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Contextos,

estudios de humanidades
y ciencias sociales N° 14 (2005): 19-22

MICHEL DE CERTEAU
Y LA OPERACIÓN HISTORIOGRÁFICA
Ignacio Betancourt Robles'

RESUMEN: ABSTRACT:
Análisis del planteamiento de Michel de Certeau M ichel d e C e r t e a u and the
en su ensayo "La operación historiográfica”, HISTORIOGRAPHICA L OPERA TION
que enfoca el discurso histórico desde la inter­ Analysis of Michel de Certeaus’ statements
pretación del lugra dónde se preoduce y los from his essay "La operación historiográfica"
sistemas de investigación que genera. (Historiography operation) which focuses the
históricaI discourse interpreting the place
where it was produced and the research systems
it produces.
Palabras claves: Michel de Certeau, historia, dis­ Key words: Michel de Certeau, history, discourse.
curso.

ichel de Certeau (Francia 1925-1986) es un historiador de relevancia en la actuali­

M dad académica no sólo por su permanente actitud crítica, sino por su enorme capa­
cidad autocrítica al analizar la producción historiográfica. Poseía una sólida forma­
ción en filosofía, letras clásicas, historia, teología, lingüística, semiótica y psicoanálisis; en
1950 se ordenó sacerdote en la Compañía de Jesús. Recorrió el continente americano y de 1978
a 1984 trabajó en la Universidad de California campus San Diego. En 1980 visitó México y
dictó conferencias en la Universidad Iberoamericana. Uno de sus libros más conocidos se titula
La fábula mística y es un estudio sobre el cristianismo europeo en los siglos XVI y XVII.

El ensayo que hoy se comenta, titulado “La operación historiográfica”12, fue escrito en
1974 y el autor lo dividió en tres partes; en la primera reflexiona sobre el lugar de producción
del discurso, en la segunda sobre la producción del discurso, y en la última acerca del discurso
mismo. Trata de los productos y los lugares de producción, quiere mostrar que la operación
histórica se constituye sobre la combinación de un lugar social, de ciertas prácticas científicas
y de una escritura. Así, la historiografía remite a un lugar: la institución, entendida como la
mediación con lo real.

Un lugar social

Toda investigación historiográfica está determinada por el lugar en que se produce,


“sometida a presiones, ligada a privilegios, enraizada en una particularidad”, por lo que
depende de un sistema de referencias. Cada disciplina es al mismo tiempo “la ley de un grupo
y la ley de una investigación científica”, así, los enlaces entre un saber y un lugar se determi­

1 Betancourt Robles. Ignacio, El Colegio de San Luis, Potosí. México.


2 De Certeau, Michel, La escritura de la historia. Universidad Iberoamericana. México. 1993.
Con t extos N° 14,2005, 19-22
20 Ignacio B etancourt R., Michel de Ce r t e a u y la operación historiográfica

nan por las posiciones directivas, por el personal erudito acaparador de clases y puestos, y por
las jerarquías de instituciones centralizadas.

Además de un nosotros institucional que se apropia del lenguaje, existen leyes del
medio que propician una verdadera policio del trabajo, condicionando la obra a la aceptación
del grupo de poder académico o ideológico, y dentro de una supuesta neutralidad que meta-
morfosea las convicciones; aunque tampoco se puede omitir la existencia de una identidad
reflexiva y crítica, fisuras en lo establecido que permiten lo contrahegemónico como conciencia
epistémica. Sin embargo es preciso estar acreditado para enunciar historiográficamente, en­
tonces, el libro o el artículo son el producto de un lugar, por lo que debemos entender su
sentido más como un resultado, que como algo dado anticipadamente.

Cada vez más el trabajo académico se apoya en equipos, gurúes y ayudas financieras,
y tales elementos incluso llegan a formar parte de la propia investigación. “Desde el acopio
de documentos hasta la redacción del libro, la práctica histórica depende siempre de la
estructura de la sociedad", por ello, el discurso no habla de lo que lo determina, pues tendría
que evidenciar la sumisión a muchas posiciones y la complicidad con múltiples apoyos.

Por lo tanto, antes de saber lo que la historiografía dice, importa analizar cómo fun­
ciona ella misma, pues la institución permite un tipo de producción y prohíbe otros; sólo al
tener en cuenta el lugar donde se produce este saber puede escapar de la inconsciencia, y así
reconocer las condiciones en que el discurso esta inserto repolitizándolo.

U na práctica

Entre la naturaleza y la cultura se desarrolla la investigación, y así se opera una reno­


vación de lo natural provocada por la intervención académica; por lo tanto, es necesario
entender cómo los elementos naturales son llevados hasta la simbolización literaria. De los
vegetales o de la geografía, el historiador hace otra cosa, “artificializa la naturaleza”, trans­
forma la materia prima en información secundaria y la lleva de una zona de la cultura, a la
historiografía, así, el referente no es un dato sino un producto; experimentación crítica con
modelos sociológicos, económicos, psicológicos o culturales.

El pasado es colonizado por el presente, y ese hablar del uno por el otro es lo que
de Certeau llama canibalismo. Aunque no debiéramos olvidar que, en lo social lo mismo que
en lo individual, lo reprimido, o suprimido circunstancialmente, siempre aparece, por lo que
tarde o temprano, cualquier apropiación parcial o mediación escamoteadora puede resultar
evidenciada.

El material histórico se destina a un uso nuevo y coherente para fijar límites a su


signifícabilidad. pues no se parte de los restos del pasado para llegar a una síntesis, se parte
de una formalización para dar lugar a un pasado que es producto de un trabajo institucional.
A diferencia del siglo XIX, hoy no se aspira a una historia global, ahora el historiador “se
limita a circular alrededor de racionalizaciones adquiridas”, y trabaja en los márgenes: la
brujería, la locura, las fiestas, la literatura, el mundo campesino, etc. Actualmente la forma­
lidad historiográfica confiere una nueva importancia al “detalle que hace excepción”.
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Ignacio Betancourt R., M ichel de Certeau y la operación historiográfica 2!

Para de Certeau existen dos momentos esenciales en el funcionamiento historio-


gráfico: la organización interna de los procesos históricos, y la relación de la historia con una
“razón contemporánea”; así, lo real se convierte en una relación entre los términos de una
operación que determina los objetos y su relación con modelos existentes. Por lo tanto, el
acontecimiento implica una combinación de series racionalmente aisladas, en donde el recorte
determina los límites de validez. Más que hechos organización discursiva; pero si el discurso
no se adecúa a lo preexistente, los acontecimientos pierden sentido y sólo queda el acto pro­
ductor del relato, es decir, el historiador produciendo los hechos al relatar.

Según este académico francés hay tres aspectos conexos en la historiografía actual:
1) El conocimiento histórico pone en evidencia “no un sentido, sino las excepciones que
aparecen al aplicar modelos” a diversas regiones de la documentación; hace un siglo, lo
historiográfico era una recolección-colección “de todo lo que había llegado a ser”. 2) Hoy, lo
particular es la especialidad de la historiografía, pero no como un objeto pensado, sino más
bien como límite de lo pensable. Es ilusorio creer que con sólo decir “es un hecho” se tenga
comprensión del mismo, pues la suma de particularidades no evidencia su organización.
3) La historiografía resulta ambivalente debido a su función de “significar una carencia”;
oscila entre el conservadurismo y el utopismo, pero advierte de Certeau, que tales excesos no
deben hacer olvidar su práctica más rigurosa: “simbolizar el límite y por esto mismo volver
posible una superación”.

Una escritura

La escritura lleva de la práctica al texto, por ella se transita de lo indefinido de la


investigación, a la servidumbre de la escritura; entonces se prescribe “como comienzo lo que
en realidad es un punto de llegada”. La investigación es interminable pero el texto debe tener
un final. Así, al convertirse en discurso, la historia es sometida a una segunda coacción.

Para de Certeau, la historiografía es siempre controlada por las prácticas de donde


resulta, pues al simbolizar escrituralmente se sustituye “el trabajo de una investigación por la
autoridad de un saber”. Toda historiografía implica un tiempo de las cosas y un tiempo
discursivo, y es que el discurso puede condensar o extender su propio tiempo y producir
efectos de sentido: ‘‘El lugar de producción del texto se cambia en el lugar producido por el
texto así se crea una realidad que, producto de la narración, suplanta en cierta manera lo
referencial.

La construcción historiográfica, mediada por la institución, produce textos que


combinan una semantización con una selección, pues según explica de Certeau: ‘‘El discurso
histórico, en sí mismo, pretende dar un contenido verdadero (que depende de la verifica-
bilidad), pero bajo la forma de una narración. ” La narratividad hace avanzar del contenido a
la expansión de este, va de un ángulo de visión a una manifestación narrativa; la semanti­
zación “hace pasar los elementos primitivos a un encadenamiento sintagmático ’’ que cons­
tituye secuencias históricas programadas, por eso, todo discurso historiográfico necesita de la
autoridad para sostenerse. La pérdida de rigor se compensa con abundancia de confiabilidad
académica, y se trae a colación "un lenguaje referencial que actúa como realidad” para juz­
garlo bajo el título de un saber. Mostrar sustituye a significar.
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22 Ignacio B etancourt R., M ichel de Certeau y la operación historiográfica

Al citar, el discurso se vuelve confiable, ''funciona como un discurso didáctico, y


esto lo hace mejor cuando disimula el lugar desde donde habla”. Al borrar al yo del autor y
hablar de lo real, el discurso se impone, e institucionalidad que se apropia del otro, resulta el
medio por el que se considera pasar del desorden al orden y, aunque no explique, permite una
cierta inteligibilidad.

Lo historiográfico "no describe las prácticas silenciosas que lo constituyen, pero


efectúa una nueva distribución de prácticas semantizadas ”, Concluye Michel de Certeau que
la historiografía deambula entre hacer historias y contar historias, sin reducirse a lo uno ni a
lo otro, pues ''anda entre lo que elimina al constituirlo como pasado y lo que organiza del
presente; entre la privación o el desposeimiento que postula y la normatividad social que
impone al lector sin que él lo sepa. ”

Podemos decir que lo narrativo se apoya en lo que no explícita, pues se sustenta en el


ocultamiento de su propia construcción, aunque bajo un ángulo crítico ninguna institución
legitima una interpretación dado que epistemológicamente sólo la sitúa. A fin de cuentas, la
lectura de La operación historiográfica resulta conveniente no sólo para el historiador, sino
para todo interesado en las ciencias sociales.

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