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Hacia un pensar intercultural1

El pensamiento que se ha ido dando en América Latina registra un despliegue que


refleja los avatares de nuestra historia a través de diversas etapas, que se podrían
caracterizar fundamentalmente en torno a la confrontación con una racionalidad, que desde
el proceso de conquista y civilización se fue difundiendo con carácter normativo desde
Europa a los demás continentes. De hecho ella constituyó lo que se ha llamado ‘civilización
universal’, de carácter filosófico-científico-técnico, hasta el actual proceso globalizador,
ante otras matrices culturales que aún sobreviven y conviven con ella. La identidad
multicultural americana, a pesar de sus contradicciones internas, ofrece un espacio más
amplio de posibilidades humanas, que no pueden ser desplegadas sólo a través de aquélla
sino requieren sus propias vías, por cierto sin ignorar el contexto planetario en el que se
ubican y al cual también pertenecen. Exigen hoy más que nunca, ante los riesgos de
homogeneización y reducción por parte del proceso globalizador, de una comprensión y
pensar adecuados. A esta tarea pensante pretendemos referirnos.
Cuando se considera la historia del pensamiento latinoamericano se impone una
reflexión metódica previa: a) la necesidad de adoptar una actitud adecuada, es decir, un
modo de comprensión y articulación que no puede proceder de modelos ya dados sino que
se van gestando al aventurarse en tal historia, en relación de sujeto a sujeto2. Dicho en otras
palabras, los estudios latinoamericanos no puede ser sino latinoamericanocéntricos.
b) comenzar con la etapa precolombina, es decir, con el
pensamiento contenidas en las culturas de los primeros pobladores del continente, muchas
de las cuales sobreviven, aunque muy reducidas en sus posibilidades más propias. No tener
en cuenta este punto de partida de nuestra historia, sería privarse de su elemento más raigal,
que le otorga características propias, y por lo tanto condenarse a no comprenderla; se trata,
admás, de cosmovisiones que son significativas, en tanto formas de experiencia y de vida
humanas que recuerdan dimensiones fundantes, precisamente en una época de crisis de
valores tales.
Bajo estas consideraciones previas se distingue entonces una primera etapa
precolombina, de culturas aborígenes varias, distribuidas por las diversas regiones de
América, de las que poseemos lenguas, tradiciones orales y testimonios de todo tipo;

1
Ponencia para el VIII FIEALC 1996 “Modernización e identidad en América Latina y el Caribe en el marco de
los procesos de globalización”.
2
Ya por su parte la historiografía y la filosofía de la historia han reflexionado acerca del círculo hermenéutico
en el que el intérprete se ve precisado a ingresar, en el sentido de tener que suponer lo que ha de explicar, a
partir de las sendas que desde allí se abren. En esta tarea la hermenéutica ha debido irse redefiniendo a través
de replanteos de la racionalidad metafísica, hasta el reconocimiento de una noción eventual de ser y
configurativa de verdad. Y si en tal redefinición la ‘hermenéutica de vía larga’ ha recorrido las diferentes
interpretaciones para mediar la comprensión, se hace preciso aún, desde la experiencia de convivencia
multicultural, atravesar los horizontes de inteligibilidad y modos de racionalidad que presentan las diferentes
culturas, paradigmas, estilos, dando lugar a una construcción interlógica.
aunque diferentes manifiestan rasgos comunes, más propios de las antiguas culturas, que
han sobrevivido a la ‘civilización’ y nutren aún el imaginario de nuestros pueblos. El
proceso ibérico de conquista y colonización interfiere con el aporte de su modus vivendi -
fruto de un amplio mestizaje de los pueblos que fueron a dar en la Península y de siglos de
dominio moro con elementos negroafricanos, sin ingresar aún en la modernidad
centroeuropea-, lenguas, evangelización cristiana y filosofía escolástica. En época
independiente aparecen intentos renovadores inspirados en los modelos democráticos de la
modernidad europea y los Estados Unidos de Norte América, pero con cierta conciencia de
la necesidad de asumir la propia realidad. Sin embargo, durante el período de organización
política, ello no se concreta en modelos consecuentes sino que, como expresaba Alberdi, la
urgencia de la misma hace que se postergue la tarea de adecuar las instituciones a las
propias exigencias. De tal suerte que nuestros países crecen en buena medida a espaldas de
sí mismos, gran parte de la población es marginada en su forma de vida o tiende a ser
absorbida por la que, proclamándose ‘civilizatoria’, se impone como norma. En los años
sesenta, dentro de la atmósfera creada por movimientos revolucionarios de la época, se
expresa la conciencia de esta situación dependiente y la exigencia de planteos propios.
Surge la así llamada ‘filosofía de la liberación’3, que pronto se ramificará en diversos
grupos que encaran sendos aspectos de nuestra realidad social: político, económico,
religioso, artístico, etc., con diferentes matices y planteos, manifestándose a la vez la
necesidad de una exploración hermenéutica de las propias fuentes, para que pudieran
discernirse los caminos adecuados. Tras la caída del sistema soviético y de los regímenes
de seguridad nacional en América Latina, el retorno a la democracia y la expansión de
políticas neoliberales que intentan reconstruir la economía en un contexto de globalización,
así como la difusión de una condición filosófica posmoderna, significaron una interrupción
de aquel planteo, el retorno a las corrientes vigentes de pensamiento y el debate acerca de
los males contemporáneos en relación con ellas. Sin embargo, pensadores y grupos más
lúcidos no han dejado de advertir que no es posible pensar e intentar el despliegue de
nuestros países sino desde sus propios recursos, en gran parte ignorados, con políticas que
pongan en marcha el impulso de las comunidades históricas, abriéndose paso hacia la
propia emergencia civilizatoria, en el contexto de la situación mundial4.

3
E. Dussel, Hostoria de la filosofía y Filosofía de la liberación, Nueva Am´rica, Bogotá 1994, y obras de este
autor en general. Entre otras obras que se refieren a la historia del pensamiento latinoamericano en su
conjunto, A.A.Roig, Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, F.C.E., México, 1981, D.Picotti compil.,
Pensar desde América,Catálogos, Buenos Aires, 1995.
4
Testimonio de ello son numerosas publicaciones, entre ellas C.Cullen, Reflexiones desde América, 3 t.
Edit.Ross, Rosario, 1986; D. Picotti compil., Pensar desde América, Catálogos, Buenos Aires, 1995; C. de Lelia-
A.M.Ezcurra compil., Chiapas, entre la tormenta y la profecía, Ideas, Buenos Aires, 1994; J.C.Scannone,
Nuevo punto de partida de la filosofía latinoamericana, Guadalupe, Buenos Aires, 1990; J.C.Catañeda, la
utopía desarmada, Ariel, Buenos Aires, 1994.; P.Hünermann-J.C.Scannone compil., América Latina y la
doctrina social de la Iglesia: t.I Reflexiones metodológicas, t.II Identidad cultural y modernización, t.III
Pobreza y desarrollo integral, t.IV Democracia: derechos humanos y orden político, V. Trabajo y capital:
perfiles de un nuevo orden económico y sociall, Edic.Paulinas, Buenos Aires, 1992.
Todo ello lleva a replantear actitudes y modos de comprensión y articulación para
poder asumir esta constitución multicultural compleja y no acogida ni examinada en sus
diversas dimensiones. Equivale a reconocer la construcción histórica de la inteligibilidad y
racionalidad humanas, más allá de las pretensiones de normatividad detentadas por uno u
otro centro, y a hablar de un pensar intercultural.
El pensar filosófico-científico-técnico que anima a la ‘civilización’, a pesar de sus
continuos replanteos y variedad interna, se caracterizó desde su surgimiento en Grecia, a
través de su despliegue occidental y extensión planetaria, por una actitud objetivante y un
tio de racionalidad fundamentadora y abstracta orientada al dominio progresivo de toda
trealidad hasta la actual sistematización tota, desembocando contradictoriamente en el
presente estadio informático en una conciencia posmoderna que registra la caída de
criterios, categorías y relatos metafísicos, la pluralidad de paradigmas científicos, estilos,
centros históricos, a la vez que una noción eventual de ser y configurativa de verdad, una
legitimidad paralógica del saber y consensual de la política, en medio de la negación o la
discusión de criterios. En el seno de la misma filosofía, al compás de las crisis metafísicas,
se dio también, sin embargo, un proceso de desubstanciación de la subjetividad y de la
objetividad, que abrió puerta a la historia y a un pensar interpretativo, hermenéutico, que se
fue redefiniendo –mediando la comprensión por la crítica y las vías explicativas ofrecidas
por las diversas interpretaciones5, asumiendo el status ontológico surgido del
desplazamiento del horizonte entitativo del animal rationale al horizonte de ser del Dasein
6
- y haciéndose apta para dialogar con nuestros tiempos.
Aunque se impone prolongar aún esta ‘vía larga’ de la hermenéutica a través de
todo el despliegue histórico de las diferentes culturas, que equivalen a diferentes
acuñaciones de ser y articulaciones del mismo, precisamente en pos de los altos intereses de
la razón y en general de la vida. Asumirlo, significa también un hacrse en el camino a
través del encuentro de horizontes diferentes de inteligibilidad y modos de racionalidad, en
relación de sujeto a sujeto, de comunidadea históricas, a su vez en constante recreación.
Significa, en fin, admitir una interlógica.
Creemos que éste es el desafío de nuestros tiempos. Si siempre la humanidad se
configuró a través de las diferentes culturas, esto es, de diferentes experiencias de vida, hoy
la extensión de una de ellas a nivel planetario y el proceso de globalización posibilitado por
sus tecnociencias, por una parte significa ingentes posibilidades de dominio cognoscitivo y
práctico, por otra corre todos los riesgos de manipulación, como lo advertimos hasta en el
mismo ámbito genético, y por lo tanto de amenaza a nuestras condiciones d vida. Otras
culturas pueden significar caminos alternativos además del derecho a su propio
protagonismo y de la constatación de que el marginamiento de una parte de la humanidad
implica en sus consecuencias al todo. Un pensamiento intercultural permitiría asumirlas. En

5
P. Ricoeur, Le conflit des interprétations, di Seuil, Paris, 1969; “Explicar y comprender, Hermenéutica y
crítica de las ideologías”, en Hermeneútica y acción, Docencia, Buenos Aires, 1980
6
M.Heidegger, Beiträge zur Philosophie-Vom Ereignis, GA 65, V.Klostermann, Frankfurt a.M., 1989.
lo que respecta a nuestro continente, afecta a su propia identidad7, pero también a la misma
Europa, invadida por ‘el camino de retorno de la colonización’ y el hecho innegable de la
interdependencia.
Volviendo a nuestros países, deseo poner como ejemplo el caso del
emprendimiento del Mercosur. Su objetivo de interrelación económica, de concertación de
esfuerzos para atender con mayores posibilidades de éxito intereses comunes, pone en
contacto países hermanos que, si bien detentan rasgos comunes provenientes de todo un
proceso histórico, también muestran diferencias, no sólo debido a los propios componentes
y respectivas historias, sino también como efecto de las divisiones introducidas entre países
y regiones a partir del proceso de conquista, colonización y neocolonizaciones, y la
racionalidad impuesta desde modelos adoptados y no replanteados según sus propias
exigencias. Canalizar iniciativas, esfuerzos comunes, supondrá el encuentro más profundo
y abarcador de culturas y un modo de comprensión que surja de ellas y su contacto, culturas
que han resistido y sobrevivido a pesar de haber sido en gran parte ignoradas por la lógica
vigente y cuyo mestizaje a pesar de desconocimientos y marginaciones constituye el suelo
ambiguo y rico de nuestra vida diaria, que nos otorga un modo singular de ser8.
Consideremos algunos aspectos de esta realidad: a) las regiones fronterizas: los
límites entre nuestros países significan división, separación, demarcación, pero también
zona común en el sentido geográfico y humano, el compartir de una misma cultura o la
convivencia de diferentes. Por ej. nuestra región litoraleña y centro-norte se prolonga en la
paraguaya y brasileña, es zona común guaranítica, criolla y de ciertas colonias extranjeras;
el noroeste se continúa en Bolivia y Perú hasta Ecuador, es zona andina quechua y aymara,
que se extiende hasta el centro argentino; la región cuyana y patagónica se dilata hacia la
región andina chilena, tierra mapuche y de amplia inmigración europea y latinoamericana;
por fin, a zona de la pampa húmeda, incluyendo a la capital argentina, es también lugar de
encuentro con el resto del país y con países limítrofes a través de movimientos migratorios
y del contacto entre ciudades, etc.9 b) La población: registra amplios movimientos
migratorios internos y externos, en l caso de Argentina inmigraciones de poblaciones de
países vecinos que se insertan en la nuestra y fortalecen sus antecedentes comunes
indígenas y también negros provenientes del proceso de esclavitud; las migraciones de las
provincias a las capitales, constituyendo un cinturón; las inmigraciones europeas, sobre

7
Véase al respecto lo claramente expresado por los participantes al Seminario Internacional “Amerindia
hacia el tercer milenio”, convocado en San Cristóbal de las Casas, en junio 1991 por la Comisión Nacional de
Justicia para los Pueblos Indígenas de México y la Unesco, recop. por A. Colombres en América Latina: el
desafío del tercer milenio, Edic.del sol, Buenos Aires, 1993.
8
Entre quienes han insistido en ello merece recordarse a G. Bonfil Batalla, Identidad y pluralismo cultural en
América Latina, Cehass-Univ. de Puerto Rico, Buenos Aires, 1992.
9
Lo que manifiesta, más allá de los límites políticos, la pertenencia a un ámbito geográfico y a un proceso
histórico común, compartiendo factores esenciales. Entre otros, D. Ribeiro daba pormenorizada cuenta de
los mismos, Las Américas y la civilización, Centro editor de A.L., Buenos Aires, 1985.
todo latinas, y también las asiáticas10. c)Las experiencias religiosas: el capitalismo aportado
por la evangelización que acompañó a la conquista y colonización y que se extendió a la
mayoría de los pobladores, debió alternar con la religiosidad aborigen y con la
afroamericana, produciéndose una asimilación recíproca que se advierte en la religiosidad
popular. Sobre esta base se produjo en los últimos tiempos el fenómeno de expansión de
religiones africanas y de las así llamadas sectas cristianas y mixtas, y en los niveles de
población de clase alta y media alta la apertura a una religiosidad de estilo oriental a través
de prácticas de meditación, yoga, etc. Aparece como ejemplar en este sentido, entre las
ciencias humanas, la reflexión que despliega la teología latinoamericana, sobre todo de la
liberación, a partir del impulso decisivo de la Conferencia Episcopal de Medellín,
contextualizada interculturalmente, a la luz de los problemas y desafíos históricos del
subcontinente11. d) El arte y la literatura: con las posibilidades de exploración que ofrece la
libertad de la imaginación fueron más permeables a esta condición mestiza de nuestra
cultura, reflejándola a través de modos y temáticas propios, al punto de que encontraremos
Actasen la interrelación de sus componentes12. e) La lengua: el español y el portugués,
implantados por la conquista y colonización ibéricas, no permanecieron inmunes, se
recrearon en el contacto con otras lenguas –indígenas, africanas, europeas y asiáticas
inmigradas- , no sólo en su vocabulario sino en su modo propio de articulación, que
trasuntan otro espíritu, un modus vivendi surgido de este mestizaje. En este sentido, el
acercamiento del portugués y el español que se está verificando en nuestros países del Río
de la Plata, se traducirá a ellos pero también fortalecerá elementos comunes en su
recreación, que una política separatista pudo mantener distanciados.
De toda esta realidad y otros aspectos no se puede dar cuenta sino a través de un
pensar intercultural, que habrá de promover, además, la adecuación de las instituciones a
las exigencias de nuestros países. Porque se hace necesario recuperar el sentido de la
política, como organización de las comunidades históricas, ofreciendo a través de las
instituciones espacios de libertad para el despliegue del cuerpo comunitario; una política no
de simple adecuación a imposiciones externas sino de puesta en marcha de los propios
recursos y energías. Recuperar el sentido esencial de la economía, que recuerda la palabra
originaria griega administración de la casa, orientándola hacia la satisfacción
de las necesidades reales de todos, al sentido del trabajo como autorealización, a la

10
Entre otras publicaciones la revista cuatrimestral Estudios migratorios latinoamericanos, Cemla, Buenos
Aires, año 11, 1996, proporciona estudios sobre los más diversos aspectos del tema y repertorios
bibliográficos.
11
Numerosos estudios dan cuenta de las configuraciones de este fenómeno religioso, entre ellos
J.C.Scannone, Evangelización, cultura y teología, Guadalupe, Buenos Aires; M.Moreno Fraginals compil.,
Áfeica en América Latina, Uneso/Siglo XXI, México, 1977; varios, A 5oo años de evangelización en América
Latina, Ideas, Buenos Aires, 1992; A.J.Soneira compil., Sociología de la religión, Docencia, Buenos Aires,
1996, contiene entre otros temas un estudio documentado acerca de las formas de religiosidad popular, así
como de los nuevos movimientos religiosos en Argentina y América Latina.
12
J.Acha-A.Colombres,T.Escobar, Hacia una teoría americana del arte, Edic.del sol, Buenos Aires 1991,
insisten en la exigencia de comprenderlos a partir de sus modos propios.
explotación de los propios recursos humanos y naturales, a la potenciación comunitaria de
los esfuerzos. Replantear la educación, para que sea un ayudar a crecer desde las propias
potencialidades en el contexto humano universal, ámbito en el que cabe también plantear
una política científico-técnica desde las propias exigencias y creatividad y al servicio de las
mismas, ubicándose con respecto a un orden de mundo de sistematización instrumentadora
desde la propia identidad con el sentido habitacional de las antiguas culturas.
No podrán, en fin, prosperar iniciativas de acción común para posibilitar la propia
emergencia civilizatoria, si no son respaldadas por la activación de los lazos histórico
culturales y una actitud interlógica, es decir, un modo de pensar y de lenguaje surgido de
esa comunidad cultural, que se constituye como unidad en la diversidad.

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