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ALFREDO JOCELYN-HOLT,

"INDEPENDENCIA DE CHILE: TRADICIÓN, MODERNIZACIÓN Y MITO"

Capítulo II: El reformismo del siglo XVIII


El Estado Borbón vio con preocupación: La pérdida progresiva de poder en territorios de ultramar, el avance de otras
potencias en lo militar y económico en América Latina, afianzamiento de un poder local paralelo al Estado.
Para revertir esto se implementa un programa global de reformas para equilibrar el balance a su favor.
Las reformas resultaron beneficiosas para Chile, una colonia remota y marginal, aumentando potencial comercial,
autonomía del Perú y consolidándose territorial y administrativamente.

El Reformismo Borbón
Antes de las transformaciones posteriores a la Independencia, los dominios americanos habían experimentado una
transformación política igualmente profunda durante el siglo XVIII.
Que las colonias se beneficiaran del amplio programa de reformas fue una consecuencia no intencionada, pues estas
reformas debían ser ejecutadas a expensas de las colonias. El objetivo era autorreferencial: intensificar el control
español, "reconquistar" América.

Reformas administrativas: buscaron dividir territorialmente un imperio y centralizar su administración (creación de


virreinatos y sistema de intendentes). Se usa una extensa burocracia imperial. Hispanoamérica deja de tener
administración autónoma (dinastía de los Habsburgo), y pasa a ser una extensión provincial de España.
Burocracia: permiten surgimiento de nuevo funcionario civil imperial. Asalariados y de carrera, preferentemente
peninsulares para evitar penetración criolla.

Reformas militares: profesionalizar el ejército. Mejoraron la seguridad. Salvo ciertas excepciones (comuneros de Nueva
Granada y Túpac Amaru II), España consolidó una paz política y en cierta medida social que nunca más ha vuelto a
producirse en Hispanoamérica.

Reformas económicas: terminan con sistema de concesionarios creando monopolios para la producción y
comercialización de ciertos productos. Resultados altamente favorables. La reforma fiscal buscó de aumentar la riqueza
de la metrópoli, la reforma comercial quiso controlar las relaciones comerciales de las colonias e incrementar la
producción industrial peninsular. Hacia fines de la década de 1770, la Corona optó por "liberalizar" el comercio entre
España y América.

Chile Borbónico
Logró un grado considerable de autonomía política y económica, sobre todo respecto al Virreinato del Perú.
Autosuficiente. La moderación en la aplicación de estas reformas y su recepción atenuada, fue creando las bases de una
concepción transaccional de la política, altamente instrumental para la posterior transición de colonia a gobierno
republicano.
Hasta principios del siglo XVIII era una colonia poco atractiva, improductiva y costosa. El realineamiento comercial se dio
por un proceso dual: ascenso de Buenos Aires y descenso de Lima.
Autonomía respecto del Virreinato del Perú:
- Realineamiento comercial
- Relación con Virreinato de la Plata: proyección hacia el Atlántico.
- Sistema de intendentes: permite relaciones más directas con la metrópoli.
- 1798: se le otorga a Chile la condición de Capitanía General.

Un Estado embrionario
Transformación estatal durante el siglo XVIII: nuevos órganos administrativos, instituciones, aparición de una nueva elite
burocrática.

Importancia de la nueva institucionalidad borbónica:


Naturaleza corporativa les permitió constituirse en fuentes de nombramientos y representación para los criollos, y jugaron
un papel crucial en difundir en la elite el nuevo ethos del progreso.
Las concepciones iluministas estaban detrás de estas reformas. Sello racionalizador. Absolutismo: no debía existir
contrapesos a menos que estuvieran incorporados al sistema. El bienestar público constituía el fin último, pero estaría
supeditado a un gobierno benevolente, paternalista y despótico. La configuración rural-señorial debilitó el potencial
urbano chileno.
Estado Borbón frente a la Iglesia: intentar reducir su enorme poder ya asentado, a diferencia del poder de la elite local
que estaba en ascenso pero aún no totalmente enraizado. Enfrentó a al principal defensor de la Corona, arriesgándose a
cuestionar su propia base de legitimidad. Cambio en el pensamiento general sobre el patronato eclesiástico durante el
siglo XVIII: antes se veía como una concesión papal hecha a la corona, con el tiempo se empezó a percibir como una
cualidad inherente al poder soberano del Estado.
La expulsión de los jesuitas en 1767. Intereses económico de la congregación, su papel en la vida cultural.
El reformismo borbónico despertó resentimiento y hostilidad entre los chilenos, pero en ningún momento esto puso a la
sociedad criolla y al gobierno en oposición irreconciliable. Surgió una elite imperial a cargo del aparato administrativo que
vino a controlar y a disputarle a los grupos dirigentes locales la enorme ascendencia que habían ido adquiriendo.
El efecto político más perdurable de las reformas borbónicas fue la extensión progresiva del Estado, y el desarrollo de
una nueva concepción: el poder deriva del Estado. Esta concepción fue asumida rápidamente por la dirigencia criolla
que vio que éste podía ser también funcional a sus intereses y serle útil.

Capítulo III

La elite dirigente
En el período de la Independencia como el de la consolidación del Estado liberal (1830-1870), la política es de carácter
oligárquico. Esto hunde sus raíces en el período colonial pero hacia 1810 el proceso de definición de su perfil se habría
logrado plenamente. El grupo dirigente ya estaba consciente de su papel político, social y económico como para actuar
en defensa de sus propios intereses cuando el sistema imperial español entró en crisis.

La elite criolla y el reformismo Borbón


El surgimiento de la elite se hizo al margen del Estado (durante el siglo XVII), pero su consolidación requirió de él (siglo
XVIII). Desde el punto de vista de la Corona, el crecimiento burocrático no implicó una mejoría de las cuentas financieras
de la colonia, pero desde la perspectiva de la elite este crecimiento redundó en un mayor número de plazas a llenar por
sus miembros. Lejos de limitar el poder local, esta mayor institucionalización acrecentó significativamente su
poder.

La discriminación de criollos en puestos administrativos debe ser revisada. Se dio particularmente en los niveles
más altos del aparato administrativo, pero no fue del todo exitosa. La participación criolla en el Cabildo fue mayoritaria en
el siglo XVIII. Casi todos los oficiales de milicias y la mitad de los oficiales del ejército permanente eran criollos, lo mismo
en los altos cargos de la Iglesia. Entonces, ¿cómo se explica el resentimiento de criollos y la sensación de ser
postergados?
Esto se explica porque:
- Efectivamente había una política de reducir la participación local
- Esta política obstaculizaba las pretensiones hegemónicas de la elite.
Están en juego los intereses de una elite, más que los intereses de criollos per se. No es que la elite fuera criolla, y por
tanto discriminada, sino que tiende fácilmente a criollizarse, lo que vulnera el propósito de la corona.
El cabildo durante el siglo XVIII opera entro de un sistema político corporativo y clientelístico. El núcleo de poder por
excelencia es la camarilla, que se constituyen a través de vínculos de lealtad compartidos. El cabildo cobijó casi siempre
distintas camarillas en su interior.
Entre la monarquía y la elite local primó entonces un sistema transaccional de ajuste, donde ambos salían
beneficiados.

Riqueza y poder social


La agricultura y la actividad comercial fueron fuente de riqueza durante el siglo XVIII. En lo social el grupo dirigente
manifestó una tendencia a monopolizar para sí el poder social y a rodearlo de un sentido aristocrático exclusivo sin
precedentes. Los medios para esto fueron los mayorazgos y la compra de títulos de Castilla, por ejemplo. Estamos ante
un proceso de legitimación social de características aritocratizantes.
Una vez consolidado el poder estas familias tienden a cerrarse, a aclanarse, recurriendo a criterios nepotistas en
nombramientos públicos. Hay una concentración de la elite, adquiriendo una coherencia social que la aparta y distingue
del resto de la sociedad. Es una sociedad fuertemente estratificada de acuerdo a patrones estamentales

Caracterización de la elite
La elite difícilmente calza dentro de un esquema feudal, o de tipo capitalista. Es de carácter ambiguo. Ni el agro, ni la
autosuficiencia del mundo rural definen por sí solas a la elite. No tiene carácter feudal pero sí rasgos señoriales muy
acentuados. Pero paralelamente a estas características "aristocráticas" hay una serie de rasgos de orden burgués. La
acumulación de riqueza en ámbito mercantil, por ejemplo, lo caracteriza. Pero la elite colonial chilena tiene caracteres
mixtos, pre capitalistas y proto capitalistas, tiene rasgos tradicionales y rasgos modernos sin que uno predomine.

Capítulo V

El colapso del sistema


Se fue gestando durante el siglo XVIII una crisis de expectativas, coyuntural, no terminal. Más que una crisis de
confianza fue una crisis de aspiraciones. Se produjo un anhelo por continuar en la senda reformista.
Conciencia e intereses
Las reformas habían traído paz y seguridad, las riquezas públicas y privadas habían aumentado, las nuevas instituciones
daban lugar a nuevos cauces de participación, es decir las condiciones imperantes permitían al grupo dirigente local
consolidar su poder. Hubo una estrategia exitosa de cooptación. Una elite cada vez más segura de sí misma, dispuesta
a funcionar dentro de las reglas del juego, y deseosa de seguir en la senda reformista.
La toma de conciencia no se da solo en términos de clase, ya a mediados del siglo XVIII se detecta una creciente
identidad regional que hace de "lo chileno" una fuente cada vez mayor de identificación. Sentimiento localista. La
conciencia regional es un recurso usado progresivamente por el grupo dirigente para legitimar sus aspiraciones de clase.
El intento de asimilación con los peninsulares fue desechado progresivamente, creándose un distanciamiento mayor
entre ellos y los criollos. Esto sucedió porque mientras se propuso cooptar al Estado intento minimizar las diferencias con
los peninsulares, pero al sentirse segura de sí misma dentro del sistema imperante comenzó incluso a agudizar las
diferencias en cuanto al origen y procedencia de los grupos.
La elite local exigió para sí una exclusividad total, asume una actitud agresiva y cambia el modo de enfrentar el conflicto
"peninsular-criollo". El regionalismo se torna más político una vez que la elite se torna más autoconsciente, tiene que
pensarse en sí en términos más abstractos, por ende ideológicos.

El colapso del sistema


A lo lar4go del siglo XVIII el sistema imperial español fue desarrollando una legitimidad propia diferente de lo tradicional
de los siglos XVI y XVII. La base utilitaria del sistema borbónico se siguió aceptando y a lo más, las expresiones más
radicalizadas, trataron de corregir sus defectos, condicionar la lealtad a que se siguieran implementando reformas y
volver a equilibrar la relación entre la metrópoli y sus dominios. Se quería un nuevo equilibrio que considerara a la
autonomía y autosuficiencia local generadas por las deficiencias del sistema. Se quería hacer que el sistema
reconociera la capacidad endógena local para cubrir el vacío de poder creado por una metrópoli decadente. El
sistema se mostraba incapaz de responder a las demandas locales, lo que hizo se cuestionara su legitimidad haciendo
que se vislumbrara un posible nuevo orden, pese a todo, leal.
La subsistencia simbólica de la monarquía impide incluso tomar conciencia cabal del significado de la crisis constitucional
y la invasión napoleónica.

Capítulo X

Historia y mito
Desde un comienzo la Independencia fue conceptuada como una ruptura con el pasado español. El significado de esta
ruptura no ha sido compartido, pero ambas visiones -liberal y conservadora- concuerdan en algo medular: el recurso
mítico para validar sus interpretaciones. Hay que entender estos tres niveles: la perspectiva de los autores, la de las
escuelas historiográficas posteriores y la mitificación del tema.
Se dibuja la idea de que se está ante un momento crítico y que es imposible la reconstitución del orden gubernamental
conforme a patrones tradicionales. En este punto las críticas al orden colonial se vuelven más frecuentes y virulentas,
apartándose los dirigentes chilenos de posturas y estrategias inicialmente ambiguas. Una vez asumido el nuevo orden
legitimante republicano la crítica a lo español deviene en una negación del pasado imperial-colonial.
¿Por qué de la autonomía de facto se pasa a un proceso de negación del pasado? La interpretación rupturista de la
Independencia tiene por tanto un carácter legitimante. Se recurre a la imagen de corte para justificar el inicio de un
nuevo orden, pero lo que es quizás más importante, se hace hincapié en una ruptura para dejar por sentado el hecho de
que estamos frente a actores posesionados de su papel histórico. Se visualizan a sí mismos como sujetos históricos.
Esta visión tiende a rechazar todo vínculo continuista con el pasado inmediato y a encubrir la pasividad intrínseca del
fenómeno independentista, fenómeno que debió ser justificado, no planificado de antemano. Romper con el pasado
significaba hacerse cargo de los desafíos del presente y del futuro, junto con insertarse dentro del flujo inevitable de la
modernidad.
¿Pero cómo conciliar el quiebre con el pasado y la proclamación de un régimen con aspiraciones liberales y por otro la
instauración de un régimen autoritario con posterioridad a 1829? La respuesta a este problema, elaborada durante la
década de 1840, intenta ordenar un plan de ataque contra los vicios sociales a fin de hacerse dignos de la
Independencia.

La distancia y proyección historiográfica


Ambas escuelas - liberal y conservadora- se pronuncian sobre la Independencia, su legado doctrinal y su efecto histórico
principal, la modernidad.La versión revisionista liberal de la década de 1840 argumenta que la Independencia es un
quiebre con el pasado. Esto se debió a un proyecto liberal, revolucionario, que radicalizó el quiebre con el trasfondo
tradicional hispano. Las instituciones creadas bajo el alero del liberalismo conducirían al país hacia la modernidad.
Los conservadores comparten el juicio de que entre 1930-1960 el Estado se consolida como una organización
centralizada y autoritaria, ajena eso sí al militarismo y caudillismo. También el juicio de que fue creación de Portales. Esto
sería una especie de "restauración" posterior al caos y anarquía entre 1817 y 1829. El liberalismo habría acabo con el
orden preestablecido, habría hecho que Chile se descarrilara de su cauce tradicional de carácter español, autoritario y
católico, haciéndolo perder su identidad e integridad.
Ambas posturas coinciden en que hubo un quiebre, pero difieren en lo referente al momento histórico en que
este se produce. Según la postura liberal este operaría a partir de la Independencia, mientras que los conservadores lo
ubican durante la segunda mitad del siglo XIX.
La interpretación conservadora depende de la versión liberal, pues reacciona ante ella, la toma y la reinterpreta.

La independencia como mito


Las aproximaciones sobre el tema constituyen propuestas ideológicas, o incluso más, mitificaciones. Ambas escuelas
recurren a estructuras míticas para comprender la Independencia y lo que sucedió después. Se habla de "los orígenes",
hay un discurso, construcciones simbólicas y un lenguaje mítico.
La estructura mítica subyace también en las propuestas historiográficas, pues "rememorar" implica, en ambas corrientes,
una función ritual social donde se "revela" el verdadero sentido o significado histórico subyacente de lo sucedido y de lo
que hoy acontece.

Conclusiones:
1. La Independencia es un fenómeno coyuntural dentro de un proceso de más larga duración: dejar atrás la tradición y
aceptar la modernidad.
2. Tanto la Independencia como el proceso macro en que se inserta configuran un proyecto. Pero este proyecto para la
elite chilena es de origen exógeno y fruto de la casualidad más que de la conciencia previsora y voluntarista de este
grupo. Así es que se debe cooptar el proyecto modernizante borbónico y durante la coyuntura crítica de la Independencia
aceptar un orden republicano legitimante.
3. El cambio político e ideológico producido a partir de 1810 es una ruptura de carácter legitimante, aunque buena cuota
de tradición persistiría.
La Independencia fue un quiebre insuficiente y parcial, si se quiere, pero no por ello menos trascendental y
revolucionario, aunque esto último fue inconsciente.

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