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Valencia, 2010
Agradecimientos
Dedico este trabajo a Lilia Sánchez Ibarra, una mujer excepcional que entre
muchas otras cosas me enseñó precisamente a ser agradecida. Cada momento
compartido me ha dejado un aprendizaje que valoro profundamente,
especialmente las noches interminables de diálogos en la oscuridad; allí tomé
conciencia de que la maternidad además de vivirse tenía que pensarse,
sentirse…
A las mujeres, a las madres, a las personas que cada día, desde su cotidianidad
ayudan con sus acciones a la construcción de un mundo justo y solidario.
Especialmente a todas y todos los que han contribuido a formarme como
persona. Gracias.
2
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………………………..6
I. PRESENTACIÓN……………………………………………………………………………..……………………8
1.1 Justificación……………………………………………………………………………………………………9
2.1 Mujer……………………………..………………………………………………………………………….……21
3
2.1.2 El “segundo sexo” para Simone de Beauvoir……………………………..…………30
2.1.5 De “segundo sexo” a “sujeto del feminismo”: ¿qué cuenta como una
vida?....................................................................................................................55
VI. DISCUSIÓN………………………………………………………………………………………………………135
VII. CONCLUSIONES………………………………………………………………………………………………142
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………………………………………………..145
4
“Como feminista de la segunda ola (la de los años 60 y 70) fui, por
cierto, marginal y discutida. ¿Por qué? Porque pese a apoyar las luchas
de las militantes sobre la sexualidad, el control de la fecundidad, el
poder o el trabajo, estaba convencida de que la maternidad sería una
cuestión central de la identidad femenina. No podía sentirme satisfecha
con la orden implícita: "Sé madre y callate". Mi profesión de
historiadora, al igual que mi propia sensibilidad, me permitían afirmar
que la maternidad no era solamente un desarrollo narcisista, un júbilo
personal. Era también, en igual medida, una función social. Y yo estaba
convencida de que ignorando esa función social, se ignoraba la mitad,
por lo menos, de las realidades maternas. Desde entonces, los
resultados de mis investigaciones no han hecho más que reafirmar esa
certeza. El feminismo debe ante todo repensar la maternidad: todo lo
demás se dará por añadidura”
Yvonne Knibiehler
5
INTRODUCCIÓN
La maternidad es un tema complejo cuando se trata de abordar para ser
estudiado más objetivamente. Tal vez la dificultad de tal intento resida en que
además de todo, es un hecho natural. Para las mujeres y para quienes nos
asumimos como futuras madres, o como madres no biológicas, resulta difícil y
necesaria esta reflexión, por cuanto nos compete en primera persona. Pero en
general, no estaría mal que la humanidad escuchara lo que las madres tienen
que decir, finalmente, todos y todas provenimos de una madre.
6
nos proponen un contraste de esquemas al situar la maternidad como histórica
y como hecho social, alejándola de la trillada idea del “instinto maternal”.
Damos un giro de 180 grados y situamos en el foco del análisis a las Técnicas de
Reproducción Asistida, la idea medular de este quinto capítulo consiste en
analizar si el acceso a ella a través de estos medios efectivamente reivindica el
derecho de las mujeres a ser madres o si por el contrario significa un elemento
más de alienación.
7
I. PRESENTACIÓN
El presente trabajo es un ensayo teórico sobre el tema de la maternidad con
una aproximación desde la teoría feminista, principalmente de la mano de
Simone de Beauvoir. La metodología que sigue es la hermenéutica de textos
cuya selección ha correspondido a una serie de problemas planteados para su
reflexión, que al mismo tiempo ha servido a la delimitación del alcance del
quehacer que nos ocupa.
8
Concretamente mi trabajo con mujeres embarazadas había supuesto una
fuente de reflexiones que no habían encontrado el camino adecuado a seguir.
1.1 Justificación
Esta experiencia vital y las expectativas que en la sociedad se tienen sobre las
mujeres ha generado en mí cierto malestar que cuestiona el hecho de asumir a
9
la mujer como sinónimo de madre. No porque se menosprecie la maternidad o
a la mujer que es madre, sino por la trampa que conlleva suponer que el fin de
toda mujer es ser madre, sin importar los medios a través de los cuales lo
consiga y por lo que ello supone en las mujeres infecundas, bien porque sean
infértiles, bien porque decidan conscientemente no serlo.1
Pero también podría representar un desafío para las expectativas sociales que
de ella se tienen, como mujer y como madre. Representaría una falta de
respeto a la concepción tradicional que se tiene de la maternidad.
Representaría una amenaza para los fines natalistas de los países.
Representaría la subversión por excelencia de la figura mujer-madre que sirve a
los fines del sistema económico, político y social dominante, que se derivan de
sociedades patriarcales, representaría incluso, un alto en el devenir del orden
1
La diferencia entre infecundidad e infertilidad, aunque son términos íntimamente relacionados, sería
que el primero se entiende como la ausencia de hijos, que puede ser voluntaria o involuntaria. En el
primer caso la ausencia de hijos puede ser parte de un proyecto personal o conyugal y no se muestra
como un problema biomédico. A su vez, la infecundidad involuntaria, es aquella que comúnmente se
traduce en términos biomédicos como sinónimo de infertilidad. Véase Diniz, D. y Gomes, R. (2006).
Infertilidad e infecundidad: acceso a las nuevas tecnologías de reproducción asistida. Perspectivas
bioéticas, 21, 2, 29-44.
10
simbólico2, en tanto que se cuestiona la supuesta universalidad del instinto
materno3.
Por otra parte, la toma de conciencia desde muy temprana edad de las
cuestiones relativas al género4, –aún cuando ni siquiera sabía escribir esta
palabra– y la posterior concienciación de que el ordenamiento jurídico respecto
de la procreación, la educación de los hijos e hijas y la anticoncepción, estaba
en manos de los hombres, –o mejor dicho, en manos de seres que jamás en su
vida serían capaces de procrear5 y por ende, de verse en la situación de desear
abortar–6, me hizo pensar que tal vez ser madre, no precisamente significaba
simplemente serlo, es decir, empecé a pensar en la posibilidad de que en este
mundo las decisiones sobre la maternidad muchas veces, las tomaban en
última instancia, las madres, las mujeres que son madres.
2
Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Barcelona. Anagrama
3
Más adelante abordaremos con mayor amplitud la crítica referente al instinto materno.
4
Aquí se parte de la idea de género con todas las posibilidades interpretativas que pueda tener. Véase
Butler, J. (2001). El género en Disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. México. Paidós-
Universidad Nacional Autónoma de México.
5
Aquí me refiero a los legisladores activos que han propuesto reformas sobre la penalización al aborto,
basadas en una doble moral, que han sido en su mayoría varones, padres de familia que ejercen
activamente un machismo y exhiben la misoginia que les motiva a devaluar a las mujeres, a quienes
asumen como las otras, no iguales a ellos que además tienen la característica de valer menos que un
hombre. Un ejemplo de ello son los legisladores del Estado de Guanajuato, en México, que aprobaron
en 2009 una reforma constitucional que establece el derecho a la vida desde la concepción hasta la
muerte y que sitúa a dicho estado como uno de los que más criminaliza a las mujeres por interrumpir un
embarazo o incluso cuando éste se da por accidente. Véase Espinoza, V. Criminalización de la mujer.
Proceso. Disponible en http://www.laslibres.org.mx/index/articulos/proceso-marzo.pdf [10 de julio de
2010. 17:30 hrs.]
6
No hablo de los hombres que en algún momento desearon que su pareja, su hija, su madre o cualquier
otra mujer cercana a ellos abortara, cuando en el texto digo que “hay hombres que jamás se verían en la
necesidad de desear abortar” me refiero a eso precisamente, a hombres que no tendrán el vientre
hinchado en un momento crucial en su vida en el cual el embarazo les represente un problema personal.
11
Independientemente de la edad, la etnia, la condición social y económica y los
contextos política e ideológico que confluyan en el devenir de una mujer, el
derecho a ser madre en condiciones óptimas, el derecho a abortar en
condiciones óptimas, el derecho a no desear ser madre y el derecho de serlo de
la manera que mejor le plazca, son un conjunto que derechos que todavía no
hemos conseguido las mujeres y las personas del siglo XXI.
Lejos de ello, todavía nos encontramos con que debemos pugnar por
conseguirlos. Además, tenemos que convencer a la gente de que no somos
malas personas porque abortemos; tenemos que debatir si existe el muy
socorrido instinto maternal, todavía necesitamos una buena educación sexual y
afectiva, todavía tenemos que denunciar la publicidad sexista que encorseta a
la mujer como madre.
Si bien es cierto que en cada momento de la historia así como en cada lugar del
mundo, las vicisitudes políticas, sociales, económicas y religiosas –en turno–
han sido las que han determinado la figura materna a seguir, también es
necesario que hagamos una visión retrospectiva sobre el tema para encontrar
las respuestas a las situaciones incoherentes que hoy en día ensombrecen el
hecho materno, como por ejemplo, la alta tasa de abortos clandestinos en
muchas ciudades del mundo, los embarazos no deseados, los abandonos de
recién nacidos, los juicios en contra de mujeres que abortan, entre otras
lamentables situaciones que distan mucho del discurso que glorifica la
maternidad y a las mujeres que lo son al hacer uso de un “instinto innato”.
7
El programa de atención psicológica en que participé se titula “Parto psicoprofiláctico” y se desprende
del subprograma de atención “Psicología y perinatología” del que es responsable la Dra. Griselle Molina
Cachón y que actualmente se imparte en la Central de Servicios a la Comunidad de Santa Bárbara
(Querétaro, México). Disponible en
http://www.uaq.mx/psicologia/estructura/extension/paginas/ceseco.html
12
ha sido el primer acercamiento objetivo y sistematizado que tuve hacia la
maternidad.
8
Tarasena, R. y Zárate, M. (2001). Jóvenes en México, una radiografía. En González-Rizzo, V. Liderazgo y
jóvenes. Instituto de liderazgo Simone de Beauvoir y Equidad de Género, ciudadanía, trabajo y familia.
México. pp. 1-21.
9
Knibiehler, Y. (2001) Historia de las madres y de la maternidad en Occidente. Buenos Aires. Nueva
Visión.
13
compañeras, ha sido retroalimentado y ello ha generado una fuente de ideas
factibles de analizar.10
Las reflexiones suscitadas a partir del contraste de tales ideas producidas por
mi experiencia vital, así como el consecutivo producto del acercamiento del
estudio de la maternidad en el marco de los estudios del Máster en Género y
Políticas de Igualdad, conforman un planteamiento del problema sobre la
maternidad que puede ser abordado para su reflexión desde distintas
dimensiones.
10
Uno de los temas que más me han interesado en el tiempo que he estudiado el Máster en Género y
Políticas de Igualdad, ha sido el de la maternidad; he concretado la sistematización de mis reflexiones al
respecto en los trabajos finales de dos módulos, en el de Feminismos Teoría y Praxis, con el trabajo
titulado “Ensayo sobre la maternidad y el instinto maternal” y en el módulo Relaciones de Género en la
historia hice la reseña de los libros ¿Existe el instinto maternal? de Elizabeth Badinter e Historia de las
madres y la maternidad en Occidente de Yvonne Knibiehler.
11
Badinter, E. (1991). ¿Existe en instinto maternal? Historia del amor maternal. Siglos XVII al XX Madrid.
Paidós
14
“…dejar de verla, de una vez por todas, como una mera evidencia biológica,
natural, universal e instintiva, para leerla como un hecho social”.12
Este “hecho social” a su vez, puede ser leído en base al contexto social en que
está inserto, en este sentido, aparece la siguiente dimensión de análisis.
Las culturas Occidentales a las que hacemos referencia como herederas de los
discursos que se han configurado a través del tiempo en torno a la maternidad
son principalmente, la griega, la romana y la tradición judeocristiana. Todas
ellas han transmitido valores, tradiciones, y en general su cosmovisión a través
de las grandes colonizaciones mundiales y el resultado ha sido la ordenación
geográfica e ideológica actual, en la que el carácter Occidental es el más
influyente.
12
Bolufer, M. (2010). Madres, maternidad: nuevas miradas desde la historiografía. En Franco, G. ed.,
Debates sobre la maternidad desde una perspectiva histórica (siglos XVI-XX), Barcelona, Icaria.
13
Al hablar del carácter Occidental, nos referimos al conjunto de pautas culturales derivadas de
sociedades cuya identidad se forjó en íntima relación con su situación geográfica y cuyo devenir ha sido
tal que ha influido fuertemente en la ordenación actual del pensamiento mundial.
15
1.2.3 La tendencia naturalista a representar la ecuación mujer = madre
Las mujeres que rechazan ser madres, aunque biológicamente estén dotadas
para procrear, son mal vistas por la sociedad, son incomprendidas y su elección
–libre por demás- se convierte en objeto de opinión pública. Las personas que
las rodean no alcanzan a comprender cómo es que un sentimiento tan
aparentemente “natural” e “instintivo” no haya germinado en su interior, y son
vistas muchas veces como la excepción a la norma, como “extrañas”.
16
innato en ellas, comparándolas con las hembras animales. Sus ideologías se
traducen en mandamientos, políticas públicas, recomendaciones sanitarias, y
se comercializa la idea de madre abnegada, amorosa, sacrificada por medio de
imágenes, mitos, leyendas, publicidad masiva, películas, canciones y de más
vehículos culturales, que no cuestionan en absoluto este supuesto amor
instintivo y que por el contrario, sancionan a las mujeres que ejercen su
derecho de obrar en su cuerpo, en temas de contracepción, anticoncepción y
aborto.
17
derechos que muchas mujeres del siglo XXI todavía no pueden ejercer. Los
estudios sobre desarrollo humano a nivel mundial aportan datos considerables
que testifican esta situación14.
Esta ambivalencia que parece ser inherente a la maternidad, produce entre las
mujeres enfrentamientos entre los polos opuestos de los posicionamientos
maternos: las que afirman su condición de mujer en tanto madres y quienes
rechazan la condición de mujeres por su condición biológica que les posibilita
procrear.
14
Para mayor información sobre las estadísticas de la situación de la maternidad en el mundo, Ver
Supervivencia materna, neonatal e infantil. Cuenta regresiva 2015, informe del decenio. [En línea]
Disponible en:
http://www.who.int/topics/millennium_development_goals/child_mortality/Countdown_2010_es.pdf
[10 de junio, 2010. 22:30 hrs.]
15
Véase el apartado correspondiente al análisis histórico de Yvonne Knibiehler y Elizabeth Badinter
quienes muestran la importancia de los discursos moralistas de Rousseau en torno a la maternidad y su
repercusión en la toma de decisiones jurídicas de la Ilustración.
18
1.2.7 Las particulares expresiones maternas
Esbozar unos objetivos para abordar el análisis del tema supone una
importante tarea de proyección de los alcances de nuestro estudio. No
obstante y dado que nuestro principal interés es el aprendizaje tanto del
proceso como del tema, nos hemos planteado los siguientes objetivos:
16
Véase el apartado de la dimensión política de la maternidad.
19
4. Analizar la dimensión política de la maternidad.
5. Reflexionar las implicaciones de las Tecnologías de reproducción en
la configuración de la maternidad.
20
II. MUJER, MADRE, FEMINIDAD: MÁS ALLÁ
DE LOS CONCEPTOS Y DEFINICIONES
2.1 Mujer
La RAEes una institución que tiene como finalidad básica fijar la norma
que regula el uso correcto de la lengua española armonizando su
esencial unidad con la diversidad de su realización”. Para ello la Real
Academia Española y sus Academias asociadas de América y Filipinas
desarrollan una política lingüística que implica la participación de todas
ellas en las obras fundamentales que sustentan y expresan la unidad de
17
Las definiciones que hemos recogido desde esta fuente son textuales y corresponden a los siguientes
elementos: lema, información etimológica, acepciones, formas complejas y envíos, pero en este trabajo
únicamente hemos transcritos las cuatro primeras características de las que consta cada definición,
dejando fuera las formas complejas y envíos.
21
la lengua, como el Diccionario, la Gramática y la Ortografía, y en cuantas
acciones, productos y recursos contribuyen al mismo fin. 18
Como se puede apreciar, una mujer es una persona del sexo femenino para
quien la pubertad y la edad adulta le son significativas por cuanto se relacionan
con su identidad. Además, posee cualidades consideradas por la sociedad y la
cultura como femeninas, y determinadas cualidades morales (de honor, de
tesón, de valor). Su identidad también es relativa a su estado civil.
18
Real Academia Española (2010). Diccionario de la Lengua Española (22), [en línea]. España. Disponible
en:
http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000001.nsf/voTodosporId/CEDF300E8D943D3FC12571360037C
C94?OpenDocument&i=0 [2010, 13 de junio, 10:15 hrs.]
19
Real Academia Española (2010). Diccionario de la Lengua Española (22), [en línea]. España. Disponible
en: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=hombre [2010, 13 de junio, 10:15
hrs.]
20
Real Academia Española (2010). Diccionario de la Lengua Española (22), [en línea]. España. Disponible
en: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=mujer [2010, 13 de junio, 10:30 hrs.]
22
Femenino, na. (Del lat. femininus).
Las respuestas que nos ofrece la RAE sobre las definiciones “mujer” y
“femenino” resultan en sí mismas incoherentes puesto que al definir la palabra
mujer, en su primera acepción dice que es una persona del sexo femenino y en
las acepciones posteriores utiliza el mismo término, mujer, para definir el
concepto, únicamente cambia el enunciado de modo ilustrativo pues supone
que de esta manera aclarará la definición; por ejemplo:
21
Real Academia Española (2010). Diccionario de la Lengua Española (22), [en línea]. España. Disponible
en: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=femenino [2010, 13 de junio, 10:31
hrs.]
23
Esta situación conduce a una especie de callejón sin salida al tratar de
aclararnos la definición de mujer y lo único que nos queda claro es que hace
referencia a una persona.
3. Órganos sexuales.
bello-.
1. m. sexo débil
- débil.
- feo, o – fuerte.
22
El término sexo débil, que también es utilizado para definir la palabra sexo, dispone de un link que se
puede pinchar para ir a una descripción más detallada, sin embargo no está activa, al menos hasta el
momento de la última consulta hecha para el presente trabajo. Disponible en:
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=sexo [24/09/2010, 11:21]
23
En este momento no nos detendremos a cuestionar tal afirmación, pues a lo largo del documento será
retomada la discusión al respecto.
24
Sabemos que la utilización coloquial de la palabra sexo puede tener dos
sentidos, tal y como lo dice el diccionario de la RAE. Uno es el de su uso para
nombrar a la relación sexual entre personas, la otra sirve para nombrar los
órganos sexuales, específicamente los genitales externos de las personas.
Para la RAE, la tarea de definir la palabra mujer resulta complicada puesto que
es un concepto abstracto cuyo significado carece de claridad, razón por la cual
sus significantes resultan también problemáticos. En esta fuente, el significado
de la palabra mujer quiere fundamentarse a partir de una característica
biológica, específicamente la que se refiere a la capacidad reproductiva de los
seres vivos (animales y plantas) cuya función radica en los órganos sexuales. De
manera que se prima la capacidad reproductiva sexuada para denominar las
25
características biológicas, las relaciones sexuales, la reproducción animal y
vegetal y sobre de éstas para fundamentar una lógica binaria que sexualiza los
cuerpos humanos y los clasifica en dos categorías, la masculina y la femenina.
24
Lagarde, M. (1999) Acerca del amor. Las dependencias afectivas. Valencia. Associació Dones Joves
P.V. pp. 10 -11
25
Esta fue una premisa importante cuando se instauró el matrimonio civil, pero que ahora mismo no
impera en todos los países occidentales. Véase Pastor, R. (1997). Estrategias de los poderes feudales.
Matrimonio y parentesco. En López M.V. y Carbonell, M. (Eds.) Historia de la mujer e historia del
matrimonio. Murcia. Universidad de Murcia, Seminario familia y élite de poder en el Reino de Murcia
siglos XV-XIX. p. 26
26
Para muestra, basta revisar precisamente las respuestas que encontramos en
ella sobre el término mujer, porque como hemos visto no solo no logra dar
cuenta de la realidad de facto de la mujer, sino que su discurso está provisto del
carácter androcéntrico derivado del orden social patriarcal heredado por las
sociedades occidentales, con lo cual, al intentar situar el significado de mujer, lo
que se hace es evidenciar el contexto que posibilita que “la mujer” exista y con
determinadas características.
27
contrario, su interés ha sido el de fijar la norma de utilización de la lengua, en
beneficio de la misma lengua pero en detrimento del avance del pensamiento.
Probablemente sea por ello que ahora resulta tan problemático e incoherente
el hecho de tratar de definir algo que paradójicamente se supone que está
perfectamente claro para todo el mundo: lo que significa la palabra mujer.
Si para definir a la mujer se necesita explicar que su sexo particular tiene ciertas
características, nos queda preguntarnos cómo ese sexo, que es una condición
orgánica puede tener sólo dos vertientes (masculina o femenina) y en todo
caso, a qué se refiere con femenina, porque en la definición propuesta para
esta palabra se vuelve a nombrar a la mujer y al sexo.
Pero también, si una mujer es una persona del sexo femenino y si lo femenino
es un adjetivo propio de la mujer, ¿acaso no se está incurriendo en una
redundancia al utilizar este par de términos para definirlos a ellos mismos?
¿Esta redundancia acaso evidencia que el significante mujer es muy restrictivo
cuando pretende expresar el complejo significado de este término?
28
de mujer? O por el contrario, ¿es anterior el concepto mujer a femenino? ¿Lo
femenino es algo real, es natural? ¿De dónde proviene lo femenino?
En realidad esta fuente no nos dice mucho respecto de cómo se asocian ambos
conceptos y tampoco nos aclara la carencia de sentido de cada una de estas
palabras
Si para ser mujer se necesita tener un sexo femenino, lo cual es, a su vez, una
condición orgánica femenina que está dotada de órganos para ser fecundada,
¿es eso todo lo que es una mujer? ¿Realmente basta esta caracterización para
nombrar a una persona como mujer? Más aún, ¿se puede ser mujer aunque se
esté dotada de órganos para ser fecundados pero que no se fecunden nunca?
26
Para Simone de Beauvoir, la mujer es una situación, como veremos en el apartado siguiente.
29
2.1.2 Mujer, “el segundo sexo” para Simone de Beauvoir
Simone de Beauvoir
27
El enfoque de la filosofía existencial, en el caso de Simone de Beauvoir y respecto de El segundo sexo,
concibe a la mujer como existente a partir de la facticidad de su situación.
28
Beauvoir, S. (2008) El segundo sexo. Madrid. Ediciones Cátedra-Universidad de Valencia-Instituto de
la Mujer. (Colección feminismos, 85) p. 48
30
Cuando nos damos a la tarea de analizar el punto de vista de Simone de
Beauvoir sobre la mujer, es importante tener claro que la lógica de nuestra
perspectiva no será igual a la que ella tenía en la época en que escribió El
segundo Sexo, tal y como nos lo subraya Teresa López de Pardina29:
Este recordatorio es importante porque nos sitúa en una óptica crítica, por
cuanto al contrastar la realidad de la filósofa, -cuya experiencia la motivó a
desarrollar tan nítidas ideas sobre la situación de las mujeres en aquel tiempo-
y que pese a las diferencias social y generacional-, continúa incitando la
reflexión en las mujeres de hoy en día, así como ha influido en los diferentes
movimientos feministas.
29
Ibid., 17
30
Ibid., 47
31
En el prólogo a la Edición en Español, Teresa López de Pardina menciona que Beauvoir, en su libro
Memorias, explica la génesis de El segundo Sexo cuya motivación para escribirlo subyace en parte, a la
relación reflexiva que tenía con Sartre, quien le hizo ver que convenía que reflexionara sobre el hecho
de haber sido educada diferente que los varones.
32
Ibid.,8
31
Beauvoir comienza reflexionando lo significativo que es para una mujer se
plantee tal cuestión, a diferencia de los hombres y que la afirmación soy mujer
es la verdad que constituye el fondo sobre el que se dibujará cualquier otra
afirmación, al tiempo que argumenta que un hombre nunca empieza
considerándose un individuo de un sexo determinado, pues él simplemente es
“el hombre”.
33
Ibid., 69
34
Ibid., 67
35
Más adelante en el texto nos daremos a la tarea de cuestionar esta crítica a la sexuación de los
cuerpos pero en palabras de Butler.
32
36
expresaron que la mujer es “un hombre fallido, un ser ocasional”,
acentuando no sólo la diferencia derivada de la sexuación de los cuerpos, sino
también postulando que tal diferencia era marcada por el hombre y que la
condición de otra de la mujer era en virtud de la diferencia jerárquicamente
inferior a la del varón, al asumirla como un ser “que piensa con las glándulas” 37
y denuncia que estos discursos sin fundamento científico están plagados de las
ideas de los mitos sociales38.
36
Ibídem
37
Ibid., 50
38
Recordemos que Simone de Beauvoir en El Segundo Sexo hace un análisis de los mitos en la cultura.
Igualmente la historiadora Yvonne Knibiehler da cuenta de las consecuencias de los mitos en el
pensamiento occidental respecto de las mujeres y las madres.
39
Ibid., 68
40
Ibid., 72
33
manera que con el advenimiento del patriarcado “el macho reivindica su
posteridad y la madre se limita a engordar la cimiente viva”41. Al parecer no
bastaba el avance científico que investigaba a la especie humana y animal en
temas de anatomía, fisiología y reproducción, puesto que cada nuevo hallazgo
servía para anular las características femeninas, en tanto que cada nuevo
descubrimiento estaba situado desde una perspectiva mecanicista y finalista 42 y
era interpretada por científicos varones desde un sistema de valores
androcéntrico43.
Es por esto que recurre al análisis crítico de los descubrimientos que a lo largo
del tiempo se habían mostrado desde un discurso biológico. De manera que no
sólo da cuenta de lo que decía Aristóteles o Hipócrates, sobre la anatomía
femenina y masculina, sino que se refiere con cierta ironía a las diferentes y
graduales interpretaciones de los biólogos al respecto. Se da cuenta de que
resulta muy problemático especificar a la hembra desde el discurso de la
biología, puesto que los prejuicios biologicistas seguían hablando de una
supuesta pasividad en la hembra en tanto que reducían su naturaleza a lo que
se interpretaba del óvulo encerrado en la “inmanencia”44 y por el contrario el
espermatozoide que en tanto movimiento representaba la “trascendencia” 45 .
Existen dos prejuicios muy corrientes -al menos en este nivel biológico
fundamental- que han resultado ser falsos: el primero es la pasividad de
la hembra, la chispa de la vida no está encerrada en ninguno de los dos
gametos y brota de su encuentro; el núcleo del óvulo es un principio
vital exactamente simétrico al del espermatozoide. El segundo prejuicio
41
Ibid., 72
42
Ibid., 73
43
Aquí podemos hacer referencia a Hipócrates que hablaba de simientes débiles-femeninas y fuertes-
masculinas ó Hartsaker quien nombró animálculos espermáticos a los espermatozoides, pues creía que
al interior de ellos el individuo ya estaba prefigurado. No obstante, cabe mencionar que como todo
proceso científico, constantemente se falsean y comprueban las hipótesis y esta característica de la
investigación científica es la que hace que avance el conocimiento de las ciencias, pero esto sólo es
posible con la mediación de investigadores perspicaces, y no queremos interpretar que todos los que
han participado de estos temas han sostenido los prejuicios sociales en detrimento de la ciencia.
44
Ibid., 76
45
Ibídem
34
contradice el primero, lo que no impide que coexistan con frecuencia:
pretende que la permanencia de la especie está garantizada por la
hembra, pues el principio masculino tiene una existencia explosiva y
fugaz.46
O mejor dicho, no tendría por qué hacerlo, sin embargo esta posibilidad es tal
en el marco de una cultura que interpreta el cuerpo como sexuado. Lo que
46
Ibid., 75
47
Ibid., 77
48
Ibid., 79
49
Ibid., 79
35
sucede es que se le pone nombre a los gametos, se estudia su interrelación y en
función de que correspondan a un cuerpo femenino y masculino se interpretan
éstos en su totalidad: “de todas formas, gametos y gónadas no nos ofrecen un
microcosmos del organismo en su totalidad. Por lo tanto, debemos estudiar
directamente este último”.50
50
Ibid., 80
51
Ibid., 85
52
Ibid., 84-85
53
Ibid., 633
36
la menstruación se refiere a ella con la denominación que los anglosajones dan
de ella, como “la maldición”54.
Todo lo anterior no debe ser ajeno a un análisis del contexto social, ontológico
y económico en la realidad de las mujeres. Por lo tanto, la biología de la mujer
no constituye un destino predeterminado, y no basta para definir la jerarquía
de los sexos. La mujer no es una realidad inmutable, sino un devenir y es a la luz
54
Ibid., 90
55
Ibid., 92
56
Ibídem
57
Ibid., 93
37
de ese devenir que se debe analizar, de la misma manera que la debilidad es
entendida como tal a la luz de los valores que así la denominan.58
Pensar esta posibilidad marca la pauta tanto para una reflexión profunda sobre
lo que representa ser hembra (que anteriormente se debatió desde el punto de
vista biológico y que se verá debatido a lo largo del presente trabajo), como
para hacer un análisis crítico de los mismos planteamientos Freudianos que
caracterizan a la mujer.
58
Ibid., 97
59
Ibid., 50
60
Ibid., 101
38
En primer lugar Beauvoir reprocha a la teoría psicoanalítica que definan al
hombre como ser humano y a la mujer como hembra. De manera que la
sexualidad, que es el eje en torno al que gira esta teoría, resulta, en la mujer,
problemática y carente de identidad. Problemática en tanto que, mientras que
para el hombre sólo hay una etapa genital, para la mujer hay dos, (la
clitoridiana y la vaginal), razón por la cual ella corre mayor riesgo de no
culminar su evolución sexual, permaneciendo así en una fase infantil con la
consecuencia de desarrollar una neurosis61 y carente de identidad, puesto que
“la libido tiene de forma constate y regular esencia masculina, aparezca en el
hombre o en la mujer”62.
Por el contrario, Beauvoir propone que no hay que tomar la sexualidad como
un hecho irreductible, pues “en el existente se da una búsqueda del ser más
originaria; la sexualidad es sólo uno de sus aspectos”.65 En la vida humana,
coexisten varios intereses y éstos lo son en función de la realidad de cada
persona, así los puede haber otros como el trabajo, la guerra, el juego, y por
61
Ibid., 103
62
Ibid., 102
63
Ibid., 110
64
Ibid., 106
65
Ibid., 109
39
supuesto los más originarios como el abrazo y el coito y éstos a su vez están
mediados por la noción de elección que los psicoanalistas rechazan
sistemáticamente en nombre del determinismo y del inconsciente colectivo 66.
Por otra parte, la Alteridad, para Simone de Beauvoir sería “una categoría
fundamental del pensamiento humano”68 cuyo origen es la dualidad de “lo
Mismo” y “lo Otro”, con lo cual, su uso en cuanto a la diferenciación sexual no
es el primero, antes y después de ello se han configurado varios principios
dualistas: día-noche, bueno-malo, sol-luna, bien-mal. etc. entre los cuales no ha
estado presente ningún elemento femenino, aunque en varias culturas sí que
podríamos encontrar atribuciones femeninas a tales principios, incluso en la
misma tradición filosófica griega, en la afirmación de Pitágoras que en forma
de epígrafe utiliza Simone de Beauvoir, y que enuncia: “hay un principio bueno
que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el
caos, las tinieblas y la mujer”69.
66
Ibídem
67
Ibid., 114
68
Ibid., 51
69
Ibid., 46
40
trascendidas en términos jerárquicos por este fenómeno social, según explica
Simone de Beauvoir, de la misma manera que las movilizaciones de tales
70
Ibid., 52
71
Ibid., 42
72
Ibid., 53
73
Esta argumentación será retomada por Judith Butler y al respecto se desarrollan algunas ideas en la
parte “La mujer como sujeto del feminismo para Judith Butler”, de este trabajo.
41
Posteriormente afirma:
Entonces, lo que nos define como mujeres es precisamente lo que nos oprime:
nuestro cuerpo, más específicamente la función reproductiva de la que
estamos dotadas. En forma de cuestionamiento, más que de afirmación
prevemos lo siguiente: esta es la gran diferencia que desde una visión
naturalista y biologicista ha tergiversado el sentido del cuerpo y han
configurado el discurso que por excelencia ha subordinado a las mujeres de los
hombres. En palabras de Teresa López de Pardina: la mujer (para el varón) es el
punto intermedio entre la naturaleza y el semejante –el otro varón, la otra
conciencia que le mantiene en situación inestable.75
En calidad de “la Otra”, las mujeres en la cultura Occidental han sido sometidas,
de ello da cuenta un gran número de fuentes, pero también se han
documentado las resistencias de las mujeres, de personas cuya estructura física
correspondía a la de una mujer, pero que sin embargo no le impedía desarrollar
actividades intelectuales y físicas muy sofisticadas, como por ejemplo Olympe
de Gouges, la filósofa romana Hipatia, la música Santa Cecilia76, quienes tiene
en común haber sido sometidas y llevadas a la muerte acusándolas de brujería,
de prostitución y de revoltosas, argumentando que dichas cuestiones no les
74
Ibid., 53
75
Ibid., 16
76
Cabré, M. (1996). Mujeres científicas e historias “científicas”. Una aproximación. En Ortiz, T. y
Becerra, G. (Eds.) Mujeres de ciencias. Mujer, feminismo y ciencias naturales, experimentales y
tecnológicas. Granada. Universidad de Granada, Servicio de Publicaciones. p. 15
42
correspondían a las mujeres, porque las alejaban de su función primera y
natural, la maternidad.
Por otra parte, Simone de Beauvoir afirma que “la división de los sexos es un
hecho biológico no un momento en la historia humana” y que el deseo sexual
de los varones y la necesidad de reproducirse no han sido suficientes para
liberar a la mujer, porque éstas no han sabido explotar sus atributos seductores
y su capacidad reproductiva. Al respecto cabe hacer dos reflexiones. La primera
es la relativa al principio dual y complementario con que opera la división
sexual, que postula que para cada hombre hay una mujer,- o varias, según qué
sociedades-, y que además subordina a las mujeres de manera que dependen
ellos. La dependencia77 puede ser económica, de estatus social (viuda, casada,
divorciada, madre soltera) afectiva e incluso intelectual y pese a que en estos
temas se ha avanzado mucho, aún hoy sigue habiendo una fuerte dependencia,
principalmente económica de las mujeres hacia los hombres que estanca su
desarrollo posterior.
77
En la actualidad dicha dependencia ha sido fuertemente analizada por autores como Pierre Bourdieu,
cuyos análisis denotan una especie de dependencia mutua que hoy en día puede leerse diferente
respecto de épocas anteriores.
78
Beauvoir, S. Op. Cit, p. 55
79
Fausto-Sterling, A. (2000) Cuerpos Sexuados. Barcelona: Melusina
43
masculina, identifiquemos los hechos que han acentuado tal desigualdad y las
consecuencias que han supuesto a la humanidad.
Como afirma Simone de Beauvoir, “en todas partes, en todas las épocas, los
varones han proclamado a los cuatro vientos la satisfacción que les produce
sentirse reyes de la creación”, tal y como ejemplifican las oraciones matinales
de los judíos, ó las bondades que Platón agradecía a los dioses por haberlo
hecho hombre y no mujer, todo ello junto a la legitimación por vía legal de tal
situación. La postulación del ciudadano en la Ilustración, que expresamente
dejaba fuera a las mujeres, así como la limitación de los derechos de la mujer
en el código romano.
Por otra parte, para Simone de Beauvoir la palabra ser tiene un sentido
dinámico hegeliano. “ser”, es llegar a ser, es haber sido hecho tal y como le
vemos manifestarse; sí, las mujeres en su conjunto son actualmente inferiores a
los hombres, es decir, su situación les abre menos posibilidades: el problema es
saber si este estado de cosas debe perpetuarse”81.
Si para ella el “ser” tiene un sentido dinámico, se podría entender que la suerte
de las mujeres cambiara respecto de los varones, incluso se podrían rastrear
80
Ibid., 57
81
Ibid., 58
44
casos que así habían sido anteriormente. Pero el primer problema como ella
misma denuncia es que este “estado de cosas” promueve un paternalismo a
partir del cual se “emancipan” las oprimidas. Es decir, dentro de los límites que
este mismo paternalismo les permite, las mujeres pueden ser consideradas
“buenas mujeres”, en tanto desempeñan el papel complementario del hombre,
en tanto que son femeninas, dóciles, abnegadas, y todo el cúmulo de
características que se les atribuían en la época de la mística feminidad82.
En otros casos, la desigualdad de las relaciones entre ambos sexos es más sutil
y por lo tanto engañosa, pues algunos hombres no posicionan a la mujer como
un ser inferior, pero es porque su ideal democrático no los deja ver la igualdad
en términos humanos y reproducen una igualdad abstracta con las mujeres. Por
otra parte su distanciamiento, en términos de enculturación, del mundo
femenino, les dificulta medir las discriminaciones sociales a las mujeres. En
otros casos la arrogancia masculina ha convertido en conflicto en una polémica
estéril, pues las lleva a la discusión pura sin que medie la reflexión.
82
Friedan, B. (2009) La mística de la Feminidad. Madrid. Cátedra (Colección feminismos)
83
Beauvoir, S. Op Cit, p. 59
45
Como se ha dicho antes, al ser las mujeres las mejores conocedoras del mundo
femenino, probablemente sean ellas mismas (nosotras) las que en un intento
de lucidez aclaremos las posibles polémicas que se produzcan en este tema. La
misma Simone de Beauvoir admite que El segundo sexo era un intento de
lucidez en una era de polémicas.
En la tercera premisa del epígrafe que utilizamos al inicio de este apartado: “…si
no obstante, aceptamos, aunque sea con carácter provisional, que existen
mujeres sobre la tierra, tenemos que plantearnos la pregunta de rigor: ¿qué es
una mujer?” se plantea la posibilidad de abordar la situación de las mujeres a
partir de la aceptación provisional de tal existencia en la humanidad. Al
respecto Simone de Beauvoir nos ha llevado por un recorrido reflexivo de los
discursos de la psicología, la biología y el materialismo histórico, que pese a su
potente capacidad discursiva en lo que se refiere al tema de “la mujer”, son
incapaces de definirla, incluso son insuficientes los argumentos para cosificarla.
46
proporciona el devenir de las “Madres de la plaza de mayo” o el caso de las
“Madres contra la droga”.
Si bien no podemos dar cuenta de lo que es una mujer, porque tal vez “la
mujer” como tal no existe, sí podemos analizar las representaciones que la
cosifican, y analizando esas representaciones, -tal como lo propone Beauvoir-,
en su propio contexto, sin generalizaciones, obtendremos las respuestas de lo
que significa ser una mujer en un lugar y un momento determinado.
Así lo hizo Beauvoir, comenzó con una reflexión personal que posteriormente
hizo general en el caso de las mujeres y tal como lo dice Teresa López de
Pardina84 en el prólogo a la edición en español, trazó el marco desde el cual
analizaría el devenir de las mujeres en franca oposición con los argumentos que
insistían en cosificarla como inferiores a los varones y fue precisamente esta
intencionalidad la que le permitió evidenciar los sesgos misógino, naturalista y
esencialista que impregnaban tales descripciones.
Por otra parte, nos queda pendientes la reflexión siguiente que se abordará en
el último capítulo del presente. Si el ser madre, o si ejercer la maternidad ha
sido la evidencia en la que se ha querido ver a la mujer, habría que detenerse a
reflexionar cómo es que un hecho tan personal, es vivido como social y muchas
veces en detrimento de las mismas que engendran. Habría que preguntarse
¿Qué tanto hay de mujer en la madre? ¿Qué tanto de madre hay en la mujer?
84
Ibid., 17
47
Como se puede apreciar, tratar de dilucidar la esencia de lo que es una mujer es
algo complicado. Y lo es en tanto que nos damos cuenta de que es imposible,
puesto que de manera preliminar, podemos apreciar que no hay una “esencia
de la mujer”.
Otro nivel de análisis consiste en lo que “es” la mujer para otra persona que no
se asume como mujer (ni siquiera provisionalmente). Por ejemplo, lo que ser
mujer significa para los varones. En cuyo caso sería importante tener en cuenta
las motivaciones que subyacen a tal cuestión en los hombres, porque esto
permitiría comprender los ulteriores significados que definieran a la mujer
desde su postura de varón.
48
En el presente trabajo, nos centramos en el nivel de análisis de lo que es la
mujer desde el punto de vista de quienes nos asumimos como tales85.
Ahora bien, no todas las mujeres se han planteado tal cuestión, y tampoco
todos los hombres lo han hecho. En cuyos casos las unas “viven” lo que algunas
personas denominan ser mujer y los otros conviven con quienes nombran y
asumen como mujeres86 sin haber reflexionado previamente sobre la categoría
que pesa sí: “mujer” u “hombre”.
Por otra parte, hemos escuchado en Beauvoir cómo las mujeres ya cosificadas
como tales han corrido la desventura de estar supeditas a las órdenes de los
hombres a lo largo de la historia de la humanidad y hemos visto cuestionarse
¿cómo es que a pesar de ello no se han podido organizar para emanciparse
85
Ha sido en el curso de esta investigación que nos hemos percatado de estos niveles de análisis, sin
embargo, al haber delimitado el objeto de estudio, nos conformamos con analizar los discursos de lo
que ser mujer representa para las mujeres, dejando de lado lo que ser mujer representa para los
hombres y enunciándolo en varias partes del texto, solamente en tanto que dichos argumentos han sido
cuestionados por las mujeres.
86
Hasta el momento hemos hablado de identidades sexuadas desde un orden binario; exclusivamente
hombres y mujeres, que se asumen y son vistos como tales, pero hay que recordar que existen muchas
otras identidades que prescinden de este orden heterosexista y que incluso lo cuestionan en su realidad
fáctica. Estamos hablando de las realidades representadas por la teoría queer, entre la que se sitúa la
intersexualidad, la transexualidad, las bolleras, las maricas, etc.
49
como grupo frente a los hombres? y ¿cómo es que sus reivindicaciones siguen
sin surtir efectos?, más aún: ¿porqué las mujeres no han logrado una igualdad
efectiva con los hombres siendo que incluso ellos ahora mismo son más
concientes de tales desigualdades históricas?
Las reflexiones sobre el “ser mujer”, han resultado muy prolíficas y el ensayo de
Simone de Beauvoir al respecto ha proporcionado suficiente material factible
de analizar. Judith Butler, quien desde la filosofía ha retomado algunos
planteamientos de Beauvoir sobre el tema, en las recientes décadas ha puesto
de manifiesto un debate muy fructífero acerca de la mujer, específicamente en
lo concerniente a la mujer como sujeto del feminismo.
87
Butler, J. (2001). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. México. Paidós,
Universidad Nacional Autónoma de México. p. 33
88
Ibídem
89
Ibid., 34
50
términos lingüísticos, de manera que al delimitar al sujeto, “mujer”, éste es
constituido como el inicio de los intereses y las metas feministas90, asumiendo
que no hay un sujeto anterior a dicha categoría.
Si una “es” una mujer, desde luego eso no es todo lo que una es; el concepto
no es exhaustivo, no porque una “persona” con un género predeterminado
90
Ibid., 33
91
Ibid., 34
92
Ibid., 35
93
Ibídem
51
trascienda los atributos específicos de su género, sino porque el género no
siempre se establece de manera coherente o consistente en contextos
históricos distintos, y porque se interseca con modalidades raciales, de clase,
étnicas, sexuales y regionales de identidades discursivamente constituidas. Así,
resulta imposible desligar el “género” de las intersecciones políticas y culturales
en que invariablemente se produce y se mantiene.94
Es entonces que Butler afirma demostrar que las restricciones del discurso de
representación en que funciona el sujeto del feminismo en realidad debilitan
sus supuestas universalidad y unidad y que incluso la insistencia prematura en
un sujeto estable del feminismo –comprendido como una categoría inconsútil
de mujeres– genera inevitablemente mucho rechazo para aceptar la categoría.
94
Ibid., 35
95
Ibid., 36
96
Ibid., 37
52
Por otra parte, en lo que respecta a las estructuras jurídicas del lenguaje y de la
política, éstas constituyen el campo actual de poder, puesto que no hay
ninguna oposición fuera de este campo, sino sólo una genealogía crítica de sus
propias prácticas legitimadoras.97 De manera que el punto de partida crítico es
el “presente histórico”. Y la tarea consiste en formular, dentro de este marco
constituido, una crítica de las categorías de identidad que crean, naturalizan e
inmovilizan las estructuras jurídicas contemporáneas.98
Por otro lado, afirma que si la noción estable de género ya no resulta ser la
premisa fundamental de la política feminista, tal vez sea deseable una nueva
política feminista para impugnar las reificaciones mismas de género e
identidad, que considere que la construcción variable de la identidad es un
requisito metodológico y normativo, además de un fin político.100
97
Ibídem
98
Ibid., 37
99
Ibídem
100
Ibid., 38
101
Ibid., 39
102
Ibídem
53
De manera que afirma que una de las maneras de asegurar efectivamente la
estabilidad interna y el marco binario del sexo es ubicar la dualidad de sexo en
un campo prediscursivo. Esta producción del sexo como lo prediscursivo debe
comprenderse como el efecto del aparato de construcción cultural designado
por el género.103
Dicho lo cual, nos resulta significativo que en nuestro intento por aclararnos
sobre el concepto de mujer, tal y como lo plantea el sistema de definiciones al
que la RAE parece estar adscrito –que el caso del español apela a una
epistemología que cuenta con raíces provenientes del griego y el latín–, nos
conduce a lo que antes hemos denominado “callejón sin salida”, porque al
definir a la mujer, explica que es femenina y viceversa, con lo cual zanja las
bastas posibilidades de representación del significante, al tiempo que postula
arbitrariamente y a priori un significante, el de el sujeto “mujer”.
Este hecho, evidencia lo arriba expuesto por Butler, en tanto que se pone de
manifiesto el límite del análisis discursivo de género por cuanto en la cultura
103
Ibídem
104
Ibid., 41
105
Ibídem
54
hispana que de la que se deriva esta lengua fija como límite una configuración
binaria del género: masculino y femenino;
2.1.5 De “segundo sexo” a “sujeto del feminismo”: ¿qué cuenta como una
vida?
106
Ibid., 42
55
Elvira Burgos nos explica que en la frase de Beauvoir “no se nace mujer, llega
una a serlo” que retoma Butler en sus reflexiones, está implícita la
diferenciación entre el sexo y el género. Si, por una parte “ser mujer” es un
proceso al que se llega, entonces el sexo “de nacimiento” no es propiamente el
problema, sino el género, que es lo que hace a los hombres y a las mujeres, por
lo que éste es un conjunto de apreciaciones de sentido instauradas histórica y
culturalmente107.
107
Burgos, Elvira (2008). Qué cuenta como una vida. La pregunta por la libertad en Judith Butler.
Madrid. Mínimo tránsito. p. 40
108
Ibídem
109
Ibid., 42
56
no queda claro cómo entonces es una construcción cultural que recibimos: “nos
construimos como mujeres o somos construidas como mujeres”110
Por su parte Elvira Burgos nos extiende lo que Butler escribe a propósito de
Beauvoir, al tiempo que nos ayuda a aclarar lo anterior,
Pero esto requiere de mayores aclaraciones, de manera que Butler afirma que
la idea de que elegimos nuestro género nos enfrenta con un rompecabezas
ontológico.114 Pero, aunque en un primer momento no es la finalidad de Butler
110
Ibídem
111
Ibídem
112
Ibídem
113
Ibid., 41
114
Ibid., 42
57
“resolver” ese rompecabezas, sí que se interesa por mostrar las piezas que lo
componen.
Pese a ello, Butler, detectar los elementos positivos de la teoría del género de
Beauvoir subrayando como aporte su inclinación a favor del potencial
emancipador116 de la misma manera que reflexiona, que si bien, para Beauvoir
la opresión no funciona sin una cierta aceptación por parte de la persona
sometida, al mismo tiempo esto supone que existe la acción de trasformadora
en tanto que la voluntad de sometimiento es, en su contraparte, voluntad de
rebeldía, de manera que la oprimida puede dejar de ser tal oprimida.
Por otra parte, cuando Beauvoir afirma que la dialéctica del “llegar a ser” un
género es tal, en tanto que se inserta en un contexto cultural particular, Butler
115
Ibid., 44
116
Ibid., 45
58
observa en tal afirmación la fuerza del peso de las normas de género y agudiza
la vista sobre la emancipación puesto que reconoce la medida de la energía
coercitiva a la que nos enfrentaremos las personas, así como el grado de
nuestra libertad de elección.117
Queda otra pieza del puzle ontológico que supone la idea de que elegimos
nuestro género. Esta pieza corresponde al cuestionamiento a Beauvoir sobre
cuál es la manera más adecuada de asumir el género.
117
Ibid., 46
118
Ibídem
119
Butler relaciona la discusión de Beauvoir sobre el Yo y el Otro, con la dialéctica del amo y del esclavo
de Hegel, de esta manera se puede observar cómo Beauvoir ve al hombre como descorporalizado y a la
mujer como determinada por su cuerpo y cómo cuestiona que el hombre no puede vivir al margen de su
cuerpo, puesto que al negarlo existe el propio cuerpo en el modo de la negación. Beauvoir, S. En Burgos,
E. Op. Cit, 49
120
Ibid., 47
121
Ibídem
59
Más adelante Beauvoir nos acerca a pensar el cuerpo como situación: “si el
cuerpo no es una cosa, es una situación: es nuestra aprehensión del mundo y el
esbozo de nuestros proyectos”.122 Ésta sería precisamente una la enseñanza de
Beauvoir a las mujeres y los hombres, pero aún faltarían las precisiones sobre
como caminar el sendero de la emancipación sin vacilación.
Por lo tanto, no sólo la anatomía no dicta más el género sino que la anatomía
no parece presentar necesariamente ningún límite al género, en este sentido,
Butler considera que Beauvoir sugiere la no necesidad ontológica del sistema
binario de géneros124.
122
Beauvoir, S. en Burgos, E. Op. Cit. 48
123
Burgos, E. Op. Cit, 51
124
Ibídem
125
Ibid., 52
60
instrumento de libertad, cuando alude a cómo el sexo puede dar lugar a un
género no opresivo sino elegido, es posible leer ahí la propuesta de una síntesis
entre conciencia y cuerpo”126
Finalmente Burgos nos explica cómo ha sido precisamente este el tema que ha
fundamentado la obra de Butler, puesto que se pregunta cómo pensar lo
humano, la materialidad del cuerpo y su capacidad de acción transformadora,
bajo presupuestos que inhabiliten el dualismo ontológico de la tradición
filosófica y la oposición binaria entre los géneros; cómo pensar lo humano
generizado fuera del marco de la diferencia sexual.127
Para nosotros el intento consistirá, al menos por ahora, en asumir que existe
una problematicidad contendida en la categoría “mujer”, en primer lugar en
tanto que es persona y en segundo lugar como sujeto del feminismo. Es decir,
en cada momento de la nominación que hagamos de la mujer, asumiremos a
un ser constituido como tal en el marco del devenir ya no de su identidad, sino
en el de las representaciones que en la sociedad Occidental se ha hecho de ella.
Pero también, asumiremos a la mujer y a las mujeres, en tanto que seres con
un potencial emancipador (elemento que Butler detecta como positivo en la
126
Ibídem
127
Ibid., 53
61
lectura que hace de Beauvoir), respecto de la situación de desventaja en la que
pueda ser posicionada (en tanto que sea asumida como mujer en términos
androcéntricos) e incluso respecto de ese mismo intento de cosificación, ante
lo cual pensaríamos en una persona que asumiera “soy mujer, a pesar de lo que
se dice de ellas”.
Como también hemos dicho antes, propondremos una aclaración más concreta
valiéndonos de la experiencia que nos supone el estudio de las madres de la
plaza de mayo y las madres contra la droga, cuyas identidades están forjadas
relacionando íntimamente el ser mujer y el ser madre.
62
Dicho con otras palabras, no negaremos que en el mundo existen mujeres en
tanto que son nombradas como tales, sin embargo cada vez que utilicemos este
término será desde la crítica a dicho nombramiento.
128
Beauvoir, S. Op. Cit, 651
129
En realidad también investiga los documentos de escritoras de antaño pero igualmente estas mujeres
forman parte de la sociedad francesa y europea de siglos anteriores como es el caso de Sofía Tolstoi.
63
Pero volviendo a la idea primera que esboza Beauvoir, es decir, la de “la mujer
embarazada que presa de la especie”, nuestra autora observa que la función
reproductora (en el siglo XX) no está controlada por el azar biológico, sino que
está controlada por voluntades.
Con esto se refiere a varias cosas, una de ellas es la panorámica histórica (que
recoge en el capítulo “Historia”) en la que señala que el devenir de la mujer en
la sociedad ha estado acompañado de su capacidad reproductiva y que ésta al
ser menos valorada que la capacidad guerrera de los varones, representa en las
mujeres una situación de desventaja frente a ellos que la sitúan en un nivel
inferior. En este sentido, una de las “voluntades” que Beauvoir denuncia es el
patriarcado Occidental, como fundador de las sociedades posteriores que se
erigieron en esta parte del mundo.
Más adelante volveremos con la idea de las “otras voluntades” que ejercen su
influencia en los temas relativos a la maternidad. Ahora nos centraremos en el
punto de debate en que Simone de Beauvoir esboza las afirmaciones que para
su tiempo resultaron más rompedoras respecto de las madres y la maternidad.
Primero, detecta varios momentos cruciales, cada uno a su vez pero también
en conjunto respecto del embarazo y el parto.
64
- El parto
- Las primeras relaciones de la madre con el hijo, una vez que ha nacido.
- La lactancia
Sobre cada uno de ellos tiene una opinión particular, así describe por ejemplo
del embarazo:
130
Ibid., 648
131
Ibid., 658
65
que le sucede a su cuerpo y no a la inversa (pidiendo ella el apoyo a parteras o
médicos en un proceso personal en el que necesitará ayuda, pero estando ella
propiamente empoderada).
132
Ibid., 659
133
Véase http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/Yvonne_Knibiehler.htm [12 de junio de 2010,
10:00 hrs.]
134
Ibid., 642
66
pero que no la entendían en profundidad, tales como el psicoanálisis, la
psicología, la biología el ámbito jurídico, etc.
Beauvoir afirma que no hay que olvidar que las decisiones y los sentimientos
que manifiesta la joven madre no siempre corresponden a sus deseos
profundos.135 En este sentido considera válidas otras reflexiones como las de la
psicoanalista Helene Deutsch que le aportan mayor significado a las
problemáticas que atañen a las mujeres.
135
Ibid., 643
136
Ibid., 645
67
La omnipotencia de lo que Beauvoir llama “otras voluntades” es tal que surge la
paradoja de que aunque la mujer es la que se embaraza y da a luz, de la
cuestión del control de natalidad y el aborto está en manos de todo mundo,
menos en las de ellas.137
68
clandestinamente” y además, critica a la sociedad burguesa por la hipocresía
con que trata el tema y afirma que la maternidad forzosa trae nefastas
consecuencias también para los niños y niñas que nacen.138
Otro aspecto que reflexiona sobre el aborto es que éste es a menudo un crimen
de clase, ya que las prácticas anticonceptivas están mucho más extendidas a la
burguesía con lo cual las burguesas se pueden pagar viajes a Suiza, conseguir
abortos terapéuticos, etc., y las que no tienen las posibilidades, lo hacen
clandestinamente y eso pone en riesgo su vida.
69
arbitrariamente establecidos en las relaciones humanas, y especialmente para
las mujeres, como la honradez, la pureza de cuerpo y espíritu, la maternidad.
141
Ibid., 648
142
Ibid., pp. 667-668
70
insatisfechas, tal y como lo documentan los casos de mujeres que Helen
Deutsch psicoanaliza, por citar uno de los ejemplos.
Por otra parte reconoce que la dificultad y la grandeza del amor materno es
que no implica reciprocidad; esta generosidad es alabada por el hombre, pero
la estafa empieza cuando “la religión de la Maternidad” proclama que toda
madre es ejemplar. Porque la abnegación materna puede vivirse con una total
autenticidad pero no suele ser así. En general, la maternidad es una extraña
componenda entre el narcicismo, el altruismo, el sueño, la sinceridad, la mala
fe, la abnegación, el cinismo.144
143
Ibid., 678
144
Ibid., 667
145
Sau, V. (1995). El vacio de la maternidad. Barcelona. Icaria
71
sus hijos, ya sea que hubieran nacido o que se estuvieran gestando en su
vientre “La actitud de la madre está definida por el conjunto de su situación y
por la forma en que la asume”.146
146
Beauvoir, S. Op. Cit, 664
147
Beauvoir, Op. Cit, 643
72
2.3 Feminidad. Desvelando la “mística femenina”. Betty
Friedan
La propia Betty Friedan era una de aquellas mujeres amas de casa, que
desempeñaba trabajos free lance, como redactora de revistas y periódicos. En
cierta ocasión, se le pidió a Betty realizar encuestas a mujeres amas de casa de
barrios residenciales. Este acercamiento fue el catalizador de una investigación
que la llevó a escribir este primer libro (y otros más a lo largo de su vida) y que
posteriormente la llevaría a un activismo político en favor de los derechos de
las mujeres, uno de los más importantes para las estadounidenses del siglo XX.
Esta “mística femenina”, que era el objeto de análisis de Betty Friedan, se había
comenzado a gestar en la época de postguerra en Estados Unidos, después del
73
regreso de una gran cantidad de militares que volvieron para recuperar los
puestos laborales que en su ausencia habían ocupado las mujeres.
148
Friedan, B. (2009). La mística de la Feminidad. Madrid. Ediciones Cátedra. p. 181
149
Ibid., p. 61
74
El matrimonio, que ya era de por sí, un acontecimiento de inercia social que
respondía a las necesidades del sistema patriarcal (situación nada favorecedora
para las mujeres), adquirió el estatus de el “sueño” de la vida en de las mujeres
jóvenes. A éstas, una vez casadas, les esperaba una maternidad forzosa y de
preferencia prolífera, necesaria para su “completud femenina” y una vida
dedicada al hogar, a su marido y a sus hijos. Nada más.
La mujer debía ser entonces, lo contrario, pues no podía ser como el hombre
porque era su complemento, su polo opuesto. Con lo cual se le adjudicó una
decencia, finura, abnegación, dependencia, sumisión, belleza… que le hacía ser
femenina. Es decir, ya no bastaba decir que un hombre era diferente a una
mujer porque ésta daba a luz y éste tenía pene porque a esas alturas las
mujeres ya habían demostrado que podían hacer exactamente lo mismo que
los hombres y que además daban a luz y amamantaban.
Esta arbitraria denominación de lo que era y debía ser una mujer constituía una
concentración de intereses ajenos a las mujeres; una representación de la
150
Knibiehler, Y. Op. Cit.
151
Durante todo el texto me resisto a escribir sencillamente “la mujer”, por que asumo que hay un
espectro infinito de representaciones de mujeres o femeninas, si se les quiere llamar así, pero en este
párrafo utilizo esta frase conciente de que en la época de la mística femenina y durante mucho tiempo
atrás, se consideró a la hembra como mujer, idéntica una de otra con las mismas carencias respecto de
las capacidades del “hombre2.
75
feminidad de la que fueron objeto y de la que muchas de ellas llegaron a
apropiarse.
Durante la época que describe Betty Friedan, las madres tenían más hijos,
estaban totalmente abocadas a ellos (y a sus maridos) y se proclamaban las
bondades del parto natural y la lactancia materna (en una época en que la
ginecología y obstetricia ya estaba siendo dominada por los varones). Las
mujeres “tienen que seguir dando a luz nuevos bebés, porque la mística de la
feminidad dice que es la única vía que tiene la mujer de ser una heroína”152.
152
Ibid., p. 82
153
Ibid. p. 206
76
“no educamos a las mujeres para que sean eruditas; las educamos para que
sean esposas y madres”154.
154
Ibid. p. 208
155
Ibid., p. 94
77
casa. Otras escribían desde su postura como madres o amas de casa, pero
obviaban e invisibilizaban la satisfacción que les producía su carrera, tal vez
porque ya no les satisfacía como antes, o por vergüenza de ser felices mujeres
“de carrera” y no sólo felices mujeres de “sus labores”.
A lo largo del libro, Betty plantea preguntas una y otra vez y trata de abordarlas
o responderlas, contando su análisis de dicho contraste personal. O bien,
trataba de responder a sus cuestiones con los medios de que disponía:
entrevistas a sus colegas amas de casa, a sus colegas redactores, a especialistas
de la salud como médicos, psiquiatras, sociólogos, publicistas, y a las mismas
mujeres jóvenes estudiantes de los colleges.
Pero también Betty conoció a mujeres que habían compaginado sus labores
domésticas con alguna actividad importante para ellas, por ejemplo, había
quienes trabajaban de free lance, otras organizaban actividades comunitarias
de importancia local, algunas eran artistas y músicas, investigadoras. Y entre los
dos tipos de mujeres Betty también encontró una diferencia notable respecto
de su calidad de vida. Las primeras, aunque se dedicaban al hogar
exclusivamente, al final no les era suficiente el tiempo para terminar todas las
tareas domésticas y en ocasiones sus maridos las tenían que relevar. Las
segundas en cambio hacían los deberes del hogar en menor tiempo y les
78
quedaba otro tanto para desempeñarse en sus actividades predilectas. Betty
señala que estas diferencias no sólo atañen a las mujeres, sino que también se
reflejaban en sus hijos, pues daba cuenta de que los hijos de las segundas
aparentaban mayor seguridad en sí mismos en comparación con los primeros.
Por otra parte, Betty equipara el peligro de las mujeres estadounidenses amas
de casa, o tan sólo de serlo, al peligro que representaron los campos de
concentración: “las mujeres que se adaptan como amas de casa, corren el
mismo peligro que los millones de personas que caminaron hacia su propia
muerte en los campos de concentración y los millones que no creían que éstos
existían”156.
En la última parte del libro, Betty propone algunos cambios en el plan de vida
para las mujeres. Reconoce que entre las más sensibilizadas respecto de
aquella mística que las constriñe, abundan los sentimientos de miedo de
enfrentarse a sus nuevos deseos, de culpa, al dejar de cuidar religiosamente a
los demás para cuidarse a sí mismas, de enojo consigo mismas, con sus
maridos, con el orden social, temor y recelo ante el esfuerzo que supone ser
ama de casa, esposa, madre y mujer. Y también un inmenso dolor al comenzar
a recorrer un camino desconocido que supone pérdidas, esfuerzo, lucha
interna, fuerza de voluntad, perspicacia ante un orden simbólico fuertemente
arraigado.
156
Beauvoir, S. Op. Cit, p. 368
157
Ibid., p. 376
79
Y desde su experiencia investigadora explica su opinión sobre los pasos a seguir
una vez que las mujeres se han dado cuenta de que quieren cambiar su vida;
para ello echa mano nuevamente de la experiencia de las mujeres que ha
entrevistado.
158
Ibid., 48
159
Ibídem
80
pudor le explicaba detalladamente cómo operaba el sistema publicitario desde
el momento en que realizaba entrevistas en profundidad a las amas de casa, en
las que ellas manifestaban abiertamente sus deseos, sus preferencias, sus
aficiones, sus emociones y todo aquella información era utilizada en su contra,
al fomentarles la necesidad de consumir artículos y servicios que a modo de
paliativos saciaban superficialmente sus deseos.
160
Ibídem
81
sobre todo, el descontento de mujeres que alienadas por la influencia de todos
estos factores sintomatizaban su malestar por vías poco comunes e incluso
desfavorables para ellas.
Con esto último me refiero a las mujeres que no querían casarse pero que se
casaban, a las que tenían muchos hijos para llenar el vacío existencial que les
producía alejarse de sus actividades y aficiones, hago alusión también a las que
eran diagnosticadas con esquizofrenia u otros trastornos psicológicos, producto
éstos, de vivir de manera ambivalente el deseo y la renuncia a él,
paradójicamente de manera voluntaria.
Como arriba se dijo, a esas alturas las mujeres ya habían demostrado que ser
mujer no era impedimento para hacer exactamente lo que los hombres hacían.
Lo desafortunado para ellas fue el nivel de sofisticación de los discursos que las
devolvía al hogar, a las tareas domésticas y reproductivas, sin que éstas
hubieran sido valoradas de la misma manera que las otras actividades del
ámbito público; se estableció una vez más, con otros argumentos la sexuación
corporal a favor de unos y detrimento de todos y todas.
161
García, S. (2005), Historia olvidada de mujeres pioneras en Psicología. Madrid. Narea
82
validación de las supuestas características femeninas. Nos lo describe Bonilla y
Martínez,
162
Martínez, I. y Bonilla, A. (2000). Sistema sexo/género, identidades y construcción de la subjetividad.
Valencia. Servicio de publicaciones de la Universidad de Valencia. pág. 38
163
Ibídem
83
Simone de Beauvoir afirmaba que “La mujer occidental moderna desea que los
otros se fijen en ella como esta ama de casa, esta esposa, esta madre, esta
mujer. Es la satisfacción que buscará en su vida social”.164 Podríamos
interpretar esta afirmación como un reproche, pero al margen de posicionarnos
sobre si lo era o no, habremos de expresar la sorprendente similitud de ideas
entre ella y Friedan y la posterior respuesta que esta última encuentra en sus
investigaciones, cuyos resultados si bien, sitúan a las mujeres como las que
eligen enfundarse en el corsé femenino, muchas veces es en función de los
discursos que las acarrean a hacerlo.
164
Beauvoir, S. Op. Cit, p. 682
165
El segundo sexo. p. 112
166
EL segundo sexo. p. 681
84
III. LA PUESTA EN CUESTIÓN DEL “INSTINTO
MATERNAL” Y LA “NATURALEZA
MATERNA” EN EL DISCURSO DE
ELIZABETH BADINTER E YVONNE
KNIBIEHLER. REFLEXIONES DESDE LA
HISTORIA
167
El talante investigador de Yvonne Knibiehler y su especial interés en los temas referentes a la
maternidad la caracterizan con una especialista en este ámbito de estudio, a la vez que se define como
una feminista activa y crítica respecto de este movimiento ideológico, por cuanto que, denuncia que
85
en el contexto de la cultura Occidental, remontándose a la Época Antigua. Ella
defiende la tesis de que la maternidad sigue sin ser objeto de investigación
seria,
86
Para ella, la madre es un personaje relativo y tridimensional171. Relativo porque
no se concibe sino en relación con el padre. Tridimensional porque además de
esa relación doble de madre, es también una mujer, es decir un ser específico
dotado de aspiraciones propias, de modo que las respectivas funciones de
padre, madre e hijo son determinadas por las necesidades y los valores
dominantes de una sociedad dada y la maternidad, según su tesis, representa la
lucha entre los sexos, que durante mucho tiempo se tradujo en el dominio del
sexo masculino sobre el femenino.
87
“macho desposeído”172, no subestimaba las aptitudes femeninas. Como lo
muestra en La República, en la que planteaba que la familia sería reemplazada
por una comunidad. Esta misma construcción imaginaria alimentó el
pensamiento utópico occidental en el siglo XVI. Después de Platón, Aristóteles
postulaba que los machos y las hembras eran seres complementarios y él
mismo, a través de Santo Tomás de Aquino inspiró la ciencia Occidental del
siglo XIII.
Por otra parte Hipócrates, desde su punto de vista médico, y con su corpus
hipocrático que constaba de 60 tratados escritos en el Siglo V y en los inicios del
VI, postulaba que un médico se llenaba de vergüenza si ayudaba a una mujer a
abortar. Más por la vulnerabilidad del derecho de ciudadanía del recién nacido,
pero sobretodo la vulneración del derecho paterno sobre su hijo, que por una
cuestión de índole moral. Más adelante, el anatomista griego Galeno, presentó
al cuerpo humano como un sistema en el que “era posible leer una intención
divina”173: la mujer era un hombre al revés cuya anatomía estaba naturalmente
a disposición del feto, luego recién nacido. Esta idea, por medio del cristianismo
conquistó al imperio bizantino, a los científicos árabes y a través de ellos a los
clérigos médicos de la Edad Media Occidental.
172
Ibid., 7
173
Ibíd., 16
88
maternidad, entonces, sería un designo divino que adquiere valor positivo. Por
ese entonces, el culto a la virgen María tenía un débil fundamento histórico y
los teólogos establecieron la doble naturaleza del Mesías (concilio de Nicea año
325), así fue como María, con su hijo divino, su característica piadosa y sus
dotes de mediadora, influyó en la estructuración de la conciencia materna en
Occidente.
174
No obstante, en algunas sociedades rurales de occidente se tenían la costumbre de que los esposos
ayudaran a la mujer a dar a luz. “En gran parte de Europa meridional se mantuvo de muy diferentes
formas la costumbre de empollar: el marido de la parturienta se metía en la cama con ella y también
sufría. En regiones de cría de ganado, por ejemplo, habían mujeres que daban a luz sobre la paja de los
establos sostenidas por los brazos de sus maridos. En otras ocasiones, si durante el parto no había
problemas, no se admitía a ningún otro hombre al lado de la parturienta. Knibiehler, Y. Op. Cit.
89
En los siglos posteriores (XII en adelante) el cristianismo comienza al postular el
matrimonio como la base del orden familiar y sitúa a la mujer como compañera
fiel, lo que supuso un ligero cambio a su suerte en los niveles sociales
superiores. Pero esta situación decreció en Francia por la influencia del derecho
romano sobre el canónico. De modo que el padre de familia retomó su
autoridad bajo el discurso legal y con la autorización del la Iglesia Católica, a
quien sirvió como aliado en la imposición del orden jerárquico divino: el
absolutismo político. En aquel entonces, toda la sociedad se fundaba en el
principio de autoridad, que apelaba a tres discursos: a) la autoridad es natural,
b) la autoridad es divina, c) los políticos se remitían a los discursos anteriores.
90
Otro elemento de reflexión que se deriva de la maternidad es el de la lactancia
materna, que tal y como nos lo señala Yvonne Knibiehler, no es algo
“natural”.175Para explicarlo comienza contando que en las sociedades antiguas
la madre no amamantaba, por causas diversas, entre ellas, el trabajo, su
desnutrición, la sexualidad, por esto último, los esposos eran quienes buscaban
nodrizas para poder reanudar las relaciones sexuales con sus mujeres. Los curas
por su parte, toleraban este hecho por temor a que cometieran adulterio.
Como apunta Elizabeth Badinter, no sólo para las mujeres trabajadoras sus
hijos representaban una carga. Las mujeres de la aristocracia del siglo XVI
hacían uso de los servicios de nodrizas a quienes llamaban a su casa o enviaban
a sus hijos para ser amamantados; en el Siglo XVII el hábito se difundió a la
burguesía y en el XVIII a todos los extractos sociales. Al ser las mismas mujeres
quienes amamantaban, se daba un fenómeno clasista entre las que pagaban
por ello y las que dejaban incluso a sus hijos por recibir una paga atendiendo a
otro. De este modo las mujeres que se despojaban de ese “deber” hicieron uso
de su tiempo libre dedicándolo a ellas; por consiguiente se entiende que las de
extractos sociales bajos tenían menos posibilidades de ello. La emancipación de
las mujeres respeto de su función de amamantar, se dio primero en la
burguesía en Francia, Inglaterra y Alemania, países con mujeres liberales que
abandonaban a los hijos por su vida “mundana176”.
Badinter apunta que ante tal fenómeno, entre los siglos XVI al XVIII se unieron
hombres en el discurso para disuadir a las mujeres en su camino hacia la
emancipación y el conocimiento, entre ellos, Montaigne, Moliére, Fénelon,
Rousseau.
175
Ibid., 38
176
Ibid., 77
91
que se ven los hombres ilustrados de hacer promesas a las mujeres que
volvieran a amamantar, basando sus objetivos en tres discursos-promesas:
felicidad, respeto e igualdad ciudadana, como veremos más adelante.
Sobre el tema del aborto, Knibiehler plantea que, dado que estaba prohibido,
no se contaban con los medios adecuados para realizarlo y muchas mujeres
que querían limitar la descendencia familiar recurrían a estrategias como el
casamiento tardío, la lactancia prolongada o la castidad, otras mujeres para
abortar se valían de caídas, traumatismos o drogas difíciles de administrar.
Algunas de estas acciones podrían explicar el hecho de que en la Edad Clásica
morían muchas mujeres fecundas.
Los deberes de las madres eran diferentes de un medio social a otro. Por su
parte, la campesina procreaba, alimentaba, cultivaba, hacía de médica y
practicó el oficio de nodriza durante muchos siglos, pero también envejecían
rápido y morían jóvenes. Mientras la familia rural fue la base de la producción
económica, la función materna y alimentaria de las campesinas siguió siendo
vital y el fundamento sólido de su identidad y dignidad.
92
emancipación o de dominación femenina. Más tarde, las “preciosas”
expresaban la misma tendencia: rechazaban el matrimonio y los hijos o lo
retrasaban al máximo. Con todo, esta cultura elitista no dejó de ocuparse por
las vivencias maternas.
En todas las épocas hubo jóvenes que tenían hijos fuera del matrimonio. Si el
padre del niño era el señor del lugar, en general éste se hacía cargo del
“bastardo”, como una prueba de virilidad: lo criaba, lo establecía y también
aseguraba el porvenir de la madre. Pero fue en el siglo XVI cuando el Concilio
de Trento reforzó el sacramento matrimonial y en Francia hubo un Edicto Real
para que las muchachas declararan su embarazo ante las autoridades. Esto
tenía tres fines principales: prevenir el aborto e infanticidio, bautizar al hijo y
proteger a la familia y su “fruto”. De modo que en las grandes ciudades se
178
Ibid., 49
93
crearon refugios para mujeres madres de hijos “bastardos”, mientras que en las
pequeñas comunidades parroquiales reducidas, se presionaba a las madres a
que declararan el nombre del padre; el hombre en cuestión era obligado a
contribuir con la educación del hijo.
Esto favoreció que las mujeres encinta fuera todavía mucho más vigiladas por el
bienestar del feto: “las mujeres en cinta deben ser objeto de benevolencia
activa, de un respeto religioso, de una especie de culto”180. Al mismo tiempo la
mortalidad infantil, aceptada hasta ese momento con resignación, comenzó a
verse como un gasto escandaloso, sobre todo por las naciones, pues el bebé
sano se traduciría posteriormente en el adulto con buena salud física y moral.
De esta manera el cuerpo médico comenzó a denigrar la actividad de las
179
Ibid., 54
180
Ibid., 55
94
nodrizas, en manos de quienes morían muchos niños por falta de higiene y
buenos cuidados y también se criticó duramente a las madres que negaban el
pecho a su hijo, pues según ellos, traicionaban su naturaleza y daban pruebas
de una odiosa dureza de su corazón.
95
Sobre la educación de las mujeres, Badinter menciona que hubo muchas
posturas; quienes querían mujeres ignorantes para gobernarlas fácilmente,
quienes querían confidentes, compañeras, etc. pero todos temían vivir con
“sabias y preciosas181”. A principios del siglo XIX los defensores de la escuela
laica, por ejemplo, luchaban por la instrucción femenina, pero esto se debía a
una estrategia anticlerical antes que a la voluntad de proporcionar medios para
su autonomía.
Pero también como deja claro Badinter, había otro interés que fundamentaba
el discurso del amor maternal. El discurso económico, dirigido a los hombres
esclarecidos, que habla de la importancia de aprovechar la mano de obra que
representa los niños abandonados, quienes a finales del siglo XVIII adquirieron
el valor de mercancía. De allí que el Estado invirtiera sus esfuerzos en garantizar
la vida a los niños que nacían, tratando de persuadir a las mujeres de que
cumplieran sus funciones maternas.
181
Badinter, E. Op. Cit, p. 221
182
Ibid., 238
96
Por su parte, el discurso de la felicidad, que adquiere importancia en el siglo
XVIII, encontró su sitio dentro de la familia, porque era el resultado de la unión
de dos seres que se aman, que ahora se eligen libremente y no por interés. A
finales del XVIII cada vez era más chocante el matrimonio que se hacía por
conveniencia, de modo que el derecho al amor fundado en la libertad
recíproca, fue la mejor introducción a la igualdad entre los esposos, situación
que derivaría en una maternidad dulce, pues se entendía como producto del
amor. Así, fue exaltada la mujer madre.
Tal vez, así estos fueron los comienzos de la participación política de las
mujeres- madres, tal y como lo describe Yvonne Knibiehler, puesto que a partir
de la Reunión de los Estados Generales, muchas mujeres asistieron a los
183
Ibíd., 161
97
debates públicos y participaron de las manifestaciones acompañadas por sus
hijos, “entraron deliberadamente en la acción política en tanto madres de las
generaciones futuras184”.
Por otro lado, pese a la creciente obsesión por que la madre estuviera con sus
hijos. El elogio de la ama de casa, “ángel del hogar185”, pronto comenzó a ser
desplazado por la inserción de mujeres al trabajo asalariado, que tenían sus
hijos y no querían renunciar a su trabajo, razón por la cual a finales del siglo XIX,
empezaron a aparecer nuevos conceptos que inspiraron el Estado de bienestar:
licencia y seguro de maternidad, salario familiar y subsidios familiares.
184
Knibiehler, Y. Op. Cit, 59
185
Ibíd., 69
98
Como efecto de las transformaciones económicas y sociales, las mujeres
afirmaron la dimensión social de la función materna, pues entre otras cosas,
ésta justificó el acceso de las mujeres a la medicina, cuyas pioneras se
dedicaban al cuidado de las mujeres y de los niños, pero progresivamente
conquistaron el ejercicio de la medicina sin restricciones. También el trabajo
social surgió de los cambios de la función materna.
Knibiehler también habla del dominio de la reproducción por parte del Estado,
interés derivado de las pérdidas de población a causa de la primera y segunda
guerra mundial, situación a la que se unía el interés de las mujeres de tener
pocos hijos. De modo que en países como Francia y Estados Unidos, el aborto
fue considerado un crimen y adquirió el rango de problema político.
99
cirugía audaz: la cesárea se convirtió en una práctica corriente en los umbrales
del siglo XX. Cuando la práctica liberal dejó de ser rentable, las parteras
empezaron a trabajar como asalariadas en los hospitales .Una forma tradicional
de solidaridad femenina se había deshecho.
La aspiración de las madres dejó de ser quedarse en casa, pero el problema era
que el trabajo asalariado había sido organizado en el siglo XIX por hombres y
para hombres sin tareas domésticas. Por consiguiente, se empezaron a buscar
soluciones para permitir que las madres trabajaran. La Comisión de los
Derechos de la Mujer de la ONU propuso, en 1957 el trabajo a medio tiempo o
tiempo parcial.
186
Ibid., 90
100
madre, sino que además ha medicalizado el problema de la “mala madre”, sin
lograr anular las declaraciones moralizantes del siglo XIX.
También en Francia se ejerció sobre las mujeres una presión ideológica del
mismo tipo. M. Dardigna rastrea los principales temas a los que hace referencia
la prensa femenina francesa de la década de los ochenta y comprueba que se
articula alrededor de la noción de naturaleza femenina, cuyo sostén principal es
la maternidad. Y en el último tercio del siglo XX, la prensa ha hecho añicos a las
187
Badinter, E. Op. Cit., 275
101
mujeres que no quieren tener hijos, al tiempo que es invitada, como en el siglo
XVIII a dar el pecho a sus hijos.
Badinter finaliza sus planteamientos con una serie de preguntas que serán
abordadas en la última parte de este trabajo. Entre ellas: ¿existe el instinto
maternal o no es más que un enorme engaño?, ¿qué clase de instinto es si se
manifiesta en unas mujeres y en otras no?, ¿no sería más válido hablar de una
presión social extraordinaria dirigida a que la mujer se realice exclusivamente a
través de la maternidad?, ¿cómo saber si el legítimo deseo de maternidad no es
un deseo alienado en parte, una respuesta a presiones sociales?
102
tanto que las expresiones maternas de las mujeres en muchas ocasiones siguen
contradiciendo a la figura materna gloriosa que se pretendía en la Ilustración.
188
Bolufer, M. Op. Cit.
103
cuando expresa que todas las aproximaciones desde la historia al tema de la
maternidad:
“…no tienen por qué constituir una radical disyuntiva, evitando así
el doble peligro de considerar la maternidad como algo siempre alienado a
las mujeres, un obstáculo para la igualdad o una compensación engañosa,
o bien de idealizarla como una relación de solidaridad y complicidad entre
mujeres, obviando los aspectos de jerarquía y conflicto”189
Por otra parte, la historia sobre la maternidad, ha confluido con otras disciplinas
en pensarla como un hecho de múltiples dimensiones. Esto se puede entender si
se reflexiona el hecho de que en el caso de las historiadoras e historiadores, “las
distintas orientaciones teóricas y metodológicas de las historiadoras, su
experiencia personal y su mayor o menor relación con las diversas corrientes del
feminismo, han contribuido a perfilar aproximaciones muy distintas”192
104
Knibiehler es importante rastrear el origen del uso de la palabra maternidad, así
como profundizar en las descripciones de las Antiguas culturas patriarcales de
Occidente.
Avanzando con nuestro análisis, retomemos algunas ideas que nos surgen
después de revisar la perspectiva histórica en la que se han situado nuestras
autoras y analicemos lo siguiente.
Esta situación sin embargo puede implicar varias cosas a la vez. Por una parte,
podría parecer que bastaría con revisar esta visión de la Historia de la
maternidad en Occidente para comprender la realidad Occidental respecto de
la maternidad, pero sin embargo, este hecho no nos diría cómo es que ha
seguido vigente, mucho menos podría garantizarnos el cambio de
mentalidades.
105
bases de la prohibición de abortar en las mujeres y que por eso, como todavía
los y las médicas hacen su juramento hipocrático al graduarse, entran en la
inconsciente demanda de antaño –cubierta por el prejuicio mítico– de obrar a
favor de la vida, a pesar de quien sea. Con lo cual, no se reflexionaría sobre el
derecho de cada mujer de ser madre o no, y en qué momento, sino que se
asumiría que la vida está por encima de todo lo demás, incluso por encima del
derecho de cada mujer de decidir sobre su cuerpo.
193
Sin dejar de lado las interpretaciones del sexo que en forma de versión heterosexista se hace y que
deja fuera otros muchos cuerpos y seres que viven al margen de tal disposición sexual arbitraria.
106
IV. LA MATERNIDAD COMO ACCIÓN POLÍTICA
Este grupo de mujeres comenzó siendo muy modesto, apenas unas 14 mujeres
se reunieron la primera vez un jueves del mes de abril de 1977 durante media
hora en la Plaza de Mayo, un lugar por demás emblemático para el pueblo
argentino ubicado en el centro histórico de la ciudad y justo enfrente de la Casa
Rosada, donde se ubica el palacio de gobierno. Esta primera reunión a la que
asistieron mujeres entre los 40 y 60 años, llevando un pañuelo blanco sobre la
cabeza, fue la primera de muchas manifestaciones públicas y osadas de estas
mujeres. También fue la primera acción organizada de una lucha sistemática
que paradójicamente fue siempre pacífica y destacada por agotar todas las
instancias jurídicas y civiles a las que aspiraban como ciudadanas de un Estado
democrático.
107
La maternidad era el emblema de sus gestiones. Ellas eran en primer lugar, las
madres de los y las desaparecidas, también eran las abuelas, y en medio de una
sociedad paralizada por el miedo y muy poco solidaria, se encontraron solas.
Pero pronto buscaron sus alianzas, porque se dieron cuenta que si seguían
siendo ellas solas, les costaría el doble de esfuerzo que de por sí caracterizó su
gestión.
Las madres de los desaparecidos sabían que por el hecho de ser mujeres,
madres e instalarse a protestar exigiendo la respuesta de dónde se
encontraban sus hijos, no iban a ser perseguidas; no lo serían, siempre y
cuando no representaran una molestia mayor para el gobierno. Y durante
varios meses así fue.
194
BOUSQUET, JEAN PIERRE. Las locas de la plaza de mayo (1980). Argentina. El Cid Editor. Pág. 11
108
e hijas significaba no dar cabida en el hogar a ningún tipo de reproche en
contra del Estado, no ser subversivo. Y así se los hacían saber a las decenas de
mujeres que cada semana se instalaban haciendo una fila grande en espera de
ser recibidas por el ministerio del Interior para efectuar la denuncia de
desaparición de un ser querido, tal y como le testificaba Marta, la madre de un
joven desaparecido:
El gobierno creyó que al ser mujeres y más aún de edad adulta y edad
avanzada, representaban poco peligro frente a todo un sistema militar
fuertemente armado. Por ello se contentaban con dejarlas manifestarse y
disolver sus manifestaciones de vez en cuando, como si fuera un juego o una
diversión; ya que no las podían acallar, utilizaron el juego de permitirles llegar
hasta donde ellos querían.
195
Ibid., p. 21
196
Ibid., p. 23
109
día, o bien sacando por la fuerza a la gente, de sus domicilios, de día o de
noche.
Ante tal situación violenta y represora, capaz de paralizar los ánimos de justicia,
era de esperarse que sólo los directamente relacionados con los desaparecidos
tomaran cartas en el asunto y se involucraran en la búsqueda de respuestas.
197
Ibid., p. 33
110
sumamente represor, que expresamente condenaba las manifestaciones
públicas.
Sin embargo, estas mujeres tomaron todas las supuestas cosas que tenían en
contra, precisamente a su favor y lo hicieron desde el primer momento. Si se
les reconocía en la sociedad “simplemente” por ser madres, ésta iba a ser la
razón de su lucha, se les respetaba por ser madres. Si eran consideradas débiles
por ser mujeres e insignificantes en términos políticos por la misma razón, iba a
ser precisamente este estatus el que funcionaría como coraza ante los ataques
físicos a los que se expusieron en sus manifestaciones. Si eran pocas y si
estaban locas, ante los ojos de dirigentes políticos y de los vigilantes del orden,
iban a estarlo lo suficiente como para no desistir y luchar con todas sus fuerzas
exponiéndose a perder la vida, siendo que ya habían “perdido la cordura”.
198
Al principio fueron sólo 14 las madres que se reunieron para protestar en la plaza de mayo, la cifra
registrada con mayor número de participantes ascendió a las 3.000 en 1979.
199
Sutilmente sanguinario en comparación con otros regímenes políticos como por ejemplo la dictadura
de Pinochet o el Escuadrón de la muerte de Brasil.
111
humanos en la argentina de aquella época y todo el mundo conoció la
silenciosa y discreta violación de los derechos humanos. Ellas ridiculizaron, sin
que eso fuera su intención, al deficiente sistema de justicia argentino, pues
desde el principio apelaron a sus derechos civiles presentando una y otra vez
pliegos petitorios cada uno cada vez con más firmas que lo respaldaban.
200
Ibid., p. 170
112
4.2 El caso de las Madres contra la droga
201
Valiente, C. (2001) Identidades Colectivas y Movimientos de Mujeres. El caso de “Madres contra la
droga”. Revista Internacional de Sociología. 29, 35-65
113
Cabe hacer la reflexión de si efectivamente el movimiento de las Madres de la
Plaza de mayo es suficientemente representado por este último concepto de
los movimientos de madres al que incluso Celia Valiente propone cuestionar;
en este mismo trabajo se ha hecho una reflexión sobre el caso de Las madres
de la Plaza de mayo y se ha visto claramente como los alcances que tuvo han
ido mucho más allá de la mejora de las condiciones de vida de sus familias y
comunidades puesto que sus fines eran de índole humanitario principalmente.
Volviendo a la reflexión que nos ocupa en este apartado, a partir del Marco
Analítico con el que trabaja Celia Valiente, que hace referencia a Moulineaux y
su experiencia de investigación en la Nicaragua Sandinista, retoma el concepto
de “intereses prácticos de género” que son los que surgen inductivamente de
las condiciones de vida del sector femenino en cada sociedad, caracterizadas
por un peculiar reparto de tareas entre personas de ambos géneros”202. Estos
intereses prácticos de género reflejan necesidades inmediatas por lo que las
mujeres apoyan en gran medida las políticas públicas que ofrecen alimentos a
buen precio y buen estado de sanidad.
Celia Valiente explica que ha elegido el caso de las madres contra la droga
porque no había ningún tipo de investigación que hiciera referencia a este tipo
de organización de mujeres y que sus fuentes son primarias, en tanto que
202
Ibid., 37
203
Ibid., 36-37
114
realizó entrevistas a 20 mujeres y 2 trabajadoras sociales de estas asociaciones
y utilizó algunos de los documentos que producían, ya sea que hubieran sido
publicados o no. Cabe señalar que la elección de este número de mujeres y
trabajadoras sociales se basó en el criterio de tomar una muestra
representativa (o significativa) de las diferentes Asociaciones de Madres contra
la Droga de Madrid así como en el de contar con personas que hubieran
participado durante un largo periodo en dichas asociaciones, con lo cual
muchas de las entrevistadas ocupaban puestos directivos.
115
cien por ciento a su hija, porque trabajaba, había producido la
drogodependencia de ésta, pero cuando vio cómo detuvieron a su hija con otro
chico por drogarse en la calle, y reconoció a la madre de aquel muchacho como
una madre totalmente dedicada a su familia, sintió que tal vez el hecho de
trabajar, y por ello distanciarse de su familia por varias horas, no era una razón
suficiente para culparse de la drogodependencia de su hija.
Por otra parte, las mismas participantes en las organizaciones expresan las
vicisitudes desfavorables que implicaba su gestión asociativa; la diferencia de
opinión y expresión de malestares, la diferencia de medios para cumplir las
expectativas, entre otras inherentes a las relaciones humanas, también estaban
presentes en estos movimientos. Por ejemplo, una madre que expresaba que
veía si sentido las primeras reuniones en una de las asociaciones y que además
encontraba cierto racismo acusatorio contra la comunidad gitana.205
204
Ibid., 45
205
Ibid. 43
116
ésta no se ha definido en términos estrictamente biológicos en las
movilizaciones para conseguir la redistribución y el reconocimiento a
favor de los drogodependientes.206
Las mujeres que entrevistó Celia Valiente tenían reacciones diversas frente a la
toxicomanía de sus hijas e hijos, ya que había desde quienes corrían de sus
casas a sus hijos o hijas, hasta quienes incluso cuando sus descendientes se
habían rehabilitado continuaban participando activamente en las asociaciones,
en ocasiones ocupando puestos directivos.
Es por esto que Valiente afirma que “la definición de la maternidad que ha
movilizado a estas personas no ha sido en todos los casos únicamente
biológica”.
206
Ibid., 46
207
Ibídem
208
Ibid., 47
117
No obstante lo anterior, existen otras madres que después de vivir la
experiencia de la muerte de sus hijos a causa de la drogodependencia, no
tienen ánimo de participar más en el trabajo asociativo, con lo cual desertan
“ya no quieren saber nada”.
Sería conveniente investigar a fondo las causas por las cuales éstas mujeres
desertan, para preguntarles qué cosa no encontraron o qué les hizo desistir…
Por otra parte, el grupo de las Madres unidas contra la droga, curiosamente
cuenta (o contaba, en el tiempo de la entrevista de Celia Valiente) con al menos
dos mujeres que no eran madres de toxicómanos en los puestos directivos,
pero que afirmaban que el problema de la droga es además de personal social,
y que cualquier hija o hijo de cualquier madre podría en dado momento, verse
inmerso en este fenómeno: “por ello es factible para todas las mujeres, en
teoría, luchar contra él y ser llamadas madres contra la droga”.209 A esta
afirmación se une otra que con cierta ironía expresa “que esta definición de
maternidad es susceptible hipotéticamente de aplicarse a los hombres, y han
afirmado que en su organización se les da la bienvenida para que sean madres”.
Por último pero igual de importante, estas asociaciones han pedido al Estado
que las personas que trabajan con personas que consumen o consumían
209
Ibídem
118
drogas, les trataran como personas con derechos y que eliminaran sus
actitudes de desdén y desprecio.
Aquí cabe la reflexión sobre lo que Valiente retoma también desde su Marco
Analítico cuando plantea que:
En este sentido podemos observar cómo aquellas mujeres que convivían con
sus hijos e hijas drogodependientes, que se vieron en la necesidad de mejorar
la condición de sus hijos así como de ellas en sí mismas y frente a la sociedad,
les llevó a movilizarse desde distintos frentes y conseguir más que lo que se
planteaban en un principio, incluso, obteniendo otras experiencias aún cuando
no conseguían alejar a sus hijos e hijas de la drogodependencia. En estos
grupos de mujeres y en estos movimientos de mujeres, han participado las que
no precisamente son madres y además algunos hombres (según Valiente muy
pocos en relación con las mujeres) y posteriormente se fueron incorporando
especialistas en dicha tarea, como veremos más adelante.
210
Ibid., 37-38
119
produce serios problemas de salud, también porque muchas veces sus hijos o
hijas se ven en la necesidad de robar para conseguir dinero y costearse su
adicción, con lo cual llegan a la cárcel y se encuentran enemistades en el mismo
barrio. Otro problema es precisamente el escrutinio social al que son sometidos
y sometidas porque muchas veces adquieren la droga en la calle, la consumen
allí y si se ponen mal de salud la primera opción es recurrir al médico de
cabecera, con lo cual se ventila la condición de toxicómano o toxicómana.
Estas situaciones además son contrastables con las condiciones en que viven
los y las toxicómanas de condiciones económicas más favorables, quienes en
primer lugar cuentan con más medios para conseguir droga más pura, en
lugares discretos y recurrir a especialistas privados que favorecen la discreción
de sus condiciones, con lo cual, podría pensarse que en cierta manera se libran
del escrutinio social o al menos es más fácil que lo hagan. De la misma manera
se podría suponer que no al tener dinero para costearse su adicción no se ven
necesitados en robar para conseguirla. Estas situaciones son producto de la
reflexión de las madres que fueron entrevistadas por Celia Valiente.
Por otra parte, Valiente afirma que “La identidad de madre contra la droga
adquirida en la acción colectiva de los diversos grupos estudiados incluye la
conciencia de poseer un amplio conocimiento sobre drogodependencias
derivado de la experiencia personal”.211
En este sentido, Valiente observó que curiosamente algunas de las mujeres que
afirmaban ser ellas las expertas en drogodependencia, hacían caso omiso de las
recomendaciones de psicólogos sobre la manera de llevar la relación con sus
211
Ibid., 50
120
hijos, indicando que incluso algunas contradecían estas recomendaciones al
grado de llegar a ser ellas mismas quienes les conseguían las drogas a sus hijos
o les daban dinero para comprarlas.
Hay dos cuestiones que quedan por reflexionar: una es, la indagación sobre la
relación entre drogodependencia y emancipación familiar, en términos
actuales, es decir, investigar las cifras y más que eso, las condiciones en que se
da la emancipación de los jóvenes y adolescentes, o incluso si no se da ésta e
investigando igualmente sus causas.
121
dimensiones en que tiene vigencia el fenómeno de la drogadicción, esto para
conocer los valores de que parten, los que promueven y en concreto, la visión
que tienen de este fenómeno.
Si bien, no existe una relación directa entre el caso de Las madres de la Plaza de
mayo y el movimiento de Madres contra la droga, porque ambos se sitúan en
contextos sociales, culturales y temporales distintos, es importante destacar la
importancia que el primero ha tenido en ejemplificar la movilización organizada
de grupos de mujeres ya que fueron pioneras en estos ámbitos en la época
contemporánea. Por otro lado, por lo que las Madres de la Plaza de Mayo
representan en lo que concierne a los estudios que desde las ciencias sociales
se ha hecho de los movimientos de mujeres, tal y como lo señalaba Teresa del
Valle212 cuando destacaba la importancia que estaba tomando el
asociacionismo de mujeres en el Estado Español y el mismo que imponía el
ejemplo de las Madres de la Plaza de mayo, por el papel importante que
jugaron al despertar la conciencia social de Argentina y de otros lugares.213
212
Valle, T. (2001). “Asociacionismo y Redes de Mujeres. ¿Espacios puente para el cambio?”. En: Anuario de
Hojas de Warmi. Facultad de Humanidades de Albacete. Universidad de Castilla-La Mancha. Págs. 131-151
213
Ibid., 143
122
residía en Argentina, entre muchas otras, arriba descritas214, representa lo que
para Maqueira supone el asociacionismo de mujeres:
Teresa del Valle continúa el análisis de lo que para ella representa el potencial
emancipador del asociacionismo, lo que denomina espacios puente,
214
O que incluso no estén debidamente documentadas en este trabajo, al no haberse hecho una
revisión exhaustiva de caso, por no ser éste el objeto principal de estudio)
215
Maqueira En Valle, T. Op. Cit. p. 143
216
Valle, T. (1997). Andamios para una nueva ciudad. Lecturas desde la antropología. Madrid. Cátedra.
pp. 164-165.
123
V. Técnicas de Reproducción Asistida
124
política en la vida personal: “había que cambiar la propia vida y superar la
alienación encontrando la verdadera identidad”.217
Para ella la emancipación de las mujeres, por lo tanto, pasaría por el control de
las tecnologías reproductivas, sin embargo, como nos lo hace ver Celia
Amorós220, Firestone, no da cuenta de cómo las mujeres se apropiarían
ampliamente de esos medios e impedirían que los hombres lo hicieran, en
detrimento de ellas mismas.
217
Amorós, Celia (2005) La dialéctica del sexo de Shulamith Firestone: Modulaciones feminsitas del Freudo-
marxismo. En: Amorós, Celia y Miguel, Ana de, Teoría feminista: de la ilustración a la globalización. Del
feminismo liberal a la posmodernidad. Minerva Ediciones,Madrid. pág. 71
218
Ibid., 76
219
Ibid., 80
220
Ibid., 84
125
Un paso adelante en nuestras reflexiones sobre el tema de las Tecnologías
reproductivas, consiste en acercarnos al análisis propuesto por Neus Campillo
sobre la relación entre la dialéctica del sexo, de Firestone y la analogía del
Cyborg de Donna Haraway.221
Así, Campillo nos hace ver dos de los aspectos comunes entre una autora y
otra: “la aceptación positiva de la tecnología y el basar en ella el cambio
radical” y la tendencia hacia la eliminación del dualismo sexual.222 No obstante,
expone también las diferencias en sus enfoques y la manera de abordar sus
propuestas,
Y continúa:
221
Haraway, D. (1995). Manifiesto para Cyborgs. Valencia. Universidad de Valencia, Centro de Semiótica
y Teoría del Espectáculo
222
Campillo, Neus (2000) El significado de la crítica en el feminismo contemporáneo. En: Amorós, Celia.
Feminismo y filosofía. Editorial Síntesis. Madrid. pp. 288
223
Ibídem
224
Ibídem
126
han visto constantemente abocados; significa afirmar la ciencia y la tecnología
como cultura, rechazando toda metafísica anticientífica”.225
225
Ibid., 298
226
Cockburn, C. En: Wajcman, J. (2006). El tecno feminismo. Madrid. Cátedra, Universidad de Valencia,
Instituto de la Mujer (Colección feminismos, 88) p. 21
227
Wajcman, J. Op. Cit, p. 27
228
Ibídem
127
defendía el control de la natalidad y el derecho al aborto, entre otras cosas,
consideraban importante que las mujeres recuperaran el conocimiento y
control de su cuerpo y su sexualidad en oposición al crecimiento y
consolidación del ingenio masculino que obraba en detrimento de la salud y los
saberes curativos de las mujeres.
229
Ibid., 32
128
eugenesia y dado que se derivaba de la experiencia de manipulación de la
genética animal.230
Sin embargo, (tal autora) nos hace notar que las críticas de la FINRRAGE no
contaban con que las demandas de las mujeres de nuevas tecnologías
reproductivas serían cruciales en el fomento de su desarrollo.
Por último, Judy Wajcman pone de manifiesto que el problema frecuente del
feminismo radical fue su tendencia al esencialismo, en su insistencia por
presentar a las mujeres como inherentemente cuidadoras y pacifistas y como
víctimas uniformes de la tecnociencia patriarcal: “con demasiada frecuencia el
resultado de ello es una conclusión pesimista acerca del papel de la
tecnociencia como determinante del destino de las mujeres, a medida que los
hombres adquieren mayor control sobre nuestros cuerpos”.231
230
En este punto coincide con Leonor Taboada, quien hace ver que los grandes genetistas de los años
ochenta del siglo XX tenían la experiencia previa de la reproducción animal y posteriormente aplicaron
sus conocimientos en los seres humanos.
231
Wajcman, J. Op. Cit, 40
129
“probeta”232 en julio de 1978 en el norte de Inglaterra. Este acontecimiento no
fue sino sólo el inicio de una documentación masiva del triunfo de la ciencia
médica y de la Tecnología aplicada a la reproducción humana.
232
Taboada, L. (1986) La maternidad tecnológica: de la inseminación artificial a la fertilización in vitro.
Barcelona. Icaria
233
Ibid., 3
234
Ibid., 8
235
Ibid., 9
130
un mejoramiento de la raza blanca, puesto que ninguna otra raza “ha tenido los
medio para proyectar el mundo a su medida”.236
Y nos recuerda que tiempo atrás, Sir Frances Galton, fundamentó la eugenesia,
de acuerdo con la teoría de la evolución de Darwin, de manera que si, según su
teoría todo se heredaba genéticamente la solución era claramente esterilizar a
la gente problemática. Pero tampoco los eugenistas eran personas
insignificantes, entre ellos estaban Churchill, Rockefeller, Dupont y Ford, todos
prestigiosos hombres de negocios, abogados, médicos, entre otros, que
dedicaron grandes esfuerzos para el control de la población.
Por todo lo anterior, concluye que resulta difícil pensar que las Nuevas
Tecnologías Reproductivas trabajan de buena fe,
236
Ibídem
237
Ibid., 10
131
poder, la competitividad, las ambiciones personales y los prejuicios
sobre las mujeres y sobre la naturaleza, vistas ambas como inadecuadas
y, por tanto, perfeccionables, invalidan un marco ético posible. No
habiendo marco ético, todo procedimiento científico puede
considerarse potencialmente peligroso”.238
Al igual que Leonor Taboada, en 1986 hacía mención a las “madres de alquiler”,
veinte años después, Consuelo Álvarez Plaza expresaba su interés por esta
cuestión en particular239.
Nuestra primer autora explicaba que esta técnica, al ser posible gracias a la
inseminación artificial, era también utilizada para la investigación en ingeniería
genética, de manera que también fue objeto de cuestionamientos desde la
sociedad y de reflexión desde el punto de vista de las mismas mujeres y del
feminismo por lo que representaba cargar en su vientre a un ser que
finalmente tenían que entregar a los padres que previamente habían pagado
por ello.
Por su parte, Álvarez publica en 2007 su libro en el que recoge entre otras
cosas, las experiencias de mujeres y hombres donantes en España y destaca los
238
Ibid., 19
239
Álvarez, C. (2008). La búsqueda de la eterna fertilidad. Mercantilismo y altruismo en la donación de
semen y óvulos. Jaén. Alcalá grupo editorial
132
datos entre los perfiles de los aspirantes-donantes de semen que en general
son estudiantes universitarios con una media de 23 años, sin pareja estable y
sin hijos, en contraste con las aspirantes-donantes de óvulos cuya edad media
es de 26,2 años, sin formación universitaria, la mayoría trabajadoras, con pareja
estable, la mitad con hijos y hasta un 60% son inmigrantes.240
Ésta sería para nuestra autora la fuente de las explicaciones de los resultados
que arrojó su investigación. Uno de ellas es que las parejas buscan obtener un
vínculo genético con su hijo, sin importar las técnicas242 que se tengan que
emplear tales como la criopreservación en bancos de semen u otras como el
lavado de semen en portadores del virus de inmunodeficiencia humana, ambas
altamente costosas y riesgosas para la mujer y para la descendencia, de manera
que la donación siempre es la última opción a la que recurren las parejas. Otra
cuestión ligada a la anterior sería la estrategia de ocultación de la identidad de
los donantes, que reciben de buena manera las y los receptores así como
consienten los propios donantes.
240
Ibid., 240
241
Ibid., 238
242
Otras técnicas son la microinyección intracitoplasmática de un espermatozoide y el diagnóstico
preimplantatorio de los embriones para seleccionar los sanos.
243
Ibid., 244
133
O se crean cambios en la filiación reconociendo la existencia y separación
de padres biológicos y padres sociales, como sucede en la adopción; o se
oculta y enmascara la existencia de diferentes maternidades y
paternidades, mediante estrategias sociales y legales como el anonimato de
donantes, la privacidad y la confidencialidad de receptores de gametos
donados.244
244
Ibídem
134
VI. DISCUSIÓN
¿Por qué la maternidad, el embarazo y la lactancia en vez de ser
acontecimientos, son “problemas” que tienen que ser resueltos?, ¿porqué y
cuando comenzaron a serlo?, ¿acaso cuando se codificó la maternidad desde
un sistema social y cultural occidental, cuyos estatutos tenían una base
jerárquica masculina?
Por otra parte, ¿realmente las mujeres están limitadas para disfrutar de su
embarazo y de su maternidad? Antes las mujeres vivían su cuerpo, eran las
sabias expertas en maternidad, en parto, ahora la tendencia médica Occidental
no lo promueve; ahora muchas de ellas se embarazan casi por accidente. Ahora
se presupone e interpreta el deseo de ser madre, se nombra, antes parecía que
había un diálogo con el cuerpo mismo en cada mujer que reconocía cuando
estaba embarazada y eso no le representaba ningún problema, se asumía como
existencia con una característica particular de la que hacía uso, de la que
aprendía, y a través de la cual interactuaba con el mundo, con la gente, consigo
misma, su embarazo no tenía la acepción de inmanencia, ella daba vida y eso le
reportaba beneficios, le aportaba saberes y experiencias de las que carecían,
por ejemplo, quienes no engendraban.
135
Hasta que se le puso nombre a su función: se creó la “función”245 en sí misma
con cierto significado. Se apoderaron de sus saberes quienes no estaban en la
misma condición, se objetivizó el embarazo, el parto, hasta llegar a desplazar el
dominio de las amigas-matronas o compañeras de experiencia que ante todo
eran sensibles a tales situaciones.
Las que serían madres tenían que acceder al conocimiento de cómo serlo a
través de otros, no de ellas mismas: ahora tenían que hacer caso a lo que dijera
el estado, los moralistas, la sociedad, al final se descubrieron capaces de
establecer relación con su cuerpo, a muchas les costó mucho trabajo pero lo
lograron, hoy en día, muchas todavía no saben nada, si quieren o no ser
madres, cómo serlo, si dar a luz o no, tiene miedo, desconocen el
funcionamiento de su cuerpo, etc.
Se nombró la maternidad como una función y con ello se siguió cosificando una
imagen homogenizada de la madre, de lo que debía ser la maternidad. Por todo
ello ahora no nos cuadra que hayan abortos, incluso espontáneos, ahora no nos
preguntamos si queremos ser madres y cuándo y cómo y con quién queremos
procrear, y porqué. Seguimos esperando que otra persona nos diga cómo
funciona nuestro cuerpo, seguimos esperando a tener clases de educación
sexual para reconocer que tenemos capacidad de excitarnos sexualmente. Las
que se embarazan, muchas de ellas, tienen que ir a que alguien les diga qué
pasará con su cuerpo o qué está pasando, están tan poco habituadas a
establecer comunicación con él que no lo saben, y concretamente en el tema
del embarazo creen que un especialista les dará las respuestas, antes de
intentar escucharse a sí mismas.
245
Para Victoria Sau la denominada maternidad no existe, ésta es la función del padre y en ella se pierde
a la mujer y en ella se pierde la madre. Véase Sau, V. (1995). El vacio de la maternidad: madre no hay
más que ninguna. Barcelona. Icaria
136
Antes, ahora, aquí, allá… todos son conceptos relativos. Probablemente la
historia de la maternidad nos muestre que la tendencia en otros tiempos era
una, pero difícilmente podremos ser capaces de revisarla toda, por ello es fácil
hacer generalizaciones.
En realidad no considero que las ideas arriba planteadas sean universales, pero
sí que perviven, porque me son familiares, porque observo vestigios de ellas en
el día a día, porque ya sea que esté aquí o allá también encontraré ejemplos de
ello.
Tampoco significa que ella diera por perdidas a las mujeres por su situación, tan
no era así que dedicó el último capítulo de El segundo sexo a esbozar el camino
hacia la liberación de la mujer.
246
Wajcman, J. Op. Cit, p. 39
137
Si la mujer se ha configurado como tal en su devenir ha sido en función de su
capacidad reproductiva pero ésta capacidad reproductiva ha sido interpretada
como inferior, también lo han sido sus otros atributos físicos que la acompañan
¿Esto quiere decir que es presa de la especie? ¿O es que la conceptualización
de la mujer, al basarse en la característica reproductiva ha sido el pretexto que
se ha usado para descalificarla?
Por eso los términos mujer y madre están íntimamente relacionados, porque
para que exista la primera tiene que poseer las características que necesita una
persona para procrear y porque se ha entendido, desde la lógica de la
sexuación corporal, que “las mujeres son las únicas posibilitadas para hacerlo”.
Pero, si como ya hemos visto, las mujeres son una categoría construida tanto
como “los hombres” entonces llegamos al ciclo cerrado de ¿qué es una mujer?
a lo que se puede responder: “una madre” y luego, preguntar ¿qué es una
madre? y responder, “una mujer que tiene hijos”.
138
Pero, ¿por qué entonces hay otra mujeres que se sienten felices en su
embarazo, que viven el parto como otro momento más de su vida y
amamantan, crían y educan con plenitud?
Porque no nos olvidemos de que “la mujer” es decir, el ser que engendra, no es
presa de su especie, no para sí misma, es presa en tanto que “es especie” con
tales y cuales características, es decir, es presa en relación al contexto en que
esté situada, porque de ello dependerá las expectativas que se tengan de ella,
pero aún así seguramente que muchas negarán ser colocadas en una posición
desfavorable y conscientemente lucharán por vivir plenamente esa experiencia
vital.
Ahora mismo no podemos decir que todas las madres son felices, pero
tampoco podemos decir lo contrario, incluso, habría que preguntarnos ¿por
qué nos interesa tanto entender los fenómenos humanos desde un punto de
vista cuantitativo? Quiero decir, que para saber cómo viven su “maternidad” las
“mujeres”, deberíamos de preguntarles a ellas, y si nos interesa el tema,
deberíamos tener en cuenta el contexto de su devenir y no generalizar. Habrá
quienes sean felices, habrá quienes no, pero en medio de ello habrán
expresiones humanas que difícilmente son visibilizadas, prescritas o
imaginables, y cuando digo más allá, me refiero a esto último.
Tal vez, si analizamos los casos de mujeres en particular, con todas las
vicisitudes que acompañan a la mujer, develaremos la no-naturalidad de este
hecho en términos biologicistas y esencialistas. Tal vez de esa manera
(deshaciendo las formas tradicionales de ser madre) echemos por tierra los
argumentos que oprimen a esta parte de la humanidad. Esto no significa que
neguemos que hay madres abnegadas y felices, sino que demos las voces a
todas las demás, que en algún momento de su vida, o en varios, no se sienten
plenas en tanto madres.
139
Rousseau se imaginó un mundo feliz y no lo culpamos por ello, sino por no
preguntarle a las que estaban siendo madres qué opinaban o qué les hubiera
gustado que se escribiera sobre ellas (tal vez había ayudado a muchas
identificarse con figuras maternas frustradas, para no sentirse culpables por
ello), incluso, por no observar y estudiar lo que sus ojos veían, esbozando en
cambio conjeturas idealistas.
140
utiliza los argumentos científicos para describir las dos categorías sexuales y
que interpreta las diferencias en términos de género desde un punto de vista
heterosexista.
141
VII. CONCLUSIONES
El punto de partida del análisis sobre el tema de la maternidad ha sido el
personal, desde la experiencia vivida y a su vez se ha relacionado con otras
dimensiones como la profesional y la académica. El aprovechamiento de estas
interrelaciones ha resultado útil porque en cada uno de los niveles se observan
cambios de los esquemas iniciales.
142
Las mujeres tienen la capacidad de desear ser madres, ya sea procreando ellas
mismas o adoptando en su vida a seres ya antes paridos. Pero también tienen
la misma capacidad de desear no tener hijos por ninguna de las dos vías.
Las madres y las mujeres pueden o no ser femeninas. Esto en parte puede que
lo decidan o puede que la inercia las conduzca a ello. Al margen de esto, es
importante deshacer la idea inconsciente de que existe una especie de “mística
femenina”. Esto es distinto a afirmar que no exista la feminidad o que se desea
su desaparición, -si abogamos por la pluralidad, pugnar porque no existe sería
contradictorio- Lo que sí tendría que promoverse es precisamente el derecho a
la expresión libre de los géneros.
143
algunos ámbitos de la humanidad cuyas motivaciones sean poco éticas y cuyos
alcances estén lejos de ser medidos y en todo caso, contenidos.
Por último las maternidades y las distintas formas de ser mujer deben
estudiarse desde un contexto determinado para documentar sus experiencias a
favor de todas y todos. De la misma manera ha de poner énfasis también en el
estudio de las paternidades para así contar con más elementos para continuar
la reflexión.
144
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