Sunteți pe pagina 1din 8

Arte rupestre en México

El arte del periodo que comúnmente llamamos prehistoria , no solo permite el deleite
visual, sino que es básicamente , el único medio que nos conduce al esclarecimiento de los
hechos acaecidos antes de la escritura. La cultura paleolítica es el marco en que se producen
las primeras manifestaciones del hombre como artista. El paleolítico se divide en dos
grandes etapas EL PALEOLITICO INFERIOR, en el que se incluyen el Prechelense,
Chelense, Achalense y Musteriense, y EL PALEOLITICO SUPERIOR, donde encontramos
el Auriñaciense, Solustrense y Magdaleniense. El hombre paleolítico no tiene, voluntad
artística. Su arte no es ocioso ni decorativo, sino necesario, ya que para el artista
prehistórico la posesión de la imagen conlleva al dominio de la realidad representada. En el
periodo neolítico las pinturas desaparecieron gradualmente en el norte de Europa, solo
sobrevivieron en España y en el norte de Africa aunque con menor escala y sin el vigor
monumental del periodo paleolítico.

Testimonios gráficos

El arte rupestre (del latín rupes, roca) constituye la tradición artística más antigua de que se
tiene noticia. Existen tres formas básicas de expresión de este tipo de arte: las pictografías,
dibujos con pinturas sobre rocas utilizando pincel o técnicas de estarcido (soplado); los
petroglifos, dibujos hechos sobre rocas por medio del cincelado o raspado; y los geoglifos,
grandes figuras dibujadas en el suelo mediante la acumulación o despeje de piedras.

A través de estas manifestaciones gráficas, el hombre expresó ideas relacionadas con el


concepto mágico de someter a su voluntad a los animales que cazaba, registró
acontecimientos y eventos importantes relacionados con su existencia; y manifestó
creencias estrechamente ligadas a la naturaleza; o bien, sólo se trató de la autoexpresión
pura con el fin de dejar un rastro de su tránsito por la vida.

Sociedades pretéritas, con un nivel de conocimiento ajeno al nuestro han asimilado al


paisaje dentro de un cúmulo de conceptos subjetivos con los cuales se intenta explicar el
mundo natural. El grupo social, entonces, desarrolla conexiones entre lo natural y lo
humano como factores dependientes de determinada ideología en donde cavernas y
montañas están siempre unidas en el pensamiento religioso. Este pensamiento místico
propio de las sociedades prehispánicas en México ha dado razón, lugar y orden a los
elementos del universo como montañas, ríos, cavernas, manantiales, lagos, y cuerpos
celestes, quedando todos unidos bajo una estructura con la que se da orden al caos aparente.
El hombre define así su lugar en el cosmos y lo clasifica dentro del pensamiento mítico. Es
así como la espelunca se asume como sitio sagrado, receptor de la deidad en múltiples
formas, ya sean acuáticas y/o ctónicas (terrestres), con diferentes advocaciones y
adoratorios.

Acompañan a la religión, el mito, el ritual de paso y el ritual de sacrificio, porque la cueva


es el lugar para el trance extático en donde radica la fuerza de la irracionalidad y del
subconsciente, ahí habita la destrucción, la muerte y el tiempo primordial, energías tan
sagradas como sus opuestas luminosas. También ahí están los rituales iniciáticos y los mitos
cosmogónicos en donde se nace, individual y colectivamente, en el arquetipo de matriz que
es la cueva.

Gruta de Juxtlahuaca.

Las asociaciones simbólicas son múltiples: noche, caverna, muerte, los animales vinculados
son el jaguar, la serpiente, y el murciélago articulados por el concepto del Inframundo que
comprende a la muerte y el entierro. En otro ambiente místico está la relación caverna-
pirámide y su correlación astronómica con el Sol, Venus y la Luna, tanto quimérico en el
calendario, como en observatorios construidos en cavidades subterráneas aunadas a la
asociación numérica.

También se reconoce la importancia de las pinturas rupestres y petroglifos con elementos


plásticos característicos como el jaguar y la serpiente con relación acuática. A todos estos
elementos podemos sumar la importancia de la escritura jeroglífica con representaciones de
cavernas observadas en los códices mesoamericanos. Por último, en las cavernas mexicanas
del área maya encontramos obras hidráulicas en cavernas para captación de agua, no sólo
de uso doméstico sino también ritual que al momento son investigadas por la Sociedad
Yucateca de Espeleología Aktunoob

Baja california

La evidencia rupestre se encuentra principalmente realizada en abrigos o resguardos y


enfrentes rocosos. Cuando hablamos de manifestación rupestre en general, nos referimos a
la pintura o pictografía y al grabado o petrograbado que se presentan directamente sobre la
superficie de la roca incluyendo además dentro de ésta categoría la presencia de unos
hoyuelos, pequeñas depresiones hechas sobre la superficie de la roca, cuya función
posiblemente está relacionada a actividades de carácter ceremonial por pocos grupos
humanos que lo realizaron. La aplicación de la pintura rupestre sobre la matriz de roca se
presenta principalmente en oquedades naturales y en los resguardos que forman los
acumulamientos de afloramientos rocos principalmente granito. Los colores que se
presentan con mayor incidencia son el rojo en todos sus matices, el negro y el blanco
sabemos que algunos de éstos pigmentos son de origen mineral que se pulverizaban,
finalmente se tamizaban y se mezclaban con algún tipo de aglutinante vegetal como la
resina del pino o la baba del nopal o de otra cactácea que permitiese su aplicación con los
dedos o de algún tipo de brocha sobre la superficie misma de la roca. Los diseños en la
pintura rupestre que se presentan en esta zona del desierto central, son los geométricos y las
figuras antropomorfas son de carácter esquemáticas. Su tamaño varia no sobrepasando los
cuarenta a cincuenta centímetros. Se nota una sobreimposición de motivos, lo que nos
indica que ciertos lugares fueron ocupados a través del tiempo por varias generaciones.

En México, las impresionantes "pinturas murales" de la sierra de San Francisco, en Baja


California Sur, son quizá las más famosas de América con una edad entre los 1000 y 3000
años; sin embargo, no todas las pinturas rupestres son tan antiguas.

En el noreste de nuestro país, en el estado de Tamaulipas, existe un testimonio


pictográfico donde se distingue la representación de hombres montados a caballo, cuya
elaboración se atribuye a los indígenas merodeadores de la sierra de Tamaulipas que, desde
mediados del siglo XVI, entraron en contacto con las avanzadas novohispanas.

Los antiguos pueblos indígenas tamaulipecos

En la sierra de Tamaulipas, macizo montañoso semitropical que se localiza en la parte


centrosur del estado, se desarrollaron varios pueblos semicivilizados de tipo
mesoamericano que tuvieron su apogeo durante la primera mitad del milenio inicial de
nuestra era, de los cuales tenemos conocimiento por la gran cantidad de zonas
arqueológicas esparcidas por toda la sierra.

Estos sitios, cubiertos de vegetación y poco estudiados en la actualidad, están compuestos


de plazas ceremoniales y de varias decenas, incluso cientos, de plataformas o basamentos
circulares de piedra. Fue una cultura de transición entre los pueblos civilizados de
Mesoamérica y los pueblos seminómadas de Aridoamérica.

Desde finales del Posclásico (entre 900 y 1500 d.C.) hasta el término de la fase Los Angeles
(entre 1500 y 1748 d.C.), los principales pueblos sedentarios que habitaron la sierra de
Tamaulipas fueron los pasitas al norte, los mariguanes al sur y suroeste, y los maratines al
sureste.

Estos grupos indígenas, quienes nunca alcanzaron un desarrollo cultural equiparable al de


sus ancestros, probablemente establecieron contacto, primero, con los conquistadores
españoles que buscaban dominar la región norte de la Huasteca y, 200 años después, con
los colonizadores que fundaron las primeras poblaciones de la Nueva Santander, hoy
Tamaulipas.

Primeros trabajos arqueológicos importantes en la sierra de Tamaulipas

A mediados de la década de 1940, Richard S. MacNeish llevó a cabo importantes trabajos


de arqueopaleobotánica en la sierra de Tamaulipas, donde encontró un primitivo complejo
cultural fechado hacia 12000 a.C. conocido como fase Diablo, la cual representa la vida
nómada original del hombre americano en México.

Unos años después -entre 1968 y 1969-, Guy Stresser-Péan realizó dos campañas de
excavaciones en el sitio arqueológico de San Antonio Nogalar, comunidad ejidal localizada
en el extremo meridional de la sierra de Tamaulipas, muy cerca del lugar donde el arroyo
del Cojo sale a la planicie del norte de la Huasteca.

Este arroyo, cuyo lecho está seco siete meses del año, seguramente fue la vía de
comunicación esencial entre los antiguos pueblos de la sierra de Tamaulipas y los pueblos
huastecos de la llanura costera.

Entre los sitios explorados por Guy Stresser-Péan en esta región se encuentra el Risco de
los Monos.
Localización y descripción

El Risco de los Monos debe su nombre a las pinturas rupestres cuya existencia es
conocida desde hace mucho por los habitantes de la región. La palabra "mono", que quiere
decir "simio" y, por extensión, "figura humana mal dibujada", es muy empleada en la
Huasteca para designar estatuas, idolillos y representaciones humanas de la época
precolombina.

Este sitio se localiza en la margen este del arroyo del Cojo, a una decena de kilómetros
aguas arriba de San Antonio Nogalar, en un punto donde se levanta un acantilado de 20 m
de altura, alineado de norte a sur, y formado por capas horizontales de piedra caliza de
hasta 2 m de espesor.

Las pinturas rupestres se encuentran en este acantilado a una altura de 8 m sobre el lecho
del arroyo, en un refugio bajo techo de formación natural, al cual se puede llegar subiendo
sin mucha dificultad las rocas escalonadas de la pared.

El techo, que ha protegido las pinturas de la acción de la intemperie, tienen una altura de
3.5 a 4 m y cubre un área aproximada de 30 metros cuadrados. El suelo del refugio,
bastante disparejo, está cubierto de grandes bloques de piedra, uno de ellos de gran tamaño
que se han desplomado de la parte superior de la bóveda.

En su interior se aprecian unas 37 figuras que conforman algunos grupos bastante evidentes
y otros que casi se han borrado. Las pinturas fueron trazadas, simple y esquemáticamente,
sobre una pared de roca homogénea de más de 1 m de espesor, aunque unas de ellas están
pintadas en capas de roca menos gruesas.

Cada figura, cuya altura varía entre 6 y 15 cm, es monocroma; la mayoría de color rojo-
naranja claro o rojo oscuro, y las menos en negro. Para los colores posiblemente utilizaron
pigmentos minerales: óxido de hierro (almagre) para el rojo; manganeso o carbón para el
negro, y como aglutinante, grasa animal o gluten que obtenían de algún tubérculo o cactus.

El motivo principal de las pictografías es la representación de hombres montados a caballo.


Todos los caballos están de perfil con las cuatro extremidades visibles; los jinetes se ven de
frente con los brazos arqueados y apoyados en el cuello y ancas de su cabalgadura, y la
cabeza de éstos nunca sobresale la línea de los hombros.

Otro motivo importante son las figuras de hombres, en posición de pie, dibujados de frente
con brazos y piernas separados, de tal manera que dan el aspecto de estar danzando.

También hay dos pinturas de caballo y jinete más burdas y en color rojo-naranja pálido,
donde las patas anteriores del animal se tuercen hacia adelante y las patas posteriores hacia
atrás, diferenciándose de las otras por ser dibujos más antiguos.

Más abajo, se observan un animal cuadrúpedo indeterminado con todas las patas torcidas
hacia adelante, así como una serie de pequeños dibujos abstractos, los cuales se notan muy
levemente.
Visita al Risco de los Monos

El curso del arroyo, que baja serpenteando entre la accidentada topografía de la sierra, está
completamente seco en el invierno y se puede caminar por el lecho, pero tiene muchas
curvas.

A lo largo del trayecto, se puede ver que grandes extensiones de terreno de las laderas de la
sierra, hasta hace pocos años cubiertas de espesa vegetación, han sido desmontadas para
sembrar pasto para el ganado. Como consecuencia, la erosión en esta zona se agrava, y cada
vez es más raro encontrar la fauna silvestre que antes abundaba en la región.

Efectivamente, se puede constatar que sólo unas cuantas pinturas se notan a simple vista; en
cambio, otras están poco visibles debido a que los colores están muy pálidos, se han
borrado con el tiempo, o incluso se ha desprendido parte de la pintura por descamación de
la capa superficial de la pared. Las pinturas en color negro no son muy notorias, ya que se
confunden con una mancha de humedad de la piedra.

También existe graffiti moderno, el cual no ha alterado las pinturas, pero si hay daño
evidente en una de las figuras principales, a la que alguna persona ignorante e inconsciente
raspó o talló con algún objeto.

A pesar de esto, uno se puede sentir transportado unos 450 años atrás, al imaginar a los
antiguos habitantes de la sierra, quienes expresaron gráficamente en la pared del refugio el
encuentro con esos seres blancos y barbados montados en extrañas bestias que
incursionaban en su territorio.

Conclusiones sobre el Risco de los Monos

En su libro, Guy Stresser-Péan señala que las pinturas dan la impresión de ser muy antiguas
y arcaicas, pero el hecho de que representen hombres a caballo no permite remontarlas
antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI, ni después del siglo XVIII, cuando los
indios de la región habían prácticamente desaparecido.

Lo más probable es que los jinetes de las pictografías del Risco de los Monos sean
conquistadores o colonos españoles; sin embargo, también podría tratarse de indios olives,
a quienes las autoridades españolas concedieron permiso para montar a caballo, usar la
espada y utilizar armas de fuego.

Por su parte, MacNeish dice haber encontrado 23 sitios con pinturas rupestres en la sierra
de Tamaulipas, en grutas localizadas en el Cañón del Diablo, y las atribuye a los indios
pasitas que ocupaban ese sector en la época de la colonización de José de Escandón, en el
siglo XVIII.

Por lo tanto, Guy Stresser-Péan concluye que las pinturas del Risco de los Monos tienen
similitudes con las de MacNeish; no obstante, entre las dos hay diferencias notables de
estilo atribuibles a un origen distinto.
En efecto, los pasitas no ocuparon el sur de la sierra de Tamaulipas, y Stresser-Péan cree
que las pinturas del Risco de los Monos son más bien de otros grupos indígenas tales como
los mariguanes o carmariguanes.

En la actualidad, las pinturas rupestres del Risco de los Monos se conservan relativamente
bien debido a su condición de aislamiento, pero se esán deteriorando por el intemperismo
que sufre la superficie de la pared en que se encuentran.

Este sitio arqueológico forma parte importante del patrimonio histórico y cultural del estado
de Tamaulipas que merece ser estudiado y protegido.
Sacerdote olmeca pintado en la gruta de Juxtlahuaca, a 2,600 m. de la entrada.

Jaguar

S-ar putea să vă placă și