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La Cultura Líquida de Bauman y la realidad sociocultural Chilena.

Son indiscutible los cambios que se han dado a nivel mundial a partir de la
implementación del modelo Neoliberal y de la globalización; fenómeno que ha sido
llamado por Bauman como Modernidad Líquida y que se ha arraigado en el
contexto socio-cultural Chileno, para transgredir desde la manera en cómo se
relacionan las personas y sus vínculos, hasta la forma en cómo circulan y se
desarrollan dentro de su territorio.

Características:

 Individualismo: la cultura líquida desarrolla principalmente el cambio de un


imaginario de ser sociedad y se traslada a una manera de vivir y de
interactuar, más individualista. Se establecen entonces “Relaciones
precarias, transitorias y volátiles, sin responsabilidad hacia el otro”. Esta
manera en el que se han transformado los vínculos humanos en la
sociedad chilena y se podría decir que se muestra de una manera más
clara en la capital y en las zonas más pobladas, las cuales han sido
transformadas por la modernidad. Estilos de vida del yo y en el que la
solidaridad solo se asoma, cuando aquello tiene que ver con un “nosotros”,
con el que es como nosotros y como diría Bauman “la empatía egoísta”; es
decir, si no surge la identificación, esta solidaridad se convierte en algo
inexistente, invisible.

Este el caso de los inmigrantes, de los marginados, estos últimos llamados


comúnmente “Flaites”, que difieren de mi yo; “su mayor amenaza es el
atentar contra la clasificación misma que sostiene el orden del espacio
social en el que se inscribe mi mundo, por ende... Son el punto de reunión
de riesgos y temores que acompañan el espacio cognitivo”.

 La ciudad: la cárcel del miedo.


Otra de las características relevantes y que se muestra claramente en la
“cultura líquida Chilena””, es el vivir y respirar con miedo. Es el
acompañante fiel y constante en la urbe. Se trata de vivir en las grandes
alturas, se fortifican y atrincheran las casas, se aplica la tecnología
moderna buscando siempre la seguridad, pero el miedo sigue latente. Lo
peor de todo, es que lo hemos concebido como un estado de normalidad;
ya no se cuestiona el estar enjaulado; sencillamente, así es la ciudad.

“Nos hemos convertido en ciudadanos adictos a la seguridad pero siempre


inseguros de ella. Lo aceptamos como si fuera lógico, contribuimos a
normalizar el estado de emergencia”.

Es algo paradojal, de la búsqueda histórica que tuvo el hombre por alcanzar


la libertad, pasamos al auto-encarcelamiento, entrando a una deformación
de la libertad. “Se encuentra ahora con la obligación de ser libres
asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta”.

Todo este estado del miedo citadino se profundiza con los vínculos
precarios sociales y familiares, el no conocer a nuestros vecinos, el no
poseer un apoyo de lazos comunitarios, al ser seres invisibles en nuestro
hábitat y desligarnos de los afectos familiares; la vulnerabilidad a ser
dañados y por ende, el miedo, se acrecienta. Nuestras redes sociales son
símbolos también de seguridad y en la modernidad líquida esta ha sido la
más fracturada.

“El miedo es más terrible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando
flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos. Miedo es el
nombre que le damos a la incertidumbre, a nuestra ignorancia con respecto
a la amenaza y a lo que se puede hacer para detenerla o combatirla”.

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