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CAPITULO XVII
ATRIBUTOS DE LAS PERSONAS NATURALES
A. Idea general
299. Concepto y enumeración. La teoría clásica llama atributos de la personalidad a ciertos
elementos necesariamente vinculados a toda persona e indispensables para el desenvolvimiento
de ella como sujeto de derechos.
Dichos atributos son propios tanto de las personas naturales como de las morales o jurídicas, con
ciertas salvedades. Se reducen a los siguientes:
a) capacidad de goce;
b) nacionalidad;
c) nombre;
d) estado civil (del cual carecen las personas jurídicas);
e) domicilio, y
f) patrimonio.
En este lugar sólo hablaremos de los atributos de las personas físicas o naturales; de los relativos
a las personas jurídicas nos ocuparemos al estudiar éstas.
Advirtamos que la doctrina moderna no agrupa todos estos elementos bajo el título común de
atributos de la personalidad, sino que los trata en forma separada y autónoma.
B. Capacidad de goce
300. Concepto. La capacidad de goce, llamada también capacidad jurídica, es la aptitud para ser
sujeto de derechos y obligaciones.
Se adquiere desde el nacimiento y, en el mundo de nuestros días, de ella están dotados todos los
seres humanos, sin excepción. No ocurría lo mismo en la antigüedad en que había hombres que
no eran personas, que no eran sujetos de derechos sino objetos de los mismos, como una cosa: los
esclavos.
La capacidad de goce se confunde con la personalidad. La personalidad no es sino la aptitud para
ser titular de derechos y obligaciones, o sea, estar dotado de capacidad de goce.
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Debe distinguirse la capacidad de goce de la capacidad de ejercicio, llamada también capacidad
de obrar. Consiste en la idoneidad del sujeto para ejercitar por sí solo, con su propia voluntad, los
derechos subjetivos y contraer obligaciones. Nuestro Código Civil se refiere a esta capacidad
cuando dice que "la capacidad legal de una persona consiste en poderse obligar por sí misma, y
sin el ministerio o la autorización de otra" (art. 1445 inciso 2º).
Un recién nacido que hereda a su padre muerto con anterioridad tiene capacidad de goce,
adquiere los derechos y obligaciones que tenía su padre; pero, evidentemente, no tiene capacidad
de ejercicio, pues por sí solo, con su propia voluntad, no puede ejercitar derechos y contraer
obligaciones.
La regla general es la capacidad de ejercicio. Toda persona es legalmente capaz –dice el Código
Civil– excepto aquella que la ley declara incapaces (artículo 1446). En consecuencia, cabe
determinar quiénes son incapaces y no quiénes son capaces, y así lo haremos oportunamente.
Cuando se habla de incapacidad sin mayor especificación, la referencia se entiende a la de
ejercicio.
Los incapaces actúan en la vida jurídica representados por otras personas o autorizados por ellas
según los casos, personas que obviamente tienen capacidad de ejercicio: representantes legales,
tutores, curadores.
La capacidad de ejercicio es general en cuanto habilita para celebrar todos los actos jurídicos.
Pero excepcionalmente existen determinados actos que un sujeto plenamente capaz, por diversas
razones, no puede efectuar. En estas hipótesis se dice que carece de legitimación para obrar. Por
ejemplo, los cónyuges no divorciados perpetuamente no están legitimados para celebrar entre
ellos el contrato de compraventa, y si lo llevan a cabo el contrato es nulo (C. Civil, artículo 1796).
La legitimación es, pues, un concepto distinto de la capacidad, y lo abordaremos al explicar la
teoría de los actos jurídicos, dentro de la cual analizaremos también las diversas incapacidades de
ejercicio.
C. Nacionalidad
301. Generalidades. Jurídicamente, la nacionalidad es el vínculo que liga a una persona a un
Estado determinado y que crea deberes y derechos recíprocos.
El Código Civil se limita a señalar que son chilenos los que la Constitución del Estado declara
tales. Los demás son extranjeros (art. 56).
La doctrina jurídica, considerando a los habitantes de un Estado, manifiesta que extranjero es la
persona que transitoria o permanentemente se encuentra en un país distinto del suyo de origen o
de adopción, o que es apátrida (sin patria o nacionalidad). No se califican como extranjeros
aquellos que se nacionalizan en el Estado en que residen, es decir, que adoptan formalmente la
nacionalidad de dicho Estado o éste se las atribuye. El estudio de la adquisición y pérdida de la
nacionalidad chilena es resorte del Derecho Constitucional y del Derecho Internacional Privado.
Nosotros debemos estudiar sólo la influencia de la nacionalidad en la adquisición y goce de los
derechos civiles, o sea, los derechos que la ley concede para la realización de un interés privado
del sujeto. Los derechos civiles se hallan en contraposición a los derechos públicos que, como los
políticos, se otorgan para la realización de un interés público.
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Nuestras leyes no reconocen diferencia entre el chileno y el extranjero en cuanto a la adquisición
y goce de los derechos civiles reglados por el Código Civil (art. 57 de éste). Se reafirma este
principio en otra disposición del mismo Código, de acuerdo con la cual "los extranjeros son
llamados a las sucesiones abintestato (sin testamento) abiertas en Chile de la misma manera y
según las mismas reglas que los chilenos" (art. 997).
La afirmación igualitaria del Código Civil si bien en principio es exacta, tiene algunas
excepciones. Por eso habría sido mejor decir que el extranjero goza de los mismos derechos
civiles que el nacional, salvo reservas de disposiciones legales expresas.
Entre esas excepciones se cuentan las que, por vía de ejemplo, a continuación citamos,
advirtiendo previamente que la mayoría de ellas no excluye al extranjero por su condición de tal
sino por carecer de domicilio en Chile.
1) La ley chilena sigue al chileno en país extraño en cuanto a las obligaciones y derechos que
nacen de las relaciones de familia pero sólo con respecto de su cónyuge y parientes chilenos (C.
Civil, art. 15 Nº 2º).
2) En la sucesión de un chileno o de un extranjero que se abre fuera de nuestro país, sólo los
chilenos que tienen intereses en esa sucesión pueden invocar los derechos que les corresponderían
según la ley patria y solicitar que se les adjudiquen los bienes del difunto existentes en Chile,
todos los que les caben en la sucesión de éste; los extranjeros, domiciliados o no en nuestro
territorio, sólo pueden hacer valer los derechos que les otorga la ley del país en que se abre la
sucesión y no tienen preferencia sobre los bienes del causante situados en Chile (C. Civil, artículo
998).
3) La Ley de Pesca somete a sus disposiciones toda actividad pesquera que se realice en aguas
terrestres, aguas interiores, mar territorial o zona económica exclusiva de la República y en las
áreas adyacentes a esta última sobre las que exista o pueda llegar a existir jurisdicción nacional de
acuerdo con las leyes y tratados internacionales. Sólo pueden obtener una autorización de pesca,
tratándose de personas naturales los chilenos o los extranjeros que dispongan de permanencia
definitiva en nuestro territorio. Las personas jurídicas para obtener la autorización de pesca deben
estar constituidas legalmente en Chile. En caso de haber en ellas participación de capital
extranjero, necesitan autorización previa de la inversión, de acuerdo con las disposiciones legales
vigentes (Texto refundido de la Ley General de Pesca y Acuicultura, fijado por el decreto Nº 430,
del Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción, publicado en el Diario Oficial de 21 de
enero de 1992, artículos Nºs. 1º, 16 y 17) (1).
4) No pueden ser testigos de un testamento solemne otorgado en Chile, los extranjeros no
domiciliados en Chile (C. Civil, artículo 1012, Nº 10).
5) Sólo puede testar en el extranjero de acuerdo con las formalidades del testamento otorgado en
Chile, el chileno o el extranjero que tenga domicilio en Chile (C. Civil, artículo 1028 Nº 1).
6) No pueden ser testigos en los matrimonios celebrados en nuestro país los extranjeros no
domiciliados en Chile, ni las personas que no entiendan el idioma español (Ley de Matrimonio
Civil, art. 14 Nº 6º). Tampoco los extranjeros no domiciliados en Chile pueden ser testigos de una
inscripción en el Registro Civil (ley Nº 4.808, art. 16 Nº 7º).
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7) Sólo los chilenos pueden ejercer la profesión de abogado, sin perjuicio de lo dispuesto por los
tratados internacionales vigentes (C. Orgánico de Tribunales, artículo 526).
8) Las leyes, por razones de seguridad nacional, reservan a los chilenos ciertos bienes raíces del
territorio nacional, pero consagran algunas excepciones.
Las tierras fiscales situadas hasta una distancia de 10 kilómetros, medidos desde la frontera, sólo
pueden ser obtenidas en propiedad, arrendamiento o a cualquier otro título, por personas naturales
o jurídicas chilenas. Igual norma se aplica respecto de las tierras fiscales situadas hasta cinco
kilómetros de la costa, medidos desde la línea de más alta marea. En este último caso, pueden sin
embargo concederse estos beneficios a extranjeros domiciliados en Chile, previo informe
favorable de la Subsecretaría de Marina del Ministerio de Defensa Nacional. (Decreto ley Nº
1.939, sobre adquisición, administración y disposiciones de Bienes del Estado, publicado en el
Diario Oficial de 10 de noviembre de 1977, artículo 6º). También por razones de interés nacional
se prohíbe adquirir el dominio y otros derechos reales o ejercer la posesión o tenencia de bienes
raíces situados total o, parcialmente en las zonas del territorio nacional, actualmente declaradas
fronterizas en virtud del decreto con fuerza de ley Nº 4, de 1967, del Ministerio de Relaciones
Exteriores, a los nacionales de países limítrofes, salvo que medie la autorización presidencial
señalada más abajo. La antedicha prohibición se extiende a las sociedades o personas jurídicas
con sede principal en el país limítrofe, o cuyo capital pertenezca en un 20% o más a nacionales
del mismo país o cuyo control efectivo se encuentre en manos de nacionales de esos países.
El presidente de la República, mediante decreto supremo fundado en razones de interés nacional,
puede eximir, nominativa y expresamente, a nacionales de países limítrofes, de la prohibición
precedente y autorizarlos para adquirir o transferir el dominio u otros derechos reales o posesión
o tenencia de uno o más inmuebles determinados, situados en zonas fronterizas.
Las autorizaciones en referencia no confieren privilegio de ninguna especie; no pudiendo
invocarse pretexto alguno para sustraerse de las leyes chilenas y de la jurisdicción de los
tribunales nacionales. (Decreto ley Nº 1.939, citado anteriormente, art. 7º, modificado por las
leyes Nºs. 18.255 y 19.256, incisos 1º, 2º, 3º y 5º). Este artículo 7º tiene un Reglamento especial.
Fue establecido por el decreto Nº 232, de Relaciones Exteriores, y aparece publicado en el Diario
Oficial de 15 de abril de 1994.
D. El nombre
302. Definición. Nombre civil es el conjunto de palabras que, en la vida social y jurídica,
designa e individualiza a las personas. Está compuesto por el nombre propio o de pila y el nombre
en sentido estricto, llamado patronímico, de familia o apellido.
303. Función e importancia. El nombre sirve para distinguir a cada persona de las demás. Su
misión es señalar la identidad de las personas y procurar la individualización de las mismas.
"Cada individuo representa una suma de derechos y de obligaciones, un valor jurídico, moral,
económico y social; importa que este valor aparezca a la sola enunciación de un nombre, sin
equívoco, sin confusión posible; es preciso evitar que un individuo pueda apropiarse falsamente
de cualidades que no le corresponden, por ejemplo, del crédito del prójimo; es indispensable que
la personalidad de cada uno se diferencie netamente de la de todos los demás; este objetivo se
logra merced al nombre; es verdaderamente un atributo esencial, primordial de la personalidad, a
la cual protege contra todo atropello, evitando toda confusión" (1).
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304. Breve noticia histórica. El nombre, entre los pueblos primitivos, era único e individual;
cada persona llevaba sólo uno y no lo transmitía a sus descendientes. Esta costumbre perduró por
mucho tiempo en algunos pueblos, principalmente entre los griegos (Leonidas, Temístocles,
Aristóteles, Platón) y los hebreos (David, Salomón, Moisés).
Los romanos, por el contrario, poseían un sistema de nombres sabiamente organizado, aunque no
sencillo. Sus elementos constitutivos eran el nomen o gentilium, palabra que designaba al nombre
de la familia (gens) y era, por lo tanto, llevado por todos los miembros de ésta; y el praenomen, o
nombre individual, propio de cada individuo, cuya designación se explica porque se colocaba
antes del nombre de familia (prae, antes). Como los nombres propios o individuales masculinos
eran poco numerosos, sintióse la necesidad de agregar al nombre un tercer elemento, el
cognomen, mucho más variado en su elección, que era una especie de sobrenombre particular que
algunos individuos adoptaban para identificarse mejor. Finalmente, existía el agnomen, que no
era sino un apodo y servía para designar a las ramas de las familias numerosas; equivalía al
apellido, pero no era transmisible a todos los hijos sino que, a semejanza de los títulos de nobleza,
pasaba de primogénito a primogénito. Tomemos como ejemplo para explicar todo este sistema de
nombre recordando a uno de los prototipos de ciudadano y gran militar romano: Publio Cornelio
Escipión Africano: Publius, nombre propio o praenomen; Cornelius, apellido de familia o
nomen; Scipio, sobrenombre o cognomen; Africanus, apodo o agnomen.
El sistema de los romanos tenía la doble ventaja de evitar toda confusión y de indicar por el solo
enunciado del nombre la filiación del individuo.
Los nombres propios femeninos no estaban limitados por el número; pero los nombres de las
mujeres no se componían ordinariamente sino de dos elementos: el praenomen y el nomen (1).
En la Edad Media reapareció, con los bárbaros, después de la disolución del Imperio Romano, el
uso del nombre individual y único. Mas, pronto para evitar las confusiones entre personas del
mismo nombre se agregó a éste un sobrenombre o el nombre del padre de la persona. Por último
puede decirse que desde el siglo XII se comenzó a volver, poco a poco, en forma general y
definitiva, al uso del apellido hereditario precedido del nombre.
305. Determinación de los nombres que deben llevar las personas: a) hijos matrimoniales. El
nombre propio, individual o de pila como también se le llama, lo determina la persona que
requiere la inscripción del nacido en el Registro Civil, que por lo general es el padre o madre de
éste; el apellido, llamado también nombre patronímico o de familia, ha de ser el del padre seguido
del de la madre (ley Nº 4.808, sobre Registro Civil, art. 31 Nº 3º; Reglamento Orgánico del
Servicio del Registro Civil e Identificación, decreto con fuerza de ley Nº 2.128, de 1930, artículos
123 y 126).
b) Hijos no matrimoniales. Los hijos no matrimoniales llevan el nombre propio que designa el
requirente de la inscripción en el Registro Civil; el nombre patronímico o apellido debe
corresponder al del padre o al de la madre que pida se deje constancia de su paternidad o
maternidad, y si ambos lo solicitan, el hijo tiene, como en el caso del hijo matrimonial, el apellido
del padre seguido del de la madre (Reglamento citado, art. 126 inciso final).
Obsérvese que el hecho de consignarse el nombre del padre o de la madre, a petición de
cualesquiera ellos, en la inscripción de nacimiento, es suficiente reconocimiento de la filiación
(C. Civil, art. 188, de acuerdo con el texto que le dio el artículo 1º Nº 24 de la ley Nº 19.585).
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Puede acontecer que uno de los padres reconozca primero al hijo que el otro. Si el que reconoce
primero es el padre, ninguna dificultad se presenta. Pero si es la madre la que reconoce primero al
hijo, y el padre lo hace con posterioridad, ¿podría solicitarse que se ponga en primer término el
apellido de éste? La respuesta es afirmativa, porque la ley Nº 17.344, de 22 de septiembre de
1970, sobre uso, cambio o supresión de nombres o apellidos, dice que cualquiera persona puede
solicitar, por una sola vez, que se la autorice para cambiar sus nombres o apellidos, o ambos a la
vez, en los casos que señala, y entre éstos se cuenta el de la filiación no matrimonial, en que se
puede pedir la agregación de un apellido cuando la persona hubiere sido inscrita con uno solo o el
cambio de uno de los que se hubieran impuesto al nacido, cuando fueren iguales (art. 1º, letra c,
de acuerdo con la modificación de la ley Nº 19.585, art. 3º, Nº 1).
c) Filiación adoptiva. La antigua Ley de Adopción Nº 7.613, hoy derogada, decía que el
adoptado puede tomar el o los apellidos del o de los adoptantes, según el caso, manifestándolo así
en la escritura pública de adopción. Por esta circunstancia no se procede a alterar la partida de
nacimiento del adoptado, pero debe hacerse, al margen de ella, la anotación correspondiente.
d) Filiación derivada de la legitimación adoptiva. La ley de legitimación adoptiva dice que esta
legitimación tiene por objeto conceder el estado civil de hijo legítimo de los legitimantes
adoptivos con sus mismos derechos y obligaciones, en los casos y con los requisitos establecidos
en la misma ley (ley Nº 16.346, art. 1º, de 20 de octubre de 1965).
El adoptado legítimamente debe hacer suyo, en forma necesaria, el nombre civil de los padres
adoptivos; el cambio de apellido se realiza, según esa misma ley, en la nueva inscripción de
nacimiento que corresponde hacer (ley citada, artículo 8º).
Si bien es cierto que esta ley fue derogada por la ley Nº 18.730, a que enseguida se aludirá, no es
menos cierto que las legitimaciones adoptivas efectuadas válidamente bajo la vigencia de aquélla,
subsisten. Por eso aludimos a ellas.
e) Filiación derivada de la adopción plena. La ley Nº 16.346, sobre legitimación adoptiva, antes
mencionada, fue derogada por la ley Nº 18.730, de 10 de mayo de 1988, que contiene normas
sobre adopción de menores.
Esta ley regula dos especies de adopción, la simple y la plena.
La adopción simple dura mientras el adoptado sea menor de edad, no constituye estado civil y,
por cierto, no trae ningún cambio de nombre, ya que no altera la filiación original.
La adopción plena, que es irrevocable, concede al adoptado el estado civil de hijo legítimo de los
adoptantes que señala la misma ley. El adoptado pleno adquiere los apellidos de los adoptantes
conforme a las normas legales de los hijos legítimos (matrimoniales). Sobre los nombres propios,
nada dispone la ley Nº 18.730; pero relacionando diversas disposiciones se deduce que compete
a los adoptantes (requirentes de la inscripción) atribuir el o los nombres propios al adoptado
(artículo 32 de la ley Nº 18.730 en concordancia con el artículo 31 de la la ley Nº 4.808, sobre
Registro Civil). Tal solución, por lo demás, es la más lógica. Aunque también la ley Nº 18.703
fue derogada, nos hemos referido a sus disposiciones por la mima razón aducida en el último
párrafo del número anterior.
f) Filiación derivada de la adopción de menores establecida en la ley vigente. La Ley Nº 19.620,
sobre Adopción de Menores, publicada en el Diario Oficial de 5 de agosto de 1999, es hoy la
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única vigente sobre la materia. Declara ella que la adopción confiere al adoptado el estado civil
de hijo respecto del o de los adoptantes en los casos y con los requisitos que la presente ley
establece (art. 1º). En consecuencia, el adoptado debe llevar los apellidos de los adoptantes.
La sentencia que acoje la adopción debe ordenar que se remita el expediente a la Oficina del
Registro Civil e Identificación del domicilio de los adoptantes, a fin de que se practique una
nueva inscripción de nacimiento del adoptado como hijo de los adoptantes. La nueva inscripción
de nacimiento del adoptado ha de contener, entre otras indicaciones, el nombre del nacido, que
indique la persona que requiere la inscripción (ley Nº 19.620, art. 26 Nº 2 en relación con el art.
31 Nº 3 de la ly Nº 4.808). Dicho apellido no podrá ser otro que el de los adoptantes y, en cuanto
al nombre propio, parece lógico que el requirente de la inscripción indique el señalado por los
adoptantes. Por lo demás, generalmente estos últimos son los requirentes.
g) Filiación oficialmente desconocida. En cuanto al nombre de los recién nacidos abandonados o
expósitos (recién nacidos expuestos en un paraje público), no hay ninguna disposición legal
expresa que lo determine. Pero, en el hecho, elige el nombre y el apellido del niño la persona que
solicita su inscripción en el Registro Civil. Y esta práctica tiene asidero legal, porque una
disposición del Reglamento Orgánico del Registro Civil dice que en la inscripción de un recién
nacido abandonado o expósito se estamparán las menciones que indica, además de las generales,
requeridas por las disposiciones vigentes (art. 128, parte final). Y entre dichas menciones se
encuentra la que dice que las partidas de nacimiento deben contener el nombre y el apellido del
nacido que indique la persona que requiere la inscripción (ley Nº 4.808, artículo 31, Nº 3º). Y está
obligada a requerir la inscripción la persona que haya recogido al recién nacido abandonado (ley
Nº 4.808, art. 29, Nº 6º).
306. Consideraciones especiales sobre el nombre propio. A diferencia del nombre
patronímico o de familia, que revela, por lo general, la filiación, los nombres propios o "de pila",
tienen un carácter individual y, en consecuencia, arbitrario. El niño lleva el o los nombres propios
que le han sido dados en la inscripción de nacimiento. Se designa al inscrito por el nombre que
señala la persona que requiere la inscripción (ley Nº 4.808, art. 31; Reglamento Orgánico del
Registro Civil, art. 126, inciso 1º).
Pueden darse a una persona todos los nombre propios que se quiera, y su elección, en Chile, es
enteramente libre; no hay necesidad de atribuirle un nombre de santo o nombre ya en uso: es
posible designar a la criatura con un nombre inventado o con cualquiera otro. Sin embargo, esta
libertad tiene límites. No puede imponerse al nacido un nombre extravagante, ridículo, impropio
de personas, equívoco respecto del sexo o contrario al buen lenguaje. Si el oficial del Registro
Civil, en cumplimiento de lo señalado, se opone a la inscripción de un nombre y el que lo solicita
insiste en ello, el Oficial debe enviar de inmediato los antecedentes al Juez de Letras, quien
resuelve en el menor plazo posible, sin forma de juicio, pero con audiencia de las partes, si el
nombre propuesto está comprendido o no en la prohibición. Estas actuaciones están libres de
impuesto (Ley de Registro Civil, artículo 31, incisos finales, agregados por el artículo 6º de la ley
Nº 17.344, de 22 de septiembre de 1970).
307. Apellidos de la mujer casada. La mujer que se casa conserva sus apellidos. Pero en la
práctica, entre nosotros, la mujer que se casa suele agregar a su apellido paterno el del marido,
precedido de la preposición de. Y así, por ejemplo, nos encontramos con la señora Andrea Mistral
de Flores. En Chile, el añadir el apellido del marido al que de soltera tenía la mujer, es una simple
costumbre desprovista de valor legal.
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308. Cambio de nombre. El nombre, definitivo en principio, puede sin embargo, modificarse en
el curso de la existencia de una persona, y es susceptible de cambiarse o modificarse por vía
principal o por vía de consecuencia.
Esto último, llamado también cambio por vía indirecta es el que se produce como consecuencia
del cambio de una situación jurídica dada. Ejemplo: si el hijo no matrimonial reconocido sólo por
la madre adquiere la calidad de matrimonial como consecuencia del matrimonio de ella con el
padre de aquél, pasa a tener el apellido paterno y materno en lugar de sólo el materno que antes
llevaba.
El cambio por vía principal o directa está constituido por el procedimiento que tiende única y
exclusivamente a obtener la mutación del nombre.
Al respecto, la ley Nº 17.344, de 22 de septiembre de 1970, dice en su artículo 1º, que sin
perjuicio de los casos en que las leyes autorizan la rectificación de inscripciones del Registro
Civil, o el uso de nombres o apellidos distintos de los originarios a consecuencia de una
legitimación, legitimación adoptiva o adopción, cualquiera persona puede solicitar, por una sola
vez, que se la autorice para cambiar sus nombres o apellidos, o ambos a la vez, en los casos
siguientes:
a) Cuando unos u otros sean ridículos, risibles o la menoscaben moral o materialmente;
b) Cuando el solicitante haya sido conocido durante más de cinco años, por motivos plausibles,
con nombres o apellidos, o ambos, diferentes de los propios; y
c) En los casos de filiación no matrimonial o en que no se encuentre determinada la filiación, para
agregar un apellido cuando la persona hubiere sido inscrita con uno solo o para cambiar uno de
los que se hubieran impuesto al nacido, cuando fueren iguales.
En los casos en que una persona haya sido conocida durante más de cinco años, con uno o más de
los nombres propios que figuran en su partida de nacimiento, el titular puede solicitar que se
supriman en la inscripción, en la de su matrimonio y en las de nacimiento de sus descendientes
menores de edad, en su caso, el o lo nombres que no hubiere usado.
Sin perjuicio de lo señalado anteriormente, la persona cuyos nombres o apellidos, o ambos, no
sean de origen español, puede solicitar que se la autorice para traducirlos al idioma castellano.
Puede, además, solicitar autorización para cambiarlos, si la pronunciación o escrituración es
manifiestamente difícil en un medio de habla castellana.
El cambio de nombre debe ser autorizado por el Juez de Letras del domicilio del peticionario. La
sentencia que autorice el cambio de nombres o apellidos, o de ambos a la vez, o la supresión de
nombres propios, debe inscribirse en el Registro Civil, y sólo surte efectos legales una vez que se
extiende la nueva inscripción (ley Nº 17.344, art. 3º, inciso 1º).
Una vez modificada la partida de nacimiento, la persona que haya cambiado su nombre o
apellidos legalmente sólo puede usar, en el futuro, en todas sus actuaciones, su nuevo nombre
propio o apellidos, en la forma ordenada por el juez (ley Nº 17.344, art. 4º, inciso 1º).
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El cambio de apellido no puede hacerse extensivo a los padres del solicitante, y no altera la
filiación; pero alcanza a sus descendientes sujetos a patria potestad, y también a los demás
descendientes que consienten en ello (ley Nº 17.344, art. 4º, inc. 2º).
Está penalmente sancionado el uso malicioso de los primitivos nombres o apellidos y la
utilización fraudulenta del nuevo nombre o apellido para eximirse del cumplimiento de
obligaciones contraídas con anterioridad al cambio de ellos (ley Nº 17.344, art. 5º).
Cambio de nombre propio de los transexuales. Aunque ninguna ley nuestra se refiere a la
posibilidad de que los sujetos que han mutado de sexo demanden el cambio de nombre propio
como consecuencia de la alteración de su identidad física, la equidad y la lógica elemental
obligan a reconocer ese derecho junto con el de solicitar la pertinente anotación relativa al cambio
de sexo asentado en la inscripción de nacimiento del Registro Civil.
Algunos pretenden dar asidero legal al cambio de nombre propio de los transexuales invocando la
disposición legal que hace procedente el cambio cuando el nombre propio o los apellidos sean
ridículos, risibles o menoscaben moral o materialmente a la persona (ley Nº 17.344, art. 1º, letra
a)). Porque, sin duda, un varón que pasó a ser mujer ha de sentirse ridículo, o fuente de risas o
menoscabo arrastrando el antiguo nombre masculino.
Nosotros estimamos inútil ese rodeo. Creemos preferible que, abierta y derechamente,
corresponde solicitar que en los registros se deje constancia de un hecho nuevo, esto es, que el
inscrito con mención de sexo masculino lo cambió a partir de cierta fecha; consiguientemente,
cabe armonizar el nombre con el nuevo sexo. Hay una laguna de la ley en la materia y el juez está
autorizado para llenarla en cada caso concreto.
309. Otras cuestiones relacionadas con el nombre. Sobre la naturaleza jurídica del nombre y
sobre la defensa de éste nos ocuparemos al hablar de los derechos de la personalidad.
E. Estado civil
310. Concepto. El Código Civil dice que "estado civil es la calidad de un individuo, en cuanto le
habilita para ejercer ciertos derechos o contraer ciertas obligaciones civiles" (artículo 304).
La definición transcrita es de una generalidad inconmesurable. Caben en ella muchas calidades,
como la de capacidad de ejercicio, la de nacionalidad, etc. La fórmula del Código se aproxima al
concepto genérico que la doctrina da de estado (status), según el cual se trata de la calidad
jurídica, por regla general permanente, que se adquiere independientemente de un acto de
voluntad de sujeto y de la cual derivan como consecuencia, derechos y obligaciones.
La verdad es que el Código Civil en el título "De las pruebas del estado civil" (arts. 304 a 320) se
contrae sólo a una especie de estado, el de familia, y así lo entienden también otras normas de
nuestra legislación. Partiendo de esta inteligencia, de acuerdo con nuestra legislación, podríamos
definir el estado civil como la condición o calidad jurídica, determinada por las leyes, que dentro
de la sociedad tiene la persona en orden a sus relaciones de familia y de la cual derivan para ella
ciertos derechos y obligaciones.
Se habla de relaciones de familia. El concepto de familia no es único, pues hay varios tipos, como
la nuclear, pequeño grupo social que comprende sólo a los cónyuges y sus hijos; la familia de
extensión lata, grupo social que abarca a todos los que viven bajo el mismo techo del padre de
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familia, incluso la servidumbre; el tipo intermedio es el que se vincula al estado civil. Se define
como el grupo social de dos o más personas convivientes, ligadas entre sí por un vínculo
colectivo, recíproco e indivisible de matrimonio o de parentesco, sea éste de consanguinidad o de
afinidad. Esta noción incluye toda clase de parientes.
Coherentemente encontramos que hay estado civil de casado, de viudo, de padre e hijo legítimos,
de padre, madre e hijo.
En este lugar, en que se tratan los atributos de la persona natural o física, sólo cabe dar una idea
general del estado civil; su estudio circunstanciado corresponde al Derecho de Familia.
311. Características del Estado Civil. 1) El estado civil es inherente a toda persona; no se
concibe una que no lo tenga.
2) Es privativo de las personas naturales; las jurídicas no lo tienen, porque ellas, por su propio
carácter, son ajenas a las relaciones de familia.
3) El estado civil está determinado por las leyes; las personas no pueden adoptar el que les plazca.
Por ejemplo, una criatura concebida y nacida fuera del matrimonio, tiene necesariamente el
estado civil de hijo no matrimonial, aunque los padres quisieran darle el de hijo matrimonial, sin
perjuicio de que más tarde por el subsiguiente matrimonio de ellos adquiera el carácter de
matrimonial.
4) El estado civil es uno e indivisible, en cuanto a la fuente en que se origina: no se puede tener
simultáneamente más de un estado civil derivado de una misma fuente. Por ejemplo, no se puede
tener al mismo tiempo el estado civil de hijo matrimonial y el estado civil de hijo no matrimonial.
La unidad se relaciona con una misma fuente de origen, por lo que nada obsta a que concurra más
de un estado si las fuentes originarias son distintas. Se comprende, entonces, que, no se
contradice a la característica de la unidad cuando una persona tiene el estado civil de hijo
matrimonial y el estado de casado.
La indivisibilidad del estado civil significa que se tiene respecto a todo el mundo; no se puede ser,
verbigracia, hijo matrimonial frente a los extraños y no matrimonial frente a los parientes.
5) El estado civil está regido por leyes de orden público y, por ende, no puede renunciarse,
transferirse ni transmitirse. Tampoco, por disposición legal expresa, puede ser objeto de
transacción (C. Civil, art. 2450). Además, no es susceptible de adquirirse por prescripción, pues
un precepto legal establece que sólo pueden adquirirse por prescripción las cosas que están en el
comercio humano (C. Civil, art. 2498).
6) Los juicios sobre estado civil no pueden someterse a la decisión de árbitros (C. Orgánico de
Tribunales, art. 230 en relación con el artículo 357 Nº 4º del mismo Código); deben
necesariamente ser resueltos por los tribunales de justicia.
7) El estado civil es permanente en el sentido de que no se pierde mientras no se adquiera otro
que lo sustituya. Así, por ejemplo, un individuo soltero no pierde esta calidad mientras no
contraiga matrimonio.
312. Fuentes del estado civil. El estado civil lo determinan las leyes, pero sus fuentes la
constituyen hechos o actos jurídicos. Por ejemplo, el estado civil de casado se origina por el acto
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jurídico matrimonial; el de viudez, por el hecho jurídico de la muerte de uno de los cónyuges; el
de hijo matrimonial, por el hecho jurídico del nacimiento unido a la circunstancia de ocurrir
dentro del matrimonio de los padres, supuesto que no haya impugnación de la paternidad; el del
padre, madre o hijo no matrimonial proviene del acto jurídico de reconocimiento o de la
paternidad o maternidad o del establecimiento de una u otra de acuerdo con las normas legales
que trae como efecto la consagración de dicha filiación.
313. Efectos del estado civil. El estado civil produce diversos efectos o consecuencias. Da
origen a derechos y obligaciones. Así, el estado civil de casado, trae derechos y deberes entre los
cónyuges; el de padre e hijo, obligaciones y derechos recíprocos, como el de alimentos, etc.
314. Registro Civil. El estado civil se prueba, entre otros medios, por las respectivas partidas o
inscripciones efectuadas en el Registro Civil.
El Servicio de Registro Civil e Identificación es un servicio público, funcionlmente
descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propio, sometido a la supervigilancia del
Presidente de la República a través del Ministerio de Justicia. Aparte de otras funciones, está la de
formar y mantener actualizados los registros de nacimiento, matrimonio y defunción (ley Nº
19.477, aprueba Ley Orgánica del Servicio de Registro Civil e Identificacion, publicada en el
Diario Oficial de 19 de octubre de 1996, arts. 1º y 4º).
En el Registro Civil existen tres libros que se llevan por duplicado y se denominan: 1º De los
nacimientos; 2º De los matrimonios, y 3º De las defunciones (ley Nº 4.808, sobre Registro Civil,
art. 2º).
En esos libros se inscriben, respectivamente, los nacimientos, matrimonios, defunciones y demás
actos y contratos relativos al estado civil de las personas (ley citada, art. 1º). Los demás actos y
contratos que deben inscribirse los menciona esta ley, el Código Civil y otras diversas leyes.
También deben realizarse diversas subinscripciones, que las leyes señalan, como las sentencias
ejecutoriadas que disponen la rectificación de cualquiera partida (ley citada, arts. 7º y 8º), etc.
Los registros están a cargo de funcionarios llamados oficiales de Registro Civil; con anterioridad
a la ley de 17 de junio de 1884 esa labor estaba encomendada a los curas párrocos dentro de su
respectiva parroquia.
La dirección superior del Servicio está a cargo de un funcionario denominado Director Nacional,
quien es el Jefe Superior del Servicio y tiene su representación judicial y extrajudicial (ley Nº
19.477, aprueba Ley Orgánica del Servicio de Registro Civil e Identificación, publicada en el
Diario Oficial de 19 de octubre de 1996, art. 6º).
En cada Circunscripción existe una dependencia del Servicio que se denomina "Oficina de
Registro Civil e Identificación", que tiene su sede en a localidad en que tiene su asiento el
Municipio respectivo, o en aquella que el Director Nacional haya determinado, cuando la comuna
está dividida en más de una Circunscripción compenda más de una comuna. Cada Oficina de
Registro Civil e Identificación lleva, además, la denominación de la ciudad o localidad en donde
tiene su sede o el nombre de la comuna que corresponde a su circunscripción (ley Nº 19.477, art.
23, inciscos 1º y 2º).
p.12
El estudio de las pruebas del estado civil y todo lo relativo al Registro Civil se desarrolla en las
obras de Derecho de Familia. En este lugar basta con las ideas generales expuestas. Agregaremos,
sin embargo, que en el extranjero los cónsules están facultados para actuar en calidad de
Ministros de Fe Pública y de oficial de Registro Civil, con ciertas restricciones, entre las cuales se
halla la de que no pueden intervenir como oficial Civil en la celebración de matrimonios
(Reglamento Consular, decreto Nº 172 del Ministerio de Relaciones Exteriores, de 1977,
publicado en el Diario Oficial de 29 de julio del mismo año, art. 54, Nº 1).
F. El domicilio
315. Etimología. La palabra domicilio arranca del latín domicilium, de domus, que significa
casa, morada permanente.
El vocablo castellano domicilio, tal como hoy lo escribimos, empezó a usarse en el siglo XV.
316. Concepto y elementos. El Código Civil dice que el domicilio consiste en la residencia,
acompañada, real o presuntivamente, del ánimo de permanecer en ella (art. 59, inciso 1º).
Dos son, pues, los elementos del domicilio: uno material, físico: la residencia; el otro, subjetivo,
psicológico, mental: el ánimo de permanecer en la residencia.
¿En qué acepción está usada la palabra residencia?
Parece evidente que en la acepción de lugar en que se reside, o sea, en el cual se halla establecida
la persona.
Sin embargo, algunos, como un antiguo y prestigioso maestro (1), toman la palabra residencia en
el sentido de un hecho, el de residir, o sea el de permanencia física o material de la persona en un
lugar, llámese pueblo, ciudad o aldea.
No parece adecuada esta interpretación. Para comprobarlo basta sustituir, en una frase cualquiera,
la palabra definida por la definición misma y observar si se mantiene o no la coherencia
primitiva. Si se reemplaza la palabra residencia por la significación que le da dicho maestro,
tenemos que el Código estaría diciendo que el domicilio consiste en la permanencia física de la
persona y cuando el Código prescribe que la sucesión se abre en el último domicilio del
demandado, querría decir que se abre en la permanencia física de la persona en un lugar, y
también en la permanencia habría que hacer el pago de una cosa que no es un cuerpo cierto. El
galimatía resultante no puede ser mayor.
El Diccionario Oficial señala que el domicilio es un lugar, aquel en que legalmente se considera
establecida una persona para el cumplimiento de sus obligaciones y el ejercicio de sus derechos.
317. Conocimiento de los elementos del domicilio; presunciones del ánimo de permanencia.
El primer elemento del domicilio, la residencia, por ser de orden físico o material, es fácil de ser
conocido. Nada cuesta percatarse del lugar en que está radicada la persona; pero no sucede lo
mismo con el segundo elemento, el ánimo de permanecer, de continuar radicado en dicho lugar,
que depende de la voluntad del sujeto. Este ánimo no puede ser conocido sino por
manifestaciones externas que lo revelen o supongan. Es de dos clases: real y presunto.
p.13
Animo real es el que tiene una existencia cierta y efectiva, y lo hay cuando la persona tiene la
intención verdadera y positiva de permanecer en el lugar constitutivo de su domicilio, sea que lo
hubiere expresado o no de una manera inequívoca.
Animo presunto es el que se establece por presunciones, deducidas de hechos o circunstancias
señalados por la ley. Estas presunciones son negativas o positivas. Por las primeras se concluye
que no hay ánimo de permanecer en un lugar dado; lo contrario sucede con las presunciones
positivas, o sea, que hay ánimo de permanecer en un lugar y, por ende, tener éste como domicilio.
Presunciones negativas. A estas presunciones se refiere el Código Civil cuando dice: "No se
presume el ánimo de permanecer ni se adquiere, consiguientemente, domicilio civil en un lugar,
por el solo hecho de habitar un individuo por algún tiempo casa propia o ajena en él, si se tiene en
otra parte su hogar doméstico o por otras circunstancias aparece que la residencia es accidental,
como la del viajero, o la del que ejerce una comisión temporal, o la del que se ocupa en algún
tráfico ambulante" (art. 63). También alude a las presunciones negativas el Código cuando
declara: "El domicilio civil no se muda por el hecho de residir el individuo largo tiempo en otra
parte, voluntaria o forzadamente, conservando su familia y el asiento principal de sus negocios en
el domicilio anterior. Así, confinado por decreto judicial a un paraje determinado, o desterrado de
la misma manera fuera de la República, retendrá el domicilio anterior, mientras conserve en él su
familia y el principal asiento de sus negocios (art. 65).
Presunciones positivas. El Código Civil considera presunciones positivas al manifestar que "se
presume desde luego el ánimo de permanecer y avecindarse en un lugar, por el hecho de abrir en
él tienda, botica, fábrica, taller, posada, escuela u otro establecimiento durable, para administrarlo
en persona; por el hecho de aceptar en dicho lugar un cargo concejil, o un empleo fijo de los que
regularmente se confieren por largo tiempo; y por otras circunstancias análogas" (art. 64).
Según el Diccionario, cargo concejil "es el obligatorio para los vecinos", como en tiempos de la
promulgación del Código lo era en muchos países el de concejal.
Las circunstancias que dan margen para las presunciones positivas y negativas enunciadas por el
Código Civil son sólo por vía de ejemplo, las más importantes y características; en consecuencia,
el juez puede basarse en otras diversas.
318. Domicilio político. El domicilio se divide en político y civil (C. Civil art. 59 inciso 2º).
El domicilio político es relativo al territorio del Estado en general. El que lo tiene o adquiere es o
se hace miembro de la sociedad chilena, aunque conserve la calidad de extranjero. La
constitución y efectos del domicilio político pertenecen al Derecho Internacional (C. Civil, art.
60), porque se trata de determinar el domicilio de una persona entre dos naciones distintas, a la
inversa del domicilio civil, que se refiere a partes determinadas de un mismo Estado.
Con relación al domicilio político, según lo tengan o no, las personas (sean chilenas o extranjeras)
se dividen en domiciliadas y transeúntes (C. Civil, art. 58).
Esta distinción tiene importancia para determinar los derechos y obligaciones que puedan afectar
a unos y otros.
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319. Domicilio civil. El domicilio civil, que se llama también vecindad, es –como ya se dijo–
relativo a una parte determinada del territorio del Estado. Y como actualmente la base de la
división territorial de Chile es la comuna, con ésta se relaciona la idea de domicilio civil.
El lugar donde un individuo está de asiento, o donde ejerce habitualmente su profesión u oficio,
determina su domicilio civil o vecindad (C. Civil, art. 62).
Estar de asiento en un lugar significa hallarse establecido, de firme, radicado en él,
exteriorizándose de este modo un ánimo de estar ahí en forma permanente y no pasajera. Todo
esto sin perjuicio de que pueda manifestarse una intención real contraria.
320. Función del domicilio civil. Esta función es la de permitir la ubicación de la persona, de
una manera regular, cierta y permanente, para todos los efectos jurídicos en un lugar determinado
del territorio del Estado. En dicho lugar la persona es considerada siempre presente, aunque
momentáneamente no lo esté, para el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus
obligaciones.
En resumen, el domicilio sirve de medio para localizar a una persona a los efectos jurídicos y,
además, junto con el nombre, la nacionalidad y el estado civil contribuye a su individualización
mediante la vinculación del sujeto a un determinado lugar del espacio.
321. Importancia del domicilio. El domicilio tiene gran transcendencia en el campo del
Derecho. Comprobémoslo a través de algunos ejemplos.
1) El matrimonio debe celebrarse ante el oficial del Registro Civil de la comuna o sección en que
cualquiera de los contrayentes tenga su domicilio, o haya vivido los tres últimos meses anteriores
a la fecha del matrimonio (Ley de Registro Civil, art. 35).
2) La sucesión en los bienes de una persona se abre en su último domicilio (C. Civil, art. 955,
inciso 1º).
3) El juez competente para declarar la presunción de muerte es el del último domicilio que el
desaparecido haya tenido en Chile (C. Civil, art. 81).
4) En general, es juez competente para conocer de una demanda civil o para intervenir en un acto
no contencioso, el del domicilio del demandado o interesado, sin perjuicio de las reglas
establecidas en otras disposiciones legales (C. Orgánico de Tribunales, art. 134).
5) En materia de juicios, es necesario consignar el domicilio en los escritos de demanda y de
contestación a ésta (C. Procedimiento Civil, art. 254, Nºs. 2º y 3º, 309 Nº 2º); en la lista de
testigos que presenten las partes, debe indicarse el domicilio de ellos (C. Proc. Civil, art. 320
inciso 2º).
322. Caracteres del domicilio. El domicilio es necesario u obligatorio, fijo y, en principio,
único. Más adelante insistiremos sobre estos caracteres.
323. Clases de domicilio. El domicilio se divide en político y civil. Ambas nociones ya fueron
esclarecidas, por lo cual no necesitamos volver sobre ellas.
El domicilio civil puede ser general y especial.
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Domicilio general es el que se aplica a la generalidad de los derechos y de las obligaciones que
entran en la esfera del Derecho Civil.
Domicilio especial es el que sólo se refiere al ejercicio de ciertos derechos o a relaciones jurídicas
específicamente determinadas.
Tanto el domicilio general como el especial puede ser legal o voluntario, según lo fije la ley o la
voluntad de las partes.
Atendiendo a la naturaleza de las relaciones de que se trata, el domicilio puede ser de Derecho
Público o de Derecho Privado o Civil. Ejemplo de domicilio de Derecho Público: el que se tiene
en cuenta para el empadronamiento de los registros electorales, el que se considera para las
inscripciones del servicio militar, etc.
En cuanto a la manera como se adquiere, se distingue el domicilio de origen, legal y voluntario o
real.
324. a) Domicilio de origen. El domicilio de origen, llamado también natural, es el que tienen
las personas al momento de nacer, aunque no coincida con el lugar en que se nace. Por lo general,
este domicilio es el que tiene el padre del hijo matrimonial o, en su caso, la madre el día de
nacimiento del hijo y subsiste mientras no se mude por otro.
325. b) Domicilio legal. Domicilio legal, llamado también necesario o de derecho, es el que
impone la ley a ciertas personas en razón del estado de dependencia en que se encuentran con
respecto a otras o por consideración al cargo que desempeñan. Los que están bajo la dependencia
de otra persona siguen el domicilio de ésta y los que ejercen determinados cargos tienen el
domicilio del lugar en que se desempeñan.
Los menores que viven bajo patria potestad, o sea, los hijos matrimonio, siguen el domicilio
paterno o materno, según el caso (C. Civil, art. 72).
Los hijos no matrimoniales siguen el domicilio del guardador; cuando éste es el padre o madre
que los ha reconocido, tienen el domicilio de dicho padre o madre, no por su condición paterna o
materna de éstos, sino por ser guardadores, pues el que se halla bajo tutela o curaduría, sigue el
domicilio de su tutor o curador (C. Civil, art. 72).
Los menores no sujetos a patria potestad ni a guarda, como son los huérfanos que carecen de tutor
o curador y todos aquellos menores en el tiempo anterior al nombramiento de éstos se consideran
domiciliados en el lugar de su residencia, conforme lo ha declarado la jurisprudencia (1).
Nosotros creemos que la afirmación jurisprudencial en todos los casos mencionados es verdadera
sólo si no puede comprobarse el domicilio de origen de las personas en referencia.
Los menores adoptados, como hijos, quedan sujetos a la patria potestad del adoptante y, en
consecuencia, adquieren el domicilio de éste (ley Nº 19.620, art. 1º, inc. 2º).
Los interdictos, esto es, las personas a quienes se priva legalmente de administrar sus bienes,
siguen el domicilio de sus curadores (C. Civil, art. 72). Pueden declararse en interdicción los
dementes, los sordomudos que no pueden darse a entender por escrito y los pródigos (sujetos que
gastan en forma desproporcionada a sus haberes y sin finalidad útil alguna).
p.16
Los criados (personas empleadas en el servicio doméstico) y dependientes (personas que
desempeñan en el hogar labores más altas que las del servicio doméstico, como una educadora de
párvulos) tienen el domicilio de la persona a cuyo servicio están, siempre que residan en la
misma casa que ella y no tengan un domicilio derivado de la patria potestad, o de la guarda (C.
Civil, art. 73).
Hay personas a quienes la ley les impone domicilio en razón de sus funciones. En este caso se
encuentran los obispos, curas y otros eclesiásticos obligados a una residencia determinada; en el
lugar de ella tienen su domicilio (C. Civil, art. 66).
Por otro lado, se presume, en general, el ánimo de permanecer y avecindarse en un lugar, por el
hecho de aceptar en él un empleo fijo de los que regularmente se confieren por largo tiempo (C.
Civil, art. 64).
Respecto de los jueces, la ley dispone que están obligados a residir constantemente en la ciudad o
población donde tiene su asiento el tribunal en que deben prestar sus servicios (C. Orgánico de
Tribunales, art. 311, inc. 1º). Ordinariamente, los jueces tendrán su domicilio en el lugar en que
desempeñan sus funciones, porque, con seguridad, concurrirá en ellos el ánimo de permanecer
ahí. Pero no es éste propiamente un domicilio legal, porque la ley sólo les impone la residencia, y
si bien, por otra parte ella, les presume el ánimo de permanecer en ese mismo lugar (C. Civil, art.
64), los jueces pueden destruir esa presunción, ya que es simplemente legal.
326. c) Domicilio real o de hecho. Domicilio voluntario, real o de hecho es el que en el ejercicio
de su libre facultad de obrar establece una persona en el lugar que estime conveniente, supuesto
que la ley no le imponga obligatoriamente otro.
Como toda persona tiene al nacer el domicilio de origen, el voluntario importa un cambio si la
persona no mantiene el primero, y el cambio operará si se elige otro lugar determinado del
territorio nacional con el ánimo de permanecer en él. Obvio es que el ánimo o intención de
mantenerse en forma estable en un lugar no significa que sea para siempre, sino indefinidamente
hasta que concurran los elementos de un nuevo domicilio delatores del cambio.
Una persona, pues, no cambia de domicilio por el hecho de trasladarse a residir, voluntaria o
forzadamente, en otro lugar, si se conserva el ánimo de volver al domicilio. Por eso la persona
relegada, desterrada o que por razones de estudio pasa a vivir en otra parte del territorio nacional
o extranjero, no cambia de domicilio. Tomando en cuenta esta circunstancia se afirma que el
elemento espiritual ánimo es más importante que el material residencia, como quiera que se
puede tener domicilio sin residencia, pero no sin el ánimo.
327. Pluralidad de domicilios. Nuestro ordenamiento jurídico, en contra de la teoría según la
cual una persona no puede tener sino un domicilio, se pronuncia por la pluralidad del mismo. El
Código Civil preceptúa que "cuando concurran en varias secciones territoriales, con respecto a un
mismo individuo, circunstancias constitutivas de domicilio civil, se entenderá que en todas ellas
lo tiene; pero si se trata de cosas que dicen relación especial a una de dichas secciones
exclusivamente, ella sola será para tales casos el domicilio civil del individuo" (art. 67).
Corrobora la anterior disposición el Código Orgánico de Tribunales al decir que "Si el
demandado tuviere su domicilio en dos o más lugares, podrá el demandante entablar su acción
ante el juez de cualquiera de ellos" (art. 140).
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328. Domicilios especiales. Al lado del domicilio general u ordinario hay domicilios especiales,
que pueden adquirirse sin que desaparezca el primero, y los cuales sólo se refieren al ejercicio de
ciertos derechos o a relaciones jurídicas especialmente determinadas.
Los domicilios especiales, que sólo constituyen el asiento legal de la persona por lo que atañe a
las relaciones jurídicas a que se refiere, son los siguientes:
1) Parroquial, municipal, provincial o relativo a cualquier otra sección del territorio. Estos
domicilios se determinan principalmente por las leyes y ordenanzas que constituyen derechos y
obligaciones especiales para objetos particulares de gobierno, policía y administración en las
respectivas parroquias, comunidades, provincias, etc., y se adquieren o pierden conforme a dichas
leyes u ordenanzas. A falta de disposiciones especiales en dichas leyes u ordenanzas, se adquieren
o pierden según las reglas del domicilio civil general (C. Civil, art. 70).
El domicilio parroquial está determinado por el territorio que cae bajo la jurisdicción espiritual
del cura de almas. Su reglamentación pertenece, naturalmente, al Derecho Canónico. Antes, en el
orden civil, tenía importancia porque determinaba el lugar en que debía celebrarse el matrimonio;
hoy la ha perdido porque ese lugar lo establece la Ley de Registro Civil.
El domicilio municipal comprende el de la comuna respectiva y nada tiene que ver con el
ejercicio de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones civiles; sólo dice relación con la
administración de los intereses comunales y muy especialmente con el pago de los impuestos y
contribuciones locales.
El domicilio provincial abarca el territorio de la provincia. Es puramente teórico; carece de
aplicación.
2) El otro domicilio especial, llamado convencional o de elección, es el que libremente establecen
las partes de común acuerdo en un contrato para los actos judiciales o extrajudiciales a que diere
lugar el mismo contrato (C. Civil artículo 69).
El domicilio convencional, en razón de establecerse por acuerdo de las partes, no puede
cambiarse unilateralmente. Sólo se aplica respecto de los asuntos materia del contrato y dura el
tiempo en que rige éste.
329. Residencia y habitación. La residencia, o sea, el lugar en que se halla establecida la
persona, y la intención de permanecer en ella constituye el domicilio. Por sí sola, sin dicho ánimo
representa un asiento de hecho del sujeto y puede por algún tiempo no coincidir con el domicilio.
Así el abogado que vive y ejerce la profesión en Santiago y que se traslada durante los meses de
verano a Viña del Mar, tiene durante la mayor parte del año su domicilio y residencia en un
mismo lugar, Santiago; pero en verano su residencia es Viña del Mar, conservando su domicilio
en la capital.
La habitación es el lugar en que un sujeto permanece breve y ocasionalmente. Por ejemplo, la
ciudad en que, en el transcurso de un viaje, la persona debe pernoctar o que se visita por dos o
tres días, sea como turista, sea por razones de negocio. Esto último ocurre con los llamados
agentes viajeros, que celebran negocios, por cuenta de una empresa comercial, en cada ciudad
que interesa a sus fines.
p.18
La habitación es, si así pudiera decirse, una residencia de grado menor, ya que la residencia
propiamente dicha supone una estabilidad mayor, de un cierto tiempo apreciable. Los miembros
de una compañía teatral que recorre el país, tendrán habitación en una ciudad en que efectúen
representaciones por dos o tres días, pero tendrán residencia en la ciudad en que, pongamos por
caso, desarrollen una temporada de dos o tres meses.
Nuestro Código parece englobar los dos conceptos al preceptuar que "la mera residencia hará las
veces de domicilio civil respecto de las personas que no tuvieren domicilio civil en otra parte"
(artículo 68).
La idea de que la mera o pura residencia comprende tanto a la residencia propiamente dicha como
a la habitación, la sustenta don Paulino Alfonso al comentar la disposición citada, pues dice que
"correspondería aplicarla tratándose de una persona que viene de Europa con el ánimo de
avecindarse en el Perú, permaneciera quince o veinte días, por ejemplo, en Valparaíso. Pero, esta
norma se aplicará sobre todo a los vagos y peregrinos y a todos aquellos que por la naturaleza de
su profesión o por el modo de ejercerla, no tienen lugar fijo de residencia, v.gr., los mercaderes
ambulantes o buhoneros, los trabajadores que pasan frecuentemente de un lugar a otro, etc." (1).
En un momento dado una persona puede tener a la vez domicilio, residencia y habitación
distintos. Supóngase que un menor de edad que vive y estudia en Santiago se dirija a visitar a sus
padres domiciliados en Puerto Montt; y supóngase también que el menor pernocte en el curso del
viaje en Temuco. Dicho menor tiene: 1) su domicilio en Puerto Montt, porque en conformidad a
la ley (C. Civil, art. 72) el individuo sujeto a patria potestad sigue el domicilio paterno o materno,
según el caso; 2) su residencia en Santiago, porque en esta ciudad tiene su asiento real estable, y
3) su habitación en Temuco, porque en este lugar se establece breve y ocasionalmente.
330. Importancia de la residencia y de la habitación. En general, la residencia carece de
significación jurídica; pero hay casos en que el Derecho la considera como en los siguientes.
1) El matrimonio –ya se ha dicho– debe celebrarse ante el oficial del Registro Civil de la
circunscripción en que cualquiera de los contrayentes tenga su domicilio, o en que haya vivido
durante los últimos tres meses anteriores a la celebración del matrimonio (ley Nº 4.808, art. 35 y
Reglamento Orgánico respectivo, art. 157).
2) La mera residencia hace las veces de domicilio civil respecto de las personas que no tienen ese
domicilio en otra parte (C. Civil, art. 68).
3) Salvo excepciones, el impuesto de la renta debe pagarse por toda persona domiciliada o
residente en Chile (Ley de Impuesto a la Renta, art. 2º).
También la habitación tiene cierta importancia. Las leyes obligan a todos los habitantes de la
República, sean nacionales o extranjeros, domiciliados o transeúntes. La persona que sólo
permanece en nuestro país breves minutos, queda sujeta durante ese lapso a las leyes chilenas.
La habitación también puede hacer las veces de domicilio civil, cuando una persona no tiene éste
en ninguna parte del territorio nacional y tampoco residencia, cual sucede con turistas o personas
que por sus actividades visitan el país por algunos días.
Encuentra apoyo legal el aserto en la disposición del Código Civil, anteriormente citada, según la
cual "la mera residencia hará las veces de domicilio civil respecto de las personas que no tuvieren
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domicilio civil en otra parte" (art. 68). La expresión mera residencia, como oportunamente se
dijo, está tomada en sentido amplio, comprensivo de la residencia propiamente tal y de la
habitación.
La residencia y la habitación podrán hacer las veces de domicilio siempre que las leyes no exijan
taxativamente la existencia de éste. Por ejemplo, no pueden ser testigos en un testamento solemne
otorgado en Chile los extranjeros no domiciliados en nuestro país (C. Civil, art. 1012, Nº 10).
331. Determinación del domicilio, cuestión de hecho; prueba. Si bien el domicilio es un
concepto jurídico, está integrado por elementos materiales o de hecho: el lugar en que se reside y
el ánimo de permanecer en él. Estos dos elementos y, en consecuencia, el domicilio, quedan
determinados por el lugar en que una persona está de asiento, es decir, se haya establecida o
donde ejerce habitualmente su profesión u oficio (C. Civil, art. 62).
Es, pues, una cuestión de hecho la de determinar el lugar en que una persona tiene su domicilio y,
por tanto, su apreciación cae bajo el poder soberano de los jueces del fondo (1).
La prueba del domicilio consiste en demostrar, según el caso, que se está o no de asiento en
determinado lugar, o que se ejerce o no ahí habitualmente la profesión u oficio.
332. Conceptos de domicilio en el Código de Procedimiento Civil. Este Código, en algunas
disposiciones entiende por domicilio lo mismo que el Código Civil. Así, se ha declarado que al
exigir que las sentencias que señala contengan la designación precisa del domicilio de los
litigantes, se refiere al domicilio que contempla el Código Civil, relativo a una parte determinada
del territorio del Estado, y no a la morada en que ellos viven con mención de la calle y número en
que está situada en un pueblo o en una ciudad (art. 170 Nº 1º) (2).
Pero en otras disposiciones el Código de Procedimiento Civil (arts. 45, 48, 49, 320, etc.) usa la
palabra domicilio en el sentido vulgar de morada o casa en que se vive de modo fijo y
permanente, como dice el Diccionario de la Real Academia Española al explicar una de las tres
acepciones que registra de la palabra domicilio (3). Cuando, por ejemplo, el citado artículo 48
manda entregar las cédulas de notificación "en el domicilio del notificado", obviamente no las
manda entregar en el territorio de la comuna en que éste vive, sino justamente en la morada fija y
permanente que tiene en ella.
G. El patrimonio
333. Etimología. Patrimonio es palabra que viene del vocablo latino patrimonium: "lo que se
hereda de los padres". La voz castellana, tal como hoy se escribe, comenzó a usarse a partir del
siglo XIII.
334. Sentido jurídico. En el idioma, patrimonio tiene varias acepciones. A nosotros interesa por
ahora sólo su sentido jurídico. Desde este punto de vista se define tradicionalmente como el
conjunto de derechos y obligaciones de una persona valuables en dinero.
En consecuencia, en el patrimonio no sólo entran los derechos, los bienes, los créditos sino
también las deudas. Cuando estas últimas, en un momento dado, son más que las relaciones
activas, se dice que el patrimonio tiene un pasivo mayor que el activo.
p.20
En el patrimonio sólo entran los derechos que pueden apreciarse económicamente; los que no
admiten semejante estimación quedan fuera, y por eso se llaman extrapatrimoniales. Tienen este
carácter, por ejemplo, los derechos políticos, los derechos de la personalidad (derecho a la vida, al
honor), los derechos de familia. Todos ellos en sí mismos carecen de valor pecuniario, sin
perjuicio de que el daño que derive de su violación sea indemnizable en dinero.
335. Distinción del patrimonio respecto de los bienes que lo componen; carácter virtual. El
patrimonio es algo distinto de los bienes que lo integran o componen en un momento dado de su
existencia. En efecto, abarca no sólo los bienes presentes de su titular, sino también los futuros, es
decir, los que adquiera después. Así lo revela nítidamente la norma según la cual el acreedor
puede perseguir la ejecución de su derecho sobre todos los bienes raíces o muebles del deudor,
sean presentes o futuros, exceptuándose solamente los que la ley declara inembargables (C. Civil,
art. 2465). De esta manera –explican los autores– el patrimonio aparece más como una
virtualidad, un potencial que como una masa congelada de elementos. Es un continente, una bolsa
–agregan– que puede estar vacía, o incluso tener un contenido negativo, como sucede cuando
existen más deudas que bienes.
336. Activo bruto, pasivo y activo neto del patrimonio. La suma de todos los elementos
positivos del patrimonio (bienes y derechos de valor pecuniario) forman su activo bruto, y la
suma de todos sus elementos negativos (deudas y cargas pecuniarias) constituyen su pasivo.
Cuando el activo es mayor que el pasivo, la diferencia recibe el nombre de activo neto. Si una
persona tiene bienes que en total valen 10 millones de pesos y deudas que suman 4 millones, el
activo neto es igual a 6 millones de pesos.
Veremos más adelante que una minoría de autores identifica el patrimonio con el activo bruto.
337. Utilidad del concepto de patrimonio. El patrimonio, en razón de las funciones que
desempeña, sirve para explicar varios mecanismos y figuras jurídicos, entre ellos, principalmente,
los siguientes: la sucesión hereditaria, la garantía genérica de los acreedores y la subrogación real.
a) Desde luego, el patrimonio permite comprender cabalmente cómo a la muerte de una persona
todo el conjunto de sus derechos y obligaciones transmisibles pasa unitariamente a los herederos
en el estado en que se encuentre.
b) El concepto de patrimonio explica el llamado derecho de prenda general o garantía genérica
de los acreedores, según la cual todos los bienes raíces o muebles del deudor, sean presentes o
futuros, exceptuándose solamente los no embargables, pueden servir para que sobre ellos persiga
el acreedor la ejecución de su crédito no satisfecho (C. Civil, art. 2465). Esta garantía permite al
acreedor expropiar los bienes del deudor, mediante el procedimiento de ejecución establecido por
la ley, y hacerlos vender en pública subasta para pagarse con el precio obtenido.
c) El patrimonio, dada su naturaleza, sirve también para explicar el fenómeno de la subrogación
real. Aclaremos antes que, en general, por subrogación se entiende la sustitución de una persona
por otra o de una cosa por otra. En el primer caso se habla de subrogación personal y, en el
segundo, de subrogación real, que es la que ahora conviene precisar. Defínese ella como la
sustitución de una cosa a otra en términos tales que la nueva pasa a ocupar, jurídicamente, el
mismo lugar de la antigua. La cosa que sustituye, sin cambiar de naturaleza, queda colocada
dentro del patrimonio en la misma situación jurídica que tenía la cosa sustituida. Por ejemplo, si
un bien raíz se incendia, pasa a ser reemplazado en el patrimonio por la indemnización que pague
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la compañía aseguradora. Ahora bien, la subrogación se explica por el carácter de universalidad
de derecho que, según la teoría clásica, tiene el patrimonio y que permite la mutación de los
elementos constitutivos de éste, sin que por ello se altere el conjunto unitario formado por los
mismos. Josserand, un célebre profesor francés de la primera mitad del presente siglo, dice que
"es interesante comprobar que el patrimonio constituye una universalidad jurídica, de la cual los
valores positivos (bienes, derechos, créditos) o negativos (deudas, cargas), no constituyen sino
células. De aquí resulta, por lo que se refiere a estos valores, una aptitud para reemplazarse los
unos por los otros; son fungibles entre sí, intercambiables; los bienes que salen del patrimonio
son reemplazados jurídicamente por los bienes que los suceden, y esto en virtud del fenómeno de
la subrogación real". Un adagio expresa que en las universalidades jurídicas el precio toma el
lugar de la cosa vendida y la cosa comprada el del precio pagado. El que la cosa substitutiva tome
la posición jurídica de la substituida sólo puede producirse en las universalidades de derecho y
no en las de hecho, como una biblioteca o un rebaño (1).
338. Teoría clásica del patrimonio. La noción de patrimonio existió ya en el Derecho Romano,
con mayor o menor amplitud; pero sus juristas comprendieron en ella sólo los elementos activos,
la totalidad de los bienes pertenecientes a un sujeto, no englobando también las deudas del
mismo.
El Código Civil francés, al igual que el chileno, no formula en ningún título o párrafo una teoría
general sobre el patrimonio, aunque muchas normas diseminadas de uno y otro cuerpo legal se
refieren a éste y te aplican principios que la doctrina ha sistematizado. Nuestro Código Civil
habla, por ejemplo, del patrimonio del desaparecido (art. 85), de la fuerzas y obligaciones de los
patrimonios (artículos 1066, 1170 y 1744), de la separación de patrimonios (artículos 1170 y
1382), etc.
El primero en exponer una teoría general del patrimonio fue el jurista alemán, K.S. Zachariae,
que, a mediados del siglo pasado, escribió una celebre obra titulada "El Derecho Civil Francés".
Zachariae puso de relieve varios caracteres del patrimonio (su naturaleza abstracta, la idea de que
es una proyección de la persona humana misma con relación a sus bienes) que la doctrina
moderna, o parte de ella, conserva; pero, lo mismo que los romanos, sólo concibió el patrimonio
como una unidad jurídica "de todos los objetos exteriores pertenecientes a una persona" (2).
Inspirándose en Zachariae los famosos autores franceses Aubry y Rau construyeron la teoría del
patrimonio que ha llegado a ser clásica. Lo hicieron en su "Cours de Droit Civil". En esas páginas
se encuentra firmemente delineada la teoría clásica del patrimonio que perdura hasta nuestros
días, aunque, de parte de algunos, con ciertos reparos.
339. Composición del patrimonio y de la esfera jurídica. De acuerdo con la teoría clásica, el
patrimonio está compuesto de relaciones activas y pasivas, es decir, de derechos y obligaciones o
deudas susceptibles de valoración económica. Los derechos constituyen el elemento activo, el
haber del patrimonio, y las obligaciones o deudas su elemento pasivo o el debe.
Quedan fuera del patrimonio los derechos y deberes que no admiten una valuación en dinero.
Pero estos derechos y deberes extrapatrimoniales, junto con el patrimonio, entran en una noción
más amplia que suele llamarse la esfera jurídica de la persona. Y así, por ejemplo, el derecho de
propiedad está en el patrimonio y en la esfera jurídica de su titular, pero el derecho a la vida y el
derecho a sufragio no están en el patrimonio, aunque sí en la esfera jurídica del individuo.
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340. Características del patrimonio según la teoría clásica. Para la teoría clásica, el
patrimonio es una emanación de la personalidad, como dicen Aubry et Rau, o, según afirmaba su
precursor Zachariae, "es la idea de la persona misma del hombre en sus relaciones con los bienes
que le pertenecen".
Del principio que liga el patrimonio a la personalidad derivan las demás características que la
teoría clásica atribuye al patrimonio: a) toda persona, sea física o jurídica, tiene un patrimonio; b)
el patrimonio no es transferible, aunque, sí, es transmisible por sucesión, a la muerte de su titular;
c) sólo las personas pueden tener un patrimonio, y d) una misma persona no puede tener sino un
patrimonio, que es uno e indivisible como la persona misma. Esta última característica se conoce
con el nombre de principio de la unidad del patrimonio. Algunas de las características han sido
cuestionadas.
341. Teoría objetiva; el patrimoniofin o de afectación. En contra de la teoría clásica del
patrimonio que considera a éste como un atributo y emanación de la personalidad, surgió la teoría
objetiva del patrimoniofin o patrimonio de afectación. De acuerdo con ella, el patrimonio es sólo
una masa de bienes y no se encuentra indisolublemente unido a la personalidad. La cohesión y
unidad de los elementos del patrimonio no arranca de la voluntad de la persona sino del fin o
destino a que está afecto el conjunto de bienes. La afectación a determinado fin justifica la
existencia y razón de ser del patrimonio. De esta idea central síguese la posibilidad de patrimonio
sin titulares y la de que una sola persona pueda tener varios patrimonios.
No vamos a dilatarnos en comentarios a la teoría objetiva del patrimoniofin o patrimonio de
afectación. Nos limitaremos a repetir –como tantos otros– que se tildó de exagerada la tendencia
de despersonalizar el patrimonio hasta el extremo de concebir que las cosas agrupadas podrían
tener por sí mismas derechos y, en cierto modo, voluntad propia. Conclusión inaceptable en el
mundo jurídico. Pues todas sus instituciones y reglas están al servicio del hombre y de una
voluntad legítima del mismo.
Sin embargo, parte de la teoría objetiva resulta acogida por la doctrina moderna, y lo ha sido con
lógicas adecuaciones, según se verá al tratar del patrimonio separado y del patrimonio autónomo.
342. ¿Es una universalidad de derecho el patrimonio general?. Afirman muchos que el
patrimonio general de las personas es una universalidad jurídica (universitas juris), llamada
también de derecho.
Advirtamos que en un sentido genérico por universalidad se entiende un conjunto de bienes que
forman un todo. "La tradición distingue las universalidades de hecho (universitates rerum) de las
universalidades de derecho. Es muy delicado y ha suscitado controversias el tema del elemento
que diferencia mutuamente las dos categorías. A mí me parece dice Aurelio Candian (1) que
debe acogerse la idea de que mientras la universalidad de hecho es un complejo de cosas,
homogéneas (por ejemplo, una biblioteca) o heterogéneas (por ejemplo, un establecimiento de
comercio) reunidas conjuntamente por voluntad del hombre en razón del destino, o sea, de una
relación funcional, por el contrario, la universalidad de derecho consiste en un complejo orgánico
(creado por la ley) de relaciones jurídicas activas y pasivas, reunidas por la pertenencia a un
mismo sujeto o (siempre en su estructura unitaria) a una pluralidad de sujetos. Por ejemplo: es
universalidad de derecho el patrimonio hereditario, en el seno del cual se enfrentan elementos
activos y elementos pasivos, reunidos por un destino (destino legal), en el sentido de que aquellos
elementos activos deben servir para la satisfacción de las obligaciones pasivas y no otras" (2).
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Generalmente los autores franceses expresan que el patrimonio general, sea de un vivo o la
sucesión de un muerto es el prototipo de la universalidad jurídica o de derecho.
En cambio, la mayoría de la doctrina italiana sostiene que el patrimonio no es una universalidad,
porque toda universalidad, de hecho o de derecho es una cosa, y el patrimonio de una persona
viva no lo es y por eso no se puede adquirir ni enajenar mediante un acto jurídico entre vivos.
Sólo la sucesión o patrimonio de una persona muerta es una cosa, una universalidad jurídica, y
por ser una cosa puede adquirirse y enajenarse mediante un acto entre vivos (1).
343. Patrimonios separados. Se dice que hay patrimonios separados cuando dos o más núcleos
patrimoniales, mutuamente independientes entre sí, tienen por titular a un mismo sujeto.
Como resulta de la definición, se trata de masas o núcleos patrimoniales que la ley crea –y no los
particulares– para someterlos a un régimen jurídico propio que esa misma ley juzga adecuado o
conveniente. A continuación veamos algunos ejemplos.
Todos saben que la sociedad conyugal es la sociedad de bienes que se forma entre los cónyuges
por el hecho del matrimonio, salvo que haya pacto en contrario (C. Civil, art. 1718). Ahora bien,
"como entre los cónyuges hay tres entidades distintas: el marido, la mujer y la sociedad, y como
esta última es una comunidad restringida a la que no ingresan todos los bienes de aquéllos, hay
también tres patrimonios: el patrimonio común o social, el patrimonio propio del marido y el
patrimonio propio de la mujer. Todavía, si la mujer tiene bienes reservados porque ejerce o ha
ejercido un empleo, oficio o profesión, industria o comercio separado del marido, habrá, además,
un cuarto patrimonio, el reservado, constituido por los bienes que obtenga o haya obtenido con
dicho ejercicio y por los que con ellos adquiera (2).
Hay varios otros casos de patrimonios separados con régimen o tratamiento jurídico particular.
Por ejemplo, el hijo de familia menor adulto sometido a patria potestad tiene un patrimonio
general que se lo administra el padre y puede tener un peculio profesional o industrial, masa de
bienes que se forma con los adquiridos por el hijo con su trabajo y cuyo goce y administración a
él mismo corresponden (C. Civil, arts. 243, Nº 1º y 246).
Se menciona también como caso de patrimonio separado el que resulta de la separación de los
bienes del difunto respecto de los del heredero, beneficio que pueden pedir los acreedores
hereditarios y los acreedores testamentarios y en virtud del cual ellos tienen derecho a que de los
bienes del difunto se les cumplan las obligaciones hereditarias o testamentarias con preferencia a
las deudas propias del heredero (C. Civil, art. 1378).
También se señala como un caso de separación patrimonial el que deriva del beneficio de
inventario. Este beneficio consiste en no hacer a los herederos que aceptan la herencia
responsables de las obligaciones hereditarias y testamentarias sino hasta concurrencia del valor
total de los bienes que han heredado (C. Civil, art. 1247).
La Corte de Casación italiana, en sentencia de 27 de junio de 1971, declara que la aceptación de
ta herencia con beneficio de inventario, "comporta la separazione de patrimoni del defunto e dell'
erede" (1).
En contra se ha sostenido que el beneficio de inventario "no significa una dualidad de patrimonios
sino una limitación de responsabilidad; las obligaciones hereditarias y testamentarias que pasan al
heredero se reducen, en el caso de ser mayores, al monto de los bienes heredados" (2). A nosotros
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no nos cabe duda que opera esta reducción, pero ella supone previamente determinar el activo y
el pasivo del patrimonio del difunto, patrimonio que para los efectos indicados se mira como una
masa o núcleo separado del patrimonio general y personal del heredero.
Por supuesto que los llamados patrimonios separados sólo puede establecerlos la ley. No podría
un particular separar un grupo de sus bienes y declarar que sólo éstos responderán de las deudas
que contraiga en la actividad que con ellos despliegue y que, por ende, sólo los acreedores
relacionados con las deudas contraídas en dicha actividad podrán ejecutar sus créditos en ese
grupo de bienes, no pudiendo hacerlo los demás acreedores.
344. Patrimonio autónomo. Patrimonio autónomo es aquel que transitoriamente carece de
sujeto.
El interés práctico de la institución es la conservación del patrimonio y no se vea abandonado
mientras advenga su titular o sean empleados los bienes que lo forman.
Un ejemplo de patrimonio autónomo es el de la herencia yacente. Otro, el que representa la
asignación que tiene por objeto crear una nueva corporación o fundación; mientras no se concede
la personalidad jurídica los bienes de la asignación constituyen un patrimonio autónomo.
También se considera que tiene este carácter la masa de bienes que se atribuye a un ente que si
bien carece de personalidad jurídica, se le reconoce cierta autonomía patrimonial, aunque
imperfecta. Uno de estos casos es el de la comisión de personas facultada por la autoridad
competente para recolectar fondos y erigir un monumento a un ciudadano ilustre, monumento que
pasará a ser un bien de la nación toda.
Entre el patrimonio separado y el autónomo la diferencia es notoria (1). El primero implica una
especie de desconexión del patrimonio general de la persona, pero su titularidad continúa en la
misma, lo que no ocurre con el patrimonio autónomo, que siempre, en realidad, desemboca en
otro titular. Comprobemos la afirmación a través de la herencia yacente. Recibe este nombre la
herencia que no ha sido aceptada en el plazo de quince días por algún heredero, siempre que no
exista albacea con tenencia de bienes designado en el testamento, o si lo hay, no ha aceptado el
albacea el cargo. Así se desprende del artículo 1240 del Código Civil. La herencia yacente, como
tal, es un patrimonio autónomo: el patrimonio hereditario, antes de morir el causante, a él
correspondía; pasando el tiempo de la yacencia, una vez aceptada la herencia, dicho patrimonio
tiene por titular al heredero aceptante, claro que con efecto retroactivo al tiempo de la muerte del
causante, pero en la realidad el patrimonio hereditario estuvo temporalmente sin titular y por eso
hubo que nombrarle hasta un curador.