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LA HORA DE EXTREMADURA
Naturaleza, pueblos y ciudades monumentales en un territorio irresistible
Existió desde luego, y hasta no hace mucho, porque Extremadura ha sido una
región secularmente abandonada, pasto de la incuria, de la pobreza y la ignorancia.
No es verdad que Extremadura haya sido siempre una región de señoritos y
siervos; la verdad, me temo, es mucho peor: en Extremadura, los señoritos en
realidad, eran siervos, y los siervos de los señoritos, eran en realidad siervos de los
siervos; es decir, no eran absolutamente nada. El poder de decisión nunca estuvo
en Extremadura, y los extremeños supieron siempre que la vida estaba en otra
parte, porque nunca pudieron velar por sus propios intereses, y desde luego nadie
se preocupó demasiado de hacerlo por ellos.
Los cuatro burgueses ilustrados fracasaron antes siquiera de poder triunfar, fracasó
la República, el franquismo devolvió a los extremeños su condición de nada
absoluta, de siervos de siervos. No creo pecar de optimista si afirmo que , desde la
recuperación de la democracia, y sobre todo desde que en 1983 se aprobó el
Estatuto de Autnomía que permitió la instauración de un Gobierno regional, las
cosas están cambiando en Extremadura.
Conozco mal Extremadura. Me marché de allí con apenas cuatro años, y, aunque es
cierto que no ha pasado un solo año sin que vuelva a Ibahernando - que es el
nombre imposible del lugar dónde nací - también lo es que, salvo en la infancia,
nunca he residido allí durante más de un mes. Pese a ello, en todo este tiempo no
he sabido o no he podido dejar de ser extremeño; para qué mentir: quizá es que no
he querido. No me siento particularmente orgulloso de ello; no me parece que ser
extremeño (como ser catalán, o islandés) pueda constituir un motivo de orgullo: es
simplemente una fatalidad de la historia, o de la biología, o de las dos cosas a la
vez.
AÑOS DE DESBANDADA
NACIONALISMO Y PATRIOTISMO
Insisto: conozco mal Extremadura. Y no sólo porque me marchara de allí con cuatro
años, sino porque no es fácil conocerla bien. Encajonada entre Portugal, Castilla y
Andalucía, Extremadura es una región vastísima, con algo así como una cuarta
parte más de extensión que Cataluña y bastante menos de una quinta parte de su
población, una región que tiene algo de portuguesa, algo de castellana y algo de
andaluza; eso significa asimismo que es una región extremadamente variada, con
zonas muy ricas (El valle del Jerte, o la comarca de la Vera, en el norte o Tierra de
Barros en el sur) y zonas más deprimidas (La comarca de Trujillo o la Sierra de
Gata): poco tiene que ver, en fin, el Badajoz andaluz y burgués y laborioso con el
Cáceres obstinadamente castellano, con su aire deslumbrante y un poco anacrónico
de hidalgo venido a menos pero orgulloso de su historia.
Desde luego, sería necio negar que hay muchísimas cosas que mejorar en
Extremadura (las comunicaciones para empezar), pero no le sería menos negar
que, aunque su nivel de renta está todavía, y pese al tirón de los últimos años, muy
por debajo de la media española, Extremadura es uno de los lugares donde mejor
se vive en España: no queda ni rastro de la miseria de siempre, y cualquier
pueblecito perdido (el mío digamos, con no más de 700 habitantes en invierno)
está equipado con una escuela, una biblioteca pública, una residencia de ancianos,
un pabellón polideportivo y una piscina para el verano.
Por lo demás, cualquiera que haya viajado pr allí en los últimos tiempos ha visto lo
que no puede no verse: que la extremeña es una sociedad inmersa en un acelerado
e imparable proceso de modernización, una sociedad que se halla en plena
ebullición, cmoo si hubiera aguardado hasta ahora para hacer explotar la energía
que lleva tantos años acumulando, y que, aunque todavía pesen sobre ciertos
sectores las inercias de una antigua y terca mentalidad conformista, multitud de
gente hierve de ilusiones y de proyectos: empresarios, políticos, escritores,
editores, profesores universitarios, músicos y pintores que nada tienen que envidiar
a los del resto de España y que son una aviso inconfundible de que la hora de
Extremadura ha llegado.
Conozco mal Extremadura. La conozco mal, pero háganme caso y vayan a Mérida.
Vayan a Plasencia. Vayan a Yuste. No se pierdan Cáceres (si tienen algo de dinero,
cómanse en el Figón unas ancas de rana y unos huevos fritos con chorizo y migas).
Por supuesto, vayan a Guadalupe. Vayan también a Trujillo. A Ibahernando no hace
falta que vayan (pero si van, no hace falta que lleven dinero, lo tienen todo
pagado). Vayan a Zafra.
JAVIER CERCAS