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El año 2017 desde el punto de vista geopolítico

por Daniel Dragomirescu

La situación interna y externa de este fin de año 2017 tiene una complejidad especial.
Algunas personas acreditan la idea de que todo se debe a la influencia rusa cada vez mayor y a la
involucración de Moscú en varias regiones, desde el Danubio hasta el Atlántico, incluso hasta
más allá del Océano, en los Estados Unidos, el baluarte de fuerza del mundo democrático y
occidental. “El Imperio del Mal” metamorfoseado en la Federación Rusa bajo el mando de
Vladimir Putin supuestamente continúa propagando el mal en el planeta. Se puede ver, en este
sentido, el reciente artículo “Una potemkiniada democrática à la Putin en el 2018?” por Tereza-
Brînduşa Palade, quien escribe: “Alentar la corrupción en las democracias frágiles del este de
Europa es uno de los métodos favoritos de involucración en los asuntos de otros países
practicado por el Kremlin de Vladimir Putin. Para alcanzar este propósito, es necesaria la
debilitación de una dirección anti-corrupcíon como el DNA rumano – el objetivo tan
intensamente deseado y obsesivamente seguido por Dragnea y Tăriceanu, por medio de unos
serviles como Iordache o Toader”.

Que Moscú vea en PSD-ALDE un socio mejor que la ex Alianza DA o que Viktor Orban sea
también un buen compañero de camino para Vladimir Putin es plausible, pero es difícil de creer
que el líder de Kremlin pueda hacer, a escala geopolítica, tanto daño cuanto se le atribuye – no
porque no desearía hacerlo, si gracias a eso habría una ganancia para la Federación Rusa, sino
porque no puede hacer todo lo que se le atribuye. En el fondo, si lo pensamos mejor, por un
extraño efecto de simetría, Vladimir Putin se ha vuelto mundialmente la imagen del enemigo, el
reverso absolutamente simétrico de George Soros.

Pero toda Europa no es realmente el tablero de ajedrez del líder de Kremlin. La realidad debe
ser vista más matizada, porque lo que para algunos es válido, para otros no lo es. La crisis
gubernamental de Alemania, por ejemplo, no es el resultado de la intrusión rusa, sino de las
recientes elecciones, que dejaron de darle a Merkel y a su partido el mismo crédito (apoyo
popular) que en el pasado, a causa de unos errores que ha cometido. El movimiento separatista
de Escocia no tiene absolutamente nada que ver con alguna artimaña rusa, porque los rusos no
son capaces de ir hasta allá y manipular a la población local como más les convenga. El
separatismo de Cataluña es fomentado por las fuerzas de extrema izquierda manejadas por
Puigdemont, o más claramente por la CUP (Candidatura de Unidad Popular), con raíces en el
republicanismo extremista de izquierda – comunista y anarquista – de la época de la guerra civil
española. Allá los rusos tienen una situación favorable, que no ellos han creado, pero a la que se
empeñan en alimentar por varios medios. La Hungría de Orban dio la mano con la Moscú de
Putin por intereses económicos y porque no quiere a millones de inmigrantes musulmanes en su
territorio. Bruselas la pone en su lugar de una manera inhábil y empuja asimismo a Hungría aun
más hacia la Moscú de Putin, ya que Budapest no encuentra otro apoyo para su posición
contestataria. La ola gigante e incontrolable de inmigrantes desde el verano del año 2015 ha
asustado a los húngaros. Chequia es prorusa, a pesar de que ha sido víctima de Moscú en agosto
del 1968. Filorusas son de manera natural Bulgaria (de la que se habla menos últimamente) y
Serbia. Aquí se actualiza el viejo panslavismo propagado por Rusia zarista. Pero, por otro lado,
se puede observar que el sistema democrático de Chequia es bastante sólido y no tiene como
modelo el sistema social-político de la Federación Rusa. Chequia no es gobernada por oligarcas,
aunque su actual presidente sea filoruso. Incluso en Bulgaria parece haber más democracia que
en nuestro país. Polonia sigue siendo un gran país católico y una espina en la costilla de Rusia.
Ella entiende no permitir la propagación del islamismo sobre su territorio y el pueblo polaco
generalmente apoya esta orientación. Polonia sigue siendo al mismo tiempo el más fiel aliado de
los Estados Unidos y un miembro de confianza de NATO. Sería también un país muy seguro del
este de la UE, si UE no la pusiera contra la pared por el hecho de que se niega a ceder su
soberanía, para ser reconfigurada etnica, religiosa y políticamente. Prácticamente Polonia se ha
convertido en el motivo de pelea entre la UE y la Federación Rusa, como alguna vez lo fue entre
Prusia, Austria y el Imperio Zarista, y más tarde entre la Alemania de Hitler y el URSS de Stalin.

En lo que la concierne, Rumanía es el único país de la región balcánica de Europa que no


puede ser reorientado geopolíticamente por cuestiones de pertenencia a la familia de los pueblos
eslavos. Hasta cierto punto, puede ser manipulado por medio del ortodoxismo, pero no tanto
como se desea. La visita del patriarca de Moscú se ha limitado a contactos importantes con el
clero ortodoxo rumano. En esta situación, para Moscú, el mejor método de volver a ganar su
esfera de influencia en Rumanía es desmantelando el estado de derecho, en donde la justicia
independiente tiene el papel de garante. Para esta inginería (geo)política no es necesario que
venga un nuevo Vâşinski, con lentes y cara de sátrapa, a Bucarest. Basta que haya una mayoria
parlamentaria PSD-ALDE, fortalecida por el apoyo conyuntural y condicional de UDMR.

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