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Seis propósitos sexuales para mejorar

nuestras relaciones en 2018


Nuestra lista de resoluciones de año nuevo está
destinada a descubrir el tipo de animal erótico que
llevamos dentro y a satisfacerlo adecuadamente. Por
algo llegamos ya a la mayoría de edad de este siglo.
RITA ABUNDANCIA | 05 Ene 2018 08:30

Natalie Portman y Ashton Kutcher en 'Sin compromiso'. Foto: Cordon Press




 7

1. Planificar el placer, tanto como el trabajo


Cuando somos adolescentes o estamos enamorados nuestras hormonas y genitales
tienen un peso considerable en las actividades diarias y ellos mismos se buscan huecos
en nuestras apretadas agendas. Sin embargo, la cosa cambia cuando cumplimos años o
llevamos tiempo con la misma pareja. El trabajo, las obligaciones cotidianas, el estrés,
el gimnasio, los niños, la compra, las redes sociales, la serie de televisión del
momento… Todo va antes que la sexualidad, esa maravillosa y gratuita capacidad de
pasarlo bien que empezamos a explotar cada vez menos, aunque evocamos con
verdadero fervor.

Dejar los encuentros sexuales en manos de la espontaneidad, si no se pertenece a los


grupos anteriores, es como esperar que nuestro jefe nos llame y nos suba el sueldo.
Planear y reservar momentos de lascivia, ya sea solo/a o acompañado/a, y convertirlos
es citas ineludibles es una buena manera de que el sexo no pase a ser un recuerdo
vintage. Aquí ocurre como con el ejercicio físico. Si no nos apuntamos a un gimnasio o
actividad los lunes, miércoles y viernes de 7 a 9, va a ser muy difícil que nosotros
mismos hagamos deporte en casa. Fíjense un día a la semana para el desmadre, en mi
caso los dirty fridays, y verán que la cosa tiene otro swing.

2. Atreverse a experimentar cosas nuevas

Veo a las madres intentando que sus hijos pequeños prueben recetas y alimentos
nuevos, siempre con el mismo argumento, “si no lo comes, nunca vas a saber si te gusta
o no”. Mientras, los niños tienen tres listas distintas: lo que les gusta, lo que no y lo que
todavía está pendiente de ser probado. “¿Te gusta el bacalao, Carlitos?”, “No sé, nunca
lo he comido”. “¿Quieres un poquito?”. “No, gracias”.

La vida sexual debería asemejarse a esa etapa infantil en la que estamos en permanente
fase de experimentación y en la que, poco a poco, vamos reduciendo la lista de
experiencias desconocidas. Por supuesto que hay cosas que a primera vista no activan ni
de lejos nuestros jugos gástrico; pero excepto estos ejemplos extremos, tal vez
deberíamos ser más propensos a dejarnos sorprender por los sabores del mundo.

Ideas preconcebidas, estereotipos o reglas autoimpuestas son algunos de los principales


obstáculos para probar cosas nuevas. “Y el sentido del ridículo”, apunta Molero, “es un
gran inhibidor sexual que nos impide hacer muchas cosas. Porque además, la risa no
casa muy bien con el sexo en nuestra mentalidad, y no debería ser así”. Todos, cada uno
adaptado a su personalidad sexual, tenemos cosas que nos gustaría probar y que no nos
atrevemos. Es el momento de hacerlo.

3. Comunicar lo que nos gusta y lo que no

La mala o nula comunicación en pareja puede ser una de las causas de que nuestra vida
sexual no esté discurriendo tal como nos gustaría. Un fluido y grato intercambio de
ideas, preocupaciones y anhelos es una de las características de las uniones felices, fuera
y dentro de la cama. Lo que ocurre es que no siempre nos atrevemos a expresar nuestros
deseos eróticos con claridad, tacto y en el momento indicado.

“A menudo esperamos que el otro adivine nuestras preferencias sexuales, zonas


erógenas favoritas, tiempos, fantasías y eso es imposible”, comenta Molero. “ y hasta
podemos enfadarnos o tachar al otro/a de mal amante. Es posible también que muchas
personas se nieguen a dar instrucciones más claras sobre lo que les gusta en la cama
durante tiempo y un día estallen y le echen en cara al otro su escasa pericia. En el mejor
de los casos, se lo dirán de buenas maneras pero durante el acto sexual, lo que tampoco
es muy aconsejable. Es mejor buscar un momento tranquilo y comunicar, de forma
amable, lo que nos pone o no. Y un ejercicio que siempre recomiendo a mis pacientes
para descubrir las preferencias eróticas del otro es jugar al ‘esclavo sexual’. Un
miembro de la pareja se encarga ese día de satisfacer los deseos del otro y hacer,
expresamente, lo que se le pida”.

4. Mantener el cuerpo en forma y la mente caliente

La bendita corporeidad requiere de un cierto mantenimiento para que el vehículo en el


que nuestra sexualidad se expresa pase cada año la ITV. Según Francisca Molero, “
fumar y beber de forma habitual son dos de las prácticas que más afectan a la vida
sexual. El tabaco es el enemigo número uno, ya que los problemas respiratorios,
vasculares, de piel y de sequedad de los tejidos y mucosas, tan típicos del fumador
crónico, son muy nocivos para el desempeño sexual. El sedentarismo es otra cosa a
evitar. La barriga no solo es antiestética, sino que a menudo es la parte visible del
síndrome metabólico, un grupo de condiciones que nos predisponen a desarrollar una
enfermedad cardíaca o diabetes y, por supuesto, una alimentación sana tiene también su
repercusión positiva en nuestro cuerpo y estado de ánimo”.

“A nivel mental, lo que va muy bien para el sexo es estar motivado”, continúa Molero,
“tener ilusiones, proyectos de vida, sentirse vital y activo. Esta cualidad es una de las
más eróticas que existen y para activar el deseo, lo mejor es pensar en sexo. Y no solo
me refiero a cultivar las fantasías sexuales, sino a reservar momentos para dejar que la
mente divague en modo erótico. Echar a volar la imaginación sin una ruta previa, como
cuando salimos a pasear sin rumbo, solo con nuestra atención despierta y dispuesta a
dejarse llevar”.

5. Indagar en nuestra personalidad erótica

“Puedo enseñarle a cualquier persona cómo conseguir lo que quiere en la vida. El


problema es que no puedo encontrar a quién pueda decirme qué es lo que quiere”, dijo
Mark Twain.

Si nos conocemos poco a nosotros mismos, en materia de sexo la mayoría habita a un


perfecto desconocido porque las escasas enseñanzas sexuales que hemos recibido se
centran en medidas higiénicas, anticonceptivas y, con suerte, enfocadas a conocer mejor
nuestros cuerpos, pero poco o nada se enseña sobre nuestra personalidad sexual. ¿Es
nuestra historia erótica un reflejo fiel de nuestros gustos, preferencias, inclinaciones o
una sucesión de actos destinados a agradar al otro/a, a pretender dar una imagen de
personas liberadas sexualmente o a seguir determinadas ideologías, tendencias o
doctrinas morales? ¿Cómo hubiera sido nuestro pasado sexual si pudiéramos obrar
libremente, sin miedo a las consecuencias?, ¿qué cosas habríamos hecho que aún
tenemos pendientes y a cuáles hubiéramos dicho no?, ¿cumple nuestra pareja con
nuestras expectativas o más bien nos dedicamos nosotros/as a cumplir las suyas?,
¿cómo somos realmente cuando nos quitamos, no solo la ropa sino la máscara?
El mundo del sexo cuenta con muchos manuales y material audiovisual en el que
podemos ver como se ejecutan todo tipo de prácticas. Saber cuáles son las que
realmente nos gustan es más difícil porque la filosofía o psicología sexual es una
materia todavía pendiente. Hay, por lo tanto, que profundizar en uno mismo, hacer las
cosas de forma consciente; pararse y analizar, de vez en cuando, los orígenes de
nuestros deseos. Y prepararse para llevarse más de una sorpresa.

6. Huir del capitalismo sexual

El contexto político social influye en nuestra sexualidad y viceversa; y si durante siglos


la Iglesia Católica diseñó nuestros encuentros y disfrute, lo que se conoce ya como
‘capitalismo sexual’ empieza a hacer lo mismo con tácticas diferentes. El sexo es un
producto más de consumo y la forma en la que lo usamos determina nuestro perfil y
estatus en la sociedad.

Una característica del capitalismo salvaje es la desigualdad. La riqueza se acumula en


manos de unos pocos mientras otros se hunden en la pobreza. Sexualmente hablando, la
clase media empieza también a desaparecer y mientras unos se embarcan en maratones
sexuales asistidos por fármacos (viagra) o drogas (popper), lo que ya se conoce como
chemsex; en el otro extremo, cada vez hay más adultos que continúan vírgenes pasados
los 35, y no solo en Japón. La asexualidad crece al mismo tiempo que el índice de
encuentros sexuales entre parejas disminuye respecto a décadas anteriores.

“La gente le pide lo máximo a cada relación sexual y las expectativas se vuelven cada
vez más altas”, confirma Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut
Clinic de Sexología de Barcelona, del Instituto Iberoamericano de Sexología y
presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología. “El objetivo es sentir
mucho, tener orgasmos increíbles y a veces se pretenden cosas bastante irreales.
Además, todo debe ser en gran cantidad, lo que provoca que mucha gente se bloquee y
aparezcan las disfunciones sexuales, incluso en jóvenes”.

Hay tanta oferta de encuentros esporádicos en las aplicaciones diseñadas para el fuck &
go que la gente no pierde tiempo intentando conocerse, entenderse, gustarse. Todos
están atareados haciendo sus deberes sexuales, comprando juguetes y accesorios
eróticos para amplificar las ya débiles sensaciones naturales, manteniendo sus genitales
como exige la moda del momento; incluso acostumbrándose a prácticas que no le
gustan, pero que son tendencia (Molero me cuenta como una de sus pacientes le
pregunta qué puede hacer para que le guste el sexo anal).

No me interpreten mal, mi intención no va a favor del sexo convencional y ordenado;


sino a favor del sexo que le guste a cada uno/a, y no el que el sistema nos imponga.

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