
Traficantes de Sueños, 2016, pp. 33-52.

1. La escritura en el cuerpo
de las mujeres asesinadas
en Ciudad Juárez.
Territorio, soberanía y crímenes
de Segundo Estado*
Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, en la frontera norte de Méxi-
co, es un lugar emblemático del sufrimiento de las mujeres. Allí, más que
en cualquier otro lugar, se vuelve real el lema «cuerpo de mujer: peligro de
muerte». Ciudad Juárez es también, significativamente, un lugar emblemático
de la globalización económica y del neoliberalismo, con su hambre insaciable
de ganancia.
La sombra siniestra que cubre la ciudad y el miedo constante que sentí
durante cada día y cada noche de la semana que allí estuve me acompañan
hasta hoy. Allí se muestra la relación directa que existe entre capital y muerte,
entre acumulación y concentración desreguladas y el sacrificio de mujeres po-
bres, morenas, mestizas, devoradas por la hendija donde se articulan econo-
mía monetaria y economía simbólica, control de recursos y poder de muerte.
Fui invitada a ir a Ciudad Juárez durante el mes de julio de 2004 porque el
año anterior dos mujeres de las organizaciones mexicanas Epikeia y Nuestras
Hijas de Regreso a Casa me habían oído formular lo que me pareció ser la única
©

hipótesis viable para los enigmáticos crímenes que asolaban la ciudad; unas
se permite la copia

muertes de mujeres de tipo físico semejante que, siendo desproporcionada-


mente numerosas y continuas a lo largo de más de once años, perpetradas con
excesos de crueldad, con evidencia de violaciones tumultuarias y torturas, se
presentaban como ininteligibles.

* Este texto fue publicado en 2006 por la Universidad del Claustro de Sor Juana (México) y en
2013 por la Editorial Tinta Limón (Argentina) en el volumen La escritura en el cuerpo de las mujeres
asesinadas en Ciudad Juárez. [N. de E.]

33
34 La guerra contra las mujeres

El compromiso inicial de nueve días para participar en un foro sobre los fe-
minicidios de Juárez fue interrumpido por una serie de acontecimientos que
culminaron, en el sexto día, con la caída de la señal de televisión de cable en
la ciudad entera cuando comencé a exponer mi interpretación de los crímenes
en una entrevista con el periodista Jaime Pérez Mendoza del Canal 5 local.
La estremecedora precisión cronométrica con que coincidieron la caída de la
señal y la primera palabra con que iba a dar inicio a mi respuesta sobre el
porqué de los crímenes hizo que decidiéramos partir, dejando Ciudad Juárez
la mañana siguiente para preservarnos y como protesta por la censura sufri-
da. Cuál no sería nuestra impresión al percibir que todos aquellos con quie-
nes hablamos confirmaron que la decisión de irnos de inmediato era sensata.
No olvidábamos que en Ciudad Juárez no parece haber coincidencias y, tal
como intentaré argumentar, todo parece formar parte de una gran máquina
comunicativa cuyos mensajes se vuelven inteligibles solamente para quien,
por una u otra razón, se adentró en el código. Es por eso que el primer proble-
ma que los horrendos crímenes de Ciudad Juárez presentan al forastero, a las
audiencias distantes, es un problema de inteligibilidad. Y es justamente en su
ininteligibilidad que los asesinos se refugian, como en un tenebroso código de
guerra, un argot compuesto enteramente de acting outs. Solamente para dar
un ejemplo de esta lógica de la significación, la periodista Graciela Atencio,
del diario La Jornada de la Ciudad de México, también se preguntó, en una de
sus notas sobre las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, si habría sido algo
más que coincidencia que justamente el día 16 de agosto de 2003, cuando su
periódico publicaba por primera vez la noticia de un revelador «informe del
FBI que describía un posible modus operandi en el secuestro y desaparición de
jóvenes», problemas de correo impidieron su distribución en Ciudad Juárez.1
Desafortunadamente, no había sido esa la única coincidencia que nos pa-
reció significativa durante nuestra estadía en la ciudad. El lunes 26 de julio,
después de haber concluido mi primera exposición, a medio camino de la ex-
tensión total del foro que nos reunía y exactamente cuatro meses después del
hallazgo del último cuerpo, apareció el cadáver de la obrera de maquiladora
Alma Brisa Molina Baca. Ahorro aquí el relato de la cantidad de irregulari-
©
se permite la copia

dades cometidas por los investigadores y por la prensa local en torno a los
restos de Alma Brisa. Era necesario, sin cualquier exageración, ver-para-creer,
estar allí para ser testigo de lo inconcebible, de lo increíble. Pero hago notar,
sí, que el cuerpo aparecía en el mismo terreno baldío del centro de la ciudad
donde el año anterior fuera encontrada otra víctima. Esa otra víctima era la

1 Graciela Atencio, «El circuito de la muerte», Triple Jornada (suplemento del diario La Jornada),
núm. 61, septiembre de 2003, p. 14.
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez 35

hija asesinada (todavía niña) de la madre que precisamente habíamos entre-


vistado la víspera, 25 de julio, en el sombrío barrio de Lomas de Poleo, asen-
tado en el desierto inclemente que atraviesa la frontera entre Chihuahua y el
estado de Nuevo México, en el país vecino.2 Los comentarios generales tam-
bién apuntaban al hecho de que el año anterior, justamente coincidiendo con
la intervención federal en el estado de Chihuahua ordenada por el presidente
Fox, otro cuerpo había sido hallado. Las cartas estaban dadas. El siniestro
«diálogo» parecía confirmar que estábamos dentro del código y que la huella
que seguíamos llevaba a destino.
Ese es el camino interpretativo que deseo exponer aquí y, también, lo que
estaba por comenzar a decir cuando la señal de la televisión de cable cayó, en
la madrugada del viernes 30 de julio de 2004. Se trata, justamente, de la rela-
ción entre las muertes, los ilícitos resultantes del neoliberalismo feroz que se
globalizó en las márgenes de la «gran frontera» después del NAFTA y la acu-
mulación desregulada que se concentró en las manos de algunas familias de
Ciudad Juárez. De hecho, lo que más impresiona cuando se le toma el pulso a
Ciudad Juárez es la vehemencia con que la opinión pública rechaza uno a uno
los nombres que las fuerzas públicas presentan como presuntos culpables. Da
la impresión de que la gente desea mirar en otra dirección, espera que la poli-
cía dirija sus sospechas hacia el otro lado, hacia los barrios ricos de la ciudad.3
El tráfico ilegal de todo tipo hacia el otro lado incluye las mercancías produ-
cidas por el trabajo extorsionado a las obreras de las maquiladoras, el valor
excedente que la plusvalía extraída de ese trabajo agrega, además de drogas,
cuerpos y, en fin, la suma de los cuantiosos capitales que estos negocios gene-
ran al sur del paraíso. Su tránsito ilícito se asemeja a un proceso de devolución
constante a un tributador injusto, voraz e insaciable que, sin embargo, escon-
de su demanda y se desentiende de la seducción que ejerce. La frontera entre
la miseria-del-exceso y la miseria-de-la-falta es un abismo.
©

2 Los restos de Alma Brisa fueron hallados entre girasoles en el mismo terreno del centro de la
se permite la copia

ciudad donde había sido hallado el cuerpo de Brenda Berenice, hija de Juanita, una de las princi-
pales colaboradoras del proyecto de Epikeia.
3 Por ejemplo, presencié, en noviembre de 2004, en el Centro Cívico de Coyoacán, Ciudad de
México, una manifestación de madres y familiares de las víctimas quienes, al mismo tiempo, pe-
dían el fin de la impunidad para los verdaderos asesinos y la liberación de «el Cerillo», un joven
preso y, de acuerdo con los manifestantes, acusado falsamente por los crímenes. Por otro lado, ya
es bien conocida la actuación de la abogada Irene Blanco, defensora de Latif Sharif, falsamente
acusado por los crímenes, cuyo hijo sufrió un atentado; o el reclamo de las madres contra el en-
carcelamiento de la pandilla Los Rebeldes, por la misma razón.
36 La guerra contra las mujeres

Existen dos cosas que en Ciudad Juárez pueden ser dichas sin riesgo y que,
además, todo el mundo dice (la policía, la Procuraduría General del Repú-
blica, la fiscal especial, el comisionado de los derechos humanos, la prensa
y las activistas de las ONG); una de ellas es que «la responsabilidad por los
crímenes es de los narcos», remitiéndonos a un sujeto con aspecto de mal-
hechor y reafirmando nuestro terror a los márgenes de la vida social; la otra
es que «se trata de crímenes con móvil sexual». El diario del martes, un día
después del hallazgo del cuerpo de Alma Brisa, repetía: «Un crimen más con
móvil sexual», y la fiscal especial subrayaba: «Es muy difícil conseguir redu-
cir los crímenes sexuales», confundiendo una vez más las evidencias y des-
orientando al público al conducir su raciocinio por un camino que creo que
es equivocado. Es de esta forma que autoridades y formadores de opinión,
aunque pretenden hablar en nombre de la ley y los derechos, estimulan una
percepción indiscriminada de la cantidad de crímenes misóginos que ocurren
en esta localidad como en cualquier otra de México, de Centroamérica y del
mundo: crímenes pasionales, violencia doméstica, abuso sexual, violaciones
a manos de agresores seriales, crímenes por deudas de tráfico, tráfico de mu-
jeres, crímenes de pornografía virtual, tráfico de órganos, etc. Entiendo esa
voluntad de indistinción, así como también la permisividad y la naturalidad
con que en Ciudad Juárez se perciben todos los crímenes contra las mujeres,
como un smokescreen, una cortina de humo cuya consecuencia es impedir ver
claro un núcleo central que presenta características particulares y semejantes.
Es como si círculos concéntricos formados por distintas agresiones ocultasen
en su interior un tipo de crimen particular, no necesariamente el más nume-
roso pero sí el más enigmático por sus características precisas, casi burocráti-
cas: secuestro de mujeres jóvenes con un tipo físico definido y en su mayoría
trabajadoras o estudiantes, privación de libertad por algunos días, torturas,
violación «tumultuaria» (como declaró en el foro el exjefe de peritos Oscar
Máynez, más de 17 una vez), mutilación, estrangulamiento, muerte segura,
mezcla o extravío de pistas y evidencias por parte de las fuerzas de la ley,
amenazas y atentados contra abogados y periodistas, presión deliberada de
las autoridades para culpar a chivos expiatorios a las claras inocentes y con-
©

tinuidad ininterrumpida de los crímenes desde 1993 hasta hoy. A esta lista se
se permite la copia

suma el hecho de que nunca ningún acusado resultó verosímil para la comu-
nidad y ninguna «línea de investigación» mostró resultados.
La impunidad, a lo largo de estos años se revela espantosa, y puede ser
descrita en tres aspectos: 1) ausencia de acusados convincentes para la opinión
pública; 2) ausencia de líneas de investigación consistentes; y, consecuencia de
las dos anteriores, 3) el círculo de repetición sin fin de este tipo de crímenes.
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez 37

Por otro lado, dos valientes periodistas de investigación, Diana Washington


Valdez, autora de Cosecha de mujeres (2005) y Sergio González Rodríguez,
quien escribió el libro Huesos en el desierto (2002),4 recogieron numerosos datos
que la policía descartó a lo largo de los años y llegaron a una lista de lugares
y personas que tienen, de una forma u otra, relación con las desapariciones y
los asesinatos de mujeres.
Conversé con Diana Washington en dos oportunidades del otro lado de la
frontera (pues el FBI no le permite cruzar el puente sin escolta) y leí el libro
de Sergio González. Lo que emerge es que personas «de bien», grandes pro-
pietarios, están vinculados con las muertes. Falta, sin embargo, un eslabón
crucial: ¿qué lleva a estos respetados jefes de familia, exitosos en las finanzas,
a implicarse en crímenes macabros y, por lo que todo indica, cometidos colec-
tivamente? ¿Cuál sería el vínculo plausible entre estos señores y los secuestros
y violaciones tumultuarias que permitiría llevarlos a juicio? Falta ahí una ra-
zón. Y es justamente aquí, en la búsqueda de esta razón, que la idea de la que
tanto se abusa del «móvil sexual» resulta insuficiente. Nuevas tipificaciones
y un refinamiento de las definiciones se hacen necesarios para que sea posi-
ble comprender la especificidad de un número restringido de las muertes de
Juárez; es necesario también formular nuevas categorías jurídicas. Especial-
mente, es necesario decir lo que parece obvio: que ningún crimen realizado
por marginales comunes se prolonga por tanto tiempo en total impunidad, y
que ninguna policía seria habla con tamaña liviandad de lo que, en general,
es producto de una larga investigación: el móvil, el motivo, la razón de un cri-
men. Esas verdades elementales causaron estremecimiento en Ciudad Juárez
y resultaron impronunciables.

La ciencia y la vida

Algún tiempo antes de oír hablar de Ciudad Juárez por primera vez, entre los
años 1993 y 1995, conduje una investigación sobre la mentalidad de los conde-
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se permite la copia

nados por violación, presos en la penitenciaria de Brasilia.5 Mi «escucha» de

4 Golpeado y dejado por muerto en una calle de la Ciudad de México hace más de cuatro años,
cuando se encontraba en plena investigación para su libro, lo que le causó la pérdida de todos los
dientes y lo obligó a permanecer un mes hospitalizado.
5 Presenté los resultados en Segato, Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género
entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, Buenos Aires, Universidad Nacional de
Quilmes/Prometeo, 2003.
38 La guerra contra las mujeres

lo dicho por estos presidiarios, todos ellos condenados por ataques sexuales
realizados en el anonimato de las calles y a víctimas desconocidas, respalda
la tesis feminista fundamental de que los crímenes sexuales no son obra de
desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, sino expre-
siones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos y
nuestras fantasías y les confiere inteligibilidad. En otras palabras: el agresor y
la colectividad comparten el imaginario de género, hablan el mismo lenguaje,
pueden entenderse. Emerge de las entrevistas con más fuerza que nunca lo que
Menacher Amin ya había descubierto con datos empíricos y análisis cuantitati-
vo, que, contrariando nuestras expectativas, los violadores, las más de las veces,
no actúan en soledad, no son animales asociales que acechan a sus víctimas
como cazadores solitarios, sino que lo hacen en compañía. No hay palabras
suficientes para enfatizar la importancia de ese hallazgo y sus consecuencias
para entender las violaciones como verdaderos actos que acontecen in societate,
es decir, en un nicho de comunicación que puede ser penetrado y entendido.
Uso y abuso del cuerpo del otro sin que este participe con intención o vo-
luntad, la violación se dirige al aniquilamiento de la voluntad de la víctima,
cuya reducción es justamente significada por la pérdida de control sobre el
comportamiento de su cuerpo y el agenciamiento del mismo por la voluntad
del agresor. La víctima es expropiada del control sobre su espacio-cuerpo.
Es por eso que podría decirse que la violación es el acto alegórico por ex-
celencia de la definición schmittiana de la soberanía: control legislador sobre
un territorio y sobre el cuerpo del otro como anexo a ese territorio (Agamben,
1998; Schmitt, 2008 [1922]). Control irrestricto, voluntad soberana arbitraria y
discrecional cuya condición de posibilidad es el aniquilamiento de atribuciones
equivalentes en los otros y, sobre todo, la erradicación de la potencia de estos
como índices de alteridad o subjetividad alternativa. En ese sentido, también
este acto está vinculado a la consumición del otro, a un canibalismo mediante el
cual el otro perece como voluntad autónoma y su oportunidad de existir sola-
mente persiste si es apropiada e incluida en el cuerpo de quien lo ha devorado.
Su resto de existencia persiste solo como parte del proyecto del dominador.
©

¿Por qué la violación obtiene ese significado? Porque debido a la función


se permite la copia

de la sexualidad en el mundo que conocemos, ella conjuga en un acto único


la dominación física y moral del otro. Y no existe poder soberano que sea so-
lamente físico. Sin la subordinación psicológica y moral del otro lo único que
existe es poder de muerte, y el poder de muerte, por sí solo, no es soberanía.
La soberanía completa es, en su fase más extrema, la de «hacer vivir o dejar
morir» (Foucault, 2000). Sin dominio de la vida en cuanto vida, la dominación
no puede completarse. Es por esto que una guerra que resulte en exterminio
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez 39

no constituye victoria, porque solamente el poder de colonización permite la


exhibición del poder de muerte ante los destinados a permanecer vivos. El
trazo por excelencia de la soberanía no es el poder de muerte sobre el subyu-
gado, sino su derrota psicológica y moral, y su transformación en audiencia
receptora de la exhibición del poder de muerte discrecional del dominador.
Es por su calidad de violencia expresiva más que instrumental —violen-
cia cuya finalidad es la expresión del control absoluto de una voluntad sobre
otra— que la agresión más próxima a la violación es la tortura, física o moral.
Expresar que se tiene en las manos la voluntad del otro es el telos o finalidad
de la violencia expresiva. Dominio, soberanía y control son su universo de
significación. Cabe recordar que estas últimas, sin embargo, son capacidades
que solo pueden ser ejercidas frente a una comunidad de vivos y, por lo tanto,
tienen más afinidad con la idea de colonización que con la idea de exterminio.
En un régimen de soberanía, algunos están destinados a la muerte para que
en su cuerpo el poder soberano grabe su marca; en este sentido, la muerte
de estos elegidos para representar el drama de la dominación es una muerte
expresiva, no una muerte utilitaria.
Es necesario todavía entender que toda violencia, aun aquella en la cual
domina la función instrumental como, por ejemplo, la que tiene por objetivo
apropiarse de lo ajeno, incluye una dimensión expresiva, y en este sentido
se puede decir lo que cualquier detective sabe: que todo acto de violencia,
como un gesto discursivo, lleva una firma. Y es en esta firma que se conoce
la presencia reiterada de un sujeto por detrás de un acto. Cualquier detective
sabe que, si reconocemos lo que se repite en una serie de crímenes, podremos
identificar la firma, el perfil, la presencia de un sujeto reconocible por detrás
del acto. El modus operandi de un agresor es nada más y nada menos que la
marca de un estilo en diversas alocuciones. Identificar el estilo de un acto
violento como se identifica el estilo de un texto nos llevará al perpetrador,
en su papel de autor. En este sentido, la firma no es una consecuencia de la
deliberación, de la voluntad, sino una consecuencia del propio automatismo
de la enunciación: la huella reconocible de un sujeto, de su posición y de sus
©

intereses, en lo que dice, en lo que expresa en palabra o acto (Derrida, 1989).


se permite la copia

Si la violación es, como afirmo, un enunciado, se dirige necesariamente a uno


o varios interlocutores que se encuentran físicamente en la escena o presentes
en el paisaje mental del sujeto de la enunciación.
Sucede que el violador emite sus mensajes a lo largo de dos ejes de inter-
locución y no solamente de uno, como generalmente se considera, pensán-
dose exclusivamente en su interacción con la víctima. En el eje vertical, él
habla, sí, a la víctima, y su discurso adquiere un cariz punitivo y el agresor un
40 La guerra contra las mujeres

perfil de moralizador, de paladín de la moral social porque, en ese imaginario


compartido, el destino de la mujer es ser contenida, censurada, disciplinada,
reducida, por el gesto violento de quien reencarna, por medio de este acto, la
función soberana.
Pero es posiblemente el descubrimiento de un eje horizontal de interlocu-
ción el aporte más interesante de mi investigación entre los presidiarios de Bra-
silia. Aquí, el agresor se dirige a sus pares, y lo hace de varias formas: les solicita
ingreso en su sociedad y, desde esta perspectiva, la mujer violada se comporta
como una víctima sacrificial inmolada en un ritual iniciático; compite con ellos,
mostrando que merece, por su agresividad y poder de muerte, ocupar un lugar
en la hermandad viril y hasta adquirir una posición destacada en una fratría
que solo reconoce un lenguaje jerárquico y una organización piramidal.
Esto es así porque en el larguísimo tiempo de la historia del género, tan
largo que se confunde con la historia de la especie, la producción de la mas-
culinidad obedece a procesos diferentes a los de la producción de femineidad.
Evidencias en una perspectiva transcultural indican que la masculinidad es
un estatus condicionado a su obtención —que debe ser reconfirmada con una
cierta regularidad a lo largo de la vida— mediante un proceso de aprobación
o conquista y, sobre todo, supeditado a la exacción de tributos de un otro
que, por su posición naturalizada en este orden de estatus, es percibido como
el proveedor del repertorio de gestos que alimentan la virilidad. Ese otro, en
el mismo acto en que hace entrega del tributo instaurador, produce su propia
exclusión de la casta que consagra. En otras palabras, para que un sujeto ad-
quiera su estatus masculino, como un título, como un grado, es necesario que
otro sujeto no lo tenga pero que se lo otorgue a lo largo de un proceso persua-
sivo o impositivo que puede ser eficientemente descrito como tributación.6
En condiciones sociopolíticas «normales» del orden de estatus, nosotras, las
mujeres, somos las dadoras del tributo; ellos, los receptores y beneficiarios. Y
la estructura que los relaciona establece un orden simbólico marcado por la
desigualdad que se encuentra presente y organiza todas las otras escenas de
la vida social regidas por la asimetría de una ley de estatus.
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se permite la copia

En síntesis, de acuerdo con este modelo, el crimen de estupro resulta de un


mandato que emana de la estructura de género y garantiza, en determinados
casos, el tributo que acredita el acceso de cada nuevo miembro a la cofradía
viril. Y se me ocurre que el cruce tenso entre sus dos coordenadas, la vertical,
de consumición de la víctima, y la horizontal, condicionada a la obtención del

6 Véase el capítulo «La célula violenta que Lacan no vio: un diálogo (tenso) entre la antropología
y el psicoanálisis» en Segato, cit., 2003.
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez 41

tributo, es capaz de iluminar aspectos fundamentales del largo y establecido


ciclo de los feminicidios de Ciudad Juárez. De hecho, lo que me llevó a Ciu-
dad Juárez es que mi modelo interpretativo de la violación es capaz de lanzar
nueva luz sobre el enigma de los feminicidios y permite organizar las piezas
del rompecabezas haciendo emerger un diseño reconocible.
Inspirada en este modelo que tiene en cuenta y enfatiza el papel de la
coordenada horizontal de interlocución entre miembros de la fratría, tiendo
a no entender los feminicidios de Juárez como crímenes en los que el odio
hacia la víctima es el factor predominante.7 No discuto que la misoginia, en
el sentido estricto de desprecio a la mujer, sea generalizada en el ambiente
donde los crímenes tienen lugar. Pero estoy convencida de que la víctima es
el desecho del proceso, una pieza descartable, y de que condicionamientos
y exigencias extremas para atravesar el umbral de la pertenencia al grupo
de pares se encuentran por detrás del enigma de Ciudad Juárez. Quienes
dominan la escena son los otros hombres y no la víctima, cuyo papel es ser
consumida para satisfacer la demanda del grupo de pares. Los interlocuto-
res privilegiados en esta escena son los iguales, sean estos aliados o compe-
tidores: los miembros de la fratría mafiosa, para garantizar la pertenencia y
celebrar su pacto; los antagonistas, para exhibir poder frente a los compe-
tidores en los negocios; las autoridades locales, las autoridades federales,
los activistas, académicos y periodistas que osen inmiscuirse en el sagrado
dominio; los parientes subalternos —padres, hermanos, amigos— de las víc-
timas. Estas exigencias y formas de exhibicionismo son características del
régimen patriarcal en un orden mafioso.

Los feminicidios de Ciudad Juárez: una apuesta criminológica

Presento aquí una lista con algunas ideas que, combinadas, se constelan en
una imagen posible del lugar, las motivaciones, las finalidades, los signifi-
cados, las ocasiones y las condiciones de posibilidad de los feminicidios. Mi
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se permite la copia

problema aquí es que la exposición no puede más que ser hecha en forma de
listado. Sin embargo, los temas desplegados forman una esfera de sentido; no
una sucesión lineal de elementos sucesivos sino una unidad significativa: el
mundo de Ciudad Juárez. Y es por eso que no es preciso que los hechos for-
men parte de una conciencia discursiva por parte de los autores, ya que son,

7 Como se afirma, por ejemplo, en el libro de Hill Radford y Diana E.H. Russell, Femicide: The
Politics of Woman Killing, Nueva York, Twayne Publishers, 1992.
42 La guerra contra las mujeres

fundamentalmente, acciones constitutivas de su mundo. Hablar de causas y


efectos no me parece adecuado. Hablar de un universo de sentidos entrelaza-
dos y motivaciones inteligibles, sí.

El lugar: La Gran Frontera

Frontera entre el exceso y la falta, Norte y Sur, Marte y la Tierra, Ciudad Juá-
rez no es un lugar alegre. Abriga muchos llantos, muchos terrores.
La frontera que el dinero debe atravesar para alcanzar la tierra firme don-
de el capital se encuentra finalmente a salvo y da sus frutos en prestigio, se-
guridad, confort y salud. La frontera detrás de la cual el capital se moraliza
y se encuentran los bancos que valen la pena. La frontera con el país más
controlado del mundo, con sus rastreos de vigilancia cerrada y casi infalible.
A partir de ese punto, de esa línea en el desierto, cualquier negocio ilícito
debe ser ejecutado con un sigilo más estricto, en sociedades clandestinas más
cohesionadas y juradas que en cualquier otro lugar. El lacre de un silencio
riguroso es su requisito. La frontera donde los grandes empresarios viven de
un lado y «trabajan» del otro; de la gran expansión y valorización territorial
—literalmente, terrenos robados al desierto cada día, cada vez más cerca del
río Bravo. La frontera del tráfico más lucrativo del mundo: tráfico de drogas,
tráfico de cuerpos. La frontera que separa una de las manos de obra más caras
del mundo de una de las manos de obra más baratas. Esa frontera es el escena-
rio del mayor y más prolongado número de ataques y asesinatos de mujeres
con modus operandi semejante del que se tiene noticia en «tiempos de paz».

Los propósitos

La evidencia de un larguísimo periodo de inercia de la justicia en torno a los


crímenes conduce inmediatamente nuestra atención hacia el subtexto perma-
nente de los mismos: los crímenes hablan de impunidad. Impunidad es su
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se permite la copia

gran tema y, por lo tanto, es la impunidad la puerta de entrada para su desci-


framiento. Podría ser que, si bien el caldo de cultivo para los asesinatos es el
ambiente que acabo de describir, caracterizado por la concentración de poder
económico y político y, por lo tanto, con altos niveles de privilegio y protec-
ción para algunos grupos, creo sin embargo que nos equivocamos cuando
pensamos en la impunidad exclusivamente como un factor causal.
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez 43

Deseo proponer que los feminicidios de Juárez se pueden comprender mejor


si dejamos de pensarlos como consecuencia de la impunidad e imaginamos
que se comportan como productores y reproductores de impunidad. Esta fue
mi primera hipótesis y es posible también que haya sido el primer propósito
de sus perpetradores en el tiempo: sellar, con la complicidad colectivamente
compartida en las ejecuciones horrendas, un pacto de silencio capaz de ga-
rantizar la lealtad inviolable a cofradías mafiosas que operan a través de la
frontera más patrullada del mundo. Dar prueba, también, de la capacidad de
crueldad y poder de muerte que negocios de alta peligrosidad requieren. El
ritual sacrificial, violento y macabro, une a los miembros de la mafia y vuelve
su vínculo inviolable. La víctima sacrificial, parte de un territorio dominado,
es forzada a entregar el tributo de su cuerpo a la cohesión y vitalidad del
grupo y la mancha de su sangre define la esotérica pertenencia al mismo por
parte de sus asesinos. En otras palabras, más que una causa, la impunidad
puede ser entendida como un producto, el resultado de estos crímenes, y los
crímenes como un modo de producción y reproducción de la impunidad: un
pacto de sangre en la sangre de las víctimas.
En este sentido, es posible apuntar ya aquí una diferencia fundamental
entre este tipo de crimen y los crímenes de género perpetrados en la intimidad
del espacio doméstico, sobre víctimas que pertenecen al círculo de relaciones
de los abusadores (hijas, hijastras, sobrinas, esposas, etc.). Si al abrigo del es-
pacio doméstico el hombre abusa de las mujeres que se encuentran bajo su
dependencia porque puede hacerlo, es decir, porque estas ya forman parte del
territorio que controla, el agresor que se apropia del cuerpo femenino en un
espacio abierto, público, lo hace porque debe hacerlo para demostrar que pue-
de. En un caso, se trata de una constatación de un dominio ya existente; en el
otro, de una exhibición de capacidad de dominio que debe ser reeditada con
cierta regularidad y puede ser asociada a los gestos rituales de renovación de
los votos de virilidad. El poder está, aquí, condicionado a una muestra públi-
ca dramatizada a menudo en un acto predatorio del cuerpo femenino. Pero la
producción y la manutención de la impunidad mediante el sello de un pacto
de silencio en realidad no se distinguen de lo que se podría describir como
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la exhibición de la impunidad. La estrategia clásica del poder soberano para


reproducirse como tal es divulgar e incluso espectacularizar el hecho de que
se encuentra más allá de la ley. Podemos entender también de esta forma los
crímenes de Ciudad Juárez y sugerir que, si por un lado son capaces de sellar
la alianza en el pacto mafioso, por otro, también cumplen con la función de
ejemplaridad por medio de la cual se refuerza el poder disciplinador de toda
ley. Con el importante agregado de que la asociación mafiosa parece actuar
44 La guerra contra las mujeres

en red y articulación tentacular con sujetos insertados en la administración


oficial a varios niveles, revelándose por lo tanto como un Segundo Estado que
controla y da forma a la vida social por debajo del manto de la ley.
Esto es así porque en la capacidad de secuestrar, torturar y matar reiterada
e impunemente, el sujeto autor de estos crímenes ostenta, más allá de cual-
quier duda, la cohesión, vitalidad y control territorial de la red corporativa
que comanda. Es evidente que la continuidad de este tipo de crímenes por
once años sin que su recurrencia sea perturbada requiere recursos humanos y
materiales cuantiosos que involucran: control de una red de asociados extensa
y leal, acceso a lugares de detención y tortura, vehículos para el transporte de
la víctima, acceso e influencia o poder de intimidación o chantaje sobre los
representantes del orden público en todos sus niveles, incluso federal; acceso
e influencia o poder de intimidación o chantaje sobre los miembros del gobier-
no y la administración pública en todos sus niveles, incluso federal. Lo que es
importante notar es que, al mismo tiempo que esta red de aliados es acciona-
da por quien comanda los crímenes corporativos de Ciudad Juárez, se exhibe
su existencia, en franca ostentación de un dominio totalitario de la localidad.

Los significados

Es precisamente al cumplir este último papel que los asesinatos pasan a com-
portarse como un sistema de comunicación. Si escuchamos con atención los
mensajes que allí circulan, podremos acceder al rostro del sujeto que en ellos
habla. Solamente después de comprender lo que dice, a quién y para qué,
podremos localizar la posición desde la cual emite su discurso. Es por eso
mismo que debemos insistir en que, cada vez que el lema del móvil sexual
se repite con liviandad antes de analizar minuciosamente lo «dicho» en estos
actos de interlocución, perdemos la oportunidad de seguirle el rastro a quien
se esconde detrás del texto sangriento.
En otras palabras, los feminicidios son mensajes emanados de un sujeto
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autor que solo puede ser identificado, localizado, perfilado, mediante una
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«escucha» rigurosa de estos crímenes como actos comunicativos. Es en su dis-


curso que encontramos al sujeto que habla, es en su discurso que la realidad
de este sujeto se inscribe como identidad y subjetividad y, por lo tanto, se
vuelve rastreable y reconocible. Así mismo, en su enunciado, podemos en-
contrar el rastro de su interlocutor, su impronta, como un negativo. Eso no es
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez 45

verdad solamente para los acting outs violentos que la policía investiga, sino
también para el discurso de cualquier sujeto, como lo han explicado multitud
de filósofos y teóricos literarios contemporáneos.8
Si el acto violento es entendido como mensaje y los crímenes se perciben
orquestados en claro estilo responsorial, nos encontramos con una escena
donde los actos de violencia se comportan como una lengua capaz de fun-
cionar eficazmente para los entendidos, los avisados, los que la hablan, aun
cuando no participen directamente en la acción enunciativa. Es por eso que,
cuando un sistema de comunicación con un alfabeto violento se instala, es
muy difícil desinstalarlo, eliminarlo. La violencia constituida y cristalizada
en forma de sistema de comunicación se transforma en un lenguaje estable y
pasa a comportarse con el casi-automatismo de cualquier idioma.
Preguntarse, en estos casos, por qué se mata en un determinado lugar es
semejante a preguntarse por qué se habla una determinada lengua (el italia-
no en Italia, el portugués en Brasil...). Un día, cada una de esas lenguas se
estableció por procesos históricos de conquista, colonización, migraciones o
unificación de territorios bajo un mismo Estado nacional. En este sentido, las
razones por las cuales hablamos una lengua son arbitrarias y no pueden ser
explicadas por una lógica necesaria. Son, por lo tanto, también históricos los
procesos por los cuales una lengua es abolida, erradicada de un territorio. El
problema de la violencia como lenguaje se agrava aún más si consideramos
que existen ciertas lenguas que, en determinadas condiciones históricas, tien-
den a convertirse en lingua franca y a generalizarse más allá de las fronteras
étnicas o nacionales que le sirvieron de nicho originario.
Preguntamos entonces: ¿quién habla aquí? ¿A quién? ¿Qué le dice? ¿Cuán-
do? ¿Cuál es la lengua del feminicidio? ¿Qué significante es la violación? Mi
apuesta es que el autor de este crimen es un sujeto que valoriza la ganancia
y el control territorial por encima de todo, incluso por encima de su propia
felicidad personal. Un sujeto con su entorno de vasallos que deja así absoluta-
mente claro que Ciudad Juárez tiene dueños, y que esos dueños matan muje-
res para mostrar que lo son. «Soberano es aquel para quien todos los hombres
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son potencialmente hominis sacri» (vida «nuda» que puede ser aniquilada sin
consecuencias porque, como expresaba un tipo jurídico de la pena de muer-
te en el derecho romano, su condena consistía en retirarles cualquier estatus
civil y humano; Agamben, 1998) «y homo sacer es aquel con respecto a quien

8 Véase un panorama de esta forma de «escucha» contemporánea del texto en autores como
Bakhtin, Lacan, Levinas y otros en David Patterson, Literature and Spirit. Essays on Bakhtin and his
contemporaries, Lexington, The University Press of Kentucky, 1988.
46 La guerra contra las mujeres

todos los hombres actúan como soberanos» (Agamben, 2007). ¿Sabrá el autor
de esas líneas que, en cierto sentido, la noción de vida nuda puede ser referida
a las mujeres, ya que, como queda claro en comarcas como Ciudad Juárez, es
posible apagar su existencia sin consecuencias para la ley?
El poder soberano no se afirma si no es capaz de sembrar el terror. Se dirige
con esto a los otros hombres de la comarca, a los tutores o responsables de la
víctima en su círculo doméstico y a quienes son responsables de su protección
como representantes del Estado; le habla a los hombres de las otras fratrías
amigas y enemigas para demostrar los recursos de todo tipo con que cuenta y
la vitalidad de su red de sustentación; le confirma a sus aliados y socios en los
negocios que la comunión y la lealtad de grupo continúa incólume. Les dice
que su control sobre el territorio es total, que su red de alianzas es cohesiva y
confiable, y que sus recursos y contactos son ilimitados.
Se pronuncia de esta forma cuando se consolida una fratría; cuando se
planea un negocio amenazado por el peligro de lo ilícito en esta frontera pa-
trullada; cuando se abren las puertas para algún nuevo miembro; cuando otro
grupo mafioso desafía el control sobre el territorio; cuando hay intrusiones
externas, inspecciones, en el coto totalitario de la localidad.
La lengua del feminicidio utiliza el significante cuerpo femenino para in-
dicar la posición de lo que puede ser sacrificado en aras de un bien mayor, de
un bien colectivo, como es la constitución de una fratría mafiosa. El cuerpo de
mujer es el índice por excelencia de la posición de quien rinde tributo, víctima
cuyo sacrificio y consumición podrán más fácilmente ser absorbidos y natura-
lizados por la comunidad.
Es parte de este proceso de digestión la acostumbrada doble victimización
de la ya víctima, así como la doble y triple victimización de su familia, repre-
sentada las más de las veces por una madre triste. Un mecanismo de defensa
cognitiva casi incontrolable hace que, para reducir la disonancia entre la lógi-
ca con que esperamos que la vida se comporte y la manera en que se comporta
en realidad, odiemos a quien encarna esa inversión, esa infracción a la gramá-
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tica de la sociabilidad. Ante la ausencia definitiva de un agresor, alguien tiene


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que ser responsabilizado por la desdicha colectiva así causada.


Así como es común que el condenado recuerde a su víctima con gran ren-
cor por asociarla al desenlace de su destino y a la pérdida de su libertad, de la
misma forma que la comunidad se sumerge más y más en una espiral misó-
gina que, a falta de un soporte más adecuado para deshacerse de su malestar,
le permite depositar en la propia víctima la culpa por la crueldad con que
fue tratada. Fácilmente optamos por reducir nuestro sufrimiento frente a la
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez 47

injusticia intolerable testimoniada, aduciendo que «debe haber una razón».


Así, las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez se transforman rápidamente en
prostitutas, mentirosas, fiesteras, drogadictas y en todo aquello que pueda
liberarnos de la responsabilidad y la amargura que nos inocula depararnos
con su suerte injusta.
En la lengua del feminicidio, cuerpo femenino también significa territo-
rio y su etimología es tan arcaica como recientes son sus transformaciones.
Ha sido constitutivo del lenguaje de las guerras, tribales o modernas, que el
cuerpo de la mujer se anexe como parte del país conquistado. La sexualidad
vertida sobre el mismo expresa el acto domesticador, apropiador, cuando
insemina el territorio-cuerpo de la mujer. Por esto, la marca del control te-
rritorial de los señores de Ciudad Juárez puede ser inscrita en el cuerpo de
sus mujeres como parte o extensión del dominio afirmado como propio. La
violación tumultuaria es, como en los pactos de sangre, la mezcla de subs-
tancias corporales de todos los que en ella participan; el acto de compartir
la intimidad en su aspecto más feroz, de exponer lo que se guarda con más
celo. Como el corte voluntario del que aflora la sangre, la violación es una
publicación de la fantasía, la transgresión de un límite, un gesto radicalmen-
te comprometedor.
La violación, la dominación sexual, tiene también como rasgo conjugar el
control no solamente físico sino también moral de la víctima y sus asociados.
La reducción moral es un requisito para que la dominación se consume y la
sexualidad, en el mundo que conocemos, está impregnada de moralidad.
¿Qué es, entonces, un feminicidio, en el sentido que Ciudad Juárez le con-
fiere a esta palabra? Es el asesinato de una mujer genérica, de un tipo de mu-
jer, solo por ser mujer y por pertenecer a este tipo, de la misma forma que el
genocidio es una agresión genérica y letal a todos aquellos que pertenecen al
mismo grupo étnico, racial, lingüístico, religioso o ideológico. Ambos críme-
nes se dirigen a una categoría, no a un sujeto específico. Precisamente, este
sujeto es despersonalizado como sujeto porque se hace predominar en él la
categoría a la cual pertenece sobre sus rasgos individuales biográficos o de
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personalidad.
Pero hay, me parece, una diferencia entre estos dos tipos de crímenes que
debería ser mejor examinada y discutida. Si en el genocidio la construcción
retórica del odio al otro conduce la acción de su eliminación, en el feminicidio
la misoginia por detrás del acto es un sentimiento más próximo al de los ca-
zadores por su trofeo: se parece al desprecio por su vida o a la convicción de
que el único valor de esa vida radica en su disponibilidad para la apropiación.
48 La guerra contra las mujeres

Los crímenes, así, parecerían hablar de un verdadero «derecho de pernada»


bestial, de un barón feudal y postmoderno con su grupo de acólitos, como
expresión por excelencia de su dominio absolutista sobre un territorio, donde
el derecho sobre el cuerpo de la mujer es una extensión del derecho del señor
sobre su gleba. Sin embargo, en el más que terrible orden contemporáneo
postmoderno, neoliberal, postestatal, postdemocrático, el barón se volvió ca-
paz de controlar de forma casi irrestricta su territorio como consecuencia de
la acumulación descontrolada característica de la región de expansión fron-
teriza, exacerbada por la globalización de la economía y la desregulación del
mercado neoliberal en vigor. Su única fuerza reguladora radica en la codicia
y en la potencia de rapiña de sus competidores: los otros barones del lugar.
Microfascismos regionales y su control totalitario de la provincia acom-
pañan la decadencia del orden nacional de este lado de la Gran Frontera y
requieren, más que nunca, la aplicación urgente de formas de legalidad y con-
trol de cuño internacionalista. Los misteriosos crímenes perpetrados contra
las mujeres de Ciudad Juárez indican que la descentralización, en un contexto
de desestatización y de neoliberalismo, no puede sino instalar un totalitaris-
mo de provincia, en una conjunción regresiva entre postmodernidad y feuda-
lismo, donde el cuerpo femenino es anexado al dominio territorial.

Las condiciones de posibilidad

La extrema asimetría por la extracción desregulada de ganancias por parte


de un grupo es una condición crucial para que se establezca un contexto de
impunidad. Cuando la desigualdad de poderes es tan extrema como en un
régimen neoliberal ilimitado, no hay posibilidad real de separar negocios lí-
citos de negocios ilícitos; la desigualdad se vuelve tan acentuada que permite
el control territorial absoluto a nivel subestatal por parte de algunos grupos y
sus redes de sustento y alianza. Estas redes instalan, entonces, un verdadero
totalitarismo de provincia y pasan a demarcar y expresar sin ambigüedades el
régimen de control vigente en la región. Los crímenes de mujeres de Ciudad
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Juárez me parecen una forma de significar ese tipo de dominio territorial. Una
característica fuerte de los regímenes totalitarios es el encierro, la representa-
ción del espacio totalitario como un universo sin lado de afuera, encapsulado
y autosuficiente, donde una estrategia de atrincheramiento por parte de las
élites impide a los habitantes acceder a una percepción diferente, exterior, al-
ternativa, de la realidad. Una retórica nacionalista que se afirma en una cons-
trucción primordialista de la unidad nacional (como es el caso de la «mexi-
canidad» en México, la «civilización tropical» en Brasil o el «ser nacional» en
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez 49

Argentina) beneficia a los que detentan el control territorial y el monopolio


de la voz colectiva. Estas metafísicas de la nación basadas en un esencialismo
antihistórico, por más populares y reivindicativas que puedan presentarse,
trabajan con los mismos procedimientos lógicos que ampararon el nazismo.
Este mismo tipo de ideología nacional puede ser también encontrado en las
regiones cuando una élite regional consolida su dominio sobre el espacio y
legitima sus privilegios en una ideología primordialista de la región, es decir,
trabajando su identificación con un grupo étnico o con una herencia de civi-
lización. Consignas nativistas poderosas presionan para la formación de un
sentimiento de lealtad a los emblemas de la unidad territorial con los cuales
la élite, por otro lado, diseña su heráldica. Cultura popular significa, en un
medio totalitario, cultura apropiada; pueblo son los habitantes del territorio
controlado; y autoridades son los dueños del discurso, la cultura tradicional,
la riqueza producida por el pueblo y el territorio totalizado. Como en el to-
talitarismo de nación, una de las estrategias principales del totalitarismo de
región es la de prevenir a la colectividad contra cualquier discurso que pueda
ser tildado de no autóctono, no emanado y sellado por el compromiso de la
lealtad interior. «Extranjero» y «extraño en la comarca» son transformados en
categorías de acusación y se confisca la posibilidad de hablar «desde afuera».
Por lo tanto, la retórica es la de un patrimonio cultural que ha de ser defendi-
do por encima de todo y la de una lealtad territorial que predomina y excluye
otras lealtades, como, por ejemplo, la del cumplimiento de la ley, la de la lucha
por la expansión de los derechos y la demanda de activismo y arbitraje inter-
nacional para la protección de los derechos humanos.
Es por esto que si el «lado de adentro» y el sitio mediático son la estra-
tegia inequívoca de los líderes totalitarios, el «lado de afuera» es siempre el
punto de apoyo para la acción en el campo de los derechos humanos. En un
ambiente totalitario, el valor más martilleado es el «nosotros». El concepto de
nosotros se vuelve defensivo, atrincherado, patriótico y quien lo infringe es
acusado de traición. En este tipo de patriotismo, la primera víctima son los
otros interiores de la nación, de la región, de la localidad —siempre las mu-
jeres, los negros, los pueblos originarios, los disidentes. Estos otros interiores
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son coaccionados para que sacrifiquen, callen y posterguen su queja y el ar-


gumento de su diferencia en nombre de la unidad sacralizada y esencializada
de la colectividad.
Es blandiendo ese conjunto de representaciones típicamente totalitarias
—de un totalitarismo de provincia— que los medios de comunicación juaren-
ses descalifican uno a uno a los veedores foráneos. El discurso de los medios
es, cuando se «escucha» el subtexto de la noticia, cuando se lee entre líneas:
50 La guerra contra las mujeres

«Es mejor un asesino propio, por más cruel que sea, que un justiciero aje-
no, aunque tenga razón». Esta conocida estrategia propagandística elemental
construye, todos los días, frente a cualquier amenaza de la mirada exterior,
la muralla totalitaria de Ciudad Juárez, y ha contribuido, a lo largo de estos
años, a escamotear la verdad al pueblo y a neutralizar las fuerzas de la ley que
se resistan a una articulación protésica con los poderes locales.
Imposible no recordar Ciudad Juárez cuando leemos a Hannah Arendt:

Los movimientos totalitarios han sido llamados «sociedades secretas montadas a


la luz del día».9 Realmente [...] la estructura de los movimientos [...] nos recuerda
en primer lugar ciertas características de esas sociedades. Las sociedades secretas
forman también jerarquías de acuerdo con el grado de «iniciación», regulan la vida
de sus miembros según un presupuesto secreto y ficticio que hace que cada cosa
parezca ser otra diferente; adoptan una estrategia de mentiras coherentes para en-
gañar a las masas de afuera, no iniciadas; exigen obediencia sin reservas por parte
de sus miembros, cuya cohesión se mantiene por la fidelidad a un líder frecuente-
mente desconocido y siempre misterioso, rodeado, o supuestamente rodeado, por
un pequeño círculo de iniciados; y estos, a su vez, son rodeados por semiiniciados
que constituyen una especie de «amortiguador» contra el mundo profano y hostil.
Los movimientos totalitarios tienen todavía en común con las sociedades secretas la
escisión dicotómica del mundo entre «hermanos por pacto de sangre» y una masa
indistinta e inarticulada de enemigos jurados [...] distinción basada en la absoluta
hostilidad al mundo que los rodea. [...] Tal vez la más clara semejanza entre las
sociedades secretas y los movimientos totalitarios resida en la importancia del ri-
tual [...] [Sin embargo] esa idolatría no prueba la existencia de tendencias pseudo-
religiosas o heréticas [...] son simple trucos organizacionales, muy practicados en
las sociedades secretas, que también forzaban a sus miembros a guardar secreto por
miedo y respeto a símbolos truculentos. Las personas se unen más firmemente a
través de la experiencia compartida de un ritual secreto que por la simple admisión
al conocimiento del secreto. (Arendt 1998: 425-427)

Pero ¿qué Estado es ese? ¿Qué liderazgo es ese que produce el efecto de un
totalitarismo regional? Es un Segundo Estado que necesita de un nombre. Un
nombre que sirviera de base para la categoría jurídica capaz de encuadrar en la
©

ley a sus dueños y la red de complicidad que controlan.10 Los feminicidios de


se permite la copia

9 Apud Alexandre Koyré, «The Political Function of the modern lie», Contemporary Jewish Record,
1945. La traducción del fragmento es mía a partir de la edición portuguesa.
10 Giorgio Agamben reconoce la noción de «estado dual» como adecuada para hablar del fun-
cionamiento de sistemas totalitarios como el fascismo y el nazismo. Ella alude a que estos tenían
un marco constitucional y reglas secundarias, las de un «Segundo Estado», que mantenían el
sistema cohesionado y funcionando; véase Agamben, Estado de excepción, Buenos Aires, Adriana
Hidalgo, 2007.
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez 51

Ciudad Juárez no son crímenes comunes de género sino crímenes corporativos


y, más específicamente, son crímenes del Segundo Estado, del Estado paralelo.
Se asemejan más, por su fenomenología, a los rituales que cimientan la unidad
de sociedades secretas y regímenes totalitarios. Comparten una característica
idiosincrática de los abusos del poder político: se presentan como crímenes
sin sujeto personalizado realizados sobre una víctima tampoco personalizada,
un poder secreto abduce a un tipo de mujer, victimizándola, para reafirmar
y revitalizar su capacidad de control. Por lo tanto, son más próximos a
crímenes de Estado, crímenes de lesa humanidad, donde el Estado paralelo
que los produce no puede ser encuadrado porque carecemos de categorías
y procedimientos jurídicos eficientes para enfrentarlo. Es por eso que sería
necesario crear nuevas categorías jurídicas para encuadrarlos y tornarlos
jurídicamente inteligibles, clasificables: no son crímenes comunes, es decir,
crímenes de género de motivación sexual, o de falta de entendimiento en el
espacio doméstico como afirman frívolamente agentes de la ley, autoridades
y activistas. Son crímenes que podrían ser llamados de Segundo Estado
o crímenes de corporación, en los que la dimensión expresiva del control
totalitario prevalece. Entiendo aquí «corporación» como el grupo o red que
administra los recursos, derechos y deberes propios de un Estado paralelo,
establecido firmemente en la región y con tentáculos en las cabeceras del
país. Si invirtiésemos los términos por un momento y dijéramos que el telos
o finalidad del capital y de «los mandamientos de la capitalización» no es el
proceso de acumulación, porque eso significaría caer en una tautología (la
finalidad de la acumulación es la acumulación; la finalidad de la concentración
es la concentración) y, por lo tanto, estaríamos describiendo el ciclo cerrado
de un fin en sí mismo; si, en lugar de eso, dijésemos que la finalidad
del capital es la producción de la diferencia mediante la reproducción y
ampliación progresiva de la jerarquía hasta el punto del exterminio como
expresión incontestable de su éxito, concluiríamos que solamente la muerte
de algunos es capaz de alegorizar idóneamente y de forma auto-evidente el
lugar y la posición de todos los dominados, del pueblo dominado, de la clase
dominada. Es en la exclusión y su significante por antonomasia, la capacidad
©

de supresión del otro, que el capital se consagra. ¿Y qué más emblemático


se permite la copia

del lugar de sometimiento que el cuerpo de la mujer mestiza, de la mujer


pobre, de la hija y hermana de los otros que son pobres y mestizos? ¿Dónde
podría significarse mejor la otredad producida justamente para ser vencida?
¿Qué trofeo serviría mejor de emblema a la prebenda de óptimos negocios
más allá de cualquier regla o restricción? Esa doblemente otra mujer emerge
así en la escena como el lugar de la producción y de la significación de la
última forma de control territorial totalitario —de cuerpos y terrenos, de
52 La guerra contra las mujeres

cuerpos como parte de terrenos— por el acto de su humillación y supresión.


Nos encontramos, así, frente al sin-límite de ambas economías, simbólica y
material. La depredación y la rapiña del ambiente y de la mano de obra se dan
la mano con la violación sistemática y corporativa. No olvidemos que rapiña,
en español, comparte su raíz con rape, violación en inglés. Si esto es así, no
solamente podemos afirmar que una comprensión del contexto económico a
gran escala nos ayuda a iluminar los acontecimientos de Ciudad Juárez, sino
también que las humildes muertas de Juárez, desde la pequeña escala de su
situación y localidad, nos despiertan y nos conducen a la más lúcida lectura
de las transformaciones que atraviesa el mundo en nuestros días, mientras se
vuelve, a cada instante, más inhóspito y aterrador.

Epílogo11

Las muertes y nosotros

Examinar con cautela mis razones personales al involucrarme en el caso de


Ciudad Juárez es, al final, necesario. Forma parte de mis resultados el haber
entendido que, si bien es de las propias víctimas, sus madres y deudos próxi-
mos el sufrimiento mayor, los atroces crímenes de mujeres de Ciudad Juárez
son jurisdicción obligatoria de todos los fueros y preocupación ineludible de
todas las personas que valorizan la justicia y la felicidad colectiva. Esto es así
por dos caminos: por un lado, el tema teórico, ético y jurídico de los feminici-
dios es semejante al gran tema del Holocausto y sus dilemas; ambos crímenes
son patrimonio, aprendizaje y lección que pertenece a la humanidad toda. Ni
se encuentran sus perpetradores fuera de un horizonte de humanidad común,
ni están sus víctimas dotadas de una cualidad esencial e idiosincrática que las
distinga de todos los otros pueblos masacrados de la historia. Las condiciones
históricas que nos transforman en monstruos o cómplices de los monstruos
nos acechan a todos. La amenaza de la «monstruificación» pende sobre todos,
©

sin excepción, así como la amenaza de la victimización. Basta establecer una


se permite la copia

frontera rigurosa y precisa entre un «nosotros» y un «los otros» y el proceso


estará en marcha.

11 Texto que leí para la presentación del libro Ciudad Juárez: De este lado del puente y de la obra
Lacrimosa de Rogelio Sosa, interpretada por Lorena Glinz, junto al fiscal anticorrupción español
Carlos Castresana y a Isabel Vericat el 29 de noviembre de 2004 en el Museo de El Chopo de la
Ciudad de México
SESIÓN 7. GORDAS. Del imperativo de delgadez a las luchas por la diversidad
corporal

• Magdalena Piñeyro, “Los lugares comunes de la gordofobia”, en Stop Gordofobia y las


panzas subversas, Málaga, Zambra y Baladre, 2016.
STOP 6 RllOFO YLAS PAllZAS S ERSAS

han negado Ja agencia1, Ja voz, el derecho a ser una persona humana y


no un simple objeto (de risa). La voz de Ja gorda no existe y si existe no
importa para el discurso dominante. Lo mismo ocurre en Jos medios de
comunicación: ¿qué noticias hablan de las personas gordas? Sólo las que
anuncian alarmas sobre Ja "epidemia"2 de Ja obesidad y el peligro de nues-
tra existencia para Ja humanidad, para Ja economía, para Ja salud, para Jos
animales, para todo el planeta Tierra... ¡¡¡A las gordas nos han llegado a
echar Ja culpa hasta del agujero de Ja capa de ozono!!! Y esto es verídico.
Todas estas cuestiones tienen como consecuencia que el punto de vista de
Ja gente gorda no esté reflejado en las producciones culturales de Ja socie-
dad de Ja que formamos parte. Yo no veo en las películas a una gorda con Ja
que identificarme ni física ni personalmente. No encontramos en Ja cultura
perspectivas de Ja gente gorda sobre Ja experiencia de nuestros cuerpos,
nuestra forma de vivir las relaciones sexuales o el amor; sobre nuestra ma-
nera de cuidarnos o mimarnos. Nuestros sueños, alegrías y frustraciones
no están en ningún sitio. Nuestras formas corporales tampoco (y si apare-
cen ya veíamos antes en qué circunstancias). Por Jo tanto, asumimos como
propios Jos relatos que realizan otras sobre nosotras, o Jos relatos de otras
sobre sí mismas desde Ja diferencia, Ja distancia y el rechazo por Jo que
somos. Las gordas nos vemos definidas a través de un ojo externo, de una
mirada que no es Ja nuestra. Estos ojos que nos definen son Jos ojos del
opresor, quien ha monopolizado Jos discursos de Ja sociedad y ha puesto
su punto de vista como el neutro, objetivo, correcto, verdadero, universal.
Ha monopolizado Ja opinión pública y nos ha convencido de que tiene
razón y que su punto de vista es el que representa a toda Ja humanidad
(incluidas nosotras las gordas). ¿Y qué nos dice? Que Ja gordura es recha-
zable, es enfermiza, es asquerosa, Ja gente gorda no es feliz y merece ser
invisibilizada o, en su defecto, humillada y ridiculizada.
Definirnos a través de Jos discursos del amo fue descrito por Ja filósofa fe-
minista Iris Marion Young como "imperialismo cultural". La autora exponía
en La justicia y la política de la diferencia que las personas bajo el impe-
rialismo cultural cuentan con una opresión bastante irónica, pues somos
socialmente visibles al ser marcadas como diferentes, pero culturalmente
invisibles al carecer Jos discursos dominantes de nuestro punto de vista o
perspectiva. Cita Young a W:E.B du Bois para explicar esta "doble concien-
cia": «esta sensación de vernos a nosotras mismas siempre a través de Jos
ojos de otras personas, de medir nuestras almas con Ja vara de un mundo
que nos contempla con divertido desprecio y Jástima» 3 •

1. Es decir, se les ha negado la capacidad de actuar, de llevar a cabo acciones.


2. Tal epidemia ha sido fuerte y argumentadamente cuestionada por muchos movimientos e
investigadoras/es antigordofóbicos. Un ejemplo: Deborah lupton, Fat Politics.
3. YOUNG Iris Marion, Op.cit., pág.104.

32
A continuación transcribo una de las historias que ha llegado a Stop Gor-
dofobia y que, a mi modo de ver, refleja a la perfección este asunto de la
"extranjerización corporal" propia del imperialismo cultural al que esta-
mos sometidas las gordas y las derivas que esto puede tomar:
«No me reconozco. Me miro en el espejo y quien está ahí no siento
ser yo. He pasado media vida sin hacer fotos, sin pararme a mirar
mi cuerpo, sólo imaginármelo o creérmelo, y ahora cuando quiero
aceptarlo, no me reconozco, he olvidado completamente quién soy, he
olvidado que mi cuerpo existe. Tengo un sueño recurrente en el que
intento visibilizarme y sale algo, algo que no soy yo. ( ...) No me veo, es
como si no existiera e intento aceptarme, pero me incomoda mirarme al
espejo (normalmente con más gente) porque es ¿en serio, esto soy yo?,
soy una maldita extranjera para mí misma. No me reconozco, no soy
quien por fuera se ve que soy. Y sí, "lo de dentro es Jo importante" pero
no sé cómo convivir con mi cuerpo cuando no lo veo como mío, cómo
luchar con él cuando soy una extranjera en él.»4

Mirar el espejo y no encontrar lo que nos exigen. Mirar el espejo y no


encontrar lo que esperamos, lo que nos han enseñado a esperar. Mirar el
espejo sin mirarse, porque los ojos que miran no son los nuestros: son
los del opresor.

DISCRIMINACIÓN LABORAL
Toda gorda se ha enfrentado alguna vez en la vida a un anuncio de em-
pleo que termina con un "se requiere buena presencia" y probablemente
todas hemos pensado lo mismo al leerlo ... : "¡MIERDA!''. Es de conoci-
miento popular que la gordura no se enmarca dentro de la "buena pre-
sencia" porque "buena presencia" no significa sólo vestirse bien, estar
limpia, perfumada o incluso ser educada... No, no, no. La buena presen-
cia implica también ser una persona delgada. Esto es extensible a otros
eufemismos como "se requiere buena imagen" o "se busca persona para
trabajar de cara al público". De todas estas opciones laborales las gordas
quedamos excluidas. Pero aún hay más: la cultura popular que asocia la
gordura con la vagancia, ineficacia, lentitud, inmovilidad, pereza, y un
largo etcétera de maravillosas cualidades, amplía aún más el ámbito de
exclusión y la marginación porque nadie quiere a un vago o a una lenta
trabajando para ella. No en vano afirma la socióloga Deborah Lupton en
Why is fat discrimination social/y aceptable?5 que, en comparación con
el resto de la gente, las gordas tenemos más probabilidades de caer en
4. Relato de Dunia Sly, 25 de junio del 2015 [www.facebook.com/Stopgordofobia consultado
el 10/01/2016)
S. LUPTON Deborah. ·'Why is fat discrimination socially acceptable?", Fat Politics: Collected
Writings. Department ofSociology and Social Policy, University ofSidney, 2013. [lmp://ses.
library.usyd.edu.au/ consultado el 11105/2015).

33
STOP 6 RllOFO YLAS PAllZAS S ERSAS

el desempleo y de acceder a empleos de peor calidad o peor pagados


debido nuestra cualidad corporal y, en consecuencia, más posibilidades
de caer en la pobreza con todo lo que ello conlleva: dependencia de los
servicios sociales del Estado, marginación, pérdida de autonomía, falta
de autoestima, etc. Yo iría más allá: uno de los grandes factores por los
que es discriminada la gente gorda en el ámbito laboral, condenada - tal
como ella misma expresa- a la marginación y a la exclusión, es porque no
se nos considera productivas; no cumplimos, al parecer, con la eficacia y
competitividad que el sistema capitalista requiere estética y corporal-
mente.
El 24 de enero del 2016 un hombre de Tenerife denunciaba en la radio
que una empresa gasolinera en la que cumplió el período de prueba
de una semana (sin contrato) le había anunciado que finalmente no lo
contrataría por ser gordo. En nuestra página también son denuncia-
dos casos como éste. Lejos de nuestro alcance está el acceso a una cifra
concreta de personas discriminadas por su peso en el sistema laboral,
mientras que sí se confirma que el peso es, en ocasiones, excusa para no
contratar o para realizar despidos, e incluso para cuestionar la capacidad
de alguien gordo de cara la realización de determinadas actividades. Así
ocurrió cuando Maggie de Block - médica de profesión- asumió el minis-
terio de Asuntos Sociales y Salud Pública en Bélgica en el 2014, donde, en
medio de una gran polémica, fue puesta en cuestión su idoneidad para el
cargo por ser una persona obesa·6 Con menos trascendencia y peores re-
sultados, encontramos los casos de dos hombres, uno en BrasiF y otro en
Uruguay8, a quienes en abril y mayo del 2014, respectivamente, el Estado
les impidió hacer toma de cargos públicos (ganados legítimamente) por
tener un Índice de Masa Corporal9 que los categoriza como obesos. Las
argumentaciones de ambos Estados giraban en torno a la "salud" de los
postulantes, mientras que estos últimos aseguraban que para los puestos
ofertados (el primero de profesor. el segundo de chófer) sus cuerpos no
suponían un impedimento. Ambos denunciaron al Estado. Ambos per-
dieron. Y esto último es lo importante, pues demuestra que el peso está
siendo utilizado como un argumento "legítimo" -incluso por el Estado-
6 . "La idoneidad de la Ministra de Salud Pública de Bélgica Noticia, cuestionada por su peso",
Periódico ABC, 14/10/2014. [hnp://www.abc.es/intemacional/20141O14/abci-obesa-minis-
tra-belga-201410141724.html consultado el 15/08/2015].
7. ''Le impiden aswnir el cargo a un profesor por ser obeso", El país (Uruguay), 15/04/2014 (hnp://
www.elpais.com.uy/mundc>'aswnir-eargo-publ ico-obeso-brasil.html consultado 15/0812015].
8. "Ganó un concurso pero no pudo entrar a Ja IMM por gordo", El País (Uruguay), 3010512014 (hnp://
www.elpais.com.uy/informacion/gano-concurso-no-pudo-entrar.honl consultado 15/08/20151
9 . El índice de masa corporal (IMC) es un indicador simple de Ja relación entre el peso y Ja talla
que se utiliza frecuentemente para identificar el sobrepeso y Ja obesidad en Jos adultos. Se calcu-
la dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros, quedando Ja
fórmula de esta forma: kg/m2 [Organización Mundial de Ja Salud www.who.int].
para impedir el acceso al mercado laboral a un sector de Ja población
basándose en un rasgo físico específico. Está prohibida Ja discriminación
por raza, sexo o religión, pero nadie ha dicho nada aún sobre Ja discrimi-
nación por peso o Índice de Masa Corporal.
Aquí un relato al respecto:
«Soy una chica con obesidad mórbida, pero no por ello vaga, ni torpe,
ni incapacitada laboralmente. Estoy harta de que cada vez que voy a
una entrevista me miren como a un bicho raro( ...). Cuando mando un
currículum me llaman, pero nunca me contratan, ¿por qué será? Hace
unos meses mi amiga y yo buscábamos trabajo, mandé un currículum
y me dijeron que tenían que cubrir varios puestos, así que me citaron
para una entrevista y de paso pedí también para mi amiga. Mi amiga es
guapa y delgada, y eso le bastó para que le ofrecieran el trabajo para el
que yo iba. Yo hablo tres idiomas, tengo una carrera relacionada con el
trabajo, varios cursos extras, velocidad con el teclado ... y mi amiga no
tiene títulos, ni idiomas, y no digo que ella no estuviese capacitada para
el puesto, simplemente nos vieron y la que nos entrevistó directamente
me dejó de lado para explicarle a ella Ja oferta, y concluyó diciendo que
para mí no tenían nada porque se requería buena presencia. ¿Buena
presencia? A ver, estoy gorda, pero voy limpia y bien vestida, me arreglo
y me saco partido ... ¿entonces? Que estoy gorda y parece que con eso
asusto a la gente. En fin, que como ahí me ha pasado en muchos sitios,
por teléfono me ofertan una cosa y cuando llego me voy con un posible
trabajo de teleoperadora, que claro ... ahí no me ve nadie.»'º

DISCRIMINACIÓN SANITARIA
Aún recuerdo Ja última vez que fui al centro de salud a consulta (por una
lesión que me hice en mi rodilla haciendo senderismo) y mi doctora de
cabecera me dijo con tono irónico y burlón: "vamos a tener que dejar de
comer hamburguesas". Yo no como hamburguesas, pero eso da igual. He
perdido Ja cuenta Ja cantidad de personas veganas que me han contado
relatos por el estilo: "Deja las hamburguesas y Ja bollería industrial" les
dice el médico sin venir a cuento ... pues va a ser que eso no es Jo que
como, pero te da igual, ¿verdad? Que no sabes ni qué como, ni cuándo,
ni en qué cantidades, ni de qué calidad, ni en qué tiempos ... pero vamos,
que te da igual. Porque ha atravesado esa puerta una persona gorda y
aunque venga por una gripe o porque se golpeó el dedo del pie con Ja me-
sita de noche, Ja recomendación oficial o el comentario de extranjis será
ADELGAZA (casos verídicos). La cuestión es: ¿está el servicio sanitario
realmente - en estos casos- preocupado por nuestra salud? ¿Es necesario
tal acoso?

10. Relato anónimo, 5 de julio del 2015.

35
STOP 6 RllOFO YLAS PAllZAS S ERSAS

A mí se me ocurren dos cosas que decir al respecto:


1) Las gordas no somos idiotas. Sabemos que somos gordas. Gracias a la
maravilla de la tecnología tenemos espejos en casa y también básculas algu-
nas, y otro producto espléndido llamado cámara de fotos. Tenemos además
estos problemitas usuales de no tener donde comprar ropa (por gordas) y
gente que te mira raro si vas por Ja calle comiéndote un dulce o un helado
(por gordas). Hay un mundo entero que nos escupe Ja verdad cotidianamen-
te (¡gorda!). Así que no ... No es necesario que cada vez que voy a pedir cura
para una gripe el médico me vuelva a decir Jo que me dice el mundo entero,
y mucho menos con ese tonito burlón que caracteriza a muchos de estos co-
mentarios. Cuando quiera consultar sobre dietas de adelgazamiento acudiré
a usted, señor doctor.
2) El peligro de estas prácticas de acoso de los médicos hacia las personas
gordas, es que muchas de nosotras nos negamos a volver al médico salvo
que ya no podamos más del dolor y esto supone un riesgo para nuestras vi-
das (por no ser pilladas a tiempo determinadas enfermedades, por ejemplo).
Y esto es así: muchas gordas tenemos pánico de ir al médico, porque sabe-
mos que aunque vayamos por un pelo enconado nos recordarán que somos
gordas que tenemos que adelgazar (aunque el peso no tenga nada que ver
con nuestra consulta, aunque no sepan el por qué del sobrepeso, y aunque
quizás estemos sanísimas). Y esta presión, sumada a la social, a la familiar, a
todas las presiones, nos ahoga, nos deprime, nos asfixia. Y en ocasiones nos
quita hasta las ganas de vivir, porque realmente lo que hacen con nosotras
es enviarnos un mensaje sumamente cruel: que este cuerpo que tenemos no
merece ser vivido. ¿Saben lo duro que puede ser eso? Lo repito: TU CUERPO
NO MERECE SER VIVIDO. Este es el mensaje que nos dan, esto es lo que nos
enseñan cada vez que una gorda se mata a hambre, por un tiempo, soñando
con adelgazar y la gente le anima a seguir dejando de comer (¿le dirían a una
persona delgada que deje de alimentarse?11 ). TU CUERPO NO MERECE SER
VIVIDO ¿Se imaginan decirle eso a una persona que utiliza silla de ruedas
para moverse o una mujer que ha sido quemada con ácido en su piel?: "Tu
cuerpo no merece ser vivido. Cámbialo o desaparece de mi vista". Porque eso
es lo que nos dicen a nosotras. Claro que este ataque hacia nosotras viene a
raíz del mito de que las gordas podemos cambiar fácilmente. Pero bueno, de
ese mito hablaremos más adelante.
Relataré dos de los casos que más recuerdo y los que más marcada me han
dejado. Ambos contados en alguna de las charlas que di por el Estado español
en el 2015.
11. Siempre he pensado que las gordas debemos sentir por nuestros cuerpos algo muy parecido a
lo que sienten las chicas que padecen trastornos de conducta alimenticia y odian sus cuerpos. la
diferencia radica en que a estas últimas se les invita a quererse en nombre de la salud, mientras
que a las gordas se nos invita a seguir odiándonos también en nombre de la salud.
Uno es el de una chica gorda que se asfixiaba con facilidad y por eso va
al médico. Él le receta adelgazar y hacer ejercicio. La chica cumple: hace
dieta y sale a correr. Pero cada vez se asfixiaba más, así que vuelve a ir al
médico. Esta vez el susodicho la examina con detalle y le manda a hacer
pruebas. El diagnóstico final: asma. Y la chica saliendo a correr. Olé. El
otro caso es el de una chica que tiene cáncer y, aunque era más o menos
delgada, ha engordado haciendo la quimioterapia. Tiene cita con la gine-
cóloga y esta no para de hacer alusiones a su peso, que "debería ponerse
a hacer dieta y adelgazar, que bajar de peso es más importante que cu-
rarse del cáncer", le dice. De nuevo: Olé. Este tipo de circunstancias son
las que nos llevan a decir que encontramos gordofobia en las consultas
médicas, una gordofobia que nubla en muchos casos el examen de las
doctoras y que en otros casos nos lleva a las gordas a no ir a consulta por
miedo al acoso.
Todo esto me recuerda al siguiente fragmento que encontré hace un
tiempo por internet escrito en inglés (de forma anónima) y traduje para
un artículo ...colgaría un cartelito con este texto en cada consulta médica
de occidente:
«La aceptación de los gordos no significa abogar por Ja gordura.
La aceptación de Jos gordos habla de rechazar una cultura que nos
lleva a sentir rabia y a fustigar nuestros cuerpos, incluso a odiarlos,
buscando el camino certero. Se trata de poner nuestras propias
fronteras y conocernos, y tomar decisiones inteligentes sobre
cómo vivir y tratarnos a nosotros mismos, y defender con fiereza
Ja privacidad de esas decisiones. Se trata de divulgar la idea de que
cualquier cosa que hagas con tu cuerpo debe venir desde el amor
propio y el cuidado de sí mismo, y no desde la culpabilidad, Jos
(pre)juicios de los demás, o del castigo. Se trata de demandar que
todos Jos cuerpos, sin importar su apariencia, edad o capacidad,
sean tratados con respeto y dignidad.»

BULLYING ESCOLAR, ACOSO CALLEJERO,


HUMILLACIDN PÚBLICA.
Hace poco tuve un problema de salud que me obligó a abandonar el tra-
bajo de administración en las redes sociales de S.G. En nuestra página de
Facebook colgué un pequeño texto despidiéndome de las personitas que
por allí estaban, explicando que estaba enferma y me iba por un tiem-
po. Al final de muchos comentarios de amor me encontré con uno que
ponía: "ojalá te mueras". No es la primera vez que ocurre algo así. Tanto
las administradoras como las usuarias de S.G. hemos recibido deseos de
muerte y amenazas de palizas vía internet. También han deseado públi-
camente que nuestra gordura nos produzca enfermedades que acaben
STOP 6 RllOFO YLAS PAllZAS S ERSAS

con nosotras antes de que nos reproduzcamos y así no "ensuciemos" más


esta "raza pura" humana con nuestras "imperfecciones físicas". Este tipo
de comentarios de odio se pueden encontrar fácilmente en cualquier
publicación sobre gordofobia, tanto en las notas periodísticas sobre el
tema (como por ejemplo en los artículos que se han hecho en diversos
medios sobre S.G.) así como en los posts de las páginas antigordofóbicas.
Diariamente en S.G. tenemos que borrar comentarios humillantes, insul-
tantes y hasta amenazantes; diariamente tenemos que bloquear gente.
Esto lo contaba para introducir un poco la idea de qué hablamos cuando
hablamos de acoso y bullying a las personas gordas. Algo que, encima, se
recrudece cuando nos defendemos o hablamos desde el orgullo. Igual-
mente estos hechos sólo hacen referencia al acoso en las redes, cuando
lo cierto es que el acoso va mucho más allá de las redes.
Muchas personas gordas hemos su-
frido acoso escolar desde pequeñi-
tas hasta la adolescencia y más allá.
Muchas lo seguimos sufriendo de
grandes: más de una gorda podrá
contar que le han gritado en alguna
ocasión "¡¡¡GORDAA!!!" en la calle
(intentando insultarla 12) acompa-
ñado de alguna preciosidad como
"asquerosa", "puta", "de mierda" y/u
otros complementos. Recuerdo aho-
ra un día que iba caminando por la
Imagen 6. Pegatina vista en un
taxi de México, compartida en Stop
calle y me disponía a pasar por enci-
Gordofobia
ma de una de estas rejillas de la ca-
lle que dan como a una alcantarilla
o sótano de algún local, y un señor
mayor me gritó "¡Cuidado gorda! ¡No pases por ahí que lo rompes!''.
Una vez un compa de la página nos contó que, cruzando la calle por
un paso de peatones (o cebra), un tipo le gritó desde el coche "¡Puto
gordo! ¡Muévete!". Otras compañeras de la página han contado rela-
tos similares en la calle y en el transporte público. Incluso en Méxi-
co existen unas pegatinas bastante conocidas y difundidas entre los
taxistas, quienes las pegan en sus coches y viene a decir que en su
taxi no se trasladan gordas [Ver imagen 6]. Estas cosas son una co-
tidianidad para la gente gorda, lo mismo que para muchas mujeres
los piropos y el acoso callejero. Sin embargo, es importante recalcar
que de todos los tipos de acoso que sufre la gente gorda puede que
el bullying gordofóbico escolar es de las experiencias más duras por
varias cosas: porque ocurre a unas edades en las que no solemos te-
12. Digo ·'intentando" porque para nosotras ·'gorda'" no es insulto, es lo que somos, y punto .

.38
ner las suficientes herramientas para empoderarnos y defendernos;
porque muchas veces las personas adultas de nuestro entorno hacen
de cuenta que no ven nada y te sientes tú aún más sola y vulnerable; y
por último, y sobre todas las cosas ... porque ocurre en etapas de la vida
que te marcan para siempre.
Aquí un fragmento de un caso que nos contó una compañera de la página:
Yo fui una niña siempre gordita y sufrí el dichoso bullying por todas
partes y por muchas razones. También he vivido la bulimia y encima Ja
gente no se creía que vomitaba porque me veía gorda ... Me tocó salir del
armario también y eso también tuvo sus repercusiones. He tenido que
vivir que me insulte gente conocida, desconocida, que me humillen, que
me peguen, que me quemen, que me tiren botellas de cristal a ver quién
da a Ja gorda ... Y mil cosas más que si empezara no acabaría. 13

RECHAZO AFECTIVO-SEXUAL
Un tuit que leí hace poco rezaba lo siguiente: "Qué bueno que no soy
gorda, porque tendría que ser buena onda, y amo ser mala". Tan simple
y escondiendo tanto potencial el dichoso tuit. Porque es la pura verdad:
e l rechazo nos obligó a ser las simpáticas del grupo, porque si eras la
gorda y encima antipática, en simples palabras; la-bas-ca-ga-o. Escribe
Constanza Alvarez en el Manifiesto Gordx: "Eramos la gordita buena
onda, la que nadie sacaba a bailar, la avergonzada, la que se cubría ... ".
Le faltó agregar - creo yo-: "a la que todos y todas querían como amiga,
y sólo como amiga" .
Mi primera relación de pareja empezó tras un primer rechazo por mi
físico. Luego se superó esta etapa y duró tres años. Pero empezó así.
Yo tenía por entonces 17 años, pero ya a los 12 años me había tocado
oír a un amigo decim1e que si yo adelgazaba me pediría que fuera su
novia porque era una chica genial y divertida. Estos rechazos se han ido
repitiendo periódicamente a lo largo de mis casi treinta años. Amigos
que me reconocen que a pesar de divertirse conmigo, de pasar ratos
maravillosos, tener buena química y buenas conversaciones, el hecho
de no estar "oficialmente buena" les tira pa 'tras. Con esto no digo que
mis amigos (todos) estén obligados a enamorarse de mí. No, para nada.
Digo que ellos mismos han reconocido (unos cuantos, más de los que me
gustaría) que me hubieran visto con otros ojos si fuera delgada. Al mo-
mento de escribir este capítulo la historia sigue más o menos igual (mi
entorno no difiere de la realidad gordofóbica de la sociedad en general a
pesar de ser un entorno politizado o militante): entre las parejas sexua-
les o amorosas de mi gente cercana nanai de gordos, nanai de gordas.

13. Relato anónimo, 10 de diciembre del 2013.


STOP 6 RllOFO YLAS PAllZAS S ERSAS

Hace un tiempo un chico nos escribió a Stop Gordofobia: " últimamente


todo e l mundo se está declarando antigordofóbico, pero los gordos se-
guimos sin fo llar". Ser gorda y estar rodeada de gente que no fo lla ni
ama a gordas es como ser negra y estar rodeada de gente que no folla ni
ama a negras. No sé si me explico, pero es realmente duro y frustrante.
No es que q uiera centrarme en esta cuestión sexual o de parejas, pero
convengamos que constituyen las fonnas más íntimas de relacionarse
en nuestras sociedades y esto da pauta de la gordofobia reinante, porque
además de machacarnos la autoestima nos lleva a preguntarnos, ¿será
su rechazo a la gente gorda en la cama o como pareja extensible a otros
ámbitos de la vida? ¿será extensible a mí incluso como compañera?
Hay gente que me ha llegado a sugerir que quizás escojo mal a mis
amigas o a mi entorno político. Pero no creo que sea esta la cuestión.
Creo que hay mucho más detrás de este tipo de comportamiento y que,
tristemente, es una generalidad el hecho de que las gordas no contemos
(para mucha gente) como cuerpo deseable. Y estas situaciones, aparte de
dolorosas, no son pura casualidad.
Los gustos no son innatos. Existe toda una maquinaria ideológica sobre
los cuerpos que controla los deseos enseñándonos - o más bien adoctri-
nándonos- sobre cuáles son los cuerpos deseables/bellos y los indesea-
bles/feos, es decir, cuáles deben gustarnos y cuáles no. Y es muy muy
muy difícil escaparse de estas ideas ampliamente difundidas y arraiga-
das, predominantes en e l imaginario colectivo que todas compartimos.
Honestamente, a veces ni siquiera las propias gordas somos capaces de
mirarnos al espejo y no experimentar esa repulsión que nos han enseña-
do a sentir por nuestros cuerpos gordos y los de aquellas que son como
nosotras. Y es muy difícil luchar contra esto. Es la tele, son las revistas,
los periódicos (de noticias y deportivos), la publicidad, las películas,
las series, los libros, etc. etc. etc. hora tras hora, minuto tras minuto,
indicando cuál es el cuerpo deseable (por ti y por las demás), cuál es
e l cuerpo que debes tener y no tienes, y por el cual estás condenada a
trabajar y sacrificarte hasta e l fin de tus días. Salir de esta rosca de no
sentirnos deseables, eróticas, sexys, bellas constituye una dura y agota-
dora lucha diaria en la que - como se evidencia en mi caso- no cuentas ni
siquiera con apoyos cercanos. La gordofobia se practica a plena luz del
día y sin reparos debido, entre otras cosas, a la más absoluta impunidad
y aceptación de esta discriminación.
A la página han llegado muchas personas (creyendo que Stop Gordofo-
bia es una página que promueve exclusivamente la aceptación amorosa
o erótica de la gente gorda) a decirnos que "gustos son gustos" y que
"hagamos lo que hagamos las gordas no podemos obligar a la gente a
gustarles o a fo llarnos". Primero, dejar claro que nuestra página tiene

+o
como fin la denuncia de la gordofobia con el sencillo fin de que nos
dejen en paz y cese la discriminación en todos los espacios de nuestras
vidas (y el afectivo-sexual es uno de tantos). Sin embargo, sí reconozco
mayor dificultad aq uí, en este ámbito, por lo que he expresado hasta
ahora: e l deseo opera en lo más íntimo de nuestras mentes, de manera
irracional, abduciendo nuestros cerebros con el bombardeo mediático,
social, c ul tural de las normas estéticas (principalmente la de la delga-
dez). ¿Es difícil? Sí. ¿Es imposible? No. Me entretengo viendo cómo
las modas van cambiando año a año: de tacón fino a tacón grueso, de
pantalones campana a piti llo, de tiro alto a tiro bajo, de camisas con
estampados floreados a estrellitas o sandías o confeccionadas con te-
las lisas. Los gustos son construidos y cambian. Pero llegadas a este
punto se me viene a la mente un amigo de esos que no folla con gordas,
quien un día hablando de estos temas me pregunta: "Pero Magda, si no
me gustan las gordas, y aunque e l gusto sea construido, ¿por qué tengo
que esforzarme para cambiar y que empiecen a gustarme?". Sencillo,
amigo: porque la nomrn estética te impide disfrutar múltiples formas
de placer y bellezas corporales y mentales; porque impide la aceptación
de la diversidad; porque es una cuestión de respeto; y por último, por
e l mismo motivo por el que me esfuerzo en no ser islamófoba, racista o
transfóbica: porque discriminar a la gente está MAL. Porque con nues-
tros actos discriminadores a limentamos la gran maquinaria de l do lor y
la exclusión, y tenemos que dejar de participar en esto.
Para ir finalizando, añadir una cosa: soy consciente de que hay personas
a las que les atrae la gente gorda. Tengo vagos conocimientos de que hay
pomo gordo y de que en ocasiones en detem1inados ambientes somos
consideradas fetiche, y que van proliferando las gordas que trabajan
en webcams sexuales debido a la demanda (sobre esto tengo la cuenta
pendiente de investigar más, y me pregunto ya si no sólo tenemos que
salir del armario las gordas, sino también la gente a la que les gustamos
-debate aparte). Obviamente también hay gente gorda enamorada, en
pareja, casada, etc. Pero las excepciones no hacen la regla, ni a nivel
colectivo ni a nivel individual. A nivel colectivo, porque me atrevería
a decir que entre la mayoría de nosotras reina la soledad. A ni vel indi-
vidual, porque a lgunas experiencias sexuales o afectivas no anulan el
dolor perpetrado contra nosotras a lo largo de toda nuestra vida amoro-
sa, ni borran la especial vulnerabi lidad adq uirida, latente en nuestras
relaciones: gordas que son invitadas a adelgazar por sus parejas; gordas
a las que les dicen "te q uiero a-pesar-de"; gordas que oyen el "de cara
me encantas" (que significa automáticamente que e l resto de tu cuerpo
es una mierda); gordas a las que su amante le dice con una dulzura insul-
tante "amor, con unos kilitos de menos serías perfecta"; gordas a las que
e l miedo a la soledad nos lleva a soportar lo insoportable porque en el

4-f
STO 6 YUS PA11ZAS S ERSAS

fondo puede persistir el pensamiento de que nadie nos va a querer nun-


ca, que esta oportunidad entre manos puede ser la última y no podemos
dejarla escapar aunque no sea perfecta, aunque incluso experimentemos
violencia. Este tipo de situaciones son provocadas -en mayor o menor
medida- por la gordofobia, y sólo vencidas a través del empoderamien-
to, que proporciona la fuerza necesaria para enfrentarlas, salir de ellas
y/o evitarlas.
Para el caso, un ejemplo de una compañera que hace unos años nos
contó su experiencia en la página:
Soy una mujer joven. En mi adolescencia, mi entonces novio y yo
decidimos irnos a vivir juntos. Yo tengo tendencia al sobrepeso por
una enfermedad metabólica; pero hacía mucho ejercicio por lo que
el peso nunca significó un problema para mí; y al vivir con él con
los dos trabajos, la escuela y la casa no tuve más remedio que dejar
de practicar natación. Con esto engordé cerca de 10kg. Mi novio me
decía cosas como "aunque hayas engordado te quiero", "aún así me
gustas mucho", "para mí eres muy guapa" ... Yo lo veía como algo
normal, y no entendía por qué sus "aún así" me lastimaban tanto.
La cosa, que logré entender tiempo después de que esa relación se
terminó, es que Jos "aún así" son otra forma de insulto. Es como
decirnos "eres horrible, hay un gran problema contigo pero yo así
te quiero" o "a nadie le vas a gustar estando gorda, pero para mí
eres bella". Y ¡NO!. Yo soy guapa. No debemos aceptar este tipo de
comentarios. Es como pisotear nuestra autoestima de una forma
muy amable."

CO"CLUSID"ES SOBRE LOS ESPACIOS DE LA GORDOFOBIA Y


SUS MECA"ISMOS DE ACTUACIÓ".
Una mirada, un comentario, y hasta un suspiro pueden estar carga-
dos de gordofobia dependiendo del contexto. La opresión está en
todas partes. La gordofobia impregna todos nuestros pensamientos
y comportamientos constituyendo de esta forma una amplia limi-
tación en las vidas de las personas gordas. Muchas de nosotras te-
nemos miedo de ir al médico, de comer en público, de mostrar el
ombligo, de usar minifalda, de ir a la playa y tener que mostrarnos
en bañador, de salir a caminar o andar en bicicleta ... todo por culpa
del rechazo social que notamos y experimentamos hacia nuestros
cuerpos. Muchas otras estamos excluidas del mundo laboral, del
afectivo-sexual, del académico ... Pero esta dinámica excluyente no
es cosa de otra gente ajena a los movimientos sociales y políticos:

14. Relato de Dalia, 6 de diciembre del 2013.

4-2
en nuestros espacios también ocurre 15 • Según el INE alrededor de
un 17% de la población de este Estado tiene obesidad y un 3 7% so-
brepeso16, así que yo me pregunto: ¿dónde están las gordas? Porque
en nuestros espacios políticos no. Y, al igual que el hecho de que mis
compañeras flacas liguen más que yo, esto no es casualidad.

15. Por poner un ejemplo: en una charla una compañera comentó que personas de un colectivo
comunista le habían dicho que no se puede ser gorda y comunista y le prohibieron la entrada de
forma sutil.
16. Encuesta Nacional de Salud. 2011 -2012 www.ine.es
SESIÓN 8. VIOLENCIA VIRTUAL. Redes sociales y organización de mujeres

Texto extraído de http://lab.eldiario.es/diadelamujer/acoso/

El acoso machista al que te enfrentas si te


atreves a hablar de feminismo en redes
Marta Borraz / Belén Remacha
http://lab.eldiario.es/diadelamujer/acoso/

Ser ciberfeminista y lidiar casi diariamente con amenazas, comentarios vinculados al físico o
insultos sexistas es casi inevitable. A Jessica Fillol, titular del dominio de la web Locas del Coño,
han llegado a meterla en grupos de Telegram con usuarios de ForoCoches, conocido por sus hilos
con comentarios machistas, en los que se han dedicado a insultarla.
El pasado 10 de febrero la página web feminista Locas del Coño sufrió un ataque que mantuvo el
espacio colgado durante varias horas. Este blog colaborativo, que alberga artículos sobre diversos
temas abordados con una perspectiva de género, publicó aquel día un artículo titulado TEST: ¿Eres
un maltratador? que no gustó a los usuarios de ForoCoches, uno de los sitios más visitados de
Internet en España conocido además por los mensajes machistas y misóginos que por allí circulan.
Uno de ellos logró redireccionar el dominio de Locas del Coño a otra página en la que nada más
entrar se podía leer "Feminazis".
"Es muy difícil aguantar durante meses este acoso diario sin que te afecte”, afirma la
titular del dominio de la web feminista Locas del Coño, Jessica Fillol
El ataque estuvo acompañado de cientos de mensajes que las dueñas de la web comenzaron a recibir
a través de sus redes sociales. "Putas feminazis", "ojalá os violen", "sois terroristas miserables" son
algunos de los insultos y amenazas que les escribieron aquel día. Algo a lo que, según dicen, ya
están acostumbradas. Como ellas, son muchas las mujeres que se atreven a denunciar la desigualdad
de género en Internet y, como consecuencia, se enfrentan a un acoso machista sistemático.
Putas feminazis de chochos enjutos y renegríos, ojalá os viole un asesino especializado
en reventarles el coño a feminazis como vosotras. Uno que viole únicamente a
feministas de mierda chochocráticas y hembristas odiadoras del varón blanco
heterosexual, porque sois terroristas miserables! terroristas sexistas a las que deberían
asesinar metiéndoles cuchilladas en el cuerpo, apuñalándoles el vientre hasta dejarles
las barrigas convertidas en un amasijo de harapos de carne empapados en sangre y
mierda, jajajajajajajaja!!!

"Me metieron en varios grupos de Telegram con usuarios de ForoCoches que se dedicaban a
insultarme", afirma Jessica Fillol, titular del dominio de la página Locas del Coño. "Como los datos
que aparecen son los míos, accedieron a ellos y comenzaron a publicarlos". Fillol lleva más de diez
años ejerciendo ciberactivismo feminista, pero confiesa que "es muy difícil aguantar durante meses
este acoso diario sin que te afecte”. La administradora de la web ha atravesado momentos de un
perfil activista bajo y ha mantenido durante algunos meses su cuenta de Twitter en modo privado.
Al preguntarle si alguna vez ha temido por su integridad física, Fillol rescata un episodio vinculado
a su vida personal. "Yo denuncié a mi exmarido y, sin conocerle de nada, comenzaron a defenderle
colectivos de hombres que se dicen afectados por la ley de género. Me dio miedo que mis datos
circularan por espacios formados por hombres que han sido condenados", dice. La activista insiste
en que no solo el acoso lo perpetran usuarios de ForoCoches. Además de a nivel individual, también
"se abren hilos similares en otros como burbuja.info, mediavida.es y misandria.info", cuenta.
Loreto Ballesteros abandonó Twitter después del aluvión de insultos que recibió por
retuitear cientos de mensajes de usuarias contando los abusos sexuales que habían
sufrido en su infancia y juventud

Cómo darle la vuelta al acoso


"A veces te planteas dejar de denunciar el machismo", confiesa. Quien finalmente decidió
abandonar su cuenta fue Loreto Ballesteros, que tras denunciar en un tuit la hipersexualización de
las mujeres desde su infancia y retuitear cientos de mensajes de otras mujeres que narraban el abuso
que habían sufrido de pequeñas, comenzó a recibir insultos y alusiones a su físico para
desacreditarla por parte de usuarios que llegaron a amenazarla de muerte. Poco después creó la web
No Son Depravados para agrupar las denuncias y visibilizar el acoso sexual a niñas y adolescentes.
A pesar de que abandonó Twitter, su cuenta sigue siendo nombrada en la red casi diariamente.
También con el objetivo de visibilizar las actitudes machistas a las que se enfrentan las mujeres en
la calle la actriz, cantante y activista feminista Alicia Murillo ideó el proyecto El Cazador Cazado.
Lo que hacía era grabar con su móvil el diálogo que mantenía con hombres que le lanzaban
comentarios sobre su físico mientras caminaba. El resultado: una avalancha de insultos y
comentarios machistas que culminaron en que YouTube decidió retirar los vídeos después de que se
denunciaran.
Alicia Murillo llegó a recibir llamadas de teléfono amenazantes cuando publicó unos
vídeos sobre el diálogo que mantenía con los hombres que le hacían comentarios sobre
su físico en la calle
Alguien colgó el número de teléfono y la dirección de Murillo en la web y, poco después, comenzó
a recibir llamadas en las que la amenazaban de muerte. La colaboradora de la revista Pikara
reconoce que se trata de un acoso diario y sistemático "muy desagradable", pero ha conseguido
darle la vuelta: "Son agresiones en toda regla, pero también una gran agencia de publicidad. Al
mismo tiempo que te acosan, también le están dando publicidad a tu trabajo enlazando tus proyectos
o artículos", sentencia.
“Lesbiana, fea, gorda”

Barbijaputa es toda una experta en gestionar el fenómeno, aunque afirma que el anonimato le
permite no estar tan expuesta al miedo. Según cuenta, muchos hombres han estado empeñados en
descubrir su identidad. ¿Por qué el acoso es más encarnizado cuando se denuncian las desigualdades
de género? “Cuando una mujer se expone y opina sobre algo siempre hay más críticas, la lupa es
mayor. Si encima de lo que habla es de la necesidad de acabar con el machismo, peor. Digamos que
pone a los hombres frente a un espejo, y eso a nadie le gusta”, dice. “El feminismo provoca odio,
pero es que la mujer provoca odio hable de lo que hable”, opina la articulista.

June Fernández lleva años escribiendo sobre feminismo y ya “se ha hecho la piel dura”. La revista
que dirige, Pikara Magazine, cuenta con un espacio de libre aportación, Participa, que juega una
doble cara. “Es muy rico por las experiencias potentes de sexismo cotidianas, pero si no estamos
pendientes, se llena de comentarios victimizadores, culpando a la mujer o poniéndola en duda. A mí
personalmente es lo que más me frustra, no poder construir un espacio seguro y que al mismo
tiempo sea lo más abierto posible. Así que sólo llega gente convertida, cercana”, comenta.
“A un hombre probablemente le han llamado batasuno y proetarra mil veces. La
diferencia: a mí, además, guarra. Y lesbiana, y fea, y gorda”
Además, surge un problema. Esta situación “nos impide tener debates profundos. No se puede
debatir tranquilas, estamos siempre bajando el nivel discursivo”. La parte buena, eso sí, es que
comprueban “el empoderamiento. Cuando vas a eliminar un comentario ya hay cinco poniéndolo en
su sitio”.

“El trolleo es universal, pero a nosotras nos conecta con una mochila muy profunda”, dice. Insultos
que hacen referencia a complejos, a opresiones o a miedos. El otro día en Twitter le llamaron
“guarra batasuna”. “A un hombre, a un vasco, probablemente le han llamado batasuno y proetarra
mil veces. La diferencia: a mí además de batasuna, guarra. Y lesbiana, y fea, y gorda”. “A nosotras
nos conectan con miedos y agresiones reales que hemos vivido desde pequeñas. No es lo mismo
que a un tuitero famoso le llamen cabrón que a mí me amenacen con violarme”, añade Fernández.
A pesar de esa fortaleza que demuestra, la periodista comprobó con el caso de la articulista Brigitte
Vasallo que ni es ni tiene por qué ser siempre así. Vasallo fue víctima de lo que describió como "un
acoso implacable en las redes sociales" que incluían lesbofobia, insultos sexistas e incluso
amenazas de violación. "Yo no me preocupé, no pensé que le pudiese haber afectado. Tengo
asumido que son gajes del oficio de ciberfeminista. Y luego me sentí mal al enterarme de que sí.
Llega a un punto en el que te desborda. En su caso, además, fue masivo y muy duro. O quizá de
cien mil insultos hay uno en concreto que te toca”, reconoce June Fernández. Y apunta una
reflexión: “Soy muy de que no nos afecte, de que no nos pueden meter miedo si no nos dejamos.
Pero en la práctica, tenemos el derecho a ser vulnerables y cuidarnos mucho entre nosotras”.
SESIÓN 8. VIOLENCIA VIRTUAL. Redes sociales y organización de mujeres
Texto extraído de https://www.diagonalperiodico.net/panorama/31931-redes-sociales-espejo-
aumentado-del-machismo.html

Violencias machistas en internet


Redes sociales: el espejo aumentado del machismo
Las redes sociales son terreno abonado para las agresiones contra las mujeres: desde insultos a
amenazas, pasando por la culpabilización de aquellas que han sido víctimas de violaciones y
asesinatos y la difusión sin consentimiento de imágenes o vídeos para dañar su reputación.
También son espacios para elaborar respuestas feministas y desmontar los machismos.

Jose Durán Rodríguez,22/10/16

La frase, clara y directa, fue pronunciada desde el dolor pero sin dejar que las lágrimas nublaran el
juicio: "Mi sobrina ha sido asesinada por la web y por la indiferencia de muchos". La sentencia,
emitida por una de sus tías durante el funeral de Tiziana Cantone, apunta sin dudas al papel jugado
por internet y las redes sociales en un nuevo episodio de violencia machista.
Cantone se suicidó el 13 de septiembre en Mugnano (Nápoles, Italia) tras soportar un año de
pesadilla en el que su imagen manteniendo relaciones sexuales circuló por todo el país sin su
consentimiento. La difusión de vídeos que ella había grabado y compartido con su exnovio se
convirtió en un lugar común en el que la falta de respeto, los insultos, las bromas pesadas, la
indefensión y la utilización de su imagen acabaron por destrozarla.
El vídeo íntimo se publicó en páginas web porno, se crearon perfiles falsos de Cantone en redes
sociales como Facebook utilizando capturas de pantalla de la grabación y una de las frases que ella
pronunciaba terminó siendo carne de memes. Dos futbolistas famosos –Paolo Cannavaro y Antonio
Floro Flores– llegaron a realizar su propia versión del vídeo. Todo sin el permiso de ella.
Cantone, de 31 años, recurrió a la justicia para exigir que se retirasen los vídeos de las páginas web
en las que estaban publicados. Una semana antes de suicidarse obtuvo una sentencia favorable,
aunque contradictoria. La resolución ordenaba suprimir estos vídeos y los comentarios de los
usuarios, además de condenar a varias web que los habían difundido al pago de costas por valor de
320 euros. Sin embargo, en el mismo fallo también se consideró que Cantone consintió las
grabaciones, por lo que fue condenada a pagar 20.000 euros de costas a otras cinco páginas web.
Las investigaciones policiales y del fiscal Francesco Greco están encaminadas a encontrar a las
partes que, según creen, fueron responsables de "incitar" a Cantone al suicidio. A través de un
enlace en la embajada estadounidense en Roma, Greco ha solicitado la intervención del
Departamento de Justicia para que obligue a Apple a darle acceso al iPhone bloqueado de Cantone,
que podría aportar "las causas que la llevaron al suicidio".
Cantone ha sido una víctima más del mal llamado 'porno de la venganza', una práctica machista
consistente en difundir en redes sociales contenidos íntimos sin el consentimiento de la otra
persona implicada. "Se hace para humillar a las mujeres, tanto en el contexto de la pareja como en
el de la expareja, por ejemplo el exnovio que difunde fotos eróticas como una forma de dañar la
reputación de ella", explica a Diagonal June Fernández, coordinadora de la revista Pikara y autora
de Ingobernables (Libros del K.O., 2016).
Para ella, la violencia sobre las mujeres ejercida desde –y mediada por– internet y las redes sociales
comparte muchos rasgos del machismo ya existente, con la novedad de una amplificación enorme.
"Es como el bullying o la utilización de rumores para hacer daño... Un tío en el instituto que decía
que se había enrollado con una amiga y ella se la había chupado, y el resto se reía de ella y la
llamaba puta. Ahora es lo mismo, pero con un factor que alimenta más la victimización, que es la
difusión de la foto o del vídeo, con lo que supone para la mujer", valora.
Así, las redes sociales, como canales comunicativos por los que circula ingente cantidad de
información personal, son terreno abonado para ejercer poder y agredir desde una posición
privilegiada, alimentada por el anonimato. Pero esas dinámicas de linchamiento y contra la
libertad sexual de las mujeres, recuerda Fernández, existían mucho antes de las redes sociales. "O
en el caso de la violencia machista en la pareja, utilizar las redes sociales como instrumento de
control puede parecer nuevo, pero antes se controlaban las llamadas o las cartas", analiza.
"Es mucho más fácil que alguien se suicide ahora porque un vídeo erótico suyo lo ha visto un
millón de usuarios que antes, cuando se reían de ti 30 personas de tu clase", dice June Fernández
En su opinión, el control, la humillación y las estrategias del miedo "han estado siempre
presentes" y lo que cambia son las herramientas concretas. "Lo que ocurre es que las de hoy en día
tienen tal nivel multiplicador que resultan mucho más apabullantes. Es mucho más fácil que alguien
se suicide ahora porque un vídeo erótico suyo lo ha visto un millón de usuarios que antes, cuando se
reían de ti 30 personas de tu clase", resume.
Para Irene R., autora de Feministas Ácidas, página de reflexiones personales feministas y artículos
sobre diversos temas en torno a cuestiones de género, el problema se da "cuando se difunde una
situación o material explícito sin consentimiento, lo que resulta una forma de agresión en sí misma
en la que se vulnera la integridad de la mujer o de la persona agredida".

Espejo de desigualdades
La instauración de internet como medio ambiente en el que nos relacionamos a muchos niveles ha
conllevado que la red sea, entre otras cosas, un espejo que reproduce las desigualdades existentes
fuera de la pantalla. "Los contenidos que se comparten pueden mostrar esa desigualdad en
diferentes grados", considera Beatriz Bonete, presidenta de Stop Violencia Sexual (Federación de
Asistencia a Víctimas de Violencia Sexual y de Género).
Ella sitúa en el grado máximo a "las web de pornografía en las que, directamente, se agrede
físicamente a mujeres –porque se supone que esta violencia 'excita' a ciertos hombres– hasta un
grado más sutil, pero no menos peligroso, como los medios publicitarios que siguen apostando por
ser virales tirando de la objetivización del cuerpo de las mujeres".
La articulista feminista Barbijaputa incide en el rol variable que desempeña internet con respecto
a la visibilización de casos de violencias machistas. Por un lado, observa, "ayuda a la difusión y a la
concienciación" pero, por el otro, añade, "siempre que hay un auge del feminismo, lo hay del
machismo. Gente que hasta hace pocos años no se veía cuestionada por ningún tipo de discurso
feminista, ahora presenta un discurso muy reaccionario y machista. Muchos se revuelven y sacan a
relucir el machismo que antes no les hacía falta defender: insultan, culpan a las víctimas".
Como aspectos positivos, el ciberfeminismo –la intervención en la esfera virtual desde posiciones y
agendas feministas– ha resultado importante en la visibilización y denuncia de prácticas como el
acoso callejero, facilitando un reconocimiento colectivo de hechos que no son aislados sino que
obedecen a patrones sociales establecidos.

El vídeo y la culpa
Los cinco detenidos en Pamplona por la violación de una mujer de 18 años el 7 de julio compartían
un grupo de mensajes de WhatsApp llamado 'Manada' en el que dieron cuenta al resto de lo que
estaban haciendo. "Follándonos a una entre cinco" o "Puta pasada de viaje" son algunos de los
mensajes que envió uno de ellos una hora después de la violación. También otro significativo que
decía "Hay vídeo".
Posteriormente se ha conocido que el juez instructor ha encontrado "claros indicios" de que cuatro
de los cinco acusados violaron en mayo a otra mujer, drogándola y grabando también un vídeo que
compartieron en otro grupo de WhatsApp. La existencia de vídeos y su difusión sin
consentimiento son elementos que se repiten en estas agresiones machistas.
A principios de octubre, la difusión viral de un vídeo de carácter sexual de los futbolistas del Eibar
Antonio Luna y Sergi Enrich hizo que los dos utilizaran Twitter para pedir disculpas y asegurar que
las escenas se grabaron en un ámbito "íntimo y privado" y con pleno consentimiento de las personas
que aparecen. Añadían que ellos no permitieron la difusión del vídeo. Sin embargo, la mujer que
sale en las imágenes les ha denunciado por varios delitos relacionados con el derecho a la
intimidad, por la difusión sin su consentimiento de este material audiovisual. El vídeo circuló con
profusión.
"¿Cómo puedes recibirlo y no contestar a quien te lo manda que está cometiendo un delito al
difundir algo sin el consentimiento de la persona?", se pregunta Fernández. Lo que sí sucedió,
especialmente en redes sociales pero no sólo, fue un cuestionamiento del papel de ella, una
búsqueda de los motivos por los que se habría merecido el escarnio público, pese a que parece
poco probable que ella diera permiso a la difusión del vídeo. Se siembra la duda y se hace
responsable a la víctima de lo que le pasó.
"El cuestionamiento del relato de la denuncia es una constante patriarcal que de forma continua se
hace presente", dice la creadora de Feministas Ácidas
"El cuestionamiento del relato de la denuncia es una constante patriarcal que de forma continua se
hace presente. En redes sociales podemos leer comentarios como 'No tendría que haber ido así
vestida' o '¿Qué hacía una chica sola a esas horas?', pero estas frases no son nuevas para ninguna",
recuerda Irene R., quien también señala que las agresiones machistas son "mecanismos sofisticados
a través de los cuales el patriarcado mantiene el orden de dominación. Para que se puedan perpetuar
–explica– es necesario incluir en el proceso el resorte de la culpa hacia la persona agredida".
Nobel al machismo
El 13 de octubre, Ángela Bernardo, redactora de ciencia en Hipertextual, publicó un tuit señalando
el evidente sesgo machista de los Premios Nobel. De los once galardones concedidos en 2016
ninguno ha recaído sobre una mujer.

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Las respuestas que recibió forman un catálogo del machismo más explícito que se pueda
encontrar. "Nunca me había visto en una situación así pero sí conocía que este tipo de acoso con
mensajes machistas, homófobos, con amenazas de muerte o de violación son habituales en Twitter",
reconoce Bernardo a Diagonal. Para ella, la plataforma de microblogging "hace poco por solucionar
este problema".
Sin embargo, la tormenta machista que desató su comentario no descargó sobre otras personas que
publicaron tuits con una idea similar. "No fui la única en señalar este tema de la falta de visibilidad
de las mujeres en los Nobel, que es general en la ciencia, en la cultura, pero este caso es
paradigmático porque otras personas como el politólogo Jorge Galindo o el periodista Manuel
Ansede pusieron mensajes similares al mío y no les atacaron con esta violencia ni con esta
agresividad", comenta Bernardo.
"La Fiscalía podría actuar de oficio perfectamente pero no lo hace porque también tienen muy
inculcado eso de que 'ellas se lo están buscando', 'ellas provocan'", opina Barbijaputa
La respuesta de las autoridades al acoso machista en redes sociales, como el sufrido por
Bernardo, es tibia. Barbijaputa echa de menos la contundencia con que se suelen conducir en otros
casos: "La Fiscalía podría actuar de oficio perfectamente pero no lo hace porque también tienen
muy inculcado eso de que 'ellas se lo están buscando', 'ellas provocan'. Solamente lo hacen cuando
es un torero o un político, pero parece que feministas, rojos y demás estamos abandonados por las
instituciones en este sentido".
Las empresas tampoco están muy por la labor y se puede decir que guardan más celo en combatir
las expresiones feministas que en evitar los ataques machistas. A Irene R. Facebook le cerró la
página de Feministas Ácidas tras "un año de persecución y la única alternativa que me dieron fue
que podía reclamarlo en unas oficinas de Irlanda si me personaba allí".
Fernández señala la paradoja de que en Facebook "se tolere el acoso cibernético y al mismo tiempo
censure un pezón" y vaticina que es "más probable que Twitter empiece a censurar tuits feministas,
argumentando que es un discurso del odio contra los hombres, que realmente empiece a proteger en
serio a las víctimas del machismo y la lgtbfobia".
Ella recuerda también lo que sucedió con los vídeos de Alicia Murillo: "YouTube dio la razón a los
acosadores y censuró sus vídeos, cuando no había censurado los comentarios en los que la
insultaban y la amenazaban".

Manifestación en Madrid contra las violencias machistas el 7 de noviembre de 2015. / David


Fernández

Ni están ni se les espera


La falta de perspectiva de género en las líneas editoriales y en el diseño de contenidos de los
medios generalistas y convencionales, sumada a la ambición por atraer tráfico hacia las páginas web
de las cabeceras, provoca titulares que rozan la justificación de una violación, enfoques que
colocan bajo sospecha a la víctima y tratamientos de la información más comprensivos con el
agresor y sus circunstancias que con la asesinada, como sucedió con la cobertura del juicio al atleta
sudafricano Oscar Pistorius, condenado en julio a seis años de cárcel por el asesinato de su novia,
Reeva Steenkamp, en febrero de 2013.
La presentación en los medios de comunicación de los casos de violencia machista como sucesos
aislados, obra de un monstruo asocial o de un accidente meteorológico imprevisible e inevitable,
obviando la posición estructural de dominación y la situación de privilegio de los hombres –esa
impunidad que permite que José Manuel Castelao, entonces presidente del Consejo General de la
Ciudadanía en el Exterior, dijese en 2012 que "las leyes son como las mujeres, están para
violarlas"– es muy criticada.
"Los medios la están cagando estrepitosamente. Son muy soberbios, se creen en posesión de la
verdad y piensan que no tienen nada que cambiar. Pese a que reciben muchas quejas cuando
después de un feminicidio titulan con 'una mujer muerta' en lugar de 'una asesinada', lo siguen
haciendo. No tienen interés en cambiar", opina Barbijaputa.
Para Irene R., "los medios tradicionales no van a cuestionar un sistema de opresión sobre el cual se
asientan los culos de los señores que los dirigen"
Fernández considera que la ciberviolencia machista "ha suscitado interesantes reportajes en los
medios, realizados por gente sensibilizada en el tema y recurriendo a fuentes especializadas, lo que
ocurre es que luego quien cubre las noticias no es alguien necesariamente especializado en estos
temas y se hace sin unos mínimos de respeto, sensibilidad y compromiso con la igualdad y la
erradicación de la violencia".
Para Irene R., "los medios tradicionales no van a cuestionar un sistema de opresión sobre el cual se
asientan los culos de los señores que los dirigen". La investigación sobre igualdad de género y
comunicación en 2015 Global Media Monitoring Project aporta algunos datos que le dan la razón.
No llegan al 11% del total las mujeres que ocupan cargos de dirección en los medios impresos, un
3,9% en el caso de responsables de contenidos en medios digitales
Entre 2010 y 2015 el número de mujeres periodistas en España ha crecido un 10% y las
universitarias matriculadas en Ciencias de la Información suponen el 60% del alumnado. Sin
embargo, no llegan al 11% del total las que ocupan cargos de dirección en los medios impresos, un
3,9% en el caso de responsables de contenidos en medios digitales.
La creadora de Feministas Ácidas recuerda la reciente denuncia en el plató de una agresión sexual
realizada por una concursante del programa de televisión Mujeres y hombres y viceversa y la
respuesta del agresor: "Yo soy una persona que si tú me das a entender una cosa, y yo... me acelero,
luego no me digas 'Hasta aquí, ahora ya no, me voy' porque sinceramente Emma, yo ya no razono".
En su opinión, "la misma lógica de la cultura de la violación impregna todos los espacios de la
televisión y de los diferentes medios de comunicación, desde la mal llamada 'telebasura' hasta los
informativos".
Bonete, por su parte, apunta que "afortunadamente existen medios que contrarrestan estos
contenidos y ofrecen perspectivas que cuestionan el que éstos sean hegemónicos en lo digital,
criticando este enfoque que perpetúa la violencia de género y planteando alternativas".
Ella destaca que "cada vez hay más mujeres feministas que escriben, critican y cuestionan
contenidos digitales. También hay más medios feministas que crean sus propios contenidos y se
convierten en fuentes de información especializadas a las que acudir para obtener contenidos sobre
cuestiones diversas relacionadas con la desigualdad de género que se comparten y se visibilizan en
las redes sociales".
Irene R. entiende que si hay algún motivo de celebración es ver "cómo, poco a poco, se van colando
cada vez más voces disidentes en estos medios", como la de la actriz porno Amarna Miller o la
humorista Patricia Sornosa.

Dando la vuelta a YouTube


June Fernández también centra la mirada en proyectos de internet que ofrecen mensajes opuestos
al machismo. Chavalas y chavales como The Queer Avengers, que publican vídeos en YouTube
sobre lenguaje inclusivo, roles de género o cultura de la violación. "Hay mucha gente haciendo un
trabajo impresionante, con vídeos que explican el consentimiento sexual, dando claves para
protegerte del acoso lgtbfóbico", valora la coordinadora de Pikara.
TEXTO COMPLEMENTARIO. Sobre la masculinidad y el feminismo.
Extraido de http://www.pikaramagazine.com/

¿Qué hacemos con la masculinidad: reformarla, abolirla o


transformarla?
Jokin Azpiazu analiza las contradicciones del popular discurso de las nuevas masculinidades: el
excesivo protagonismo, la escasa vinculación a las teorías feministas, el heterocentrismo, el
binarismo, o las resistencias a renunciar a los privilegios
Jokin Azpiazu Carballo, sociólogo y activista de los movimientos sociales

Durante los últimos años, el estudio de la masculinidad (o las masculinidades) ha recibido gran
atención tanto en el ámbito de la investigación como en otros ámbitos sociales, como por ejemplo el
de los medios de comunicación. Al amparo de los estudios de género, en varias universidades se
están realizando estudios sobre masculinidad, y las líneas de investigación sobre el tema se están
fortaleciendo y afianzando. Al mismo tiempo se están impulsando diferentes iniciativas en el
terreno de los movimientos sociales así como en el de la intervención institucional, siendo
probablemente las más conocidas los denominados “grupos de hombres”.
La idea que subyace en la atención que la masculinidad está recibiendo en el terreno académico es
la siguiente: el género es una construcción social (tal y como la teoría feminista ha argumentado
ampliamente) que también nos afecta a los hombres. Por lo tanto, poner el “ser hombre” a debate e
iniciar una tarea de deconstrucción es posible. Así, los estudios sobre la masculinidad nos animan a
ampliar la mirada sobre el género, a mirar a los hombres. Esto tiene sus efectos positivos, ya que los
hombres no nos situaríamos ya en la base de “lo universal” sino en el terreno de las normas de
género y su contingencia histórica y social.
Las investigaciones tienden a centrarse en la identidad (qué significa ser hombre para el propio
hombre) y no tanto en las relaciones de poder. Son cada vez más auto-referenciales, en vez de
basarse en las aportaciones de las teorías feministas
Sin embargo, de este planteamiento pueden emerger un gran número de dudas y contradicciones. El
movimiento feminista ha conseguido en las últimas décadas redireccionar la mirada (científica,
medíatica, social) hacia las mujeres. Este fenómeno se da además en un mar de contradicciones y
contra-efectos al que los feminismos han tenido que responder a través de la crítica, la
implementación y, al fin y al cabo, la transformación de esa misma “mirada”. Las ciencias sociales
han observado a menudo a las mujeres como meros objetos sin capacidad de agencia y sin voz, y
debido a ello ha sido necesario reivindicar que no sólo se trata de “mirar a” sino de “cómo” mirar.
De cualquier forma, lo que ahora nos atañe es que en los últimos años esa mirada se dirige hacia los
hombres. A menudo, sin embargo, no se pone suficiente énfasis en explicar que todo el periodo
histórico anterior (y el actual en gran medida) se caracteriza precisamente por la negación de la
existencia social de las mujeres. Es decir, que la mirada -social, académica, mediática- siempre ha
estado dirigida a los hombres.
En el terreno social y asociativo, los “grupos de hombres” son probablemente las iniciativas más
conocidas, pero no las únicas. Se han realizado en los últimos años varias acciones más que nos han
tenido a los hombres como protagonistas. Muchas de ellas se han desarrollado en torno a la
violencia machista: cadenas humanas, manifiestos, campañana publicitarias y foto-denuncias… Los
hombres hemos anunciado en público nuestra intención de incidir en la lucha contra el sexismo y el
machismo, y a menudo hemos recibido por ello abundante atención mediática, más que los grupos
de mujeres que se dedican a lo mismo.
El punto de partida de estas iniciativas es la necesidad de que los hombres nos impliquemos contra
el sexismo, lo que se ha enunciado de maneras bien diversas: se ha dicho que nuestra implicación es
indispensable, que es nuestra obligación, que supone una ventaja para nosotros también, que sin
nosotros el cambio es imposible… Cada forma de plantear el asunto implica matices bien
diferentes. En cualquier caso, estaríamos hablando del uso y ocupación del espacio público (las
calles, los medios, los discursos) y en ese terreno se ha visualizado de manera bastante clara que
una palabra de hombre vale más que el enunciado completo de las mujeres, aunque ambas hablen
de sexismo.
Durante los años 2011 y 2012, realicé una pequeña investigación respecto a estas cuestiones en el
marco del máster de ‘Estudios feministas y de género’ de la Universidad del País Vasco. Mi objetivo
era señalar algunas cuestiones que pueden resultar problemáticas sobre el trabajo con
“masculinidades” tanto desde el punto de vista académico como movimentista. Traté de señalar
algunos de los anclajes en los que se está amarrando la construcción discursiva en torno a las
masculinidades hoy en día.
Al mismo tiempo que se reivindican diferentes maneras de vivir la masculinidad, se identifica con
sujetos concretos: diagnosticados hombres al nacer, heterosexuales, involucrados en relaciones de
pareja. Quienes no encajábamos en la norma, quedamos fuera
En el terreno académico hubo especialmente dos cuestiones que llamaron mi atención. Por un lado
me parece que a la hora de investigar sobre masculinidad hay una tendencia bastante general a
centrarse en la identidad, en detrimento de los puntos de vista que priorizan el enfoque sobre el
poder o la hegemonía. Se estudia mucho qué siginifica ser hombre para el propio hombre, y no
tanto cómo incide en las relaciones entre personas que hemos sido asignadas en diferentes sexos.
Por otro lado, tengo la impresión de que los estudios sobre esta cuestión se están conviritiendo cada
vez más en auto-referenciales. Los estudios sobre masculinidades parten de presupuestos teóricos
construidos en los propios estudios sobre masculinidades, y cada vez se nutren menos de
reflexiones feministas.
Esto tiene consecuencias de impacto tanto en el enfoque (o mirada) que se utiliza para abordar el
tema, así como en el contexto del que se parte. Por ejemplo, una cuestión difícil y problemática en
la teoría y práctica feminista de las últimas décadas ha sido la del sujeto, la pregunta clave que
intensos debates tratan de contestar: ¿quién es hoy en día el sujeto político del feminismo, ahora que
precisamente las diferentes expresiones feministas han cuestionado la categoría mujer como única,
partiendo de las diferentes experiencias y posiciones de las mujeres en lo social? El intento de
articular la capacidad política y subjetiva de las mujeres en esta red o maraña de diferencias es una
cuestión de vital importancia, y por lo tanto, muy complicada. Sin embargo, las implicaciones que
la participación de los hombres en “el feminismo” podrían suponer no son un tema de debate
principal en las teorías sobre masculinidad. Esto determina la dirección en la cual se desarrollan los
debates, dejando de lado temas que para los feminismos son de crucial importancia.
Saltando al terreno de los movimientos sociales me dediqué al estudio de algunos escritos y
documentos publicados (en el ámbito de la Comunidad Autónoma Vasca) por grupos de hombres e
iniciativas institucionales en torno a la masculinidad. En ese trabajo, incompleto aún, pude empezar
a dibujar algunas claves que en mi opinión merece la pena poner sobre la mesa:
Para empezar, hablamos de masculinidad y aún nos referimos a un modelo muy concreto. Al mismo
tiempo que se reivindica que existen diferentes maneras de vivir la masculinidad, se identifica el
ejercicio de la misma con sujetos concretos: personas que han sido identificadas como hombres al
nacer, heterosexuales, en la mayoría de los casos involucrados en relaciones de pareja. El resto,
quienes hemos tenido algún problema que otro para encajar en el carril de la masculinidad
“hegemónica” (hombres trans, homosexuales, afeminados…) quedamos fuera de esa categoría. Esto
supone un doble riesgo: por un lado decir que no somos hombres (por mí bien, ojalá) pero por otro,
pensar que por ser masculinidades “marginales” no ostentamos actitudes hegemónicas y poder.
En este sentido, la mayoría de propuestas vienen a cuestionar y modificar las relaciones que se dan
entre hombres y mujeres, sobre todo en el terreno familiar y doméstico, dejando de lado (o
prestando mucha menos atención) a otros espacios, sujetos y situaciones. Reivindicamos que los
hombres nos tenemos que poner el delantal, pero no tenemos demasiadas propuestas para cómo (por
ejemplo) rechazar los privilegios que ser hombres nos aporta en el mercado laboral.
En cambio, nos resulta más fácil denunciar las cargas y “daños colaterales” que el patriarcado nos
ha impuesto. Señalamos los espacios que nos han sido negados por ser hombres y subrayamos la
necesidad de conquistarlos, pero tenemos más dificultades para enfatizar el otro lado de la moneda,
los espacios que el patriarcado nos ha dado, aquellos que tenemos que des-conquistar. No
señalamos, además, que esta moneda no es casi nunca simétrica, que estos privilegios nos vienen
muy bien para movernos en el mundo actual.
En este sentido, me parece muy importante identificar las motivaciones que nos llevan a
implicarnos en las luchas por la igualdad. Estamos dispuestos a asumir algunos de los trabajos que
históricamente han realizado las mujeres (los trabajos de cuidado son paradigmáticos en este caso).
Decimos que el cuidado de nuestras criaturas (de aquellos que las tengan, claro) es fundamental, y
más aún, señalamos las ventajas que esto nos traerá. Sin embargo, mencionar a las personas
enfermas, o con autonomía reducida por cualquier motivo, nos cuesta bastante más. Decimos que
con la igualdad ganaremos tod*s, pero si lo que el patriarcado supone es precisamente una red de
poder de distribución desigual, no guste o no, alguien tendrá que perder con la igualdad. Y así
deberá ser, si algunos sujetos se empoderan, otros tendremos que des-empoderarnos (si es que
existe el concepto). Deberíamos dejar claro que esto no será una ventaja, no será bueno para todos,
no será un regalo del cielo. Pero eso no quita que haya que hacerlo.
En las dos últimas décadas las teorías feministas han cuestionado el carácter binario del sexo.
Nosotros parece que sentimos más apego del que pensábamos hacia la noción de masculinidad,
seguramente porque sabemos que nos aporta privilegios
Asimismo, identifiqué en al análisis de algunos textos ciertos discursos de presunción de inocencia;
la necesidad de reivindicar, ante un supuesto exceso de radicalidad de los feminismos, que todos los
hombres no somos iguales. Es evidente que todos los hombres no somos iguales ni ejercemos de la
misma manera la masculinidad, pero sería interesante estudiar por qué nos sentimos culpables o
atacados y por qué nos enfadan según que críticas o discursos. De alguna manera, se intuye la
búsqueda de una nueva identidad personal y grupal, la de los hombres “alternativos”.
Unido a todo esto, el concepto “nuevas masculinidades” emerge con fuerza en los últimos años, en
algunos casos con vocación descriptiva (en el terreno académico) y en otras como propuesta de
modelo a construir (en los movimientos sociales). En ambos casos me parece necesario y pertinente
problematizar el concepto.
En el primero de los casos, me parece excesivo afirmar la existencia de “nuevas masculinidades” de
manera acrítica. Claro que la masculinidad está cambiando, pero ¿cuándo no? Y, ¿en qué sentido y
en que contexto está cambiando? ¿No será la masculinidad de cierta clase social en cierto contexto
la que está cambiando o al menos la que hace visible su cambio? ¿Son todos los cambios en la
masculinidad “positivos” y “voluntarios”? Estos cambios y novedades que nos son visibles en lo
identitario, ¿en qué medida y cómo afectan a las relaciones entre hombres y mujeres en el terreno
material (reparto de recursos y poderes de todo tipo)? Diría que es posible trazar formas distintas
en las que hombres y mujeres han vivido la masculinidad a lo largo de la historia, pero sólo en este
momento preciso hablamos de “nuevas masculinidades”, precisamente cuando es el grupo
“hegemónico” el que está dando pasos hacia la transformación consciente del modelo masculino
(transformación, que dicho sea de paso, valoro positivamente). No quisiera por tanto cuestionar la
capacidad para vivir la masculinidad de formas distintas señalada en el término “nuevas
masculinidades”. Es su inflación discursiva lo que me preocupa.
En el terreno social, reivindicar la búsqueda de “nuevas masculinidades” (que, a menudo, como he
expuesto anteriormente, se limita de antemano a ciertos sujetos) puede tener además de su lado
positivo un lado problemático. En las dos últimas décadas las teorías feministas han cuestionado el
carácter binario del sexo. A pesar de las diferentes opiniones en el seno de los movimentos, diría
que los debates han sido ricos y productivos. Sin embargo, nosotros todavía ni nos hemos planteado
en la mayoría de los casos qué hacer con la masculinidad: ¿reformarla? ¿transformarla? ¿abolirla?
Parece que sentimos más apego del que pensábamos hacia la masculinidad, seguramente porque de
manera consciente e inconsciente sabemos que los privilegios que nos aporta no están nada mal.
Pero aún cuando hacemos un intento de cuestionar los privilegios no somos capaces de retratar
nuestras vidas y utopías más allá de la masculinidad (sea “nueva” o no). Sin obviar que la
deconstrucción de la feminidad y la masculinidad conlleva consecuencias diferentes a muchos
niveles, deberíamos intentar atender al debate sobre si queremos ser otros hombres, hombres
distintos o simplemente menos hombres.
- See more at: http://www.pikaramagazine.com/2013/03/%C2%BFque-hacemos-con-la-
masculinidad-reformarla-transformarla-o-abolirla/#sthash.kBMzwEXS.dpuf
TEXTO COMPLEMENTARIO. "LOCAS: La violencia sobre sí o la encarnación del patriarcado"

Desmedicalización de la experiencia de dolor


en mujeres: usos de plataformas virtuales
y procesos de agenciamiento subjetivo*
Demedicalization of the Experience of Pain in Women: Uses of
Virtual Platforms and Subjective Agencement Processes
Recibido: 24 de octubre de 2014 | Aceptado: 18 de Julio de 2015

Patricia Amigot **
Universidad Pública de Navarra, España
Margot Pujal i Llombart ***
Universidad Autónoma de Barcelona, España

Resumen
El objetivo del artículo es analizar el uso de las plataformas virtuales por
parte de personas afectadas por un dolor crónico sin causa orgánica. Se
trata de un malestar emergente, creciente y controvertido en sociedades
globalizadas, tecnologizadas y occidentalizadas, que afecta a mujeres en una
ratio de 20/1 y que ha sido incluido en la categoría clínica de fibromialgia. Se
parte de los estudios sobre el biopoder, la medicalización de la experiencia
y del enfoque de género en salud, para desde allí analizar las posibilidades
y límites de las plataformas en línea que facilitan procesos de agenciamien-
to subjetivo y transformaciones corporales, subjetivas, sociales y políticas
significativas. La aproximación metodológica es cualitativa y la fuente de
datos la constituyen los intercambios en cuatro blogs o foros en línea. Los
resultados y la discusión final abordan la recuperación de las mujeres y la
posterior simbolización de su experiencia conflictiva en los foros, así como
los alcances y límites en términos de agenciamiento.
doi 10.11144/Javeriana.psy14-5.dedm Palabras Clave
agenciamiento; plataforma virtual; perspectiva de género; medicalización; biopoder;
Para citar este artículo: Amigot, P., & Pujal i Llom- análisis del discurso; fibromialgia
bart, M. (2015). Desmedicalización de la expe-
riencia de dolor en mujeres: usos de plataformas Abstract
virtuales y procesos de agenciamiento subjetivo. The aim of this paper is to analyse the use of online platforms of people
Universitas Psychologica, 14(5), 1551-1568. http://
dx.doi.or./10.11144/Javeriana.upsy14-5.dedm
affected by chronic pain without organic cause. This is an emergent and
growing malaise in globalized, technologized, western societies, that affects
women in 90% of the cases). This malaise has been captured on the clinical
*
Artículo de investigación. Este estudio se apoya category of fibromialgia. The study begins in the studies of biopower and the
en la investigación “Les veus silenciades en temps
“d’igualtat”. El dolor des d’una perspectiva de gè-
medicalization of experience, and the gender perspective in health. We ask
nere”, coordinado por X y parcialmente finan- if online platforms are sufficient to facilitate subjective agencement proces-
ciado, en convocatoria competitiva Ref. U-27/10 ses, that make possible a significant corporal, subjective, social and political
(2010-2011), por el Institut Català de les Dones del transformation. We do this from a qualitative methodological approach. Our
Gobierno de la Generalitat de Catalunya.. data source are the interactions in four different blogs and online forums.
**
Doctora y Profesora de Psicología Social del De- The results and discussions tackle the recovery and later symbolization of
partamento de Trabajo Social. Correo electrónico: the conflictive experience in the forums, as its reach and limits regarding
Patricia.amigot@unavarra.es. agencement processes.
***
Doctora y Profesora Titular de Psicología Social Keywords
Departamento de Psicología Social. Correo elec- agencement; online platform; gender perspective; medicalization; biopower;
trónico: margot.pujal@uab.cat. discourse analysis; fibromyalgia

Univ. Psychol. Bogotá, Colombia V. 14 No. 5 PP. 1551-1568 ed. especial 2015 ISSN 1657-9267 1551
P atricia A migot , M argot P ujal i L lombart

Desmedicalización de la experiencia un ratio desigual mujer/hombre de 20/1 (Ubago,


de dolor en mujeres: usos de Ruiz, Bermejo, de Labry, & Plaza, 2005). Se trata
plataformas virtuales y procesos de un malestar o síndrome emergente, controver-
de agenciamiento subjetivo sial en la arena biomédica, social y jurídica, dada
la imposibilidad actual de construir un protocolo
Introducción consensuado que permita objetivar dicho dolor en
los términos que el paradigma biomédico estable-
En las últimas décadas, las sociedades contemporá- ce. Según Rivera (2009), la FM es en España la
neas capitalistas y tecnológicamente desarrolladas primera causa de consulta de mujeres en centros
han aumentado de manera exponencial su deman- de atención primaria y de abandono de la actividad
da social de atención médica (Luz, 2011). Una de las profesional, afectando a un 30% de la población
razones es el aumento de las condiciones sociales, y resultando inhabilitante entre el 25% y el 50%
culturales y de poder adversas a la vida, que hoy de los casos. Las consecuencias más importantes
en día caracterizan el mundo urbano, globalizado de esta controversia son, por una parte, la falta de
y neoliberal. Nos referimos a violencias simbólicas reconocimiento del malestar y de las personas que
y estructurales en un sentido amplio y a la preca- lo padecen, ya sea por un reconocimiento incierto
rización de los vínculos, ejemplo de lo cual son la de su dolencia o por falta de tratamiento adecuado
organización globalizada del trabajo y su desregu- —lo que puede conducir a su aislamiento, estigma
lación o las distintas y renovadas formas de violen- o exclusión— y, por otra, un malestar o experiencia
cia de género que conforman el orden neoliberal de burn out en los profesionales que atienden a estas
actual (De Vogli, 2011). Uno de estos procesos ha personas, cuando no conflictos entre profesionales y
sido referido como medicalización de la experiencia y saturación de las consultas de los servicios de salud
presenta una tendencia al crecimiento exponencial estatal (Velasco et al., 2007).
de lo que la biomedicina puede abarcar. La biomedi- Sin embargo, es cada vez más frecuente que
cina captura la experiencia y la vacía de su sentido dicha indefensión y estigma se gestionen a través
subjetivo, cultural, social y político (Barker, 2005). de procesos de agenciamiento por parte de las
Dichas violencias simbólicas y estructurales personas afectadas, mediante la creación propia
afectan al conjunto de la población, pero con ma- de organizaciones de pacientes2 o la creación de
yor intensidad a los grupos más vulnerables, donde plataformas en línea, la mayoría ajenas a la orga-
confluyen diversos ejes de poder y desigualdad (De nización de la sanidad estatal o pública. El objetivo
Vogli, 2011). Uno de estos grupos lo constituyen las de este artículo es problematizar, mediante un
mujeres, como efecto de la articulación del neolibe- análisis del uso de la interacción virtual y dis-
ralismo con otras estructuras de poder, como el neo- cursiva entre mujeres afectadas y diagnosticadas
patriarcado, el neoracismo y la matriz heterosexual. clínicamente con FM, la medicalización de este
Uno de los malestares que ha crecido expo- malestar y la patologización de dicha problemática
nencialmente y que ha aumentado la demanda de psicosocial. Para ello, partimos de algunos estu-
consulta médica por parte de mujeres ha sido el dios sobre el biopoder, que lo entienden como “el
dolor crónico sin causa orgánica, conocido clínica- conjunto de mecanismos por medio de los cuales
mente como fibromialgia1 (FM). La FM afecta con aquello que, en la especie humana, constituye sus
rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte
de una política, una estrategia política, una estra-
1 Según la OMS (1994) la FM es un síndrome caracterizado por un
dolor difuso no articular que afecta a los músculos y que se asocia
típicamente con fatiga crónica persistente, sueño no reparador y puntos sensibles posibles y la exclusión de alteraciones analíticas
rigidez generalizada. Está acompañado frecuentemente por otros y radiográficas.
síntomas corporales y psicológicos. Los criterios necesarios para 2 En Cataluña, en los últimos años, la lista de asociaciones de pa-
el diagnóstico son: existencia de dolor difuso presente —como cientes de FM ha crecido considerablemente, según lo constatado
mínimo durante 3 meses—, la palpación dolorosa en 11 de los 18 en nuestra investigación precedente.

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D esmedicalización de la experiencia de dolor en mujeres : usos de
plataformas virtuales y procesos de agenciamiento subjetivo

tegia general del poder” (Foucault, 2007, p. 15). biopoder de la FM, en el marco de un modelo social
Se parte igualmente de un enfoque psicosocial y de género en transición al que se acogían las per-
de género en salud (Velasco et al., 2007), desde sonas afectadas, que interactuaba con un modelo
el cual el disciplinamiento normativo de las iden- social de género tradicional al que pertenecían sus
tidades de género constituye un dispositivo de familias de origen. Dicho estudio muestra una clara
poder que tiene un impacto diferente y desigual influencia de ambos modelos. Estos, al interactuar
sobre la salud, el padecimiento y la calidad de vida con otros vectores de desigualdad —desde una
de mujeres y de hombres. perspectiva teórica interseccional— como la clase
social, la migración, el modelo cultural, el estatus
Una perspectiva de género profesional, la edad y la posición subjetiva, entre
para comprender el dolor otros, producían un yo generizado más normativo
—y, por tanto, más precarizado— en comparación
El concepto de sistema sexo/género desarrollado por con otras mujeres. A partir de los resultados obteni-
Rubin (1986) es considerado aquí central para el dos en la investigación previa, nos preguntamos si
análisis de la FM. Ampliamos la conceptualización las plataformas online, donde interactúan personas
de Rubin para entenderlo como un dispositivo de diagnosticadas clínicamente con FM, potencian
poder, desde una perspectiva foucaultiana (Pujal & —y en qué grado— procesos de agenciamiento y
Amigot, 2010). En términos más concretos, articu- empoderamiento subjetivo. En otras palabras, la
lamos dicho concepto con la perspectiva de género cuestión es si los procesos que tienen lugar en estas
en salud siguiendo a Velasco (2009), quien define plataformas logran efectuar un tránsito desde una
al sujeto que enferma como un sistema dinámico posición normativa de género subalterna (Spivak,
biopsicosocial generizado, es decir, como un sistema 2003) hacia una posición de mayor agencia y si tie-
sujeto/sexo/género. nen un impacto en la vivencia del dolor corporal y
Desde esta perspectiva y a partir de Mora (2005), del malestar subjetivo.
consideramos que la organización sexista de la vida El empoderamiento, en este caso, se refiere al
social genera unas fuentes específicas de vulnera- proceso por el cual las mujeres mejoran el control de
bilidad y fragilidad diferenciadas según el sexo y el los recursos materiales y simbólicos y refuerzan sus
género. Tres son las características fundamentales capacidades y protagonismo en todos los ámbitos,
de una organización sexista occidental: la división para convertirse en las protagonistas de sus propias
sexual del trabajo; la construcción imaginaria, sim- vidas (Lagarde, 2005). Asimismo, el empodera-
bólica y material de las subjetividades de género, y miento tiene una dimensión individual, relacionada
las relaciones sociales mediatizadas por esta cate- con los propios niveles de autoestima y autonomía,
goría. Sin embargo, hay variaciones en las combi- y otra colectiva, relacionada con la necesidad de
naciones de estas características, lo que ha dado unirse con otras personas con el fin de aumentar
lugar a distintos modelos sociales de género en las la capacidad de participación e intervención en lo
sociedades globales occidentalizadas —entre ellas, público —en tanto espacio de lo común—. Ambas
España—. En la actualidad, conviven cuatro mo- dimensiones están relacionadas entre sí.
delos sociales de género que pertenecen a distintas En definitiva, siguiendo a Michel Foucault y co-
generaciones y son a la vez coetáneos por herencia mo hemos señalado en otro lugar (Amigot, 2005),
social: tradicional, en transición, contemporáneo los discursos y las prácticas sociales configuran,
e igualitario (Velasco, 2009). de una forma que varía históricamente, diferentes
En esta línea, partimos de los resultados obte- formas de autoconciencia y reflexividad. Esto es un
nidos en una investigación cualitativa sobre relatos efecto de las relaciones de poder que opera cons-
de vida de mujeres diagnosticadas con FM (Pujal tantemente, incluso sin que seamos conscientes de
& Mora, 2013, 2014), en la que el género aparece ello, dado que la subjetividad es un proceso abierto
claramente como un determinante psicosocial y de y no completamente transparente. El lenguaje se

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P atricia A migot , M argot P ujal i L lombart

abre a diversos usos, a desplazamientos y fracturas ser beneficiosa y apuntar a un proceso de resignifi-
en los sentidos. cación y transformación subjetiva.
Los sentimientos tienen una dimensión política,
Estudios sobre los efectos de bienestar en el sentido de que las relaciones de poder regulan,
de la interlocución virtual de alguna manera, los objetos legítimos de determi-
nadas emociones. Los sentimientos negativos suelen
Internet se ha convertido en un poderoso escenario desviarse hacia abajo, mientras que los positivos
de información e interacción global en relación con “suelen subir la cuesta sociopolítica” (Hochschild,
la experiencia de enfermedades y malestares con- 2008, p. 126). Esto implica que los grupos sociales
temporáneos. La búsqueda de información no es lo con menor poder tienen una menor posibilidad
único que motiva el acceso a la red: la dimensión de expresar su enojo y que son objeto de este con
experiencial y subjetiva de la enfermedad aparece mayor frecuencia.
como un nudo que se estructura narrativa y dialó-
gicamente en el contacto virtual, como objeto de Método y materiales
exposición, de síntesis, de ejemplo y de palabra, di-
rigida a quien pueda comprenderla porque padece La aproximación metodológica del estudio fue cua-
la misma situación. litativa y constó de dos procedimientos: la produc-
Este contacto intersubjetivo en línea permite ción de datos y el análisis de los mismos. Las fuentes
compartir experiencias, tanto en una dimensión de datos fueron el seguimiento, desde diciembre de
expresiva —de exposición emocional— como 2010 a mayo de 2011, de los intercambios virtuales
instrumental —de elaboración de estrategias de en cuatro foros sobre fibromialgia: Fibromialgia
afrontamiento y de prácticas de agenciamiento y Noticias, Fibroamigosunidos, Blog de El País y Fi-
autocuidado—. Tal como señalan Walther y Parks broamigos. Seleccionamos distintos diálogos, según
(2002), Internet es un medio fabuloso para el apoyo criterios de muestreo teórico, para poder obtener
social. Escribir y entablar un diálogo virtual son mayor variabilidad de opiniones y puntos de vista
prácticas que tienen efectos. El lenguaje, en tér- en la muestra. En todos ellos, las impulsoras fueron
minos de Wittgenstein (1969), soporta diferentes personas afectadas —no profesionales de la salud—.
usos además del descriptivo —habría otros usos Dos de los foros fueron creados directamente por
entrelazados con este, a los que él denomina jue- personas afectadas; los otros dos, por colectivos que,
gos de lenguaje, que son e implican formas de vida además, realizan encuentros no virtuales —aunque
distintas—. Una de las líneas de investigación más son poco habituales—, como la Asociación Civil
importantes en relación con los foros virtuales de sin fines de lucro que difunde conocimiento sobre
personas aquejadas por un problema de salud es la FM y el Colectivo Online de FM, un grupo de apoyo
que analiza el efecto beneficioso de la participación, y reivindicación.
asociada al tipo de expresión emocional y subjetiva El objetivo del análisis fue comprender la pers-
que permiten (Pennebaker & Graybeal, 2001; Suriá pectiva que tienen las personas informantes sobre
& Beléndez, 2009). Los dos mecanismos más rele- sus vidas, experiencias y situaciones, así como el
vantes en la consecución de ese efecto beneficioso sentido que atribuyen a sus actos (Taylor & Bog-
son, por un lado, la autorrevelación, que permite dar dan, 2000).
sentido al pasado a través de la ordenación de las En cuanto a las técnicas de análisis de datos,
experiencias y, por otro, la reestructuración simbólica, usamos el análisis de contenido y el análisis crítico
que señala la posibilidad de expresión de emociones del discurso. El primero pretende organizar la infor-
positivas y la disminución de las negativas. En este mación con base en las categorías que emergen de la
sentido y en el caso de la FM, la expresión de rabia interpretación de los datos. El programa ATLAS-ti
o ira —unas de las emociones más reguladas en la 6.0 fue la herramienta que nos permitió trabajar con
socialización normativa de la feminidad— puede la información y crear categorías. En este proceso de

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D esmedicalización de la experiencia de dolor en mujeres : usos de
plataformas virtuales y procesos de agenciamiento subjetivo

análisis hubo dos fases diferenciadas: el nivel textual generan en la vivencia de la misma. Dolor e in-
—la creación de citas y códigos— y el nivel con- tersubjetividad están estrechamente vinculados y
ceptual —la elaboración del análisis que relaciona esto tiene dos consecuencias importantes: por un
conceptualmente las citas y los códigos—. En cuan- lado, el hecho de que la construcción de signifi-
to al análisis crítico del discurso, lo entendemos cados sea un proceso psicosocial —en el que los
como una técnica analítica que localiza relaciones significados se negocian de manera intersubjetiva
de poder entre posiciones determinadas (Iñiguez, (Crespo, 1995)— implica que, cuando un otro social
2003). Esta línea concibe el discurso como una niega, implícita o explícitamente, una experiencia,
práctica social, lo que cuestiona su consideración se crea un vacío que difícilmente puede llenar de
como práctica descriptiva o representativa (Potter contenido por sí mismo —no sin una profunda in-
& Wetherell, 1987). quietud por la inestabilidad de sentido que provoca
Estas técnicas nos permitieron sistematizar to- el no reconocimiento—. Por otro lado, la profunda
das las intervenciones: el análisis de contenido nos imbricación entre dolor y subjetividad implica que
permitió categorizarlas, mientras que el análisis el descrédito del primero sea simultáneamente un
del discurso permitió establecer relaciones entre descrédito personal que provoca más dolor. Vere-
las categorías, realizar un análisis semántico y uno mos a continuación estas consecuencias, generadas
teórico-interpretativo, atendiendo a la dimensión por la limitación de la narrativa biomédica en los
pragmática y a los efectos políticos de los textos. pacientes.

Análisis de los resultados: del dolor de El dolor que no existe o la limitación


las palabras a las palabras de dolor de la narrativa biomédica frente
al dolor vital de las mujeres
Los resultados del análisis, en relación con el sen-
tido narrativo y dialógico de los intercambios, se Cuando el dolor no se entiende como síntoma de
organizaron en tres ejes cualitativos y en una pro- la experiencia subjetiva de la persona —síntoma
gresión narrativa de estos. Cada uno de los ejes es multidimensional—, el dolor que no encuentra
explicado teóricamente e ilustrado a través de algún causa orgánica es condenado a una permanente
intercambio virtual. sospecha sobre su existencia real y genera un dolor
añadido enorme en las personas que lo padecen:
Dolor y búsqueda de sentido son confrontadas y autoconfrontadas constante-
mente con un vacío de sentido y con un enigma que
Las perspectivas discursivas de la psicología social desgarra su propio sentido de sí. Cuando el dolor
actual subrayan el efecto performativo del lengua- bordea la irrealidad, a causa de su no localización
je: más que una representación de una realidad y de su falta de comprobación experta, la propia
existente, el lenguaje configura esa propia realidad experiencia adquiere una terrible ambivalencia
mediante su descripción (Ibáñez, 2003). Ello no entre el sufrimiento que invade lo subjetivo y la no
significa que no exista aquello a lo que aludimos, comprensión, transmisibilidad y reconocimiento de
sino que su comprensión pasa por su configuración esa experiencia. “Para muchos médicos solo somos
narrativa, puesto que la materialidad no habla por locas e histéricas, y quizás tengan razón (BF1, 44)3.
sí sola: siempre hay una discontinuidad entre lo La irrupción del dolor en la vida de la persona se
existente y la configuración que adquiere en nues- convierte así en un doble dolor, dada la dificultad de
tras palabras.
Una de las funciones más importantes que tie-
nen los foros virtuales en relación con esta dolencia 3 Las iniciales se corresponden de la siguiente manera con los foros:
Blog de El País sobre Fibroamialgia (BF1); Blog Fibromialgia No-
es recibir e intercambiar el malestar y el estupor ticias (BF2); Blog Fibromialgicosunidos (BF3); Blog Fibroamigos
que la sospecha y duda acerca de la enfermedad (BF4).

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P atricia A migot , M argot P ujal i L lombart

situarlo simbólicamente y de (auto)reconocerlo in- Esto tiene su contrapartida en el efecto que


tersubjetivamente. La búsqueda de reconocimiento produce el diagnóstico. Esta última palabra provoca
personal, que probablemente ha acompañado a estas alegría, tranquilidad y apaciguamiento del males-
mujeres a lo largo de su vida, se hace imposible en tar que el no reconocimiento de los otros genera.
circunstancias psicosociales marcadas por el dispo- El diagnóstico opera como el fin de un deambular
sitivo de poder de género y otros factores (Llombart estresante por el dispositivo médico, pero, sobre
& Mora, 2013). La experiencia de dolor corporal, in- todo, aparece como la consecución de un espacio
habilitadora y extrema, pide ser reconocida al tiempo y posición simbólicas que contienen, en parte, el
que queda bajo sospecha: sospecha del médico, sos- (auto)cuestionamiento.
pecha de los otros, sospecha de los próximos acerca Podría decirse, incluso, que se evidencia un
de la verdad de ese dolor. Este descrédito opera en cierto deseo de diagnóstico de fibromialgia:
la práctica como un descrédito personal, puesto que
la experiencia corporal es escuchada con reticencias. Y aun así no puedo con mi cuerpo. Me pasan cosas
raras y dolores raros (o eso dice la gente) y por eso
Y mientras, si dices que tienes fibromialgia, ya notas me da vergüenza ir al médico. A lo mejor son simples
cómo te miran. No te creen… en fin. Parece que coincidencias sin más, pero yo creo (o quizás “me
pierdes valor como persona y eres más bien poca gustaría”) tener fibromialgia, porque así podría dar
cosa como para que te escuchen… ni siquiera fami- una justificación a todo lo que me pasa y demostraría
lia o amigos. Yo me puedo pasar hasta diez días sin a la gente que no soy una vaga ni una histérica que
hablar con nadie, salvo el panadero o el de la tienda se pasa el día quejándose. (BF1, 26)
o supermercado. Qué fuerte. (BF2, 314)
El efecto del diagnóstico es recibido, en general,
En sus palabras, esto parece provocar tanto como un enorme alivio dentro de la situación de
dolor como el físico. Hay un desplazamiento: de lo experiencia de dolor y cansancio, incluso cuando
inaguantable de la enfermedad a lo inaguantable de supone el reconocimiento de una enfermedad cró-
la falta de comprensión. El dolor aparece por la res- nica. Así las cosas, la recepción del diagnóstico es
puesta de los otros: “Yo la tengo hace muchos años ambivalente.
y no se puede aguantar, no te comprende la gente
(BF1, 30). “Me duele mucho que muchas veces mis Después de muchas pruebas, ya me han diagnosti-
propios hijos me ven como si estoy exagerando en cado de fibromialgia. Y bueno, estoy dentro de una
mis malestares y dolores” (BF2, 351). contradicción: por una parte contenta, porque me
En esta otra cita aparece la misma duplicación confirman que no estoy “loca”, pero por otra, me está
del dolor, pero no tanto por la incomprensión sino costando asimilarlo porque, si miras al futuro, lo que
por la sanción que encuentra al no poder desempe- nos espera es dolor y más dolor. (BF1, 42)
ñar ya los roles que le corresponden, en este caso,
vinculados al cuidado de otros y a la identidad de Es interesante cómo ese peregrinar agotador
género femenina: “No solo es dolor físico, es dolor en busca de una respuesta es entendido por los
del alma, cuando te ves casi abandonada por todos, pacientes como un martirio, que se acaba cuando
porque ya no eres productiva, no puedes cuidar se encuentra un nombre para el dolor, reconocido
nietos, y un largo etc.” (BF2, 316). ahora por el dispositivo médico: “Hola M., sabes que
La alusión al dolor del alma se repite en relación después de hacerme todos los exámenes habidos y
con la incomprensión: “Gracias por tus palabras por haber, fui a una nutricionista para hablar de eso
(…) tengo pérdida de memoria, desconcentración, y sabes, ella me descubrió que tenía fibromialgia, fui
hay días que no puedo levantarme de dolores de por una cosa y me descubren otra. Terminé con el
huesos y lumbago, nadie lo entiende, mi enfermedad martirio” (BF1, 48). También lo atestiguan así, otras
es del alma” (BF2, 361). intervenciones similares: “Terminé con el martirio

1556 U n i v e r s i ta s P s yc h o l o g i c a V. 14 No. 5 edición especial 2015


D esmedicalización de la experiencia de dolor en mujeres : usos de
plataformas virtuales y procesos de agenciamiento subjetivo

de no saber por qué tanto dolor en mi cuello, brazos “Yo pasé por un cáncer y, aunque fue muy duro,
y piernas, qué cosas, ¿no?” (BF1, 49). “Qué bueno difícil y lastimó mucho mi cuerpo, puedo decir que
es saber al fin lo que tienes, que no es mentira, ni la fibromialgia es (para mí) más terrible aún, es un
hipocondría, ni flojera, ni histeria ni histrionismo, fantasma contra el que no puedo luchar, es algo que
ni teatro” (BF2: 239). me vino a quitar mucho” (BF4, 27).
Incluso pareciera que, a partir del reconoci-
miento, se mitigara el dolor físico: “Entonces me Vivir duele. Un saber no-
dijo, espera, tienes fibromialgia. Me recetó Lyrica experto compartido.
y Lexapro. Y al otro día quería que todo el mundo
supiera lo buena que es mi doctora, porque a pesar El lenguaje de los expertos opera desde una posición
de que el dolor no cesó totalmente, ya no dolía al socialmente autorizada para decir el significado
punto de la incapacidad” (BF2, 74). último de las cosas. En una sociedad en la que los
Esta reacción también es provocada por las dispositivos científicos se han erigido como porta-
conversaciones que tienen lugar en el foro. El re- voces indiscutibles de la verdad, el saber experto es
conocimiento alivia el dolor y opera como un otro designado para perfilar la verdad de la enfermedad
que disipa dudas acerca de la ‘verdad’: “He llorado (Velasco, 2009). En los foros, las experiencias de los
al leerla, me sentí comprendida, que no era mi recorridos médicos aparecen fundamentalmente
mente la que me traicionaba inventando dolores como una queja frente a la incomprensión, como
“imaginarios”, veo que padecemos todas lo mismo, reproche hacia la ignorancia de la medicina, como
aunque no seamos comprendidas por los “sanos”. reconocimiento a las buenas prácticas y profesio-
(BF2, 355) nales e, incluso, como esperanza en relación con la
investigación y el descubrimiento de una solución.
Un sentido que resiste la psicopatologización Por lo tanto, el ‘no-saber’ biomédico incita a una
elaboración conjunta del sentido del dolor. Una de
El vértigo ante la falta de sentido, provocado por las claves del diálogo es el reconocimiento otorgado
el no-reconocimiento y asociado, a su vez, a la mutuamente: la experiencia de dolor es reconocida
perspectiva dualista mente/cuerpo, hace que la por las otras personas y la ‘verdad’ del relato no es
reflexión acerca de la experiencia subjetiva del cuestionada ni reinterpretada por otros. En conse-
dolor tienda a abrir espacio a la consideración de cuencia, la demanda reiterada de reconocimiento
la locura. Tal como hemos comentado, cuando el y el silencio victimista en el que se refugian las pa-
dolor no tiene base orgánica, tiende a ser psico- cientes no-reconocidas pueden ser aliviados en los
patologizado, lo que implica, convencionalmente, foros. La alusión al silencio es hecha por algunas
un descrédito del mismo en tanto imaginario o personas que intervienen por primera vez y se re-
inventado, así como un (auto)descrédito de la fiere, sobre todo, a la incomprensión en el ámbito
persona, en tanto ‘loca’, histérica, mentirosa o familiar y más próximo. La incomprensión por parte
incluso, vaga y perezosa. Cuando la persona no del entorno lleva al encierro en una misma y, en esas
logra salir de esa narrativa, la única esperanza es el circunstancias, las posibilidades de recibir apoyo,
descubrimiento médico de los procesos patógenos. de resignificar la vida y de establecer estrategias de
Esto se refleja en la siguiente cita, que caracteriza autocuidado descienden drásticamente.
a la enfermedad como fantasma, metáfora que A veces no aparece el silencio sino la falta de
refleja el complejo estatuto médico que tiene esta aceptación. En ambos casos, otras intervenciones
enfermedad. La dificultad a la que se enfrentan los se ofrecen como consuelo y consejo.
pacientes con fibromialgia es, en ocasiones, mayor
que aquella que afrontan los pacientes con cán- No hablo nunca de fibromialgia. Doce años con
cer, por tratarse esta última de una enfermedad ella ya está pudiendo conmigo. Información tengo
socialmente reconocida en su gravedad. tanta como tratamientos he llevado. (…) me veo

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demasiado reflejada en vuestras experiencias. No sé vivir duele y aun así somos capaces de adaptarnos”
si es bueno o no leeros, puesto lo que he hecho hasta (BF2, 18). “Con la fibromialgia ‘duele la vida’, y de
ahora ha sido ponerme una venda en los ojos para paso el alma, el dolor llega al corazón” (BF2, 78).
evitar el tema con todo el mundo. (BF4, 24) Al partir del reconocimiento, los foros virtuales
proveen narrativas y palabras para articular una
La respuesta: experiencia más compleja y fracturar identificacio-
nes rígidas con la enfermedad. “Jamás he podido
X cielo, es que no aceptas la enfermedad, por eso explicar con palabras todo lo que sentía, ya que solo
no quieres verla, cariño, somos muchas y luchando podía decir dolor, esa es la palabra que me definía
mucho porque no podemos quedarnos así sin más, como persona” (BF2, 64).
tienes que aceptarla, para poder ver con tus ojos que
no estás sola y, si te abres a la realidad, te verás más Metáforas: la reconfiguración de la
comprendida y apoyada. (BF2, 88) vivencia. La enfermedad y la batalla

La identificación mutua en términos de enfer- El recurso lingüístico a la metáfora como modo de


medad permite, en primer lugar, sentir el apoyo y expresividad implica la acción de un hablante que
la solidaridad y, en segundo, que las palabras e in- va más allá de las estrategias representacionales: no
terpretaciones de las otras personas sean clave para solo denota una realidad, sino que abre el mundo y
nombrar la propia experiencia y resignificarla. Este detecta algún aspecto inaccesible para el lenguaje
reconocimiento e identificación mutuos permiten ordinario. Las metáforas son innovaciones semán-
que la experiencia supere, mediante su expresión, ticas, creaciones de sentido que revelan nuevos
la insistencia en los síntomas y sea contextualizada valores de la realidad (Ricoeur, 2001). Abunda,
e historizada. Ello tiene el efecto de integrar ese en los foros, el recurso a metáforas sociales que re-
cuerpo doliente en una narrativa vital, superando, presentan el sufrimiento: la ‘cruz’, el ‘calvario’ y el
de facto, la dicotomía mente/cuerpo. ‘infierno’. También aparecen las figuras de la ‘losa’
El reconocimiento mutuo parte, primero, de un —algo que se debe arrastrar— y de la ‘cárcel’, donde
reconocimiento del cuerpo doliente, que es inte- la condena es el dolor, tal y como puede observarse
grado en la experiencia relatada. No obstante, en en esta línea de diálogo en el Blog de Fibromialgia
las representaciones del cuerpo y de la enfermedad Noticias: “Hola a todas-os, yo la sufro ya hace
aparece una tensión: entre el cuerpo objetivado, aje- siete años y es un calvario” (BF1, 58). “La losa
no a la experiencia subjetiva, y el cuerpo integrado que te pesa [con] nada más levantarte” (BF2,
—en el sentido de una misma y del proceso vital—. 12). “Lamentablemente, nos correspondió car-
La emergencia de un saber acerca de la vida gar esta cruz” (BF2, 33). “Mis mejores deseos
y de sus circunstancias aparece como una luz de desde esta cárcel de dolor” (BF2, 121).
la que otros —los que no entienden— no tienen Algunas mujeres incluyen una dimensión sub-
idea. Aquí, el dolor tiene una profundidad vital, jetiva en la metáfora y no figura el dolor como una
desde una perspectiva integrada y no dicotómica, condena que hay que afrontar. Este aparece repre-
y es compañero del proceso de existencia. En la sentando, en términos subjetivos y de género, como
primera cita, por ejemplo, el dolor acompaña a la un ser roto: “Somos muñecas rotas” (BF1, 3).
vida solo de un “nosotros pacientes”, pero en la se- La enfermedad aparece referida, generalmente,
gunda, el dolor se considera consustancial a toda de tres maneras: como una ruptura —lo que subraya
vida, aunque la enfermedad otorga una especial el punto de inflexión, un antes y un después—; como
lucidez ante ello. una pérdida, y como una batalla —la expresión más
“Es cierto que para nosotros vivir duele y eso recurrente para referirse a la enfermedad—. Una
difícilmente se puede entender, por lo que parece” batalla es una situación estratégica en la que nada
(BF3, 38). “En nosotros se cumple la máxima de que está decidido: siempre hay un costo, pero el resultado

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plataformas virtuales y procesos de agenciamiento subjetivo

puede llegar a ser satisfactorio. La enfermedad como como un agravio externo. No obstante, en varias
batalla supone la vivencia permanente de una situa- intervenciones aparecen expresiones paradójicas en
ción de lucha. Esto tiene varias consecuencias: por relación con la identificación de ese agravio o mal-
un lado, la experiencia de la enfermedad se entiende trato. Aparece igualmente la necesidad de asumirlo
como un proceso. Lejos de la vivencia de una prisión humildemente, con miedo a una reacción legítima,
estática o de una condena permanente, una lucha conflictiva y, probablemente, inútil: “Aceptando
presupone la capacidad de operar sobre la situación y humildemente, porque lo contrario es ir contraco-
la posibilidad, esperanza o certeza de que ese actuar rriente… es enfermar del alma… es darle paso a la
podrá tener pequeñas recompensas. rabia… a la oscuridad” (BF2, 15).
La referencia a la lucha suele estar relacionada La expresión de tristeza y depresión está vincu-
con la elaboración colectiva de estrategias para lada a la percepción de la enfermedad como una
afrontar las dificultades del dolor y con la expresión pérdida. En algunos casos, se alude incluso al duelo
de una autovaloración que infunde ánimos. “Esto es que genera su aceptación:
una lucha más, que nos deja inactivas durante unos
días pero que luego nos permite continuar. Sobre Hola, soy nueva en esta bella casita, espero ser bien-
todo, no os quedéis inactivas, el día que podáis salir, venida, gracias por recibirme… estaba tan deprimida
hacedlo y procurad tener siempre la mente ocupada, que entré a buscar información positiva después de
haced yoga, tai-chi, bolillos, ganchillo” (BF1, 24). reconfirmar lo que me negaba más de mil veces en
aceptar, que tengo fibromialgia, como si el desearlo
La expresión de tensión emocional con todas las fuerzas iba a lograr que se hubieran
equivocado en el diagnóstico… pero ya estoy aun
La expresión de emociones es muy importante en en el proceso de luto. (BF4, 3)
la interacción virtual. Entre ellas, destacamos dos
tipos: La culpa no aparece explícitamente, pero po-
a) Tensión emocional entre vergüenza y orgullo. demos inferirla de algunos testimonios que aluden
La vergüenza está muy relacionada con la ‘locura’ al dolor que supone la limitación física, que impide
o la experiencia de un dolor que “en realidad” no ocuparse de hijos e hijas pequeñas. Son situaciones
existe. Frente a esta, hay muchos mensajes que en las que la posición de género femenina de “ser
insisten en situar el problema en algo externo y no para otros” emerge claramente:
en la persona que sufre, apuntando a transformar
la vergüenza en orgullo, dado por el heroísmo que Aun cuando muestre mi mejor sonrisa por dentro
implica el padecimiento: estoy sintiendo que las fuerzas se desvanecen y las
fuerzas se me agotan… y ya no puedo más… pero a
Lo que sí les digo es nunca se avergüencen con su seguir para adelante, quiero salir de la prisión que yo
médico, familia o amigos, si ellos no lo entienden misma me impuse, prisión donde guardo mis dolores,
traten de educarlos y si no lo logran, al diablo, tienen sentimientos que no permiten que entre nadie y que
que ir con toda firmeza y seguridad a su médico, y está a punto de explotar… por lo que me atreví a
si no los entiende, luchen y busquen otro que sí lo entrar aquí como una forma de catarsis, de desahogo
haga, aunque sea una gran búsqueda. (BF2, 260) donde nadie me mire, vea mis lágrimas y me sienta
cobarde y culpable de no dar de mí todo lo que mi
b) Tensión emocional entre tristeza, rabia y cul- hijo quisiera. (BF2, 4)
pa. En algunos casos, la rabia parece convertirse en No quiero amargar a mi familia. (BF2, 115)
resignación y depresión, en las mismas situaciones
en las que otras personas manifiestan enfado o ira. De todas formas, en algunos testimonios no deja
La rabia emerge ambivalentemente cuando el no- de ser significativo que determinados conflictos
reconocimiento deja de ser inhabilitador y se lee familiares aparezcan velados por la enfermedad.

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Los síntomas muestran su compleja etiología biop- la enfermedad, genera una clara distinción entre
sicosocial (Velasco, 2009). “los enfermos” y “los sanos”, a la vez que amalgama
a los primeros en un colectivo. Allí se reconocen
“Discutía con mi marido absolutamente por todo. porque son parecidas y se desatan lazos virtuales
La cría mayor solo tiene seis añitos, me decía que —pero no por ello menos intensos— de afecto y
estaba triste y que siempre tenía ganas de llorar. A apoyo: “Sé que no estoy sola… estoy con cada uno
mí se me caía el mundo encima. Todo eran reflejos de ustedes” (BF2, 325).
de mi enfermedad.” (BF2, 132). La configuración grupal, que parte de la mutua
identificación y que está orientada elaborar signi-
Esta posición resalta el efecto que la enfermedad ficados identitarios colectivos, tiene su otra cara
tiene sobre la función materna y de cuidado de las en la distinción entre un nosotras y los otros. Ello
mujeres afectadas. Los hijos generan culpa, pero son aparece reiteradamente en testimonios como este:
a la vez una motivación para salir adelante: “Veo que todas padecemos lo mismo, aunque no
seamos comprendidas por los “sanos”” (BF2, 355).
A veces quisiera dormirme y no despertar, pero aún Nos resulta extrañamente llamativo el hecho
mis hijas están pequeñas y es por ellas que me levanto de que no se refieran más a menudo a su condición
cada mañana luchando con mi propio cuerpo, con de mujeres, aunque en algunos momentos hablen
mi alma, con el dolor. Como decía las abuelas, “no en femenino. Que la enfermedad sea mayoritaria-
hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”. mente femenina no es un hecho aludido de mane-
(BF2, 343) ra explícita en las intervenciones y en los diálogos.
La que sigue es una excepción: “Solo puedo decir
Como plantea Rabeharisoa (2006), a través de que ánimo, que no nos dejemos vencer, somos
los ejemplos anteriores podemos ver el surgimiento mujeres y estamos acostumbradas a luchar día a
de una identidad colectiva compartida —identity día” (BF1, l.24).
claim— de naturaleza biosocial. Existe cierta tendencia a representar ese estado
de unión colectiva en términos espaciales, lo que
Resignificación subjetiva resulta llamativo tratándose de un medio virtual y
anónimo —aunque el anonimato suela desdibujar-
Refiriéndonos a la emergencia de una bioidentidad se con la transmisión de las vivencias personales
compartida, consideramos la resignificación sub- y detalles íntimos de la vida—. Las dos imágenes
jetiva —que tiene lugar a partir de la emergencia que aparecen ocasionalmente son, primero, la de
de la enfermedad y en el diálogo virtual— en tres un solo cuerpo, que contendría a todas las perso-
sub-ejes que surgieron en el análisis. nas afectadas, y, segundo, la del foro como un lugar
afectivo, como una “casita” en la que tienen cabida
Resignificación colectiva: nosotr@s todas las mujeres que sufren. Allí, se cuidan unas a
otras: “Una de las mejoras cosas que leí, me siento
La intersubjetividad que se integra en los foros fun- tan identificada, es tal cual, nos sentimos pero tene-
ciona como una fuente de identificación y, por tan- mos que seguir nuestras vidas por más que parezcan
to, de interpretaciones y recursos para articular la que somos muchos en un solo cuerpo” (BF2, 226).
experiencia. La resignificación colectiva tiene una “Hola C cariño,… claro que eres bienvenida… ya
sólida base en la identidad que provee el diagnóstico verás como aquí encuentras una casa donde nos
y que genera definiciones en términos colectivos. apoyamos entre tod@s” (BF4, 7).
Consideramos los efectos de la categorización Se aprecian también deslizamientos reiterados
en términos de la enfermedad desde la teoría de entre lo individual y lo colectivo: “Soy una lucha-
la identidad social (Tajfel, 1978; Turner, 1987). La dora y una superviviente de mi propio cuerpo, como
categorización, que cumple un papel definidor en todas vosotr@s!” (BF1, 47).

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D esmedicalización de la experiencia de dolor en mujeres : usos de
plataformas virtuales y procesos de agenciamiento subjetivo

Por otra parte, las presentaciones ‘positivas’ Esta posición de autorización le permite centrarse
tienden a integrar la enfermedad a lo subjetivo, pero en sí misma y autorizarse en el cuidado:
sin agotar su identidad en el hecho de estar enfer-
mas: “Soy FM y un montón de líos más” (BF1, 5). Hoy en día me siento un poco mejor, ya que he de-
“Soy activa, trabajo mucho, y tomo clases de salsa jado de preocuparme tanto y evito discutir, trato de
y canto en un coro polifónico… pero me tira abajo llevar la vida con más calma, lo único que me pre-
pasar por crisis en las que no puedo salir ni hablar ocupa es que, a pesar de todo esto, hay crisis y estas
por teléfono por los malestares” (BF1, 6). se presentan de diferente forma. (BF2, 150)

Autorizándose al discurso y a la práctica Antes nos decían que escuchemos al cuerpo, ahora
no lo escucho, escucho mi corazón, me amo, me cui-
Una consecuencia de las relaciones de poder es la do con dieta sana, con mucha agua, frutas y verduras,
denegación de un criterio de interpretación y juicio. hago tai chi, yoga, bici, camino, todo de acuerdo a lo
Por tanto, una táctica de resistencia a la posición que me aguanta el cuerpo, me relajo todos los días y
subordinada consiste en afirmar el criterio alterna- descanso mucho. (BF2, 339)
tivo que se maneja en la construcción de sentido.
Esto implica una autorización —generalmente su- Valoración intersubjetiva frente a
brepticia— para saber algo que los demás no saben. la fragilidad del reconocimiento
El poder de las palabras no reside en las propias
palabras, sino en los contextos que condicionan el Los foros son una fuente inagotable de recono-
alcance y los efectos de determinadas proposiciones cimiento: apaciguan la necesidad de ser creída
(Bourdieu, 1982). y, por ello, pueden complejizar la expresión de la
Podemos apreciar una fractura de la univocidad experiencia del dolor más allá de la demanda y de
del lenguaje de la autoridad en el desconocimiento la queja. Además, se obtiene un reconocimiento
de la misma, así como en la percepción de sí mismos en términos afectivos de valoración. Palabras y
como sujetos de un saber que se legitima intersub- apelativos cariñosos saltan de mensaje en mensaje
jetivamente. en estos casos. Se trata de toda una semántica del
La percepción mayoritaria es que los médicos no cuidado mutuo que se despliega como muestra de
saben mucho, lo que suscita reacciones emocionales una solidaridad férrea: “Cielo, tú ánimo y pa’lante”
diversas, que van desde la vergüenza hasta la rabia (BF1, 35). “Un besito con todo mi cariño. Cuídate,
y el desprecio: “Qué malo saber que los mismos preciosa” (BF3, 37).
médicos sean tan ignorantes y que no sean capaces Otro elemento que opera como fuente de (au-
de reconocerla como una enfermedad invalidante” to)valoración tiene que ver con la enfermedad
(BF2, 239). como batalla y con la enferma como heroína —
Los saberes menores, clandestinos, oscuros pe- tiene que soportar que no la crean, una medici-
ro compartidos, emergen como un elemento au- na sin remedios, el propio dolor y agotamiento,
torizado que otorga voz y permite profundizar la etc—. Lo anterior conduce a una atribución de
narración. fortaleza a esas personas, cuya cotidianidad pasa
siempre por la debilidad física. En otras palabras:
Es que les damos clase gratis, sí, a los médicos les son fuertes.
damos clase gratis, les contamos nuestros sínto-
mas, nuestros desasosiegos, todo lo que les pueda Vivimos una gran mentira, una mentira que lidiamos
orientar para entender nuestra enfermedad, porque con una fortaleza insuperable, porque para nosotros,
es así como van aprendiendo sobre la fibromialgia, más que para nadie, vivir el día a día es prueba más
con nuestras experiencias, con nuestro sufrir día a que suficiente de una fortaleza casi sobrehumana.
día. (BF1, 84) (BF1, 18)

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—que sostendría el verdadero sentido subjetivo—


Vosotras sabéis lo que es sacar fuerzas de flaqueza o, por otro, ser integrado en ese proceso subjetivo,
para seguir cada día con nuestra actividad. Yo así complejo y multidimensional. Las vivencias del
lo hago diariamente, me despierto y lo primero que cuerpo como ‘cárcel’, ‘losa’ o ‘enemigo’ ilustran
digo es “hoy ya no puedo más”, pero casi literalmente esta imaginarización dicotómica y configuran un
me tiro de la cama, porque como me rezague, no me sujeto sometido a un discurso social que vincula
levanto. (BF3, 46) la agencia a la capacidad de dominar y utilizar el
cuerpo. En el caso de la enfermedad que afecta a un
Construcción dialógica de la agencia cuerpo situado así imaginariamente, esta agencia
es mínima. Además, el sufrimiento tiene un pro-
A partir de los ejes expuestos hasta el momento, fundo poso de rechazo de ese cuerpo que, a pesar
destacamos ahora los elementos más significati- de todo, es propio.
vos, por su potencial para resignificar la posición Sin embargo, el cuerpo puede ser integrado de
de enferma pasiva —producida por la mayoría de maneras más complejas e inestables cuando una es
interpelaciones biomédicas y sociales— hacia una su cuerpo y cuando aquello contra lo que se lucha
más activa y subjetivamente agente. Desde esta es la enfermedad —no el cuerpo—; es decir, cuan-
posición y más allá del dolor, las mujeres se perfi- do la enfermedad es una batalla a la que se va con
lan con mayor densidad, complejidad emocional y el cuerpo y no contra él. Hemos señalado diversas
capacidad de articular prácticas de autocuidado. intervenciones en las que se expresa la necesidad de
Tal posición la caracterizamos como una subjetivi- cambiar de actitud hacia una misma y de cuidarse.
dad que rescata pequeñas hebras de agencia, que Este cuidarse implica cuidar, simultáneamente, el
se entrelazan, a su vez, con las limitaciones que el cuerpo. Es especialmente relevante, en este sentido,
malestar impone. la comprensión implícita de las emociones como
Esta configuración particular de la agencia con- un proceso corporal. La emoción implica una con-
trasta con posiciones ancladas en la identificación ciencia de la cooperación corporal con una idea, un
con la enfermedad y con posiciones victimistas y pensamiento o una actitud y la etiqueta adosada a
reiterativas en su queja pero que no son las más esa conciencia (Hochschild, 2008). Sin embargo,
habituales: la tendencia convencional es pensar las emociones
como desvinculadas del cuerpo. Por tanto, la recon-
“Creo que es una de las peores enfermedades, pues figuración subjetiva, que aborda simultáneamente
no tienes nada clínicamente y pueden creer que aspectos corporales y emocionales, resulta más
haces tú cuento y no te aguantas el dolor. Espero eficaz para articular la experiencia del dolor y para
que lo que acaben diciéndome sea que encuentran establecer pautas de cuidado.
un medicamento que vuelva las ganas de vivir”
(BF2, 111). Gestión de los sentimientos,
modulación del dolor
A continuación presentamos algunas narrativas,
intervenciones e interacciones que se caracterizaron La expresión emocional, además de ser positiva en
por una recuperación minuciosa de la agencia. Las sí misma, nos sitúa en el nudo reflexivo de qué hace
ordenamos según cuatro ejes. un sujeto con sus sentimientos. Las perspectivas
psicosociales, según Hochschild (2008), han estado
Reapropiación del cuerpo, muy condicionadas por dos versiones contrapuestas
ruptura de la visión dualista del sujeto: por un lado, un yo cognitivo consciente;
por otro, un yo emocional inconsciente. Este par de
La imaginarización del cuerpo podría, por un lado, opuestos ha desdeñado el análisis de los sentimien-
dibujarlo como un elemento ajeno a un sí mismo tos, tanto en su relación con las circunstancias

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D esmedicalización de la experiencia de dolor en mujeres : usos de
plataformas virtuales y procesos de agenciamiento subjetivo

sociales como en su relación con o entre procesos Atribuciones: causas y consecuencias


subjetivos. A pesar de que gran parte del desarrollo
de estos procesos es inconsciente —no trasparente Otro elemento que configura la agencia —en térmi-
a la propia conciencia del sujeto—, los sentimientos nos narrativos tanto como psicosociales— tiene que
adquieren su significado y carácter solo en relación ver con la interpretación que establece relaciones
con un tiempo y lugar específicos. diferentes entre causas y consecuencias. Las reor-
Todo contexto regula los sentimientos y esta re- denaciones en la atribución de causalidad tienen
gulación tiene una dimensión normativa —aquello importantes consecuencias afectivas y generan
que se considera apropiado o no—, una dimensión expectativas diferentes. Son, en ocasiones, decisivas
expresiva —aquello que se considera comunicable y para la construcción de culpabilidad.
que, en función de esta interacción, regula su false-
dad o verdad— y una dimensión política —aquella Tengo hora con un reumatólogo y como el médico
que hace referencia a la dirección del sentimiento de la SS está de baja, voy a intentar que me hagan
(Hochschild, 2008)—. caso, y si no que me manden al psiquiatra, pero lo
El desplazamiento de las reglas sociales en rela- que no voy a hacer es seguir aguantando porque si
ción con los sentimientos permite la intensificación no me voy a volver loca. (BF1, 27)
de prácticas imperceptibles —pero capacitadoras—
que compensan la limitación y el dolor ocasionados Respecto al psiquiatra o psicólogo te vendrá bien, no
por la enfermedad, sin agotar la potencia subjetiva. porque estés más o menos paranoica y veas más don-
El propio trabajo con los sentimientos, una vez pro- de no lo hay, sino porque te ayudarán a superar una
blematizadas las normativas sociales al respecto, es pérdida tan importante como es la nuestra. (BF1, 34)
muy reseñable.
De forma reflexiva y en infinidad de consejos, Quién no se volvería loca, histérica, desequilibrada y
las participantes se dan, unas a otras, pautas de no sé cuántas cosas más si después de un montón de
manejo de las emociones, lo cual abre la posibi- años visitando médicos, especialistas de toda clase,
lidad de hacer algo con estas sin condenarlas al haciéndonos toda clase de pruebas, para que te digan
rechazo, a la soledad o a la desesperación ni a la que no tienes nada. (BF1, 67)
falsa auto-regulación racional —como sucede con
algunos prototipos, generalmente masculinos, de También hay cierta comprensión de la enfer-
muchas narrativas sociales—. Atrapadas en su medad como curso vital, relacionada con otras
dolor y su agotamiento, saben y pueden operar experiencias vitales. Aunque no es lo más habitual,
táctica y sigilosamente sobre las emociones, para hay intervenciones que sitúan el inicio del dolor o
así producir pequeños cambios que las alivien. el desencadenamiento de una crisis en una situa-
Conscientes de que serán inestables y frágiles, de ción traumática, en una pérdida o en situaciones
que volverán las crisis y desesperaciones, articulan emocionales difíciles.
su batalla como un cuidado de sí que pasa por una
regulación emocional. Aquí también, por tanto, Despliegue de estrategias: resubjetivación
encontramos indicadores de una agencia que se frente a prácticas objetivantes institucionales
recompone y se comparte: “Soy la primera en
creer y fomentar el buen ánimo, el optimismo y Uno de los ejes más interesantes del análisis lo
el equilibrio, como una forma de sobrellevar esta constituye el intercambio de estrategias que está a
enfermedad que la tengo hace más de 35 años. Y la base de este proceso de resubjetivación colecti-
creo que nos evita empeorar” (BF2, 68). “Así como va. Las estrategias implican la adquisición de una
yo estoy muy mal, trato de ponerle vida a mi vida posición activa —agencia— a partir de un saber
y de seguir teniendo esperanza, por mí y por los compartido, que puede ser objeto de contraste,
míos” (BF2, 226). matización y experimentación. Esto configura el

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grupo como espacio de valoración y de percepción “Pero tienes que encontrar la manera de controlar
subjetiva en términos ‘positivos’. los síntomas de la enfermedad… así, el día que te
En algunos foros se asume de entrada, que no encuentras bien pues haces lo que más te guste y los
existe una cura para la fibromialgia y que, por lo días menos buenos… pues se reposa aceptando que
tanto, no se la espera. Pero de ello no se deriva una ya vendrán días mejores” (BF3, 8).
actitud resignada ni apesadumbrada: “La acepta-
ción de la enfermedad y mantener el ánimo alto y Los consejos se dirigen, en general, a la bús-
en positivo es lo que más nos ayuda. No tenemos queda de una práctica de cuidado que pueda
cura pero sí buen humor y ganas de luchar. Un complementar o sustituir las recetas médicas.
abrazo.” (BF3, 77). Uno de los elementos asociados a este cuidado es
En la siguiente cita se puede apreciar el sentido practicar un equilibrio entre el esfuerzo corporal
compartido de los foros desde una dimensión más y el subjetivo:
práctica y activa: “Cualquier novedad, por poco
que parezca contarla, para que otras puedan probar, Hay que comenzar creando una rutina diaria en
no todas reaccionamos igual, lo que a unas viene donde realices todos los días diferentes labores y por
bien, a otras les viene mal, por eso debemos co- lapsos de tiempo iguales, claro que siempre haciendo
municarnos cualquier cosa que nos pueda ayudar. muchas pausas, como me dijo mi fisioterapeuta. Hay
Besos.” (BF1, 18). que sacar las palabras ‘mucho’, ‘demasiado’ y todos
Las personas que interactúan en el foro tienen sus sinónimos de nuestras vidas. (BF4, 47)
la posibilidad de sentirse útiles, pues su propia
experiencia ayuda a otras personas. Intercambian Conclusiones y discusión
consejos de todo tipo, entre ellos, cómo afrontar la
compleja relación con el dispositivo médico: Partimos de los conceptos de biopoder y medicaliza-
ción de la experiencia, articulándolos con el enfo-
Decirte que si el médico de la SS está de baja, pon- que de género en salud (Velasco, 2009). Desde allí,
gas una hoja de reclamaciones y solicites que ellos nos preguntamos si los foros virtuales facilitan —y
te manden a otro o solucionen tu problema que les de qué manera— procesos de agenciamiento que,
das un plazo o tomarás otras medidas, contestan, te a su vez, generen transformaciones corporales,
lo aseguro, yo soy la chica de las hojas de reclama- subjetivas, sociales y políticas significativas en la
ciones, no nos queda otra, para que no nos tomen experiencia de dolor sin causa orgánica de mujeres
el pelo. (BF1, 33) diagnosticadas clínicamente con fibromialgia. A
la luz del análisis cualitativo de las interacciones
Los consejos para el cuidado de una misma que estas mujeres sostienen en las plataformas en
son los más abundantes: “Esto se puede llevar línea, surgieron tres ejes relativos a los procesos
con cariño hacia ti misma y rodeándote de per- abiertos en la interacción virtual: a) dolor y bús-
sonas que te quieran, no te enfades por nada, queda de sentido, b) resignificación subjetiva y c)
es mejor que lo ignores” (BF1, 54). “De sobra sé construcción dialógica de la agencia. A partir de
que decir ‘¡anímate!’ no es suficiente, pues de no ellos, pudimos constatar diversidad de elementos
hacerlo nos quedaríamos acostadas todo el día. asociados a una experiencia conflictiva, vinculada
Alimenta tu conciencia, trabaja otros aspectos a su vez a una posición de género femenina norma-
de tu vida y algo bueno saldrá. Te lo aseguro” tiva y subalterna. Esta experiencia es performada
(BF2, 385). de maneras particulares por las mujeres que par-
Este tipo de consejos parten de la aceptación de ticipan de los foros, desde sus experiencias espe-
la enfermedad como un proceso lleno de altibajos, cíficas de dolor. Entre ellas, las más recurrentes
donde más vale saberse cuidar a una misma para fueron el malestar por la ausencia de sentido del
sobrellevarlo de la mejor manera: dolor y por la falta de reconocimiento del mismo

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D esmedicalización de la experiencia de dolor en mujeres : usos de
plataformas virtuales y procesos de agenciamiento subjetivo

por parte de los ‘otros’ —especialmente cuando Sin embargo, y aunque partimos de la idea de
no es posible cumplir con las expectativas sociales que socializar el malestar puede convertirse en un
proyectadas—; la denuncia y el desconcierto por motor para la movilización colectiva, vemos que
la psicopatologización y estigmatización social y este tipo de plataformas, al menos en sus primeras
médica; los usos de metáforas como “batalla” y fases, se quedan cortas a la hora de facilitar un
“lucha” —relacionadas con las dificultades de empoderamiento a nivel colectivo y de aumentar
quienes ocupan una posición vulnerable y subalter- la participación en el espacio de lo público en
na—; la expresión ambivalente de rabia y enfado relación con la igualdad y diversidad género. Y
—paralelas a la culpa— y la tensión que genera aunque, como plantea Lagarde (2005), ambos pro-
la dificultad para el cuidado de otras personas. cesos de agenciamiento están muy relacionados
Por otra parte —y en relación con la expe- entre sí, se necesitaría un estudio más longitudinal
riencia conflictiva—, surge otro conjunto signi- para poder valorar el potencial de agenciamiento
ficativo de elementos, asociados esta vez a una colectivo de dichos foros —más allá de su poten-
posición de agencia en la que es posible simboli- cial de transformación subjetiva—.
zar la experiencia de las mujeres en unos térmi- Otro aspecto significativo que se desprende
nos similares a los que plantea Velasco (2009): del análisis es la función paradójica que juega el
la expresión de la necesidad y deseo de hablar diagnóstico clínico de FM, ya que, por una parte,
con iguales para poder partir de la experiencia y aporta un relativo reconocimiento social al dolor
voz propias en la construcción de un sentido del y a la persona que lo sufre, pero, por otra, la priva
dolor; la posibilidad de reconocerse mutuamente de un sentido experiencial, emocional, colectivo
en la narración de experiencias similares entre y cultural de su dolor. Esta ausencia de sentido
sí, que inauguran un saber no-biomédico sobre el impide la simbolización del malestar y, por tanto,
dolor. Asimismo, surge una crítica al lenguaje de bloquea el agenciamiento y el cambio subjetivos.
la autoridad, una valoración colectiva y la acep- Estos últimos, en contraste, sí son posibilitados
tación del propio cuerpo como parte integrada por el uso que estas mujeres hacen de los foros en
del yo. También se hace evidente la necesidad línea, donde las personas afectadas son desplaza-
de expresión —y de regulación— emocional, das al centro de su narración, a través del recono-
una reducción de la autocrítica y la emergencia cimiento intersubjetivo y del diálogo entre iguales.
de una crítica orientada al exterior. Finalmente, Dicho desplazamiento estaría asociado, además, a
se da una construcción conjunta de prácticas de la expresión de una reducción —por mínima que
autocuidado y de resistencia. sea— del malestar corporal y subjetivo.
A través del análisis, constatamos que las Para acabar, queremos subrayar la relevan-
experiencias conflictivas de estas mujeres ha- cia y urgencia de abordar el concepto de salud/
bían sido enmudecidas por la “caja negra” de la bienestar dentro de un marco dialógico transdis-
categoría/diagnóstico clínico “fibromialgia”, co- ciplinar en el que confluyan las ciencias sociales
mo consecuencia de los métodos e instrumentos y humanas y las ciencias biomédicas: un marco
al servicio del modelo hegemónico de salud: el capaz de sacar de la “caja negra” de las categorías
biomédico. Este modelo se basa en una idea de diagnósticas clínicas a la experiencia conflictiva,
sujeto dicotómico, dividido en mente y cuerpo, y subjetiva, social y política contemporánea de la
se centra exclusivamente en este último, represen- FM, con el fin de posibilitar su simbolización.
tándolo como un organismo y desestimando sus Dicho proceso de simbolización es clave para la
interacciones dinámicas con las otras partes del transformación del malestar y el agenciamiento
sujeto, como la subjetiva, la social y la cultural. subjetivo (Velasco, 2009). Se trata, en definitiva,
Dicho modelo hegemónico de salud, además, se de un cambio de marco que permita transitar del
basa en una idea de sujeto universal ‘neutro’: un dolor de las palabras (hegemónicas) a las palabras
sujeto androcéntrico. (transgresoras) del dolor.

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