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Aborto

La interrupción del embarazo antes de la viabilidad fetal es un fenómeno muy frecuente


en la actividad reproductiva de los seres humanos, lo que tiene diferentes implicancias:
para la mujer constituye generalmente un impacto psicológico, motivo de frustración y
temor ante la posibilidad de recurrencia; para los servicios de salud significa un alto
costo dada su gran frecuencia y la complejidad de los estudios necesarios para
determinar sus causas, sobre todo cuando se transforma en un problema de infertilidad.
Por otra parte, el aborto inducido o provocado es causa importante de un alto número
de muertes maternas, sobre todo en los países del tercer mundo, donde se realiza
frecuentemente en forma clandestina, con malas condiciones de asepsia y por personal
no idóneo.

Definición. Es la interrupción espontánea o inducida del embarazo antes de la viabilidad


fetal. El límite sobre el cual se considera viable un feto puede ser definido desde dos
puntos de vista:
• Anatómico. A las 24 semanas, cada bronquíolo terminal se divide en dos para
formar los bronquíolos respiratorios, que a su vez se dividen en tres a seis
conductos alveolares que al adelgazarse el epitelio y adquirir una adecuada
irrigación, se transformarán en alvéolos. En ese momento, el pulmón está
capacitado para realizar la función respiratoria y por lo tanto, para marcar el límite
de la viabilidad. Con anterioridad no es posible el intercambio gaseoso a nivel
pulmonar (Patten, 1962; Arias, 1993; Moore, 2000).
• Cronológico. Se considera como límite una edad gestacional segura de veinte
semanas o un peso de 500 g (Pernoll & Benson, 1987a- Pernoll & Benson,
1987b). Ésta es la definición más antigua de aborto, que es bastante anterior a
la del límite anatómico. En relación al peso fetal, en unidades de neonatología
muy especializadas es posible rescatar fetos de 500 g, pero es algo excepcional.
Desde un punto de vista operacional o práctico, lo habitual es considerar un peso
superior a los 750 g como límite de viabilidad.
El aborto puede ser un fenómeno espontáneo, que ocurre sin mediar maniobras ni noxas
sobre el producto de la concepción, o bien inducido, en el cual existe una intervención
del ser humano, ya sea de la misma paciente o de terceras personas.

ABORTO ESPONTÁNEO
El proceso reproductivo humano es considerado como ineficiente, ya que se ha
demostrado que del 70% al 80% de las fertilizaciones termina en aborto, dentro de las
cuales el 28% se pierde antes de la implantación. Dos tercios de las pérdidas posteriores
a la implantación no son detectadas clínicamente, de manera que sólo podemos
evidenciar clínicamente del 15% al 18% de los abortos en el total de embarazos (Reece
y cois, 1992; Arias, 1993; Mishell, 1993).
Existe un aumento progresivo de la probabilidad de un nuevo aborto a medida que más
abortos le ocurran a una mujer; probabilidad que disminuye si ya ha tenido hijos vivos.
En mujeres que no tienen hijos vivos, después de un primer aborto la probabilidad de
un segundo aborto es del 19%, cuando ha habido dos abortos previos la probabilidad
sube al 35% y cuando ha habido tres abortos previos, ésta llega al 47%. Si la mujer tiene
por lo menos un niño vivo, la probabilidad de aborto es del 24% al 32%, independiente
del número de abortos previos (Reindollar, 2000).
La fertilidad va disminuyendo a medida que aumenta la edad de la mujer; así, la
probabilidad de aborto es del 9% en mujeres de 20 a 24 años y aumenta al 75% a los
45 años de edad (Nybo y cois., 2000)

Etiología
El aborto es de etiología muy variada y muchas veces es imposible de detectar, aunque
siempre se están descubriendo causas nuevas –especialmente en el terreno
inmunológico y genético- que se van agregando a la enorme lista de causas
contaminantes y de toxinas.

Causas genéticas
El hecho de que el aborto espontáneo sea tan frecuente en mujeres mayores de 45 años
sugiere que una gran proporción puede ser de causa cromosómica o genética. La
mayoría se produce antes de las ocho semanas de gestación. Frecuentemente se
expresan como huevo anembrionado. En abortos espontáneos se ha informado hasta
el 64% de alteraciones cromosómicas (Velasquez & Youlton, 1997). Del total de abortos
con alteraciones cromosómicas, el 80% es anembrionado y del 10% al 20% embrionado
(Reece y cois, 1992; Arias, 1993).
En estudios realizados en material ovular de abortos espontáneos se ha demostrado
que las alteraciones genéticas son muy variadas (Reddy, 1997), entre las que se
cuentan:
• Trisomías autosómicas por no disyunción del cromosoma 16, 21 ó 22. Son causa
del 60% de los huevos anembrionados (Arias, 1993; Reece y cois., 1992). Las
trisomías están relacionadas fundamentalmente con la edad materna, en
especial la 16 y 22, en cambio, otras trisomías pueden ser inducidas por causas
ambientales (Ford y cois., 1996).
• Triploidía. Existe un recuento promedio de 69 cromosomas. La causa más
frecuente es la doble fecundación de un óvulo. Se observa en el 1% del total de
las gestaciones y en el 15% al 20% de los abortos de causa cromosómica. Puede
manifestarse en un huevo anembrionado, en fetos con malformaciones
(onfalocele, holoprosencefalia, sindactilia, paladar hendido), en retardo del
crecimiento extrauterino o en molas parciales (Jauniaux y cois., 1997).
• Monosomía del cromosoma X (45, X). Se puede producir por no disyunción del
cromosoma durante la meiosis de cualquiera de los padres o por pérdida de un
cromosoma X en la fertilización. Menos del 10% de estos casos llega a término,
o se puede expresar como un síndrome de Turner, mientras que otros se
manifiestan en un saco con material amorfo en el que se inserta un delgado
cordón umbilical.
• Tetraploidía. Tiene un recuento de 92 cromosomas. Se produce por una falla de
la división citoplasmática después de la división cromosómica en las células
germinales. Se expresa como abortos muy tempranos o como huevos
anembrionados.
• Translocaciones o inversiones cromosómicas. Son poco frecuentes; constituyen
del 3% al 5% de los abortos de causa genética.
• Defectos en la fertilización. Se producen en su mayoría por una mayor dotación
cromosómica de los espermatozoides o por poliespermia, vale decir, cuando un
oocito es fecundado por más de un espermio, lo cual se debe a alteraciones de
la zona pelúcida o de la granulosa que permiten la penetración de más de un
gameto o por una población muy grande de espermios en el semen (Reece y
cois., 1992; Arias, 1993).

Los abortos por causa genética pueden expresarse clínicamente de las siguientes
maneras:
• Muertes fetales tempranas. Habitualmente no se detectan alteraciones en el
cariotipo. Se trata de mutaciones letales, es decir, de cambios en la estructura
de algunos genes que tienen la información genética de la síntesis del colágeno
o de genes que controlan la expresión de otros genes. Estas alteraciones pueden
ser aportadas genéticamente por el padre o la madre. Los espermatozoides
aneuploides no manifiestan su patología en forma de un aborto, ya que quedan
fuera de selección desde un comienzo; sin embargo, los diploides o triploides
pueden manifestarla en forma de morfología alterada. Estas alteraciones
persisten más allá de la fecundación, en una etapa más tardía del desarrollo,
cuando el gen se va a expresar. Por otra parte, los oocitos no siempre tienen
alteraciones en su cariotipo, sino que pueden sufrir transformaciones en su
estructura genética dentro del ovario dada su permanencia por varias décadas
en este órgano, por lo que tienen una mayor probabilidad de sufrir el efecto de
noxas mutagénicas.
• Huevo anembrionado. Se produce por alteraciones en la meiosis de los gametos
paternos o maternos, por superfecundación por más de un espermio o por
división cromosómica sin división del citoplasma (Reece y cois, 1992; Arias,
1993).También puede producirse por aumento de la consistencia de la zona
pelúcida, blastulación anormal o disminución del número de células en el disco
embrionario. Se expresa en forma de un embarazo bioquímico, es decir, sin
embrión, pero con presencia de gonadotrofina coriónica inicialmente. El saco
anembrionado retenido puede permanecer por bastante tiempo dentro del útero,
en ocasiones treinta días posnegativización de la gonadotrofina coriónica o
incluso durante todo el primer trimestre.
Actualmente se ha demostrado que en su etiología pudiera haber una alteración
de la desidualización del endometrio en la cual estaría involucrada la interleukina
11 y también alteraciones de la vascularización del trofoblasto. Esto hace pensar
que en el huevo anembrionado habría un embrión que originalmente era
cromosómicamente normal, pero que muere por falta de irrigación o fallas a este
nivel y luego se reabsorbe (Chen y cois, 2002; Aydinycols., 2006).

Defectos en la implantación
La implantación obedece a factores relacionados con una adecuada calidad del
endometrio, lo que depende fundamentalmente de una óptima relación estrógeno-
progesterona y de una relación cronológica muy fina entre el grado de maduración del
endometrio y el tiempo de desarrollo del blastocito. Lo normal es que cuarenta horas
después de la fecundación haya por lo menos un embrión de cuatro células. La calidad
del endometrio se altera en la Insuficiencia del cuerpo lúteo y secundariamente llega a
ser asincrónico con el desarrollo del blastocito.
Aun existiendo normalidad del endometrio y una adecuada cronología con el desarrollo
del blastocito, la Implantación se puede alterar por defectos genéticos o aneuploidías
del blastocito. La edad materna influye en forma importante en la Implantación. Sobre
los cuarenta años se pueden observar fibrosis de la musculatura uterina asociadas a
falla de la irrigación sanguínea del sitio de la implantación, alteraciones de la
microcirculación a nivel capilar del endometrio, alteraciones de su superficie y por lo
tanto, inadecuada formación de la decidua. La microcirculación a nivel del sitio de
implantación puede sufrir daño a nivel endotelial debido a sustancias oxidantes producto
del estrés oxidativo (Gupta y cois, 2007).
La trombofilia y las enfermedades autoinmunes del tiroides también se pueden asociar
a defectos de la implantación (Bellverycols., 2008).

Anomalías anatómicas adquiridas


Los miomas submucosos o los intramurales de gran tamaño pueden ser causa de aborto
a través de una alteración de la irrigación o de una reacción inflamatoria en el sitio de
implantación del endometrio.
Legrados uterinos muy enérgicos o realizados en abortos sépticos o provocados pueden
producir zonas de isquemia en la cavidad uterina en el 22% al 66% de los casos
respectivamente (Arias, 1993). Mediante la histeroscopia se detectan bandas fibrosas o
sinequias que van de una pared a otra de la cavidad uterina, las cuales pueden no tener
endometrio o bien una estructura e irrigación sanguínea insuficiente. Si se llega a
producir implantación, el aborto también puede ocurrir por una cavidad que no puede
distenderse en forma adecuada a medida que va creciendo el producto de la
concepción. Este cuadro clínico se conoce como síndrome de Asherman (Pernoll y
Benson, 1987). La incompetencia cervical es otra anomalía anatómica frecuente que se
caracteriza por ser causa de aborto de mayor edad gestacional, generalmente después
de las catorce semanas. Se produce una alteración en la resistencia del orificio cervical
interno que no permite mantener su contenido dentro de él, expresándose como un
aborto tardío y generalmente con escaso dolor o contracciones uterinas. La
incompetencia cervical se asocia a anomalías congénitas del útero, de manera que
siempre hay que buscar dirigidamente estas malformaciones y viceversa. Otras causas
de incompetencia cervical son los traumatismos del cuello uterino secundarios a partos
vaginales con desgarros severos, maniobras de dilatación con fines abortivos o
conizaciones por lesiones neoplásicas preinvasoras. El acortamiento del cuello uterino
determinado por medio de ultrasonografía tiene buena correlación con aborto en
embarazos de segundo trimestre y puede ser un buen elemento de juicio para indicar
un cerclaje, especialmente cuando las mediciones se hacen en forma seriada (Althuisius
y cois, 2002; Althuisius & Dekker, 2004; Althuisius & Dekker, 2005).

Daño por sustancias químicas o irradiación


Las sustancias químicas o tóxicos en etapas iniciales de la embriogénesis no producen
alteraciones directas e inmediatas del embrión, sino mutaciones letales que en una
etapa posterior se harán evidentes y producirán el aborto.
El alcohol y el cigarrillo pueden producir aborto espontáneo por efecto tóxico directo en
el embrión. La madre que fuma tiene un riesgo mayor de aborto que la que inhala humo
de proveniente de otras personas que están fumando alrededor. En el humo del cigarrillo
hay hidrocarburos poliaromáticos que inducen en la placenta la producción de radicales
libres biotóxicos que son solubles en agua y que dañan al feto. Las madres que fuman
más de catorce cigarrillos diarios tienen 1,6 veces más riesgo de aborto espontáneo.
Estos abortos tienen cariotipo normal, lo que estaría indicando que existiría un efecto
tóxico directo de las sustancias químicas del humo sobre el embrión. Entre ellas, es
posible que sea la nicotina misma y su efecto vasoconstrictor y teratogénico o el
monóxido de carbono, que produce hipoxia al ligarse irreversiblemente a la hemoglobina
(Kline y cois., 1995). Se ha demostrado in vitro que la nicotina produce insuficiencia del
cuerpo lúteo, con disminución de la síntesis de progesterona y es precisamente por ese
mecanismo que puede ser factor de riesgo de aborto (Goczey cois., 1999).
La ingesta de alcohol es perjudicial durante la primera semana de concepción, con
riesgos de aborto temprano en relación a ingestas de diez o más veces en la semana
(Henriksen y cois., 2004). Beber alcohol dos veces por semana implica un riesgo dos
veces mayor de tener un aborto en etapas más tardías debido al efecto tóxico directo.
El riesgo sube a tres veces cuando la ingesta es diaria (Mishell, 1993; Kesmodel y cols.,
2002). La relación aborto espontáneo-ingesta de alcohol es importante mientras más
precoz sea el consumo, sobre todo cuando la mujer no se da cuenta de la presencia de
embarazo y está consumiendo alcohol en cantidad moderada o excesiva. No existe
riesgo cuando se consume antes del embarazo (Windham y cois., 1997). Según el
momento de la embriogénesis, el alcohol puede producir malformaciones del corazón,
cerebro y riñón (Floyd y cois., 1999). En base a estos datos se puede concluir
categóricamente que se debe prohibir absolutamente el alcohol a toda madre que decide
embarazarse o por lo menos hasta las doce semanas de gestación. De allí en adelante
se deberá ser muy cuidadoso en permitir la ingesta, la que deberá ser muy moderada,
no más de una a dos veces a la semana.
El níquel es una sustancia química tóxica para el embrión a través de un efecto
mutagénico que lleva a muerte celular en fases críticas del desarrollo (Golub, 1992).
Se ha observado que algunos defectos del tubo neural incompatibles con la vida están
relacionados con bajas concentraciones séricas de selenio y zinc y altas
concentraciones de cobre y plomo (Cengiz y cois., 2004).
Las radiaciones ionizantes, especialmente cuando son aplicadas a los ovarios,
producen disyunción cromosómica de los gametos y por lo tanto abortos con
aberraciones cromosómicas, las que son más frecuentes mientras mayor sea el nivel de
radiación. La radiación produce un impacto mayor en la etapa de organogénesis que en
el período periimplantación. Se pueden observar anomalías del desarrollo con dosis de
10 a 100 rads. Esto equivale aproximadamente a una pielografía o una colecistografía
(Reece y cois., 1992; Arias 1993).
El éter del etilenglicol, solvente usado en industrias electrónicas, tiene un efecto
perjudicial en mujeres en edad fértil, lo que resulta en un riesgo relativo de aborto del
2,8% y un riesgo de infertilidad 4,6 veces mayor. Este tóxico se absorbe por vía cutánea,
tiene una vida media larga, y se acumula y actúa impidiendo la formación de ácidos
nucleicos (Correa y cois., 1996). El agua potable o cualquier agua de bebida,
dependiendo de las condiciones locales de producción o de tratamiento, puede contener
sustancias químicas potencialmente abortivas o relacionadas etiológicamente con
aborto. Las autoridades sanitarias deben estar alertas para tomar medidas de control,
en caso de que en algunas localidades se observe una frecuencia mayor de abortos o
malformaciones.
Las sustancias más conocidas presentes en el agua son: plomo, metilmercurío,
arsénico, cadmio, cromo, selenio, plata y flúor. Se ha observado la presencia de algunas
toxinas producidas por hongos, que pueden desarrollarse en algunas aguas, como la
zearalanona, que ha mostrado un importante efecto abortivo en animales (Golub, 1992).
El óxido nitroso o protóxido nitroso (N2O) usado con fines anestésicos y en condiciones
de baja ventilación tiene un riesgo relativo de aborto del 2,6%. Este fenómeno se ha
observado en auxiliares dentales o mujeres que trabajan en pabellones quirúrgicos. No
se sabe exactamente cuál es su mecanismo de acción (Rowland y cois., 1995).
El óxido de etileno, usado para esterilizar instrumental, cuando es inhalado sin
protección alguna tiene un riesgo relativo de aborto del 2,5%. Esto se puede observar
también en mujeres que trabajan en clínicas dentales o en unidades de esterilización.
No hay que olvidar que este gas tiene un efecto alquilante, mutagénico, teratogénico y
carcinogénico (Rowland y cois., 1995).
El pentaclorofenol, fungicida que se utiliza para proteger muebles del efecto de hongos,
produce intoxicación por inhalación, inhibiendo la fosforilación oxidativa a nivel
mitocondrial.
Es una causa de aborto fácil de descartar a través de un adecuado interrogatorio
(Maeyery cois., 1995).
Como sustancia contaminante en la tierra o en el agua, el plomo puede aumentar el
riesgo de aborto espontáneo. Con concentraciones en sangre sobre 5 µg/dL empieza a
aumentar el riesgo y por cada 5 µg/dL de aumento, el odds ratio sube el 1,8% (Borja-
Aburto y cois., 1999). El plomo como contaminante en el ambiente se observa sobre
todo en países en desarrollo.

Carencia de oligoelementos
Existe una correlación importante de aborto de primer trimestre con bajos niveles séricos
de selenio. Este oligoelemento tiene un efecto antioxidante importante que protegería al
ADN y a las membranas biológicas del efecto tóxico de radicales libres. La reducción
incompleta del oxígeno a agua produce liberación de radicales libres (superóxido e
hidroxilos), que son extremadamente reactivos e inestables, de manera que pueden
dañar el ADN, las proteínas de las membranas y peroxidar los lípidos. Los radicales
superóxido son reducidos a peróxido de hidrógeno (H202), que no siendo un radical
libre, penetra fácilmente a las células liberando iones hidroxilos, que son los que
producen el daño. El selenio mantiene activa a la glutatión peroxidasa que transformaría
el peróxido de hidrógeno en agua, quitándoles por lo tanto sus propiedades tóxicas hacia
la célula.
Es posible que las bajas concentraciones plasmáticas de selenio en algunas pacientes
que abortan se deban a un menor aporte dietético (Barrington y cois., 1996).

Anomalías endocrinas
Deficiencia del cuerpo lúteo. En la mujer no embarazada, el diagnóstico se establece en
la fase secretora del ciclo menstrual por un desfase de dos o más días entre las
características histológicas del endometrio y el día del ciclo.
En la embarazada, la medición de los niveles de progesterona no son muy útiles, ya que
ésta es secretada por el cuerpo lúteo en forma pulsátil. En general las pacientes son
tratadas con progesterona en embarazos después de inducción de ovulación o cuando
hay niveles de progesterona menores de 15 µ/mL. Es posible que madres fumadoras
puedan tener insuficiencia del cuerpo lúteo a través del efecto de la nicotina en las
células de la granulosa, disminuyendo la síntesis de progesterona (Gocze y cois., 1999).
Niveles elevados de andrógenos pueden producir disfunción del cuerpo lúteo y aborto
antes de las catorce semanas de gestación. Estas pacientes presentan hirsutismo,
elevados niveles de testosterona plasmática y de sulfato de dehidroepiandrosterona.
Dentro de las causas más frecuentes de aumento de los andrógenos está el síndrome
de ovario poliquístico, en el cual no sólo hay incremento de andrógenos, sino también
un aumento sostenido de LH, lo que puede producir alteraciones en el funcionamiento
del cuerpo lúteo. En un embarazo normal los niveles de gonadotrofina coriónica se van
duplicando cada 1,3 a 2 días (Pernoll & Benson, 1987a y b). Se ha demostrado una
relación directa entre las alteraciones en el tiempo de duplicación de los niveles
plasmáticos de la gonadotrofina coriónica y el aborto, no así en los niveles absolutos de
esta hormona. Esto incidiría directamente en la producción de estrógenos y
progesterona por el cuerpo lúteo y por lo tanto en la posibilidad de que se produzca un
aborto espontáneo (Alam & Zegers, 1999).

Infección
Descartado el aborto inducido en forma clandestina, las infecciones por bacterias
inespecíficas, endógenas, son una causa poco frecuente de aborto en gestaciones
menores de trece semanas. La infección bacteriana se produce por vía ascendente,
siendo el factor de riesgo fundamental la incompetencia cervical. Como causas
específicas se describen: varicela (Oyer y cois., 1998), parvovirus, sarampión,
toxoplasmosis, herpes simple, Treponema pallidum, Listeria (Bille y cois., 2006),
Chlamydia trachomatis, Mycoplasma hominis y Ureaplasma.
En países donde la toxoplasmosis es frecuente, si la mujer se infecta antes del
embarazo, hasta un tercio de ellas puede terminar en aborto espontáneo. Si la infección
ocurre al inicio del embarazo, el riesgo es aún mayor (Crucerescu, 1998; Palicka & Zitec,
1998).
La vaginosis, situación en la cual existe un incremento importante de la flora anaeróbica
y de Gardnerella vaginalis, no había sido considerada como un factor de riesgo de
aborto espontáneo, sin embargo, ya existen evidencias de que junto a infecciones por
Mycoplasma hominis y Ureaplasma urealyticum, puede provocar la pérdida del
embarazo en el primer trimestre.
Las pacientes con vaginosis demostrada en la primera consulta prenatal tienen un riesgo
relativo del 5,4% de tener un aborto espontáneo (Gilbert & Donders, 2000).
Es posible que los polisacáridos de la pared bacteriana inicien la producción de
prostaglandinas y con ello gatillen el inicio del aborto, mediante un aumento importante
de la actividad uterina (Aisembergy cois., 2007).

Separación corioamniótica o hematoma subcoriónico


Por causas que se desconocen, se produce la separación entre el amnios y el corion o
entre el corion y la decidua. Esto se manifiesta en forma de metrorragia y contracciones
uterinas en el primer trimestre. La ecografía muestra un espacio entre las membranas y
la pared uterina que deforma el saco amniótico. La frecuencia de aborto es cinco veces
mayor que en casos de sangrado de primer trimestre sin la imagen descrita (el 25% y el
5%, respectivamente).
Si el embarazo continúa más allá del primer trimestre, el pronóstico obstétrico es
favorable (Farrel & Owen, 1996).
Estrés psicológico
Ha sido una causa muy discutida a través del tiempo y que está rodeada de mitos. Es
un hecho cierto que el estrés produce cambios endocrinológicos e inmunológicos que
cuando se mantienen en el tiempo pueden producir enfermedad. El estrés laboral
aumenta el riesgo de aborto sólo en pacientes mayores de 32 años (riesgo relativo:
2,45%), en mujeres fumadoras (riesgo relativo: 2,96%) y en primíparas (riesgo relativo:
2,27%) (Fenster y cois., 1995; Neugebauerycols., 1996). Algunos esfuerzos físicos,
específicamente levantar pesos mayores de 9 kg por lo menos una vez al día, tiene un
riesgo relativo de aborto espontáneo del 1,7% (Zhang & Bracken, 1996).
Se plantea la hipótesis de que el mecanismo por el cual el estrés se asocia con el aborto
es a través de una disminución de la inmunidad (Boyles y cois., 2000; Andalib y cois.,
2006). Otros autores plantean que el estrés produciría aumento de la permeabilidad del
intestino a las bacterias que existen en el lumen y a través de ellas, gatillan fenómenos
inflamatorios locales en el útero que podrían ser factor de riesgo de aborto (Friebe &
Arck, 2008).

Edad materna
Es un factor de riesgo de aborto muy importante, sobre todo en mujeres que han estado
en tratamiento por infertilidad. Las pacientes con antecedente de infertilidad que tienen
más de 36 años tienen un riesgo relativo de aborto espontáneo cercano al 9% respecto
de mujeres de menor edad, aunque se observe un embarazo con embrión vivo en la
ecografía (Smith & Buyalos, 1996). Es probable que la edad del oocito sea crítica y que
ello esté relacionado con una mayor probabilidad de aberraciones cromosómicas. Se ha
demostrado experimentalmente que implantar oocitos nuevos en hembras añosas no
produce aborto, pero hay pérdida del producto cuando se implantan oocitos viejos en
úteros de hembras jóvenes (Reece y cois., 1992; Arias, 1993).

Diagnóstico
Es fundamentalmente clínico, con un importante apoyo de la ultrasonografía. El aborto
puede producirse en forma absolutamente silenciosa y la mujer sólo se informará en un
control ecográfico de rutina y otras veces puede expresarse en forma de contracciones
uterinas dolorosas con o sin sangrado concomitante, que muchas veces no indican de
manera alguna que el producto esté vivo o no, como tampoco tiene un valor pronóstico.
Desde este punto de vista, podemos distinguir conceptualmente las siguientes etapas:

Amenaza de aborto. Presencia de contracciones uterinas dolorosas y frecuentes. A la


especuloscopia no se constata sangrado, en el tacto vaginal no se aprecian
modificaciones cervicales y el útero es de un tamaño acorde al tiempo de amenorrea.

Síntomas de aborto. Contracciones uterinas frecuentes acompañadas de sangrado


genital moderado (en una cantidad menor o igual a una menstruación). A la
especuloscopia, descartadas las lesiones de cuello que pueden provocar el sangrado
(ectropión, pólipos, miomas endocervicales, cervicitis, etc.), se observa salida de sangre
a través del orificio cervical externo. Al tacto vaginal el útero se aprecia de tamaño
adecuado a la edad gestacional y no hay modificaciones del cuello.

Aborto en evolución. El útero presenta un tamaño acorde a la edad gestacional, a veces


discretamente menor y el cuello se encuentra permeable y a través de él se pueden
palpar partes fetales o restos ovulares. Lo característico es la persistencia de
contracciones uterinas que pueden ser más dolorosas que en el síntoma de aborto.

Restos de aborto o aborto incompleto. La paciente ya no tiene contracciones uterinas


dolorosas o son mínimas, el útero se encuentra de un tamaño menor al que
correspondería a esa edad gestacional, puede haber sangrado de diferente cuantía y
en ocasiones se pueden palpar restos en el canal cervical.
Aborto completo. Interrogando a la paciente dirigidamente relata que expulsó un feto o
material que ellas describen como "trozos de carne, vesículas o coágulos" después de
lo cual desaparecieron las contracciones uterina dolorosas y el sangrado disminuyó a
una cantidad menor que una regla. Al examen el útero se encuentra de tamaño normal
o levemente aumentado de tamaño, el cuello puede estar abierto, entreabierto o cerrado
y el sangrado es muy escaso. La permeabilidad del cuello depende del tiempo que ha
transcurrido entre el aborto y el momento en que se examina a la paciente. Después de
un aborto de primer trimestre el cuello ya se encuentra cerrado a las 72 horas de ocurrida
la expulsión del contenido intrauterino.

Aborto retenido. Clásicamente se ha descrito como la presencia de un saco estacional


con una longitud mayor de 10 mm a la ecografía transvaginal, o 35 mm de diámetro
mayor en la ecografía abdominal, sin embrión en su interior o con embrión pero sin
actividad cardíaca. Sin embargo, en seguimientos de pacientes hasta por ocho semanas
con el diagnóstico de aborto retenido en base a estos parámetros, nos hemos
encontrado con casos en los cuales con un saco de 30 a 35 mm en la ecografía
transvaginal, posteriormente se visualizó un embrión vivo (Pierotic & Silva, 1994). Por lo
tanto, es aconsejable poner un límite de un saco con un diámetro mayor de 35 mm en
un solo examen ultrasonográfico vaginal, en el cual no se visualiza embrión, para
plantear el diagnóstico de aborto retenido. Clínicamente, la paciente en general no
presenta síntomas o bien son de baja intensidad: ausencia de molestias características
del embarazo (náuseas, vómitos, mastodinia, etc.), disminución de la tensión mamaria
y del tamaño de las mamas o un escaso sangrado. Con sacos gestacionales de menor
tamaño se puede plantear el diagnóstico sólo con dos exámenes ultrasonográficos
separados por dos semanas, en los cuales no se visualiza embrión o el crecimiento del
saco es insuficiente para el normal en esas dos semanas. El intervalo no puede ser
menor de dos semanas, ya que las variaciones de las mediciones son comparables con
el error interobservador o intraobservador.

Aborto inevitable. No indica necesariamente que el pronóstico es ominoso en todos los


casos, sino más bien que existe una gran probabilidad de que ocurra una pérdida fetal
o embrionaria. Si bien es cierto que antiguamente la palabra indicaba un proceso
irreversible, con el uso de la ecografía se vio que muchas pacientes que eran
clasificadas como aborto inevitable, mediante una conducta expectante y conservadora
continuaban con una gestación viable. Se pueden distinguir cinco criterios para el
diagnóstico de aborto inevitable:

• Cuello borrado y dilatado sobre 1 cm.


• Metrorragia masiva, que la paciente describe como mayor que la de una menstruación
o en que el sangrado mancha su ropa interior o la cama. Puede o no acompañarse de
modificaciones del cuello uterino. No necesariamente deben existir alteraciones
hemodinámicas.
• Desprendimiento ovular. Se produce separación parcial o total de la placenta. Estando
el cuello cerrado hay aumento de la presión dentro del útero, con intenso dolor de
carácter constante en el hipogastrio acompañado de borramiento del cuello; pero por la
rapidez con la que se produce el fenómeno éste se mantiene cerrado por un par de
horas, lo que exagera el dolor de la paciente. Al examen, el cuello del útero se palpa
puntifome, borrado completamente, muy tenso, de consistencia dura y con una forma
semejante a un trompo sin púa.
• Rotura ovular. En general las membranas ovulares se rompen por infección e
inflamación, lo que se traduce en la pérdida de líquido claro, de cuantía variable y de
olor característico. A la especuloscopia se aprecia la salida de líquido a través del orificio
cervical externo, el útero se encuentra de menor tamaño para la edad gestacional y
puede haber contracciones uterinas dolorosas. Es frecuente que dentro de las primeras
72 horas la mayor parte de estas pacientes inician trabajo de aborto.
• Infección del saco amniótico y de su contenido. Se asocia habitualmente a rotura
ovular. Puede haber fiebre. En la especuloscopia se puede apreciar pérdida de líquido
amniótico de aspecto purulento, a veces de mal olor.
En el hemograma hay leucocitosis sobre 10.000 x mm3 y la proteína C reactiva suele
estar elevada.

La ultrasonografía en el diagnóstico del aborto


En todas las formas clínicas de aborto o en la etapa en que se encuentre, es necesario
del apoyo de este medio de diagnóstico, que en lo posible deberá ser transvaginal.
Dependiendo de la resolución del equipo, alrededor de las cinco semanas de gestación
se puede observar un pequeño saco gestacional con un embrión de 3 mm. Una semana
después ya es posible observar el latido del corazón fetal. El saco vitelino es visible
cuando el embrión tiene 15 mm. El espacio entre la decidua capsular y parietal se llena
completamente entre las 12 y las 14 semanas de amenorrea.
Cuando el clínico practica este examen en una paciente con una gestación inicial, sobre
todo si tiene molestias sugerentes o que indican que puede abortar, debe buscar
dirigidamente los siguientes signos ecográficos.

Signos ecográficos de mal pronóstico


• Saco gestacional discordante con la edad gestacional, sobre todo cuando existe fecha
de última regla confiable o una ecografía previa.
• Saco gestacional deformado o de bordes irregulares.
• Reacción decidual, es decir, la presencia de un halo blanquecino y ecorrefringente que
rodea el saco, que está expresando inflamación de la decidua, infiltración leucocitaria y
edema en las membranas ovulares.
• Desprendimiento ovular. Visualización de zonas econegativas, de consistencia
sonográfica líquida e irregulares que deforman el saco. Se observan en pacientes cuyo
principal signo es el sangrado. Corresponden a zonas de desprendimiento o hemorragia
extracoriónica que muchas veces se inician en desprendimientos de los bordes de la
placenta. Es importante saber diferenciar este signo de aquella etapa fisiológica en que
la decidua capsular no se ha unido a la decidua parietal. En este caso los límites son
muy definidos y regulares, el saco conserva su forma y el líquido que se observa en esa
zona es de baja densidad y muy homogéneo. En el caso del desprendimiento la
densidad acústica es heterogénea debido a la mezcla de coágulos y sangre líquida. La
visualización de un saco gestacional y un desprendimiento extracoriónico pueden ser
confundidos con una gestación doble, biamniótica. El diagnóstico es difícil si no se
observan embriones en ambos sacos.
• Ausencia de embrión en un saco mayor o igual a 35 mm en una ecografía transvaginal.
Corresponde a un huevo anembrionado. Hay una clara relación entre la presencia de
latidos cardíacos a las seis semanas de gestación y el pronóstico. La no visualización
de latidos en un embarazo de seis semanas implica una alta probabilidad de que termine
en aborto; por el contrario, observarlos es una garantía que se le puede dar a la paciente
de que su embarazo probablemente seguirá un curso normal. Si a las ocho semanas no
se observan latidos cardíacos, se puede concluir en forma categórica que el embarazo
está perdido.

Mediante transductor vaginal se pueden observar otras imágenes que se consideran de


mal pronóstico:
• Dilatación cervical.
• Borramiento del cuello.
• Signo del embudo (funneüng), que es la consecuencia del borramiento del cuello
uterino visto desde el orificio cervical interno, donde se observa una imagen de las
paredes del canal cervical que confluyen hacia éste dándole la forma de un embudo.
• Protrusión de las membranas a través del cuello, lo que se observa especialmente en
pacientes con incompetencia cervical. Si la salida de las membranas de la cavidad
uterina es importante, puede dar el aspecto de reloj de arena.
• Presencia de saco vitelino y ausencia de embrión, situación que sugiere una aberración
cromosómica.

Los signos de mal pronóstico no tienen un carácter de irreversibilidad. Siempre se debe


realizar una segunda ecografía siete a catorce días después para comparar el
crecimiento del saco y la aparición de embrión con actividad cardíaca. Si no se logra
demostrar crecimiento o no se observa embrión, estamos frente al diagnóstico de aborto
retenido.
La ecografía también es útil en el diagnóstico de la enfermedad trofoblástica: la cavidad
uterina se encuentra llena de celdillas semejantes a un panal de abejas. Esto puede
acompañarse de la presencia de embrión (mola embrionada).
No hay que olvidar que en abortos retenidos de muchos días o semanas es posible
observar degeneración hidrópica de la placenta, que tiene una imagen semejante, pero
con celdillas de menor nitidez y con mayor densidad acústica entre ellas. También se le
denomina imagen atípica de mola. Esto deberá ser informado al clínico, el que podrá,
ante la duda, hacer un estudio histopatológico de los restos ovulares una vez evacuado
el útero.
En la etapa final de un aborto, sobre todo cuando ha habido expulsión de contenido
uterino, se puede determinar por ecografía si hay restos ovulares o no, lo que tiene
importancia para decidir sobre la necesidad de efectuar un legrado. Los restos ovulares
tienen un aspecto de material ecorrefringente amorfo o heterogéneo. No hay que olvidar
que este signo no es específico y que puede corresponder a coágulos u otra estructura
patológica endouterina (pólipos, hiperplasia, miomas submucosos, etc.). Una buena
anamnesis y examen físico y el seguimiento ecográfico nos pueden dar mayor claridad
diagnóstica.
De las tres dimensiones de la cavidad uterina, la más importante es la anteroposterior.
Si ésta mide sobre 15 cm y el contenido es heterogéneo, la probabilidad de que se trate
de restos ovulares es alta (Nielsen y cois., 1996). Si el aborto ha sido completo, se
observa una cavidad uterina homogénea con aspecto de vidrio esmerilado que no
supera los 10 a 15 mm (Abarzúa & Silva, 2000).
La ecografía es de gran utilidad cuando se asocia a mediciones de subunidad
betaplasmática. Esto es muy importante cuando nos enfrentamos a una paciente con
diagnóstico bioquímico de embarazo y que sangra, especialmente si estamos pensando
como alternativa diagnóstica el embarazo ectópico. Si no se observa saco gestacional
y los niveles de subunidad beta superan las 1.500 UI/mL es patognomónico de un
embarazo ectópico, lo que nos obliga a actuar consecuentemente realizando una
laparoscopia, una laparotomía o tratamiento con metotrexato (Jouppila & Huhtaniemi
1980; Silva, 2003b).
El estudio por Doppler puede predecir con bastante certeza la probabilidad de un aborto,
sobre todo si existe el antecedente de abortos anteriores (Leible & Walton, 1998). La
alteración del índice de pulsatilidad de las arterias uterinas tiene un odds ratio de 2,9
(LC 95%:1,5 a 5,8) en cuanto a su asociación a aborto. El Doppler también tiene una
buena sensibilidad para diferenciar trofoblasto de restos ovulares (Alcázar & Ortiz,
2002).
A pesar de todos los elementos disponibles para diagnosticar un aborto, cuando el
diagnóstico es solamente clínico y la paciente es legrada por restos ovulares, puede
tratarse realmente de un embarazo ectópico y en ese caso la paciente puede volver
algunos días después del alta con un embarazo ectópico complicado. En esos casos, al
realizar el legrado es importante observar con "intencionalidad" lo que se extrae como
restos ovulares, ya que si tienen aspecto de endometrio, puede corresponder a una
reacción decidual de un embarazo ectópico. Ante la duda, es preferible enviar una
muestra a estudio histopatológico. Si hay signos de Arias Stella, ello significa alta
sensibilidad para embarazo ectópico (Hott y cois., 1995).

Tratamiento
Cuando una paciente consulta por aborto en cualquiera de sus etapas, sólo es posible
indicar algunas medidas paliativas para disminuir la sintomatología o el sangrado. En
ese momento no es posible enfrentar la verdadera causa del problema, que debe ser
investigada una vez que se ha resuelto el caso, en especial cuando el aborto es
recurrente.
Ante un primer aborto, generalmente no es necesario iniciar la investigación de su causa
porque la paciente puede estar dentro del rango estadístico promedio.

Medidas generales
Amenaza o síntomas de aborto. Una vez realizada la ecografía es necesario tranquilizar
a la paciente y explicar los hallazgos de ésta y su pronóstico. Es frecuente que la
paciente tenga dolor y sangrado escaso que si se acompaña de una ecografía normal,
especialmente si se observa embrión, tiene muy buen pronóstico. No hay que olvidar
que en el período posterior a la implantación puede haber un pequeño sangrado o goteo
que se considera fisiológico cuando se asocia a ecografía normal. La única indicación
es el reposo y un control clínico y ecográfico a la semana. Los antiespasmódicos, en
cualquiera de sus formas, tan ampliamente usados, no tienen efecto en la evolución de
la enfermedad porque no están tratando la causa y ni siquiera tienen una acción efectiva
en la relajación de la musculatura lisa del útero. No es necesario hospitalizar, pero sí es
recomendable el reposo en el domicilio.
En pacientes con contracciones uterinas dolorosas y metrorragia, sin modificaciones del
cuello uterino o cambios del tamaño del útero, es necesario realizar una ecografía para
descartar desprendimiento ovular, placenta previa, algún grado de acretismo y
embarazo ectópico. Si hay signos de desprendimiento ovular se debe realizar
diagnóstico diferencial con la separación fisiológica de las deciduas y el embarazo
gemelar. Descartadas las patologías mencionadas, el tratamiento es el reposo
domiciliario y esperar la resolución espontánea. En caso de que la sintomatología
disminuya, deberán realizarse ecografías semanales para determinar la vitalidad
embrionaria o fetal. Cuando se envía a la madre al domicilio, es importante indicarle que
consulte en un servicio de urgencia en caso de sangrado de una cuantía mayor que una
menstruación, para una evaluación ecográfica.

Aborto retenido. La evacuación uterina no es una necesidad perentoria, especialmente


en pacientes jóvenes y nuligestas, en las cuales hay que evitar en lo posible el legrado
por las eventuales complicaciones que pudieran comprometer su fertilidad futura:
incompetencia cervical por una dilatación forzada y enérgica del cuello uterino o
adherencias entre las paredes uterinas por un legrado exagerado (síndrome de
Asherman).
Por estas razones, estos casos es preferible optar por una conducta expectante que
culmine con un aborto completo, sin necesidad de legrado (Griebel y cois., 2005). La
paciente puede esperar hasta las ocho semanas de gestación sin ningún riesgo, al cabo
de las cuales el 42% ha abortado espontáneamente sin necesidad de legrado; el 36%
ha modificado las condiciones del cuello uterino favorablemente, lo que facilita un
legrado expedito y carente de complicaciones y el resto puede necesitar legrado con
dilatación en forma electiva por diversas razones
(Pierotic & Silva, 1994). La ausencia de flujo pulsátil en el lecho de implantación de la
eco Doppler puede ser una forma de pronosticar con cierta seguridad que ocurrirá la
expulsión de los restos ovulares dentro de la semana siguiente. Esto es una forma de
evitar hospitalizaciones innecesarias para legrado en pacientes que no desean esperar
hasta las ocho semanas de gestación (Schwarzlery cois., 1999). Otros autores han
descrito baja de la velocidad del flujo en el saco vitelino y en el espacio intervelloso
como un elemento diagnóstico precoz de aborto retenido (Kurjak & Kupesic, 1998).
Por razones personales de la paciente o por presión asistencial, muchas veces nos
vemos enfrentados a la necesidad de evacuar el útero sin esperar evolución
espontánea, para lo cual existen los siguientes métodos:

Misoprostol. Es una prostaglandina sintética semejante en su estructura a la PGE1.


Dentro de sus múltiples efectos, produce maduración del cuello uterino e intensa
actividad contráctil del útero. Se aplican 200 a 400 ¿ug en el fondo de saco posterior
de la vagina o en el orificio externo del cuello uterino si se encuentra entreabierto.
En el 70% de las pacientes se inicia trabajo de aborto con expulsión del contenido
uterino dentro de las 24 horas siguientes (Jain & Mishell, 1994).
En una baja proporción de pacientes es necesario realizar legrado por la presencia de
restos ovulares, traducida en un sangrado importante postaborto o por un diámetro
anteroposterior de la cavidad uterina mayor a 15 mm.
En el 20% de los casos se produce aborto completo, sin necesidad de legrado (Cortéz
& Silva, 1999).
Excepcionalmente no hay respuesta y es necesario evacuar el útero mediante otros
medios, pero por lo menos el cuello uterino disminuye su consistencia y se acorta, lo
que facilita otros procedimientos.
Las ventajas respecto de la PGE2 son el bajo costo, menos efectos secundarios (fiebre,
vómitos, diarrea o bochornos) y mayor incidencia de abortos completos, que no
necesitan legrado posterior (Jain & Mishell, 1994; Creinin y cois., 2001).
Laminaría. Es un tallo, sintético o natural (un alga), que tiene la capacidad de absorber
agua del medio, con lo cual va aumentando lentamente de diámetro. Colocado en el
cuello uterino produce dilatación de éste en algunas horas sin provocar daño; con ello
se producen contracciones uterinas espontáneas o el cuello queda con una dilatación
que permite un legrado expedito y sin necesidad de dilatación previa. Es más efectiva
que el misoprostol para dilatar el cuello uterino (Burnett y cois., 2005); sus desventajas
son su mayor costo y la posibilidad de que se expulse inadvertidamente. No se han
demostrado ventajas usando misoprostol y laminaria simultáneamente (Jain & Mishell,
1996).

Método Krause e inyección períovular. Actualmente, con el uso del misoprostol se usa
con menos frecuencia, pero sigue siendo una forma muy efectiva y económica de
evacuar el útero en embarazos de segundo trimestre con feto muerto o cuando fracasa
el misoprostol.
Consiste en la introducción de una sonda Folley a través del cuello uterino, la que va
despegando las membranas ovulares. Se puede introducir solución fisiológica de NaCl
a través de ella, con lo cual se acelera el proceso. El estímulo mecánico induce la
síntesis de prostaglandinas en las membranas ovulares, utilizándose como sustrato el
ácido araquidónico que se produce en ellas. Las prostaglandinas producen
contracciones uterinas y maduran el cuello uterino a través del aumento de sustancia
fundamental y disminución proporcional de colágeno y fibras elásticas.
Se inducen además receptores de oxitocina, lo que hace más susceptible al útero a este
polipéptido. Otro efecto de la introducción y tracción de la sonda es el estímulo del cuello
por el balón, lo que optimiza la actividad uterina. Los pasos a seguir son (consultar
Capítulo 15: Fisiología de la contracción uterina):
• Administrar antibióticos profilácticos según normas locales.
• Colocar espéculo vaginal, pincelar el cuello con povidona e insertar a través de él una
sonda Folley hasta la mitad de la longitud uterina aproximadamente. Inflar el balón con
25 a 50 mL de agua destilada o solución fisiológica y dejarla fraccionada con un peso
de 250 a 500 g.
Si las membranas están intactas se puede inyectar solución fisiológica en el espacio
periovular a través de la sonda, por caída libre, con una frecuencia de 100 mL cada 30
minutos, no sobrepasando los 500 mL a menos que se compruebe que el líquido ha
escurrido hacia el exterior. Es necesario evaluar por palpación uterina cada 30 minutos,
si hay dolor por exceso de distensión de la cavidad o por el inicio de contracciones. Si
en una hora no se presentan contracciones uterinas, se debe agregar oxitocina por vía
intravenosa en una concentración de 10 a 20 Ul en 500 mL con goteo inicial de 10 a 20
gotas por minuto, duplicando el goteo cada 20 minutos hasta obtener respuesta.
La ventaja de este método es su bajo costo y su alto rendimiento, ya que el 90% de las
pacientes expulsa el contenido uterino en las 24 horas siguientes; sin embargo, la
técnica necesita algún entrenamiento y vigilancia de enfermería. Como efectos
secundarios, ocasionalmente se observa alza térmica importante acompañada de
escalofríos, lo que estaría reflejando bacteremia. Este fenómeno no tiene efectos
ominosos para la paciente si está cubierta con antibióticos y hemodinámicamente
estable. Sin embargo, en la literatura hay experiencias que describen que el 10% de las
pacientes hace una respuesta inflamatoria sistémica (shock séptico) secundario a la
bacteremia (BenArie & Goldchmit, 2000).
Previo a este procedimiento es importante determinar por medio de ecografía la
ubicación placentería. La placenta previa oclusiva contraindica en forma absoluta el
procedimiento.

Aborto en evolución y restos de aborto. La paciente debe ser hospitalizada y esperar la


evolución espontánea. Se administran analgésicos opiáceos (metadona 3 a 4 mg) y se
espera la expulsión del contenido uterino. Ocurrido esto se deberá establecer si es un
aborto completo o no. Para tal efecto es importante saber si hubo expulsión de feto con
o sin material compatible con restos ovulares y si el dolor y la metrorragia cedieron junto
con ello. Si además se aprecia el útero de tamaño normal o levemente aumentado se
puede dar de alta a la paciente sin legrado. En caso de duda se puede realizar una
ecografía transvaginal con el fin de visualizar el contenido de la cavidad uterina. La
observación de contenido homogéneo, no mayor de 15 mm, confirma el aborto
completo. En caso de visualizarse material ecorrefringente heterogéneo en gran
cantidad y con una cavidad que supere los 15 mm de diámetro anteroposterior, se debe
realizar legrado uterino, ya que esta imagen es muy sugerente de restos de aborto.

Legrado uterino. Es un procedimiento que se realiza con mucha frecuencia y que carece
de complicaciones si se siguen los siguientes pasos:
• Realizarlo en pabellón en condiciones de asepsia como cualquier otra intervención,
utilizando anestesia peridural, en silla de montar o general.
• Aseptizar vagina y cuello uterino, dejando unos minutos un algodón mojado con
povidona mientras se prepara el instrumental.
• Diagnóstico de posición uterina. No seguir este paso aumenta el riesgo de perforación,
sobre todo en úteros en retroflexíón.
• Colocar espéculo vaginal o valva de peso.
• Traccionar el cuello uterino desde su labio anterior con una pinza Pozzi.
• Si es necesario, dilatar el cuello uterino para permitir el paso de una cucharilla
fenestrada mediana o una pinza Foerster.
• Legrar (raspar) la cavidad en forma metódica con la cucharilla más grande que pueda
pasar a través del cuello, hasta que se tenga la sensación de que ya no hay restos
adheridos. Si el legrado es excesivo, existe la posibilidad de extraer todo el endometrio
y provocar adherencias entre las paredes uterinas (síndrome de Asherman). Retirar la
cucharilla de la cavidad lo menos frecuentemente posible, ya que esta maniobra es
contaminante.
• Utilizar pinzas Foerster para retirar trozos muy grandes de placenta o restos ovulares;
evitar su uso a ciegas tomando restos desde el interior de la cavidad.
• Terminado el procedimiento, se debe verificar que el cuello no quede sangrando desde
el sitio en que se traccionó con la pinza Pozzi, ya que esto se puede interpretar
equívocamente, posterior al procedimiento, como una metrorragia por persistencia de
restos ovulares.

Aborto completo. En algunas ocasiones nos puede llegar una paciente que nos relata
que teniendo un embarazo demostrado, presentó dolor, sangrado profuso y expulsión
de embrión, feto o material que sugiere trofoblasto; posterior a ello, las contracciones
disminuyeron en forma significativa hasta incluso desaparecer, llegando el sangrado a
ser mínimo. Al examen se comprueba lo escaso del sangrado, que el cuello puede estar
abierto o cerrado, dependiendo de cuánto tiempo atrás ocurrió la expulsión de restos y
a la ecografía existe un diámetro anteroposterior de la cavidad uterina que no excede
los 15 mm. Con estos elementos podemos concluir con el 95% al 97% de seguridad que
esta paciente tiene un aborto completo y que no necesita legrado uterino (Ballagh &
Demasió, 1998; Abarzúa & Silva, 2000).

Obstetricia Pérez Sánchez 4°


Autores: Alfredo Pérez Sánchez, Enrique Donoso Siña
Editorial: Mediterráneo
Edición: 4
Año: 2011
530-540

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