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INTEGRANTES:
1. Luiggi Rios Diaz
2. Miqueas Fernández Tenazoa.
PORTADA…………………………………………………………………………………………………………..1
DEDICATORIA……………………………………………………………………………………………………..2
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………………………………..3
CAPITULO I
CONCLUSIONES…………………………………………………………………………………………10
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………………………11
I. INTRODUCCIÓN.
El presente trabajo monográfico trata sobre la responsabilidad del biólogo en el manejo
de los microorganismos y del medio ambiente, para conocer sobre las responsabilidades
en el manejo de microorganismo y del medio, además sobre la carrera de biología su
propósito y el la personalidad que debe tener un profesional biólogo.
El trabajo solo cuenta con un solo capitulo donde se describe los propósitos del
profesional biólogo y sus responsabilidades con la sociedad.
El trabajo realizado es muy importante, porque tiene información valiosa para nuestra
personalidad y labor como profesionales en biología.
CAPITULO I
Abordaremos ahora una cuestión que nos habíamos planteado al comienzo de este capítulo.
¿Qué es lo propio del trabajo del biólogo en la construcción del entramado social? Se podría
afirmar que el profesional de la vida desarrolla y concreta su capacidad de configuración en dos
direcciones, la determinada por sus conocimientos especiales del mundo natural y la que se
manifiesta en su habilidad técnica para dominar los procesos biológicos.
Los conocimientos que esta Ciencia aporta al patrimonio cultural son tan amplios, complejos y
diversos como lo son su objeto, el mundo de los seres vivos, y los múltiples enfoques desde los
que el objeto se aborda. Los biólogos estudiamos los organismos vivos desde su nivel molecular,
celular o tisular, hasta el nivel de poblaciones, ecosistemas, y aun de toda la biosfera. Esto hace
que el profesional de la biología sea uno de los más "versátiles" de los científicos
experimentales.
Pero la Biología no sólo aporta conocimientos a la sociedad. El biólogo tiene, además, un papel
protagonista en la tarea de acercar a los hombres al mundo vivo, a lo que constituye su entorno
natural. Por otro lado, su contribución a la comprensión de la condición humana es, asimismo,
importante. La sociedad, por último, debe recurrir al biólogo para garantizar que sus relaciones
con la naturaleza discurran por cauces adecuados, de modo que su dominio sobre los seres
vivos sea racional. A continuación, desarrollaremos brevemente estas tres consecuencias
peculiares del trabajo del biólogo. Nos fijaremos con mayor detalle en el modo en que éstas se
concretan en la tarea docente, ya que es precisamente uno de los ámbitos donde la capacidad
configuradora del biólogo se manifiesta más evidentemente.
El biólogo es, en primer lugar, profesional del asombro y de la contemplación del mundo natural.
Para él un ser vivo, además de material de trabajo y medio de subsistencia, constituye un
verdadero tesoro, una obra de arte única que admira y le deleita.
En este sentido se puede afirmar que el biólogo, de algún modo, está más pertrechado que otros
científicos frente al riesgo del cientifismo que -como se verá más adelante- aleja al científico del
mundo real por efecto de la entronización del propio método y la desconfianza ante el
conocimiento que cae fuera de sus fronteras.
Esa actitud, cercana al mundo de la vida, da a la enseñanza de la Biología una gran capacidad
formativa. En efecto, las realidades naturales ejercen un auténtico magisterio: "nada puede
sustituir al contacto con la realidad... Lo universal es muy valioso, pero no debe servir para alejar
de lo local, para formar hombres que estén siempre en la generalización, "sino para formar
hombres que comprendan mejor lo que les rodea". Es sintomático que la palabra utopía
signifique lo que no está en ningún lugar, lo a-local" (8).
Las salidas al campo son un magnífico instrumento con el que cuenta el profesor de Ciencias
Naturales para comunicar y despertar el amor a lo inmediato y el deseo de conocerlo; la
naturaleza es el principal laboratorio del biólogo, su libro más completo e interesante, el
verdadero objeto de su trabajo. La actividad en el campo es auténtica tarea profesional.
Habitualmente, la salida ha sido preparada a conciencia. Se ha profundizado en los
conocimientos teóricos necesarios: las condiciones de la zona a estudiar, el tema que será
objeto del trabajo, el itinerario más indicado... El lugar elegido no será el más agradable, el más
placentero, o el mejor comunicado, sino el que más se ajusta a las necesidades del protocolo. En
algunos trabajos la "excursión" lleva, semana tras semana, durante meses, a los mismos 20
metros cuadrados de bosque o a la misma charca, que acabamos conociendo palmo a palmo. La
salida requiere con frecuencia buena dosis de reciedumbre, de resistencia y de buen humor,
puesto que las condiciones climáticas no son siempre las deseadas y la toma de muestras puede
necesitarse con periodicidad determinada. El rigor y la precisión en la recolección del material y
de todos los datos observados son exigencias inherentes a este trabajo. Un error, un descuido,
una concesión a la pereza pueden dar al traste con días de trabajo o pueden conducir a
interpretaciones inexactas de los datos.
Como en otras ciencias experimentales, el trabajo en el laboratorio es también ámbito del biólogo
y las prácticas de laboratorio -con su exigencia de orden, limpieza, cuidado de los pequeños
detalles, habilidad manual, constancia, etc.- es de gran potencial formativo.
Al mismo tiempo, los seres vivos con la unidad de funciones que les caracteriza, la capacidad de
homeostasis, adaptación, etc., y su manifiesta finalización hacia la conservación y transmisión de
la vida..., ofrece al profesor que trata de darlos a conocer una excelente base para fomentar en
los alumnos la mentalidad abierta hacia otros métodos de conocimiento distintos de los de la
propia Ciencia. El profesor de Biología debe enseñar a integrar los datos, nociones e ideas que
expone en su asignatura, con las que aprenden simultáneamente en materias muy distantes,
procurando evitar a toda costa planteamientos que puedan llevar a los jóvenes alumnos a pensar
que la realidad es distinta dependiendo de la ciencia que la estudie; o que la verdad está dividida
en distintos compartimentos estancos incompatibles entre sí. Al contrario, debe facilitar a los
estudiantes la incorporación de los datos que proporciona la Biología en la concepción armónica
de la cultura, el hombre y el mundo que ordinariamente reciben en las materias humanísticas del
plan de estudios. Los planteamientos reduccionistas, la pretensión de dar cuenta cabal de un ser
vivo desde una exclusiva y parcial perspectiva, fomentan en los alumnos posturas escépticas
ante la verdad, que a la larga, se demuestran muy nocivas -por erróneas- tanto a nivel personal
como social. Tener capacidad para contemplar la realidad -la naturaleza viva- es el mejor
antídoto, en una sociedad tecnificada y trepidante, frente al escepticismo.
Esa mirada atenta al mundo de lo vivo no deja fuera al mismo hombre. Es cierto que la Biología
no da -no puede dar- una imagen, ni una descripción global y plena de lo que es el hombre; pero
la biología humana, el estudio de un cuerpo como el cuerpo del hombre ofrece el testimonio de
que hay dimensiones humanas irreducibles a la mera materialidad. El hombre como tal se
escapa a su método propio, que sólo es capaz de proporcionar datos parciales. La biología del
hombre muestra asímismo el puesto preminente que por su propia naturaleza tiene el hombre
entre el resto de los seres vivos. Ciertamente, este testimonio no es una afirmación positiva
acerca del valor, ni del significado de lo propiamente humano, pero tiene en sí mismo capacidad
de desmitificar ese conjunto de ideologías -ecologísmos en sentido amplio- donde el "señorío"
propio del hombre se disuelve en una exaltación amorfa de la naturaleza que ha perdido la
capacidad de distinguir una gramínea de un leopardo.
Saber mostrar que la Biología no explica la "humanidad" del hombre, del mismo modo que la
descripción fisico-química de un animal omite la "animalidad" del animal, es una gran tarea; la
falta de capacidad de mirar al mundo y verlo en su totalidad, de darse cuenta de lo que encierra
cada cosa, causa la desorientación tan ampliamente observable en nuestra cultura.
1.2 DOMINIO Y CONSERVACIÓN DE LA NATURALEZA: ACTITUD DE
RESPETO
Puede afirmarse que el biólogo está capacitado profesionalmente -al conocer la dinámica de la
naturaleza- para ser el "interlocutor" idóneo en las relaciones de los hombres con su entorno
natural; sabe tratar a la naturaleza, conoce su lenguaje, sus secretos, sus caprichos, sus
costumbres. Puede por ello, y debe, informar a sus conciudadanos sobre el modo más adecuado
de establecer vínculos -por ejemplo, de explotación- con el mundo de lo vivo. Gracias a su
formación puede dar respuesta a los problemas que plantea mantener la utilización de un mundo
vivo amenazado (9). Está preparado, ordinariamente, para proponer soluciones que eviten
abusos o deterioros. Así le es propio, por ejemplo, la "evaluación del impacto ambiental", que es
un protocolo dirigido a terminar la previsible incidencia sobre el entorno de programas, proyectos
o iniciativas de diverso tipo: edificaciones, fábricas, experimentos de campo, procesos de
tratamiento de residuos urbanos, repoblaciones, etc. En algunos países, esta evaluación es
requisito administrativo imprescindible para autorizar esas iniciativas, y actualmente se está
estudiando su implantación a nivel de la CEE.
Por todo lo que hemos dicho, es lógico que el biólogo se haya constituido en el mayor divulgador
de la actitud de respeto y conservación de la naturaleza. El debe ser ejemplo y guía de la
responsabilidad por custodiar ese gran tesoro que cada hombre ha recibido que es el mundo
vivo. La mentalidad de admiración, cuidado y contemplación de la naturaleza viva y el medio
ambiente debe ser contagiada al resto de la sociedad, que comienza a descubrir en el biólogo el
baluarte y la garantía para que el entorno natural siga siendo auténticamente un ámbito para una
vida humana.
Hacemos de nuevo mención de la tarea docente; esto no se debe sólo al reconocimiento de que
un porcentaje muy alto de biólogos que se dedican a ella, sino al hecho de que como todo
profesor forma inteligencias, engendra formas de pensar. Su función no se limita a "dar una
clase", nadie le obliga -ni le autoriza su deber- a recortar el contenido de su trabajo, a trasmitir
esos contenidos. Al profesor de Biología, de las ciencias de la naturaleza viva, le compete
enseñar a comprender el mundo de la vida con la mirada de respeto del que sabe que lo ha
recibido como don, y del que conoce que, de su conservación y perfeccionamiento, depende en
una cierta medida que el mundo que habita y habitarán las generaciones que le sucedan pueda
seguir siendo un mundo para el hombre. Las realidades que trata de dar a conocer no son
artificios humanos, no son "máquinas" sin otro valor que el utilitario. En una sociedad de
consumo en la que hasta los más sofisticados artefactos están pensados para "usar y tirar" tiene
un especial valor formativo saber mostrar, y en su justo valor, una semilla o una hormiga... que el
hombre no es capaz de fabricar.
"…la Ética, como ciencia única, está integrada por distintos componentes estructurales o
corrientes temáticas diversas que estudian la moralidad a través de distintos niveles de
expresión". (López, 2002:103)
Según los rasgos que caracterizan a esta ciencia filosófica, le corresponde entonces a la
ética ambiental la formación de una conducta adecuada ante la naturaleza, y la
protección del medio ambiente.