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El arte del periodo que comúnmente llamamos prehistoria , no solo permite el deleite
visual, sino que es básicamente , el único medio que nos conduce al esclarecimiento de los
hechos acaecidos antes de la escritura. La cultura paleolítica es el marco en que se producen
las primeras manifestaciones del hombre como artista. El paleolítico se divide en dos
grandes etapas EL PALEOLITICO INFERIOR, en el que se incluyen el Prechelense,
Chelense, Achalense y Musteriense, y EL PALEOLITICO SUPERIOR, donde encontramos
el Auriñaciense, Solustrense y Magdaleniense. El hombre paleolítico no tiene, voluntad
artística. Su arte no es ocioso ni decorativo, sino necesario, ya que para el artista
prehistórico la posesión de la imagen conlleva al dominio de la realidad representada. En el
periodo neolítico las pinturas desaparecieron gradualmente en el norte de Europa, solo
sobrevivieron en España y en el norte de Africa aunque con menor escala y sin el vigor
monumental del periodo paleolítico.
Testimonios gráficos
El arte rupestre (del latín rupes, roca) constituye la tradición artística más antigua de que se
tiene noticia. Existen tres formas básicas de expresión de este tipo de arte: las pictografías,
dibujos con pinturas sobre rocas utilizando pincel o técnicas de estarcido (soplado); los
petroglifos, dibujos hechos sobre rocas por medio del cincelado o raspado; y los geoglifos,
grandes figuras dibujadas en el suelo mediante la acumulación o despeje de piedras.
Gruta de Juxtlahuaca.
Las asociaciones simbólicas son múltiples: noche, caverna, muerte, los animales vinculados
son el jaguar, la serpiente, y el murciélago articulados por el concepto del Inframundo que
comprende a la muerte y el entierro. En otro ambiente místico está la relación caverna-
pirámide y su correlación astronómica con el Sol, Venus y la Luna, tanto quimérico en el
calendario, como en observatorios construidos en cavidades subterráneas aunadas a la
asociación numérica.
Baja california
Desde finales del Posclásico (entre 900 y 1500 d.C.) hasta el término de la fase Los Angeles
(entre 1500 y 1748 d.C.), los principales pueblos sedentarios que habitaron la sierra de
Tamaulipas fueron los pasitas al norte, los mariguanes al sur y suroeste, y los maratines al
sureste.
Unos años después -entre 1968 y 1969-, Guy Stresser-Péan realizó dos campañas de
excavaciones en el sitio arqueológico de San Antonio Nogalar, comunidad ejidal localizada
en el extremo meridional de la sierra de Tamaulipas, muy cerca del lugar donde el arroyo
del Cojo sale a la planicie del norte de la Huasteca.
Este arroyo, cuyo lecho está seco siete meses del año, seguramente fue la vía de
comunicación esencial entre los antiguos pueblos de la sierra de Tamaulipas y los pueblos
huastecos de la llanura costera.
Entre los sitios explorados por Guy Stresser-Péan en esta región se encuentra el Risco de
los Monos.
Localización y descripción
El Risco de los Monos debe su nombre a las pinturas rupestres cuya existencia es
conocida desde hace mucho por los habitantes de la región. La palabra "mono", que quiere
decir "simio" y, por extensión, "figura humana mal dibujada", es muy empleada en la
Huasteca para designar estatuas, idolillos y representaciones humanas de la época
precolombina.
Este sitio se localiza en la margen este del arroyo del Cojo, a una decena de kilómetros
aguas arriba de San Antonio Nogalar, en un punto donde se levanta un acantilado de 20 m
de altura, alineado de norte a sur, y formado por capas horizontales de piedra caliza de
hasta 2 m de espesor.
Las pinturas rupestres se encuentran en este acantilado a una altura de 8 m sobre el lecho
del arroyo, en un refugio bajo techo de formación natural, al cual se puede llegar subiendo
sin mucha dificultad las rocas escalonadas de la pared.
El techo, que ha protegido las pinturas de la acción de la intemperie, tienen una altura de
3.5 a 4 m y cubre un área aproximada de 30 metros cuadrados. El suelo del refugio,
bastante disparejo, está cubierto de grandes bloques de piedra, uno de ellos de gran tamaño
que se han desplomado de la parte superior de la bóveda.
En su interior se aprecian unas 37 figuras que conforman algunos grupos bastante evidentes
y otros que casi se han borrado. Las pinturas fueron trazadas, simple y esquemáticamente,
sobre una pared de roca homogénea de más de 1 m de espesor, aunque unas de ellas están
pintadas en capas de roca menos gruesas.
Cada figura, cuya altura varía entre 6 y 15 cm, es monocroma; la mayoría de color rojo-
naranja claro o rojo oscuro, y las menos en negro. Para los colores posiblemente utilizaron
pigmentos minerales: óxido de hierro (almagre) para el rojo; manganeso o carbón para el
negro, y como aglutinante, grasa animal o gluten que obtenían de algún tubérculo o cactus.
Otro motivo importante son las figuras de hombres, en posición de pie, dibujados de frente
con brazos y piernas separados, de tal manera que dan el aspecto de estar danzando.
También hay dos pinturas de caballo y jinete más burdas y en color rojo-naranja pálido,
donde las patas anteriores del animal se tuercen hacia adelante y las patas posteriores hacia
atrás, diferenciándose de las otras por ser dibujos más antiguos.
Más abajo, se observan un animal cuadrúpedo indeterminado con todas las patas torcidas
hacia adelante, así como una serie de pequeños dibujos abstractos, los cuales se notan muy
levemente.
Visita al Risco de los Monos
El curso del arroyo, que baja serpenteando entre la accidentada topografía de la sierra, está
completamente seco en el invierno y se puede caminar por el lecho, pero tiene muchas
curvas.
A lo largo del trayecto, se puede ver que grandes extensiones de terreno de las laderas de la
sierra, hasta hace pocos años cubiertas de espesa vegetación, han sido desmontadas para
sembrar pasto para el ganado. Como consecuencia, la erosión en esta zona se agrava, y cada
vez es más raro encontrar la fauna silvestre que antes abundaba en la región.
Efectivamente, se puede constatar que sólo unas cuantas pinturas se notan a simple vista; en
cambio, otras están poco visibles debido a que los colores están muy pálidos, se han
borrado con el tiempo, o incluso se ha desprendido parte de la pintura por descamación de
la capa superficial de la pared. Las pinturas en color negro no son muy notorias, ya que se
confunden con una mancha de humedad de la piedra.
También existe graffiti moderno, el cual no ha alterado las pinturas, pero si hay daño
evidente en una de las figuras principales, a la que alguna persona ignorante e inconsciente
raspó o talló con algún objeto.
A pesar de esto, uno se puede sentir transportado unos 450 años atrás, al imaginar a los
antiguos habitantes de la sierra, quienes expresaron gráficamente en la pared del refugio el
encuentro con esos seres blancos y barbados montados en extrañas bestias que
incursionaban en su territorio.
En su libro, Guy Stresser-Péan señala que las pinturas dan la impresión de ser muy antiguas
y arcaicas, pero el hecho de que representen hombres a caballo no permite remontarlas
antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI, ni después del siglo XVIII, cuando los
indios de la región habían prácticamente desaparecido.
Lo más probable es que los jinetes de las pictografías del Risco de los Monos sean
conquistadores o colonos españoles; sin embargo, también podría tratarse de indios olives,
a quienes las autoridades españolas concedieron permiso para montar a caballo, usar la
espada y utilizar armas de fuego.
Por su parte, MacNeish dice haber encontrado 23 sitios con pinturas rupestres en la sierra
de Tamaulipas, en grutas localizadas en el Cañón del Diablo, y las atribuye a los indios
pasitas que ocupaban ese sector en la época de la colonización de José de Escandón, en el
siglo XVIII.
Por lo tanto, Guy Stresser-Péan concluye que las pinturas del Risco de los Monos tienen
similitudes con las de MacNeish; no obstante, entre las dos hay diferencias notables de
estilo atribuibles a un origen distinto.
En efecto, los pasitas no ocuparon el sur de la sierra de Tamaulipas, y Stresser-Péan cree
que las pinturas del Risco de los Monos son más bien de otros grupos indígenas tales como
los mariguanes o carmariguanes.
En la actualidad, las pinturas rupestres del Risco de los Monos se conservan relativamente
bien debido a su condición de aislamiento, pero se esán deteriorando por el intemperismo
que sufre la superficie de la pared en que se encuentran.
Este sitio arqueológico forma parte importante del patrimonio histórico y cultural del estado
de Tamaulipas que merece ser estudiado y protegido.
Sacerdote olmeca pintado en la gruta de Juxtlahuaca, a 2,600 m. de la entrada.
Jaguar