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células de origen hematopoyético (eosinófilos, mastocitos), y en menor medida en el aparato

digestivo+

La activación de los receptores histamínicos origina cambios moleculares dependientes de


proteína G (v. cap. 3). Por lo tanto, su patrón estructural se corresponde con el de siete dominios
transmembrana (fig. 20-3). La estimulación de receptores H1 produce liberación de Ca2+ mediada
por la activación del metabolismo de los fosfoinosítidos (v. cap. 3). Las consecuencias de esta
liberación de Ca2+ dependerán del sistema en que se encuentren dichos receptores. Así, en los
territorios de músculo liso, la liberación de Ca2+ genera la activación de la cinasa de la cadena
ligera de miosina dependiente de calmodulina. En el endotelio vascular, la activación de
receptores H1 origina, junto al incremento intracelular de calcio, la producción local de óxido
nítrico que activa la guanilil ciclasa con posterior formación de GMPc. En las vías aéreas y el tejido
cardíaco, la activación de H1 incrementa la producción de GMPc. La estimulación de receptores H2
está íntimamente relacionada con la activación de la adenilil ciclasa y la formación de AMPc. En
función del papel que desempeñe el AMPc en los diversos tejidos se produce la activación de las
proteincinasas dependientes de AMPc. El mecanismo de transducción que media las respuestas
ligadas a los receptores H3 y H4 también está asociado a actividad de proteínas G, pero en este
caso de tipo inhibidor Gi/o, siendo las respuestas transductoras más importantes la inhibición de
la formación de AMPc y la acumulación de Ca2+.

Efectos farmacológicos

4.1. Aparato cardiovascular

Varían según la especie animal considerada. En la especie humana predomina la acción dilatadora
de los vasos más pequeños: arteriolas, metaarteriolas y esfínteres precapilares; esta acción es
sobre todo H1 y parcialmente H2. Como consecuencia, disminuyen la resistencia periférica y la
presión arterial. También se dilatan las vénulas poscapilares, pero este efecto es más bien pasivo,
secundario al aumento de flujo provocado por la dilatación de la porción arteriolar y a la
constricción de las venas mayores.

Provoca la extravasación de líquido y proteínas plasmáticas, con formación de edema. Este efecto
es consecuencia de dos acciones: el efecto sobre la presión capilar, antes comentado, y la acción
directa de la histamina sobre las células endoteliales de las vénulas poscapilares, a las que encoge
de manera que se separen unas de otras y aumenten los espacios intercelulares; así, se
incrementa la permeabilidad vascular al quedar sola la membrana basal en amplias superficies y se
facilita el paso de leucocitos circulantes. Este efecto es preferentemente H1. La hipotensión
produce taquicardia refleja, pero la histamina aumenta directamente la frecuencia cardíaca y la
fuerza de contracción (efecto H2), y reduce la conducción AV (efecto H1).

En aplicación intradérmica produce la triple respuesta: a) mancha central inicialmente roja y


después azul, por la acción directa vascular; b) enrojecimiento progresivo periférico por
vasodilatación arteriolar debido a un reflejo axónico, y c) blanqueamiento de la zona central con
hinchazón por el edema

En diversos territorios puede producir fenómenos de vasodilatación (vasos cerebrales, músculo


esquelético, coronarias, mesentéricos y renales) o de vasoconstricción (hígado y bazo) o mixtos
(pulmonares).
4.2. Músculo liso no vascular

En el árbol bronquial existen receptores H1, cuya activación provoca broncoconstricción, pero su
participación en la enfermedad broncoespástica es muy variada, de ahí el nulo o mínimo efecto
broncodilatador que consiguen los antihistamínicos H1. Si la luz bronquial es ya pequeña por
acción de otros factores broncoconstrictores, el aumento o la disminución de la actividad H1
puede tener mayor repercusión; por esta razón, las personas asmáticas son muy sensibles a la
acción de la histamina. Aumenta la contracción de la fibra lisa intestinal. Su acción es
prácticamente nula en el útero y la vejiga humanos

4.3. Glándulas

Destaca la gran sensibilidad de las células de la mucosa gástrica, que responden a la acción de la
histamina con aumento de la secreción de pepsina y ácido clorhídrico. Esta acción es H2 e
independiente de la que producen la gastrina o la actividad parasimpática; sin embargo, los tres
estímulos actúan en forma sinérgica porque el bloqueo específico de la acción de la histamina con
antagonistas H2 reduce notablemente la capacidad activadora de los otros dos factores. Parece
que los receptores H2 están situados en células del sistema inmunitario localizadas en la lámina
propia, justo debajo de las células parietales. A dosis altas puede estimular la secreción de otras
glándulas, como la médula suprarrenal.

4.4. Terminaciones nerviosas sensitivas

Mediante receptores H1, la histamina estimula intensamente terminaciones sensoriales


provocando sensaciones de picor y de dolor. Este efecto se aprecia de modo preferente en las
reacciones de urticaria y de picaduras de insectos, pero la histamina puede ser uno de los
mediadores químicos naturales que participan en la respuesta dolorosa a estímulos lesivos
tisulares. En la descripción de la triple respuesta se ha expuesto la capacidad de la histamina para
iniciar reflejos axónicos.

4.5. Respuesta general

Cuando la histamina se inyecta en la circulación general, produce síntomas cuya intensidad


depende de la dosis. Destacan el enrojecimiento de la piel, la taquicardia, la cefalea pulsátil y la
hipotensión. Cuando la histamina es liberada localmente, en el curso de una reacción inmunitaria,
producirá síntomas que dependerán de la localización, entre los que destacan el edema, el prurito
y la urticaria, o la broncoconstricción, pero debe recordarse que en estos casos, así como en las
reacciones inmunitarias generalizadas, la histamina es sólo uno más de los mediadores liberados.
En las reacciones inmunitarias generalizadas, los efectos de la histamina y demás mediadores
contribuyen a la sintomatología del shock anafiláctico.

5. Significado fisiopatológico de la histamina

Es evidente su papel en la respuesta inmunitaria y también en la inflamación, a través de la


activación de los diversos tipos de receptor, pero no se conoce bien la función que pueda cumplir
en el funcionamiento normal de los tejidos. Parece clara su participación en los mecanismos
fisiológicos que regulan la secreción de ácido clorhídrico en el jugo gástrico; es posible también
que desempeñe algún papel en la regulación circulatoria local, tanto en tejidos periféricos como
en la circulación cerebral y en los procesos de cicatrización y reparación tisular. La amplia
presencia de la histamina y de sus receptores en el SNC sugiere su participación en la regulación
de diversas funciones cerebrales, entre ellas la memoria y la actividad cognitiva, el ciclo sueño
vigilia y el control central de las secreciones endocrinas y de la circulación sanguínea.

Posibilidades de intervención farmacológica

en la actividad histamínica Aunque se han desarrollado varios agonistas, selectivos en mayor o


menor grado por los receptores histamínicos, el interés terapéutico fundamental se centra en el
uso de antagonistas de dichos receptores, ya sean del tipo H1, con especial relevancia en el
tratamiento de ciertos procesos alérgicos, o del tipo H2, con una importante capacidad
terapéutica en la úlcera digestiva (v. I, B y I, C). La utilidad terapéutica de los antagonistas de
receptores H3, de desarrollo reciente, aún está en estudio.

Fármacos agonistas histamínicos Se han desarrollado varios agonistas histamínicos con actividad
preferente por uno u otro tipo de receptor. Son agonistas H1: 2-metilhistamina, betahistina, 2-(2-
piridil)-etilamina y 2-(2-tiazolil)-etilamina. Son agonistas H2: 4-(5)-metilhistamina, impromidina,
dimaprita y betazol, pero éste tiene también cierta actividad H1. La (R) α-metilhistamina y el
imetita son agonistas de los receptores H3 y H4

7.1. Aplicaciones clínicas

En la práctica, sólo se emplean en la prueba de la secreción gástrica. Ésta sirve para valorar la
capacidad de la mucosa para segregar jugo gástrico ácido; si no hay respuesta, se establece el
diagnóstico de aclorhidria. El fosfato de histamina es inyectado por vía subcutánea a la dosis de
0,01-0,03 mg/kg. Para evitar los efectos H1 que son molestos, la histamina se ha sustituido por el
betazol, cuyas acciones preferentes son H2, a la dosis de 0,5 mg/kg por vía subcutánea o
intramuscular, o por la pentagastrina. Por lo que respecta a los agonistas H3, aunque se ha
sugerido su posible utilidad en trastornos como la obesidad o el asma, aún no se ha podido
demostrar su eficacia clínica. La betahistina se utiliza en la enfermedad de Ménière

ANTAGONISTAS DE LOS RECEPTORES H

1 1. Concepto,

estructura y mecanismo de acción Son sustancias que antagonizan los efectos H1 de la histamina
por inhibir competitivamente dichos receptores; sin embargo, con frecuencia su acción no es del
todo selectiva, porque inhiben también receptores colinérgicos periféricos y centrales, receptores
serotonérgicos y otros, y ejercen otras acciones farmacológicas con utilización terapéutica o con
consecuencias adversas

Muchos de estos fármacos conservan el grupo etilamino (X-CH2-CH2-N) de la cadena lateral de la


histamina, asociado a diversos radicales cíclicos, donde X puede ser O: eta

nolaminas, N: etilendiaminas y C: alquilaminas (tabla 20-2 y fig. 20-1). Otras moléculas presentan
estructuras químicas muy diversas. 2. Acciones farmacológicas Los antihistamínicos surgieron en la
actividad terapéutica como respuesta al descubrimiento de la participación de la histamina en
algunos cuadros patológicos; pero inicialmente la histamina se relacionó con más patología de la
real, por lo que se incorporaron a fórmulas antigripales y anticatarrales. Este uso terapéutico,
carente de fundamento, ha influido en el desarrollo, con frecuencia injustificado, de un elevado
número de productos antihistamínicos (tabla 20-2). La mejoría, fundamentalmente paliativa, de
muchos de los síntomas de los procesos alérgicos, como la rinorrea o el picor (v. apartado 7.1)
constituye su principal interés terapéutico. Por otro lado, se han ido describiendo nuevas acciones
farmacológicas que no pueden relacionarse con la acción antihistamínica, con evidente
aplicabilidad terapéutica. Todos los antihistamínicos desarrollados inicialmente o de primera
generación producen, en mayor o menor grado, sedación y somnolencia. Este hecho ha
constituido un factor limitante para su utilización continuada. Posteriormente se desarrolló una
serie de fármacos que, aunque comparten el abanico de acciones antihistamínicas, prácticamente
carecen de acción depresora central, debido fundamentalmente a su escasa capacidad para
atravesar la barrera hematoencefálica (BHE) y a la ausencia de efectos anticolinérgicos: estos
antihistamínicos, que suelen denominarse de segunda generación, abren una nueva perspectiva
terapéutica, sobre todo en el área de la patología alérgica. A continuación se describen los
diversos efectos farmacológicos inducidos por los antihistamínicos H1. Las diferencias existentes
entre las diversas familias se discuten más adelante.

2.1. Relacionadas con el antagonismo H1 periférico Antagonizan bien el aumento de la


permeabilidad capilar, el prurito, la broncoconstricción y la contracción intestinal cuando son
producidos estrictamente por la histamina, la liberación de adrenalina en la célula cromafín y la
médula suprarrenal, y el reflejo axónico de la triple respuesta. Sólo parcialmente antagonizan la
hipotensión y el edema secundarios a la vasodilatación, ya que en ésta existe también un
componente H2.

2.2. Sistema nervioso central Predomina la acción sedante e hipnótica, que varía según el grupo de
fármacos (v. apartado 3) y las personas y que, como se ha mencionado, caracteriza principalmente
a los de la primera generación; este efecto puede ser molesto para el trabajo diario pero
beneficioso para el sueño nocturno, hasta el punto de que en ocasiones se utilizan como
hipnóticos (v. cap. 27). Aunque suele desarrollarse cierta tolerancia a este efecto, el grado de
variabilidad interindividual es muy elevado.

El efecto sedante que caracteriza a los antihistamínicos de primera generación depende de su


capacidad de atravesar la BHE. Además, existe cierta relación entre el efecto depresor del SNC y el
componente de bloqueo colinérgico que la mayoría de estos fármacos presenta. Por otra parte, se
ha llegado a proponer la existencia de ciertas diferencias entre los receptores H1 centrales y
periféricos, lo que explicaría la diversidad entre unos y otros antihistamínicos.

En niños y a veces en adultos, dosis incluso terapéuticas pueden producir un cuadro de excitación
y agitación. A dosis tóxicas suelen producir una intensa estimulación, que puede llegar a
convulsiones y activación de focos epilépticos. Es importante por su eficacia y utilidad su acción
anticinetósica

2.3. Acción anticolinérgica Varía de unos productos a otros, origina sequedad de boca y mucosas,
dificultades de micción y otros efectos dependiendo de la dosis. Algunos de los antihistamínicos de
segunda generación no presentan este efecto.

2.4. Acción anestésica local Algunos antihistamínicos H1 bloquean los canales de Na+ en las
membranas excitables del modo en que lo hacen los anestésicos locales (v. cap. 19). 2.5. Inhibición
de la liberación de histamina Algunos antihistamínicos H1, como el ketotifeno, la cetirizina y la
azatadina, poseen además la propiedad de inhibir la actividad histaminopéxica de ciertos agentes
liberadores de histamina, al menos parcialmente. Su mecanismo no es idéntico al del cromoglicato
sódico (v. apartado I, E), pero parece que depende de su capacidad para proteger la membrana de
la célula frente al estímulo desencadenante de la liberación. Por esta razón, estos productos
también pueden ser útiles en el tratamiento del asma bronquial y las rinitis alérgicas con una
eficacia superior a la del resto de los antihistamí- nicos.

2.6. Acción antiinflamatoria Está aceptado que la eficacia terapéutica de los antihistamínicos en la
inflamación de tipo alérgico se debe exclusivamente a la supresión de los efectos de la histamina
liberada, sin actuar per se sobre la reacción inflamatoria. Sin embargo, recientemente se ha
sugerido que algunos de los antihistamínicos de segunda generación podrían ejercer también
efectos relacionados con la inhibición de la actividad inflamatoria. Entre estas acciones, cuya
relevancia real es todavía objeto de debate, se encuentran, in vitro, la inhibición de la quimiotaxis
dependiente de PAF (factor activador de plaquetas), la reducción de concentraciones de
leucotrienos y la inhibición de la liberación de factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α); por lo que
respecta a modelos in vivo, se ha sugerido que podrían inhibir la acumulación de eosinófilos en
piel atópica y en secreciones nasales.

2.7. Otras acciones Algunos derivados, sobre todo los fenotiazínicos, ejercen un débil antagonismo
de los α-adrenoceptores. La difenhidramina y la trimeptazina presentan una actividad antitusí-
gena moderada.

3. Características específicas de los diversos antihistamínicos H1 El ingente e innecesario número


de productos antihistamí- nicos (recogidos, de forma no exhaustiva, en la tabla 20-2) obliga a
señalar las características que son peculiares de algunos grupos o de algunos productos. Dada la
similitud entre ellos en cuanto a eficacia antihistamínica, se tiende a utilizar con mayor frecuencia
antihistamínicos de segunda generación, que producen una menor afectación del SNC.

Dentro de los de primera generación, las etanolaminas tienden a producir intensa sedación y
poseen bastante actividad anticolinérgica; presentan, en cambio, baja incidencia de problemas
gastrointestinales. Dentro de este grupo, la difenhidramina y el dimenhidrinato se utilizan como
anticinetósicos. Las etilendiaminas suelen provocar algo menos de sedación, en especial la
oxatomida. Presentan, en cambio, una mayor incidencia de molestias gastrointestinales. Las
alquilaminas, menos sedantes, como la clorfeniramina y la tripolidina, pueden provocar con cierta
frecuencia efectos estimulantes centrales. Las piperazinas presentan, en conjunto, una duración
de acción algo más prolongada que la de los grupos anteriores, con una capacidad sedante algo
menor que la de las etilendiaminas, aunque este aspecto varía en función de cada producto

Los derivados fenotiazínicos unen a su accción anti-H1 la actividad anticolinérgica,


antiserotonérgica e, incluso, antidopaminérgica. Su parentesco con los neurolépticos es evidente,
por lo que pueden producir cuadros graves de depresión central (hipotensión, hipotermia y
depresión respiratoria) en personas sensibles, por sobredosificación o cuando se asocian con otros
fármacos depresores. La prometazina, con actividad anticinetósica, y la trimeprazina
(alimemazina) se utilizan con bastante frecuencia, incluso para usos que nada tienen que ver con
la acción H1, como estados infantiles de irritación, tos e insomnio.
Por lo que respecta a los antihistamínicos de segunda generación, la mayoría pertenece a la
familia de las piperidinas. La molécula que inició este nuevo tipo de antihistamínicos no sedantes
fue la terfenadina, cuyo uso está muy restringido en la actualidad debido a sus reacciones
adversas cardiovasculares (v. apartado 5). Tras ella han ido apareciendo otros productos con perfil
farmacológico similar, como la loratadina, la ebastina la mizolastina y la azatadina. Más
recientemente se desarrolló la estrategia de utilizar como fármacos algunos de sus metabolitos
activos, como es el caso de la fexofenadina y la desloratadina, metabolitos de la terfenadina y la
loratadina, respectivamente. Por otra parte, también existen antihistamínicos de segunda
generación pertenecientes a otras familias químicas, como la cetirizina, metabolito de la
piperazina hidroxizina, su enantiómero R levocetirizina, la mequitazina (fenotiazina) o la
rupatadina (que presenta, además, capacidad antagonista del PAF). Como ya se ha comentado, la
capacidad sedante o anticolinérgica de todos estos fármacos es mínima, por lo que suelen ser de
elección en tratamientos prolongados. Sin embargo, a dosis altas y en algunos pacientes no puede
descartarse la aparición de un mínimo grado de sedación.

La cinarizina y la flunarizina tienen, además, acción vasodilatadora en algunos territorios porque


bloquean el canal de Ca2+ y reducen la respuesta vasoconstrictora a la despolarización y a la
acción de ciertas sustancias vasoconstrictoras (v. cap. 37). La ciproheptadina y el pizotifeno son
fármacos activos sobre los receptores serotonérgicos, empleados fundamentalmente en el
tratamiento de la migraña (v. apartados II, E y III)

Los antihistamínicos de segunda generación se caracterizan por no atravesar la BHE y presentar


una duración de acción entre 12 y 24 h, lo que permite, en la mayoría de los casos, una sola
administración diaria. Los antihistamínicos H1 atraviesan la barrera placentaria, lo que obliga a
utilizarlos con precaución en caso de embarazo o sospecha de éste

Reacciones adversas

Son abundantes y relativamente frecuentes, si bien dependen del grupo al que cada
antihistamínico pertenece y de la sensibilidad individual. En el caso de los antihistamínicos de
primera generación, las más frecuentes corresponden a la acción en el SNC y al bloqueo
colinérgico, si bien con el uso continuado se desarrolla cierto grado de tolerancia a la acción
sedante.

4. Características farmacocinéticas Todos se absorben bien por vía oral, pero la biodisponibilidad
suele ser inferior al 50% porque la mayoría están sometidos a un elevado fenómeno de primer
paso. Las concentraciones plasmáticas máximas se alcanzan habitualmente a las 2-3 h. En la tabla
20-3 se resumen las características de los principales preparados, cuyos niveles se han medido con
métodos suficientemente sensibles. El metabolismo hepático es abundante para la mayor parte de
los antihistamí- nicos, a través del citocromo P450, fundamentalmente de la subfamilia CYP3A4.
Este aspecto es de especial interés, dado que puede condicionar la aparición de trastornos del
ritmo cardíaco, muy infrecuentes pero graves, tras la administración de diversos antihistamínicos,
fundamentalmente pertenecientes a la segunda generación (v. apartado 5). En este sentido, el
hecho de que muchos de los metabolitos producidos por estos fármacos sean activos desde el
punto de vista farmacológico y tengan un grado de metabolismo hepático mucho menor, está
abriendo nuevas perspectivas terapéuticas con un mejor perfil de seguridad: ya se han
mencionado los casos de cetirizina, fexofenadina y desloratadina; en la tabla 20-3 se incluyen
otros metabolitos con actividad terapéutica identificada.

a) En el sistema nervioso puede aparecer: α) Somnolencia, sedación, cansancio, debilidad, ataxia,


hiporreflexia, conducta delirante (en particular en ancianos) y coma.

β) Acúfeno, vértigo, diplopía, visión borrosa y dilatación de pupilas. γ) Insomnio, cefalea,


nerviosismo, temblores y parestesias; no son infrecuentes en los niños los síntomas excitadores.

δ) Convulsiones. b) En el aparato digestivo: náuseas, molestias epigástricas (en especial las


alquilaminas), vómitos, pérdida de apetito, estreñimiento o diarrea.

c) La acción anticolinérgica provoca sequedad de boca, nariz y garganta, disuria, polaquiuria y


retención urinaria.

d) En el aparato cardiovascular: taquicardia, hipertensión o hipotensión (sobre todo las


fenotiazinas que produzcan bloqueo α-adrenérgico). En la última década se han acumulado
pruebas sobre la relación entre la administración de antihistamínicos, sobre todo del tipo no
sedante, y la aparición, muy poco frecuente, de una arritmia taquicardizante ventricular
caracterizada por una prolongación del intervalo electrocardiográfico QT (torsade des pointes).
Aunque inicialmente la presencia de esta arritmia se describió en casos de sobredosis de astemizol
(ya retirado) y terfenadina, posteriormente se identificó su aparición en algunos pacientes que
tomaban conjuntamente terfenadina y ciertos antibióticos macrólidos. En el momento actual se
acepta que, en determinadas circunstancias, esta reacción adversa podría asociarse al consumo de
otros antihistamínicos, fundamentalmente de segunda generación. El mecanismo molecular más
claramente implicado en esta alteración de la repolarización ventricular parece ser el bloqueo del
canal rectificador tardío de K+ IKr, cuya subunidad α es codificada por el gen HERG.

Teniendo en cuenta la afinidad de los diversos antihistamínicos por este canal, podría sugerirse un
mayor riesgo de inducción de torsade des pointes para terfenadina, en tanto que la probabilidad
de producir esta arritmia sería más baja con otros antihistamínicos de segunda generación, como
ebastina, y algo menor todavía con los metabolitos activos recientemente introducidos
(levocetirizina, fexofenadina, desloratadina). Sin embargo, la relevancia de este hecho es sólo
relativa, dado que la concentración plasmática es un factor determinante en este caso —cualquier
incremento podría conducir a un aumento de la fijación al canal— y que la incidencia descrita para
esta reacción adversa con cualquier antihistamínico, realmente baja, dificulta realizar un análisis
comparativo fiable. Por todo ello resulta conveniente, al utilizar cualquiera de estos
antihistamínicos, considerar con rigor las circunstancias que pueden facilitar la aparición de la
arritmia. La más importante es, sin duda, la reducción del metabolismo hepático de estos
fármacos llevado a cabo por CYP3A4, con la consiguiente acumulación de la molécula. Además de
la existencia de un fracaso hepático, es especialmente importante evitar la asociación del
antihistamínico con fármacos que bloquean este sistema enzimático (v. cap. 5) como los
macrólidos eritromicina o claritromicina o el antimicótico ketoconazol.

La presencia de hipopotasemia (especialmente en el caso de tratamiento con diuréticos),


arritmias ventriculares previas o insuficiencia cardíaca son también factores predisponentes. La
cuidadosa consideración de estas circunstancias debe permitir minimizar los riesgos arritmógenos,
de baja incidencia, pero de potencial gravedad, de estos fármacos.
e) En ocasiones muy infrecuentes han aparecido leucocitopenia, agranulocitosis y anemia
hemolítica. En aplicación tópica a menudo producen reacciones de hipersensibilidad y de
fotosensibilidad dérmica.

Antihistamínicos en asociación con otros fármacos

Con mucha frecuencia los antihistamínicos se asocian con gran variedad de otros productos en
preparados antigripa les y anticatarrales, en los que no falta un analgésico menor, a veces un
sedante o un opioide menor (codeína) y un simpaticomimético (fenilefrina, seudoefedrina o
fenilpropanolamina). De hecho, varios antihistamínicos (de primera generación) sólo están
comercializados en productos que contienen estas asociaciones.

El antihistamínico carece de eficacia como tal, pero sus acciones sedante y secante pueden ser
sintomáticamente beneficiosas. La ingestión no controlada de estos productos de alto consumo es
peligrosa porque: a) suele desconocerse su composición completa; b) favorecen la sedación, el
sopor y el aturdimiento; c) asociados con alcohol potencian esta acción depresora; d) en niños, la
asociación de antihistamínico y simpaticomimético puede ser excitante, y e) la necesidad de
mantener controlado un síntoma (p. ej., el malestar o la fiebre) obliga a ingerir el resto de los
productos.

Aplicaciones terapéuticas

En la tabla 20-2 se indican las dosis y el ritmo de administración, referidos sólo a la forma habitual
oral en el adulto; en ocasiones existen preparados de liberación lenta cuya eficacia se prolonga.
Muchos de los productos presentan formas parenterales para situaciones urgentes.

Procesos de carácter alérgico

Los antihistamínicos H1 se utilizan con gran frecuencia en procesos de tipo alérgico exudativo. Su
efecto es fundamentalmente paliativo, restringido a la supresión de los síntomas derivados de la
acción de la histamina liberada, sin actuar sobre la reacción antígeno-anticuerpo. Por lo tanto, su
eficacia depende del grado en que la histamina contribuya a la patogenia y la sintomatología de la
afección. En términos generales se prefiere utilizar fármacos de segunda generación, debido a su
menor efecto sedante; desde el punto de vista de eficacia, no hay diferencias claras entre los
diversos fármacos cuando se usan a dosis equipotentes.

En la rinitis y la conjuntivitis alérgicas, de carácter estacional, los antihistamínicos H1 siguen siendo


el grupo farmacológico de administración oral con una mejor relación entre beneficio y riesgo.
Alivian la rinorrea, el estornudo y el picor de ojos, nariz y garganta; no mejoran, en cambio, la
congestión nasal. Como los síntomas son más intensos a primera hora de la mañana, se
recomienda tomar un preparado de acción prolongada al acostarse. Aunque la vía oral es la más
usada, algunos antihistamínicos (v. tabla 20-2) muestran eficacia en aplicación tópica. Son menos
útiles en las rinitis perennes, dado que en estos cuadros predomina el componente congestivo. En
las rinitis catarrales y gripales, su pretendida eficacia se debe sólo a la acción anticolinérgica que
reduce la rinorrea.
En la urticaria aguda actúan particularmente sobre el picor y menos sobre el edema. En la urticaria
crónica idiopática, la utilidad de los antagonistas H1 es algo menor, debiendo utilizarse preparados
exentos de acción sedante. No deben administrarse en las urticarias físicas.

En las dermatitis atópicas, así como en ciertos tipos de dermatitis de contacto, su utilidad radica
en el alivio del prurito intenso. Este efecto parece que se debe fundamentalmente a la acción
sedante, por lo que deben emplearse antihistamínicos «clásicos» con marcado componente de
sedación. La aplicación dérmica repetida suele provocar reacciones locales de hipersensibilidad y
fotosensibilidad.

En el angioedema su eficacia es variable. Si es grave por afectar a la laringe, es necesario recurrir


inicialmente a adrenalina subcutánea, seguida de hidrocortisona, en infusión intravenosa, y un
antihistamínico por vía intramuscular a dosis en el límite superior de su intervalo

En las reacciones anafilácticas, si son graves y amenazan la vida del paciente, es necesario recurrir
de entrada a la adrenalina y el cortisol; en las menos graves, los antihistamínicos H1 sirven para
controlar la urticaria, el edema y el picor; pueden prevenir la hipotensión, pero una vez que ésta
se ha desarrollado, su efecto es escaso. Su eficacia es también escasa en el broncoespasmo,
porque en la reacción pulmonar intervienen otros muchos mediadores. Solos, o asociados a
corticoides, sirven para prevenir las reacciones a inyecciones de medios de contraste, reacciones
alérgicas a fármacos diversos o a transfusiones sanguíneas. También alivian los síntomas agudos
de las picaduras de insectos

En la enfermedad del suero mejoran las lesiones urticariales y edematosas, pero no influyen sobre
la artralgia o la fiebre. Son poco eficaces en las alergias alimentarias.

La utilidad de los antihistamínicos H1 en el asma bronquial es, en general, limitada. Sin embargo,
algunos de ellos han mostrado cierta eficacia, sobre todo en combinación con otros fármacos
antiasmáticos. Los antihistamínicos que presentan actividad inhibidora de la liberación de
histamina, como el ketotifeno, deben considerarse de forma algo diferente

Procesos de carácter no alérgico Se utilizan en el tratamiento de las cinetosis, el vértigo y los


vómitos de otro origen (v. cap. 43) y como hipnóticos (v. capítulo 27). Se encuentran incluidos en
múltiples preparaciones anticatarrales y fórmulas de antitusígenos

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