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Duelo
Asesoramiento Psicológico
Pedro Legasa
Raquel Pastor
Núria Pérez
[Año]
¿Por qué la Pérdida y las Tareas del Duelo?
Introducción
Teoría de la vinculación
• El mundo de occidente
• El mundo de oriente
• Conclusiones
El duelo
• ¿Qué es el duelo?
• ¿Quiénes son?
• Objetivos
• Dolor o sufrimiento
• Proyectos G.A.M.
• Entrevistas
Susana
Elena
Bibliografía
¿Por qué la Pérdida y las Tareas del Duelo?
La muerte, un tema existencial que nuestra cultura occidental ha excluido como algo
cotidiano.
Hemos elegido este tema debido a que en algún momento de nuestra vida todos
debemos enfrentarnos a ella, ya sea en primera persona o porqué debamos afrontar la
pérdida de alguna persona muy o poco cercana a nosotros. Por lo tanto todos
podemos sentirnos identificados en mayor o menos medida porqué como dijo Séneca
“Aquel que lloras por muerto, no ha hecho más que precederte”. Nunca se teme a la
muerte como cuando se ama, la idea de perder para siempre a alguien amamos puede
convertirse en una obsesión.
Introducción
Tras la pérdida de un ser amado, el duelo aparece como una respuesta natural del ser
humano. Una experiencia por la que todos hemos pasado o estamos predestinados a
pasar, es el precio que pagamos debido al vínculo que creamos con nuestros seres
queridos, experimentamos una conexión de afecto e intimidad necesaria para vivir,
crecer y desarrollarnos como personas. La mayoría de los que han vivido un duelo
importante en sus vidas, pese al intenso sufrimiento, con el tiempo y la ayuda de
familiares y amigos son capaces de sobrevivir y adaptarse a la nueva situación sin el
ser querido y consiguen rehacerse. Éstos no necesitan ayuda psicológica especializada
para recuperarse, aunque cierto porcentaje no es capaz de reponerse por sí solo al
intenso dolor que les puede llevar a situaciones de deficiencia de salud. Cuando estos
síntomas de malestar psicológico acaban provocando una incapacitación para la vida y
las relaciones, hablamos de duelo complicado o patología de duelo (que explicaremos
más adelante).
Teoría de la vinculación
El mundo de occidente
No podemos reflexionar sobre la muerte en su plena totalidad si no nos planteamos su
perspectiva histórica. Aunque temporalmente no seamos capaces de situar en el
tiempo la aparición de la autoconciencia de la muerte si podemos asegurar que el ser
humano es la única criatura capaz de asumir este concepto. Si pensamos en las
capacidades craneales se puede decir que desde el homo erectus, la muerte
representaba ya un tema de reflexión, pero si nos queremos basar en la verosimilitud
científica, esto, por ahora no es comprobable.
El testimonio más antiguo de sepultura se remonta a hace cien mil años cerca de
Nazaret.
El ser conscientes de que existía un punto de no retorno, el miedo que esto conllevaba
y el dolor de la pérdida y la esperanza de que esa desaparición corresponda a algún
tipo de transformación, al tránsito hacia una diferente forma de existir son algunas de
las razones que explican la aparición de los primeros rituales mágicos (con chamanes),
los adornos funerarios y los sacrificios. Posteriormente aparecen juntos a los cuerpos
inhumados (ya sea bien para protegerlos de ser carroña de los animales o para
proteger a los vivos) algunos detalles rudimentarios para acompañarlos hasta objetos
decorativos más elaborados.
En culturas como la egipcia los ritos funerarios fueron de vital importancia, teniendo
en cuenta siempre el estatus del difunto, hasta el punto de querer vencer a la muerte
con el intento de conservar el cuerpo y acompañándolos del “libro de los muertos”
para ayudar al alma a alcanzar su destino eterno. Otras como los Sumerios creían que
el difunto había de pasar por grandes penurias hasta llegar a una vida triste y sombría.
Los Hititas en cambio creían que la cremación era la manera de conservar la vida
eterna en una dimensión diferente.
Los romanos sin embargo tenían unos miedos específicos a la muerte, no la simple
desaparición en la nada, sino la disolución del recuerdo de quien había vivido. Se temía
caer en un olvido cuya oscuridad era mucho peor que el apagarse del cuerpo, por eso
empezaron a inscribir sus lápidas. La idea de resurrección permaneció muy lejos de su
pensamiento y lo mismo se puede decir sobre la existencia de un alma inmortal.
El mundo de oriente
En este ámbito el mundo oriental ha conseguido dar un enfoque muy característico a
estas evidencias sobre los significados de la vida y el modo de transformar el dolor en
felicidad y el sentido de soledad en aspiración trascendente que convierten el
pensamiento oriental en un original modelo con una espiritualidad muy elevada.
Para los persas la concepción de Zoroastro (un enviado por Dios en el 1200. a.C.) sobre
la muerte es optimista, puesto que esta doctrina admite una resurrección final de
todos los cuerpos, que se concluirá también con la salvación de los que habían
acabado en el infierno.
El hinduismo, está fundado sobre las verdades contenidas en vos Veda, sus textos
sagrados. Para el hinduismo, un elemento crucial de su visión de la vida es la
existencia, en cada ser humano, de un alma inmortal (el atman), que está destinada a
renacer muchas veces según la ley del karma. Es una ley moral que impone al alma
sucesivas reencarnaciones en nuevos cuerpos para realizar un gradual proceso de
purificación y de separación del mundo de la materia. La muerte por tanto es
considerada por los hinduistas, nada más que un momento de paso, una fase de
transición, por la que el alma, lanzada en el océano del mundo material, se somete a
un ciclo de nacimientos y renacimientos, hasta emerger a la liberación definitiva. Una
gran diferencia con el mundo occidental es la ausencia de lugares de sepultura, no
ocupan espacio alguno, porqué la idea de cuerpo no tiene razón alguna para subsistir.
A pesar de que China no haya tenido nunca, con excepción del taoísmo, una verdadera
religión, según las concepciones religiosas sobre el más allá, el hombre está dotado de
dos almas. Una es vegetativa y está estrechamente unida al cuerpo, hasta en el
momento de la muerte; y la otra más espiritual, se separa del cuerpo y alcanza su lugar
definitivo junto al Dominador Supremo, o en el lugar de los difuntos, o en lugares que
se pueden asimilar al infierno de la cultura occidental. Para el taoísmo, que todavía
hoy es considerado la verdadera religión china, la muerte no es más que la expresión
de un turno cíclico con la vida.
Conclusiones
De estas breves explicaciones podemos observar grandes diferencias entre los mundos
de oriente y occidente en cuanto a la manera de entender la vida y la muerte. Para la
mayoría de las culturas orientales las muerte casi nunca supone un desafía o provoca
miedo o rechazo, como en el mundo occidental; la preocupación se centra más en el
destino de las almas. También es diferente la concepción del mundo ultra terreno, las
almas que permanecían en el infierno, purgatorio o paraíso occidentales eran
fácilmente reconocibles, ya que mantenían los parecidos originales de su vida. Por el
contrario en el mas allá oriental el reconocimiento no es posible porqué el difunto no
conserva los rasgos de su vida terrena.
Hemos creído necesaria esta pequeña explicación para entender las distintas
concepciones de duelo debido a los tan diferentes planteamientos sobre la vida y la
muerte en culturas nada semejantes. De todos modos han sido reflejadas las
mayoritarias, habiendo religiones muchas religiones minoritarias con muy distintas
concepciones de cómo se afronta la muerte, según las creencias de vida que llevan.
La actualidad en el mundo occidental: la muerte de la muerte
En los últimos años ha habido un cambio importante en lo que a la muerte se refiere.
Ya no se muere tal y como se ha sucedido durante siglos y hasta hace bien poco, en el
seno de la propia familia, entre las paredes que te han acogido durante la vida. Se va a
morir al hospital y de ahí van a los tanatorios, que parecen estar especializados en
agilizar el paso, y sobre los que se tiende también a transferir la responsabilidad moral
de los últimos preparativos, se ha burocratizado la muerte. Puede parecer que esto se
hace por desahogarse de una pesada carga, aunque en realidad sea por liberarse del
pensamiento de la muerte. En vez de percibir la muerte, junto al sufrimiento que la
precede y la acompaña, como un estímulo para recuperar los grandes valores
existenciales, la sociedad prefiere renegar de la muerte porque la considera
escandalosa. Hoy el 80% de las personas mueren en hospitales o en ambientes
específicos de cuidados especiales o de larga permanencia, rodeados de personas
desconocidas y jamás con niños alrededor. Por esto es típico que a los familiares del
difunto la noticia de la muerte les llegue por teléfono y que no tengan tiempo de
asistirlo en el preciso momento de morir. También se dejan para el personal específico
los gestos del ritual de la muerte, acondicionar el cuerpo y se renuncia a los gestos de
amor que en otras épocas consagraban la unión de los familiares con la persona
querida. Se reprimen las emociones, se refrenan las lágrimas. Cumpliendo así con una
nueva normativa social que empuja a una separación que se lleva hasta la negación,
sino lloro, ni sufro, significa que la muerte no me toca y que por tanto no existe.
Todo esto no significa que se sea indiferente ante la muerte de quien hemos perdido,
se sigue sufriendo como siempre, pero ahora el sufrimiento no se puede manifestar
demasiado abiertamente por la presión que se tiene debido a la prisa de un mundo
que cada vez corre más veloz y por la inhibición que nos produce una sinuosa crisis de
valores espirituales. En el siglo que se acaba de cerrar, la relación del hombre con la
muerte se ha empobrecido al máximo tocando fondo con una gran aridez espiritual.
El Duelo
¿Qué es el duelo?
El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida (pérdida
de un empleo, pérdida de un ser querido, pérdida de una relación, etc.). Aunque
convencionalmente se ha enfocado la respuesta emocional de la pérdida, el duelo
también tiene una dimensión física, cognitiva, filosófica y de la conducta que es vital en
el comportamiento humano y que ha sido muy estudiado a lo largo de la historia. En la
actualidad se encuentra en discusión el tema de si otras especies también tienen
sentimientos de duelo como los seres humanos, y en algunas de ellas se han
observado comportamientos peculiares ante la muerte de sus congéneres.
Aunque es muy criticado desde el punto de vista científico (mejor, muy mal
entendido), el modelo en fases ayuda a entender el duelo como un proceso y no como
un hecho. Si se contempla entonces como tal, el conocer por anticipado “lo que ha de
suceder” (a grosso modo, sin detalles finos) con cierta certeza, permitirá a la persona
(de forma semejante a como sucede con la aflicción anticipatoria) estar preparada y
“tener a mano” estrategias adecuadas para controlar la situación. Estas fases no son
en forma de escalones verticales, en los que se da “un paso a paso”; más bien, son
horizontales, y la persona puede estar en la primera fase o con un pie entre la primera
y la segunda, y así. Se avanza sin la necesidad u obligación de tener que resolver por
completo todos los elementos de una fase anterior para poder pasar a la siguiente.
Estas fases o etapas son:
1. Aflicción aguda
Se inicia en el momento del fallecimiento y tiene prácticamente todos los elementos
de un estado de shock emocional. Sin ser rígidos en la duración de este período, pues
cada persona lo hará según su propio tiempo y estilo, su duración aproximada es de
uno a tres meses (en algunos puede tardarse más según las circunstancias y en otros
menos del tiempo señalado). Sus características más sobresalientes son:
Incredulidad
Se trata de una de las primeras respuestas a la pérdida: la persona no cree lo que le
está pasando, es una pesadilla; su familiar está trabajando, de vacaciones, en el
hospital; esto no puede pasarle a él, es un error. Debido a que no es obligado ni
preciso aceptar “de una vez” tan dolorosa realidad, la persona se moverá entre
períodos de aceptación y de negación, según ella considere oportuno o necesario para
su nivel de angustia. Por otra parte, la aceptación no es un fenómeno en singular sino
en plural, es decir, la persona puede aceptar que el cuerpo está muerto (con lo difícil
que ello sea), pero aceptar que no saldrá de la mano con él, que no le abrazará, besará
o saldrá a bailar es un proceso muy lento y complejo que precisará de tiempo para su
adaptación.
Anulación psíquica
Fenómeno temporal en donde la capacidad de comprensión se ve alterada y la
persona, para su interacción con el medio, está sujeta a los estímulos que le aportan
sus sentidos (en términos coloquiales “no coordina”); de esta forma, la memoria
sensorial (particularmente la visual y auditiva) no sólo está bien conservada sino muy
activa, y acompañada de una hipersensibilidad a la comunicación no verbal (la que
viene de los gestos, postura, tono de la voz, etc.).
Confusión e inquietud
El impacto de la pérdida deja al deudo aturdido y confundido, con sensación de
entumecimiento y desorientación: con frecuencia no sabe que hacer, dónde acudir, a
quién consultar o dónde estar. Puede moverse de un lado a otro sin sentido, mostrarse
inquieto, utilizando el movimiento como estrategia para descargar ansiedad y
angustia.
Pensamientos obsesivos
Repetición mental constante (con funciones adaptativas), a modo de imagen
fotográfica, de los eventos que condujeron a la pérdida (p.ej., sus últimas palabras, la
forma en que murió, expresión de la cara, heridas sufridas). Al tratarse de un estímulo
considerado negativo (doloroso, angustiante), una estrategia que ha mostrado ser útil
a los deudos es la de oponerle a éste otro estímulo pero de tonalidad contraria, es
decir, muy positivo (una de aquellas imágenes o fotografías que suscitan mucha
ternura o una sonrisa sólo al verlas) y que la persona debe llevar con ella para cuando
se presente uno de estos pensamientos obsesivos. Cuando el cuerpo del fallecido no es
visto, estos pensamientos son sustituidos por “fantasías obsesivas”, las cuales pueden
ser aún más angustiantes que los mismos pensamientos.
Despersonalización-desrealización
Sensación que tienen las personas de que el mundo no es real, que parece falso,
brumoso, lejano, o como si lo vieran a través de un velo; otras dicen ver el mundo
como si vieran una película; se sienten raros, como si les hubieran cambiado; no
comprenden lo que pasa, todo parece extraño, irreal; oyen lo que se les dice y no lo
entienden, y sienten todo como lejano; pueden ver las cosas incoloras, desteñidas y
lejanas. Es frecuente y suele ser transitorio.
Síntomas físicos
Aunque no son de obligada presencia, si que pueden presentarse uno o más de ellos al
mismo tiempo. Se relacionan con la activación de los ejes neural y neuroendocrino.
Entre ellos están: sequedad de boca y mucosas, respiración suspirante, debilidad
muscular, llanto, temblor incontrolable, perplejidad, trastornos del sueño y del apetito,
manos frías y sudorosas, náuseas, aumento de la frecuencia urinaria, diarrea, bostezos,
palpitaciones y mareos.
Otras reacciones
Pensamientos negativos sobre el futuro, desesperanza, revisión negativista o pesimista
de la vida, fantasías de suicidio, sensación subjetiva de tensión y/o de haber sido
sobrepasado por las circunstancias, respuestas explosivas como pérdida de control,
dificultades de concentración, incapacidad transitoria para el mantenimiento de las
actividades de la vida diaria, imposibilidad para descansar y disforia.
2. Conciencia de pérdida
A medida que los síntomas y reacciones iniciales pierden su intensidad (en particular la
angustia), y la persona acepta intelectualmente la nueva situación, comienza esta
segunda fase del duelo. Cuando el funeral termina, y los amigos y conocidos reanudan
sus vidas normales, el verdadero significado de la pérdida golpea con fuerza al
superviviente. Es un período caracterizado por una notable desorganización
emocional, con la constante sensación de estar al borde de una crisis nerviosa y
enloquecer. Al disminuir el nivel de angustia inicial, el dolor comienza a sentirse con
mayor intensidad; en una palabra, la persona se siente peor. Sus características más
importantes son:
Ansiedad de separación
Nerviosismo, protesta y malestar por la separación, sensación de desasosiego, de
inquietud interior por no ver al ser querido, y que la persona suele expresar con un
angustiante ruego a Dios: “déjame verlo aunque sea 5 segundos, un segundo”. Es uno
de los síntomas más persistentes y angustiantes del duelo, y se asocia a otras
expresiones fenomenológicas de la aflicción.
Estrés prolongado
Aunque los deudos dispongan de estrategias de afrontamiento efectivas para
enfrentar la aflicción aguda, la situación estresante es intensa y se mantiene, por lo
que los efectos de la activación de los ejes fisiológicos iniciales perduran.
Culpa
Se trata de un sentimiento común a todo tipo de pérdida, presentándose en dos
variedades: (1) Racional o directamente relacionada con la causa de muerte; se trata
de un fenómeno poco frecuente en el duelo, y (2) Irracional, aquella que pretende
explicar lo sucedido con preguntas del tipo “por qué no hice o dije” y los conocidos
“debería” y “hubiera” de la aflicción: “debí haberle insistido más en que fuera al
médico”, “en que tomase el autobús”, etc. Una estrategia efectiva para aprender a
vivir con este sentimiento, en particular con la culpa la irracional, es el aceptarla como
uno más de los fenómenos que se presentan en la aflicción, como un síntoma más del
duelo.
Ensoñación
Aunque muchas personas no recuerdan lo soñado la mañana siguiente, es durante
esta fase del duelo que los sueños son más prolíficos, cambian de contenido o calidad,
o pueden hacerse más frecuentes. Si bien recordar los sueños a la mañana siguiente
depende de muchos factores (p.ej., tiempo transcurrido entre la última comida y el
acostarse, uso de alcohol o medicamentos hipnóticos, despertares superficiales de la
noche, fase del sueño al despertar, etc.), acusar al deudo de su falta de recuerdos por
el nivel de llanto desplazado por este, es, además de injusto y reflejo de la ignorancia
de la razón por la cual se recuerdan o no los sueños, es cruel y reprime la expresión de
sentimientos por parte de éste.
Otras reacciones
Aunque ya no son tan persistentes, por momentos pueden presentarse incredulidad,
cierto grado de negación, frustración, trastornos del sueño, alivio por una situación
conflictiva o difícil terminada, miedo a la muerte, añoranza y llanto recurrente.
3. Conservación-aislamiento
Esta fase es experimentada por muchos como "el peor período de todo el proceso del
duelo", pues es durante ésta que la aflicción se asemeja más a una depresión (ya como
trastorno psiquiátrico) o a una enfermedad general. De forma muy característica, y
relacionado en parte con el desconocimiento general del proceso del duelo, la relación
muerte-aflicción al final del año se pierde, y la mayoría de las personas no relacionan
una cosa con la otra. Por ello, esa “nueva” sensación de tristeza es vivida por muchos
como un cuadro depresivo aislado.
Sin olvidar que cada persona elabora su pena según su propio tiempo y estilo, este
momento se presenta, en promedio, al cabo de 8-10 meses. Sus características más
importantes son:
Aislamiento
La persona prefiere descansar y estar sola por momentos no muy largos, a oscuras y en
su habitación. Su cuerpo le pide reposo, está débil y se siente fatigado por tantos
meses de estrés. Las personas "molestan" de forma temporal al deudo y busca
aislarse.
Impaciencia
Después de tanto sufrimiento, puede llegar un momento en el que el deudo dude de
su propia capacidad de recuperación y sienta que debe hacer algo útil y provechoso
que le permita salir lo más rápidamente posible de su estado de duelo. En la práctica,
los deudos hacen referencia a esta situación con comentarios como que se está
“cansado de tanto dolor”, "que no lo han hecho bien", "que no pueden con ello", etc.
Repaso obsesivo
De forma característica, durante esta época la persona empieza a hacer un repaso
global de lo sucedido: los hechos en sí, la comunicación de las malas noticias, personas
que le han acompañado este tiempo, efectos de la pérdida sobre el propio mundo,
situación actual, etc. Este repaso puede ser sólo parcial, referido a un hecho en
particular o a varios, y muy reiterativo a los largo de los meses siguientes. Este ejercicio
es generalmente mental y pocas veces es comunicado a los demás; para ello, el deudo
se aísla por momentos o parece distraído.
Necesidad de sueño
Tras varios meses de estrés, de manejar tantas cosas al mismo tiempo (las propias de
la pérdida y las asociadas a ella), la persona está agotada, física y mentalmente, y su
mente le pide también reposo, alivio que obtiene con el sueño; por ello, la persona
sentirá más deseos de dormir, por más horas, o en dosis fraccionadas. A veces, esto es
vivido por el deudo (y por otros) como una forma de “evadir la realidad”, cuando en
realidad es una necesidad fisiológica muy natural en la aflicción.
Otras reacciones
Desesperación (muy relacionada con la impaciencia y la aceptación emocional de la
pérdida), desamparo (en consonancia con el apoyo social diminuido), impotencia
(confirmación definitiva de la incapacidad para modificar lo sucedido) e irritabilidad
(cualquier cosa que implique un gasto de energía –energía que no es utilizada en sí
mismo- exaspera al doliente).
Estas tres primeras etapas configuran lo que muchos teóricos del duelo llaman la “fase
aguda” de la aflicción (la cual abarca, en general, el primer año). Hasta este momento,
lo que el deudo debe hacer, desde la óptica del trabajo de congoja, es expresar lo que
siente, trabajar con la emoción más que con la razón, y resolver problemas prácticos
instrumentales (domiciliarios, legales, personales). No es el momento de reconstruir,
sólo de sentir. Hasta este momento la vida del duedo es "dominada" por el muerto (su
vida gira en torno suyo), no obstante, en algún lugar determinado de ese doloroso
viaje de la aflicción, el doliente retoma la postura de pensar primero en él desde todos
los ángulos o dimensiones de su vivir, piensa ya en términos de reconstrucción, de
gobernar su propia vida. Se inicia pues la “fase crónica” de la aflicción, con los
siguientes dos períodos del proceso.
4. Cicatricación
Este período de cicatrización significa aceptación intelectual y emocional de la pérdida,
y un cambio en la visión del mundo de forma que sea compatible con la nueva realidad
y permita a la persona desarrollar nuevas actividades y madurar. Esto no implica que el
deudo no vuelva a sentir dolor; por el contrario, podrá vivirlo, pero de forma diferente,
sin tanta angustia como al principio, si bien, con períodos de agudización que le
recordarán épocas anteriores. Sus características más sobresalientes son:
Reconstruir la forma de ser
Es, esencialmente, un proceso de transformación de "volver a ser" otra persona , que
está lejos de ser completado por el simple hecho de que el individuo haya dejado de
llorar. Para ello, el deudo debe hacer un balance (sopesar) entre los conceptos previos
al fallecimiento, y los actuales, modificados en mayor o menor cuantía por la tragedia,
y utilizar el resultado – ya como “renovados” principios - a modo de cimientos para la
reconstrucción.
Cerrando el círculo
Como parte del fenómeno de cicatrización (cerrar la herida), el deudo debe emprender
la tarea de reconstruir su mundo, en sus tres grandes dimensiones (realidad, sentido
de vida y personalidad), logrando con ello completarse como persona con una nueva
dimensión del Sí mismo.
Perdonando y olvidando
Esta fase es esencialmente un proceso de aceptación, tanto de la muerte como de los
cambios generados por ésta, de las propias falencias, errores del pasado, personalidad
del fallecido, viejas heridas, sensación de injusticia (real o fantaseada) y de lo que ya
no puede ser. El perdón y el olvido son parte primordial de esta aceptación adaptativa.
Otras reacciones
Disminución gradual de los efectos del estrés prolongado y un aumento de la energía
física y emocional; se restaura el patrón de sueño normal.
5. Renovación
Una vez que el deudo ha realizado los cambios necesarios en su realidad, sentido y
estilo de vida, que ha recuperado su forma de verse a sí misma y a su mundo con un
sentido positivo, y que ha logrado encontrar sustitutos y reemplazos para la persona u
objeto perdido (éstos pueden ser cualquier cosa que interese al individuo o le dé un
sentido y propósito, no necesariamente un rol sustituto), se mueven hacia la fase final
del duelo. Sus características más importantes son:
Reacciones de aniversario
Reacciones y síntomas semejantes a los experimentados durante las fases iniciales del
duelo (en particular las oleadas de angustia aguda) y que se presentan tanto en la
fecha de muerte como en los cumpleaños, fiestas locales, Semana Santa, Navidad, etc.
El papel del terapeuta
En el caso de dolientes y personas que se encuentran en las fases finales de sus vidas,
el modelo humanístico es el más eficaz para tratar. En este caso el profesional puede
experimentar las siguientes consecuencias:
a) Exceso de carga existencial y sobre implicación: esto conlleva a mucho trabajo y
puede derivar en situaciones de sentirse totalmente absorto
b) Pérdida del control en la relación y creación de una relación de dependencia:
puede dar lugar a confusión mutua de roles, por eso mismo es necesario
enmarcar cuales son los papeles de cada integrante de la intervención.
c) Sobrevaloración de las propias capacidades: esto le puede llegar a parecer al
profesional que sus cuidados son los únicos, suficientes e imprescindibles, y
esto puede llevar a equívocos por parte del doliente.
d) Olvido de otros problemas: en ocasiones, centrarse en la pérdida puede dar
lugar a que no exploremos otras aéreas, por eso hay que evaluar otras aéreas
como la de la salud, entorno social…
Sentimientos de Si No
minusvalorizacion
Sentimiento de control del No Si
encuentro
Preocupación por los Si No
errores terapéuticos
Evaluación del papel del El doliente como ser El doliente y el profesional
profesional pasivo. El diagnostico y la como seres activos dentro
intervención depende del del proceso
profesional
Opinión sobre las Instrumental, para obtener Ser escuchado
expectativas del paciente algo
Formación sobre aspectos Como defensa Como adquisición de
asociados a estos procesos nuevas destrezas
- El mensaje: hay dos temas a tratar: un aspecto ético y uno técnico. El primero
nos enfrenta a la cuestión fundamental de la verdad; y el segundo nos llevara al
ámbito de la retorica, entendida como la disciplina que nos enseña a organizar
la forma de dar el discurso.
2. Sensaciones físicas:
Entre las más frecuentes están las de vacio del estomago, opresión del pecho,
hipersensibilidad al ruido, falta de aire, debilidad muscular, sequedad en la
boca…
3. Cogniciones:
Existen muchos patrones de pensamiento diferentes que marcan la experiencia
del duelo. Ciertos pensamientos son normales en las primeras fases del proceso
y generalmente desaparecen después de un breve espacio de tiempo. Pero a
veces los pensamientos persisten y desencadenan sentimientos que pueden
producir una depresión o problemas de ansiedad:
4. Conductas:
- Trastornos del sueño: no es extraño que las personas que están en las primeras
fases del duelo tengan problemas para conciliar el sueño. Estos trastornos a
veces requieren intervención médica pero en los duelos normales se corrigen
solos.
- Suspirar
- Hiperactividad desasosegada
- Llorar
3. Tipo de muerte: no es lo mismo que la pérdida del ser querido haya sido de
improvisto o que haya sido tras una larga y dolorosa enfermedad. La persona
estará más o menos preparada para superar esa muerte dependiendo de cómo
hayan sido los acontecimientos
¿Quiénes son?
AMAD es una asociación enfocada principalmente a ofrecer una ayuda a aquellos que
acaban de sufrir la pérdida de un ser querido. Se trata de una asociación sin ánimo de
lucro en la que quien asista, sienta que es algo más que una terapia de grupo.
Así pues esta asociación fue creada en el año 1997 con el ánimo de crear un centro de
reunión donde la gente que sufre por una misma causa compartan sus experiencias,
sensaciones, evoluciones y esta sensación tan estresante sea más llevadera.
Objetivos
Los objetivos que esta asociación se propone son los siguientes:
¿Dolor o sufrimiento?
En AMAD separan estos dos términos. Consideran el dolor a ese vacío que deja la
persona allegada al morir, ese sentimiento de malestar físico, mental y emocional.
Pero ese dolor es parte del proceso de duelo, y tiene su razón de ser. Ese dolor se
convertirá en sufrimiento en el momento en el que dejamos que ese dolor controle
nuestra vida, entonces pasaremos a tener una “no vida”, es decir un momento en el
que dejaremos de vivir en el presente, eliminando también cualquier perspectiva de
futuro, y comenzaremos a vivir de recuerdos, planteando la vida al igual que lo
hacíamos antes de sufrir la perdida de ese ser querido.
Por lo tanto AMAD identifica al dolor como parte necesaria del proceso de duelo, pero
que no deberá llegar a convertirse en sufrimiento dejando que este controle nuestras
vidas.
¿Y cómo evitar llegar a ese sufrimiento? AMAD nos propone 4 puntos que nos
ayudaran a evitar llegar a ese estrado de sufrimiento:
• Si experimentamos el fallecimiento de un ser querido sin negar nuestro dolor
• Si no lo ocultamos ni ante nosotros ni ante los demás
• Si lo miramos de frente y exteriorizamos nuestros sentimientos
• Si contamos con ayuda de los demás
Proyectos G.A.M
Para conseguir estos objetivos, AMAD se sirve de los GAM (grupos de ayuda mutua).
Muchos expertos defienden que la ayuda mutua es una característica natural del ser
humano por la cual buscamos contacto con otras personas en momentos de tensión,
ansiedad o dificultad.
Por otro lado muchas especies también se valen de esta característica, buscando a otro
de su misma especie para compartir una situación estresante.
Cuando vivimos una dificultad en soledad, sin compartirla con nadie, en ocasiones esta
dificultad parece inmensamente más grande de lo que en realidad es, ya que lo
vivimos de una manera cerrada e individualizada que no somos capaces de considerar
otros puntos de vista.
En el momento que compartimos una dificultad o un problema con otra persona ese
problema se vuelve menos pesado y más asequible.
Los GAM nacen al amparo de la OMS, una de las primeras organizaciones que surgió
fue alcohólicos anónimos en 1935
Las personas que estarían llamadas a formar parte de los GAM serían personas que
hayan sufrido un cambio repentino o una situación traumática en su vida (la muerte de
un ser querido en nuestro caso) y hayan tenido que cambiar su forma de vida debido a
ese cambio.
Por lo tanto los GAM se definirían como conjunto de personas que comparten una
misma situación o un mismo problema que se reúnen de forma periódica y voluntaria
con el fin de superar más fácilmente la fase de duelo que estos problemas suscitan. En
estos grupos las personas intercambian opiniones, experiencias, afecto…
Estos grupos producen una mayor integración social ya que las personas comparten
vivencias personales y abren sus sentimientos al resto del grupo.
En estos grupos podría haber un profesional que oriente al grupo, pero en el caso de
AMAD, consideran que el grupo comparte una misma característica (dolor por la
muerte de un ser querido) y la intromisión de otra persona sería alterar esa igualdad
entre todos. Aun considerando al grupo totalmente autónomo, estos pueden solicitar
en momentos puntuales la ayuda de un profesional.
Por último comentar los beneficios que supone a una persona asistir a estos GAM,
diferenciamos beneficios tanto a nivel personal como a nivel social.
Por todo lo comentado sobre los grupos de ayuda mutua, AMAD lo considera la
principal arma para combatir y superar esa fase de duelo ante la pérdida de un ser
querido por el que todos pasaremos algún día.
Entrevistas
Susana
Conseguimos contactar con Susana, una de las voluntarias de esta asociación.
Los voluntarios de AMAD, no son simplemente personas que quieren prestar su ayuda,
son personas que por lo general han sufrido algún caso de duelo importante. Estas
personas son formadas con cursillos de apoyo con el fin de que aprendan a como
asesorar a las personas que se les asignen.
Por otro lado, a parte del servicio de voluntariado, se encuentra el servicio psicológico,
compuesto por dos psicólogas que tratan habitualmente temas de duelo.
Este servicio está destinado para personas que hayan desarrollado un duelo
patológico, entonces el voluntario, si ve que a la persona le cuesta mucho desarrollar
su duelo de una forma adecuada, le recomendara que asista al servicio psicológico.
También se puede dar el caso en el que una persona no quiera que le asignen un
voluntario, sino que prefiere realizar unas cuantas sesiones con la psicóloga. En este
caso no había ningún problema.
El servicio de psicología, por norma general, realiza seis sesiones por persona, a no ser
que entre el terapeuta y el cliente decidan lo contrario.
También nos comentó Susana que realizaban bastantes talleres para fomentar las
emociones positivas, el taller que más éxito ha tiene entre los participantes es el de
bio-danza.
En cuanto al lugar donde trabajan, Elena nos comentó que cuentan con un local en la
casa de asociaciones Vicente Abreu en Vitoria. En este local se suelen reunir los
voluntarios para poner en común ciertos aspectos que se quieran tratar.
Por último quisimos preguntarle acerca de la satisfacción, tanto de los afectados como
de los voluntarios al ayudar a estas personas.
Para finalizar, Susana nos facilito el contacto de una de las psicólogas que están
trabajando en este campo, Elena, así que tratamos de poneros en contacto con ella.
Elena
Con Elena, pudimos hablar más sobre lo que es el trato con el paciente en terapia.
Para empezar, Elena nos comento, los motivos que llevaban a una persona a recibir
sesiones de terapia psicológica. Al igual que Susana, Elena comento que una persona
puede solicitar por ella misma asesoramiento psicológico, o bien el voluntario asignado
lo considere así. También repitió que, por lo general, se realizaban 6 sesiones con el
cliente.
Nos habló de las terapias de grupo que realizaban conjuntamente la sociedad vasca de
cuidados paliativos junto con orumar.
Más enfocado a las terapias que Elena realiza, apuntaba la importancia de hacerles ver
a todos y cada uno de sus pacientes que el duelo, es un proceso normal por el que
todos hemos de pasar algún día, aunque se necesite apoyo psicológico. A su vez
defendía que el duelo, sea o no sea patológico, no se trata con el paciente como si
fuera una patología, sino como un proceso.
Por otro lado también hablamos de la importancia que cobran los factores sociales del
entorno del cliente, puesto que cuanto más apoyo social tenga, más rápida y eficaz
será la recuperación al tener varias vías de deshago emocional. No todas las personas
cuentan con este apoyo social al encontrarse sin familia, con poco tiempo para
relacionarse etc. A estas personas habrá que ofrecerles, a parte, un apoyo más allá de
lo profesional haciéndole saber al cliente que se le escucha y entiende su situación.
Por lo tanto Elena nos hablaba de la importancia de considerar los factores de riesgo
como pueden ser; la soledad, trastornos psicológicos, ansiedad… y los factores
protectores; apoyo social, bienestar físico y mental…
Un apunte interesante, que nos hizo Elena fue la importancia de tener en cuenta si
habían sufrido algún trastorno psicológico importante con anterioridad, ya que cabe la
posibilidad que en momentos de tanta ansiedad como el proceso de duelo, estos
podrían volver a manifestarse. De ahí que nos hablase de la importancia que ella le
otorga a las técnicas de relajación que practica con la mayoría de sus clientes.
Para terminar preguntamos a Elena sobre el tiempo medio que suelen tardar las
personas en superar el proceso de duelo, a lo que nuestra psicóloga no se atrevió dar
un número aproximado, ya que defendía que cada persona es única y no existen
patrones que nos indiquen cuanto tiempo sería adecuado para desarrollar un duelo.
Patxi Izaguirre
Se trata de uno de los psicoterapeutas que más han trabajado y estudiado el tema del
duelo.
Para Patxi Izaguirre, el duelo es el proceso de asimilar una pérdida, y que la ilusión de
recordar con agradecimiento eso que hayamos perdido funcionará como motor para
superar este proceso. Por ejemplo, cuando un adulto se queda invidente nunca más
podrá volver a ver, pero recordar con alegría y agradecimiento todas esas cosas que
vio en su vida será lo que le darán fuerzas para seguir adelante en lugar de hundirse en
lamentos.
Según Patxi, el equilibrio emocional se rige sobre tres aspectos; el sentir, el pensar y el
hacer. Cuándo se da una experiencia traumática, puede que la armonía en la que
interactúan estos tres factores se vea alterada por la preponderancia de una sobre las
demás.
El tercer factor que puede verse alterado es el hacer, focalizando la acción con la
finalidad de no ser conscientes del proceso de duelo.
De esta triple interacción saca Patxi Izaguirre la frase “Pensar para no sentir y hacer
para no padecer”
Para Patxi Izaguirre se dan una serie de obstáculos a la hora de superar el proceso de
duelo:
Una de las prioridades de Patxi en el ámbito del duelo, es la forma en la que se trata el
tema de la muerte con los más pequeños.
Según nuestro autor, no tiene mucho sentido que todas las escuelas tengan un
protocolo a seguir en caso de incendio y no lo tengan en caso de la muerte de un niño,
ya que las estadísticas nos dicen que existe un porcentaje más elevados de mortalidad
infantil que de incendios en las escuelas.
Defiende que los más pequeños deben saber que la vida no consiste únicamente en
ser feliz, puesto que el dolor y el sufrimiento también forman parte de la existencia.
Por todo ello, Patxi nos habla de que debemos tratar la muerte, ante un niño o niña,
de manera natural, sin mentiras y alejándonos todo lo posible de las frases que
parchean una pérdida ante un niño como: “esta en un sueño muy profundo”, “se ha
ido a un largo viaje” etc.
Un dato curioso que comenta es que, a veces, son los menores quienes mejor encajan
la pérdida de un ser querido y somos los adultos quienes les inculcamos nuestros
temores.
Caso 1
Nora vino a la consulta con signos depresivos y enferma de un cáncer de pulmón. Su
hermana menor había fallecido de un cáncer de pulmón unos pocos meses antes de
que se lo descubrieran a ella, cerca de un año. A pesar de ser esta coincidencia un dato
tan obvio, Nora no se había percatado de ello. Se sorprendió por la repetición y
también reconoció el tremendo dolor que significó la muerte de su “bebé-hermana”.
Es un fenómeno conocido como “la identificación con síntomas que tenía la persona
antes de morir”. En vez de hablar y “hablar acerca de” ello afrontamos, con un
psicodrama, una Gestalt, una constelación. La pusimos en contacto con su hermana a
través de un representante imaginario. Lloró, la abrazó, se enojó con ella, se enojó con
la Vida, le dijo lo que tenía guardado en su corazón, el no- dicho. Escuchó de su
hermana palabras de amor y de reconocimiento. La vio contenida y en paz con los
otros miembros fallecidos de la familia, en el mundo de sus muertos.
Finalmente se calmó y pudo despedirse en Serenidad, sabiendo que estaban
amorosamente conectadas.
Caso 2
Alicia perdió un hijo, se lo llevó el océano, no pudo ver su cuerpo, no hubo entierro y
nunca pudo llorar. Su marido no lo toleró y murió unos meses después, seguramente
en la mira puesta en “reunirse” mágicamente con su hijo. Tampoco pudo llorarlo.
Caso 3
María quería tener un hijo y no quedaba embarazada. Con su marido Roberto hicieron
tratamientos médicos durante años infructuosamente. Cuando le pregunté por
“abortos” percibí la inquietud silenciosa de la mujer, su bajar la vista. Al otro día me
llamó y tuvimos una consulta a solas. Había tenido un aborto, provocado y algo
avanzado, hacía ya unos años y con otra pareja. Participó de un Grupo Terapéutico
dónde pudimos escenificar sus culpas, sus miedos, sus enojos. Revivió actualizadas
escenas duras, vergonzosas. Dejó de “retener” a su “bebé” y se “soltaron”. Le dio un
nombre a su “bebe” no nacido y un lugar en su corazón. Su “bebé” encontró paz en el
reconocimiento y en el amor de su madre. Ambos pudieron “des-pegarse” y “hacer
lugar”. Y lo más importante, poco tiempo después fue bendecida con un embarazo y
posterior nacimiento.
Caso 4
Susana y Adrián tienen un hijo de 8 años y no está bien: Alejandro es un niño triste,
juega poco y más bien le da por aislarse. Les hicimos un Geno. Preguntamos por el
Origen de los Nombres. Para su hijo tenían pensado otro nombre pero cuando Susana
lo va a inscribir, súbitamente se le cruzó como un impulso llamarlo Alejandro. Le
pregunté si ese nombre Alejandro tenía un significado especial en la historia personal o
familiar –genealógica. Desconocía.
Al poco tiempo me envía un mail: habló del tema con su abuela paterna y esta recordó
que una tía y su hijo de 10 años murieron en los campos de Auschwitz. Los únicos de
su familia que no pudieron escapar del horror nazi. Ese niño se llamaba Alejandro.
Transmisión transgeneracional. Rebote entre generaciones. Convocamos a la familia e
hicimos un Rito de Entierro. Fue conmovedor. Alejandro abrazado con un
representante simbólico de su Ancestro homónimo muerto en el Holocausto judío.
Todos reconocieron y honraron a sus parientes y su sufrimiento y les hicieron lugar en
el alma familiar. Con el tiempo, Alejandro dejó de ser un niño triste y aislado.
Caso 5
José, 50 años. Accidente fatal. Daño y Reparación. Vivía apesadumbrado. A la vista, la
espalda curvada como soportando un gran peso, el caminar lento. A sus 20 años
atropelló a un hombre en la ruta, cerca de su pueblo natal. Nunca lo olvidó. Soñaba a
menudo con el accidente, con el muerto y su familia, la viuda y sus dos hijos menores.
A menudo se perseguía con imágenes de lo sucedido. Lo guardó en secreto. Nunca se
lo comentó a su mujer y sus hijos. Su hija se puso de novia con una persona que
coincidentemente era hijo de un atropellado y fallecido en un accidente. Su hijo varón
estaba por cumplir 20 años, la edad que él tenía cuando se produjo el accidente y
sufría de ataques de pánico. Estos hechos terminaron de alarmarlo y pidió la consulta.
En un plano virtual, como en un teatro, escenificamos encuentros con el muerto y su
familia. Asomaron miedos, enojos, culpas, impotencias y también la necesidad de una
reconciliación para bien de todos. José y su hijo visitaron a la familia del muerto. Fue
trabajoso y posible. Le permitieron poner una placa en la tumba, alegórica y de perdón
sentido. Ambas familias pudieron juntarse y conversar. Se ahuyentaron viejos
fantasmas y todos se permitieron la grandeza.
Bibliografía
www.amad.es