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Nací finalizando el siglo XVIII, en el Oriente del país, allá en Chaguaramal, Edo. Monagas.

Se han confundido diciendo que nací en Guarico en Chaguaramas, pero no soy oriental.
Hija de un patriota, hombre de confianza de Bolívar, el General Andrés Rojas y una negra
esclava africana Guadalupe. De allí mi piel de ébano. Nací esclava pero fui liberada.
Desde muy pequeña fui criada por doña Teresa Ramírez, quien se preocupo por mi y
hasta su apellido me concedió. Fui lavandera, pero desde muy joven acompañe a mi
padre en las actividades de la guerra, es allí donde nace mi inclinación por la causa
libertadora, estoy segura que lo llevó en la sangre.
En 1813 enfrentamos al realista Domingo Monteverde, este muy hipócrita nos dijo: Soy
muy conocidos la humanidad de mis sentimientos , esta provocación nos dio fuerza y
brios, nos unimos Graciosa de Sifontes, María Antonia Ramírez, Dolores Betancourt,
Marta Cumbale, y nos pusimos a las ordenes de Bermúdez, Piar y Monagas, defendimos
Maturin y organizamos un batallón con el nombre Bateria de mujeres formada por
nosotras las mujeres del pueblo al lado de los hombres patriotas que luchaban por la
independencia. Colaborábamos en la atención de los heridos y llevando las armas para
poder avanzar en el combate. Por momentos fuimos presa fácil de los realistas, pero nos
mantuvimos fuerte y el enemigo estuvo a raya sin poder entrar a nuestra población, donde
solo estaban escondidos los niños y los ancianos.
Saque fuerzas desde muy adentro de mi, mis ropas se convirtieron en girones hasta
lograr que Monteverde se tragara sus palabras.
Me dicen La Avanzadora porque llena de furia por las injusticias vividas siempre era la
primera en avanzar hacia el enemigo, Recuerdo un día que en medio de una lluvia de
balas, atravese el campo de batalla y le arranque su espada aun general realista muerto,
levante el arma como un estandarte de libertad.
Me enamore de un patriota, tuve un hija María, al llegar la independencia me retire a mis
tierras a descansar y a disfrutar de la Venezuela libre del yugo español

MONOLOGO DE MANUELITA SAENZ.


MANUELITA SAENZ:
LA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR.
Hoy, al ver tu foto me he devuelto en el tiempo y me encuentro 21 años atrás. Nuevamente y
como siempre estoy pensando en ellos y principalmente en el Libertador: Simón Bolívar.
No se en que momento, habiendo tantos labios tuve que besar los que fueron castigo, me
entregue a un amor poderosamente impulsado por la pasión, la sed de gloria y la ambición de
señorío. Ahora sufro el dolor de la soledad, de la ingratitud y el olvido. Goce de los frutos de lo
grande y lo maravilloso y saboree la hiel de las tristezas, del frio, del silencio y del abandono que
padecen las más altas cimas.
En mi despliegue de soberbia, inteligencia, sagacidad, orgullo, valentía, desinterés y señorío; se
escondía las lagrimas, la cobardía, los recuerdos que jamás se borran, las preguntas que
pareciera no encontrar jamás respuesta, el tiempo y la distancia que aun no actúan para poder
perdonar pero nunca olvidar.
Naci en Quito (Ecuador) a comienzos del año 1797. Fui una niña bien nacida y mal nacida. Bien
nacida pues mis padres, tanto madre como padre pertenecían a familias acaudaladas, de buena
posición social y como tal, de buenas relaciones sociales y políticas. Mal nacida, porque fui el
producto de un amor prohibido y permitido entre la misma sociedad “El Adulterio”. Y como
siempre los padres no son suficientemente maduros para aceptar las consecuencias de sus actos y
culpan a sus hijos para que sufran y asuman la inmadurez de ellos.
Mi padre Simón Sáenz se preocupo por comprar mi cariño o mejor pagar porque otras personas
me dieran el cuidado que él no estaba en condición de brindarme. De un momento a otro él
empezó a quedarse solo, pues mis tres hermanos están creciendo y piensa educarlos y hacer de
ellos militares y comerciantes, pero en sus proyectos no tiene a su hija, no me incluye en su vida
personal.
Mi madre María Joaquina Aizpuru ya no siente nada por mi padre, se van desapareciendo las
ilusiones sentimentales hasta llegar a no entregarse a mi padre. Ya no lo ama, ni siente atracción
por él, se ha extinguido la llama del amor y para siempre empieza a odiar poco a poco. En todos
esos sentimientos que mi madre siente hacia mi padre yo participo, me empiezo a quejar que
nunca tuve padre y permito poco a poco que en mi corazón brote y se alimente un sentimiento
capaz de hundir y volver polvo a quien se ponga delante, hombre o mujer.
Me casé muy joven, con el medico ingles Thorne, un profesional que me doblaba la edad; en ese
tiempo los matrimonios se arreglaban de familia a familia sin que rigiera el amor. Lo abandone
para vivir con el Libertador cuando se encontraba en toda su gloria, en la cima de todo poder.
Antes de entrar a la pubertad me faltaba por vivir una experiencia que marcaria mi vida: LA
REVOLUCION. Mi entusiasmo llegaba hasta el fanatismo. Mi vida se recopila en cuatro pilares: SER
LIBRE en cuanto amar con delirio u odiar en el mismo grado, SER REBELDE y revolucionaria,
ENTENDER la vida a lo grande y CONFRONTAR las ingratitudes, los desprendimientos y
generosidades hasta la actitud mas elevada.
Entonces entre lucha y lucha, con esfuerzos para lograr la libertad donde reinada la tiranía;
trabaje con desinterés abandonando mi fortuna y mi tranquilidad hasta lograr mi poder personal
que me llego a hacerme temible en Bogotá, Lima y Quito. Entonces mi celo femenino, mi
patriotismo, mis grandes amores y mis grandes odios que vibraban en mi alma comenzaron a
actuar poderosamente. Fue difícil para los conspiradores luchar con una mujer de semejante
carácter.
Con inteligencia sencilla y audaz, el 10 de agosto de 1828 le salve la vida al Libertador de una
muerte segura. Poco tiempo después, el 25 de septiembre del mismo año; igualmente le salve la
vida al Libertador, aunque me derribaron, me maltrataron, uno de los conspiradores golpeo mi
frente con sus botas, diez puñales me amenazaron. Pero… con el odio en el alma y en los labios
yo no cesaba de gritarles: Mátenme cobardes, maten a una mujer. Y desde ese momento llevo el
nombre de MANUELITA SAENZ: LA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR, y no porque en si yo haya
conquistado o libertado el corazón de Bolívar sino por salvar de las garras de la malicia su vida.
Al correr del tiempo, yo conservaba mi modo burlón por las cosas mas serias. Se forjaba en mi
espíritu femenino, endiosado por los triunfos, cierta vanidad y coquetería que comenzaba a ser
censurada. Una mujer de fuego y caprichosa, tan sólo risa y desprecio. Quizás estas historietas de
amor eran por no causar dolor, quizás moje mis labios con otros que supieran a miel, quizás calle
ante el deseo y termine siendo infiel.
Después de terminarse para siempre la carrera política de Bolívar, los meses sucesivos fueron las
angustias de la agonía. Yo no sabía llorar, pero en esos días aprendí a llorar. Iba creciendo en mí
la soledad sin que me diera cuenta y la trataba de ocultar con la entereza y el concepto de
valentía que todo el mundo tenia de Manuelita Sáenz.
El 8 de mayo de 1830 llego la hora del adiós que quizás el Libertador lo considero definitivo, pero
que yo interprete como pasajero. Era una de esas mañanas muy frías, muy tristes. El caminaba
directamente a la muerte y para mi estaba reservado un calvario de varios años. “No hubo
angustias en sus ojos ni en los míos, sin hipocresías ni cobardías, y calladamente le deje mi vida”.
Y el principio de m fin comenzó aquel fatídico 17 de diciembre de 1830, cuando el Libertador
murió y al darme cuenta que en su testamento escrito el 11 del mismo mes, no había pronunciado
mi nombre para nada. ¿Sería qué yo no había representado nada en su vida, o tal vez, se olvido
tan pronto de mi? No lo sé y es el momento que aun lo ignoro.
La primera idea y acción que pasó por mi mente fue la del suicidio. La grandeza de mi pasión
exigía un desenlace brusco y fatal; y fue entonces cuando me hice morder por una víbora. Mi
espíritu también estaba mordido por los múltiples venenos de todos los que me odiaban.
Probablemente creía poco o no creía nada en aquellos de unirse detrás de la tumba del ser
amado; pero así lo creyera, lo que determino mi suicidio fue la desesperación que mi vida de
heroína, de generala, de verdadero eje y centro de la vida política, se desplomara de lleno y
cayese a un abismo. Mis glorias, mi imperio, mi amor, mi felicidad y fortaleza se habían
destrozado.
Y comencé el peregrinaje triste que la vida me había preparado. Empecé a empeñar las joyas
pues estaba pobre y vencida. Dos años más tarde, dos años de soledad, de depresión, de tristeza
desesperante recibo la noticia de que el congreso de mi patria había autorizado mi retorno
después del exilio. Pero se rigió mi orgullo. Agradecí la gestión pero mantuve mi palabra, la
determinación estaba tomada y la llevaría hasta el final. En Parta, la gente al tomarme
confianza, comenzó a pedirme que apadrinase a los niños en el bautismo. Nunca me rehusaba,
con la única condición de que a los niños se les llamara Simón y a las niñas Manuela.
También me entregue al cuidado de varios perros, esta vez, puse a cada uno el nombre de algún
general, quizás para seguir mandándolos, para rechazarlos o tenerlos junto a mi, para obligarlos
a echarse a mis pies o para castigarlos. Quizás a alguno o algunos de ellos tuve que fusilar por
viejos o traicioneros. Quizás así cumplía mi venganza.
Y hoy después de 21 años de destierro me encuentro vieja pero no vencida, los muchos años han
caído ya sobre mis hombros. Mis palabras son fáciles, concretas y nada presuntuosas, dominando
en mí la ironía. En medio de la pobreza no amengua nunca mi dignidad ni mi orgullo. Las leyes de
la naturaleza no son las que me han dejado en este estado, sino las penas que roen mi corazón.
Mis enemigos lograron asesinarme moralmente con sus ingratitudes y calumnias.

NARRADOR: Murió desterrada y pobre, aunque muy altiva y digna, a los cincuenta y nueve años en
1856 por causa de la peste difteria. Esta mujer nunca se dio por vencida en ninguna
circunstancia, su carácter superaba a los mismos acontecimientos. A Manuelita la llamaban la
Tiranía porque revelaba a la vez la férrea voluntad que tenia, su influencia sobre el espíritu del
Libertador y el dominio autoritario sobre todos. El temperamento de Manuelita le exigió acción,
aprendió a luchar y sabía que el éxito no estaba en la defensa sino en la iniciativa. Siempre se
destaco por su ironía sutil y corazón despiadado.
Manuela rechazo íntegramente la herencia del marido, a pesar de la pobreza en la que vivía,
porque también el empecinamiento de su dignidad era grande. Sabía aceptar e imponerse las
consecuencias de sus actos. Jamás humilló su frente ante nadie.
La difteria apago esta vida por asfixia, al igual que la tisis ahogo la existencia de Bolívar también
por asfixia. Allá y aquí las ingratitudes, el olvido y la pobreza. Pero también la gloria y con ella
una radiosa inmortalidad.Su pecado original esta lavado ya en los manantiales de la libertad que
ella ayudo a descubrir. La muerte cegó la vida de esta extraordinaria mujer, como si quisiera
purificarla definitivamente y eternamente, a fin de que ocupe con totalidad y con el derecho que
le pertenece el sitio admirativo que le corresponde y en el cual hoy, mañana y siempre se
encontrara.
ELSY JOHANA GUIO HOYOS
LA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR -MANUELA SAENZ (Monólogo) (En un marco de cuadro antiguo,
Una mujer vestida de época (1800) lee un libro bajo la luz de las velas, lentamente levanta su
mirada como si le llamaran, luego, acicalándose su atuendo se levanta y sale del marco) – ¿Qué
quién soy?, Soy la mujer que salió del corazón del pueblo Ecuatoriano, con un fuego abrazador que
me consume, el fuego sagrado de la lucha, he conocido la opresión de ser criolla de sufrir el
encierro en los claustros de un convento y la humillación al tener que tomar como esposo a un
hombre que yo no amaba, soy la mujer que sin miedo busca la libertad de su pueblo. (Señalando)
Mirad allí está, desde mi balcón alcanzo a divisar el porte de libertador, no lo escucho, son
ensordecedoras las aclamaciones de la multitud en ésta plaza grande de Quito ¿Escuchan ustedes
qué dice? Espero que me vea. (Gritando llamando la atención, tal como si pasara a su lado) !Señor!
….Señor mío permítame ponerle esta corona de laurel sobre su frente… señor…señor…. (No la
escucha) Miradme un solo momento…!Señor!. ....Yo seré su apoyo, seré su fiel compañera,
dejadme marchar al lado de su tropa, dejadme sumarme a sus ejércitos, yo cuidare a los soldados
heridos y coseré las banderas desgarradas por la injusticia e inequidad. Solo dejadme luchar bajo el
celeste cielo de América y escuchar a su lado los gritos de batalla, dejadme recorrer los caminos
bañados por libertad, llevaré la bandera con orgullo y valentía. (Cambia de actitud, más serena y
habla al público) Así lo conocí, conocí al libertador, yo lo miré a sus profundos ojos y él me
encontró, en ese mismo instante supimos que nos habíamos estado buscando y nos encontramos,
y a partir de ese momento solo la muerte lograría separarnos, jamás olvidaré ese día que el
destino marcó nuestro encuentro “Junio 16 de 1822”,desde ese mismo instante en que se cruzaron
nuestros destinos, me convertí en su amazonas, su amante, su consejera y su fiel compañera,
estaba perdida en un rincón de la historia y él me halló y yo me deje encontrar, lo ame con pasión
con un fuego que nos quemó a los dos, yo estuve siempre a su lado y me conquistó y me liberó de
todas las cadenas que me habían puesto por mi condición de Americana y yo le entregue todo mi
ser y lo liberé del miedo y las angustias que éstas tierras del señor le estaban oprimiendo, y
marchamos juntos , con la frente en alto hasta entregar nuestra última gota de sangre por la
libertad de un pueblo que hoy es soberano. Soy Manuela Sáenz “La libertadora del libertador”
(Regresa a su puesto y continúa leyendo)

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