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VÍA CRUCIS
Basada en los fragmentos del libro
ESTACIÓN I
JESÚS CONDENADO A MUERTE
ESTACIÓN II
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
“Con profunda compasión voy a seguir a Jesús. Voy a soportar con paciencia ese
disgusto, qué pequeño para dar homenaje a Su camino a Gólgota. ¡Si va a morir por mí!
¡Por mis pecados sufre! ¿Cómo puedo estar indiferente respecto a eso?
No quieres Señor que lleve contigo Tu pesada cruz sino que aguante diariamente, con
paciencia mis pequeñas cruces. Pero hasta ahora no lo he hecho. Me da vergüenza y
pena esa pusilanimidad e ingratitud mía. Decido recibir con confianza y aguantar con
amor todo lo que pongas sobre mí por Tu misericordia” (Tomo II, p. 119).
ESTACIÓN III
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
“Llevaste Señor una carga terrible - los pecados de todo el mundo, de todos los tiempos
(...). Por eso se agotan Tus fuerzas. No puedes seguir con esta carga que Te hace caer.
Cordero de Dios que por Tu misericordia liberas el mundo del pecado con el peso de la
cruz, desembarázame de la pesada carga de mis pecados y enciende el fuego de Tu
amor, para que su llama nunca muera” (Tomo II, p. 123).
ESTACIÓN IV
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
“Madre Santísima, madre Virgen, haz que me contagie del dolor de Tu alma. Te quiero
Madre Dolorosa que sigues el mismo camino por el que caminó Tu amadísimo Hijo- el
camino de vergüenza y de humillación, de menosprecio y maldición, grábame en Tu
Corazón Inmaculado y, como la Madre de Misericordia, concédeme la gracia, para que,
siguiendo a Jesús y a Ti, no me abata en este espinoso camino de Calvario que la
Misericordia Divina destinó también para mí” (Tomo II, p. 126).
ESTACIÓN V
SIMÓN EL CIRINEO LE AYUDA A LLEVAR LA CRUZ
“Igual que para Simón, para mí también, la cruz es una cosa desagradable. Por la
naturaleza la rehuyo, pero las circunstancias me obligan a acostumbrarme a ella.
Desde ahora voy a tratar de llevar mi cruz imitando a Cristo. Voy a llevar la cruz por mis
pecados, por los de los otros, por las almas que sufren en el purgatorio, imitando al
misericordioso Salvador. Entonces voy a hacer el camino real de Cristo, y voy a seguirlo
aun si me rodee una multitud de gente enemiga, burlándose de mí”
(Tomo II, p. 129).
ESTACIÓN VI
LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTO DE JESÚS
“Jesús ya no sufre más, por eso no puedo darle un velo para limpiar el sudor y la sangre.
Mas el sufriente Salvador sigue viviendo en Su cuerpo místico, en sus hermanos,
cargados con la cruz, pues en los enfermos, agonizantes, pobres, necesitados, a los que
les falta un paño para secarse el sudor. Si Él dijo: “Les aseguro que cada vez que lo
hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. (Mt 25, 40). Pues
voy a ponerme al lado de un enfermo, un agonizante con verdadero amor y paciencia
para secarle el sudor, para fortalecerle y consolarle” (Tomo II, p. 132).
ESTACIÓN VII
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
“Señor (...) ¿cómo puedes tolerarme a mí, pecador, todavía, que te ofendo innumerables
veces con mis pecados cotidianos? Me lo puedo explicar solamente con la grandeza de
Tu misericordia que todavía sigues esperando a que me mejore. Ilumíname Señor con la
luz de Tu gracia para que conozca todos mis errores y malas inclinaciones que causaron
que volvieras a caer bajo la cruz, para que desde ahora las extirpe sistemáticamente. Sin
Tu gracia no puedo librarme de ellos”
(Tomo II, p. 136).
ESTACIÓN VIII
LAS MUJERES DE JERUSALEN LLORAN POR JESUS
“Hay también para mí un tiempo de misericordia, pero limitado. Después de ese tiempo
se hará la justicia, de lo cual habla Jesús con tono de amenaza (...) Estoy cargado de
muchas culpas, me estoy marchitando y el temor me consume, pero voy a seguir los
pasos de Jesús, me arrepentiré y voy a hacer justicia con la sincera penitencia. A esta
penitencia me estimula la infinita misericordia de Jesús que había cambiado su corona
de gloria por la corona de espinas, salió a buscarme y, al haberme encontrado, me
abrazó a su corazón” (Tomo II, p. 139).
ESTACIÓN IX
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
“¡Por mí sufre Jesús y por mí cae bajo la cruz! ¿Dónde estaría hoy yo sin este
sufrimiento del Salvador? (...) Por lo tanto, todo lo que hoy tenemos y quien somos en el
sentido sobrenatural, todo lo debemos solamente a la Pasión de Jesucristo. Hasta el
cargar con nuestra cruz no significa nada sin la gracia. Solamente Su pasión hace
nuestro arrepentimiento merecedor y la penitencia eficaz. Sólo la misericordia, revelada
en su triple caída es la garantía de mi salvación” (Tomo II, p. 142).
ESTACIÓN X
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
“En este terrible misterio estuvo presente la Santísima Madre que lo vio todo, lo escuchó
todo y lo miró todo con atención. Uno puede imaginarse el dolor interior por el que pasó
viendo a Su Hijo profundamente avergonzado en la sangrienta desnudez, probando una
amarga bebida a la que yo también había vertido la amargura con el pecado de la gula.
Desde este momento quiero y decido, con ayuda de la gracia Divina, practicar una sabia
mortificación en este campo, para que la desnudez de mi alma no ofenda a los ojos de
Jesús ni a Su Madre Inmaculada” (Tomo II, p. 145).
ESTACIÓN XI
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
ESTACIÓN XII
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
ESTACIÓN XIII
EL CUERPO DE JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
ESTACIÓN XIV
EL CUERPO DE JESUS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
“Madre de Misericordia, me elegiste para que fuera tu hijo y hermano de Jesús, por el
cual lloras tras ponerle en el sepulcro. (...) No le hagas caso a mi debilidad, inestabilidad
y dejadez por las que lloro sin cesar y a las que renuncio constantemente. Pero
acuérdate de la voluntad de Jesús que me había confiado a Ti. Cumple pues Tu misión
en cuanto a mí, por desmerecedor que sea, dame tantas gracias del Salvador que mi
debilidad necesita. Sé para mí siempre la Madre de Misericordia” (Tomo II, p. 224).
RESURRECCIÓN DE JESÚS
“La resurrección de Jesús fue la corona de la vida y del trabajo del Salvador del mundo”
(Tomo II, p. 232).
“Lo que el Salvador inició en la montaña del Tabor, se hizo ahora plena realidad: cubrió
su cuerpo con luz y belleza, lo espiritualizó enteramente, lo hizo sutil y penetrable,
completamente dependiente de su voluntad. (...) Nosotros también anhelamos la
glorificada vida, el cuerpo espiritualizado, la espiritualización de las formas externas.
Queremos vivir la Pascua, ansiamos la victoria de nuestra alma sobre los bajos instintos
de nuestro cuerpo y llegar a la feliz eternidad”
(Tomo II, p. 227).
“La vida ociosa y estéril, privada de espíritu no se convertirá en la vida eterna, como
tampoco de una bellota vacía no crecerá un roble. Por eso ya aquí en la tierra debería
llevar una vida con miras a la eternidad, o sea la vida sobrenatural. Pues debo pensar,
querer, sufrir, luchar, alegrarse y amar, de acuerdo con las máximas de la fe” (Tomo II, p.
234).
“.... y vosotros daréis también testimonio porque estáis conmigo desde el principio”
(J 15, 27). Estas palabras dirigidas a los Apóstoles se refieren también a mí. Tengo que
dar testimonio de Jesús con mi vida, con las actividades de cada día. Tiene que ser
testimonio de la virtud y de la santidad, de las palabras y los hechos, tal vez un
testimonio de la sangre y del martirio; o por lo menos, el testimonio de la misericordia
sobre el cuerpo y el espíritu de los prójimos. Sé que solo no soy capaz de hacerlo. Por
eso, Espíritu Santo, ¡ayúdame ! Me doy cuenta de que tengo que dar testimonio, pero sin
Tu soplo no puedo. ¡Crea pues en mí un espíritu nuevo! Con un rayo de la gloria celeste
ilumina mi cara que está palideciendo. Dame alas para que me alce a la cumbre de
alegría, para que lleve mi barco a las profundidades, para que no me hunda en la orilla”
(Tomo II, p. 18).