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Análisis[editar]
Trilce es el libro de poesía más radical escrito en lengua española, aparecido justamente
en el momento de la irrupción del Vanguardismo en el mundo, que pregonaba una
renovación o cambio de los cánones de la estética, luego de la gran conmoción universal
que significó la Primera Guerra Mundial.
Aunque tenga algún reflejo de las innovaciones formales aportadas por el ultraísmo u otros
movimientos vanguardistas contemporáneos, Trilce constituyó un singular ejemplo de
renovación del acto poético esencial, un esfuerzo de reducir el lenguaje a lo indispensable
para alcanzar un meollo o entraña esencial.
En general, la técnica poética de Trilce se caracteriza por una violenta ruptura con toda
imitación o influencia literaria, una liberación audaz de las reglas del metro y de la rima, así
como de la sintaxis y de la lógica aparente. Reutiliza palabras antiguas (lo cual evidencia
los conocimientos amplios que el poeta tiene de los clásicos) e inventa otras nuevas, utiliza
términos científicos por un lado, y expresiones populares y de la vida cotidiana, por otro.
En este empeño de crear un nuevo lenguaje poético el poeta cae muchas veces en el
hermetismo, por lo que sus poemas, para ser entendidos, deben ser sometidos a una
rigurosa hermenéutica. Muchas de las técnicas que aplica serían luego utilizadas por el
movimiento surrealista.
Pero, según señala Jorge Basadre, “debajo de todo ello balbucea una vital emoción
humana, se arremolinan recuerdos e imágenes subconscientes, aparecen las huellas de
estupendos fracasos, refléjanse experiencias de pobreza, prisión y soledad en una vida
que no tiene sentido, donde priman el dolor y la angustia que sumen a los hombres en
triste orfandad, un mundo hostil cuyo alquiler todos quieren cobrar, unidos al dulce
recuerdo de la infancia y del hogar arrebatados por el tiempo y a una solidaridad esencial
con los que sufren y con los que son oprimidos. Muchos poemas son autobiográficos; pero
estos motivos son una causal para descender a las entrañas más profundas del ser.”9
Aparte de Vallejo, solo dos grandes renovadores del lenguaje literario llevaron la
experimentación lingüística al extremo de la inaccesibilidad o el hermetismo: en el campo
poético Vicente Huidobro, con Altazor (1931) y en el campo narrativo, James Joyce con su
relato onírico Finnegans Wake (1939). En ese sentido Vallejo, con Trilce (1922), adquiere
la categoría de precursor o adelantado.
Alberto Guillén
Alberto Guillén Paredes
Información personal
Nacionalidad Peruano
Información profesional
Índice
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1Biografía
2Obras
o 2.1Poemarios
o 2.2Otras obras
3Crítica
4Notas
5Bibliografía
Biografía[editar]
Sus padres fueron Manuel M. Guillén Amat y Zoila Victoria Paredes. Cursó estudios en
el Colegio Nacional de la Independencia Americana de su ciudad natal (1909 - 1912).
Trasladado a Puno, concluyó la secundaria en el Colegio Nacional San Carlos.
De retorno en Arequipa, estudió Letras y Derecho en la Universidad Nacional de San
Agustín. En 1917 ganó un premio en un concurso poético promovido por el diario El
Heraldo, lo que alentó su temprana vocación de poeta. En 1918 publicó su primer
poemario, titulado Prometeo. En sus inicios poéticos quiso sin duda emular a Alberto
Hidalgo, coterráneo y coetáneo suyo, y probablemente seguir los pasos de Abraham
Valdelomar, el «poeta de moda» de entonces.
Físicamente era de estatura menos que mediana, ancho de hombros, de nariz aguileña, sonrisa
fácil, cabello abundante, los ojos burlones tras unos quevedos innecesarios. 2
En 1920 se trasladó a Lima, llevado por los miembros del Primer Congreso de Estudiantes
reunido en el Cuzco. Según Luis Alberto Sánchez, «llegó decidido a conquistar la capital».
Frecuentó las redacciones de diarios y Palacio de Gobierno. Con el auspicio del
presidente Augusto B. Leguía obtuvo una beca a España; allí publicó un libro, titulado La
linterna de Diógenes (Madrid, 1922), construido a base de entrevistas a escritores
peruanos y españoles que vivían entonces en la capital española. De estilo punzante y
corrosivo, dicha obra le dio una efímera popularidad en los medios literarios
hispanohablantes.
De vuelta en el Perú, obtuvo el primer premio en los Juegos Florales Universitarios (1923).
Nuevamente partió al extranjero con la misión de hacer propaganda a su país. Pasó
por México y Cuba (1924), pero imbuido de nostalgia, volvió a Lima. Su definitiva
consagración poética en las letras hispanoamericanas llegó gracias a su «Oda a Bolívar»,
con el que ganó un concurso continental promovido en homenaje al centenario de
la batalla de Ayacucho.
En 1926 se retiró a la tranquilidad hogareña, pero poco después recorrió Cuzco y Puno.
En 1929 emprendió nuevamente viaje al exterior, al ser nombrado secretario de la legación
en Río de Janeiro, en Brasil, cargo en el que no duró mucho pues al año siguiente se
produjo la caída del presidente Leguía (1930).
Pasó a Chile y residió por breve tiempo en Santiago. En 1932 retornó al Perú, donde
falleció víctima de una enfermedad.
Obras[editar]
Poemarios[editar]
Prometeo (1917).
Deucalión (1920 y 1921).
La imitación de nuestro señor Yo (1921).
Laureles (1925), poesías eglógicas.
Epigramas (1929).
Cancionero (1935), escritos poco antes de la muerte del poeta, y en el que son de
destacar las poesías de corte moralista.
Otras obras[editar]
Crítica[editar]
Alberto Guillén heredó de la generación "colónida" el espíritu iconoclasta y ególatra. Extremó en su
poesía la exaltación paranoica del yo. Pero, a tono con el nuevo estado de ánimo que maduraba ya,
tuvo su poesía un acento viril. Extraño a los venenos de la urbe, Guillén discurrió, con rústico y
pánico sentimiento, por los caminos del agro y la égloga. Enfermo de individualismo y
nietzscheanismo, se sintió un superhombre. En Guillén la poesía peruana renegaba, un poco
desgarbada pero oportuna y definitivamente, sus surtidores y sus fontanas.
José Carlos Mariátegui3
Fue el suyo un parpadeo luminoso, gloria demasiado perecedera. No trajo nuevos elementos a la
lírica peruana, excepto subrayar el desplante egotístico y poner en circulación, con profusa
insistencia, el “prosaísmo deliberado”. En el fondo Guillén nunca dejó de ser provinciano y
campesino. Todo su esfuerzo de diez años (1919-1929) consistió en parecer cosmopolita y
despreocupado. A pesar del ruido que promovía en vida, a su muerte se apagó su nombre como el
brillo de una estrella fugaz.
TRANSMIGRACIÓN