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Mito Realidad
1.- La vejez comienza a los sesenta y 1.-La vejez no comienza a una edad
sesenta y cinco años. uniforme, sino variable e individualizada
Teorías Psicogerontológicas:
Dentro de este apartado se describirán las siguientes teorías que se han venido desarrollando en
Europa y Estados Unidos en las últimas décadas del siglo veinte desde el enfoque
Psicogerontológico como la Teoría del Ciclo Vital Dinámico o Curso de la Vida inaugurada por
Neugarten (1975), -compartida por Lehr, Birren, Baltes, Schaie-; y la Teoría de la Continuidad
inaugurado por Atchley (1989).
Esta nueva perspectiva, como se mencionó en el párrafo anterior fue inaugurada por
Neugarten (1975) quién estudió el proceso del envejecimiento como un continuo que
abarca toda la existencia, desde el nacimiento hasta la muerte, y considera la totalidad
de la vida como una continuidad de cambios, destacando parámetros históricos,
socioculturales, contextuales y del acontecer cotidiano e individual, como prevalentes
sobre cualquier clasificación por etapas o fases, reconociendo que en cualquier
momento de la vida hay pérdidas y ganancias.
Teoría endócrina.- “El reloj biológico actúa por medio de genes que controlan los
cambios hormonales. La pérdida de fuerza muscular, la acumulación de grasa y la
atrofia de órganos pueden estar relacionadas con disminuciones de la actividad
hormonal” (Papalia, 2012); de esta manera se controla el ritmo del envejecimiento. Es
conocido que las hormonas son las encargadas de la regulación de muchas funciones
vitales, a lo largo del ciclo de vida; entre las más importantes tenemos el control del
metabolismo, como también suministro y restricción de calorías.
Teoría inmunológica.- La teoría inmunológica considera que el envejecimiento es
consecuencia de las alteraciones en el sistema inmune del individuo. Según Papalia
Diana (2012), propone que ciertos genes pueden causar problemas en el sistema
inmunológico, que luego dan lugar a una mayor susceptibilidad a enfermedades,
infecciones y cáncer.
“El origen de estos trastornos inmunitarios que aparecen con la edad, radica en la
disminución de la actividad de los linfocitos T-ayudadores o T-supresores, el
incremento en la producción de autoanticuerpos y en la disminución de la sensibilidad
de la respuesta de defensa del paciente geriátrico” (Metz Baer, 2016).
Daño del genoma mitocondrial.- De acuerdo a publicación de Metz Baer, Claudia y
Bravo Zehnder, Marcela (2016), en su artículo Bases Moleculares y Celulares del
Envejecimiento, se transcribe lo siguiente:
Otro blanco para acumular mutaciones durante el envejecimiento es el genoma
mitocondrial. Las mitocondrias son críticas para el funcionamiento celular ya
que proveen la energía que requiere la célula, en forma de ATP, a través del
proceso de fosforilación oxidativa. Cada célula puede tener varios cientos de
mitocondrias, y cada una de ellas posee varios genomas mitocondriales. A pesar
de que un gran número de las proteínas mitocondriales que se utilizan en la
fosforilación oxidativa están codificadas en el genoma nuclear, al menos 13
proteínas y 24 tARN (ARN de transferencia) están codificadas en su genoma.
Mutaciones puntuales y/o deleción en cualquiera de estos 37 genes puede
comprometer la función mitocondrial. Sin embargo, en el proceso de
envejecimiento normal, se ha encontrado que las mutaciones por deleción son
las causantes primordiales de la disminución de la fosforilación oxidativa. La
velocidad de mutación en la mitocondria es 10-20 veces mayor que la del DNA
nuclear, principalmente por tres razones: 1) está expuesto a altos niveles de
EROs los que se producen como subproducto del proceso respiratorio; 2) no
está protegido por proteínas, y 3) no posee la misma capacidad para reparar los
daños en el ADN. Se piensa que mutaciones en la mitocondria pueden llevar a
una producción de energía defectuosa, producción de EROs por un transporte
de electrones alterados e inducción de apoptosis (muerte celular programada).
Una disminución de la función mitocondrial ha sido observada con la edad en
distintas especies incluyendo a humanos. Las mutaciones en las mitocondrias no
solo producen un aumento en la producción de EROs, si no que también hacen
al ADN mitocondrial más susceptible a sufrir daños por EROs.
Así también, “se han correlacionado mutaciones mitocondriales con patologías
específicas, como ceguera, sordera, problemas motores, debilidad muscular, epilepsia y
disfunciones de la médula ósea” (Metz Baer, 2016).
Teorías de tasa variable.- Las teorías de tasa variable, según los autores le llaman
teorías del error; conciben el envejecimiento como resultado de procesos aleatorios que
varían de una persona a otra, y por lo regular el envejecimiento implica daño debido a
errores aleatorios o a ataques ambientales a los sistemas biológicos.
Teoría del desgaste.- Según los especialistas manifiestan que esta teoría, nos propone
que cada organismo estaría compuesto de partes irremplazables que son las moléculas, y
que la acumulación de daño en sus partes vitales, llevaría a la muerte de las células,
tejidos, órganos y, finalmente, del organismo. (Universidad de Sevilla, 2016). Este
proceso de desgaste ocurre más rápidamente bajo estrés. En la actualidad, la mayoría de
los teóricos no creen que el desgaste normal sea una explicación adecuada para el
envejecimiento. Por una razón: un ser humano (a diferencia de un automóvil) es capaz
de autorrepararse y puede compensar el daño al sistema.
La teoría de los radicales libres.- Según nos demuestran las investigaciones la teoría
se enfoca sobre los efectos dañinos de los radicales libres; estos están integrados por los
átomos o moléculas de oxígeno sumamente inestables que se forman durante el
metabolismo y “que reaccionan con las membranas celulares, las proteínas celulares,
grasas, carbohidratos e incluso ADN, a los cuales pueden dañar. El daño producido por
los radicales libres se acumula con la edad; ha sido asociado con la artritis, la distrofia
muscular, cataratas, cáncer, diabetes de inicio tardío y trastornos neurológicos como la
enfermedad de Parkinson” (Papalia, 2012).
Las investigaciones revelan que los radicales libres dirigen su poder mutagénico a los
ácidos nucleicos, proteínas y lípidos a los cuales les causan lesiones; en la mayoría de
los casos, estos daños, son reparadas mediante una compleja maquinaria celular. En el
caso de los ácidos nucleicos, cuando el sistema de reparación falla, se producen
mutaciones que pueden generar células tumorales. Así también, se ha evidenciado
cuando los radicales libres atacan al ADN, ocasionando modificaciones a las bases
purinas (adenina-A, guanina-G) y pirimidinas (citosina-C, timina-T), también rompen o
entrecruzan las hebras del ADN. Los ataques son por especies reactivas de oxígeno
(EROs) que es la mayor fuente de lesiones espontáneas del ADN; la misma es generada
por reducción ineficiente en la mitocondria durante la respiración celular. Por otra parte,
oxidantes ambientales como agentes químicos cancerígenos y radiación ultravioleta e
ionizante pueden lesionar los ácidos nucleicos. Entre los EROs se incluyen al ion
superóxido (O2-), el radical hidroxilo (OH), el peróxido de hidrógeno (H2O2) y O2
aislado. Los radicales hidroxilo son originados principalmente durante la reducción
química y enzimática de moléculas de oxígeno en la célula. Se calcula que se producen
unas 104 modificaciones de bases nucleotídicas por célula al día, por efecto de EROs.
También se estima que una fracción de estos daños no pueda ser reparada y que la
acumulación contribuya a la pérdida de las funciones fisiológicas, las mismas que están
relacionadas con la edad. (Metz Baer, 2016).
La teoría de tasa de vida.- Sugiere que el cuerpo sólo puede hacer determinado
trabajo, y eso es todo; mientras más rápido trabaje, más pronto se desgasta. De acuerdo
con esta teoría, la rapidez del metabolismo determina la duración de la vida. Por ende, la
velocidad del metabolismo, o uso de la energía, determina la duración de la vida. Los
peces cuyo metabolismo se hace más lento poniéndolos en agua más fría viven más
tiempo del que vivirían en agua caliente (Schneider, 1992) citado por (Papalia, 2012).
Es claro que las dietas de reducción de calorías que se ha encontrado que prolongan la
vida también podría tener impacto aquí, dado que las reducciones en el consumo de
calorías también producen un metabolismo más lento.
La teoría autoinmune.- “Indica que un sistema inmunológico envejecido puede
“confundirse” y liberar anticuerpos que atacan las propias células del cuerpo. Se cree
que esta disfunción llamada, autoinmunidad, es responsable de algunas enfermedades y
trastornos relacionados con el envejecimiento” (Papalia, 2012).
Cuando se usó lentes desde la juventud, sobre la edad mencionada es necesario nuevas
graduaciones. En los deportes sucede algo similar, se puede manifestar que una mujer
de 55 años debe admitir que su juego de tenis no es tan rápido como solía ser. En
cambio, otra jugadora de su edad es casi tan ágil como lo era en años anteriores. La
mayoría de las personas en la adultez media compensan bastante bien cualquier cambio
que experimentan, y algunas buscan activamente hacer algo al respecto, como
programas de ejercicio para aumentar la fuerza y evitar pérdida muscular. Otras
personas en la adultez media no hacen nada para compensar los cambios que
experimentan por el envejecimiento.
La mayoría de los adultos que envejecen se preocupan por las pérdidas sensoriales.
Desde el sonido de la alarma del reloj y el aroma del café recién preparado, a la
suavidad de la almohada mientras cierras los ojos en la noche, los sentidos son el
principal medio para conocer el mundo. Muchas personas también lamentan el deterioro
en fuerza muscular, resistencia, coordinación y tiempo de reacción (Digiovanna, 2000)
citado por (Papalia D. E., 2009).
En los cambios físicos y fisiológicos se transcribe lo que manifiestan González Bernal
Jerónimo (2014):
Se produce un deterioro del sistema nervioso provocando lentitud de
movimiento y pérdida de actos reflejos, aumenta la posibilidad de manifestar
enfermedades que afectan a los distintos sistemas del organismo como son las
cardiovasculares (infartos, ACV, arterioesclerosis, etc.), respiratorios (atrofia
de mucosa que afecta a la nariz, faringe y laringe, disminuye la elasticidad
pulmonar, infecciones respiratorias graves como la neumonía, etc.), digestivos
(disminución del sentido del gusto, del reflejo de tragar y de los movimientos
automáticos que pasan a ser más lentos, etc.), músculo-esqueléticos (disminuye
el tamaño y densidad de los huesos, las articulaciones reducen el rango de
movimiento, a nivel muscular se produce una disminución del tono y de la
capacidad elástica de las unidades músculo-tendinosas, etc.), el sistema
inmunológico se debilita, se producen déficit sensoriales (de vista y oído),
sistema urinario (los riñones reducen eficacia para eliminar los desechos y los
medicamentos, así mismo, aumenta la posibilidad de incontinencia urinaria,
etc.). (González Bernal, 2014)
Visión.- Los ejemplos en el diario vivir son suficientemente abundantes para explicar
las diferencias en el sentido de la vista, y su declive en el curso de la vida de las
personas de manera especial en la vejez.
Se puede decir que como con todos los aspectos del envejecimiento, hay grandes
diferencias individuales en la habilidad visual. Algunas personas en sus ochenta o más
años no necesitan lentes, mientras que algunos adultos jóvenes sí los requieren. La
mayoría de los problemas visuales relacionados con la edad ocurren en cinco áreas:
“visión dinámica (lectura de signos en movimiento), visión cercana, sensibilidad a la
luz, búsqueda visual (por ejemplo, localizar un signo) y rapidez de procesamiento de
información visual. Los lentes correctivos o el tratamiento médico o quirúrgico,
incluidas algunas nuevas tecnologías, con frecuencia pueden ayudar a las personas con
problemas visuales moderados” (Papalia D. E., 2009).
Cambios en la estructura y función del ojo.- La habilidad para distinguir detalles que
se conoce como agudeza visual, también disminuye con el pasar de los años. La
agudeza visual, que se mide cuando observas un equipo optométrico en el consultorio
del médico o cuando solicitas una licencia de conducir, es aguda aproximadamente a los
20 años de edad y comienza a declinar hacia aproximadamente los 50 años. Para los 85
años, algunos adultos pierden hasta el 80 por ciento de la agudeza visual que tenían en
la adultez joven. Sin embargo, a pesar del dramático declive en la agudeza promedio, la
mayoría de los adultos mayores mantiene una “buena” visión corregida durante sus
ochentas (Schieber y Baldwin, 1996).
Así también se pude decir, que la agudeza visual dinámica es la habilidad para ver
claramente objetos en movimiento. Esta habilidad también declina con la edad. Por
tanto, la información que se presenta en movimiento, como los créditos que aparecen en
una película o pantalla de televisión, son mucho más difíciles de seguir para los adultos
mayores que para los adultos más jóvenes .
Se ha demostrado de forma general que el problema visual más común después de los
40 años la hipermetropía llamada también presbicia, que obliga a muchas personas a
usar lentes de lectura o cambiar los mismos a mixtos o bifocales. La presbicia surge de
cambios estructurales en el cristalino del ojo. El cristalino, a diferencia de la mayoría de
las estructuras corporales, sigue creciendo a lo largo de la vida. Conforme nuevas
células se acumulan en la parte exterior del cristalino, las fibras (células) más viejas del
cristalino se presionan juntas y empujan hacia el centro. Hacia los 70 años de edad, el
cristalino puede ser al menos 3 veces más grueso de lo que era originalmente. (Papalia
D. E., 2009). Es por eso que se endurece, aplana y se vuelve menos elástico y menos
capaz de cambiar de forma para enfocar los objetos cercanos. Este continuo proceso a lo
largo de la vida por lo general se vuelve notorio por primera vez en la adultez media,
cuando la habilidad del ojo para acomodar, o ajustar su foco también se lentifica
(Schieber y Baldwin, 1996). Las mujeres usualmente desarrollan presbicia alrededor de
3 a 5 años antes que los hombres (Kline y Schieber, 1985).
Es evidente observar a la mayoría de las personas que intenta compensar la presbicia al
sostener los libros, periódicos o cualquier texto que lean cada vez más lejos de la cara,
hasta que está tan alejado que las letras son demasiado pequeñas para distinguirlas; o en
su defecto utilizan lupas.
Es importante conocer que el cristalino también puede comenzar a ponerse amarillo y
filtrar luz verde, azul y violeta (Kline y Scialfa, 1996). Por tanto, estos colores no se
deben usar para objetos, como medicinas, que los ancianos tengan necesidad de
distinguir. Una persona mayor fácilmente puede mezclar dos píldoras idénticas si la
única diferencia es que una es violeta y la otra azul.
Así también, los expertos manifiestan que se puede observar otro cambio en el tamaño
de la pupila, la abertura oscura en el centro del iris. Si observas los ojos de un niño de 5
o 6 años de edad, notarás que sus pupilas son más grandes que las de un adulto joven. Si
vemos las pupilas de una persona de 75 años, es probable que sean más pequeñas que
las de un adulto joven. Esto es así porque los músculos en el iris que dilatan la pupila en
lugares oscuros (como los cines) para dejar entrar más luz, se vuelven más débiles en la
adultez media, y la pupila ya no se dilata tanto. De manera similar ocurre con la
percepción de la profundidad que disminuye con la edad avanzada, por lo que algunos
adultos mayores tienden a tropezar con las cosas, o a perder su paso en los escalones o
bordes de las aceras. Los ancianos también se vuelven más sensibles a los destellos, que
les imposibilita leer letreros en las carreteras. (Papalia D. E., 2009)
Otro problema en la visión son las llamadas cataratas, que se incrementan con el pasar
de los años, las mismas ocasionan visión borrosa. “La cirugía para eliminarlas suele ser
exitosa y es una de las operaciones más comunes entre los ancianos estadounidenses. La
degeneración macular relacionada con la edad, que provoca que el centro de la retina
pierda de manera gradual la capacidad para distinguir con nitidez los detalles fi nos, es
la causa principal de deterioro visual entre los adultos mayores” (Papalia D. -F., 2012).
El glaucoma, considerado como un daño irreversible del nervio óptico, causado por
un aumento en la presión intraocular del ojo, que si no se trata puede ocasionar ceguera.
El tratamiento temprano puede disminuir la presión ocular alta y demorar el daño
irreversible. Las estadísticas manifiestan que en todo el mundo, el glaucoma es la
segunda causa de ceguera. (Papalia D. -F., 2012)
Audición.- Los expertos manifiestan que tanto la audición como la visión están en su
máximo potencial sensorial alrededor de los 20 años. Una pérdida gradual de la
audición por lo general comienza antes de los 25 y se vuelve más evidnete después de
dicha edad. La población general no nota la pérdida de audición durante la adultez
joven y la adultez media, porque no afecta las frecuencias que se usan en el habla
cotidiana. Pero al llegar a los setenta, la mayoría de los adultos dejan de escuchar
palabras en la conversación (Katchadourian, 1987). Se recomienda que los adultos
deban examinar su audición si encuentran difícil entender palabras; se quejan de que
otras personas “mascullan”; no pueden escuchar un grifo que gotea o notas altas en la
música; tienen un silbido o campanilleo en los oídos; o no disfrutan de fiestas, televisión
o conciertos porque no escuchan mucho de lo que sucede (NIA, 1993; Weinstein, 2003.
La mayor parte del deterioro auditivo relacionado con la edad se debe a degeneración de
las estructuras en el oído interno. Existen muchos tipos de pérdida, y dependen de las
partes del oído interno que resulten afectadas. La pérdida auditiva sensorineural es el
tipo número uno de pérdida auditiva en personas mayores de 65 años. Implica daño en
los nervios del oído interno, el nervio auditivo o las vías auditivas en el cerebro. Se
puede producir por envejecimiento, infección, exposición a ruido fuerte, herencia,
tumores, problemas circulatorios o trauma craneal (NIA, 2002a). Es permanente y se
puede tratar sólo a través del uso de un auxiliar auditivo. (Papalia D. E., 2009).
Tacto, dolor y temperatura.- La piel con el paso de los años se vuelve menos sensible,
de manera especial en la punta de los dedos; para la mayoría de las personas, esta
reducción de agudeza táctil tiene poco impacto, pero para los discapacitados visuales
puede interferir con la habilidad para leer braille.
En cuanto al dolor los estudios realizados no son contundentes, en unos casos
manifiestan que las personas adultas pueden tolerar mejor el dolor; otros en cambio
dicen que un dolor crónico les puede estresar. La intervención y el control del dolor
ahora se han convertido en uno de los principales focos de la atención geriátrica.
El cuerpo de un anciano se ajusta más lentamente al frío y se enfría más fácilmente que
el de una persona más joven. La exposición al frío exterior y a interiores pobremente
calentados puede bajar la temperatura corporal, lo que implica un serio riesgo para los
adultos mayores. Asimismo tampoco pueden enfrentar bien el calor.
Los mecanismos de enfriamiento normales del cuerpo (sudoración y bombeo de sangre
a la piel) no tienen tan buen desempeño como en las personas más jóvenes. (Papalia D.
E., 2009).
Funciones motoras.- Como se ha mencionado en los párrafos anteriores, también todas
las funciones motoras van disminuyendo sobre los 30 o 35 años. Por razones genéticas,
metabólicas o ambientales, el tejido que conecta los músculos con las articulaciones se
engrosa, lo que hace a las mismas menos flexibles; esto incide en la destreza manual,
haciéndoles cada vez menos eficiente conforme pasan los años, de manera general a
partir de la mitad de la tercera década de vida de las personas.
Al disminuir las proteínas que integran las fibras musculares, hace que los músculos
pierdan fuerza, rapidez y resistencia. A pesar de ello debemos manifestar las diferencias
individuales que son grandes y se vuelven mayores con cada década que pasa. Las
personas que llevan vidas sedentarias o tienen una salud deficiente son las que tienden
a perder el tono muscular y energía, mientras que quienes son activos conservan más
fuerza, vigor y resistencia. (Papalia D. E., 2009)
Según estudio de los expertos, la fuerza muscular y la resistencia se pierden alrededor
del 10 al 20 por ciento de su fortaleza hacia los 70 años; después de eso, la pérdida se
vuelve mayor. La mayoría de las personas notan primero un debilitamiento en los
músculos de la espalda, al entrar a los cincuenta, y luego en los brazos y hombros, ya
bien entrados los sesenta. (Papalia D. -F., 2012).
El diagnóstico preliminar del cáncer de próstata se puede realizar con una prueba de
sangre PSA (antígeno prostático específico, por sus siglas en inglés) o bien con un DRE
(examen digital del recto, por sus siglas en inglés). Ninguna prueba puede arrojar un
diagnóstico; estas pruebas sólo pueden detectar anormalidades prostáticas, que pueden
provenir de una condición menos seria, no de cáncer. Una prueba de sangre PSA es más
efectiva que un DRE, pero, dado que ninguna prueba es completamente precisa, la única
forma de asegurarse si existe cáncer es a través de una biopsia
Se recomienda que los hombres mayores de 50 años (45 años para los hombres con
proclividad) deben realizarse anualmente una prueba sanguínea PSA y un DRE. Sin
embargo, debido a la falta de evidencia de que la valoración y el tratamiento temprano
reduzcan la mortalidad, los Centros para Control y Prevención de Enfermedades (CDC)
y el Instituto Nacional de Cáncer (NCI) no recomiendan pruebas de detección anuales.
(Papalia D. E., 2009)
“Técnica de resonancia magnética (RM) ofrece múltiples ventajas respecto a las otras
técnicas de imagen como la tomografía computarizada o la ecografía transrectal, aunque
su disponibilidad es más limitada. Las contraindicaciones de la RM incluyen pacientes
con marcapasos, clips, fragmentos metálicos y los pacientes claustrofóbicos que
requieren sedación” (Ugarte Súarez, 2015) .
En los últimos años, la resonancia magnética multiparamétrica (RMmp) se ha
convertido en una herramienta de gran utilidad en relación al CaP. Existen importantes
y permanentes avances tecnológicos, así como en el modelo de lectura de la RMmp. El
mismo estudio menciona Algunas indicaciones:
Para su uso están incorporadas a guías clínicas o avaladas por extensas
revisiones sistemáticas, tales como la valoración ante una biopsia prostática
previa negativa y la sospecha persistente de CaP; la evaluación de candidatos a
vigilancia activa según criterios iniciales de PSA/primera biopsia, y la
estadificación tumoral (principalmente en pacientes con CaP que ofrecen dudas
clínicas sobre su posible extensión extraprostática y cuya presencia
condicionaría la decisión terapéutica). Otras indicaciones, como la
planificación de tratamientos focales, la recurrencia tumoral y los pacientes con
sospecha de CaP pero sin biopsia previa, si bien no están totalmente
establecidas, se encuentran cada vez más avaladas por la literatura. (Catalá V,
2017).
Los tratamientos de cáncer de próstata son similares a los del cáncer de mama: cirugía,
tratamiento de radiación, terapia hormonal y quimioterapia. La cirugía es el tratamiento
más común: una prostatectomía radical, en la que se remueven toda la próstata y parte
del tejido que la rodea; o una resección transuretral de la próstata, que corta el tejido
canceroso. Si el tumor es pequeño y no se ha extendido, se puede utilizar terapia de
radiación para tratarlo. La terapia hormonal se puede emplear para tratar cáncer que se
ha dispersado, al evitar que las hormonas masculinas lleguen a las células cancerosas, lo
que detiene el crecimiento. Esto se puede hacer mediante una cirugía llamada
orquiectomía, que remueve los testículos, o mediante drogas que reducen o bloquean la
hormona. Algunos casos pueden requerir de una espera vigilante, que observe de
manera cercana la salud del hombre, y buscar tratamiento sólo si los síntomas aparecen
o empeoran. (Papalia D. E., 2009).
Así también, revisiones sistemáticas recientes han estudiado la influencia del consumo
de sal en la dieta, marcando la asociación entre la reducción del consumo de 12 a 3 gr
diarios, tanto en normo como en hipertensos, y se ha visto un beneficio en la reducción
de las cifras tensionales, fundamentalmente el componente sistólico en ancianos. Sin
embargo, la elaboración de los alimentos en nuestro medio, suele tener una composición
excesiva en sodio, por lo que es necesario que existan algunas iniciativas
gubernamentales para disminuir el sodio en los alimentos elaborados y una cultura
general de disminución de sal.
“El consumo de alcohol tiene un efecto dosis-dependiente sobre la HTA; es mayor con
cifras elevadas de PA y ocasiona alta morbimortalidad, fundamentalmente hemorragias
subaracnoideas e intracerebrales” (Grupo de Hipertensión Arterial Sociedad Andaluza
de Medicina de Familia, 2006).
Los estudios han demostrado que son múltiples los efectos del ejercicio físico en todo el
organismo, pero de manera especial en el aparato circulatorio; al practicarlo se
incrementa de inmediato el contenido de oxígeno en las arterias, mejora la eficiencia de
la distribución y el retorno de la sangre periférica a la circulación general, en particular
la del corazón, el cual aumenta su capacidad de contracción; así también, la
vascularización coronaria colateral se realiza mejor y aumenta el tamaño de los vasos
sanguíneos. La costumbre periódica de realizar ejercicios disminuye la frecuencia
cardiaca y la presión arterial.
Alteraciones psicológicas.- Si bien en algunos estudios realizados se ha podido
observar el aumento de la PA en condiciones de vida estresantes como ambientes
ruidosos, desempleo, y cualquier otra condición que lleve a una situación de estrés
prolongado; frente a las bajas cifras en zonas rurales y determinados colectivos como
en monjas de clausura. Algunos estudios recientes demuestran que la actividad
simpática está aumentada en los pacientes hipertensos y que algunas actuaciones a largo
plazo sobre el estrés individual han obtenido resultados positivos en el aumento de la
presión arterial. (Grupo de Hipertensión Arterial Sociedad Andaluza de Medicina de
Familia, 2006).
Tratamiento no farmacológico.- En las últimas guías de manejo del paciente con
HTA, manifiesta que ha quedado demostrado en los últimos años la utilidad de las
medidas no farmacológicas en el contexto del tratamiento de la HTA. Esta utilidad, que
algunos autores ponían en duda, se ha demostrado que son eficaz para disminuir el
riesgo global del paciente hipertenso. La opinión mayoritaria es que dichas medidas han
de constituir la base del tratamiento, sin perjuicio del uso concomitante de fármacos
hipotensores. El efecto hipotensor de las medidas no farmacológicas será proporcional
al grado de adherencia a las mismas por parte del hipertenso. Así, en grupos de
pacientes con adherencia considerada como excelente se ha logrado disminuir la PAS en
10 mm Hg, si bien en la práctica clínica se obtienen efectos más modestos.
Es imprescindible realizar un refuerzo positivo continuo, con independencia de que el
paciente esté recibiendo o no tratamiento farmacológico, aprovechando cualquier
contacto con el paciente, a fin de que se mantengan estas medidas no farmacológicas en
el tiempo y no sean abandonadas, cosa que ocurre a menudo. (Grupo de Hipertensión
Arterial Sociedad Andaluza de Medicina de Familia, 2006).