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Sermón

El altar familiar

Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio
santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 1
Pedro 2. 5

Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados. Para edificar cualquier inmueble se
necesita material. Eso se requiere en la actividad humana. Ahora en las cosas espirituales
no cambia mucho por sentido lógico. El apóstol Pedro usa la figura de la comparación y
compara al cristiano como una piedra como un objeto insignificante. Esta ez no usa una joya
o un mineral de valía. Sino algo rudimentario: una piedra. Una piedra solitaria no tiene
mucho valor. La utilidad de la piedra viene en las manos de Dios. San Pedro nos compara
con una piedra, porque éramos banales para Él. Por medio de su hijo Jesucristo hemos
pasado de piedra muerta a piedras viva. Ahora tenemos vida por medio de la muerte de
Jesucristo. Hemos pasado de muerte a vida. Por eso la “piedra viva”, es una imagen precisa
de lo que somos. Lejos de Dios somos piedras inútiles, pero venimos a ser ocupados por la
mano de Dios. Y esta construcción es el cuerpo de Cristo: la iglesia. Somos parte de una
estructura espiritual, no humana. Eso muchas veces, se olvida. Se respeta más los títulos o
cargos dentro de una organización eclesial. Y eso está bien porque ejercemos ciertos
parámetros cristianos. Sin embargo, no se puede reducir a un cargo religioso el llamado de
Cristo. El llamado de Dios es un asunto invisible. Un tema de a eternidad que recibirá su
pago ante el juicio de Dios, cuando comparezcamos ante el trono de Dios. Eso se nos olvida:
somos una organización mundial del reino de Jesucristo que construye un edificio espiritual.
Una casa de aire donde reina el Padre. Una casa llena de vida donde se pasea Jesús como
Rey y Señor, dueño de todo cuanto hay dentro y fuera de esa casa. Somo piedras que laten
como un corazón, llenos de vida por la sangre y resurrección de Cristo, no depende de
ningún título humano. El don de Dios es irrevocable. Él da vida y tiene misericordia de quien
quiere. No es un cargo religioso es un regalo que Dios da en esta vida que nos rescató del
reino de la oscuridad, de la depravación humana.
Como casa espiritual.
Dios quiere construir en nosotros una habitación. Dios es vida y quiere vivir en nosotros.
Quiere convivir en nosotros. Como en el Antiguo Testamento, Dios hacía un convenio con
los hombres y el medio era un altar. Los símbolos son los mismos. Dios quiere levantar un
altar pero ahora con nuestro espíritu. Él quiere limpiarnos de toda maldad, de toda
condición de pecado. Lejos de esa condición quiere levantar un lugar para tenerla como
habitación. Desde el antiguo pacto, Dios mismo dijo que no habita en construcciones hechas
de manos de hombre. Dios mismo es el cimiento de la construcción, el diseñador, el velador
de dicha edificación. Somos casa evaluada y aprobada por el mismo.
Sacerdocio santo
Los símbolos siguen siendo los mismos. En el antiguo pacto, los sacerdotes ministraban los
quehaceres del tabernáculo. Tenían actividades, vestimentas, tiempos específicos. No
podían hacer otros trabajos. Solo se dedicaban al mantenimiento y dedicación a los
sacrificios a Dios.
En este pasaje dice que somos sacerdotes. Los símbolos son los mismos. Somos sacerdotes,
pero ahora no lo somos de un modo religioso. Lo somos de un modo abstracto. Pero nuestra
adoración está las 24 horas sin lugar específico. Nuestra adoración es total.
Dios ahora pone en acuerdo ser sacerdotes durante toda la vida en todo lugar. No somos
sacerdotes como cierta religión. Sí. Acéptelo. Dígalo en voz alta: Soy sacerdote. Tal
personaje sabe adorar. En esencia un sacerdote ofrece un altar y ese altar en la vida misma
que se ofrece como sacrificio vivo, santo y ese es nuestro culto. No tanto un orden litúrgico
dominical.
El adjetivo santo se refiere al lugar donde se ministra. La santidad es un concepto muy
tergiversado. La santidad se refiere a que Dios quiere exclusividad. Dios quiere que se
aparte de ciertas costumbres y hábitos culturales, sociales que no están alineadas con la
biblia. La santidad es un concepto de separación del mundo y un trato íntimo con Dios.

Para ofrecer sacrificios espirituales. Abraham fue el primer patriarca del pueblo Judío. El
recibió ordenes de un personaje desconocido para él: Dios. Sin conocerle, Abraham le creyó.
Por eso es considerado el padre de la fe. Creyó sin conocer a Dios. El comenzó a conocer a
Dios y con las experiencias nos sirven de ejemplo para creer.
Cuando quería agradar a Dios levantaba un altar. Adoraba a Dios. No había un orden
litúrgico como ahora se hace los domingos en las religiones cristianas. Jesucristo vino y lo
que quiere es una adoración en espíritu y en verdad. Jesús lo dijo: adoradores en espíritu y
en verdad”. Y ese es otro concepto poco tratado porque la adoración muy poco o nada tiene
que ver con la música. Ésta solo es un medio. No es un fin. Dios es el fin de nuestra adoración
y la adoración es la actitud que yo tomo. Si conjugamos el verbo adorar, sería una forma de
expresar mi amor: Te adoro y esto puede ser musicalizado. La adoración implica mucho más
y no se reduce a la combinación de las siete notas musicales. La adoración implica hacer
los mandamientos de Jesucristo. Esa es una genuina adoración. Obedecer los
mandamientos de Jesucristo. “Si me amas, guardarás mis mandamientos” ().
Mi sacrificio ahora no es matar o ofrecer un animal, sino matar mi carne. Practicamente
morir a mi naturaleza humana. Ese es el sacrificio, negarme a vivir una vida que se dirige
por mis pecados, deseos y pasiones desordenadas. Sino dejarme guiar por la mano de Dios.
Ese es mi sacrificio, renunciar a mí. El sacrificio es mi adoración genuina. Ya no es un
sacrificio de animales, de sangre sino espiritual. Un sacrificio que implica obedecer los
mandamientos de Dios. No es un acto litúrgico, sino una entrega espiritual las 24 horas del
día sin un lugar espícifico. Ese título que Dios nos ha dado se completara en el Reino de
Dios, en la nueva Jerusalén. Allá regiremos y viviremos bajo la justicia y el reinado de
Jesucristo. Por eso se dice en la biblia, que somos ciudados de una ciudad celestial.

Aceptables a Dios por medio de Jesucristo

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