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Texto de David Rock, “Argentina 1517-1987”: recortes.

Panorama de la situación comercial de la colonia: “Para los territorios del Río de la


Plata, la Corona decidió que las importaciones debían ser adquiridas a través del Perú:
primero eran enviadas de España al Istmo de Panamá y de allí a Lima, para ser transportadas
por tierra hasta los consumidores del lejano sur. Cuando los productos llegaban a su destino,
después de pasar por numerosos intermediarios, sus precios ya altos se inflaban aún más.
Así, los colonos meridionales debían disponer de cantidades desproporcionadamente
grandes de indios para adquirir una determinada cantidad de artículos importados; puesto
que la población india era pequeña, la región sólo podía mantener a una población española
aún menor.
Durante gran parte del primer período colonial, también hubo importaciones de
contrabando proporcionadas por proveedores atlánticos, principalmente los portugueses. Al
llegar por una ruta mucho más corta, eran invariablemente más baratas que los artículos
españoles llevados de Lima. Desde una fecha temprana el comercio de contrabando debilitó
los lazos económicos entre los territorios del Plata y Perú, y reforzó los vínculos de esos
territorios con la economía atlántica. El cambio dio a Buenos Aíres, el punto de acceso de los
comerciantes extranjeros, un papel decisivo en la economía emergente. A medida que el
intercambio con los portugueses aumentaba, gran parte de la plata acumulada del comercio
con Potosí llegaba a Buenos Aires, en vez de ir a Lima. Al encauzar el contrabando hacia los
consumidores del interior, la ciudad se desarrolló como almacén, obteniendo para sí una parte
de la riqueza proveniente del tributo indio y del comercio interno con el Alto Perú.” (pp35)

1. Expediciones y fundaciones, 1516-1580

“La exploración europea de la región empezó con el descubrimiento de su gran estuario del
Atlántico. El Río de la Plata fue explorado por primera vez en 1516 por Juan Díaz de Solís,
un navegante portugués al servicio de la Corona de Castilla, que buscaba la ruta
sudoccidental hacia el Lejano Oriente y la India. Solís desembarcó con un puñado de
hombres de su tripulación en la margen oriental; allí él y sus hombres fueron muertos
rápidamente por una banda de querandíes. En 1520, Fernando de Magallanes también
exploró el estuario en el curso de su viaje, que hizo época, alrededor del mundo. Siete años
más tarde, otro de los grandes navegantes, Sebastián Caboto, hizo un completo
reconocimiento de la región para la Corona española. Después de penetrar en el delta del
Paraná, Caboto estableció un pequeño fuerte río arriba, en Sancti Espíritus, no lejos de la
actual Rosario. Las expediciones de éxito permitieron hacer el mapa de las costas de Brasil
y la Patagonia, pero aparte de las ruinas del fuerte de Caboto y un puñado de españoles que
quedaron desamparados en la región, estas primeras aventuras no dejaron nada
permanente.
Sin embargo, hacia 1530, Europa mostró creciente interés por el estuario y las tierras
que estaban más allá de él. Caboto se reembarcó para España con un puñado de chucherías
de plata tomadas de los indios del Paraná. También volvió con algunas seductoras historias
de españoles que había encontrado allí, según las cuales más allá de los ríos había un gran
reino indio rico en metales preciosos. Las fábulas sobre «Trapalanda» o el «Reino de los
Césares Blancos» llevaron a los españoles de vuelta al «Río de la Plata», encendiendo su
resolución de embarcarse en su conquista.”

“Entonces se inició una carrera entre las coronas de Castilla y Portugal para equipar
una expedición de conquista. Cada una de ellas pretendió que la región estaba en su lado de
la línea de Tordesillas, a 370 leguas al oeste de las Azores, que dividía el sector de Castilla
(al oeste) del sector de Portugal.
En 1534, Carlos V de Castilla emitió una capitulación concerniente a la tierra situada
entre los paralelos veinticinco y treinta y seis, aproximadamente entre las modernas ciudades
de Bahía Blanca y Santos, y desde allí, a través del Continente, hasta el Pacífico. La
concesión fue hecha a un aristócrata de la corte, Pedro de Mendoza, a quien se confió la
misión de adelantarse a los portugueses y conquistar el legendario reino indio del interior.
Como era norma en las concesiones de este tipo, se prometía a Mendoza una parte generosa
de todos los tesoros hallados si llevaba a cabo la tarea.
La expedición fue financiada en parte con préstamos de los banqueros flamencos y
holandeses de Carlos V, y Mendoza partió en 1535. En febrero de 1536, la expedición llegó
al Río de la Plata. Allí, sobre la ribera occidental, el adelantado estableció un campamento
temporal, al que llamó Puerto Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. A los pocos meses
Pizarro fundaba Lima sobre el Pacífico. Pero la suerte de las dos expediciones fueron muy
diferentes: Pizarro pasó de Lima a la conquista del Imperio inca, mientras que la mayoría de
los hombres de Mendoza combatieron, pasaron hambre y pronto murieron en su precario
asentamiento al borde de las pampas.
La expedición de Mendoza era grande y estaba bien organizada en comparación con
la mayoría de las primeras aventuras españolas en las Américas. Sus dieciséis barcos tenían
una dotación de mil seiscientos hombres, tres veces más de los que acompañaron a Cortés
en la conquista de México unos dieciséis años antes. Pero el tamaño de la expedición fue
una de las principales razones del desastre que sobrevino. Los hombres llegaron al final del
verano meridional, cuando ya no era posible sembrar cereales y tuvieron que alimentarse de
los peces del estuario o el delta. Pronto sólo los peces no fueron suficientes, y la grave
escasez de alimentos empeoró cuando los indios, a quienes se había persuadido de que
proporcionasen alimentos, rápidamente se cansaron de sus imposibles obligaciones y
desaparecieron en las llanuras. Los intentos de los españoles de reunir más indios
desencadenó una guerra con los querandíes. En junio de 1536 bandas de indios pusieron
sitio al campamento. Los continuos ataques de los indios, el hambre y las enfermedades
redujeron la expedición a un tercio de su número original a los dieciocho meses de su llegada.
Según el cronista alemán Ulrich Schmidel, los españoles mataron primero la mayor parte de
su ganado y sus caballos, y por último, quedaron reducidos al canibalismo”

“A principios de 1537, un grupo conducido por el lugarteniente de Mendoza, Pedro de


Ayoías, partió hacia el norte a lo largo del Paraná en busca del fabuloso reino indio del interior.
Ayolas y sus hombres fracasaron en su búsqueda pero hallaron un ambiente más acogedor
en el cual recuperarse de sus privaciones. En los tramos superiores del Paraná descubrieron
a los guaraníes, con quienes pronto establecieron relaciones cordiales. Se tomó la decisión
de construir un segundo poblado, y en agosto de 1537 nació la ciudad de Asunción del
Paraguay. Pronto hubo una corriente de migración de la acosada comunidad del estuario
hacia Paraguay. Aquí, a diferencia de las llanuras del sur, había gran abundancia de
alimentos, pues la tierra daba dos cosechas de maíz por año. También vivía allí una población
india grande y cooperativa. Los españoles recibieron pródigos dones de mujeres, alimentos
exóticos y trabajo indio. Más tarde, en mayo de 1541, el campamento de la desembocadura
del Plata fue abandonado. Los pobladores dejaron allí un almacén de cereales para futuros
barcos españoles y algunos caballos, que inmediatamente empezaron a multiplicarse en las
pampas.
Pero el principal logro de la expedición de Mendoza fue Asunción, una remota
fortaleza situada en lo profundo del Continente en la que desaparecieron los restos de sus
seguidores.”

“Exploraciones preliminares de otras partes de los territorios argentinos ya estaban en


marcha por la época de la expedición de Mendoza al Río de la Plata. El noroeste, conocido
desde la época de su descubrimiento como Tucumán, fue atravesado por primera vez en
1535 por Diego de Almagro, el socio de los Pizarro en Perú, durante su expedición de
descubrimiento a Chile. Una segunda expedición llegó en 1547, una vez más inspirada por
rumores de reinos indios en el sur. Su jefe era Diego de Rojas, quien una generación antes
estuvo con Cortés en la caída de Tenochtitlán. Siguiendo el río Dulce, los hombres de Rojas
llegaron al sitio del fuerte de Caboto sobre el Paraná, aunque no hicieron contacto con
Asunción. Las expediciones de Almagro y de Rojas fueron un resultado de la conquista del
Perú, formadas con los perdedores en la división de los despojos del Imperio inca, hombres
obligados a buscar fortuna en otra parte.
El asentamiento permanente en Tucumán comenzó en el decenio de 1550-60, cuando
los españoles cruzaron los Andes desde Chile con dos metas principales: crear mejores
vínculos con el Alto Perú de lo que permitían las conexiones marítimas existentes, y hallar
nuevas reservas de indios. Una capitulación otorgada a Juan Núñez del Prado en Chile, en
1549, declaraba en su preámbulo que había «abundancia de indios» en Tucumán que podían
«servir a los españoles», permitiéndoles «cultivar los productos de Castilla» y difundir
«nuestra Sagrada Fe Católica». Después de varios esfuerzos fallidos, en 1553 Francisco de
Aguirre fundó la ciudad de Santiago del Estero; pronto siguieron otros asentamientos:
Londres de la Nueva Inglaterra, Nieva, Córdoba del Calchaquí y Dei Barco. Pero excepto
Santiago, todos fueron destruidos por ataques indios en 1562. En 1565 un segundo
asentamiento permanente fue establecido al norte de Santiago del Estero, en San Miguel del
Tucumán.
A principios de la década de 1560-70, españoles chilenos también comenzaron a
fundar poblados en Cuyo. Su objetivo, una vez más, era capturar indios, pero también tener
un acceso al Río de la Plata, permitiendo el refuerzo de tropas de España para las guerras
contra los indios araucanos del sur. De este movimiento hacia el este, en 1561, en un sitio
que estaba a ocho días de viaje de Santiago de Chile a través de los pasos de los elevados
Andes, surgió la ciudad de Mendoza. Al año siguiente se fundó San Juan, un poco más al
norte.

En 1571, el virrey del Perú, Francisco de Toledo, ordenó la creación de un nuevo


asentamiento en Tucumán a Jerónimo Luis de Cabrera. La intención de Toledo era crear
una guarnición inmediatamente al sur del altiplano. Pero los intereses comerciales de Potosí,
apoyados por la Audiencia de Charcas, instaron a efectuar desplazamientos mucho más al
sur para establecer salidas al Atlántico para las exportaciones de plata. Cabrera, siguiendo
la aspiración de «abrir puertas a la tierra», en vez del plan de Toledo, avanzó mucho más al
sur, hacia el Río de la Plata. En 1573, al borde de las sierras, entre los comechingones, fundó
la ciudad de Córdoba. Durante los veinte años siguientes, aparecieron otros tres
asentamientos permanentes en Tucumán, en las zonas más septentrionales favorecidas
originalmente por Toledo. En 1582 se fundó la ciudad de Salta en un fértil valle situado a unos
trescientos sesenta kilómetros al sur del altiplano; en 1591, apareció La Rioja en el sudoeste,
cerca de las mayores concentraciones de diaguitas; y en 1593, San Salvador de Jujuy, norte
de Salta. Estas tres ciudades sirvieron para proteger a Potosí desde el sur, asegurar la ruta
entre el Alto Perú y Chile, y establecer puntos de suministro para las minas.

Cuando se hubo establecido la línea de asentamientos desde Potosí, los paraguayos


se volvieron una vez más hacia los ríos del sur, aprovechando la oportunidad para dar fin a
más de treinta años de aislamiento. En 1573, después de reunir seguidores con la promesa
de repartirse las manadas de caballos salvajes de las pampas, Juan de Garay condujo una
expedición desde Asunción para fundar Santa Fe, sobre los tramos inferiores del Paraná.
Esta nueva base dio a los paraguayos acceso a Santiago del Estero. Para aumentar los
contactos con Córdoba y Chile y para crear otra ruta al norte mejor protegida de los indios del
Chaco, los paraguayos se desplazaron aún más al sur. En 1580, Garay repobló el sitio del
estuario que Irala había abandonado treinta y nueve años antes.
Este segundo poblado de Buenos Aires sobrevivió. Durante las etapas iniciales de
recolonización, los sesenta y seis hombres fundadores de la ciudad, de los que diez eran
blancos españoles y el resto mestizos, fueron abundantemente provistos de ganado, caballos
y cereales desde Asunción y Santa Fe. Así, las relaciones con los indios de las llanuras fueron
más amistosas, y Garay utilizó a sus lanceros mestizos para contener a los indios cuando
hubo amenazas de guerra. En 1587 otro asentamiento, que se convirtió en Corrientes, fue
fundado más al norte a lo largo del Paraná. De este poblado y de los de Santa Fe y Buenos
Aires, los paraguayos esperaban poder participar en e! comercio de la plata que, se abrigaba
la esperanza, fluiría desde Potosí. También tenían la intención de impulsar la exportación de
píeles de ganado, incorporándose de este modo al movimiento comercial intercontinental.

Como era costumbre de los españoles en todo el Nuevo Mundo, la creación de


poblados se efectuaba de acuerdo con rituales elaborados. Se ponía considerable cuidado
en elegir los lugares, tomando en cuenta la disponibilidad de indios y ia adecuación de la
tierra para la agricultura y ia ganadería. Una vez elegido el sitio, se publicaban bandos
concernientes a la fundación de la ciudad y los derechos y autoridad legales en los que se
basaba. Se elegían funcionarios para el cabildo de la ciudad, se establecía formalmente la
iglesia y se distribuían los indios en encomienda. Los habitantes de la ciudad eran divididos
en dos grupos: los vecinos blancos, que gozaban de todos los derechos civiles, y los
moradores, comúnmente no blancos, que no gozaban de ellos 23.
Las responsabilidades de los cabildos, que incluían las regulaciones de precios,
suministros y salarios, fueron definidas y codificadas por el virrey Toledo.

En 1563, cuando el noroeste fue eliminado de la jurisdicción chilena, se crearon dos


gobernaciones, Tucumán y Paraguay-Río de la Piata (véase el mapa 3). La región de Cuyo
era administrada separadamente por un corregidor, que permaneció bajo la autoridad del
capitán-general de Chile hasta 1776. En 1617, el Río de la Plata y Paraguay fueron separados
y formaron dos gobernaciones. Este ordenamiento persistió en el siglo XVIII, excepto entre
1663 y 1672 que se estableció una audiencia en Buenos Aires en un esfuerzo por frenar el
contrabando

La deposición violenta fue el destino de Aguirre y Cabrera, fundadores de Santiago


del Estero y Córdoba, y de Gonzalo de Abreu, quien por un tiempo dominó Tucumán en la
década de 1570-80

La estabilización de las gobernaciones coincidió con la declinación del control de la


Corona en general. Los salarios de los gobernadores habitualmente eran pagados en
especie, o monedas de la tierra, en productos tales como balas de algodón, no en efectivo,
con lo que estos funcionarios se veían casi obligados a actuar como empresarios, tanto como
agentes de la Corona. Aparte de esporádicos intentos de mejorar la suerte de los indios, y la
tarea más permanente de suprimir el contrabando, los gobernadores hicieron poco para poner
en práctica e! complejo conjunto de regulaciones que emanaban de Castilla, y con frecuencia
se refugiaban en Sa fórmula legal para la no obediencia: Se acata pero no se cumple 2'\
La última de las principales instituciones coloniales era la Iglesia.
Los franciscanos se contaron entre los fundadores de los primeros asentamientos en
Tucumán, y otros eclesiásticos crearon doctrinas y curatos, pequeñas comunidades indias
independientes de los colonos españoles. Pronto Córdoba se convirtió en el centro de las
actividades de la Iglesia en este rincón del imperio, gracias a las facilidades que les brindaban
la fertilidad de la tierra y la disponibilidad de materiales de construcción de las cercanas
sierras graníticas. Desde esta base, asiento de la primera catedral del país y, desde 1618, de
su primera universidad, la Iglesia pronto asumió un papel importante en la vida económica de
las colonias.

Aun así, con excepción de los jesuítas posteriormente, la Iglesia nunca tuvo aquí la
influencia que ejerció en otras partes del Imperio.

2. Trabajo, la producción y el comercio 1580-1630

Los españoles se movían en busca de mano de obra india para su principal asentamiento en Potosi.
Formaban asentamientos donde estuvieran seguros de los embates de las tribus mas peligrosas,
buscaban por rodearse y hacerse de la mano de obra de los indios de las tribus mas sumisas.

La encomienda, la mita y el yanaconazgo fueron las formas bajo la cual el colono mantuvo una
relación de dominación sobre el indio.

La encomienda, aplicada en su mayor parte paraguay y luego en tucuman, consistía en una potestad
que recibia el encomendadero (colono), no heredable, hacerse con los servicios que requiriese de los
indios a cambio de lograr la cristianización de estos. En Paraguay fue mas común la encomienda
para obtener los servicios de las mujeres. Otro punto a destacar es que se da sobre todo bajo el
reinado de Felipe II, de carácter netamente absolutista.

La mita, tambien común en tucuman, fue utilizada principalmente en el Alto Peru para la extracción
de minerales, anteriormente era utilizada por los incas para los trabajos de la construcción. La
relación que se establece entre las partes es similiar a la de la corvea feudal donde el obrero trabaja
para las tierras del noble por su propia voluntad.

El yanaconazgo, un tercer sistema de trabajo, se desarrolló en la década de 1570-80. Los yanaconas


eran los indios que habían perdido sus lazos tribales originales, comúnmente a consecuencia de una
guerra, y habían sido insertados en nuevas comunidades como bienes muebles de los colonos
españoles, por lo general en zonas recientemente colonizadas cuya población india nativa era
pequeña o difícil de someter. Se usaron yanaconas, por ejemplo, en la fundación de Salta en 1582, y
en menor número en Buenos Aires durante la mayor parte del siglo XVII.

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