Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
En virtud de sentencia de fecha 12 de febrero del año 2016 dictada por el Tribunal de Juicio
Oral en lo Penal de la ciudad de Rancagua, don Feliciano René Canales García fue
condenado como autor del delito consumado de cultivo y cosecha de cannabis sativa
consagrado en el artículo 8º, inciso primero, de la ley Nº 20.000 que sanciona el tráfico ilícito
de estupefacientes y sustancias sicotrópicas, a la pena principal de 83 días de presidio menor
en su grado mínimo, multa de 40 unidades tributarias mensuales, y a la pena accesoria de
suspensión de cargo u oficio público por el tiempo de duración de la condena.
Contra dicha sentencia, la defensa del acusado, dedujo recurso de nulidad invocando como
causal principal la del artículo 373 letra a) del Código Procesal Penal, alegando la infracción
de los derechos del debido proceso, y afectación de la dignidad, libertad autonomía procesal,
intimidad, libertad de creencia, pensamiento y de opinión y derecho a la máxima realización
espiritual; en virtud de que el sentenciado habría cometido el ilícito para el consumo personal
y con el objeto de calmar dolores en sus extremidades inferiores. El fallo del Tribunal Oral
determinó que el delito contenido en el artículo 8º pertenece a la categoría de delitos de
peligro abstracto y en virtud de ello, basta que el acusado haya tenido las especies vegetales
en su poder sin la autorización administrativa respectiva, para su configuración. En ese
contexto, la defensa alega que en el caso concreto debe respetarse la libertad del acusado
para decidir sobre el cultivo y consumo, debido a que su conducta no representa un perjuicio
para el bien jurídico protegido por la tipificación del delito, esto es, la salud pública.
Por último, la defensa invoca como segunda causal subsidiaria la contenida en el artículo
373 letra b) del Código Procesal Penal, en virtud de la infracción del artículo 8º de la Ley Nº
20.000. Alega que la conducta del acusado debiese ser considerada atípica, debido a que en
el caso concreto, no se ha puesto en peligro el bien jurídico protegido por la norma.
En virtud de lo anterior, la Segunda Sala de la Corte Suprema, integrada por los Ministros
Sr. Juica, Sr. Künsemüller, Sr. Brito, Sr. Cisternas y Sr. Dahm, decidió rechazar la causal
principal y la primera subsidiaria de nulidad planteada por la defensa; más, decidió acoger
la segunda causal subsidiaria de nulidad del articulo 373 letra b) del Código Procesal Penal,
por las consideraciones que a continuación se exponen.
Primero, argumenta la Suprema Corte, que si bien ha sido la costumbre catalogar el delito
contemplado en el artículo 8º de la Ley Nº 20.000 como un delito de peligro abstracto, "no
por ello puede dejar de verificarse si el hecho cuya tipicidad se examina tuvo al menos la
posibilidad de significar, en la realidad, un riesgo para el objeto jurídico tutelado, puesto
que el bien jurídico constituye el primer momento justificativo de la injerencia penal en la
libertad de las personas cuya función de garantía limita el poder punitivo del Estado, de
modo que el legislador no puede castigar cualesquiera conductas, sino solamente aquellas
que lesionan o pongan en peligro bienes jurídicos" (Cons. 6º)
En el mismo sentido argumenta que: "Aun cuando el tipo de los delitos de peligro abstracto,
en el evento que se lo estimare aplicable al artículo 8º de la Ley Nº 20.000, no reclama, a
diferencia de lo que sucede en los delitos de peligro concreto, la producción de un peligro
efectivo, si requiere una acción apta para producir un peligro para el bien jurídico como
elemento material integrante del tipo del delito. Se trata de exigir, además de la peligrosidad
de la acción la posibilidad de producción del resultado de peligro" (Cons. 6º)
Segundo, argumenta la Segunda Sala, que el omitir realizar un juicio serio acerca de la
peligrosidad de la conducta, se estaría presumiendo de derecho la antijuridicidad material
del delito, "cuestión que pugna con la prohibición establecida en el artículo 19 Nº3 de la
Constitución Política de la República, de presumir de derecho la responsabilidad penal"
(Cons. 6º)
Tercero, que el examen de peligrosidad resulta aún más necesario en el caso del delito
contemplado en el artículo 8º de la Ley Nº 20.000 que tipifica conductas antecesoras o
preparatorias del delito de tráfico de estupefacientes, con el objeto de evitar un posible riesgo
a la salud pública como bien jurídico protegido, anticipando la barrera de protección penal.
En el mismo contexto, el artículo 8º detenta una causal de exención de la responsabilidad
penal en aquellos casos en que las especies estén destinadas al uso y consumo personal
exclusivo y próximo en el tiempo de su propietario. En este sentido la Corte Suprema explica
que "el daño social que el legislador tenía en vista al crear los tipos legales de tráfico ilícito
de estupefacientes no consiste en la autolesión, expresión de la autonomía de la voluntad de
individuos singulares dispuestos a exponer su salud y su libertad a riesgos, sino en la
posibilidad real de que, de ese uso determinado, pudiera seguirse la difusión incontrolable
de sustancias que pongan en peligro la salud y la libertad de los demás" (Cons. 8º)
Cuarto, que al haber determinado el Tribunal Oral en lo Penal las especies vegetales
incautadas no estaban destinadas a su comercialización "cabe dar por concurrente, a
contrario sensu, al no afirmarse otra finalidad de la plantación y su cosecha, que el objeto
era el consumo personal y exclusivo del acusado" (Cons. 11º)
Asimismo, para comprobar la relación de proximidad temporal necesaria para ser calificada
a conducta de consumo personal, la Segunda Sala argumenta que "no deben pasarse por alto
las circunstancias establecidas por el propio fallo, donde se determina que el acusado
consume marihuana para mitigar el dolor crónico que padece por una secuela de una
intervención a una de sus extremidades inferiores, lo que supone entonces la necesidad de
un consumo permanente e indefinido-dado el carácter "crónico" de la dolencia-, lo que
además debe ir enlazado con las particularidades del ciclo de la vida de la planta de
cannabis, las que impedirían al acusado de disponer de la misma todo el año para el
tratamiento de sus afecciones físicas, lo que lo fuerza a cultivar el número de plantas
suficientes para proveerse durante el período en que las plantas no sean cosechadas" (Cons.
12º).
Por las consideraciones anteriormente expuestas, la Segunda sala de la Corte Suprema acoge
el recurso de nulidad y anula la sentencia de fecha 12 de febrero del 2016 procediendo a
dictar sentencia de reemplazo, en virtud de la cual se absuelve al acusado del delito
contemplado en el artículo 8º de la ley Nº 20.000.
Por último, se argumenta acerca del rol que debe tener el derecho penal con respecto a los
delitos de peligro, considerando que éste debe ser siempre considerado de ultima ratio.
3. Doctrina relevante
Existe pues una diferencia importante entre estos tres tipos de delitos, relacionado
especialmente con su relevancia típica y el nivel de afectación al bien jurídico protegido por
la norma. Por un lado, en los delitos de lesión existiría una clara conexión entre la infracción
de la norma y la vulneración del bien jurídico protegido por la misma y que se refleja en un
resultado material, visible y comprobable. En cambio en el caso de los delitos de peligro, y
mayormente, en los delitos de peligro abstracto, el peligro sólo operaría como motivo de
incriminación del legislador, el cual no necesariamente se reflejaría en una puesta en peligro
en la realidad.
Pues bien, esta nueva forma de tipificación del delito, en los cuales el peligro es presumido
por el legislador, ha conllevado ciertas dificultades en relación a la determinación del
elemento de la antijuridicidad.
En virtud de lo anterior es que, ante los casos de delito de peligro abstracto, como se ha
calificado al delito contemplado en el artículo 8 de la ley Nº 20.000, resulta necesario analizar
a través de un juicio de valoración ex ante por parte del juez si es que existe una verdadera
probabilidad del resultado peligroso en el caso concreto para luego aplicar la sanción. Según
José Cerezo MIR1 dicho juicio debe ser realizado considerando todas las circunstancias del
caso concreto, y sólo en caso de que la producción de un resultado lesivo aparezca como
probable, la acción entonces puede calificarse como peligrosa.
En éste sentido la autora Blanca MENDOZA explica que el fundamento de la sanción en los
delitos de peligro abstracto se basa en la denominada teoría de la peligrosidad general o
peligrosidad como motivo del legislador. Sugiere que el legislador tipifica algunas conductas
por la peligrosidad general que conllevan, pero sin incluir dicho peligro dentro del tipo ni
tampoco exigirlo como resultado. Es por ello que el conocimiento de la relevante
peligrosidad constituye un dato relevante para la incriminación de los delitos de peligro, pero
de ello no puede derivarse que la comprobación de dicha peligrosidad no deba realizarse
para afirmar su adecuación típica que a su vez fundamente la culpabilidad de su autor y la
consiguiente imposición de una sanción.
Pues bien, en dicho análisis se tuvo presente que la droga era mantenida para uso o consumo
personal. Luego, que la sustancia era consumida con el objeto de palear dolores producidos
a consecuencia de una intervención médica. Adicionalmente se logró determinar que existía
una cantidad de sustancia suficiente y no excesiva para su consumo diario, de acuerdo al
ciclo de cultivo y cosecha de la planta cannabis.
En virtud de los razonamientos anteriores es que fue posible determinar que la conducta
realizada por el autor es atípica según lo consagrado en el artículo 5º de la Ley Nº 20.000,
que establece una excepción para la aplicación de la norma en caso de que el autor mantenga
una cantidad que pueda ser determinada como de consumo personal.
Por último, se deja presente que el derecho penal es de ultima ratio y solo debe preocuparse
de sancionar aquellas conductas que realmente afectan los bienes jurídicos protegidos por la
norma.
Este argumento ha sido también recogido por la doctrina. El autor Gustavo BEADE expresa
que en un estado liberal de derecho las decisiones de los ciudadanos y sus elecciones de vida
deben ser respetados mientras no afecten los derechos de terceros, según lo establece el
principio de autonomía. Adicionalmente el autor José Cerezo MIR argumenta que en virtud
de que el derecho penal es de ultima ratio, debe primar en estos casos el principio de la
subsidiariedad, debido a que los bienes jurídicos pueden ser mejor protegidos por otros
sectores del ordenamiento jurídico.
4. Materias relacionadas
"En los delitos de tráfico de drogas importa la puesta en peligro del mismo, vale decir, no
exige un resultado lesivo concreto, en esta categoría de delitos encontramos a la salud
pública. Se trata, pues de un delito de peligro abstracto, pues basta la realización de
cualquiera de las conductas previstas en el tipo, la mera actividad, para que se considere
delictiva, sin necesidad de acreditar en el caso concreto, que ha existido un peligro para la
salud”. (Cons 3º)
“En lo tocante al delito del artículo 288 bis del Código Penal, el porte de arma cortante o
punzante, el legislador diferencia entre espacios públicos y privados para tutelar el bien
jurídico de la seguridad. Asimismo, cabe tener presente que el ilícito en comento es un delito
abstracto, que se configura con independencia de su resultado. En consecuencia, acreditado
que el imputado portaba un arma cortante en la vía pública, toda vez que el automóvil que
lo transportaba antes de su detención es un medio de transporte que transitaba por la vía
pública, sin que se demostrara que el móvil perteneciera al acusado y que, por tanto, se
encontraba dentro de su espacio de intimidad, debe tenerse por configurado el delito del
artículo 288 bis”. (Cons. 5°)
"delito de peligro abstracto, participa de una clase distinta a los de hurto y robo, por lo que,
tal como lo sostuvo el tribunal y al contrario de lo argumentado por la defensa, no requiere
que se acredite sustracción, apropiación ni ánimo de lucro, sino únicamente constatar los
elementos del tipo que le es propio y se encuentra contenido en la misma norma”. (Cons
5°).