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“La exploración europea de la región empezó con el descubrimiento de su gran estuario del
Atlántico. El Río de la Plata fue explorado por primera vez en 1516 por Juan Díaz de Solís,
un navegante portugués al servicio de la Corona de Castilla, que buscaba la ruta
sudoccidental hacia el Lejano Oriente y la India. Solís desembarcó con un puñado de
hombres de su tripulación en la margen oriental; allí él y sus hombres fueron muertos
rápidamente por una banda de querandíes. En 1520, Fernando de Magallanes también
exploró el estuario en el curso de su viaje, que hizo época, alrededor del mundo. Siete años
más tarde, otro de los grandes navegantes, Sebastián Caboto, hizo un completo
reconocimiento de la región para la Corona española. Después de penetrar en el delta del
Paraná, Caboto estableció un pequeño fuerte río arriba, en Sancti Espíritus, no lejos de la
actual Rosario. Las expediciones de éxito permitieron hacer el mapa de las costas de Brasil
y la Patagonia, pero aparte de las ruinas del fuerte de Caboto y un puñado de españoles que
quedaron desamparados en la región, estas primeras aventuras no dejaron nada
permanente.
Sin embargo, hacia 1530, Europa mostró creciente interés por el estuario y las tierras
que estaban más allá de él. Caboto se reembarcó para España con un puñado de chucherías
de plata tomadas de los indios del Paraná. También volvió con algunas seductoras historias
de españoles que había encontrado allí, según las cuales más allá de los ríos había un gran
reino indio rico en metales preciosos. Las fábulas sobre «Trapalanda» o el «Reino de los
Césares Blancos» llevaron a los españoles de vuelta al «Río de la Plata», encendiendo su
resolución de embarcarse en su conquista.”
“Entonces se inició una carrera entre las coronas de Castilla y Portugal para equipar
una expedición de conquista. Cada una de ellas pretendió que la región estaba en su lado de
la línea de Tordesillas, a 370 leguas al oeste de las Azores, que dividía el sector de Castilla
(al oeste) del sector de Portugal.
En 1534, Carlos V de Castilla emitió una capitulación concerniente a la tierra situada
entre los paralelos veinticinco y treinta y seis, aproximadamente entre las modernas ciudades
de Bahía Blanca y Santos, y desde allí, a través del Continente, hasta el Pacífico. La
concesión fue hecha a un aristócrata de la corte, Pedro de Mendoza, a quien se confió la
misión de adelantarse a los portugueses y conquistar el legendario reino indio del interior.
Como era norma en las concesiones de este tipo, se prometía a Mendoza una parte generosa
de todos los tesoros hallados si llevaba a cabo la tarea.
La expedición fue financiada en parte con préstamos de los banqueros flamencos y
holandeses de Carlos V, y Mendoza partió en 1535. En febrero de 1536, la expedición llegó
al Río de la Plata. Allí, sobre la ribera occidental, el adelantado estableció un campamento
temporal, al que llamó Puerto Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. A los pocos meses
Pizarro fundaba Lima sobre el Pacífico. Pero la suerte de las dos expediciones fueron muy
diferentes: Pizarro pasó de Lima a la conquista del Imperio inca, mientras que la mayoría de
los hombres de Mendoza combatieron, pasaron hambre y pronto murieron en su precario
asentamiento al borde de las pampas.
La expedición de Mendoza era grande y estaba bien organizada en comparación con
la mayoría de las primeras aventuras españolas en las Américas. Sus dieciséis barcos tenían
una dotación de mil seiscientos hombres, tres veces más de los que acompañaron a Cortés
en la conquista de México unos dieciséis años antes. Pero el tamaño de la expedición fue
una de las principales razones del desastre que sobrevino. Los hombres llegaron al final del
verano meridional, cuando ya no era posible sembrar cereales y tuvieron que alimentarse de
los peces del estuario o el delta. Pronto sólo los peces no fueron suficientes, y la grave
escasez de alimentos empeoró cuando los indios, a quienes se había persuadido de que
proporcionasen alimentos, rápidamente se cansaron de sus imposibles obligaciones y
desaparecieron en las llanuras. Los intentos de los españoles de reunir más indios
desencadenó una guerra con los querandíes. En junio de 1536 bandas de indios pusieron
sitio al campamento. Los continuos ataques de los indios, el hambre y las enfermedades
redujeron la expedición a un tercio de su número original a los dieciocho meses de su llegada.
Según el cronista alemán Ulrich Schmidel, los españoles mataron primero la mayor parte de
su ganado y sus caballos, y por último, quedaron reducidos al canibalismo”
Aun así, con excepción de los jesuítas posteriormente, la Iglesia nunca tuvo aquí la
influencia que ejerció en otras partes del Imperio.
Los españoles se movían en busca de mano de obra india para su principal asentamiento en Potosi.
Formaban asentamientos donde estuvieran seguros de los embates de las tribus mas peligrosas,
buscaban por rodearse y hacerse de la mano de obra de los indios de las tribus mas sumisas.
La encomienda, la mita y el yanaconazgo fueron las formas bajo la cual el colono mantuvo una
relación de dominación sobre el indio.
La encomienda, aplicada en su mayor parte paraguay y luego en tucuman, consistía en una potestad
que recibia el encomendadero (colono), no heredable, hacerse con los servicios que requiriese de los
indios a cambio de lograr la cristianización de estos. En Paraguay fue mas común la encomienda
para obtener los servicios de las mujeres. Otro punto a destacar es que se da sobre todo bajo el
reinado de Felipe II, de carácter netamente absolutista.
La mita, tambien común en tucuman, fue utilizada principalmente en el Alto Peru para la extracción
de minerales, anteriormente era utilizada por los incas para los trabajos de la construcción. La
relación que se establece entre las partes es similiar a la de la corvea feudal donde el obrero trabaja
para las tierras del noble por su propia voluntad.